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Leonel Giacometto |
DESPROPÓSITO
OBRA PARA CUATRO PERSONAJES Y CUATRO
INTÉRPRETES [obra de silencios significativos]: Desde Rosario, Argentina
escribe Leonel Giacometto: to bengavarre@gmailcom
"HOLA. Respondiendo a la invitacion de tu
página, en adjunto envío texto de mi autoría para su publicación online, de ser
posible. Saludos, en contacto, Leonel.".
LEONEL GIACOMETTO (Rosario, Santa Fe, 1976). Escritor, dramaturgo, periodista cultural y, a
veces, director de actores. En narrativa ha publicado Pequeñas dispersiones
(Editorial Municipal de Córdoba, Córdoba, 2005). Algunos de sus cuentos fueron
premiados y publicados en antologías en Argentina, España, Costa Rica y México.
Para chicos ha escrito Naúfragos y Piratas (Editorial Homo Sapiens, 2005),
Leones, osos y perdices (Editorial Colihue, 2006), La gata mujer (Primer Premio
Certamen de Teatro-Guignol La Maison d'Amérique Latine en Rhône-Alpes, Francia,
2009). Para teatro, entre otras, Dolor de pubis (Siete autores: la nueva
generación, Editorial Inteatro, Buenos Aires, 2004),Santa Eulalia, Madagascar
(Dramaturgos del Litoral argentino, Editorial de la Sociedad General de
Autores, Argentores, Buenos Aires, 2008) Despropósito, Arritmia (Nueva
dramaturgia argentina, Editorial Inteatro, Buenos Aires, 2008), Plató (Tercer
Premio en el VII Certamen de Textos Teatrales de Torreperogil, España, 2004),
Herr Klement (Primer Premio del concurso de textos teatrales del Ayuntamiento
de Santurce, España, 2005), Todos los judíos fuera de Europa, El difuntito
(Teatro x la identidad, Edición 2009, Rosario). Escribió y dirigióCarne Humana
(1998), Fingido (2007), Real (2007), Latente (2008) y Desenmascaramiento (2008).
Sus obras son representadas en Argentina, España, El Salvador, México, Estados
Unidos y Venezuela. Junto a Patricia Suárez publicó Trilogía peronista
(Editorial Teatro Vivo, Buenos Aires, 2005). Reside en Rosario. Nominado a los
Premios ACE 2006/2007, mejor autor argentino por Todos los judìos fuera
deEuropa (6 nominaciones ACE, 3 Premios ACE -Mejor espectàculo off, Mejor
Actor, Revelaciòn masculina). Colaboró como en Secciones de Cultura y
Espectáculos de los diarios La Capital (Rosario), El Litoral (Santa Fe) y El
Ciudadano (Rosario) y es autor, además, de dos blogs de ficción en Internet:
Enceguecido, una conspiración de putos (http://enceguecido.blogspot.com/), y
Putos breves, ficción jedionda(http://putosbreves.blogspot.com/) que actualiza
semanalmente. -- Leonel Giacometto http://enceguecido.blogspot.com/
http://putosbreves.blogspot.com/ http://notasenundiario.wordpress.com/
DESPROPÓSITO
[i] de Leonel Giagometto [ii]
Aun hilando más fino podríamos agregar que el
teatro vivo sobre la escena, la organicidad que buscamos en la actuación
implican un cierto riesgo de que cada noche de función aparezcan matices
diversos, dependiendo de la mayor o menor entrega del juego escénico y de los
“accidentes” que tiñen el curso vivo de la interacción real.
RAÚL SERRANO
Nuevas tesis sobre Stanislavski
(Editorial Atuel, Buenos Aires, Argentina,
2004)
Personajes / Intérpretes:
La mujer que escucha / Actriz que hace de La mujer que escucha
El hombre que mira / Actor que hace de El hombre que mira
La mujer que siente / Actriz que hace de La mujer que siente
El hombre que siente / Actor que hace de El hombre que siente
Monoambiente en el que hay pocos muebles; tan
sólo una silla, una mesa, un pequeño velador y un sillón de tres cuerpos junto
a otro sillón de un cuerpo. Del techo pende una lamparita que nunca está
encendida. Siempre hay penumbra y el velador da una tenue luz amarilla.
Ingresa La mujer que escucha y El hombre que
mira. Silencio. Ella se sienta en el sillón de un cuerpo. Él, en el sillón más
grande. Silencio. Ella emite un profundo suspiro.
La
mujer que escucha: (Luego de un suspiro.): Sí.
El
hombre que mira: Por momentos es violento.
La
mujer que escucha: Sí.
El
hombre que mira: Por momentos es desesperado.
La
mujer que escucha: Sí.
El
hombre que mira: Ella va a su casa los miércoles a última hora, sólo para
coger.
La
mujer que escucha: Sí.
El
hombre que mira: Él.
La
mujer que escucha: Sí.
El
hombre que mira: Ella.
La
mujer que escucha: Sí.
El hombre que mira: Al principio bajaba de un
taxi pero últimamente desciende de un colectivo que la deja en la esquina del
edificio. Ella. Del 107. El 107 es un colectivo.
La
mujer que escucha: ¿Importa?
El
hombre que mira: Antes se bajaba del taxi y muy rápido tocaba el timbre del
portero eléctrico. Presionaba una sola vez –como también lo hace ahora-. Nadie
contestaba del otro lado y en contados segundos estaba ingresando al edificio
–como también lo hace ahora-. Él la espera sentado en la única silla que hay en
el monoambiente, junto a la única mesa. ¿O es un sillón?
La
mujer que escucha: No importa.
El
hombre que mira: ¿No importa?
La
mujer que escucha: No.
El
hombre que mira: Es el sexto piso. El “A”; aunque no estoy muy seguro. Podría
ser el “B” o “C”.
La
mujer que escucha: No importa.
El
hombre que mira: ¿No importa?
La
mujer que escucha: No.
El
hombre que mira: Es un edificio enorme con muchos departamentos por piso. La
mayoría son monoambientes y están habitados por estudiantes.
Silencio.
El
hombre que mira: Ella ingresa. La puerta está sin llave. Se desnudan
inmediatemente. Después ella se va sin quedarse a dormir. Se viste rápidamente
y se va sin saludar; sin despedirse. Cuando ella se va, él se masturba y luego
sale. Se viste y se va. En el monoambiente hay pocos muebles; tan sólo una
silla, una mesa, un pequeño velador, y algo parecido a un sillón. Del techo
pende una lamparita que nunca está encendida. Siempre hay penumbra; del velador
sale una tenue luz amarilla. Sin embargo es posible observar los más mínimos
detalles. Hace meses que vienen haciéndolo y casi lo mismo que vengo
observándolos. No sé cómo fue su primer encuentro. La primera vez que los vi,
al parecer, ya habían establecido un secreto y tácito código. No tengo idea de
quiénes son, ni dónde viven, ni de qué lugar viene cada uno. No ponen música,
no beben; ni siquiera hablan entre ellos. Sin embargo, lo que sucede en ese
monoambiente junto enfrente de mi departamento es un espectáculo digno de una
representación teatral en el que todo, menos la luz, está permitido.
La mujer que escucha saca una pequeña libreta
en la que escribe.
El hombre que mira: ¿Qué escribe?
La mujer que escucha: Frases.
El hombre que mira: ¿Cuáles?
La mujer que escucha: ¿Usted qué piensa?
El hombre que mira: Al principio me pareció
intrigante y, semana tras semana, quería averiguar de qué se trataba. Cuando
supe que se encontraban sólo los miércoles por la noche, comencé a llegar más
temprano a mi casa. (Silencio breve.) Compré un telescopio con la tarjeta de
crédito para observarlos mejor. Siempre el mismo rito de desnudarse velozmente
y tirarse en el sillón, en el piso. Ella parece más joven y posiblemente lo
sea. Él es enorme comparado con ella.
Silencio algo extenso.
La mujer que escucha: ¿Si?
El hombre que mira: Mi imaginación les creó una
historia, y hasta un nombre para cada uno.
La mujer que escucha: ¿Nombres? ¿Hay nombres?
El hombre que mira (Tocándose la cabeza.):
Aquí. Él se llama Ariel y tiene 45 años. Ella tiene un nombre simple: se llama
María y tiene 20. Por su aspecto, Ariel es profesor universitario. Profesor de
Letras. Ella es su alumna. Hace meses que viven una relación silenciosa y
clandestina. Él es casado y tiene dos hijos de casi la misma edad de María.
Ella es tímida y él fue su primera relación amorosa. Como sucede con la mayoría
de la gente, la primera vez, quizás, hablaron de pavadas sobre la universidad.
Después se produjeron largos e incómodos silencios durante los cuales se
miraron sin saber qué hacer. Estaban sentados en algún rincón de la facultad y,
cuando se pararon los dos al mismo tiempo, él le dio un papelito en el que
estaba escrita la dirección del monoambiente.
Silencio.
La mujer que escucha: ¿Entonces?
El hombre que mira: Entonces... (Se
interrumpe.) Ahora que lo pienso bien, teniendo en cuenta que el edificio está
lleno de estudiantes, quizás Ariel no sea profesor y quizás ella no sea su
alumna. Tal vez, él es su patrón y ella su empleada. (Pausa breve. Piensa.) No
creo que sea su secretaria, no me parece tan simple la cuestión.
La mujer que escucha: ¿No?
El hombre que mira (Poético.): En la penumbra,
cubiertos de una pálida luz amarilla, prueban distintas posturas amatorias. Por
momentos, él parece violento; casi desesperado. Sin embargo ella lo calma con
caricias. Le propone caricias y le muestra cómo es explorarse mutuamente. Es
dulce. La situación es dulce.
La mujer que escucha: La situación es dulce.
El hombre que mira: Muy dulce.
La mujer que escucha: ¿Cuán dulce?
El hombre que mira (Después de un breve
silencio.): Más de una vez, no sé cómo decirlo, por momentos una especie de
envidia recorría mi cuerpo al verlo a Ariel junto a María. Casi siempre, justo
en el momento exacto de acabar, ella lo sujeta con sus piernas y lo mira
profundamente. Él le muerde el cuello y se derrama dentro de ella. Nunca vi que
hablaran.
La mujer que escucha: ¿Nunca?
El hombre que mira: Jamás se hablaron dentro de
ese monoambiente. Quizás se susurren obscenidades.
La mujer que escucha: ¿Cuáles?
El hombre que mira: Quizás ella le pida que
le... le... (Titubea y lo dice bajo y con algo de rencor.) chupe las tetas.
Porque él pasa largo rato acá, (Se toca la mitad del pecho.) en el valle.
Después siempre, primero, la izquierda; la que desde mi ventana parece más
grande que la otra. Y no se las besa... Se las chupa. Succiona como esperando
que salga algo... Y a mí ya me da asco. Y ahora más... Ahora yo...
La mujer que Escucha: ¿Qué? ¿Más asco?
El hombre que mira: Los miércoles eran, o son,
qué sé yo, los mejores días de la semana. Mi semana empezaba y terminaba un
miércoles. Todos los miércoles. Semanas de un solo día. (Simula tener delante
el telescopio.) Dejo mi departamento en penumbras, lentamente me acerco a la
lente, cierro el ojo izquierdo y con el derecho la observo. A ella. Porque es a
ella a quien observo realmente. A María... Esa mujer, bah, esa chica, como
dije, para mí se llama María y tiene desde acá (Se toca el ojo derecho.) las mejores...
No, las mejores no... María tiene tetas tiernas que me hablan.
La mujer que escucha sonríe.
El hombre que mira: Sí, me dicen cosas de
ella... (Silencio.) Yo... Yo... Soy inofensivo, soy... Soy más tierno que sus
tetas. Hacía mucho tiempo que nadie reavivaba mi esperanza. De repente, un
miércoles, la curiosidad se convirtió en amor. Es amor, aunque no sepa nada de
ella y, al mismo tiempo, conozca cada mínimo detalle de su cuerpo. (Silencio.)
Un jueves, me desperté sabiendo que la amaba. Y me sentí patético. Me dio
vergüenza haber pasado tantos meses mirando cómo... (No se atreve a decirlo.)
Me dio vergüenza, sobre todo, mi soledad. Y me sentí la criatura más
despreciable y sola del planeta. Supongo que habré soñado con ella. Nunca me
acuerdo de lo que sueño. Aunque sé que todas las noches sueño, cuando me
despierto, sólo tengo sensaciones y alguna que otra imagen suelta. Esa mañana
me desperté enamorado de ella pero no me acuerdo qué soñé. Sólo una sensación,
la de... la de morirme de amor por ella.
Silencio.
El hombre que mira: Era una cosa rara, pocas
veces la experimenté así. Era, es como si me estuviera muriendo de hambre.
Hambre de amor. (Silencio. Pausa breve.) Todo parecía en cámara lenta, todo
estaba como detenido en un momento exacto.
La mujer que escucha: ¿Cuál?
El hombre que mira: No lo sé. (Silencio breve.)
No saber es hermoso, pero yo estoy decidido... (Titubea.) Dedicido. (Silencio
breve.) Casi podía olerla esa mañana. Por primera vez sentí su olor; su
verdadero olor. Su olor real estaba aquí. (Se toca la cabeza y luego el
corazón.)
Apagón lento. Pausa con oscuridad. Luz del
velador. Penumbra. La mujer que escucha y El hombre que mira siguen en sus
respectivos lugares. En un sillón está sentado El Hombre que siente. Ingresa La
mujer que siente. Pausa. Comienzan a desnudarse y realizan el rito erótico
descripto por El hombre que mira.
El hombre que mira: Pero, hace más o menos una
semana, algo sucedió. No estoy muy seguro de qué fue lo que pasó el último
miércoles que ella estuvo en ese monoambiente, pero él intentó hacer... hacerle
algo que ella no quiso. Y se fue. Vi su rostro enojado... Se le había achicado
la cara de lo enojada que estaba. Enojada, sí. Yo, desde mi ventana quería
gritarle “¿Adónde vas? ¿Adónde? ¿Adónde?”... Pero, obviamente, no lo hice.
(Silencio.) Al miércoles siguiente no apareció y él se quedó toda la noche esperándola.
Igual que yo.
La mujer que siente deja la situación con El
hombre que siente. Se cubre con lo primero que encuentra (una manta o una
sábana) y viene a sentarse en el sillón donde está El hombre que mira. Este la
mira entre desconcertado y sorprendido. Silencio extenso. La mujer que siente,
que estaba algo nerviosa, paulatinamente, se calma.
La mujer que siente (A La mujer que escucha.):
Yo no ando muy bien. Aquí hay algo que no logro entender del todo.
La mujer que escucha: Yo tampoco.
La mujer que siente: ¿Cómo?
La mujer que escucha: Nada.
La mujer que siente: No sé qué será pero,
bueno, no, qué sé yo, quizás sea yo... Es que no ando muy bien... Pero ahora,
qué sé yo, acá sentada, me veo y pienso, qué sé yo, me digo que se me va a
hacer muy difícil mantener (Hace comillas con las manos.) “el hilo” ... (Se
sincera.) Hoy no es un buen día para mí. No fue una buena semana y hoy como que
hice crisis. Nunca me gustó y nunca lo intenté, sólo... (Se interrumpe.) Bueno,
no sé, quizás sí. Sí.
La mujer que escucha: ¿Sí?
La mujer que siente: Estoy tratando de
perderme.
La mujer que escucha: ¿Qué?
La mujer que siente: No, no es eso. No quiero
perderme. Quisiera entender un poco más cómo suceden las cosas. (Silencio.)
Esta ciudad es peligrosa. Peligrosa y absurda. Absurdamente peligrosa.
Peligrosamente absurda. Las dos cosas al mismo tiempo. (Silencio. Cómplice.)
¿Nunca le pasó que durante unos días, por todos los medios posibles, intentó no
cruzarse con una persona pero justo, justo, qué sé yo, en el lugar menos
indicado, en el que nadie le creería si lo contara, ahí, aquí, justo se la
encuentra? Pasa, sí, pasa. El tema es... O, bueno, qué sé yo, el problema es
que, en la situación en la que me encuentro, no puedo decir las (Hace comillas
con las manos.) “frases clásicas”
La mujer que escucha: ¿Cuáles?
Silencio extenso.
La mujer que siente: No, no. No. No es eso lo
que quiero decir. Perdón, perdón. No es eso.
La mujer que escucha: ¿Qué es entonces?
La mujer que siente: Son más las cosas que no
puedo decir que las que sí. Ni siquiera sé su nombre. Estoy enojada con él.
Hace una semana ya. Pero, no sé, qué sé yo, no creo que dure mucho más mi
enojo. Después de todo, no es tan (Hace comillas con las manos.) “raro” lo que
me pidió. Y quizás mi enojo se confundió con el miedo. Me entró como pánico
cuando... (Se detiene y hace un silencio abrupto.) Es miedo, lo sé, porque
ahora casi no puedo decirlo sin que se me ponga la piel de gallina. (Silencio
breve.) Debe estar confundido. No debe entender muy bien dónde está. (Silencio
breve. Piensa) Bah, quien más quien menos... ¿Es aburrido todo mi palabrerío?
Silencio.
La mujer que siente: ¿Lo es?
La mujer que escucha: No, no.
La mujer que siente: Me gustaría poder decir
exactamente quién es él para mí. Pero no logro una palabra exacta. No es mi
novio. No es mi pareja. Me lleva muchos años para ser mi pareja o novio. No me
veo con él en una relación. No veo casándome con él. Tampoco es mi amante.
Generalmente se sabe, al menos, el nombre del amante, ¿no? (Piensa.) Aunque no,
es mi amante sí. Es raro... Bah, más que
raro es sorprendente. Hace meses que estoy (Hace comillas con las manos.)
“viéndome” con él y ni siquiera sé su nombre. Tampoco sé cómo es su voz.
Conozco sus gestos... hasta sus gemidos, pero no sé cómo es su modo de... Sin
embargo es tan... dulce. Era tan dulce, ahora no sé qué pensar.
Silencio. El hombre que mira, en silencio, se
emociona; llora en silencio.
La mujer que siente: Una vez fui a su encuentro con la certeza de
que le diría: “Es hora de que hablemos”. Pero no pude. Él me... me envolvió en
él y yo me envolví en él. Siento que soy, en ese único día que nos encontramos
–que nos encontrábamos-, tan suya como él es tan... tan mío. (Silencio.) Todos
los miércoles nos encontramos. Siempre de noche o cuando empieza a anochecer.
En un monoambiente que parece desocupado. Me da mucho pudor contar cómo fue qué
fui allí por primera vez. No es... No fue fácil para mí subir y saber que allí,
detrás de esa puerta, me esperaba un hombre del cual no sabía –no sé-
absolutamente nada. Nada. No sé si ese departamento es suyo o si se lo prestan
para (Hace comillas con las manos.) “la ocasión”. Si tiene amigos, si habla de
mí con... (Se interrumpe.) Y, sin embargo, el hecho de no saber me gusta. Por
eso creo que en poco tiempo iré, volveré a él y lo miraré y le haré un gesto
de, ¿cómo decirlo?, bienvenida. (Silencio.)
Pero vamos a seguir así, sin hablar... ¿Qué mejor que el vocabulario de
las caricias? (Silencio.) Las palabras se deforman en la boca. ¿Qué cosa podría
deformar un beso?
El hombre que siente se para, semidesnudo y
cubriéndose con lo que primero que encuentra. Viene a sentarse al sillón donde
están los otros. El hombre que mira queda en el medio. Pausa con silencio. Algo
de asombro.
El hombre que siente (A La mujer que escucha.):
Es sólo un momento.
La mujer que escucha (A La mujer que siente.):
Así es su voz.
Silencio.
El hombre que siente (A La mujer que escucha.):
Algo... Algo se me atravesó en la cabeza. Acá. (Se toca la sien izquierda.) De
acá hasta acá. (Se toca la nuca y, al rato, emite un gran suspiro parecido a
una queja.) Ahhhh... Pero ya pasa... Ya pasa... Es que yo no ando bien. Desde
hace un tiempo que aparecen. Siempre de acá hasta acá. (Se toca de la sien
izquierda a la nuca.) Siempre. Son como punzadas que se inflan y se desinflan.
Como si respirasen. Como si algo quisiera salirse. A veces pienso que un día se
me va a abrir la cabeza y va a salir, no sé, un manitú.
La mujer que escucha: ¿Un manitú?
El hombre que siente: Un manitú. No sé
exactamente qué son pero me hablaron de ellos.
La mujer que escucha: ¿Quién?
El hombre que siente: ¿Quién qué?
La mujer que escucha: ¿Quién habló de ellos?
El hombre que siente: ¿A mí?
La mujer que escucha: Sí.
El hombre que siente: No recuerdo ahora. Es muy
difícil para mí a... (Se interrumpe.) Son algo así como íncubos, seres que se
forman en el cuerpo de uno... De cualquiera y chupan la energía hasta nacer. Me
contaron de alguien que tenía un íncubo en la espalda y estuvo sufriendo veinte
años con él hasta que nació de la espalda y el pobre hombre murió destrozado...
La mujer que escucha hace un gesto de
desagrado.
El hombre que siente: No, no, no se asuste...
Es jaqueca... Los íncubos no existen... Es metáfora. El dolor sí. El dolor
existe.
Silencio.
El hombre que siente: Es orgullosa. Como yo.
(Hace un gesto de dolor.) Otra vez. Es más leve ahora, pero otra vez la punzada
respira dentro de mi cabeza. Y es por ella.
Silencio.
El
hombre que siente (Después de un gran suspiro.): Es que... Es que... (Titubea
hasta que encuentra las palabras.) Tengo tanto... Todo el amor que no pude
darle está acumulado en mi cuerpo. Tantos años de no saber qué hacer con este
amor que ahora pugna por salir todo junto... Jamás pensé que dolería tanto.
Pero sí. Sí.
La mujer
que escucha: ¿Perdón?
Silencio. Pausa larga.
El hombre que siente: Hace mucho tiempo conocí
a un perro enamorado. No sé de qué raza era. Probablemente de ninguna. Se
llamaba Patán, como el perro ése de los dibujitos de hace mucho... Ese perro
que siempre sonreía socarronamente ante la desgracia ajena... Pero éste era
distinto... Patán era de un amigo a quien yo visitaba de vez en cuando. Un día,
estando en la casa de mi amigo, mientras conversábamos ya no recuerdo de qué,
presencié el momento exacto en que Patán se extasiaba de amor ante un disco de
Tom Jobin. Y no era la música sino el objeto. Un disco de vinilo de Jobin
provocaba marasmos de amor al pobre perro.
Silencio.
El hombre que siente: Es extraño, lo sé, pero a
veces oigo aquí (Se toca la cabeza.) al perro gimiendo suavemente y arrojándose
sobre el disco con un lamento que, para mí, fue a todas luces el del placer.
(Pausa berve.) Una intensa mueca atormentada de ternura. (Pausa breve.) Y se me
da por pensar ahora en todas las imposibles historias de amor. ¿Qué podía el
perro, con su cuerpo y sus reacciones tan de perro, hacer ante un cuerpo que no
se le parecía absolutamente en nada? ¿Morder? ¿Masticar el cuerpo de plástico
de su amor? (Sonríe levemente.) Recuerdo que me acerqué a Patán y lo miré
profundamente. Lo miré tratando de aquietar su enamorada respiración y le dije:
“¿De qué te va a servir, pequeño monstruo, tomarlo entre tus fauces como
deseás?”. Un placer insólito. Un amor incomprensible, desconcertante,
desproporcionado... (Pausa breve.) Una tarde, más adelante, charlando en un
café, mi amigo me cuenta que, finalmente, Patán había destrozado su disco de
Tom Jobin. Y yo me quedé pensando, entonces, en el goce fugaz pero eterno de
ese perro al poseer, con estilo de perro, aquel disco que lo hacía sufrir de
amor.
Silencio. Pausa larga. El hombre que mira está
incómodo y La mujer que siente comienza a llorar en silencio.
El
hombre que siente: Mi tesoro. Mi honra. Mi placer. Ella es la forma más
perfecta para olvidarse de todo. (Pausa breve.) Está enojada conmigo. Una
pavada... Una pavada que ya dura más de una semana. (Pausa. Titubea.) Soy un
cobarde. Y sí, lo era. Lo fui y por eso desde hacía diez años no hice otra cosa
más que buscarla. No fue fácil. No es fácil ahora que ya estamos juntos. Juntos
como nunca lo estuvimos... (Cambia. Con el dedo índice izquierdo se acaricia el
reverso de su mano derecha.) Suavemente me acaricia sin decir una palabra. Me
acariciaba. Me acariciaba y se miraba el dedo con el cual me... Y yo, (Se toca
la sien izquierda.) yo, yo me sentí... Sentí que estaba como cuando...
La mujer que escucha (Interrumpiendo
groseramente.): Basta.
Pausa extensa con silencio. La mujer que
siente, inmóvil, llora casi sin parpadear. El hombre que mira llora
sorprendido. El hombre que siente, también, llora.
La mujer que escucha: ¿Por qué las lágrimas?
El hombre que siente: ¿A quién?
La mujer que escucha: No lo sé.
Silencio.
La mujer que escucha: ¿Qué es lo que intenta
decirnos?
El hombre que siente: ¿A quién?
La mujer que escucha cambia. No soporta la
situación. En realidad es la actriz que representa el papel quien no soporta la
situación.
La mujer que escucha/Actriz (Con titubeos y
nerviosismo.): ¿Qué es lo que yo tengo que creerme? (Pausa.) Hay algo que yo no
entiendo en todo esto y no puedo más. Discúlpenme. (A El hombre que siente.)
¿Yo tengo que creerme que vos eras el padre de ella?
Silencio.
Actriz: ¿Eso tengo que creerme? ¿Y quién sería
yo? ¿La psicóloga? ¿La psiquiatra? ¿La doctora? ¿Quién? ¿Qué personaje tengo
que inventarme? ¿Y dónde estamos realmente? ¿En el monoambiente donde pasaba
todo? (Señalando a El hombre que mira.) Y si es así, ¿qué hace él aquí? ¿Qué
hago yo aquí? Desde el principio dije que esto no tenía ni pie ni cabeza.
Discúlpenme. Desde el principio dije que era muy fuerte mostrar un incesto.
Desde el principio dije que era innecesario, que no hacía falta, que es muy
fuerte hacer esto. ¿Para qué? ¿Con qué afán? ¿Para qué? ¿Eh? (Al público.) ¿Era
esto necesario, díganme? ¿Qué indicios tuve yo para saber que ella era su hija?
¿Qué indicios tuvieron ustedes? Todo artificio y simulación. Ni siquiera lloran
en serio. Simulan algo que no vivieron. Pobre gente, al fin de cuenta. Y no, no
piensen que esto es un truco teatral. Que esto, que yo ahora, así como estoy,
soy un truco teatral. Porque no estaba previsto, porque yo no era la actriz
pensada para esto, porque yo... (Se interrumpe.) Porque este no era el final.
Este no es el final El final era otro. En el final pasaba otra cosa. Yo hablaba
y decía otra cosa. Llorábamos todos. “Cerraba” esto, cerraba la historia y
quedaba en evidencia un incesto... Eso... Ni más ni menos... Y ellos seguían
simulando este llanto. Así. (Señalándolos.) Pero acepté hacer esta obra sólo
para decir esto, que estoy harta de estas cosas arriba del escenario. A fin de cuentas,¿
qué pierdo? Si yo no vivo de esto, si nadie de los que está acá vive de esto.
¿Para qué este sufrimiento simulado? ¿Para qué? Harta. (Sale.)
Los tres permanecen inmóviles, llorando, “como
si nada”.
El hombre que mira: ¿Qué hago yo con todo eso
ahora
La mujer que siente: ¿Y yo?
El hombre que siente: ¿Y yo?
Apagón.
[i] Estrenada en 2005, en Rosario, Santa Fe
(Argentina) como parte de Lo mismo que el café, Versión 2.0 con dirección de
Rody Bertol y las actuaciones de Jorge de la Rosa, Anahí Martino, Darío
Castañeda y Candela Siale. Reestrenada en Rosario en 2007, con dirección de
Alejandra Codina y las actuaciones de Anahí Martino, Lucrecia Moras, Darío
Castañeda y Juan Carlos Capello.
[ii]LEONEL GIACOMETTO (Rosario, Santa Fe,
1976). Escritor, dramaturgo, periodista cultural y, a veces, director de
actores. En narrativa ha publicado Pequeñas dispersiones (Editorial Municipal
de Córdoba, Córdoba, 2005). Algunos de sus cuentos fueron premiados y
publicados en antologías en Argentina, España, Costa Rica y México. Para chicos
ha escrito Naúfragos y Piratas (Editorial Homo Sapiens, 2005), Leones, osos y
perdices (Editorial Colihue, 2006), La gata mujer (Primer Premio Certamen de
Teatro-Guignol La Maison d'Amérique Latine en Rhône-Alpes, Francia, 2009). Para
teatro, entre otras, Dolor de pubis (Siete autores: la nueva generación,
Editorial Inteatro, Buenos Aires, 2004), Santa Eulalia, Madagascar (Dramaturgos
del Litoral argentino, Editorial de la Sociedad General de Autores, Argentores,
Buenos Aires, 2008) Despropósito, Arritmia (Nueva dramaturgia argentina,
Editorial Inteatro, Buenos Aires, 2008), Plató (Tercer Premio en el VII
Certamen de Textos Teatrales de Torreperogil, España, 2004), Herr Klement
(Primer Premio del concurso de textos teatrales del Ayuntamiento de Santurce,
España, 2005), Todos los judíos fuera de Europa, El difuntito (Teatro x la
identidad, Edición 2009, Rosario). Escribió y dirigió Carne Humana (1998),
Fingido (2007), Real (2007), Latente (2008) y Desenmascaramiento (2008). Sus
obras son representadas en Argentina, España, El Salvador, México, Estados
Unidos y Venezuela. Junto a Patricia Suárez publicó Trilogía peronista
(Editorial Teatro Vivo, Buenos Aires, 2005). Reside en Rosario. Nominado a los
Premios ACE 2006/2007, mejor autor argentino por Todos los judìos fuera de
Europa (6 nominaciones ACE, 3 Premios ACE -Mejor espectàculo off, Mejor Actor,
Revelaciòn masculina). Es autor, además, de dos blogs de ficción en Internet:
Enceguecido, una conspiración de putos (http://enceguecido.blogspot.com/), y
Putos breves, ficción jedionda (http://putosbreves.blogspot.com/) que actualiza
semanalmente.
Contacto: leonelgiacometto@yahoo.es
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