Limpieza Profunda
Obra escrita por
GAVARRE BENJAMIN
Personajes:
·
CRISTINA GUPSI: La Paciente. Viste de negro riguroso, dramática,
elegante pero desgastada. Ha perdido su estatus, pero no su arrogancia ni su
capacidad oratoria.
·
DRA. MÓNICA: La Psicóloga. Sobria, profesional, intenta
mantener el control de la sesión, pero se ve arrollada por la energía de
Cristina.
Escenario:
El consultorio de la Dra. Mónica. Minimalista,
moderno, frío. Hay un diván y un sillón.
Utilería: Cristina trae consigo, inexplicablemente,
un kit de limpieza: una escoba, un trapeador, un paño y un spray limpiador.
(Suena la "Habanera" de la ópera Carmen
de Bizet. La música entra con fuerza. CRISTINA GUPSI no está sentada. Está de
pie, con una escoba, barriendo el consultorio con movimientos rítmicos, fatales
y apasionados, sincronizados con la música. Barre como si estuviera matando
fantasmas.)
(La DRA. MÓNICA la observa desde su sillón, con el
bolígrafo congelado en el aire, fascinada y horrorizada a la vez.)
DRA. MÓNICA:
Cristina, por favor. Trate de concentrarse. Dígame, qué hay detrás de esa compulsión
tan evidente, qué es lo que usted, verdaderamente, desea limpiar.
CRISTINA:
(Sin dejar de barrer, con voz profunda y trágica) El polvo, doctora, es el
pasado pulverizado. Si no lo muevo, se asienta. Y si se asienta, me ahoga.
(Barre con furia hacia los pies de la doctora). Usted ve mugre; yo veo las
cenizas de mi imperio.
DRA. MÓNICA:
(Levantando los pies para que no la barran) Eso es una racionalización muy
poética para un trastorno obsesivo-compulsivo. Siéntese. Hablemos de la
pérdida.
(La música de Carmen baja de volumen, quedando como
un lecho sonoro inquietante. Cristina deja la escoba y saca un paño y un spray.
Empieza a lustrar una mesa auxiliar con movimientos circulares y obsesivos).
CRISTINA: ¿La
pérdida? (Ríe con amargura, una risa ensayada). La pérdida es vulgar, Mónica.
Cualquiera pierde las llaves o la cartera. Yo no "perdí". Yo fui... despojada.
Es diferente. Imagínelo: Yo estaba en la cima. Las revistas de sociales
esperaban a que yo decidiera el color de la temporada para imprimir sus
portadas. Y de pronto... el vacío. El silencio del teléfono es más ensordecedor
que los aplausos.
DRA. MÓNICA:
(Trata de anotar) Ajá. Siente que su identidad dependía exclusivamente de la
mirada externa.
CRISTINA: (Se
detiene, ofendida. Rocía spray al aire como si fuera perfume) ¡Por favor! Mi
identidad era sólida como este roble... (Frota la mesa con fuerza) ...pero la
envidia es una termita muy trabajadora. Recuerdo las cenas, doctora. Cenas en
bandejas de oro y plata. Y yo presidía la mesa. Ahora... ahora barro, limpio,
pulo… Así dejo de escuchar esa vocecita que me persigue. (Pausa dramática) ¿Ve
esta mancha? Casi nadie puede verla, pero yo sí.
DRA. MÓNICA: Esa
vocecita que la persigue qué le dice… Dígame con precisión las palabras que
“Escucha”.
(Sube la música. La parte intensa del estribillo de
Carmen ("L'amour! L'amour!"). Cristina toma el trapeador. Lo abraza
como si fuera un amante. Baila con él un breve tango trágico mientras trapea el
centro del escenario).
CRISTINA:
(Trapeando con furia) Me dice Perdedora, a mí, a la Cristina que vivía por y
para el poder. ¡Yo fui la encarnación del poder! (Da una vuelta con el
trapeador). Y ahora… (Deja de bailar, mira al vacío, la música se detiene de
golpe). Solo veo gente pequeña. Gente gris. Gente que compra zapatos en oferta
y se alimenta con atún de soya. Veo sus caras, todos son unos miserables de
gesto corriente, despreciable…
DRA. MÓNICA:
(Suspirando) Está proyectando su desprecio por su situación actual hacia los
demás. Eso se llama narcisismo herido.
CRISTINA: (La
ignora. Cambia de tono. Se yergue. Suelta el trapeador. Mira hacia el
"futuro" con una iluminación casi mística en el rostro). Pero el ave
Fénix no renace del polvo para quedarse en el gallinero, Mónica.
DRA. MÓNICA:
(Interesada) Bien. Hablemos del futuro. ¿Qué ve ahí? ¿Un trabajo real?
¿Reconectar con su familia?
CRISTINA:
(Con desdén) ¿Familia? No, por favor, seamos serios. Veo... (Gesticula como si
estuviera esculpiendo el aire) ...Consolidación. Empoderamiento. Me veo a mí
misma, no en una oficina, sino en un estrado. Una mujer que ha bajado a los
infiernos del transporte público y ha regresado para contarlo.
DRA. MÓNICA: ¿Va
a escribir un libro?
CRISTINA:
(Saca el paño de nuevo y empieza a limpiar el marco de un título universitario
de la doctora colgado en la pared) Voy a ser una Guía. Una mártir del estilo de
vida. Enseñaré a las masas a caer con gracia. Porque cualquiera puede subir,
doctora, eso es cuestión de suerte o de acostarse con el gerente adecuado. Pero
caer... (Se gira hacia la doctora, con ojos brillantes) ...caer sin
despeinarse, eso es un arte.
DRA. MÓNICA: Caerse
con gracia y levantarse con elegancia...
CRISTINA: (Endereza
el marco del título con exagerada precisión) Esa soy yo. Puedo estar abajo,
pero mi regreso será el retorno del héroe, de la Mujer poderosa. Imagine los
titulares: "El Retorno de la Dama de Hierro... ". Ya no necesitaré
dinero. El dinero es vulgar. Seré envidiada y venerada. La gente dirá:
"¿Viste a Cristina Gupsi? Dicen que perdió todo, pero camina como si tuviera
las escrituras de la Ciudad".
DRA. MÓNICA:
(Mira su reloj) Se nos acaba el tiempo, Cristina. Y sinceramente, me preocupa
esta disociación. Usted no puede pagar la renta con "gracia" y
"adoración".
CRISTINA:
(Recoge sus utensilios de limpieza con movimientos secos y militares. La música
de Carmen regresa suavemente para el cierre). Qué poca imaginación tiene la
ciencia, Mónica. Por eso usted escucha y yo hablo. Usted analiza la vida; yo la
interpreto.
(Cristina se dirige a la puerta. Se detiene, se
gira y mira el consultorio impecable).
CRISTINA: Por
cierto. No le voy a pagar la sesión de hoy.
DRA. MÓNICA: (Se
levanta, molesta) ¿Disculpe?
CRISTINA:
(Señala el piso brillante y los muebles lustrados) Le acabo de ahorrar el
servicio de limpieza de toda la semana. Digamos que estamos a mano. Eso es
economía de mercado, querida.
(Cristina sale con la barbilla en alto, tarareando
la Habanera. La Dra. Mónica se queda sola, mira el piso impecable, luego mira
su título en la pared, levemente chueco).
DRA. MÓNICA: (Da
un traspié, pero no llega a caerse) Dios mío... Dejó el piso resbaloso. Casi me
mato sin gracia y elegancia, ¡Santo Jesús!
(Apagón).