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miércoles, agosto 27, 2025

Azul como el cielo de Seúl (Apuntes matutinos) Por: Julio Amadís

 








Azul como el cielo de Seúl


(Apuntes matutinos)


Por: Julio Amadís


W sueña.  Es un hombre que vive entre dos continentes y un solo par de zapatos gastados.




EL ESCENARIO

Un espacio que se transforma. Primero, el Lejano Oriente: un blanco clínico, avenidas que no terminan y elevadores que suben al cielo. Después, América: una privada estrecha, el olor a smog y el peso insoportable de la fruta comprada a destiempo.



I. EL AGUJERO EN EL MURO

El Profesor W está en una agora como de blanco cal, llena de fantasmas. De pronto, el vacío. Los asistentes al Foro se marchan a un homenaje para el "H", un hombre que nadie sabe si murió o si nunca existió.

W camina ahora por unos pasillos interminables, sube y baja escaleras y una urgencia fisiológica lo consume. Encuentra un cubículo: no es un baño, es una oficina; no hay inodoro, solo un agujero minúsculo en la pared, a la altura del tobillo. Para usarlo, W debe realizar una coreografía de contorsionista: levanta una pierna, apoya la mejilla en el suelo, se dobla como una letra mal escrita.

Mientras descarga su pena, dos testigos mudos aparecen. Dos mujeres de más de veinte. Lo miran con una curiosidad científica. Ellas también quieren usar el baño, pero W les indica que ese no es un baño, es un armario que guarda revistas científicas.

— ¿Lo buscan, sabe?... Usted iba a dar una conferencia y desapareció. W sale de ahí con paso deconstruido.

 

II. EL ELEVADOR QUE HUELE A NADA

W está en Seúl (o lo que él cree que es Seúl). Todo es limpio, vasto y silencioso. Sube a un elevador de cristal que flota sobre avenidas vacías. Dentro, otras dos mujeres de veintiantos lo reconocen.

— “Usted iba a dar una conferencia”.

— “He dado conferencias en todos lados”, responde W, “pero el público no llegó... se fueron todos con un tal H.”

W compara los mundos. Allá, en América, todo es ruido, gente sin rostro y olor a pólvora quemada. Aquí, en el cielo del Oriente, solo hay muros invisibles y jardineras que te impiden el paso. Se sube a un bus equivocado, habla con un chofer que no existe y termina comprando una planta carnívora que no sabe cómo alimentar.


III. LA REJA Y EL PUÑO

De vuelta en la realidad. W carga 15 kilos de naranjas en el hombro. La bolsa está a punto de desfondarse. Es una procesión de un solo hombre hacia su departamento.

Aparece Él: el Vecino del Perrito. El ideal de la belleza y la calma. W sueña con que él lo salve, que cargue sus naranjas, que lo acompañe hasta la cocina. Pero la realidad tiene otros planes.

— “¿Cómo está usted?”, dice el Vecino.

Strike uno. El “usted” es un muro de hielo.

W intenta ser gracioso, saca la lengua por el esfuerzo, busca una conexión. El Vecino extiende la mano, W espera un apretón cálido, pero el Vecino cierra el puño. Un "fist bump". W, con las manos ocupadas por bolsas de plástico, choca su puño ineperto contra el puño del otro. Un choque de mundos torpe y triste. El Vecino se va. W se queda solo con su llave y su cansancio.


IV. EL PUENTE DE LA ACEPTACIÓN (El Sueño Final)

En un último parpadeo antes del alba, W vuelve al puente blanco. El Vecino está lejos, paseando a su perro. W carga sus naranjas. Ya no espera que nadie lo ayude.

— “¡No me ayudaste con las bolsas!”, grita W.

— “¡Es que pesan mucho!”, responde el Vecino desde la distancia.

W se sienta en el suelo. Entiende que las naranjas pesan porque son reales. Entiende que el Vecino está lejos porque así es la geometría del deseo. No hay aplausos. No hay redención mágica. Solo un hombre sentado con su fruta en un puente infinito.


V. EL LARGO SÁBADO

W despierta. Son las diez de la mañana. Es sábado.

Mira el techo. Siente el dolor en el hombro. No hay Seúl, no hay expectadores, no hay vecinos en su habitación. Solo el silencio de una jubilación ganada a pulso.

W no se levanta. No hace jugo. No enfrenta el día. Decide que el mejor acto de rebeldía contra el absurdo es volver a cerrar los ojos y habitar su propia soledad, que ahora, por fin, ya no pesa tanto como las naranjas.


FIN.



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