Honorable
cámara de Cuauhnáhuac
por BEN Gavarre
ACTO ÚNICO –
ESCENA: El
interior de la Honorable Cámara de Diputados de Cuauhnáhuac. Enorme, con
candelabros ridículos y retratos de hombres solemnes y bigotudos. El olor a
puros baratos y sudor rancio flota en el ambiente. Un grupo de diputados,
panzones y trajeados, duermen o se rascan la panza.
DIPUTADO 1:
(Despertando de golpe) ¡Qué barbaridad, la que traigo! ¡Un puro que me fumé
anoche tenía mezcal!
DIPUTADO 2: (Sin
abrir los ojos, se acaricia la panza) ¡No hombre, compadre! ¡Lo que te fumaste
fue la quincena!
DIPUTADO 3:
(Burlándose) No hable tan fuerte, Diputado, no vaya a ser que lo escuche una de
mis viejas y me pida un nuevo bolso. Yo tengo que comprarme un coche.
DIPUTADO 4: (Con la
voz de un político) ¡La ciudadanía nos exige más responsabilidad!
DIPUTADO 1: (Riendo
a carcajadas) ¡Ah, la ciudadanía! Esos que trabajan para que podamos tener
nuestras cinco casas, nuestros tres coches y nuestras siete esposas.
(Entran, con paso
firme y vestidos de hombres, Cándida y su grupo. Llevan bigotes postizos y
gorras de béisbol. Los diputados las miran con sospecha.)
DIPUTADO 2:
(Entrecerrando los ojos) ¿Quiénes son estos nuevos? Nunca los había visto.
CÁNDIDA: (Con
voz grave) Somos del nuevo sector, venimos de las entrañas del pueblo para
poner orden en esta cloaca.
DIPUTADO 3:
(Levantándose, lleno de soberbia) ¡Aquí no entra cualquiera, jovencito! ¡Esta
es la Honorable Cámara de Diputados de Cuauhnáhuac! ¡Y los únicos que podemos
entrar somos los que tenemos billete!
CÁNDIDA:
(Sonriendo) Usted no se preocupe. Tenemos más billete que todos ustedes juntos.
(Les hace una seña a su grupo y todas se quitan las gorras y los bigotes,
mostrando sus caras).
DIPUTADO 4:
(Balbuceando) ¡Pero… pero… son mujeres!
CÁNDIDA: ¡Sí,
señores! ¡Y hoy es el día en que tomaremos el poder!
(El grupo de mujeres
avanza hacia los diputados, que se quedan congelados por el pánico.)
DIPUTADO 1:
(Temblando) ¿Pero por qué, señorita? ¡Si la ley dice que las mujeres no pueden
votar!
CÁNDIDA: (Riendo
a carcajadas) ¡Y también dice que ustedes no pueden robar! (Señala los cuadros
de la cámara). ¡Ustedes hicieron una carta magna para protegerse a ustedes
mismos! Pero la que vamos a votar hoy, no tendrá vuelta atrás.
(Las mujeres se
distribuyen por la sala, cada una tomando un lugar clave. Una toma el
micrófono, otra se sienta en la silla del presidente de la cámara y otra apaga
la televisión.)
DIPUTADO 2:
(Lloriqueando) ¡No! ¡Mi partido de fútbol!
CÁNDIDA: (Con
voz triunfante) ¡Silencio! A partir de hoy, las mujeres de Cuauhnáhuac tienen
el control. Y para que no quepa duda, aquí va el primer decreto de la nueva
era: (toma un mazo y golpea la mesa) ¡Se prohíbe que cualquier hombre tenga más
de un coche, una casa y una mujer!
(Los diputados se
desvanecen por el shock.)
DIPUTADO 3:
(Gritando con horror) ¡Nooooooo! ¡Mis coches! ¡Mis viejas! ¡Mis casas!
CÁNDIDA: (Se
ríe) ¡Y lo peor, señores! ¡Es que a partir de hoy, tendrán que ir al mercado!
(Se acerca a la puerta y le pide al grupo de mujeres que está afuera, que
entre). ¡Que entre el pueblo!
(Entra una multitud de
mujeres, algunas con ollas, otras con botes de basura y otras con escobas. Unas
le quitan los sacos a los diputados, otras los ponen a barrer y otras los
obligan a cocinar.)
La llegada del servicio de seguridad
(Se escucha el sonido
de unas sirenas y el General Suárez, un hombre fornido y lleno de medallas,
entra a la sala. Es seguido por su asistente.)
GENERAL SUÁREZ:
(Sacando una pistola con una voz ronca y pesada) ¡En nombre del servicio de
seguridad super seguro! ¡Manos arriba! ¡Se cancela la operación!
CÁNDIDA:
(Cruzándose de brazos) ¡General Suárez! ¿No le da vergüenza? ¿Amenazando con
una pistolita de agua a estas mujeres valientes?
GENERAL SUÁREZ:
(Confundido) ¡Pero esta no es de agua! Es una 9 milímetros.
CÁNDIDA:
(Riendo) ¡Ay, General! Los tiempos han cambiado.
(Una mujer, que hasta
ese momento parecía normal, entra y se para detrás del General Suárez. De
pronto, esta saca una pistola de agua y le apunta a la cabeza.)
MUJER COMBATIENTE 1: ¡Manos
arriba, General! ¡Hoy te enfrentarás a la justicia!
GENERAL SUÁREZ: (Se
pone blanco) ¿Quién es usted? ¡Yo soy la máxima autoridad del servicio de
seguridad!
MUJER COMBATIENTE 2: (Entra
corriendo, le quita el sombrero y lo pone a barrer) ¡El servicio de seguridad
de Cuauhnáhuac ha sido reemplazado! ¡Ahora somos nosotras, las súpermujeres
combatientes! ¡Las que pondrán orden en este país!
(El General Suárez se
pone a llorar de frustración mientras Cándida se sienta en la silla del
presidente y mira directamente al público.)
CÁNDIDA: A
partir de hoy, en esta Honorable Cámara, se escuchará la voz del pueblo.
(Los diputados lloran
como niños mientras son obligados a hacer el aseo, y una mujer, con una escoba,
le pega a uno de los diputados en la cabeza, obligándolo a barrer.)
Coro y Parábasis
(La luz se centra en
el Coro de Diputados Quejosos, que se ponen al frente del escenario. Llevan
delantales y se secan las lágrimas con los puños. Al otro lado, el Coro de
Mujeres Empoderadas, con uniformes de gala, sonríen triunfantes.)
Coro de Diputados Quejosos
(A ritmo
de un lamento, frotándose las manos y mirando al público.)
¡Ay de mí, que ahora lavo!
¡Ay de mí, que ahora plancho!
¡Ya no hay fiestas ni tequila,
Solo hay frijoles y un rancho!
¡Nuestros coches, nuestras casas,
Nuestras viejas, ya no están!
¡Ahora somos sirvientes
De las que nos gobernarán!
(Con voz
fuerte y potente, en tono de victoria.)
¡Ya se acabó la vagancia!
¡Ya se acabó la parranda!
¡Ahora tendrán que limpiar
Y hacer lo que les dé la gana!
¡Las mujeres somos fuertes!
¡Las mujeres somos sabias!
¡Con el bigote bien puesto,
¡Se acabó la porquería!
Parábasis - El mensaje al espectador
(Cándida
Tasiemprelista se adelanta al centro del escenario y mira al público. Se quita
el bigote postizo y lo guarda en el bolsillo. Con una sonrisa, habla con una
voz amable y serena.)
CÁNDIDA:
(Dirigiéndose al público) Ustedes, que nos ven hoy en este teatro, se han reído
de nosotros y de ellos. De los hombres, que eran panzones y corruptos. De
nosotras, que nos disfrazamos y usamos la venganza como arma. La verdad es que
ambos coros, el de los hombres llorones y el de las mujeres empoderadas, son
solo dos caras de la misma moneda.
No se
dejen engañar por el bigote o por el delantal. Un país solo avanza si los
hombres y las mujeres se miran a los ojos, si se escuchan y si se ponen de
acuerdo para el bien común. No importa si alguien es hombre, mujer, o de dónde
viene. Lo importante es que todos trabajen en equipo para construir un mundo
mejor.
(Cándida se inclina y
le guiña un ojo al público. La obra termina con un fuerte aplauso.)