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CUPO LIMITADO TOMÁS URTUSÁSTEGU

CUPO LIMITADO

TOMÁS URTUSÁSTEGUI
1989
PERSONAJES:
VIRGINIA......65 AÑOS.
MIGUEL......9 AÑOS.
RAMÓN....59 AÑOS.
CECILIA....27 AÑOS.
FERNANDO.....22 AÑOS.
ALMA......19 AÑOS.
AMPARO.....30 AÑOS.
FRANCISCA.....45 AÑOS.

ESCENOGRAFÍA.
Pequeño elevador de un edificio construido en los años cincuenta en una colonia de clase media. Es
para seis personas y mide dos metros y medio de alto por un metro de ancho y uno cincuenta
de largo. La puerta es de metal y su funcionamiento es automático con botones. Un pequeño
letrero avisa que no se pueden subir más de seis personas a la vez. En el techo del elevador
existe una tapa metálica.
El elevador será construido de metal para dar la impresión de peso y encierro.
VESTUARIO.
Alma y Fernando visten ropa moderna de mezclilla, calzan zapatos tenis. Francisca viste un conjunto
oscuro, usa zapatillas. Virginia viste seriamente, sin elegancia. Ramón porta un traje gris con
un chaleco azul. Amparo, la sirvienta, utiliza ropa sencilla. El niño usa uniforme de escuela.
ÉPOCA. La actual. 1994.

La acción se inicia al descender el elevador. Por una falla eléctrica queda suspendido a unos treinta
centímetros sobre el nivel de uno de los pisos superiores del edificio. En caso de no tener
posibilidades de movimiento se iniciará la acción en oscuro. Se escuchan sonidos metálicos del
elevador descompuesto. Se puede escuchar un preámbulo musical de ambiente. Pausa larga de
espera.

VIRGINIA.- ¿Qué pasa?
FRANCISCA.- Otra vez se fue la luz. Es el segundo apagón de este día.
RAMÓN.- Aprieten todos los botones, alguno funcionará.
FERNANDO.- No veo nada.
RAMÓN.- El de abajo es el de la alarma.
MIGUEL.- (Asustado). ! Abue!
VIRGINIA.- Aquí estoy, no te muevas.
Cecilia prende un encendedor, trata de iluminar toda el área.
FERNANDO.- (Solicitando el encendedor). Permítamelo. (Lo toma, se apaga, vuelve a encenderlo,
camina hacia el tablero de botones.) ¡Comper, comper!
VIRGINIA.- ¡Tenga cuidado, me pisó!
FERNANDO.- Perdón.
VIRGINIA.- Bien se ve que no es su pie.
FERNANDO.- (Aprieta los botones). No funciona.
MIGUEL.- ¿Nos vamos a quedar aquí?
VIRGINIA.- Por supuesto que no.
ALMA.- (A Fernando) ¿Apretaste el que dice alarma?
FERNANDO.- ¿Cuál alarma? No veo lumbre ni nada.
ALMA.- Tú, apriétalo.
FERNANDO.- Mejor te aprieto a ti.
ALMA.- (Ríe). Estate quieto.
FERNANDO.- ¡ Újule!
FRANCISCA.- ¡Joven! ¡Aquí viene un menor de edad!
FERNANDO.- (Burlón). ¡Ah!
CECILIA.- Ya llegué tarde.
AMPARO.- Dejé a mi niño solo.
RAMÓN.- (Golpea la puerta). ¡Abran!
FRANCISCA.- ¡Me asustó!
MIGUEL.- Quiero salir.
VIRGINIA.- Todos queremos salir, no nomás tú.
Se enciende bruscamente la luz. Se escucha un murmullo de satisfacción general. Todos se encuentran
colocados de frente a la puerta. Aparte de las ocho personas existe un carro metálico de
mercado lleno de alimentos como puede ser fruta y verduras. Cada persona trae algo en la
mano como puede ser una mochila el niño, un portafolio el viejo, un maletín deportivo el joven,
bolsas de mano las mujeres, etc.
VIRGINIA.- Menos mal.
FRANCISCA.- No duró mucho. (A Fernando). Por favor ¿quiere apretar el cuarto?
FERNANDO.- Ya apreté todos. (Sonríe). Dejemos que el destino nos lleve al piso que él quiera.
MIGUEL.- No se mueve.
FERNANDO.- Se me hace que sólo prendieron la planta, por eso no funciona la madre esta.
ALMA.- ¿Cuál planta?
FERNANDO.- No me digas qué no tienen planta de luz. ¡Ya!
ALMA.- Ya...qué.
FERNANDO.- La próxima no me invites.
ALMA.- Di que tenemos elevador.
VIRGINIA.- Por favor, pónganse a platicar después.
AMPARO.- ¿De veras no funciona? Dejé la olla en la lumbre.
FRANCISCA.- Antes dijiste que dejaste a tu niño.
AMPARO.- También, pero a él en mi cuarto, en la azotea.
CECILIA.- ¿Qué edad tiene?
AMPARO.- Nueve meses. (Francisca la critica con la mirada).
RAMÓN.- (Tose discretamente) Permítanme a mí apretar los botones.
FERNANDO.- Ya los apreté de nuevo.
RAMÓN.- (Camina hacia el tablero). Permítame...
FERNANDO.- (Le deja su lugar). ¡Uy, tendrá dedos biónicos! (Ríe junto con alma y el niño, a éste le
pega suavemente la abuela).
RAMÓN.- Con permiso. (Se coloca frente al tablero, aprieta uno a uno los botones. Al no funcionar
lo vuelve a hacer con coraje. Golpea el tablero y después a la puerta).
FERNANDO.- (Burlón). Ya ve, ya lo descompuso.
4CUPO LIMITADO
RAMÓN.- No es posible (Le da un ataque de tos), se puede uno morir y todos tan campantes.
Se hace un largo silencio. Fernando ve a alma, sonríen.
FERNANDO.- Está bien, está bien, se los voy a componer; antes yo era elevadorista.
AMPARO.- ¿De verdad?
FERNANDO.- Clarín, pero antes de a cómo no. (Extiende la mano para que le paguen).
CECILIA.- Tú también vienes en el elevador.
RAMÓN.- Yo me encargaré de que le paguen.
FERNANDO.- (Empuja a todos). ¡Hagan cancha, hombres trabajando! (Revisa como si supiera todos
los botones). Se los haré de a gratis. ¿Alguien tiene una llave?
AMPARO.- (Saca de su mandil unas llaves). ¿Como éstas?
FERNANDO.- ¡Alma, pásame la pinza electrónica número seis!
Amparo le da sus llaves. Fernando las toma, con ellas empieza a picar los botones y alguna otra parte
del elevador. Todos lo observan atentos. Se levanta. Ríe con alma de su broma, devuelve las
llaves a amparo. Ríen más fuerte.
CECILIA.- ¡Qué graciosos!
FRANCISCA.- ¿Por qué no se mueve?
FERNANDO.- Es que, como la cucaracha, ya no quiere caminar...le falta su yerbita.
ALMA.- (Finge fumar marihuana). Marihuana que fumar.
FRANCISCA.- Si ya regresó la luz no hay motivo para que no funcione.
VIRGINIA.- En este edificio nada sirve, todos hacen lo que quieren, al portero no se le ve nunca, las
escaleras están sucias. Si uno paga puntualmente la renta lo menos que deben darnos es un
regular servicio...pedir uno bueno es un sueño.
Pausa larga. Se observan todos entre sí. Se acomodan. Alma enciende un radio portátil. Tararea la
música que escucha, puede hasta cantar. Los demás, menos el joven y el niño, la ven molestos.
VIRGINIA.- Si nos hiciera el favor de apagar su radio.

Alma no hace caso. Ahora tararea con un poco más de volumen. Fernando sigue la música con
movimientos del cuerpo.
RAMÓN.- Se los ruego.
Alma molesta apaga el radio, lo guarda.
CECILIA.- (Nerviosa pero controlada). ¿Qué horas tienen?
RAMÓN.- Las ocho y cinco.
CECILIA.- No llego ni aunque vuele.
AMPARO.- (A Fernando). Píquele otra vez al tres.
FERNANDO.- (Le pica la barriga a Alma). Ya se la piqué.
ALMA.- Te digo que te estés quieto.
MIGUEL.- (Ríe). Yo se la voy a picar a mi abue. (Trata de picarla con el dedo, la abuela le pega en
las manos).
VIRGINIA.- Es lo único que aprendes, lo malo.
AMPARO.- (A Ramón). Usted apriétele, por favor.
RAMÓN.- No ves que no funciona.
FRANCISCA.- (Después de una pausa. A amparo). Córrete un poco, me estás apachurrando. (Amparo
se mueve, ahora presiona a Virginia).
VIRGINIA.- ¡Niña, que no estoy pintada! ¿Quieres aplastarme o qué?
AMPARO.- No hay lugar.
VIRGINIA.- Bien pudiste bajar por la escalera, esto es para nosotros, los viejos.
FRANCISCA.- Es verdad, los jóvenes pueden subir y bajar a pie. Miren cómo venimos de apretados.
FERNANDO.- Da la maldita casualidad de que veníamos cómodos hasta el séptimo piso en que usted
y este señor (Señala a Ramón) subieron.
RAMÓN.- Es nuestro edificio, es nuestro derecho.
FERNANDO.- (Señala el letrero del elevador). Aquí dice muy claro que el elevador es para seis
personas, con ustedes dos somos ocho...y eso sin contar el carrito de la señora.
VIRGINIA.- No pensará que lo baje cargando... ¿verdad?
ERNANDO.- ¿Lo baje o lo suba? ¿No viene del mercado?
VIRGINIA.- No, por si quiere saberlo voy a llevar esto a casa de mi hija, es un encargo. ¿Está bien?
RAMÓN.- Antes no pasaban estas cosas, en estos edificios vivía menos gente, no que ahora...
ALMA.- En todas partes hay más. ¿No se ha subido al Metro en Pino Suárez?
RAMÓN.- En unos cuantos años vamos a vivir unos encima de los otros.
ALMA.- (Abraza eróticamente por la espalda a Fernando) ¡ Humm, qué rico!
FRANCISCA.- (Molesta). Esta colonia es una colonia decente, (Mira a Alma) o lo era.
ALMA.- ¿Ya no lo es?
FRANCISCA.- Ahora cualquiera vive aquí.
FERNANDO.- No es por nada, pero si nos asfixiamos por no tener suficiente oxígeno, la culpa será de
los dos últimos que se subieron.
RAMÓN.- (Empieza a toser). No diga eso, yo sufro de enfisema pulmonar.
FERNANDO.- (A Alma). ¿Cómo se come eso?
ALMA.- (Levanta los hombros). Sabe.
VIRGINIA.- Es tuberculosis.
RAMÓN.- Enfisema, no es tuberculosis.
FRANCISCO.- Eso da por fumar mucho.
RAMÓN.- Hace tres años que dejé de hacerlo.
FRANCISCA.- Dejan los vicios pero cuando ya no hay remedio. Lo mismo pasa con el sexo.
FERNANDO.- Me va usted a perdonar pero el sexo no es vicio.
FRANCISCA.- Es vicio y es pecado.
ALMA.- Buen título para una telenovela: "vicio y pecado" (Abraza violentamente a Fernando, se
golpea la cabeza contra una de las paredes del elevador. Se soba. Todos ríen, unos
descaradamente y otros ocultándose).
Se hace una larga pausa. Amparo pierde el control y golpea una pared.
AMPARO.- ¡Abran! (Todos la contemplan, ella se apena).
Se hace una nueva pausa larga. Aumenta la tensión en los rostros. Los dos jóvenes cuando no se notan
observados también se angustian.
FRANCISCA.- ¿En qué piso estamos?
MIGUEL.- En el quinto.
VIRGINIA.- ¿Cómo lo sabes?
FRANCISCA.- ¡Virgen de Guadalupe! Si es el quinto nadie nos va a oír. Este es el piso que están
transformando para venderlo como condominio. Ya no vive nadie.
VIRGINIA.- Al rato nos echan a todos.
RAMÓN.- Eso si nos dejamos.
AMPARO.- (Golpea más fuerte en las paredes)¡ Abran, por favor, abran!
VIRGINIA.- ¿No acabas de oír que en este piso ya no vive nadie?
AMPARO.- Tengo que salir, le puede pasar algo a mi hijo.
FRANCISCA.- Nada más a ti se te ocurre dejarlo solo.
AMPARO.- Bajé a ayudar a la señora a sacar el coche.
RAMÓN.- (Irónico). ¿Tú manejas?
AMPARO.- Fui a abrir la puerta.
FRANCISCA.- No podemos estar aquí todo el día.
CECILIA.- (Más angustiada). Me van a correr si no llego a tiempo.
VIRGINIA.- (A Miguel). No te muevas tanto.
MIGUEL.- Ya me cansé.
VIRGINIA.- Yo estoy vieja y no me estoy quejando.
Nueva pausa larga, todos se mueven inquietos. Cecilia se retoca la cara. Miguel se sienta sobre su
mochila. Francisca limpia sus lentes. Virginia acomoda algo en el carro del mercado.
ALMA.- ¿Alguien tiene un cigarro?
FRANCISCA.- ¿Un cigarro? ¿Para qué?
ALMA.- Para que va a ser, para fumarlo.
FRANCISCA.- ¿Ya viste el espacio en que estamos encerrados, en la cantidad de oxígeno que
tenemos?
ALMA.- El elevador tiene rendijas.
RAMÓN.- ¡Aquí nadie fuma! ¡No lo voy a permitir!
ALMA.- ¡Soy libre!
RAMÓN.- En ninguna parte del mundo se fuma en los elevadores, está prohibido.
ALMA.- Eso será cuando funcionan.
VIRGINIA.- Sólo a los jóvenes se les puede ocurrir.
ALMA.- Si no me voy a dar un toque, aunque ganas no me faltan.
MIGUEL.- (A Virginia). ¿Me puedo comer una manzana? (La toma del carrito para comerla, la
abuela se la quita).
VIRGINIA.-
(Regresándola al carro). No, no están lavadas, además si la comes no vas a querer
desayunar y tu mamá te está esperando.
FRANCISCA.- Las manzanas no quitan el hambre.
CECILIA.- Ha de tener apetito.
VIRGINIA.- Es mi nieto, a mí me lo encargó su madre, tiene que hacer lo que yo le diga.
FRANCISCA.- Una fruta es buena para los sustos.
MIGUEL.- Si no estoy asustado. (Ríen los jóvenes).
Nueva pausa. Cecilia deja su bolsa en el piso, se acerca a la puerta, con los dedos y las manos trata de
abrirla, no lo consigue.
FRANCISCA.- Déjela, la puede trabar más.
Cecilia golpea la puerta, recoge sus cosas y se pone a esperar.
RAMÓN.- ¡Voy a demandar al dueño!
VIRGINIA.- (Empuja discretamente a Amparo). Te dije que me estás apretando.
CECILIA.- (A Virginia). No la empuje, ahora me pegó a mí.
VIRGINIA.- Usted disculpe.
AMPARO.- No la estaba apretando, ella es la que nos aplasta con su carrito ése. (Lo señala).
VIRGINIA.- ¿Me puede decir dónde lo pongo?
ALMA.- Que yo sepa los elevadores son para las personas.
VIRGINIA.- También son para subir nuestras cosas.
FRANCISCA.- Yo la ayudo a colocarlo.
Entre los dos colocan el carrito en la parte posterior del elevador. Fernando husmea el aire.
FERNANDO.- Ahora sí.
RAMÓN.- ¿Qué?
FERNANDO.- (Tétrico). ¡Huele a humo!
FRANCISCA.- ¡Animas benditas! ¿Qué se estará quemando?
FERNANDO.- (Fúnebre). ¡El elevador!
Ramón de los nervios tiene otro acceso de tos , escupe.
CECILIA.- ¡Estúpido, me escupió!
RAMÓN.- Perdón, perdón.
AMPARO.- Me está empujando.
MIGUEL.- Abue...me pisaron.
VIRGINIA.- Debe ser esta sirvienta.
ALMA.- (Siguiendo el juego de Fernando). Harán jabón con nuestra grasa.
FRANCISCA.- ¡Cállese! Con la muerte no se juega.
RAMÓN.- ¡Qué esperan para abrir! (Golpea la puerta).
En ese momento se va nuevamente la luz. Todos exclaman molestos. Cecilia enciende el encendedor e
ilumina, se le cae al suelo. Oscuro total, nuevas exclamaciones, Cecilia grita. Regresa la luz.
Cecilia furiosa ve a Ramón.
CECILIA.- ¡Pelados!
FRANCISCA.- (Sin escuchar lo anterior). Gracias a Dios que ya volvió.
CECILIA.- (Retadora) ¿Quién fue?
FRANCISCA.- ¿Qué le pasó?
CECILIA.- Un imbécil me pellizcó cuando me agaché a buscar el encendedor.
FERNANDO.- ¿Un o una? Se dan casos.
FRANCISCA.- Lo único que nos faltaba. ¡Pocos hombres!
RAMÓN.- (Tose). No generalice.
CECILIA.- ¡Tápese la boca cuando tosa. Puerco!
RAMÓN.- (Molesto). Si le pellizcaron las nalgas es por andar vestida así.
CECILIA.- ¿Cómo sabe que fueron las nalgas? ¿Fue usted?
RAMÓN.- Prefiero no contestar.
CECILIA.- (Se planta frente a él, muestra su vestido) Y para que lo sepa yo me visto como quiero.
RAMÓN.- Entonces no se queje.
CECILIA.- ¡Cobardes. Todos los hombres son cobardes!
FERNANDO.- ¿Y si fue una mujer? Repito que se dan casos.
CECILIA.- ¡Idiota!
ALMA.- Yo paso. (Abraza a Fernando). A mí sólo me gustan los hombres. (Del carrito de mandado
saca un plátano o un chile poblano, lo eleva para que todos lo vean como un símbolo fálico,
después lo besa sensualmente. Los dos jóvenes ríen).
VIRGINIA.- (Muy molesta le arrebata el plátano o el chile, lo guarda en el carrito). Deje mis cosas.
ALMA.- (En doble sentido). Perdón, no sabía que el plátano (O chile) fuera suyo. (Ríe con
Fernando)
VIRGINIA.- ¡Pelados!
MIGUEL.- ¿Qué dijeron?
VIRGINIA.- Nada.
Nueva pausa tensa. Virginia revisa su carrito, regresa a su lugar.
MIGUEL.- ¿No dijeron que nos íbamos a quemar?
FRANCISCA.- (Acaricia hipócritamente al niño) Fue una falsa alarma, afortunadamente.
FERNANDO.- Hubiéramos estado como en el infierno. Así pagaríamos todos nuestros pecados. In
nomine pater et fili...
FRANCISCA.- ¡No se burle de las cosas sagradas!
FERNANDO.- Yaaa, todo les molesta, uno que quiere hacer agradable la espera.
FRANCISCA.- Tú ni siquiera vives en este edificio.
FERNANDO.- Pero mi chava, sí.
ALMA.- Vivo en el 712.
FRANCISCA.- ¿Con tus padres?
ALMA.- No, qué va, con éste. Mis papás andan de viaje.
FRANCISCA.- ¿Con él?
VIRGINIA.- ¿Están casados?
ALMA.- Ni loca, yo soy su... (A Fernando) ¿Cómo dijeron en el Seguro que yo era cuando nos
registraron?
FERNANDO.- Mi concubina.
ALMA.- Eso, concubina ¿No suena padre? Como a cuento de Sherezada.
AMPARO.- (Después de una pausa corta). ¿No pueden hacer algo?
RAMÓN.- ¿Cómo qué?
AMPARO.- Abrir. Mi niño...
FRANCISCA.- Si algo le sucede tú serás la culpable.
ALMA.- ¿Culpable por qué?
FRANCISCA.- No sé para qué tienen hijos si no los van a cuidar.
RAMÓN.- Ya llevamos más de quince minutos encerrados. Empieza a faltarme el aire. (Tose y escupe
en un pañuelo).
VIRGINIA.- A mí también. El médico me aconsejó que estuviera siempre en lugares ventilados, que
puedo sufrir un infarto.
FERNANDO.- Ahora sí ya la hicimos, uno con enfisema y otra con infarto.
¿Alguien más está enfermo?
ALMA.- ¡Yo! Yo...estoy buena. (Mueve sensualmente el cuerpo).
VIRGINIA.- No me ha dado un infarto pero me puede dar.
CECILIA.- No señora, el infarto da por esfuerzos.
VIRGINIA.- Y por falta de oxígeno y por tensiones nerviosas.
ALMA.- (Ríe). Pues con estar tranquilita en su casa.
FRANCISCA.- Te ríes porque eres joven, pero eso se acaba, la salud es prestada.
FERNANDO.- Pues cómpresela a quien se la prestó, así todo se arregla.
VIRGINIA.- Si eres tan sano que puedes burlarte de los demás bien puedes abrir la tapa del techo.
FERNANDO.- ¿Yo, por qué yo? A mí no me falta el aire.
VIRGINIA.- Sabía que no ibas a poder, así son todos los jóvenes, presumen de todo y nada hacen.
FRANCISCA.- Dice bien, son puros perros que ladran.
Fernando los mira enojado, después se lanza a ladrar como perro y a tratar de morder a todos. Las
mujeres se asustan. Fernando y Alma ríen.
ALMA.- Eso, demuéstrales que tú sí puedes.
RAMÓN.- (A Fernando). Nos haría un favor a todos.
FERNANDO.- ¿Cómo la abro? No tengo con qué.
RAMÓN.- Esas tapas nada más se empujan.
MIGUEL.- (Tratando de treparse en el cuerpo de Fernando). Déjenme a mí, yo puedo.
VIRGINIA.- (De un tirón lo baja y lo coloca junto a ella). Tú te estás quieto.
FERNANDO.- (Se estira para tratar de tocar el techo del elevador) .No alcanzo, si quieren que abra
me tienen que ayudar.
AMPARO.- (Ve el techo). ¿Por ahí podemos salir?
FRANCISCA.- Lo dudo.
CECILIA.- (Golpea sin fuerza la pared). Alguien tiene que saber que estamos encerrados, al menos
los que van a subir o bajar.
VIRGINIA.- Esos se van por la escalera, si ven que el elevador no funciona no se quedan a esperar. No
es la primera vez que pasa.
FERNANDO.- ¿Quieren que me trepe o no?
RAMÓN.- (Tose). Quién me iba a decir que moriría en un elevador.
FERNANDO.- (Golpea levemente las paredes del elevador). Así ya no tendrá que comprar ataúd, esta
caja le puede servir.
RAMÓN.- ¡Cretino!
FERNANDO.- (Finge estar ofendido). Si no me pide perdón por lo de cretino...no abro. (Ramón le da
la espalda. Espera un largo momento)
RAMÓN.- Le ruego, le suplico que me disculpe.
FERNANDO.- Así está mejor. (Nueva pausa en que Fernando estudia el elevador para abrir).
VIRGINIA.- (Respirando profundamente). ¿Va a abrir o no? Ya siento mareos.
ALMA.- Es por el olor. De seguro que alguno no se bañó el día de hoy y yo sé quién es ése. (A los
demás señalando a Fernando) Tiene tres días sin bañarse.
FERNANDO.- (La empuja en juego). ¿Ah, sí, con que balconeándome?
FRANCISCA.- (A Virginia). Hay gente que hasta los calzones los traen sucios.
FERNANDO.- Ese sí que no soy yo, mis calzones no están sucios...ni limpios. ¡No uso! (Se baja el
cierre del pantalón) ¿Quieren ver? (Puede enseñar parte de la nalga).
ALMA.- (Cubriéndolo con el cuerpo). No lo enseñes que es mío.
RAMÓN.- Por muy jóvenes que ustedes sean deben saber que hay que respetar a los demás, en especial
a las damas.
FERNANDO.- (Subiéndose el cierre). Total, si no quieren ver, ustedes se lo pierden.
FRANCISCA.- Presentaré una queja.
ALMA.- Eso es, qué compongan el elevador.
FRANCISCA.- La presentaré por permitir que gente como ustedes vivan en este lugar. (Fernando
sonríe, abraza a Alma).
VIRGINIA.- Me falta aire.
FRANCISCA.- ¡Virgen santísima! ¿De verdad?
VIRGINIA.- (Respira agitadamente) ¡Dios!
MIGUEL.- Abue, qué te pasa.
CECILIA.- (A Fernando). Abre, te lo ruego, le falta aire a la señora.
FERNANDO.- (Sonriéndole coquetamente). Sólo porque tú me lo pides.
RAMÓN.- Todos se lo pedimos.
FERNANDO.- Me interesa ella.
ALMA.- Oye, oye, que estoy aquí.
FERNANDO.- También si tú me lo pides.
ALMA.- ¿Te ayudo?
FERNANDO.- Todos tienen que ayudar. Háganme sillita con las manos.
Fernando, ya hecha la silla con las manos, trata de subir, se apoya en los hombros de todos, al llegar
arriba se resbala y cae aparatosamente. Todos reaccionan a ello.
ALMA.- (Cuando va a caer Fernando) ¡Cuidado!
FERNANDO.- (Desde el suelo). Ya ven, me di en la madre por su culpa.
VIRGINIA.- (Despectiva). Yo sabía que no iba a poder.
ALMA.- (A Virginia). ¿No se estaba usted ahogando?
VIRGINIA.- Me estoy.
Fernando al caer se agarra de los senos de francisca. Ella queda muda por unos instantes, después
reacciona con indignación.
FRANCISCA.- (Pegándole con su bolsa). Me pegaste con tus zapatos...y con todo.
ALMA.- ¿Te lastimaste?
FERNANDO.- Tú qué crees. Nadie pudo ayudar.
ALMA.- No dijiste cómo.
FERNANDO.- (Se levanta, se arregla la ropa). Olvídalo, si vamos a morir asfixiados da lo mismo.
RAMÓN.- (Tose). Haga otra vez la prueba, lo vamos a ayudar.
MIGUEL.- Cárguenme a mí, yo peso menos.
VIRGINIA.- Tú te callas.
AMPARO.- Yo puedo subir.
FERNANDO.- (La observa, se pone frente a ella). Ya vas. ( La carga tratando de poner las manos en
las nalgas. Ya arriba trata de besarle un seno. Amparo se suelta).
ALMA.- (Jalando a Fernando). Síguele.
FERNANDO.- Yo qué, éstas... (Señala a Amparo).
ALMA.- Luego no te quejes.
FERNANDO.- Bájale ¿no?
CECILIA.- (Sonríe a Fernando). Te lo vuelvo a pedir.
FERNANDO.- Y que me rompa un hueso ¡Ni madres! Nadie pudo sostenerme.
Virginia mientras tanto se va poniendo pálida, se empieza a caer, trata de agarrarse de quien esté más
cerca de ella, al fin cae al piso.
FERNANDO.- ¡ Zas, azotó!
FRANCISCA.- Ojalá y fuera su madre.
FERNANDO.- O la suya.
CECILIA.- (Abanica con la mano a Virginia). Parece que esto es en serio.
FRANCISCA.- ¡Pronto! Hay que llamar a un médico.
ALMA.- Sólo que sea por telepatía.
AMPARO.- (Empuja la cabeza de Virginia que quedó sobre su cuerpo). Me está lastimando.
MIGUEL.- Abue.
FERNANDO.- (A Miguel). Es un simple desmayo.
CECILIA.- No, se va a morir.
Cecilia, y después todos los demás, golpean la puerta y las paredes con desesperación. Gritan al
portero o a quien sea. Miguel aprovecha para tomar una manzana y empezar a comérsela.
TODOS.- (Ad Limitum). ¡Abran, auxilio, portero, se está muriendo una señora, por favor, etc.!
ALMA.- (Regresa junto a la desmayada). Debemos hacerle más lugar para que respire.
FRANCISCA.- ¿Cuál?
AMPARO.- (Nerviosa observa como Francisca, por estar casi encima de la desmayada, le quita el
oxígeno. La empuja para que se retire de ahí) ¡Quítese!
FRANCISCA.- (Que casi se cae con el empujón) ¡Cómo te atreves a tocarme!
AMPARO.- No la deja respirar.
Virginia empieza a volver del desmayo, se mueve un poco.
FERNANDO.- Se los dije, ya está volviendo en sí.
CECILIA.- No dejen que se mueva, si es un infarto es peligroso.
RAMÓN.- Vamos a acomodarla para que no ocupe tanto espacio.
Bruscamente la mueven entre todos como un muñeco, la sientan, la recargan contra la pared o contra
la puerta. Virginia empieza a volver del desmayo, se mueve un poco.
CECILIA.- Se quiere parar.
Virginia con ayuda se levanta, cuando lo logra vomita sobre todos, en especial sobre Fernando. Se
hace un gran barullo, se insultan, se empujan, gritan, todos hablan al mismo tiempo. Sobre
todo hay exclamaciones de asco. Virginia agotada se recarga sobre una pared y empieza a
limpiarse la boca y su vestido. Fernando se quita la camisa que está llena de vómito, la avienta
al piso.
FERNANDO.- (Con asco y enojado). ¡Ya me guacareó toditito!
FRANCISCA.- ¡Divino Salvador! ¡Qué asco!
ALMA.- Esto sí que apesta.
CECILIA.- (Se coloca en una esquina del elevador. Arquea). Creo que yo también voy a vomitar.
FRANCISCA.- (Asqueada como los demás). Respire profundo.
ALMA.- Tengo frijoles en toda la ropa.
FERNANDO.- (Limpiándose el cabello con la camisa que recoge del piso para este uso). Me llenó
todo el pelo de atole.
CECILIA.- (Muy asqueada). ¡Cállense, por favor! (Trata de vomitar, todos se alejan de ella, no lo
consigue).
ALMA.- (A Cecilia). ¿Quieres oler una loción? Yo traigo.
CECILIA.- (Secándose el sudor de la frente). Parece que ya pasó. No hay nada que me de más asco que
un vómito.
VIRGINIA.- Necesito aire.
FERNANDO.- Lo que necesita es haber comido menos.
Virginia se limpia su ropa. Amparo quedamente empieza a llorar. Da la espalda para que los demás
no lo noten. Alma se da cuenta y se le acerca.
ALMA.- ¿Qué te pasa?
FERNANDO.- Déjala que llore.
ALMA.- No tardan en abrir, esto no puede ser eterno.
AMPARO.- No debí dejarlo solo.
ALMA.- Te aseguro que está durmiendo.
AMPARO.- Es la hora de su leche, va a llorar y cuando llora mucho se priva; un día se puso todo
morado, creí que se me iba a morir.
CECILIA.- Todos los niños se ponen morados.
ALMA.- No le va a pasar nada.
Virginia da vuelta, ve al nieto que come una manzana.
VIRGINIA.- ¿Qué comes?
MIGUEL.- (Esconde la manzana en su espalda). Nada.
VIRGINIA.- Cómo que nada. Dame las manos.
El niño las adelanta, Virginia le quita la manzana, después le da golpes en las manos. El niño llora no
tanto de dolor sino para llamar la atención.
ALMA.- ¡No le pegue!
VIRGINIA.- (A Miguel). ¡ Qué te había dicho? ¿Es que no entiendes?
CECILIA.- Los niños entienden mejor por las buenas.
VIRGINIA.- (A Miguel). Hoy es el último día que acepto que te deje conmigo tu madre, ya estoy vieja
para andar cuidando escuincles.
FRANCISCA.- (Que continúa con el asco va hacia la puerta, respira por alguna hendidura de ésta).
No aguanto el olor.
ALMA.- (Toma un limón del carrito del mercado y se lo da a Francisca). Chúpese éste para que se le
pase el asco.
VIRGINIA.- ¡No agarren mis cosas!
ALMA.- (Señalando el piso). Eso también es suyo y la señora tiene asco por él.
RAMÓN.- Quiero sentarme, ya no aguanto tanto tiempo de pie.
FERNANDO.- Hágalo, eso sí, no se fije si se le moja el trasero con la guacareada.
RAMÓN.- Gracias, prefiero estar así.
Nueva pausa de tensión.
FRANCISCA.- (Chupa el limón, se coloca frente a todos. Con voz muy baja). Dicen que si se le reza a
San Antonio con fe todo lo concede. ¿Por qué no probamos?
ALMA.- ¿Es el santo que concede matrimonio a las quedadas?
FRANCISCA.- (Seria). San Antonio es un santo muy milagroso que concede matrimonio a las parejas
que se lo piden con devoción.
ALMA.- Oí que se le tiene que parar de cabeza.
FERNANDO.- Claro, para que se le suban las enaguas.
ALMA.- (Ríe). Será la sotana.
FERNANDO.- Esa.
FRANCISCA.- (Fingiendo no haber oído estos comentarios). Vamos a rogarle para que se mueva el
elevador y podamos salir de aquí. (A Ramón y Virginia) ¿Rezamos? (A Miguel). Tú también,
hijito. (Reza muy fervorosamente). ¡San Antonio Bendito...!
TODOS.- (Menos la pareja de jóvenes) ¡San Antonio Bendito...!
FRANCISCA.- ¡Santo entre todos los santos...
FERNANDO.- (Adelantándose a todos los demás). ¡Santo entre todos los santos... (Ríe Alma).
FRANCISCA.- ¡Con toda humildad nos atrevemos a pedirte...
TODOS.- (Fernando lo hace exagerando la pena) ¡Con toda humildad nos atrevemos a pedirte...
FRANCISCA.- (Ya muy molesta eleva el tono de la voz.) ¡Que por tu sagrada intervención...
FERNANDO.- (Eleva el tono igual que ella). ¡Que por tu sagrada intervención....
FRANCISCA.-
(Fulminándolo con la mirada). Que por tu sagrada intervención se mueva este
elevador.
TODOS.- Se mueva este elevador.
FRANCISCA.- Ofrecemos a cambio llevar limosna a tus pobres y rezarte trece martes seguidos un
rosario en tu templo. (Mientras ella reza Fernando trata de hacerle cosquillas a Alma, lo
consigue, ríen los dos). ¡Concédenos lo que te pedimos!
TODOS.- ¡Concédenos lo que te pedimos!
FRANCISCA.- Amén.
TODOS.- Amén.
Larga pausa de espera, todos ven al elevador donde tiene las luces que anuncian los pisos cuando se
mueve. Fernando va al tablero, aprieta todos los botones. Sonríe.
FERNANDO.- (Burlón. A Francisca). Como que no le hizo mucho caso.
FRANCISCA.- Debemos rezar todos al mismo tiempo.
ALMA.- ¿En coro?
FRANCISCA.- El rezo de todos tiene más fuerzas que el mío solo. Así él nos oirá mejor.
ALMA.- ¿Está sordo?
FRANCISCA.- ¿No crees en el santo?
ALMA.- No, nadie me lo ha presentado.
FRANCISCA.- Los santos pertenecen a la iglesia de Dios.
ALMA.- A Él tampoco lo conozco.
FRANCISCA.- (Indignada) ¿No crees en Dios?
ALMA.- Ni creo ni no creo, nunca lo pienso.
FRANCISCA.- ¿Entonces en qué crees?
ALMA.- En mí misma y a veces en los demás.
FRANCISCA.- Eso no basta.
ALMA.- Me basta a mí.
FRANCISCA.- Dios y los santos...
FERNANDO.- Ya dejen ese rollo para otro día.
FRANCISCA.- No es ningún rollo, es algo de la mayor importancia.
FERNANDO.- Lo importante es salir de aquí.
FRANCISCA.- ¿Tú tampoco crees?
FERNANDO.- ¿De qué me puede servir?
FRANCISCA.- Para saber que Dios nos ama, que nos perdona, que nos resucitará.
FERNANDO.- Que yo sepa Él no tiene nada que perdonarme, en cambio yo sí a Él.
FRANCISCA.- ¿A Dios? ¿Cómo te atreves?
VIRGINIA.- Déjelos, Dios los condenará.
FERNANDO.- Dígame por qué a unos les da todo y a otros nada.
RAMÓN.- Por algo será.
FERNANDO.- Sólo para joder.
VIRGINIA.- No diga peladeces.
FERNANDO.- No las oiga.
CECILIA.- ¿Será posible que nadie venga a abrir? No vivimos solos, deben preocuparse por nosotros.
ALMA.- Otra optimista. (A Cecilia). ¿Tú te preocupas por alguien?
CECILIA.- Dentro de lo posible, fíjate que sí, me preocupo por mi familia, por mis amigos, por gente
que no es como tú...
ALMA.- Será por los que te sirven.
RAMÓN.- Eso no es verdad.
FERNANDO.- ¿No?
AMPARO.- En mi pueblo no es así.
FRANCISCA.- Allá te hubieras quedado.
VIRGINIA.- (A Fernando). La gente mal educada como ustedes dos...
FERNANDO.- ¿No se estaba usted muriendo?
VIRGINIA.- Eso quisieras, que me muriera, que se muriera toda la gente con educación para después
quedarte con todo, sin trabajar, sin merecerlo...
FERNANDO.- Hágamela buena, eso no estaría nada mal, de a perdis me tocaría un auto del año.
Pausa larga tensa. Ramón vuelve a toser ya sin importarle si escupe sobre los demás. Todos se
mueven, se empujan.
MIGUEL.- (Levanta una pierna, se la muestra a la abuela). Mira abue, el señor me echó un gargajo.
VIRGINIA.- (A Ramón). ¡Asqueroso!
MIGUEL.- Quítamelo.
VIRGINIA.- (Con asco). Límpiate con tu pañuelo.
MIGUEL.- No traigo.
VIRGINIA.- Hoy te lo di.
MIGUEL.- Lo dejé.
VIRGINIA.- ¿Alguien trae un kleenex?
CECILIA.- (Busca en su bolsa). Yo. (Se lo da.)
VIRGINIA.- (Le da a su vez el kleenex al niño). Límpiate bien. (Observa como lo hace el niño). No,
así no. No lo toques con los dedos. Así. (Pone el kleenex extendido sobre el pantalón, le indica
al niño que levante el gargajo como si lo separara hacia arriba) ¡Más arriba! ¡Limpia bien,
dejaste un poco! (El niño limpia). Ahora tira el papel. (El niño busca donde hacerlo, se decide
por meterlo en una de las bolsas del saco de Ramón. Este no protesta).
Pausa corta. Amparo observa todo el elevador, se mueve de su lugar.
AMPARO.- Ayúdenme a mí, yo puedo abrir el techo, por favor. (Trata de treparse sobre todos, los
empuja, ellos la empujan a su vez, la insultan. Amparo grita que tiene que salvar a su hijo.
Alma y Fernando tratan de protegerla. Al fin de un aventón que le da Francisca cae al piso)
¡Mi hijo, tengo que ir con mi hijo!
FRANCISCO.- ¡Estúpida. Me lastimaste!
VIRGINIA.- A mí también. ¡Mecas éstas!
Pausa larga. Amparo se levanta, llora. Alma y Fernando escuchan su radio. Se escucha a un locutor
que da la hora. Deben decir “son las 8.40 horas. Alma apaga el radio.
RAMÓN.- No puedo respirar.
CECILIA.- (Golpea la puerta) ¡Por piedad, abran!
RAMÓN.- El aire ya está muy viciado.
FRANCISCA.- Todo el de la ciudad está igual.
AMPARO.- Va a morir, sé que va a morir; mi pobre hijo morirá solo.
FRANCISCA.- Los que vamos a morir, si no nos abren, somos nosotros.
FERNANDO.- Moriremos como buenos capitalinos ¡aplastados!, aplastados como viles cucarachas!
(Del carrito toma un plátano y se lo empieza a comer).
ALMA.- Cucarachas con hambre. (Va junto a Fernando y come de su plátano).
VIRGINIA.- ¿Quién les dio permiso de comer mi fruta?
ALMA.- (A Fernando). No sé cómo puedes tragar con este olor a vómito.
FERNANDO.- (Comiendo). A vómito, a axila y a pedo. Ni crean que no olí uno que se echaron. (Ríen
los dos).
VIRGINIA.- (A Ramón). Dígale a este joven que no se coma mi fruta.
FERNANDO.- Aquí todo es de todos.
RAMÓN.- (A Virginia). ¿Yo, por qué?
VIRGINIA.- Por ser hombre. Su deber es defender a las mujeres.
ALMA.- (A Virginia). ¿Quiere que nos defienda un hombre como éste? Para ese caso mejor las
defiendo yo.
RAMÓN.- (Molesto). ¿Cómo puede comparar?
ALMA.- ¿Por qué no? ¿Qué tienen ustedes que no tengamos nosotras? (Fernando levanta el plátano
para que todos lo vean). ¿Huevos? Pues si a esas vamos nosotras tenemos ovarios. Los huevos
de los hombres no sirven para nada sin nosotras.
VIRGINIA.- Qué lenguaje.
FRANCISCA.- Los jóvenes, como éstos, creen que diciendo vulgaridades son modernos y liberados.
¡Vulgares es lo que son. Vulgares y corrientes! Y lo corriente no sirve, se tira a la basura.
Nueva pausa.
MIGUEL.- Ya me anda, abue, me voy a orinar.
FERNANDO.- Otro corriente. (A Miguel). ¿No sabes niño que se dice que vas a hacer del uno o
cuando mucho a hacer pipí? No se dice que vas a orinar o a mear. ¿Es que no te han educado?
VIRGINIA.- ¡Deje a mi nieto!
MIGUEL.- Ya me aguanté rete harto.
VIRGINIA.- Pues te aguantas otro poco.
MIGUEL.- Me voy a hacer.
FERNANDO.- Ve al baño (Señala), está al fondo a la derecha; de paso te llevas la mía pues también ya
me anda. Y si no, pues orínate en el piso. Total: orines con vómito y escupitajos. Una bella
combinación. (Imitando a un locutor. Se acerca a las mujeres). ¿Quiere una pomada para que
le desaparezcan las arrugas prematuras? ¿Quiere cambiar el color de su cabello? ¡Mezcle una
porción de vómito rojo con dos de orina amarilla y una de gargajo verde, ya preparada la
solución aplíquela dos veces al día procurando dar un pequeño masaje. Nunca falla!
ALMA.- Eres un asqueroso.
FERNANDO.- A mí qué me dices, yo ni me he meado ni he guacareado ni me he gargajeado. Dícelos a
ellos; ellos son los puercos.
FRANCISCA.- (Muy seria). Permítanme un momento de su atención.
FERNANDO.- (Imitando a un locutor de aeropuerto). Permítanme un momento de su atención,
señores pasajeros, el movimiento de su elevador se iniciará con dos horas de retardo.
ALMA.- Esto no te salió.
FERNANDO.- La envidia te corroe.
FRANCISCA.- Se los ruego.
ALMA.- ¿A qué santo le vamos a rezar ahora?
FRANCISCA.- Quiero decir otra cosa.
AMPARO.- ¡Vienen a abrirnos!
Todos se ponen junto a la puerta, gritan pidiendo que les abran, golpean a la puerta y a las paredes.
Francisca trata de calmarlos, al fin logra que se escuche su voz.
FRANCISCA.- Quiero hacer un llamado a la cordura. Todos nosotros somos personas civilizadas,
vivimos en una colonia decente, tenemos principios y educación. Este momento es difícil, lo sé,
pero no por eso tenemos que comportarnos como salvajes. Por trivialidades nos hemos
insultado, hasta lastimado. ¿Por qué? En situaciones como ésta es donde debemos demostrar
nuestra educación, nuestra solidaridad, nuestro amor hacia los demás. Pido perdón por lo que he
dicho o hecho hasta este momento. Creo que es tiempo de que nos demos todos la mano, y así,
entre todos, busquemos una solución a este pequeño accidente. (Levanta la mano, la ofrece)
Aquí está mi mano.
FERNANDO.- (Golpea con su mano la de Francisca) Y aquí la mía. (Ríe). Lo que sea de cada quien
se aventó un ocho.
FRANCISCA.- (Sentida). Lo que dije lo dije seriamente.
FERNANDO.- Yo también. Habló bien padre.
FRANCISCA.- ¿De verdad?
FERNANDO.- Sí.
FRANCISCA.- Pues a mí no me parece tu manera.....
RAMÓN.- Shh, ¡Silencio! Me parece que oigo alguien afuera.
CECILIA.- (Impulsivamente golpea la puerta). ¡Abran, abran!
Todos se contagian, gritan, piden ayuda.
RAMÓN.- No dejan oír, a la mejor tratan de decirnos algo.
Se hace un silencio total, algunos pegan su oído a la pared. Ramón tose. Lo callan. Amparo llora
silenciosamente. Transcurren algunos segundos.
FERNANDO.- ¡Ni madres! No hay nadie.
RAMÓN.- Oí tacones como de mujer.
ALMA.- Se lo imaginó.
FRANCISCA.- Aquí no vive nadie.
RAMÓN.- Estoy seguro.
En otro arrebato Amparo va a la puerta. Llora. Está desesperada.
AMPARO.- ¡Señora, ábranos por favor, si no puede avise a Pancho, el portero, que suba a ver a mi
hijo, que lo dejé solo, por favor, por favor! (Se va derrumbando. Fernando la sostiene).
FERNANDO.- No hay nadie, si lo hubiera todos lo oiríamos.
ALMA.- (A Amparo). No tardan en abrir, te lo juro.
Pausa. Miguel se mueve. Ya no puede aguantar las ganas de orinar, al fin se orina en los pantalones.
Le jala la manga a la abuela.
MIGUEL.- (En secreto). Ya me hice.
VIRGINIA.- (Toca el pantalón del niño, al sentir que está mojado se enfurece. Le da de nalgadas). Te
dije que te aguantaras. ¡Cochino!
MIGUEL.- No pude.
Virginia por su propio estado de nervios vuelve a pegarle, lo hace con fuerza. Amparo le agarra las
manos para que ya no lo haga.
AMPARO.- ¡Déjelo!
VIRGINIA.- Tú no te metas.
AMPARO.- (Aprieta con fuerza las manos de Virginia. La lastima). ¡Le digo que lo deje!
VIRGINIA.- ¡Suéltame!
MPARO.- Hasta que diga que ya no le va a pegar.
VIRGINIA.- ¡Gata infeliz!
RAMÓN.- (Trata de separar a Amparo). ¡Suéltala!
FERNANDO.- (Amenazador). Usted no se meta, es cosa de mujeres.
FRANCISCA.- Es una señora y una criada.
ALMA.- Son dos mujeres iguales.
FRANCISCA.- ¿Iguales, a quién?
VIRGINIA.- (Respira fuertemente, se agarra el pecho cuando la suelta Amparo). ¡Virgen Santa,
misericordia!
ALMA.- Ahora sí se puso pálida, parece que es en serio.
FRANCISCA.- (A Amparo). Si se muere es por tu culpa.
AMPARO.- (Asustada) Yo no hice nada.
FRANCISCA.- Te llevarán a la cárcel y te quitarán a tu hijo.
AMPARO.- (Desesperada toma del vestido a Francisca y la sacude violentamente) Diga que eso es
mentira, dígalo.
Francisca aterrada por la reacción de Amparo no sabe que hacer. Fernando la separa.
FERNANDO.- (Tranquilizando a Amparo). Déjala, no vale la pena.
AMPARO.- Dice que yo la maté.
MIGUEL.- ¿Se va a morir mi abue?
CECILIA.- No, sólo tiene un mareo.
FRANCISCA.- (Se coloca lejos de Amparo, desde ese lugar la amenaza). Esto me lo pagarás, voy a
hacer que te corran de tu trabajo.
AMPARO.- (Nuevamente se abalanza contra ella. En su furia le rompe el collar, las cuentas ruedan
por el piso). Si hace eso le juro que la mato.
FRANCISCA.-(A todos, librándose de Amparo). Ustedes son testigos de que quiere matarme.
FERNANDO.- Y de que usted la amenazó con quitarle el trabajo.
Se hace otra pausa tensa. Francisca le pide a Miguel que la ayude a recoger las cuentas del collar.
Las van guardando en su bolsa.
VIRGINIA.- (Ahogándose). Si me muero avisen a la madre de este niño, él sabe donde encontrarla.
RAMÓN.- (Golpea la pared). ¡Desgraciados, abran!
Tiene otro acceso de tos, escupe sobre virginia. Esta se recupera por el asco.
VIRGINIA.- ¡Viejo puerco!
FERNANDO.- (Ríe). Que poco le duran las enfermedades, doña.
VIRGINIA.- (A Ramón) Debería estar en un hospital y no aquí.
FERNANDO.- (A Ramón). ¿Ya leyó que uno de los primeros síntomas del Sida es ése, la tos?
RAMÓN.- (Indignado.) Ganas me dan de pegarte.
FERNANDO.- (Lo empuja violentamente). No se quede con ellas, hágalo.
Ramón reacciona y se lanza contra Fernando. Luchan un breve momento. Entre todos los separan. Se
hace una larga pausa en que los dos se observan con molestia.
CECILIA.- ¿Cuánto tiempo llevamos aquí?
FRANCISCA.- Lo de menos es lo que llevamos, lo importante es lo que nos falta.
CECILIA.- ¿Y si alguien lo hizo a propósito?
FRANCISCA.- ¿Qué cosa?
CECILIA.- Esto, encerrarnos, impedir que se mueva el elevador. Es muy raro lo que se han tardado.
FRANCISCA.- ¿Para qué lo iban a hacer?
CECILIA.- No sé, pueden ser ladrones que aprovechen para vaciar nuestros departamentos.
FERNANDO.- (Asustado). Es verdad, cómo no lo había pensado. Esto es cosa del Rocky.
ALMA.- (Siguiéndole el juego). ¿Del Rocky? No puede ser. Tú me dijiste que ya no lo ves.
FRANCISCA.- ¿Quién es ese Rocky?
ALMA.- ¡No lo digas!
FERNANDO.- (Alzando los hombros). Uno que vive en este edificio, vende drogas. Quedé a deberle
una buena lana. Esta es su venganza.
ALMA.- Pero Fernando, te dije que le pagaras.
FERNANDO.- ¿Me puedes decir con qué?
ALMA.- Todo por tus vicios.
FERNANDO.- (Violento). Son míos, no tuyos.
ALMA.- Sí, muy tuyos, pero da la maldita casualidad de que por lo tuyo vamos a morir todos.
FERNANDO.- La neta, de dónde querías que sacara la lana... ¿querías que robara?
ALMA.- Tú sabes que te dio otra oportunidad.
FERNANDO.- ¿Oportunidad? Ese no da nada.
ALMA.- Te pidió que te acostaras con él. Di que no es cierto.
FERNANDO.- ¿Debí hacerlo?
ALMA.- Eso es cosa tuya, pero creo que es mejor que morir aquí, encerrados, asfixiados.
FERNANDO.- No le hago a eso, soy hombre.
ALMA.- Por una vez no te ibas a volver maricón.
FERNANDO.- Jamás, óyelo bien, jamás.
ALMA.- Lo que pasa es que eres un egoísta.
AMPARO.- (Asustada. A Fernando). ¿De verdad nos vamos a morir? ¿Y mi hijo?
FERNANDO.- (Ríe a carcajadas) Cómo crees, estábamos vacilando nomás.
ALMA.- (Riendo). Ya te estabas entusiasmando con el Rocky. Ya te caché. Se me hace que eres
bicicleta.
VIRGINIA.- Por lo visto a ustedes no les importa que los escuche un niño, un niño inocente.
CECILIA.- ¿Inocente? (A Miguel). A ver tú, niño, dile a tu abuela cómo se hacen los niños.
MIGUEL.- (Apenado). Yo...yo.
CECILIA.- ¿No lo sabes?
MIGUEL.- En la escuela nos enseñaron que cuando un hombre y una mujer...
VIRGINIA.- ¡Cállate!
ALMA.- (Ríe). Ya tiene la teoría, sólo le falta la práctica.
FRANCISCA.- Si hemos de permanecer juntos hagámoslo con amor.
FERNANDO.- ¡Sale! Eso sí me gusta. ¿Cuántos somos? Yo, con Alma. (La abraza eróticamente. A
Ramón). Usted, con ella. (Lo avienta hacia Francisca). La señora, con la sirvienta, y tú, chavo,
llégale a ella. (Lo avienta hacia Cecilia)
. Todos se separan instantáneamente, sólo él sigue abrazando y besando a Alma. Fingen que hacen el
amor, pujan. Francisca indignada trata de separarlos.
FRANCISCA.- Ya aguanté mucho tiempo sus insolencias, he querido llevar las cosas en paz pero veo
que no es posible.
Cecilia mientras tanto se va desesperando, llora, se queja, respira con dificultad. Fernando deja a
Alma y se acerca a ella. Cecilia se recarga en una pared. Está muy angustiada.
CECILIA.- ¡Basta, basta! No quiero pasar un minuto más en este elevador. Me van a correr del trabajo.
(Se golpea contra la pared, se muerde una mano).
FERNANDO.- (Queriendo calmarla). Te aseguro que no tardan.
CECILIA.- No me importa el trabajo, puedo conseguir otro...Tengo terror a los lugares cerrados, si
seguimos aquí me voy a volver loca. (Llora).
FERNANDO.- Voy a intentar abrir.
CECILIA.- Te lo suplico.
FERNANDO.- (A los demás). Me tienen que ayudar.
Esta vez todos cooperan, lo van elevando para que abra el techo, hace maniobras, no puede, lo golpea,
no se abre.
RAMÓN.- Vea si tiene tornillos.
FERNANDO.- No veo nada.
FRANCISCO.- Es necesario empujar con fuerza.
Fernando lo hace, pierde el equilibrio y cae al piso. Su mano se golpea en el carrito de mercado.
Gritos y empujones. Fernando se queja en el piso, se toma una mano con la otra. Furioso se
levanta, va al carrito y empieza a patearlo.
VIRGINIA.- ¿Qué hace, se volvió loco? ¡Deje mi carro!
FERNANDO.- Con su pinche carro me golpeé la mano. (Se queja, vuelve a patear el carro. Virginia
trata de impedirlo. Miguel llora asustado. Todos gritan).
VIRGINIA.- ¡Mi mandado!
FERNANDO.- ¡Al carajo con todo!
ALMA.- ¿Te pasó algo?
FERNANDO.- Creo que me la jodí. (Muestra la mano).
ALMA.- Deja ver.
Le toma la mano, Fernando grita de dolor.
FERNANDO.- ¡Fíjate, pendeja!
CECILIA.- La debe tener fracturada.
ALMA.- ¿Y ahora?
CECILIA.- Lo ideal sería llevarlo a que le tomen una radiografía.
FERNANDO.- Me duele un chingo.
CECILIA.- Te voy a poner un vendaje.
ALMA.- (Celosa). Déjalo, yo se lo pongo. ¿Alguien tiene un trapo?
Todos niegan con la cabeza, se ponen de espalda para no prestar ninguna prenda personal. Alma se
quita la blusa, con ella envuelve la mano. Fernando mejora con eso.
FRANCISCA.- (Se quita su suéter o saco y se lo da a alma para que se cubra y no se muestre medio
desnuda.) ¡Cúbrase!
ALMA.- (Sonríe burlona, se lo pone. A Fernando) Gritabas más que una mujer dando a luz.
FERNANDO.- Como a ti no te dolió.
RAMÓN.- Qué bueno, debió haberse roto la cabeza y no solamente la mano.
FERNANDO.- ¡ Pinche viejo amargado!
RAMÓN.- (Enfrentándose a Fernando). Repite lo que dijiste para que te rompa otra cosa.
Fernando con la mano sana le da un fuerte empujón, luchan, Fernando cae al piso, Ramón trata de
patearlo, por el esfuerzo casi se ahoga. Las mujeres los separan.
MIGUEL.- Me están apachurrando.
La abuela lo rescata del nudo humano.
RAMÓN.- ¡Aire, necesito aire!
CECILIA.- ¡Ya no se quejen, por favor, ya no soporto más!
AMPARO.- (Con voz grave). No importa lo que digan o hagan, todos vamos a morir, los que están
encerrados y los que están afuera. Dios así lo ordena.
FRANCISCA.- ¿Por qué lo dices?
AMPARO.- ¡Está temblando!
ALMA.- (Cambia totalmente de semblante, se aterra). ¿Temblando?
CECILIA.- No se muevan. (Todos quedan tensos).
AMPARO.- Es el castigo por vivir aquí en la ciudad. Moriremos prensados, destripados, rotos.
FRANCISCA.- ¡Dios mío, sí está temblando!
Todos reaccionan con terror al temblor, tratan de pegarse a las paredes, unos se agachan para
protegerse. Alma se abraza fuertemente a Fernando. Miguel se acerca a la abuela que lo
protege. Francisca reza en voz alta. Amparo es la única no asustada.
AMPARO.- Moriremos unos encima de los otros con los cuerpos confundidos. Tu pierna será mi
pierna, tu sangre será mi sangre. La tierra nos llama.
FERNANDO.- Yo no siento nada.
ALMA.- ¡Yo no quiero morir así!
FERNANDO.- (Vuelve a abrazarla). ¡No está temblando!
ALMA.- ¡Mamá, mamá!
AMPARO.- En el fondo de la tierra me uniré a mi hijo, él ya debe estar esperándome.
RAMÓN.- (Tose). Es verdad, no tiembla.
CECILIA.- ¡Dios mío!
FRANCISCA.- Ya era tiempo que se acordaran de Dios. Usted no rezó conmigo.
CECILIA.- Fue una expresión. Él no nos va a sacar de aquí. ¿O sí?
AMPARO.- Nadie puede escapar a sus designios. La tierra se ha mezclado con el agua, con la sangre;
ahora todo es lodo y en el lodo todo se hunde.
CECILIA.- Con el temblor menos va a funcionar esto.
FERNANDO.- No ha temblado, los temblores se sienten, se oyen; todo cruje, truena.
ALMA.- Júrame que ya no tiembla.
FERNANDO.- Te lo juro.
Pausa un poco más larga. Amparo ya trastornada mueve rítmicamente su cuerpo. En ese momento se
va la luz. Todos gritan, se insultan violentamente, lloran, ruegan, golpean las paredes y la
puerta. El ruido será intenso con pequeñas pausas de silencio. Cecilia grita con voz muy aguda.
Se enciende la luz. Miguel está tirado en un rincón del elevador, Cecilia tiene una pistola en la
mano con la que amenaza a Ramón. Ramón tose sin poder contenerse. Cecilia le da una
cachetada con la mano libre.
CECILIA.- (Fúrica y llorosa a la vez). ¡Usted fue el que me agarró el pecho. Niéguelo!
RAMÓN.- (Ahogándose). Yo...yo...
CECILIA.- (Ahora amenaza con la pistola a Fernando). ¿O fuiste tú?
FERNANDO.- (Asustado pero en broma). A mí que me esculquen.
CECILIA.- El que haya sido tiene muy poca madre.
VIRGINIA.- (Busca a Miguel, asustada quiere ir con él. Cecilia se lo impide amenazándola con la
pistola). ¡Mi niño! (A Cecilia). Señorita, le ruego que guarde eso, se lo ruego. (Cecilia Baja el
arma). ¿Está muerto? (Se acerca al niño, trata de levantarlo).
ALMA.- Creo que lo aplastaron.
Francisca cambia de lugar, se tropieza y cae sobre Cecilia.
CECILIA.- (Empujándola). No se me eche encima. ¡Apesta!
FRANCISCA.- La que apestas eres tú.
CECILIA.- ¡Mocha!
FRANCISCA.- ¡Puta!
CECILIA.- (Le coloca el revólver en el cuello o en la cabeza). Repita lo que dijo.
VIRGINIA.- No ven que se está muriendo mi niño o ya se murió.
AMPARO.- Entre todos lo matamos, así nos asesinaremos unos a los otros, los padres a los hijos, las
esposas a los esposos, los amigos entre sí. Nadie quedará vivo. Sobre la tierra vivirán alimañas.
ALMA.- (Señalando a Miguel). Aún respira.
VIRGINIA.- (Se hinca junto al niño). ¡Virgen Santa, te ofrezco mis dolores por su vida!
FRANCISCA.- (Se hinca a su vez, canta abriendo los brazos en cruz). “¡Oh María, Madre mía, oh,
Consuelo del mortal, amparadme y llevadme a la Patria Celestial!”
AMPARO.- Los primeros que morirán serán los niños, después las vírgenes.
RAMÓN.- (Tose, escupe cerca de Virginia). Perdón.
VIRGINIA.- Le ruego que escupa sobre mí. Dios me manda esto por mi pecado de soberbia. ¡Dios, soy
la más humilde de tus siervas!
Ramón vuelve a toser, siguiendo el pedido de Virginia escupe sobre ella, el escupitajo le cae en el
cuello. Virginia, sin poder reprimir el asco y el enojo, se enfrenta a él.
VIRGINIA.- ¡Sifilítico, tuberculoso!
Fernando que está colocado al lado de ramón ríe.
FERNANDO.- ¡Sifilítico y tuberculoso. Qué chinga le acomodaron, mister!
Ramón molesto tira sorpresivamente un golpe fuerte a los testículos de Fernando. Éste cae al suelo.
Nueva algarabía de todos.
RAMÓN.- De mí no se burla nadie.
AMPARO.- Después morirán los hombres jóvenes, los que aún no han pecado.
ALMA.- (Se abalanza sobre Fernando, lo mueve, éste no reacciona, lo cree muerto. Se levanta y
tomando del saco a ramón lo sacude violentamente)¡Asesino!
Ramón la avienta, ella va junto a Cecilia para quitarle la pistola, las dos luchan por la posesión del
arma. La pistola sube y baja según quien la tenga. Gritos y empujones. Estos últimos violentos.
Se va la luz. Gritos más fuertes. Se sigue escuchando la lucha en la cual ya toman todos parte
para desarmar a las mujeres. Suena un balazo. Se escucha un quejido. Después silencio total.
Ruidos del elevador que inicia su movimiento sin encender las luces. Música ambiental a todo
volumen. Al encenderse la luz los actores ya deberán de haber abandonado el elevador si éste
no pudo moverse o bien desaparecer éste de la vista y verse sólo el hueco que ocupaba.
F I N