10/10/14

Anónimo. Rabinal Achí.

















































RABINAL ACHÍ

baile del Tun

Anónimo


Obra de la cultura maya-quiché




PERSONAJES DEL DRAMA BALLET


EL JEFE CINCO-LLUVIAi. Gobernadorii de los de la ciudad de Rabinaliii.

EL VARÓN DE RABINALiv. El más destacado entre los varonesv, hijo del Jefe Cinco-Lluvia.

EL VARÓN DE LOS QUECHÉvi. Gobernador de los yaquivii, de los de Cunénviii y Chahulix, hijo del
Hechicero de los varonesx, Hechicero del Envoltorioxi, Gobernador de los hombres Quechéxii.

LA SEÑORAxiii. Esposaxiv del jefe Cinco-Lluvia.

MADRE DE LAS PLUMAS, Madre de los Verdes Pajarillosxv, Piedra Preciosaxvi. Prometida del
Varón de Rabinal.

IXOK-MUN. Sirviente(a)xvii.

UN SIRVIENTE del Varón de Rabinal.

Doce águilas amarillas, doce jaguares amarillosxviii, varones de la ciudad de Rabinal.

Abundantes guerreros, abundantes servidores. Guerreros y servidores del Varón de Rabinal. Dan- zantes.



La acción se desarrolla en Cakyug-Zilic-Cakocaonic-Tepecanicxix; los Cuadros I y III, del Primer Acto, frente a la fortaleza; el Cuadro II y el Segundo Acto, en el interior de la misma.


PRIMER ACTO

CUADRO I

(El Varón de Rabinal y su gente danzan en ronda. El Varón de los Queché llega de pronto y se pone a bailar en medio del círculo moviendo su lanza corta, como si quisiera herir con ella, en la cabeza, al Varón de Rabinal. El movimiento de la ronda es cada vez más rápido)

EL VARON DE LOS QUECHE
¡Acércate, jefe violentador, jefe deshonestoxx! ¡Será el primero a quien no acabaré de cor- tar la raíz, el tronco; ese jefe de los Chacachxxi, de los Zamanxxii, el Caükxxiii de Rabinal! Esto es
lo que digo ante el cielo, ante la tierraxxiv. Por eso no pronunciaré abundantes palabras. ¡El cielo, la tierra, estén contigoxxv, el más destacado entre los varones, Varón de Rabinal!

EL VARON DE RABINAL

(Al bailar agita un lazo, con el que se propone sujetar a su enemigo)

¡Efectivamente! ¡Valeroso varón, hombre de los Cavek Queché!xxvi. Eso dijo tu voz ante el cielo, ante la tierra: “Acércate, jefe violentadorxxvii, jefe deshonesto. ¿Será el único a quien no acabaré por cortar la raíz, el tronco; ese jefe de los Chacach, de los Zaman, el Caük de Rabinal?”.
¿Así dijiste?xxviii. Sí, efectivamente, aquí está el cielo; sí, efectivamente, aquí está la tierraxxix. Te entregastexxx al hijo de mi flecha, al hijo de mi escudo, a mi maza yaqui, a mi hacha yaquixxxi, a la red, a mis ataduras, a mi tierra blancaxxxii, a mis yerbas mágicasxxxiii, a mi vigor, a mi valentía. Sea así o no sea así, yo te enlazaré con mi fuerte cuerda, mi fuerte lazo, ante el cielo, ante la tierra. ¡El cielo, la tierra, estén contigo, valiente, varón, hombre prisionero y cautivo!

(Lo ha sujetado con el lazo y tira de éste, para atraerlo hacia sí. Cesa la música, y la danza se interrumpe. Hay un prolongado silencio, en el cual ambos varones, fingiéndose iracundos, se ven cara a cara. Después, sin acompañamiento musical ni danza, pronuncia el siguiente parlamento el Varón de Rabinal y le replica el Varón de los Queché)

¡Eh! valiente, varón, prisionero, cautivo. Ya enlacé al de su cielo, al de su tierra.
Sí, efectivamente, el cielo; si, efectivamente, la tierra te han entregado al hijo de mi escu- do, a mi maza yaqui, a mi hacha yaqui, a mi red, a mis ataduras, a mi tierra blanca, a mis hierbas mágicas. Di, revela dónde están tus montañas, dónde están tus vallesxxxiv; si naciste en el costado de una montaña, en el costado de un valle.
¿No serías un hijo de las nubes, un hijo de las nublazones?xxxv ¿No vendrías arrojado por las lanzas, por la guerra?xxxvi.
Esto es lo que dice mi voz ante el cielo, ante la tierra. Por eso no pronunciaré abundantes palabras.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, hombre prisionero, cautivo!


EL VARON DE LOS QUECHE
¡Ah cielo, ah tierra! ¿Es verdad que dijiste eso, que pronunciaste voces absurdasxxxvii ante el cielo, ante la tierra, ante mis labios y mi cara?xxxviii: ¿Que soy un valiente, un varón? Eso dijo tu voz.
¡Vamos! ¿Sería un valiente, vamos, sería un varón y habría venido arrojado por la lanza, por la guerra?
Mas aquí tu voz dijo también: “Di, revela el aspecto de tus montañas, el aspecto de tus valles”. Así dijiste.
¡Vamos! ¿Sería un valiente, ¡vamos!, sería un varón, y diría, revelaría el aspecto de mis montañas, el aspecto de mis valles?
¿No está claro que nací en el costado de una montaña, en el costado de un valle, yo el hijo de las nubes, el hijo de las nublazones? ¡vamos!, ¿diría, revelaría mis montañas, mis valles?
¡Ah! ¡Cómo rebasan el cielo, cómo rebasan la tierra! Por eso no pronunciaré abundantes
palabras, destacado entre los varones, Varón de Rabinal.
¡El cielo, la tierra, estén contigo!

(y se reanuda el baile. Vuelve a sonar la música)

EL VARON DE RABINAL
¡Eh! valiente, varón, hombre prisionero, cautivo. ¿Así dijo tu voz ante el cielo, ante la tierra? “¡Vamos? Sería un valiente, ¡vamos!, sería un varón, y diría, revelaría mis montañas, mis valles? ¿No está claro que nací en el costado de una montaña, en el costado de un valle, yo el hijo de las nubes, el hijo de las nublazones?”
¿No dijo esto tu voz? Si no dices, si no revelas el aspecto de tus montañas, el aspecto de tus valles, permita el cielo, permita la tierra, que te haga ir, sujeto o destrozadoxxxix, ante mi Go- bernador, ante mi mandatario, en mis vastos muros, en mi vasta fortaleza.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra estén contigo, hombre prisionero, cautivo!

EL VARÓN DE LOS QUECHE
¡Ah cielo, ah tierra! Tu voz dijo ante el cielo, ante la tierra: “Se podrá hacer nacer, salir, las voces, las palabras, que diré contigo, ante el cielo, ante la tierra. Aquí hay con qué hacerlas nacer, con qué hacerlas salir, para que tú digas, para que tú reveles el aspecto de tus montañas, el aspecto de tus valles. Si no los dices, si no los revelas, permita el cielo, permita la tierra, que te haga ir, sujeto destrozado, ante mi Gobernador, mi mandatario”.
Eso dijo tu voz ante el cielo, ante la tierra:
¡Ah, cielo, ah, tierra! ¿A quién diré, revelaré el aspecto de mis montañas, el aspecto de mis valles?
¿A ustedes, tapicholesxl; a ustedes, pájarosxli?
Yo, el valiente, yo el varón, jefe de los extranjeros de Cunén, de los extranjeros de
Chahul!
Ciertamente el jefe Hechicero de los varones, Hechicero del Envoltorio, bajó diez vecesxlii
el camino de las nubes, de las nublazones, en mis montañas, en mis valles.
¿Cómo hacer bajar, cómo hacer subir las voces, las palabras, que diré contigo ante el cie- lo, ante la tierra?


¡El cielo, la tierra. estén contigo, destacado entre los varones, Varón de Rabinal!

EL VARON DE RABINAL
Valiente, varón, hombre de los Cavek Queché, ¿eres mi auxiliar, eres mi hermano mayor, eres mi hermano menor? ¡Magnífico! ¡Y cómo podría mi espíritu haber olvidado verte, olvidado mirarte, en los vastos muros, en la vasta fortaleza!
Eras tú, sin duda, el que imitaba el grito del coyote, el que imitaba el grito del zorro, el grito de la comadreja, del jaguarxliii, en los vastos muros, en la vasta fortaleza. para atraernos a tixliv, a nosotros los blancos niños, los blancos hijosxlv; para llevarnos a los vastos muros, ante la vasta fortaleza; para alimentarnos con amarilla miel silvestre, con verde miel silvestrexlvi, que toma nuestro Gobernador, nuestro mandatario el abueloxlviiCinco-Lluvia.
Entonces ¿por qué hacer alarde; provocar como tú lo has hecho, mi decisión, mi valentía? No han sido esos gritos los que nos llamaron, los que nos atrajeron a los doce jefesxlviii,
cada uno jefe de su muro, de su fortaleza.
No nos dijiste de veras: “Ustedes, hombres libresxlix, los doce valientes, hombres libres, los doce varones, deben venir a escuchar lo que se les ordena, porque cada uno de sus alimentos, cada una de sus bebidas fue disuelta, consumida, destruida, convertida en piedra pómezl. Sólo la cigarra, sólo los grillos hacen oír su canto en los muros, en la fortaleza de esos blancos niños, de esos blancos hijos, porque sólo son nueve, diez los que estánli en sus muros, en su fortaleza. Por eso nosotros hemos dejado de alimentar a los blancos niñoslii, a los blancos hijos, porque come- mos el plato frito, el frijol grande, el plato de langostas, el plato de loros, los platos combina- dosliii”.
¿No era esto lo que decía la advertencia que se nos hizo a los jefes, los guerreros? ¿No había en esto con qué rebasar los deseos de tu valentía, de tu denuedo?
Y Belehe Mokoh, Belehe Chumayliv, con esa valentía, ese denuedo, ¿no fueron a hacerse
arrollar, a hacerse sepultar por nuestros guerreros, por nuestros jefes, en Cotomlv, en Tikiram, llamados así?
He aquí que pagarás ahora ese trastorno, bajo el cielo, sobre la tierra.
Tú dijiste, por consiguiente, adiós a tus montañas, a tus valles, porque aquí cortaremos tu raíz, tu tronco, bajo el cielo, sobre la tierra.
Ya no te acontecerá jamás, de día, de noche, bajar, salir de tus montañas, de tus valles. Es preciso que mueras aquí, que desaparezcas aquílvi, bajo el cielo, sobre la tierra.
Por eso yo comunicaré esta noticia a la cara de mi Gobernador, a la cara de mi mandatario, en los vastos mazos, en la vasta fortaleza.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra. Por eso no pronunciaré abundantes palabras.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, hombre de los Cavek Queché!

EL VARON DE LOS QUECHE
¡Eh! ¡valiente varón, destacado entre los varones, Varón de Rabinal! Esto dijo tu voz ante el cielo, ante la tierra: “¿Por qué hacer alarde de mi valentía, hacer alarde de mi denuedo?”. Esto dijo tu voz.
Realmente llamaron al comenzar, llamaron a mi Gobernador, a mi mandatario. Esa fue la única razón de mi arribo, de mi llegada de mis montañas, de mis valles.


De aquí partió un mensaje de llamada, bajo el cielo, sobre la tierra, ante los muros del comando de Cakyug-Zilic-Cakocaonic-Tepecanic; tal el nombre, la boca, la caralvii de esos muros, de esa fortaleza.
¿No fue aquí donde ataron las diez cargas de cacao para comprar, las cinco cargas de ca- cao finolviii, destinadas a mi Gobernador, a mi mandatario, Hechicero jefe, Hechicero de los varo- nes, Hechicero del Envoltorio; esos son su nombre, su boca, su cara, en mis muros, en mi fortale- za?
Desde que eso se le presentó, el jefe, Hechicero jefe, Hechicero del Envoltorio, en el acto deseó, por ese motivo, la muerte de los Chacachs, de los Zaman, del Caük de Rabinal, delante de los Uxlix, de los Pokoman.
Procedamos lucidamente. Vayan a decir que desea ver la valentía, el denuedo del jefe de la montaña Queché, del valle Queché.
Venga a tomar posesión de las hermosas montañas, de los hermosos valles. Venga, pues, mi hermano menor, mi hermano mayorlx.
Venga a tomar posesión, aquí, bajo el cielo, sobre la tierra, de esas hermosas montañas, de esos hermosos valles.
Venga a sembrar, a hacer viveros, allí donde se apretujan los retoños de nuestros pepi- noslxi, de nuestras buenas calabazas, los retoños de nuestras matas de frijol.
Esto afirmó tu desafío, tu grito de llamada, ante mi Gobernador, mi mandatario. De este modo se lanzó en seguida el desafío, el gritolxii de mi Gobernador, de mi mandatario: “¡Eh, eh! Mi valeroso, mi varón, ve a contestar y torna pronto, porque arribó un mensaje de llamada, que llegó bajo el cielo, sobre la tierra. Eleva tu vigor, tu valentía, bajo el cielo, sobre la tierra. El hijo de mi flecha, el hijo de mi escudo; torna pronto a la vertiente de la montaña, a la vertiente del
valle”.
Así llegó el reto, el grito de mi Gobernador, de mi mandatario.
Yo me había marchado. Ponía las señaleslxiii de las tierras, allá donde se recuesta el sol, donde comienza la noche, donde el frío tortura, donde la helada tortura, en Pan-Tzahaxaklxiv, lla- mado así.
Entonces mostré el hijo de mi flecha, el hijo de mi escudo. Volví al costado de la monta- ña, al costado del valle.
Allá, por primera vez, yo lancé mi reto, mi grito, ante Cholochíc Huyulxv, Cholochic-
Chahlxvi, llamados así.
Salí de allá; iba a lanzar mi reto, mi grito, por segunda vez, a Nim Che Paraveno, a Ca- brakánlxvii, llamados así lxviii.
Salí de allá; iba a lanzar por cuarta vez mi reto, mi grito, a Xol Chacachlxix, llamado así. Allá supe que el gran tambor de sangrelxx, el tamboril de sangrelxxi los hacían sonar las
doce águilas amarillaslxxii, los doce jaguares amarillos.
Palpitaba el cielo, palpitaba la tierra con el gran ruido, la gran agitación de las doce águi- las amarillas, los jaguares amarillos; con los servidores, las servidoras del varón.
Allá se inició mi canto ante el cielo, ante la tierra: “¡Acércate violentador, jefe deshonesto!
¿Será el primero a quien no acabaré de cortar la raíz, el tronco, ese jefe de los Chacach, de los
Zaman, el Caük de Rabinal”.
Eso dijo mi palabra. ¿Qué harás, ¡oh, jefe!, ya que no he podido aniquilarte ni destrozarte, pues sólo he podido decir mi voz, cantar ante el cielo, ante la tierra, destacado entre los varones, Varón de Rabinal?


Habla, por consiguiente, tú también, a tu vez. ¡El cielo, la tierra, estén contigo, destacado entre los varones, varón de Rabinal!



EL VARON DE RABINAL
¡Ah! valiente, varón, hombre de los Cavek Queché. ¿Eso dice tu voz ante el cielo, ante la
tierra?

De veras son las palabras que has dicho, sin modificar las palabras que has dicho: “De veras partió de aquí un mensaje de llamada; de veras nos llamaron en las montañas Queché, en
los valles Queché”.
Realmente no fue una falta, no fue malo que llamaran, para oírlo, al Hechicero jefe, al Hechicero del Envoltorio, cuando él deseaba la muerte, la desaparición del jefe de los Chacach, de los Zaman, del Caük de Rabinal, por los de Ux, por los de Pokoman, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
“Procedamos lucidamente, para lograr que venga el jefe de las montañas Queché, de los valles Queché, con su valentía, con su denuedo. Venga a tomar posesión de las hermosas monta- ñas, de los hermosos valles. Venga a sembrar, venga a hacer sus viveros”.
¡Pues bien!, sembraremos, haremos nuestros viveros, allá donde se apretujan los retoños de nuestros buenos pepinos, los retoños de nuestras buenas calabazas, de nuestras buenas matas de frijol!
Así, por consiguiente, dijo nuestra voz ante el cielo, ante la tierra.
Por eso, tú nos provocaste inútilmente, nos amenazaste en vano, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
Gracias al cielo, gracias a la tierra, te vertiste ante nuestros muros, ante nuestra fortaleza.
Por eso nosotros aceptaremos el reto, aceptaremos la lucha; combatiremos a los de Ux, a los de
Pokoman.
Yo te encomendaré, por consiguiente, la misión de la llamada. Ve, corre ante Nim-Belxxiii, donde el pájaro bebe en el agualxxiv; ante Cholochic-Zakchunlxxv, llamado así. No accedas a lo que quieren los corazones de los de Ux, de los de Pokoman. No dejes de luchar en sus montañas, en sus valles. Aniquila, destroza, bajo el cielo, sobre la tierra.
Eso dijo, desde luego, mi voz; mas no fue necesario que vieras, que miraras a los de Ux, a los de Pokoman, pues ellos se transformaron en moscas, en mariposas, en hormigones, en hormi- guitaslxxvi, y sólo eran grandes sus filas, sus columnas, para ascender por la cuesta del monte lla- mado Equempek Gamahallxxvii.
Entonces dirigí mi vista, mi contemplación, a la cara del cielo, a la cara de la tierra; en ese momento vi a los del Ux, a los de Pokoman; mi corazón decayó, mi corazón se sintió herido al verte, al mirarte, porque tú habías accedido a lo que deseaban los de Ux, los de Pokoman.
Entonces lancé mi grito, mi reto contra ti: ¡Eh, eh! valiente, varón, hombre de los Cavek Queché: ¿por qué dejas de luchar contra los de Ux, contra los de Pokoman, en sus montañas, en sus valles?
¡Ah, cielo, ah, tierra! Realmente, esperaban en nuestras montañas, en nuestros valles, que tú lanzaras tu reto, tu grito contra los de Ux, los de Pokoman.
¿Has respondido con tu desafío, con tu grito, contra los de Ux, los de Pokoman, aquellos que habían lanzado su reto, su grito?
“¡Ah! ¡ah! que tornen ¡ah! los de Ux, los de Pokoman a escuchar aquí las órdenes, bajo el
cielo, sobre la tierra”. Eso dijo tu voz.
Entonces las de Ux, los de Pokoman, te respondieron: “Valiente, varón, hombre de los Cavek Queché, abandona la lucha en nuestras montañas, en nuestros valles. ¿No nacimos aquí, con nuestros niños, nuestros hijoslxxviii, donde bajan las negras nubes, las blancas nubes, donde el frío tortura, donde la helada tortura? Lejos se hallan los ramajes, los verdes ramajes, el amarillo cacao para las compras, el amarillo cacao fino, el oro, la plata, los bordados, la orfebrería, con mis niños, mis hijos. Aquí están mis niños, aquí están mis hijos; allá no existe para ellos sufri- miento, absoluto o relativo, si desean sostenerse; mientras reposas llega una carga de cacao para comprar, una carga de cacao fino, porque ellos son bordadores, orfebreslxxix, del amanecer a la nochelxxx. Pero contempla a los niños, ve a los hijos del más destacado entre los varones, del Varón de Rabinal. Ellos sólo con gran dolor, con gran padecimiento logran alimentarse, total o parcialmente, del amanecer a la noche. Una de sus piernas ve hacia adelante, otra pierna ve hacia atrás; sólo hay cojos, mancoslxxxi; los sobrinos, los nietos del más destacado entre los varones, del Varón de Rabinal, del amanecer a la noche”.
Eso repuso al reto, al grito, de los de Ux, de los de Pokoman, debido a la envidia de sus corazones.
Y tú les respondiste: “¡Eh, eh! ¡Ustedes los de Ux, ah, ustedes los de Pokoman ¿Eso dicen sus voces, ante el cielo, ante la tierra? En lo que concierne a esos niños, a esos hijos del Varón de Rabinal, no hay que tocar sus caras; por lo que se refiere a sus medios de subsistir, su manera de vivir bajo el ancho cielo, bajo los lados del cielo, a la cabeza de la tierra, a los pies de la tie- rralxxxii, en una alcoba o en dos alcobas, porque son vigorosos, porque son denodados sic. Tus niños, tus hijos, al contrario, se pierden, se dispersan, van y vienen; se colocan en orden, van a sus montañas, a sus valles. Quizás de allí sólo vuelvan uno, dos a sus muros, a su fortaleza, porque se les aniquila, se les persigue mientras buscan sus alimentos, su manera de vivir. Entre los niños, los hijos del valiente, del varón más destacado entre los varones, del Varón de Rabinal, si uno, dos se van, uno, dos tornan a sus muros, a su fortaleza”. Eso dijo tu voz a los de Ux, a los de Po- koman.
Pero esto es lo que dijo mi voz: ¡Eh, eh!, valeroso varón, hombre de los Cavek Queché. Se ha escuchado el reto, el grito que lanzaron los de Ux, los de Pokoman.
¡Ah, cielo, ah, tierra! Era preciso que estuvieran iracundos por abandonar, bajo el cielo, sobre la tierra, a mis niños, mis hijos. Debe decirse que no pudieron tomar posesión de esas her- mosas montañas, de esos hermosos valles. Es sorprendente que hayas venido a acabar muchos días, muchas noches, bajo el cielo, sobre la tierra; que hayas venido a terminar el hijo de tu fle- cha, el hijo de tu escudo; que hayas venido a terminar la cara de tu vigor, la cara de tu energía.
Nada has obtenido, y hay que decir que de nada has podido adueñarte bajo el cielo, sobre la tierra. Sabías dónde estaban los límites de tu tierra, que viene a unirse a los costados de las montañas, a los costados de los valles.
Debe decirse que soy el valiente, el varón, destacado entre los varones, el Varón de Rabi- nal, quien adquirió renombre con sus niños, con sus hijos, bajo el cielo, sobre la tierra.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, valiente, varón, hombre de los Cavek Queché!

EL VARON DE LOS QUECHE
¡Ah! ¡ah! ¡oh, cielo, oh, tierra! Tu voz dice verazmente que no he logrado adueñarme aquí, bajo el cielo, sobre la tierra, de las hermosas montañas, de los hermosos valles.
¿Fue inútil, en vano, que viniera aquí a concluir muchos días, muchas noches bajo el cie- lo, sobre la tierra? ¿Mi valentía, mi denuedo, entonces, no me han servido?
¡Ah, cielo, ah, tierra! Me fui, por consiguiente, a mis montañas, a mis valles. Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
Anduve por el costado de las montañas, el costado de los valles; allá, en la punta que lla- man Cambalxxxiii, puse mis señales.
Mi voz dice, por eso, ante el cielo, ante la tierra: Llamándolo, podría hacer que saliera el jefe de Camba, para poner mis sandalias sobre las cabezaslxxxiv de los niños, las cabezas de los hijos del más destacado entre los varones, del Varón de Rabinal.
Así expresó su queja mi corazón. Pero si hasta el mismo cielo quisiese castigarme, si la tierra quisiese castigarme, diría mi voz: Me fui de allá a poner mis señaleslxxxv a la cima de la montaña Zaktihellxxxvi, del valle Zaktihel; lancé mi reto, mi grito. ¡Ah, cielo! ¡ah, tierra!
¿Es verdad que de nada me he adueñado aquí bajo el cielo, sobre la tierra?
De allá bajé en seguida a la cuenca del río y vi entonces las tierras nuevas, antiguas; las tierras de las amarillas espigas, de los amarillos frijoles, de los blancos frijoles, de las aves con garraslxxxvii.
Mi voz dijo entonces esto, ante el cielo, ante la tierra: ¿No podría llevarme un poco de esta tierra nueva, antigua, con ayuda del hijo de mi flecha, el hijo de mi escudo? Entonces allí hundí mis sandalias en la tierra nueva, antigualxxxviii.
De allá me fui en seguida a colocar mis señales sobre la punta Xtincurun, frente a Ximbal
Ha, llamados asílxxxix.
De allá también partí: fui a plantar mis señales a la punta llamada Quezentumxc; allá re- doblé en el tambor por el deseo de mi corazón, durante trece veces veinte días, trece veces veinte nochesxci, porque no había logrado adueñarme bajo el cielo, sobre la tierra, de las hermosas mon- tañas, de los hermosos valles.
Esto dijo mi voz ante el cielo, ante la tierra: ¡Ah, oh, cielo, oh, tierra! Es verdad que no logré adueñarme de nada aquí, bajo el cielo, sobre la tierra; que vine inútilmente, en vano, a aca- bar muchos días, muchas noches.
Esto dijo mi voz ante el cielo, ante la tierra.
Vine por consiguiente a dar fin a la cara de mi fuerza, la cara de mi energía; mi valor, mi denuedo no me sirvieron.
Esto dice mi voz, ante el cielo, ante la tierra.
Me fui a mis montañas, a mis valles. Mi voz dijo enseguida que yo recorrí el costado de las montañas, el costado de los valles; esto dijo mi voz.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, el más destacado entre los varones, Varón de Rabinal!

EL VARON DE RABINAL
¡Ah! valiente, varón, hombre de los Cavek Queché. ¡Mis niños, mis hijos! ¿Por qué atra- jiste a mis niños, a mis hijos? Nada tenías que hacer con ellos.
Déjalos en sus montañas, en sus valles. Si no los dejas, permita el cielo, permita la tierra, que trastorne el cielo, que trastorne la tierraxcii.
Esto dijo mi reto porque me había marchado; me dedicaba á colocar las señales de la tierra en la punta llamada Mucutzununxciii, cuando secuestraste a los blancos niños, a los blancos hijos, ayudado por el hijo de tu flecha; ayudado por el hijo de tu escudo, sin que el eco de tu corazón oyese mi reto, mi grito.
Entonces recorrí el costado de las montañas, el costado de los valles y puse mis señales en
Pan-Ahachelxciv, llamado así. Allá lancé mi reto, mi grito, contra ti.
Hasta entonces dejaste a los blancos niños, a los blancos hijos, allá en Nim Che, en Ca- brakán Paraveno, llamados así; efectivamente a corta distancia de las montañas Queché, de los valles Quechéxcv.
De allá regresaron ellos, recorrieron ellos los costados de las montañas, los costados de los valles; hueco el vientre, vacío el estómago, regresaron ellos; no obstante, ellos no se dispersaron en sus muros, en sus fortalezas, sino que se avecindaron en Panamakaxcvi, llamado así.
Entonces viniste contra mi Gobernador, mi mandatario, allá en el lugar de los Bañosxcvii,
llamado así. No me había marchado; estaba a punto de colocar las señales de las tierras, allá en
Tzam-Haxcviii, ante Quiluyach Abahxcix, llamados así.
Entonces abandoné mi vista, mi contemplación ante el cielo, ante la tierra. Grande era el espacio donde marchaban las nubes, donde marchaban las nublazones, frente a los vastos muros, frente a la vasta fortaleza.
Allá lancé mi reto, mi grito, ante el cielo, ante la tierra.
Mi voz dijo así: ¡Eh, eh, valiente, varón, hombre de los Cavek Queché! A mi Gobernador, mi mandatario, ¿por qué viniste a secuestrarlo del interior de los vastos muros, del interior de la vasta fortaleza?
Nada tenías que ver con él. ¡Permítele, pues, que torne a los vastos muros, a la vasta forta- leza! Esto dijo mi voz; mas tu corazón no se conmovió al oír mi reto, mi grito.
Mi voz dijo también: Si no dejas ir a mi Gobernador, mi mandatario, permita el cielo, permita la tierra, que yo trastorne el cielo, que trastorne la tierra, que recorra el cielo, que recorra la tierra. Esto dijo mi voz.
Pero tu corazón no se conmovió al escuchar mi reto. Recorrí, pues, los costados de las altas, hermosas montañas, de los grandes, hermosos valles, y fui a colocar mis señales en el inter- ior de los vastos muros, dentro de la vasta fortaleza.
Pero no vi sino el horizonte donde marchaban las nubes, donde marchaban las nublazones, frente a los vastos muros, frente a la vasta fortaleza.
Sólo la cigarra, sólo el grillo venían a vibrar, venían a cantarc en los vastos muros, en la
vasta fortaleza.
Pero mi corazón desfalleció, mi corazón decayó, y he recorrido los costados de las monta- ñas los costados de los valles, hasta que llegué a las montañas Queché, a los valles Queché; hasta que logré alcanzar a mi Gobernador, mi mandatario, bien amurallado atrás y adelante, en la pie- dra, en la cal.
Me lancé allí con el hijo de mi flecha, con el hijo de mi escudo, mi maza yaqui, mi hacha yaqui, mi valor, mi denuedo. Vi entonces a mi Gobernador, mi mandatario, completamente aban- donado en la piedra, en la calci.
Lo saqué de allí con la ayuda del hijo de mi flecha, el hijo de mi escudo. Debo decir que si yo no hubiera estado allí, en verdad habrías cortado la raíz, el tronco de mi Gobernador, de mi mandatario, en la montaña Queché, el valle Queché.
Así fue como volví a verlo. Con la ayuda del hijo de mi flecha, del hijo de mi escudo, le conduje de nuevo a los muros, a la fortaleza, a mi Gobernador, mi mandatario.
¿No asolaste dos, tres pueblos; las ciudades con barrancoscii de Balamvacciii, cuyo suelo pedregoso resuena con las pisadas; de Chí-Calcaraxahciv, de Chi-Cunucv, de Chi-Gozibal-Tagah- Tululcvi, llamados así.
¿Hasta cuándo tu corazón dejará de estar envidioso, celoso, de mi valor, de mi denuedo? Pero vas a pagarlo, bajo el cielo, sobre la tierra.
Trasmitiré, por consiguiente, la noticia de tu presencia en los vastos muros, en la vasta fortaleza, a mi Gobernador, a mi mandatario.
Has dicho, pues, adiós a tus montañas, a tus valles, porque aquí cortaremos tu raíz, tu tronco, bajo el cielo, sobre la tierra.
Realmente así será. Por eso, no pronunciaré abundantes palabras.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, hombre de los Cavek-Queché!

EL VARON DE LOS QUECHE
¡Eh, valiente, varón, Varón de Rabinal! ¿Dice eso tu voz ante el cielo, ante la tierra? No cambiaré las palabras que has dicho, ante el cielo, ante la tierra, a mis labios, a mi cara. Debo decir que ejecuté mal, al principio, las órdenes de nuestro Gobernador, nuestro mandatario.
“Ellos. nos provocaron. ellos nos retaron”, había dicho la voz de nuestro Gobernador, de nuestro mandatario, el jefe de Teken Tohcvii, el jefe de Teken Tihaxcviii, Gumarmachicix, en Takta- zibcx, Taktazimahcxi, Cuxuma Ahcxii, de Cuxuma Chocxiii, de Cuxuma Zivancxiv, de Cuxuma Cabcxv, de Cuxuma Tziquincxvi. Estos son los nombres, los labios, las carascxvii de nuestro Gober- nador, de nuestro mandatario.
“Vengan ¡oh! los doce denodados, los varones; vengan a escuchar las órdenes”. Esta fue la voz que habló, a ellos al principio; en seguida, a ti; debido a la miseria, el derroche, la falta de orden que hubo allí en los puestos, en los cargos públicos.
En los vastos muros, en la vasta fortaleza, sólo hay nueve blancos niños, diez blancos hijos en los vastos muros, en la vasta fortalezacxviii.
Esa fue la voz que habló a ellos y a ti. Como de nada había podido adueñarme aquí, debi- do al deseo de mi corazón, yo hice venir, yo hice tornar a los blancos niños, los blancos hijos, mientras que ellos estaban distraídos en Iximchécxix buscando las colmenas de miel amarilla, de miel verde.
Cuando los vi, mi voz dijo ante el cielo, ante la tierra: ¿No podría secuestrar a esos blan- cos niños, a esos blancos hijos, para que se avecinen en mis montañas, en mis valles?
Mi voz dijo: Los conduciré ante mi gobernador, mi mandatario, a la montaña Queché, al valle Queché.
Mi voz dijo: Aquí hay, pues, un poco de estas tierras nuevas, antiguas; de las blancas es-
pigas abiertas, de los amarillos frijoles, de los blancos frijoles.
De allí vine a Pan Cakilcxx, llamado así, porque mi corazón estaba con los blancos niños, con los blancos hijos.
Por eso, pues, lanzaste tu reto, tu grito. Entonces lloró mi corazón, se quejó mi corazón, al oír tu reto, tu grito. Pero en seguida los dejé libres, allá en Nim Che, en Cabrakán Pan-Araveno, llamados así.
Faltaba poco para que los blancos niños, los blancos hijos llegasen a mis montañas, a mis valles, a las montañas Queché, a los valles Queché.

De ese modo se fueron, así tornaron los blancos niños, los blancos hijos; hueco el interior de su vientre, vacío el interior de su estómago. Prosiguieron la marcha por los costados de las montañas, por los costados de los valles.
No obstante, no llegaron hasta sus muros, su fortaleza; se avecindaron, por consiguiente, en Panamaka, llamado así.
Ciertamente fui yo el que procedí mal, cuando secuestré a tu Gobernador, tu mandatario, allá en el lugar de los Baños, llamado así; mientras que él iba a bañarse, yo lo secuestré, ayudado del hijo de mi flecha, ayudado del hijo de mi escudo.
Lo trasladé a mis montañas, a mis valles: montañas Queché, valles Queché, debido al de- seo de mi corazón, porque de nada había podido adueñarme bajo el cielo, sobre la tierra. Lo en- cerré, pues, en los muros de cal y piedra; tapié su cara; con la cal, la piedra.
Debo decir que he procedido mal, porque tu voz dijo: “Asolaste dos, tres pueblos; las ciu- dades con barrancos de Balamvac, donde el suelo pedregoso resuena con las pisadas; de Chi- Calcaraxah, de Chi-Cunu, de Chi-Gozibal-Tagah-Tulul, llamados así”.
Ciertamente, procedí mal entonces; debido al deseo de, mi corazón, y pagaré ahora bajo el cielo, sobre la tierra.
No hay otras palabras en mi boca, en mi cara. Sólo la ardilla, sólo el pájaro, aquí ante mí, te gritarán, quizás, ¡oh jefe!
¿No dijo tu voz también: “Voy a trasmitir la noticia de tu presencia a la cara de mi Gober- nador, mi mandatario, en los vastos muros, en la vasta fortaleza. Has dicho adiós a tus montañas, a tus valles, porque aquí cortaremos tu raíz, tu tronco, aquí bajo el cielo, sobre la tierra?” Esto dijo tu voz.
¿No podríamos proceder lucidamente como hermano mayor, como hermano menor? Te adornaría, te decoraría con mi oro, con mi plata, con el hijo de mi flecha, con el hijo de mi escu- do, con mi maza yaqui, con mi hacha yaqui, aun con mis guirnaldascxxi, con mis sandalias.
Trabajaría aquí, te serviría como tu niño, como tu hijo, aquí bajo el cielo, sobre la tierra, como señal suprema de que tú no me dejas marchar a mis montañas, a mis valles.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, valiente, varón, destacado entre los varones, Varón de
Rabinal!

EL VARON DE RABINAL
¡Ah, valiente, varón, hombre de los Cavek Queché! ¿No dijo tu voz ante el cielo, ante la tierra: “¿No podría yo adornarte, decorarte, con mi oro, con mi plata, con el hijo de mi flecha, con el hijo de mi escudo, con mis guirnaldas, con mis sandalias; trabajar aquí, servirte, bajo el cielo, sobre la tierra?” Esto dijo tu voz.
Pero entonces iría a decir a la cara de mi Gobernador, de mi mandatario: “Un valiente, un varón nos había combatido tras los vastos muros, la vasta fortaleza, durante trece veces veinte días, durante trece veces veinte noches; nuestro sueño no nos había sido un reposocxxii, y en se- guida yo me he adornado, decorado con su oro, con su plata, con su maza yaqui, con su hacha yaqui, aun con sus guirnaldas, sus sandalias”.
¡Y yo podría ir a decir a la cara de mi Gobernador, de mi mandatario, que lo he dejado en seguida regresar a sus montañas, a sus valles! ¿Iría a decir eso a la cara de mi Gobernador, de mi mandatario?

Pero estoy bien provisto, colmado de dones por mi Gobernador, mi mandatario, tengo oro, plata; tengo el hijo de mi flecha, el hijo de mi escudo, mi maza yaqui, mi hacha yaqui; estoy bien provisto, estoy colmado de dones por mi Gobernador, mi mandatario, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Por eso voy a trasmitir la noticia de tu presencia frente a los vastos muros, frente a la vasta fortaleza, a la cara de mi Gobernador, de mi mandatario.
Si mi Gobernador, mi mandatario permite que te deje marchar a las montañas, a los valles; si mi Gobernador lo dice, entonces te dejaré marchar a las montañas, a los valles. Sí, si mi Go- bernador dice eso, te dejaré marchar.
Pero si mi Gobernador, mi mandatario dice: “Tráelo ante mis labios, mi cara, para que yo vea hasta qué punto sus labios, su cara son de un valiente, de un varón”; si mi Gobernador, mi mandatario dice eso, te lo comunicaré.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, valiente, varón, hombre de los Cavek Queché!

EL VARON DE LOS QUECHE
¡Pues bien, que así sea, valiente, varón, Varón de Rabinal! Si debes trasmitir la noticia de mi presencia a la cara de tu Gobernador, en los vastos muros, en la vasta fortaleza, anúnciame, pues.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, el más destacado entre los varones, Varón de Rabinal!



CUADRO II

EL VARON DE RABINAL

(Ante el jefe Cinco-Lluvia, que ocupa un asiento bajo, con respaldo, adornado con labores antiguas. Junto a él, la señora, su esposa, rodeada de sirvientes, guerreros, águilas y jaguares)

¡Te saludo, oh jefe! ¡Te saludo, oh señora! Doy gracias al cielo, doy gracias a la tierra. Aquí tú proteges, abrigas bajo el toldo de plumas de verdes pajarilloscxxiii, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Así como yo soy un valiente, un varón, y he llegado hasta tus labios, tu cara, en los vastos muros, en la vasta fortaleza, de igual manera aquí está un valiente, un varón, que se nos enfrentó durante trece veces veinte días, durante trece veces veinte noches, tras los vastos muros, tras la vasta fortaleza, donde nuestro sueño no era un reposo.
El cielo nos lo ha entregado, la tierra nos lo entregó enlazado; al hijo de mi flecha, al hijo de mi escudo.
Lo he atado, lo he enlazado, con mi fuerte cuerda, con mi fuerte lazo, con mi maza yaqui, con mi hacha yaqui, con mi red, con mis ataduras, con mis yerbas mágicas.
Después hice que se manifestaran sus labios sin que se cubrieran de espumacxxiv: los labios
de ese valiente, de ese varón; en seguida él habló ante sus montañas, ante sus valles, a mis labios, a mi cara, a mí, el valiente, el varón.
Era ese valiente, ese varón, el que imitaba el grito del coyote, el que imitaba el grito del zorro, el que imitaba el grito de la comadreja, más allá de los vastos muros, la vasta fortaleza, para atraer, para provocar a los blancos niños, a los blancos hijos.
Fue ese valiente, ese varón, el que aniquiló a nueve o diez blancos niños, blancos hijos. Fue también ese valiente el que te secuestró en los Baños.
Fue ese valiente, ese varón el que asoló dos o tres pueblos; la ciudad con barrancos de
Balamvac donde el suelo pedregoso resuena con las pisadas, llamada así.
¿No pondrá, por consiguiente, el deseo de tu corazón un final a ese valor, a ese denuedo?
¿No lo previenen nuestros gobernadores, nuestros mandatarios, cada uno Gobernador de muros, de fortalezas: el jefe de Teken Toh, el jefe de Teken Tihax, Gumarmachi Tactazib, Tactazimah, Cuxuma Ah, Cuxuma Zivan, Cuxuma Cho, Cuxuma Cab, Cuxuma Tziquín?
Estos son sus nombres, sus labios, sus caras. Ahora él viene a pagar, bajo el cielo, sobre la
tierra.

Aquí cortaremos su raíz, su tronco; aquí bajo el cielo, sobre la tierra, ¡oh Gobernador, jefe
Cinco-Lluvia!

EL JEFE CINCO-LLUVIA
¡Mi valiente, mi varón! Gracias al cielo, gracias a la tierra, has llegado a los vastos muros, la vasta fortaleza, ante mis labios, ante mi cara, ante mí, tu Gobernador, yo el jefe Cinco-Lluvia.
Por consiguiente, gracias al cielo, gracias a la tierra, que el cielo te haya entregado, que la tierra te haya entregado ese valiente, ese varón; que lo hayan arrojado al hijo de tu flecha, al hijo de tu escudo; que lo hayas sujetado, que tú hayas enlazado, valiente, a ese varón.
Pero que no haga estruendo; pero que no escandalice cuando llegue a la entrada de los vastos muros, de la vasta fortaleza; porque debe amársele, debe admirárselecxxv en los vastos mu- ros, en la vasta fortaleza; porque aquí se hallan sus doce hermanos mayores, sus doce hermanos menores, los de los metales preciosos, los de las piedras preciosascxxvi.
Sus labios, sus caras, no se hallan todavía completos: quizás ha venido a integrar su grupo en los vastos muros, en la vasta fortaleza. Aquí hay doce águilas amarillas, doce jaguares amari- llos; sus bocas, sus fauces, no están completas; quizás ese valiente, quizás ese varón ha venido a completar a unos y a otros.
Hay aquí bancos de metales preciosos, asientos de metales preciosos; hay unos donde se puede estar sentado; hay otros donde no se puede estar sentado: quizás ese valiente, ese varón, ha venido a sentarse en aquéllos.
Hay aquí doce bebidas, doce licores que embriagan, de los Ilamados Ixtatzununcxxvii: dul-
ces, refrescantes, alegres, gratos, atrayentes; de los que se bebe antes de dormir, aquí en los vastos aros, en la vasta fortaleza; bebidas de jefes: quizás ese valiente vino para beberlascxxviii.
Hay telas muy finas y bien tramadas; brillantes, esplendentes, labor de mi madrecxxix, de mi señora; por ese esplendente trabajo de mi madre, de mi señora, quizás ese valiente, ese varón, vino para estrenar su delicadeza.
También está la Madre de las Plumas, la Madre de de los Verdes Pajarillos, traída de Tzam-Gam-Carchagcxxx; quizás ese valiente, quizás ese varón, vino para estrenar sus labios, su cara; vino para bailar con ella, dentro de los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Quizás ese valiente ha venido para convertirse en yerno de clancxxxi, cuñado de clan, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Si es sumiso, si es modesto, si se humilla, si humilla su cara, entonces puede entrar. Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, destacado entre los varones!

EL VARON DE RABINAL
Jefe Cinco-Lluvia, dame tu aprobación, ante el cielo, ante la tierra. Mi voz dice esto: Aquí está mi vigor, mi denuedo, que habías entregado, que habías afirmado a mis labios, en mi cara.
Dejaré aquí, por consiguiente, mi flecha, mi escudo. Consérvalos, pues; guárdalos en su cubierta, en su arsenal; que reposen allí: yo reposaré también, porque cuando debíamos dormir no había, a causa de ellos, reposo para nosotros.
Te los dejo, por consiguiente, en los vastos muros, en la vasta fortaleza. Esto dice mi voz, ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, mi Gobernador, mi mandatario, jefe Cinco-Lluvia!

EL JEFE CINCO-LLUVIA
Mi valiente, mi varón, ¿no dice eso tu voz, ante el cielo, ante la tierra?: “Aquí está mi vi- gor, aquí está mi denuedo; aquí está mi flecha, aquí está mi escudo, que tú habías entregado, que tú habías afirmado a mis labios, a mi cara. Te los entrego, pues, para que los conserves; para que los guardes en los vastos muros, en la vasta fortaleza, en su cubierta, en su arsenal”. ¿No es esto lo que dijo tu voz?
Pero ¿cómo los conservaría, cómo los guardaría en su cubierta, en su arsenal? ¿Cuáles armas tendría, entonces, contra los que vinieran a descubrirse a la cabeza de las tierras, al pie de las tierras?cxxxii.
¿Qué armas, también, habrá para nuestros niños, para nuestros hijos, cuando ellos vengan a buscar, a obtener su alimento, en las cuatro esquinas, en los cuatro lados?cxxxiii.
Aquí, por consiguiente, una vez, dos veces deberás tomar tu vigor, tu denuedo, tu flecha, tu escudo, que aquí te entrego, mi valiente, mi varón, destacado entre los varones, Varón de Ra- binal.
¡El cielo, la tierra, estén contigo!

EL VARON DE RABINAL
¡Está muy bien! Aquí, por consiguiente volveré a tomar mi vigor, mi denuedo, que me has entregado; que has afirmado a mis labios, a mi cara. Así pues, tomaré eso una vez, dos veces.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
Por todo ello, te dejaré un instante en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, mi Gobernador, mi mandatario, jefe Cinco-Lluvia!

EL JEFE CINCO-LLUVIA
¡Está muy bien, mi valiente, mi varón! Sé cauto: no vayas a caer, a lastimarte, mi valiente, mi varón, destacado entre los varones, Varón de Rabinal.
¡El cielo, la tierra estén contigo!




CUADRO III
EL VARON DE RABINAL

(Liberta al Varón de los Queché, de las ligaduras que lo ataban al árbol)

¡Eh! valiente, varón, hombre de los Cavek Queché. Ya he anunciado tu presencia en los vastos muros, en la vasta fortaleza, ante la cara de mi Gobernador, mi mandatario.
Mi Gobernador, mi mandatario dijo esto, para prevenir a tu valentía, a tu denuedo: “Que él no haga estruendo, que no escandalice sino que se humille, que humille su cara cuando llegue a la entrada de los vastos muros, de la vasta fortaleza, aquí bajo el cielo, sobre la tierra; porque de- be amársele, debe admirársele aquí en los vastos muros, en la vasta fortaleza, ya que estará cabal el interior de los vastos muros, de la vasta fortaleza.
“Hay doce hermanos menores, doce hermanos mayores: los de los metales preciosos, los de las piedras preciosas; quizá sus caras no estén completas; quizás ese varón venga a integrar su grupo.
“También hay doce águilas amarillas, doce jaguares amarillos. Sus fauces no están caba- les; quizás ese valiente, ese varón, venga a completar a unos y otros.
“También hay bancos de metales preciosos, asientos de metales preciosos; quizás ese va- liente, ese varón, venga para sentarse en ellos. Aquí, también, está guardada la Madre de las Plu- mas, la Madre de los Verdes Pajarillos, la Piedra Preciosa, traída de Tzam-Gam-Carchag. Sus labios están sin estrenar su rostro no ha sido tocado: quizás ese valiente, quizás ese varón venga para estrenar sus labios, su rostro.
“Hay también doce bebidas, doce licores embriagantes, dulces, refrescantes: bebidas de jefes, en los vastos muros, en la vasta fortaleza; quizás ese valiente, quizás ese varón venga para beberlas.
“Hay también telas muy finas muy bien tramadas: brillantes, resplandecientes, labor de mi madre, de mi señora; quizás ese valiente, quizás ese varón, venga para estrenarlas.
“¿No viene él, también, para convertirse en mi yerno de clan, cuñado de clan, aquí en los vastos muros, en la vasta fortaleza?”. Esto dijo la voz de mi Gobernador, mi mandatario.
Vengo, pues, a prevenirte que no hagas estruendo, que no escandalices, cuando llegues a la entrada de los altos muros, de la alta fortaleza; que te inclines, que dobles la rodilla, al llegar ante mi Gobernador, mi mandatario, el abuelo, el jefe Cinco-Lluvia.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra. Nuestras pláticas no se prolongarán más.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, hombre de los Cavek Queché!

EL VARON DE LOS QUECHE
¡Eh valiente, varón, Varón de Rabinal! ¿No dijo así tu voz ante el cielo ante la tierra?: “Yo trasmití la noticia de tu presencia ante mi Gobernador, ante mi mandatario, en los vastos muros, en la vasta fortaleza”.
Esto dijo tu voz: “Por eso vengo a prevenirte, valiente, varón. Tráelo a que comparezca ante mis labios, ante mi cara, en los vastos muros, en la vasta fortaleza; para que vea en sus la- bios, para que vea en su cara lo valeroso que es él, lo viril que es él.
“Ve a prevenirlo: que no haga estruendo, que no escandalice, cuando llegue ante mis la- bios, ante mi cara; que se humille, que humille su cara; porque si es un valiente, si es un varón, es sumiso, humilde; porque lo amarán, lo admirarán, aquí en los vastos muros, en la vasta fortaleza. Así habló mi Gobernador, mi mandatario”.
¿No dijo eso tu voz? ¡Vamos! ¿sería un valiente, sería un varón, si me humillase, si humi- llase mi cara?
Aquí ves con lo que me humillaré: aquí está mi flecha, aquí está mi escudo, aquí está mi maza yaqui, aquí está mi hacha yaqui; estos serán mis útiles para doblegarme, para doblar la rodi- lla, cuando llegue a la entrada de los vastos muros, de la vasta fortaleza.
Quiera el cielo, la tierra, que yo pueda abatir la grandeza, el día en que naciócxxxiv tu Go-
bernador, tu mandatario.
Quiera el cielo, la tierra, que yo pueda golpear la parte inferior de sus labios, la parte supe- rior de sus labios, en los vastos muros, en la vasta fortaleza, y que antes padezcas también eso, valiente, varón, destacado entre los varones, Varón de Rabinal.

(Al decir estas palabras se aproxima, amenazante, al Varón de Rabinal)

IXOK-MUN

(Interponiéndose entre los dos varones, dice:)

Valiente varón, hombre de los Cavek-Queché, no mates a mi valiente, mi varón, el destacado entre los varones, el Varón de Rabinal.


SEGUNDO ACTO


EL VARON DE LOS QUECHE

(Llega ante el Jefe Cinco-Lluvia)

¡Te saludo, varón! Soy el que acaba de llegar a la entrada de los vastos muros, de la vasta fortaleza, donde extiendes tus manos, donde extiendes tu sombracxxxv. Vinieron a dar la noticia de mi presencia a tus labios, a tu cara.
Soy un valiente, un varón, porque tu valiente, tu varón, destacado entre los varones, el Varón de Rabinal, vino a lanzar su reto, su grito, a mis labios, a mi cara. “He trasmitido la noticia de tu presencia a la cara de mi Gobernador, de mi mandatario, en los vastos muros, en la vasta fortaleza. La voz de mi Gobernador, de mi mandatario dijo esto: Haz, pues, que entre ese valien- te, ese varón, ante mis labios, ante mi cara, para que vea en sus labios, para que vea en su cara, lo valiente que es él, lo varón que es él. Advierte a ese valiente, a ese varón, que no haga estruendo, que no escandalice, que se humille, que humille su cara, cuando llegue a la entrada de los vastos muros, a la entrada de la vasta fortaleza”.
¡Pues bien!, soy un valiente, soy un varón, y si tengo que humillarme, que humillar mi cara, aquí tengo con qué humillarme; aquí está mi flecha, aquí está mi escudo, con que yo doble- garé tu destino, el día de tu nacimiento; golpearé la parte inferior de tus labios, la parte superior de tus labios, y vas a resentirlo, ¡oh jefe!

(Amenaza con sus armas al jefe Cinco-Lluvia)

IXOK-MUN.
Valiente, varón, hombre de los Cavek Queché, no mates a mi Gobernador, mi mandatario, el jefe Cinco-Lluvia, en los vastos muros, en la vasta fortaleza, donde está encerrado.

EL VARON DE LOS QUECHE
Haz, pues, que preparen mi banco, mi asiento, porque así era como en mis montañas, en mis valles, se ilustraba mi destino, se ilustraba el día de mi nacimiento.
Allá tengo mi banco, allá tengo mi asiento. ¿Me quedaré en este lugar expuesto a la hela- da, me quedaré expuesto al frío? Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra estén contigo, jefe Cinco-Lluvia!

EL JEFE CINCO-LLUVIA
Valiente, varón, hombre de los Cavek Queché: gracias al cielo, gracias a la tierra, has lle- gado a los vastos muros; a la vasta fortaleza donde extiendo mis manos, extiendo mi sombra, yo el abuelo, el jefe Cinco-Lluvia.
Así pues, di, revela, ¿por qué imitaste el grito del coyote, el grito del zorro, el grito de la comadreja, más allá de los vastos muros, más allá de la vasta fortaleza, para provocar, para atraer a mis blancos niños, mis blancos hijos; para atraerlos ante los vastos muros, la vasta fortaleza, en
Iximché; para tratar de hallar, de encontrar, la miel amarilla, la miel verde de las abejas, el ali- mento que era para mí, el abuelo, el jefe Cinco-Lluvia, en los vastos muros, en la vasta fortaleza?
Fuiste quien secuestró a los nueve, a los diez blancos niños, blancos hijos, que estuvieron a punto de ser llevados a las montañas Queché, a los valles Queché, si mi arrojo, mi bravura, no se hubieran hallado alertas; porque allá habrías cortado la raíz, el tronco de los blancos niños, de los blancos hijos.
Viniste, también, a secuestrarme allá en los Baños. Allá fui apresado por el hijo de tu fle- cha, el hijo de tu escudo.
Me encerraste en la piedra, la cal, en las montañas Queché, en los valles Queché; allá habrías acabado por cortar mi raíz, mi tronco, en las montañas Queché, los valles Queché.
Por eso mi valiente, mi varón, el más destacado entre los varones, el Varón de Rabinal, me libertó de allá, me arrancó de allá, con ayuda del hijo de su flecha, el hijo de su escudo.
Si no hubiese existido mi valiente, mi varón, efectivamente allí habrías cortado mi raíz, mi
tronco.

Así me trajeron nuevamente a los vastos muros, a la vasta fortaleza. Asolaste también dos,
tres pueblos; las ciudades con barrancos de Balamvac, donde el suelo pedregoso resuena bajo las pisadas; de Calcaraxah, Cunu, Gozibal-Tagah-Tulul, llamadas así.
¿Cuándo dejará de dominarte el deseo de tu corazón, de tu decisión, de tu denuedo? ¿Has- ta cuándo permitirás que obren, permitirás que se agiten?
Esa decisión, ese denuedo, ¿no quedaron sepultados, ocultos en Cotom, en Tikiram, en
Belehe Mokoh, en Belehe Chumay?
Esa decisión, ese denuedo, ¿no fueron a hacerse sepultar, a hacerse ocultar, por nosotros los gobernadores, nosotros los mandatarios, en cada uno de los muros, de la fortaleza?
Mas tú pagarás eso aquí, bajo el cielo, sobre la tierra. Has dicho, pues, adiós a tus monta-
ñas a tus valles, porque aquí morirás, fallecerás, bajo el cielo, sobre la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, hombre de los Cavek Queché!

EL VARON DE LOS QUECHE
Jefe Cinco-Lluvia, dame tu aprobación ante el cielo, ante la tierra. Efectivamente aquí están las palabras, efectivamente aquí están las opiniones que tú has expresado ante el cielo, ante la tierra; efectivamente he obrado mal.
Tu voz también dijo: “¿No has provocado, llamado a los blancos niños, los blancos hijos, para atraerlos a buscar, a descubrir la miel amarilla; la miel verde de las abejas, el alimento que era para mí, el abuelo, el jefe Cinco-Lluvia, en los vastos muros, en la vasta fortaleza?”
Eso dijo tu voz. Efectivamente procedí mal, debido al deseo de mi corazón, porque. no había logrado adueñarme de esas hermosas montañas, de esos hermosos valles, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
Tú voz también ha dicho: “Fuiste quien vino a secuestrarme; quien se apoderó de mí en los Baños”. Eso dijo tu voz. Efectivamente he obrado mal, debido al deseo de mi corazón.
Tu voz dijo también: “Asolaste dos, tres pueblos; las ciudades con barrancos de Balam- vac, donde el suelo pedregoso resuena con las pisadas de Calcaraxah, Cunu, Gozibal-Tagah- Tulul”. Eso dijo tu palabra.
Efectivamente procedí mal, debido al deseo de mi corazón, porque no había logrado adue- ñarme de las hermosas montañas, de los hermosos valles, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
Tu voz ha dicho también: “Di adiós a tus montañas, a tus valles; di tu voz, porque aquí morirás, fallecerás; aquí cortaremos tu raíz, tu tronco; aquí bajo el cielo, sobre la tierra”. Eso dijo tu voz.
Efectivamente desobedecí tu voz, tus mandatos, aquí ante el cielo, ante la tierra, debido a1 deseo de mi corazón. Si es preciso que yo muera aquí, que fallezca aquí, entonces esto es lo que dice mi voz a tus labios, a tu cara: Ya que estás bien provisto, que estás abastecido, en los altos muros, en la alta fortaleza, concédeme tu alimento, tus bebidas: esas bebidas de jefes llamada Ixtatzunun; las doce bebidas, los doce licores embriagantes, dulces, refrescantes, alegres, atrayen- tes, que se beben antes de dormir, en los vastos muros, en la vasta fortaleza, y también los porten- tos de tu madre, de tu señora.
Las probaré un instante, como suprema señal de mi muertecxxxvi, de mi fallecimiento, bajo
el cielo, sobre la tierra. Eso dice mi palabra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, jefe Cinco-Lluvia!

EL JEFE CINCO-LLUVIA
¡Valiente, varón, hombre de los Cavek Queché! Esto dijo tu voz ante el cielo, ante la tie- rra: “Concédeme tu alimento, tus bebidas. Las recibiré para probarlas”. Esto dijo tu voz. “Esa será la suprema señal de mi muerte, de mi fallecimiento”, dijo tu voz. Pues yo te las doy, pues yo te las otorgo.
Servidores, servidoras, que traigan mi alimento, mis bebidas. Que las den a ese valiente, ese varón, hombre de los Cavek Queché, como suprema señal de su muerte, de su fallecimiento, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.

UN SIRVIENTE
Está bien, mi Gobernador, mi mandatario. Los daré a ese valiente, a ese varón, hombre de los Cavek Queché (Traen los sirvientes una mesa cargada de manjares y bebidas). Prueba algo del alimento, las bebidas, de mi Gobernador, mi mandatario, el abuelo, el jefe Cinco-Lluvia, en los vastos muros, en la vasta fortaleza en la cual vive en su encierro mi Gobernador, mi mandata- rio, valiente varón.

EL VARON DE LOS QUECHE

(Come y bebe, con desdén. A continuación se va a bailar ante la corte. Después regresa y dice:)

¡Oh. jefe Cinco-Lluvia! ¿Es ese tu alimento, es esa tu bebida? Efectivamente nada hay que decir, nada hay en uno y otra que los recomiende a mis labios, a mi cara.
¡Si probaras un instante, en mis montañas, en mis valles, las bebidas atrayentes, gratas, alegres, dulces, refrescantes, que pruebo en mis montañas en mis valles!
¡Mi voz dice esto ante el cielo, ante la tierra!
¿Es esa la mesa de tus manjares; es esa la copa en que bebes?... ¡Pero si ese es el cráneo de mi abuelo; esa es la cabeza de mi padrecxxxvii, la que veo, la que contemplo! ¿No se podría hacer lo mismo con los huesos de mi cabeza, con los huesos de mi cráneo; cincelar mi boca, cin- celar mi cara?
De ese modo, al salir de mis montañas, de mis valles, a cambiar cinco cargas de cacao para comprar, cinco cargas de cacao fino de mis montañas, de mis valles, mis niños, mis hijos dirán: “Aquí está el cráneo de nuestro abuelo, de nuestro padre”.
Eso dirán mis niños, mis hijos, aquí, del amanecer a la noche.
Está aquí, también, el hueso de mi brazo; aquí está el mango de la calabaza de metales preciosos que resonará, que producirá estruendo, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Está aquí, también, el hueso de mi pierna; está aquí la baqueta del tambor grande, del tamboril, que harán palpitar el cielo, la tierra, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Está aquí lo que dice también mi voz: “Te prestaré la obra pulida, brillante, esplendente, muy bien tramada, labor de mi madre, de mi señora, para que te adornes con ella en los vastos muros, en la vasta fortaleza; en los cuatro rincones, en los cuatro lados, como suprema señal de mi muerte, de mi fallecimiento, aquí bajo el cielo, sobre la tierra”.

EL JEFE CINCO-LLUVIA
¡Valiente, varón, hombre de los Cavek Queché! ¿Qué quieres, pues, qué es lo que solici- tas? No obstante, yo te lo daré, como suprema señal de tu muerte, de tu fallecimiento aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
Servidores, servidoras, que traigan la obra pulida, brillante, esplendente, muy bien trama- da, labor que han hecho en los vastos muros, en la vasta fortaleza, y la den a ese valiente, a ese varón, como suprema señal de su muerte, de su fallecimiento, aquí bajo el cielo, sobre 1a tierra.

UN SIRVIENTE
Está bien, mi Gobernador, mi mandatario. Daré a ese valiente, a ese varón lo que pide. Valiente varón, aquí está esa labor bien tramada que deseas, que solicitas. Te la doy, pero no la deshagas, no la maltrates.

(Entrega el sirviente al varón una especie de manto en que se envuelve)

EL VARON DE LOS QUECHE
A esas flautas, esos tamborescxxxviii, ¿les sería posible sonar ahora como mi flauta, como mi tambor? Toquen, pues, la melodía grande, la melodía breve.
Que toque mi flauta yaqui, mi tambor yaqui, mi flauta Queché, mi tambor quechécxxxix, la danza del preso, del cautivo en mis montañas, en mis valles, como para que haga palpitar el cielo, para que haga palpitar la tierra.
Que nuestra frente, nuestra cabeza se dobleguen, cuando demos vueltas golpeando con el pie; cuando bailemos, cadenciosos, golpeando el suelocxl, con los servidores, con las servidoras, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén con ustedes, oh flautas, oh tambores!

(Danza el varón en ronda ante la corte, y en cada rincón lanza su grito de guerra)

¡Oh jefe Cinco-Lluvia! Dame tu aprobación, ante el cielo, ante la tierra. Aquí tienes lo que me habías prestado, lo que me habías concedido.
Vengo a devolverlo, vengo a dejarlo suspendido a la entrada de los vastos muros, de la vasta fortaleza. Consérvalo, guárdalo en su cubierta, en su caja, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Accediste a mis deseos, a mi petición, ante el cielo, ante la tierra, y lo he expresado en los vastos muros, en la vasta fortaleza; en los cuatro rincones, en los cuatro lados, como suprema señal de mi muerte, de mi fallecimiento, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
Pero si es verdad que estás bien provisto, que tú estás abastecido, en los vastos muros, en la vasta fortaleza, concédeme a la Madre de las Plumas, a la Madre de los Verdes Pajarillos, la Piedra Preciosa, traída de Tzam-Gam-Carchag, cuyos labios están aún por estrenar, cuya cara no ha sido tocada, para que estrene su boca, que estrene su cara.
Que baile con ella, que yo la muestre en los vastos muros, en la vasta fortaleza, en los cua- tro rincones, en los cuatro lados, como suprema señal de mi muerte, de mi fallecimiento, bajo el sol, sobre la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, jefe Cinco-Lluvia!

EL JEFE CINCO-LLUVIA
¡Valiente, varón, hombre de Cavek Queché! ¿Qué quieres, pues, qué es lo que solicitas? No obstante, yo te concedo lo que quieres, porque aquí está confinada la Madre de las Plumas, la Madre de los Verdes Pajarillos, la Piedra Preciosa, traída de Tzam-Gam-Carchag, cuyos labios están aún por estrenar, cuya faz no ha sido tocada; y te la concedo, valiente, varón, como suprema señal de tu muerte, de tu fallecimiento, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
Servidores, servidoras, que conduzcan aquí a la Madre de las Plumas, la Madre de los Verdes Pajarillos; que den a ese valiente, que den a ese varón lo que él quiere, lo que él solicita, como suprema señal de su muerte, de su fallecimiento, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.

IXOK-MUN
Está bien, mi Gobernador, mi mandatario. Voy a darla a ese valiente, a ese varón.

(Conducen a la Madre de las Plumas ante el Varón de los Queché)

Aquí está, valiente, varón, hombre de los Cavek Queché. Te doy lo que quieres, lo que solicitas; mas no ofendas, no lastimes a la Madre de las Plumas, la Madre de los Verdes Pajarillos, la Pie- dra Preciosa. Muéstrala al bailar, solamente, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.

(El Varón de los Queché saluda a la doncella, que se mantiene alejada de él mientras baila, vuel- to siempre el rostro hacia aquél, quien la sigue en igual forma, ondulando ante ella, lo mismo que un manto. De ese modo dan vuelta en torno a la corte, al son de las trompetas, y después vuelven a situarse cerca del jefe Cinco-Lluvia)

EL VARON DE LOS QUECHE.
Jefe Cinco-Lluvia, dame tu aprobación ante el cielo, ante la tierra. Aquí tienes a quien me proporcionaste, me concediste como compañera.
Ya fui a mostrarla, fui a bailar con ella en los cuatro rincones, en los cuatro lados, en los vastos muros, en la vasta fortalezacxli. Ahora consérvala, guárdala, en los vastos muros, en la vasta fortaleza.
Mi voz dice también: Recuérdalo, debes prestarme las doce águilas amarillas, los doce jaguares amarillos que encontré de día, de noche, con sus armas, sus dardos en la mano.
Préstamelos para ir con ellos a practicar con el hijo de mi flecha, con el hijo de mi escudo, en los cuatro rincones, en los cuatro lados, en los vastos muros, en la vasta fortaleza, únicamente, como suprema señal de mi muerte, de mi fallecimiento, aquí bajo el cielo, sobre la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, jefe Cinco-Lluvia!

EL JEFE CINCO-LLUVIA
¡Valiente, varón, hombre de Cavek Queché! Tu voz dice esto ante el cielo, ante la tierra: “Que pueda yo prestarte las doce águilas amarillas, los doce jaguares amarillos”. Esto dice tu pa- labra.
Pues bien, te concedo, te presto las doce águilas amarillas, los doce jaguares amarillos, que quieres, que pides a mis labios, a mi cara.
Vayan, pues, ¡oh, mis águilas, mis jaguares! Procedan de modo que ese valiente, ese varón, pueda ir con todos a practicar la esgrima con el hijo de su flecha, el hijo de su escudo, en los cuatro rincones, en los cuatro lados.

EL VARÓN DE LOS QUECHÉ

(Sale con las águilas y los jaguares, y ejecuta con ellos una danza de guerra, en torno a la corte. Después regresa al estrado en donde está el jefe Cinco-Lluvia con su familia)

Jefe Cinco-Lluvia, dame tu aprobación, ante el cielo, ante la tierra. Me has concedido lo que yo quería, lo que te pedí: las águilas amarillas, los jaguares amarillos. He ido con ellos a prac- ticar la esgrima con el hijo de mi flecha, con el hijo de mi escudo.
¿Son esas, pues, tus águilas; son esos pues tus jaguares? No se puede hablar de ellos ante mis labios, ante mi faz, porque algunos ven, algunos no ven; no tienen dientes, no tienen garras.
¡Si vinieras a ver, un instante, los de mis montañas, de mis valles! Aquellos ven vigorosamente, miran vigorosamente; luchan, combaten con dientes y garras.

EL JEFE CINCO-LLUVIA
Valiente, varón, hombre de los Cavek Queché, hemos visto los dientes de las águilas, de los jaguares que están en tus montañas, en tus valles. ¿Cómo es, pues, la vista, la mirada, de tus águilas, de tus jaguares, que están en tus montañas, en tus valles?...

EL VARON DE LOS QUECHE
Jefe Cinco-Lluvia, dame tu aprobación, ante el cielo, ante la tierra. Esto dice mi voz, a tus labios, a tu cara: Concédeme trece veces veinte días, trece veces veinte nochescxlii, para que vaya a decir adiós a la cara de mis montañas, a la cara de mis valles, adonde iba antes a los cuatro rinco- nes, a los cuatro lados, a buscar, a obtener lo necesario para alimentarme, para comer.

(Nadie responde al Varón de los Queché, quien al bailar desaparece un instante. Después, sin regresar al estrado en donde el jefe Cinco-Lluvia está sentado, se acerca a las águilas y a los jaguares, colocados en medio de la corte, en torno de algo como un altar)
¡Oh, águilas! ¡Oh jaguares! “Se ha marchado”, dijeron hace poco. No me había marchado; fui solamente a decir adiós a la cara de mis montañas, a la cara de mis valles, donde antes iba a buscar algo para alimentarme, para comer, en los cuatro rincones, en los cuatro lados.
¡Ah, oh cielo! ¡Ah, oh tierra! Mi decisión, mi denuedo, no me han servido. Busqué mi camino bajo el cielo, busqué mi camino sobre la tierra, apartando las yerbas, apartando los abrojos. Mi decisión, mi denuedo no me han servido.
¡Ah, oh cielo! ¡Ah, oh tierra! ¿Debo, realmente morir, fallecer, aquí, bajo el cielo, sobre la
tierra?
¡Oh mi oro! ¡Oh mi plata! ¡Oh hijos de mi flecha, hijos de mi escudo! ¡Que mi maza ya-
qui, mi hacha yaqui, mis guirnaldas, mis sandalias, vayan a mis montañas, a mis valles!cxliii
Que lleven mis noticias ante mi Gobernador, mi mandatario, porque dijo esto la voz de mi Go- bernador, mi mandatario: “Hace mucho tiempo que mi decisión, que mi denuedo, buscan, hallan mi alimento, mi comida”.
Eso dijo la voz de mi Gobernador, de mi mandatario; que ya no lo diga, puesto que sólo aguardo mi muerte, mi fallecimiento, bajo el sol, sobre la tierra.
¡Ah, oh cielo! ¡Ah, oh tierra! Ya que es necesario que muera, que fallezca aquí bajo el cielo, sobre la tierra, ¡cómo no puedo cambiarme por esa ardilla, ese pájaro, que mueren sobre la rama del árbol, sobre el retoño del árbol donde consiguieron con qué alimentarse, con qué co- mercxliv, bajo el cielo, sobre la tierra!
¡Oh águilas! ¡Oh jaguares! Vengan, pues, a cumplir su misión, a cumplir su deber; que sus dientes, que sus garras me maten en un momento, porque soy un varón llegado de mis montañas, de mis valles.
¡El cielo, la tierra, estén con todos! ¡oh águilas! ¡oh jaguares!

(Las águilas y los jaguares rodean al Varón de los Queché: se supone que lo tienden sobre la piedra de los sacrificios, para abrirle el pechocxlv, mientras todos los presentes bailan en ronda)





NOTAS

i Hobtoh (Jobtoj): Se podría traducir este nombre por “Fina Lluvia”, pero hay mayores probabilidades de que tenga el sentido de “Cinco-Lluvia”, que designaría el día del nacimiento del jefe.

ii Rahaual: “Jefe supremo, gobernador”.

iii Rabinal: Significa, probablemente, “linaje”; de rab “eslabón, hilo, surco (Cf. mecatl, en México; ayllu, en Perú).

iv Achí: El vir latino; en consecuencia, diferente de vinak, que corresponde al homo latino. En español, la palabra varón corresponde a achí. La vieja voz francesa varon es, desde hace tiempo, sólo un título de nobleza Barón, en castellano. F. M. Tlacatl, en náhuatl.

v Galel-Achí: “Destacado entre los varones”, alta dignidad diferente de la de Galel-Vinak, “Destacado entre los hom- bres”. La voz ahau, en todas las lenguas de familia maya, no indica un “rey”; es, sencillamente, la palabra “jefe”, con toda su vaguedad.

vi Queché: “Numerosas florestas”. Este nombre que designa el conjunto de tres grandes tribus, quizá es una deforma- ción de un nombre primitivo; deformación fonético-geográfica que se remonta a la época de las migraciones. El nombre primitivo quitzé o, mejor, ah quitzé, “Los del Envoltorio”, nombre religioso que se había dado a esos pue- blos, tuvo su origen en un objeto sagrado de gran potencia mágica, que se guardaba casi siempre envuelto y constituía su paladión, su oráculo portátil.

vii Rahaual yaqui: Título que llevaba aquel de los miembros del Gran Consejo de las tribus quichés que estaba encar- gado, de manera especial, de vigilar y proteger a los yaqui. Yaqui: este nombre no tiene ninguna relación con la ac- tual tribu de los yaquis. Designa, con mucha frecuencia, a los mexicanos. Puede no obstante, designar a otros pue- blos, porque no sólo los vocabularios quiché-español lo traducen por el término vago: “extranjero”, sino que también puede significar, sencillamente, “hombres o cosas que no son del lugar que habitamos”, como lo prueba El Varón de Rabinal, en donde se califica de yaqui a cualquiera, y aun al arma quiché, siempre que proceda de poblaciones veci- nas. En todas partes, en todas las épocas, los pueblos, grandes o pequeños, han despreciado a sus vecinos, aplicándo- les graciosos epítetos: “bestias, animales inmundos, chinches, tartamudos, mudos, etc.”, y muchos otros que no puedo repetir aquí (Cf. por ejemplo, Anales de los Xahil). Quizás los quichés emplearían con mayor gusto este vocablo, yaqui, porque en su lengua tenía varios significados secundarios: “alzados, despiertos” (por huir y espiar) , y el signi- ficado de “langosta”, animal muy pequeño, pero muy dañino. En el capítulo X de su Relación, Diego de Landa dice que los jefes de Mayapán no mataron a los auxiliares mexicanos de sus enemigos “porque eran extranjeros”, explica- ción demasiado humanitaria. Landa no comprendía bien el maya lengua en la cual le informaban, y a eso se deben algunos de sus errores. Supongo que le dijeron “porque eran yaquis”, es decir, mexicanos, en consecuencia, pertene- cientes a un pueblo temido; yaqui servía para nombrar a los extranjeros, y en los últimos tiempos, especialmente a los mexicanos. En el caso presente, se refiere a los extranjeros que habitaban los pueblos de Cunén y Chahul.
He combatido demasiado la nahuatlomanía para no tratar de evitar la nahuatlofobia. Por tanto, aventuraré la siguien- te hipótesis: los mercaderes-espías de Tenochtitlán, que tenían por protector divino a Yavatecuhtli, “Jefe de los Via- jeros”, respondían a las preguntas obligatorias sobre su nombre, su profesión, su país: “somos yaqui”, es decir, “via- jeros”, empleando una palabra de su lengua que quienes les interrogaban tomaron por un nombre propio. Y de este modo los maya-quiché aplicaron ese epíteto a todos cuantos venían de México, primeramente, y de cualquier otro país, después.

viii “Medicinas, sangradores”.
ix “Agujero de flecha”. Cunén y Chahul existen todavía, a quince leguas más o menos al Norte de Santa Cruz del
Quiché, cerca de Rebah. Hay muchas ruinas.

x Balam Achí: Balam, en todas las lenguas de la familia maya, designa a la vez al jaguar y al mago, hechicero, ya que se atribuye a éste el poder de metamorfosearse en jaguar. Ni el Libro del Consejo (Popol Vuh), ni el Título de los señores de Totonicapán, ni los Anales de los Xahil contienen ese título de Hechicero de los varones.

xi Balam Quiché: La anteposición de este título al de Balam Achí, me hace suponer que su sentido exacto seria, senci- llamente, Hechicero de los quichés. Sin embargo, doy en mi traducción: Hechicero del Envoltorio, que es el nombre o, más exactamente, el título del principal de los cuatro héroes fundadores fabulosos, míticos, de los pueblos quichés, y sabemos por el Título de Totonicapán que, después de su desaparición del mundo terrestre, sus hijos (y después sus descendientes) tomaron sus títulos.

xii Rahaual Queché Vinak: El Gobernador de los hombres; es diferente del Gobernador de los varones.

xiii Xox Ahau: Traduzco por “señora”, tomado en el sentido de esposa del jefe, jefa.

xiv Ixokil: Como la forma Ahaual, de Ahau, esta forma de Ixok “esposa”, parece tener un significado de superioridad. La poligamia estaba permitida a los grandes jefes; sobre todo, por razones políticas (Cf. el Mikado en la Constitución japonesa). Se puede traducir Ixokil, por “esposa principal”.

xv U Chuch gug: “La madre de las plumas verdes”. U Chuch raxon: “la madre de los raxon”. Los raxon eran pajari- llos de verde plumaje muy estimado (Rax, signifíca verde).

xvi Ri-Yamanim Xtecok: Yamanic,“piedra preciosa”, “pedrería”. Xtecok, “piedra preciosa”; a esta última palabra Bras- seur, erróneamente, ha agregado como final Bi, “nombre”.

xvii Mun: La traducción “esclava”, es excesiva. Se ha sugerido que, a pesar del nombre femenino que lleva Ixok- Mun, sería hombre, y parece confirmarlo el hecho de que las demás mujeres no hablan en el drama (F.M.).

xviii Cot: “águilas”, y Balam: “jaguares”, son como los quauhtli, “águilas” y los océlotl, “jaguares” de los mexicanos, título que llevan algunos guerreros cuyas demostraciones de valentía (y a veces parece que simplemente para algunos torneos) les habían dado el derecho de cubrirse con las pieles y cabezas de esos animales. Esos guerreros constituían la flor del ejército.

xix Como no conozco ninguna leyenda, ningún mito que se refiera a esta ciudad, confieso que la traducción “rojas (o ardientes) llagas calmadas (o de la víbora) irritándose, agravándose” que sugiero, es quizá demasiado fantástica; pero me parece, sin embargo, menos extraña que aquella: “fuego guardado de la víbora que se arrastra irritada subiendo”. Las ruinas que se hallan a una legua al Norte de la actual Rabinal, situadas sobre un alto terraplén que domina la llanura, son perfectamente visibles desde Rabinal. La construcción principal, situada en las dos extremidades de altas pirámides, debió de ser muy extensa.

xx Vorom ahau, Cakon ahau: Tienen significados obscenos.

xxi Chacach: “Las Cestas”.

xxii Zaman: “Los Campos”. Chacach y Zaman estaban situadas, según Brasseur, en la montaña de Xoy Abah, a unas diez leguas al S.O. de Rabinal. Sus ruinas quizás sean las ahora conocidas con el nombre de Belehe Tzal, “Los nueve muros “ (o edificios), Belehe Qoxtun, “Las nueve fortalezas”.

xxiii Caük: Hay muchas posibilidades de que sea, según otros textos, una de las formas del nombre Cavek (o Cavik, o
Cauek o Cauik); nombre de una de las tres tribus que constituían el pueblo Quiché. Como Tohil, “pluvioso”, era el
dios tribal de los cavek-queché, podría forjarse la hipótesis, quizás demasiado imaginativa, de que haya relación entre
caük y caok (cahog, caog) “lluvia”.

xxiv Verdadero idiotismo quiché ese “ante el cielo, ante la tierra”. A menudo podría suprimirse, en las traducciones, o
substituirlo por “frente, cerca, etc.”, en los abundantes sitios donde aparece.

xxv La, lal: Especie de pronombre de la segunda persona del singular que implica la idea de respeto, de gran correc- ción. Los traduzco por Tu, Te, Contigo, etc. “Que el cielo, la tierra estén contigo”. Expresión meramente protocola- ria.

xxvi Cavek Queché Inak: En esta y en algunas otras expresiones semejantes, hombre, en singular, significa “jefe”.

xxvii Vorom ahau, Cakon ahau: Tienen significados obscenos.

xxviii En quiché (como algunas otras lenguas) no existen nuestras comillas (“ ”) . Las substituyen con dos “él dice”,
colocados uno antes de la cita y el otro después. Se podría, sin peligro, suprimir uno de ellos.

xxix “Aquí está el cielo, aquí está la tierra”. Con esta expresión protocolar, el personaje toma como testigo al mundo entero.

xxx Se podría interpretar “hijo de mi flecha” por “punta de mi flecha”, como lo hiciera Brasseur; pero ¿”hijo de mi escudo”? Es mejor conservar el idiotismo quiché, para que no pierda el estilo su color, o, si no, suprimir simplemente la palabra “hijo” Posiblemente, lo que prolonga el vigor de uno y otro brazos (F. M.).

xxxi La maza, el hacha, son siempre tratados en este texto de yaqui. A veces, Brasseur conserva la palabra yaqui; otras, entregado a la sacrosanta toltecomanía, la traduce por “tolteca”. No daré el sentido especial “mexicano” porque nada prueba que los quichés se hayan servido de armas de ese género, de origen o de forma mexicana.

xxxii Zahcab: “La tierra blanca”, con la cual se untaba a la víctima antes de sacrificarla y que después se volvió un símbolo (y un medio mágico) de victoria.

xxxiii Tampoco pude, como Brasseur, encontrar lo que era el “zalmet” y, por lo mismo, aunque met significa algodón, me satisfago con el sentido de “yerbas mágicas” que indicara al Abate su sirviente indígena; además, porque dicho significado concuerda con el “zahcab” precedente. Cf. en Sahagún la fricción con yerbas, que precedía al sacrificio (F. M.).

xxxiv “Declarar sus montañas, sus valles, etc.” No sólo el hecho de conocer el estado civil de su enemigo daba poder mágico sobre él, sino que era una especie de deshonra para un vencido (y para su pueblo) hacer una revelación de esa clase. Sólo victoriosos se daban a conocer. “Montañas y valles”, significa el país entero.

xxxv Parece que “hijo de las nubes, de las nublazones” tiene doble sentido: el uno serio, “venido de las altas monta-
ñas”, el otro irónico, “sin importancia, quimérico”.

xxxvi Simple desertor, en fuga, cobarde.

xxxvii En francés equivale a “pitoyable”, advirtiendo que no en sentido de tener piedad, sino en el sentido de palabra ridícula, grotesca, estúpida, etc. Nota de L. C. A..

xxxviii A mis labios, a mi cara (o a tu boca, tu faz), expresión quiché que se podría traducir, sencillamente, por “a mí”, “a ti”.

xxxix Muerto o vivo (cautivo).
xl Tapichol: “Pajaritos que cantan como los ruiseñores”.

xli Tziquin: “Pájaro”, tiene a menudo el sentido especial de “águila”, que podría muy bien usarse en el caso presente,
porque el varón Queché lo dice con ironía.

xlii “Soy un guerrero valiente y no es la primera vez que dejo mi oppidiem elevado, para ir a la guerra”.

xliii Se imita los gritos de los animales, para hacer salir a los cazadores fuera de las fortalezas, de sus murallas.

xliv La “llamada” de los hombres, como la llamada de los animales, significa provocación. “Llamar” tiene el sentido de “retar”, “provocar”.

xlv Blancos (o buenos) niños, blancos (o buenos) hijos, indica a los subordinados, los vasallos, subordinados a la tribu, y también a los guerreros subordinados a los grandes jefes o al jefe supremo.

xlvi “Amarilla, verde”, es decir, “rica, excelente”; la miel parece haber sido un tributo (o un regalo muy estimado); en consecuencia, los cazadores esperan que, por una buena presa, merecerían esa golosina o se les permitiría conseguirla para ofrecerla al jefe supremo de la ciudad.

xlvii “Abuelo, antepasado, anciano, padre”, son títulos de respeto.

xlviii Aquí, como en otros párrafos y en la lista de los personajes, se encuentran doce guerreros, doce jefes, en vez de los trece acostumbrados. ¿Por qué? Sería simplemente por estar el consejo legislativo, administrativo, ejecutivo. judicial, formado por trece consejeros principales (“consejeros que tienen derecho a un banco”, dicen otros textos), iguales en principio y elegidos cada uno por su clan o sub-clan o, más bien, parece por su clan artificial de varones. Había, además, el Presidente o Jefe Supremo (que también llevaba, honoríficamente, los títulos de todas las dignida- des y que dirigía, de modo particular, la ciudad entera). Quedaban otros doce consejeros que tenían, fuera del Conse- jo, funciones especiales y probablemente ingerencia más determinada en algún barrio. Se debe observar, como nos lo revela, por ejemplo, el Popol Vuh, que el Consejero-Jefe tenía también su barrio. En resumen, si se permite esta comparación, había un Consejero-Jefe y doce Consejeros; total, trece, así como hay un cabo y cuatro soldados, total, cinco. Por el mismo texto del Rabinal Achí puede advertirse que el Varón de los Queché completa, con los 12 gue- rreros, el número 13, al enfrentarse a unos y otros, sucesivamente. (F. M.).

xlix Además de las diferentes acepciones que se refieren a la idea de “engendrar”, alah tiene el de “libre” (hombre, animal, cosa) que prefiero en este caso; porque “hombre libre”, es decir, “no vasallo, no tributario”, obedece perfec- tamente a la ley del paralelismo, ya que está de acuerdo con achí: “varón”.

l Desaparecida, como un líquido en una piedra porosa.

li Ya casi no queda ninguno.

lii “Hemos dejado de matar a vuestros guerreros porque a fuerza de matarlos uno a uno, ya no quedan más”.

liii Aunque estemos muy poco informados acerca de la antigua cocina quiché, traté de ser más preciso que Brasseur y aun explicar ciertos nombres que él no había traducido. Esta enumeración de platos podría hacer creer también que esta frase significa: “ya no matamos más, ya no comemos más, en las comidas sacrificatorias, a vuestros guerreros, por una parte porque ya no hay más; por otra, porque nuestra victoria nos ha vuelto ricos y nos permite otros alime n- tos” Motivo religioso, más bien. (F. M.).

liv Belehe Mokoh: “Nueve coyunturas”. Belehe chumay, “nueve codos”, sería el lugar de una importante derrota quiché. El paralelismo me hace preferir “nueve coyunturas”, a “nueve oteros”, para el primer nombre, a pesar de que parezca, según Brasseur, referirse a una matanza.
lv Cotom: Significa tal vez “esculpido, grabado” o “arreglado, ordenado”. En lo que se refiere a Tikiram, tal vez podía ser la idea de “comenzar” y en tal caso tomar “arreglar” por el primer nombre; esto es muy hipotético. Tikiram, sería quizás el nombre de una sierra, al Norte de la llanura de Rabinal, y sobre una de sus gargantas estaría situada Cak- Yug.

lvi La muerte no es la destrucción completa, al menos inmediata, sino una especie de desaparición, como lo indica el sentido “Lugar del Desvanecimiento, de la Desaparición, etc.”, del nombre Xibalbá, lugar subterráneo de ultratumba, alumbrado durante la noche por el sol y de día por la luna.

lvii Metáfora quiché. Aquí “labios, cara, rostro, boca, faz u ojos” significa simplemente el hombre, es decir, el indivi- duo mismo, la personalidad, según ideas de la América Media y de otras partes.

lviii Los tributos.

lix Los Ux y los Pokomanes pertenecen al grupo maya. Esos pueblos dominaban la Verapaz, antes de la llegada de los Ah Rabinal. Después fueron alejados hacia el Norte. Los que hoy existen, pueblan Cobán y sus alrededores. Ux “ser, piedra de afilar, cosechar el algodón, mosca”; ¿estarían, quizás, muy dedicados al cultivo del algodón? Pokoman podría también ser interpretado de muchos modos; mas supongo que hay que preferir “separados (es decir, fracción) de los Mam”. Esta última palabra significa “antepasados” y no “silenciosos” o “mudos”, como quisiera una sátira de los cakchiqueles deformando Mam en Mem.

lx “Hermano mayor, hermano menor”, quiere decir “pariente”; a menudo, es simple fórmula de cortesía.

lxi “Retoños”, “brotes”, podría ser suprimido o substituido por “productos, frutos”.

lxii Grito de guerra.

lxiii “Las señales”. En esos países de intensa agricultura, los límites de las tierras tenían una gran importancia; sobre todo, porque en América no existía la propiedad territorial, raíz familiar o individual. Esas limitaciones estaban, en su mayor parte, destinadas a toda una tribu, con sublimitaciones clánicas. Tenían que estar hechas (Cf. Título de los señores de Totonicapán, “in fine”) por los más altos jefes, bajo la dirección del jefe supremo.

lxiv Estos lugares están al Oeste y sobre altas montañas nevadas. En efecto, Pan Tzahaxak, “en las hojas secas” (?), sería según Brasseur el nombre de la cumbre más alta de los Cuchumatanes, hacia la aldea actual de Soloma, al Oeste del Quiché.

lxv Cholochic Huyu: “Hilera de colinas”.

lxvi Cholochic-Chah: “Hilera de pinos”.

lxvii Nim Che Paraveno, Cabrakán, debe de ser un error de copia, que hay que reemplazar por Nim Che, Cabrakán Pan Araveno (o P’Araveno), que se encuentra más adelante en el texto. El nombre Nim Che del primer lugar, es de fácil traducción: “gran bosque, gran floresta”. En cuanto al segundo nombre, me ha sido imposible encontrar una interpretación de Araveno, palabra que no parece quiché. Cabrakán, “gran gigante de la tierra”, sirve para designar ya sea los temblores de tierra o al dios que los causa.

lxviii “En los recodos” del río de la montaña. Quizás era una antigua ciudad de los Oga, “Los nocturnos”, pueblo ribe- reño del Chixsoy o del Lacandón, a1 Oeste de Rabinal.

lxix “Entre las cañas gigantes” (Traducción incierta).

lxx Lotz tun, el gran tun de guerra. El tun (tunkul en Yucatán, teponaztli en México), muy empleado siempre, es el gran tambor sagrado.
lxxi Lotz gohom, el pequeño tambor de guerra. El gohom (Tlapam-huéhuetl de los mexicanos) es el tambor pequeño.

lxxii Los nombres de los colores son, con frecuencia, empleados como superlativos. Un pasaje de los Anales de los Xahil me hace creer que tanto en este texto como en el presente, “amarillo” significa lo que se relaciona con los altos dignatarios y sus súbditos. Brasseur, que nunca es parco en epítetos, lo traduce aquí por “furibundos, coléricos”.

lxxiii “Camino real (camino grande)”.

lxxiv Aquí, probablemente, una vez más, el pájaro es el águila. Un lugar en donde el águila bebe, significaría un lugar muy elevado, cruzado solamente por un camino de montaña.

lxxv “Cal blanca arreglada”.

lxxvi Huyeron en multitud.

lxxvii “Abajo de la caverna de las amarillas espigas secas” (?).

lxxviii “Nosotros somos autóctonos” y, además, nuestro país no tiene con qué provocar envidia.

lxxix “Mis administrados, mis vasallos, tienen una vida tanto más fácil y más feliz cuanto que a todo aquello que les da (plantas y minerales) el país, hay que sumar las grandes ganancias comerciales de sus industrias artísticas; la fortuna les llega mientras duermen”.

lxxx “De día, de noche”, “de la mañana a la noche”, equivale a constantemente.

lxxxi “Sus administrados, sus vasallos, no tienen industria, son muy pobres; están siempre listos para marcharse, para
emigrar, no importa hacia dónde, para escapar a su miseria”.

lxxxii Cuádruple fórmula que significa, sencillamente: “por todas partes, por todos lados”.

lxxxiii Camba, lugar vecino de la llanura de Rabinal.

lxxxiv “Vencer, entregarse, someter a vasallaje, a tributo”.

lxxxv Mis señales, mis linderos, etc.

lxxxvi Zaktihel, “piedra de cal”, según Brasseur. Cerca de la llanura de Rabinal.

lxxxvii Riuxgag tziquin: No se comprende, realmente, por qué Brasseur tradujo estas palabras por “frijoles de todas clases”, en vez de “pájaros de garras” (Por otra parte, Brasseur ha hecho una traducción muy imaginativa del final de este párrafo).

lxxxviii „Tomé posesión de ellas”.

lxxxix “Mansión de las ligaduras, prisión”. Cerca de la llanura de Rabinal.

xc Terraplén cubierto de ruinas, a menos de dos leguas de Rabinal, citado en las leyendas Quezentún: “ellos comien-
zan a tocar el tambor” (?).

xci El período ritual de las fiestas movibles. Aunque el texto no diga la razón por la cual dura la expedición ese tiem- po, es un dato interesantísimo: muestra, una vez más, la relación íntima de la religión y de la magia, con la guerra.
La cifra de 260 días tiene como referente el ciclo sinodial del planeta Venus, que está vinculado a Quetzalcóatl
(N.O.T.).

xcii “Poner al mundo en completo desorden”: una exageración como tantas otras de la lengua quiché.

xciii “Colibríes (o lanzas) enterrados (o escondidos)”. Más allá de la ciudad de Salamá.

xciv Es aún actualmente el pueblo de Pan Ahachel, “en los matasanos”, sobre el lago del mismo nombre, llamado
también Lago de Atitlán (exactamente Atitlán, “lugar de la abuela ancestral mágica”).

xcv Este dato sitúa, aproximadamente, el lugar Cabrakán Paraveno.

xcvi Tal vez sea la actual Tzacualpa, la Pamaca del Popol Vuh, que Ximénez traduce por “En el agua caliente”.

xcvii Chi r'Atinibal, muy probablemente Chi r'Atinibal Tohil, “en los baños de Tohil” (“lluvioso”). Tohil, principal dios tribal de los quichés. Fuentes termales, a seis leguas al Sudoeste de Cubulco. Excepcionalmente doy la traduc- ción de este nombre de lugar, en el texto.

xcviii “Mansión de la Punta”.

xcix “'Rocas enfrentadas”, cerca del pueblo de San Raimundo, a unas ocho leguas de Guatemala.

c Modo empleado frecuentemente para significar que un sitio se ha vuelto desierto.

ci Cautivo. No parece que la América Media haya conocido nuestras prisiones, lugares de castigo de larga detención. En los edificios a los cuales puede aplicase este nombre se encerraba, sencillamente, a los cautivos hasta el día en que eran sacrificados.

cii Civan (Zivan): “barranca, foso”, natural o artificial. Por eso el nombre de las poblaciones fortificadas va, a menu- do, seguido de Civan.

ciii “Brujo Gavilán”. Vac, el gavilán, es el mensajero de los Hurakán “Maestros Gigantes”, grandes dioses del rayo, del fuego del cielo (Cf. Popol Vuh).

civ “En la Costa de las Verdes Cañas” (?).

cv “Los médicos” o “los pudenda”.

cvi “Valle lleno de yerba y de los zapotillos rojos”.

cvii “Lluvias amontonadas”.

cviii “Sílex amontonado”.

cix “Calabazas trabajadas”.

cx “Bosques cortados, arreglados”.

cxi “Postes arreglados”. cxii “Racimos de cañas”. cxiii “Racimos de lagos”.
cxiv “Racimos de barrancos”.

cxv “Racimos de tierras”.

cxvi “Racimos de pájaros (águilas)” (?).

cxvii Son las ciudades en que él manda, como jefe supremo; es la enumeración de sus dominios.

cxviii La mala administración había causado la ruina; los vasallos se alejaron y los fieles se marcharon.

cxix Ixirnché: “Bambú de la gran especie”, dice Brasseur. “Especie de árbol llamado „Ramón‟, parecido a las brasi- mium”, señala Brinton. Iximché es también el nombre de la ciudad (Antigua Guatemala) de los cakchiqueles.

cxx “En lo rojo (o, en el fuego)”.

cxxi Atziak: Guirnalda.

cxxii Siempre en alarma.

cxxiii Los verdes pajarillos raxon.

cxxiv “É1 habló voluntariamente sin (demasiado) furor”.

cxxv Se amará, se admirará la actitud digna y heroica del cautivo al que se va a sacrificar.

cxxvi En honor a sus hazañas, sus armas y sus trajes están adornados con gran variedad de joyas, piedras preciosas, etc., por lo que se llama a esos guerreros “los de los metales preciosos, los de las pedrerías, los de las esmeraldas, etc.” Brasseur traduce: “los guardianes del tesoro”.

cxxvii Ixtatzunun: “Vosotros esperad colibríes”, traduce Brinton (Ixtaz: rana; Tzunin: lanza, exhalar, colibrí, son des- composiciones poco aceptables. ¿Estará bien 1a ortografía de la palabra?

cxxviii Probablemente esto encierra una amenazadora ironía. En efecto, esos licores, reservados a los varones de la tribu, no son rehusados a los enemigos vencidos, antes de ejecutarlos.

cxxix Como lo veremos más adelante, “Madre” sólo es, en este caso, un epíteto de alto respeto, sin que signifique algu- na relación filial, verdadera.

cxxx Tzam-Gam-Carchag: Tzam indica prominencia, Gam “gradas, cuerda”, etc. Carchag, “hermano menor adorna- do”. (Interpretaciones muy dudosa. Ortografía insegura). ¿Carchag o Carchah? Carchah, “juegos de pelota adorna- dos”.

cxxxi En Guatemala, como en México y en otras muchas regiones de la América Media y del Viejo Mundo, un guerre- ro cautivo, sobre todo si era de gran arrojo, podía a veces escapar a la muerte, cuando la tribu que lo había captu- rado lo adoptaba. Es evidente que una de las mejores pruebas, podría decirse “condiciones”, de esa adopción, era el matrimonio con alguien de la tribu. Al casarse en alguno de los clanes, se volvía yerno o suegro de las diversas clases de edad de los otros clanes.

cxxxii “A la cabeza de las tierras, a los pies de las tierras”, es decir, a los límites de las tierras. En todos los países cuya principal riqueza es agrícola, las demarcaciones bien señaladas de las tierras cultivables, son de imperiosa necesidad, muy a menudo indicada en otros textos, por ejemplo en el Titulo de Totonicapán y en los múltiples títulos de propie-dades indígenas del siglo XVI. En consecuencia, manifestarse a los pies o a la cabeza de la tierra de una tribu, sin autorización previa, constituía una violación del territorio, un casus belli.

cxxxiii Cuando ellos pasen los límites, cuando ellos invadan los campos cultivados.

cxxxiv En la América Media, como en otros países, de la situación en el calendario, sobre todo en el calendario religio- so-mágico (aquí el de 260 días), dependía de modo casi absoluto la buena o la mala suerte, la fortuna o el infortunio de cada individuo. De ahí el origen de la expresión “día de nacimiento” por “destino, renombre, gloria”.

cxxxv Se comprende fácilmente que en los países calurosos, tanto en el Antiguo Mundo como en el Nuevo Mundo, una de las principales insignias de los jefes (obligados, más que ningún otro, a permanecer en sus asientos al aire libre) haya sido el quitasol. Según la dignidad, así era el número de doseles superpuestos. De ahí nace la expresión: “som- bra, sombreado”, para indicar la potencia de los jefes y, naturalmente, su protección.

cxxxvi Esas concesiones, esos favores in articulo mortis, se convierten, desde luego, en símbolo del inminente sacrifi- cio.

cxxxvii Como otros pueblos, los quichés hacían copas con los cráneos de los vencidos famosos. Esas copas estaban tanto más adornadas y eran tanto más estimadas cuanto más ilustre había sido el guerrero. Era, pues, un título de gloria para un cautivo, saber que su cráneo sería una copa, y eso es lo que reclama ardientemente nuestro héroe. Hasta pide que de los huesos de sus brazos se haga el mango del instrumento de música religiosa y bélica formado de una calabaza; reclama que los huesos de sus piernas sirvan de baquetas, para tocar el tambor de guerra. Para sostener sus altas pretensiones, da algo así como un antecedente o derecho hereditario: simula reconocer los cráneos de sus antepasados en las copas que se le presentan.

cxxxviii Los quichés tienen dos pronombres de cortesía, de distinción, para la segunda persona: el del singular la, lal, ya señalado; el otro: Alak, para el plural; lo traduzco por suyo, ustedes.

cxxxix Su flauta, su tambor, son extranjeros (yaqui) y son queché. Eso justifica lo que dije en nota precedente sobre la palabra yaqui.

cxl Brasseur indica, con razón, que el texto, a pesar de ser tan conciso, caracteriza esa danza que los españoles han llamado “zapateado”, lo que corresponde en quiché a Yiic: dar vueltas golpeando con el pie”; Xahil: “golpear el sue- lo y bailar con cadencia”.

cxli De todos los favores que se le conceden, el único que no toma despectivamente el Varón de los Queché es el de bailar con “Piedra Preciosa”. Ni siquiera pretende tener en su patria algo más bello, algo mejor. ¿Galantería? Más bien religión. Tampoco desdeña el manto. (F. M.).

cxlii Ver Nota 91N.O.T.

cxliii Los restos de la víctima, especialmente sus armas, eran, por consiguiente, enviados a la ciudad de origen de aqué- lla.

cxliv Mueren allá en donde vivieron, en su pequeñísima patria.

cxlv Brasseur omite decir si las águilas y los jaguares hacen un ademán que simboliza el hecho de arrancar el corazón y de presentarlo al sol y a los cuatro puntos cardinales. Eso habría sido antes de la Conquista. (F. M.).

Anónimo OLLANTAY





Anónimo
Ollantay

PERSONAJES
PACHACÚTEC, Inca.
CUSI-CCOYLLUR [Estrella alegre], princesa, hija de Pachacútec.
 TÚPAC-YUPANQUI, príncipe, hijo de Pachacútec.
OLLANTA, general de Anti-Suyu.
IMA SÚMAC [¡Qué bella!], hija de Cusi-Ccoyllur y Ollanta.
RUMI-ÑAHUI [Ojo de piedra], general de Anan-Suyu.
HUILLCA-UMA, sumo sacerdote.
ORCCO-HUARANCCA [Hombre de la montaña], general.
ANCCO-ALLU-AUQUI [El que es constante en el amor], príncipe anciano. 
PIQUI-CHAQUI [Pie de pulga], criado de Ollanta.
CCOYA, esposa de Pachacútec y madre de Cusi-Ccoyllur.
MAMA-CCACCA [Mama roca], matrona de las vírgenes del Sol.
PITU-SALLA, nodriza de Ima Súmac.
UN INDIO CAÑARI.
UN INDIO.
UNA DOMÉSTICA. Coro de niños.
Coro de niñas.
Séquitos, de Ollanta y Orcco-Huarancca.

La escena tiene lugar en Cuzco a fines del siglo XIV y principios del XV.

ACTO I
ESCENA I
Gran plaza en el Cuzco con el templo del Sol en el fondo. La escena tiene lugar ante el vestíbulo del templo. Vestidos característicos de la época incaica.
(Salen OLLANTA, con manto bordado de oro y la maza al hombro, y tras él, PIQUI-CHAQUI.)
OLLANTA.- ¿Has visto, Piqui-Chaqui, a Cusi Ccoyllur en su palacio?
PIQUI-CHAQUI.- No, que el Sol no permita que me acerque allá. ¿Cómo, no temes siendo hija del Inca?
OLLANTA.- Aunque eso sea, siempre he de amar a esta tierna paloma: a ella sola busca mi corazón.
PIQUI-CHAQUI.- ¡Creo que el demonio te ha hechizado! Estás delirando, pues hay muchas doncellas a quienes puedes amar, antes que llegues a viejo. El día que el Inca descubra tu pensamiento, te ha de cortar el cuello y también serás asado como carne.
OLLANTA.- ¡Hombre!, no me sirvas de estorbo. No me contradigas, porque en este momento, te he de quitar la vida, destrozándote con mis propias manos.
PIQUI-CHAQUI.- ¡Veamos! Arrójame afuera como un can muerto, y ya no me dirás cada año, cada día, cada noche: «Piqui-Chaqui, busca a Cusi-Ccoyllur.»
OLLANTA.- Ya te digo, Piqui-Chaqui, que acometería a la misma muerte con su guadaña; aunque una montaña entera y todos mis enemigos se levantaran contra mí, combatiría con ellos hasta morir por abrazar a Ccoyllur.
PIQUI-CHAQUI.- ¿Y si el demonio saliera?
 OLLANTA.- Aun a él hollaría con mis plantas.
PIQUI-CHAQUI.- Porque no veis ni la punta de sus narices, por eso habláis así.
OLLANTA.- En hora buena, Piqui-Chaqui, dime sin recelo: ¿Cusi-Ccoyllur, no es una brillante flor?
PIQUI-CHAQUI.- ¡Vaya! Estás loco por Cusi-Ccoyllur. No la he visto. Tal vez fue una que entre todas las sin mancilla salió ayer, al rayar la aurora, hermosa como la Luna y brillante como el Sol en su carrera.
OLLANTA.- Sin duda ella fue. He aquí que la conoces. ¡Qué hermosa! ¡Qué jovial! Anda en este instante y habla con ella, que siempre está de buen humor.
PIQUI-CHAQUI.- No desearía ir de día al palacio, porque en él no se conoce al que va con quipe.
OLLANTA.- ¿Cómo, no me has dicho que ya la conoces?
PIQUI-CHAQUI.- Eso he dicho por decir. Como las estrellas brillan de noche, por eso sólo de noche la conozco.
OLLANTA.- Sal de aquí, brujo, pues mi idolatrada Cusi-Ccoyllur deslumbra al mismo Sol con su hermosura. Ella no tiene rival.
PIQUI-CHAQUI.- Aguarda que ahora ha de salir un viejo o una vieja, que creo idóneos para llevar tus recados y hablar con ella; porque aunque soy un pobre huérfano, no quisiera que me llamaran rufián.

ESCENA II
HUILLCA-UMA, con una larga túnica negra y un cuchillo en la mano, observa el Sol.
HUILLCA-UMA.- ¡Sol vivo! Postrado delante de vos, adoro vuestra marcha. Para vos solo he separado cien llamas, que debo sacrificar en el día de vuestra fiesta. Derramaré su sangre en presencia de vos. Quemadas en el fuego arderán, después de hecho el ayuno.
OLLANTA.- He allí, Piqui-Chaqui, que viene el sabio Huillca-Uma: ese león anda acompañado del mal presagio. Aborrezco a este agorero que siempre que habla anuncia negros cuidados y vaticina el infortunio.
PIQUI-CHAQUI.- Calla; no hables, pues ya aquel agorero sabe mejor que tú lo que has dicho. (Se sienta y duerme.)
OLLANTA.- Hablaré. Ya que me has visto, poderoso y noble Huillca-Uma, te adoro con profunda veneración. Para ti nada hay oculto; veamos que todo ha de ser así. (Se acerca a HUILLCA-UMA.)
HUILLCA-UMA.- Poderoso Ollanta, a tus plantas tienes rendida la comarca: tu valor te bastará para dominar todo.
OLLANTA.- Tiemblo al verte aquí; como también al presenciar estas cenizas frías, cimientos, adobes, vasos y cestos. Cuantos te ven admiran todo esto. Dime, ¿para qué sirven, si todavía no es la fiesta? ¿Está por ventura enfermo el Inca? Tú vaticinas sólo por medio de la sangre del tunqui rojo, y está muy lejos el día de sacrificar al Sol y a la Luna. Si aún comienza el mes, ¿por qué hemos de abandonar los goces?
HUILLCA-UMA.- ¿Para qué me interrogas increpándome? Todo sé; tú me lo recuerdas.
OLLANTA.- Mi cobarde corazón teme el verte en un día particular, para aprovecharme de tu venida, aun cuando me costase una enfermedad.
HUILLCA-UMA.- No temas Ollanta, viéndome aquí, porque sin duda alguna es porque te amo. Volaré donde quieras como la paja batida por el viento. Dime los pensamientos que se anidan en tu vil corazón. Hoy mismo te ofreceré la dicha o el veneno para que escojas entre la vida o la muerte.
OLLANTA.- Explícate con claridad, ya que has adivinado el secreto. Desata pronto esos hilos.
HUILLCA-UMA.- He aquí Ollanta, escucha lo que he descubierto en mi ciencia. Yo solo sé todo, aun lo más oculto. Tengo influjo para hacerte general: mas ahora como que te he criado desde niño debo, pues, ayudarte para que gobiernes Anti-Suyu. Todos te conocen y el Inca te ama hasta el extremo de dividir contigo el cetro. Entre todos te ha elegido, poniendo sus ojos en ti. Él aumentará tus fuerzas para que resistas las armas enemigas. Cualquiera cosa que haya, con tu presencia ha de terminar. Respóndeme ahora, aun cuando tu corazón reviente de ira. ¿No estás deseando seducir a Cusi-Ccoyllur? Mira, no hagas eso; no cometa ese crimen tu corazón, aunque ella mucho te ame. No te conviene corresponder a tantos beneficios con tanta ingratitud, cayendo en el lodo. El Inca no permitirá eso, pues quiere demasiado a Cusi. Si le hablas, al punto estallará su enojo. ¿Qué, estás delirando por hacerte noble?
OLLANTA.- ¿Cómo sabes eso que mi corazón oculta? Su madre sola lo sabe. ¿Y cómo tú ahora me lo revelas?
HUILLCA-UMA.- Todo que ha pasado en los tiempos para mí está presente, como si estuviera escrito. Aun lo que hayas ocultado más, para mí es claro.
OLLANTA.- Mi corazón me vaticina que yo mismo he sido la causa del veneno, que sediento he bebido. ¿Me abandonarías en esta enfermedad?
HUILLCA-UMA.- ¡Cuántas veces bebemos en vasos de oro la muerte! Recuerda que todo nos sucede porque somos temerarios.
OLLANTA.- Más pronto un peñasco derramará agua y la tierra llorará, antes que yo abandone mi amor.
HUILLCA-UMA.- Siembra en ese campo semilla, y ya verás que sin retirarte se multiplicará más y más, y excederá al campo; así también tu crimen crecerá hasta superarte.
OLLANTA.- De una vez te revelaré, Gran Padre, que he errado. Sabe ahora, sábelo, ya que me has sorprendido en esto solo. El lazo que me enreda es grande; estoy muy pronto para ahorcarme con él, aun cuando sea trenzado de oro. Este crimen sin igual será mi verdugo. Sí; Cusi Ccoyllur es mi esposa, estoy enlazado con ella: soy ya de su sangre y de su linaje como su madre lo sabe. Ayúdame a hablar a nuestro Inca: condúceme para que me dé a Ccoyllur: la pediré con todas mis fuerzas: preséntame aunque se vuelva furioso, aunque me desprecie, no siendo de la sangre real. Que vea mi infancia, tal vez ella será defectuosa; que mire mis tropiezos y cuente mis pasos; que contemple mis armas que han humillado a mis plantas a millares de valientes.
HUILLCA-UMA.- ¡Oh noble Ollanta! Eso no más hables; tu lanzadera está rota; ese hilo es rompedizo; carda la lana e hila. ¿Quieres ir a hablar al Inca solo? Por más que te entristezcas, muy poco tendrás que decir. Piensa todavía que donde quiera que yo esté, siempre he de sofocar tus pensamientos.
(Sale.)

ESCENA III
OLLANTA.- ¡Oh Ollanta! Eres valiente, no temas; tú no conoces el miedo. Cusi Ccoyllur, tú eres quien me ha de proteger. Piqui-Chaqui, ¿dónde estás?
PIQUI-CHAQUI.- Me había dormido como una piedra y he soñado mal agüero.
OLLANTA.- ¿Qué cosa?
PIQUI-CHAQUI.- En una llama amarrada. 
OLLANTA.- Ciertamente; tú eres ella.
PIQUI-CHAQUI.- Sí, por eso me crece el pescuezo. 
OLLANTA.- Vamos; llévame donde Cusi-Ccoyllur.
PIQUI-CHAQUI.- Todavía es de día.
(Salen.)

ESCENA IV
CUSI-CCOYLLUR, llorando, y su madre, CCOYA, se encuentran en el interior del Aclla-Huasi.
CCOYA.- ¿Desde cuándo estás tan mustia Cusi-Ccoyllur, imagen del Sol? ¿Desde cuándo te ha abandonado el gozo y la alegría? Profunda tristeza despedaza mi afligido corazón: deseo mejor la muerte que presenciar tanta desdicha. Dime: ¿has amado a Ollanta?
¿Eres su compañera? ¿Estás ya desposada con él? ¿Has elegido a ese inca por tu esposo? Descansa un poco.
CUSI-CCOYLLUR.- ¡Ay princesa! ¡Ay madre mía! ¿Cómo no he de llorar? ¿Cómo no he de gemir? Si mi amado, si mi protector que cuidó de mi niñez durante tantos días y tantas noches me olvida, castigándome con la más terrible indiferencia. ¡Ay, madre mía!
¡Ay princesa! ¡Ay, mi adorado amor! Desde el día que entré aquí, la Luna se vistió de luto; el Sol se oscureció como si estuviera cubierto de ceniza. Una nube tempestuosa vino a anunciar mi pesar, y aun la hermosa estrella del amor dejó de emitir sus fulgores. Todos los elementos han conspirado contra mí, y el Universo ya no existe. ¡Ay, madre mía! ¡Ay, princesa! ¡Ay, mi adorado amor!

ESCENA V
Entra el Inca PACHACÚTEC con su séquito.
CCOYA.- Límpiate el rostro; enjúgate los ojos. Mira a tu padre que sale. 
PACHACÚTEC.- ¡Cusi-Ccoyllur! ¡Fruto de mi corazón! ¡Flor de todos mis hijos!
¡Bella red de mi pecho! ¡Relicario de mi cuello! Ven, paloma a mi pecho; descansa en mis brazos. Devana en mi presencia un ovillo de oro que está adentro. En ti tengo cifrada toda mi dicha: eres mi única felicidad: eres la niña de mis ojos. Aquí tienes en tu presencia las armas del Imperio, que con una mirada dominas. ¿Quién pudiera abrir tu pecho para descubrir tus pensamientos y fijar en él tu reposo? Eres para tu padre la única esperanza de su vida. Con tu presencia mi vida entera ha de ser un gozo eterno.
CUSI-CCOYLLUR.- ¡Oh padre! Postrada a tus pies te adoro mil veces. Favoréceme para que huyan mis angustias.
PACHACÚTEC.- ¡Tú, a mis pies! ¡Tú humillada! (Me espanta decirlo.) Mira que soy tu padre: yo te he criado con solícita ternura. ¿Por qué lloras?
CUSI-CCOYLLUR.- Ccoyllur llorará como el rocío que el Sol disipa con su presencia; así también ella disipará su incauto amor.
PACHACÚTEC.- Vengo amoroso, bella escogida; siéntate sobre mis rodillas. 
UNA DOMÉSTICA.- Tus siervos vienen para consolarte.
PACHACÚTEC.- Di que entren.

ESCENA VI
Ocho pequeños niños se presentan danzando, con tamborcitos y panderetas en las manos. Música en el interior.

CORO DE NIÑOS 
Tuya, no comas (Cantan.)
Tuyallay
el maíz de mi siclla; Tuyallay,
no te acerques
Tuyallay,
a consumir la cosecha toda. Tuyallay,
El maíz todavía está verde, Tuyallay,
y sus granos están muy blancos; Tuyallay,
sus hojas están muy duras, Tuyallay,
aunque su interior esté muy tierno. Tuyallay,
Pero el cebo ya está puesto, Tuyallay,
y yo te apresaré bien pronto. Tuyallay,
No te podrás escapar. Tuyallay,
Mi mano ahogará
Tuyallay,
al pájaro volador
Tyallay,
antes de que se haya apoderado
Tuyallay, del cebo. Tuyallay,
Aprende del piscaca: Tuyallay,
mira, lo han matado; Tuyallay,
pregunta dónde está su corazón, Tuyallay,
busca sus plumas. Tuyallay,
Lo ves muerto
Tuyallay,
por haber picado sólo un grano. Tuyallay,
Y así le pasará
Tuyallay,
a todo el que se quiera perder. Tuyallay.

PACHACÚTEC.- Alégrate, Cusi-Ccoyllur, con tus domésticos en el palacio de tu madre.
CCOYA.- Cantad con más dulzura, adoradas ninfas; vosotros que habéis cantado la desgracia, idos. Entrad vosotras.
(Vanse los niños y entran las niñas.)

CORO DE NIÑAS
Dos palomas amorosas (Cantan.)
están tristes, se quejan, suspiran y lloran.
Ambas fueron enterradas en la nieve:
un árbol sin hojas fue su tumba. Una de ellas perdió a su compañera y salió a buscarla.
La encontró en un pedregal pero estaba muerta.
Y tristemente empezó a cantar:
«¡Mi paloma! ¿Dónde están tus ojos, y dónde tu pecho amante?
¿Dónde tu virtuoso corazón
que yo tan tiernamente amaba?
¿Dónde, mi paloma, están tus labios dulces que mis tristezas conocieron?
Sufriré mil desdichas
ahora que mi alegría ha terminado.» Y la infeliz paloma
erraba de peña en peña. Nada la consolaba
ni calmaba su dolor. Cuando vino el alba
en el puro azul del cielo vaciló y cayó.
Y al morir
exhaló un amoroso suspiro.

CUSI-CCOYLLUR.- Verdad dice este yaraví: basta decantar, pues ya mis ojos se convierten en torrentes de lágrimas.
(Vanse las niñas, CUSI-CCOYLLUR y CCOYA.)

ESCENA VII
Interior del palacio del Inca.
(PACHACÚTEC, OLLANTA y RUMI-ÑAHUI se sientan.)

PACHACÚTEC.- ¡Oh nobles!, digo que ya llega el buen tiempo para que todo el ejército salga con dirección a Colla-Suyu, pues ya Chayanta está listo para salir con nosotros. Que se preparen y afilen sus flechas.
OLLANTA.- ¡Oh Inca! ¿Cómo se han de sostener esos cobardes?, pues el Cuzco y sus montañas se levantarán contra ellos, como también ochenta mil soldados, que los esperan prontos al sonido del tambor y tañido de las bocinas. En cuanto a mí, tengo mi maccana afilada y escogida mi maza de armas.
PACHACÚTEC.- Aún no daré mis órdenes, para que algunos puedan ser persuadidos; porque podría haber muchos que amen demasiado su sangre.
RUMI-ÑAHUI.- Al ordenar Chayanta que se reúnan todavía los más valientes, para obligar a los yuncas a que limpien los caminos y que se vistan de cuero, estoy convencido que con esto ha mostrado un corazón pusilánime, que disfraza su cobardía, no queriendo que se marche a pie antes que las salidas se hallen expeditas. Ya que están muchísimos prontos para cargar las llamas, partiremos al combate; pues nuestro ejército está listo.
PACHACÚTEC.- ¿Pensáis que salís acaso al encuentro de feroz serpiente, y que vais a levantar aquella nación? Los llamaréis primero con dulzura, sin derramar sangre, ni destruir a nadie.
OLLANTA.- Yo también he de marchar. Todo lo tengo preparado; pero mi corazón tiembla delirando en un pensamiento.
PACHACÚTEC.- Dímelo aun cuando pidas el regio cetro. 
OLLANTA.- Escúchame solo.
PACHACÚTEC.- Valiente general de Anan-Suyu, descansa en tu palacio y regresa mañana cuando te llame.
RUMI-ÑAHUI.- Tu pensamiento es el mío: que se cumpla en el acto.
(Vase.)


ESCENA VIII

OLLANTA.- Bien sabes, poderoso Inca, que desde mi infancia te he acompañado, procurando siempre tu felicidad en la guerra. Mi valor te ha servido para que impongas tu poder a millares de pueblos. Por ti he derramado siempre mi sudor: siempre he vivido en tu defensa: he sido sagaz para dominar y sojuzgarlo todo. He sido el terror de los pueblos, pues nunca he dejado de caer sobre ellos sino como una maza de bronce. ¿Dónde no se ha derramado a torrentes la sangre de tus enemigos? ¿A quién no ha impuesto el nombre de Ollanta? He humillado a tus pies a millares de yuncas de la nación anti, para que sirvan en tu palacio. Venciendo a los chancas, he aniquilado todo su poder. También he conquistado a Huanca-Huillca, poniéndolo bajo tus plantas. ¿Dónde Ollanta no ha sido el primero en combatir? Por mí, numerosos pueblos han aumentado tus dominios: ya sea empleando la persuasión, ya el rigor, ya derramando mi sangre, ya por fin exponiéndome a la muerte. Tú, padre mío, me has concedido esta maza de oro y este yelmo, sacándome de la condición de plebeyo. De ti es esta maccana de oro, tuyos serán mis proezas y cuanto mi valor alcance. Tú me has hecho esforzado general de los antis y me has encomendado el mando de cincuenta mil combatientes; de este modo toda la nación anti me obedece; en mérito de todo lo que te he servido, me acerco a ti como un siervo, humillándome a tus pies para que me asciendas algo más, ¡mira que soy tu siervo! He de estar siempre contigo, si me concedes a Ccoyllur, pues marchando con esta luz, te adoraré como a mi soberano y te alabaré hasta mi muerte.
PACHACÚTEC.- ¡Ollanta! Eres plebeyo, quédate así. Recuerda quién has sido. Miras demasiado alto.
OLLANTA.- Arrebátame de una vez la vida.
PACHACÚTEC.- Yo debo ver eso: tú no tienes que elegir. Respóndeme: ¿estás en tu juicio? ¡Sal de mi presencia!
(Vanse OLLANTA, compungido, y luego PACHACÚTEC.)


ESCENA IX
Lugar solitario de Cusi-Patal.

(Sale OLLANTA, conmovido.)

OLLANTA.- ¡Ah Ollanta! ¡Así eres correspondido! Tú que has sido el vencedor de tantas naciones; tú que tanto has servido. ¡Ay, Cusi-Ccoyllur! ¡Esposa mía! ¡Ahora te he perdido para siempre! ¡Ya no existes para mí! ¡Ay princesa! ¡Ay paloma!... ¡Ah Cuzco!,
¡hermoso pueblo! Desde hoy en adelante he de ser tu implacable enemigo: romperé tu pecho sin piedad; rasgaré en mil pedazos tu corazón; les daré de comer a los cóndores a ese Inca, a ese tirano. Alistaré mis antis a millares, les repartiré mis armas y me verás estallar como la tempestad sobre la cima de Sacsa-Huamán. ¡El fuego se levantará allí y dormirás en la sangre! Tú, Inca, estarás a mis pies, y verás entonces si tengo pocos yuncas y si alcanzo tu cuello. ¿Todavía me dirás: «no te doy a mi hija»? ¿Serás tan arrojado para hablarme? ¡Ya no he de ser tan insensato para pedírtela postrado a tus pies! Yo debo ser entonces el Inca, ya lo sabes todo; así ha de suceder muy pronto...



ESCENA X
Sale PIQUI-CHAQUI.

OLLANTA.- Ve, Piqui-Chaqui, y dile a Cusi Ccoyllur, que esta noche me aguarde.
PIQUI-CHAQUI.- Fui ayer por la tarde y encontré su palacio abandonado. Pregunté
y nadie me dio razón de ella. Todas las puertas estaban cerradas. Nadie moraba allí y ni un solo perrito había.
OLLANTA.- ¿Y sus domésticos?
PIQUI-CHAQUI.- Hasta los ratones habían huido no hallando qué comer; sólo los búhos sentados allí dejaban oír su canto lúgubre...
OLLANTA.- Tal vez su padre se la ha llevado a esconderla en su palacio.
PIQUI-CHAQUI.- Quién sabe si la ha ahorcado y ha abandonado a la madre. 
OLLANTA.- ¿Nadie ha preguntado ayer por mí?
PIQUI-CHAQUI.- Como cosa de mil hombres, te buscan para prenderte.
OLLANTA.- Sublevaré entonces toda mi provincia: mi diestra demolerá todo; mis pies y mis manos son mi maccana; mi maza arrasará sin dejar nada.
PIQUI-CHAQUI.- Sí, yo también he de pisotear a ese hombre y aun le he de quemar. 
OLLANTA.- ¿Qué hombre es ése?
PIQUI-CHAQUI.- Digo que Orcco-Huarancca, el que ha preguntado por ti. 
OLLANTA.- Tal vez se dice que el Inca me manda buscar, pensando que esté furioso. 
PIQUI-CHAQUI.- Orcco-Huarancca; no el Inca: abomino a este hombrecillo. 
OLLANTA.- Ella ha desaparecido del Cuzco; mi corazón me anuncia y el búho me lo avisa.
PIQUI-CHAQUI.- ¿Dejaremos a Ccoyllur?
OLLANTA.- ¿Cómo he de permitir que se pierda? ¡Ay Ccoyllur! ¡Ay paloma! 
PIQUI-CHAQUI.- Escucha esta canción. ¿No hay quién la cante?

(Se oye música dentro.)

Perdí una paloma que yo amaba, la perdí en un momento.
Búscala en todas partes, en todos los lugares.
Como mi amor tiene una cara tan hermosa la llaman Ccoyllur:
como es bella,
le va bien el nombre.

Como la luna en su esplendor, cuando brilla
en lo más alto del cielo es radiante su faz.
Sus trenzas caen por su frente
tejiendo dos colores: blanco y negro. Es una hermosa visión.
Sus cejas suaves matizan su cara:
son como el arcoiris.

Sus ojos son como soles en su cara. Sus penetrantes miradas
causan alegría o tristeza; y aunque es amada y adorada hiere mi corazón.
El achancaray florece en su mejilla blanca como la nieve,
como aparece en el suelo la nieve.
Se regocija el corazón
al ver su boca hermosa;
el eco de su deliciosa risa difunde alegría.
Su grácil cuello es como el cristal, o como la nieve sin mancha.
Sus pechos crecen
como el algodón en flor.

Sus dedos son como estalactitas de hielo:
mientras los miraba y ella los movía,
me deleitaron.



OLLANTA
(Canta.)
¡Oh, Cusi-Ccoyllur! Reconozco esa música
ya que describe su belleza;
el dolor que me trae no me abandona.
Si te pierdo
me volveré loco. Si te alejan de mí, me moriré.

PIQUI-CHAQUI.- Tal vez han muerto a Ccoyllur; ya no brilla de noche.
OLLANTA.- Puede suceder que el Inca sepa que Ollanta está ausente, que todos le han abandonado y se han convertido en sus enemigos.
PIQUI-CHAQUI.- Todos te quieren porque eres liberal; con todo el mundo eres pródigo, pero conmigo mezquino.
OLLANTA.- ¿Para qué quieres?
PIQUI-CHAQUI.- ¿Para qué ha de ser? Para algo; como para regalar vestidos, para parecer caudaloso y también para imponer.
OLLANTA.- Sé valiente; con eso, te tendrán miedo.
PIQUI-CHAQUI.- No tengo cara para ello, porque siempre me estoy riendo; siempre soy muy ocioso. Sé bizco que yo no lo seré. ¿Qué pito viene sonando desde lejos?
OLLANTA.- ¡Tal vez me buscan! ¡Adelante!
 PIQUI-CHAQUI.- ¡Ay!, me voy a cansar.


ACTO II
      
ESCENA I

PALACIO DEL INCA. (Salen PACHACÚTEC y RUMI-ÑAHUI.)
PACHACÚTEC.- He mandado buscar a Ollanta. Ya no le encuentran. Mi furor me arrebata como un torrente. ¿Has visto a ese hombre?
RUMI-ÑAHUI.- Te ha temido. 
PACHACÚTEC.- Marcha en su persecución.
RUMI-ÑAHUI.- ¿Dónde andará ya con tres días que está ausente de su casa? Alguien lo habrá guiado: por eso no aparece.


ESCENA II


Sale un INDIO CAÑARI con un quipu.

INDIO.- Aquí te traigo un quipu desde Urupampa. Me han mandado que venga muy de prisa. Ya te he visto.
PACHACÚTEC.- ¿Qué negocios son ésos?
 INDIO.- El quipu te avisará. 
PACHACÚTEC.- Desátale, Rumi-Ñahui.
RUMI-ÑAHUI.- (Descifra el quipu.) He aquí una varita que tiene atada la cabeza con una madeja de lana; se han rebelado tantos hombres como granos de maíz ves aquí suspendidos.
PACHACÚTEC.- Y tú ¿qué has visto?
INDIO.- Que toda la nación anti se ha sublevado con Ollanta. Me han asegurado que ya se ve su cabeza ceñida con la borla roja o encarnada.
RUMI-ÑAHUI.- Eso también dice el quipu.
PACHACÚTEC.- Antes que mi furor se calme, marcha valeroso, aunque tu ejército sucumba; pues no avanzarán mucho cincuenta mil hombres para levantar tu comarca. Parte pronto que el peligro amenaza.
RUMI-ÑAHUI.- Saldré muy de mañana; ya he ordenado que el ejército marche al Collao. Todo he de impedir, poniendo sitio al valle, para arrasar con esos traidores y traerlos vivos o muertos, sometiendo a ese hombrecillo; así no tengas cuidado.

(Vanse.)


ESCENA III
Fortaleza de OLLANTA en la villa de Tambo.
(ORCCO-HUARANCCA y OLLANTA con sus séquitos vienen de lados opuestos.)

ORCCO-HUARANCCA.- La valiente nación de Anti-Suyu ya te recibe y hasta las mujeres te aclaman. Has de ver ahora cómo todos los nobles y el ejército marcharán a Anta; así debemos salir en retirada. Que no llegue aquel día en que cada año salgamos a aquellos remotos pueblos a derramar nuestra sangre, para cortar al Inca y a los suyos la provisión de víveres que han menester. Llevando poca coca todos los pueblos tendrán descanso. Es necesario buscar caminos arenosos y si las llamas se cansan, andaremos a pie; aunque sea entre espinas y zarzos. También necesitamos llevar agua; y, aunque sea aguardar la muerte.
OLLANTA.- ¡Capitanes! Escuchad las órdenes de Orcco-Huarancca que manda que descanséis. Conservadlas en vuestra memoria, aun cuando se cubra de luto todo Anti-Suyu. Tengo bastante coraje para hacer saber al Inca que desista este año de acometer a Anti- Suyu. Entonces su ejército ha de sucumbir durante ese tiempo; ya sea por las enfermedades, ya sea por las fatigas, ya teniendo, en fin, sus campos incendiados en una marcha tan dilatada. ¡Cuánta gente habrá de perecer! ¡Cuántos nobles encontrarán una muerte segura en una empresa tan aventurada. Así se ha de portar Anti Suyu en presencia de su Inca. A decir no, volaré al momento para embarazar la salida. Descansad tranquilos en vuestros hogares, pues soy enemigo implacable.
TODOS.- ¡Que viva para siempre nuestro Inca! ¡Que tome la borla roja, para que le toque en suerte el hacernos felices! ¡Elevadle al trono! ¡Salve Inca! ¡Salve Inca!
ANCCO-ALLU-AUQUI.- Recibe en tus manos, Inca, la borla roja que la comarca te ofrece. ¡Cuán grande es Huilcanota! ¡Te proclama en toda su extensión! ¡Que venga ya aquel día en que Ollanta sea nuestro Inca!
OLLANTA.- Orcco-Huarancca, sé noble, para que gobiernes a Anti-Suyu. Aquí tienes este yelmo y estas flechas, para que seas también valiente.
TODOS.- ¡Que viva el valeroso Orcco-Huarancca! ¡Que viva!
OLLANTA.- Ancco-Allu, como eres el anciano más noble y más sabio, serás también ahora del linaje de Huillca-Uma. Ponme esas insignias para que pueda vencer a la misma muerte.
ANCCO-ALLU-AUQUI.- Te las pongo, para que debas recordar tu valor, para que domines y te manifiestes siempre como hombre.
ORCCO-HUARANCCA.- ¡Mil veces venero, poderoso Inca, tus hechos!
ANCCO-ALLU-AUQUI.- Mira al varón esforzado, cubierto de armas desde la cabeza hasta los pies; por eso ha de ser valiente; por eso los enemigos jamás han de ver su espalda, ni huirá como el montañés, ni será humillado como a la tierna grama.
ORCCO-HUARANCCA.- Escuchad ¡oh antis! ¡Escuchad lo que el Inca me amonesta! ¡Soldados, estad sobre las armas! Porque el viejo Inca ha mandado desde el Cuzco, a las comarcas del imperio, para que los nobles se preparen al combate. Ha ordenado también que todo el Cuzco marche con dirección a este valle, a nuestros hogares, para exterminarnos; así lo ha decretado. Sin perder tiempo, ordenad que extiendan sobre aquellos cerros las galgas que sean necesarias; y para que no se permanezca en el ocio, embarrad ligeramente el cuartel y dejad una sola puerta hacia las montañas. Levantaos en este momento, para moler todo el veneno que es menester para curar nuestras flechas e hiriendo con ellas, la muerte sea instantánea.
OLLANTA.- ¡Te he elegido, Orcco-Huarancca, el primero entre los nobles para disimular tu linaje; te he señalado para que estés en pie; pues nuestros enemigos no duermen! Les embarazarás la entrada y los pondrás en derrota. ¿Seremos cobardes?
ORCCO-HUARANCCA.- Ya están aquí treinta mil antis entre los cuales no se encuentra un cobarde, ni un inválido. El capitán Marutu saldrá con los antis de Huillca- Pampa, hasta las orillas de la confluencia del Qqueru, donde estará emboscado con su ejército hasta que se le avise. El noble Chara ocultará igualmente su gente en la ribera opuesta hasta mi llamada. Diez mil antis dormirán en los graneros de Chara, y tendremos en el valle de Pachar otras diez tribus. Aguardaremos que entren los cuzqueños sin tomar la iniciativa; cuando todos estén adentro, cerraremos la entrada y se verificará una inundación. Al sonido de las bocinas, los cerros lanzarán peñascos, las piedras caerán como granizo, las galgas rodarán sepultando todo lo que encuentren a su paso. Éste ha de ser su castigo. En cuanto a los fugitivos, los unos morirán en nuestra manos y los demás sucumbirán al veneno de nuestras flechas.
TODOS.- ¡Muy bien! ¡Muy bien!

(Vanse OLLANTA y ORCCO-HUARARICCA con sus séquitos por lados opuestos.)


ESCENA IV

Lugar en las montañas entre la fortaleza de OLLANTA y el palacio del Inca. (RUMI-ÑAHUI sale como fugitivo.)
RUMI-ÑAHUI.- ¡Ah Rumi! ¡Ah Rumi! ¡Ah Rumi-Ñahui! ¡Qué infortunado eres! Has escapado de un peñasco. Esto ha sido para mí una canción bien triste. ¿No estuvo en tus manos rechazar a Ollanta emboscado en aquel valle? ¿No has recordado que tiene un corazón insidioso para dominar todo? ¿Por qué no has recurrido a estrategias para aniquilar su ejército? En él sólo he encontrado un hombre que de cobarde se haga valiente. Hoy he muerto a millares de hombres; sólo así he podido librarme de gemir en sus manos. Había pensado que ese hombrecillo sería un fanfarrón; por eso le busqué cara a cara y penetré en el valle, juzgando que con mi presencia huiría; y estando ya a la entrada de su campamento, principiaron a caer y rebotar por todas partes los peñascos, llevando consigo muchas galgas; ellas aplastan y sepultan todo mi ejército. Aquí y allí matan, la sangre corre, inunda y se extiende por todo el valle. Así ha sucedido, yo también estuve en medio de un hervidero de sangre. ¿Con quién me hubiera batido, si nadie salió, ni a nadie vi y los míos eran destrozados por las galgas? ¿Con qué cara he de r a presentarme al Inca? ¡Estoy perdido! ¿Adónde huiré? ¡Ahora mismo me ahorcaría con mi propia honda; pero ella, que sirva para cuando Ollanta caiga.
(Vase.)


ESCENA V

Patio interior del templo de las vírgenes. (Salen la niña IMA-SÚMAC y PITU-SALLA.)
PITU-SALLA.- Ima-Súmac, no salgas demasiado a la puerta. No aguardes allí; porque las matronas se han de enfadar; no obstante de ser tu nombre Ima-Súmac muy querido, pues sólo al oírlo pronunciar se llenan de regocijo todas las escogidas. Cuando te encierres en aquel patio, mora allí en medio de los goces. Nadie sale jamás de aquí; por eso hallarás toda especie de comodidades, ricos vestidos, oro y exquisitos manjares. Todas las escogidas de la sangre real te aman y llevan siempre en sus brazos. Todas las maestras, sin excepción, te acarician, ya besándote, ya mimándote. Tú eres la única a quien distinguen y en cuyo rostro se fijan. ¿Qué más quieres, tú que debías servir a las demás hermanas, que vivas en su sociedad? También debes notar que toda la nobleza te venera, como si fueras de la sangre de las escogidas, y se recrean contigo, como si vieran al Sol y te conservan como a su linaje.
IMA-SÚMAC.- Muchas veces eso no más, eso no más me dices. Pues yo ahora te diré la verdad. Abomino estos claustros, esta casa; maldigo todos los días mi existencia y mi inacción. Aborrezco la sañuda cara de las matronas, que es lo único que miro desde el rincón de mi morada. Aquí no hay felicidad, sólo lágrimas que llorar. Su voluntad sería que nadie habitara aquí; veo que ellas andan entre las risas y los goces, pues llevan en sus manos el colmo de la ventura. ¡Quién sabe si estoy clausurada porque no tengo madre! Buena nodriza, como no hay que servir, me iré a recoger; porque anoche estuve vagando por todas partes, hasta que por fin entré al jardín y escuché un instante que permanecí en él, los lamentos y gemidos de una voz que clamaba por la muerte. Miré a todas partes con los cabellos erizados; gritando de espanto, dije: «¿Quién eres que clamas a todos y angustiada dices: ¡Sol mío!, sácame de aquí?» Busqué en derredor mío, a nadie hallé: sólo la paja silbaba en el prado; con ella me puse a llorar. Mi corazón rasgado quería salirse de mi pecho; aún ahora que recuerdo, me lleno de espanto como si fuera a morir. ¡Aquí Pitu-Salla, el mismo dolor anida y el llanto florece eternamente! Mira, adorada nodriza, no me digas que permanezca aquí; porque abomino mi condición de escogida.
PITU-SALLA.- Entra, no sea que te vea alguna anciana. IMA-SÚMAC.- ¿Esta morada es para mí?
(Vase.)


ESCENA VI

Sale MAMA-CCACCA vestida de blanco.

MAMA-CCACCA.- ¿Has comunicado mis órdenes a esa niña? 
PITU-SALLA.- ¿Qué debo avisarle?
MAMA-CCACCA.- ¿Qué te he advertido?
PITU-SALLA.- Llora sin consuelo y rehúsa admitir el vestido del Aclla-Huasi. MAMA-CCACCA.- ¿Cómo, no la has reprendido?
PITU-SALLA.- Le muestro la ropa, para que se despoje de la vieja que viste, recordándole que ya salió de la infancia y que no ha de ser escogida si la tristeza se apodera de ella, y que ha de permanecer en la condición de sierva. ¿Por qué ella recordará que es una hija sin padre y una criatura sin madre? He aquí un mal agüero.
MAMA-CCACCA.- Di su nombre, dilo; pues dentro de estas paredes todo queda sepultado como en la nieve, y hasta el nombre se olvida.
PITU-SALLA.- ¡Ay, Ima-Súmac! ¡Ay, Ima-Súmac! ¿Qué calabozo te ocultará solitaria? ¡He aquí una serpiente! ¡Ve acá un león!
(Vanse.)


ESCENA VII

Calle de Cuzco.
(Salen RUMI-ÑAHUI y PIQUI-CHAQUI de lados opuestos; el último como espía.)
RUMI-ÑAHUI.- ¿Cómo así, Piqui-Chaqui, has venido para acá? ¿Por ventura buscas la muerte, junto con el traidor Ollanta?
PIQUI-CHAQUI.- Como natural del Cuzco, he sido expulsado; me vuelvo sin demora a mi pueblo; porque no puedo habitar los valles.
RUMI-ÑAHUI.- Dime ¿qué hace Ollanta? 
PIQUI-CHAQUI.- Ovilla un quipu.
RUMI-ÑAHUI.- ¿Qué ovillo es ése?
PIQUI-CHAQUI.- Regálame algo y te avisaré.
RUMI-ÑAHUI.- Sí, para golpearte un palo, y para ahorcarte tres.
PIQUI-CHAQUI.- Ollanta... Ollanta... Ollanta... Esto... nada más me acuerdo.
RUMI-ÑAHUI.- ¡Cuidado, Piqui!
PIQUI-CHAQUI.- Y Ollanta... levanta... Y Ollanta... construye una fortaleza de piedras colosales... Ata dos hombres enanos para que salga un gigante. Dime, ¿por qué llevas esa ropa arrastrando como la gallina ingerida lleva sus alas? Mira que el barro mancha hasta lo negro.
RUMI-ÑAHUI.- ¿No ves al Cuzco, hecho un mar de lágrimas? Pachacútec está enterrado: todos están de luto en medio del plañido universal.
PIQUI-CHAQUI.- ¿Quién gobernará ahora después de Pachacútec?
RUMI-ÑAHUI.- Túpac-Yupanqui ocupará el trono; aunque el Inca ha dejado muchos hijos, a pesar de ser aquél el menor y haber todavía otro mayor. Todo el Cuzco le ha elegido; y el Inca le ha dejado el cetro y las armas. Así, no podemos elegir a otro.
PIQUI-CHAQUI.- Voy a traer mi cama.

(Vase.)


ESCENA VIII

Palacio del Inca.

(Sale TÚPAC-YUPANQUI con HUILLCA-UMA y su séquito.)

TÚPAC-YUPANQUI.- En este día ¡oh nobles!, recibid y venerad al Sol. Todas las vírgenes que existan, llenas de júbilo que se presenten en este campo para alegrar la comarca entera. Así, os recuerden que debéis orar con vuestro corazón.
HUILLCA-UMA.- Ayer se levantó el humo hasta la mansión del Sol, Pacha-Cámac está muy alegre: todo ha de ser ahora propicio; sólo una cosa ha inquietado al Inca y es que, después del sacrificio de las aves y de las llamas, como todos han visto, abrimos un águila para observar su pecho y augurar por medio de su corazón: ¡la encontramos vacía! Así, pues, debemos conquistar pronto a Anti-Suyu sublevado; pues vaticino que será sometido.
TÚPAC-YUPANQUI.- Aquel valiente Anti-Suyu, dejó en libertad a esa águila y ella ha sido la perdición de tanta gente.
RUMI-ÑAHUI.- ¡Poderoso Inca! Tú sabes ya todo lo que ha acontecido y cuáles han sido mis yerros; no obstante de ser una piedra te obedezco y como piedra he destrozado todo. Salí con una piedra y con ella he peleado, aunque aquéllos dominaban la comarca. Sólo una cosa te pido, y es que me permitas partir a la fortaleza, pues te prometo sacarte victorioso.
TÚPAC-YUPANQUI.- He aquí lo que debes hacer, para que recobres tu fama: no abandones a Anti-Suyu; de este modo te he de probar.
HUILLCA-UMA.- Dentro de pocos días verás a Anti Suyu a tus pies; así lo he encontrado en los quipus. Vuela pronto, Rumi-Ñahui.
(Vase RUMI-ÑAHUI apresuradamente; luego salen todos.)

ESCENA IX
Campo cerca de la fortaleza de OLLANTA.

(Salen RUMI-ÑAHUI fugitivo, bañado en sangre y un INDIO CAÑARI.)

RUMI-ÑAHUI.- ¿No hay en esta comarca alguien que tenga compasión de mí?
INDIO.- ¿Quién eres hombre? Avísame: ¿quién te ha puesto en ese estado? ¿De
dónde vienes tan cruelmente herido?
RUMI-ÑAHUI.- Ve a avisar a tu Inca, que su favorecido le llama. 
INDIO.- ¿Cómo te llamas?
RUMI-ÑAHUI.- Todavía no te diré mi nombre. 
INDIO.- Aguárdate allí.
(Vase.)


ESCENA X

Sale OLLANTA.

RUMI-ÑAHUI.- ¡Poderoso Inca! ¡Mil veces te adoro postrado a tus pies! Ten compasión de este desgraciado.
OLLANTA.- ¿Quién eres? ¿Adónde vas? ¿De dónde has caído? ¿Quién eres tan lastimosamente herido?
RUMI-ÑAHUI.- Me conoces demasiado, yo soy Rumi; por eso he caído a tus pies,
¡Inca, favoréceme!
OLLANTA.- ¿Eres tú, Rumi-Ñahui, el valiente de Anti-Suyu? 
RUMI-ÑAHUI.- Soy ese Rumi, por eso he derramado sangre.
OLLANTA.- Levántate, aquí tienes mi mano. ¿Quién te ha puesto en este estado?
¿Quién te ha conducido a mi palacio, y a mi presencia? Que traigan ropa nueva para ti, pues yo te amo. ¿Por qué estás desamparado?
RUMI-ÑAHUI.- El nuevo monarca Túpac-Yupanqui, que ahora gobierna en el Cuzco es un tirano feroz. Vive en medio de regüeldos de sangre; degüella sin perdonar a nadie; sin
saciar jamás su corazón, todo lo inmola en su delirio; y así corre el suncho rojo. Yo soy el valeroso de Anti-Suyu, como tal vez recuerdas. Conociendo esto, Túpac-Yupanqui me llamó a su territorio. En ése su depravado corazón piensa una cosa y manda otra... Mira que eres mi padre y mi madre; ¡aquí me tienes en tu palacio!
OLLANTA.- No te aflijas, Rumi; en este instante te voy a curar y a auxiliar. Tú también has de ser su cuchillo. En el día de sacrificar al Sol tendremos una gran fiesta en el cuartel real, y entonces debemos marchar para arriba.
RUMI-ÑAHUI.- Que la fiesta dure tres días aunque el regocijo sea limitado; pues para entonces he de estar aliviado. Te hablo con mi corazón.
OLLANTA.- Concedido; tres noches hemos de sacrificar al gran Sol, y estaremos todos en medio del júbilo, para lo cual se cerrará el cuartel real.
RUMI-ÑAHUI.- Que se avise también a los domésticos para que dispongan de la noche y además, deban llevar consigo a sus mujeres.



ACTO III

ESCENA I

Patio interior del templo de las vírgenes.

(IMA-SÚMAC y PITU-SALLA salen de lados opuestos.)
IMA-SÚMAC.- Querida Pitu-Salla, dime, ¿hasta cuándo me ocultas aquel secreto? Mira que me has partido el corazón, por no haberme avisado ayer, aunque con las lágrimas en mis ojos, lo que por desgracia mía deseo tal vez saber. ¿Quién está allá afligida? No me ocultes, paloma, quién es la que se lamenta y llora a cada instante dentro de aquel jardín.
¿Por qué se le prohíbe que me vea?

PITU-SALLA.- A nadie más que a ti, Ima-Súmac, he de descubrir lo que tú sola debes saber; mas ocúltalo dentro de tu pecho como si fuera una roca; porque lo que vas a ver te ha de causar un profundo dolor y has de llorar sin consuelo.
IMA-SÚMAC.- Aun cuando todo me reveles, a nadie he de avisar; nada me ocultes que yo sabré sepultarlo en el fondo de mi corazón.
PITU-SALLA.- Cuando todas las matronas estén dormidas, aguárdame cerca de una puerta de piedra que tiene aquel jardín.
(Vase.)


ESCENA II

PITU-SALLA vuelve con una bujía, una copa de agua y alimentos.

PITU-SALLA.- Ya es hora, levántate y tapa esta luz. (Vase con IMA-SÚMAC hacia la puerta de una caverna; ábrela.) He aquí la princesa a quien tu corazón busca. ¿Cesa ya de palpitar?
IMA-SÚMAC.- ¡Ay de mí! ¡Qué dolor! ¡Qué veo! ¿He buscado por ventura un cadáver? ¡Me espanto de miedo! ¿Has custodiado acaso un muerto? (Se desvanece.)
PITU-SALLA.- ¡Qué me pasa! ¡Ima-Súmac! ¡Palomita! ¡Vuelve en ti, en este instante!... ¡Doncellas! ¡Auxilio!... (IMA-SÚMAC revive.) No temas, hermana, no es muerto quien llora, es una princesa que en este lugar se lamenta.
IMA-SÚMAC.- ¿Vive todavía aquella mujer?
PITU-SALLA.- Acércate, auxíliame, mira que todavía vive. Alcánzame agua y aprieta bien la puerta. ¿Por qué no te alimentas hermosa princesa? Aquí tienes agua y comida; descansa un poco, que ahora regresaré.
IMA-SÚMAC.- ¿Quién eres hermosa paloma, que estás aquí prisionera? 
PITU-SALLA.- Come algo todavía, no sea que te desmayes.
CUSI-CCOYLLUR.- Después de tantos años sin ver más que tu cara, me traes ese rostro nuevo, y me siento feliz.
IMA-SÚMAC.- ¡Ay princesa! ¡Bella escogida! ¡Hermoso pajarillo de oro! ¿En qué has pecado, corazón? ¿Por qué tan oprimida? ¿Por qué tan angustiada? ¿Deseas la muerte arrastrándote como un reptil?
CUSI-CCOYLLUR.- ¡Bella hija! ¡Fruto adorado! ¡Soy una mujer como la semilla del panti arrojada al campo. Me casé con uno a quien amé como a la niña de mis ojos, sin que el Inca supiera; pero él se volvió ingrato conmigo. Ollanta, antes tan querido por el Inca, le expulsa, y después enfurecido me mandó acá prisionera. Ya hace muchos años que vivo en este lugar; mira como estoy sin ver a nadie: en este calabozo no hay felicidad; ¡aguardo en él, diez veces la muerte, atada entre cadenas de hierro y olvidada de todos!... Mas, ¿quién eres corazón, tan niña y tan tierna?
IMA-SÚMAC.- Siempre te he buscado, traspasada de dolor; y desde el instante que te sentí en esta casa, lloraba, y mi corazón saltaba dentro de mi pecho, pues no tengo padre ni madre; ni a nadie conozco por tal.
CUSI-CCOYLLUR.- ¿Qué edad tienes?

IMA-SÚMAC.- Acaso tengo muchos años que abomino esta casa, y a no vivir en ella los hubiera contado.
PITU-SALLA.- Como cosa de diez años, así calculo que tenga. 
CUSI-CCOYLLUR.- ¿Cómo te llamas?
IMA-SÚMAC.- Me llamo Ima-Súmac, aunque tal vez no he correspondido a mi nombre.
CUSI-CCOYLLUR.- ¡Ay hija mía! ¡Ay palomita! ¡Acércate a mi pecho! ¡Tú eres mi única felicidad! ¡Hija mía! ¡Ven! ¡Ven! Mi regocijo es sin límites. Sí, yo te puse ese nombre.
IMA-SÚMAC.- ¡Ay madre mía, no me desampares! ¿Te habré conocido sólo para llorar? ¿Me dejarás en la orfandad? ¿En quién me refugiaré? ¿A quién volveré mis ojos?
¿Quién me ha de proteger? Alcánzame tu mano, auxíliame.
PITU-SALLA.- No grites, ¡no! Para mí será el tormento. Camina: ¡vámonos! Tal vez nos oigan las matronas.
IMA-SÚMAC.- Sufre un poco más en esta cárcel maldita. Quédate que yo te he de sacar de aquí. Pasa en ella algunos días. ¡Ay madre mía, me voy sin aliento y desearía un veneno para mi corazón!
(Vanse IMA-SÚMAC y PITU-SALLA; luego, retirase CUSI-CCOYLLUR.)



ESCENA III

Sala en el palacio del Inca.

(Salen TÚPAC-YUPANQUI y HUILLCA-UMA.)

TÚPAC-YUPANQUI.- ¡Grande y noble Huillca-Uma! ¿Sabes algo de Rumi-Ñahui? 
HUILLCA-UMA.- Salí ayer por la tarde hasta Huil-canota: encontré allí muchos prisioneros, que eran todos de la nación anti, la cual se dice que ha sido vencida, sus campos talados y sus hogares incendiados.
TÚPAC-YUPANQUI.- ¿Han tomado a Ollanta? ¿Tal vez si ese hombre se ha escapado?
HUILLCA-UMA.- Ya Ollanta ha sido vencido, destrozado y devorado por las llamas. 
TÚPAC-YUPANQUI.- Nuestro padre el Sol nos ha favorecido, como que soy de su linaje. Sí, los hemos de rendir a nuestros pies; para eso estoy aquí.

ESCENA IV

Sale un INDIO CAÑARI.
INDIO.- Rumi-Ñahui me ha mandado muy de prisa con este quipu. 
TÚPAC-YUPANQUI.- ¡Ve qué dice!
HUILLCA-UMA.- (Descifra el quipu.) ¡En este quipu hay carbón, que indica que ya Ollanta ha sido quemado! Estos tres... cinco quipus atados dicen que Anti-Suyu ha sido sometido, y que se encuentra en manos del Inca; esos tres... cinco, que todo se ha hecho con rigor.
TÚPAC-YUPANQUI.- Y tú que has estado allí, ¿qué cosa has hecho?
INDIO.- ¡Poderoso Inca, hijo del Sol! Mira que soy el primero trayéndote la noticia de que has triunfado, subyugado y derramado la sangre de esos traidores.
TÚPAC-YUPANQUI.- ¡Cómo! ¿No he amonestado con frecuencia que no se derrame la sangre de aquella gente, pues bien saben que la amo y compadezco?
INDIO.- ¡Padre mío! No; no se ha vertido la sangre de nuestros enemigos; que corra esta noche.
TÚPAC-YUPANQUI.- ¿Qué has visto?
INDIO.- Yo estuve allí junto con todo mi ejército, durmiendo en la confluencia del Qqueru y escondido en Yanahuara. Como en este valle hay muchas selvas para celadas, permanecí oculto en una casa por espacio de tres días, con sus noches, soportando el hambre y las intemperies. Rumi-Ñahui vino a verme y me declaró todo su plan: que nosotros debíamos venir de noche, luego que él regresase a su puesto, pues se iba a celebrar en el cuartel real una gran fiesta, y, cuando todos estuviesen entregados a la embriaguez, podíamos cargar durante la noche con el ejército de los veteranos. Después de haberme descubierto su estrategia, se regresó y aguardamos aquella noche. Mientras tanto, Ollanta pasaba divirtiéndose en la celebración de la fiesta del Sol, junto con los suyos, y el ejército entregado a la beodez por espacio de tres días.
Nosotros les caímos a media noche, y nuestro ejército entró por sorpresa, sin que el enemigo lo percibiera y estalló sobre él como la tempestad. De esta manera fue al punto sobrecogido de espanto, y cuando volvió en sí, se encontró prisionero en nuestras manos. Rumi-Ñahui se hallaba todavía enfermo; aunque Orcco-Huarancca marchaba muy triste, sin embargo empuñaba con furia, la cadena. De este el Inca condujo a Ollanta, con su séquito; Ancco-Allu con sus mujeres y como cerca de diez mil antis prisioneros. Sus mujeres convertidas en un mar de lágrimas los seguían de cerca. Por esto, en verdad, has visto a Huilcanota entregada al llanto.



ESCENA V

RUMI-ÑAHUI sale victorioso, con la cabeza descubierta.
RUMI-ÑAHUI.- ¡Postrado a tus pies, poderoso Inca, te adoro mil veces! Escucha mis palabras, pues estoy bajo tu amparo.
TÚPAC-YUPANQUI.- Levántate; aquí tienes mi mano: regocíjate porque has salido bien en tu empresa; echaste tu red y has pescado.
RUMI-ÑAHUI.- Sí, ese traidor con sus piedras ha muerto muchos nobles y un sin número de plebeyos; mas yo Rumi he sido para él un peñasco; como Rumi he acabado con él y sus compañeros.
TÚPAC-YUPANQUI.- ¿Se ha derramado mucha sangre?
RUMI-ÑAHUI.- No noble, no en verdad; he cumplido todo como me has mandado; así he tomado toda la nación anti prisionera; sus montañas están allanadas e incendiadas.
TÚPAC-YUPANQUI.- ¿Dónde están esos enemigos?
RUMI-ÑAHUI.- Todos aguardan en el campo perecer con terrible castigo. Cada cual se apresura en buscar la muerte; pero es menester separar a las mujeres que están embarazadas, pues ellas bastan para la propagación de la especie.
TÚPAC-YUPANQUI.- Así ha de ser infaliblemente. Que todos los niños y mendigos sean destruidos sin excepción; aun cuando todo el Cuzco sucumba con ellos. Conduce a mi presencia a esos traidores.


ESCENA VI
Traen a OLLANTA, ANCCO-ALLU y ORCCO-HUARANCCA cargados de cadenas con los ojos vendados; con ellos salen PIQUI-CHAQUI y HUILLCA-UMA.

TÚPAC-YUPANQUI.- Quítales la venda. Dime: ¿dónde estás, Ollanta? ¿dónde, Orcco-Huarancca? Ahora sin remedio seréis ejecutados. ¿Quién te ha metido en esto?
PIQUI-CHAQUI.- Sabes que entre los yuncas hay muchos piques que producen úlceras graves, que se curan con agua caliente; por esto, quítame a mí también la vida.
TÚPAC-YUPANQUI.- Ancco-Allu, respóndeme: ¿por qué te has perdido con Ollanta? Desátale. ¿No es cierto que el Inca te ha venerado como a un padre; y no es cierto que en él has hallado cuanto has querido? Tu palabra ha imperado en su voluntad; cuanto has pedido se te ha concedido y aún más. ¿Había algo oculto para ti? ¡Hablad, traidores!
¡Respóndeme, Ollanta! ¡Responde, Orcco-Huarancca!
OLLANTA.- ¡Padre mío, nada me preguntes!; nuestro crimen rebosa por todas partes. 
TÚPAC-YUPANQUI.- ¡Veamos la muerte que deban recibir! Di tu parecer, Huillca-Uma.
HUILLCA-UMA.- ¡El Sol me ha concedido un corazón muy benigno! TÚPAC-YUPANQUI.- ¡Rumi!, habla entonces.
RUMI-ÑAHUI.- Siendo esta grande traición, el castigo debe ser el último suplicio. El Inca enrostra muchos crímenes a esta gente; así, que se les ate de uno en uno, ahora mismo, a cuatro estacas para que todos sus siervos pasen por encima de estos traidores; y que su ejército sea traspasado a flechazos, en castigo de su rebeldía. De este modo se vengará con sangre la muerte de sus padres.
PIQUI-CHAQUI.- Así se ha de destruir la nación anti; que se haga también una hoguera para quemar su gente.
RUMI-ÑAHUI.- ¡Calla!, si no te he de lanzar una piedra, pues ahora tengo corazón de piedra.
TÚPAC-YUPANQUI.- Habéis oído que se ha mandado que muráis en la estaca.
¡Condúcelos acá! ¡Muerte a los traidores!
RUMI-ÑAHUI.- ¡Arrastrad a esos traidores al lugar donde deben ser escarmentados!
¡Estiradlos! ¡Arrastrad, arrastradlos hechos pedazos!
TÚPAC-YUPANQUI.- ¡Pon en libertad a esos prisioneros! ¡Que se aparten de mi presencia! ¡Habéis contemplado de cerca la muerte! ¡Ahora huid como el ciervo en el bosque! Ya que estáis rendidos a mis plantas, mi corazón me dicta que sea generoso con vosotros y que os eleve; aunque sea un millón de veces más. Tú, que has sido el valeroso gobernador de Anti-Suyu, sabrás que es mi voluntad que le continúes mandando para que conserves siempre tu fama. Huillca-Uma, toma el yelmo y aquellas insignias y pónselas de nuevo a este desgraciado que se ha libertado de la muerte.
HUILLCA-UMA.- ¡Ollanta! Conoce desde hoy el poder de Túpac-Yupanqui; desde este instante aprende a obedecerle y amarle como a tu protector. Todo mi poder está en esas insignias, ahora te las ciño y sabrás que son las armas del Inca.
OLLANTA.- Con las lágrimas en mis ojos, protesto que te he de amar y que he de ser tu humilde siervo. ¿Quién será igual a ti? Humillado a tus pies desataré tu calzado y desde ahora estoy cierto que todo mi poder depende de tu palabra.
TÚPAC-YUPANQUI.- Ven acá Orcco-Huarancca. Ollanta te hizo general y te dio ese yelmo, para que estuvieras contra mí; sin embargo mi furor se ha aplacado: tú quedarás gobernando Anti-Suyu, para que salgas a la conquista de nuestro enemigo. Recibe este yelmo, para que te portes con valor; y ya que te he libertado de la muerte me contarás en el número de los que te aman.
ORCCO-HUARANCCA.- ¡Postrado a tus pies, poderoso Inca, te adoro mil veces; aunque extraviado, ahora te he de auxiliar!
HUILLCA-UMA.- El poderoso Túpac-Yupanqui te hizo noble, concediéndote ese yelmo y esas flechas; así pues serás valiente como el joven tunqui.
RUMI-ÑAHUI.- ¿Habrá entonces dos Incas en el belicoso Anti-Suyu?
TÚPAC-YUPANQUI.- No, Rumi; no habrá dos: Orcco Huarancca gobernará a Anti- Suyu, y Ollanta se quedará en el Cuzco, ocupando el trono para que gobierne en vez del Inca, y así permanecerá siempre aquí.
OLLANTA.- ¡Oh Inca! ¡Enalteces demasiado a este hombre que nada es! ¡Vive mil años! ¿Qué habéis hallado en mí?
TÚPAC-YUPANQUI.- Saca, Huillca-Uma, la grande insignia real; ponle pronto la borla amarilla; dale el cetro y hele aquí representando al Inca. Ahora debo comunicarte mis órdenes: tú, Ollanta, permanecerás en mi lugar; pues yo marcho al Collao dentro de un mes; por eso lo he dispuesto así. Me iré lleno de complacencia, dejando a Ollanta sobre el trono.
OLLANTA.- Deseo partir contigo a cualquier parte que sea; pues sabes muy bien que soy varón diligente; supuesto que soy tu siervo, sin duda alguna he de ser el primero que marche en tu compañía.
TÚPAC-YUPANQUI.- Cásate de una vez; con eso estarás contento y descansarás tranquilo. Escoge la que quieras.
OLLANTA.- ¡Oh noble! Soy casado; mas he sido desgraciado.
TÚPAC-YUPANQUI.- Todavía no conozco a tu esposa. Preséntamela para venerarla. Nada me ocultes.
OLLANTA.- ¡En el Cuzco se ha perdido mi adorada paloma! En un solo día desapareció volando a otros lugares; la he buscado aquí y allá, preguntando a todos; pero ella se perdió, como si la tierra se la hubiera tragado. ¡Tal es mi situación!
TÚPAC-YUPANQUI.- No te entristezcas, Ollanta; aunque sea eso y mucho más: cumple con mis órdenes sin retroceder. Huillca-Uma, haz lo que te he dicho.
HUILLCA-UMA.- ¡Pueblo! Sabed que Ollanta representa al Inca y que gobierna en su lugar. ¡Salve, Inca Ollanta!
TÚPAC-YUPANQUI.- ¡Vosotros, acatadle!
RUMI-ÑAHUI.- Te felicito por tu ventura de que hagas las veces del noble Inca. Que todo Anti-Suyu se regocije y la comarca entera te sea propicia.
MUCHAS VOCES.- (Afuera.) ¡Atrás! ¡Atrás! ¡Fuera! ¡Fuera esa niña!
IMA-SÚMAC.- (Afuera.) Por lo que más améis, dejadme hablar; no me impidáis; mirad que he de morir en este momento.
TÚPAC-YUPANQUI.- (A un INDIO en la puerta.) ¿Quién llora afuera?
INDIO.- Una niña viene llorando y quiere hablar con el Inca.
TÚPAC-YUPANQUI.- Condúcela acá.
(Vase el INDIO.)


ESCENA VII

Sale IMA-SÚMAC.

IMA-SÚMAC.- ¿Cuál de vosotros es el Inca, para arrojarme a sus pies? HUILLCA-UMA.- Él es nuestro Inca, bella niña; ¿por qué lloras?
IMA-SÚMAC.- ¡Inca mío! tú eres mi padre, perdona a tu hija. Favoréceme, pues eres hijo del Sol. Mi madre habrá muerto ya, presa en una cárcel de granito. Un feroz enemigo la confinó allí, para que muriera lentamente. Estará ya bañada en su sangre.
TÚPAC-YUPANQUI.- ¿Quién es aquel tirano? ¡Ollanta! ¡Ollanta! ¡Levántate pronto!¡Ve eso!
OLLANTA.- Vamos, niña, llévame presto. ¿Quién ha muerto a tu madre?
IMA-SÚMAC.- Tú no vayas; el Inca que la vea, pues él la conoce, mientras que tú, no. Inca, levántate pronto; no sea que encuentre a mi madre muerta; ya me parece ver su cadáver. Sí, obedéceme.
HUILLCA-UMA.- ¡Poderoso Inca! Pues hasta ti llegan sus tormentos, ¿quién osará impedir que seas su libertador?
OLLANTA.- ¿Dónde está tu madre cautiva?
IMA-SÚMAC.- En un rincón de aquella casa.
TÚPAC-YUPANQUI.- ¡Vamos! ¡Vamos! Todos juntos; ya que hallándonos en medio de los placeres, esta niña ha venido a rasgar mi corazón.
IMA-SÚMAC.- (Señala la puerta.) ¡Padre mío! Aquí está mi madre. ¡Aquí! ¡Quién sabe si ya se encuentra muerta!
OLLANTA.- Me parece que te engañas: ésta es la casa de las princesas.
IMA-SÚMAC.- Mi paloma padece en esta casa diez años.
OLLANTA.- ¡Abrid aquella puerta! ¡El Inca viene!


ESCENA VIII

PITU-SALLA abre la puerta.
IMA-SÚMAC.- ¡Hermana mía Pitu-Salla! ¿Todavía vive mi madre? Entremos, que se abra esa puerta. 
(Señala la caverna.)

TÚPAC-YUPANQUI.- ¿Qué puerta hay aquí?
IMA-SÚMAC.- Padre mío, ésta es la puerta. Pitu-Salla, ábrela que nuestro Inca está aquí.

(Ábrese la segunda puerta por la que sale, cerrándola, MAMA-CCACCA.)
MAMA-CCACCA.- ¿Es una realidad o un sueño, que vea al Inca en estos lugares? 
TÚPAC-YUPANQUI.- Abre esta puerta.
(Ábrela MAMA-CCACCA y se ve a CUSI-CCOYLLUR.)
IMA-SÚMAC.- ¡Ay madre mía! Mi corazón me anuncia encontrarte muerta. He temido por momentos ver tu cadáver. Pitu-Salla, alcánzame mucha agua; procura que mi madre vuelva a vivir.
TÚPAC-YUPANQUI.- ¿Qué caverna es aquélla en la roca? ¿Qué mujer es ésa? ¿Qué significa todo esto? ¿Es una cadena de hierro que la aprisiona? ¿Qué tirano la ha cargado así? ¿Dónde estaba el corazón del Inca? ¿Había engendrado por ventura a un reptil? Mama- Ccacca ven acá. ¿Quién es aquella mujer que viene? ¡He aquí que se ha transformado en un espectro esa desgraciada!
MAMA-CCACCA.- Tu padre lo ha ordenado, queriendo sólo escarmentarla.
TÚPAC-YUPANQUI.- ¡Sal de aquí, Mama-Ccacca! ¡Arrojad afuera a esa montañesa, a esa fiera y que nunca mis ojos la vuelvan a ver!
(Le obedecen, y sacan a CUSI-CCOYLLUR.)
CUSI-CCOYLLUR.- ¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ésos? ¡Hija mía, Ima-Súmac, ven acá palomita! ¿De dónde esa gente aquí?
IMA-SÚMAC.- Madre mía, no temas, aquí está nuestro Inca. El poderoso Yupanqui viene: habla, no duermas.
TÚPAC-YUPANQUI.- Mi corazón se desgarra, al presenciar tanto infortunio. Descansa, y dime después ¿quién eres? Dime, ¿cómo se llama tu madre?
IMA-SÚMAC.- ¡Padre mío! ¡Piadoso noble! Manda todavía que desaten a esa prisionera.
HUILLCA-UMA.- Yo debo desatar y auxiliar a esta infeliz. 
OLLANTA.- ¿Cómo se llama tu madre?
IMA-SÚMAC.- Cusi-Ccoyllur es su nombre.
TÚPAC-YUPANQUI.- Me parece que te equivocas. Ella está en la sepultura, donde tendrá felicidad.
OLLANTA.- ¡Ay poderoso Inca Yupanqui! Esta niña es hija de mi esposa.
TÚPAC-YUPANQUI.- ¡Todo me parece un sueño! ¡Esta felicidad hallada! ¿Esta mujer Cusi-Ccoyllur es mi hermana?... ¡Hermana mía! ¡Cusi-Ccoyllur, querida paloma, ven acá, abrázame y consuélame para que pueda vivir!
CUSI-CCOYLLUR.- Ya sabrás, hermano mío, los infinitos tormentos que padezco aquí, desde hace tantos años. Tú eres, pues, quien me ha de libertar de la muerte.
TÚPAC-YUPANQUI.- ¿Quién eres, mujer, que tanto te angustias? ¿Quién te ha puesto aquí? ¿Qué crimen te ha arrastrado? Muy bien hubieras podido perder el juicio.
¿Tendré corazón para presenciar sufrimientos tan inexplicables? ¡Debiera morir con esta mujer, como si fuera la madre que la dio a luz! ¡Su rostro está marchito, su hermosa boca incognoscible: se acabó para siempre su beldad!
OLLANTA.- ¡Cusi-Ccoyllur, yo te perdí primero, mas ahora vives! Y tú eres su padre que le puedes quitar la vida; mas entonces arráncala a los dos juntos: ¡no me dejes que sobreviva! ¡Mi corazón entero está llagado! ¡Cusi-Ccoyllur! ¿Dónde está tu risueño semblante? ¿Dónde tus lindos ojos? ¿Dónde tu belleza? ¿Eres acaso una hija maldita?
CUSI-CCOYLLUR.- ¡Ollanta! ¡Ollanta! ¡Un veneno abrasador ha sido la causa que nos haya separado por espacio de diez años; mas ahora nos vuelve a unir, para que vivamos de nuevo! ¡Tú has de contar tantos años de goces y de pesares, cuantos el poderoso Inca viva, y con esta nueva vida, tu existencia se ha de prolongar!
HUILLCA-UMA.- Alcánzame ropa nueva para vestir a nuestra princesa.
TÚPAC-YUPANQUI.- ¡Ollanta! ¡He aquí a tu esposa; desde hoy venérala. Y tú Ima- Súmac, ven a mi pecho: ven, hermosa paloma, a devanar esos ovillos. ¡Sí, tú eres la prole de Ccoyllur!
OLLANTA.- ¡Oh noble! ¡Tú eres nuestro amparo! ¡Tus manos apartan todo dolor! Tú eres nuestra sola y única ventura.
TÚPAC-YUPANQUI.- No te aflijas; vive contento con tu dicha, pues ya posees a tu esposa y te has libertado de la muerte.


(Tocan música de flauta y tambor.)

fin