Entremés: El agua no ha de faltar
de Ben GAVARRE
Esta obra ha sido publicada para su difusión libre y gratuita, si bien quedan todos los derechos de propiedad intelectual. El uso público de esta obra requiere el permiso del autor y a fin de recabar la correspondiente autorización dirigirse a bengavarre@gmail.com o gavarreunam@gmail.com (Reg. Prop. Int. Expte. Inbox)
Entremés: El agua no ha de faltar
Personajes:
Anita: Hermana lozana de Rul.
Rul: Joven, vanidoso.
Doña G.: Tía de los muchachos, que intenta ser la voz de la razón.
Vecino: Un hombre presumido y ostentoso.
(Público): Los espectadores de la obra.
(La acción ocurre en un patio, que evoca un corral de comedias. Hay elementos modernos a la vista: un grifo de metal reluciente, una manguera larga enrollada en la pared y un viejo teléfono móvil sobre una mesa. El vestuario de los personajes mezcla ropas de época con toques actuales, como zapatos deportivos o gafas de sol.)
ACTO PRIMERO: El agua escurridiza
(Anita)
(Insidiosa, mirando hacia el interior de la casa)
¿Qué tanto ha de hacer Rul, tía? ¡Más de dos horas lleva enclaustrado en el cuarto de los baños!
(Doña G.)
(Santurrona, como si escondiera un chisme)
Válame el diablo, que no se halle en el camino de la perdición, si yo te dijera lo que se sabe de él en la vecindad.
(Anita)
(Con un guiño pícaro)
¿Lavábase las costras del rostro hasta dejar la calavera reluciente como mozalbete fresco y lozano de la mañana?
(Doña G.)
(Sonríe, moviendo la cabeza con picardía)
Ni por cerca andas, que lo que hace es cosa que naturaleza no permite a mozas hermosas y bisoñas como tú ni imaginar.
(Anita)
(Obscena, simpática)
¡Ah, ya sé! Se frota y se frota con tal ahínco hasta que suelta alaridos como si lo estuvieran marcando en el rastro. ¡Ahhhhhh!
(Doña G.)
(Con ganas de aparentar pudor)
Más o menos, Anita, pero tened cuidado, que es cosa delicada.
(Anita)
(Chismosa)
Pues los mocitos de la cuadra no hablan más que de eso, pero ellos no se meten en los baños, sino que ahí mismo, en las aceras, le dan y dan a sus autos. Yo les he escuchado... "¡Friégate, que te friega!", dicen.
(Doña G.)
(Escandalizada)
Y ya es decir bastante. ¡Calla, por Dios! Que en mis tiempos de mocita ni se atreviera una a concebir tales desórdenes.
(Anita)
(Descarada)
Pero si a nadie hace mal, tía, yo...
(Doña G.)
(Cambia de tema bruscamente)
Tente, tenete. ¿Quieres decir que no se aleja del aljibe?
(Anita)
Del aljibe se lleva toda el agua, nos deja sin cisterna, sin depósito, sin el Monantial y sin un solo recurso. Lleva encerrado en el cuarto de lavado tres horas y no se ve, pero el agua que sale de ahí es toda jabonosa y negra, tía, muy negra.
(Doña G.)
Ha de estar lavando sus calzas, su capa y los adornos de la Tuna. ¡Y así de presumido como es, seguro gasta toda el agua lavando cada botón, cada borla, cada listón! ¡Ay, me acuerdo de las serenatas de tu tío en la Tuna de San Tormes, qué gallardo!
(Anita)
Sí, tía, ya me lo has contado más de mil veces. ¿No os molesta, por fin, que gaste toda el agua? Rul nos va a llevar a la ruina, a la inanición, al desamparo. Seremos víctimas de la aridez y la sequía. ¡Tendremos sed, sin duda!
(Doña G.)
¿Se está acabando el agua de tomar?
(Anita)
Y más que eso, tía. ¡Ni para echarle agua a las letrinas, ni para fregar los pisos, ni para lavarse uno para los oficios mayores o para las angustias!
(Doña G.)
¡Suficiente es! He de hacerle entender a este mozalbete que se detenga o nos llevará a la ruina. (Grita) ¡Ruuuuuul! ¡Ruuuuuul! ¡Cierra el grifo!
(Anita)
(A Doña G.)
Si a mí no me hizo caso hace cuatro horas...
(En ese momento, entra un Vecino, luciendo ropa de seda manchada de lodo. Lanza agua con una manguera larga y gruesa a una carreta, que está limpia, y canta con voz exagerada).
(Vecino)
(Cantando)
¡Mi carretón, tan brillante y hermoso, con esta manguera, tan larga y preciosa!
(Doña G.)
(Con cara de desaprobación)
¡Oh, vecino! ¡Qué mal uso le dais a este regalo del cielo!
(Vecino)
¡Qué va! ¡Si yo la pago! ¡Y tengo una manguera tan grande que parece una boa! ¡De la que le gusta a Rul, por cierto!
(Anita)
(A Doña G.)
¡Tía, los mocitos de la cuadra hablaban de lo mismo!
(Doña G.)
(Se dirige al público, indignada)
¡No permitiremos este abuso! ¡Vamos, almas piadosas! ¡Coread conmigo! ¡Cierra el grifo!
(Anita)
(Al público)
¡A ver si lo escuchan! ¡Que se tira el agua, que se tira!
(Doña G.)
¡No gastes el agua, viejo verde abusivo!
(Vecino)
(Asustado por el coro, intenta justificar su acción)
Pero... pero... si solo estoy limpiando...
(Anita)
¡Ciérrala, que chorrea!
(Doña G. y el público corean una vez más, hasta que el Vecino, nervioso, suelta la manguera y huye).
Duelo de canciones
(Una música de corrido ranchero comienza a sonar, como si surgiera de la nada. Rul entra a escena, todo empapado, con un teléfono en la mano, grabando un video. Mira a Anita con recelo, mientras ella lo mira con desdén. Ambos se preparan para cantar, como en una justa musical).
(Rul)
(Con voz de barítono y aires de galán)
Mi traje de la Tuna
tan bello y lozano,
no merece el agua
de un charco del llano.
El agua que uso es mía
y la pago con mi canto.
No es culpa de mi gallardía
si os falta agua y llanto.
(Anita)
(Con voz fuerte y clara, señalando al público)
Tus pelos y tu vanidad
en el lavabo se hallan.
Toda el agua de la ciudad
tú y tu Tuna la tallan.
La mugre de tu persona
no cabe en un tambo.
Desperdicias, Rul, y pregonas
tu hedor en el campo.
ACTO SEGUNDO: El juicio del agua
(Rul)
(Al teléfono)
¡Pero qué gritos son esos! ¡Callad, he dicho! ¡Me han interrumpido en mi trabajo!
(Doña G.)
¡Qué trabajo ni qué ocho cuartos! ¡Estáis a punto de dejarnos sin agua!
(Rul)
¡Son invenciones de Anita, que solo quiere la tina para ella.
(Anita)
(Se acerca con un peine en la mano, del que saca un pelo)
¡Qué mentiras! ¡Yo no soy de tu ralea! Miren, tía, cada vez que Rul usa el lavamanos, lo deja lleno de pelillos de mono, y yo soy la que tiene que limpiar esa suciedad.
(Rul)
¡Lo ves! Ella misma se delata. Tía, ella se lava el cuerpo entero y luego me reclama a mí el agua.
(Anita)
¡Guarro!
(Rul)
¡Mustia!
(Doña G.)
¡Basta! ¡A los dos os digo que habéis abusado de los "acuíferos" dones! Y como no os calméis, os pondré un castigo.
(Anita y Rul)
(Con voz de niños)
Sí, tía.
(Doña G.)
Como castigo, tú, Rul, vas a lavar toda la ropa de la familia, no solo la tuya, y lo harás cada quince días.
(Rul)
¿Qué dices, tía? ¿Yo? ¿Yo en esa lavadora de fierro? Es un castigo demasiado grande.
(Doña G.)
¡Y digo bien! Y tú, Anita, solo te podrás bañar en la tina una vez al año.
(Anita)
¡No! ¡Me voy a apestar, tía!
(Rul)
(Con una sonrisa)
¡Pues sí, tía! ¡Va a oler a rabadilla de mono!
(Doña G.)
(A Anita)
¡Dije en la tina! Podrás bañarte con una esponja, con agua que recogeréis de la lluvia.
(Rul)
¿Y tú, tía? ¿Tú no te vas a lavar? ¡Y las bragas, tía, también he de lavarlas?
(Doña G.)
¡Basta de suciedades!
(Rul)
Y las de lycra también. ¡Y los sostenes! ¡Los grandes, tía! ¡Oye, tía! ¡No huyas! (Al público) ¡Qué mujeres!
FIN