La bruja que jugaba al ajedrez
De Ben Gavarré
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La bruja que jugaba al ajedrez
Personajes:
- Bruja Salma (La
Bruja): Una poderosa
maestra de las artes arcanas, infértil y solitaria, cuya mente estratega
se anticipa a la de todos en el tablero de la vida.
- Bruja Samantha
(La Cortesana): Una ambiciosa y
desesperada aprendiz de bruja y amante del Rey, que busca un lugar de
poder y legitimidad.
- Rey (El Rey): Un monarca atormentado por su pasado, sus
decisiones y la debilidad de su reino.
- Príncipe Roldán
(El Príncipe): Un joven
destinado a la realeza, pero que cuestiona su destino y los valores de su
padre.
- Yann (El Hijo de
la Bruja): El hijo adoptivo
de Salma, un alma inquisitiva y de espíritu libre que busca la aventura
más allá de los confines de su hogar.
SINOPSIS
En un reino donde el poder es una partida de ajedrez, una bruja maestra
orquesta un complejo plan para adueñarse del trono. Mientras manipula al Rey y
a su ambiciosa ex-aprendiz, dos jóvenes, un príncipe y un enigmático muchacho,
descubren que su verdadera felicidad no se encuentra en gobernar. El destino se
tuerce, y la victoria aparente no es lo que parece en esta historia sobre la
ambición, el amor inesperado y la búsqueda de un camino propio.
La bruja que jugaba al ajedrez
Escena 1 Pacto de la bruja maestra y la aprendiz
Lugar: Torre misteriosa. Salón. La bruja Salma y la aprendiz de bruja
Samantha (Cortesana, más adelante) están inmersas en una partida de ajedrez.
Samantha, ya muy avanzada en su embarazo, se agita en su asiento.
Bruja Salma: Quisierais dejar de moveros, no estoy al tanto de embarazos,
como sabéis, y me irrita tanto veros agitaros en vuestro sitio. Insistís en ser
agresiva con vuestras piezas cuando bien sabéis que debierais defender vuestro
territorio de los más tontos avances. ¿Lo veis? Capturo vuestro alfil y vuestra
defensa está desprotegida... Una vez más.
Bruja Samantha: No sabéis, gran maestra de las artes y las ciencias
heréticas, que no debéis avisarme ni instruirme en este juego de los
fracasos... Nunca os he ganado...
Bruja Salma: Ni nunca lo haréis, lo sé. Pero, discípula, hasta el final
habéis de ser... ¿Qué gestos son esos que te aquejan? No sé si estáis a punto
de parir o me queréis pedir licencia para ausentaros.
Bruja Samantha: Licencia os pido para que un gran favor me hagáis...
Bruja Salma: Mientras no me queráis a mí misma de partera...
Bruja Samantha: Quiero, maestra mía, que me ayudéis a lograr una
posición en el reino.
Bruja Salma: ¿Una posición más, además de la que ya tenéis con el
soberano? Os he dado las dotes para lograr su atención en todos los sentidos y,
si me entendéis... en todas las posiciones.
Bruja Samantha: No es suficiente, maestra. El soberano debe verme como
la madre de su linaje, no solo de su placer. Solo un hijo, un hijo suyo, puede
asegurarme un lugar a su lado.
Bruja Salma: Y el hijo que está a punto de nacer seguro no es de él...
Yo creo...
Bruja Samantha: Es hijo del palafrenero pelirrojo... Y como seguro
nacerá de este color maldito, no puedo achacárselo a su majestad, aunque
quisiera... Además, quisiera que él me viera como a una de los suyos y no como
a una simple... Me ayudarías.
Bruja Salma: ¿Ayudarte a que el soberano te despose? No lo creo.
Necesitaría más de una de las potentes pociones que poseo, pero te puedo hacer
un hechizo de encantamiento... y, en lo que puedas concebir de nuevo, lo
seducirás y un hijo tendréis del rey que, sin duda alguna, no podrá soslayar
paternidad alguna...
Bruja Samantha: Ah... eso me place... y ya mismo firmo un contrato, lo
que sea.
Bruja Salma: No sabéis lo que decís, el precio es alto... se trata de
vuestro hijo...
Bruja Samantha: ¿Cuál hijo? ¿El mío? ¿El que he acabado de formar?
Bruja Salma: Y por lo que puedo ver, al que no le falta mucho salir de
vuestro vientre... Tendríais que entregármelo y así cumpliréis el deseo de otro
hijo tener con el monarca.
Bruja Samantha: Mucho me pedís a cambio. Vos podríais tener el hijo de
un dragón o un titán o una tormenta... y queréis el hijo de un palafrenero y
una...
Bruja Salma: Sería hijo mío, nada más, y lo haría todo un aprendiz de
brujo, le cambiaría el color de pelo y piel rojizas y lo haría a mi imagen y
semejanza.
Bruja Samantha: Serías como una diosa.
Bruja Salma: Soy como una diosa, bien lo sabes, pero una diosa infértil.
¿Aceptas o ya mejor te vas a parir a otro lugar? (Pausa.)
Bruja Samantha: Bien, acepto y de buen grado. No me puede doler el
deshacerme de un varón que aún no ha nacido.
Bruja Salma: ¿Sabéis que es un varón?
Bruja Samantha: Tú misma me informaste, por los hados, que un varón inteligente
habría yo de dar a luz. No puedo creerte cuando recordar no aciertas.
Bruja Salma: Sí, recuerdo… Vagamente, vagamente. No se diga más. Dejad
de hacer muecas, ¿o tenéis otra petición?
Bruja Samantha: El parto se adelanta, me temo. Ayudadme, Bruja Salma,
vuestro hijo ha de nacer y pronto.
Bruja Salma: Ya qué, venid, venid a la cama que le había preparado ya
hace tiempo.
Bruja Samantha: ¿Lo sabías?
Bruja Salma: Yo todo sé y nada se me escapa. Me adelanto siempre tres
jugadas de ajedrez, tres, ¿no lo sabíais? Vamos.
Escena 2 Pesadilla del Rey
Lugar: Noche en la alcoba real. El Rey se agita en su lecho, gritando en
sueños.
Rey: (Sudoroso, susurrando con terror) Aléjate… no te acerques… ¡ya no
más!
(Samantha, de aquí en adelante “La Cortesana”, una figura sombría,
aparece en el sueño, con una sonrisa diabólica. No le habla con palabras, sino
con un eco que solo él puede oír. La voz suena en su cabeza, no en la
habitación.)
Voz de la Cortesana: Soy el fantasma de tu linaje que se ahoga en el
placer, Rey. Debes sembrar más de tu simiente en mí. ¿No lo entiendes? Si el
actual heredero falla, si muriera, la sangre de la realeza se extinguiera.
Rey: (Apretando los ojos, el terror en su voz) ¡El reino ya tiene un
heredero! El Príncipe Roldán es de mi sangre...
Voz de la Cortesana: (Se ríe) Es de sabios tener una segunda opción.
Rey: (Se levanta bruscamente, el sudor recorriendo su rostro) ¡Aléjate,
vil Cortesana! No tendrás más mi cuerpo, no más mi alma. ¡No serás reina!
Voz de la Cortesana: (El eco se desvanece en una risa fría) No lo
seré... y tú mismo dejarás de serlo, si no me das el poder que yo merezco.
(El Rey se sienta en la cama, abrumado. Se toca la frente, dándose
cuenta de que la pesadilla es fiel reflejo de su vida y de sus miedos. El eco
de la risa de la Cortesana aún resuena en sus oídos.)
Escena 3 “Primer encuentro entre Roldán y Yann”
Tarde, últimos rayos de sol. Bosque sombrío. Cerca de la torre de la
Bruja Salma. Yann, el hijo de la Bruja, camina taciturno y reflexivo. De
pronto, el príncipe Roldán, cazador con arco y flecha, aparece en una sigilosa
cacería. Yann lo mira con curiosidad.
Príncipe Roldán: Cuidado, tú, infeliz, pedazo de incauto vagabundo. ¿Qué
haces en los terrenos de mi padre?
Yann: No soy sino un prófugo de la conciencia.
Príncipe Roldán: ¿Un prófugo, qué dices? Semejantes palabras nunca había
antes oído.
Yann: Dije cualquier cosa. No sé qué hago en estos que, según siempre he
sabido, son terrenos de mi madre. Pienso, me imagino qué hay más allá.
Príncipe Roldán: Todo cuanto hay en estos lugares pertenece al reino y,
por ende, a mi padre y finalmente me pertenecen a mí.
Yann: Debo cuidarme un poco más. En un descuido y yo también te
pertenezco.
Príncipe Roldán: Eso sin dudarlo, si yo quisiera... (Pausa, lo observa
con el interés que se le da a un insecto raro) También podría cortarte la
cabeza con mi espada, pero hoy solo tengo arco y flecha... Y no eres un venado.
Yann: No lo soy. Y tampoco soy vuestro, aunque podáis cortarme la
cabeza.
Príncipe Roldán: ¿Lo pones en duda, campesino?
Yann: Campesino no soy y no soy tuyo. Ya has oído dos verdades simples
sobre lo que no soy.
Príncipe Roldán: Me intrigas, caballero. ¿Qué haces, entonces, caminando
en el jardín de la torre? ¿Sabías que vive ahí una maligna bruja?
Yann: Mi madre es. Maligna conmigo no. Tal vez contigo si te acercas
demasiado.
El príncipe Roldán: Gran placer me hacen sentir tus palabras, aunque me
trates de ofender, me siento complacido.
Yann: Y yo, su alteza, o príncipe, o rey, ¿qué sois?
El príncipe Roldán: Para ti, soy tu destino, créelo sin duda. Volveré
tal vez, si así conviene al reino.
Yann: ¿Por qué no habría de convenir?
El príncipe Roldán: Estoy destinado a ser el heredero que engendre
nuevos reyes.
Yann: Y yo estoy destinado a permanecer en estos los límites del jardín
de mi madre. Que pases buen día, caballero.
El príncipe Roldán: Sin duda, tú también, mi ya cercano amigo.
Escena 4: La Bruja Salma y su hijo Yann. Partida de Ajedrez
Lugar: Una sala siniestra de la Torre del Bosque, la morada de la Bruja
Salma. Un ajedrez de marfil se encuentra sobre una mesa. La luz de la tarde
entra por los ventanales. Personajes: Yann y la Bruja Salma.
Yann: Madre mía... ¿El enamoramiento súbito es un despropósito?
Bruja: (Mueve su caballo con gracia) Si me preguntas a mí... es una mala
decisión. Cuidado, puedes perder tu torre.
Yann: (Se inclina sobre el tablero) No deberías avisar, eso me convierte
en un mal jugador.
Bruja: No sería tu madre si no te cuidara.
Yann: (Toma una pausa larga, mirando el tablero como si fuera un mapa de
su vida) Madre mía. Amo.
Bruja: ¿Y a quién amáis, si se puede saber? ¿Acaso es una jugada
arriesgada?
Yann: (Toma un peón y lo avanza sin ton ni son) No podrías soportarlo, y
no sé qué conjuros podrías desatar en su contra...
Bruja: Me has dicho más de lo que debieras... eso te convierte en un
ingenuo jugador. Yo no hago conjuros porque sí.
Yann: Lo sé, madre poderosa, pero puedes sentirte tranquila por mi
estado y mis silencios. Mi corazón no es un tablero que puedas controlar.
Bruja: (En un aparte) No, claro que no. Pero mi juego siempre ha sido el
de anticipar. Y este movimiento que me propones no me gusta, pero por lo pronto
he de callar.
Escena 5. El Rey, su hijo el Príncipe Roldán y la Cortesana
Lugar: La sala de entrenamiento del Castillo Real. El Príncipe Roldán
practica esgrima con su reflejo en el espejo. Personajes: Príncipe Roldán, el
Rey y la Cortesana.
Príncipe Roldán: (Atacando su reflejo con la espada) ¡Ah, Príncipe que
soy yo mismo, malnacido; especie de crujiente enredadera, he de cortarte la
cabeza...!
Rey: (Entra con paso lento y pesado, deteniéndose a una distancia
prudente) Hijo mío, no le cortes la cabeza a tu reflejo. No es de nobles
caballeros.
Príncipe Roldán: Mi corazón enardecido está, padre... Amo... Amo así,
yo... de repente... y no sé dónde pueda acabar esta tragedia de amar a quien no
debo.
Rey: Ese es el amor. Uno siempre quiere tener a quien no debe... Pero tú
puedes hacer lo que te plazca, eres mi hijo.
Príncipe Roldán: Tienes razón, padre mío, y eso me enfurece. (Y vuelve a
blandir la espada, esta vez cerca de su padre.)
Rey: Ay, hijo... Ya no sé si te enfureces porque uno no siempre puede
tener a quien no debe, o porque soy tu padre, o porque puedes hacer lo que te
plazca....
Príncipe Roldán: Ahhg... Son muchas preguntas, padre, me irritas...
Rey: (Conciliador, pero un poco temeroso de que su hijo se vuelva más
agresivo) Ah, calma, hijo mío... Ya veo yo que no tienes con quién pelear. Yo
te proporciono de dos a cuatro mozos prescindibles para que sacudas tu rabia...
¿Quieres que te los traigan aquí a tu habitación?... Si no quieres simples
mozuelos, puedo mandarte fieros guardias, ¿quieres dos o tres?
Príncipe Roldán: (Baja la espada) No es matar lo que deseo. En este
trance es el desamor el que me invade.
Rey: (Se acerca y toca la empuñadura de la espada) ¿Pero qué especie de
tierno disparate convertido en equivocación tú muestras? El desamor solo llega
si has recibido un rechazo y no creo que ése sea el caso... O si has perdido el
juicio de mala manera. Y un príncipe nunca pierde el juicio.
Príncipe Roldán: ¿Y qué hago, padre mío, con esta locura en las
entrañas?
Rey: Al objeto de tu deseo puedes convertirlo en una pintura al óleo, en
un perro guardián, en árbol magnífico... O si quieres algo tradicional y
sencillo... en sapo o en rana... Tantas historias que se hacen de nosotros, ya
lo sabes... Y algunas son ciertas.
Príncipe Roldán: ¿Y qué he de hacer yo con una pintura al óleo, o un
árbol magnífico, o un perro guardián... Me parece, padre mío, que hablar no
pueden.
Rey: Yo sé que un príncipe Roldán siempre tiene una salida.
Príncipe Roldán: Podría ser, pero, para convertirlo en un hermoso perro
guardián... Necesitaría una bruja, un hada, una hechicera...
Rey: Mirad, aquí llega vuestra miserable madre.
Príncipe Roldán: No le digas así, que es madre mía.
Cortesana: (Entra con una sonrisa perfectamente ensayada) ¿De hechiceras
habláis? Yo tuve tratos con una antes de conocer a tu padre.
Rey: (Su voz se vuelve cortante. Hace una pregunta retórica.) ¿Fue ese
el modo de acercarte a la realeza, vil Cortesana? ¿Una bruja? Y a cambio de
hacerte el gran favor, ¿ella qué te pidió?... ¿Acaso tu alma de ramera, o, ya
sé... tu innegable juventud?... O... (Pausa) Se trata, puedo deducir, de la
Bruja de la Torre, la conozco, podría visitarla yo también...
Cortesana: (Lo ignora por completo, se dirige al Príncipe Roldán con una
intimidad que irrita al Rey) Hijo mío, si el rey aprueba, yo misma te llevaré a
los peligrosos caminos de la tentación.
Príncipe Roldán: Y si son tan arriesgados territorios, ¿no crees que las
tentaciones debiera yo evitar?
Rey: Hay que vivir, hijo mío. Solo se trata de vivir...
Príncipe Roldán: ¿Y si descubro que no soy el que pretendo ser?
Cortesana: (Le toma el rostro) Coincido por una sola vez con vuestro
padre... Un príncipe Roldán siempre tiene una salida. No puedes quedarte aquí,
peleando con tu gordo padre, o con tu imagen. Tu verdadero enemigo no es un
reflejo. Y nadie, escúchame bien, nadie es lo que aparenta ser.
Escena 6: La primera aventura.
Lugar: El camino del Bosque Sombrío. La luz de la luna llena ilumina el
sendero. El aire es denso y frío. Personajes: Yann, solo. Luego, la Cortesana,
el Rey y el príncipe Roldán. (Yann camina con determinación, dejando atrás el
jardín de la torre. Su rostro refleja una mezcla de miedo y euforia. Se detiene
ante un riachuelo y se arrodilla. Mira su reflejo.)
Yann: ¡Soy un prófugo, soy el destino que yo quiero elegir! Debo ir más
allá de los límites impuestos. No sé por qué ahora lo sé, pero lo sé.
(Una figura femenina se acerca desde la oscuridad. Es Samantha o la
Cortesana, con un vestido de gala que parece fuera de lugar en el bosque.)
Cortesana: ¿Qué hace un muchacho como tú en este camino a deshoras?
Parece que acabas de escapar de un cautiverio.
Yann: (Se levanta y la mira, hipnotizado. No sabe por qué, pero siente
una punzada de familiaridad.) No soy un esclavo. He salido a explorar. Seré yo
quien decida qué piezas mover sin que intervenga mi madre.
Cortesana: (Se ríe con sarcasmo. La risa es fría, pero tiene un eco
doloroso.) Tu madre... El destino es una farsa que nos avienta en la cara una
ironía.
(Yann da un paso hacia ella, sin saber por qué. La Cortesana no
retrocede, pero está conmocionada. Se toca la frente y la mano le tiembla. Con
todo, le acaricia la cabeza y le toca el cabello.)
Cortesana: (En un susurro, como si una verdad olvidada la golpeara) Tu
cabello... ese color... Lo recuerdo. Lo recuerdo rojo. ¿No debería ser rojo?
(Yann se toca el cabello. Aún no lo entiende, pero algo se ha roto. La
Cortesana, presa de un dolor y un pánico que no esperaba, huye a la oscuridad
del bosque. Yann se queda mirando el lugar donde ella estuvo, confundido.)
Yann: ¿Todas las personas mayores serán así de raras?
(En su camino de regreso a la torre, se encuentra al Rey. El Rey camina
de noche, abrumado por sus pesadillas.)
Rey: (Al ver a Yann, sus ojos se abren de par en par. Balbucea, como si
no creyera lo que ve.) ¡Hijo mío! ¿Qué haces aquí? Creí que eras el fantasma...
de mis pecados... Vuelve al castillo, que no es seguro para ti andar por ahí...
Yann: (Mirando fijamente al Rey, sin saber por qué siente tanta
compasión por él) No soy hijo vuestro. Soy el hijo de la bruja.
Rey: (Riendo con amargura, como si estuviera perdiendo el juicio) Yo
tengo un hijo... ¿Lo has visto? (Yann hace una cara de tal vez... no sé.) ¿Cómo
lo habrías de conocer si no eres sino el hijo de una bruja?
Yann: Y usted, solo es un hombre.
Rey: Tienes razón, pero un hombre es un hombre... Y a veces puede ser un
rey.
Yann: Eso no me importa. Espero que encuentre a su hijo perdido.
(El Rey, abrumado, se aleja y deja una vez más consternado al joven
Yann.)
Yann: Es un hecho, los adultos son raros.
(En su camino de regreso a la torre, se encuentra esta vez al Príncipe
Roldán.)
El príncipe Roldán: Te busqué en tu lugar y no estabas.
Yann: He traspasado los límites. Mi lugar es ahora el mundo.
El príncipe Roldán: Tranquilo, caballero valiente, no exageres. ¿Debo
acompañarte a casa? O quieres venir conmigo y exploras un poco más el mundo.
Yann: Tengo la necesidad de caminar todavía más y caminar mucho antes de
volver... Podemos ir los dos si quieres...
El Príncipe Roldán: La idea es aceptable... Voy a pensarlo mientras
caminamos.
Yann: Ah, sí... Eso me resulta toda una revelación... Yo también lo
pensaré... (Pausa, se marchan lentos y se quedan de repente sentados cada uno
inmerso en sus pensamientos. Finalmente Yann dice algo inesperado) ¿Tú sabías
que las personas mayores son muy raras?
El Príncipe Roldán: Tú eres una persona mayor.
Yann: Pero qué dices.
El Príncipe Roldán: Eres un año o dos mayor que yo, claro que, yo tengo
más mundo.
Yann: Eso no puedo ni negarlo ni afirmarlo.
El Príncipe Roldán: Sí, cómo no.
Escena 7: La Bruja y el Rey
Lugar: En la sala de la torre. La Bruja Salma está frente al tablero de
ajedrez acomodando las piezas, pero el Rey, camina de un lado a otro. Piensa
sus palabras y está nervioso. La Bruja Salma parece tejer una telaraña con las
piezas del ajedrez.
Personajes: La Bruja Salma, el Rey.
Rey: (Sigue el hilo de una conversación) ... Y por eso me he
adelantado... Por eso quiero que tú te encargues de la transformación, pero sin
que ella tenga nada que ver.
Bruja: (Se acerca a él) ¿Por qué habría yo de tocar siquiera al hijo
mío?
Rey: (Confundido) Es difícil de explicar. Mi hijo quiere... Tu hijo...
Ellos... La cortesana... Tú eres una bruja, ¿cierto?... Pero además eres
madre... Y...
Bruja: Mi Rey, mi amado Rey... Parece que no estás seguro de ti mismo...
Mirad: las hechiceras son mentirosas. Las brujas son magníficas. Y las
madres... algo completamente diferente. ¿Queréis vos que una madre sacrifique a
un hijo propio? Ni siquiera una reina haría tal cosa.
Rey: ¿Reina, tú? Reír me haces.
Bruja: Podría hacerte sufrir si lo quisiera, podría convertirte a ti en
un sólido retrato, un árbol silencioso, un perro lastimero.
Rey: Será más bien un perro guardián...
Bruja: (Ignora la corrección y sigue) Si yo fuera reina resolvería todos
tus problemas. Pero flaco favor me haríais, lo sabéis. Yo, así, con mis artes
poderosas, soy mucho más que tú y tu castillo decadente.
Rey: Pues bien, ya que no queréis convertir a vuestro hijo... Os quiero
proponer…
Bruja: No os quiero ni escuchar, lo siento.
Rey: Pues he de hablar sin rodeos ni mentiras, Bruja… ¿En verdad no quisieras ser, tú, la reina de
mi castillo? ¿Acaso semejante invitación rechazarías?
Bruja: (Lo enreda, le cambia la jugada) Ni siquiera insinuéis que me
invitáis a semejante humillación. ¿Yo, reina de un castillo que no tiene
descendencia?
Rey: Tu hijo podría gobernar, al lado del mío, ¿te parece?
Bruja: Perverso plan propones y en contra de la madre...
Rey: De su madre no os preocupéis... Ella muy bien se puede ir a
trabajar a otro castillo, es una advenediza... ¿Sabes?
Bruja: ¿Coronarme como reina no es mala jugada? Dices que mi hijo sería
el gobernante...
Rey: Y mi hijo el Príncipe Roldán, y tú y yo también.
Bruja: Ya me veo yo como reina coronada... la máxima jugada en ajedrez,
la coronación sin duda es.
Rey: No sé. Extasiada os veo... No sé ahora mismo... Habría que
pensarlo... ¿Podría convertirse esto en un desorden cósmico? Y además falta
saber qué pensarían nuestros hijos.
Bruja: (Se sienta en una silla como reina) No digas nada ya, es
suficiente. Yo seré tu reina y nuestros hijos vivirán eternamente agradecidos
en amor eterno, podrán estar uno al lado del otro mientras yo gobierno.
Rey: (Tratando de tomar fuerza) Sería preciso decir… Mientras gobierno
yo... y tú a mi lado.
Bruja: (Lo mira condescendiente. Con sarcasmo) Ah, eso ni lo pongas en
duda.
Rey: ¿Y cómo es que sabíais vos, futura reina, que mi hijo y el tuyo se
querían?
Bruja: Se quieren como hermanos, que es lo que son, aunque no sé si es
muy oportuno que lo sepan. Yo lo sabía incluso antes de que tu hijo el príncipe
naciera.
Rey: ¿Cómo así?... ¿También sois adivina?
Bruja: Bruja soy y todopoderosa. Yo siempre me anticipo tres jugadas en
este tablero de ajedrez, me adelanto siempre tres, tres movimientos. Es un
hecho. Ahora dejadme sola. Mientras planeo cómo será la coronación que me
merezco.
Rey: Te dejaré para que todo lo planees, futura reina mía.
Reina: Así lo harás, lo sé.
Escena 8 Han pasado varios meses. La exitosa coronación de la reina ha
tenido ya lugar. El Príncipe Roldán y el Príncipe Yann están jugando una
partida de ajedrez, pero ninguno de ellos pone atención al juego. Se les ve reflexivos,
pero no necesariamente en sus jugadas.
Lugar: El JARDÍN DE LA TORRE misteriosa. Tarde, los últimos rayos de
sol.
Yann: Henos aquí.
Príncipe Roldán: Ya lo ves.
Yann: El destino puede ser muy claro y afortunado para algunos.
Príncipe Roldán: (Le sonríe) Eso que dices es en parte cierto. Pero me
pregunto, ha sido en verdad nuestra unión una obra del destino…Tú eres ahora
príncipe, yo lo soy desde hace tiempo... Mi madre ahora es la dueña de su
propio reino. Mi padre... Bueno... Mi padre...
Yann: Y detrás de todo eso, mi madre moviendo todas las piezas.
Anticipándose siempre tres movimientos a todos nosotros. Tres.
Príncipe Roldán: Lo sé... y no lo lamento. Gobernar nunca fue mi
intención y no lo ha sido tampoco para ti.
Yann: Y sin embargo, ¿quién será el que gobierne el reino una vez que mi
madre haya muerto?
Príncipe Roldán: ¿Eso sucederá algún día?
Yann: Todos morimos… sin excepción… creo.
Príncipe Roldán: No hemos de preocuparnos de eso. Lo cierto es que somos
dueños de nuestra vida.
Yann: Y nos queremos como hermanos.
Príncipe Roldán: Un poco más que eso y con menos peleas que entre
hermanos.
Príncipe Yann: Eso dices tú.
Príncipe Roldán: (Lo reta, sonriendo) Eso lo afirmo, o ¿qué? ¿Pones en
duda mis palabras? Sabes que siempre te lleva a una pelea de esgrima.
Príncipe Yann: Eso es una afrenta, me parece que luchar debemos. (Los
dos sacan sus espadas y se pelean magistralmente en una lucha sin final,
riendo.)
Príncipe Roldán: Vade retro, príncipe usurpador.
Príncipe Yann: Tú vete para atrás, Príncipe sin corona.
Príncipe Roldán: Será mejor que me des un abrazo.
Príncipe Yann: Un abrazo fraternal, me place.
Príncipe Roldán: A mí también me place, pero por lo pronto peleemos, ya
después tal vez... tal vez podamos nosotros...
Príncipe Yann: (Lo detiene en seco) ¿Ir a la comida que preparó mi
madre? ¿No te acuerdas?
Príncipe Roldán: (Se detiene, su rostro se ilumina con una sonrisa
genuina) ¡Tu madre! Siempre tu madre... y siempre tres jugadas por delante.
Príncipe Yann: Tres jugadas, tres. Es un hecho.
Fin
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