| De buscar a Narciso fatigada, | |
| sin permitir sosiego a mi pie errante, | |
| ni a mi planta cansada | |
| que tantos ha ya días que vagante | |
| examina las breñas | 5 |
| sin poder encontrar más que las señas, | |
| a este bosque he llegado donde espero | |
| tener noticias de mi bien perdido; | |
| que si señas confiero, | |
| diciendo está del prado lo florido, | 10 |
| que producir amenidades tantas, | |
| es por haber besado ya sus plantas. | |
| ¡Oh, cuántos días ha que he examinado | |
| la selva flor a flor, y planta a planta, | |
| gastando congojado | 15 |
| mi triste corazón en pena tanta, | |
| y mi pie fatigando, vagabundo, | |
| tiempo, que siglos son; selva, que es mundo! | |
| Díganlo las edades que han pasado, | |
| díganlo las regiones que he corrido, | 20 |
| los suspiros que he dado, | |
| de lágrimas los ríos que he vertido, | |
| los trabajos, los hierros, las prisiones | |
| que he padecido en tantas ocasiones. | |
| Una vez, por buscarle, me toparon | 25 |
| de la ciudad las guardas, y atrevidas, | |
| no sólo me quitaron | |
| el manto, mas me dieron mil heridas | |
| los centinelas de los altos muros, | |
| teniéndose de mí por mal seguros. | 30 |
| ¡Oh ninfas que habitáis este florido | |
| y ameno prado, ansiosamente os ruego | |
| que si acaso al querido | |
| de mi alma encontrareis, de mi fuego | |
| Le noticiéis, diciendo el agonía | 35 |
| con que de amor enferma el alma mía! | |
| Si queréis que os dé señas de mi amado, | |
| rubicundo esplendor Le colorea | |
| sobre jazmín nevado; | |
| por su cuello, rizado Ofir pasea; | 40 |
| los ojos, de paloma que enamora | |
| y en los raudales transparentes mora. | |
| Mirra olorosa de su aliento exhala; | |
| las manos son al torno, y están llenas | |
| de jacintos, por gala, | 45 |
| o por indicio de sus graves penas: | |
| que si el jacinto es ay, entre sus brillos | |
| ostenta tantos ayes como anillos. | |
| Dos columnas de mármol, sobre basas | |
| de oro, sustentan su edificio bello; | 50 |
| y en delicias no escasas | |
| suavísimo es, y ebúrneo, el blanco cuello; | |
| y todo apetecido y deseado. | |
| Tal es, ¡oh ninfas!, mi divino amado. | |
| Entre millares mil es escogido; | 55 |
| y cual granada luce sazonada | |
| en el prado florido, | |
| entre rústicos árboles plantada; | |
| así, sin que ningún zagal Le iguale, | |
| entre todos los otros sobresale. | 60 |
| Decidme dónde está El que mi alma adora, | |
| o en qué parte apacienta sus corderos, | |
| o hacia dónde -a la hora | |
| meridiana- descansan sus luceros, | |
| para que yo no empiece a andar vagando | 65 |
| por los rediles, que Lo voy buscando. | |
| Mas, por mi dicha, ya cumplidas veo | |
| de Daniel sus semanas misteriosas, | |
| y logra mi deseo | |
| las alegres promesas amorosas | 70 |
| que me ofrece Isaías | |
| en todas sus sagradas profecías. | |
| Pues ya nació aquel niño hermoso y bello, | |
| y ya nació aquel hijo delicado, | |
| que será gloria el vello | 75 |
| llevando sobre el hombro el principado: | |
| admirable, Dios fuerte, consejero, | |
| rey, y padre del siglo venidero. | |
| Ya brotó aquella vara misteriosa | |
| de Jesé, la flor bella en quien descansa | 80 |
| sobre su copa hermosa | |
| espíritu divino, en que afianza | |
| sabiduría, consejo, inteligencia, | |
| fortaleza, piedad, temor y ciencia. | |
| Ya el fruto de David tiene la silla | 85 |
| de su padre; ya el lobo y el cordero | |
| se junta y agavilla, | |
| y el cabritillo con el pardo fiero; | |
| junto al oso el becerro quieto yace, | |
| y como buey el león las pajas pace. | 90 |
| Recién nacido infante, quieto juega | |
| en el cóncavo de áspid ponzoñoso, | |
| y a la caverna llega | |
| del régulo nocivo, niño hermoso, | |
| y la manilla en ella entra seguro, | 95 |
| sin poderle dañar su aliento impuro | |
| Ya la señal, que Acaz pedir no quiso, | |
| y Dios le concedió, sin él pedilla, | |
| se ve, pues ya Dios hizo | |
| la nueva, la estupenda maravilla | 100 |
| que a la naturaleza tanto excede, | |
| de que una virgen para, y virgen quede. | |
| Ya a Abraham se ha cumplido la promesa | |
| que Dios reiteró a Isaac, de que serían | |
| en su estirpe y nobleza | 105 |
| bendecidas las gentes que nacían | |
| en todas las naciones, | |
| para participar sus bendiciones. | |
| El cetro de Judá, que ya ha faltado, | |
| según fue de Jacob la profecía, | 110 |
| da a entender que ha llegado | |
| del mundo la esperanza y la alegría, | |
| la salud del Señor que él esperaba | |
| y en profético espíritu miraba. | |
| Sólo me falta ya, ver consumado | 115 |
| el mayor sacrificio. ¡Oh, si llegara, | |
| y de mi dulce amado | |
| mereciera mi amor mirar la cara! | |
| Seguiréle, por más que me fatigue, | |
| pues dice que ha de hallarle quien Le sigue. | 120 |
| ¡Oh, mi divino amado, quién gozara | |
| acercarse a tu aliento generoso, | |
| de fragancia más rara | |
| que el vino y el ungüento más precioso! | |
| Tu nombre es como el óleo derramado, | 125 |
| y por eso las ninfas te han amado. | |
| Tras tus olores presta voy corriendo: | |
| ¡oh, con cuánta razón todas te adoran! | |
| Mas no estés atendiendo | |
| si del sol los ardores me coloran; | 130 |
| mira que, aunque soy negra, soy hermosa, | |
| pues parezco a tu imagen milagrosa. | |
| Mas allí una pastora hermosa veo. | |
| ¿Quién podrá ser beldad tan peregrina?; | |
| mas, o miente el deseo, | 135 |
| o ya he visto otra vez su luz divina. | |
| A ella quiero acercarme, | |
| por ver si puedo bien certificarme. | |