24/5/13

Figueroa, notario de la Patria inédita, de Jorge Arroyo, dramaturgo de Costa Rica







Propuesta tragicómica

para biografiar escénicamente

al compilador de retazos históricos

y sedicioso dibujante decimonónico

don José María

 

FIGUEROA

 Notario de la Patria inédita

 

caminante incansable

cartógrafo de confusas geografías

genealogista tramposo e historiador travieso

geólogo en pos que riquezas de fábula

tábano bohemio

sociólogo ad portas

versificador satírico

prestidigitador de entuertos

filólogo en los albores de la filología

artista incomprendido

pornógrafo declarado

explorador de la aldeana y belicosa tierra de

Costa Rica

en el convulso Siglo XIX.

 

según las licencias poéticas de

 

JORGE ARROYO

 

-Quien tuvo el gusto de redactarla durante los años 2002 y 2003-

 

 

* * *

 

 

 

Esta obra fue investigada y redactada con el patrocinio del

Programa de Becas Taller de la Dirección General de Cultura

 del Ministerio de Cultura Juventud y Deportes de Costa Rica.

 

Fue presentada en el Archivo Nacional de Costa Rica el

viernes 5 de diciembre de 2003

en una lectura dramatizada interpretada por

Lolita Aguilar, Moi Arburola, Ivannia Méndez

Luis Diego Quesada, Roberto Zeledón y Jorge Arroyo

y obtuvo para su autor el

Premio Nacional de Teatro Aquileo J. Echeverría 2003

 

Fue publicada en el tomo inaugural de la Colección Teatro Clásico y Contemporáneo Costarricense, de la Editorial Universidad Estatal a Distancia (EUNED) en el año 2005.

 

Fue estrenada por la Compañía Nacional de Teatro en el

Teatro de la Aduana, de San José de Costa Rica, el

jueves 11 de junio de 2009

con el siguiente reparto:

José María anciano: Carlos Alvarado

José Maria joven / José María adulto: Roberto Zeledón

José Maria niño / José María adolescente: Arturo Campos

Escapulariada 1 / Señora pía 1 / Clienta emperifollada: Marta Matamoros

Escapulariada 2 / Señora pía 2 / Clienta emperifollada: Amália Guadamuz

Escapulariada 3 / Señora pía 3 / Clienta emperifollada: Any Gómez

Padre de José Maria / Tomás Guardia / Henry Pittier: Leonardo Perucci

Madre de José Maria / Rosario, la cantinera / Herminia: Marcela Ugalde

Eusebio / Procopio / Castro Madriz / fantasma de Eusebio: Wilberth Salazar

Morazán / Pedro García / Chisa / Jicote: Andrés Montero

Fray Sebastián / Fiscal 1 / fantasma de Mora / Doctor Campos: Miguel Rojas

Fiscal 2 / Francisco Giralt / Peña: Erick Córdoba

Carlos Sancho / Patango / Juan Álvarez / Indio: Erick Israel

Capitán / Guardia / Cargador: Luis Diego Quesada

Gendarme / León Fernández / Cargador: Isaac Talavera

Ildefonso Alfaro / Wills / Cargador: Pablo Piedra

 

Escenografía de Pilar Quirós

Música de Luis Diego Herra

Dirección de Bernal García

Personajes

 

-En el orden de su aparición-

 

Escapulariada 1.

Escapulariada 2.

Escapulariada 3.

La madre, Ramona Oreamuno.

José María Figueroa, niño.

El padre, Antonio Figueroa.

Eusebio Figueroa, niño.

El padre Casto, cura.

Un capitán de guardia.

Otro.

José María Figueroa, adolescente.

Fiscal 1.

Una señora de alcurnia, propensa al desmayo.

Procopio Freses Ñeco, primo de José María.

General Francisco Morazán, adalid de la Patria Grande.

Fray Sebastián Pineda.

Francisco Giralt.

José María Castro Madriz.

Chisa, cargador de aperos.

Cimarrón, cargador de aperos.

Fiscal 2.

El juez Pedro García.

Ildefonso Alfaro.

Carlos Sancho.

Un hermano Sanchitos.

Otro.

Un ciudadano.

Adriano Bonilla.

Don Rosario Ramos, cantinero.

Un indio de Talamanca.

Señora Pía 1.

Señora Pía 2.

Señora Pía 3.

El Patango, cholo guanacasteco corvetas.

El Jicote.

Eusebio Figueroa, adulto y luego espectro.

General Tomás Guardia.

Fantasma de don Juanito Mora.

León Fernández, espectro y luego Director de Archivos.

Ramón Bustamante.

William Wills.

Santiago de la Guardia.

Otoniel Pinto, médico.

Doctor Lorenzo Campos MD.

Julián Blanco, médico

Llorona 1.

Llorona 2.

Llorona 3.

Gerardo Peña, taxidermista.

Teniente Coronel Juan Álvarez.

Rafael Segura, guarda en la Estación del Ferrocarril.

Miguel Siles, tiquetero en la Estación del Ferrocarril.

Antonio Figueroa.

Un Juez del Crimen.

Señor cartaginés 1.

Señor cartaginés 2.

Timotea, la vendedora de papas.

Coyunda, la canastera.

El Cicraca, borracho.

Herminia Figueroa, hija adolescente de José María.

Doctor Henry Pittier, naturalista.

Catrín 1

Emperifollada 1

Catrín 2

Emperifollada 2

 

Gendarmes oficiales al gusto que intervienen cada dos por tres,

seguidilla de siluetas de soldados morazanistas y gente que vitorea al General hondureño,

expedicionarios cargadores de aperos, que se lucen en varias escenas,

una pizca de aborígenes surtidos,

una procesión de funeral, con cruz alta y ciriales, 3 curas revestidos, 3 monaguillos ayudantes, 4 cargadores de féretro y deudos a discreción.

Gente que apura a tomar un tren en la Estación al Atlántico.

 

Muñecones municipales: Marionetas que murmuran y se quejan.

 

Una voz que insulta a un pobre viejo casi demente.

PRIMER ACTO

 

-1-

 

La escena se ilumina como si del piso brotara la luz en fumarolas, clareándolo todo, pero a través de una niebla espesa donde sobresalta el fulgor de un torbellino de verdes tropicales maravillosos. Extrañas estructuras cruzan de lado a lado, de arriba abajo el cajón escénico, formando trazos de paralelos y meridianos, abstracciones geométricas que posibilitan pasillos y corredores practicables y mutables. Algunos cables sirven de tendido a trajes que se utilizarán en la obra, vestuario que cuelga en ordenado desorden, formando parte del conjunto: Hay una instalación de uniformes militares, ropa indígena, atuendos de cocotte francesa y harapos de mendigos ticos. En fin: muselinas y chuicas.

 

         En el ciclorama, el fondo es de un colorido demencial, de trazos agitados. Un viento fuerte agita todo lo móvil en el sitio. Es un viento que viene de costado, para que el aparataje de lienzos y cortinajes se mueva en una danza uniforme hacia el contrario, creando un gran fantasma de manos extendidas.

 

-2-

 

Entra un practicable: Una figura de un indio, dibujado con maestría primitivista -un personaje extraído del "Álbum de Figueroa", por supuesto (El indio Changuenes) al igual que también de ahí serán reproducidos multiplicidad de personajes que aparecerán más adelante- con un cartel que, en florida letra, reza: Alajuela, 17 de diciembre de 1820. Sale.

 

-LIMBO-

 

-Tres mujeres, vestidas con ropas de una devoción religiosa, escapulariadas y también en trazo de guiñol comentan frente a una cuna-.

 

ESCAPULARIADA 1: Ha nacido un provocador y Dios debería llevárselo al punto para no alterar el orden del universo.

 

ESCAPULARIADA 2: Silencio, ave de mal agüero. ¿No tenés ojos para saber cuándo ha nacido un genio?

 

ESCAPULARIADA 3: Genio o alborotador. Esa es la cuestión.

 

ESCAPULARIADA 2: Tan literaria estás, hermana.

 

ESCAPULARIADA 3: También tengo que darle al recién nacido esa gracia.

 

ESCAPULARIADA 1: Gracias trae. ¡Y muchas! Viene de una de las más distinguidas y antiguas familias de Cartago.

 

ESCAPULARIADA 2: ¿Y ser de Cartago para vos es gracia? ¡Sos rara!

 

ESCAPULARIADA 1: ¡Alajueleña, piñuela!

 

ESCAPULARIADA 2: Al fin y al cabo, se vino a nacer a esta tierra. Por algo no se quedó en las brumas y prefirió la entrevera de los cauces del Maravillas y el La Lajuela.

 

ESCAPULARIADA 1: Cosas de comercio, tendenciosa. El padre, don Antonio Figueroa Oreamuno, ha dejado la tienda que tienen en la capital para poner negocios aquí.

 

ESCAPULARIADA 2: ¡Lo que faltaba! ¡Que ya no se conformen con un comisariato en un predio sino que salgan a extenderlo! ¡A lo que hemos llegado!: ¡A que dos pulperías tengan un mismo dueño!

 

ESCAPULARIADA 1: Es hombre visionario.

 

ESCAPULARIADA 2: Es español y para más señales Canario.

 

ESCAPULARIADA 3: Canario hasta en el carácter, que habrá de heredar el niño.

 

ESCAPULARIADA 3: Según dice su destino...

 

ESCAPULARIADA 1: ...Dará que hablar.

 

ESCAPULARIADA 2: Toda su familia.

 

ESCAPULARIADA 1: Ha nacido un provocador y Dios debería llevárselo al punto para no alterar el orden del universo.

 

ESCAPULARIADA 2: ¡Ave de mal agüero! A cada quien su hora y entremedio que dejen terminados los quehaceres para lo que vinieron. Y para este, vocación de patriota

 

ESCAPULARIADA 3: ...de dibujante, de músico, de poeta...

 

ESCAPULARIADA 2: ¡Y loco! De bohemio y excéntrico, de controversial y aventurero. Te otorgo vocación de irreverente, niño José María Figueroa Oreamuno. Y que tus mientes no paren en pensamientos ni tus manos den descanso a los oficios. El más feliz de los hombres es el más rico en inquietudes dentro de los hombres cultos y te condeno al placer del genio... con su incomprensión y aislamiento. 

 

ESCAPULARIADA 1: ¿Eso fue parabien o maldición?

 

ESCAPULARIADA 2: Ambas. Pero este siglo necesita hombres como el que aquí se duerme, aunque le tocó en tierra de apagados. Ha nacido en Costa Rica y aquí ningún acto inteligente queda impune. Sufrirá por su talento, pero es el precio que pagan los que lo tienen.

 

ESCAPULARIADA 3: Amén. (Suena una campana venida de ninguna parte).

 

ESCAPULARIADA 1: Dan primeras. Pronto vendrán por él para hoy llevarlo a la pila bautismal.

 

ESCAPULARIADA 2: Déjenlo dormir, que luego ya no tendrá sosiego. ¡Duerma! ¡Ya después no tendrá descanso!

 

ESCAPULARIADA 3: Dejémoslo dormir.

 

ESCAPULARIADA 1: ¡Que duerma! Niño: Duerma... (Salen).

 

-3-

 

-LA CASA-

 

-La luz enfoca la cuna. Entra una mujer al tiempo que de la cuna se levanta un niño de 10 años. Tiene un libro en las manos-.

 

LA MADRE: ¿Qué tiene ahí mi pequeño?

 

NIÑO JOSÉ MARÍA: Preguntas, preguntas, preguntas.

 

LA MADRE: ¿De nuevo leyendo a hurtadillas? Deme el libro. (El niño lo hace).

 

NIÑO JOSÉ MARÍA: Usted dice que leer no es malo.

 

LA MADRE: No, pero cuando la mente está tierna necesita de orientación para que no crezca como un palo de güitite. Tuercen las ramas del pensamiento los autores que no edifican. Libros y documentos se han hecho para dejar constancia de lo mejor de los pueblos, pero, como ocurre en todo lo que es del saber humano, hay manos poco pías que usan la letra para pervertir y redactan cuadernos de innobleza. Vamos a ver qué lecturas lo han ocupado, hijo. (Mira el libro). Mmm... ¿De dónde salieron estas Pantomimas? Ha de haberlas traído su padre y no convienen que estén a su alcance. Atolondran la imaginación.

 

NIÑO JOSÉ MARÍA: Usted me enseñó a leer.

 

LA MADRE: Y ahora debe aprender a supervisarse. Lea lo que está para su edad.

 

NIÑO JOSÉ MARÍA: Lo que hay en el estante ya lo terminé.

 

LA MADRE: Es bastante y bueno.

 

NIÑO JOSÉ MARÍA: Casi todo sobre Dios.

 

LA MADRE: ¡Ante todo el catecismo! Eso es lo más importante. ¿Se sabe La Biblia? ¿Hizo los ejercicios espirituales cotidianos de Barcia y Zambrana?

 

NIÑO JOSÉ MARÍA: Sí, madre.

 

LA MADRE: ¿Y ya está listo para la Primera Comunión?

 

NIÑO JOSÉ MARÍA: Me sé al dedillo los prontuarios de Pío Quinto y lo de Ripalda.

 

LA MADRE: Entonces vaya a la iglesia y hable con el padre Casto, para que le ponga la fecha en que ha de recibir el Divino Sacramento y de paso La Confirmación. (Sale).

 

* * *

 

-Transición: El niño camina a otro punto del escenario. Se topa al cura-.

 

-SACRISTÍA-

 

CURA: ¡José María Figueroa con sus inquietudes a cuestas! ¿Así que tu madre no te deja leer más que manuales devotos?

 

JOSÉ MARÍA NIÑO: Sí.

 

CURA: No es que sean malos, pero un futuro varón de la Patria debe conocer algo más que lecturas piadosas. Ya vendrá el tiempo de hincarle el diente a la Teología de Lárraga, pero por ahora hay que revisar otras joyas. (Va al lado de un estante con unos cuantos libros. Le entrega al niño un tomo bastante grueso). El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha.

 

JOSÉ MARÍA NIÑO: ¿Este señor es de Cartago?

 

CURA: No, ni podría vivir ahí. El libro es de un tal Cervantes, un español de los grandes. Lo escribió hace ya bastante tiempo y tengo esa impresión por patrimonio de la mortual de la viuda de un comerciante cartaginés con fortuna, que agradecida por mis servicios de pastoreo de su alma (y alguna que otra vez de su cuerpo), me heredó esta estantería que pongo a tu disposición.

 

JOSÉ MARÍA NIÑO: Este libro pesa.

 

CURA: Porque tiene las cubiertas de plata y el contenido es inteligente.

 

JOSÉ MARÍA NIÑO: ¿Mi mamá me permitiría esta lectura?

 

CURA: Usted dígale que es la vida de un santo y verá que sí.

 

JOSÉ MARÍA NIÑO: A propósito, dice mamá que cuando será la primera comunión.

 

CURA: Dígale que el domingo lo vista de blanco y la haremos.

 

JOSÉ MARÍA NIÑO: ¿Y que cuándo me confirma? (El cura le da una bofetada).

 

CURA: Ya.

 

JOSÉ MARÍA NIÑO: ¡Me confirmó sin haber hecho la primera comunión?

 

CURA: Da igual. Para Dios el tiempo no tiene revés ni derecho.

 

* * *

 

-LA CASA-

 

-Transición: José María Niño vuelve al espacio casero y se enfrasca en la lectura. Entran su padre y su madre-.

 

LA MADRE: Lleva días en esa actitud. Lee. Lee mucho y eso no puede ser sano para las mientes. La cabeza no puede tener tanto pensamiento sin perderse la razón.

 

EL PADRE: No será para tanto, mujer. ¿Dice usted que el libro se lo dió el cura?

 

LA MADRE: Sí.

 

EL PADRE: Pues santo ha de ser. A ver, José María, le habla su padre.

 

JOSÉ MARÍA NIÑO: Estoy con usted. (Deja la lectura).

 

EL PADRE: ¿Me podría decir qué es lo que lee?

 

JOSÉ MARÍA NIÑO: Una vida.

 

EL PADRE: ¿Piadosa?

 

JOSÉ MARÍA NIÑO: Honrada.

 

EL PADRE: Mi señora doña Ramona Estefanía, creo que la precisan en la cocina. Oigo voces adentro y cloqueares de ave de corral en un tránsito siniestro.

 

LA MADRE: No oigo nada.

 

EL PADRE: Vaya y verá.

 

LA MADRE: ¡Ah! Ya vuelvo. (Sale).

 

EL PADRE: Así nos garantizamos gallina en el almuerzo. (Por el libro que sostiene el niño). A ver... ¡Ajá! El hidalgo don Quijote el manchego. Sé de él. Soñador y aventurero. Pero no es bueno que usted se sumerja tanto en esto y que solamente aquí haga sus descubrimientos. Descanse el cerebro, como lo manda su madre, y ocúpese también en los juegos de su infancia. Su hermano Eusebio resiente la ausencia de su compañía. Le he dado lienzos y tintes y casquillos y colores para que se ocupen en dibujar. ¡Eusebio! (Entra Eusebio Figueroa, joven. Trae un material para pintar). Comparta con su hermano y dibujen. (Sale el padre. Los niños se aprestan a dibujar. José María se empeña mucho. Los hermanos se retiran).

 

-4-

 

-Años luego. Los padres están cerca de un altar casero-.

 

LA MADRE: Mi señor don Antonio, tengo una preocupación: ¡Nuestro hijo José María no cesa de pintar! Dibuja por igual los paisajes o cualquier insecto irrelevante. Traza líneas de edificios imposibles, hace mapas de las calles y... Oh, Señor...(Hasta es impío decirlo) ¡Esboza el perímetro de las jóvenes de su edad!

 

EL PADRE: ¿Y a qué tanta preocupación en ello? Es ya un mozalbete gallardo, sus ansias tiene y mejor que las desfogue en los dibujos.

 

LA MADRE: Fogoso anda, sin duda.

 

EL PADRE: (Abraza a la madre, muy sensual y cariñoso). Lo que se hereda no se hurta.

 

 

LA MADRE: (Se separa, discreta). Hemos sido respetuosos de las leyes de Dios y de los hombres, tiene escuela y su voluntad está empapada por los principios que le inculcamos.

 

EL PADRE: Pues por eso esté tranquila, mujer.

 

LA MADRE: Pero es díscolo. (Lo dije). Y los vecinos comentan que es irresponsable y ocioso y dedicado a las fiestas y ahora, encima, al arte. ¡Qué frivolidad!

 

EL PADRE: ¿Los vecinos comentan? ¡Qué raro, ni que estuviéramos en Cartago!

 

LA MADRE: No se burle de esta ciudad porque nos ve como padres poco dados a inculcar disciplina en los retoños.

 

EL PADRE: ¿Será que de Eusebio también hablan?

 

LA MADRE: También. Otro que va para la perdición. Eso lo llevará a contrariedades. ¡Es terrible!

 

EL PADRE: Nunca es terrible tener problemas por decir la verdad. Incluso la muerte dignifica tal actitud.

 

LA MADRE: Silencio. No la nombre con el altar de ánimas prendido en expiación.

 

EL PADRE: ¿Por qué tiene el altar con tanta vela?

LA MADRE: Para que proteja a José María. (Por Dios, no quiero hablar).

 

EL PADRE: ¿Que lo proteja de qué? (Alboroto surtido. Entra José María, quinceañero)

 

EL PADRE: ¡José María, comedimiento! (José María reanuda la carrera y desaparece. Se llegan cuatro gendarmes).

 

GENDARME 1: Se fue por allá. Síganlo. (Salen 3 gendarmes en pos de José María. Queda un capitán).

 

EL PADRE: Capitán: ¿Qué ocurre?

 

CAPITÁN DE GUARDIA: Don Antonio Figueroa: pena me provoca comunicarle que hay orden de arresto contra su hijo José María por vago y... (con licencia suya, señora) ¡Por pintor de obscenidades!

 

EL PADRE: Pero... El trabaja aquí en nuestro estanco. Y pintar no rompe las leyes.

 

LA MADRE: Depende de lo que se pinte puede llegar a romper hasta la ley de Dios.

 

EL PADRE: ¿Usted, mujer, de parte de quién está? (Entran los gendarmes con José María prisionero. El joven mira a sus padres, les sonríe. Los gendarmes lo sacan).

 

LA MADRE: Que sea lo que Dios quiera.

 

EL CAPITÁN: Su hijo lanza anatemas políticos valiéndose del agravio y de dibujos grotescos. Acompáñenos don Antonio.

 

EL PADRE: Voy con ustedes.

 

-5-

 

-UN TRIBUNAL-

 

-Un juicio. El fiscal habla ante el público y ante un friso de figuras sedentes, extractadas de "El Álbum"-.

 

FISCAL 1: Y en este siglo en que tenemos por santo el trabajo y contemplamos el ocio como uno de los vicios más abyectos, uno de los hijos de esta muy noble y leal ciudad abjura de tales virtudes en función de sus ideas oscuras y provenientes de amistades y lecturas indignas. José María Figueroa Oreamuno, aquí presente en calidad de ofensor de la ciudadanía y la autoridad, no contempla el sacro respeto a la familia y la moral, entreteniéndose en vanidades y bohemias que no solamente cumplen con ser su diversión pecaminosa sino que las eleva al grado de insulto al Estado, punzando con abyección las nobles intenciones de nuestros prohombres. En este año de Dios de 1835 nuestro Jefe Provisional del Estado de Costa Rica, don Braulio Carrillo Colina ha sido blanco de los dardos de este sedicioso, que lo acusa de extralimitarse en el poder arrogándose autoridades más allá de lo que la Constitución le otorga.  Sin embargo la miseri

 

-6-

 

-LA CASA-

 

-Grupo familiar. El padre mira los dibujos-.

 

EL PADRE: ¿A qué tantas voces? Tus dibujos no son malos, hijo.

 

LA MADRE: Lo perderás para siempre.

 

EL PADRE: No. Pero habrá de darse tiempo a que alcance la edad adulta para que pueda continuar con esta práctica. Entretanto, a trabajar. No está el siglo para desperdiciar fuerzas cuando hay café por cosechar y por recoger. Hay que construir una nueva economía. Andarse con el arte no es más que un desperdicio. Tampoco será tiempo para que se dedique tanto a la escritura, que con eso no progresará por ninguna parte.

 

JOSÉ MARÍA: Hacer un libro lleva mucho tiempo y dedicación y si no lo voy construyendo desde ahora jamás podré acercarme a mi modelo, aquel Ingenioso Caballero.

 

EL PADRE: ¡Emular al Quijote! Pequeña es la empresa en que pretende meterse, hijo. Pero ahora ocupe sus fuerzas en otras cosas, para que también baje el tenor de revoltoso.

 

-7-

 

-UNA CALLE-

 

JOSÉ MARÍA: Y esas son las admoniciones de mi padre, tu querido tío.

 

PROCOPIO FRESES ÑECO: Primo José María, ya no insita en calentar los ánimos del Jefe Carrillo. Usted tuvo suerte una vez, pero una segunda no se la perdonarán. ¿Qué es eso que saca de su levita?

 

JOSÉ MARÍA: Mire por usted mismo, Procopio Freses Ñeco.

 

PROCOPIO: Otro dibujo alborotero. Con este sí que lo enviarán al paredón.

 

JOSÉ MARÍA: (Pega el dibujo en la pared). No. Tengo todo listo para partir.

 

PROCOPIO: ¿Dónde?

 

JOSÉ MARÍA: Al Salvador. No me quedaré aquí a esperar ser un anticarrillista muerto cuando puedo ser un morazanista activo.

 

PROCOPIO: ¿Se unirá al Caudillo?

 

JOSÉ MARÍA: Morazán insiste en consolidar la Federación Centroamericana y su idea de una Patria única me seduce. Por eso pensé en unirme a él.

 

PROCOPIO: ¿Y cuándo partirá? (Unos gendarmes descubren el dibujo de Figueroa. Lo arrancan. Miran hacia los dos muchachos).

 

JOSÉ MARÍA: ¡Ahora mismo!

 

GENDARME 1: ¡A ellos! (José María y Procopio salen corriendo perseguidos por los gendarmes).

 

-8-

 

-LIMBO-

 

ESCAPULARIADA 1: Ha nacido un provocador y Dios debería llevárselo al punto para no alterar el orden del universo.

 

ESCAPULARIADA 2: Silencio, ave de mal agüero. ¿No tenés ojos para saber cuándo ha nacido un genio?

 

ESCAPULARIADA 3: Genio o alborotador. Esa es la cuestión.

 

ESCAPULARIADA 2: La suerte acompañó a José María en su viaje al Salvador y adquirió experiencia al lado de Morazán.

 

ESCAPULARIADA 3: Flaca experiencia.

 

ESCAPULARIADA 1: Bastante para un aventurero genial.

 

ESCAPULARIADA 2: ¿Ser aventurero para vos es gracia? ¡Sos extraña!

 

ESCAPULARIADA 2: Francisco Morazán entró a tierras costarricenses por el puerto de Caldera, con 500 aguerridos soldados, unos salvadoreños y otros que se le juntaron. El Jefe Carrillo envió para detener a Morazán a un contingente de tropa al mando del General Villaseñor...

 

* * *

 

-En el ciclorama. Se ven siluetas de soldados en marcha-.

 

ESCAPULARIADA 1: Pero en un lugar de Alajuela llamado El Jocote, Villaseñor -que era antiguo subalterno de Morazán- pactó con el General Centroamericanista y unidos cayeron sobre San José en abril de 1842... (Fragor de batalla).

 

ESCAPULARIADA 2: Y triunfó el presidente del Gobierno Federal.

 

* * *

 

-UNA CALLE-

 

-Entra la gente vitoreando a Morazán; Morazán viene entre ellos y, a su lado, José María. La gente se marcha, quedan ellos solos-.

 

-9-

 

-OFICINA DE GOBIERNO-

 

GENERAL FRANCISCO MORAZÁN: Así que, mi querido José María Figueroa, he de estarle agradecido por haberme acompañado desde El Salvador hasta estas tierras, y luego por serme fiel durante estos meses en que he estado en el poder como Jefe de este Estado. Ya estamos en setiembre y si no fuera porque he sabido cuidarme, no faltaría quien me echaría a la jauría de los perros.

 

JOSÉ MARÍA: ¿Por qué habla en tono tan sombrío, General? Los que estamos a su lado hemos sabido guardarlo.

 

MORAZÁN: He llegado a dudar de algunos.

 

JOSÉ MARÍA: Siempre es bueno desconfiar, pero no tanto como para abjurar de los leales.

 

MORAZÁN: ¿Estarás dentro de ellos?

 

JOSÉ MARÍA: ¿Yo? ¿A qué viene eso? He demostrado mi fe y mi ley hacia usted, aún dirigiendo mis escritos hacia connotados cartagineses que fueron cercanos a mí y a mi familia.

 

MORAZÁN: ¿Y no es eso tener pasta de traidor?

 

JOSÉ MARÍA: Me... Me confunde, General. Lo hice contra aquellos porque demostraron que su lealtad hacia usted estaba minada y ante el resquebrajamiento de...

 

MORAZÁN: Lo sé, lo sé. Tengo aquí algunos de sus escritos. Usa epítetos singulares, términos nada edificantes.

 

JOSÉ MARÍA: Permítame... (Morazán le pasa un papel). Más prueba de mi amor a su dignidad y a sus ideas no podría dar yo. Ésta diatriba es contra don Buenaventura Espinach, amigo constante de mi padre, asiduo de mi casa...

 

MORAZÁN: A quien usted califica como chasqueador, pérfido, ladrón y... ¡Traidor!

 

JOSÉ MARÍA: Pues eso era. Eso fue y eso es. Pactó en su contra, junto con el excomandante de Cartago, Pedro Mayorga.

 

MORAZÁN: ¿Y cuál fue su veredicto para estos traidores?

 

JOSÉ MARÍA: Pena de muerte, mi General.

 

GENERAL FRANCISCO MORAZÁN: ¡Pues a eso lo condeno a Usted!

 

JOSÉ MARÍA: ¡Mi General!

 

GENERAL FRANCISCO MORAZÁN: Su traición a Carrillo y a los propios de su pueblos serían suficientes para exiliarlo, pero el punto máximo de la gravedad de su caso es la traición hacia mí, de la que puntualmente he sido enterado.

 

JOSÉ MARÍA: ¿Quién...? ¿Quién me calumnia? ¿Quién me infama?

 

GENERAL FRANCISCO MORAZÁN: Ya se enterará antes de ir frente al pelotón. ¡Llévenselo! (Unos gendarmes apresan a Figueroa y se lo llevan.

Entra un cura: Fray Sebastián Pineda).

 

FRAY SEBASTIÁN: Mi General.

 

MORAZÁN: ¡Fray Sebastián!

 

FRAY SEBASTIÁN: Como siempre, a su orden.

 

MORAZÁN: Gracias por sus informes.

 

FRAY SEBASTIÁN: Así que se han llevado al traidorzuelo revoltoso.

 

MORAZÁN: Ese Judas ya no dará más problemas.

 

FRAY SEBASTIÁN: Me permito solicitarle el permiso para que sea yo quien le confiese su último momento y le dé la extremaunción.

 

MORAZÁN: Puede hacerlo, padre Pineda. Al fin y al cabo va al paredón gracias a sus... consejos. Mismos que le agradezco. José María Figueroa será fusilado al alba de pasado mañana, quince de setiembre.

 

FRAY SEBASTIÁN: Ha hecho bien, General. Más... me pregunto... ¿Hay posibilidad de algún indulto? ¿Quizá con alguna buena penitencia, algún acto favorable que por usted no haya sido del todo tomado en cuenta?...

 

MORAZÁN: ¡Ni Dios mismo podría cambiar esta sentencia!

 

FRAY SEBASTIÁN: Por lo que usted dice... General Morazán... (Morazán sale). ...¡Caro podría costarle tal blasfemia!

 

-10-

 

-LA CÁRCEL-

 

-José María Figueroa en su celda-.

 

JOSÉ MARÍA: Mala compañía es el poder, puta de caras variables pero de oficio certero, que nos hace creernos sus dueños cuando para ella somos solo un entretenimiento fugaz. Ayer me tenía casi de brazo derecho del General Morazán y hoy es su espada veleidosa la que me ajusticia. Cada vez creo menos en los poderosos porque cada vez conozco más la corrupción de sus actos, su desprecio por la libertad de expresión, su tolerancia fingida, su asco por los derechos ciudadanos. Jamás me he involucrado directamente en el ejercicio del poder y creo que jamás lo haré. No vale la pena. Para qué ser uno más de la lista de los indignos. No sé cómo mi hermano Eusebio es dado a tales aspiraciones y las realiza con gallardía y sin cinismo. Yo no podría. A mí mismo me daría ínfulas para bajármelas con sátira y con fuego directo. Yo mismo me provocaría la caída. Pero sería otra cosa y no esta espera infame por los minutos

 

FRAY SEBASTIÁN: (Quien se mantenía oculto, escuchando, se deja ver). No tendría que denostarme en presencia de su guardia sino enfrentarme, ya que por tan valiente se tiene, Figueroa.

 

JOSÉ MARÍA: Da igual hablar de usted frente a usted o a sus espaldas. Sus caras miran para cualquier lado, como Jano bifronte, para donde mejor les plazca y más les caliente el sol.

 

FRAY SEBASTIÁN: Me guarda demasiada inquina. No es necesaria.

 

JOSÉ MARÍA: ¿No? Por sus intrigas voy a morir. ¿No le basta?

 

FRAY SEBASTIÁN: Me basta. ¿Quiere que le brinde el sacramento de la confesión?

 

JOSÉ MARÍA: ¿Qué tengo yo que decir que usted no sepa ya? ¿Que el Jefe Carrillo me aborrecía porque usted le llenaba la cabeza contra mí?

 

FRAY SEBASTIÁN: Y por sus dibujos. ¿Qué?

 

JOSÉ MARÍA: A un gigante como don Braulio poco le importaban mis caricaturas y antes bien lo divertían, como sé de buena fuente. Pero usted, siempre envidioso de los favores que Carrillo me procuraba, poco a poco lo envenenó. Fue usted quien le contó de mi partida a Salvador y de mi alianza con Morazán.

 

FRAY SEBASTIÁN: Fueron sus actos.

 

JOSÉ MARÍA: Y usted la posta para publicarlos.

 

FRAY SEBASTIÁN: Daba igual. Los días de Carrillo estaban contados.

 

JOSÉ MARIA: Hice mal en traicionarlo. Debí de quedarme a su lado.

 

FRAY SEBASTIÁN: ¡Ya ve! Es la hora para los arrepentimientos; es el momento para considerar toda su vida, don José María. Tenga, tome este relicario.

 

JOSÉ MARÍA: Déjeselo. No besaré yo esa cruz sino la mía, que está más limpia. Pero como que nuestro Dios existe, habrán de ver mis ojos, antes de morir, el castigo a esta indecencia. (Se oyen voces y pasos que se acercan presurosos).

 

FRAY SEBASTIÁN PINEDA: Las acciones divinas a veces no son tan prontas. Sus verdugos llegan. (Entran unos gendarmes. Abren la puerta de la celda y toman a Fray Sebastián Pineda y lo encadenan. Afuera revienta fragor de batalla. Entra Francisco Giralt y José María Castro Madriz).

 

FRANCISCO GIRALT: José María Figueroa: camine con licencia.

 

FRAY SEBASTIÁN: ¿Qué ocurre? ¡Suéltenme, soldados!

 

FRANCISCO GIRALT: Fray Sebastián Pineda, usted está arrestado y será juzgado por su complicidad en contra del Estado.

 

FRAY SEBASTIÁN: ¿Cómo?

 

FRANCISCO GIRALT: Aquí, don José María Castro Madriz, oficial a mi servicio, se lo aclarará.

 

JOSÉ MARÍA CASTRO MADRIZ: El General Francisco Morazán ha sido también apresado por sus crímenes contra nuestra libertad. Ya lo traen aquí a San José de donde no saldrá librado y, al amanecer, será fusilado junto al traidor de Vicente Villaseñor.

 

JOSÉ MARÍA: La justicia de Dios es pronta.

 

FRAY SEBASTIÁN: Temprano cantáis victoria.

 

CASTRO MADRÍZ: Usted, José María Figueroa Oreamuno, comparecerá enseguida, y pídale a Dios que le acompañe en su suerte, que ahorita no es nada envidiable... Le esperarían honores por su resistencia, pero por su complicidad con el federativo Morazán, será desterrado a la isla de San Lucas.

 

FRAY SEBASTIÁN PINEDA: Ya le llegará la hora. (Los gendarmes se llevan a Fray Sebastián Pineda. Giralt y Castro Madriz flanquean la salida de

José María).

 

JOSÉ MARÍA: Como a todos. (Salen).

 

 

 

 

SEGUNDO ACTO

 

-1-

 

-LA CASA Y LA TIENDA-

 

-Casa de los Figueroa Oreamuno. Abajo es la tienda de Ramona Oreamuno, a quien vemos atendiendo a unas clientas emperifolladas. José María está en otra habitación. Dibuja. De pronto un piquete de gendarmes entra en la casa-

 

CAPITÁN: ¡Que no quede rincón sin registrar! ¡Vuelquen todo hasta encontrarlo! (José María salta y escucha el alboroto a través de la puerta).

 

LA MADRE: ¡Por Dios vivo! ¿Qué ocurre?

 

CAPITÁN: ¡Venimos por su hijo!

 

LA MADRE: ¿Y ahora bajo qué cargos? Ya purgó el castigo que le impusieron por fugarse de San Lucas. ¿Entonces?

 

CAPITÁN: Es el responsable de unos pasquines insolentes que han estado apareciendo en los muros de las casas de algunos cartagineses.

 

LA MADRE: Pero... ¿Quién dice que fueron obra de mi hijo? Pudieron ser de cualquiera...

 

CAPITÁN: Tenemos testigos. (Entra otro gendarme empujando a Procopio Freses Ñeco, quien se ve golpeado). ¡Este tarambanas lo ha denunciado!

 

LA MADRE: Procopio... ¿Qué te han hecho?

 

PROCOPIO FRESES ÑECO: Tía... Tía... (Un gendarme se dirige al cuarto donde está José María).

 

JOSÉ MARIA: ¡Diantres! ¡Voto a sanes! (Salta por la ventana y sale. El dibujo queda tirado. El guardia lo recoge y regresa a la tienda).

 

CAPITÁN: ¡Busquen en todos los rincones de la casa!

 

LA MADRE: ¡Un momento! ¡No serán tan graves esos libelos como para destrozar esta casa!

 

GENDARME 3: ¡Encontré un dibujo, Capitán!

 

CAPITÁN: ¡Déme! (Le arrebata el dibujo al gendarme). ¡Mírenlo! (El capitán lo muestra a la madre y a la cliente. El dibujo -que es el único dibujo conservado de los obscenos dibujados por Figueroa en 1843- se reproduce, gigantesco, en el escenario: Es una mujer coronada de rosas, en paso de cabaretera, danzando perniabierta, mostrando explícitamente sus genitales. La clienta cae desmayada con un grito).

 

LA MADRE: ¡Virgen poderosa!

 

CAPITÁN: ¡Su hijo es un pervertido! ¡Y ya le echaremos el guante!

 

GENDARME: (Entra con José María tomado del cuello, prisionero). ¡Ya se lo echamos!

 

CAPITÁN: Vas a tener que responder por esto ante la justicia, jovencito.

 

JOSÉ MARÍA: (Al pasar frente a Procopio Freses Ñeco). Gracias por el favor, primito.

 

PROCOPIO FRESES ÑECO: A ver si te hubieras aguantado las que me han hecho para que hablara...

 

CAPITÁN: ¡Llévenselos! (Los gendarmes salen con José María y con Procopio Freses Ñeco. La madre corre a auxiliar a la cliente brindándole unas sales).

 

-2-

 

-UN TRIBUNAL-

 

-Otro juicio. El Fiscal 2 habla ante el público. El dibujo obsceno se mantiene en escena, incomodando-.

 

FISCAL 2: Y aquí tenemos a José María Figueroa Oreamuno, nuevamente ante la justicia y nuevamente por causa de su pincel inmoral. Esta vez ha cambiado la calumnia política y su insulto a nuestras instituciones y a los nobles miembros del Estado, para ensañarse con las personas decentes de esta comunidad cartaga. Su propio primo, Procopio Freses Ñeco da testimonio. (Un gendarme hace entrar a Procopio, ahora doblemente apaleado y en estado lamentable). Hable Procopio Freses Ñeco y diga la verdad sobre los hechos.

 

PROCOPIO: Nada más doy fe de que ví esos dibujos en el billar de Manuel de la Torre...

 

FISCAL 2: ¿Y diga de quién son representación?

 

PROCOPIO: De mujeres... De... Unas mujeres...

 

FISCAL 2: En su declaración usted afirmó que estas representaciones buscan denigrar a las niñas Alfaro. Si lo afirmó y lo firmó, repítalo ante este jurado.

 

PROCOPIO: Yo no se firmar.

 

FISCAL 2: ¡Bah! Pero estuvo conforme con la lectura que le hicimos de su declaración... (Procopio se alza de hombros). ...donde afirma que los dibujos representan a las hijas de Ildefonso Alfaro. Y ahora, repita públicamente quién viene siendo su autor. (Procopio calla. Un gendarme se pone a sus espaldas. Se nota que lo maltratan a escondidas).

 

PROCOPIO: ¡Perdón, primo José María, perdón! (Procopio cae desmayado. Lo sacan).

 

JUEZ PEDRO GARCÍA: De pie acusado José María Figueroa Oreamuno. (José María lo hace. Conforme el juez habla, el escenario se va poblando de monigotes que harán del jurado. Los dibujos corresponden en parte al dibujo de la reunión de la Santa Inquisición de Cartago y en parte a la mesa de la Orden de la Virgen del Carmen de Cartago, ambos del arcano "Álbum"). De acuerdo con este expediente judicial, hoy 7 de octubre de 1843, yo Pedro García, alcalde segundo constitucional de esta muy noble y leal ciudad de Cartago, declaro al imputado culpable de herir gravemente la delicadeza de nobles damas de esta ciudadanía y de atentar contra la vindicta pública. José María Figueroa Oreamuno ha enconado sus libelos en contra de algunos connotados cartagineses y considerables figuras de la política de este mundo, acusándolos de falta de lealtad al General Morazán, aún cuando aquel dictó, hace justamente un año, pena de muerte contra el hoy imputado. Explíquese señor Figueroa.

 

JOSÉ MARÍA: Morazán fue engañado en mi contra, pero aún comparto sus ideas de una Patria Grande. (Murmullos de desaprobación. Las figuras dibujadas se iluminan en rojo furioso).

 

JUEZ PEDRO GARCÍA: Eso explica los panfletos y libelos incluidos en este folio. Oíd: a Antonio Pinto y Florentino Alfaro les decreta la muerte a manos de los vengadores del "ilustre general", al que asesinaron los josefinos y toleraron los bárbaros de Alajuela. ¿Se desdice de lo escrito?

 

JOSÉ MARÍA: Nunca borro con mi palabra lo que apunto con mi mano.

 

JUEZ PEDRO GARCÍA: ¿No querría ahora abjurar de este otro papel donde me tacha de inepto para este cargo, amén de borracho y faldero, sin tener en cuenta que me denigra ampliamente en mis funciones de hijo, esposo y padre?

 

JOSÉ MARÍA: Es mi juicio el que se ventila, no el suyo don Pedro García.

 

JUEZ PEDRO GARCÍA: ¡Insolente!

 

FISCAL 2: ¿Han de darse más cargos en su contra?

 

JUEZ PEDRO GARCÍA: Que hable la gente.

 

FISCAL 2: Comparezca Ildefonso Alfaro, de oficio labrador, padre de las ofendidas. (Comparece Ildefonso Alfaro). ¿Qué dice un padre ante tal afrenta que ha mancillado su honor?

 

ILDEFONSO ALFARO: Que aquí hacen mucho alboroto por naderías. De mis hijas, la que se mantenga intacta es por virtud propia y un papel no la va a afectar. Y si alguna perdiera el decoro y arrastrara el apellido por el fango, bien se merecería cien dibujos como el expuesto. Por mí, no hay denuncia ni queja en el expediente, más teniendo en cuenta que el señor José María Figueroa ha dado en actuar como mozalbete por desavenencias que han mediado entre ambos él y yo, desde un tiempo a la fecha, y que nos han traído a este engorroso punto. Deje de hacer el tonto, muchacho, y evítese y evítenos embrollos. Es todo. (Se retira, ante la consternación del resto).

 

FISCAL 2: En gran nobleza nada el corazón de Ildefonso Alfaro. Pero tenemos ante nosotros a alguien más enconado. Que pase Carlos Sancho al estrado. (Pasa el indicado, hombre muy atildado y profuso en almidones).

 

CARLOS SANCHO: Figueroa Oreamuno que te la he jurado y te me has escapado como una sabandija resbalosa. ¡Rastrerillo! Mejor te tuviera a mano para cobrarme justicia por las propias. Pero me das asco del peor de los asquillos.

 

JUEZ PEDRO GARCÍA: Comedimiento, que para eso estamos.

 

CARLOS SANCHO: Señor Juez Pedro García: Este imputado lleva meses en que, con gran desparpajo y provocando en mi presencia burlas comunales, tira a la escoria mi nombre sin respeto alguno por mi cargo de alcalde tercero, dejando en entredicho mi virilidad. Tampoco han escapado de sus fueros mis hermanos, que aquí muestran su desprecio. Hermanos... (Los hermanos, también melindres y cargados en sedas, fifan a Figueroa como víboras peleoneras).

 

LOS DOS HERMANOS SANCHITOS: ¡Fsss! ¡Fsss!

 

CARLOS SANCHO: Y sea pues que doy testimonio de su iniquidad y doy fe de haber visto dibujos en que nos vilipendiaba y por tenerlos por grotescos y falsarios los he dado al fuego, como corresponde a esos documentos propios de malandrines. Hermanos...

 

LOS DOS HERMANOS SANCHITOS: ¡Fsss! ¡Fsss!

 

FISCAL 2: Gracias don Carlos Sancho. Puede retirarse y dar campo a que hablen los dignos miembros de la municipalidad, a quien José María Figueroa ha tildado de... (Los muñecones municipales se agitan y sus voces -en crecendo- llenan el lugar).

 

MUÑECONES MUNICIPALES:

"Peresosos" e "innorantes".

"Peresosos" e "innorantes".

"Peresosos" e "innorantes".

"Peresosos" e "innorantes".

 

JUEZ PEDRO GARCÍA: ¿Y cómo se declara el acusado?

 

JOSÉ MARÍA FIGUEROA: ¡Basta ya! Por supuesto que culpable. Pero no soy solamente yo el del susodicho artificio. He caído producto de las influencias de Adriano Bonilla, a quien aquí ni veo ni creo que hayan citado, que sí tiene motivos de encono con Ildefonso Alfaro.

 

ILDEFONSO ALFARO: ¡Ah! Bonilla me cobra su suposición de engaño desde que le compré la casa y el solar.

 

JUEZ PEDRO GARCÍA: Pues no viene al caso.

 

JOSÉ MARÍA: Pues supongo que no: estando usted a punto de ser consuegro de Adriano, mal le caería juzgarlo y de pronto encarcelarlo por este desatino. ¡Yo fui el hechor del dibujo, pero fui obligado y mandado ni más ni menos que por el procurador síndico de este lugar! ¡Sí! ¡Yo hice el dibujo vulgar! Pero aquí los indecentes son... (El Juez Pedro García guarda el papel del dibujo obsceno en el expediente. El dibujo desaparece de la vista de la gente).

 

FISCAL 2: (Salta a interrumpir). ¡Causa menor! ¡Causa menor! José María Figueroa comparece aquí por otra causa más temible que el dibujar chabacanerías. En su casa -y clandestina- funciona... ¡Una logia masónica!

 

LA MADRE: ¡Cómo! (Los practicables con dibujos figuerenses se agitan en descomposición).

 

JOSÉ MARÍA: ¡Qué mentes! ¿Así le llaman ahora a una reunión de jóvenes que gozamos bordoneando la vihuela?

 

JUEZ PEDRO GARCÍA: ¡Basta! ¡Basta! ¡Orden!

 

JOSÉ MARÍA: Hablemos claro: aquí me han traído para socarme el mecate y apurarme a dejar de criticar sus entuertos gubernamentales. ¡Dibujos de putas! (Los practicables con dibujos figuerenses se agitan con mayor descomposición). ¡Logias masónicas! (Los practicables con dibujos figuerenses tiemblan hasta el paroxismo). ¡Tapaderas con que pretenden mermarme el decir lo que para ustedes es más que peligroso! ¡Si la verdad es eterna, la verdad es que todo esto es una...! (Los practicables con dibujos figuerenses caen con gran estruendo. Gran barullo en el lugar).

 

JUEZ PEDRO GARCÍA: José María Figueroa, incendiario truhán en contra de la paz de la ciudad, alístese a oír su condena...

 

JOSÉ MARÍA: ¡Dígala ya!

 

CIUDADANO: (Entra corriendo). ¡El Volcán se ha despertado! ¡El Irazú está humeando! ¡Erupción! ¡Erupción!

 

TODOS: ¡Corramos!

                            ¡Auxilio!

                                     ¡Huyamos!

 

-Desbandada general-

 

-3-

 

-LA CASA-

 

-Casa de Figueroa. Una habitación encerrada. Varios personajes colocan columnatas, ara, piedra, linóleo blanquinegro cuadriculado.

Entra uno embozado y cubierto por una capa: Adriano Bonilla-.

 

JOSÉ MARÍA: ¡Adriano Bonilla parecés un salteador de caminos!

 

ADRIANO: Hasta aquí, solo así puedo llegar.

 

JOSÉ MARÍA: ¿Ya menos resentido por haberte denunciado en el juicio?

 

ADRIANO: ¡Bah! Algo te traerías en mente para acusarme de esa manera.

 

JOSÉ MARÍA: Tu cercanía con el inútil de Pedro García. Tal y como lo pensé, se horrorizó ante la acusación.

 

ADRIANO: Y a mí y a mi hija pudo partirnos un rayo.

 

JOSÉ MARÍA: En esta feliz Cartago. Ni pensarlo. Además tu hija lleva una dote digna ante el hijo de Pedro García. Y aquí, los que somos como nosotros, los que venimos de gente-gente, no corremos mayor peligro.

 

ADRIANO: Vos estuviste en peligro de muerte.

 

JOSÉ MARÍA: Morazán era de país extraño y Fray Sebastián un engendro que ahorita mismo ha de formar parte del séquito de Satanás en los infiernos. Y a otra cosa. Quitate ese embozado.

 

ADRIANO: Ya casi.

 

JOSÉ MARÍA: ¿A qué tanto cuidado?

 

ADRIANO: Viene lleno de ceniza.

 

JOSÉ MARÍA: El volcán es así de inquieto.

 

ADRIANO: Ya cesó la erupción, pero la gente ha quedado con miedo.

 

JOSÉ MARÍA: Con miedo han vivido y con miedo viven... ¡Y no solo por el volcán! Temen a todo lo que sea brincar más allá de sus pequeñas comodidades. Cartago... Costa Rica entera es un saco de temores a lo nuevo y a lo grande. Apenas hace unos años dejamos de ser provincia de España, pero para que se nos quite lo provinciano mental habrán de pasar muchos más.

 

ADRIANO: Para Gloria del Gran Arquitecto del Universo.

 

JOSÉ MARÍA: ¡Hermano!

 

ADRIANO: ¡Hermano! (Se interrelacionan los presentes llamándose "hermanos").

 

JOSÉ MARÍA: Después de la tenida de hoy organizaremos la empresa de la que hemos venido hablando. Nos esperan en la taquilla de don Rosario Ramos donde ya está el vaqueano de Talamanca, que será nuestro guía.

 

ADRIANO: Después lo veremos. Comencemos, queridos hermanos masones. (Toma liderazgo de la reunión). ¡Es mediodía en punto! ¡Se abren los trabajos!

 

-4-

 

-UNA CANTINA-

 

-Vemos el rótulo y el mostrador de la taquilla de don Rosario Ramos, quien les sirve tragos a Adriano y José María. En un rincón, hecho un ovillo, está un indio que los mira impertérrito-.

 

ROSARIO RAMOS: Y así es la cosa mis queridos Adriano Bonilla y José María Figueroa. Las minas que hace muchos años llamaban del Tiusigal y hoy son conocidas como del Tisingal, tienen enormes tesoros guardados entre sus cavernas o expuestos en yacimientos a flor de tierra. Son parajes remotos e indómitos, protegidos por indígenas de hostilidad permanente y de furia severa. (Miran con aprehensión al indígena, quien se aovilla más, pero sin dejar de mirarlos fijamente).

 

JOSÉ MARÍA: Dicen que esas minas dan más plata que las de Potosí.

 

ADRIANO: Lo que es bastante decir. En Potosí hasta han empedrado las calles con lingotes de plata pura, de la tanta que tienen.

 

JOSÉ MARÍA: ¿Por dónde empezamos a buscar?

 

ADRIANO: Para eso está el indio, supongo.

 

ROSARIO RAMOS: En parte, lo que no garantiza ninguna seguridad.

 

JOSÉ MARÍA: Insisto. ¿Dónde empezamos?

 

ROSARIO RAMOS: Según lo que escribió el nicaragüense Osejo, ese que tuvimos aquí en Cartago, hay que meterse por el Río de La Estrella, al que antes mentaban North River, y después seguirlo a lo que ordenen el instinto y la brújula, el sextante y el olfato. No hay alojamientos, ni siquiera una troja. No hay caminos, ni siquiera trillos. Sí hay que vadear o cruzar ríos caudalosos,

por supuesto sin puentes y sobre los que cuelgan serpientes e insectos tan venenosos como aquellas. Hay arañas que se comen a un buey entero y fantasmas de aventureros que no encontraron más que su desilusión y su muerte en pos de la quimera del Tisingal.

 

JOSÉ MARÍA: En fin, que es una empresa sin ninguna seguridad.

 

ROSARIO RAMOS: Rápido entiende usted, señor Figueroa. Pero a mi no me queda claro el por qué es tanto su empeño. Riquezas supongo.

 

JOSÉ MARÍA: Eso... Pues sí. Pero hay algo más: un afán de aventura y de descubrir cosas para dibujar y, de alguna manera, hacerlas mías.  Ir al Tisingal es ir en pos de quimeras, esas que cada día son más y más mi razón de vida. Mis sueños. Para ir hasta allá hay que reinventar territorios que, probablemente, el último que los visitó fue Dios. ¡Flaca empresa! pero arrojará mapas insospechados, animales de fábula, frutos del bien y del mal y -sobre todo- historias para componer el libro grande y maravilloso que debo escribir cuando maduren mis pensamientos. Entretanto... ¡Quimeras! No de otra cosa se vivir. Sí... No es un viaje sencillo, ni seguro. Pero seguiré adelante.

 

ADRIANO: Iremos.

 

ROSARIO: Paguen antes lo que adeudan en mi libreta, que no quiero que me deban los muertos. (Adriano y José María ponen unas monedas. Rosario le hace una seña al indio para que se levante y venga. El indio viene hacia ellos, pasa al lado y José María se levanta y lo sigue).

 

-Transición. Mutación escénica:

Desaparecen Adriano Bonilla y Rosario Ramos y la taquilla, al tiempo que se puebla el escenario de selva cerrada, pero colorida-.

 

-5-

 

-SELVA. AÑOS DESPUÉS-

 

-Cinco hombres entran cargando aperos y portantes y siguen a los dos que ya caminan en procesión con grandes dificultades por la espesura y por una tormenta infame-.

 

JOSÉ MARÍA: Detengámonos aquí y guarezcamos, que ya esta selva me resulta bastante familiar como para saber cuándo, cómo y por qué nos engaña. Ya hace bastante tiempo, en 1843, vine en una primera expedición, empujado por el cuentero del cantinero Rosario Ramos y con Adriano Bonilla por compañero. Y desde entonces, siguen siendo estos, mis mapas, los dibujos que me han servido de norte. Ayúdenme a protegerlos de este agualotal infame. (Varios tratan de crear un lugar protegido, en descampado. En la escena aparecen enormes dibujos de mapas del Álbum). De aquella vez estas cartografías son lo más preciado que me ha quedado, junto con este indio vaqueano y el conocimiento de estos caminos para escondernos de nuestros persecutores. Porque, aunque en aquel primer viaje encontramos unas minas de carbón piedra, no pudimos denunciarlas. Ahora, descansemos. Y vos, cholo, ponete ahí, donde no te dé el agua tan de lleno, que nunca te he inmortalizado y bien merecido lo tenés, después de todo este tiempo. (Guarecido, se pone a dibujar al indio). Cinco meses llevamos en este infierno salvaje por culpa de los Moras, que quieren desterrarme y a ustedes fusilarlos. Ese es el precio que ahorita se paga en Costa Rica por decir la verdad. Y si algún día quitaran la pena de muerte, este pueblo es tan melindres y dado a esconder la lengua, que inventarían nuevas formas de eliminación de aquellos que les molestan. Benditos Moras más enconosos. ¿O será que me lo merezco por loco? ¿No es locura la ocurrencia de oponerse a los designios de los gobernantes, sabiéndose uno que está solo? Y aquí ni los solitarios nos unimos entre sí. Las palabras suenan más fuertes y provocan consecuencias cuando se dicen entre todos los que piensan igual. Ya estamos en 1852 y la gente debería haberlo aprendido. Pero no y uno queda como golondrina que ni a veranillo llega en esta marea de indignidades con las que se pretende amalgamar un Estado. Si Dios de verdad existiera... (Los acompañantes, a una expresión de horror, se retiran un par de pasos. El indio, impertérrito, sigue en pose para José María). ¡Beatos! Si Dios existiera, digo, a mi lado habría puesto más gente de valentías e inteligencias y a menos tontos con aires de sapiencia y boca de traidores. Pero está dado del destino del mundo que Costa Rica se forme por hombres y después se mantenga por esmirriados y matrafuleros. (Al indio). Correte un poco hacia ahí. Pobre de vos, cholo sin fortuna, que te sacaron del monte donde a lo mejor pudiste ser ybux de tu tribu y te largaron a esclavo de cartagos. Vos solo, yo también y los dos en pos de una aventura extraña: encontrar el oro de tus tierras y matarnos entre todos en medio de esta montaña. Traidores del mundo, uníos.

 

CHISA: Mal nos trata, señor Figueroa, cuando al menos nosotros le hemos sido fieles tanto en sostener su palabra contra los Moras, como en acompañarle en este destierro y en seguir sus aventuras. No siempre se está tan solo y a veces puede ser que no nos fijemos en otras voces que al lado nuestro también claman por dignidad.

 

JOSÉ MARÍA: Buena lección, chisa.

 

CHISA: Tampoco a nosotros nos hace gracia llevar cinco meses en esta montaña comiendo lo que Tatica dejó regado por aquí, apenas aderezado con el charpinol que tostamos en Sixaola.

 

JOSÉ MARÍA: Buena lección, chisa, digo. Y basta de lamentos. (Termina de dibujar. Guarda el dibujo en una carpeta).

 

CHISA: ¿Terminó?

 

JOSÉ MARÍA: Nunca se termina nada que tenga que ver con el arte. Se deja en un punto donde el creador decide dejarlo, pero siempre quedan caminos para mejorarlo. No importa.

 

CHISA: Se nota que es su máxima pasión.

 

JOSÉ MARÍA: No, chisa. Yo quiero escribir un libro tan maravilloso como El Quijote, pero la política del mundo y la aventura me han quitado tiempo para el proyecto. (En la escena se comienzan a iluminar grandes reproducciones de diferentes lienzos del Álbum que se mueven y giran como en perinolas, como en periactos, acompañando el parlamento). Entretanto hago planos, mapas y cartografías de lo que veo o de lo que siento, uso el casquillo tanto para el dibujo como para el manuscrito que me revienta en el pecho, recojo impresos y recortes, firmas o panfletos y los voy pegando en un álbum tan desordenado e inútil como mi vida. Da igual la ciencia que ahí incluya, las crónicas o la meteorología, las genealogías o las hierbas medicinales, la arqueología o las estadísticas de la población de estos valles. Todo cabe en un puño de papeles que me dan la satisfacción de sentirme demiurgo cuando para otros solamente soy un pelele.

 

CHISA: ¿Dónde está ese álbum maravilloso?

 

JOSÉ MARÍA: En todas partes donde un hombre deje su impronta. El "Álbum" lo hacemos todos. Es la historia y la palabra, la alabanza y la injuria, el trazo y el desdibujo. Es la risa, el llanto, la fe y la desesperanza. Yo, y mis semejantes. Es decir, si alguien lo dijera, yo, y mis circunstancias.

 

CHISA: O sea, no existe el "Álbum". (Desaparecen los lienzos del Álbum).

 

JOSÉ MARÍA: No seas basto. Como documento, he ido formando mi libro con lo que he juntado de vez en cuando. Como documento no es nada importante, solo un gusto que me doy y me lo doy al desgaire por no enfrentar de lleno la escritura de mi gran libro, de la gran obra que me haría sentir que mi vida no fue en vano. Y ahora ya es tarde para quedarnos aquí y ya ha escampado. Sigamos.

 

CIMARRÓN: ¿Dónde estamos?

 

JOSÉ MARÍA: Sin duda que en el cerro Kamul y falta poco para el descubrimiento, ya sea de las minas o de nuestra ingenuidad. Sigamos. (La procesión avanza).

 

CIMARRÓN: (Se detiene de súbito y recoge algo del suelo).¿Qué es esto? Podría servirnos de chaira.

 

CHISA: A ver. Parece una piedra de moler, de las que usan en los trabajos en las minas.

 

JOSÉ MARÍA: A ver. ¡Claro! ¡Ésta es la prueba que buscamos! ¡Por este camino ha pasado gente en pos del oro! ¡Vamos por buena senda! ¡Sigamos! Al menos podemos ir con el paso más firme, sin los Moras pisándonos los talones para llevarnos al paredón. (Topan a unos aborígenes con alhajas de oro y a otros lavando oro en un riachuelo).

 

CIMARRÓN: ¡Indios con oro!

 

CHISA: ¡Llegamos al Tisingal!

 

JOSÉ MARÍA: Son solo unas alhajitas. No cantemos victoria. (Unos soldados gobiernistas saltan de la espesura).

 

SOLDADO: ¡Victoria cantaremos nosotros!

 

JOSÉ MARÍA: ¡Los esbirros del déspota!

 

SOLDADO: ¡Alto, José María Figueroa, en nombre del Estado!

 

JOSÉ MARÍA: ¡Huyamos! (José María y su comitiva huyen. Los soldados disparan. Los indios, aterrorizados, también huyen. Por un momento queda solo el escenario hasta que entran dos soldados, llevando preso a José María. Pasan y salen de escena).

 

-6-

 

-CASA CARTAGINESA-

 

-Señoras tomando café y tejiendo en un salón-.

 

SEÑORA 1: ¡Y ya usted se imaginará los sufrimientos de esa familia, con ese hijo tan atolondrado!

 

SEÑORA 2: Ni me diga. Aquellos dibujos luciferinos todavía andan rodando por ahí.

 

SEÑORA 3: ¡Anatema! ¡Anatema!

 

SEÑORA 1: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

 

SEÑORAS 2 Y 3: Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

 

SEÑORA 1: Amén. ¿Y se acuerdan de que al tal José María, la gente de don Juanito lo apresó en media montaña y lo mandó al exilio? ¡Doce años en Nicaragua!

 

SEÑORA 2: Don Juanito Mora no se andaba con remilgos cuando de defender la Patria se trataba.

 

SEÑORA 1: Decírmelo a mí, que perdí a mi padre por la epidemia.

 

SEÑORA 2: El cólera diezmó más que la guerra. Pero ya todo pasó hace rato, por suerte.

 

SEÑORA 3: Ya el año entrante es 1866, se cumplirán diez años.

 

SEÑORA 1: Y acaban de cumplirse seis desde que fusilaron a don Juanito.

 

SEÑORA 2: ¡Pues volvió el hijo de... Figueroa!

 

SEÑORA 1: José María, será. Porque Eusebito es otra cosa.

 

SEÑORA 2: Yo los veo bastante iguales.

 

SEÑORA 1: ¡Qué va! Eusebito hace mucho por la Patria, mientras que el otro es un loco.

 

SEÑORA 2: Despatriado debió de haberse quedado. No hizo más que volver y de ocurrente se fue a conquistar o colonizar aquellas tierras del Guatuso. ¡Demente! No ha hecho más que dilapidar los fondos de la familia y dibujar horrorosidades. Que no me oigan, pero yo hasta alcancé a ver algunas de aquellas barbaridades de dibujos: puros descreídos como Dios los mandó al mundo. ¡Anatema! ¡Anatema! A esos indinos deberían desaparecerlos de la faz de la tierra. ¡Anatema! A todos esos indios hay que exterminarlos. Cada indio muerto es un grano de paz. (El escenario se puebla de láminas y de monigotes practicables con los dibujos descritos de los indígenas, que rodean a las señoras. De fondo, una hermosa música de ocarina).

 

SEÑORA 1: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

 

SEÑORAS 2 Y 3: Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

 

SEÑORA 1: Amén. Es hora de ir a misa, buenas mujeres.

 

SEÑORAS 2 Y 3: Amén. Pater noster qui est in caelis... (Salen las señoras. Quedan los dibujos y comienzan a sangrar. Sube la música y se oyen, perdiéndose, los rezos).

 

 

TERCER ACTO

 

-1-

 

-FRENTE AL MAR-

 

-José María dibuja y habla al público-.

 

JOSÉ MARÍA: Realmente, parece que me la paso persiguiendo molinos de viento. Ya me tiembla la vista y no he escrito lo que debería, sino que he preferido empeñar mi tiempo en quimeras. Me he entretenido demasiado buscando las minas que se pintan a mis ojos con fuerza, olvidándome de construir mi gran obra maestra. Mal no me vendría encontrar oro con largueza, para poder dedicarme a escribir. (Deja de dibujar). ¿Saben? Una vez hallé una mina de carbón y tres de cobre y me fui para Estados Unidos en busca de una asociación o venta. La conseguí por medio de nuestro plenipotenciario don Felipe Molina, pero, cuando se alistaba una compañía científica para inspeccionarlas, por no haberme asociado a los Moras que mandaban en ese tiempo, me desterraron aludiendo que yo me había vendido a un yankee. La acusación me costó doce años de destierro en Nicaragua, donde me junté con mi hermano Eusebio, quien también fue perseguido por don Juanito, por no pertenecer a su dictadura, que se nos había hecho insoportable. (Aparece, acribillado a balazos y sangrante, el fantasma de don Juanito Mora).

 

EL FANTASMA DE DON JUANITO MORA: Es duro tu juicio contra mi gobierno, José María Figueroa.

 

JOSÉ MARÍA: ¡Una aparición! ¡Don Juanito Mora!

 

DON JUANITO: He oído tus palabras y temo que con vituperios semejantes me enlode la historia.

 

JOSÉ MARÍA: Nuestros actos deben defender nuestra memoria.

 

DON JUANITO: Hubo causas y causales para inventar la justificación de mi asesinato. Los muchachos del pelotón de fusilamiento apretaron los gatillos, pero fueron otros los que ordenaron los disparos, como suele suceder, y a esa cafetalocracia pro yankee y falsaria, que quisieron venderse con arrumacos a los esclavistas norteamericanos, le hizo usted el juego, señor Figueroa de Cartago. Por eso fue que mandé a sacarlo, por peligroso para la patria y por traicionero, tanto usted, como su hermano Eusebio.

 

JOSÉ MARÍA: ¡Desde antes nos persiguieron! ¡Hasta en medio de la guerra contra los filibusteros!

 

DON JUANITO: Por enemigos de este suelo, dije. ¿Era la Patria para todos y para el pueblo, o solo para unos cuantos beneficiados?

 

JOSÉ MARÍA: ¡Qué se yo de políticas del mundo!

 

DON JUANITO: Entonces no se meta en esta pelea de gallos.

 

JOSÉ MARÍA: Ustedes, para justificar mi destierro me levantaron la calumnia de que yo iba en la Noche Buena con otros a tomar el cuartel de Cartago.

 

DON JUANITO: ¿Y no era cierto?

 

JOSÉ MARÍA: No viene al caso ni proponerlo.

 

DON JUANITO: ¡Simplón!

 

JOSÉ MARÍA: Razones tendríamos. ¿No le parece? Total después de la guerra recrudecieron las persecuciones y a algunos también se les subió el heroísmo al ego.

 

DON JUANITO: Razones tendríamos. ¿No le parece? Razón para darse palmadas por haber expulsado a los cerdos y por salvar la soberanía de estos terrenos.

 

JOSÉ MARÍA: Es probable que usted hiciera bien en expulsar a los machos de estos suelos, pero -insisto- estuvo mal que se lo celebrara tanto.

 

DON JUANITO: No creo que esa fuera la principal razón por la que me fusilaron. Curiosa esta Costa Rica que mata, exilia, aparta u olvida a los que más la amamos. Concubina extraña es esta Patria nuestra.

 

JOSÉ MARÍA: En eso nos hermanamos. La Patria -que en ese tiempo sería decir usted-...

 

DON JUANITO: Mejor decir el pueblo y yo.

 

JOSÉ MARÍA: ...me exiliaron y me tiñeron de dolor y ausencia.

 

DON JUANITO: En eso nos hermanamos.

 

JOSÉ MARÍA: Pero no en lo solitarios. Usted por lo menos tuvo consuelo en su mujer, doña Inés. ¡Si por lo menos yo me hubiera casado!... En Granada me había hecho novio de una nicaragüense hermosa, Feliciana Jiménez, pero estando yo en la miseria se vino a frustrar mi matrimonio, después de haber pagado hasta las dispensas.

 

DON JUANITO: ¡Haberlo sabido!

 

JOSÉ MARÍA: ¿Usted me habría ayudado?

 

DON JUANITO: No. Prosiga.

 

JOSÉ MARÍA: Volvimos al país después de que a usted lo... bueno, que lo dejaron... así.

 

DON JUANITO: Y no la pasaron tan mal con mis sucesores los presidentes Montealegre y Jesús Jiménez, ¿Verdad?. Hasta la secretaría de Guerra y la presidencia interina le tocaron a su hermano Eusebio, fiel colaborador de... digámosles... los "intereses" de la Patria. ¡Hasta lo mandaron a España!

 

JOSÉ MARÍA: Cosa que me benefició, porque de los Archivos de Indias trajo documentos que nos indicaban, con precisión, donde estaba el oro de Talamanca.

 

DON JUANITO: Ojalá que no haya roto o intervenido documentos, porque usted lo ha hecho sin miramientos. ¡Cartas y papeles oficiales llevan el sello de sus robos!

 

JOSÉ MARÍA: ¿Y usted como sabe de eso?

 

DON JUANITO: Los muertos no somos ciegos. Y he visto que usted pega firmas, textos y retazos ajenos en láminas enormes con las que ha ido formando... Un álbum.

 

JOSÉ MARÍA: Entretenciones que tengo mientras redacto mi gran documento. Ese álbum es un acopio sin importancia.

 

DON JUANITO: No lo creo, pero tardarán en hallarle la gracia.

 

JOSÉ MARÍA: ¿Usted cree que la tenga?

 

DON JUANITO: Ni usted la valora, ya ve. (Coge el dibujo que realizaba José María y lo mira con detenimiento).

 

Usted dibuja bien.

 

JOSÉ MARÍA: Lo intento.

 

DON JUANITO: ¿Con que fin?

 

JOSÉ MARÍA: Pasar el tiempo. Bueno... Y dejar un registro de las geografías por las que me he movido, de las costumbres que he visto, de la vida de los vivos y la de los muertos.

 

DON JUANITO: Aunque no veo nada sobre nuestra gran gesta libertadora, a brincos y a saltos usted ha construido una república con sus diseños.

 

JOSÉ MARÍA: En eso, también de alguna forma nos hermanamos.

 

DON JUANITO: ¿Qué pasó con los documentos que su hermano trajo de España?

 

JOSÉ MARÍA: Siguiendo las señales de dónde estaban las minas, allá nos fuimos. (Don Juanito se sienta a un lado del escenario).

 

-2-

 

-LA SELVA-

 

-De bambalinas caen, reptando, lianas y enredaderas que cubren hasta la media altura superior del cajón escénico. Del piso sube una vegetación de Génesis. Trópico vital y asesino. El clima en toda la escena da presión de Caribe. Atrás, machetes que hienden el verde y aparecen tras de ellos los expedicionarios, paridos de entre la vulva de la selva. Un hermoso tucán trasnochado grazna su nota horrorosa, su canto de bebé moribundo-.

 

EL PATANGO, CHOLO GUANACASTECO CORVETAS: ¡Chó Jó! ¡Nos cayó la sal! No-jh cantó-jh el tucán de a medianoche-jh!

 

EL JICOTE:  Callate, Patango. No traigás para estos lados las oscuras magias del Guanacaste. Deberían de fusilar a los brujos y masones.

 

JOSÉ MARÍA: (Dibuja).¡Dios de Londres! ¡Dénme el pomo de agua bendita! Y ustedes dejen de hacer dos razas donde solo hay una familia.

 

EL JICOTE: No es lo mismo ser de aquellos lados, que de estos. ¡Cholos arrejuntados a la patria, raza de nicas!

 

JOSÉ MARÍA: Jicote: ¿De dónde usted tan fino? Hasta donde yo sé, la víspera de venirse aquí conmigo usted era apenas algo más que un tentenelaire en la casa de mis primos, que bastante mal hicieron con imponérnoslo en esta expedición.

 

JICOTE: Me mandaron a ayudarlos a usted y a su hermano Eusebio.

 

EUSEBIO: Pues de buena ayuda aún estamos faltos, porque te mandaron a vigilarnos para tener argumentos si creen que, por derecho de sangre, han de poder reclamar algo de lo que encontremos.

 

JOSÉ MARÍA: La verdad es que nos lo mandaron para poder sacárselo de encima. Si este es una vergüenza nacional. ¿O pensás, Jicote, que no sabemos que eras oficial en las aduanas de La Garita, cuando desde San José iba a todo galope el ingenuo correo que creyó llevar la orden con la posibilidad de detener el fusilamiento de Mora? Sabemos que usted, siguiendo órdenes de los... que ya sabemos, entretuvo al jinete y atrasó la posta, apurando la fatalidad. (Juanito Mora se mira fijamente con el Jicote).

 

JICOTE: ¡Usted defendiendo a Mora?

 

EL PATANGO: ¡Don José María, no le exponga razone-jh que jamás entendería!

 

JICOTE: ¿Quién le echó maíz a este gallo?

 

JOSÉ MARÍA: Respete, Jicote, a estos guanacastecos, heroicos siempre, prestos a las armas y saludables en lealtad. Al llamado de la defensa de la tierra, son estos -y los piñuelas alajueleños- los que han dado la cara por defendernos. (El Jicote hace para retirarse a un lado. Al pasar, empuja al Patango que casi cae, pues no puede apoyar bien uno de los pies. Eusebio lo sostiene).

 

EUSEBIO: ¿Dónde quedaste renco?

 

EL PATANGO, CHOLO GUANACASTECO CORVETAS: En una intentona anti gobiernista, señor don Eusebio. En 1836, al mando del Jefe Carrillo, jh, cuando uno-jh traicionero-jh tico-jh se juntaron a unos nicaragüense-jh y quisieron volver-jh a poner al Guanacajte en el mapa de los del norte, un perdigón me dejó caminando a destiempo, jh, ¡Pero ya somoj tierra nuestra! (Vuelve a graznar el tucán trasnochado).

 

JICOTE: ...Y hasta los pájaros lo lamentan...

 

JOSÉ MARÍA: ¡El agua bendita, dije! (Se pone a dibujar).

 

EUSEBIO: ¡Un masón superstichero! ¡Lo que habrán de haber visto los siglos!

 

JOSÉ MARÍA: Nunca está de más convocar la protección de los cielos, hermano.

 

EL JICOTE: Por mí, voto a Satanás.

 

EUSEBIO: Aquí hay libertad de cultos.

 

JOSÉ MARÍA: Eusebio, hermano. No haga convocatorias en nombre del nombre del ángel malo. Eso es ganar boletos para una mala muerte, ¡Cuidado! (Grazna el tucán).

 

EL PATANGO, CHOLO GUANACASTECO CORVETAS: Canta con insistencia el tucán de a medianoche-jh. Mala suerte se aproxima.

 

EUSEBIO: Hablemos de otra cosa...

 

JOSÉ MARÍA: (Quien dibujaba, deja de hacerlo. Deja el mapa por ahí) Por cierto, ¿Qué suerte ha corrido Fadrique Gutiérrez? Luego de ayudar a Tomás Guardia a que se apeara a Jesús Jiménez, se suponía que lo tendríamos en la presidencia, pero don Tomás puso a Carranza... Mucho presumir con las horas del abrazo y al menor descuido... ¡Zas!: El puñal hendido en la espalda.

 

EUSEBIO: Así es la política del mundo. ¿Qué te extraña?

 

JOSÉ MARÍA: Que sean así los que al pueblo se deben.

 

EUSEBIO: Idealista.

 

JOSÉ MARÍA: Tierra de tiranos ha sido y bastantes veces será ésta mi Costa Rica, y nadie lo dice al viento. Un sanedrín de sinvergüenzas constantemente nos roban el dinero y la dignidad y son los propios que están sentados en los sillones del Estado quienes los tapan para que, a su vez, alguien los tape a ellos en su miseria humana.

 

EUSEBIO: José María, mide la lengua con otra vara que no sea la de los impulsos. En Costa Rica, hoy, hablar resulta peligroso. Por mayor o menor denuncia, una mano anónima acaba con la vida de un valiente. Y detrás... (Mejor ni imaginarlo. Hasta duele decirlo, pero debo hacerlo) ...lo que está es...

 

JOSÉ MARÍA: Calle usted también, hermano.

 

EL JICOTE: ¿Por quién habla, don José María?

 

EL PATANGO: ¿Cuántos presidentes tenemos?

 

EL JICOTE: Pues el que hay.

 

EL PATANGO: ¡Pues por ese!

 

EUSEBIO: Cuidado, José María, que las voces las lleva el viento justamente donde no deben de ser oídas.

 

EL PATANGO, CHOLO GUANACASTECO CORVETAS: Pue-jh si algo ha de pasar-jh por hablar-jh con valentía, aquí está mi brazo para despescuezar-jh al que se venga con tapahocicos.

 

EUSEBIO: ¡Ya! ¿A qué vinimos? ¿A hablar de política o a volar montaña?

 

JOSÉ MARÍA: Ambas cosas, que al fin y al cabo, por estar llenas de alimañas, se hermanan.

 

DON JUANITO: ¡Se hermanan! (Salen todos. menos el Jicote, que recoje el mapa que dibujaba José María, lo esconde entre sus ropas y sale. Regresa José María, busca el mapa infructuosamente).

 

-Transición-

 

-3-

 

-CASA CARTAGINESA-

 

JOSÉ MARÍA: En aquella última expedición a Talamanca no encontramos nada de oro y perdí una de mis más completas cartas geográficas, precisamente cuando don Tomás Guardia urgía de documentar la faz del país. Yo, que había caminado lo indecible y era un buen conocedor de toda longitud y latitud de esta tierra, me presenté ante él con nuevos dibujos hechos a la carrera, sacados de apuntes sueltos y de lo que daba la memoria.

 

-4-

 

-CASA DE GOBIERNO-

 

-Entra Tomás Guardia. José María le entrega la carta geográfica que dibujaba-.

 

JOSÉ MARÍA: ¡General don Tomás Guardia, presidente de esta Patria: he aquí el producto de mis exploraciones!

 

TOMÁS GUARDIA: Vaya... Vienen a completar lo de Talamanca que le encargué a William Gabb.

 

JOSÉ MARÍA: Los míos son mejores.

 

TOMÁS GUARDIA: ¿Perdón?

 

JOSÉ MARÍA: Vea mis mapas: Hay detalle y precisión.

 

TOMÁS GUARDIA: Si... Valen la pena.

 

JOSÉ MARÍA: Ya ve: Gabb lo estafó.

 

TOMÁS GUARDIA: Figueroa... Figueroa... Cuide el talante y no olvide que yo escogí al hacedor de...

 

JOSÉ MARÍA: Pero mi General...

 

TOMÁS GUARDIA: ¡Está interrumpiéndome!

 

JOSÉ MARÍA: Disculpe. ¿Decía?

 

TOMÁS GUARDIA: ¿Qué tiene contra la obra de Gabb?

 

JOSÉ MARÍA: Nada. Solo que es un desastre. Los dibujos están dibujados sin base científica y con puros inventos respecto a los indígenas. ¡Está bien si al gobierno no le importan los indios, pero al menos podría evitar que los dibujen con rabo!

 

TOMÁS GUARDIA: Y sus mapas. ¿Son fidedignos?

 

JOSÉ MARÍA: Hechos en el propio sitio, sin mancha y con conocimiento de causa. Yo, que me metí a Guatuso y Térraba, sé muy bien lo que dibujaba. En cambio ese trabajo que usted patrocinó... ¡Ay don Tomás, por Dios!

 

TOMÁS GUARDIA: ¡Figueroa!

 

JOSÉ MARÍA: Pero es que está lleno de incorrecciones de quien nunca ha puesto un pie en la montaña, pero se arroga el derecho de levantarla en lienzos. Y eso también, o peor, han hecho los nacionales por usted designados... ¡Al fin y al cabo ticos, incapaces de decir que no saben lo que no saben, pontifican sobre todo con la autoridad que da la ignorancia!

 

TOMÁS GUARDIA: ¿Y usted no es tico?

 

JOSÉ MARÍA: Sí, pero viajado.

 

TOMÁS GUARDIA: ¿Usted insinúa que soy un incapaz designando servicios? (Pausa. José María mira fijamente a don Tomás. Silencio). ¡Hable!

 

JOSÉ MARÍA: Bueno... Tuvo el buen tino de designarme a mí para estas cartografías.

 

TOMÁS GUARDIA: José María, voy a perdonarle su altanería porque el trabajo está realmente bien hecho. pero tengo una inquietud: ¿Por qué se ha empeñado tanto en hacer el dibujo detallado del país?

 

JOSÉ MARÍA: Por su gente buena.

 

TOMÁS GUARDIA: Gran argumento. ¿Continuará la faena?

 

JOSÉ MARÍA: Creo que sí, porque al evaluar estas cartas, usted dijo algo que me motiva.

 

TOMÁS GUARDIA: ¿Qué dije?

 

JOSÉ MARÍA: Dijo que esto valía la pena.

 

EL JICOTE: (Entra, vestido de militar). Buenas tardes, General.

 

JOSÉ MARÍA: ¡Jicote!

 

TOMÁS GUARDIA: Buenas tardes, oficial.

 

JOSÉ MARÍA: ¿Jicote... Oficial?

 

TOMÁS GUARDIA: ¿Se conocen? No es de extrañar. Cosas tienen en común: Lo aventureros y lo dibujantes de mapas certeros.

 

JOSÉ MARÍA: ¿Jicote... Dibujante... De mapas?

 

TOMÁS GUARDIA: Tengo una excelente cartografía salida de la mano de este caballero... Mire... (Tomás Guardia extiende un mapa. José María deviene lívido).

 

JOSÉ MARÍA: ¡Mi perdido mapa!

 

TOMÁS GUARDIA: ¿Qué dice?

 

EL JICOTE: ¡Mi General! Un conocedor como don José María ha quedado estupefacto con el producto de mi trabajo. Es notable mi conocimiento de campo y se admira en detalles como este, tan correctamente denotados.

 

TOMÁS GUARDIA: Me dijo, además, que se inspiró mucho en el bosquejo del excelentísimo Felipe Molina, nuestro plenipotenciario...

 

JOSÉ MARÍA: ¡Mentira!

 

TOMÁS GUARDIA: ¿Ah?

 

JOSÉ MARÍA: Para ese mapa no copié nada de Molina. Molina tomó nociones de todos lados y lo que compiló fue un mamarracho...

 

TOMÁS GUARDIA: ¡Figueroa!

 

JOSÉ MARÍA: ¡Un mamarracho! ¿Qué autoridad tuvo Molina para hablar de la ubicación de los indios, como si los hubiera encontrado documento en mano? ¿Con qué autoridad...?

 

TOMÁS GUARDIA: Viajó mucho y...

 

JOSÉ MARÍA: ¿Y desde cuándo un barco es alimento para el cráneo?

 

TOMÁS GUARDIA: ¡Comedimiento!

 

JOSÉ MARÍA: ¿Cuándo se ha visto un diplomático inteligente, honesto o sabio...

 

TOMÁS GUARDIA: Los ha habido...

 

JOSÉ MARÍA: ...Si están hechos para fingir, y lo hacen con tanto acierto que hasta finjen tener cerebro?

 

EL JICOTE: Su hermano es diplomático, don José María.

 

JOSÉ MARÍA: Pero de ahí a ser cartógrafo, es dar un salto del cielo al infierno. ¡Pobre de esta Patria, que cada vez que le han hecho un mapa queda tan chueco como...!

 

EL JICOTE: ¿Como aquellos encargados de gobernarla?

 

TOMÁS GUARDIA: ¡Qué ha dicho, oficial?

 

EL JICOTE: De mi propio pensamiento, nada. ¡Faltaría más! Solo repito frases que he oído de la boca del señor aquí presente.

 

JOSÉ MARÍA: ¿Cómo?

 

TOMÁS GUARDIA: Explíquese, oficial.

 

EL JICOTE: "Costa Rica es tierra de tiranos y nadie lo dice al viento", decía usted, señor Figueroa...

 

JOSÉ MARÍA: Yo... Yo...

 

EL JICOTE: "Un... ¿Sanedrín?"... (Fea palabra, mi General)... "Un sanedrín de sinvergüenzas nos roban la plata y la dignidad con la complicidad de los que están sentados en los sillones del Estado?", decía usted, don José María...

 

TOMÁS GUARDIA: ¿Ha dicho usted eso, Figueroa?

 

JOSÉ MARÍA: Yo... Si... ¡No! Cuando yo dibujaba este mapa...

 

EL JICOTE: Buen intento el de desacreditarme para que mi señalamiento de su traición también quede sin fundamento.

 

JOSÉ MARÍA: ¡Ladrón! ¡Falsario! (Se abalanza sobre el Jicote, a pegarle).

 

TOMÁS GUARDIA: ¡A mí! ¡Guardias! (Un tropel de gendarmes irrumpe y toma preso a Figueroa).

 

JOSÉ MARÍA: ¡Siempre termino igual! (Lo sacan del lugar).

 

EL JICOTE: ¡A los locos hay que fusilarlos!

 

TOMÁS GUARDIA: ¡Veremos!

 

EL JICOTE: Fusílelo y tendrá un enemigo menos.

 

TOMÁS GUARDIA: Mucho se preocupa usted por mi y por el Estado y lo voy a recompensar.

 

EL JICOTE: Usted dirá, mi General.

 

TOMÁS GUARDIA: Tome unos reales por haberme traído este plano. Veré que ocupe el lugar que le corresponde. Y a usted, le doy en premio el no fusilarlo... ¿Le parece?

 

EL JICOTE: ¿Cómo?

 

TOMÁS GUARDIA: Utilice esos reales en marchar de Costa Rica para siempre. ¡No quiero verlo nunca más! ¡Y déle gracias al cielo de que estoy decidido a abolir la pena de muerte, porque, si no, a usted ya mismo lo despacharía al infierno!

 

EL JICOTE: Pero General...

 

TOMÁS GUARDIA: ¡Guardias! (Entran los gendarmes).

 

Llévense a este ladrozuelo, quítele el uniforme y los cargos y póngalo en una carreta para el destierro. (A empujones, los gendarmes sacan al Jicote. Tomás Guardia recoge la carta geográfica caída).

 

TOMÁS GUARDIA: Así que este mapa también es de Figueroa... ¡Se me puso! ¡Qué bandido! (Tomás Guardia pone el mapa a contraluz. El mapa se proyecta en el ciclorama o en un bastidor).

 

¡Guardia! Tráigame aquí a Figueroa y consíganos una botella de mistela para tomarla con él. (El General sale).

 

-5-

 

-LIMBO-

 

-El escenario se puebla de mapas diversos dibujados por Figueroa. Sobresale, a foro, la gran carta geográfica nacional. Entran las escapulariadas-.

ESCAPULARIADA 1: Mapas.

 

ESCAPULARIADA 2: Cartografías.

 

ESCAPULARIADA 3: Utensilios estratégicos para la guerra o para la paz.

 

ESCAPULARIADA 1: Hizo tantos.

 

ESCAPULARIADA 2: Quedan tan pocos.

 

ESCAPULARIADA 1: Un día de furia destruyó algunos.

 

ESCAPULARIADA 2: Al siguiente, la indiferencia perdió otros.

 

JOSÉ MARÍA: Yo mismo estuve tentado de destruir mi gran carta geográfica cuando, al intentar venderla al estado, me la valoraron en limosna.

 

ESCAPULARIADA 1: Pero la conservaste, por bella.

 

ESCAPULARIADA 2: Por señal de tus caminos.

 

ESCAPULARIADA 3: Por servirte, simplemente, para verla.

 

JOSÉ MARÍA: Es... Una especie de daguerrotipo de la patria que llevo en las venas y que me duele verla tan llena de vanidades quebradizas e hipersensibles a la crítica, atontadas por el tufo del poder. Un país donde muchas veces ha mandado Abel enfundado en la piel de lobo de Caín. Pobre Costa Rica tantas veces tan en venta, tan tapada en sus miserias y yo (¡Ay, mísero de mí!) que con estos mapas la dejo tan expuesta.

 

ESCAPULARIADA 1: Por bella.

 

ESCAPULARIADA 2: Por señal de tus caminos.

 

ESCAPULARIADA 3: Por servirte, simplemente, para verla. (Salen).

 

JOSÉ MARÍA: Mi hermano Eusebio (De quien hoy lamento la muerte) muchas veces me dijo que dejara esta chochera, que hacer crítica con dibujos era tan tonto como hablar en las tabernas. También he escrito libelos y alguno que otro seudónimo ha protegido en los periódicos mis denuestos. Pero... ¿Puyar servirá de algo, cuando el cuero de los atacados es tan duro? Quizá sí. Yo, mientras tanto, dibujo. (Hace trazos en uno de los lienzos geográficos).

 

LA VOZ DE LEÓN FERNÁNDEZ: Bien hecho, Figueroa.

 

JOSÉ MARÍA: ¿Otro espectro?

 

EL FANTASMA DE LEÓN FERNÁNDEZ: Presente.

 

JOSÉ MARÍA: Ya mi cabeza no da para tanto.

 

LEÓN FERNÁNDEZ: Se te agosta la vida, José María Figueroa.

 

JOSÉ MARÍA: Me iré con el siglo.

 

LEÓN FERNÁNDEZ: Ya te estás marchando. (Desaparecen los mapas).

 

JOSÉ MARÍA: ¿Qué viniste a buscar, León Fernández? ¡Volverme loco y cerrar tu venganza?

 

LEÓN FERNÁNDEZ: La cosa no es con usted, sino con su hermano.

 

EL FANTASMA DE EUSEBIO FIGUEROA: ¿Me han llamado?

 

LEÓN FERNÁNDEZ: A cuentas, parece.

 

JOSÉ MARÍA: ¡Eusebio, hermano! ¡Espectros que provocan mi locura o mi muerte! Es venganza.

 

LEÓN FERNÁNDEZ: Yo nunca fui el vengativo. Y si no lo dice aquí Eusebio, que hable su hijo, que en el último círculo del infierno habrá de dar cuenta al rey de los diablos.

 

JOSÉ MARÍA: Solo era un muchacho impetuoso.

 

EUSEBIO: Un retoño respetuoso.

 

LEÓN FERNÁNDEZ: Buen hijo, mal caballero.

 

EUSEBIO: Impulsivo, quizá.

 

LEÓN FERNÁNDEZ: Sinónimos vienen a resultar decir Figueroas y lo atrabiliarios.

 

JOSÉ MARÍA: Mal final tuvo su historia y no quiero ser partícipe de nuevo. Los dejo. (Sale).

 

LEÓN FERNÁNDEZ: Nos vemos otra vez, frente a frente, don Eusebio.

 

EUSEBIO: Nos hemos de ver eternamente, León Fernández, como aquella mañana de 1883.

 

LEÓN FERNÁNDEZ: 11 de agosto, a las 6. (Ambos personajes sacan unos revólveres y se disparan de frente. Humo en el escenario. Mutación de escena).

 

-6-

 

-JUZGADO DEL CRIMEN-

 

-En el ciclorama se proyectan enormes figuras sacadas de Concejos religiosos y judiciales dibujados por José María Figueroa en su Álbum, hacen de testigos, pasantes y gente que siempre está presente donde no importa y sobra-.

 

RAMÓN BUSTAMANTE: En este Juzgado del Crimen en Primera Instancia, a las nueve de la mañana del día 11 de agosto de 1883, ante mí, Ramón Bustamante y ante estos testigos se presenta voluntariamente el Licenciado Don León Fernández y Bonilla, mayor, de cuarenta y tres años, abogado, empleado público y vecino de esta ciudad y dice:

 

LEÓN FERNÁNDEZ: Ayer, estando yo en mi oficina fungiendo como director de los Archivos Nacionales, llegó a ella, a la una del día, el inglés Mister William Wills y llamándome aparte me manifestó... (Sale Ramón Bustamante. Se apaga el ciclorama).

 

* * *

 

-PALACIO MUNICIPAL-

 

-Entra William Wills. Toma a León por el brazo y lo lleva aparte-.

 

WILLIAM WILLS: Don León: No vengo en nombre propio, sino ajeno. Vengo como caballero -y por asuntos de honor- a preguntarle y a oir directamente de su boca si es usted el autor de esta hoja suelta titulada "La Alquimia Moderna".

 

LEÓN FERNÁNDEZ: (Mira la hoja). No me veo yo firmante de ella, me parece.

 

WILLS: Don Eusebio Figueroa lo acusa de serlo y de haber puesto allí injurias que le atañen a su persona.

 

LEÓN: El solo hecho de cuestionarme es repugnante y, si el doctor Figueroa me insulta con sus dudas, no tengo inconveniente en aceptar la responsabilidad.

 

WILLS: Pues en nombre del doctor Figueroa le exijo una satisfacción.

 

LEÓN: Espere. (Va a una puerta, sale un momento. Regresa con Santiago de la Guardia). Aquí está Santiago de la Guardia. Diríjase a él, que será mi representante. (Sale).

 

WILLS: Salud, don Santiago.

 

SANTIAGO: Salud.

 

WILLS: El doctor Figueroa desea la satisfacción por medio de las armas.

 

SANTIAGO: La acepto en nombre de don León, pero con la condición de que el encuentro sea fuera del territorio de Costa Rica, por cuanto los hijos de este país no solamente no toleran sino que castigan el duelo, aunque se haya verificado con todas las reglas del honor.

 

WILLS: ¡Bah! Hasta el día de hoy, ninguno de estos desafíos ha tenido efecto. Lo único que se ha conseguido es un par de tiros que lo que han hecho es poner en ridículo a los duelistas... ¡Y a sus padrinos! ¡No me veré yo en cosas de ticos principiantes!

 

SANTIAGO: Usted y yo podríamos evitarlo, si queremos.

 

WILLS: ¡Sugiere usted tapar el honor con cobardía?

 

SANTIAGO: No, con sensatez.

 

WILLS: Ya es hora de tener un duelo como debe de ser. Un duelo a la moda... Al estilo europeo. No seré yo quien lo detenga. Ahora veo que la idea de realizarlo fuera de nuestras fronteras es una excusa para soslayarlo. ¡No habrá tal! ¡El duelo será en nuestro suelo!

 

SANTIAGO: Sea. Pero hay otra exigencia: Actualmente don Eusebio es Secretario de Relaciones Exteriores y don León es archivero. Las posiciones no son iguales y, en el caso de un desgraciado suceso, Figueroa tendrá por cárcel su despacho, mientras don León será encarcelado. A fin de que los combatientes estén equiparados, don Eusebio debe renunciar a su cargo. (Sale Santiago. Míster Wills va a otra zona del escenario, a encontrarse con Eusebio).

 

-Transición-

 

* * *

 

-OFICINA DE EUSEBIO FIGUEROA-

 

EUSEBIO: (Esgrime un papel). ¡Pues renuncio! Aquí tengo mi renuncia con carácter de irrevocable y ya salgo para donde el presidente a dejarle mi cargo en sus manos, aunque sea otro pretexto cobarde de León Fernández. El encuentro será con pistola o revólver, mañana a las seis y media en el potrero de don Napoleón Millet, por el lado de La Sabana.  Será a cambio de un tiro y a veinticinco pasos. (Sale Eusebio. Regresa Santiago ante Wilis).

 

* * *

 

-UNA ESQUINA EN LA CIUDAD-

 

WILLS: Será a cambio de tiros a muerte, a quince pasos.

 

SANTIAGO: ¿No sería mejor a un tiro y a veinte pasos, al menos. ¡Evitemos la fatalidad!

 

WILLS: ¡Un duelo es un duelo! A las seis de la mañana nos juntaremos frente a las caballerizas de Güell y Gutiérrez. (Se retira Santiago. Eusebio Figueroa entra y se une a Wills).

 

* * *

 

-LA CABALLERIZA DE GÜELL Y GUTIÉRREZ-

 

-Unos caballos relinchan-.

 

EUSEBIO: Las seis. Y parece que ahí vienen. Más temprano que puntuales.

 

WILLS: Don Eusebio: creo que no son ellos, sino los doctores Lorenzo Campos y Otoniel Pinto.

 

EUSEBIO: ¡Lo que nos faltaba! ¡Campos!: que decir "tonto" es redundancia!

 

OTONIEL PINTO: (Entra, junto con Lorenzo Campos). ¡Buenos días don Eusebio!

 

LORENZO CAMPOS: Míster Wills! I did not recognize you from far! Que quiere decir que no los reconocí desde lejos. (Un caballo relincha).

 

PINTO: Don Lorenzo: Todos entendemos.

 

CAMPOS:  What are you doing here so early? ¿Qué hacen tan temprano por estos lados? (Un caballo relincha).

 

PINTO: Don Lorenzo: Todos entendemos.

 

WILLIS: Emm... Nosotros.

 

FIGUEROA: Refrescándonos.

 

CAMPOS: Pues mucho. La mañana apenas despunta. The early morning refreshes me like the wind of the sea... Como dijo el bardo.

 

PINTO: ¿Cuál bardo?

 

CAMPOS: Un bardo. (Un caballo relincha).

 

PINTO: Realmente hoy ustedes han madrugado.

 

WILLS: Emmm... Vamos a un almuerzo de campo.

 

PINTO: ¡Vaya! Se les va en pasarlo bien...

 

CAMPOS: En Londres, cuando estuvimos negociando nuevos precios al café (sin resultado), siempre decíamos: The plant that raises at sunrise, never produces at sunset. Que quiere decir...

 

PINTO: "Que la planta mañanera no produce al atardecer". Todos podemos traducir, pero no creo que todos entendemos lo que usted nos quiere decir.

 

CAMPOS: Es filosofía, mi querido doctor Pinto. Fi-lo-so-fía. Phi-lo-so-phy, mi estimado Míster Wills.

 

WILLS: I understood. (Se retira a hablar con Eusebio, sotto voce). No nos conviene dejarlos marchar y que vayan a contar que nos vieron aquí. Además, son médicos y pueden ayudarnos si urgiera asistencia luego del duelo.

 

EUSEBIO: (Ídem). ¡Con Campos estoy más seguro agujereado de bala que tocado por sus manos! Pero tiene razón: Convidémoslos. Y ahora, apúrese a llevárselos de aquí, antes de que vengan los otros. Yo los alcanzo.

 

WILLS: Si a los doctores le viniera de su gusto, nos encantaría tenerlos con nosotros.

 

PINTO: Encantado.

 

CAMPOS: SUMMA CUM LAUDE ET PLURIBUS UNUM.

 

PINTO: ¿También sabe latín?

 

CAMPOS: Soy Lorenzo Campos. ¡Soy un pozo de sabiduría! ¡LUCEM ASPICIO! (Los caballos relinchan con fuerza).

 

WILLS: ¡Vamos! (Wills sale de escena con Otoniel Pinto y Lorenzo Campos. Al momento después desaparece, por el mismo lado, Figueroa. Casi al punto y por el contrario entran León Fernández y Santiago).

 

LEÓN: Ya casi es la hora y no se les mira aquí.

 

WILLS: (Llega apresurado). Nos han atrasado un poco los doctores Pinto y Campos, que han querido acompañarnos, por si fueran del caso servirnos.

 

LEÓN: ¡Campos?

 

WILLS: Se mantendrán a distancia y no es necesario hablarles.

 

LEÓN: ¡Gracias a Dios!

 

WILLS: ¡Vamos!

 

SANTIAGO: (A León, sotto voce). En esto hay algo muy raro...

 

LEÓN: (Ídem). Con Figueroas andamos. En ellos lo raro es consuetudinario.

 

WILLS: El duelo será a veinte pasos y en vez de un tiro se verificará con tres avanzadas de los combatientes, del uno sobre el otro y disparando a discreción, si es que a la primera ninguno ha caído muerto o herido.

 

SANTIAGO: Pero... ¡Eso es un asesinato seguro!

 

WILLS: Así lo dispuso el ofendido. ¿Aceptan o se reconocen en un cobarde retiro?

 

LEÓN: ¡Aceptamos esa y cualquier otra condición, pero salgamos ya de esta tontería! ¡Vamos al potrero de don Napoleón Millet! (Salen).

 

* * *

 

-POTRERO DE DON NAPOLEÓN MILLET-

 

-Eusebio hace mediciones en el terreno-.

 

EUSEBIO: Cinco varas planas hacia el norte no son suficientes para veinticinco pasos... El terreno se vuelca en la pendiente del Río de Torres y alguno quedaría en desventaja si le tocara caminar de Sur a Norte.

 

WILLS: (Entra con Santiago y León Fernández). Ya yo evalué el sitio. El mejor lugar es aquí, junto a este cercado de maíz y caña de azúcar, que evitará que el viento altere el volar de la bala y al frente del cual está esta parte plana.

 

SANTIAGO: Mmm... Pero la planicie es de Este a Oeste. El que quede del lado de Poniente tendrá por desventaja el brillo del sol, que lo enceguecerá.

 

WILLS: Usted nuevamente se detiene en minucias.

 

SANTIAGO: Habrá que sacarlo a suerte de moneda.

 

WILLS: No ando menudo.

 

SANTIAGO: Yo sí. Y mucho. (Saca una moneda).

 

WILLS: Eso no debe...

 

EUSEBIO: Tirémosla. Es lo justo. Pido escudo. (Santiago tira la moneda).

 

SANTIAGO: Salió Corona. Don León caminará hacia Oriente.

 

LEÓN: (Mira a lo lejos). ¿Quién entretiene a Pinto?

 

SANTIAGO: Julián Blanco. Lo traje con engaños. No sabe de lo que se trata, pero nos conviene tener a un doctor de nuestro lado.

 

WILLS: (Atrás, mide los pasos y hace rayas en el piso). Ya estamos.

 

LEÓN: No perdamos más el tiempo. Iré a posición.

 

WILLS: (Apurado va donde Figueroa y le habla sotto voce). Todo tal lo acordado. A matar y a quince pasos.

 

FIGUEROA: ¿Cómo? ¿A veinticinco dijimos?

 

WILLS: Nunca fue aprobado. A quince vamos. ¡Y en posición, pronto! ¡Que se ve mal estar inseguro, porque poca valentía demuestra! (Va al lado de Santiago. Figueroa y León Fernández se dan la espalda y comienzan a caminar con el conteo).

 

EUSEBIO Y LEÓN: Uno, dos, tres, cuatro, cinco... (Entran los doctores Pinto, Campos y Blanco).

 

CAMPOS: Y verbigratia, gratia plena...

 

PINTO: ¿Qué pasa?

 

JULIÁN BLANCO: ¡Un duelo! ¡Nos trajeron engañados!

 

PINTO: ¡Impidámoslo!

 

EUSEBIO Y LEÓN: trece, catorce...

 

         LEÓN: ...Quince...                  EUSEBIO: ...¡Quince!

 

-Eusebio se vuelve a disparar pero la luz del sol lo enceguece al tiempo del disparo, y yerra. León, reaccionando por reflejo, también se vuelve y dispara. Ambos contendores quedan en pie, mirándose-.

 

PINTO: ¡Insensatos!

 

BLANCO: ¡Gracias a Dios ninguno ha muerto!

 

EUSEBIO: Yo. ¡Me ha matado!

 

-Eusebio cae. Todos corren a su lado. Entran tres mujeres, Plañideras, que traen una especie de cuna mortuoria, blanca, y una mortaja negra. Los hombres colocan el cuerpo de Eusebio en el cajón y todos se integran a un ceremonial de procesión que viene entrando-.

 

-7-

 

-UNA CALLE DE CARTAGO-

 

-Funeral de Eusebio Figueroa, según las anotaciones de rituales que aparecen en el "Álbum" (p.204). Entran una cruz alta y abren con los ciriales y, detrás, se unen tres curas revestidos acompañados de tres ayudantes que llevan la caldereta de agua bendita, el hisopo y el incensario.El cadáver es cargado en andas. "la carpeta que le tapa es de algodón teñido de negro, no lleva cojines bajo la cabecera sino las propias almohadas del difunto, las luces no pasan de 25, son delgadas, de cera negra". Doblan las campanas a mortecina, solemnes (Tanto más que se cobraban a doble precio). La escena tiene la solemnidad y el desamparo de los grabados donde Francisco Amighetti tocó el alma costarricense que huele a incensario y beatería. Las mujeres plañideras irrumpen variando el clima de la escena. Es deseable que sean tres especies de maniquíes o marionetas enormes que reproduzcan los dibujos de las mujeres cofrades que aparecen en varios dibujos del "Álbum". El sepelio continúa, todo en segundo plano, como fondo al aire demencial que crean las plañideras rodean a José María-.

 

LLORONAS: ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

 

JOSÉ MARÍA: ¡Lloronas por poca monta! Mujeres sucias, viejas como el pecado, feas como el chisme, con pespuntes de brujas y rufianes que, entre patatuses de toda monta y convulsiones a la moda, hacen que alaban al muerto cuando lo que les importa es mariquear por un par de reales. ¡Día de muertos en Cartago! Inmejorable clima para la chismografía.

 

LLORONA 1: (Rodean a José María). ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Solo queda un Figueroa! ¡Solo José María! Su hermano Eusebio ha partido... ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¿Quién mató a Figueroa?

 

LLORONA 2: ¡Yo! Yo lo maté. Con mi lengua y mi pistola, dijo quien no fue...

 

LLORONA 1: ¿Quién en su agonía, lo miró sufrir?

 

LLORONA 3: ¡Yo! Dijo el inglés. ¡Yo lo vi morir!

 

LLORONA 1: ¿Quién juntó su sangre, color de rubí?

 

LLORONA 3: Yo, dijo don Nazario, yo la recogí. Don Nazario Toledo, médico de postín, le hizo la autopsia.

 

LLORONA 2: ¡Quiero ver las tripas! ¿Cómo son?

 

LLORONA 1: Negruzcas...

 

LLORONA 3: Rojizas...

 

LLORONA 2: Cuéntenos José María, como quedó el muerto. ¿Tenía los ojos abiertos? ¿Le dieron la extremaunción?

 

JOSÉ MARÍA: ¡Quita allá! ¡Pegajosa! Que el Viernes Santo te ví insultando a los judíos y en arrumacos con el centurión. ¡Alejate de mi, putona! NOLI ME TANGERE. Y también esta otra, que anoche en la vela interrumpía el rezar del salterio para cantar alabados a la chicha y el guaro. ¡Chismosas!

 

LLORONA 1: ¡Ha muerto Eusebio y murió en pecado!

 

JOSÉ MARÍA: ¡Putas!

 

LLORONA 2: ¡Deberían de velarlo con grilletes!

 

LLORONA 3: ¡Sí, sí, sí! ¡Que le encadenen los pies al muerto!

 

LLORONA 2: ¡Así se vela en Cartago a los que mueren con deudas pendientes!

 

LLORONAS: ¡Ay, Ay, Ay!

 

JOSÉ MARÍA:

"El zapato traigo roto

¿Con que lo remendaré?

¡Con picos de malas lenguas

que propalan lo que no es!"

 

LLORONAS: ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

 

LLORONA 1: Figueroa está muy triste... ¿Qué tendrá don Figueroa?

 

JOSÉ MARÍA:

"La tristeza solo indica

el velorio de mi suelo

y no tengo más consuelo

que el estar en Costa Rica"

 

LLORONAS: ¡Bravo consuelo! ¡Bravo consuelo!

 

JOSÉ MARÍA: ¡Por Dios vivo! ¡Ya basta! ¡Enloquezco! (Las Lloronas, riendo histéricas, lo rodean y lo punzan con chuzos).

 

LLORONA 1: ¡Y faltan cosas terribles!

 

LLORONA 2: ¡Las hemos visto en los astros!

 

LLORONA 3: ¡Las sabemos por los chismes!

 

FANTASMA DE EUSEBIO: (Se levanta de la esterilla). ¡Venganza! ¡Mi muerte clama venganza!

 

-Multiplicidad de los personajes de los dibujos del "Álbum" pueblan la escena. Entran El Jicote y Wills, que ríen y bailan con las Lloronas.

José María cae y más personajes entran a escena, despreciándolo, humillándolo. Por un lateral entra José María niño, toma de la mano a José María adulto y lo saca de escena. La danza llega a su paroxismo-.

 

 

CUARTO ACTO

 

-1-

 

-LA SELVA-

 

-Entre vegetación cerrada se abren paso los expedicionarios: Figueroa, el Teniente Coronel Juan Álvarez, el taxidermista Gerardo Peña y ocho soldados. Traen, disecados, enormes pájaros y pequeños mamíferos de la fábula silvestre nacional -cacatúas de coloridas alas abiertas, pájaros bobos de cabeza azul enhiesta al cielo y pecho amarillo palomero, un tepezcuintle y un caimán como los que venden los misquitos en la desembocadura del Río San Juan-. Toda la fauna inmóvil se aúna a troncos enormes cargados de vegetación parásita, salida de historia de ficción, revuelta con bolsones donde sobresalen rifles al gusto-.

 

JOSÉ MARÍA: Descansemos en este punto.

 

GERARDO PEÑA: Descansemos, dice el  colonizador de Guatuso.

 

JOSÉ MARÍA: Con tamaña distinción me ha honrado el gobierno, pero no atempera este penoso viaje borrascoso.

 

TENIENTE CORONEL JUAN ÁLVAREZ: Es junio y es invierno.

 

JOSÉ MARÍA: Y estamos en Guatuso, es decir, dos pasos más y llegamos al infierno.

 

PEÑA: Que para usted en este momento es más seguro que quedarse en la ciudad.

 

JOSÉ MARÍA: ¡Ah, Coronel Álvarez! Ya veo que usted también maneja el chisme.

 

PEÑA: Lo sabe todo el país, don José María.

 

JOSÉ MARÍA: León Fernández no tiene por qué tenerme inquina. Mató a mi hermano y, al mes exacto del hecho, lo absolvieron, diz que por haber sido insistentemente provocado y obligado al duelo.

 

PEÑA: Pero dicen que no fue don Eusebio el provocador, sino otro.

 

JOSÉ MARÍA: El inglés Wills, quien, además de su afición deportiva por las lides de honor al estilo europeo, guardaba secretos resentimientos por Eusebio desde la época en que mi hermano fungió como Secretario de Guerra en el gobierno. En aquel entonces, en aras de afianzar la vida civil del país, Eusebio contribuyó a cortar los hilos que movían los por todos conocidos Generales Blanco y Salazar, aquellas figuras que nos manejaban tras bastidores. Wills simpatizaba con ellos y... ¡A  saber qué beneficios le reparaba la situación! Les profesaba una lealtad en nombre de la cual nunca aceptó que mi hermano cercenara su oligarquía militar, tantas veces oprobiosa. Eusebio actuó acorde a su civilismo.

 

PEÑA: Dicen que don Eusebio eliminó a Blanco y Salazar para dejarle franco el paso a don Tomás Guardia, que ansiaba el poder. Ya sin los Generales, fue fácil dar el cuartelazo que se apeó al entonces presidente, don Jesús Jiménez.

 

JOSÉ MARÍA: Podría ser. Pero valió la pena. ¡Viera que mecatazo! Fadrique Gutiérrez, el herediano, se lució con una estrategia sin par. Dimos en llamarla el Caballo de Troya tico porque, con el cuento de tomar unas fotografías frente al cuartel, hizo salir del edificio a los vanidosos soldados y así con facilidad pudimos tomarlo.

 

PEÑA: Mucho se habló y se habla de aquello.

 

JOSÉ MARÍA: Eso fue en abril del 70. Quince años se cumplen ya. ¡Cómo pasa el tiempo!

 

ÁLVAREZ: Si... El tiempo pasa... Don León Fernández ha vuelto de Europa y a lo mejor busca venganza.

 

JOSÉ MARÍA: ¿Por un mes de perseguido, que fue todo lo que le dieron? A mí me dejó sin hermano en un duelo deshonroso ¡Y a él lo premiaron mandándolo al Reino Unido y a Bélgica y a España y a la Francia, como nuestro plenipotenciario! Bueno, así es esta nueva Costa Rica: premian que se elimine a los próceres y privilegian que su lugar lo ocupen los mediocres.

 

PEÑA: En el duelo se juntaron muchas cosas.

 

JOSÉ MARÍA: Y hay más, Gerardo Peña, pero no seré yo el dado a desentrañarlas ni vengarlas. Para eso tengo sobrinos.

 

PEÑA: Pues no falta quien insita en que nos mandaron aquí para salvarlo a usted de las balas.

 

JOSÉ MARÍA: A mí no me va a pasar nada.

 

PEÑA: Y entonces... ¿Por qué usted hace unos días que hizo su testamento?

 

JOSÉ MARÍA: Por lo que pueda pasar. Y usted debería ocuparse más de sus cosas y menos de las de lo ajeno.

 

PEÑA: Uno se informa, no más.

 

JOSÉ MARÍA: Pues infórmeme por dónde hay que seguir, ya que tanto sabe del mundo.

 

PEÑA: Yo estoy aquí para disecar pájaros y para recoger especies de esta vegetación, no más.

 

JOSÉ MARÍA: Pues ocúpese de su oficio y déjeme a mí el mío. ¡Sigamos!

 

PEÑA: (Preferiría estar con Henry Pittier). (Salen todos, menos José María).

 

-2-

 

JOSÉ MARÍA: Aquella fue una expedición de los diablos: Cabezas de agua, tormentas... Aunque... Probé un fermento de pejibaye y me pareció un excelente pisco... Pero a cambio de un vueltón por el norte del país, llegando hasta Nicaragua, yendo hasta Granada y entrando por Bebedero de Puntarenas, hasta regresar a la capital a dar cuentas al Ministro don Carlos Durán. En la montaña, leía; en la playa, dibujaba para no olvidar los lugares donde mi pensamiento había construido las páginas literarias que me llevarían a la fama. ¡Mi quijotada! En fin... Después de 1885 pasé dos años antes de volver a los caminos de la selva, y fue en aquel 1887, que comenzó con tragedia...

 

-3-

 

-CALLE CARTAGINESA-

 

SEÑORA PÍA 1: Otro Figueroa que convulsiona la historia.

 

SEÑORA PÍA 2: Hizo bien.

 

SEÑORA PÍA 1: La historia y la sangre se lo reclamaban.

 

SEÑORA PÍA 3: ¿Dónde y cómo fue?

 

-4-

 

-EN UN ÁREA DEL ESCENARIO:

JUZGADO DEL CRIMEN-

 

RAFAEL SEGURA: En la ciudad de San José, hoy 3 de enero de 1887, yo, Rafael Segura Villalta, guarda del Ferrocarril al Atlántico, ante este despacho del juzgado del Crimen declaro que, diez minutos poco más o menos antes de las ocho de la mañana del día de hoy, en momentos en que en mi carácter de vigilante de la estación abría la puerta para que los pasajeros entrasen...

 

-EN OTRA ÁREA DEL ESCENARIO:

ESTACIÓN DEL TREN AL ATLÁNTICO, EN SAN JOSÉ-

 

-Rafael Segura abre la puerta de la estación. Un conglomerado de gente entra. Se oyen campanas que anuncian la salida del tren, pitar y bufar del mismo.  Por encima de todo sonido, se oye una fuerte detonación. Conmoción de la gente que se aparta y vemos, caminar a gatas, intentando levantarse sin resultado, muy ensangrentado, a don León Fernández-.

 

-ÁREA DEL JUZGADO-

 

MIGUEL SILES: Yo, Miguel Siles, tiquetero en la Estación del Ferrocarril, declaro que dejé mi puesto al oir otras dos detonaciones...

 

-ÁREA DE LA ESTACIÓN-

 

-Un hombre joven se acerca hasta donde don León Fernández se arrastra y le dispara dos veces más-.

 

-ÁREA DEL JUZGADO-

 

...y corrí al lugar de donde procedían, topándome con que el guarda Rafael Segura apresaba a un joven que dijo llamarse...

 

-ÁREA DE LA ESTACIÓN-

 

-Rafael Segura apresa al joven y lo lleva hasta el área del Juzgado-.

 

-ÁREA DEL JUZGADO-

 

ANTONIO FIGUEROA: José Antonio Figueroa y Espinach, soltero de veinte años, vecino de la ciudad de Cartago, detenido aquí por disparar tres balazos para herir a don León Fernández, por ser el asesino de mi padre en un duelo desleal, al que se presentó cubierto con una coraza, dejando en desventaja a mi progenitor.

 

JUEZ: Las cosas de la ley se resuelven en estos juzgados y no por la propia mano.

 

ANTONIO: Hay cosas que apuran que la historia sea de otro modo.

 

JUEZ: Por ejemplo.

 

ANTONIO: Estando yo en los Estados Unidos se me comunicó la muerte de mi padre, cosa que enfebreció mi mente enormemente. A mi regreso a Costa Rica, las voces de Cartago no me dejaron ni un momento en paz, empeorando mi situación mental...

 

-DIVERSOS LUGARES DEL ESCENARIO: IGLESIA, CALLE DEL MERCADO, JUZGADO...-

 

SEÑORA PÍA 1: Indigno hijo de su padre, que tan indiferente resulta a su muerte.

 

SEÑORA PÍA 2: Más sabiendo que León Fernández asesinó a Figueroa haciendo trampa, protegido por una cota de malla.

 

SEÑOR CARTAGINÉS 1: El hijo natural de Figueroa, a quien conocemos por sobrenombre El Cholón, anda más indignado que este mequetrefe.

 

SEÑOR CARTAGINÉS 2: Se espera del ilegítimo más valía que del propio.

 

SEÑOR CARTAGINÉS 1: Pobre de esta tierra, donde ya ni importamos para que nos defiendan nuestros vástagos.

 

SEÑOR CARTAGINÉS 2: ¿Qué soluciones habría?

 

SEÑORA PÍA 1: Una sola. Que mate a Fernández.

 

SEÑORA PÍA 2 y 3: ¡Que lo mate! ¡Que lo mate!

 

SEÑORA PÍA 1: ¡Pidamos en nuestra oración porque ese mal hijo tome conciencia!

 

SEÑORA PÍA 2: Sigamos con el Vía Crucis. ¿En cuál estación íbamos?

 

SEÑORA PÍA 3: Con Jesús ante Pilato.

 

SEÑORA PÍA 2: ¡Ay, que espanto! Con todo el pueblo pidiendo la crucifixión de nuestro Señor. "¡Crucificadle!", gritaban.

 

SEÑORA PÍA 1: ¡Por suerte ya esas cosas no pasan!

 

JUEZ: Otras soluciones habrá

 

LAS TRES SEÑORAS PÍAS: ¡Que lo mate!

 

ANTONIO: Tenía perdido el respeto de todas las clases...

 

TIMOTEA, LA VENDEDORA DE PAPAS: ¿En qué se entretiene que no venga la muerte de su padre?

 

COYUNDA, LA CANASTERA: Ni lo piense, Timotea, que ese salió Chuchinga!

 

TIMOTEA: (Grita a Antonio). ¿Cuándo serás hombre, catrín?

 

EL CICRACA, BORRACHO: Figueroa, hombre perdido... ¡No valés nada!

 

ANTONIO: ¡Quite, Cicraca, borracho de mal agüero!

 

EL CICRACA: Agarre la ocasión de hacerse hombre, carajo... ¡Mate al leva que mató a su tata!

 

ANTONIO: ¡Cállese!

 

TODOS:

         -¡Mal hijo!

                   -¡Cobarde!

                            -¡Chuchinga!

                                      -¡Poco hombre!

                                                        -¡Cuita!                                                                                                               -¡Cuilmas!

 

-El grupo de gente rodea a Antonio. Se oye el pitar del tren, seguido de tres fuertes detonaciones. La gente se aparta y queda Antonio, revólver en mano, frente al juez-.

 

JUEZ: Se reconoce usted como el único culpable de este hecho de sangre o señala usted haber tenido a alguien por mentor.

 

ANTONIO: Lo tuve: Fuenteovejuna, señor.

 

-5-

 

-BOUDOIR ART-NOUVEAU-

 

-Da un brinco el tiempo y muta la escena que ahora es un boudoir modernista, que entra en un practicable. Señoras emperifolladas apuran el tocado y caballeros catrineados apuran a las señoras-.

 

CATRÍN 1: ¡Quién iba a decir que la empresa se concretaría!

 

EMPERIFOLLADA 1: Don Rafael Yglesias, que es hombre de empuje. Tenemos un presidente para quien los hechos son amores.

 

CATRÍN 2: Hay que reconocer que ha sido magna la empresa. Hasta hace pocos días no parecía posible que llegara la noche de hoy, en que inauguramos nuestro Teatro Nacional.

 

EMPERIFOLLADA 1: ¡Y como debe de ser! Un edificio que nada tiene que envidiarle a los de Europa.

 

CATRÍN 2: Se nota que no has ido a Europa.

 

CATRÍN 1: Pero de verdad les quedó hermoso. Ya podrán venir aquí los artistas de renombre.

 

EMPERIFOLLADA 1: ¡Ojalá que no presenten ahí a las cupleteras! Y ojalá que no dejen entrar ahí a los... a los... A los que no son como nosotros. Echarían a perderlo todo.

 

CATRÍN 2: Todos tienen derecho al arte.

 

EMPERIFOLLADA 1: Pero oí que le hicieron una galería amplia, casi en el techo, a la cual se entra por otra puerta que no es la nuestra. ¡Que vayan ahí!

 

EMPERIFOLLADA 2: Siempre habrá quién se cuele.

 

EMPERIFOLLADA 1: ¡Hasta en la sociedad se nos cuela gente rara!

 

CATRÍN 1: Por cierto... ¿Han sabido algo de Figueroa, el extraño?

 

CATRÍN 2: No sale de su encierro y dibuja y pinta sin descanso.

 

CATRÍN 1: ¿No ha parado?

 

CATRÍN 2: No. Salvo cuando le da un ataque...  (Hace seña de bebida). ...de sed, o un acceso de otros males.

 

CATRÍN 1: Dicen que se deprime.

 

EMPERIFOLLADA 2: ¡Y cómo no! Con una vida tan alejada de Dios y tan revuelta con los hombres, nadie llega tranquilo a la edad provecta.

 

EMPERIFOLLADA 1: Ya debería de haberse tranquilizado, en honor a sus años. Hay que saber llevarlos.

 

CATRÍN 2: Por cierto querida, ¿qué edad tiene usted ya?

 

EMPERIFOLLADA 1: ¡Qué insolencia! (Se aparta con la Emperifollada 2, a quien habla sotto voce). He sabido que el tal José María ya está en las últimas. Parece que a su pobre hija Herminia le ha tocado todo el peso de la enfermedad y la locura del viejo. Y ella, tan joven y grácil... ¡Parece un cervatillo, como las que hay en Europa!

 

EMPERIFOLLADA 2: ¿Un qué?

 

EMPERIFOLLADA 1: ¡Un venado! ¡Pobre de la chiquilla, con el corre-corre diario y nadie que la ayude! De vez en cuando dicen que los visita uno que otro amigo, pero eso no es ayuda sino atraso.

 

EMPERIFOLLADA 2: Un estorbo si es que llegan sin aviso.

 

(En el otro extremo, los hombres catrines).

 

CATRÍN 1: Los visita Pittier de vez en cuando.

 

CATRÍN 2: ¿Pittier? ¿Enrique Pittier, nuestro gran naturalista?

 

CATRÍN 1: El mismo.

 

CATRÍN 2: ¡Un sabio junto a un loco!

 

CATRÍN 1: Con frecuencia vemos esa reunión.

 

CATRÍN 2: ¿Qué más se cuenta?

 

CATRÍN 1: Poco, poco. José María Figueroa no quedó amilanado pero sí bastante ido después del zipi-zape de su sobrino Antonio, que culminó con la muerte del ínclito León Fernández. Diez años se cumplieron el pasado enero.

 

CATRÍN 2: Y ya estamos en octubre y con el Teatro abriendo sus puertas... ¡Cómo se va el tiempo!

 

CATRÍN 1: La carta geográfica que dibujó Figueroa viajó a Europa y fue bien recibida.

 

CATRÍN 2: Me acuerdo. Fue para la celebración de los 400 años del viaje de Colón. ¿Cierto?

 

CATRÍN 1: Si. Pero Figueroa no quedó conforme ni con su trabajo ni con los honores que quiso brindarle la patria. Siempre ha llevado la contraria.

 

CATRÍN 2: Siempre ha sabido llevarla.

 

(Las mujeres, ya listas en el atrezzo, gran sombrero con plumas que incomodan al aire, apuran a los hombres).

 

EMPERIFOLLADA 1: ¡Tanta palabra, mis señores! ¡No quiero llegar tarde a la representación del Fausto!

 

CATRÍN 2: ¿Por qué habrán decidido inaugurar el teatro con esa ópera?

 

EMPERIFOLLADA 1: Por magna, por magnífica, por... ¡Fáustica! ¡Es tan europea!

 

EMPERIFOLLADA 2:  ¿No será muy aburrida? ¿Al menos tiene algún vals?

 

EMPERIFOLLADA 1: ¡Vamos ya, que quiero ver gente!

 

CATRÍN 1: ¡Vamos pues! (Salen los catrines y emperifolladas y desaparece el practicable con el boudoir).

 

-6-

 

-UNA CASA EN SAN JOSÉ-

 

-Toquidos fuertes en la puerta. Una adolescente corre a abrirla y a dar paso a un hombre distinguido-.

 

HERMINIA FIGUEROA: ¡Gracias por venir, doctor Pittier!

 

HENRY PITTIER: ¿Dónde está?

 

HERMINIA: En su estudio.

 

PITTIER: ¿Y cómo se encuentra?

 

HERMINIA: Muy alterado. Parece que se le han juntado los dolores de toda la vida y los vuelca en un resentimiento contra el mundo en general. Hoy, ya van dos veces que ha salido a la ventana gritando anatemas contra el Estado. Vino la guardia a advertirnos que lo calmáramos, pero no ha habido forma. Perdone que lo molestara, pero a usted lo respeta y yo no he sabido otro a quien mandar a llamar.

 

PITTIER: Le hablaré.

 

HERMINIA: ¡Espere! Creo que papá ha estado... (Hace señas de beber).

 

PITTIER: Subiré. (Va al sitio donde José María escribe). ¿Se puede?

 

JOSÉ MARÍA: Las puertas de esta casa siempre estarán francas para recibirlo a usted, el más grande naturalista que haya puesto pie sobre Costa Rica. Es un honor tener aquí a un científico como usted y a un amigo de su franqueza y lealtad.

 

PITTIER: Veo que ha estado escribiendo. ¿Se puede? (José María hace una señal de despreocupado asentimiento. Pittier toma la hoja y lee): "Con un revólver British Bulldog, de primera calidad en cuanto a potencia, Antonio Figueroa disparó directo a la cabeza de don León Fernández, porque temía que anduviera con coraza. El juicio fue breve: tardaron poco más de dos meses en declarar a Antonio inocente. Es cierto que él apretó el gatillo, pero otros empujaron el crimen, como suele suceder".

 

JOSÉ MARÍA: (Le quita el papel a Pittier y lo rompe). ¡Bah! ¿Para qué dejar esto escrito? ¿Para qué escribir? ¿Para qué seguir con un tequio?

 

PITTIER: Es lo que usted siempre ha querido.

 

JOSÉ MARÍA: Tengo más de ochenta años y un libro maravilloso en la cabeza, del cual no he escrito ni una letra. (Atrás, de una pedrada quiebran una ventana).

 

VOZ DESDE AFUERA: ¡Figueroa, viejo loco!

 

JOSÉ MARÍA: (Protegiendo a Pittier). ¡Cuidado doctor! (Junta algunos vidrios. Alcanza una botella de licor. Se sirve y sirve un trago a Pittier. Durante la escena José María tomará constantemente). ¡Ja! Me llaman loco, como al Quijote. Y algo habrá de cierto si ya solo soy un viejo cacreco que se la vive pegando recortes en estos pliegos... O dibujando al casquillo, haciendo planos de ciudades, como ésta, tan cuadriculada como la mente de sus habitantes. (Aparece, en ciclorama o en bastidores, una de las cuadrículas de ciudades -del "Álbum"-). Me llaman loco por unir materiales diversos en mi vida y en este mamotreto...

 

PITTIER: Usted hizo dibujos de plantas que mucho ayudan. ¿Dibujó algo de la actividad cafetalera?

 

JOSÉ MARÍA: De esos, ni me hable, que no los quiero.

 

PITTIER: (Toma un pliego). Sus árboles genealógicos son interesantes... (Aparecen los árboles genealógicos del "Álbum").

 

JOSÉ MARÍA: Y a mí, por eso, me quieren menos, por decir la verdad de los antepasados de la gente que se ha inventado el abolengo del grano de oro. Pobres de mis contemporáneos, tan ocupados en ello, cuando aquí todos descendemos de españoles cuatreros... Cuando no de una sarta de borrachos o putillas con disfraces de decencia para lucimiento de los genealogistas. ¡Y olé! No hay en Costa Rica quien no exhiba una abuela meretriz, pero... ¡Ay del que se los diga!

 

PITTIER: Duro juzga a sus coterráneos...

JOSÉ MARÍA: (Se entretiene mirando una genealogía). ¿Qué habrá sido de este inútil Gallego? ¿Cuál de sus descendientes recordará a este Tristán, al que seguramente lo corneó su Isolda?

 

PITTIER: (Tomando otro pliego). Aquí ha hecho usted una buena recopilación de fotos de la inundación de Cartago. Son muy buenas tomas del fotógrafo Rudd. (Aparece el pliego con fotos de la inundación de Cartago, del Álbum).

 

JOSÉ MARÍA: ¡Terribles estas fotos de la inundación, pero muestran que hasta los pueblos caducan! Cartago se merece las purgas de la naturaleza por falsaria, por dañina con sus hijos, por represiva. Cartago, al fin y al cabo... ¡Es Costa Rica con todas sus mentiras! (Aparecen diversas tomas del Álbum, en desorden. José María comienza a revisar papeles y a tirarlos al aire). Vea esto, doctor Pittier: Informes de gobernantes o de visitas pastorales, tan falsos como estos otros papeles oficiales... Todos jugando de monjes y la patria resulta la puta... Si es que... ¡Qué siglo! ¡De don Juan Rafael Mora, y hasta la fecha, se alternan nuestros gobernantes entre pusilánimes, tiranuelos y corruptos! Pusilánimes... Tiranuelos... Corruptones...

 

PITTIER: Al de ahora... ¿En qué categoría lo tiene?

 

JOSÉ MARÍA: ¡Mejor me callo! ¡Estoy borracho! Y por decir menos he visto yo desaparecer a gente del panorama del mundo...

 

PITTIER: En Costa Rica no matan a quien expresa libremente su opinión.

 

JOSÉ MARÍA: ¿Está seguro? (Largo, doloroso, incómodo silencio).

 

PITTIER: Siéntese aquí y descanse, don José María...

 

JOSÉ MARÍA: ¡Shhh! Yo sé la verdad Pittier... ¡Lo sé todo! Pero no lo digo porque me... ¡Ghhh! (Con el dedo hace señas de cortarse el cuello). ¡Todos son para desconfiar! Tomás Guardia me fingía amistad mientras robaba mis mapas, entreteniéndome con licores importados... Los del gobierno aplaudían mis dibujos para mandarlos al extranjero, pero por aparte hablaban pestes a mis espaldas... Yo sé los contubernios que no se dicen... La basura que nos sostiene es... Como estos papeles... ¡Basura! ¡Basura! (Rompe algunos papeles).

 

PITTIER: (Pronto a rescatar un folio). ¡No haga eso, don José María!

 

JOSÉ MARÍA: (Que arrugaba un último pliego para romperlo, pero se contiene). ¿Usted? ¿Usted cree que algo de esto vale la pena?... (Pittier asiente. José María estira, amoroso, el pliego que arrugaba). Entonces... Quizá alguna vez alguien se interesará por meter toda esta basura en un solo lugar que... No sé... Podrían ser los Archivos Nacionales... ¡Encantados estarían de apilar basura el Marqués de Peralta y don León Fernández! ¡Se les caería la baba!

 

PITTIER: No son basura, señor. Y ya se lo reconocieron hasta afuera de Costa Rica.

 

JOSÉ MARÍA: ¡Por necedades del Marqués de Peralta, que se llevó para España mi Mapa Histórico-Geográfico de Costa Rica y del Ducado de Veragua y lo expuso en el cuarto centenario del descubrimiento. ¡Qué vergüenza! Un cartón hecho a la carrera y lleno de inexactitudes. Lo de siempre: ¡Urgencias políticas para enseñar un producto, aunque no esté debidamente terminado! (Resbala en unos papeles que lo hacen trastabillar. Pittier lo sostiene). ¡Qué papelero! Parezco una urraca de campanario. Patético de mí, con un tomo de 123 folios estrafalarios y ya juntando varias decenas para continuar el acopio desordenado de narraciones... Y parchones... Bueno... Algunos no son tan feos... Este por ejemplo... Pero quizá... Le falta.... Un retoque... Un poquito de rojo... Un carmín en las mejillas de este pueblo laborioso... Algo aquí... Algo allá... (Cae, aferrado a la botella). ¡Mis dibujos! Pasará algún tiempo antes de que Costa Rica deje de dibujarse con trazos tan primitivos...

 

PITTIER: Ya cambiará la mentalidad de su gente, la pintura mental de sus vidas...

 

JOSÉ MARÍA: A mí es al que ya se le va la vida y lo que veo es que me voy sin haber hecho lo que... Lo que quería... (Recoge algunos pliegos). Por estar... con estos pliegos... gigantescos.  Mientras tanto otros construyeron monumentos o se dedicaron a un proyecto concreto... Usted, por ejemplo, que nos entregó una gran obra naturalista y unos estudios inmensos...

 

PITTIER: José María Figueroa: usted ha recopilado una patria con estos lienzos. Una patria que no es ahora que se forma, sino que la hicieron sus abuelos y los abuelos de sus abuelos, que usted ha investigado, dibujado, unido en planos que también ha caminado recogiendo medidas e historias. Usted está legando un pasado necesario. Si no... ¿Cómo se van a explicar el futuro?

 

JOSÉ MARÍA: ¿Usted? ¿Usted cree que algo de esto vale la pena?... (Otra pedrada quiebra otro vidrio).

 

VOZ DESDE AFUERA: ¡Figueroa! ¡Viejo loco!

 

PITTIER: Al igual que otros tantos, yo sí lo creo.

 

-7-

 

-LIMBO-

 

-Tres luces, tres sombras-

 

ESCAPULARIADA 1: Doblan a mortecina las campanas.

 

ESCAPULARIADA 2: Se acorta el hilo de la rueca.

 

ESCAPULARIADA 3: Se agosta la paciencia con el mundo.

 

ESCAPULARIADA 1: Las lenguas muerden más en el ánimo que un puñal en las carnes.

 

ESCAPULARIADA 2: Y matan igual.

 

ESCAPULARIADA 3: Matan si aquel a quien van dirigidas pone oido a las intrigas. Si no, más bien azuzan el ánimo de lucha y las ganas de continuar.

 

JOSÉ MARÍA: (Ignorante de las presencias fantásticas, camina hacia un practicable que entra despaciosamente. Lanza un grito furioso, un canto de cisne). ¡Ladran los perros! ¡Es seña de que nos movemos! (Se lo traga el practicable).

 

ESCAPULARIADA 1: Es hora de partir.

 

ESCAPULARIADA 2: Ha llegado el final del día.

 

ESCAPULARIADA 3: Han concluido los trabajos.

 

ESCAPULARIADA 1: Se inician los trabajos. (Quedan, en una oscuridad sumisa y domeñada, en espera del final).

 

-8-

 

-UNA HABITACIÓN-

 

-Entra un practicable: La figura del indio Changuenes. Exhibe un cartel que, en florida letra, reza: San José, 18 de agosto de 1900. Es noche de tormenta, rayos y centellas. José María se revuelve en su lecho de muerte. Cada tanto, algún fantasma de su mente o algún dibujo del "Álbum" atraviesa el escenario-.

 

JOSÉ MARÍA: ¡Me queda poco sobre la Tierra, pero me voy satisfecho! Llegué a la edad en que se supone que ya no hay enmiendas, pero es ahora que comprendí que, aunque no la llegué a escribirla, mi motivación de vida fue una gran obra que quizá ni valía la pena redactar. Lo importante era ir detrás de la quimera porque, tramposa, en el camino me obligó a hacer otras cosas que luego tomarían importancia. Fue bueno creerme capaz de equiparar a Cervantes, porque buenos modelos dan buenos caminos al intentar llegar hasta ellos. En la ruta, se descubren nuevos mundos internos y externos, y cómo plasmarlos según el talento propio, con libertad y desoyendo necedades. Dejo, pues, el legado de todos estos lienzos de lenguaje extraño y de señales ocultas, que ya se irán descubriendo con el tiempo. He hecho brujería y magia con los lápices y la escritura, he creado una religión en este tesoro arcano y lo lego a una

 

-9-

 

-LIMBO-

 

-Procesión final. Un réquiem. Una pavana. Salen todos. Entran las escapulariadas-.

 

ESCAPULARIADA 1: Ha muerto un provocador y Dios debería borrar su memoria para no alterar el orden del universo.

 

ESCAPULARIADA 2: Silencio, ave de mal agüero. ¿O no tiene ojos para saber cuándo ha partido un genio?

 

ESCAPULARIADA 1: Genio o alborotador. Esa es la cuestión.

 

ESCAPULARIADA 3: Al fin y al cabo, se vino a nacer a esta tierra.

 

ESCAPULARIADA 1: No es por casualidad que hemos de nacer en un sitio y no en otro, sino para dar testimonio, dirá alguno.

 

ESCAPULARIADA 1: Ha muerto un provocador...

 

ESCAPULARIADA 2: ...un dibujante, un músico, un poeta...

 

ESCAPULARIADA 3: Un loco necesario.

 

ESCAPULARIADA 1: Un excéntrico, controversial e irreverente aventurero.

 

ESCAPULARIADA 3: Amén. (Suena una campana venida de ninguna parte).

 

ESCAPULARIADA 1: Dan primeras. Pronto habrá que llevarlo al cementerio.

 

ESCAPULARIADA 2: Déjenlo dormir. ¡Duerma!

 

ESCAPULARIADA 3: Dejémoslo dormir.

 

ESCAPULARIADA 1: ¡Que duerma! José María: Duerma...

 

La luz se traga a las Escapulariadas. El escenario se apaga paulatinamente y queda todo en silencio. Se enciende una pantalla y, en medio del escenario oscuro, aparecen los siguientes rótulos:

 

"José María Figueroa murió de una afección cardiaca el 18 de agosto de 1900 y su sobrina vendió el "Álbum" al Estado"

 

"Durante el Siglo Veinte, el "Álbum" pasó de los Archivos Nacionales a la Biblioteca Nacional.

El Archivo lo recuperó en 1995, muy dañado"

 

"En el 2001 el Archivo Nacional finalizó su restauración y lo conserva como uno de los mayores tesoros del acervo cultural de Costa Rica".

 

-Se escuchan campanadas solas-.

 

-FIN-

 

Guayabos de Curridabat, 2002-2003

 

José María Figueroa y Jorge Arroyo: en busca de una mayor elocuencia de la historia

 

Por Magda Zavala

 

(Prólogo a la primera edición de Figueroa: notario de la patria inédita. Colección Teatro Clásico y Contemporáneo Costarricense. Tomo Nº 1. San José: Editorial Universidad Estatal a Distancia, 2005)

 

Escudriñar en la historia nacional para reinterpretar lo sucedido, agregar nuevos datos a los oficiales, destacar lo que ha sido borroso, introducir con licencia poética sucesos que no ocurrieron, pero que podrían haberlo hecho, reírse de lo que es risible en nuestro pasado común es una labor propia de intelectuales y artistas posmodernos, tal es el caso de Jorge Arroyo quien es el más historiador de los dramaturgos costarricenses[1]. Interesado por una relectura de la historia, Arroyo ha escrito obras que siguen la vida de algunos personajes, entre los que se encuentran próceres y gente olvidada. Tanto es así que puede decirse que su obra tiene una dimensión didáctica[2], en algunos casos evidente, como en la obra La Patria Primera -Hombres de Fecunda Labor- (2004), estrenada en 2002.

 

El nuevo teatro histórico, como la novela de similar orientación, asume la historia escrita oficialmente ya no como una verdad  inapelable, sino en su calidad de fuente determinada por las posiciones de sus autores y del momento que le tocó vivir. En esa condición, es necesaria una relectura de los hechos, recurriendo a  fuentes alternativas y a la posibilidad hipotética del autor respecto a nudos irresueltos, así como a la invención cuando el dramaturgo lo considera necesario. 

 

Jorge Arroyo ha desarrollado también una línea neocostumbrista, heredera del campo de percepción de Aquileo y Magón[3], mediante la que rescata formas de la cultura campesina del siglo XIX e inicios del XX, aún vigentes en los últimos cincuenta años en algunos espacios alejados de los centros citadinos. Esta es quizás y hasta ahora la más conocida y valorada de sus dimensiones dramatúrgicas. El valor museológico y patrimonial de sus textos y la coincidencia y diálogo con las formas literarias más prestigiadas como símbolos de una  nacionalidad en construcción, le han valido auditorios amplios. Quizás el hecho de encontrarnos en un momento de desestructuración de formas conocidas de identidad nacional, lleva a lectores y espectadores a sitios reconocibles, que ofrecen certezas de pertenencia, hoy en crisis.

 

El encuentro de Jorge Arroyo con José María Figueroa y Oreamuno (1820-1900) permite traer a la contemporaneidad a un actor social negado del período fundador del país, aunque demasiado visible en su tiempo. Figueroa fue una persona muy productiva culturalmente que vivió en los intersticios de las clases sociales, a medias renegado de la propia, a medias en busca de un lugar para sí, siempre en los márgenes de lo permitido, lo que es más, a menudo trasgrediendo, sin que finalmente lograran atraparlo, ni reducirlo. Su gran castigo fue el olvido y la exclusión de su obra del campo cultural, aunque ésta fuera reconocida en su momento[4]. Su historia de antihéroe, tan cercana a la de los caudillos que dieron forma a la nación costarricense, muestra otra faceta de la perspectiva romántica del mundo, pues al mismo tiempo indica que a la par de  la visión redentora de estos líderes, existía una práctica vital en su vida privada no siempre coincidente con los ideales públicos, y algunas veces, claramente opuesta.

 

La obra de José María Figueroa, llamada El Álbum de Figueroa, aún no suficientemente conocida, a pesar del esfuerzo hecho desde el Archivo Nacional  por rescatarla y preservarla, es el trabajo monumental de un artista gráfico, próximo a los muralistas de todos los tiempos, así como a los pergaminos y  manuscritos medievales europeos, al decir de Carlos Meléndez[5], donde el artista se muestra preocupado por la captura de la vida cotidiana, tanto como de la política, en lienzos pintados con maestría y capacidad analítica, aunque no siempre con las técnicas previstas por la alta cultura pictórica. Hay en ellos una fraternidad con los códices precolombinos y coloniales: se cuenta la historia colectiva, se sitúa a sus actores en el tiempo y en el espacio, se pinta vida y costumbres, sucesos, anécdotas, hechos relevantes... El artista pintó el pasado de su época con ánimo de historiador, aunque reinterpretándolo (gesto en que coincide con Arroyo) y habla del presente con vena analítica y crítica. Su trabajo toma posición, está lejano de la pintura decorativa y no se somete a la censura. Se dice que la inició cerca de 1856 y que  la concluyó no muy lejos de su muerte, en 1900[6].

 

Justamente en ese contexto, Jorge Arroyo confiesa haber visto con deslumbramiento esta importante figura y decide conocerla con mayor profundidad y, más tarde, convertirla en un personaje de su teatro. Jorge Arroyo, interesado en el período de fundación de la nacionalidad costarricense y artista  con vocación de investigador, no podía más que toparse con José María Figueroa para ver en él lo que fue, un personaje ineludible para la cultura.

 

La obra de Figueroa en el contexto de su vida

 

Al conmemorarse los ciento veinte años de existencia del Archivo Nacional, esa institución realizó una exposición sui generis en diciembre de 2001 titulada "El Álbum de Figueroa. Viaje por las Páginas del Tiempo.", donde se mostró al público el trabajo de este, hasta entonces, casi desconocido personaje de las artes gráficas y de la cultura costarricenses. La resonancia de esa actividad permite que la obra de José María Figueroa aparezca en la cultura nacional, como vía alternativa de aproximación histórica y empieza a ser una producción cultural de prestigio. José María Figueroa nacido en Alajuela hacia 1820, pertenecía a las familias dirigentes afincadas en Cartago. Su vida, sin embargo, transcurre entre un ir y venir a su clase, a su país desde el exterior, a la ciudad de residencia desde las numerosas exploraciones e incursiones geográficas a diversas zonas alejadas del país, todo ello en busca de tesoros y otros bienes de fortuna. Su existencia de tránsfuga, sin embargo no lo priva de su lugar, pues logra conservarlo hasta su muerte, después de una larga y accidentada vida que lo vio incluso frente al patíbulo.

 

Su vida, como su obra, resultan altamente contradictorias. Es difícil ver en el hombre de alcurnia, al que en busca reiterada de riquezas, acude a formas poco convencionales y hasta muy discutibles para lograrlas; en el ser sensible a la diversidad social, que acepta, analiza y pinta a la población indígena de Costa Rica, haciéndolos aparecer como sujetos de su momento, al pretende negociar con tierras de los Guatuso, en procura de fuertes beneficios económicos, o al que compra a una indígena para su servicio. Y las contradicciones van más allá: se bambolea de un grupo político a otro, no parece decidirse por ninguno, pero anda en la vida política, incluso con riesgo de perecer. Ligado a las esferas de poder, y sin renunciar a ocupar un sitio, las critica y ridiculiza. Siendo muy laborioso en  lo suyo, como lo muestra su abundantísima obra, es acusado de vagabundería, por falta de comprensión de su momento. Por su afán crítico parece hombre de conciencia, pero por otra parte, usa su producción pictórica  para venganzas personales y actitudes calumniosas, que atacan a seres más débiles (las hijas de un enemigo suyo, por ejemplo). Es anticlerical y crítico de la religión, pero se regodea en el retrato de lo religioso, aunque pareciera ineludible por la época. No se decide a hacer una familia tradicional, gesto muy coherente con las elecciones de su vida en otros campos, pero tiene una hija a la que hereda, por lo tanto se asume padre de familia. Parece identificarse con Costa Rica como espacio de su nacionalidad, pero fomenta, como buen liberal, las alianzas con extranjeros en negocios y otros y apoya en un período a Morazán.

 

Realmente, se trata de un ser humano multifacético, antihéroe, de difícil ubicación en la cultura de su momento, postmoderno avant la lettre con el don maravilloso de  producir en un ámbito que solo a final del siglo XX tendría oportunidad en Costa Rica: las artes visuales. La negación de su momento ante su vocación fundamental, seguramente habrá traído un componente negativo y frustrante a su vida. Sus dones no le ofrecen la posibilidad de sostenerse materialmente con el estilo de vida que le pide su clase, probablemente por eso es que deambula en busca de fortuna, todavía con la ansiedad de los conquistadores y los primeros colonos, tratando de conseguir de las poblaciones originarias, o de la tierra, riquezas diversas. Su vida muestra en primer plano lo que probablemente hacen también otros muchos coetáneos suyos, aunque mejor amparados tras otros oficios y empresas.

 

Su voluminosa y variada obra comprende: retratos (de los conquistadores, suyos, del árbol genealógico de Colón, de indígenas, de personajes...), caricaturas, grabados, mapas numerosos (de sitios, de ciudades, de operaciones militares, de carreteras...) multitud de dibujos (de escudos, monedas, platería, joyería, inundaciones, volcanes, iglesias, entre otros, así como de diversos objetos y obras en piedra y alfarería indígena); representaciones de flora y fauna, descripciones hidrológicas (ríos Toro Amarillo, Sucio, San Carlos, San Juan Sarapiquí...), relatos (propios y ajenos) de sus numerosas expediciones[7] (este es el aspecto más destacado de su vida, luego de su trabajo en artes gráficas) y acerca de personajes; descripción de sitios (Matina, Golfo Dulce, Bocas del Toro, Colonia de Miravalles, entre otros muchos); relatos de sucesos, de viajes numerosos dentro del país, algunos acompañado por  personajes históricos (por ejemplo, con el Obispo Thiel y León Fernández a los palenques de los indígenas de Chirripó) y fuera del país (a Nicaragua, Panamá, El Salvador, Guatemala, Estados Unidos...);  fotografías, fotograbados, estudios arqueológicos con dibujos, apuntes históricos, opiniones políticas, informes, recortes de periódicos, genealogías y cartas, entre otros documentos. El catálogo de la exposición antes mencionada describe la obra de este modo:

 

"En síntesis, el álbum es un mosaico de obras propias y ajenas, contemporáneas  y pasadas, escritas o dibujadas, en  las cuales, con ingenio y humor nos introduce en el mundo desconocido de nuestro pasado." (2001:15)

 

Esteban Cabezas Bolaños y Jorge Emilio Jiménez Espinoza, archivistas que dedicaron un interesante análisis a la obra de Figueroa, señalan:

 

"Este documento, conocido como el Álbum de Figueroa y custodiado actualmente por el Archivo Nacional, es uno de los primeros intentos por interpretar la historia de Costa Rica, ilustrado con hermosos dibujos en que se reflejan diversos acontecimientos históricos, costumbres, tradiciones y rasgos culturales desde el período colonial hasta fines del siglo XIX.

En este documento la información se encuentra dispuesta en dos clases documentales; la textual con manuscritos e impresos, como transcripciones de documentos, recortes de periódicos o revistas, y la clase iconográfica con mapas, dibujos y fotografías. De este modo el autor reconstruyó las diferentes escenas del período colonial y republicano, en donde reflejo la evolución de nuestra sociedad.

De igual manera, se incorporan en este álbum trabajos e investigaciones referentes a la Historia, Botánica, Biología, Geología, y otras disciplinas elaboradas por investigadores y exploradores. Además complementa el trabajo con análisis y comentarios propios."[8].

Su obra no puede desligarse de su vida de expedicionario, que ocupa un tiempo muy importante de su trayectoria y muestra una pasión sostenida por muchos años y anhelada cuando su estado físico ya no le permite realizarla. Figueroa fue un incansable andariego. Como si le faltara un lugar, o el suyo no fuera suficientemente atractivo, requirió desplazarse siempre y constantemente. Su motivos fueron científicos, económicos y culturales[9].  A los setenta años dice.

 

"No pierdo la esperanza de continuar mis viajes y dejar mis huesos en uno de ellos que será el último." (Album de Figueroa, 1873-1883:Viaje50)

 

Figueroa en la obra de Jorge Arroyo

 

Entre 2002 y 2003, Jorge Arroyo retoma, con intenciones  muy precisas, la vida y obra  de este personaje para convertirlas en materia prima de su propio trabajo. El resultado es el texto: Figueroa. Notario de la Patria Inédita[10], una biografía escénica que incluye a manera de epígrafe, la siguiente presentación del  protagonista:

 

" caminante incansable

cartógrafo de confusas geografías

genealogista tramposo e historiador travieso

geólogo en pos de riquezas de fábula

tábano bohemio

sociólogo ad portas

verificador satírico

prestidigitador de entuertos

filólogo en los albores de la filología

artista incomprendido

pornógrafo declarado

explorador de la aldeana y belicosa tierra de

Costa Rica

en el convulso Siglo XIX.

Según las licencias poéticas de

JORGE ARROYO

(...)"[11]

 

La síntesis de la personalidad de Figueroa en estas líneas podría indicar cuanto es relevante de ella para Arroyo. Por ejemplo, se omiten sus escarceos militares, la referencia a los avatares de la vida íntima, sus problemas legales y otros aspectos no siempre ejemplares del personaje de la vida real. No hay duda que toda biografía es una reinterpretación de lo real vivido por una conciencia que lo revalora, acomoda, interpreta, en resumen, reinventa. Como es sabido, en una biografía escénica, construida con el apoyo de la ficción y sus licencias, hecho que advierte el autor de manera expresa, puede permitirse el libre uso de recursos de  invención, para ofrecer otro escenario posible a lo sucedido, llenar los vacíos y reivindicar o denunciar al personaje, entre otras posibilidades. Sin embargo, la obra de Jorge Arroyo pone los énfasis donde bien requiere la vida de su referente, salvo quizás, en todo lo relacionado con sus afectos, vacío visible también en las notas del Álbum, pero explicable en un texto con  perspectiva de libro de memorias (las suyas y las propias de ese género literario en su momento), como el que construye Figueroa acudiendo a medios gráficos y lingüísticos.

 

Organización de la obra

 

El texto dramático de Jorge Arroyo se organiza en cuatro actos ambientados en  espacios que refieren fundamentalmente a la ciudad de residencia de Figueroa en la vida real, Cartago antigua capital de Costa Rica, así como a otros marcados también por su historia (Alajuela, ciudad de su nacimiento y otros sitios adonde viajó). Los desplazamientos simbólicos de los personajes, en particular del protagonista, define los espacios textuales. El primer acto, subdividido en diez escenas, incluye los siguientes: la casa, la sacristía, un tribunal, la casa, una calle, oficina de gobierno, la cárcel; el segundo contiene seis escenas que se sitúan en: la casa, la tienda, un tribunal, una cantina, la selva y una casa cartaginesa; el tercer acto, de  siete escenas, se amplía el  espacio de la ciudad hacia  el mar y  la selva para volver a la casa cartaginesa, la casa de  gobierno, el juzgado, una oficina, una caballeriza, un potrero, una calle; en el cuarto acto, compuesto de seis escenas, aparece de nuevo la selva, una calle de Cartago, y luego, la coexistencia escénica de espacios simultáneos distintos, a manera de paneles (juzgado del crimen, Estación del Tren al Atlántico, iglesia, calle mercado, juzgado...) y, finalmente, una casa y una habitación. Un  espacio propio de la creencia se suma al espesor espacial de la obra, un lugar llamado "Limbo", necesariamente relacionado con la tradición católica, pues los personajes que lo habitan son tres escapulariadas muy especiales, por su función de (anti)hadas madrinas.  La sucesión de espacios está marcada por el transcurso de la vida del personaje que se desplaza desde los interiores hacia exteriores y de ésos, preponderantes en el segundo y tercer actos, de nuevo a los interiores en el cuarto acto, como suele ser la vida humana. Los ires y venires escénicos del  Figueroa de ficción y la sucesión de espacios que procura el dramaturgo rinden tributo a lo que fue la vida del hombre real. Se requería un fuerte dinamismo espacial escénico para lograrlo. Este será un reto importante para el futuro director que procure una buena puesta.

 

Las acciones dramáticas y sus personajes

 

Concebida como una monumental representación guiñolesca, en ella se mezclan e interactúan marionetas, fantasmas o espectros de próceres muertos, dibujos gigantescos de Figueroa y  hadas madrinas (las escapulariadas), con  personajes humanos colectivos convencionales (gendarmes, cargadores, deudos, managuillos, curas, Lloronas...)  e individuales,  tanto aquellos que tienen una referencia histórica concreta ( los familiares de Figueroa, Francisco Morazán, León Fernández, Henry Pittier, José María Castro Madriz...), como los que representan al pueblo, algunos solo nombrados en abstracto ( un ciudadano, un indio de Talamanca...), o con nombres bastante despectivos (El Patango, cholo guanacasteco corvetas, Coyunda, la canastera, El Cicraca, borracho...), siguiendo una discutible tradición del costumbrismo.  La escenificación está nutrida de cerca por  el alto sentido carnavalesco de los dibujos de Figueroa, su capacidad inclusiva de etnias y clases, edades y géneros, oficios y seres marginados del trabajo, geografías diversas y conflictos  numerosos.

 

En este último punto, el texto de Jorge Arroyo se confirma como nuevo teatro histórico, pero incorpora siempre recursos del costumbrismo, pues mientras con el primero analiza los conflictos históricos o los trae a la luz cuando han estado ocultos, algunas veces con ironía y parodia, con el costumbrismo los difumina mediante recursos humorísticos y anecdóticos.

 

Las acciones destacan  aspectos sensibles de la biografía de Figueroa, embellecidos por  la  imaginación estética: su nacimiento, rodeado por  madrinas mágicas que le otorgan virtudes  y defectos, su primera infancia, en que ya muestra su genialidad, el descubrimiento de la literatura que el dramaturgo relaciona con  la lectura del  Quijote de la Mancha,  y  de su vocación de pintor; sus líos con la justicia y los tribunales, cuyo primer momento sitúa hacia los quince años del personaje (1835), entonces acusado de sedicioso por críticas contra Braulio Carrillo,  su salida hacia El Salvador en busca de las tropas de Morazán y su regreso con ellas. Igualmente, la caída en desgracia con el líder, debido a calumnias inventadas por sus enemigos, arma que parece tener una larga y tristemente eficaz historia en la vida política del país, su salvación oportuna del fusilamiento al que lo condena el caudillo centroamericano, su encarcelamiento en la Isla San Lucas al morir Morazán, irónicamente por ser su seguidor; su fuga, un nuevo arresto en 1843, debido a que se le atribuyen  dibujos obscenos de  unas señoritas cartaginesas ( las hijas de Ildefonso Alfaro), sus expediciones en busca de tesoros o para exploraciones... A partir del tercer acto, una serie  de  secuencias imaginarias dentro del texto que ya lo es (efecto de muñecas rusas) le permite a Arroyo ofrecerle a Figueroa la oportunidad de dialogar con su enemigos (el fantasma de Juanito Mora...) y con otros personajes históricos, por ejemplo,  con Tomás Guardia, para viabilizar el reclamo que efectivamente  tenía Figueroa, quien criticó a  Guardia por haber contratado con altos costos  los servicios científicos  de William Gabb, con resultados  insuficientes y defectuosos a los ojos de Figueroa. Lo mismo ocurre con el enfrentamiento entre  los espectros de León Fernández y Eusebio Figueroa, hermano de José María, en la realidad, confrontados en duelo en 1883, y la muerte de Fernández en manos del hijo de Eusebio, Antonio Figueroa. La penúltima escena realiza, según Jorge Arroyo, la licencia poética más importante de la obra: reúne a José María Figueroa, en su agonía, con Henry Pittier, para procurar un momento de autocrítica del genio que agoniza, por su vida y su  producción, frente a un interlocutor autorizado, así como para lograr  síntesis de su crítica política. Figueroa se queja de este modo:

 

"Vea esto, doctor Pittier: Informes de gobernantes o de visitas pastorales, tan falsos como esos otros papeles oficiales...todos jugando de monjes y la patria resulta la puta...si es que.. ¡Qué siglo! ¡De don Juanito Mora y hasta la fecha se alternan nuestros gobernantes entre pusilánimes, tiranuelos y corruptores! ¡Estoy borracho! Y por lo menos he visto yo desaparecer a gente del panorama del mundo..." (Arroyo, 2003:82)

 

No escapa a la observación del lector  el interés del dramaturgo  por contextualizar con un guiño su texto en el presente de la escritura,  puesto que al hablar del pasado, bien podrían también implicarse reflexiones para el presente.

 

Un aspecto del tratamiento de los personajes que merece un momento de la reflexión es el  lugar, función y tipos de los personajes femeninos. Sorprende que todos ellos estén construidos con  rasgos convencionales, en funciones típicas de la sociedad colonial, en situación de subalternidad  y varias de ellas cargando atributos poco deseables ( plañideras, azuzadoras, chismosas, beatas...) cuando sabemos por estudios, sobre todo de los nuevos historiadores, que hubo mujeres desafiantes y autoafirmadas en el siglo XIX en la ciudad de Cartago. Algo similar ocurre con  al visión del indígena. Es sabido que este sector social, constantemente avasallado por un coloniaje brutal, no dejó de rebelarse y de luchar. La obra teatral los mira con una  visión desde arriba. Sin embargo,  tanto como la obra del mismo Figueroa, tiene la virtud de reconocer su existencia como sujeto colectivo, así como su diversidad interna (la alusión a los distintos pueblos indígenas), hecho poco común en la dramaturgia costarricense, que ha sido fundamentalmente referida a criollos blancos del Valle Central.

 

Intertextualidad  y otros recursos de función simbólica

 

La obra dramática  de Jorge Arroyo dialoga con  varios textos, como suelen hacerlo una buena cantidad de obras contemporáneas que se asumen desde la cultura epocal del presente que nos ha tocado vivir. Entre sus interlocutores textuales privilegiados  se encuentran  El Álbum de Figueroa mismo, en su parte gráfica  como en la lingüística. Los gráficos aparecen  incorporados a la escenografía sugerida de manera directa (Por ejemplo, la escena 5 del primer acto se introduce del siguiente modo: "El fiscal habla ante el público y ante un friso de figuras sedentes, extractadas de "El Álbum", p. 14, entre otras muchas). Los contactos lingüísticos se muestran tanto en el esfuerzo por darle al lenguaje la pátina del  siglo XX en el léxico, con la expresión de las intenciones morales y políticas de la cosmovisión decimonónica centroamericana, como en  pasajes que incorporan relatos, por ejemplo, en la escena 7 del  tercer acto se reproduce el funeral de Eusebio Figueroa, según lo relata El Álbum.

 

La obra de Jorge Arroyo incorpora otras muchas referencias implícitas a la cultura letrada, sin dejar de lado las intenciones críticas e ideológicas:

            -"Traidores del mundo, uníos." (p.36)

            - "Es decir, si alguien lo dijera, yo, y mis circunstancias." (p.38)

 

La inclusión de marionetas al teatro, además de devolver a la escena una de las formas de teatralidad  primigenias, ofrece el sentido festivo y  humorístico, así como los recursos propios de este género, entre otros la ridiculización. En esta obra de Jorge Arroyo tienen rasgos de guiñol las mismas hadas madrinas-monjas, el jurado compuesto por monigotes en la escena segunda del segundo acto, los muñecos municipales en esa misma escena, los maniquíes o marionetas que reemplazan a las plañideras en la escena 7 del tercer acto y otras más. Es claro el carácter simbólico de estas sustituciones.

 

Un subtexto presente a lo largo de la obra de Arroyo como según parece de la vida de Figueroa es la novela de Cervantes, citada por  la obra dramática como formadora del niño Figueroa:

            "A ver...¨!Ajá! El Hidalgo don Quijote el manchego. Sé de él. Soñador y   aventurero".   (Pág.11).

 

Los tiempos del relato escénico

 

Por su intención biográfica, podría suponerse que el relato escénico habría de seguir el trascurso de la vida de Figueroa, de manera lineal. En realidad, Arroyo elige el desarrollo lineal en lo básico, pero irrumpe con manejo temporal  discontinuo en algunas escenas. El  lector y los públicos futuros  tendrán en este mecanismo un contrapunto que  ofrece riqueza al relato escénico, pero pide su atención.  Un serie de  condensaciones temporales (en el primer acto, un niño de diez años se levanta de una cuna con un libro en las manos, por ejemplo; y en ese mismo acto, lo ve de quince años, perseguido por gendarmes...) le permite al autor dar saltos y adelantar el curso de las acciones. Hay recursos mágicos en el manejo del tiempo, propios del teatro contemporáneo, incorporados con naturalidad a  la verosimilitud escénica: en la escena 7 del tercer acto "Por un lateral entra José María niño, toma de la mano a José María adulto y lo saca de la escena."(p.71) Igualmente, el recurso a los paneles con acciones simultáneas, le permite un manejo temporal simultáneo, diversificado espacialmente. Así ocurre  en la escena 4  del cuarto acto, donde se cuenta la muerte de León Fernández, se empieza por la declaración del guarda de la Estación de tren al Atlántico ante un Juez para devolver la acción al pasado, cuando ocurre el hecho, pero todo ello sucediendo en microespacios simultáneos del juzgado y de la estación, en la misma escena.

 

El recurso a tiempos simultáneos en espacios distintos, a mezclas y  a condensados temporales, entre otras técnicas, le permite al autor  hablar con el lenguaje gráfico que es ahora normal  para un público familiarizado con el cine y la televisión. 

 

Conclusiones

 

Las artes gráficas y de la historia de Costa Rica tiene en la figura de José María Figueroa una de sus más valiosas fuentes, aunque no exista todavía suficiente reflexión al respecto desde esas disciplinas, en particular, desde la primera. Es ya hora de una recuperación que exhume sus valores gráficos, tanto como se ha buscado hacer con los datos históricos presentes en el Álbum... Jorge Arroyo emprende este importante camino con una reinterpretación  escénica de amplia cobertura, cuyos  acentos son también indicadores de la percepción del dramaturgo; por lo tanto, en ella se inscriben no solo la vida de Figueroa, sino las inquietudes de Jorge Arroyo, como era de esperarse. 

 

La obra de Jorge Arroyo busca restituir a Figueroa en el lugar que le  corresponde. Borrar u ocultar semejante presencia en la vida del  país evidencia uno de los lastres más graves  y menos tratados  de la psicología colectiva costarricense: ignorar a quien sale de la norma  promedio aceptada, desterrarlo o destruir su imagen recurriendo a vías  funestas. Esta  es una de las zonas violentas de la personalidad colectiva de este pueblo, en particular de sus sectores altos y medios. La vida y obra de otros (as) grandes no convencionales, solo redimensionadas con justicia muchos años después de sus muertes, como Yolanda Oreamuno y Eunice Odio, indica  que es muy probable la existencia de muchas otras personas como ellas, soterradas por quienes tuvieron el poder para escribir una historia llena de  vacíos y borrones, donde ellas debieron aparecer con toda su talla humana. Figueroa  tuvo una suerte poco propicia con su obra luego de su muerte, pues fue detenida y desactivada  en los sótanos de la historia por mucho tiempo, a pesar del reconocimiento que logró en vida, probablemente porque no correspondía con la imagen ideal que querían proyectar lo conductores políticos. Hoy ha salido a la luz y  se encuentra  ofrecida a la dinámica del conocimiento que tiene en ella una fuente, tanto primaria como secundaria, muy nutricia, y un reto: lograr para el presente lo que Figueroa aportó a su momento.

 

Bibliografía selecta

 

- Arroyo, Jorge. Currículo 2005 (Original).

- Arroyo, Jorge. Figueroa. Notario de la patria Inédita. (Originales del autor, 2003)

- Cabezas Bolaños, Esteban y Jorge Emilio Jiménez Espinoza. El Álbum de Figueroa; su descripción y análisis archivístico.


-Chacón, Juan Manuel. "Breve comentario sobre don José  María Figueroa". En: Júbilo y pena del recuerdo. Lilia Ramos, antóloga y editora, Editorial Costa Rica, 1965. 

-Catálogo de la Exposición  "El Álbum de Figueroa. Viaje por las páginas del tiempo". Archivo Nacional, Departamento de Archivo Histórico, 2001

-Meléndez. Carlos. "El Álbum de Figueroa". En: Júbilo y pena del recuerdo. Lilia Ramos, Antóloga y editora, Editorial Costa Rica, 1965. 

 

Concepción de San Rafael de Heredia, 18 de setiembre de 2005

 



[1] Escritor costarricense dedicado fundamentalmente a la dramaturgia, aunque es también poeta con trayectoria, Arroyo estrenó su primera obra en 1985, L'ánima sola de Chico Muñoz, reestrenada en 1997 y en 2005, con notable  éxito. Entre los cerca de veinte obras producidas posteriormente, pueden citarse: La Chupeta Electrónica (1986); Con la honra en el alambre (1987); Fantasma por error (Estrenada en Costa Rica en 1994 y en Panamá en 2002); La Entrada de Jesús en Jerusalén (1997); La Batalla de Rivas (1995); Albores (1997); Leyendas (1997); Azul Marlene (1997); La Tertulia de los Espantos (1997); El surco entre la flor y el labio (1997); La Patria Primera -Hombres de Fecunda Labor- (2002) Figueroa, Notario de la Patria Inédita (2003); La Tea Fulgurante: Juan Santamaría o Las Iras de un Dios (2004); Trío (Panamá: 2005);  y  Mata-Hari Sentencia para una Aurora, dada a conocer en Inglaterra (1995), Puerto Rico (1995) y Venezuela (1995); esta obra, traducida al portugués, estuvo dos temporadas en la ciudad de Belo Horizonte, Brasil (2001/2002) y una en Sao Paulo (2003). Con su  obra  titulada La Aventura del Café alcanzó más de doce mil representaciones y  recibió el American Sightseein International Award (California, Estados Unidos de América,  1995).
 
[2] El teatro didáctico tiene una amplia trayectoria en Costa Rica, lamentablemente muy poco estudiada y con escasas recopilaciones. Los primeros cincuenta años del siglo XX parecen haber sido muy fecundos: existía una clara tradición de maestros-dramaturgos, con obras para la enseñanza. Importantes autores ligados a los partidos de  izquierda, como Carlos Luis Sáenz y Víctor Manuel Arroyo, entre otros muchos, incursionaron en este campo de producción.
 
[3] El neocostumbrismo  ha sido una corriente con permanencia  en la vida cultural costarricense, aunque en particular, entre humoristas y cantantes folklóricos.  Pocos escritores de la esfera  de la llamada "alta cultura" han adherido a esta corriente después de 1950, cuando cayó en descrédito.   La obra de Jorge Arroyo ha sido reconocida y galardonada en el país. Ha recibido tres premios  nacionales de dramaturgia (por las obras tales...tales y cuales...). Según indica la contratapa de su  obra La patria primera, sus obras han sido de las más reasentadas de la historia teatral de Costa Rica.
 
[4] La reflexión que ofrece el Catálogo de la exposición "El Album de Figueroa. Viaje por las páginas del tiempo, sobre el que se abundará más adelante, indica que varios artículos de distintas fechas en periódicos conocidos de su momento, como El Fígaro, recogen una crítica muy favorable a su trabajo. Está pendiente aún el seguimiento detallado y  el análisis de la recepción de su obra en el siglo XIX.
 
[5] "Su valor es solo comparable con aquellos pergaminos y manuscritos medievales europeos. En efecto, en sus trazos hallamos un primitivismo natural, que nos recuerda a los viejos artesanos, cronicones y libros de la Edad media, particularmente de España." (Lilia Ramos, Júbilo y pena del recuerdo. ECR, 1965)
 
[6] Aunque es muy difícil determinar la fecha en que se dio inicio a la obra, se estima que el autor empezó su trabajo entre 1856 y 1873, a través de diarios y bocetos llevados en borrador donde recogió las impresiones de su niñez y los acontecimientos que observó y experimentó en su edad adulta, al recorrer el país. Esteban Cabezas Bolaños y Jorge Emilio Jiménez Espinoza. El Álbum de Figueroa; su descripción y análisis archivístico.
www.fcs.ucr.ac.cr/~historia/aehesa/memoria/esp-album.htm
 
[7] Entre sus abundantes expediciones y viajes  se encuentran: a Matina,  Isla del Coco,  Guatuso, Chirripó. Río San Juan, Veragua, curso del Diquís,  El Salvador, Guatemala,  Chiriquí,  Masaya  y Granada en Nicaragua, Sonsonete, Isla de San Lucas, Talamanca, Puntarenas, Nicoya, Santa Cruz. Costa de Papagayo, Moin, Tárcoles, Taboga en Panamá; San Carlos y San Juan del Norte, entre otros muchos. De varios de estos sitios elaboró  mapas y dibujos.
 
[8] El Álbum de Figueroa; su descripción y análisis archivístico.
 
[9] "También emprendió ambiciosos proyectos de infraestructura, como la construcción de un camino de herradura que comunicara la ciudad de Cartago con Térraba y Boruca en sociedad con Jesús Bonilla.  Con esta empresa se consolidó su experiencia en denuncios de tierras la cual le permitió desarrollar sus conocimientos en cartografía e ingeniería, al levantar los planos y mapas para sus proyectos. De igual forma tuvo contacto con la cultura indígena de aquel entonces, pues fue nombrado colonizador de Guatuso y participó en el viaje pastoral emprendido por el Obispo Bernardo Augusto Thiel, a las regiones indígenas de Talamanca, los Votos y Guatusos.  Estos viajes le amplio su contacto con estos grupos aborígenes de los cuales observó sus tradiciones y costumbres, lo que posteriormente dejaría ilustrado en su álbum. Los contactos con estas culturas lo convirtieron en uno de los principales etnógrafos costarricenses del siglo XIX, al dejar registro de las actividades, costumbres, vestimentas, ritos e instrumentos de trabajo de los indígenas, como por ejemplo los dibujos del folio 19 del segundo tomo, en que se representa las ocupaciones habituales de indios viceitas y chánguenas."  Esteban Cabezas Bolaños y Jorge Emilio Jiménez Espinoza www.fcs.ucr.ac.cr/~historia/aehesa/memoria/esp-album.htm
 
[10] Conocí esta obra de  Jorge Arroyo cuando no sabía que era suya, ni había coincidido con él como para conocerlo personalmente.  Por supuesto, estaba informada de su existencia como autor
por mi trabajo crítico. Cuando se le otorgó el Premio de dramaturgia de 2003  por esta obra, como miembro del jurado no imaginé que algún día  estaría  escribiendo estas reflexiones, oportunidad que agradezco al autor. De ese modo, he podido conocer mejor su obra y la  extraordinaria figura de Figueroa, ahora más visible gracias a su reconstrucción, prevista para escenificarse.
[11] Todas las citas que se incluyen en adelante corresponden a los originales  de la obra, ofrecidos por el autor, según se citan en la bibliografía.