29/11/18

Celebration Harold Pinter

Celebration
Harold Pinter



Lambert
Matt
Prue
Julie
Russell
Suki
Richard
Sonia
Camarero


MESA UNO
Un restaurante. Dos banquetes.
Camarero.- ¿El pato es para...?
Lambert.- (Levanta su mano.) Mí.
Julie.- No.
Lambert.- No. ¿Entonces?
Julie.- Yo
Lambert.- ¿Y qué he pedido yo? ¿No fue pato?
Julie.- (Al camarero.) El pato es para mí.
Matt.- (Al camarero.) Pollo para mi señora y la ternera, yo.
Camarero.- Pollo para la señora.
Prue.- Muchas gracias.
Camarero.- ¿Y la ternera?
Matt.- Para mí.
(Coge una botella de vino y se sirve.)
Eso es. Frascati para las señoras. Y Valpolicella para el señor.
Lambert.- Y yo. Bueno, digo, ¿y yo? ¿Qué he pedido? No tengo ni idea. ¿Qué pedí?
Julie.- ¿Qué más da?
Lambert.- ¿Cómo que qué más da? Coño, a mí me da.
Prue.- Osso Bucco.
Lambert.- ¿Osso qué?
Prue.- Bucco.
Lambert.- ¿He pedido oso?
Matt.- Es un plato típico del sur de Italia.
Lambert.- Ah, claro. Fue eso del `Bucco ́ lo que me despistó.
Matt.- Como gilipollas.
Lambert.- ¿Perdona?
Matt.- Gilipollas, digo, también viene del italiano.
Prue.- Julie, Lambert, feliz aniversario.
Matt.- Salud.
(Brindan y beben.)
MESA DOS
Russell.- Creen en mí.
Suki.- ¿Quiénes?
Russell.- Ellos. ¿Quién va a ser? Ellos.
Suki.- Ah, ¿de veras?
Russell.- Sí. Me reconocen. Están invirtiendo en mí. En mis propuestas. Confían.
Suki.- Escucha. Te creo. De verdad. Te creo. No, en serio, de verdad. Estoy segura de
que confían en ti. Y hacen bien. Lo que digo es que, a ver, lo que quiero es que te forres,
hasta arriba, quiero que seas muy rico para que me compres casas y ropa interior cara y
así saber que lo nuestro va en serio.
(Beben.)
Russell.- Era sólo una secretaria. Nada más.
Suki.- Como yo.
Russell.- ¿Pero qué estás diciendo? No se parecía en nada a ti.
Suki.- Yo también fui secretaria.
Russell.- Ella, más que una secretaria, era como la chacha. Una cualquiera. Todas son
así, secretaruchas, correveidiles. Como los políticos. Adoran, aman el poder. Les das un
poquito de poder y se van a casa, llaman a sus amiguitas, cuchichean. Mira. Te soy
honesto. No hay muchos como yo por ahí. Me la jugó. Lo admito. Me cazó como a un
idiota.
Suki.- Sí, entre sus piernas.
(Pausa.)
Russell.- No sabes cómo se las gastan esas chicas. Esas empleadas.
Suki.- Ya lo creo que sí.
Russell.- No, no lo sabes.
Suki.- Créeme: Sí.
Russell.- ¿Cómo vas a saberlo?
Suki.- Podría describirte un par de archivadores o tres. Por detrás.
Russell.- Qué... ¿Qué?
Suki.- En mis tiempos. Cuando era una secretaria eficiente. Visité la parte trasera de
algún que otro mueble de esos.
Russell.- Ah, ¿en serio?
Suki.- Sí, sí. Escucha. Yo misma invertiría en ti si tuviese dinero. ¿Que por qué? Pues
porque creo en ti.
Russell.- ¿De qué va todo eso de los archivadores y...?
Suki.- Oh, eso pasó cuando era secretaria Ahora no lo haría, por supuesto. De ninguna
manera. Ni que decir tiene. La cosa era, mira, yo era tan excitable, que su excitación me
excitaba, pero ya no haría todas esas cosas, soy mayorcita y no una niña presumida, algo
tontorrona y confusa. ¡Pero que salvaje, ansiosa, coqueta y complaciente podía llegar a
ser! Había días en los que no daba abasto para llegar de un archivador a otro, estaba tan
excitada, era tan tenaz y voluble que daba miedo, los tíos no paraban de meterme mano,
la de cosas que me pedían hacer, ¡se salía de madre! Bárbaro. Pero volviendo a lo que
importa: Hacen bien en confiar en ti, ¿por qué no iban a hacerlo?

MESA UNO
Julie.- Ya se lo he dicho. Siempre lo hago. Pero no escucha. Se lo digo, pero no me
escucha.
Prue.- ¿No te escucha?
Julie.- Siempre se lo digo.
Prue.- (A Lambert.) ¿Por qué no escuchas a tu mujer? Está a tu lado contra viento y
marea. Es leal, no lo olvides.
Lambert.- ¿Una mujer leal? ¿Dónde?
Prue.- ¡Aquí! En esta mesa.
Lambert.- Para mujer leal la que tengo aquí debajo, como te lo cuento.

(Mira debajo de la mesa.)
Dios. Ya creo que es leal. Fuera de serie.
Julie.- ¿Por qué no te compras un coche y te tiras por un barranco?
Lambert.- Me adora.
Matt.- No, adora a los coches.
Lambert.- Con asientos de piel. Bien mulliditos.
Matt.- ¿Cómo era esa canción...?
Lambert.- ¿Cuál?
Matt.- Todas las mujeres tienen
En la rodilla una taba
Y un poquito más arriba
La olla de cocer habas.
Lambert.- Me encanta.
Matt.- Bien lo merece. ¿Sabes por qué? Es folklore.
Lambert.- Tiene estilo.
Matt.- Tradición y clase.
Lambert.- De lo que no queda.
Matt.- De lo que ya no hay, joder.
Lambert.- ¡Eh, eh, eh, Matt!
Matt.- ¿Qué?
(Lambert coge la botella de Valpolicella. Está vacía.)
Lambert.- Algo va mal.
(Matt se da la vuelta, busca.)
Matt.- ¡Camarero!

MESA DOS
Russell.- Bueno, sin rodeos: ¿Crees que mi carácter es... umm... agradable?
Suki.- Claro, claro que sí, lo es, lo es. Creo que sí. Claro. Bueno... quiero decir... Creo
que tu carácter podría ser agradable, el caso es que... a ver... cuando lo intentas, tener
un carácter agradable y eso, te pones a ello y resulta que te cuesta mucho porque no
tienes ningún carácter... Y eso, quiero decir.
Russell.- “¿Y eso?”
Suki.- Sí, como que... como que no tienes carácter. Ni por el forro, nada, cero, y eso.
Así. Pero vaya, nada de lo que preocuparse. Mírame a mí, por ejemplo. Yo tampoco. No
tengo carácter. Nada de nada. Soy un tronco a la deriva. Es un hecho. Un tronco. A la
deriva.
Russell.- Eres una puta.
Suki.- Una puta a la deriva.
Russell.- Sí. Y la corriente te empapa las bragas.
Suki.- Exacto. Eso es. Pero, ¿cómo lo sabes? Es que... quiero decir, yo no sabía que los
hombres pudiesen llegar a entender ese tipo de sensaciones. No lleváis bragas. Jamás
pensé que un tío pudiera entender, ni de lejos, como es que se te mojen las bragas. Los
tíos no llevan bragas.
Russell.- Zorra.
Suki.- No tanto.
Russell.- Zorra.
Suki.- Dios bendito. ¿Lo soy?
Russell.- Sí. Lo eres.
Suki.- ¿Lo soy?
Russell.- Sí. Lo eres.

MESA UNO
Lambert.- ¿Cómo era esa otra canción? Todo un clásico.
Matt.- Que ojos tienes morena
Que tetas más realzadas
Si me miras a los ojos
Mi ciruelo se dispara.
Lambert.- Esa. (A Julie.) ¿Te la sabes?
Julie.- No entra en mi canon, cariño.

Lambert.- Estamos en el mejor restaurante de la ciudad. Eso dicen.
Matt.- Eso dicen.
Lambert.- Esta cena es una mierda. ¿Sabes cuánto dinero gané el año pasado?
Matt.- Esta cena es una mierda.
Prue.- (A Julie.) Su madre me odió siempre. Desde la primera vez que me vio. Jamás
me regaló nada. Ni un detallito. Nada. No me hubiese dado ni un moco que se le cayera.
Julie.- Ya.
Prue.- Ni un moco. En serio.
Julie.- Todas las suegras son iguales. Aman a sus hijitos. Idolatran a sus retoños. No
quieren que ninguna mujer se los tire.
Prue.- Claro. Porque toda madre quiere follarse a su hijo.
Julie.- Toda madre.
Prue.- Todas.
Lambert.- Todas las madres quieren que sus madres se las follen.
Matt.- O que se follen a sí mismas.
Prue.- No, ahí te equivocas.
Lambert.- Explícate.
Matt.- Todas las madres quieren que sus hijos se las follen.
Lambert.- No, no, no, a ver, a ver...
Matt.- Lo que digo es que...
Lambert.- No, lo que yo digo es que... ¿cuántos años hay que tener?
Julie.- ¿Para qué?
Lambert.- Para que tu madre te folle.
Matt.- Los que sean, tío, los que sean.
(Todos beben.)
Lambert.- ¿Te ha gustado la cena, cariño?
Julie.- No ha sido como para tirar cohetes.
Lambert.- ¿No?
Julie.- No.
Lambert.- La traigo al mejor garito de la ciudad... me pulo una pasta... y no le parece
que es para tirar cohetes.
Matt.- No olvides que hoy es tu aniversario, por eso estamos aquí.
Lambert.- ¿De qué hablas?
Prue.- Tu aniversario de bodas.
Lambert.- Lo que no olvido es que estamos en el puto restaurante más caro de la
ciudad, y a ella no le parece como para tirar cohetes.
(Richard se acerca a la mesa.)
Richard.- Buenas noches.
Matt.- Buenas noches.
Prue.- Buenas noches.
Julie.- Buenas noches.
Lambert.- Buenas noches, Richard. ¿Qué tal?
Richard.- Perfectamente ¿Han ido al teatro?
Matt.- No, a un espectáculo de danza.
Richard.- Ah, ¿y de qué trataba?
Lambert.- Buena pregunta, joder.
Matt.- No sé qué contestarte.
Richard.- ¿Estuvo bien?
Lambert.- Increíble.
Julie.- ¿Increíble?
Matt.- Ninguno de ellos era la leche.
Richard.- ¿Qué tal la cena?
Matt.- Deliciosa.
Lambert.- Cinco tenedores. De primer orden.
Prue.- Fabulosa.
Lambert.- Pero mi mujer opina que no es para tirar cohetes.
Richard.- (Afectado.) ¿De veras?
Julie.- Me gusta uno de tus camareros.
Richard.- Oh, ¿cuál?
Julie.- Aquel del chalequito de piel.
Lambert.- Se lo quita para servir desayunos.
Julie.- Que ya es más de la ropa que te quitas tú.
Richard.- Estoy encantado de tenerles aquí.
Prue.- Ella dijo que la cena no era como para tirar cohetes. Cierto. Lo dijo. Que estaba
pasada, seca. Dijo... ¿cómo era?... Es mi hermana, ¿sabes?... Dijo, dijo que podría
hacerlo mejor con una mano entre sus piernas... dijo que, dijo que... no, no, en serio,
dijo que podría hacer una salsa más sabrosa que la que había en el plato con tan sólo
mear en él. Y no bromeaba, ¿eh? No, no, no, es mi hermana, y la conozco de toda la
vida, de toda la vida, desde que éramos unas pobres niñitas inocentes, unos bebés, desde
que dormíamos en nuestras cunitas y escuchábamos a mamá cagándose en la puta
madre de papá. Al día siguiente vimos la sangre que regaba las cortinas y... cuando la
niñera estaba en la despensa y... mi hermana y yo... y la niñera estaba en la despensa...
y la criada que debía estar en la despensa estaba en el almacén y el ama de llaves estaba
en la lavandería limpiando las cortinas llenas de sangre. Así es como nos educaron a mi
hermana y a mí y, desde luego que ella podría hacer una salsa mejor que ésta, con sólo
mearse en el plato.
Matt.- Bueno, debo decir, que nos encanta estar aquí.
Lambert.- Nos encanta.
Julie.- Nos, nos, nos encanta.
Matt.- Mucho, mucho.
Richard.- Gracias, de todo corazón.
(Prue se levanta y va hacia Richard.)
Prue.- ¿Puedo darte las gracias? ¿Puedo agradecerte todo esto personalmente? Me
gustaría agradecértelo, a mi modo.
Richard.- No hay porqué.
Prue.- No, no, no, no. Me gustaría hacerlo, a mi manera, de persona a persona.
Julie.- Quiere darte las gracias personalmente.
Prue.- ¿Puedo besarte? ¿En la boca?
Julie.- ¿No es curioso? Yo también quiero besarle en la boca.
(Se levanta y va hacia él.)
Porque he sido mala, y creo que no se me ha entendido bien. Yo nunca dije que no me
gustara tu salsa, me encanta tu salsa.
Prue.- Podríamos besarlo las dos en la boca. A la vez.
Lambert.- O hacerle cosquillas en las nalgas con una pluma.
Richard.- Me complace muchísimo. Muchísimo. Espero verles más tarde.
(Se va. Prue y Julie se sientan. Silencio.)
Matt.- Un tipo encantador.
Lambert.- Esa es la razón por la que éste es el mejor restaurante de toda Europa...
hacen hincapié en mantener un rigor incólume en el criterio que sustenta este sitio, ¿lo
entendéis? Ese criterio excelente se basa en otro criterio excelente, y así en lo sucesivo,
hasta las cotas de su puta madre...
Matt.- Con eso no juega.
Lambert.- ¿Jugar? Pues claro que no... ni aunque le fuera la vida en ello. ¡Se lo toma
muy en serio!
Prue.- Recuerdo a Richard en los viejos tiempos.
Matt.- ¿A qué tiempos te refieres?
Prue.- Cuando era chef.
(El móvil de Lambert suena.)
Lambert.- ¿Quién cojones llama?
(Contesta.)
¡Qué!
(Escucha brevemente.)
¡He dicho que no me llamen! ¡Estoy en mi aniversario de boda, joder!
(Cuelga.)
Gilipollas.

MESA DOS
Suki.- Estoy tan orgullosa de ti.
Russell.- ¿Sí?
Suki.- Yo sé que esa gente es legal. Porque confían en ti. Son buena gente.
Russell.- Sí, lo son.
Suki.- Y por eso cuando los conozca, cuando me los presentes, me tratarán con respeto.
¿O intentarán follarme detrás de un archivador?
(Sonia se acerca a la mesa.)
Sonia.- Buenas noches.
Russell.- Buenas noches.
Suki.- Buenas noches.
Sonia.- ¿Todo bien?
Russell.- Maravilloso.
Sonia.- ¿Todo es de su gusto?
Russell.- Completamente. Este sitio es el Number one hasta donde alcanzo a ver.
Sonia.- Muy agradecida por el cumplido.
Russell.- Lo digo desde las entrañas.
Sonia.- ¿Han ido al teatro?
Suki.- A la ópera.
Sonia.- Oh, ¿de veras? ¿A cuál?
Suki.- Bueno... era como un mogollón que te cagas. La gente cantaba y tal. Una
movida gorda, gorda. Y no dejaban de cantar y eso.
Russell.- (A Sonia.) ¿Puedo preguntarte algo?
Sonia.- Lo que sea.
Russell.- ¿Dónde te has formado?
Sonia.- Es curioso. Todo el mundo me lo pregunta. Parece que a todo el mundo le
interesa y no sé la razón. Les intriga mi formación. Ni idea del porqué. Supongo que lo
que pasa es que... cómo he llegado al cargo que ostento hoy en día... maitresse
d ́hotel... ¿o me equivoco? ¿Esa es la pregunta, verdad? Bueno, nací en Bethnal Green.
Mi madre era quiromasajista. No llegué a conocer a mi padre.
Russell.- Fabuloso.
Sonia.- ¿Querrían probar nuestro pudding de pan con mantequilla?
Russell.- En cantidades industriales.
(Sonia sonríe y se va.)
Russell.- ¿Llegué a hablarte del pudding de pan con mantequilla de mi madre?
Suki.- No, cuenta, por favor.
Russell.- ¿De verdad quieres que te lo cuente? ¿No lo dices por cumplir?
Suki.- Cariño. Dame tu mano. Así. La agarro fuerte. Por favor, cuéntame. Háblame del
pudding de pan con mantequilla de tu madre. ¿Cómo era?
Russell.- Era... como zambullirse en un océano de ambrosía.
Suki.- Que bello. Eres un poeta.
Russell.- Hubo un tiempo en que quise serlo. Pero mi padre no me apoyó. Decía que yo
era gilipollas.
Suki.- Te tenía celos, eso es todo. Eras una amenaza para él. Estaba convencido de que
querías conquistar a su esposa.
Russell.- ¿A su esposa?
Suki.- Ya sabes, ese rollo.
Russell.- ¿Qué rollo?
Suki.- Ya sabes.
(El camarero se acerca a la mesa y les sirve vino.)
Camarero.- ¿Les molesto si interrumpo?
Russell.- ¿Eh?
Camarero.- Digo, que si tienen alguna objeción a que me meta en la conversación.
Suki.- En absoluto.
Camarero.- Es que les oí hablar hace un ratito sobre T. S. Eliot.
Suki.- Ah, nos oíste.
Camarero.- Sí. Y pensé que quizás les interesaría saber que mi abuelo lo conocía
bastante bien.
Suki.- ¿En serio?
Camarero.- No digo que fueran amigos íntimos pero sí que se conocían más que si
fuera sólo de vista. Los conocía a todos de hecho, Ezra Pound, W. H. Auden, C. Day
Lewis, Louis MacNeice, Stephen Spender, George Barker, Dylan Thomas y unos pocos
años atrás se cogía cogorzas con D. H. Lawrence, Joseph Conrad, Ford Madox Ford, W.
B. Yeats, Aldous Huxley, Virginia Wolf y con Thomas Hardy y los suyos. A la vez mi
abuelo se labraba un futuro en la política. Algunos lo veían como un posible Ministro de
hacienda o de defensa pero en vez de eso decidió dirigir unas brigadas en la Guerra
Civil española, aunque tal y como fueron las cosas se fue a los Estados Unidos con su
buen amigo Ernest Hemingway... jugaban al gin rummy hasta el amanecer. También
hizo muy buenas migas con William Faulkner, Scott Fitzgerald, Upton Sinclair, John
Dos Passos... ya se sabe, toda esa panda de Chicago... por no mencionar a John
Steinbeck, Erskine Caldwell, Carson McCullers y otra gente del profundo sur. Lo que
trato de decirles es que, como hombre, mi abuelo trató de rodearse bien, tanto como
pudo. Nunca viajó sin su Biblia de bolsillo o su taco de billar. Tuvo una parcelita bien
grande en la vida intelectual y literaria de los años diez, veinte y treinta. Fue la madrina
de James Joyce.
(Silencio.)
Russell.- ¿Llevas mucho trabajando aquí?
Camarero.- Años.
Russell.- ¿Y seguirás por aquí cuando lo traspasen?
Camarero.- ¿Insinúa que piensan despedirme?
Suki.- No le harían eso a un chico tan encantador como tú.
Camarero.- Les seré honesto de una forma brutal, no creo que lograra recuperarme si
me hicieran algo así. Este lugar es como un útero para mí. Prefiero quedarme en el útero
antes que nacer.
Russell.- No te culpo. La próxima vez que hablemos de T. S. Eliot te enviaré una
invitación.
Camarero.- Eso me haría muy feliz. Gracias. Gracias. Gracias. Son increíblemente
amables.
Suki.- No, tú lo eres.
Camareros.- Amables y llenos de gracia.
(Se va.)
Suki.- Qué chico tan mono.

MESA UNO
Lambert.- No os vais a creer esto. No me vais a creer... y no lo digo sólo porque esté
entre amigos... y sé que se me conoce bien por confiar en mi familia y allegados...
porque saben que les apoyo en primera instancia... confían en mí visceralmente...
desde lo más profundo de su ser me respetan... de otro modo no diría esto. No os
confiaría lo que voy a decir si pensase que me detestáis como a una alimaña... no podría
ser abiertamente sincero si creyese que vosotros creéis que yo soy un montón de mierda.
Si pensase que vosotros querríais verme ahorcado, ahogado o descuartizado... Nunca
podría ser franco u honesto, si así fuera... Jamás...
(Silencio.)
Como iba diciendo, no vais a creerme, una vez me enamoré y la chica de la que me
enamoré me correspondió. Así fue, lo sé.
(Pausa.)
Julie.- ¿Hablas de mí, cariño?
Lambert.- ¿De quién?
Matt.- De ella.
Lambert.- ¿De ella? No, hombre, no jodas. Era una chica con la que solía pasear a la
orilla del río.
Julie.- Lambert se enamoró de mí en un autobús. El trayecto era corto, pero bastó.
Lambert temblaba, de puros nervios, lo recuerdo. (A Prue.) Cuando llegué a casa me
senté en tu cama, ¿verdad?
Lambert.- Daba largos paseos con aquella muchacha por el río. Era joven, y tan
inexperto...
Matt.- Es curioso. Nunca me enteré. Y eso que te conozco bastante bien.
Lambert.- ¿Cómo que me conoces bastante bien? No sabes nada de mí. ¿Quién coño te
crees que eres?
Matt.- Tu hermano mayor.
Lambert.- Estoy hablando de amor, tío. Amor del de verdad, me cago en la puta, de
caminar por la orilla del río cogidos de la mano.
Matt.- Lo vi el día que nació. ¿Sabéis lo que parecía? Un alcohólico, todo hecho pis
encima. No se mantenía en pie ni nada.
Julie.- Temblaba como una hoja en el otoño aquel día en el autobús. Nunca lo olvidaré.
Prue.- Estaba en casa cuando llegaste. Recuerdo lo que dijiste. Entraste en mi cuarto.
Te sentaste en mi cama.
Matt.- ¿Qué dijo?
Prue.- Normal, somos hermanas.
Matt.- ¿Y qué dijo?
Prue.- No lo olvidaré nunca. Te sentaste en mi cama. ¿Recuerdas?
Lambert.- Aquella chica estaba enamorada de mí... trato de contároslo.
Prue.- ¿Recuerdas lo que me dijiste?

MESA DOS
Richard se acerca a la mesa.
Richard.- Buenas noches.
Russell.- Buenas noches.
Suki.- Buenas noches.
Richard.- ¿Todo bien?
Russell.- De primera.
Richard.- Eso me alegra.
Suki.- ¿Puedo decir algo?
Richard.- Desde luego.
Suki.- Todo el mundo es tan feliz en su restaurante, hombres, mujeres. Usted hace a la
gente feliz.
Richard.- Nos gusta pensar que brindamos una brizna de alegría a nuestros clientes.
Russell.- Pues lo consiguen. Por ejemplo, mírenme a mí. Mírenme. Básicamente, mi
personalidad es la de un trastornado, soy lo que la gente suele llamar un psicópata. (A
Suki.) ¿A que sí?
Suki.- Sí.
Russell.- Pero cuando me siento en estas sillas, súbitamente mis tendencias sociópatas
se esfuman. No tengo la necesidad de exterminar a cada ser que veo, no tengo ganas de
ponerle una bomba en el culo a todo el mundo. Percibo algo completamente distinto, un
sentido de equilibrio, de armonía, amo a todos los comensales. Algo muy poco común
en mí. Normalmente siento unos deseos irremediables de exterminio hacia cualquier
persona que se me cruce. Pero aquí siento amor. ¿Cómo se explica?
Suki.- Será por el ambiente.
Richard.- Sí, nuestra ambientación se basa en todo aquello que no puede definirse.
Russell.- Cierto.
Suki.- Es intangible. Tiene mucha razón.
Russell.- Totalmente de acuerdo.
Richard.- Algo de lo que te sabes parte sin saber concretamente qué es.
Russell.- Yo tuve un profesor que nos hablaba de los distintos ambientes que nos
rodean. Vivía en una casita en un pueblo pequeño pero jamás nos invitó a tomar té.
Richard.- Es curioso que lo mencione, yo crecí en un pueblito también.
Suki.- ¿En serio?
Richard.- Sí, ¿no es extraño? En una casita en el campo.
Russell.- ¿En el campo campo?
Richard.- Recuerdo que mi padre me llevó una vez al bar del pueblo. Yo era así de alto.
Muy crío como para pedirme una pinta de cerveza, claro. Me dedicaba a observarlo
todo. Había unas vigas negras.
Russell.- ¿En el techo?
Richard.- Sosteniéndolo. Los viejos fumaban pipas, no había música, rollitos de queso.
Pepinillos, felicidad. Creo que este restaurante, al que tan amablemente ustedes tratan,
está inspirado en aquel bar de mi niñez. Espero que se hayan percatado de los pepinillos
con que les obsequiamos nada más tomar asiento.
Suki.- ¡Oh! ¡Qué idea tan genial!
Richard.- Sí. Creo que el concepto de este restaurante se basa en aquella taberna de mi
niñez.
Suki.- Qué conmovedor.

MESA UNO
Lambert.- Levanto mi copa.
Matt.- ¿Por?
Lambert.- Por mi mujer. Hoy, en este día de nuestro aniversario.
Julie.- ¡Cariño! ¡Te has acordado!
Lambert.- Quiero hacer un brindis, brinden conmigo, por mi mujer.
Julie.- Estoy impactada, de verdad, no sé qué decir, quiero daros las...
Lambert.- ¡Levanta tu puta copa y cierra la boca de una puta vez!
(Pausa.)
Julie.- Pero cariño, eso es un ataque directo. Normalmente no los hace, suele dar rodeos
con palabras dulces, pero esto no es normal. ¿Qué te pasa mi amor? Está resfriado, va a
ser por eso.
Lambert.- Quiero que todos brindemos por nuestro aniversario. Hemos estado casados
muchísimos más años de los que puedo recordar.
Prue.- Salud.
Matt.- Salud.
Julie.- Nuestros hijos no comparten esto con nosotros. Cuando eran unos niños
pasábamos mucho tiempo con ellos, cuidándolos.
Prue.- Lo sé.
Julie.- Jugando.
Prue.- Dándoles de comer.
Julie.- Ejerciendo de madres.
Prue.- Siempre me quisieron a mí más que a él.
Julie.- Los míos también. Yo era su diversión, su madre.
Prue.- Sí, yo también. Era la madre de mis hijos.
Matt.- No tienen memoria.
Lambert.- ¿Quiénes?
Matt.- Los niños. No tienen memoria. No se acuerdan de nada. No se acuerdan de
quienes son su padre y su madre. Un enorme agujero negro. No se acuerdan ni de sus
propias vidas.
(Sonia se acerca a la mesa.)
Sonia.- ¿Todo bien?
Julie.- Perfecto.
Sonia.- ¿Estuvieron en la ópera?
Julie.- No.
Prue.- No.
Sonia.- ¿En el teatro?
Prue.- No.
Julie.- No.
Matt.- Estamos de celebración.
Sonia.- ¡Dios mío! ¡Un cumpleaños!
Matt.- No. Un aniversario.
Prue.- Mi hermana y su esposo. Es el aniversario de su boda. Yo fui su dama de honor.
Matt.- Yo el padrino.
Lambert.- Yo el que estuvo a punto de follársela en el altar, pero justo entonces me
pararon.
Sonia.- ¿De veras?
Matt.- Lo detuve, ya tenía la cremallera bajada y todo y le tuve que dar una patada en el
culo. Hubiese sido un escándalo. La prensa mundial estaba en la puerta.
Julie.- Siempre fue tan impetuoso...
Sonia.- Que de gente tan variopinta hay en el restaurante.
Prue.- Sí que la hay, sí.
Sonia.- Sí, sí. Gente de todos lados. De todo el mundo. Suelo decir que no hace falta
hablar un idioma en concreto para saborear la buena cocina, ¿verdad? Es como el sexo,
¿verdad? No tienes que ser de ningún lado en particular para disfrutar con el sexo.
Conozco a belgas que disfrutan con el sexo. E incluso húngaros.
Lambert.- Sí, una vez conocí a un tipo de Venezuela.
Matt.- ¿Y le gustaba el sexo?
Lambert.- ¿El sexo?
Sonia.- Una vez conocí a un hombre de Marruecos y estaba muy interesado en el sexo.
Julie.- ¿Qué le pasó?
Sonia.- Me pone muy triste. Creo... creo que voy a llorar.
Prue.- Pobrecita. ¿Te abandonó?
Sonia.- Murió. En los brazos de otra. Mientras trabajaba. ¿Ven cuan trágica es mi
existencia?
(Pausa.)
Matt.- Yo sí que lo veo. No sé los demás.
Julie.- Yo sí.
Prue.- Yo también.
Sonia.- Que disfruten la velada.
(Se va.)
Lambert.- Es una mujer encantadora.
(El camarero se acerca a la mesa y les sirve vino.)
Camarero.- ¿Les importa que interrumpa?
Matt.- ¿Cómo?
Camarero.- ¿Les importa que me meta en la conversación?
Matt.- Tú mismo.
Camarero.- Es que hace un ratito escuché que hablaban sobre el Hollywood de los años
treinta.
Prue.- Oh, ¿nos escuchaste?
Camarero.- Sí, y pensé que quizás les gustaría saber que mi abuelo vivió algunos
buenos momentos con muchas de las estrellas clásicas del cine de aquellos años. Iba por
ahí con Clark Gable y Elisha Cook Jr. Y fue uno de los pocos ingleses en darse un
revolcón con Hedy Lamarr.
Julie.- ¡No!
Lambert.- ¿Cómo era en la cama?
Camarero.- Deliciosa, en sus propias palabras.
Julie.- Seguro que lo era.
Camarero.- También me hablaba de la mafia irlandesa de Hollywood. Existía una
íntima conexión entre algunas de las estrellas irlandesas más rutilantes del momento y
esta mafia. Al Capone y Victor Mature por ejemplo. Irlandeses los dos. También
estaban John Dillinger y Gary Cooper. Pero esos eran judíos.
(Silencio.)
Julie.- Da que pensar, ¿no crees?
Prue.- Pues sí.
Lambert.- ¿Ves a aquella chica en esa mesa? La conozco. Me la follé cuando ella tenía
dieciocho años.
Julie.- ¿Dónde? ¿En la orilla de un río?
(Lambert saluda con la mano a Suki. Suki le devuelve el saludo. Suki le susurra algo a
Russell, se levantan y van hacia la mesa de Lambert.)
Suki.- ¡Lambert! ¡Eres tú!
Lambert.- ¡Suki! ¡Me recuerdas!
Suki.- ¿Y tú a mí?
Lambert.- ¿Que si te recuerdo? ¡Que si te recuerdo!
Suki.- Es mi esposo Russell.
Lambert.- Hola Russell.
Russell.- Hola Lambert.
Lambert.- Esta es mi esposa Julie.
Julie.- Hola Suki.
Suki.- Hola Julie.
Russell.- Hola Julie.
Julie.- Hola Russell.
Lambert.- Y este es mi hermano Matt.
Matt.- Hola Suki, hola Russell.
Suki.- Hola Matt.
Russell.- Hola Matt.
Lambert.- Mi esposa Prue. Es la hermana de Julie.
Suki.- ¡No!
Prue.- Sí, y ellos dos son hermanos.
Suki.- ¡No!
Russell.- Hola Prue.
Prue.- Hola Russell.
Suki.- Hola Prue.
Prue.- Hola Suki.
Lambert.- Sentaos. Hagamos hueco. Bebed algo.
(Se sientan.)
¿Qué van a tomar?
Russell.- Un trago de ese vino tinto haría milagros en mí.
Lambert.- ¿Suki?
Russell.- Lo mismo para ella.
Suki.- (A Lambert.) ¿Sigues obsesionado con la jardinería?
Lambert.- ¿Yo?
Suki.- (A Julie.) Cuando lo conocí estaba absolutamente ofuscado con la jardinería.
Lambert.- Bueno, sí, moderadamente.
Julie.- Le gusta la hierba.
Lambert.- Eso es verdad. Me encanta la hierba.
Julie.- La verde.
Suki.- ¿Y las flores? ¿Te siguen volviendo tan loco?
Julie.- Las adora. El otro día llenó un bote de pis y luego lo echó encima de unas lilas.
Russell.- Mi padre era jardinero.
Matt.- ¿Y tu abuelo?
Russell.- No, mi padre.
Suki.- Es verdad, lo era. Siempre iba de aquí para allá con un cortador de césped.
Lambert.- ¿Sobre el asfalto?
Russell.- Él era así.
Matt.- ¿Y tu abuelo?
Russell.- No tengo abuelos.
Julie.- Es curioso, cuando conociste a mi marido te pareció que estaba obsesionado con
la jardinería. Yo siempre pensé que estaba obsesionado con los culos.
Suki.- ¿Sí?
Prue.- Sí, sí, un absoluto forofo.
Matt.- ¿Cómo... cómo sabes eso?
Prue.- Ay, no te preocupes, lo pasado pasado está.
Matt.- ¿A qué te refieres?
Suki.- A veces pienso que el pasado no es pasado sino presente.
Russell.- ¿Qué quieres decir?
Julie.- ¿Algo así como que ayer es hoy?
Suki.- ¿A ti también te pasa?
Julie.- Sí.
Matt.- Gilipolleces.
Julie.- No me gustaría vivir otra vez, con una es más que suficiente.
Lambert.- A mí sí me gustaría repetir. De hecho voy a empeñarme en ello. Voy a
regresar como una persona mejor, más civilizada, más amable, más humana.
Julie.- Imposible.
(Pausa.)
Prue.- ¿Dónde os conocisteis, Lambert y Suki?
Russell.- Detrás de un archivador.
(Silencio.)
Julie.- ¿Qué es un archivador?
Russell.- Una cosa en la que te metes detrás.
(Pausa.)
Lambert.- No, yo no. Te equivocas de hombre. Estoy de acuerdo con mi mujer. No sé
ni cómo será un archivador de esos. No lo reconocería ni aunque me topase con uno a la
vuelta de la esquina.
(Pausa.)
Julie.- ¿A qué te dedicas, Suki?
Suki.- Soy profesora de primaria.
Prue.- ¿Colegio mixto?
Suki.- ¿Y tú?
Prue.- Oh, Julie y yo, hacemos obras de caridad.
Russell.- Que trabajo tan exigente, ¿no?
Julie.- Sí, día y noche, ¿verdad?
Prue.- Hay tanto por hacer...
Matt.- (A Russell.) ¿Tú eres banquero, no?
Russell.- Exacto.
Matt.- (A Lambert.) Es banquero.
Lambert.- Y con un gran porvenir. Se le ve.
Matt.- Eso espero, eso espero.
Lambert.- ¿Cómo has sabido que era banquero?
Matt.- Por cómo se desenvuelve.
Lambert.- Ah, claro.
Suki.- ¿Y vosotros dos?
Lambert.- ¿Nosotros?
Suki.- Sí.
Lambert.- Somos... nos dedicamos a la estrategia. Matt y yo. Especialistas en
estrategia.
Matt.- Especialistas en estrategia.
Lambert.- No llevamos pistola.
(Matt y lambert se ríen.)
¡No nos hace falta!
Matt.- Somos especialistas en estrategia, pero pacíficos.
Lambert.- Alrededor del mundo. Mantenemos la paz.
Russell.- Maravilloso.
Lambert.- ¿Eh?
Russell.- Increíble. Hacen falta más como vosotros.
(Pausa.)
Más gente como vosotros. Tomando responsabilidades. Encargándose de los asuntos.
Manteniendo la paz. Fortaleciéndola. Fortaleciéndola. Más gente como tú y como tú.
Creo que voy a hablar con mi banco. Voy a irme a otro de más empaque. Voy a tener
una pequeña charla, sí, ya lo creo. Les llamaré para comer. Conozco un restaurante
perfecto. Todas las camareras tienen unas tetas así de grandes.
Suki.- ¿No estás llevando el asunto de las tetas demasiado lejos?
Russell.- La que lleva las tetas demasiado lejos eres tú.
(Pausa.)
Lambert.- Cuidado. Estás hablando de tu mujer.
Matt.- Muestra un poco de respeto.
Lambert.- Respétala, sólo pedimos eso.
Matt.- No es mucho pedir.
Lambert.- Pero es determinante.
(Pausa.)
Russell.- ¿Cómo está el negocio de la consultoría estratégica hoy en día?
Lambert.- Muy bien, chico, muy bien.
Matt.- Muy bien. Estamos a punto de recibir un cargamento con uno de los mejores tés
de la China.
(Richard y Sonia se acercan a la mesa con una botella del mejor champán. El camarero
llega con una bandeja llena de copas. Todos se quedan boquiabiertos.)
Richard.- Para celebrar el más entrañable de los aniversarios de bodas.
(Matt observa la etiqueta de la botella.)
Matt.- Es de primerísima calidad.
(Abren la botella. Richard sirve.)
Lambert.- ¡Lo mejor para el padrino!
Julie.- Lo mejor para nosotras.
Prue.- Las mujeres siempre ganamos.
Suki.- Me alegra saberlo.
Prue.- La mujer siempre gana.
(Richard y Sonia levantan sus copas.)
Richard.- Por la pareja feliz. Que Dios os bendiga. Que Dios os bendiga a todos.
Todos.- Salud. Salud...
Matt.- Que restaurante tan fabuloso.
Sonia.- Bueno, nos esforzamos. Nos esforzamos para que así sea y ahí reside la
diferencia. He de admitirlo.
(Lambert se levanta y se les acerca.)
Lambert.- Lo que decís significa mucho para mí. Dejadme abrazaros.
(Abraza a Richard.)
Y déjame darte un abrazo a ti también.
(Abraza a Sonia.)
Todo esto es tan extraño. Normalmente estas cosas no pasan. La gente, de normal,
guarda las distancias con los demás. Es un hecho. Yo qué sé, cualquier persona,
cualquier persona no sabe nada sobre la existencia de otra persona, ¿entendéis?
Matt.- Claro.
Lambert.- Pongamos una persona al azar. Pues bien, esa persona no sabe nada sobre
cualquier otra. Me he dado cuenta de eso.
Sonia.- (A Julie y Prue.) Que ustedes dos sean hermanas es algo que me ha tocado el
alma. Yo tuve una hermana. Pero se casó con un extranjero y jamás la volví a ver.
Prue.- Oh, pero algunos extranjeros no son del todo malos.
Sonia.- Sí, si en realidad son encantadores, lo digo de veras. Mucha gente de la que hay
hoy aquí son extranjeros. El marido de mi hermana tenía un encanto arrebatador, pero
tenía bigote. Tuve que darle un beso en la boda. Fue horrible. Tengo la piel muy
delicada.
Camarero.- ¿Les importa si interrumpo?
Richard.- ¿Perdón?
Camarero.- ¿Les importa que me meta en la conversación?
Richard.- ¿A qué te refieres?
Camarero.- Les escuché decir algo del imperio austro-húngaro hace un rato y me
preguntaba si quizás no habrían oído hablar sobre mi abuelo. Era amigo íntimo del
archiduque y una vez estuvo tomando té con Benito Mussolini. Jugaban todos juntos al
poker, Winston Churchill también, claro, menudo era. Una cosa peculiar de mi abuelo
era que las palmas de sus manos siempre le ardían. Tuvo una vida muy azarosa. Se
enamoró de la que luego resultó ser mi abuela, pero la perdió. Desapareció, creo, en una
tormenta de arena. En el desierto o algo así. Mi abuelo era todo lo que un hombre
querría ser entonces. Era alto, moreno, guapo. Lleno de bondad. Una vez le echó una
mano a un lisiado que arrastraba sus tripas sobre el fango. Lo levantó, le enseñó el
camino, le dio una dirección a seguir. En ese sentido era como Jesucristo. También fue
muy sociable. Le encantaba juntarse con los suyos, W. B. Yeats, T. S. Eliot, Igor
Stravinsky, Picasso, Ezra Pound, Bertolt Brecht, Don Bradman, Los Platters, Franz
Kafka y Abott y Costello. Él conoció a esta gente cuando ellos estaban solos, aislados,
cuando luchaban contra los elementos y las fuerzas de la naturaleza, cuando sufrían
inmensas heridas en su cuerpo, en sus estómagos, en sus piernas, en sus ojos, sus
gargantas, sus pechos, sus pelotas...
Lambert.- (Se levanta.) Richard, ¡Que cena!
Richard.- Me hace muy feliz.
(Lambert abre su cartera y desenrolla un fajo de billetes. Le da dos a Richard.)
Lambert.- Esto es para ti.
Richard.- No, de verdad, que no...
Lambert.- No, no, eso es para ti. (A Sonia.) Y esto para ti,
Sonia.- Oh, no, por favor...
(Lambert le mete los billetes por el escote.)
Lambert.- ¿Los pongo aquí?
(Sonia sonríe.)
No, te voy a decir algo... ¿Llevas liguero?
(Sonia sonríe.)
Ponlos en tu liguero. (Al camarero.) Aquí tienes hijo. Tú sabrás qué haces con ellos.
(Le pone un billete en el bolsillo.)
Que cena. Que restaurante. El mejor del país.
Matt.- Del mundo diría yo.
Lambert.- Exacto. (A Richard.) La cuenta es mía.
Russell.- No, no, por favor, no...
Lambert.- Es mi aniversario de bodas, ¿o no? (A Richard, refiriéndose a Suki.) ¡Eh! Su
cuenta es mía.
Julie.- (Refiriéndose a Russell.) Y la suya.
Lambert.- Ambas, ambas cuentas son mías. De todos modos...
(Abraza a Suki.)
Por los viejos tiempos, ¿eh?
Suki.- Vale.
Richard.- ¿Los veré por aquí pronto?
Matt.- Cuenta con ello.
Sonia.- Nos vemos pronto.
Prue.- Desde luego.
Sonia.- ¿En la próxima celebración?
Julie.- Desde luego.
Lambert.- Quedan muchas cosas por celebrar. Contad con ello.
Matt.- Muchas, muchas.
Lambert.- Ya lo creo.
(Matt chasquea dedos.)
Matt.- Como... Me tocaste los cojones
A las diez de la mañana
Y antes de la medianoche
Ya te tenía preñada
(Lambert se le une, chasqueando dedos igual que Matt.)
Lambert y Matt.- El albañil de mi pueblo
Tapa las rajas con yeso.
Lambert.- Pero para tapar la tuya
Otro material yo empleo.
(Lambert y Matt ríen. Suki y Russell se acercan a su mesa para coger sus enseres
personales.)
Suki.- Que amable por su parte invitarnos.
Russell.- Por algo será
Suki.- No creo. Bueno le gustaba mi... oh... ya sabes.
Riussell.- ¿Tú qué?
Suki.- Mi... ya sabes.
Lambert.- Que velada tan espléndida.
Julie.- Fabulosa.
Richard.- Nos vemos pronto.
Sonia.- Espero, en breve.
Matt.- Vendré a desayunar mañana mismo.
Sonia.- ¡Perfecto!
Prue.- Nos vemos pronto.
Sonia.- Pronto, pronto.
Julie.- Ha sido una noche maravillosa.
Sonia.- Espero verles pronto.
Russell.- Igualmente.
Suki.- Igualmente.
(Salen.)
Julie.- (Desde fuera.) Un placer conoceros.
Suki.- (Desde fuera.) Encantada de conoceros.
(Silencio.)
(El camarero se queda solo.)
Camarero.- Cuando era niño mi abuelo me llevaba a los acantilados para mirar el mar.
Me compró un telescopio. Creo que ya no se usan. A veces miraba por él y veía un
barco. El barco parecía enorme a través de la lente del telescopio. Veía a gente en el
barco a través del telescopio. Un hombre, a veces, y una mujer, o a veces dos hombres.
El mar resplandecía.
Mi abuelo me enseñó lo misteriosa que puede ser la vida. Aun hoy lo veo. Pero no soy
capaz de encontrar la puerta para salir. Mi abuelo sí. Y la cruzó. La dejó atrás y jamás se
dio la vuelta.
Hizo muy bien.
Ahora quiero hacer una última interrupción.
(Permanece quieto.
Oscuro lento.)

Harold Pinter CENIZAS

Harold Pinter 


CENIZAS 


PERSONAJES 
DEVLIN 
REBECCA 

Ambos en tomo a los cuarenta 

 Una casa en el campo.

Habitación en la planta baja. Una gran ventana.
Al fondo, el jardín.
Un sofá. Un sillón. Dos lámparas de pie.
Media tarde.
La habitación se oscurece durante el curso de la obra. La luz de las lámparas
se intensifica.
Hacia el final de la obra, tanto la habitación como el jardín que asoma al
fondo están apenas ligeramente definidos. La luz de las lámparas se intensifica
considerablemente, pero no ilumina la habitación.
Devlin de pie con una copa en la mano. Rebecca sentada.


Silencio.


REBECCA
Bueno... por ejemplo... se ponía de pie ante mí y cerraba el puño. Y
entonces me ponía su otra mano en la nuca y la aprisionaba acercándome
la cabeza hacia él. Su puño...me rozaba la boca. Y decía: "Bésame
el puño".

DEVLIN
¿Y lo hacías?

REBECCA
Oh, sí. Le besaba el puño. Los nudillos. Y entonces abría la mano y
me ofrecía la palma... para que se la besara... y se la besaba.

Pausa.

Y luego yo hablaba.


DEVLIN
¿Qué decías? Decías...¿qué? ¿Qué decías?
Pausa.

REBECCA
Decía «Ponme la mano alrededor de la garganta». Se lo murmuraba a
través de la mano, mientras se la besaba, pero él oía mi voz, la oía a
través de la mano, sentía mi voz en su mano, la oía allí.

Silencio.

DEVLIN
¿Y lo hacía? ¿Te ponía la mano alrededor de la garganta?

REBECCA
Oh, sí. Lo hacía. Lo hacía. Y la mantenía allí, muy suavemente, muy
suavemente, tan suavemente. Me adoraba, ¿sabes?



DEVLIN
¿Te adoraba?

Pausa.

¿Qué quieres decir, te adoraba? ¿Qué quieres decir?

Pausa.

¿Te refieres a que no te apretaba la garganta? ¿Te refieres a eso?

REBECCA
No.

DEVLIN
Entonces, ¿qué? ¿A qué te refieres?

REBECCA
Sí, me apretaba....un poco...la garganta, sí.Y por eso la cabeza se me
inclinaba hacia atrás, suavemente, pero de manera cierta.

DEVLIN
¿Y el cuerpo? ¿Hacia dónde se te iba el cuerpo?

REBECCA
El cuerpo se me iba hacia atrás, lentamente, pero de manera cierta.

DEVLIN
¿Así que las piernas se te abrían?

REBECCA
Sí.

Pausa.

DEVLIN
¿Las piernas se te abrían?

REBECCA
Sí.



Silencio.

DEVLIN
¿Sientes que estás siendo hipnotizada?

REBECCA
¿Cuándo?

DEVLIN
Ahora.

REBECCA
No.

DEVLIN
¿De verdad?

REBECCA
No.

DEVLIN
¿Por qué no?

REBECCA
¿Por quién?

DEVLIN
Por mí.

REBECCA
¿Por ti?

DEVLIN
¿Qué te parece?

REBECCA
Me parece que eres un cabrón.

DEVLIN
¿Yo un cabrón? ¡Yo! Debes estar de broma.
Rebecca sonríe.

REBECCA
¿Yo, de broma? Debes estar de broma.

Pausa.

DEVLIN
Entiendes por qué te hago estas preguntas, ¿verdad? Ponte en mi lugar.
Me siento en la obligación de hacerte preguntas. Hay tantas cosas
que no sé. No sé nada...sobre nada de esto. Nada. Estoy a oscuras.
Necesito luz. ¿O crees que mis preguntas no son legítimas?

Pausa.

REBECCA
¿Qué preguntas?

Pausa.

DEVLIN
Mira. Te agradecería mucho que me lo definieras más claramente.

REBECCA
¿Definirlo? ¿Qué quieres decir, definirlo?

DEVLIN
Físicamente. Quiero decir, ¿en realidad qué aspecto tenía? ¿Entiendes
lo que quiero decir? Longitud, envergadura...ese tipo de cosas. Altura,
anchura. Quiero decir, aparte de su...disposición, cualquiera que
fuera...o de su carácter...o de su categoría...espiritual...Simplemente
quiero, bueno, necesito...tener una idea más clara de él...bueno, no
una idea más clara...simplemente una idea, en realidad...porque no
tengo absolutamente ni idea...tal como están las cosas...de su aspecto.
Quiero decir, ¿qué aspecto tenía? ¿No me puedes dar una forma, una
forma concreta? Quiero una imagen concreta de él, ¿entiendes?...una
imagen que pueda llevar conmigo. Quiero decir, no haces más que
hablar de sus manos, una mano sobre tu cara, la otra en tu nuca, luego
la primera en tu garganta. Debe tener algo más que manos. ¿Qué me
dices de los ojos? ¿Tenía ojos?


REBECCA
¿De qué color?

Pausa.

DEVUN
Esa es precisamente la pregunta que te estoy haciendo... cariño.

REBECCA
Qué raro que me llamen cariño. Nadie me ha llamado nunca cariño.
Aparte de mi amante.

DEVLIN
No me lo creo.

REBECCA
¿No te crees qué?


DEVLIN
No me creo que él te haya llamado cariño jamás.

Pausa.

¿Crees que mi uso de la palabra no es legítimo?



REBECCA
¿Qué palabra?

DEVLIN
Cariño.

REBECCA
Ah, sí, me has llamado cariño. Qué curioso.

DEVLIN
¿Curioso? ¿Por qué?

REBECCA
Pues porque ¿cómo es posible que me llames cariño? No soy tu cariño.



DEVLIN
Sí lo eres.

REBECCA
Pues no quiero ser tu cariño. Es lo último que quiero ser. No soy el
cariño de nadie.

DEVLIN
Eso es una canción.

REBECCA
¿Qué?

DEVLIN
«Ahora no soy la chica de nadie».

REBECCA
Es «Ahora no eres la chica de nadie». Pero de todos modos, yo no
utilicé la palabra chica.

Pausa.

No te sé decir qué aspecto tenía.

DEVLIN
¿Lo has olvidado?

REBECCA
No. No lo he olvidado. Pero esa no es la cuestión. De todos modos, se
marchó hace años.

DEVLIN
¿Se marchó? ¿A dónde se fue?

REBECCA
Se fue por el trabajo. Tenía un trabajo.

DEVLIN
¿Cuál?



REBECCA
¿Cómo?


DEVLIN
¿Qué tipo de trabajo era? ¿Qué trabajo?

REBECCA
Creo que tenía algo que ver con una agencia de viajes. Creo que era
algo así como guía. No. No era eso. Eso era sólo un trabajo a tiempo
parcial. Quiero decir que ése sólo era parte del trabajo en la agencia.
Tenía un puesto bastante alto, ¿sabes? Tenía muchas responsabilidades.

Pausa.

DEVLIN
¿Qué tipo de agencia?

REBECCA
Una agencia de viajes.

DEVLIN
¿Qué tipo de agencia de viajes?

REBECCA
Era guía, ¿sabes? Guía.

DEVLIN
¿Guía turístico?

Pausa.

REBECCA
¿Te he hablado alguna vez de ese sitio...de la vez que me llevó a ese
sitio?

DEVLIN
¿Qué sitio?

REBECCA
Estoy segura de que te lo he contado.



DEVLIN
No, nunca me lo has contado.

REBECCA
Qué curioso. Juraría que sí. Que te lo conté.

DEVLIN
No me has contado nada. Nunca me habías hablado de él. No me has
contado nada.

Pausa.

¿Qué sitio?

REBECCA
Mmmh, era una especie de fábrica, supongo.

DEVLIN
¿Qué quieres decir, una especie de fábrica? ¿Era una fábrica o no lo
era? Y si era una fábrica, ¿qué clase de fábrica era?

REBECCA
Bueno, fabricaban cosas —exactamente igual que en cualquier otra
fábrica. Pero no era el tipo de fábrica normal.

DEVLIN
¿Por qué no?

REBECCA
Todos llevaban gorras...los obreros...gorras blandas...y cuando entró
él guiándome a mí se las quitaron, mientras me llevaba por los pasillos
entre las filas de obreros.

DEVLIN
¿Se quitaron las gorras? ¿Quieres decir que se descubrieron?

REBECCA
Sí.

DEVLIN
¿Por qué hicieron eso?

REBECCA
Él me dijo después que porque le tenían un gran respeto.

DEVLIN
¿Porqué?

REBECCA
Porque hacía un trabajo verdaderamente importante, dijo. Tenían una
fe absoluta en él. Respetaban su...pureza, su...convicción. Le seguirían
hasta el borde de un acantilado y se tirarían al mar si él se lo
pidiera, dijo. Y cantarían en coro, siempre y cuando él les dirigiera.
De hecho eran muy musicales, dijo.

DEVIN
¿Qué impresión les causaste?

REBECCA
¿Yo? Oh, fueron encantadores. Les sonreí. E inmediatamente todos y
cada uno de ellos me sonrió.

Pausa.
Lo único era que EL sitio era tan húmedo. Era extremadamente húmedo.

DEVLIN
¿Y no iban bien vestidos para el clima?

REBECCA
No.

Pausa.

DEVLIN
¿No habías dicho que trabajaba para una agencia de viajes?



REBECCA
Y otra cosa. Yo quería ir al lavabo. Pero sencillamente no lo encontré.
Miré por todas partes. Estoy segura de que había uno. Pero nunca
averigüé dónde estaba.

Pausa.

Sí que trabajaba para una agencia de viajes. Era guía. Solía ir a la
estación de tren local y recorrer el andén arrancando a todos los bebés
de los brazos de sus madres que gritaban.
Pausa.

DEVLIN
¿Ah, sí?


Silencio.

REBECCA
Por cierto, estoy muy angustiada.

DEVLIN
¿Ah, sí? ¿Por qué?

REBECCA
Bueno, es por la sirena de policía que hemos oído hace un par de
minutos.

DEVLIN
¿Qué sirena de policía?


REBECCA
¿No la has oído? Tienes que haberla oído. Sólo hace un par de minutos.

DEVLIN
¿Y qué?

REBECCA
Bueno, sólo que estoy muy angustiada.


Pausa.

Sólo que estoy increíblemente angustiada.

Pausa.

¿No quieres saber por qué? Pues te lo voy a decir de todos modos. Si
no te lo puedo decir a ti, ¿a quién se lo puedo decir? Pues te lo diré de
todos modos. Es que de repente me he dado cuenta. Quero decir
que...mientras la sirena se iba apagando en mis oídos, sabía que se iba
haciendo cada vez más fuerte para otra persona.

DEVLIN
¿Quieres decir que siempre la está oyendo alguien en alguna parte?
¿Es eso lo que quieres decir?

REBECCA
Sí. Siempre. Para siempre.

DEVLIN
¿Eso te hace sentir segura?

REBECCA
¡No! ¡Me hace sentir insegura! Terriblemente insegura.

DEVLIN
¿Por qué?

REBECCA
Odio que se vaya apagando. Odio que vaya desapareciendo el eco.
Odio que me vaya abandonando. Odio irla perdiendo. Odio que otra
persona la vaya poseyendo. Quiero que sea mía, todo el tiempo. Es un
sonido tan hermoso, ¿no crees?

DEVLIN
No te preocupes, siempre habrá otra. Ahora mismo hay una que viene
hacia ti. Créeme. Pronto la oirás otra vez. En cualquier momento.

REBECCA
¿Sí?

DEVLIN
Seguro. Son gente muy ocupada, la policía. Tienen tantas cosas que
hacer. Tienen tantas cosas de las que cuidarse, que vigilar. Reciben
señales continuamente, generalmente en código. No hay ni un minuto
del día en que no vayan a la carga por uno u otro rincón del mundo, en
sus coches de policía, haciendo sonar las sirenas. Así que te puedes
consolar con eso, por lo menos. ¿No? Nunca volverás a estar sola.
Nunca estarás sin una sirena de policía. Te lo prometo.

Pausa.

Escucha. Ese tipo del que estabas hablando...quiero decir, ese tipo del
que tú y yo estábamos hablando...por decirlo de algún modo...¿cuándo
le conociste exactamente? O sea, ¿cuándo ocurrió todo esto, exactamente?
No lo tengo...cómo puedo decirlo...no lo acabo de tener claro.
¿Fue antes de conocerme o después de conocerme a mí? La pregunta
tiene cierta importancia. Estoy seguro de que te das cuenta.

REBECCA
Por cierto, hay algo que me muero por decirte.

DEVLIN
¿Qué?

REBECCA
Fue cuando estaba escribiendo una nota, unas notas para la lavandería.
En fin...para decirlo sin rodeos...una lista para la lavandería. Pues
puse el bolígrafo en esa mesita, rodó y se cayó.

DEVLIN
¿¡No!?

REBECCA
Cayó rodando en la alfombra. Ante mis propios ojos.

DEVLIN
¡Vaya por Dios!

REBECCA
Este bolígrafo, este bolígrafo completamente inocente.


DEVLIN
No puedes saber que era inocente.

REBECCA
¿Por qué no?

DEVLIN
Porque no sabes dónde había estado. No sabes cuántas otras manos lo
han cogido, cuántas otras manos han escrito con él, qué ha hecho con
él otra gente. No sabes nada de su historia. No sabes nada de la historia
de sus padres.

REBECCA
Un bolígrafo no tiene padres.

Pausa.

DEVLIN
No puedes estar ahí sentada y decir cosas como ésa.

REBECCA
Sí puedo estar aquí sentada.

DEVLIN
No puedes estar ahí sentada y decir cosas como ésa.

REBECCA
¿Crees que no tengo derecho a estar aquí sentada? ¿Consideras que no
tengo derecho a sentarme en esta silla, en el lugar donde vivo?

DEVLIN
Digo que no tienes derecho a sentarte en esa silla o en o sobre cualquier
otra silla y decir cosas como ésa y no importa si vives aquí o no.

REBECCA
¿No tengo derecho a decir cosas como qué?

DEVLIN
Que ese bolígrafo era inocente.



REBECCA
¿Crees que era culpable?

Silencio.

DEVLIN
Te estoy dejando escurrir. ¿Lo has notado? Te estoy dejando deslizar.
O quizá sea yo el que ha tenido un desliz. Es peligroso. ¿Lo notas?
Estoy sobre arenas movedizas

REBECCA
Como Dios.

DEVLIN
¿Dios? ¿Dios? ¿Tú crees que Dios se está hundiendo en arenas movedizas?
Eso es lo que yo llamo una percepción verdaderamente asquerosa.
Si es que puede dignificarse con la palabra percepción. Vigila
cómo hablas de Dios. Es el único Dios que tenemos. Si le dejas ir, no
volverá. Ni siquiera mirará hacia atrás por encima del hombro. Y
entonces, ¿qué harás? ¿Sabes cómo será, un vacío así? Será como Inglaterra
jugando contra Brasil en Wembley y ni un alma en el estadio.
¿Te lo imaginas? Jugando las dos partes en un estadio totalmente vacío.
El partido del siglo. Silencio absoluto. Ni un alma mirando. Silencio
absoluto. Aparte del silbato del arbitro y de los insultos y peleas
de siempre. Apartarse de Dios significa que el grande y noble juego
del fútbol caerá en el olvido permanente. Ningún gol en la prórroga de
la prórroga de la prórroga, ningún gol en toda la eternidad, en un tiempo
sin fin. Ausencia. Estancamiento. Parálisis. Un mundo sin ganador.

Pausa.

Espero que te hagas a la idea.

Pausa.

Permíteme decir esto. Hace un rato hiciste...digamos que...hiciste una
referencia un tanto indirecta al tipo ese...¿tu amante?...y bebés y madres,
etcétera. Y andenes. Deduzco que hablabas de alguna atrocidad.
Permíteme que te pregunte esto: ¿qué autoridad crees poseer que te
otorgue el derecho de hablar de tal atrocidad?

REBECCA
No tengo tal autoridad. Nunca me ha ocurrido nada. Nunca le ha
ocurrido nada a ninguno de mis amigos. Nunca he sufrido. Ni tampoco
mis amigos.

DEVLIN
Estupendo.

Pausa.

¿Hablamos más íntimamente? Hablemos de cosas más íntimas, hablemos
sobre algo más personal, sobre algo dentro de tu experiencia inmediata.
Quiero decir, por ejemplo, cuando el peluquero te coge la
cabeza con las manos y empieza a lavarte el pelo muy suavemente y a
masajearte el cuero cabelludo, cuando hace eso, cuando tienes los ojos
cerrados y hace eso, tiene toda tu confianza, ¿no? No es sólo tu cabeza
lo que está en sus manos, ¿no? Es tu vida, es tu bienestar...espiritual.

Pausa.

Pues lo que quería saber era esto...cuando tu amante te ponía la mano
en la garganta, ¿te recordaba al peluquero?

Pausa.

Estoy hablando de tu amante. El hombre que intentó asesinarte.

REBECCA
¿Asesinarme?

DEVLIN
Darte muerte.

REBECCA
No, no. No intentó asesinarme. No quería asesinarme.

DEVLIN
Te ahogó y te estranguló. Casi no hay diferencia. Por lo que cuentas.
¿No?

REBECCA
No, no. Sentía compasión por mí. Me adoraba.

Pausa.

DEVLIN
¿Tenía nombre, el tipo este? ¿Era extranjero? ¿Y yo dónde estaba en
esa época? ¿Qué quieres que entienda? ¿Me fuiste infiel? ¿Por qué no
confiaste en mí? ¿Por qué no confesaste? Te hubieras sentido mucho
mejor. De verdad. Me hubieras podido tratar como un cura. Me hubieras
puesto a prueba. Siempre he querido que me pusieran a prueba.
Era una de mis ambiciones en la vida. Ahora he perdido mi gran
oportunidad. A menos que todo esto ocurriera antes de conocerte. En
cuyo caso no tienes ninguna obligación de decirme nada. Tu pasado
no es asunto mío. A mí no se me ocurriría hablarte de mi pasado. No
es que lo tenga. Cuando llevas una vida académica no te preocupas de
las pequeneces, ¿sabes?, tetas, ese tipo de cosas. Tienes la cabeza en
otros asuntos, si tienes una casera atenta, capaz de prepararte bacon y
huevos pasadas las once de la noche, si la cama está caliente, si el sol
se levanta en la dirección correcta, si la sopa está fría. Solamente de
Pascuas a Ramos haces mover el culo de la sirvienta, siempre y cuando
la haya —sirvienta, no culo— pero, desde luego, nada de eso viene
al caso cuando tienes esposa. Cuando tienes esposa dejas que el pensamiento,
las ideas y la reflexión tomen su curso. Lo cual quiere decir
que nunca dejas que gane el mejor. A la mierda con el mejor, ese
siempre ha sido mi lema. Al final es el hombre que agacha la cabeza
y avanza a través de no importa qué viento o qué clima el que triunfa.
Un hombre con agallas y perseverancia.

Pausa.

Un hombre a quien nada le importa una mierda. Un hombre con un
sentido rígido del deber.

Pausa.

No hay contradicción alguna entre estas dos afirmaciones. Créeme.

Pausa.



¿Sigues el hilo de mi argumento?

REBECCA
Ah sí, hay algo que he olvidado decirte. Fue curioso. Miré por la
ventana del jardín, por la ventana al jardín, a mediados de verano, en
esa casa de Dorset, ¿te acuerdas? Ah, no, tú no estabas. No creo que
hubiera nadie. No. Sólo estaba yo. Estaba sola. Estaba mirando por la
ventana y vi un montón de gente caminando a través del bosque, hacia
el mar, en dirección al mar. Parecían tener mucho frío, llevaban
abrigos, aunque hacía un día precioso. Un precioso y cálido día de
Dorset. Llevaban bolsas. Había...guías...conduciéndolos, guiándolos.
Cruzaron el bosque y les vi a lo lejos caminando por el acantilado y
bajando hacia el mar. Entonces los perdí de vista. Tenía bastante curiosidad,
así que subí a la ventana más alta de la casa y miré por
encima de las copas de los árboles y pude ver la playa. Los
guías...conducían a toda esa gente por la playa. Hacía un día tan bonito.
Estaba tan calmado y el sol brillaba. Y vi a toda esa gente adentrarse
en el mar. La marea los cubría lentamente. Sus bolsas flotaban en las
olas.

DEVLIN
¿Cuándo fue eso? ¿Cuándo viviste en Dorset? Yo nunca he vivido en
Dorset.

Pausa.

REBECCA
Ah, por cierto, alguien me dijo el otro día que hay un estado que se
conoce como elefantiasis mental.

DEVLIN
¿Qué quieres decir, «alguien te dijo»? ¿Qué quieres decir, «el otro
día»? ¿De qué estás hablando?

REBECCA
Elefantiasis mental significa que cuando derramas una onza de salsa,
por ejemplo, inmediatamente se expande y se convierte en un vasto
mar de salsa. Se convierte en un mar de salsa que te rodea por todas
partes y te ahogas en un voluminoso mar de salsa. Es terrible. Pero
todo es culpa tuya. Tú lo has provocado. No eres la víctima de ello,
eres la causa. Porque fuiste tú quien derramó la salsa en primer lugar,
fuiste tú quien pasó el bulto.

Pausa.

DEVLIN
¿El qué?

REBECCA
El bulto.

Pausa.

DEVLIN
Y bien, ¿cuál es la cuestión? ¿Estás dispuesta a ahogarte en tu propia
salsa? ¿O estás dispuesta a morir por tu patria? Bien. ¿Qué dices,
corazón? ¿Por qué no sales y te vas a la ciudad y te metes en un cine?

REBECCA
Qué curioso, en algún momento de un sueño...hace mucho tiempo...oí
a alguien llamarme corazón. Miré hacia arriba. Había estado soñando.
No sé si miré hacia arriba en el sueño o al abrir los ojos. Pero en el
sueño, una voz llamaba. De eso estoy segura. Una voz me llamaba.
Me llamaba corazón.
Pausa.
Sí.

Pausa.

Salí a la ciudad helada. Incluso el barro estaba helado. Y la nieve
tenía un color curioso. No era blanca. Bueno, era blanca, pero tenía
otros colores. Era como si hubiera venas recorriéndola. Y no era suave,
como es la nieve, como la nieve debe ser. Había montículos. Y
cuando llegué a la estación ferroviaria vi el tren. Había otras personas.

Pausa.



Y mi mejor amigo, el hombre a quien yo había dado mi corazón, el
hombre que supe, desde el momento en que nos conocimos, que era
para mí, mi amor, mi compañero más preciado, lo vi recorriendo el
andén arrancando a todos los bebés de los brazos de sus madres que
gritaban.

Silencio.

DEVLIN
¿Has visto a Kim y a los niños?
Ella le mira.
Hoy ibas a ver a Kim y a los niños.
Ella le mira fijamente.
Tu hermana Kim y los niños.

REBECCA
¡Ah, Kim! Y los niños, sí. Sí. Sí, claro que los he visto. He tomado el
té con ellos. ¿No te lo he dicho?

DEVLIN
No.

REBECCA
Claro que los he visto.

Pausa.

DEVLIN
¿Cómo están?

REBECCA
Ben ya habla.

DEVLIN
¿Ah, sí? ¿Qué dice?

REBECCA
Cosas como «Me llamo Ben». Cosas así. Y «Mamá se llama Mamá».

Cosas así.


DEVLIN
¿Y Betsy?

REBECCA
Gatea.

DEVLIN
¿No, de verdad?

REBECCA
Creo que empezará a andar antes de que nos demos cuenta. De verdad.

DEVLIN
Y probablemente a hablar también. Dirá cosas como «Me llamo Betsy».

REBECCA
Sí, claro que los he visto. He tomado el té con ellos. Pero...mi pobre
hermana...no sabe qué hacer.

DEVLIN
¿Qué quieres decir?

REBECCA
Bueno, él quiere volver, ¿sabes?...llama una y otra vez pidiendo que le
deje volver. Dice que no lo puede soportar, dice que ha dejado a la
otra, dice que está viviendo solo, ha dejado a la otra.

DEVLIN
¿Y es verdad?

REBECCA
Dice que sí. Dice que echa de menos a los niños.

Pausa.

DEVLIN
¿Echa de menos a su mujer?

REBECCA
Dice que ha dejado a la otra. Dice que nunca fue nada serio, ¿sabes?,
que sólo fue sexo.

DEVLIN
Ah.
Pausa.
¿Y Kim?
Pausa.
¿YKim?

REBECCA
Nunca le dejará volver. Nunca. Dice que nunca compartirá la cama
con él otra vez. Nunca. Jamás.

DEVLIN
¿Por qué no?

REBECCA
Nunca jamás.

DEVLIN
¿Pero por qué no?

REBECCA
Claro que he visto a Kim y los niños. He tomado el té con ellos. ¿Por
qué me lo has preguntado? ¿Creías que no les había visto?

DEVLIN
No. No lo sabía. Sólo que dijiste que ibas a tomar el té con ellos.

REBECCA
¡Pues claro que he tomado el té con ellos! ¿Por qué no iba a hacerlo?
Es mi hermana.

Pausa.

Adivina dónde fui después del té. Al cine. Vi una película.

DEVLIN
¿Sí? ¿Cuál?

REBECCA
Una comedia.

DEVLIN
Aja. ¿Era divertida? ¿Te reiste?

REBECCA
La otra gente se reía. Los otros miembros del público. Era divertida.

DEVLIN
¿Pero tú no te reíste?

REBECCA
La otra gente sí. Era una comedia. Había una chica...¿sabes?...y un
hombre. Estaban comiendo en un restaurante elegante de Nueva York.
Él la hacía sonreír.

DEVLIN
¿Cómo?

REBECCA
Pues...contándole chistes.

DEVLIN
Ah, ya.

REBECCA
Y luego, en la escena siguiente se la llevaba a una expedición por el
desierto, en una caravana. Ella nunca había vivido en el desierto, ¿sabes?
Tenía que aprender a hacerlo.



Pausa.

DEVLIN
Suena muy divertido.

REBECCA
Pero había un hombre sentado delante de mí, a mi derecha. Estuvo
totalmente quieto durante toda la película. No se movió para nada,
estaba rígido, como un cadáver con rigor mortis, no se rió ni una sola
vez, estaba ahí sentado como un cadáver. Me alejé de él. Me alejé
tanto como me fue posible.

Silencio.

DEVLIN
A ver, empecemos otra vez. Vivimos aquí. No vives...en Dorset...ni en
ninguna otra parte. Vives aquí conmigo. Esta es nuestra casa. Tienes
una hermana muy agradable. Vive cerca de ti. Tiene dos niños encantadores.
Tú eres su tía. Eso te gusta.

Pausa.

Tienes un jardín maravilloso. Te encanta tu jardín. Lo creaste tú sólita.
Tienes auténticas manos de jardinera. También tienes unas manos
preciosas.
Pausa.
¿Has oído lo que te he dicho? Te acabo de hacer un cumplido. En
realidad, te he hecho varios cumplidos. Empecemos otra vez.

REBECCA
Creo que no podemos empezar otra vez. Empezamos...hace mucho
tiempo. Ya empezamos. No podemos empezar otra vez. Podemos terminar
otra vez.

DEVLIN
Pero nunca hemos terminado.


REBECCA
Sí que lo hemos hecho. Una y otra vez. Y podemos terminar otra vez.
Una y otra vez. Y otra vez.

DEVLIN
¿No estás utilizando mal la palabra terminar? Terminar significa terminar.
No se puede terminar otra vez. Sólo se puede terminar una vez.

REBECCA
No. Puedes terminar una vez y luego puedes terminar otra vez.

Silencio.

REBECCA (canta suavemente)
«Cenizas a las cenizas» -

DEVLIN
«Y polvo al polvo» -

REBECCA
«Si las mujeres no te atrapan» -

DEVLIN
«Lo hará el licor.»

Pausa.

DEVLIN
Siempre supe que me amabas.

REBECCA
¿Por qué?

DEVLIN
Porque nos gustan las mismas canciones.

Silencio.

Escucha.



Pausa.

¿Por qué nunca me habías dicho lo de este amante tuyo? Tengo derecho
a estar realmente muy enfadado. ¿Te das cuenta? Tengo derecho
a estar realmente muy enfadado, ¿lo entiendes?

Silencio.

REBECCA
Ah, por cierto, hay algo que quería haberte dicho. Estaba en una
habitación en el ático de un edificio muy alto en el centro de la
ciudad. El cielo estaba lleno de estrellas. Iba a cerrar las cortinas,
pero me quedé en la ventana un rato mirando las estrellas. Entonces
miré hacia abajo. Vi a un viejo y un niño caminando por la calle.
Ambos arrastraban maletas. La maleta del niño era más grande que
él. Era una noche muy clara. Por las estrellas. El viejo y el niño
caminaban por la calle. Se cogían de la mano que les quedaba libre.
Me pregunté hacia dónde iban. En fin, estaba a punto de cerrar las
cortinas, pero entonces, de repente, vi a una mujer que les seguía
con un bebé en brazos.

Pausa.

¿Te he dicho que la calle estaba helada? Estaba helada. Así que la
mujer tenía que andar con mucho cuidado. Por encima de los montículos.
Las estrellas habían salido. Siguió al hombre y al niño hasta
que doblaron la esquina y desaparecieron.

Pausa.

Se quedó quieta. Besó al bebé. El bebé era una niña.

Pausa.

La besó.

Pausa.

Escuchó el latido del corazón del bebé. El corazón del bebé latía.


La luz de la habitación se ha oscurecido. Las lámparas brillan intensamente.
Rebecca está sentada, muy quieta.
El bebé respiraba.

Pausa.

La estreché en mis brazos. Respiraba. Su corazón latía.
Devlin.se acerca a ella. Se queda de pie delante suyo y la mira.
Cierra el puño y lo sostiene delante de su cara. Le pone la mano izquierda .
detrás de la nuca y la agarra. Le acerca la cabeza hacia su puño. El puño le
toca la boca.

DEVLIN
Bésame el puño.
Ella no se mueve.
Él abre la mano y coloca la palma sobre la boca de ella.
Ella no se mueve.

DEVLIN
Habla. Dilo. Di «Ponme la mano alrededor de la garganta».
Ella no habla.

DEVLIN
Pídeme que te ponga la mano alrededor de la garganta
Ella no habla ni se mueve.

Él le pone la mano en la garganta. Presiona suavemente. La cabeza de ella
se inclina hacia atrás.
Ambos están quietos.
_ i
Ella habla. Hay un eco. Él afloja la mano.


REBECCA
Nos llevaron a los trenes


los trenes

Pausa.

REBECCA
Se llevaban a los bebés
Eco
llevaban a los bebés

Pausa.

REBECCA
Yo cogí a mi bebé y lo envolví con el chal
Eco
el chal

REBECCA
Como si fuera un bulto
Eco
un bulto

REBECCA
Y lo sostuve bajo el brazo izquierdo
Eco
el brazo izquierdo

Pausa.

REBECCA
Y pasé con el bebé

La luz de la habitación se ha oscurecido. Las lámparas brillan intensamente.
Rebecca está sentada, muy quieta.
El bebé respiraba.

Pausa.

La estreché en mis brazos. Respiraba. Su corazón latía.
Devlin.se acerca a ella. Se queda de pie delante suyo y la mira.
Cierra el puño y lo sostiene delante de su cara. Le pone la mano izquierda .
detrás de la nuca y la agarra. Le acerca la cabeza hacia su puño. El puño le
toca la boca.

DEVLIN
Bésame el puño.
Ella no se mueve.
Él abre la mano y coloca la palma sobre la boca de ella.
Ella no se mueve.

DEVLIN
Habla. Dilo. Di «Ponme la mano alrededor de la garganta».
Ella no habla.

DEVLIN
Pídeme que te ponga la mano alrededor de la garganta
Ella no habla ni se mueve.
El le pone la mano en la garganta. Presiona suavemente. La cabeza de ella
se inclina hacia atrás.
Ambos están quietos.
Ella habla. Hay un eco. Él afloja la mano.

REBECCA
Nos llevaron a los trenes
Eco
los trenes

Pausa.

REBECCA
Se llevaban a los bebés
Eco
llevaban a los bebés
Pausa.

REBECCA
Yo cogí a mi bebé y lo envolví con el chal
Eco
el chal

REBECCA
Como si fuera un bulto
Eco
un bulto

REBECCA
Y lo sostuve bajo el brazo izquierdo
Eco
el brazo izquierdo

Pausa.

REBECCA
Y pasé con el bebé


Eco
el bebé
Silencio.

Pausa.

REBECCA
Pero el bebé lloró
Eco
lloró

REBECCA
Y el hombre me llamó
Eco
me llamó

REBECCA
Y me dijo qué llevas ahí
Eco
llevas ahí

REBECCA
Alargó la mano hacia el bulto
Eco
hacia el bulto
REBECCA
Y subimos al tren
Eco
al tren
REBECCA
Y llegamos a este lugar
Eco
este lugar
REBECCA
Y encontré a una mujer que conocía
Eco
que conocía
REBECCA
Y me dijo, qué le ha pasado a tu bebé
Eco
tu bebé
REBECCA
Dónde está tu bebé
REBECCA
Y le di el bulto
Eco
el bulto.
REBECCA
Y ésa es la última vez que sostuve el bulto
Eco
el bulto


Eco
tu bebé
REBECCA
Y yo dije qué bebe
Eco
qué bebe
REBECCA
No tengo ningún bebé


Eco
ningún bebé
REBECCA
No sé de ningún bebé
Eco
de ningún bebé
Pausa.
REBECCA
No sé de ningún bebé

Silencio largo.

OSCURO


Febrero 1996