Papá
Querido
Aída
Bortnik
Teatro abierto argentino
Una
cama chica, antigua, barata, desvencijada, prolijamente tendida. Un
ropero chico, antiguo y desvencijado. Un escritorio absurdo: por un
lado con patas impresionantes, por el otro sostenido con ladrillos y
libros. Libros por el suelo. Revistas y diarios apilados. Un fichero
de oficina. Sobre el escritorio una máquina de escribir muy, muy
antigua.
Clara
está doblando y apilando la ropa que estaba suelta con enorme
cuidado y con evidente práctica, Carlos está revisando el
escritorio, pero como entreteniéndose con cualquier cosa, como si
tuviera miedo de profundizar la investigación. Electra revisa los
libros, mira los subrayados y las anotaciones. Sonríe de pronto.
CARLOS:
¡Viejo 'e mierda!
Las
dos se dan vuelta a mirarlo, sorprendidas. Electra ha oído
perfectamente, pero Clara no está segura. Se miran entre sí. Carlos
se levanta y se pasea, con las manos en los bolsillos y comienza un
silbidito. Se encuentra con la mirada reprobatoria de Clara. Se
calla. Clara abre con enorme cuidado el ropero. Parece sorprendida.
Avanza un paso y hunde la nariz entre la ropa colgada. Se vuelve a
ellos.
CLARA:
La ropa… tiene su olor… El mismo olor que cuando me llevaba en
brazos….
Los
otros dos la miran. Pausa.
CARLOS:
(Riéndose
de pronto)
¡Viejo 'e mierda!
CLARA:
Por favor… le pido por favor… no me gustan esas cosas… No sé
qué relación tendría usted con él… pero yo lo quería mucho…
CARLOS:
¡Era un viejo de mierda! (Extiende
los brazos como para pararla)
No hablo de tu papito, el que te llevaba en brazos… hablo del mío…
¿O.K.?
CLARA:
Pero si es lo mismo…
CARLOS:
No es lo mismo... no es lo mismo…
ELECTRA:
¿No podrías dejar de molestarla?
CARLOS:
(La
mira un momento. Sonríe)
Voy a tratar…
Pausa.
Las dos mujeres reinician su tarea.
CARLOS:
¿Cuántos más aparecerán?...
ELECTRA:
¿Cuántos más?...
CARLOS:
Hijos… cuántos otros hermanitos nos aparecerán, digo… ¿Vos
tenés idea de cuántos somos?...
ELECTRA:
No.
CARLOS:
Algún número entre 10 y 100, seguro... (Se
ríe)
Y debemos tener hermanitos coloreados, también. . . Porque el viejo
viajaba. Era lo que más hacía, además de preñar minas...
CLARA:
¡Por favor!
CARLOS:
Bueno, tenemos una hermanita puritana…
ELECTRA:
Decíme, ¿vos para qué viniste?
CARLOS:
(Se
queda quieto. Sorprendido. Intenta una de sus risitas)
¡Buena pregunta! Ves, ¡ésa sí que es una buena pregunta! Pero
cierto que vos sos periodista, ¿no? Como tu papito… puso bien el
sello, el viejo, ¿eh? Por algo te puso Electra... ¡Mirá que se
necesita ser degenerado para ponerle Electra a la hija!...
ELECTRA:
Y a vos ¿cómo te puso?
CARLOS:
(Se
encoge de hombros. Molesto)
Carlos.
ELECTRA:
¡Vamos!... Carlos y ¿qué más?...
CARLOS:
(Sonrisita)
Germinal, naturalmente, ¿qué querías que me pusiera el viejo con
sus ideas?
ELECTRA:
Y firmás Carlos G…
CARLOS:
No, si querés me pongo un cartel en la frente que diga que mi Papito
era muy revolucionario…
CLARA:
(Principista)
No es ninguna vergüenza…
CARLOS:
¿No?
CLARA:
Yo estoy orgullosa de él…
CARLOS:
Sí, sí… Se te nota… Les tendría que haber puesto Electra a
todas…
Carlos
se pasea. Se enfrenta al fichero. Lo abre. Lo observa al descuido,
Electra lo observa.
ELECTRA:
No había visto ese fichero… ¿Qué hay?...
CARLOS:
(Se
encoge de hombros)
Supongo que estaremos nosotros… Los 100 hijos quiero decir… Para
acordarse… (Las
mira. Se le ocurre de pronto)
¿A ustedes también les escribía?...
ELECTRA:
Siempre…
CLARA:
Yo guardo todas sus cartas…
CARLOS:
(Curioso)
Una vez por semana hasta los 18 años… ¿una vez por mes desde los
18?
CLARA:
(Asombrada)
¿A usted también?
CARLOS:
(Se
ríe)
¡Qué idiota! ¡Mirá si seré idiota! Recién se me ocurre,
¡claro!.. Nos debía escribir a todos… Esas cartas largas y llenas
de moralina barata…
CLARA:
Escribía cartas preciosas…
CARLOS:
Mirálo qué organizado, el viejo… ¡mirálo qué organizado!
ELECTRA:
Vos creías que eras hijo único, hasta que llegaste aquí…
CARLOS:
Mirá hermanita…
ELECTRA:
Y después quisiste creer que por lo menos, eras el único varón,
por eso lo trataste tan mal a ese pobre… Y ahora te enterás de que
tampoco eras el único al que le escribía…
CARLOS:
¡Vamos! Si hace años, ¿me entendés? ¿Me oís bien? Años… casi
10 años que no le contestaba...
ELECTRA:
Y él te seguía escribiendo…
CARLOS:
(Se
encoge de hombros)
Si le daba lo mismo… ¿Acaso me escribía a mí? ¡Le escribía a
la posteridad, hermanita! (Se
ilumina)
¿Y sabés qué? ¿Sabes qué creo? Debía escribir con carbónico…
No, que carbónico… debía tener una fotocopiadora… Nos debía
mandar la misma carta a todos… No hay una fotocopiadora por acá…
Busquemos, hermanitas, busquemos… yo les apuesto que encontramos
una fotocopiadora…
CLARA:
¿Por qué dice todo eso? A mí me escribía sobre mis cosas… Eran
cartas… completamente personales…
CARLOS:
¡Vamos! ¿Y no te citaba a los grandes pensadores de la humanidad?
¿No te hablaba de la libertad del hombre… No te decía que la
independencia del espíritu era el orden natural y debía oponerse al
yugo del Estado?...
CLARA:
Siempre tuvo sus ideas, pero a mí hasta me preguntaba por el perro…
por Caos… a mí me regaló un perrito…
CARLOS:
(Riéndose)
¿Y le puso Caos?
CLARA:
(Temiendo
preguntar)
¿A mí me lo regaló cuando cumplí 6 años?...
ELECTRA:
A mí nunca me regaló un perro…
CARLOS:
(Riéndose
todavía)
Ah, no... no te preocupes… a mí tampoco, a mí tampoco… Debíamos
entrar en distintas clasificaciones… Por ahí hubo 10 a los que le
regalaba un perro, 10 a los que le regalaba un microscopio…
ELECTRA:
A mí nunca me regaló un microscopio…
CARLOS:
No, dejáme que lo piense… A vos te regaló biografías de grandes
revolucionarios… seguro…
ELECTRA:
¿Y qué?
CARLOS:
(Sorprendido
a pesar suyo)
¡Pero te das cuenta, el viejo 'e mierda!
ELECTRA:
¡Acabála!
CARLOS:
No, pero oíme, oíme… Vos sos inteligente… ¿No te das cuenta? A
ella un perrito… a esta tierna ama de casa… A mí un microscopio
y soy médico… Y a vos… ¿entendés? Nos programó, ¡ese viejo
de mierda! ¡Nos programó!
ELECTRA:
¿No es lo que hacen todos los padres con sus hijos?
CARLOS:
¿Y vos te creés que a todos le sale tan perfecto?
ELECTRA:
Todos no son tan inteligentes como para apostar a lo que realmente
somos…
CARLOS:
Ah, sí, eso es cierto: ¡él era muy inteligente!. . . ¡Muy
inteligente! ¡Mirá para lo que le sirvió!
ELECTRA:
¿Vos querés decir que no tenía plata?
CLARA:
A él no le importaba la plata. . .
CARLOS:
Vamos, Electritas… que una cosa es no tener plata…, y otra
terminar en este pueblucho miserable, solo como un perro… y
¡pegándose un tiro en la cabeza!…
CLARA:
El señor que me llamó a mí… dijo que podía haber sido un
accidente…
CARLOS:
¿Y vos se lo creíste?
CLARA:
(Le
cuesta)
No… porque si dejó dicho a quienes había que llamar… si dicen
que dejó escrito… (Pausa)
Pero si estaba tan enfermo… a él no le gustaba tener que depender
de nadie… Dicen que apenas podía caminar... Y a él le gustaba
tanto caminar… (Pausa)
Yo iba a venir... tantas veces estuve por venir... Y siempre pasaba
algo... Y él, cada tanto, decía que a lo mejor se hacía un viaje y
nos visitaba... Nunca me voy a perdonar… nunca me voy a perdonar
no haber venido. . .
Pausa.
ELECTRA:
Tenía muchos amigos, aquí... Jugaba al ajedrez, jugaba al truco...
No debía estar muy solo…
CLARA:
No, si él se hacía querer… El señor que me llamó a mí…
lloraba… apenas podía hablar de lo mucho que lloraba...
Pausa.
Carlos
cierra de un golpe el cajón que había abierto en el fichero.
CARLOS:
Bueno, ha sido una experiencia realmente interesante… encontrarse
con unas hermanitas como ustedes… y seguramente todavía se va a
poner más interesante cuando lleguen los otros noventa y seis…
pero yo me voy...
CLARA:
¿Pero no va a esperar el velorio, el entierro?...
CARLOS:
La policía puede entregar el cadáver recién mañana... y yo tengo
mucho que hacer…
CLARA:
Pero lo tiene que esperar a José… él va a traer…. ese señor
dijo que le iba a dar también algo que había dejado para los hijos…
CARLOS:
(Risita)
La herencia… se la pueden repartir ustedes… bah… ustedes y los
otros… yo no quiero nada… pueden quedarse con mi uno por ciento…
no voy a reclamar…
ELECTRA:
A lo mejor no somos más que nosotros cuatro…
CARLOS:
No te hagas ilusiones, Electrita…
ELECTRA:
Te da lo mismo, ¿no es cierto? Cuatro o cien… No le podes perdonar
no haber sido el único…
CÁRLOS:
Hacéme el favor… no me gusta el psicoanálisis caro, imagináte el
regalado… Hace muchos años que no me importa nada de ese viejo de
mierda…
ELECTRA:
(Grita
casi)
¿Y entonces por qué viniste?
CARLOS:
¡Y a vos qué te importa! ¿Quién te conoce? ¡Por qué te tengo
que dar explicaciones!
Aparece
José con una gran caja. Se detiene, sorprendido por los gritos.
JOSÉ:
¿Qué pasa?
ELECTRA:
El hermanito médico, que se va…
JOSÉ:
¿Cómo se va a ir?... Dentro de dos horas lo llevan a la funeraria…
ya arreglé todo… Y aquí está esto que dejó para nosotros…
(Sonríe)
Pesa un poco… Bueno, no tanto, pero como vine casi corriendo…
Vieran la cantidad de gente que está esperando… Es impresionante…
Todo el pueblo, prácticamente…
ELECTRA:
Yo sabía. . .
CARLOS:
Un demagogo… eso es lo que era…
Clara
se acerca a la caja. La mira con cuidado. Se agacha y lee:
CLARA:
Para entregar a mis hijos. (Se
incorpora. Los mira)
ELECTRA:
Bueno, hay que abrirlo…
CARLOS:
(Sonriente)
¿Sin esperar a los otros?
JOSÉ:
¿Qué otros?
ELECTRA:
Él dice que debe haber más…
JOSÉ:
(No
entiende)
¿Más qué? No… el señor dijo que esto era todo lo que había
dejado…
CARLOS:
Más hermanos… más hijos de tu papito, digo… ¿Por qué creés
que no vamos a ser nada más que nosotros cuatro? ¿Por qué no 20 o
65 o 100?...
JOSÉ:
(Sonrisa
sorprendida)
Bueno, cien no creo, no… Pero tiene razón... por ahí… somos
más… Y bueno, yo, como ustedes quieran… Yo, por mí,
claro…espero… Si les parece, esperamos a que llegue alguien más…
(Los
mira a todos)
Es emocionante, ¿eh? Lástima que él no esté… ¡Cómo le
gustaría vernos juntos! (Se
pasea un poco)
Mirá la cantidad de libros… (Advierte)
No son para nosotros los libros, ¿eh? Bah, el señor dijo que si nos
queríamos llevar alguno en especial… de recuerdo… pero que dejó
todo para la biblioteca… Y las revistas… y su fichero... todo
esto lo dejó para la gente de aquí… Lo nuestro está ahí… (Se
acerca a la máquina)
Miren la máquina… ¡qué vejestorio!... No la quería cambiar,
¿eh? ¡Estaba encariñado con su máquina! Saltaba la R… y las
mayúsculas siempre las marcaba fuera de la línea…
CARLOS:
¿A vos también te escribía seguido?...
JOSÉ:
Siempre… me escribió siempre… Lindas cartas escribía, ¿no? Era
un viejo bastante extraordinario… Mis hermanos me lo envidiaban un
poco…
Electra
ha ido acercándose a la caja. Finalmente está arrodillada al lado.
ELECTRA:
Yo quiero abrirlo…
CLARA:
Pero a lo mejor… él tiene razón… Y después alguien se ofende.
ELECTRA:
Yo quiero abrirlo… No nos vamos a quedar con nada de nadie… pero
estoy segura de que adentro debe decir cómo repartirlo, para quién
es, lo que sea… ¡Abrámoslo!...
CARLOS:
Por mí, hagan lo que quieran…
Electra
comienza a desenvolverlo, ayudada por José. Adentro hay cinco
voluminosas carpetas de archivo.
ELECTRA:
(lee
en la cubierta de la primera que saca)
Minerva…
CLARA:
Esa soy yo… Clara Minerva…
José
se la alcanza. Clara la mira por fuera. No se atreve a abrirla.
ELECTRA:
(Sigue)
Ateo.
JOSÉ:
(Sonriente)
Yo… él me quería poner Ateo, no lo dejaron, pero siempre me
llamaba así…
ELECTRA:
(Tendiéndosela
a Carlos)
Germinal…
JOSÉ:
(Sonriente)
Vos sos Germinal… ¿Y te anotaron así?...
CARLOS:
Sí, me anotaron así…
ELECTRA:
(Se
ha quedado mirando una carpeta)
Esta dice: Amanecer. (Se
miran. Ella la aparta. Saca la última)
Electra… ésta es para mí…
JOSÉ:
Entonces somos cinco… Con Amanecer…
CLARA:
¿Es nombre de mujer o de hombre?
José
se encoge de hombros
ELECTRA:
Puede ser… cualquiera de los dos…
Pausa.
JOSÉ:
(A
Electra)
Vos tenías razón, ¿eh? Él lo dejó todo bien organizado.
CLARA:
Me da una impresión abrirla… Pero yo creo que sé qué es…
JOSÉ:
(Entusiasmado)
A ver… ¿qué? Qué creen ustedes… Esperen, no lo abramos… a
ver si adivinamos qué es…
CLARA:
Él estaba escribiendo un libro… ¿Les contó? A mí en las cartas
me hablaba del libro…
ELECTRA:
"Las revoluciones en la historia de las sociedades".
CLARA:
Ese…
ELECTRA:
No, no creo que sea eso…
JOSÉ:
Yo creo que son sus poesías…
CARLOS:
¿Poesías?
JOSÉ:
Escribía poesías…
CARLOS:
Lo que faltaba…
ELECTRA:
No… yo creo que deben ser .sus recuerdos… La historia de la
familia… El abuelo que fabricaba plata en la cárcel… y el que
contrabandeaba caballos… Yo siempre le pedía que juntara todas
esas historias en un libro… Yo creo que estaba trabajando en eso,
los últimos años…
Carlos
empieza a reírse. Tocios lo miran incómodos.
CARLOS:
Grandes obras esperan del papito… todos… todos se creyeron el
mito… Y yo les digo que No… ¿Saben qué hay aquí? ¡Estoy tan
seguro, tan seguro!
ELECTRA:
Dejá de reírte, vamos, que no divertís a nadie, ¿Qué es lo que
nos dejó, según vos?
CARLOS:
¿La herencia de nuestro papito?... Son las cartas… Las cartas que
nos mandó todos estos años… otra copia de las mismas cartas…
una por una… Esa es la gran obra del viejo: las cartas con las que
nos llenó la cabeza y nos jorobó la vida. Sus cartas llenas de
grandes palabras y grandes sentimientos... con mucha libertad y
conciencia y honor y dignidad y solidaridad y todo su maravilloso
vocabulario del siglo pasado… Las cartas exaltadoras que hacían
que uno se sintiera heroico y especial solamente por recibirlas…
hasta que uno empezaba a sentirse incómodo y después acusado y
después un verdadero gusano inmundo porque uno no se merecía toda
esa maravilla que era su padre…
CLARA:
(Desconcertada.
Herida)
Yo no me sentía así…
ELECTRA:
Hablá por vos…
JOSÉ:
El viejo no era así… no sacaba copias… ¿cómo iba a sacar
copias? Yo, igual, las guardaba todas… A mí me gustaba volver a
leerlas.
Pausa.
Carlos
ha estado desatando la carpeta violenta y febrilmente. Hasta que
finalmente lo logra. Tiene una sonrisa crispada y segura que se le
borra en cuanto la abre y comienza lentamente a hojearla. Se da
vuelta de espaldas a los otros dos. Se queda muy quieto. José y
Electra que lo estaban mirando se miran entre sí. Comienzan
lentamente a abrir las suyas. Clara ha comenzado al mismo tiempo que
Carlos y recién lo logra.
CLARA:
(Sorprendida.
Emocionada. Contenta)
Mis cartas... son mis cartas... Están ordenadas… una sobre otra…
sí… desde los dibujitos que le mandaba Mamá… Están todas…
guardó todas mis cartas… Yo guardaba las de él… pero las mías
eran… no eran como las suyas… y él las guardaba… Nunca me lo
hubiera imaginado…
ELECTRA:
Sí, desde la primera, están todas…
JOSÉ:
Nos dejó nuestras cartas… (A
Carlos)
¿A vos también? Yo tampoco pensé que las guardaba… ¿Él también
las volvería a leer? No creo… nunca tenía tiempo para nada…
Pero es, es una idea que debe haber tenido… porque nos quería…
para que viéramos que nos quería… (A
Electra)
¿No es cierto?
ELECTRA:
Sí.
CLARA:
A mí me hubiera gustado que escribiera un libro… se lo hubiéramos
hecho publicar… Pero José tiene razón… ¿no es cierto?
Pausa.
Los cuatro están enfrascados en la lectura de sus cartas. Clara
tiene de pronto un estallido de risitas y se tapa la boca.
CLARA:
(Los
mira, como disculpándose) ¡Ay,
qué tonta! ¡Una dice cada cosa cuando es chica! Le decía que me
iba a casar con él… mi nena mayor le dice eso a mi marido… pero
yo no me acordaba…
JOSÉ:
(La
ha estado escuchando con una sonrisa)
Yo le dibujaba historietas… le contaba todo, en historietas… (Se
ríe mirando su carpeta)
Dibujaba a mi hermana chiquita para que la conociera… (Pausa)
Y él me empezó a mandar libros de arte… Debían ser carísimos…
(Sonríe)
Decía que los expropiaba... (Casi
desafiante. De pronto. Mirándolos)
Yo también fui expropiador… un tiempo… (Electra
lo mira. José le sonríe)
Hace mucho, ahora soy, casi casi, lo que el viejo llamaría un
chancho burgués.
Siguen
pasando las hojas. Electra no se ha detenido en las primeras cartas.
Está por el medio de su carpeta cuando la cierra de pronto y se
queda mirando al techo. Como si tratara de contener las lágrimas.
Carlos respira agitadamente y cierra su carpeta bruscamente. Se da
vuelta a mirarlos. Parece haber recibido un golpe. Está herido y
desconcertado. Pero sobre todo mucho más furioso que antes.
CARLOS:
(Resoplando
y riéndose falsamente)
¡Linda idea! ¡Preciosa idea! ¡Solamente a él se le podía
ocurrir!. . .
José
y Clara lo miran asombrados. Electra prefiere no mirarlo.
CARLOS:
Qué, todavía no se dieron cuenta de lo que nos hizo, ¡el viejo de
mierda!
ELECTRA:
¡No grites!... Dejálos tranquilos…
CARLOS:
Vos sabés, ¿no es cierto? Vos sabés lo que nos hizo…
Electra
se levanta. Busca su saco. Se lo pone.
CARLOS:
¿No se dan cuenta?
JOSÉ:
Mire, yo no sé qué problema habrá tenido usted con él… pero
delante nuestro… no lo insulte…
CLARA:
Yo ya se lo dije…
ELECTRA:
Tendríamos que ir ya… tendríamos que estar allí.
CARLOS:
Vos sabés, ¿no es cierto? ¿Vos sabés por qué lo hizo?
ELECTRA:
¿Qué vamos a hacer con la carpeta de Amanecer?
CLARA:
Podríamos mirar adentro, la dirección nada más… la última
dirección… y mandársela, ¿no? A lo mejor no pudo venir por algo.
JOSÉ:
(A
Carlos)
A mí me gustaría que me contara qué es eso que nos hizo… puede
ser que Electra lo entienda… pero yo soy más lento… Me gustaría
que me contara…
CARLOS:
Decíme, ¿qué le escribías vos?... ¿qué le contestabas a esas
cartas maravillosas?...
JOSÉ:
Y… le contestaba… lo que sentía…
CARLOS:
Eso, lo que sentías… Cuando eras un chico… y cuando eras un
adolescente… y cuando eras un joven… Eso le contestábamos, lo
que sentíamos cuando él nos inspiraba tanta admiración y tanto
respeto…
JOSÉ:
Yo todavía lo sigo admirando y respetando…
CARLOS:
Pero, ¿qué le prometías en esas cartas?...
ELECTRA:
Dejálo, por favor, para qué haces eso… ¿no podes dejarlos
tranquilos?
JOSÉ:
Si usted me está defendiendo de algo, yo se lo agradezco… pero
nuestro padre me enseñó que era yo el que tenía que defender a las
mujeres… Déjelo que hable, yo también me quiero enterar… ¿Qué
le prometía?
CARLOS:
Sí, qué le prometías a él… ¿y qué te prometías a vos mismo?
¿Cómo apostabas por tu futuro, qué cosas decías que ibas a
defender siempre? ¿Qué cosas decías que no ibas a ser nunca?...
CLARA:
¿Qué tiene de malo lo que uno escribía cuando era chico?
CARLOS:
(Sigue
con José)
¿Te acordás?... Te acordás qué hombre le prometías ser a ese
padre maravilloso?
José
asiente.
CARLOS:
¿Y sos, ese hombre?
Pausa.
ELECTRA:
Nadie es ese hombre…
CARLOS:
Tratá de leer esas cartas ahora, tratá de leerlas sin sentirte como
un gusano…
JOSÉ:
No tengo porque sentirme como un gusano…
CARLOS:
¿No? ¿Nunca dejaste de ser el hombre que creías que ibas a ser
cuando tenías 17 años?
ELECTRA:
Nadie es ese hombre…
CARLOS:
¡Ese viejo de mierda era ese hombre!
ELECTRA:
¿Eso creías?... ¿Justamente vos?... Claro, por eso lo odiás
tanto… No, tampoco él… por lo menos no del todo… seguramente
tampoco él… Pero a lo mejor ésa era la idea… A lo mejor un día
se puso a pensar… en cómo se había traicionado… y quiso
advertirnos…
CARLOS:
¿Advertirnos? Se tendría que haber muerto antes… Yo tengo 45
años…
ELECTRA:
A lo mejor se le ocurrió hace muy poco... A lo mejor se le ocurrió
justamente antes de matarse...
JOSÉ:
(Ha
estado totalmente abstraído)
Es una herencia rara… ¿no? La verdad que es una herencia rara…
CLARA:
(Ha
estado hojeando su carpeta)
Yo creo que José tenía razón, yo creo que lo hizo porque nos
quería… yo creo que quiere decir eso.
ELECTRA:
¿Por qué no? También quiere decir eso… (Se
pone a llorar)
Pausa.
Sin
moverse de su sitio la luz baja o cambia. Comienzan y terminan a
coro, el texto que recitan entre todos alternadamente:
"Querido
Papá: ayer recibí tu carta y estuve pensando toda la noche en lo
que me escribiste. Y quiero decirte que tengo tanto orgullo porque
sos mi padre; que sé que nunca voy a olvidarme de las promesas que
te he hecho, de las promesas que hice sobre mi propia vida: de vos he
aprendido que cada uno es responsable por toda la libertad, por toda
la solidaridad, por toda la dignidad, por toda la justicia y por todo
el amor en el mundo. Y que a esta responsabilidad no se puede
renunciar ni durante un solo minuto de nuestra vida y qué nadie
puede cargarla por nosotros si queremos ser libres… Y yo te
prometo, papá, que voy a ser capaz de recordar todo esto hasta que
me muera y que nunca, nunca, voy a traicionarte o traicionarme… Lo
único que quiero es crecer, crecer rápido, para convertirme en el
ser humano que vos me enseñaste a ser, en alguien libre, solidario y
orgulloso, que defiende sus ideas y no se inclina ante nadie, en
alguien como vos, Papá querido...".
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