Una obra en un acto
DE BEN GAVARRÉ
(para guiñol o muñecos)
Versión 1
PERSONAJES:
* GOLÁS: Un ser pequeño y brillante con un tallo, alas y cinco ojos.
* ROSA 1: Una rosa orgullosa y chismosa.
* ROSA 2: La amiga de Rosa 1, igual de chismosa.
* HELECHO: Un helecho nervioso y asustadizo.
* DON PINO: Un pino altivo y sabelotodo.
* GABRIEL: Un niño pequeño, curioso y sensible.
(La escena se desarrolla en un jardín. Se pueden ver un arbusto de rosas, un helecho grande y, en el fondo, un enorme pino que domina el paisaje. En el centro, un pequeño tallo verde sobresale de la tierra. Golás, con sus cinco ojos curiosos, mira a su alrededor mientras sus alas se agitan suavemente.)
ESCENA 1
(Entran en escena ROSA 1 y ROSA 2. ROSA 1 se inclina hacia su amiga en un gesto de chisme.)
ROSA 1
(Cuchicheando)
¿Viste eso? Tiene tallo, pero agita las alas. ¡Qué indecencia!
ROSA 2
(Asintiendo)
¡Sí! Y no se parece a nada de lo que ha crecido aquí.
(El HELECHO se estremece, sus hojas tiemblan.)
HELECHO
A mí me da miedo. ¿Y si es una de esas plantas carnívoras que te comen sin preguntar?
(DON PINO, con una voz profunda que cruje como madera vieja, carraspea para llamar la atención.)
DON PINO
(Con arrogancia)
¡Silencio! Es obvio lo que tenemos aquí. Se trata de una "planta-plaga voladora". Una especie invasora muy peligrosa. Seguramente se alimenta de la savia de las flores nobles y asusta a los helechos decentes.
(Golás se encoge, sus alas dejan de agitarse por un momento.)
DON PINO
(Mirando a Golás)
Oye tú, cosa rara. ¿No tienes nada que decir en tu defensa?
(Todos se quedan en silencio, expectantes. Golás despliega sus alas, que emiten un suave zumbido. Al hablar, su voz es delicada, como el roce de las hojas.)
GOLÁS
No soy una planta. Soy un insecto volador. Y pronto, me iré de aquí para ver el mundo que hay más allá de esta reja.
(Hay un momento de silencio y desconcierto. Don Pino, incapaz de procesar esta nueva información, finge un enorme bostezo.)
DON PINO
Bah, qué aburrimiento. Me voy a dormir.
(Se queda dormido de verdad. Las rosas y el helecho, contagiados, bajan la cabeza y se sumergen en un profundo sueño.)
ESCENA 2
(Se hace de noche. Un chirrido anuncia la apertura de la puerta de una casa. Gabriel, el más pequeño de la familia, entra en escena con una linterna y un frasco de vidrio.)
GABRIEL
(Para sí mismo)
"La peor tarea del mundo", pensó. "Cazar insectos para la clase de ciencias".
(Busca bajo algunas piedras, pero solo encuentra cochinillas y una lombriz. Apaga la linterna, decepcionado, y se sienta en el pasto. De repente, la enciende de golpe, y el haz de luz cae sobre Golás.)
GABRIEL
(Susurrando, asombrado)
¡Wow! ¿Una flor que parece mariposa? ¿O una mariposa con tallo? ¡Esto sí que es un hallazgo!
(Con una decisión impulsiva, arranca a Golás de la tierra y lo mete en el frasco. Golás, presa del pánico, golpea el vidrio con sus frágiles alas.)
GABRIEL
(Acerca el frasco a su oído. Se le hiela la sangre al escuchar una vocecita aguda y desesperada.)
GOLÁS
(Desde el frasco)
Me... ahogo... mis alas...
(El corazón de Gabriel da un vuelco. Con manos temblorosas, quita la tapa. Golás sale volando, pero su vuelo es torpe y débil. Cae suavemente sobre una hoja de rosal, temblando, exhausto. Gabriel lo mira, confundido. Sus ojos se posan en el pequeño extremo del tallo roto de Golás. La lógica infantil inunda su mente.)
GABRIEL
(Con la voz apenas audible)
Tenías un tallo... estabas plantado... y yo te arranqué.
(Con el cuidado de un cirujano, Gabriel toma a Golás. Busca una maceta vacía, la llena con tierra húmeda y vuelve a plantar a la extraña criatura. Le echa unas gotitas de agua de la regadera. Golás deja de temblar. Ajusta sus alas y mira a Gabriel con sus cinco ojitos brillantes. El niño siente una oleada de gratitud que lo recorre por dentro.)
(Gabriel toma la maceta y la lleva a la ventana de su cuarto. La escena se ilumina con la tenue luz de la luna. Gabriel y Golás se miran como nuevos amigos que comparten un secreto increíble. Se miran, sabiendo que pronto tendrán que decirse adiós, pero con la certeza de que nunca se olvidarán.)
(TELÓN)
Versión 2
Personajes:
* GOLÁS: Una criatura mitad planta, mitad insecto. Curioso, optimista, con una voz que suena a hojas.
* DON PINO: Un pino viejo y presumido, la voz de la "razón" en el jardín. Su voz es profunda y crujiente.
* ROSA y MARGARITA: Dos flores chismosas y dramáticas.
* HELECHO: Un helecho nervioso y miedoso.
* GABRIEL: Un niño de unos 8 años, curioso y sensible.
* LOMBRIZ: Una lombriz despistada con un apetito voraz. (Voz en off o títere)
* Cochinillas: Un coro de cochinillas que hablan con voz suave y monótona.
ACTO I
ESCENA 1: EL DESPERTAR DEL JARDÍN
(El telón se abre revelando un jardín vibrante. El sol ilumina las plantas. En el centro, un pequeño tallo verde. Es Golás. Una Rosa y una Margarita se mueven con gracia.)
ROSA: (Se estira perezosamente) ¡Ay, qué cansancio ser bella! Los rayos del sol son tan fuertes que seguro me salen arrugas en los pétalos.
MARGARITA: (Asintiendo) Y a mí, el viento me despeina. ¿Te imaginas? Despeinada. Qué horror. Al menos no soy como ese helecho, siempre temblando como si viera fantasmas.
(El Helecho tiembla ostensiblemente.)
HELECHO: ¡¿Fantasmas?! ¡No me lo recuerden! ¿Y si la tierra está embrujada? ¿Y si es el espíritu de un lirio que no dio flores en primavera?
ROSA: (Rodando los ojos) Ay, por favor. El único fantasma aquí es la falta de sentido común. Hablando de eso, ¿vieron lo que brotó allá?
(Señalan a Golás, que parpadea sus cinco ojitos negros y agita sus pequeñas alas.)
MARGARITA: ¡Ay, no! ¡Una cosa rara! Tiene tallo, pero se mueve. ¡Qué indecencia! Parece que nació sin manual de instrucciones.
(Golás los mira, confundido.)
HELECHO: ¿Y si es una de esas plantas carnívoras que te comen sin preguntar? Dicen que te chupan la savia hasta dejarte como una ramita seca.
ROSA: A mí me da miedo, pero me intriga. Parece que tiene alas. Tal vez es una mosca que se tragó una semilla y se quedó atascada a la tierra.
(Don Pino, el árbol más alto y majestuoso del jardín, carraspea. Su voz es grave y crujiente como la corteza.)
DON PINO: ¡Silencio! El escándalo es de mal gusto. Es obvio lo que tenemos aquí. Se trata de una "planta-plaga voladora". Una especie invasora muy peligrosa. Seguramente se alimenta de la savia de las flores nobles y asusta a los helechos decentes. ¡Un desastre!
(Golás se encoge, sintiendo un nudo en su tallo.)
DON PINO: (Se aclara la garganta y mira a Golás con desdén) Oye tú, cosa rara. ¿No tienes nada que decir en tu defensa?
(Todos se quedan en silencio, esperando. Golás, nerviosa, despliega sus alitas. Emiten un suave zumbido.)
GOLÁS: (Su voz suena como el roce de las hojas, dulce pero firme) No soy una plaga. Soy un insecto volador. Y muy pronto, cuando mis alas estén fuertes, me iré de aquí para ver el mundo que hay más allá de esta reja. Mi destino no es la tierra, sino el cielo.
(Un silencio desconcertado se instala. Don Pino no puede procesar la idea de un insecto naciendo de una semilla. Es ilógico. Inaceptable.)
DON PINO: (Fingiendo un bostezo enorme para disimular su confusión) ¡Bah, qué aburrimiento! Todo esto de las plantas con alas y los destinos es un cuento de hadas. Demasiada imaginación. Me voy a dormir.
(Y, para su sorpresa y la de todo el jardín, Don Pino se queda dormido de verdad. Un profundo "ronquido de madera" resuena. El Helecho, Margarita y Rosa también se duermen, contagiados por la quietud.)
ESCENA 2: MONÓLOGO DE GOLÁS
(La luz del día se desvanece, dando paso a una suave luz de luna. Golás, ahora solo, mira al cielo estrellado. Sus alas vibran con anhelo.)
GOLÁS: (Hablando para sí mismo, con la voz suave y melancólica) Dicen que un insecto es un insecto y una planta es una planta. Que la tierra es mi hogar. Pero yo sé que no es así. Siento la brisa en mis alas y en mi tallo. Sueño con el viento que me eleve, con las nubes que parecen algodón de azúcar y con la luna que me cuenta historias. Me gustaría ver cómo es el mundo desde arriba. Si los humanos son tan pequeños como los escarabajos. Si las flores se ven como puntos de colores. Aquí abajo me siento atado, juzgado, un error de la naturaleza. Pero yo sé que mi corazón de hoja y mis alas de seda tienen un solo propósito: volar. Y pronto, muy pronto, mi tallo se desprenderá y seré libre. Y por fin, seré solo yo. Golás. Ni planta, ni insecto. Yo.
ACTO II
ESCENA 1: LA MISIÓN DE GABRIEL
(La luz se vuelve oscura, solo un rayo de luna ilumina el escenario. La puerta de la casa se abre con un chirrido. Gabriel, un niño con una linterna, camina en puntas de pie. Se ve su mochila escolar y una libreta de ciencias.)
GABRIEL: (Para sí mismo, susurrando) Muy bien, Gabriel. Misión: Cazar insectos para la clase de ciencias. "Observar, catalogar, dibujar". La maestra dice que los insectos son fascinantes. A mí me parecen... pues, insectos. Mamá dice que si me encuentro una lombriz, la devuelva a la tierra. Papá dice que no pise a las cochinillas. ¿Por qué todo en este jardín tiene tantas reglas?
(Se agacha y mira debajo de una piedra. Un coro de voces suaves y monótonas se escucha.)
COCHINILLAS: (Con voz de coro de niños cantando en misa) Aquí estamos. Diez. Once. Doce cochinillas... Rodando en la oscuridad... Comiendo hojas secas... ¡No nos pisen! ¡No nos pisen!
GABRIEL: (Se aleja de la piedra, algo nervioso) Okay, okay. Las cochinillas no. No quiero un ejército de bolitas gritándome.
(Un títere de lombriz o una voz en off suena desde la tierra.)
Lombriz: (Con voz distraída) ¿Qué hay de mí? ¿Cuento como insecto? Mmm, no. Soy un gusano. ¡Un gusano glorioso! ¿O no? Tengo hambre. ¿Hay un poco de tierra por aquí?
GABRIEL: (Se rasca la cabeza) Mmm, la maestra no dijo nada de gusanos. Y no me parece que sea un insecto. Mejor no arriesgo.
(Se sienta en el pasto, apagando la linterna, frustrado. La enciende de golpe y la luz ilumina a Golás. Gabriel se queda boquiabierto.)
GABRIEL: (Susurrando, asombrado) ¡Wow! ¡Una flor que parece mariposa! ¿O una mariposa con tallo? ¡Esto sí que es un hallazgo para la clase! ¡La maestra no se lo va a creer!
(Gabriel se acerca a Golás. Golás se agita, sus alas emiten un zumbido débil. Gabriel estira la mano con cuidado para tocarlo, pero el tallo de Golás se desprende accidentalmente con un chasquido suave, y la criatura cae en la palma de su mano. Se ha roto el tallo. Golás se acurruca, débil y asustado.)
GABRIEL: (Con la voz de un niño que ha roto algo muy preciado) ¡Oh, no! ¡Lo rompí! Yo... yo no quería...
(Golás se retuerce suavemente en la mano de Gabriel. El niño, que tiene un oído muy agudo, escucha un sonido que lo hiela. Una voz diminuta y aguda, tan pequeña que solo él puede oírla.)
GOLÁS: (Con una voz minúscula, casi inaudible) Mi tallo... mi hogar... Se rompió...
GABRIEL: (Mirándola con los ojos muy abiertos) Te oigo... Te rompí...
(Gabriel se queda paralizado. En lugar de meterla en un frasco, se queda allí, sosteniéndolo con cuidado. Su lógica infantil y sensible se activa de inmediato.)
GABRIEL: (Hablando más para sí mismo que para Golás) Se ha roto la conexión. La vida... la vida viene de la tierra. La planta de mi abuela se secó porque no tenía raíces. Tú eres una... una cosa... que necesitaba el tallo para crecer. Y yo te lo quité.
(Golás, agotado y temblando, se acurruca más en su mano.)
GABRIEL: No. No puedo dejarte aquí. Necesitas tu tierra. Tu... tu casa.
(Gabriel se levanta. Mira a su alrededor y ve una maceta vacía en el porche. Corre hacia ella, la llena con tierra húmeda y regresa con cuidado. Golás, en su mano, parece empezar a desvanecerse, su verde brillante se vuelve opaco.)
GABRIEL: ¡No, no te vayas! ¡Aguanta!
(Con el cuidado de un cirujano, Gabriel coloca a Golás en la tierra de la maceta, enterrando la base de su tallo roto. Le echa unas gotitas de agua con la regadera de su mamá.)
GABRIEL: Listo. Ahora estás en tu casa otra vez.
(Golás deja de temblar. El verde brillante de su cuerpo vuelve a aparecer. Ajusta sus alas y mira a Gabriel con sus cinco ojitos, que brillan con una luz especial. No dice nada, pero el niño siente una ola de gratitud, una calidez que lo recorre.)
ESCENA 2: EL SECRETO COMPARTIDO
(Gabriel toma la maceta con Golás y la lleva a la ventana de su cuarto. La luna ilumina la escena. Ambos se miran, compartiendo un secreto. Es un momento de profunda conexión.)
GABRIEL: Ya sé que la maestra quería que te dibujara en la libreta de ciencias. Pero... creo que eres más que un dibujo. Eres... un amigo.
(Golás agita suavemente sus alas en señal de acuerdo. Un monólogo de los chismosos del jardín se escucha desde el exterior.)
ROSA: (Con voz de susurro dramático) ¿Viste eso? El niño se llevó a la cosa voladora.
MARGARITA: Ay, seguro lo va a poner en un frasco. Como a todos. Y lo va a dejar sin aire.
HELECHO: ¡¿Sin aire?! ¡Ay, no! ¡Qué horror! ¡Un asesinato botánico! ¡Ay, qué miedo!
DON PINO: (Voz ronca, desde su sueño) Es una "planta-plaga voladora". Se lo merece. Zzzzz...
(Gabriel sonríe mientras escucha los murmullos desde la ventana. Se acerca a Golás.)
GABRIEL: No les hagas caso. No saben nada. Nadie sabe que eres... mi secreto. Y pronto, estarás listo para volar. Y yo... yo estaré listo para verte ir.
(Gabriel se sienta en el suelo, la luna los ilumina. Golás mira por la ventana, sus alas vibran con una nueva energía. El final es un cuadro de esperanza, de una amistad que floreció de la compasión. Y aunque el final de la historia de Golás es el vuelo, el comienzo de la amistad con Gabriel es un tesoro para ambos.)
(Se apagan las luces lentamente.)
Cuento en el que se basa el guion.
Autor Ben GAVARRE
"Golás" 2da versión
Golás
Nadie en el jardín sabía qué era exactamente Golás. Había brotado de una semilla, eso sí, pero no se parecía a nada que hubieran visto. Era pequeño y de un verde brillante, con un tallo fuerte y ligeramente peludo que lo anclaba a la tierra. Pero donde debería haber una flor, había un par de alas delicadas y cinco ojitos negros que parpadeaban con una curiosidad infinita.
Su presencia no tardó en causar revuelo.
—¿Vieron eso? —cuchicheó una rosa a su compañera—. Tiene tallo, pero agita las alas. ¡Qué indecencia!
—A mí me da miedo —tembló un helecho—. ¿Y si es una de esas plantas carnívoras que te comen sin preguntar?
Don Pino, el árbol más alto y presumido del jardín, carraspeó para llamar la atención de todos. Su voz sonaba como madera vieja y crujiente.
—¡Silencio! Es obvio lo que tenemos aquí —declaró con falsa seguridad—. Se trata de una "planta-plaga voladora". Una especie invasora muy peligrosa. Seguramente se alimenta de la savia de las flores nobles y asusta a los helechos decentes.
Golás se encogió. Sabía que había nacido para volar, no para ser juzgado por un pino gruñón.
—Oye tú, cosa rara —insistió Don Pino—. ¿No tienes nada que decir en tu defensa?
Todos se quedaron mirando. Golás desplegó sus alitas, que emitieron un suave zumbido.
—No soy una planta —dijo con una voz que sonaba como el roce de las hojas—. Soy un insecto volador. Y pronto, me iré de aquí para ver el mundo que hay más allá de esta reja.
Hubo un silencio desconcertado. Don Pino, que se enorgullecía de saberlo todo, no lograba procesar la idea de un insecto naciendo de una semilla. Era ilógico. Como era demasiado orgulloso para admitir su confusión, fingió un bostezo enorme.
—Bah, qué aburrimiento. Me voy a dormir.
Y para su sorpresa, se quedó dormido de verdad, contagiando su sueño a casi todo el jardín.
Esa misma noche, la puerta de la casa se abrió con un chirrido. Gabriel, el más pequeño de la familia, salió con una linterna y un frasco de vidrio.
"La peor tarea del mundo", pensó. "Cazar insectos para la clase de ciencias". Rebuscó bajo unas piedras, encontrando solo cochinillas y una despistada lombriz que no sabía si contaba como insecto. "¿Las arañas cuentan? ¿Y los grillos?". Ya le preguntaría a la maestra.
Decepcionado, apagó la linterna y se sentó en el pasto. Al volverla a encender de golpe para sorprender a algún bicho nocturno, un destello verde capturó su atención. Ahí, quieto en su tallo, estaba Golás.
—¡Wow! —susurró Gabriel—. ¿Una flor que parece mariposa? ¿O una mariposa con tallo? ¡Esto sí que es un hallazgo!
Sin pensarlo dos veces, lo arrancó de la tierra. ¡Zas!
Atrapado en el frasco, Golás golpeaba el vidrio con sus frágiles alas. El pánico lo invadió. Gabriel, al ver su desesperación, sintió una punzada de culpa. Acercó el frasco a su oído y escuchó algo que lo heló. Una vocecita inimaginable, aguda y desesperada.
—Me... ahogo... mis alas...
El corazón de Gabriel dio un vuelco. Con manos temblorosas, quitó la tapa. Golás salió volando, pero su vuelo era torpe y débil. Dio un par de vueltas erráticas en el aire y cayó suavemente sobre una hoja de rosal, temblando.
No se fue volando hacia la oscuridad. Se quedó ahí, agotado.
Gabriel lo observó, confundido. ¿Por qué no escapaba? Entonces, su mirada se fijó en el pequeño extremo del tallo, roto y con restos de tierra. Comprendió de golpe, con esa lógica clara que a veces solo tienen los niños.
—Tenías un tallo... estabas plantado... y yo te arranqué.
Con el cuidado de un cirujano, Gabriel tomó a Golás. Buscó una maceta vacía en el porche, la llenó con tierra húmeda y volvió a plantar a la extraña criatura. Le echó unas gotitas de agua de la regadera de su mamá.
Golás dejó de temblar. Ajustó sus alas y miró a Gabriel con sus cinco ojitos brillantes. No dijo nada más, pero el niño sintió una oleada de gratitud, una calidez que le recorrió el cuerpo.
Gabriel llevó la maceta a la ventana de su cuarto. Se miraron como lo hacen los nuevos amigos, compartiendo un secreto increíble. Sabía que muy pronto tendrían que despedirse, cuando las alas de Golás estuvieran listas para el largo viaje que le esperaba. Pero estaba seguro de una cosa: nunca, jamás, se olvidarían.
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