
LA FIESTA DE LOS DISFRACES, de Benjamín Gavarre
El
escenario es una gran habitación; un poco teatro, un poco camerino, un
poco departamento; pero es sobre todo el lugar donde habita nuestro personaje
al que llamaremos: el Actor; aunque su nombre, el verdadero, el otro, sea Jorge.
Él, se encuentra "solo", en una intimidad extrema; sin
embargo, se relacionará con ciertos personajes surgidos del recuerdo, o de su
imaginación. Lo acompañarán algunos otros que podrían llamarse personajes
reales, pero hay quien asegura que también forman parte de su mente; quizá de
su mente en el momento de un sueño, de su sueño: esto sin embargo no
lo podríamos asegurar.
Al comenzar la obra el Actor se encuentra en gran actividad: escoge su
música preferida; luego va hacia un perchero y trata de probarse distintos
disfraces, (obrero, licenciado, agente de tránsito, un héroe de espada y
armadura, Romeo...) pero no puede vestirse solo. Por eso saca de un baúl enorme
a Bufo-el Globero, quien le ayuda a ponerse la capa, o le coloca el yelmo o el
birrete. Con cada disfraz posible modela frente a un espejo de cuerpo entero,
pero ninguno de ellos lo convence. Finalmente escoge un disfraz: será un
colegial de suéter, escudo, pantalones largos, mocasines y mochila. Busca la
aprobación de Bufo-el Globero, pero éste solamente lo observa burlona,
silenciosamente.
El Actor sonríe frente a su imagen final. Es una sonrisa que se
transforma súbitamente en carcajada. Después viene el silencio. Él sabe
perfectamente lo que tiene que hacer: corre presuroso hacia un rincón donde
aparece un letrero que dice:
escondite tortuoso... Y saca una pistola. Obliga al desconcertado Bufo a
salir de escena, luego va hacia el espejo y apunta a su sien...
Dispara tres tiros a su imagen reflejada y grita:
ACTOR.— ¡Basta!
Bufo-el
Globero brota sorpresivamente del baúl y muestra al público una claqueta en la
que leemos:
¡EL SUICIDIO!
Luego,
después de dar el claquetazo dice con brillantez:
BUFO.— ¡El suicidio! Escena tercera del acto
V... ¿Romeo y Julieta?... ¡No! Pero de todos modos: ¡Comenzamos!
Y se
vuelve a meter a su baúl.
Suena el timbre de la puerta, el Actor corre hacia ella pero en ese
momento suena el timbre de su teléfono móvil: decide primero contestar su
teléfono.
ACTOR.— ¿Diga?
Con el
teléfono móvil pegado a la oreja va hacia la puerta; la abre y descubre que no
hay nadie. Confundido la cierra y sigue tratando de responder la llamada.
ACTOR.— ¿Quién habla? (Nadie contesta del otro
lado de la línea) ¡Bueno! (Silencio) Qué, ¿no vas a contestar? No me lo digas.
Eres tú de nuevo. Eres el Mudo...¿O Muda?...A lo mejor eres la Muda. Pues bien,
querido o querida quien seas: te recomiendo que vayas y consultes un buen
Otorrino. Sí, laringólogo. A ver si así me dejas de joder. (Y muy molesto
avienta el teléfono móvil al piso).
Durante
algunos instantes se queda viendo al vacío, luego busca con ansiedad su
teléfono y marca un número. Espera. Alguien contesta del otro lado
de la línea y el Actor cuelga con una mezcla de miedo y vergüenza. Respira,
mira de nuevo al vacío y vuelve a marcar el mismo número. Espera. Contestan del
otro lado: cuelga precipitadamente. Bufo surge del baúl y lo mira suspicaz...
BUFO.— ¿No contestan?
ACTOR.— Sí, ellos siempre contestan, ¿pero
yo?...Me quedo como una Mú...Muerto de nervios.
BUFO.— Sí, ¡esos mudos! ¿Insoportables, verdad?
ACTOR.— Deberían encerrarlos.
BUFO.— ¿Nos?
ACTOR.— Encerrarnos si quieres; lo mismo da.
Pero, ¿sabes qué?
BUFO.— ¡Oh no!
ACTOR.— Voy a invitarlos. Voy a invitarlos a mi
fiesta de cumpleaños.
BUFO.— ¿Crees que se acuerden de ti?
ACTOR.— (Sin hacer caso) Únicamente dos
invitados: Verónica y Jerónimo; Jerónimo y Verónica... ¿Te das cuenta?
BUFO.— ¡Oh no!
ACTOR.— Hasta en el nombre se parecen. ¿No te
parece ridículo?... Jerónimo y Verónica, ¡Já! (Se toma la cabeza con un
exagerado gesto de dolor) ¡Ay, otra vez esta maldita migraña, no es justo! ¡Mi
pobre cabeza...! !Y tenía que dolerme precisamente hoy! (Repentinamente sin
dolor mira paranoico a Bufo) Sí, ya sé... pero no tienes por qué mirarme así; ya
no me duele... ¡Que no me mires así!... De acuerdo, tienes razón: siempre busco
pretextos. Pero esta vez sí les voy a hablar. (Bufo toma el teléfono y marca el
número de Verónica y Jerónimo) ¿No me crees, verdad? Pues fíjate bien cómo les
hablo... (Mientras espera a que contesten, dice...) Y no me vuelvas a decir que
soy hipocondriaco, porque no soy hipocondriaco. Nunca he sido ni seré...
¡Hola!... ¡¿Verónica?! (Muy nervioso) ¡Adivina quién!... Jorge, el mismo de
siempre, casi el mismo. ¿Qué te parece si te invito a una fiesta?... Sí, así de
drástico. Dile también a Verónimo, QUIERO DECIR: Jerónimo... Pero claro que es
en serio... ¿Ahí está?... Luego me lo pasas, pero mira: es una fiesta de
disfraces... Pues se me ocurrió... ¿Mi cumpleaños? No, claro que no. ¿Te
hubieras acordado, no?... ¿Cómo? ¿Sí te acordaste? ¿Qué dijiste?... ¡Ah sí!
¡Claro! Gracias por hablar... ¿Qué cosa?... No, si ya sé que yo soy el que te
habló, claro; pero de todos modos gracias, sí. Por acordarte... ¡Uy, qué
insistencia! A ver, pásamelo... ¿Jerónimo?... ¡Maestro, qué desgracia!...
¿Cómo?... Sí, que me da mucho gusto... Sí, de veras. Le decía a Verónima de una
fiesta... Sí, de disfraces... No, no; pastel si quieres, pero detesto los
globos... Pues no sé, nunca me han gustado... ¿Qué dices? ¡Ahmmh, temprano! ¿A
las nueve te parece bien?... Nueve y media... ¿Sí?... A ver, pásamela... De lo
que quieras, Vero... ¿De momia? Pues, me parece estupendo... ¿Sí?... A mí
también, sí... Perfecto... Bye... Nos vemos... Diez y media, sí... ¡Chauuu!
Cuelga
radiante el teléfono. Bufo se burla de él.
BUFO.— Ajá, sí... ajá, sí, claro. ¿Ajá?...
sí... mmmhhh.
ACTOR.— (Feliz) No lo puedo creer. Estoy vivo.
¡Vivo! (Orgulloso) Lo he notado. Y ellos van a venir. A las nueve, a las nueve
en punto. ¿Te das cuenta? ¡Estoy vivo!
BUFO.— Felicidades...¿Y qué vas a hacer con
toda esa vivísima vitalidad?
ACTOR.— (Sin desalentarse) Tengo futuro,
voluntad. Soy casi famoso. Hoy es mi cumpleaños, todavía soy joven. Tengo
salud, fuerza, memoria, entendimiento: Inmejorables condiciones.
BUFO.— Oye, ¡qué bárbaro! ¡Por qué no nos
casamos!
ACTOR.— ¿Así que no me crees? (Lo mira
fijamente) Ya sé lo que estás pensando: Jorge va a intentarlo de nuevo. Eso
piensas, ¿verdad? ¡Contesta!
BUFO.— ¿Intentar? ¿Qué cosa?
ACTOR.— El suicidio. Llámalo con todas sus
letras:
(Deletrea) S-U-I-D–I-C-I-O:
Suiciodio... Suidi…cio…. digo, como se llame.
BUFO.— Usted... ¡Se está tomando demasiado en
serio!
ACTOR.— ¿Qué?... ¡De qué se trata!
BUFO.— (Muy amable, le da un globo) Queda usted
detenido. Acompáñeme.
ACTOR.— ¿Sí?... Gracias, pero así estoy bien.
BUFO.— Sígame.
ACTOR.— ¡Cómo se le ocurre! ¡Yo no soy un
delincuente!
BUFO.— Eso no interesa. Se siente usted
culpable, ¿no?
ACTOR.— Sí. Es decir: ¡No! ¿De qué tendría que
sentirme culpable? Yo solamente quiero sentirme bien.
BUFO.— Qué original. Entonces usted no es
culpable de nada.
ACTOR.— No, rotundamente no.
BUFO.— Y sin embargo, todo lo que usted diga o
haga será utilizado...
ACTOR.— En mi contra, sí. Pero, ¿yo soy
culpable, soy un delincuente, he hecho las cosas mal?
BUFO.— Quizá. Y quizá todo lo que usted diga o
haga no le importe a nadie, ni siquiera a usted mismo...
ACTOR.— Eso no puede ser posible... ¿O sí puede
ser posible?
BUFO.— No lo sé; pero el caso es que tiene
usted que acompañarme.
ACTOR.— ¿Tengo? Es una obligación… Ya veo. ¿Y
si me escapo?
BUFO.— Esa sería su decisión... su elección.
ACTOR.— ¿Está seguro?
BUFO.— No.
ACTOR.— (Busca distintas salidas) ¿Y por dónde
está la salida?
BUFO.— Por la puerta como es natural, pero sólo
algunos, muy pocos acostumbran escapar por la puerta. Otros prefieren las
ventanas.
ACTOR.— (Pensativo) Claro... ¡Qué confusión!
(Se despide de Bufo) Gracias, ha sido... como un placer.
BUFO.— No fue nada.
ACTOR.— Ah... Si preguntan por mí... Dígales
que tuve un compromiso muy... Un compromiso verdaderamente...
BUFO.— Y que no fue capaz de despedirse de
nadie...
ACTOR.— Que tuve que salir. Eso es todo.
El Actor
se dirige a la puerta: la encuentra cerrada. Va hacia un marco rectangular
vertical, un supuesto espejo de cuerpo entero: lo traspasa. Se da cuenta de que
se encuentra en el mismo espacio. Traspasa una y otra vez la puerta-espejo.
Trata de adoptar una actitud racional. Analítica.
ACTOR.— Bueno y después de todo: ¿quién quiere
saber lo que hay afuera? Afuera es un concepto abstracto, tan abstracto como el
concepto Adentro. ¿Dentro y Fuera relacionados con qué o para qué? Si lo pensamos
bien, obtendremos como conclusión de esta antinomia: una serie de datos que
podrían revelar el sentido más profundo de las entidades ontológicas. Quiero
decir que tomando en cuenta la Ubicuibilidad y los Atributos del Ser: el
Espacio se manifiesta precisamente en una contradicción básica cuyas premisas
son como acabo de decir, ahmm... Cuyas premisas son precisamente, ahmm... (Se
toma la cabeza anunciando dolor de cabeza. Bufo le sirve un vaso de agua) Cuyas
principales premisas son, ahmmm... (Recibe el vaso de agua y mira agradecido a
Bufo) Gracias. (Se lo toma sin dejar de mirarlo) Es usted un... Casi un ángel.
¿Sabe? Tengo una cita a las ocho.
BUFO.— (Afirmando) Una cita muy importante.
ACTOR.— Importantísima. Más que una cita es una
fiesta. Una fiesta disfrazada, (Se corrige) de disfraces.
BUFO.— (Malicioso) Y van a venir sus
amigos.
ACTOR.— Mis amigos de siempre sí...
Y cuando lleguen...
BUFO.— Siempre y Cuando lleguen.
ACTOR.— Cuando lleguen...
Se
escucha la sirena de una patrulla o ambulancia. Entra
Jerónimo vestido de boy scout. Su aspecto en general es el de un
niño que acaba de sufrir un accidente: su camisa está manchada de sangre.
JERÓNIMO.— (Infinitamente triste) Te lo dije, Jorge.
Te dije que no podríamos seguir con tanta suerte. A dónde estabas. ¿Por qué me
dejaste solo? Me detuvieron, Jorge. Ya no podemos seguir así jugando tanto.
Jugando siempre como si nada fuera en serio. Algún día tenía que terminar; y ya
ves, me detuvieron. Me agarraron entre cuatro y no tuvieron…. ¿piedad?,
¿compasión? No, nada de eso. Me pescaron, como tú dices. A la salida, como
siempre.
BUFO.— ¡Tírale los dientes; apúrate, nos van a
ver; quítate, me toca a mí! (Habla y actúa sin que Jerónimo lo tome en cuenta.
Para Jerónimo y para todos los demás personajes, con excepción de Jorge, Bufo
apenas existe. Saben que está ahí, como un holograma impertinente, pero
prefieren ignorarlo).
JERÓNIMO.— Y no pienses que fue un combate
limpio; una pelea de caballeros, de grandes héroes y todo eso, no. Me agarraron
entre cuatro. Como a tres cuadras de la escuela. Me cubrieron de patadas, de
gritos cómplices.
BUFO.— ¡Tírale los dientes; apúrate, nos van a
ver; quítate, me toca a mí!
ACTOR.— Eso sucedió hace mucho tiempo...
BUFO.— A la salida.
ACTOR.— ¿Y yo?
JERÓNIMO.— ¡A dónde estabas!
BUFO.— Te quedaste dormido.
ACTOR.— ¿Dormido?... ¿Estoy dormido?
JERÓNIMO.— Nadie me avisó. Todo sucedió sin
más, a la salida, como siempre. Me puse a caminar sin esperarte.
ACTOR.— Me quedé dormido.
JERÓNIMO.— Me agarraron entre, ¿siete?
BUFO.— Una pesadilla.
ACTOR.— Una
bofetada de cascos y macanas, de calibres y patrullas. ¿Y yo? ¿Dónde estaba yo?
BUFO.— Roncando. Soñabas con judiciales.
ACTOR.— Te rompieron los ojos.
JERÓNIMO.— Me arrancaron la vida.
BUFO.— Ya lo decía yo. Una pesadilla.
JERÓNIMO.— Me dejaron tirado en la calle,
masacrado.
ACTOR.— ¡Malditos policías!
JERÓNIMO.— ¿Estás loco? ¡Cuáles policías!
¡Fueron Jáuregui y los demás! ¡Fueron los del tercero B!
BUFO.— ¡Tírale los dientes; apúrate, nos van a
ver; quítate, me toca a mí!
JERÓNIMO.— ¿Y tú, a dónde estabas tú? Por qué
no fuiste a la escuela.
ACTOR.— ¿Yo? (Somnoliento) ¿Estaba dormido?
JERÓNIMO.— ¡Qué dices!
Suena
una señal de alarma. Un despertador, o la chicharra de una escuela son
adecuados. Bufo venda los ojos de Jerónimo. Jorge le pone una pistola en la
sien. Comienza un interrogatorio implacable.
ACTOR.— ¿Cuál es tu última voluntad?
JERÓNIMO.— No me molestes.
ACTOR.— ¿Cigarros, alcohol, alguna droga... ?
JERÓNIMO.— ¡No me estés jodiendo!
ACTOR.— ¿Saliste reprobado?
JERÓNIMO.— Sí, fue por tu culpa.
ACTOR.— ¿En Deportes?
JERÓNIMO.— Sí.
ACTOR.— En Matemáticas.
JERÓNIMO.— Sí, fue por tu culpa.
ACTOR.— Siempre mi culpa... ¿Cuál es tu última
voluntad?
JERÓNIMO.— ¿Voy a morir?
ACTOR.— ¿Quieres veneno?
JERÓNIMO.— ¿No has visto a los demás?
ACTOR.— ¿Demás?
JERÓNIMO.— Demás.
BUFO.— ¿Qué es eso?
ACTOR.— ¿Demás?
JERÓNIMO.— Demás.
BUFO.— Demasdemasdemasdemás...
ACTOR.— ¿Qué es eso?
JERÓNIMO.— No lo sé. ¿Una palabra?
BUFO.— ¿Y qué significa?
JERÓNIMO.— No lo sé.
BUFO.— No lo sabe.
JERÓNIMO.— Ya no.
ACTOR.— ¿Quieres veneno?
JERÓNIMO.— Lo sabía.
ACTOR.— ¿Veneno?
JERÓNIMO.— Un vaso de agua.
Bufo le
ofrece una copa de metal.
ACTOR.— (A Bufo) ¿Tiene todo?
JERÓNIMO.— (Mira receloso el contenido de la
copa) Gracias... ¿Y?... ¿Cómo te ha ido? ¿Qué has hecho? ¿Qué dice el Teatro?
ACTOR.— Estoy ensayando mi nuevo, mi último...
es decir mi más reciente personaje: sucedió frente al espejo... ¿Qué fue lo que
te dije?
BUFO.— Estoy ensayando mi nuevo, mi último...
es decir mi más reciente... (El Actor obliga a Bufo a meterse a su baúl)
¡Personaje!
ACTOR.— ¡Sucedió!... Suicidio... frente al
espejo.
JERÓNIMO.— Ah, sí... me dijeron que estabas
ensayando Romeo y Julieta. ¿Pero eso fue el año pasado, no?
ACTOR.— (Le quita la copa y representa un
fragmento de su versión a Romeo, antes del suicidio. Bufo surge de su
baúl y le ayuda a representar la escena) Julieta, por qué estás aún tan
hermosa? Tus ojos brillan. Voy a morir contigo. Déjame sellar con un beso mi
eterno pacto con la muerte. (Besa la copa) Ven áspero y vencedor
veneno. Mi cuerpo, harto de combatir con la vida... quiere perderse en los
abismos. Brindemos.
EL ACTOR
CAE FULMINADO. JERÓNIMO APLAUDE CON ENTUSIASMO.
JERÓNIMO.— ¡Bravo! ¡Genial, maestro! ¡Déjame
darte un abrazo! (Se dan un aparatoso abrazo. Repentinamente, Jerónimo se pone
serio) Pero no lo vuelvas a hacer, es de mala suerte.
ACTOR.— ¿Ensayar frente al espejo?
JERÓNIMO.— No. Suicidarse frente al espejo. Es
de mala suerte. Dicen que tu alma se queda dentro, atrapada.
ACTOR.— Por favor, Jerónimo; nunca pensé que
fueras un supersticioso.
JERÓNIMO.— Nunca lo he sido.
BUFO.— Pero insisto en que es de mala suerte.
JERÓNIMO.— Pero insisto en que es de mala
suerte.
ACTOR.— Mejor me suicidio en otra parte.
BUFO.— ¡Se aproxima el juego más vital!
JERÓNIMO.— ¿Y si mejor te mato?
ACTOR.— (Emocionado) ¡Bruscamente!
JERÓNIMO.— (Feliz) ¿Te acuerdas?...
ACTOR.— Cuando jugábamos en la cocina de tu
abuela...
JERÓNIMO.— ¡Muerte brusca, sí! ¿Cuáles eran las
reglas?
BUFO.— ¡Artículo tercero!
ACTOR.— ¡Artículo tercero, sí! ¿Qué es más
importante? ¿Las reglas del juego... ?
JERÓNIMO.— ¡O el juego sin reglas!
ACTOR.— ¡El juego de la regla rota!
JERÓNIMO.— ¡Artículo mortis!
BUFO.— ¡Mortis mortibus!
JERÓNIMO.— ¡Todo aquel que viole o desobedezca
estas reglas será condenado a la pena máxima...
TODOS.— ¡MUERTE BRUSCA!
EL ACTOR
TOMA LA PISTOLA Y DISPARA TRES TIROS A JERÓNIMO, QUIEN CAE SÚBITAMENTE AL PISO.
EL ACTOR TRATA DE REANIMARLO CON LA AYUDA DE BUFO.
ACTOR.— ¡Jerónimo! ¡Jerónimo despierta! ¡Acaban de
matar al maestro de Matemáticas!
JERÓNIMO.— (Se levanta sorpresivamente) No, Jorge,
no. Al maestro de Matemáticas no lo asesinaron. Simplemente se arrojó, se tiró,
precipitó. Se hizo trizas; salió en el periódico. Todo el mundo lo sabe. Se
arrojó. Se hizo trizas...
TODOS.— ¡SE SUICIDÓ!
JERÓNIMO.— (Adopta la actitud de un maestro de
Matemáticas) Vamos a ver, jóvenes, miremos. El día de hoy analizaremos la
Teoría del suicidio y sus principales corolarios. Axioma A... (Al Actor) A ver,
usted. Diga Ahh por favor.
ACTOR y BUFO.— Aggh, gahhh, guihuu, gaiiuuu...
JERÓNIMO.— ¡Suficiente! El suicidio como todos
sabemos es una actividad peligrosa que puede llevar al individuo a diversos
estados de alteración. Tenemos por ejemplo los suicidios que comienzan con una
perturbación del pneuma. Asimismo, los hay parecidos a la muerte lenta, muy
semejantes a los provocados por muerte brusca, pero no tanto. La diferencia
estriba en si el sujeto se toma demasiado en serio o no. Tenemos el suicidio de
Romeo, con veneno por supuesto. El lento pero aproximado, que es una variante
de la muerte brusca. Tenemos ese suicidio, ese otro... y tenemos además,
el además.
ACTOR Y BUFO.— Gauuu, gauiii, gaushhh,
shiuuuuu, aghh.
JERÓNIMO.— (Al Actor) ¿Cuál es su nombre,
joven?
ACTOR.— Jorge.
JERÓNIMO.— (Indignado) ¡Jorge! (Lo observa con
atención) Jorge, usted y yo resolveremos juntos la siguiente ecuación.
Acuéstese en el piso. Levante ese brazo. (El Actor levanta, por ejemplo, el
brazo izquierdo) ¡Ese brazo no! ¡El otro! (El Actor levanta el brazo derecho)
¡No, ése no! Levante exactamente ese brazo y no el otro. (El Actor confundido
levanta uno y otro brazo) ¡Levántelo!... Muy bien. Ahora, usted va a recibir un
pequeño obsequio. (Le da una rosa. Bufo, a su vez, corre por un ramo de rosas
negras y las va colocando alrededor del cuerpo del Actor) Repita después de mí.
El Actor
repite torpemente cada verso mientras flexiona piernas y brazos. Jerónimo lo
cubre con una tela negra a manera de sudario. Bufo es el cómplice de Jerónimo
en esta especie de ceremonia.
EL ACTOR Y JERÓNIMO.—
MUERTO SOY
MUERTO SIN POLVO
SIN EMBARGOS Y SIN PEROS
MUERTO SIN SAL
CON DIENTES Y CON PELO
MUERTO SOY
SIMPLEMENTE
SIN CUIDADO
SIN ANTEOJOS
SIN MALETA
MUERTO SOY
DESNUDO
YO SOLO
Y SIN ZAPATOS
ACTOR.— (Gime) ¿¡Maestro, puedo ir al baño!?
JERÓNIMO.— (Continúa con su
"cátedra") El suicidio...
ACTOR.— (Aúlla) ¡Maestro!
JERÓNIMO.— Silencio. Despejemos juntos la
siguiente incógnita:
Capítulo primero: Usted
se encuentra en su casa; solo y angustiado; triste, cabizbajo; sin hambre,
desolado; herido y fatigado; se siente culpable, amordazado.
Capítulo segundo: Usted
sale corriendo hacia la calle. Baja las escaleras del Metro. Mira venir el
convoy. Se decide. Todo es metal naranja y luz verde. El convoy se acerca, se
acerca cada vez más aprisa. Usted está dispuesto. Mira venir el inmenso
convoy...
¡Y en ese preciso
instante!...
ACTOR.— ¡Qué bruto!
JERÓNIMO.— (Muy serio) De qué te ríes.
ACTOR.— Del maestro de Matemáticas. Es que eso
de suicidarse en el Metro... ¿No has visto el anuncio? “!Por favor no se
suicide en el Metro, piense en el tiempo de los DEMÁS!”
JERÓNIMO.— (Gélido) ¿Te pido un favor?
ACTOR.— (Bromista) ¿De aquí hasta el fondo de
la coladera? ¿Qué desea su INMINENCIA?
JERÓNIMO.— ¿Podrías dejar de escupir
estupideces?
ACTOR.— Disculpe, señor Profesor. No quise
ofenderlo. Yo... ¿Me va a reprobar?
JERÓNIMO.— ¿Te callas? Estoy hablando en serio.
ACTOR.— ¿Qué? ¿Así no juegas? Uyy sí. No hay
problema. ¿No quieres un café?
JERÓNIMO.— No, gracias. Pero podrías prestarme
tu teléfono. Es algo que no te importa. Es algo que jamás te importaría. Es una
llamada urgente. ¿Me prestas tu teléfono?
ACTOR.— Claro que no...
JERÓNIMO.— ¿No?
ACTOR.— (Desarmado, le presta su teléfono
móvil) Está bien. Habla.
Jerónimo marca un número telefónico interminable. Bufo y el Actor llevan
a cabo un insólito juego de naipes.
JERÓNIMO.— Una porquería, todo es una
porquería. Estoy harto. ¿El juego más importante que las reglas? Pobre Jorge.
Tú insistes demasiado y el juego terminó hace mucho tiempo. ¿A dónde vas? ¿A
dónde quieres ir? Un día me descubrí hablando con un payaso insoportable.
¿Quién cambió? ¿Quién se volvió un desconocido para el otro? Estoy harto. Yo ya
no vuelvo. Yo ya no voy a jugar.
BUFO.— Tercia de qüinas, dos reyes, dos jotos y
un caballo... Jaque mate.
ACTOR.— ¿Y eso? ¿Qué clase de estúpido juego es
éste?
BUFO.— Un estúpido juego sin reglas. O qué, ¿ya
no te gustan?
Jaque mate y muerte
brusca. ¡Salud!
JERÓNIMO.— Pero... parece que tu teléfono está
descompuesto. Mejor hablo desde un teléfono público. Espero que no te moleste.
ACTOR.— No, ¿cómo crees? Yo de todos modos me
iba a dar un...
BUFO.— Un balazo.
ACTOR.— Un baño. Me iba a matar al baño cuando
llegaste... A meter. Así que si me permites...
JERÓNIMO.— Claro.
BUFO.— Además no tarda en venir Verónica.
ACTOR.— Además no tarda en venir Verónica.
JERÓNIMO.— ¿Quién?
ACTOR.— Verónica. ¿La conoces?
JERÓNIMO.— Se me hace tarde. Luego nos
hablamos.
BUFO.— Anda pues.
ACTOR.— Adiós. Cuídate, si puedes.
Jerónimo
sale de escena. En ese momento se escucha el estruendoso choque de un
automóvil. Gritos y sirenas de ambulancia. Bufo y el Actor se miran
desconcertados. Entra Verónica intempestivamente. Es una mujer joven, pero
viste como una niña. Trae una bolsa de algún almacén.
VERÓNICA.— ¡Puf... vengo muerta! (Cae
fulminada. El Actor y Bufo corren a confortarla. Verónica se levanta
sorpresivamente.) ¡Hay un tráfico...! No tienes una idea. Un tráfico espantoso.
(Siempre al Actor) Pero qué cara. Parece que te hubieran golpeado. Por cierto,
a que ni sabes con quién me acabo de encontrar en el elevador: a tu psiquiatra.
¡Qué tipo! (Bufo le da un vaso de agua) ¡Pero cómo no lo pensé! ¿Acaba de estar
aquí, verdad? Se nota. ¿A qué vino? (Se toma el vaso de agua mientras observa
al Actor) Por eso tienes esa cara... Pero siéntate, mi amor; estás muy pálido.
ACTOR.— ¿Y tú? ¿Cómo has estado tú?
VERÓNICA.— ¡Mira lo que te compré! (Saca un
libro enorme de la bolsa de almacén) Acaban de editarlo. La traducción es una
porquería, pero las ilustraciones son de sueño. Además te dice en veintinueve
lecciones todo lo necesario. Eso sí: debes seguir las instrucciones al pie de
la letra, pero con un pequeño esfuerzo...
ACTOR.— Verónica te estoy hablando. ¡Verónica,
cómo demonios has estado!
VERÓNICA.— Una joya. Incluye recetas de cocina,
crucigramas, el horóscopo al día y un paquete de adivinanzas varias. Pague una
fortuna claro, pero al final...
ACTOR.— ¡Maldita sea, Verónica! ¿¡Me vas a
contestar!? ¿¡Cómo has estado!?
Verónica
deja caer el libro. Bufo lo toma y lo lee plácidamente.
Verónica.—(Conmocionada) ¿Bien? ¿Todo está bien?
ACTOR.—¿Necesitas ayuda?
VERÓNICA.— Soy fuerte.
ACTOR.— ¿Por qué tienes los ojos tristes?
VERÓNICA.— Soy dueña de mis actos.
ACTOR.— Así que ya no eres una niña.
VERÓNICA.— Nunca lo he sido.
Bufo se
sienta en una silla. Saca de una bolsa un paquete enorme de palomitas de maíz y
silenciosamente las consume mientras observa atentamente al público.
ACTOR.— Recuerdas, ayer, cuando estuvimos
solos.
VERÓNICA.— ¿Ayer?... ¿Quién quiere hablar de
eso?
ACTOR.— Yo.
BUFO.— (Anuncia) ¡Soledad! ¡La
película! ¡Véala en su cine favorito!
VERÓNICA.— ¿Ayer?... Estuve sola. Me
compré una paleta de limón en la tienda de la esquina. Ayer me soñé caminando
sola por la calle; y en mi sueño me decían, no sé quién, pero me decían que me
habían visto comprar una paleta de limón en la tienda de la esquina.
BUFO.— ¡Soledad! ¡Una película!, ¡pero qué
película!
ACTOR.— Ayer hacía calor. Me quité la camisa y los
zapatos. Hacía calor y me tomé un vaso de agua.
Bufo los
moja con una regadera. Luego pasea con un paraguas abierto.
VERÓNICA.— Me gusta comprar paletas de limón.
Son frías pero me besan los labios y la lengua. Me gusta sentir el vacío de mi
estómago cuando me siento sola, sentada en cualquier banca
del parque, mirando la gente que pasa.
BUFO.— Conozca la conmovedora historia de
Verónica: simple mortal en busca del Amor. ¿Su mayor fantasía?...
VERÓNICA.— ¿Vendrás? ¿Vendrás a mí, Caballero
de los brazos fuertes?
BUFO.— Ella no sabe que pronto llegará a ella,
a su melancólica soledad: ¡El Hombre!
VERÓNICA.— Un caballero de piel tibia. Hermoso
y fuerte.
ACTOR.— ¿Ayer? Ya casi no me acuerdo. Alguien
decía que tenía que ser valiente como un torero.
BUFO.— Sí, pronto llegaría Jorge. Un Hombre que
le ofrecería todo su amor. Todo el amor que él podía ser capaz de dar.
VERÓNICA.— ¿Vendrás? ¿Vendrás a mí?
ACTOR.— Y me dijeron: Cuando seas grande serás
vigoroso y audaz. Cabalgarás con armadura y una espada. Eso dijeron. Pero no.
Yo no soy azul, nunca lo fui, ni mucho menos príncipe.
BUFO.— Y sucedió. El Hombre y la Mujer se
conocieron. No se la pierda. Soledad. Consulte su cartelera.
BUFO.— (A Verónica) ¿Cómo fue todo? ¿Cómo fue
que nos conocimos?
VERÓNICA.— ¿Sucedió como en el Teatro, como en
el Cine? ¿Verdad que sucedió como en el Cine?
ACTOR.— Sí, algo así... claro.
BUFO.— Por lo menos sucedió en el cine.
ACTOR.— Esa tarde fui al cine.
VERÓNICA.— Esa tarde me fui... al cine.
BUFO.— Fueron al cine.
VERÓNICA.— Me senté en la butaca que yo elegí. Estuve
mirando las caras de la gente y te vi. Tú también habías escogido tu lugar, sin
mucho ruido. Bueno, es una manera de decirlo.
ACTOR.— Estás sugiriendo que fui un
escandaloso.
VERÓNICA.— Lo afirmo. Fuiste escandaloso.
ACTOR.— (Cínico) Fue para llamarte la atención
VERÓNICA.— Debo decir que lo lograste. Nunca vi
la película.
BUFO.— ¡Soledad!
ACTOR.— (Admirado) ¿¡No la viste!?
VERÓNICA.— Tampoco tú.
ACTOR.— Claro que sí... Todavía me acuerdo.
VERÓNICA.— ¡Pero Jorge! ¡Te corrieron del cine!
BUFO.— Por escandaloso.
ACTOR.—¿Sí, verdad? Y tú saliste tras de mí...
clamando.
VERÓNICA.— No seas vanidoso.
ACTOR.— No soy vanidoso, pero saliste tras de
mí... clamando.
VERÓNICA.— No me voy a poner a discutir.
ACTOR.— ¿Y te acuerdas, en la calle?
BUFO.— ¿Les gustan las comedias musicales?
ACTOR.— ¡Las detesto!
VERÓNICA.— En la calle fue como de cuento.
Mejor dicho fue como... Como una...
ACTOR.— ¿¡Una comedia musical!? ¡No, ni se te
ocurra, por favor!
VERÓNICA.— Me acuerdo que yo era Ginger Rogers
y tú... tú eras...
BUFO.— ¿Fred Astaire?
ACTOR.— (A Bufo) ¡Todo lo que quieras menos
Fred Astaire!
VERÓNICA.— Me quitaste las palabras de la
boca... tú eras Fred Astaire.
ACTOR.— Lo dijo... ¡Lo dijo!
Música de
comedia musical. Los personajes ejecutan una comedia musical rosa.
BUFO.— Hola muy buenas piernas.
ACTOR.— ¡Hola! Muy buenas tardes.
VERÓNICA.— ¡Hola! ¡Gusto, mucho!
ACTOR.— ¿Para dónde vas?
BUFO.— ¿Pequeños pliegues en los sitios más
inusitados?
VERÓNICA.— Pasaba por aquí y pues pasaba.
ACTOR.— Yo también iba esperándote, pasando.
¿Te gustó la película?
VERÓNICA.— Sí. Es decir no. No la vi.
ACTOR.— Yo también. Yo tampoco la vi.
BUFO.— Dulces tensiones aliviadas. Húmedas
sensaciones. Olores varios… ¿Te gustaría ir conmigo a donde estemos
solos?
VERÓNICA.— ¿Te puedo hacer una pregunta?
BUFO.— ¿Te gusta el sexo oral?
ACTOR.— Claro, cómo no.
BUFO.— ¿Exactamente ahí, o a un lado?
VERÓNICA.— ¿Cómo dijiste que te llamabas?
ACTOR.— Jorge. Me llamaba Jorge. Soy talentoso
y por supuesto soy actor. Luego te doy mi tarjeta.
VERÓNICA.— Sí bueno, pero en qué trabajas.
BUFO.— ¡Basta! ¡Silencio, por favor silencio!
Cesan
abruptamente música y coreografía. Verónica cae al suelo, fulminada.
ACTOR.— ¿¡Qué pasa!?
BUFO.— Es terrible... pero lo peor sucedió
antes del desayuno, como siempre. Lo peor, ni más ni menos; antes del desayuno.
ACTOR.— ¡Qué! ¿Cuál desayuno?
BUFO.— El de ustedes. Despierta a tu mujer.
Pregúntale si los prefiere revueltos o estrellados.
ACTOR.— ¡Pero si nos acabamos de conocer!
BUFO.— ¿Conocer? ¿Qué no vivieron juntos?
ACTOR.— ¿Vivimos?
BUFO.— ¿Viven?
ACTOR.— ¿Qué?
BUFO.— Sí, eso es lo que digo yo. VIVEN
juntos... por ahora. Muy bien, entonces cómo quieren su desayuno.
ACTOR.— ¡Insistes!
BUFO.— ¡Ajá! Sí.
ACTOR.— Pues lo queremos en la cama, por
favor.
BUFO.— Perdón, ¿cómo dijiste?
ACTOR.— El desayuno en la cama y rapidito por
favor.
BUFO.— ¿Estás soñando?
ACTOR.— (Turbado) ¿¡Qué!?
BUFO.— No importa, no. Veré que puedo hacer por
ti.
BUFO SALE
DE ESCENA.
ACTOR.— ¿Verónica? ¿Duermes, Verónica?
VERÓNICA.— ¿Jorge?
ACTOR.— Sí.
VERÓNICA.— ¿Estás aquí? No te vayas... La vida
es demasiado grande.
ACTOR.— No te preocupes. Yo te voy a cuidar.
VERÓNICA.— (Pausa) Te equivocas, Jorge. No me
gusta que me cuiden. (Se levanta desorientada)
ACTOR.— (Protector) ¿Tienes frío? ¿Quieres que
te preste un suéter?
VERÓNICA.— ¿Un suéter? (El Actor la abraza
dulcemente) ¿Una piel tibia? (Lo aleja) No me toques.
ACTOR.— Eres una niña.
VERÓNICA.— Soy una mujer. (El Actor la abraza
de nuevo. Ella dice fríamente...) Soy fuerte. (Y se aleja hacia el espejo.
Lentamente, cepilla su cabello)
Bufo
entra con una charola vacía.
BUFO.— Dígame, señor. ¿Usted la ama?
ACTOR.— ¿Quiere una respuesta simple?
BUFO.— Quiero una simple respuesta. ¿La ama?
ACTOR.— Sí.
BUFO.— ¿Y ella?
ACTOR.— Verónica es egoísta.
VERÓNICA.— ¿Cómo empezar? Ayer estaba sola y me
dijeron:
¿No quieres venir?
¿Cómo seguir?... Ahí
estaba ese curioso ser, ese chiflado escandaloso. Tenía los ojos vivos y en
cada mano una sorpresa...
Y comencé a querer
amarlo.
ACTOR.— ¿Una decisión?
BUFO.— Un imposible.
VERÓNICA.— Pasó el tiempo y comencé a recordar
ese desear amarlo. Y seguí y me perdí... Y me olvidé. Me confundí conmigo
misma.
Confundí mi voluntad de
amar con el amado mismo. Olvidé tanto que imaginé querer con toda mi verdad al
hombre de los ojos vivos.
Olvidé, pero después lo
supe. Me enteré de mí misma. Estaba enamorada de la imagen que yo misma quise
crear. (Deja de cepillarse, mira impasible al Actor)
BUFO.— No, no, no, no y no. La verdad es más
simple y menos complicada: Verónica es incapaz de dar amor y sobre todo es
incapaz de recibirlo. ¿O tú qué piensas? (Sale presuroso ante la mirada
fulminante del Actor)
ACTOR.— Oye, Vero... ¿No crees que es tiempo de
que tengamos un bebé. Un bebito con mi cara y con tu cara, así... mezcladas.
Sería sensacional, ¿no crees? Con tu cara con mi cara. (Ante la elocuente
mirada de Verónica) No, ¿verdad? No es una idea brillante. No.
VERÓNICA.— (Como si estuviera sola) Jorge es un sordo.
Jorge es un gatito torpe. ¿Y yo? Yo me voy.
ACTOR.— ¿Con quién, Verónica?
VERÓNICA.— Me voy, Jorge; simplemente.
ACTOR.— ¿Buscas un héroe de mil batallas?
VERÓNICA.— Adiós, Jorge
ACTOR.— Un héroe fantástico. Matará al Dragón.
Levantará un castillo para ti.
VERÓNICA.— Eres un idiota. Nunca vas a cambiar.
(Sale furiosa de escena).
ACTOR.— Te construirá una torre y tú en silencio
lo amarás. Lejos de él; mientras conquista el mar, Dragón de tantas olas. Una
historia perfecta para ti, Verónica; para ti, tan sola.
Entra
Bufo-el Globero con gran estrépito. Trae consigo una misteriosa bolsa de papel
estraza de las que se usan para el pan dulce, pero esta vez la bolsa contiene
un globo lleno de agua que apenas se asoma al público.
BUFO.— Le venimos estudiando, le venimos
excitando, le venimos lubricando, le venimos erectando. Le pintamos, le
sacamos, le introducimos, le metemos paso a paso, poco a poco: ¡la singular, la
nunca vista! Lo contiene, lo tranquiliza, lo mediatiza, lo acompaña, no lo deja
solo. Lo pertenece, lo incorpora, lo adhiere, lo pega, lo succiona. Usted no
intenta, no ejecuta, no tiene de qué, no tiene sino qué. Se inercia, se deja,
se hamaca, se alfombra y se algodona. Sin compromiso, sin esfuerzo y sin
maniobras... ¡Llévelo!
ACTOR.— (Emocionadísimo) ¿¡Y cuánto cuesta!?
BUFO.— ¿De veras le interesa?
ACTOR.— ¡Pues sí, pues claro, sumamente!
BUFO.— Por ser para usted...
ACTOR.— ¿¡Sí!?
BUFO.— No. Mejor no. Disculpe a usted no se lo
podemos vender.
ACTOR.— (Indignado) ¿¡Por qué no!?
BUFO.— (Misterioso) Es peligroso. (Lo abraza)
Usted sabe. Usted sabe que no sirve de nada saber y mucho menos criticar. Por
lo menos aquí.
ACTOR.— (Cada vez más indignado) ¿Saber
qué cosa, criticar qué cosa? ¿Y qué quiere decir con aquí?
BUFO.— Criticar, saber. Es inútil. Como el
psicoanálisis.
ACTOR.— ¡Oiga no! ¡A mí nadie me va a venir con
discursos!
BUFO.— Si yo mismo le dije
que aquí no. ¿Qué? ¿Ya se enojó?
ACTOR.— (Se contiene) No, cómo cree.
(Reflexiona) Oiga...
BUFO.— ¿Sí?
ACTOR.— ¿No me podría vender aunque sea
tantito?
BUFO.— Lo siento, señor, pero está prohibido.
Por lo menos durante las horas hábiles.
ACTOR.— (Con la intención de discutirle todo)
¿Y por qué hábiles?
BUFO.— Las de trabajo, Señor. ¿No tenía usted
que irse a trabajar?
ACTOR.— ¡Ay la entrevista!
BUFO.— ¿Entre qué?
ACTOR.— ¡Qué barbaridad, la entrevista!
El Actor
arregla el "departamento" muy de prisa, sin demasiado éxito. Saca al
Globero de escena como si fuera un mueble. Se peina, se arregla y corre hacia
la puerta. En ese momento suena el timbre de su teléfono. Corre hacia donde
está el teléfono, pero antes de responder se detiene en seco: se vuelve a
peinar y muy seguro de sí va hacia la puerta. Entra Bufo-el Globero por primera
vez con globos. El Actor furioso decide contestar el teléfono que parece sonar
cada vez más fuerte. Bufo se mantiene inmóvil en la puerta como si fuera un
vendedor.
ACTOR.— (A Bufo) ¡Qué se le ofrece! (Bufo no
contesta) (Al teléfono) ¡Diga! (Al estático Bufo) ¡No quiero globos! (Agresivo)
¿Me oyó? ¡Que no quiero globos! (Para sí) Nunca me han gustado los globos.
(Corre furioso hacia Bufo quien huye despavorido dejando la puerta abierta)(Al
teléfono) ¡Diga! Disculpe, casi no le oigo. ¿Sí?... ¿Por qué no vuelve a
marcar? ¿Qué cosa?... ¿¡Eres tú, mami!? ¡Mamá, mamita; qué sorpresa! Gracias
por hablar... No me lo digas, ¿no sabes cuántos cumplo?... (Entra Bufo y
coloca sigilosamente decenas de globos por todo el escenario. Bufo,
EXCLUSIVAMENTE PARA LOS OJOS DEL ACTOR, sólo es observable en movimiento, ya
que al congelarse, “mágicamente” se vuelve invisible) ¿Por qué no me hablaste
por cobrar?... No, no exageres, no. Yo nunca te he insultado. Además eso fue el
año pasado... Sí, antes de tu accidente... ¿Cómo?... Sí, mami; muy bien...
¿Publicaron mi foto?... Bueno, será porque soy joven, ¿no crees?... Pues todavía,
sí... ¿En dónde?... ¡Uy, no te imaginas! ¡Todo un éxito! ¡Éxito rotundo,
sí!... De Shakespeare... A Romeo... Que yo hago a Romeo... ¡Claro que
es importante! Ojalá pudieras venir a verla... La obra, sí. Bueno, sí; me
imagino que en tu estado... ¡Que soy qué!... (Bufo se emociona tanto con su
"arreglo global", que deja al descubierto su pequeño truco. El
Actor parece planear una estrategia de ataque) Permíteme un momento, ¿sí,
mami?... No tardo... Sí, ya sé que es larga distancia, pero no tardo... Sí, no
tardo, eh... (Corre como un energúmeno tras de Bufo, pero éste logra escapar.
Cierra la puerta con varias vueltas de llave y muy molesto "continúa"
su conversación telefónica) ¡Diga!... (Iracundo) ¡Muy buenas tardes!... ¡No,
señor; está equivocado!... ¿¡Qué número dice que marcó!?... ¿¡Qué cosa!?... ¡No
señor yo no he recibido ningún anticipo!... ¡Por supuesto que no me apellido
Incháustegui!... ¿¡Cuál contrato!? ¿¡Cuál departamento!? ¿¡Está loco!?... ¡No,
de ninguna manera!... ¿Cómo?... ¡Pues demándeme si puede!... ¿¡Qué!?... Mire,
ni me llamo Romero, ni rento nada, ni... Óigame, no tiene por qué insultarme...
¿Montesco?... Pues usted será el estúpido y no tengo por qué decirle mi
apellido... ¿Quién?... ¿Ah sí? ¡Pues vaya usted mucho a llamarle a su madre!
¿Diga? ¡Bueno! Bueno... (Oscuro. Cuando se prenden las luces el Actor permanece
inmóvil junto al teléfono)(Ausente) ¡Qué barbaridad, la entrevista! (Otra vez
oscuro. Cuando se prenden las luces, el Actor está frente al espejo, se ve
lejano, sin fuerzas) ¡Qué barbaridad, la entrevista!
Se
escucha un blues lento. El Actor se pone lentes oscuros y se sienta tomando
varias poses como si modelara frente a una cámara fotográfica. Al fondo del
escenario vemos el arribo de un elevador que está dentro del departamento-camerino.
Vemos las figuras de los Padres-Reporteros a contraluz detrás de las puertas
translúcidas del artefacto. Se abre el elevador. Los Padres visten como en los
años 40s. Cargan maletas. Ella está embarazada. Al entrar revisan quisquillosamente
el "departamento".
LA MADRE.— ¿Lo rentan con o sin muebles?
ACTOR.— (Turbado) Disculpen...
EL PADRE.— (Mirando al Actor y luego al
departamento) Es horrible.
LA MADRE.— Por supuesto que es horrible, por
eso piden cincuenta mil. (Al Actor) Vimos el anuncio, joven. No tenemos mucho
tiempo para buscar casa... Mire, si usted nos deja los muebles... ¿Qué dice? Le
ofrecemos noventa mil con todo y muebles.
ACTOR.— Señora, parece que hay un error.
EL PADRE.— Hay un grave error. No debimos
venir. Es horrible. (Sigue mirando al Actor) Con o sin muebles es horrible.
ACTOR.— (Al Padre) Déjeme explicarle.
EL PADRE.— No se esfuerce, joven. Buscamos algo
mejor. Tenemos prisa, pero buscamos algo mejor. (A la Madre) Vámonos.
LA MADRE.— (Al Padre) No, Jorge, mira... está
bien. Quitamos algunos muebles, pintamos, alfombramos y con algunas plantas...
EL PADRE.— ¿No bromeas?
LA MADRE.— (Al Actor) Le ofrezco cuarenta mil.
Sin muebles claro. ¿Mañana mismo puede usted desocupar?
EL PADRE.— No le quites su tiempo al joven.
(Mira al Actor, luego al departamento) Es horrible. Definitivamente horrible.
Muchas gracias, joven. No sufra. No le faltará quién.
LA MADRE.— (Al Padre) ¿!Ya decidiste!?
EL PADRE.— (Concluyente) ¡Es horrible...!
LA MADRE.— (Convencida) Muy bonito su
departamento, joven; pero buscamos algo mejor. No se desespere, no le faltará
quién.
EL PADRE.— Buenas tardes.
LA MADRE.— Compermiso.
El Actor
parece acompañarlos a la puerta del elevador, pero repentinamente los Padres lo
hacen pasar adelante y lo empujan dentro. Confirman que el elevador está en
otro piso y se adueñan del departamento. La luz cambia rotundamente: parece un
día soleado, perfecto para un día de campo. La Madre extiende un mantel sobre
el piso y lleva a cabo todos los preparativos para un curioso picnic. Vemos
descender al Actor asido a una cuerda. Él, recorrerá durante esta escena, desde
el momento de su nacimiento hasta la edad que tiene al comienzo de la obra.
LA MADRE.— (De su vientre surge una pelota roja
brillante. Ambos padres se relacionan con ella o con el Actor, como si
fuera una sola entidad) Míralo, Jorge. Es tu hijo.
EL PADRE.— Así que hoy es el cumpleaños de este
desgraciado. ¿Y cuántos cumple, eh?
LA MADRE.— (Hace cuentas sin gran éxito) Déjame
pensar... en mil novecientos...cinc.. no en mil nov...
EL PADRE.— Qué manera de cambiar... ¿Así fue
como lo dejamos? Brazos largos, manos, ombligo en su lugar... Más o menos
alto... ¿Y en qué trabaja?
LA MADRE.— Es actor, Jorge... Creo que salió en
una obra de... de Cervantes sí... Salió en el periódico.
EL PADRE.— ¿Y de qué salía?
LA MADRE.— De Romeo, creo... Pero míralo, mira
qué delgado está. Y esa cara. Seguro padece insomnio, como tú, Jorge; como
tú... estoy segura.
EL PADRE.— Exageras. Es un poco delgado... pues
porque es delgado y no por otra cosa.
ACTOR.— Mamá, querida mamá. Mamá, papá. Papá,
mamá. ¿Mamá? ¿Papá?
LA MADRE.— Es evidente.
EL PADRE.— No tanto.
ACTOR.— Mamá, estoy sentado en tu vientre; todo
es calmado y tibio. Dile a papá que estoy bien. Todo es burbuja y rojo. Escucho
un pequeño tam tam, burbuja y rojo... Tam tam, tam tam...
A partir
de este momento los Padres ejecutan un juego entre infantil y sexual. El Actor
se convierte en un elemento obstaculizador de la situación, pero al que no
dejan de tomar en cuenta; no sin enfado, no sin resignación.
EL PADRE.— (Como una clave secreta para iniciar
el rito amoroso—sexual) Veinticinco cincuenta, la número veintiséis.
LA MADRE.— Con una, con dos, con tres: te saco
la vuelta y de dejo de a seis.
ACTOR.— Papá, querido papá. ¿Por qué todo es
como es, por qué no puede ser de otro modo?... ¡Mamá!
LA MADRE.— (Acude brevemente al llamado de su
hijo) Corre, vuela, salta. A ver si no te asaltan, a ver si no te matas.
EL PADRE.— (Protestando por la intromisión del
"pequeño") ¡Fuera y pido, que se vaya el demonio, que se vaya si
vino. (Besa intensamente a la Madre).
ACTOR.— Estoy en el agua, papá. No te vayas tan
pronto, ¡mira qué bien sé nadar! ¡Como un pescado, mamá! ¿Lo estoy haciendo
bien? (Se aferra de las piernas de sus padres).
EL PADRE.— (Molesto, arroja al
"pequeño" de una sonora patada en el trasero) Pido cielo y tierra...
(Luego, le da "consejos") Corre por encima, corre por abajo, frena
para atrás, sube la escalera, salta para abajo, ahora no des brincos, quédate
sentado... ¡Salta! ¡Salta!!! (El Actor, confundido ante las órdenes de su papá,
da un enorme salto y se queda inmóvil en el suelo) Eso es.
LA MADRE.— (Aparentemente lo consuela. Lo cubre
con el mantel) Con una, con dos con tres. Si te atrapo tú te duermes; si te
alcanzo no te suelto y te convenzo.
ACTOR.— (Al Padre, al ver que éste toma sus
maletas y se intenta marchar) ¿Te vas otra vez, papá? ¡Que tengas buen viaje,
que te diviertas!
LA MADRE.— (Deja al "niño" y alcanza
al Padre) Por aquí pasó Colón y mejor tomó un avión. (Realizan un
"viaje" por el escenario)
ACTOR.— (Juega a solas) Una, dos y tres... Dos
pasitos, dos. Muy bien. ¿Lo estoy haciendo bien? No, tú no. Tú menos. Tú
tampoco. Uno, dos, y tres. Dos para dos son tres, dos y tres son seis. ¿Lo
estoy haciendo bien? No, tú no. Tú menos. Tú tampoco.
LOS
PADRES REGRESAN DEL "VIAJE"
LA MADRE.— (Al Actor) A ver, a ver. Una
sonrisita, dos, tres sonrisitas.
EL PADRE.— Ríete desgraciado. A ver
sonrisita... Sonrisita... Te voy a romper los dientes.
LA MADRE.— ("Cariñosa") ¿De qué te
ríes imbecilito. A ver sonrisita, así, así. ¡Pero qué taradito, qué tontito!
(La Madre cesa el juego con el Actor, coquetea al Padre con otra falsa
adivinanza iniciando una vez más el coqueteo—rechazo) ¿Corre, se ahueca, salta
y viene para afuera?...
EL PADRE.— ¿Quieres que te conteste al revés?
(Vuelven a perseguirse, finalmente levantan el mantel y continúan el juego
sexual en un cama instantánea y vertical —el mantel— que solamente deja ver las
caras de los padres).
ACTOR.— Estoy volando, respiro. Vuelo y me
elevo cuando quiero. ("Se mete a la cama" con sus padres) ¿Estás
dormido, papá? ¿Hoy no me vas a pegar? ¿Tú tampoco, mamá? (Sale de la cama)
¡Mis papás no pegan, mis papás no me pegan. ¿Entonces por qué me duele, por qué
me duele tanto?
Los
Padres dejan la sábana y ponen total atención al Actor.
EL PADRE.— ¡Cómo que te duele... y por qué te
duele! ¡Explícate!
LA MADRE.— Déjalo, Jorge. Déjalo que se
acostumbre, que se acostumbre.
EL PADRE.— ¿Y luego que nos eche la culpa? ¡Eso
sí que no!
LA MADRE.— (Asombrada) ¿La culpa?... ¿La culpa
de qué?
ACTOR.— (Su Padre, cariñosamente brusco,
conduce al Actor al espejo, y cariñosamente brusco le quita la camisa y le lava
las orejas) Tengo la nariz de mi madre y las orejas de mi tío. Tengo las cejas
de mi abuelo, el cuello de mi papá... Los hombros y los pies son míos.
LA MADRE.— (Conmovida) Míralo, Jorge; ¡es tu
hijo!
EL PADRE.— (Refunfuñón) Y el tuyo también.
LA MADRE.— (Emocionada) ¡Soy madre!
EL PADRE.— ¿Y qué con eso? Yo también lo digo:
¡Soy el padre! ¿Y qué?
LA MADRE.— No es lo mismo, no es igual.
EL PADRE.— (Arrojando al "niño" fuera
de la discusión) ¿¡Quién dice!?
LA MADRE.— ¡No fastidies!
ACTOR.— (Repentinamente recobra su edad
auténtica) Buenas tardes.
LOS PADRES.— (Ninguno de los dos dispuesto a
hacer las paces) ¡Muy buenas tardes!
ACTOR.— ¿Ustedes son mis padres?
EL PADRE.— ¡Todo parece indicarlo, sí!
LA MADRE.— ¡Parece que no existe la menor duda,
no!
ACTOR.— ¿Dónde aprendieron a mentir? ¡Ustedes son
demasiado jóvenes!
EL PADRE.— (A la madre. Conciliatorio a
regañadientes) ¿Se lo dices tú?... O mejor ya no le decimos nada.
ACTOR.— Además mis padres están muertos, hace
mucho tiempo que murieron... ¿A quién quieren engañar?
LA MADRE.— (Al Padre) Es nuestra última
oportunidad... (Al Actor) Pablito, hijo. Tu padre y yo tenemos una sorpresa
para ti.
ACTOR.— (Nuevamente infantil) ¿En serio?
EL PADRE.— De verdad, de verdad... Sí, Pablito.
Tu mami y yo nos vamos de viaje.
LA MADRE.— (Dulce) Se trata de un viaje muy
largo, sí... Muy, muy largo.
EL PADRE.— Pero tú no debes angustiarte, Jorge.
Te vas a equivocar algunas veces, pero al final llegarás a la meta que todos
anhelamos.
LA MADRE.— Si necesitas algo no se te ocurra pensar
en nosotros.
EL PADRE.— De todos modos pórtate… como puedas.
ACTOR.— (Se despide, cariñoso) Gracias,
señores. Gracias por todo. Me dio mucho gusto conocerlos, que tengan buen
viaje... (Los Padres se marchan con todo y elevador) Que se diviertan...
(Reflexiona) ¿Gracias? (Y se encoge de hombros).
El Actor
muy contento pone música; de pronto el sonido empieza a fallar y se escuchan
mezcladas: una sirena de alarma y alguna música que recuerde a las caricaturas
de la Warner Brothers. Entra Bufo bailando muy graciosamente, disfrazado de
Bugs Bunny en una de sus caracterizaciones femeninas. El Actor juega a
perseguirlo como si fuera el iracundo Sam Bigotes...
BUFO.— Ven noche; ven, Romeo. Tú que eres el
día en medio de esta noche. Tú que en las tinieblas eres un copo de nieve sobre
las alas negras del cuervo. Ven noche amiga de la locura y tráeme a mi Romeo...
Bueno va más o menos así. ¿Qué opinas? ¿Te gusta el disfraz que escogí para tu
fiesta? Lo he titulado: Julieta Capuleto se niega a salir a su balcón. ¿Cómo
ves?
ACTOR.— ¿Quién te dijo que eres mi invitado?
¡Por qué no me dejas en paz!
BUFO.— De acuerdo, no seré más Julieta. Mira
muy bien y dime ahora lo que ves.
Se quita
el Disfraz de Julieta y queda casi desnudo, con un enorme y cómico pañal.
ACTOR.— Déjame adivinar... parece algo así como
un... Como el disfraz de... ¿Un bebé?
BUFO.— Exacto. ¿Y si me quito el pañal?
Vamos a ver qué pasa.
ACTOR.— ¡No! Mejor no. No te nos vayas a
resfriar.
BUFO.— Siempre es mejor estar cubiertos,
¿verdad?
ACTOR.— Por favor...
BUFO.— Siempre disfrazados, es lo mejor.
ACTOR.— Yo no dije eso.
BUFO.— ¿Cuál es el mejor disfraz que existe?
ACTOR.— ¿Para una fiesta? Pues, el de...
BUFO.— No sólo para una fiesta... ¿Un disfraz
para cualquier ocasión? ¿O para cualquier ocasión un disfraz? ¿Tú qué
prefieres?
ACTOR.— Pues yo... no sé.
BUFO.— ¿O no prefieres ninguno? ¿Ningún disfraz
para ninguna ocasión?
ACTOR.— Sí, supongo que eso es mejor.
BUFO.— Claro, de acuerdo. Me voy a quitar el
mío. (Se lo intenta quitar).
ACTOR.— ¡Nooo!
BUFO.— En qué quedamos... ¿te molesta ver a un
niño sin pañal?
ACTOR.— Tú no eres precisamente un niño.
BUFO.— ¿No? Entonces qué soy... ¿Un gnomo?
ACTOR.— Pues si me pides mi opinión, te diré
que eres un... Eres un... ¡un inmaduro!
BUFO.— Pues claro que lo soy. Soy la parte más
inmadura de... ¿De quién?... ¿De Jorge, verdad? Pues sí, ser adulto quita mucho
tiempo. En todo caso para eso de los adulterios y adulteces estás tú. Y el
hecho de que lo seas, no significa que no lo seas.
ACTOR.— ¿De qué me hablas?
BUFO.— Tú eres el adulto.
ACTOR.— ¿Yo? Soy demasiado joven.
BUFO.— ¿Te parece? Pues aunque estés vestido
así, eres un adulto. Un poco extravagante, como los niños. Pero eres un
adulto.
ACTOR.— Sí, supongo que sí.
BUFO.— Pero no te preocupes, eso no significa
que no puedas jugar. Se tratará de un juego más difícil, porque es un juego en
serio. El juego, si tú quieres, seguirá siendo más importante que las reglas.
ACTOR.— ¿No todos los adultos juegan?
BUFO.— No todos. Algunos viven demasiado
ocupados en mantener el único disfraz que se han permitido escoger. Profesores,
enfermeras, diputados… Otros se divierten con miles y miles de disfraces,
porque saben que son sólo eso... ¿Te lo digo? Disfraces.
ACTOR.— ¿Y siempre escogemos uno?
BUFO.— Uno o varios. No importa. Lo que sería
interesante es conocer al que está desnudo, debajo de cualquier disfraz. Déjame
enseñarte. (Se intenta quitar una vez más su "disfraz").
ACTOR.— ¡Que no!
BUFO.— (Discursivo) ¿Lo ves? Cuando uno quiere
ser auténtico no lo dejan. Cuando uno quiere expresarse sin perder la forma, la
más pura. No la que otros dicen que es mejor o indispensable...
ACTOR.— Oiga, Profesor; ¿no le parece a usted
que fueron ya muchos discursos?
BUFO.— ¿Quién te dijo que era Profesor, En todo
caso sería tu Institutriz, pues soy Julieta, Julieta Capuleto nada menos...
(Intenta ponerse su disfraz de Julieta) ¿Divino mi disfraz, no crees?
ACTOR.— (Lo lleva hacia la puerta) En eso se
equivoca, querida Institutriz. Yo ya le dije que nunca la invité.
BUFO.— Eso no tiene la menor importancia, yo
estoy aquí cuando es preciso... ¿No lo habías notado?
ACTOR.— ¡Fuera!
BUFO.— No te enojes, mira nada más con qué cara
vas a recibir a tus invitados...
ACTOR.— ¡¿Cómo, ya!?
BUFO.— Asómate por la ventana.
El sonido
de la sirena es ahora intensísimo y se liga inmediatamente después con una
marcha nupcial distorsionada. Bufo desaparece de la escena al mismo tiempo que
una ventana desciende sobre el foro; el Actor se asoma por ella y saluda con
gestos efusivos. Vemos venir por algún lado a Verónica y Jerónimo
"disfrazados" de recién casados.
ACTOR.— ¡Aquí es!
La
Novia (Verónica), montada en los hombros de Jerónimo viene arrastrando un
enorme velo que surge de su cabeza y termina varios metros atrás en las manos
del apurado Bufo. El Actor coloca la puerta-espejo en el piso y espera
sonriente a que los invitados pasen por ella. Finalmente los Novios se
instalan en la escena ignorando profundamente al Actor, quien a pesar de todo se
acerca encantador a recibirlos. Todos se congelan en una composición nupcial, y
de ese grupo sale Bufo y les toma una foto. Luego saca otra fotografía del
público y habla alternativamente al público y a los otros personajes.
BUFO.— ¡Sonrían, por favor sonrían! No es
obligatorio pero sonreír es tal vez el único remedio... a veces. ¡Bienvenidos!
Podría decir que me alegra su presencia esta noche, pero no importa. Espero que
gocen, disfruten y hagan su mejor esfuerzo. ¡Esta es la fiesta de los disfraces!... ¡Bienvenidos!
Toma otra fotografía y todos se descongelan.
ACTOR.— (A la pareja) ¿Pero por qué no me
avisaron? ¿Cuándo sucedió?
VERÓNICA.—(En éxtasis) Un acontecimiento
naturalmente. Los invitados, la música, los crisantemos... Todo en su lugar, su
sitio. Como es costumbre, como es natural.
BUFO.— Y como es natural en estos casos, la
pregunta final se escuchó por el micro: (Sacerdotal) ¿Aceptan unir sus vidas
por los siglos, y los siglos, y los siglos... posibles? ¿Aceptan, sí?
LA PAREJA.— ¡Sí!
BUFO.— Así sea pues. Entonces... los declaro.
¡Bésense!
La pareja
se besa.
ACTOR.— ¡Pero qué desconsiderados!
LA PAREJA.— ¿Qué qué?
ACTOR.— ¿Por qué no me avisaron?
JERÓNIMO.— (Molesto) ¡No teníamos tu dirección!
VERÓNICA.— (Hostil) ¡Ni tu número de teléfono!
JERÓNIMO.— ¡Nos dijeron que estabas enojado con
nosotros!
VERÓNICA.— ¡Que te habías ido de viaje!
JERÓNIMO.— ¡Que te habías sorrajado un tiro en
la cabeza!
VERÓNICA.— ¡Que te habías cortado las venas!
LA PAREJA.— ¡Nos dijeron que estabas muerto!
Oscuro.
Cuando las luces se prenden de nuevo luces, el Actor coloca la puerta-espejo
enfrente de los Novios, quienes la atraviesan encantadores. Ambiente de alegría
y encanto social.
BUFO.— ¡Comenzamos!
ACTOR.— (Feliz) ¡Pero qué alegría me da, qué
bueno que vinieron! ¡No saben, no saben qué alegría me da! ¿Qué quieren tomar?
¿No será lo de siempre, verdad?
BUFO.— Porque lo de siempre se acabó.
JERÓNIMO.— (Abraza y besa al Actor) ¡Jorge,
felicidades! ¡No has cambiado nada!
VERÓNICA.— (También lo abraza y besa) Estás
igualito, igual que siempre... ¡Felicidades!
ACTOR.— (Vuelve a abrazar y besar a sus
invitados) ¡Verónica, gracias de veras! ¡Jerónimo, gracias Maestro! ¡Gracias
por venir a mi fiesta de cumpleaños!
JERÓNIMO.— (Asombrado) ¿Es su cumpleaños?
VERÓNICA.— (Confundida) ...Yo no sabía.
ACTOR.— No
importa, no. De todas formas mi cumpleaños ya pasó, porque hoy es
(Consulta su teléfono para ver la fecha) lunes y mi cumpleaños fue ayer
domingo.
JERÓNIMO.— No, no, no. Te equivocas, Jorge. Hoy
es martes.
ACTOR.— No, Jerónimo... Estoy hablando
estrictamente como a ti te gusta. Ya son más de las doce de la noche.
Hoy es lunes y mañana martes.
BUFO.— Hablando estrictamente, claro. Hoy es
lunes, hace unos minutos fue domingo.
JERÓNIMO.— Hoy es martes.
VERÓNICA.— ¡Ay, Jerónimo! ¿No sabes en qué día
vives? Si Jorge te lo acaba de decir... Hoy es lunes.
JERÓNIMO.— No, no. Hoy es martes, claro que es
martes...
TODOS.— No, no y no.
JERÓNIMO.— ¿Entonces qué día es hoy según ustedes?
VERÓNICA.— ¿Por qué preguntas?
ACTOR.— Sí, ¿por qué lo haces?
BUFO.— ¿Por qué?
JERÓNIMO.— ¡Bueno, ya!... ¿Simple curiosidad?
VERÓNICA.— Pues déjame decirte que eres un
tonto, Jerónimo. Hoy es un lunes como cualquier otro.
JERÓNIMO.— ¿Estás loca? Ayer fue lunes. El
domingo por la noche fue la boda, acuérdate. Y en la noche siguiente, es decir
la del lunes, o sea ayer, nos fuimos de Luna de Miel. Lógicamente hoy es
martes.
BUFO.— ¡Qué romántico! Así que enamorados.
VERÓNICA.— En-Amor-a-Dos, sí.
ACTOR.— ¿De Luna de Miel? Pero y entonces...
¿qué hacen aquí?
VERÓNICA.— Sí, Jorge... nos fuimos al Viejo
Mundo... (A Jerónimo) ¡Como tú dices!
JERÓNIMO.— ¡Yo nunca he dicho eso!
VERÓNICA.— ¡Cómo fastidias!
JERÓNIMO.— ¡Cómo te adoro!
VERÓNICA.— ¡Imbécil!... (Al Actor) Así es, Jorge.
Nos fuimos en avión y todo... Yo siempre sugerí el barco... Por lo seguro,
claro... Pero bueno, nos fuimos en avión. Según esto sin escalas; ¿verdad,
Jerónimo? Pero ya ves, tuvimos una escala fatalmente forzosa... (Como rotunda
conclusión) Bueno entonces hoy es martes.
JERÓNIMO.— (Cariñoso) ¿Lo ves, Jorge?
¡Antier domingo fue tu cumpleaños! ¡Déjame darte un abrazo! ¡Felicidades! (Se
aleja y baila con Verónica.)
ACTOR.— ¡¿Gracias!?
BUFO.— (Abraza al Actor) Lo siento mucho.
JERÓNIMO.— ¡Que bailen los novios, que bailen
los novios!
Se
escucha el sonido de un avión en pleno vuelo. El Actor se ve envuelto junto con
bufo en el enorme velo de la novia. Repentinamente la pareja deja de bailar y
se queda mirando al público, sonriendo extrañamente.
VERÓNICA.— (De reojo mira cómplice a Jerónimo)
Es una pena, Jorge, pero tenemos prisa, muchísima prisa.
JERÓNIMO.— Sí; ya nos vamos, Jorge.
ACTOR.— ¡No puede ser, pero si acabamos de
empezar!
BUFO.— ¡Y no se trata del principio, no!
VERÓNICA.- Mira, Jorge; no te ofendas, pero nos
invitaron a una fiesta.
ACTOR.— (Se convulsiona de risa y cae al suelo)
¿Qué? ¡No es posible! ¡No puede ser cierto! (Cae desmayado).
VERÓNICA.— ¿Por qué lo dudas? Nos invitaron a
una fiesta de disfraces en casa de Jorge.
JERÓNIMO.— ¿Te acuerdas de Jorge? ¡El actor!
¿Te acuerdas, Jorge!
LA PAREJA.— ¡Jorge! ¡Jorge!! ¡JORGE!!!
Suena insistentemente el teléfono. Cambia la
iluminación y vemos, por lo menos en ambiente, la casa de Verónica y
Jerónimo justo en el momento en que hacen los últimos preparativos para ir a su
boda.
BUFO.— (Le entrega un teléfono a Verónica) Es
para usted.
VERÓNICA.— (Lo sujeta sin decidirse a
contestar) ¡Acaba de suceder algo espantoso, estoy segura!
JERÓNIMO.— Te van a colgar si no contestas.
VERÓNICA.— Esto ya lo había vivido. ¡Es
horrible, alguien se acaba de morir!
JERÓNIMO.— Lo has de haber soñado, déjame
contestar a mí.
VERÓNICA.— (Turbada, contenida) ¡Jerónimo!
JERÓNIMO.— (Con miedo, pero emocionado por
tener miedo) Qué...
VERÓNICA.— ¡Es un aviso!
JERÓNIMO.— ¿Sí?
VERÓNICA.— Un hombre se mira en el espejo.
Tiene en la mano un… una… un…
JERÓNIMO.— (Emocionadísimo) ¡Una pistola!
VERÓNICA.— Sí... una visión: el hombre apunta
hacia su imagen; y en un instante... un grito seco y sin que nadie se
interponga llega... la Muerte.
BUFO.— (Le quita el teléfono a Verónica y se lo
da a Jerónimo) ¿Es para usted, o para usted?
JERÓNIMO.— ¿La Muerte?
BUFO.— Si no le contestan se va a enojar.
VERÓNICA.— (Vuelve a tomar el teléfono) ¿Quién
habla?
BUFO.— (Saca un teléfono de algún bolsillo de
su vestuario) ¿Adivina quién?
VERÓNICA.— No estoy para bromas. ¿Quién es
usted?
JERÓNIMO.— ¿¡Qué pasó!?
BUFO.— ¿Hace ya mucho tiempo, Verónica? ¿Cómo
está Jerónimo? ¿Todavía no adivinas?
VERÓNICA.— Es posible... ¿Cómo has estado?
JERÓNIMO.— ¿Quién es?
BUFO.— Espero no ser inoportuno.
VERÓNICA.— ¿Una fiesta?
BUFO.— Hoy en la noche, dile también a...
Verónimo.
VERÓNICA.— (A Jerónimo) Te hablan.
JERÓNIMO.— ¿Quién se murió?
VERÓNICA.— No seas idiota, te habla Jorge.
JERÓNIMO.— ¿Cuál Jorge?
VERÓNICA.— ¿Cuál crees?
JERÓNIMO.— ¿¡Jorge!? ¡No puede ser... Si Jorge
está bien muerto!
VERÓNICA.— Pues dice que nos invita a su casa
hoy en la noche; precisamente hoy.
JERÓNIMO.— ¿¡Hoy!? No podemos.
VERÓNICA.— Claro que no podemos... ¿Y si lo
invitamos nosotros?
JERÓNIMO.— ¿Y si nos arruina la boda? Ya sabes
cómo es Jorge; es capaz de subirse al púlpito y oficiar misa.
VERÓNICA.— Mejor lo invitamos al brindis... O
ya sé, mejor no le decimos nada: después de todo Jorge fue nuestro mejor amigo.
JERÓNIMO.— Es una lástima que se haya... Que
haya cometido esa estupidez.
VERÓNICA.— Fue de muy mal gusto. Mejor
cuélgale.
JERÓNIMO.— Sí.
Oscuro.
Cuando la luz se enciende vemos la figura de un enorme avión con puerta y
ventanillas practicables. Bufo espera junto a la puerta para recibir los
boletos. Verónica y Jerónimo, entre besos, arrumacos y maletas; se disponen a
abordar la nave. El Actor despierta, y muy alegre va con los novios y dice...
ACTOR.— Oigan, les gusta mi disfraz... (La
pareja "entra" al "avión") ¡Oigan!
BUFO.— No los molestes, ¿no ves que están de
Luna de Miel?
ACTOR.— ¿¡Me dejas en paz!? (Jerónimo y
Verónica se asoman por sendas ventanillas) Oigan, ¿les gusta mi disfraz? Es muy
bonito.
VERÓNICA.— Sí, Jorge... muy original. Yo
siempre quise uno así.
JERÓNIMO.— ¿Por qué no te vas a jugar un rato?
BUFO.— Te lo dije.
Se
escucha el sonido del avión que despega. Bufo se instala en una de las
ventanillas. La Pareja se manda besos desde cada ventanilla. El Actor juega
como un niño con un avión a escala.
JERÓNIMO.— ¿Ya viste a Jorge, Vero?... Yo
siempre supe que llegaría el día en que... pobrecito.
JERÓNIMO.— Sí. Jamás imaginé que Jorge llegara
al extremo de... quitarse la vida. Todavía no lo puedo aceptar.
BUFO.— ¡No...! Se quitó la vida el bárbaro, qué
tal.
JERÓNIMO.— Pero por supuesto. Todo el mundo lo
sabe. Se suicidó, ¿no Vero?
VERÓNICA.— Pero por supuesto que se suicidó. ¿O
no?
BUFO.— ¿Entonces qué, o qué? ¿O qué o qué?
JERÓNIMO.— Yo digo que... Que sí, ¿no?
VERÓNICA.— Ay pues ya no lo tengo claro... ¿Por
qué no le preguntamos? ¿O mejor no?
JERÓNIMO.— Oye, Jorge...
VERÓNICA.— ¡Jorge!
TODOS.— ¡JORGE!
OSCURO.
LUEGO, ÚNICAMENTE UN CENITAL SOBRE EL ACTOR.
ACTOR.— ¿Jorge? El otro día estuve hablando con
él y me dijo que yo estaba muerto, que me había dado un tiro. Por eso fue que
le dije: te equivocas, Jorge; yo no estoy muerto. Solamente imaginé, una mera
fantasía por supuesto, que si yo me intentaba suicidar... ellos, los demás,
pensarían que yo estaba muerto. Y lo intenté y me imaginé que ellos pensaban
que estaba muerto. No era verdad, no. Yo no morí, pero ellos lo pensaron. Lo
cierto, Jorge, es que ellos sí que se murieron. Se fueron al Viejo Mundo... ¿O
al Otro Mundo se dice? Pues no lo sé del todo, Jorge... te juro que ya no sé si
lo pensé o es cierto... ¿Sí se murieron? ¿Eh, Jorge? Se fueron lejos de este
mundo. O... ¿cómo se dice? ¿Viejo u otro?... Mundo sí, pero ya no sé, ya no sé
nada, Jorge.
El foro
se ilumina. Verónica, Jerónimo y Bufo rodean al Actor. El avión ha salido de
escena.
VERÓNICA.— Al Otro Mundo, Jorge... Un
accidente, oh sí. ¿Pero no me digas que no sabías?
ACTOR.— No, no mucho.
VERÓNICA.— Fue espantoso, ya te podrás
imaginar.
ACTOR.— ¿Espantoso, no?
BUFO.— Espantoso, sí... supongo.
JERÓNIMO.— Una falla mecánica; como a diez mil
pies de altura. ¿Se llaman pies, no Vero?
VERÓNICA.— ¿Los pies?
JERÓNIMO.— En fin... con decirte, Jorge, que a
pesar del cinturón de seguridad, y de los consejos de la Torre de Control al
Capitán, y de los consejos de la Azafata al Capitán, al Copiloto y a los
pasajeros... A pesar de todos los consejos que todos nos dábamos unos a
otros... pues cataplum, a pesar de todo: el avión se vino abajo. !Paf!
VERÓNICA.—¿Pero en qué mundo vives Jorge, si todo el
mundo lo sabe... salió en el periódico.
BUFO.— Es que él no compra el periódico.
ACTOR.— Por qué no te callas y sirves la
cena... ¿Se van a quedar a cenar, verdad?
BUFO.— ¿Qué desean ordenar los señores?
VERÓNICA.— ¡Un aperitivo, por favor!
JERÓNIMO.— ¡Que sean dos!
BUFO.— Salen dos aperitivos Luna de Miel... Y
tú, ¿qué vas a tomar?
ACTOR.— ¿Cómo que tú? De usted, por favor...
ponga la mesa y tráigame...
BUFO.— No me lo digas... ¡Otro aperitivo!
¡Perdón!... ¡Un aperitivo De Usted Por Favor! ¡Sale!
El Actor
y sus invitados permanecen de pie y se quedan viendo al piso, al
"techo", o a donde puedan; tensos, por el repentino silencio.
JERÓNIMO.— (Rompiendo el silencio) Verónica,
¿sabías que Jorge y yo nos conocemos desde que éramos (señala con sus
dedos a una altura pequeñísima) ¿así...? Amigos de la infancia, sí... ¿Sí lo
sabías?
VERÓNICA.— ¿Tú que crees?
JERÓNIMO.— ¿Ya te lo había dicho?
BUFO.— (Entra con la mesa y la cena, los demás
personajes se sientan en cuclillas alrededor) Se lo dijo Jorge.
ACTOR.— Yo se lo dije.
VERÓNICA.— Él me lo dijo.
BUFO.— Vaya preguntas, Jerónimo... Jorge y
Verónica vivieron juntos.
JERÓNIMO.— Claro.
ACTOR.— Hace ya mucho tiempo; ¿verdad,
Verónica?
VERÓNICA.— (Habla como si el Actor estuviera
ausente, pero viéndolo fijamente a los ojos) Pobre Jorge... me acuerdo muy bien
de su mirada: lejana, ausente, obsesiva...
BUFO.— (Mientras sirve una cena insólita) Y fue
entonces cuando usted comenzó a notar esa curiosa actitud; ese tipo de
costumbres... ¿Cómo, cómo calificarlas?
VERÓNICA.— ¿Insólitas?
JERÓNIMO.— ¿Extravagantes?
VERÓNICA.— ¡Muy inauditas!
JERÓNIMO.— ¡Inadmisibles!
ACTOR.— In... Innn...
VERÓNICA.— Una curiosa actitud. Los psicoanalistas se
aburrieron, su psiquiatra cambió de vocación... (Haciéndole caso de repente)
¿Te acuerdas, Jorge? Creo que se dedicó a vender Biblias de casa en casa. Una
vez nos quiso vender una. Todo el mundo se cansó, menos Jorge... Oye Jorge,
pero entonces por qué fue eso...
ACTOR.— ¿Eso cuál, Vero?
VERÓNICA.— Eso... lo del suicidio. ¿Te
suicidaste, no?
ACTOR.— Ay, Vero... lo has de haber soñado.
JERÓNIMO.— No, Jorge... Si yo también lo
supe... te sorrajaste un tiro.
ACTOR.— (Turbado) Lo han de haber soñado, estoy
seguro.
JERÓNIMO.— Claro.
SILENCIO.
VERÓNICA.— Y...
JERÓNIMO.— Y...
VERÓNICA.— ¿Sigues en el Teatro, Jorge?
ACTOR.— Sí, claro; a ver si me van a ver. Ya
son las últimas funciones.
VERÓNICA.— Pero si ya conocemos la obra, Jorge:
¿Romeo y Julieta, no? Acuérdate que me prestaste el libro.
ACTOR.— ¿El libro, Verónica? No es lo mismo.
JERÓNIMO.— ¿Cuál es la diferencia?
OSCURO.
LUEGO, VEMOS SÓLO AL ACTOR EN UN COLUMPIO.
ACTOR.— De vez en cuando me despierto sin saber
qué pasa, y me levanto y me baño y desayuno. De vez en cuando me tomo un café;
lentamente, y pienso y me confundo y sigo sin saber... No sé muy bien si lo que
vivo es invención, o es sueño, o es recuerdo. A veces la vida pasa mientras
tomo café, lentamente... En un deseo, en un recuerdo, en un ir y venir de la
invención. A veces pienso que la vida es eso: un ir y venir de los deseos, un
ir y venir de los recuerdos... Pero en un instante todo se confunde y me
descubro asombrado, simplemente tomando café, sin más. Descubro que soy yo; que
estoy viviendo. Mirando una taza de café. (Se baja del columpio y lo mira
desaparecer).
Luz.
Entra Bufo arrojando serpentinas y confeti a los invitados.
BUFO.— ¿Alguien dijo café? Tenemos café o
postre, ¿qué prefieren?
VERÓNICA.— Yo creo que mejor nos vamos.
BUFO.— ¿Ya se van?
JERÓNIMO.— Sí, mañana tenemos que levantarnos
temprano.
ACTOR.— ¿Mañana? Pero si ustedes están... Yo
pensé que ustedes se habían...
VERÓNICA.— Muerto, Jorge, se dice muerto. Yo
nunca pensé que fuera tan difícil.
JERÓNIMO.— Dificilísimo. No te imaginas todo lo
que nos queda por hacer: trámites y trámites y más trámites.
VERÓNICA.— (Fastidiada) Adiós, Jorge me dio
mucho gusto saber que estás bien.
ACTOR.— Gracias por venir.
JERÓNIMO.— Ojalá pudiéramos volver a visitarte.
VERÓNICA.— Lástima que eso sea imposible.
BUFO.— Oigan, y no lo van a felicitar.
LA PAREJA.— ¡Otra vez!
BUFO.— Bueno, pero no le han dado su regalo.
JERÓNIMO.— No se supone que sea obligatorio.
Además su cumpleaños fue... ¿el martes?
ACTOR.— No hay problema, Jerónimo. Por supuesto
que no es obligatorio. Y déjame decirte, déjenme decirles a todos que...
VERÓNICA.— ¡Qué!
ACTOR.— Lo he estado pensando mucho este día y
he llegado a la conclusión...
JERÓNIMO.— Ya dilo.
ACTOR.— Pues bien: yo tengo algo mucho mejor
que un regalo.
JERÓNIMO.— ¿Algo mejor que un regalo? No puede
ser.
VERÓNICA.— No, ¿qué puede haber mejor que un
regalo?
JERÓNIMO.— Nada. No.
ACTOR.— Pues sí. Yo tengo un... Es un... es
algo parecido a... ¿Lo quieren ver?
BUFO.— No me digas que te acordaste, Jorge. Por
fin vas a soltar a tu... a tu algo parecido a... (Lo abraza) ¡Felicidades! No
he trabajado en vano.
ACTOR.— Ahorita mismo se los enseño. (El Actor
comienza a buscar) Nada más dejen que lo encuentre. ¿Dónde estará?
JERÓNIMO.— Tenemos prisa, si no con mucho gusto
nos quedábamos a verlo.
VERÓNICA.— Sí; adiós, Jorge. Ya no podemos
quedarnos más tiempo. Mañana vamos a estar muy ocupados.
JERÓNIMO.— Tenemos responsabilidades. Muchas.
BUFO.— ¡Pero cómo!, ¿no van a quedarse a ver
su, su algo parecido a?...
LA PAREJA.— ¡¿Algo parecido a qué?!
ACTOR.— Debe de estar en alguna parte. (Sigue
buscando, cada vez más preocupado) Ustedes no lo vieron... No se me puede haber
perdido.
Baja la
intensidad de la luz. El Actor comienza a buscar con una linterna, la Pareja lo
sigue un poco a regañadientes, pero intrigada por conocer el "algo
parecido a". Bufo más atrás camina como si estuviera preocupado. Luego se
separa del grupo y observa divertido. Finalmente la Pareja se separa del
Actor y se dirige, en la oscuridad, hacia la salida. Bufo se les
interpone y los deslumbra con el flash de una cámara fotográfica. La luz
repentinamente cobra su máxima intensidad.
BUFO.— (Asume un tono parecido al de las
historias policíacas) Disculpen, ¿se les perdió algo?
LA PAREJA.— (Adoptan el mismo tono
detectivesco)...¿A nosotros?
BUFO.— ¿Ustedes?... ya se iban. Hasta luego.
ACTOR.— ¡Qué pasa!
BUFO.— Se quieren escapar, quieren robarse
tu... tu algo parecido a...
VERÓNICA.— ¡Oiga, no sea impertinente!
ACTOR.— Así que fueron ustedes, ¿¡en dónde lo
escondieron!?
JERÓNIMO.— ¿De qué hablas, Jorge? Si ni
siquiera sabemos lo que es.
BUFO.— ¡Ya dénselo, a ustedes no les va a
servir de nada!
VERÓNICA.— (Poniendo en duda su inocencia) ¿Y
usted cómo lo sabe...? ¿A usted... sí le sirve?
JERÓNIMO.— ¡Responda!
BUFO.— (Sintiéndose repentinamente acusado) ¿A
mí?... Por supuesto que... Eso no les importa.
VERÓNICA.— ¡Ajá...! Ya no lo busques Jorge, yo
sé quién lo tiene.
JERÓNIMO.— Helo aquí...
VERÓNICA.— Al culpable.
ACTOR.— Cómo no lo pensé antes. Tenías que
haber sido tú. ¿Dónde está?
BUFO.— ¿No te acuerdas? A ti nunca te gustó, tú
mismo lo encerraste, Jorge... ¿Lo vas a dejar salir?
La Pareja
intenta salir sin ser vista.
ACTOR.— ¿Yo lo encerré?... (Reflexiona) Sí,
puede ser cierto. Pero fue así, sin darme cuenta. O sin quererme dar
cuenta. (Deteniendo en seco a la pareja) ¿Se van a ir sin conocerlo?
BUFO.— ¿Lo vas a soltar?
JERÓNIMO.— ¡¿Está vivo!?
El Actor
va hacia el baúl y lo abraza cariñosamente.
ACTOR.— Claro que está vivo, todavía.
VERÓNICA.— Nunca me han gustado las adivinanzas,
seguramente se trata de un perro, pobrecito, se va a asfixiar.
JERÓNIMO.— Cómo va a ser un perro, ya lo
hubiéramos oído. Eso sí, debe tratarse de algo espantoso, imagínate: el algo
parecido a... A lo que sea, ¡de Jorge! Debe ser algo siniestro.
VERÓNICA.— (Asustada) ¿Tú crees?
JERÓNIMO.— Estoy seguro.
VERÓNICA.— ¿Vámonos, por favor!
JERÓNIMO.— ¿Y nos vamos a quedar con la duda?
VERÓNICA.— Mira, mi amor. No sé tú, pero yo no
me pienso pasar la vida convertida en fantasma.
JERÓNIMO.— Pero si todavía no sale el sol,
Vero.
VERÓNICA.— Estoy hablando en serio.
JERÓNIMO.— Tienes razón; perdí la cabeza, mi
vida.
VERÓNICA.— ¡Adiós, Jorge!
JERÓNIMO.— ¡Se nos acaba el tiempo!
La Pareja
es iluminada por un cenital que baja de intensidad lentamente hasta
desaparecer del todo al final de la obra.
BUFO.— No se vayan sin conocerlo, acérquense.
Les aseguro que no muerde, aunque a veces... pues... ¿Tú qué opinas, Jorge?
ACTOR.— Sí, debo reconocer que a veces le
da por estallar. Por eso estaba encerrado, de puro miedo al mundo, de puro
miedo a crecer y crecer sin saber cómo hacerlo sin reventar o perder la forma
original, la forma auténtica.
BUFO.— Pues parece que tus invitados ya no
tuvieron el gusto. Suéltalo ya.
ACTOR.— Espera, quiero prepararme bien porque
su visita será muy breve. Lo veremos alejarse dispuesto por primera vez a ser
el dueño de su propio vuelo. Anda, sal de ahí, no seas tímido, ¡salte ya!
El Actor
abre la tapa del baúl... Del fondo vemos surgir un hermoso
y sencillo globo.
FIN
Ciudad de México
1990
® Benjamín Gavarre
Registrada
en SOGEM (Sociedad General de Escritores de México) en 1997.
® contacto: gavarreunam@gmail.com