Historias del hoyo y del Nahual
por Carlos Talancón
Monólogo
Hombre:
“Fuentes de la procuraduría confirmaron el hallazgo de seis cadáveres que ya
habían fallecido y cuyos cuerpos muertos fueron encontrados sin vida en uno de
los parajes del barrio conocido como el hoyo…” El hoyo… si ése era mi
barrio. Pinches escalofríos que era entrar ahí. Me cae que sólo hace falta
poner un pie adentro pa’entender por qué lo llaman así… EL HOYO. (Va a
regresar al periódico pero vuelve a interpelar al público.) ¿Pero
saben algo? No sé por qué artimañas del demonio uno no deja de tenerle cariño
al lugar donde tuvo la desdicha de nacer, aunque se halle metido hasta el fondo
del pinche agujero. Si todavía ahora cada que me acuerdo me digo: (viendo
hacia abajo, como hacia un abismo:) Ahhh… el deshuesadero de mi
barrio, ahí donde seguido encontraban tirados a varios, si ahí es donde fui a
tener mis primeras vivencias de placer secreto. Sí, digo… perdónenme que se lo
diga, pero es que esa es la verdad, ahí donde vivía yo no había privacidad.
Toda la familia metida en un cuarto de lámina de 3 x 4, bueno, hasta la abuela,
¿a poco cree usted que uno iba a poder…? No, mire, si todavía me acuerdo bien,
dormíamos en literas, y ya bien de noche, cuando mi mamá ya había mandado a
dormir a todos… Bueno, pues yo empezaba a darle. Siempre y cuando no pasara de
primera velocidad, todo estaba bien. Pero apenas se me ocurría pasar a la
segunda y todas las pinche literas empezaba a rechinar como gemidos de muerto y
toda mi familia comenzaba a cacarear desde sus literas, “¿qué pasa?, ¿está
temblando?, ¿qué sucede?” Bahhh, la cosa es… yo y varios cuates teníamos que
irnos a tener nuestras primeras vivencias de placer secreto ahí, entre puro
pinche carro deshuesado, y un silencio que daba miedo, la neta. Allí nadie nos
veía… o casi nadie, porque a veces uno se encontraba con que… ah, chingados, si
no sólo eran los carros los deshuesado sino que… ¡ah, canijos! Ni cómo
imaginarse que dentro de poco uno mismo… (Regresa al periódico:) Pero
bueno, la cosa es… si yo estaba hablando de… cómo fue que pasé a… pffff,
escuchen: “se sospecha que fueron víctimas de un ajuste de cuentas pero aún no
se sabe quiénes son los responsables. Elementos del ministerio cuestionan a los
vecinos para descubrir cuáles fueron las causas de muerte de estos seis
cadáveres ya fallecidos cuyos cuerpos sin vida fueron trasladados hoy a…” (Ríe.
Arruga el periódico y lo tira. Dirigiéndose a alguien en específico del
público:) ¿Sabe lo que pienso de esto, señora? Los de la procuraduría
son unos pendejos. (A otro del público:) Llegan un día después
al lugar del crimen y ni siquiera saben buscar. No son seis muertos, son siete,
¿y el séptimo?, ¿dónde está?, ¿usted lo ha visto, señor? (Ríe
dolorosamente.) Es que no chinguen, ya el colmo es no tener ni
siquiera el pinche privilegio de salir en El metro. ¡El metro que
ha cumplido tantos sueños, señora! Hasta las mamás han de sentirse orgullosas
cuando ven a su chamaco ahí, ¡su escuincle, por fin, en primera plana del
periódico nacional! “Ay vecinita, ¿ya vio a mi’jo? Salió hoy en primera plana.”
“No me diga, ¿a poco es al que pusieron a remojar en su propio jugo?” “No
vecinita, a él lo… a él lo…” “¿Es el que le dieron su Crunch?” “No
vecinita… ¡el de la primera plana!” Pero no tener ni el pinche privilegio de
una notita… eso si qué poca madre. Y eso que revisé en todos los periódicos.
En El gráfico… nada. La prensa… nada. Y por último
dije, en El metro, cómo no se me había ocurrido, a huevo que ahí al
menos una notita… ni madres. (Pausa.) ¿Y qué pasó con el
güerito que vendía pistaches y cigarros? Pues quién sabe… como si nunca hubiera
existido. (Pausa.) Les juro que ha sido la pinche muerte más
estúpida del Hoyo, sí… No, no es cierto, la más estúpida, no. La neta el pinche
Pipis es el que se lleva las palmas a la muerte más estúpida. Sí, ese güey… era
famoso porque era el que podía aguantarse más tiempo las ganas de mear. Verlo
aguantárselas las ganas se convirtió en la fiesta del Hoyo. ¡Vengan todos a ver
la vajigota del Pipis que está a punto de estallar! Y ahí vienen todos, hasta
las señoras con sus morritos venían a ver el show del Pipis. La cosa era así:
yo, varios compas y él nos sentábamos en una gran mesa y nos poníamos a
chelear. A las cinco chelas ya todos habíamos corrido al baño, pero el Pipis
seguía ahí sentado, bien orgulloso el cabrón, con la cara amarilla como de un
santo. Le voy a decir algo, yo creo que eso de andarse aguantando la meada ya
se había convertido en su orgullo personal, todos por ahí lo conocíamos por
eso, y él gozaba viendo nuestras caras de apantallados. Por más que le gritaba:
“Ya Pipis, córrele al baño güey, no te nos vayas a reventar aquí” pues por más
que le gritaba el güey seguía, y seguía… bien orgulloso, hasta que un día…
paaaaahhh. (Pausa.) En el Hoyo dicen que el Pipis era un
santo, que na’más la vajiga de un santo puede acaudalar tanto. Y también dicen
que el día en que murió llovió amarillo. En fin compa, mea todo lo que quieras
allá arriba. Pero a ver, entonces… ¿si no ha sido la más estúpida? La más
triste, sí, me cae de madres que ha sido la más… no, no, no, ¿y todos los
chamacos y las morras y los muertos que han muerto de muertes… cómo le dicen,
muertes bilaterales? A cada rato que tal ya murió de muerte
bilateral, que este otro ya también de muerto bilateral… ya son tantos que ya
no son bilaterales sino multilaterales, me cae. En el hoyo algunos decían que
era el Nahual que nos echaba la maldición. (Se persigna. Silencio. De
pronto se sacude como si hubiera alguien a su lado.) Pero, ¿entonces?
Si no ha sido ni la más estúpida ni la más triste… (piensa, de pronto
da con la respuesta.) La más ojete, sí… La mía ha sido la más pinche
ojete… porque, ¿saben? El que debería andar muerto es el pinche de Chuy. Era a
ese culero al que andaban buscando. Yo sólo… pa’mí sólo era otra madrugada
más… (Comienza a recordar y, al hacerlo, la escena va cobrando vida. Se
halla en su cuarto en una madrugada helada: se pone un abrigo para el frío,
luego saca una cacerola y ahí se pone a cocinar sus pistaches.) Andaba
levantado igual que siempre a las cuatro de la mañana terminando de tostar mis
pistaches para esa jornada. Porque lo de las pistaches tiene lo suyo ehh, y los
mías no eran pistaches cualquiera. Nadie cocinaba como las míos, las mejores
del Hoyo, los cocinaba con un secreto que… no les voy a decir, porque ya que me
llegó la fregada pues ya’qué, ahora se friegan, nadie sabrá cómo se cocinan
esos pistaches y nadie volverá a probar unos como esos. Bueno, la cosa es que
me había levantado antes que cualquier pinche gallo pa’que me diera tiempo de
tostarlas. Afuera… los mismos perros de siempre ladrando como siempre a la
misma hora. Las mismas luces de la calle que dibujaban en mi cuarto las mismas
sombras. Todo como un espejo del día anterior… y del anterior. Parecía ser todo
otra vez la misma mierda de siempre cuando en eso escucho que: (Se oyen
unos golpes. Los sicarios:) “¡Abre pinche Chuy, te traemos un recado
de la Catrina, cabrón!” (Él mismo, a los sicarios:) “Aquí no
vive ningún Chuy, oiga.” (Silencio.) “Creo que Chuy es el que
vive enfrente”. (Silencio. Al público:) Total, iba a regresar
a lo mío cuando en eso escucho unos golpes, unos balazos y… de
un momento a otro, sin darme cuenta cómo, ya había dos güeyes adentro de mi
cuarto revolviéndolo todo… (A los sicarios:) “Oiga, ¿qué les
pasa?, ya les dije que aquí no vive ningún Chuy, ¿qué chingados están
buscando?” Pero ellos no me oían, seguían revuelque y revuelque todas mis
cosas. Yo escuchaba que uno le decía al otro, “Aquí no hay ninguna mercancía,
güey, ¿estás seguro que era aquí?” “Que sí, chingada madre. A ver, revísale ahí
entre la ropa” (Él mismo, en el pasado, hablándole a los sicarios:) “Oiga,
cómo que entre… deje mis calzones en paz que ahí no va a encontrar nada. ¿Si me
están oyendo?” Pero ellos no me hacían caso y seguían revolcándolo todo como
si… (El sicario:) “Te digo que aquí no hay nada, güey.” “Debe
ser aquí, si me dijo clarito que era el veinticinco.” (Al público:) ¿El
veinti…? ¿Cómo que el veinticinco? Si mi cuarto era el número dos, no el
veinticinco. El veinticinco era el de Chuy, y sí, era a ese güey al que había
visto… (El personaje, transportándose a aquel momento, ve hacia la
puerta de Chuy, se da cuenta que su número ha cambiado. Luego ve su propia
puerta y la compara con la de Chuy. Presente. Al público:) Claro. En
eso entendí. El pinche Chuy hijo de su chingada le había borrado el cinco a su
puerta y se lo había pintado a la mía. Qué poca madre. Pero lo que más me
emputó fue que ni siquiera se diera la tarea de hacerlo bien. Porque mi dos
estaba re-bien pintadito, la neta. Digo, no es que quiera andarles de
presumido, pus ya pa’qué, pero la neta el mío era un dos así como… como… pus
como todo así, ¿no?(imita al dos.) Y en cambio el pinche cinco que
me había pintado el culero del Chuy parecía así, como… como… pus como todo
así, (se tuerce imitando el cinco de Chuy.) Y esos güeyes,
¿pues qué no se dan cuenta que ese cinco no le encaja a ese dos?, ¿qué no se
fijan en cómo va el pinche orden de la numeración? (Al público:) ¡Pero
qué se van a andar fijando en el orden de la numeración! Si ahí en el El hoyo
cada quien le pone a su casa el pinche número que se le antoja. Que ahora a
usted se le antoja vivir en el un millón doscientos mil millones, ah, pus muy
fácil: va por el pinche bote de pintura y le pinta a su puerta los pinches
ceros que se le hinche su regalada gana. Como si se imaginara su cuenta
bancaria. Si supiera na’mas cuántos sesenta y nuevas hay na’más en mi cuadra.
Bueno, pero les decía… qué les decía… ah, sí, la cosa es que esos cabrones que
se me habían metido por fin se dieron cuenta que yo no tenía nada escondido.
Digo, tampoco es que hubiera mucho donde esconder, la neta, mi cuarto era…
bueno, pa’qué andar recordando la maldita miseria. La cosa es que al fin se
fueron. Y yo con una pinche rabia que se me atravesaba en la garganta, me
decido a ir a partirle su madre al pinche de Chuy cuando en eso chíngale, que
me encuentro con un cuerpo tirado afuerita de mi cuarto. (Aunque sigue
narrando, el personaje se transporta a aquel momento, reaccionando a su propio
cuerpo tirado frente a él:) Tenía la cabeza toda torcida y un pinche
balazo en la barriga. Qué pedo… pero lo raro empezó cuando me di cuenta que ése
tenía puestas mis mismas ropas. Pantalón azul… (se ve a sí mismo) el
mismo pantalón azul. Mi playera de superman… la misma playera de... Y el pinche
susto mayor fue cuando le vi que aquí tenía este lunar. (Al público,
confidente:) Ahí sí que se me puso bien chiquita, ¿pero cómo?, si ese
lunar yo sólo me lo había visto yo a mí, cómo puede ser que… pero si hace sólo
unos momentos yo… (presume su tatuaje al público:) Y yo
siempre había dicho que eso de las peliculitas esas del Ghost eran
puras mamadas… Las del Ghost la sombra del amor, ¿si sabe? Ahí donde un Chuy
hijo de su chingada va y mata al novio de esta la… cómo se llama, la Demi
Murr, (Va a continuar con el relato pero se interrumpe a sí
mismo:) Porque la neta Chuys hijos de su chingada hay por todas
partes. Me cae de madres que es una ley del Hoyo que donde quiera que uno ponga
el pie, tarde o temprano va a aparecer algún hijo de puta dispuesto a hacerle
la vida cuadritos a los demás. Si uno todo el tiempo tiene que andar a las
vivas porque me cae que a cada momento le puede saltar a uno… Bueno, la cosa es
que yo vi la peliculita esa con mi mamá, y ella anduvo chille y chille toda la
santa peliculita con la cancioncita esa mamarracha de My love, my Darling… y
yo, (a la mamá:) Mamá, por favor, más decencia, cómo puedes
ponerte a chillar con esta pinche cancioncita que… pero ella ahí seguía,
chíllele y chíllele. (la madre chilla.) No, mamá, de veras… me
cae de madres que te pasas, ¿eh? (La madre chilla.) Mamá, ya
párale, de veras que estos de Jolivud se pasan con sus pinches jaladas de
fantasmas. (al público:) ¡Pero no, señor! ¡Nada de que puras
pinches jaladas de fantasmas! ¡Es así! Que a poco cree que a un día puede
llegar un cualquiera y meterle un plomazo de la nada y ya hasta ahí se quedó
uno. No, señor, cuando a uno se lo echan, al menos cuando se lo echan así sin
decir agua va, uno no se despega bien de la vida, no. (Silencio.) En
el Hoyo rápido se empezó a correr el rumor: mataron al Güerito que vendía
pistaches y cigarros. Y ahí vienen todos a ver, hasta mi madrina doña Eduviges
que vivía hasta el mero fondo del Hoyo apenas se enteró se envolvió su cobija y
fue corriendo bien excitada a ver qué pasaba… (Transportándose a aquel
momento, los distintos vecinos hablan a través de él:) “¿Ay compadre,
qué es eso?” “Pus creo que es su ahijado, comadre. Y creo que se lo echaron.”
“Ay, compadre, no me diga eso.” (Al público:) Porque ahí en el
Hoyo todo mundo es compadre y comadre de todo mundo, y todos ahijados de todos…
el incesto nacional. (Vecinos:) “¿Y sí se murió de verdad?”
“¡Pus que no está viendo el santo plomazo que le metieron en la barrigota,
comadre!” “Ay, compadre… no es posible, ¿y si llamamos a una ambulancia?” (Muy
incómodo:) “¡Una ambulancia! ¿Y pa’qué?, si ya está rete muerto.” “Y
entonces… ¿a la policía?” (Muy incómodo:) “A la policía,
comadre, no… y pa’qué? Luego les gusta a hacer preguntas y yo no, comadre, no
quiero… dejé mis chilaquiles a la mitad y ahorita ponerme a responder preguntas
pues como que… Además, la verdad… le voy a hablar claro. Yo creo que su ahijado
andaba metido en cosas raras, por algo lo mataron, ¿no?” “Ay, no diga eso, si
mi ahijado se veía bien buena gente.” “Pus por eso mismo comadre, mi larga
experiencia me ha enseñado que esos que tienen cara de buena gente ésos son los
peores.” Y ahí venían también los otros vecinos de chismosotes, como si los
llamaran a la pachanga: “Sí, yo estoy de acuerdo con don Lupe. Yo luego veía
que su ahijado como que caminaba raro… como que torcía las patas. Le voy a
decir algo, doña Eduviges, pero prométame que no se va a ofender. Pa’mí que ése
era un nahual.” “¡Ay, no me diga eso, no me diga que mi ahijado me salió
nahual, no, no, todo menos eso, señor!” “Pus no quiero perturbarla de más
comadre pero sí, tiene razón aquí éste, su ahijado era un nahual, y que se me hace
que de los peores.” “Si yo cada semana que le compraba de sus pistaches, cada
semana me andaban dando cascadas de un chorro que pa’que le digo...” “Ay,
también a mí, bueno, no tanto así como cascadas pero me empezaron a salir
lunares verdes aquí en la lengua, ¿quiere verlos?” “Sí, sí, a ver… Ay, si esos
son de nahual, sí.” “Ay, dios mío, y yo siempre creí que mi ahijado… pero no,
ahora que me ando acordando sí, desde que mi madrina me lo enseñó yo vi como
que… como que no era humano, no… que más bien parecía así como… si se retorcía
como culebra en su cuna, no, si ya lo veo clarito, era un bebé nahual, sí…” “Ya
ve, se lo dije, doña Eduviges, si yo tengo buen ojo para eso. La verdad,
prométame que no se va a ofender, pero la verdad qué bueno que lo mataron!”
“Ay, mi ahijado nahual, mal a gradecido, si debía ser por culpa de él que
siempre se me enchinchaba todo. Cochino desgraciado (le escupe al
cadáver.)” “Sí, por tu culpa nunca me casé.” (le escupe al
cadáver.) “Pues lamento mucho de todo mi corazón que su ahijado le
haya salido nahual, comadre. Ahora présteme su cobija que a los nahuales hay
que echarlos al basurero.” (Él mismo:) Yo sólo los escuchaba
y… (Hablándoles a los vecinos y tratando de impedir que lo envuelvan en
el petate, sin que lo escuchen:) “¡Qué! ¡A la basura! ¡No, por favor, a la
basura, no…! Mi madrina tiene razón, llamen a una ambulancia, a lo mejor
todavía me queda tantita vida. Les juro que fue una equivocación, era al Chuy
al que… No, espérense, no me arrojen en la basura, dejen esa cobija en paz,
espere…!” (Ve cómo envuelven su cuerpo y lo suben a la camioneta. Al
público:) Total, me envolvieron en la cobija de mi madrina, me
subieron a la camioneta de Don Lupe y me fueron a echar al basurero de La
ratonera… porque así se llaman nuestros barrios: El hoyo, La
ratonera, El pozo… Qué hijos de su chingada. Y mi madrina
resultó la peor, la más entusiasmada con eso de que yo era nahual. Pinche
madrina que me fue a encontrar mi mamá. La neta cuiden bien con quien andan
apadrinando a sus chamacos porque… Ahora resultaba que yo había sido el
culpable de que se enchincharan y de que nunca se casaran y de todas las muerte
multilaterales, ¿no? Total, llegaron al basurero, y na’más el culero de Don
Lupe empezó a darles instrucciones desde el volante. (Don Lupe:) “Ahora
sí, se acabaron todos los males del Hoyo, agárrenlo bien firme entre todos que
a este hay que echarlo lejos.” (Vecino 1:) “Sí, don Lupe,
usted díganos, usted díganos. Maldito nahual, vas a ver que ahora si me voy a
encontrar a mi chaparra. Ahora sí, uno, dos y…” (Doña Eduviges:) “Ay,
no, no, espérese, espérese, yo voy a querer mi cobija de vuelta.” “Pero si ya
está infectada de Nahual, doña Eduviges, ¿pa’qué la quiere?” “Bueno… yo… es
que… no me malentienda… ¿o qué usted me va a regalar una nueva?” “¡Pero una
cobija infectada de nahual es muy grave, doña Eduviges!”. “A ver, a ver, no hay
por qué discutir. Yo creo que esta cobija no alcanzó a infectarse. Yo como
compadre de mi comadre, me hago responsable. Cuiden que no se maltrate, ¿está
claro?”, “Sí, don Lupe, está claro. Pero va a tener que desinfectarla con un
mejunje anti-nahual que yo le voy a dar. Ahora sí. Una, dos, y…” (Él
mismo, viendo a su propio cuerpo en el basurero:) En los malditos
deshechos, ahí acabe, chingaos. Y no es por nada que a esa lugar le dicen la
ratonera, porque en un ratito ya todas las pinches ratas de por el rumbo
andaban de fiesta con mi cadáver. (Hablándole a las ratas:) “Ey,
shhuuuu, áyanse de aquí, ey, pinches ratas… ¡qué no saben respetar a los
muertos!” Y pinche susto que me llevé cuando vi que una rata sí me oyó, yo creo
que era una rata médium, porque volteó a verme y empezó a reírse en mi
cara… (la rata se ríe, él reacciona a la risa.) Ey, sshuuu,
aprenda a respetar a los muertos, que no porque estén en la basura... (La
rata se ríe. Luego él mismo se la mienta a la rata y se va de ahí. De espaldas
al público:) Entonces es que empecé a pulular como ánima por las
calles. (Se vuelve lentamente hacia el público:) Y veo que no
soy el único, sino que hay muertos pulule y pulule por todas partes, los
espíritus de todos los asesinados. Ahí andaban, chille y chille… sus cuerpos
columpiándose de dolor, y sus ojos… sus ojos llorando pero sin poder llorar,
secos, porque los muertos no lloramos, señor, sólo chillamos, ya no nos queda
ni el consuelo de las lágrimas, sólo el dolor y las ganas de lloriquear. (Ve
hacia lo alto como si se encontrara con un muerto pululando en las
alturas.) Y también veo que… arriba… en los puentes… rondando de un
lado a otro… al principio, no entendí… ey… shhh… (le chifla al muerto y
reacciona como si éste volteara a verlo.) Hasta que… me cayó el
veinte… eran las ánimas de todos los que habían colgado en el Hoyo y… al ver el
hueco de sus ojos, entonces… (Silencio, como si escuchara un llanto a
lo lejos.) Y de repente, entre tanta chilladera… que me encuentro al
Pipis sentado en una banqueta. (Hablándole al Pipis.) “Ei
Pipis, ¿qué haces aquí, cabrón?” (El Pipis le responde algo que el
público no escucha. Al público:) Ahí estaba, solo, y todavía
aguantándose las ganas de mear… (Al Pipis:) Tú Pipis, ¿qué
tanto haces? Si ya estas re muerto, ya pa’qué te andas aguantando… (El
Pipis responde.) ¿De veras?, (El Pipis responde.) ¿Dónde
está? (Le señala algo, él se vuelve.) ¿Con el de la cebolla?, ¿y
así lo metió a hervir con todo y tripas y luego…? (El Pipis le
responde.) Huy, Pipis, de veras que… en estas épocas los vivos ya no
saben ni lo que se comen. En fin, pues te dejo Pipis, por aquí andamos. (Se
despide del Pipis. Al público:) Pinche Pipis. La verdad yo no entendía
qué tanto se aguantaba, si ya estaba re-muerto el cabrón, y los muertos estamos
más secos que todos los huesos abandonados en el desierto, señora. Pero aún así
él seguía, con la cara no azul sino amarilla, aguantándose las ganas por el
resto de... Total, continué mi camino… ¡cuánto llanto flotando en el aire,
chingados!, y mientras tanto los que todavía andaban vivos caminando entre
nosotros como si nada... (señala a alguien.) Si ahí de pronto
veo a mi madrina que iba corriendo a ver ahora a quién enchinchaba… (se gira
al escuchar algo.) y ahí iba Baltasar colgado de mosca en el camión,
como siempre… y ahí pasaba el carrito de colchones, estufas y fierros viejos
que vendan... Todos… igual que siempre… y yo… ¿Qué no escuchan?,
¿no escuchan los llantos?, ¿cómo pueden caminar entre…? No, nadie oía nada…
cada uno seguía su camino y… (A uno del público:) ¿Le digo
algo, señor? Cada que sienta como algo raro, así como si alguien llegara por
atrás y de diera un zape… es porque el ánima de algún asesinado
anda chillando cerca de usted. Porque es lo único que podemos hacer, a veces,
los muertos, cuando la pinche rabia es tanta, es tanta que de tanta rabia les
damos zapes a los vivos… así… (A otro del público.) ¿No lo ha
sentido, señora? En el cuerpo… algo así como… como si la pellizcaran, sí porque
a los muertos podemos pellizcar, a veces de tanta pinche rabia que se nos
acumula quién sabe qué pasa que alcanzamos a dar el pellizco… (pareciera
que algo atraviesa su cuerpo, las ánimas a su alrededor.) O a veces…
sólo es cosa de parar bien la oreja y oír… y entonces uno se da cuenta… que más
allá del silencio… hay algo… que todos estos muertos no se han ido sino están
aquí, entre nosotros… ¿escuchan? (Silencio.) Bueno… pero
total, les andaba diciendo que… ¿qué? Ah, si, estaba en… Ah, canijos, como que
el tiempo ya se me hizo pegostes… ¿Arcelia? ¿Les andaba contando de Arcelia?
No, no… Arcelia, todavía no es tu turno, espérate tantito… Les andaba contando
de… ah, sí. La cosa es que me pongo a pulular por las calles, y puro pinche
muerto lloricón pa’donde quiera que volteaba. Y yo también, como que ya se me
estaba subiendo la chillona. Pero no… todavía no… había sido todo muy culero,
sí, pero… Me propuse hacer todas las cosas que no había podido hacer mientras
andaba vivo. Me metí al metro y me trepé en el vagón de hasta adelante, el del
conductor. Siempre había sido una ilusión de chamaco… de esas ilusiones
pendejas que uno tiene de escuincle. Y hasta se lo dije una vez a mi mamá, que
en paz descanse, que ella si pudo: mamá, me gustaría conducir el metro. Pero
ella puso unos ojos de espanto que… (La madre:) “¡Ay, mi’jo,
¿pero qué estás diciendo? Y pa’eso tantas horas de andar abriendo las patas!,
¡pa’que me digas que quieres andar de conductor de metro!, ¿sabes lo que quiere
ser el hijo de doña Eduviges? Piloto del avión presidencial del presidente de
USA, por qué mejor no lo andas imitando, ¿eh? Conductor de metro…” Y cuando vio
en lo que me había convertido: “Ay, mi’jo, cómo no te dejé cumplir tu sueño,
capaz y ahorita ya serías capitán de conductores de metro.” Total, me metí al
metro y me subí en la cabina del conductor… y ahí andábamos él y yo, y que me
entra la platicona, ahí anduve háblele y háblele… contándole lo culero que
había estado todo, sobre el Chuy y la cabrona de mi madrina y cómo me había
echado al basurero, hable y hable como si con las palabras tratara de drenar un
poco del dolor que me ahogaba. Y yo creo que él sí debía escuchar algo, porque
a veces se rascaba, y luego volteaba como a buscar algo, como si escuchara un
susurro del más allá. Total, ahí anduvimos un rato él y yo, yo un ánima bien
portadita, la neta. Nada de andarle queriendo hacer travesuras ni pellizcándolo
ni nada. Pero de pronto, allá adelante yo veo que: (al conductor:) “¡Oiga,
frénele!, ¿qué no ve? Allí en el frente, allí hay alguien… lo va a… ¡frénele,
frénele!” (cierra los ojos ante una inminente catástrofe. Pausa. Los
vuelve a abrir:) También en el metro… todos los cabrones que se habían
lanzado, penando justo ahí donde los habían despanzurrado. Total, salí a la
calle y… ¿ahora?, ¿qué chingaos? (se encuentra a mitad de alguna calle
sin saber qué hacer ni a dónde ir) Pus me metí al “Tenptation”, ahí
donde según esto estaban las chamacas del Hoyo más sabroso… digo… las chamacas
más sabrosas del Hoyo, de las muy pocas que aún quedaban… ¡El tenptation!, ¡un
palacio en medio del Hoyo! ¡como la pinche torre del tal señor Babel construida
entre toda esa pinche miseria! ¡Y no saben qué morras!, (a uno del
público:) tiene que ir a verlas, señor, que su esposa le dé permiso
ahora que aún anda vivo porque… Yo siempre había querido entrar, pero… la neta,
una cerveza la cobran como si le vendieron a uno la vida eterna, que, por
cierto, ahora como andan las cosas… pero estos del tentptation sí se pasaban, y
si le llevan su bebida adulterada, le cobran un extra, señor. Y una vez sí
junté. Estuve toda una semana vende y vende pepitas de sol sol hasta que junté
mi billete de a 500. Me cambié mi playera de super-man y me puse una del
Capitán América, señora. Llegué con mi billete de a quinientos pero el cabrón
de la entrada que me ve, me barre, y le dice a su pareja: (El guardia
dirigiéndose al otro guardia:) “Este no pasa, Mike”, (Él
mismo:) ”Ah, chingaos, cómo que no paso, si aquí traigo mi billete de
a quinientos”, (El guardia:) “No, tú no pasas. Si es el que
vende pepitas aquí afuera, Mike, ¿qué van a decir si lo ven allí adentro?”
“Oiga, mire, en primer lugar no son pepitas, no confunda. Y en segundo lugar,
si aquí traigo mi billete, oiga, cómo que no…” “¿Qué no escuchaste que tú no
pasas? Ándale, ya lárgate de aquí.” “Ah, ¿que no paso?” Y que me pongo de
gallito, señor, y pffff (se dispone a golpear al guardia pero el
golpeado es él.) Fui a acabar hasta… Pero ahora sí, ya de muerto,
aprovechando que no me veían, entré viéndolos ahora yo con la barbilla bien
parada. Y apenas entro, que me encuentro al cabrón del Natas y el Chanclas, ahí
con sus cadenotas de oro y sus dedos llenos de brillantes, rodeados de morras y
risa y risa… cuántas vidas se debían esos cabrones, y me cae que entre más
vidas más morras y más brillantes y más risas… Total, me metí al salón del
fondo donde estaban dando espectáculo la Ruby candente… y ahí estaba ella, no
sabe qué espectáculo, señora, muévese y muévese, encancendiendo a todos con sus
rubís, dándole y dándole. (La rubí candente baila frente a él.) Ahí
estuve un rato en primera fila, y luego, pus que se me ocurre algo ¡Si nadie te
está viendo, güey!, que me dije yo a mí mismo, y entonces que me subo al
escenario y me acuesto abajito de la rubí pa’mejorar la panorámica… y ahora sí,
nadie iba a molestarme, ahí estuve… pero de pronto veo que… (mirando su
pantalones, a la altura del sexo) algo pasaba, como que no… (hablándole
a su sexo:) Ei, tú güey, qué pasa, por qué no reaccionas… pus no ves
que ahí está la Rubí, es lo que siempre habías andando deseando, ¿no?… (al
público:) Pero na’más no reaccionaba, ahí se quedaba como cáscara de
plátano deprimido. Y ahí fue cuando descubrí, señorita: lo que se nos va junto
con la vida es eso, el deseo. ¿Por qué eso es la vida, no? Puro andar deseando
siempre, deseé y deseé todo el tiempo, y cuando el tiempo se nos agota lo único
que queda es la tristeza. Y eso que lo intenté, ¿eh? Uhhhhh… me canso ganso que
lo intenté. Me puse a darle… y a darle y a darle… hasta que después de mucho,
pero de mucho darle, que salta un espectro de chorro todo deslactosado. Hasta
dio pena verlo, la neta. Total, salí del tenptation más agüitado de lo que
había entrado… ¿pero y entonces? Pues me metí al pinche cinépolis de por mi
barrio, aprovechando que… pues que tenía permanencia voluntaria ahora sí que…
pus hasta después del fin de los tiempos, ¿no? Ahí estuve un rato, vagando de
una sala a otra. Pero la neta qué mamadas hacen ahora… me acuerdo bien,
acababan de estrenar la fregadera esa de Avatar, ¿qué es eso? ¿Alguno la vio?
Es que a quién le quieren ver la cara con esos pinches pitufos… Nada como las
que veía de chamaco, cuando hacían películas de a de veras. “Hasta el viento
tiene miedo”, uuuuu…. ¡Aso madre!, esas cosas sí eran de verdad, no las
pendejadas de ahora. ¡Avatar! Pero lo peor no fue el pinche Avatar, lo peor fue
que en una función me tocó detrás un grupo de fans disfrazados de Avatar. ¡No
chinguen, ahora sí que no chinguen, me cae que esas sí son faltas a la
moralidad! Estuvieron ahí eche y eche desmadre toda la función, y mientras
tanto yo detrás de ellos amordazado por el dolor… De veras que nunca ante había
sentido tantas ganas de patearle el asiento al de adelante: “ándeles, cabrones,
por andar de payasitos con sus disfraces, ahora toda la peli no se las voy a
dejar ver en paz…” ah, chingaos, cómo me hubiera gustado, si al menos los
muertos tuviéramos ese privilegio, el de golpearle el asiento al de adelante…
ahhhh… y más me hubiera gustado que voltearan a hacérmela de tos y… aso madre,
que vieran que atrás no había nadie. Eso hubiera estado bueno, me cae que hasta
al pinche Avatar de verdad se le hubiera quitado su cara de pitufo pendejo y se
hubiera puesto amarillo. Total, salí más emputado de lo que había entrado… y
pa’colmo, apenas salgo, me encuentro con otras almas en pena que andaba a la
entrada del cine chille y chille. Inmediatamente los reconocí. Era la
quinceañera con sus chambelanes… (los fantasmas de los mencionados
aparecen delante de él.) A ellos los habían matado en un salón de
bailes que estaba ahí donde ahora está el cine. Qué pinche historia esa. A un
día de sus quinceaños, señora, estaban en pleno ensayo del vals de Chayanne
cuando en eso entran unos cabrones y pas pas pas… a todos parejo. Creo que
andaban tras uno de los chambelanes pero como todos tuvieron la mala suerte de
andar vestidos igual, pus a ponerlos a bailar a todos, ¿no?… Ahí estaban, en el
lugar mismo donde los sentenciaron, y entretanto los avatares pendejos saliendo
del cine risa y risa, y chille y chille, y risa y risa, y chille y chille y… y
cómo no iba a chillar la quinceañera, si ya lo tenían todo preparado, ¡todo! Ya
habían comprado el vestido, y no sabe qué vestido eh, color pistache pero
pistache de verdad, casi como los míos. Habían mandado a construir el pastel
más alto jamás visto en El hoyo, ya hasta habían alquilado la limosina pa’irse
a exhibir a la quinceañera por todo Reforma y… (Viendo a los ojos al
ánima de la quinceañera:) Yo creo que ella sí me reconoció, volteó a
verme, y creo que vio que… (le habla al fantasma de la
quinceañera:) Sí niña, soy yo, el que vendía cigarros y pistaches a
unas cuadras de aquí, también a mí… (continúa la narración con el
público:) Ella tenía la cara reventada de tanto chillar, y cuando me
vio yo también… como que me entraron unas ganas tremendas… unas ganas tremendas
de sentarme y ponerme a chillar con ellos… (haciendo todo lo posible
por contenerse.) Pero no, la chillona todavía no iba a ganarme la
batalla, todavía tenía algo que hacer… algo de lo que siempre… en realidad sólo
me quedaba por cumplir el que había sido mi único verdadero anhelo… sí… fui a
la casa de Arcelia… Arcelia… ahhh… creo que ella fue lo más cercano que conocí
al… (silencio.) En mi barrio decían que era una santa porque
ya andaba por los veintitantos y todavía andaba viva en El hoyo. Ella vivía
cruzando la avenida de los huesos, en una casa también bien chula. A veces yo
me paraba a unos metros de su casa y la esperaba a verla salir… ¿Por qué nunca
me atreví a acercarme y…? No, sólo me quedaba ahí, esperándola y esperándola, y
de tanto estar ahí esperándola hasta le fui a componer varios poemas.
“¡Arcelia, Arcelia, te amo con todo mi corazón herido y con todas mis arterias.
Arcelia, Arcelia, te amo tanto que por ti hubiera ido hasta Argelia!” ¿Si se
fijó que rima, señora? Porque un poema tiene que rimar, si no no es poema.
Luego ahora hay cada poeta que hace poesías y ni siquiera riman. De verdad.
Oiga, pues a quién le quieren tomar el pelo. Si luego yo me pongo a buscarle la
rima, por adelante, por atrás, por las entre líneas y na’más no la hay. Sí,
pues qué se creen, hacer poemas y que no rimen eso sí que… los míos si riman,
¿eh? Sí, señora… si yo lo hacía de verdad, no crea que era la pura faramalla,
no, yo me tomaba la profesión de hacer poesías de a de veras. Hasta me compré
un diccionario, y me quedaba ahí hasta que no encontraba la que rimaba. Uy, las
rimotas que llegué a encontrar, “ya llegó el otoño y a mí me lleva el coño.” Si
supiera, le fui a escribir poemas hasta a… a mi mamá, que en paz descanse, le
escribí varios, pero ella también ponía unos ojos de espanto que… (La
mamá:) “¿Qué es esto?” “Es un poema que te escribí, mamá, ¡y rima,
mira!” “Mejor harías poniéndote a trabajar, escuincle, que lo que hace falta
aquí es dinero, no estas mariconerías… y si me saliste maricón dímelo que
todavía ando a tiempo de agarrarme a otro pazguato que me haga otro.” Mi mamá…
uy, si les hablara de mi mamá, una gran señora, y lo que más me duele de todo
es que cuando pasó a mejor vida, que ella si pudo, todos muy compadres y
comadres pero a la mera hora nadie se paró ahí... Pero pa’qué hurgarle más a la
amargura. Mejor… ¿qué les andaba diciendo? Ah, sí, la cosa es que fui a casa de
Arcelia, y ahora sí que entro, señorita… y ahí todo estaba en silencio… sólo,
allá arriba, el murmullo de sus pasos. Eran los de ella, sí… Subí hasta su
cuarto y… ahí estaba ella, tocando el violín, porque ella era violinista,
señora. La única del Hoyo que se supiera que tuviera esas mañas… porque en El
hoyo nadie sabíamos tocar nada más que la puerta, y eso sólo algunos. Ahí me
quedé un rato, oyéndola, y de repente otra vez que se me sube la platicona: (Le
habla a Arcelia.) “¡Arcelia! ¡Soy yo! ¡El que vendía… el miniempresario que
trabajaba a unas cuadras de aquí! Me mataron, Arcelia. El pinche del Chuy hizo
un desmadre con la numeración y unos cabrones me soltaron un balazo aquí, mira…
Yo te juro… te juro que yo sólo… tú sabes, yo jamás me metí en nada ni con
nadie… yo sólo… yo lo único…” Así estuve un largo rato, háblele, y háblele,
parado en la entrada de la puerta, y entonces señor que se me ocurre algo, y
que me digo yo a mí mismo: “Oye, pus si ni te está viendo, güey, aprovecha.” Y
entonces que… (Silencio. Reacciona a algo que hace Arcelia. El público
no lo ve, pero por la reacción de él podría deducirse que ella se ha desnudado
o se cambiar de ropa. Él camina hacia ella, quien permanece invisible al
público. La envuelve en sus brazos, le besa el cuello. Gracias a la reacción de
él, el público logra ver que Arcelia percibe algo y quiere alejarse y él, desde
la ubicuidad de la muerte, trata de retenerla:) “Arcelia, ven… no
tengas miedo, soy yo… no tengas miedo… Por qué me tuve que esperar hasta ahora…
si de vivo hubiera podido… pero no… sólo hasta la muerte nos es posible cumplir
algunos sueños…” (Silencio. Regresa al presente-público:) Así
estuve un rato, tratando de revivir en su cuello el sabor del deseo, y
entonces… (Por un momento parece juntar miradas con Arcelia, pero
finalmente ella sale. Regresa a presente-público:) que me entran otra
vez unas ganas… unas ganas tremendas y… ahora sí que ya no me aguanto y que ahí
mismo se me sube el espíritu de la llorona y que me pongo a chillar… sí… no sé
por cuánto tiempo, chille y chille… debió haber sido mucho tiempo el que estuve
ahí porque ahora era de día y ahora de noche… hasta que entendí, sí… entendí
por qué todas las ánimas regresaban a chillar justito al sitio donde los
sentenciaron… Entendí por qué los colgados rondaban en los puentes y por qué
los túneles del metro estaban atestados con los espectros de todos los que se
habían lanzado… sí… no sé por qué… como si fuera por un instintito de perro uno
necesita regresar y ponerse a chillar ahí, justito donde dio el último suspiro.
Me despedí de Arcelia y regresé a mi calle. Y allí todo como si nada… nada
había pasado… ahí estaba el pinche de don Lupe fumando igual que siempre… ahí
iba otra vez el carrito de colchones, estufas y fierros viejos, y lo peor, el
pinche de Chuy ahí seguía risa y risa. Uyyyy, no sabe, la rabia que me entró.
Pero lo que más me emputó fue que cuando entré a mi cuarto había un pendejete
ahí, sentado en mi sillón viendo no sé qué mamada de talk show, risa y risa, el
cabrón (Hablándole al hombre:) “Qué haces aquí cabrón, este es
mi pinche cuarto, salte de aquí ahora mismo,” pero el güey seguía risa y risa,
y no sólo eso, sino que también había un perro ahí, echado justo donde yo había
caído… “Hijo de tu chingada… ¿qué no me oyes que te vayas de aquí? Cabrón, al
menos déjenme un sitio donde chillar en calma… y tú pinche perro, ¿no que los
perros tienen no sé cuántos pinches sentidos?, ¿qué no sientes que ahí cayó
muerto alguien?” (Al público:) El pinche perro na’más movió la
cola tantito y siguió ahí echado. Y sí, hasta que entendí qué hacía ese güey
ahí, porque de repente veo entrar a mi madrina muy rozagante la hija de
toditita su chingada madre. “¿Qué ha pasado, cachatoncito, todo bien?”, ¿qué ha
pasado cachetoncito? ¡Cachetoncito! Ahhhh… madrinita, ahora resulta que ya
muerto tu ahijado, te agarras este lugar pa’traerte a tus cachetoncitos… Y no
sólo eso, señor, sino ¿saben que traía en las manos?, ¡mis pistaches!, sí, las
que había preparado esa misma madrugada que… “mira mi amor, te traje esta
botanita”. Mira mi amor… pinche madrina que me fue a conseguir mi madre… ya les
dije que deben fijarse bien con quien apadrinan a sus chamacos, ¿verdad? Ah,
porque no sólo eso, sino que de pronto echan al perro a un lado, extiende su
cobija y se ponen a coger ahí mismo, en el misma cobija donde… cabrona, ¿pues
no que era nahual y no sé qué tantos? ¿No que mi mercancía estaba embrujada y
no sé qué…? Cabrones… hijos de su chingada… sálganse ahoritita de mi cuarto
porque… Ahí anduvieron coge y coge y yo maldice y maldice y ellos coge y coge,
como si a mi madrina coger sobre esa cobija la excitara más. Qué pinche rabia.
De veras que… lo que más nos frustra a los muertos es no tener el don de la
venganza… uno trae la venganza atravesada en el gaznate y… si yo pudiera… si
por mi fuera me orinaba sobre mi madrina y luego le sacaba las tripas y los
sesos al Chuy y al pendejo de don Lupe y… ¿Pero saben algo? De todas las cosas
que más me encabronan, lo que más más me emputa fue haber muerto así y ni
siquiera haber probado nada… sí, de verdad, ni madres, verdad, apenas un curado
o una cerveza en la navidad con mi mamá, eso sí, pero fuera de eso… qué
chingaderas, de haber sabido que iba a terminar así… me hubiera metido en el
business, me hubiera convertido en un cabrón, le hubiera pagado a mi madre un
hospital, me hubiera deshecho de esta comadre y le hubiera buscado una comadre
decente a mi mamá, un día hubiera llegado con Arcelia con los bolsillo
hinchados y con su violín último modelo y… si un buen día, puasss, bueno, al
fin y al cabo debía morir de esto, ¿no? Pero morir así tan a lo pendejo y ni
siquiera… de veras que… está para encabronarse, ¿no? Ahhhhh, pero eso sí, me
cae que nadie en El hoyo volvió a probar unos pistaches como los míos, ésa fue
mi venganza, ahora si van Al hoyo les advierto que no van a encontrar más que
puro pinche cacahuate amargo. Y ahora nada más una vez oí que unos compas
platicaban… (Breve silencio.) “¿Y qué pasó con el que vendía
pistahes, tú? Ya no lo he visto” “Pues ve tú a saber, creo que dicen que
resultó que era un nahual.” “¿Un nahual?, ¿y qué es eso, tú?” “¡Qué no sabes!,
los nahuales son así como… como…. Pues así como... pus quién sabe qué chingados
sean pero cuando uno se los encuentra hay que echarlos al basurero.” “Ahh, pues
sí, oye, y por cierto, cómo se llamaba ese güey?” “Pues… ve tú a saber.” (Al
púbico:) Ah, hijos de su chingada… Que cómo se llamaba ese güey, ¿cómo
se llamaba?, Yo… yo… pues yo tengo muchos nombres… los nombres de todos los que
han muerto así, a lo pendejo, y de los que nadie supo ni madres… y un chingo…
sólo es cosa de abrir bien los ojos y uno se da cuenta que el aire está plagado
de ánimas… que ya está agrio de tanto dolor… o no… a lo mejor no… a lo mejor de
ellos simplemente no queda nada… y a lo mejor yo soy sólo un actor y el aire es
el mismo aire de siempre y el sol el mismo sol de siempre, y otros niños
seguirán naciendo y seguirán riendo y seguirán jugando ahí donde otros cayeron,
y de esos que cayeron no permanecerá sino el olvido. (Sale.)
Se encuentra que están bailando thriller.
Al fondo veo que andaban bailando, me acerco y veo
que bailaban la de triler, ay güei, pues que me uno al baile, y anduve un rato,
pero pinche coreografía mamona. Yo quería meterle algo más sabroso, pero apenas
lo intentaba los pinches muertos se volteaban bien encabronados y me decían:
qué te pasa güei, por qué le cambias. Oye, pues algo más sabrosón. “Si no te
gusta te vas. Los muertos sólo bailamos la de thriller.” “Pero por qué… hay que
probar algo más sabroso.” “Ya te dije güei, si no te gusta te largas, ándale,
vete.” Baahhh, pinches muertos babosos, ahí los dejé haciéndole al payaso con
su thriller.