Lo que pienso y lo que digo
Por Ben Gavarré
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Reparto
Violeta:
Una mujer que se presenta como una "reina" y se comporta de manera pretenciosa. Aunque en público parece digna y un poco fría, sus monólogos revelan un lado egoísta y malicioso. Disfruta sintiéndose superior, pero en el fondo, tiene una curiosidad "mórbida" y un deseo oculto por lo poco convencional. Es la primera en expresar su indignación por la "indecencia" de los demás, pero acaba aceptando su propia depravación.
Jonás:
Un hombre que se muestra como un ser estoico y agotado, remando el solo un bote. Sus monólogos internos lo describen como alguien lleno de frustración y un deseo de castigar a Violeta por su actitud. Es propenso a las acciones absurdas e inesperadas, como sacar una sopa de la nada y desvestirse de repente, lo que lo convierte en un personaje bizarro, pero carismático.
Alfredo:
Se presenta como un "Peter Pan", infantil y necesitado de atención. Sus monólogos demuestran una necesidad de ser humillado y un deseo de sentirse amado a través de la dependencia. Disfruta provocando a Lucrecia y le gusta la sensación de ser admirado. Se considera "inútil", pero usa su vulnerabilidad para manipular a los demás y obtener lo que quiere.
Lucrecia:
Una mujer que se comporta como una terapeuta "agotada" o una madre. Sus apartes revelan que está cansada de ser la que soluciona los problemas y desea un hombre que la cuide y le dé placer, en lugar de uno que la necesite constantemente. Se debate entre su rol profesional y un deseo sexual reprimido, sintiéndose "indecente" y "una cualquiera" por sus impulsos.
Sr. Vendaval:
Un personaje misterioso que irrumpe en la escena para exponer la hipocresía de los demás. Funciona como una especie de director de orquesta o deidad del purgatorio que obliga a los personajes a confrontar su verdadera naturaleza. Es cínico, directo y no tiene miedo de señalar la "moral de mierda" de los demás, mostrándoles que su "vergüenza burguesa" es lo único que los detiene. Se revela como un hombre mayor, obeso y lleno de lunares, cuya apariencia desafía las convenciones de la decencia que tanto critican los personajes.
Acto I
Escena I: La lancha y la sopa
El escenario está en
penumbra. Al encenderse las luces, vemos a Violeta sentada en un barco velero
de utilería, con su sombrilla de playa abierta. Jonás está a su lado, en el
agua hasta los tobillos, empujando el bote con un palo de escoba. Él parece
exhausto; ella se ve inexpresiva.
Violeta
(En voz alta)
Si quieres, me bajo.
(Monólogo de Violeta)
¡Por favor, que no diga que
sí! Que siga empujando. Me encanta sentirme como una reina. Ojalá le dé un
calambre. A ver qué tan filósofo se pone con un testículo hinchado.
Jonás
(En voz alta, sin aliento)
No, no. Ya casi llegamos a
la orilla.
(Monólogo de Jonás)
Dios mío. Si esta puta
mujer no se calla, le voy a dar con el palo en la cabeza. La voy a dejar en
esta playa abandonada.
(Jonás se agacha, saca de
la nada un plato de sopa de pescado, se sube al borde del barco y empieza a
comer. Violeta lo mira estupefacta).
Violeta
(En voz alta)
¿Qué es eso?
(Monólogo de Violeta)
¡Qué asco! ¡Qué maldito asco! ¡Pescado! ¿En serio? Ojalá me dé
indigestión y vomite encima de sus zapatos.
Jonás
(En voz alta)
Sopa de la abuela. Me la
dio mi mamá. ¿Quieres?
(Monólogo de Jonás)
Se está aguantando el
vómito. ¡Qué bueno! ¡Se lo merece! Quería un hombre misterioso, pues aquí está.
Ahora la voy a dejar muda.
(Jonás se levanta de un
brinco, se quita la ropa de calle revelando un atuendo de gondolero con
camiseta a rayas y un short. Se quita a camiseta y se acaricia el mismo sus brazos
y su cara. Violeta lo mira atónita, su cara se vuelve roja de indignación).
Violeta
¡Jonás, no! ¿Qué te pasa?
¿Qué haces?
(Monólogo de Violeta)
¡No, no! Esto es demasiado.
Nos van a ver. ¡Qué vergüenza! Y, sin embargo, siento una curiosidad...
morbosa. Sigo pensando que se ve ridículo, pero... ¡qué se sentirá que me dé un
paseo así!
Jonás
(En voz alta)
¡Te voy a dar un paseo! ¡Un
paseo de amor!
(Jonás se agacha y en el
lugar de las piernas de Violeta se pone a remar con las manos mientras sonríe
con malicia. Ella lo mira y, de repente, se le ve una sonrisa perversa, toma
una cuchara de sopa de pescado y lo amenaza con ella. Él se ve asustado. Violeta
se levanta y parece que le va echar la sopa a la cara, pero lo agarra a
bofetadas. Jonás se queda petrificado).
Violeta
(En voz alta)
¡Y ahora, por indecente, a
la orilla!
(Violeta se baja del bote. Jonás,
rojo de indignación y de estupor, se queda solo, inmóvil en el agua).
(Oscuro).
Escena II: La Estación del Trenecito
La luz revela a Alfredo y Lucrecia
sentados en una banca de estación de tren. Él está jugando con una bola de
estambre. Ella lo mira con ojos de terapeuta agotada.
Alfredo
(En voz alta)
¿Y entonces? ¿Aún estamos
en terapia?
(Monólogo de Alfredo)
¡Qué estúpido soy! ¡Claro
que estamos en terapia! ¡Esta es la putísima terapia! Necesito que me grite,
que me humille. Solo así me sentiré amado.
Lucrecia
(En voz alta)
Depende. ¿Quién está en el
diván?
(Monólogo de Lucrecia)
¡Maldito sea! Peter Pan.
Siempre huye. ¡Qué humillación! Quiero un hombre que me dé un masaje. Que me dé
un abrazo. ¡Un orgasmo! Por favor, un orgasmo.
(Alfredo se levanta y se
sienta en el regazo de Lucrecia, le pone la bola de estambre en la mano y
empieza a ronronear como un gato. Lucrecia lo mira con los ojos desorbitados).
Alfredo
(Con una voz infantil)
Sabes que te gusta que te
necesiten.
(Monólogo de Alfredo)
¡Toma, perra! Le di donde
le duele. Le gusta que la necesiten. Y yo soy el más necesitado. La tengo en
mis manos.
(Alfredo se separa
bruscamente, se para en la banca, y con una mirada de conspirador, empieza a
desabotonarse la camisa. Lucrecia se sorprende, pero en su rostro hay una
mezcla de deseo y asco. Alfredo se da cuenta de la mirada de ella y se excita
más. El deseo de ser admirado es el mayor de sus afrodisíacos).
Alfredo
(Con una voz más grave)
¿Quieres que te haga un
striptease?
(Monólogo de Lucrecia)
¡Sí! ¡Sí, quiero! ¡Me muero
por un orgasmo! ¡Esto es lo que he estado esperando! No. No. ¡Qué asco! Es mi
cliente. Es mi hombre. ¡Qué indecente! Pero... ¡Oh, Dios! Qué cuerpo tiene.
Quiero manosearlo. Tocarlo. ¡Tocárselo todo! ¡Qué vergüenza! ¡Qué perra soy!
Quiero meterme… sus… Se va a quitar todo, síii.
(Alfredo se quita la
camisa. Lucrecia, sin poder controlarse, alarga la mano y le toca los
pectorales y luego las nalgas. Alfredo la mira con indignación).
Alfredo
(En voz alta)
¡Qué bárbaridad! ¿Cómo te
atreves? Dije un Striptease…
(Monólogo de Alfredo)
¡Sí! ¡Lo logré! ¡Me
manoseó! ¡Me agarró las nalgas! ¡Me puso super caliente! ¡Y ella es una perra
caliente! Ah, pero voy a dejarla así, no me importa. Pero se lo voy a restregar
en la cara. ¡Es una depravada! ¡Y yo lo soy más!
(De repente, entra un tren
de juguete que avanza por el escenario. Alfredo se baja de la banca. Toma una
cuerda del pequeño el tren y sale de escena jalándolo. Lucrecia se queda sola,
con las mano en el aire, como tocando un cuerpo ausente, petrificada por lo que
acaba de suceder).
(Oscuro).
Acto II
Escena III: El Purgatorio va a Mahoma
La luz revela a los cuatro
personajes sentados en el bar-buffet. Jonás con su atuendo de gondolero, Violeta
con su paraguas. Alfredo, en un rincón, con la cara enrojecida, y Lucrecia,
mirando al vacío. Hay un silencio tenso.
Violeta
Si quieren, voy por un
martini.
(Monólogo de Violeta)
Estos dos son unos raros.
¿Un gondolero? ¿Un tarado? ¿No hay nadie normal? ¿Un contador? ¿Un médico?
¿Un... veterinario?
Jonás
(En voz alta)
No. Yo me iré por un café.
(Monólogo de Jonás)
Esta gente es una tortura.
¿Martinis? ¿Café? ¡Por favor! Somos seres superiores, ¿no? ¡Estamos de viaje!
¡Somos una generación privilegiada, aunque digan que no servimos para nada.
Alfredo
(En voz alta)
Yo necesito un mezcal.
(Monólogo de Alfredo)
¡Un mezcal helado! ¡Un
mezcal frío como la chingada! ¡Un putísimo mezcal! Pero muy fino. Eso es lo que necesito. Y un perro. O un gato.
O algo que no sea esta gente. ¡Soy un inútil!
Lucrecia
(En voz alta, sin mirar a
nadie)
¿Alguien quiere un té de
manzanilla?
(Monólogo de Lucrecia)
¡Qué vergüenza! ¿Té de
manzanilla? ¿Eso es lo que ofrezco? Estoy harta de ser como una madre. La
psicóloga. La que soluciona problemas, sí, cómo no. ¡Quiero un hombre de
verdad! Quiero un orgasmo. ¡Solo he tenido uno en la vida! ¡Quiero un hombre!
(Un hombre con un maletín,
vestido con un traje de oficinista barato, se acerca a la mesa y se sienta sin
ser invitado. Es el Señor Vendaval. Se detiene, los ve,
toma una bocina y lanza un grito que hace que la escena se congele).
Señor Vendaval
(En voz alta)
¡Deténganse! ¡Alto! ¡Se
acabó! ¡La verdad tiene que salir!
Señor Vendaval
(En voz alta)
Vamos a jugar un juego.
Vamos a quitarnos una prenda por cada verdad que se digan.
(El Señor Vendaval se
desabrocha un zapato. Lucrecia, con los ojos llenos de deseo, se quita la blusa.
Alfredo, el calcetín. Jonás, la camisa de rayas).
Señor Vendaval
(En voz alta)
¡Tú! (Señala a Violeta)
¿Qué piensas de este par de ridículos?
Violeta
(En voz alta)
Pienso que son dos
perdedores.
(Monólogo de Violeta)
¡Al fin! ¡Al fin se los
pude decir!
(Alfredo se quita el otro
calcetín. Lucrecia se quita el cinturón. Jonás, la gabardina).
Señor Vendaval
(En voz alta)
¡Tú! (Señala a Alfredo)
¿Qué piensas de la cara de su mujer?
Alfredo
(En voz alta)
Pienso que tiene cara de
abuela amargada.
(Monólogo de Alfredo)
¡Sí! ¡Sí, lo dije! Se lo
dije en su puta cara.
(Lucrecia, que se ha
quitado ya el cinturón, se lo pone en el cuello como si se fuera a ahorcar).
Señor Vendaval
(En voz alta)
¡Tú! (Señala a Lucrecia)
¿Qué piensas de tu hombrecito?
Lucrecia
(En voz alta)
Pienso que es un mocoso
cobarde, que se la pasa buscando la aprobación de las demás, pero que no se
atreve a decir que me ama. Y ya no me quiere coger.
(Monólogo de Lucrecia)
¡Se lo dije! ¡Se lo dije!
¡Lo amo! ¡Y lo odio! Pero al menos lo dije.
(Alfredo se desabrocha los
pantalones y se queda en boxers. Jonás se quita los shorts y se queda en un
calzón de superhéroe).
Señor Vendaval
(En voz alta)
¡Y yo! ¡Yo estoy harto de
ustedes! ¡De su falsedad! ¡De su moral de mierda! ¡Ahora… Pongan mucha
atención! ¡Porque yo les voy a dar un espectáculo!
(El Señor Vendaval se quita
el traje y se queda en calzones con una camiseta de gondolero toda llena de
agujeros. Es un hombre extremadamente gordo y viejo, cubierto de lunares, y la
risa se les muere a los cuatro. Se quedan petrificados, y sus monólogos son de
asco y de burla).
Alfredo
(En voz alta)
¡Es un indecente!
Lucrecia
(En voz alta)
¡Qué vergüenza!
Violeta
(En voz alta)
¡Esto es inaceptable! No
nos gustan los gordos. No nos gustan los viejos.
Jonás
(En voz alta)
¡Vamos a llamar a la
policía!
(Monólogos de los cuatro,
furiosos)
¡Cómo se atreve este viejo
asqueroso! ¡Esto es un abuso! ¡Somos gente decente! ¡Moral y buenas costumbres!
¡Qué asco! ¡Qué indecente! ¡Nuestros valores! ¡Nuestra dignidad! ¡Todo lo que
nos ha costado! ¡Y ahora este depravado! ¡Que se largue! ¡Que se vaya al carajo!
(El Señor Vendaval los mira
con una sonrisa de absoluta malicia. Los acusa con el dedo).
Señor Vendaval
(En voz alta)
¡Ah! ¿Con que moral y
decencia? ¡Con que indecente! ¡No, no! Yo no soy el indecente. Ustedes lo son.
Porque se mueren de ganas de hacer todo lo que yo les pedí. Pero la vergüenza
burguesa y la moral de mierda que dicen tener es más fuerte que su deseo.
Ahora, por favor, continúen. Ya me cansé.
(El Señor Vendaval se
sienta en una silla y saca un plato de palomitas, observándolos. Los cuatro se
quedan inmóviles. Lentamente, la ira se va transformando en una risa nerviosa.
Se ríen de sí mismos. Se abrazan. Se besan).
Violeta
(Señalando a Jonás)
Siempre supuse que serías
un gondolero sexy de closet.
Jonás
(Señalando a Violeta)
Y tú la reina de la sopa de
pescado, ja.
Alfredo
(A Lucrecia)
Eres una perra depravada,
¿y sabes qué? Me encanta que seas así.
Lucrecia
(A Alfredo)
Tú eres un mocoso cobarde,
pero me excitas como ningún otro. Me excitas muchísimo.
Violeta
(Dirigiéndose al público)
La vida es una comedia,
amigos.
Jonás
(Dirigiéndose al público)
Y a veces te la pasas
fingiendo y no cumples ninguno de tus verdaderos deseos.
Lucrecia
(Dirigiéndose al público)
A veces vale la pena
dejarse iiir.
Alfredo
(Dirigiéndose al público,
con una sonrisa de oreja a oreja)
¿Y saben qué? ¡Yo no sé qué
tanto me ven! Ya, no nos, vean… La verdad somos muy tímidos.
(El Señor Vendaval se ríe a
carcajadas. Los cuatro personajes se abrazan, mientras el telón baja
lentamente).
(Oscuro final).