14/1/22

 

























Antón
Chéjov



Petición de Mano

Personajes
Stepan Stepanovich Chubukov, terrateniente
Natalya Stepanovna, su hija, veinticinco años de edad
Ivan Vasilievich Lomov, terrateniente hombre sano y robusto, pero sumamente aprensivo.
Vecino de Chubukov.
La acción tiene lugar en la hacienda de Chubukov.
Petición de Mano

Acto Único
Sala en casa de los Chubukov.


Escena I
Chubukov y Lomov.
Este último entra de frac y guantes blancos.
Chubukov.- (Saliéndole al encuentro) ¡Ivan Vasilievich! ¡A quién veo! ¡Qué alegría tan grande!
(Se estrechan la mano) ¡Precisamente!... ¡Qué sorpresa! ¿Cómo está?..., dígame.
Lomov.- ¡Muy bien, muchas gracias! ¿Y usted, como se encuentra?
Chubukov.- ¡Gracias a sus oraciones, ángel mío, vamos tirando! Pero; siéntese, se lo ruego. ¡No
está bien eso de olvidarse así de sus vecinos!... ¡Querido!... ¿Cómo viene tan de etiqueta? ¿Va
usted a alguna parte?
Lomov.- No. Vengo solamente a verle, estimado Stepan Stepanovich.
Chubukov.- ¡Y por qué entonces, vestido de frac. ¡Parece que estamos en Navidad y que va usted
de visitas!...
Lomov.- Verá... El asunto que me trae... (Tomándole de un brazo) He venido a verle, estimado
Stepan Stepanovich, para importunarle con un ruego... Varias veces tuve el honor de dirigirme a
usted y solicitar su ayuda, y siempre..., en fin... ¡Perdone!... ¡Estoy muy nervioso!... ¿Me permite
que beba un poco de agua, estimado Stepan Stepanovich? (Bebe)
Chubukov.- (Aparte) Este viene a pedirme dinero, pero no se lo daré. (A Lomov) ¿De qué se trata,
guapo mozo?
Lomov.- Verá usted, estimado Stepanovich... ¡Perdone!... Quiero decir... Stepan Estimadich...
¡quiero decir!... ¡Estoy terriblemente nervioso! ¡En una palabra, que solo usted puede ayudarme,
aunque yo no merezca tal honra ni tenga, derecho a su ayuda!
Chubukov.- Al grano, querido. ¡Diga lo que sea de una vez! ... Se trata de...
Lomov.- Ahora mismo... Al instante. El asunto que me trae... es solicitar la mano de su hija Natalya
Stepanovna.
Chubukov.- (Con alegría) ¡Ivan Vasilievich! ¡Querido! ¡Repita eso otra vez! ¡No sé si lo he oído
bien!
Lomov.- Digo que tengo el honor de solicitar…
Chubukov.- (Interrumpiéndole) ¡Entrañable amigo! ¡Me siento tan contento?... ¡Precisamente!
(Lo abraza y lo besa) Hace tanto tiempo que lo deseaba! ¡Fue mi sueño siempre!... (Vierte una
lágrima) ¡Siempre le quise, ángel mío, como a un verdadero hijo! ¡Que Dios les conceda el amor y
la concordia! ¡Siempre lo desee!... ¡Bueno!... ¿Y por que sigo aquí como un tonto? ¡La alegría me
ha dejado aturdido! ¡Completamente aturdido!... ¡Voy a llamar a Natasha!
Lomov.- (Emocionado) ¡Estimado Stepan Stepanovich! ¿Cree que puedo contar con su
asentimiento?
Chubukov.- ¿A un guapo mozo como usted... no va a dar ella su asentimiento? ¡Estará enamorada
como un gato! ¡Ahora vuelvo! (Sale)
Petición de Mano

Escena II
Lomov solo.
Lomov.- Tengo frío, estoy temblando como si fuera a examinarme… Lo principal era decidirse...
¡Si uno está tiempo y tiempo pensando empieza a vacilar, y si espera encontrar el ideal, el amor
verdadero, no se casa uno nunca! Brrrr… ¡Que frío! Natalya Stepanovna es una perfecta ama de
casa no está mal de exterior y es instruida. ¿Qué más puedo desear?... Con todo esto, y con tanta
excitación, ya empiezo a sentir el ruido de oídos. (Bebe agua) ¡Ya es hora de que me case! En primer
lugar he cumplido los treinta y cinco. ¡Edad, digamos, critica!... ¡En segundo, necesito hacer una
vida ordenada y bien organizada ¡Tengo una lesión de corazón, me dan constantes palpitaciones
y me excito y agito terriblemente!... ¡Ahora mismo, estoy sintiendo un temblor en los labios y un
tic nervioso en el párpado derecho! Sin embargo, para mí, lo más penoso es la falta de sueño... No
hago más que echarme en la cama y empezar a quedarme dormido, cuando de pronto, en el costado
izquierdo siento una punzada. Esta luego me sube al hombro y a la cabeza. Me levanto de un salto
como un loco, doy unas vueltas y me acuesto otra vez; pero apenas he empezado a adormecerme,
cuando de nuevo siento la punzada en el costado... ¡Y así lo menos veinte veces!... (Entra Natalya)

Escena III
Natalya.- ¡Vaya!... ¡Pero si es usted!... ¡Y papá diciéndome que era un comerciante que venía por
mercancía!... ¡Buenos días, Ivan Vasilievich!
Lomov.- ¡Buenos días, estimada Natalya Stepanovna!
Natalya.- Perdone que venga con el delantal puesto y sin arreglar. Estábamos pelando guisantes
para secarlos. ¿Por qué ha tardado usted tanto en venir a vernos? ¡Siéntese! (Se sientan) ¿Quiere
almorzar?
Lomov.- No, muchas gracias. He comido ya.
Natalya.- Fume si quiere. Ahí tiene usted las cerillas. Hace hoy un tiempo maravilloso... Ayer, en
cambio, llovía de tal modo que los mozos se pasaron el día entero de brazos cruzados... ¿Cuántas
gavillas ha recogido usted?... ¡Yo, por haberme sentido avariciosa y haber cortado la hierba de
todo el prado, temo ahora que el heno se me vaya a podrir! ¡Hubiera sido mejor esperar!... Pero,
¿qué veo?... ¿Viene usted de frac?... ¡Vaya, vaya! ¿Va usted a algún baile?... ¡Dicho sea de paso, le
encuentro embellecido!... Pero, bueno..., dígame, en serio..., ¿por qué viene hecho todo un figurín?
Lomov.- (Agitado) ¡Verá usted.... estimada Natalya Stepanovna!... ¡El caso es que he decidido
rogarle que me escuche!... ¡Claro que usted se extrañará, y hasta puede que se enoje..., pero lo
cierto es que yo... (Aparte) Tengo un frío terrible.
Natalya.- Que es eso, vamos a ver... (Pausa) Dígame...
Lomov.- Procuraré ser breve. Usted sabe, estimada Natalya Stepanovna!... que, desde hace mucho
tiempo, desde la misma infancia, tengo el honor conocer a su familia... Mi difunta tía y su esposo,
de quienes, como usted se sabe, heredé las tierras..., siempre tuvieron en la más profunda estima
a su padre y a su difunta madre... las familias Lomov y Chubukov mantuvieron siempre un trato
tan amistoso, que bien pudiera llamarse… de parientes. Además..., como usted tiene el honor
de saber..., mis tierras lindan estrechamente con las suyas... Si usted recuerda mi Pastizal de los
Bueyes limita con su bosquecillo.
Natalya.- Perdone que le interrumpa. Ha dicho usted “mi” Pastizal de los Bueyes... Pero, ¿acaso el
Pastizal de los Bueyes es suyo?
Lomov.- Es mío, sí.
Natalya.- ¡Esto sí que es bueno! El Pastizal de los Bueyes no es suyo, sino nuestro!
Lomov.- No, estimada Natalya Stepanovna. Es mío.
Natalya.- ¡Que novedad para mí. ¿Y de dónde saca usted que es suyo?
Lomov.- ¿Cómo que de dónde?... Me refería a ese pastizal que forma un cuchillo entre su pequeño
bosque de álamos y el pantano de Goreloe.
Natalya.- Justo..., sí. Pues es nuestro.
Lomov.- ¡No!... Se equivoca usted. Es mío.
Natalya.- ¡Entre en razón, Ivan Vasilievich... ¿Desde cuándo es suyo?
Lomov.- ¿Como que desde cuándo?... Desde que alcanzo recordar, fue siempre nuestro.
Natalya.- ¡Eso..., perdone!
Lomov.- ¡En las escrituras se ve, estimada Natalya Stepanovna!... ¡La propiedad del pastizal
fue discutida en un tiempo, eso es cierto: pero ahora todo el mundo sabe que es mío! ¡Esto no
admite discusión!... Verá usted. La abuela de mi tía había dejado libre de cargas y sin límite de
tiempo, el pastizal a los campesinos del abuelo de su padre de usted para beneficio de estos y
en pago a un cocimiento de ladrillos que se le hacía... Los campesinos del abuelo de su padre,
habiendo disfrutado, completamente gratis y durante cuarenta años del pastizal, se acostumbraron
a considerar las tierras como suyas. Sin embargo cuando salió la nueva orden…
Natalya.- ¿No es nada de eso que usted cuenta! ¡Mi abuelo, lo mismo que mi tatarabuelo, siempre
consideraron sus tierras como llegando al pantano de Goreloe…, lo cual quiere decir que el Pastizal
de los Bueyes era nuestro! ¡Aquí no hay nada que discutir! ¡Resulta hasta enojoso!
Lomov.- ¡Yo le mostraré el documento, Natalya Stepanovna!
Natalya.- ¡No!... ¡Sencillamente está usted bromeando o me quiere hacer rabiar!... ¡Vaya sorpresa!...
¡Conque tenemos unas tierras desde hace casi trescientos años y, de repente, vienen a declararnos
que no son nuestras!... ¡Perdone usted, Ivan Vasilievich, pero no puedo creer lo que oyen mis
oídos!.... ¡No es que me sea preciso ese Pastizal de los Bueyes! ¡su extensión no es mayor a cinco
hectáreas y no vale arriba de trescientos rublos…, pero me indigna la injusticia!... ¡Dígame lo que
quiera, pero por la injusticia no paso!
Lomov.- ¡Le suplico que me escuche!.... Los campesinos del abuelo de su padre, como ya tuve
el honor de decirle, cocían ladrillos para la abuela de mi tía… La abuela de mi tía, deseando
complacerles…
Natalya.- ¡El abuelo…, la abuela…, la tía!... ¡No comprendo absolutamente nada! ¡El Pastizal de
los Bueyes es nuestro y punto concluido!
Lomov.- ¡Es mío!
Natalya.- ¡Es nuestro!... ¡Aunque se pasara usted dos días intentando demostrarlo, y aunque se
vistiera usted con quince fracs, le digo que es nuestro, nuestro y nuestro! ¡No quiero nada suyo,
pero no quiero tampoco perder lo que es mío! ¡Ya lo sabe usted!
Lomov.- ¡El Pastizal de los Bueyes no me importa en absoluto! ¡Lo que quiero es mantener el
principio!... ¡Si lo desea, se lo regalo!
Natalya.- ¡Yo soy la que podría regalárselo a usted! ¡Todo esto es muy extraño, Ivan Vasilievich…!
¡Siempre le hemos considerado como un buen vecino…, como a un amigo!... ¡El año pasado
le prestamos nuestra trilladora, quedándonos nosotros sin terminar de trillar nuestro grano hasta
noviembre, y usted se porta con nosotros como si fuéramos gitanos!... ¡Me regala usted mi propia
tierra! ¡Perdone…, pero así no procede un buen vecino! ¡A mis ojos esto podría resultar, hasta….,
si quieres…, insultante!
Lomov.- ¡Entonces…, según usted…, yo soy un usurpador!... ¡Señora!... ¡Jamás me he adueñado de
tierras que no me pertenecen, y no tolero a nadie que me culpe de ello! (Dirigiéndose rápidamente
a la jarra de agua, bebe) ¡El Pastizal de los Bueyes es mío!
Natalya.- ¡No es verdad! ¡Es nuestro!
Lomov.- ¡Es mío!
Natalya.- ¡No es verdad!... ¡Y yo voy a demostrárselo! ¡Hoy mismo enviaré allá a nuestros
segadores!
Lomov.- ¡Cómo! ¿Qué dice usted?
Natalya.- ¡Que hoy mismo irán allá mis segadores!
Lomov.- ¡Pues sepa que yo les echaré!
Natalya.- ¡No se atreverá usted!
Lomov.- (Llevándose una mano al corazón) ¡El Pastizal de los Bueyes es mío!... ¿Lo entiende
usted?... ¡Mío!
Petición de Mano
Natalya.- ¡Tenga la bondad de no gritar! ¡Chille, si quiere, en su casa, pero aquí le ruego no rebase
los debidos límites!
Lomov.- ¡Si no fuera, señora, por las terribles palpitaciones que me acometen, y por lo que me
tiemblan las venas de las sienes..., me oiría usted!... (Gritando) ¡El Pastizal de los Bueyes, es
mío!...
Natalya.- ¡Nuestro!
Lomov.- ¡Es mío!
Natalya.- ¡Nuestro!
Lomov.- ¡Mío!
Petición de Mano

Escena IV
Los mismos y Chubukov
Chubukov.- (Entrando) Pero ¿qué pasa? ¿Por qué gritan así?
Natalya.- ¡Papá! ¡Di, por favor, a este caballero a quién pertenece el Pastizal de los Bueyes! ¡Si a
él o si a nosotros!
Chubukov.- (A Lomov) ¡El Pastizal de los Bueyes es nuestro... pituso!
Lomov.- ¡Pero, por Dios..., Stepan Stepanovich! ¿Cómo va a ser suyo?... ¡Póngase, al menos, en
razón!... Verá... La abuela de mi tía había dejado, libre de cargas y sin limitación de tiempo, el
pastizal a los campesinos de su abuelo de usted, para provecho temporal de estos... Los campesinos,
habiéndose beneficiado de la tierra durante cuarenta años, se habían acostumbrado a ella, y la
tenían por suya..., pero cuando salió la nueva orden…
Chubukov.- ¡Permítame, querido!... ¡Olvida usted que los campesinos no pagaban a su abuela...
era, precisamente..., porque se trataba de tierras litigio!... ¡Ahora, en cambio, no hay perro que no
sepa, precisamente..., que son nuestras!... ¿Seguramente no ha visto usted el plano?
Lomov.- ¡Puedo demostrarle que son mías!
Chubukov.- ¡Demostrarlo..., guapo mozo…, no podrá usted!
Lomov.- ¡Pues sí lo demostraré! 
Petición de Mano
Chubukov.- ¡Querido mío!... ¿Por qué gritar?... ¡A gritos es imposible demostrar nada!... ¡Yo no
quiero lo que sea suyo, pero tampoco tengo la intención de perder nada que sea mío!... ¿Por qué
iba a perderlo? ¡Si la cosa hubiera llegado al punto de que se pretenda discutirme la propiedad
del Pastizal de los Bueyes..., antes preferiría regalárselo a los «mujiks» que a usted!
Lomov.- ¡No entiendo! ¿Con qué derecho va usted a regalarme una propiedad que no es suya?
Chubukov.- ¡Permítame!... ¡Eso del derecho ya es cuenta mía!... ¡Además, joven, no estoy
acostumbrado a que me hablen en ese tono!... ¡Le doblo la edad, joven, y le ruego que se
dirija a mí sin excitaciones, etcétera!...
Lomov.- ¡No! ¡Sencillamente me toma usted por tonto, y se ríe de mí! ¡No solo dice que mis tierras
son suyas, sino que, encima, pretende que conserve la sangre fría y le hable comedidamente! ¡Ese
no es el proceder de un buen vecino, Stepan Stepanovich!... ¡Más tiene usted de usurpador que de
vecino!
Chubukov.- ¿Cómo? ¿Qué ha dicho usted?
Natalya.- ¡Papá! ¡Manda inmediatamente los segadores al pastizal!
Chubukov.- ¿Qué dijo usted, señor mío?
Natalya.- ¡El Pastizal de los Bueyes es nuestro y no lo cederé! ¡No lo cederé!
Lomov.- ¡Eso ya lo veremos! ¡Con mediación de la justicia, les demostraré que es mío!
Chubukov.- ¡De la justicia!... ¡Puede usted denunciarnos, señor mío! ¡Denúncienos cuando quiera!
¡Ya le voy conociendo bien! ¡Lo que buscaba usted era una ocasión para llevarnos a los tribunales!
¡Usted es un delator! ¡Toda su familia fue siempre amiga de pleitos! ¡Toda!
Lomov.- ¡Le ruego no ofenda a mi familia! ¡En la familia Lomov, todos fueron honrados! ¡Ninguno
de sus miembros fue jamás sometido a juicio por malversador de fondos como su abuelo!
Chubukov.- ¡En la familia Lomov eran todos unos locos ¡Todos!
Natalya.- ¡Sí! ¡Todos! ¡Todos!
Chubukov.- ¡Su abuelo fue un borracho; y su tía, la menor. Natalya Mijailovna, se fugó con un
arquitecto!
Lomov.- ¡Y su madre era torcida de espalda! (Llevándose la mano al corazón) ¡Ay! ¡La punzada
en el costado! ... ¡Ahora en la cabeza!... ¡Dios mío!... ¡Agua!
Chubukov.- ¡Su padre fue un jugador empedernido y un glotón!
Natalya.- ¡Y su tía una chismosa como no ha habido otra igual!
Lomov.- ¡Siento paralizárseme la pierna izquierda!... ¡Es usted un intrigante! ¡Ay! ¡El corazón!...
¡Y para nadie es un misterio que antes de las elecciones!... ¡Los ojos me echan chispas! ¿Dónde
está mi sombrero?
Natalya.- ¡Es una ruindad! ¡Es deshonesto y es feo! ...
Chubukov.- ¡Y usted mismo es un ser pérfido y un delator! ¡Eso es!
Lomov.- ¡Aquí está mi sombrero!... ¡Ay! ¡El corazón!... ¿Por dónde salgo? ¿Dónde está la puerta?...
¡Ay! ¡Me siento morir! ¡Llevo a rastras la pierna! (Se dirige a la puerta).
Chubukov.- (Gritándole a la espalda) ¡No se le ocurra volver a poner los pies en mi casa!
Natalya.- ¡Presente, si quiere, la denuncia! ¡Ya veremos lo que pasa! (Lomov sale, tambaleándose)

Escena V
Chubukov y Natalya Stepanovna
Chubukov.- ¡Que se vaya al diablo! (Pasea, preso de fuerte excitación)
Natalya.- ¡Se ha visto canalla semejante! Después de todo, ¿qué fe va uno a tener en los buenos
vecinos?
Chubukov.- ¡Es un granuja! ¡Un espantapájaros!...
Natalya.- ¡Vaya con el adefesio! ¡Se apropia las tierras ajenas, y encima se permite insultar!
Chubukov.- ¡Y que ese mico se atreva a pedir manos! ¿Eh?...
Natalya.- ¿A pedir manos?...
Chubukov.- ¡Claro! ¡Venía a pedir la tuya!
Natalya.- ¿Cómo?... ¿A pedir mi mano?... ¿Por qué no me lo dijiste antes?
Chubukov.- ¡Por eso esa seta..., esa salchicha..., se ha vestido de frac!
Natalya.- ¿A pedir mi mano?... ¡Ay!... (Cae, gimiendo en una butaca) ¡Que vuelva! ¡Que vuelva!
... 
Chubukov.- ¿Para qué va a volver?
Natalya.- ¡Pronto!... ¡Pronto!... ¡Me desmayo!... ¡Que vuelva! (Le da un ataque de nervios).
Chubukov.- Pero ¿qué te pasa? ¿Qué quieres?... (Se toma la cabeza entre las manos) ¡Qué
desgraciado soy! ¡Me pegaré un tiro! ¡Me ahorcaré!
Natalya.- ¡Me muero! ¡Que vuelva!...
Chubukov.- ¡Ah!... ¡Ya voy! ¡Déjate de llantos! (Sale escapado)
Natalya.- (Sola y entre gemidos) ¡Qué hemos hecho! ¡Que vuelva!...
Chubukov.- (Entrando rápidamente) ¡En seguida viene! ¡Uf! ¡Háblale tú...; yo no tengo ganas!
Natalya.- (Gimiendo) ¡Que vuelva!
Chubukov.- (Irritado) ¡Ya te he dicho que ahora viene!... (Recitando) «¡Oh, qué castigo, Señor,
ser padre de una hija mayor!... ¡Me cortaré el pescuezo! ¡Me lo cortaré..., desde luego! ¡Si hemos
insultado a un hombre, si le arrojamos de casa, ha sido por tu culpa! ...
Natalya.- ¡No! ¡Por la tuya!
Chubukov.- ¿De manera que ahora voy a resultar culpable?... (Por la puerta aparece Lomov)
Entiéndete tú con él! (Sale)

Escena VI
Natalya Stepanovna y Lomov
Lomov.- (Entra, dando señales de abatimiento) ¡Qué terribles palpitaciones! ¡Tengo paralizada la
pierna izquierda, y me dan punzadas en costado!
Natalya.- ¡Le ruego me perdone, Ivan Vasilievich!... ¡Nos hemos acalorado, pero ahora recuerdo
perfectamente que el Pastizal de los Bueyes, es en efecto, suyo.
Lomov.- ¡Qué terribles palpitaciones!... ¡El Pastizal de los Bueyes es mío!... ¡Ahora tengo el «tic»
en los dos ojos!
Natalya.- Conque ya sabe... El Pastizal de los Bueyes es suyo. Siéntese. (Se sientan). No teníamos
razón.
Lomov.- Yo..., era solo por cuestión de principios. La tierra, en sí, me es indiferente. Lo precioso
para mí es mantener el principio...
Natalya.- Justamente: el principio. Pero vamos a cambiar de conversación...
Lomov.- Tanto más cuanto que tengo las pruebas... La abuela de mi tía.., dejó a los campesinos del
abuelo de su padre...
Natalya.- Bueno, bueno... ¡Dejémoslo ya!... (Aparte) No sé cómo empezar. (A él) ¿Piensa empezar
a cazar pronto?
Lomov.- La caza de la codorniz, estimada Natalya Stepanovna, pienso empezarla después de la
siega... ¡Ah!... No sé si lo sabe usted; pero figúrese la desgracia que me ocurre... Mi perro «Ugadai»,
al que se sirve usted conocer, cojea.
Natalya.- ¡Qué lástima! ¿Y por qué?
Lomov.- No lo sé. Quizá se ha torcido una pata, o le ha mordido algún otro perro... (Suspirando)
¡Era el mejor que tenía..., y eso, sin contar el dinero que vale!... ¡Pagué por él a Mironov ciento
veinticinco rublos!
Natalya.- ¡Pues lo pagó usted demasiado caro, Ivan Vasilievich!
Lomov.- A mí, en cambio, me parece muy barato. ¡Es un perro magnifico:!
Natalya.- Papá pagó ochenta y cinco rublos por su «Otkatai!, y... «Otkatai» es mucho mejor que
«Ugadai».
Lomov.- ¿Que «Otkatai» es mejor que Ugádai» (Ríe) ¡Qué disparate!... ¡«Otkatai» mejor que
«Ugadai»!
Natalya.- ¡Claro que mejor!... ¡«Otkatai» es todavía joven..., esa es la verdad..., aún no es un
verdadero perro..., pero ni Volchanetsky le tiene mejor!
Lomov.- Perdone, Natalya Stepanovna, pero olvida usted que es hundido de hocico, y el perro
hundido de hocico es siempre peor.
Natalya.- ¿Hundido de hocico?... ¡Esta es la primera vez que oigo semejante cosa!
Lomov.- Le afirmo que tiene la mandíbula inferior más corta que la superior.
Natalya.- ¿Se la ha medido usted?
Lomov.- Se la he medido, sí... Para aventar la caza es bueno, pero para otra cosa dudo que pueda
servir.
Natalya.- En primer lugar, nuestro «Otkatai» es de buena casta... Es hijo de «Sapriagai» y de
«Stameska»..., mientras que el de usted, ¡vaya usted a averiguar qué casta es la suya!... Además, es
más viejo y más feo que un percherón.
Lomov.- ¿Que es viejo?... Podrá serlo, en efecto; pero yo no cambiaría cinco «Otkatai» de los
suyos por uno solo como él... ¡Qué ocurrencias!... ¡«Ugadai» es un perro, y «Otkatai»!... ¡Solo
discutirlo da risa!... ¡Iguales a su «Otkatai» podría uno encontrarlos a montones!... ¡Veinticinco
rublos resultaría un precio altísimo para él!
Natalya.- ¡Parece enteramente que lleva usted hoy dentro el demonio de la contradicción, Ivan
Vasilievich!... ¡Tan pronto se le ocurre inventar que las «Lujki» son suyas, como que «Ugadai» es
mejor que «Otkatai»!... ¡Me disgusta que una persona diga lo contrario de lo que piensa, y usted
sabe perfectamente que «Otkatai» es cien veces mejor que el tonto de su «Ugadai»!... ¿Por qué,
entonces, decir otra cosa?
Lomov.- Veo, Natalya Stepanovna, que me tiene usted por ciego o por necio... Su «Otkatai» es
hundido de hocico.
Natalya.- ¡No es verdad!
Lomov.- ¡Es hundido de hocico!
Natalya.- ¡Mentira!
Lomov.- ¿Por qué grita usted, señora?
Natalya.- Y usted ¿por qué dice esas tonterías?... ¡Es indignante! ¡Justo cuando le ha llegado el
momento de tener que pegar un tiro a su «Ugadai», se pone usted a compararlo con mi «Otkatai»!
Lomov.- Perdone... No puedo proseguir esta discusión... Me dan palpitaciones.
Natalya.- ¡Ya había reparado antes en que los cazadores que más discuten son los que menos
entienden!
Lomov.- ¡Señora! ¡Le ruego que se calle!... ¡Mi corazón está a punto de estallar!... (Con un grito)
¡Cállese!
Natalya.- ¡No me callaré hasta que reconozca que «Otkatai» es cien mil veces mejor que «Ugadai»!
Lomov.- ¡Cien mil veces peor! ¡Muera «Otkatai»! ¡Oh!... ¡Mis sienes, mi ojo, mi hombro!...
Natalya.- ¡El tonto de su «Ugadai», en cambio, no necesita morirse, porque ya está medio muerto!
Lomov.- (Llorando) ¡Calle! ¡Mi corazón está a punto de estallar!
Natalya.- ¡No callaré!

Escena VII
Los mismos y Chubukov
Chubukov.- (Entrando) ¿Qué pasa?
Natalya.- ¡Papá!... ¡Dilo sinceramente! ... ¿Qué perro es mejor: nuestro «Otkatai» o su «Ugadai»?
Lomov.- ¡Se lo suplico, Stepan Stepanovich!... ¡Diga solamente esto!... ¿Es su «Otkatai» hundido
de hocico o no?... ¿Lo es, sí o no?
Chubukov.- Y si lo fuera..., ¿qué importancia tendría?... A pesar de eso, no hay en toda la región
un perro mejor que él.
Lomov.- ¡Conteste, sin embargo, con franqueza!... ¿A que es mejor mi «Ugadai»?
Chubukov.- No se altere, querido. Veamos... El «Ugadai» de usted tiene excelentes condiciones...
Es de buena raza, con patas sólidas y fuerte de lomo, etcétera..., pero si quiere usted saberlo, guapo
mozo..., el perro tiene un defecto fundamental: es viejo.
Lomov.- Perdone... Me dan palpitaciones... ¡Atengámonos a los hechos!... ¿Recuerda usted en
la Umbría Maruskino a mi «Ugadai», oreja con oreja con el «Rasmajai» del conde, mientras su
«Otkatai» se quedaba atrás..., a toda una legua de distancia?
Chubukov.- ¡Se quedó atrás porque uno de los ojeadores le había dado un fustazo!
Lomov.- ¡Y con razón!... ¡Cuando todos los perros perseguían al zorro, su «Otkatai» a quien se
tiraba era al carnero!
Chubukov.- ¡Eso no es cierto, querido!... ¡Soy vivo de genio, por lo que le ruego dejemos esta
discusión!... ¡Si recibió un fustazo fue porque todo el mundo sentía envidia de que otro perro fuera
mejor que el propio! ¡Así es! ¡La gente es siempre igual! ¡Y usted, señor, peca de lo mismo! ¡Tan
pronto como se da cuenta de que hay un perro mejor que su «Ugadai»..., la toma conque si esto y
conque si lo otro!... ¡Tenga presente que yo lo recuerdo todo!
Lomov.- ¡Y yo también lo recuerdo todo!
Chubukov.- (Remedándole) «¡Y yo también lo recuerdo todo!»... ¿Qué recuerda usted, vamos a
ver?
Lomov.- ¡Oh, qué palpitaciones!... ¡La pierna se me paraliza!... ¡No puedo más!
Natalya.- (Haciéndole burla) «¡Oh, qué palpitaciones!»,.. ¡Vaya cazador que está usted hecho!
¡Lo que tendría usted que hacer es quedarse tumbado o aplastar cucarachas, y no meterse a cazar
zorros!... «¡Qué palpitaciones!»
Chubukov.- ¡A decir verdad, no sé por qué es usted cazador! ¡Precisamente por sus palpitaciones,
debería estarse sentadito en casa y no subirse a una silla de montar!... ¡Y todavía, si cazara usted...,
pero lo único que hace es discutir y entorpecer a los perros ajenos!... ¡Soy vivo de genio..., así que
dejemos esta conversación; pero conste que de buen cazador no tiene usted nada!
Lomov.- ¿Y usted? ... ¿Acaso es cazador? ¡No lleva otro objeto, cuando va de caza, que adular al
conde e intrigar!... ¡Oh, mi corazón!... ¡Intrigante!
Chubukov.- ¿Cómo dice? ¿Intrigante yo? (Gritando) ¡A callar!
Lomov.- ¡Intrigante!
Chubukov.- ¡Jovenzuelo! ¡Cachorro!
Lomov.- ¡Vieja rata! ¡Hipócrita!
Chubukov.- ¡Calla, si no quieres que te pegue un tiro como a una codorniz!
Lomov.- ¡Todo el mundo sabe que!..., ¡ay mi corazón!..., ¡su difunta esposa le pegaba!... ¡Mi
pierna! ¡Mis sienes! ¡Las chispas!... ¡Me caigo, me caigo!...
Chubukov.- ¡Y tú estás debajo de la suela del zapato de tu ama de llaves!
Lomov.- ¡Ya!... ¡Ya!... ¡Ya me ha estallado el corazón! ¡Ya se me ha desencajado el hombro!
¿Dónde está mi hombro? (Cae desplomado en una butaca) ¡Un médico! (Pierde el conocimiento)
Chubukov.- ¡Mozalbete! ¡Mocoso!... ¡Ay, me siento mal! (Bebe agua) ¡Me encuentro mal!
Natalya.- ¡Vaya cazador que está usted hecho!... ¡Un hombre que ni siquiera sabe montar a caballo!
(A su padre) ¡Papá!... ¿Qué le pasa? ¡Papá! ... ¡Mírale, papá!... (Con un chillido) ¡Ivan Vasilievich!...
¡Se ha muerto!
Chubukov.- ¡Me encuentro mal! ¡La respiración me falta! ¡Aire! ...
Natalya.- ¿Se habrá muerto? (Sacudiéndole por el brazo) ¡Ivan Vasilievich!...¡¡Ivan Vasilievich!...
¡Qué es lo que hemos hecho! ¡Se ha muerto! (Cayendo en una butaca) ¡Llamen al médico! (Le da
un ataque de nervios)
Chubukov.- ¡Ah! Pero ¿qué te pasa? ¿Qué quieres?
Natalya.- (Entre gemidos) ¡Se ha muerto! ¡Se ha muerto!
Chubukov.- ¿Quién se ha muerto? (Fijando los ojos en Lomov) ¡Se ha muerto, en efecto!... ¡Dios
mío!... ¡Agua! ¡Llamen al doctor!... (Acercando un vaso a los labios de Lomov) ¡No! ¡No lo
bebe!... ¡Eso significa que está muerto!... ¡Soy un desgraciado!... ¿Por qué no me habré pegado un
tiro? ¿Por qué no me habré cortado el cuello?... ¿Qué espero? ¡Denme un cuchillo! ¡Denme una
pistola! (Lomov empieza a moverse) ¡Parece que revive! ¡Beba un poco de agua! Así...
Lomov.- ¡Las chispas!... ¡La niebla!... ¿Dónde estoy?
Chubukov.- ¡Cásense de prisa y váyanse al diablo! ¡Ella da su consentimiento! (Uniendo las manos
de Lomov a las de su hija) ¡Da su consentimiento, yo les bendigo, y solo quiero que me dejen en
paz!
Lomov.- ¿Cómo?... ¿Qué? (Levantándose) ¿A quién?
Chubukov.- ¡Que ella está conforme! ¡Así que bésense y váyanse al diablo!
Natalya.- ¡Vive!... ¡Consiento, sí! ¡Consiento!
Chubukov.- ¡Bésense!
Lomov.- ¿Cómo? ¿A quién? (Cambia un beso con Natalya) ¡Encantado!... Perdone, pero..., ¿de
qué se trata?... ¡Ah, sí!... ¡Ahora recuerdo!... ¡El corazón!... ¡Las chispas!... ¡Qué feliz soy, Natalya
Stepanovna! (La besa en la mano) ¡Tengo paralizada la pierna!
Natalya.- ¡Yo!... ¡Yo también me siento muy feliz!
Chubukov.- ¡Parece que me han quitado una montaña de los hombros! ¡Uf!...
Natalya.- ¡Sin embargo..., tendrá usted que reconocer que «Ugadai» es peor que «Otkatai»!...
Lomov.- ¡Es mejor!
Natalya.- ¡Es peor!
Chubukov.- ¡Ya ha dado comienzo la armonía conyugal! ¡Que traigan champaña!
Lomov.- ¡Es mejor!
Natalya.- ¡Es peor! ¡Es peor! ¡Es peor!
Chubukov.- (Tratando de gritar por lo bajo) ¡Champán! ¡Champán!

-FIN