23/6/21

PRÍNCIPE AZUL. De EUGENIO GRIFFERO.























 PRÍNCIPE AZUL

De EUGENIO GRIFFERO

Escenario vacío. Noche. Playa. Un viejo banco de plaza iluminado por un haz
de luz circular. Junto al banco un mástil blanco con una bandera amarilla.
Ruido de mar. Chillidos de gaviotas.

Entra por un lateral un hombre de sesenta y seis años. Viste un ajado traje
blanco, con una muy visible mancha azul bajo la solapa izquierda. Sombrero
blanco, zapatos blancos, corbata y camisa blancas. Se apoya en un bastón
de caña. Está algo bebido. Trastabilla. Zapatea americano.

JUAN: …Llegué primero… yo y mi maldita puntualidad… ni que fuera
oficinista… (Pausa. Tiembla). Esto no es frío… Brr… No tiembles viejo
camarada. Prohibido temblar. (Se sacude. Tic de un hombro. Se controla.
Saca una petaca, la destapa, bebe whisky, la tapa y la guarda)… Ya… ya…
(Se calma)… Ya… ya. (Indiferencia fingida)… Lindo mar… todavía en su
lugar... (Apoya sus dos manos en el bastón. Tic de hombro)… Todo igual,
cincuenta años. Pasó medio siglo y todo sigue igual. (Tic. Saca la petaca,
bebe, la guarda) UFF. UFF… UFF… ya va bien… (Se calma) ¡¿Qué diría mi
público si me viera beber tan… sobriamente y temblar así?!... (Se anima).
Me gritarían desde la platea. (Coloca sus manos junto a la boca como
bocina). ¡-Viejo payaso-!
¡-Fuera el whisky, tu aliento apesta-! ¡Bufón, no
es lugar para borrachos-!... ¡-Ja-!... eso dirían… Mi público… puff… (Amplio
gesto de rechazo. Se sienta en el banco. Con desprecio)… Mi distinguido
público… no les voy a dar ese gusto. ¡-Rufianes-! Este fin de semana
escapé del teatro. ¿- Teatro-?... ese teatrito de revistas… Teatrito, ratonera
para marineros en celo… (Se sorprende de su expresión) ¡- Marineros en
celo-!... el mar eleva mi lenguaje… Marineros calientes… (Pausa. Con
orgullo:) el maestro de escena… (Se señala a sí mismo) gran relator de
cuentos verdes, toma su día libre. (Enfático:) ¡- Su primer fin de semana
libre en años-! Nada de cuentos verdes para marineritos que no necesitan
de cuentos para tener el transatlántico duro. Jua, jua, jua… (Desborde
forzado de carcajadas. Pausa. Serio) Ya estoy con mis salidas estúpidas…
estoy harto de mi imposibilidad de ser actor… mal actor. ¡- Ahora, whisky
sin muecas-! (saca la petaca, bebe, la guarda) ¡- Ahh… el olor del whisky y
el olor del mar -! Whisky para disfrutar este disparate, este mar, este
momento. (Apoya sus codos en sus rodillas. Pausa) Vengo a cumplir una
promesa de amor. ¡-Ja-! Suena bien... Un pacto sellado cincuenta añosatrás. 
Queda con la mirada perdida. Tic de hombro. Saca la petaca,
bebe, la guarda).
Nos conocimos ese verano. Teníamos dieciséis años, nos amamos,
hicimos el amor durante ese mes a cada instante, éramos vírgenes... nos
asustamos y prometimos volver a vernos cincuenta años más tarde.
(Pausa. Se ríe suavemente. Llora. Se incorpora, se seca las lágrimas) Este
chiste es mi cuento más mediocre: cincuenta años. (Se compone)
Nuestras familias al llegar el otoño volvieron a sus ciudades, nos
llevaron, nos separamos... Pactamos no vernos… ¡-Oh mar-!. . . ¡-Qué
cosas se prometen con dieciséis años-! (pausa, Burlón, torpe) Esto suena
a Romeo y Julieta... ¿-Romeo era Montesco o Capuleto-?... Nunca lo leí, lo
vi por T.V.... debería leerlo alguna vez... creo que debería... creo que sí…
Me duele la cabeza. Tengo náuseas. Estoy borracho. (Se levanta,
extiende los brazos al cielo, recita:) ¡-Mi borrachera tiene sólo
cincuenta años-! (se encoje de hombros, confidente:) Gracias a eso tengo
glóbulos rojos alegres. Eso sí, y buen espíritu: miento todo el día. La
mentira es mi verdad... (Canturrea. Pausa).
Hoy pude escapar de esta ratonera de teatro. Nunca tomé días libres
por temor a que pudieran reemplazarme con otro "talento" para la
comedía fina en ese "teatro"... (Mueve su bastón por el aire) Lo mejor
de ese lugar es el olor: una mezcla de cerveza, refrescos, esperma y
sudor de gente de mar... (Apoya el bastón en su hombro) Soy un
soldado de las tablas. Jamás abandoné, en años, mi puesto de
combate. Ahora tenemos funciones desde las once de la mañana hasta
las cuatro de la madrugada del día siguiente. Un desfile incesante de
soldados, marineros y estudiantes con ojos con fiebre. ¡-Ja!... ¡-Y yo con
mis chistes-! (pausa) Cuando no digo chistes, vendo chocolatines en la
platea o me disfrazo de oso para el zoológico erótico. ¡-Soy todo un
espectáculo-! Trabajar de oso dio sus frutos, llegué al cine.
(Remarcando las palabras) ¡-Dibujos animados-! Doblé los gritos de unas
focas en el film: "El arca de Noé". ¡-Huac, huac, huac! ¡-Genial-! Cuando
tenga algo de dinero, compro el film y paso ese dibujo animado en mis
momentos de descanso. (Se sorprende) ¿-Mis momentos de
descanso-?... (Pausa) ¡-Qué sería de ese teatro sin mí-! Soy completo:
limpio la platea, arreglo las cuentas en la boletería. El dueño me necesita,
soy su más fiel "empleado", ni pido aumento, no falto... Amo a ese
espacio... Ese galpón estrecho y yo: el viejo cochino que dice
cochinadas... ¡-Ese soy yo, mar-! (pausa. Se incorpora y actúa como
maestro de escena iluminado por un círculo de luz) Mi número principal
está cargado de fantasía y buen gusto. Lo hago con tres coristas, tres
viejas, viejas, muy viejas amigas... Un circulo de luz, una burbuja
pálida sobre el telón negro y ¡-comienza-! ¡-Tambores-!
¡-Tururururururá-! y las presento: ¡-queridos muchachos, tengo para
ustedes a las más bellas pasajeras de la noche-! ¡-Reinas del amor-! ¡-
Juguetes dóciles que responden a todos los deseos-! (con sorna). . .
Mujeres, o algo parecido. . . ¡-Jaja-! ¡-Mimí-! (imita grotescamente a la
vedette)... y entra Mimí cubierta de plumas, algo ajada, sumergida en su
asma pero todavía caminando y aullando cuando saben tocarle el arpa, ..
¡-Marta-! algo sorda y de pechitos duros. ¡-Jajaja-!... y ¡¡-María-! ¡-La dulce
María! Cubierta de globos que no hay que pinchar: suave, de mirada
extraviada y totalmente chueca, ¡-jajaja-!. .. ¡-Y yo-!
El viejo joven, amigo de la casa. El mago Merlín, para servirlos. ¡-jajaja-!
(Silba metiendo los dedos en la boca, ríe y aplaude entre sonidos de
marcha de revista musical) Me saco el sombrero, coloco dos huevos y
una salchicha dentro (lo hace) y lo que saco, duro, gordo, enrojecido, lo
uso para correr a las chicas. (Escena) ¡-Jajaja--! (tose. Se atora. Pausa)…
¡-Qué papelón-!... Todas las noches igual en sucesivas y repetidas y
reiteradas funciones... Toda mi vida igual. (Saca una cajita con rapé.
Pellizca un poco. Lo huele, cierra y guarda la caja) Me falta sólo hacer
crítica teatral y mi fracaso sería total. El mago Merlín. ¡-Bahh-! (pausa. Se
vuelve) Este banco no cambió... Esta playa tampoco… Sólo cambió Juan…
¡-Cuánto tiempo que no escucho mi nombre-!... Juan... Juan… Suena
bien... Juan ...
¿-Juan, conocés la última picardía de tu hermanito, el Mago Merlín... ese
honesto empleado que no pide aumento-?... Te la cuento Juan... Te la
cuento... El Mago Merlín se escapa por las madrugadas de las camas
donde hizo el amor, robando a sus víctimas, que duermen agotadas por
sus incontables e inconfesables mañas físicas. Tu hermano roba, Juan. Es
un pícaro. (Saca la petaca, bebe; la guarda) Estoy libre de pecados,
confesé. Amén. Vuelvo a ser santo. (Saca la petaca, bebe y la guarda) No
quiero robar esta vez. No vine aquí a robar,
¿-Verdad Juan-? No vine a robar... (Pausa) ¿¡-Cómo estará-!?... Hace
cincuenta años...
¡-Habrá envejecido tan mal como yo-?... ¿¡-Se habrá casado-!?... ¿¡-
Tendrá hijos-!?...
¿-¡Habrá olvidado la cita-!?... (Pausa prolongada) ¿¡-Habrá muerto-!?...
Noche, noche... mar.
¿-Qué hago aquí-?... ¡-La vida me debe una oportunidad-! ¡-Esta es mi
oportunidad-! ¡-La necesito-! Toda la basura que viví debe tener una
recompensa... Soy una criatura de Dios... (Llora con la cabeza gacha)
Padre... ¿¡-Porqué me has abandonado-!?... (Llora. Estalla una carcajada.
Se aleja del lugar y señalándolo se ríe de sí) El drama es mi estilo,
¡-Jua jua jua-! ... (Pausa)... Si todo volviera a empezar... sería actor
dramático (pausa)
Ya jugué mi juego de dados... ¡-Brummm-!. .. Mis dados estaban lisos,
sin números. Estoy solo y viejo; (pausa. Tararea suave. Silencio) Querido
bufón, los chistes verdes, el whisky y tu tiempo ocupado, te quitaron
todo... (Pausa)... Mar, cuando tenía dieciséis años entraba en tu agua
montado en un caballo. Me salpicabas, mar. Arremangaba mis pantalones
pero me mojabas, A veces, para escandalizar a mis amigos, montaba
desnudo. Bañaba a mi caballo y me bañaba yo. ¡Cómo me gustaba
eso!... Ese instante... Yo gritaba al viento: ¡Seré un gran actor!... (Pausa.
Fugaz, expresión de desconcierto – extravío). Todavía tengo tiempo… sí,
tengo tiempo... (Saca la petaca, intenta beber, está vacía) Petaca
inmunda; me traicionaste, tengo que cargarte de nuevo... hay que ir al
pueblo… (Trastabilla) Me retiro mar, pero vuelvo. ¡-Juan-! ¡Merlín no quiere
robar esta noche-! Merlín es un buen chico. Esa noche no quiere robar…
espera a su amor… No va a robar… Esta noche no. (Se mira la solapa.
Sacude su visible mancha azul) esta solapa, este traje está arrugado y
sucio… (Se retira tambaleante por el lateral por el que entró).
Ruido de mar. Pausa. Entra por el lateral opuesto un hombre
mayor. Viste un ajado traje blanco con una muy visible mancha azul
bajo su solapa izquierda. Sombrero blanco, zapatos blancos, corbata y
camisa blancas. Se apoya en un bastón de caña. Tiene paralizada la
mitad de su cuerpo. Arrastra esa parte grotescamente. De su mano
quieta pende un hilo con un paquetito con galletitas.
GUSTAVO: … Este traje, la solapa está tan arrugada. Le dije a Marta
que lo enviara a la tintorería, pero para ella la tintorería es un lujo.
(Pausa. Mira a su alrededor)
¡-Qué oscuro está, algo malo puede ocurrirme-! (mira a derecha e
izquierda. Intenta girar, no puede) Marta esta cada vez más avara, no
era así en nuestros primeros años de casados. (Se apoya contra el banco,
intenta sentarse. No puede) ... Y ahora cada vez es peor, empezó por
anunciar el precio de las manzanas; las bananas, el café. . .. (Mira
asustado hacia el lateral por el que salió Juan Merlín) Nos tortura con
el precio de todo lo que comemos, y ahora suprimió el agua con gas: ¡-
Para qué gastar en burbujas-?
Esta Marta. (Pausa) ¿-Qué hora será-? (se esfuerza. El reloj está en la
muñeca del brazo paralizado. Gestos cómicos intentando alcanzar con la
mano sana la muñeca del otro brazo que se escapa. Lo logra)... Apenas
distingo el reloj. Debo visitar al oculista. Estoy casi ciego. No debo
olvidarlo. Es que apenas tengo tiempo para mis propias cosas.
(Observa asustado más allá de la luz) ¡-Qué soledad-! ¿-Caeré en una
trampa-? (pega un pequeño salto. Adelanta un pie. Se coloca en guardia
con dificultad. Cae el brazo quieto) Ya verán... ya verán... No les daré
oportunidad... (Pausa. Medita)... Nadie supo que venía hacia este lado de
la ciudad; conocidos no me atacarán, ésos no. Pero pillos
circunstanciales... podría ser. Esta zona tiene mala fama. Vine sin
guardaespaldas. (Ruido seco. Se alerta, lleva su mano a la oreja para
escuchar. Se calma) ¡-Uff… qué noche-!... Y además con neblina... Espero
que no pase nada malo. De ser turista, podría justificar mi presencia
aquí, pero no sólo vivo en esta ciudad, sino que soy juez en lo
criminal y no puedo decir que desconocía la pésima fama de este Jugar.
Aparecería mi nombre en los diarios: Nuestro Juez Superior es atacado en
los muelles. No quiero pensarlo. Una mancha en mi carrera. (Se observa
la solapa. Intenta limpiar la mancha azul). .. ¡-Marta-!... ¡-Marta-!... con tus
tres defectos: vieja, esposa y avara... ¡-Hum-! ¡-Qué humedad-!. . . A mi
edad... no debería haber venido... (Pausa)... ¿-Qué dirían mis nietos si me
vieran aquí-? (Voz chillona) ¡-El viejo chocho
quiso pescarse unapulmonía y se largó a la playa-! 
Eso dirían. .. (Reflexivo) ¡-Viejo chocho-! ...
Yo, cabeza de la magistratura de este país, perseguidor de los que
burlan la ley, llamado viejo chocho por sus nietos-!... ¡-Bah ...-! ¡-Quizá
tengan razón-! (pausa. Se sienta en el banco trabajosamente. El
paquetito se bambolea desde su mano quieta. Mira asustado hacia un
lateral. Pausa breve)... Juan no vino... me equivoqué... ¡-Esperé este
momento durante tanto tiempo-!... Esperé cincuenta años, Juan.... No te
olvidé. No quise olvidarte (suspira); qué alivio poder decirlo sin temor.
Te amo Juan... fuiste el gran amor de mi vida. Tu amor es lo único que
no se perdió en mí en cincuenta años... Nadie lo supo... Creo que ni
yo mismo lo supe. Durante cincuenta años persistió una fecha: este
día... Cumplí. Volví. . ; Lo prometí a los dieciséis años y cumplí. (Pausa) La
vida pasó rápido: mi mujer, mis hijos, mi carrera, mis nietos. Siempre
corriendo, ocupado, organizando, estudiando... progresando... Mi vida...
todo eso... (Pausa. Salida sorpresiva)
¡-Puff-! ¡-Todo era un globo-!... En este instante toda mi vida es más
liviana que el aire...
¿¡-Fue mío todo eso-!? ... (Se ríe burlándose de sí) ¡-Los centenares de
pillos que envié a la cárcel-! ¡-Yo, el juez supremo, con una fecha en su
alma -!... Realmente Juan; no pude olvidarte. (Se compone) El verano
pasado mi nieto menor me insultó, me dijo: ¡-viejo marica-! Yo miraba a
un muchacho que jugaba con una pelota en la playa. Tenía tus piernas
Juan. Eran columnas perfectas: tus tobillos, tus muslos. Buscaba tus
piernas en esas piernas… Te buscaba Juan. Buscaba la perfección de tu
cuerpo ¡-Jaja-! Mi nieto menor, el que más quiero, me hiere siempre, (mira
a los laterales, inquieto) Me molesta no tener nada que hacer, yo que
leo hasta en el baño, debería haber traído un libro (mira al paquetito)
Compré estas galletitas secas para mi nieto diablo. (Pausa. Hacia el
mar)... Juan... Marta, mi mujer, me engañó. Una noche, hace años, en
verano, en la casa de unos amigos, escuché desde el jardín la voz
de Marta que decía, jadeaba... ¡-No-! ¡-No-! ¡-Por favor-!
¡-No-!... El dueño de casa la abrazó... la oí... Ella se resistió un instante,
sólo un instante y después... después... No me pude mover... Mi alma se
detuvo... Me engañó... Bastó que alguien insistiera un instante para que
ella... Aún resuena en mis oídos: ¡-No, No, Por favor no-! Así fue (pausa.
Con esfuerzo saca una galletita y la masca. Pausa) Con Marta todo
siguió igual. Somos una excelente pareja ... Eso creo, a pesar de su
avaricia y esto (señala a su medio cuerpo quieto) Hace dos años Juan,
esta parte de mi cuerpo, se cansó de trabajar y dijo adiós. Y comencé a
arrastrar a este medio cadáver mío. Desde entonces somos dos y nos
conocemos bien, me quejo de él, lo reto, lo visto... esta parte mía no me
lleva el apunte. Descansa. Quiere descansar y yo me agito como siempre.
(Saca otra galletita y la masca. Pausa) Tengo miedo que me veas,
Juan... ¡-estoy tan viejo-! (ruido seco. Se alerta)
¡-Un ladrón! ¡-Lo huelo a cien metros-! Descubro al delincuente, al vicioso,
al estafador, mejor que nadie. Soy más sabueso que el mejor de los
perros. (Levanta el bastón amenazante) ¡-No vas a sorprenderme, bribón-!(
Pausa. Se calma). .. Son mis nervios... es que… este momento, este
lugar. (Pausa. Mira el mar) ¡-Qué silencio-! ¡-Qué paz-! (mira la
bandera). .. Bandera amarilla... mar inestable... Vida inestable...
(Pausa). .. Nunca tuve tiempo para mí. ¡-Jamás descansé-! (saca otra
galletita, la masca). .. Viejo amigo,
¿-Vivirás-? ¿¡-Vine yo solo a nuestra cita-!?... ¿¡-Cómo habrás vivido-!?...
Eras tan hermoso, tan alegre. Estas galletitas están húmedas, me
gustan crocantes. Tus pies Juan, besé cada dedo... Las de chocolate
están mejor, parecen húmedas, pero el centro está crocante. No son
buenas; no compro más en esa confitería. (Pausa. Alerta. Husmea en
dirección al lateral por el que saliera Juan) ¡-Hay un ladrón cerca--! ¡No
me equivoco-! (Se incorpora, estira su cuello, inclina su columna. Postura
de perro de caza, se escucha cantar por el lateral. Entra Juan: trastabilla)
JUAN: …Los barquitos, los barquitos flotan en el mar azul y las gaviotas
y las gaviotas. (Se detiene bruscamente, expresión de horror por lo que
ve. Da un salto y gira, queda de espaldas) ¡-Dios mío-! ¡-Este
esperpento no puede ser el-!
GUSTAVO: (gira trabajosamente y también queda de espaldas.
Expresión aterrada)
¡-No-! ¡-Yo me escapo, este payaso, qué burla,
Juan este payaso-!
JUAN: Fue una estupidez venir, fui un tonto.
GUSTAVO: Además de ladrón ¡-borracho-!
JUAN: ¡-Qué viejo-! (retroceden de espalda hasta chocar una con la otra. Se
vuelven)
GUSTAVO: Perdón distinguido señor, no fue mi intención…
JUAN: Ni la mía, esta oscuridad es algo…
GUSTAVO: (Logra progresivamente una expresividad vulgar en tanto
Juan se comporta con sobriedad)
GUSTAVO: Yo supuse que el tranvía no pasaba por aquí, visito esta
zona... ¿¡-Es un muelle verdad-!?...
JUAN: No hay tranvías en esta ciudad. En efecto esto es un muelle. No
sólo es un muelle, es una zona peligrosa.
GUSTAVO: ¿-Peligrosa-?. .. Las cagaditas de las gaviotas tal vez... ¡-Jajaja-!
JUAN: No entiendo su ironía... Peligrosa por los robos...
GUSTAVO: (furioso) Nadie me roba a mí, con dos trompadas les vuelo
los colmillos.
JUAN: Por ahora no hay problemas... (Pausa. Miran el mar...)...Lindo
mar. . .
GUSTAVO: ¡-Sí, sí-!... ¡-Lindo mar-!... Aunque no sé por qué digo lindo;
me revienta el mar. Tanta agua... y debajo de esa agua, tantos bichos
que acechan... (Pausa) Este invierno es frío...
JUAN: Si, frío y húmedo.
GUSTAVO: (tiritando) Si, frío, húmedo y ventoso, ideal para una
pulmonía.
JUAN: ¿-Vive usted en la ciudad-?
GUSTAVO: No, ni la conozco. Vivo lejos de aquí... Vivo en... un camión,
recorro el mundo con un circo: soy clown...JUAN: ¿¡-clown-!?
GUSTAV0: Payaso, para algunos... divierto a la gente. Digo chistes, ruedo,
salto.
JUAN: ¿¡-Rueda y salta-!?...
GUSTAVO: Aunque no lo aparente, hago maravillas con mi cuerpo... ¿-Y
usted-?...
JUAN: Yo soy Juez.
GUSTAVO: (pausa) ¿¡-Juez-!?
JUAN: Y tampoco vivo en esta ciudad...
GUSTAVO: ...Usted es juez... difícil tarea...
JUAN: No tanto. Basta con leer la ley y aplicarla.
GUSTAVO: ¿Puede usted hacerlo?...
JUAN: ... A veces… A veces me dejan leer la ley. (Pausa) Sí, a veces,
sobre todo para asuntos menores, usted sabe...
GUSTAVO: Sí. Lo sé... Vino a esta playa. ..
JUAN: Vine a este lugar porque dicen que años atrás, traían a esta
playa caballos, y los bañaban en el mar. Los caballos estaban montados
por muchachos que arremangaban sus pantalones hasta las rodillas. ..
Entraban en el mar y jugaban con las olas. Los caballos avanzaban,
retrocedían, jugaban carreras saltando por sobre la espuma del mar,
jugaban hasta el anochecer: caballos y muchachos eran siluetas
cubiertas por el sol, después por las sombras... y después...
GUSTAVO: ¿¡-Y después-!?... (Pausa)
JUAN: No recuerdo.
GUSTAVO: Intente recordar... (Pausa)
JUAN: Tal vez si fuera de día y hubiera sol... es de noche...
GUSTAVO: Cierto...
JUAN: (Saca la petaca, la destapa, la ofrece a Gustavo)
GUSTAVO: No gracias, no bebo, no a esta hora... es mala hora... Usted lo
dijo, es tarde ya...
JUAN: No, no es mala hora, lo es para recordar, no para beber.
GUSTAVO: ¿¡-Está usted seguro-!?
JUAN: (pausa) No. No lo estoy. (Pausa)
GUSTAVO: ...Creo que usted tiene razón, tal vez la, hora sea buena
para beber... (Gustavo bebe. Devuelve la petada. Bebe Juan sin limpiar el
borde. Invita nuevamente a Gustavo. Este vuelve a beber. Pausa)
JUAN: Me gusta descansar así... (Pausa. Señala a la bandera)... El mar está
inestable... ¿-Por qué emplearon el color amarillo para anunciar al mar
inestable ?. . .
GUSTAVO: .. Cierto,.. ¿-Por qué el amarillo-?
JUAN: ...El rojo Parece adecuado para anunciar el peligro... pero el
amarillo… ¿-quién habrá dicho? Rojo: peligro. Amarillo: inestable. Blanco:
mar calmo. . .
¿-Quién lo impuso-?
GUSTAVO: ... Alguien...
JUAN: ...Cierto... Alguien... alguien, alguien...
GUSTAVO: ¿-Le molesta-?…
JUAN: ... Tal vez... lo que me llama la atención es que nunca, antes de
hoy, me había hecho esta pregunta... (Gustavo vuelve a beber. Devuelve
la petaca. Pausa prolongada)
GUSTAVO: (se ríe.) Este whisky... cuando miro al mar no puedo dejar de
reír,
JUAN: ¿¡-Lo hace feliz-!?...
GUSTAVO: No, recuerdo mi mejor chiste. Mire, una situación algo
parecida a la nuestra. Dos viejos amigos estaban sentados en un banco
frente al mar y uno le dice al otro:
¿¡-Ves lo que yo veo-!? ¿¡-Qué ves-!? Pregunta el otro amigo. Veo a un
hombre delgado, con mirada celestial, vestido con una túnica y que
camina descalzo sobre el agua. Viene hacia nosotros. El otro amigo se
alarma Y pregunta: ¿¿ ¡¡-camina sobre el agua -!!?? Sí responde el otro, y
aquí llega. En efecto, del agua salió un hermoso hombre, estaba apurado,
apretaba las piernas - buscaba un baño. (Pausa. Bebe nuevamente de la
petaca que le ofrece Juan. La devuelve) ¡-Ja ja-! Ese hombre se acercó al
que lo había visto primero y le preguntó: Hermano, ¿-dónde hay una
Iglesia-? Los amigos se sorprendieron y respondieron juntos: Cerca de aquí,
a dos cuadras. ¿¡-Como hago para reconocerla-!? Preguntó el señor que
salto el mar. Es fácil, contestó uno de los amigos, en el frente tiene un
cartel que dice! "Salva tu alma". El Señor de mirada celestial pensó un
segundo y preguntó: ¿¡-Hay algún otro dato-!? Sí, dijo uno de ellos,
debajo, de ese cartel hay otro que dice: “Horario de 8 a 20 horas” ; Jua,
Jua, Jua (la risa de Gustavo estalla disparatada. Juan no se sonríe) ¡-
Bárbaro-! ¿¡-No es bárbaro'-!? "Horario de 8 a 20 horas". Jua Jua jua, Es
bárbaro. De noche nadie se salva...
JUAN: (pausa). . . Su chiste…
GUSTAVO: ¿No le resulta bueno?
JUAN: ... No, no es eso... es que... esa insistencia en el mar. (Pausa)
¡Qué extraño, a propósito del mar!; En mi estudio tengo tres secretarias,
son viejas, viejas, muy viejas empleadas mías. Se llaman Mimí, Marta y
María. Me regalaron hace un año, para el día de mi cumpleaños, un
mantel. El mantel tenía un dibujo. Uno de esos dibujos logrados con la
superposición de puntos. Muchos puntitos unidos dibujan algo. Al
principio no me di cuenta, pero el dibujo representa al mar,..
GUSTAVO: ¿El mar?
JUAN: Sí, en efecto, el mar.
GUSTAVO: ...El mar,.. Qué raro... esa insistencia en el mar...
JUAN: Así es. Luego de haber descubierto eso, una inquietud comenzó
a invadirme en cada almuerzo y a cada cena, sólo lo uso en almuerzo y
cena.
GUSTAVO: ¿No toma té?
JUAN: No, té no, solo bollos... bollos sin té...
GUATAVO: … Ahh…
JUAN: … ¿Le extraña?
GUSTAVO: Sólo dije ahh…
JUAN: Ahh… Bien, prosigo entonces… Un mediodía almorzaba una linda
milanesa con papafritas y miré más allá de mi plato hacia el mar del
mantel… Todo sucedió tan rápido…
GUSTAVO: ¿Qué su sucedió?
JUAN: ¿Tendrá sentido contarlo?
GUSTAVO: Quizá no, pero inténtelo...
JUAN: ... El caracol salió del agua...
GUSTAVO: ¿Qué?...
JUAN: Sí, salió de la espuma de una ola, del mar del mantel...
GUSTAVO: ... ¿Usted comía papafritas y milanesas?
JUAN: …Sí... ¿Cree usted que comer papafritas y milanesas es un indicio...
de algo?
GUSTAVO: Tal vez... pero continúe, por favor... eso de las papafritas y
milanesas me resulta asombroso. . .
JUAN: El caracol trepó al plato, tomó una papafrita entre sus antenas...
GUSTAVO: (amenazante. Firme) ¿La papafrita era de las sequitas o de las
aceitosas?
JUAN: (alarmado)... Sequita...
GUSTAVO: (se revuelve)... Me desconcierta aún más...
JUAN: ...Con la papafrita sequita entre sus antenas, se zambulló en el
mar y desapareció entre las olas.
GUSTAVO: ... ¿Qué olas?
JUAN: ...Las del mantel... las del mar...
GUSTAVO: Ahh...
JUAN: ¡Usted con sus ahh!.. . Sus suspiros me confunden, No llego a
comprender porque suspira usted...
GUSTAVO: ... No se preocupe por no entender. Entender no basta... ni
siquiera alcanza. A veces creí comprender algo de la vida, pocas veces;
por suerte reconocí a tiempo que esa certeza era otro tipo de engaño...
(Pausa prolongada. Miran al mar)... ¡Cuánto tiempo!...
JUAN: ¿Tiempo?
GUSTAVO: ¡Cuánto!.. Recuerdo a un amigo, un viejo amigo... hace
cincuenta años le gustaba montar a caballo y entrar en el mar. Cabalgaba
sobre las olas con otros jóvenes audaces. Yo no me atrevía a hacer lo
mismo. Lo esperaba en la playa, en la seguridad de la playa, construyendo
castillos en la arena que luego el mar los destruía. . .
JUAN: ...Ese amigo suyo me recuerda a alguien...
GUSTAVO: ...Yo lo esperaba en la costa. Volvía a la playa, sólo cuando
las sombras de la noche y la sal del mar quemándole la piel lo obligaban
a retornar... Él jugaba en el mar para mí, su único espectador. Al volver
a la costa me contaba historias de mar, como ésa, como la de sus
papafritas... me gustaba escucharlo... bastaba escucharlo... era suficiente.
. .
JUAN: ..¿Siguen siendo amigos aún?
GUSTAVO: Creo que un caracol... el mismo caracol de su mantel, lo
tomó entre sus antenas y lo llevó mar
adentro con su caballo, hace
cincuenta años…
JUAN: ... Cincuenta años. . . (Pausa prolongada. Miran al mar)...Unagaviota...
GUSTAVO: ¿-Dónde-?...
(Juan eleva su brazo extendido y con su índice señala en el cielo a un
punto en el extremo derecho y mueve su brazo levantado, lentamente,
hasta el extremo izquierdo. La mirada de Gustavo sigue el camino
trazado.)
GUSTAVO: (con asombro) ¡-Una gaviota-!. . . Cruza el cielo... parece un
punto blanco.
JUAN: Es un punto blanco que cruza el cielo... Dicen que vuelan hacia
África.
GUSTAVO: ¿-África-?... No conozco África...
JUAN: Esa gaviota no vuelve más...
GUSTAVO: ¿-No vuelve más-?.. .
JUAN: Va a morir a África.
GUSTAVO: ¿-Va a morir-?... ¿-Tan lejos-?... ¿-no la veremos más-?
JUAN: Nunca más...
GUSTAVO: ... ¡-Va a morir, va a estirar la patita en África... tan lejos...
por qué en África-?
JUAN: Va a morir sola... le avergüenza envejecer...
GUSTAVO: (pausa)... ¿-Y en África, pierde la vergüenza-?...
JUAN: En África estará sola.
GUSTAVO: ¡-Ahh-! (pausa, quedan en silencio. Ruido de mar)... Tengo
frío...
JUAN: ¿-Quiere más whisky-?...
GUSTAVO: No gracias. Tengo que irme.
JUAN: Yo también...
GUSTAVO: Me siento bien con usted.
JUAN: Yo también con usted...
GUSTAVO: Es difícil sentirse bien con alguien a quien se acaba de
conocer.
JUAN: Sí, es muy difícil…
GUSTAVO: Muy difícil (se incorpora) ¿-Una galletita-?...
JUAN: Sí... (Juan toma una galletita. Gustavo toma otra y las comen
mirándose: pausa)... Quisiera saber... -Cuando viaja usted en su camión,
en el circo, trabajando como clown...
¿-Viaja acompañado o solo-?
GUSTAVO: (voz turbia por la emoción)... Acompañado.
Mi camión es grande. Me acompañan mi esposa, se llama Marta, es algo
avara pero es una buena compañera. Vienen mis hijos, tengo tres y mis
tres nietos. Uno de ellos, el que más quiero, el menor, es un diablo…
(Pausa). .. ¿-Y usted-?... ¿-Su familia-?. . .
JUAN: (pausado. Cálido) No tengo familia. Vivo solo. (Pausa prolongada)
GUSTAVO: Siento tanto frío... Nunca en mi vida tuve tanto frío...
JUAN: Arrópese. (Juan le levanta las solapas del saco a Gustavo. Observa
las manchas azules...) Tiene una mancha...
GUSTAVO: ...Usted también... Es azul...
JUAN: ¡-Sí-! Azul... (Pausa) No es ni blanco, ni rojo, ni amarillo... Es un lindoazul. (Pausa).
GUSTAVO: (afirmando el cierre del saco) Cierto, un azul hermoso...
Gracias, por cuidarme del frío. Nunca, jamás, nadie me ha cuidado. Usted
es un buen hombre.
JUAN: (extiende su mano para saludarlo)... Adiós... (Gustavo extiende su
mano, se adelanta y se abrazan suavemente, quedan así unos segundos.
Se separan)
GUSTAVO: Adiós... (Gustavo gira, da unos pasos con lentitud)
JUAN: ¡-Gustavo-! (queda mirándolo. Gustavo se detiene, gira y lo mira
sorprendido) GUSTAVO: ... ¿-Conocía mi nombre-?...
JUAN: Sí, usted lo mencionó al pasar...
GUSTAVO: (se acerca) Ahh... sí, al pasar.
JUAN: Se le cayó esto. (Juan le devuelve lo que acababa de robarle, saca
de su bolsillo, frente a la mirada calma de Gustavo, un reloj, una
billetera, una lapicera y se los entrega. Gustavo los guarda en silencio,
gira y se aleja lentamente. Juan también gira y se aleja en dirección
opuesta)
GUSTAVO: (en tanto se aleja) Sí, sí, se me cayó. Soy un descuidado.
Pierdo todo. Gracias, gracias, Juan...
JUAN: (sin volverse) De nada; Gustavo.

Salen por laterales opuestos. Escena vacía. Aumenta el ruido del mar y
del viento junto al chillido de una gaviota. Luz que disminuye
suavemente. 

Oscuridad.


14/6/21

PRUEBA DE AMOR . Roberto Arlt.

PRUEBA DE AMOR 


Roberto Arlt




Boceto teatral irrepresentable ante personas honestas



Guinter 


Frida





Abierto sobre la escena, un cuarto de baño de muros cubiertos con azulejos

blancos, separado de la biblioteca por un tabique de mampostería. La puerta

del cuarto de baño comunica con el costado lateral izquierdo del foro, mientras

que la puerta de la biblioteca, dando frente a los espectadores, se abre sobre

un pasillo. La mesa de la biblioteca aparece anormalmente cubierta por un

mantel blanco sobre el cual se distinguen pilas de paquetes pequeños cuyo

contenido es imposible discernir. Fría luz invernal ilumina la escena.



ESCENA 1

(GUINTER, en traje de calle, pero sin sombrero, entra con paso lento en la

biblioteca; mira abstraído durante un instante los paquetes que están sobre la

mesa y se acerca a la biblioteca, de la que extrae un libro, que hojea y coloca

inmediatamente en el estante. Luego se acerca a la mesa, recoge las cuatro

puntas del mantel e improvisa así un bulto. Indeciso, cavila y sale; entra en el

cuarto de baño, donde se mira en el espejo.)

GUINTER.-Nada más que veintisiete años... y ¡qué viejo estoy. . .!

(Enciende un cigarrillo sentándose en la orilla de la bañera enlozada.)

GUINTER.-Podría estar peor... (Mira en derredor.) Es lógico...: Con estas cosas

no se juega.

(GUINTER cavila algunos segundos. Sale y entra en la biblioteca. Recoge el

bulto por las orejas de trapo y sale nuevamente, para aparecer en el cuarto de

baño. Deposita su carga en el suelo, mira buscando un lugar adecuado donde

guardarla y, después de cerciorarse de que la bañera no contiene residuos de

agua, coloca el bolsón dentro de ella. Terminada dicha operación, se refugia en

la biblioteca acostándose en un sofá, pero, impaciente, abandona su rincón

para acercarse a un reloj de pie cuya tapadera de vidrio abre, para hacer correr

lentamente con el dedo el minutero.) 

2

GUINTER.-Canalla..., siempre caminarás más rápido o más despacio de lo que

necesitamos nosotros los hombres.

Se escucha el repiqueteo de un timbre. (GUINTER sale apresurado.)

ESCENA 2

(GUINTER entra en la biblioteca en compañía de una joven que representa

veinticuatro años, con traje "sastre" azul y velillo sobre el rostro. Cuando se

quita el sombrero queda en escena un tipo insignificante de mujer. La fuerza

interna de FRIDA se trasluce en la parsimonia de sus gestos y en la contención

de sus nervios. Se tiene en presencia de ella la sensación que esta mujer es

una perfecta hipócrita, espiritualizada y afinada por experiencias que ha

sobrepasado. Toma asiento en un sofá frente a GUINTER.)

GUINTER.-¿Tenías miedo de venir?

FRIDA.-Miedo propiamente, no. Pero no me agradaría que en casa lo supieran.

GUINTER.-¿No estamos comprometidos, acaso?

FRIDA.-Eso tiene que ser extraordinariamente importante para mí, ¿no?

GUINTER.-¿Por qué decís eso?

FRIDA.-Según los hombres, únicamente un compromiso formal puede decidirla

a una mujer a dar ciertos pasos. . ., al menos entiendo que en tu

pregunta vos querés establecer eso ...

GUINTER.-Sí. . ., efectivamente,

FRIDA.-De modo que éste es tu departamento (mira en derredor). Muy bonito.

(Se produce un intervalo de silencio.)

GUINTER.-Bueno..., decime..., ¿te imaginás para qué te hice venir?

FRIDA.-No.

GUINTER (burlón).-¿Así que no te imaginás? Cierto, es lógico que no te

imaginés.

FRIDA.-No usés ese tono burlón. ¿He dicho alguna vez que era adivina?

GUINTER.-Es cierto... Bueno, aclararé yo el misterio. Necesito que me des una

prueba, una verdadera prueba de que tu amor no consiste en palabras.

FRIDA.-Entonces me lo imaginé. (Sarcástica.) ¡Qué curioso! No creí nunca

disponer de tanta imaginación.

GUINTER.-Pues esta vez tu imaginación ha fallado, me parece. Yo lo que

necesito es una prueba auténtica de amor.

FRIDA.-¿No te la doy al visitarte, completamente sola?

GUINTER (irónico).-A los veinticuatro años, son raras las mujeres que no han

visitado el departamento de un hombre solo. Algunas en compañía de la 

3

madre, para volver después solas; otras, en compañía de la amiga. El

procedimiento varía según el grado de hipocresía de la interesada, pero

al final las consecuencias son idénticas.

FRIDA (dominando su furor).-¿Con qué derecho me hablás así?

GUINTER.-Disculparás, ¿no?, pero hoy vamos a conversar de cosas que

considero serias. ¿Vos me querés?

FRIDA.-¿Lo dudás?

GUINTER.-Sos una maravilla, querida. Contestás una pregunta con otra.

FRIDA.-Eso quiere decir que dudás de mí.

GUINTER.-Exactamente. Dudo.

FRIDA.-¿Por qué?

GUINTER (fríamente).-Creo que estás dispuesta a casarte con mi dinero.

FRIDA (dejando escapar su indignación).-¿Qué decís?

GUINTER (cínicamente).-No repitamos las palabras como en los parlamentos

teatrales porque si no es cosa de nunca acabar. Si yo te ofendo al decir

eso, lo veremos después.

FRIDA.-Para decirme semejantes groserías no era necesario que me invitaras

a visitarte. Todo eso podías habérmelo dicho en casa.

GUINTER (burlón y con secos chasquidos de odio en la voz).-Convendrás que

en tu casa hablamos de amor. Incluso complicamos todo el sistema

astronómico en nuestras relaciones. Ya ves si hay tela para cortar en tu

casa. Pero vayamos por orden, te lo ruego, y no te molestes hasta el

final. (Con transición de ternura dolida.) Cierto, querida mía, te he

llamado para decirte que te quiero y dudo de tu sinceridad. No me

interrumpas. Dejar de creer o no poder creer en una mujer es una

desgracia involuntaria, semejante a la de estar enfermo. Nadie,

reconocerás honestamente conmigo, desea estar enfermo, sin embargo

los hospitales se encuentran repletos de dolientes. Por otra parte, y

aceptarás conmigo que lo que te digo es una verdad de peso, lo trágico

del amor consiste en que, siendo un sentimiento abstracto, se mide en

las relaciones sociales con la vara de los hechos concretos. ¿Me

entendés?

FRIDA.-Perfectísimamente.

GUINTER (Con cierta jovialidad burlona en los ojos).-De hecho, me querés con

la misma fuerza con que yo te quiero a vos, ¿no es así? Pero al final de

cuentas el que se tiene que casar soy yo. ¿No es otra vez así?

FRIDA.-Así es.

GUINTER (sumamente frío).-De modo que suponiendo que vos ahora me

dieras la prueba de amor de entregarte a mí, a cambio de esa prueba de

amor, que duraría, sin incluir naturalmente el tiempo de desvestirse y

vestirse, un minuto, yo, en pago de ese minuto, tengo que darte otra 

4

prueba de amor cuyas consecuencias económicas, serán efectivas para

ti para toda la vida..., es decir..., el matrimonio.

FRIDA.-Es así, Guinter..., no lo puedo negar. Pero quiero hacerte una

pregunta. ¿Qué queda para la abandonada? 

5

GUINTER.-En la actualidad las únicas mujeres que se casan son las que han

pasado por varias manos. Ellas aprovechan el conocimiento que les

confiere la conducta ilegal, para proporcionarse un marido, como esos

editores que se enriquecen publicando libros que predican la

desaparición de la propiedad privada y el exterminio en masa de los

capitalistas.

FRIDA.-¿Y qué es lo que entendés por conducta ilegal?

GUINTER.-Entiendo que la mujer practica conducta ilegal cuando infringe todos

los aparentes principios morales que son la base de nuestra sociedad

burguesa. La sociedad burguesa condena la libertad sexual en la

mujer... Pues bien..., la hipócrita actual finge despreciar tales prejuicios,

para valorizarse intelectualmente ante el hombre, para encadenarlo con

lazos de pasión y arrastrarlo así a la consumación del matrimonio, que

es la suma de todos los prejuicios e inmundicias que basamentan la

sociedad burguesa.

FRIDA.-Nunca se me ocurrió analizar ese problema.

GUINTER (ensañándose).-Incluso, muchas de ellas se casan par la iglesia... y

con corona de azahar. (Riéndose.) Se me ocurre que en vez de ceñir

una corona de azahar deberían adornarse la cabeza con una corona de

naranjitas...

FRIDA.-¿Naranjitas? -. . .

GUINTER.-Claro..., las naranjitas simbolizarían los óvulos de los abortos

padecidos durante la caza ilegal del marido.

FRIDA (sonriendo involuntariamente).-Sos un salvaje, querido.

GUINTER (burlón).-Me alegro. Siempre he dicho que sos una mujer razonable.

FRIDA.-Creo que demasiado razonable. Sigamos con tu tesis.

GUINTER.-A las mil maravillas. (Enigmático.) Me parece que hemos nacido el

uno para el otro.

FRIDA.-Es muy posible, si los sistemas astronómicos no se oponen.

GUINTER.-¿No te gusta la frasecita? Sin embargo es la verdadera. Pero no

nos vayamos por las ramas, estábamos en ... ¿en qué estábamos? ...

FRIDA.-En que la mujer, por una prueba de amor que dura un minuto, exige del

hombre una prueba de amor que dura una eternidad.

GUINTER.-Muy bien. Te pregunto yo ahora: ¿Qué prueba de amor puede dar

una mujer que, en vez de durar un minuto, dure una eternidad?

FRIDA (permanecerá callada un instante; luego, sonriendo, con serenidad

perfecta).-Guinter..., la mujer no puede dar ninguna prueba de amor.

GUINTER.-Dijiste la verdad. De modo que vos, de acuerdo con esa

manifestación, no podés dar ninguna prueba de amor, ¿no es así?

FRIDA.-Es así... al menos de ese amor a que te referís. 

6

GUINTER.-Magnífico. Veo que nos entendemos. (Cínicamente.) Cada vez me

inclino a creer más en la intervención del sistema planetario en nuestro

amor.

FRIDA.-No sé por qué se me ocurre que hoy se juega mi destino aquí. (Con

gesto de fatiga.) Y bueno... ¿Qué puedo hacer yo?. .

GUINTER.-Frida quiero preguntarte algo. ¿Qué es lo que opinás de mi estado

mental?

FRIDA.-Es normal. Todavía no estás muy nervioso.

GUINTER.-En este momento se me ha ocurrido una idea, Frida. Nosotros, los

hijos de las razas del norte, nos podemos entender con las mujeres...

FRIDA.-Ya sé..., que también sean del norte...

GUINTER.-¿Hacés ironía?

FRIDA.-No, Guinter.

GUINTER.-Te decía esto porque veo la vida de un modo muy particular.

FRIDA.-Es muy posible.

GUINTER.-Y en ciertas circunstancias me gusta jugarme la vida. Vos, Frida,

sos una mujer a la que gustoso le daría una prueba de amor.

FRIDA.-¿De qué amor?

GUINTER.-De este amor que vos no entendés

FRIDA.-¿Te parece?

GUINTER.-Decime, si yo fuera pobre, ¿te casarías conmigo?

FRIDA.-Creo que sí.

GUINTER.-Entonces me querés.

FRIDA.-Es muy posible que vos no entiendas lo que es amor de mujer.

GUINTER.-¿Qué prueba convincente puede dar un amor de mujer?

FRIDA.-¿No hemos convenido en que ninguna mujer puede darle a un hombre

una prueba de amor, si él previamente no cree?

GUINTER (nuevamente hostil).-Sin contar que esa prueba de amor a que nos

referimos, la mujer puede otorgarla en cada oportunidad a un imbécil

distinto. Y ese imbécil, creer que es técnicamente el primero... o a lo

sumo el segundo... pero nada más que el segundo. Máxime si se tiene

en cuenta que hoy hay parteras que fabrican una virginidad por

quinientos pesos.

FRIDA.-iQue enterado estás... ! (Burlándose de GUINTER.) Querido..., no

todas las familias pueden gastarse quinientos pesos en una...

GUINTER (deliberadamente grosero).-Cierto. Y además ¿qué harían las

familias que tienen varias chicas para colocar? (Con furor lento.) Es

colosal. Estas muchachas de familia burguesa, como quien lleva a un

zapatero un par de zapatos, llevan sus órganos genitales a una partera,

para que les eche media suela de virginidad.

FRIDA (impaciente).-Te prevengo que la astronomía es más 

7

GUINTER.-Estábamos...

FRIDA (examinando atentamente a GUINTER).-En que ninguna mujer puede

darle a un hombre una prueba de amor, como no sea su infinita

paciencia.

GUINTER (impasible).-Por otra parte el valor de esa prueba de amor no puede

extenderse a un espacio mayor de tiempo que el que ocupa esa misma

prueba para ser realizada. De modo que una posesión, que dura tres

minutos, no puede dar fe de un amor eterno, sino de un amor existente

dentro de esos tres minutos. Pero las mujeres se comportan en cierto

modo como las instituciones bancarias, que son instituciones para dar

ganancia a sus accionistas: abren al cliente un crédito idéntico al

depósito que han recibido en efectivo de éste. Es decir, son pasivas.

Cuando el cliente agotó el depósito, el banco cierra su crédito; la mujer,

la caja de su amor.

FRIDA.-Razonás muy bien... y de todo lo que decís se desprende que es

imposible darle una prueba de amor a un hombre como vos.

GUINTER.-¿No encontrás una sola prueba?

FRIDA.-No encuentro, Guinter.

GUINTER.-¿Por qué no la encontrás?

FRIDA.-Primero, porque matás la fe en mis propios actos; después, porque esa

prueba no existe, Guinter. Habría que inventarla expresamente, para

vos.

GUINTER.-Y la gente ha estado hasta el presente demasiado ocupada para

inventar una prueba para Federico Guinter, ¿no es así?

FRIDA.-Desgraciadamente, es lo que ocurre.

GUINTER (súbitamente reanimado).-Pues yo la he inventado. ¿Querés pasar

conmigo al cuarto de baño?

(FRIDA vacila un instante, luego se pone de pie. GUINTER le hace cruzar la

puerta ante él y sale.) 

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ESCENA 3

(GUINTER y FRIDA aparecen en el cuarto de baño. FRIDA permanece de pie a

la entrada, mientras que GUINTER se sienta en la orilla de la bañera.)

GUINTER (señalando la bañera).-¿Ves? Aquí está mi fortuna. (Se inclina hacia

el interior de la bañera y, tirando de una oreja del mantel, lo desplaza tan

violentamente que algunos paquetes de dinero ruedan por el piso de

mosaico.) Volviendo a lo nuestro: creo que estás resuelta a casarte

conmigo para resolver tu problema económico. Eso, en primer término.

Para una mujer como vos, lo sentimental queda siempre colocado en

segundo o tercer plano.

FRIDA (cruzándose de brazos).-¿Cuándo terminarás de insultarme?

GUINTER.-Perdón..., mi finalidad no es insultarte sino probar la autenticidad de

tus sentimientos amorosos. (Poniéndose de pie.) La prueba puede

efectuarse de esta manera. Le prendemos fuego a la pila de billetes de

banco y, cuando este sucio papel haya terminado de arder, yo me habré

quedado pobre... y entonces, si vos persistís en casarte conmigo, es

verdad que me querés en este momento actual de tu vida. Y no podré

dudar.

FRIDA.-¿Estás loco?

GUINTER.-Dejá esas exclamaciones para las heroínas del teatro poético.

FRIDA (moviendo pensativamente la cabeza).-Es cierto. Perdoname. En fin...

(pasea por el pasillo del baño), es tu antojo..., perfectamente. Vos tenés

el derecho de hacer lo que se te antoja con tu dinero, pero yo me creo

obligada a advertirte que te he conocido rico..., no pobre...

GUINTER.-Efectivamente.

FRIDA.-De modo que, como yo no tengo poder para atarte con un chaleco de

fuerza, te digo que, después que hayas consumado ese disparate, me

reservo el derecho de aceptarte o rechazarte.

GUINTER.-Me parece muy bien el convenio. Siempre dije que eras una mujer

razonable.

FRIDA.-Siempre se es razonable ante alguien que es más fuerte o más loco

que nosotros. (Con súbito enternecimiento.) Pero si te rechazo, ¿dirás

algo?

GUINTER (examinándola, sinceramente sorprendido).-¿Por qué? Yo juego..., si

pierdo... paciencia..., mala suerte... La vida no es este sucio papel.

FRIDA.-No te creía tan fuerte.

GUINTER.-Es difícil conocer al hombre, quizá más difícil que a la mujer. 

9

(FRIDA se inclina ahora sobre la bañera y coge un paquete y lo abre. Deja caer

pensativamente los billetes, después toma otro paquete y repite la operación;

nuevamente se inclina, revuelve entre los mazos y extrae un tercer paquete.)

FRIDA.-Y todos son nuevos. Ese es, tu dinero..., tu pobre dinero. No te ha

hecho nada y lo vas a quemar.

GUINTER (enfático).-Mi fortuna... aquí, a tus pies.

FRIDA.-¿Compraste a muchas mujeres con ella?

GUINTER (irónico).-Para comprar mujeres no se necesita una fortuna.

¡Pobrecitas! Todas se venden por algo. Las más por una promesa de

firma en el Registro Civil; las otras, a veces por un par de medias... y

también por menos.

FRIDA.-Es triste eso.

GUINTER.-Nos van encanallando despacio. Al final uno llega a despreciarlas

de tal modo que cuando lo aburren a uno les escupe en la cara, las echa

a puntapiés y luego las vuelve a tomar.

FRIDA (con rencor que tiembla en la voz).-Te han hecho sufrir esas perdidas,

¡eh!

GUINTER.-¿Por qué será que todas las mujeres tratan de perdidas a las otras?

FRIDA.-Por la misma razón que los hombres tratan de imbéciles a todos los

otros que se han acostado con una mujer que se niega a complacerlo al

que pronuncia esa palabra.

GUINTER.-Es verdad.

FRIDA.-Bueno..., ¿insistís en pensar que yo me caso con tu dinero y no con

vos?

GUINTER.-Sí.

FRIDA.-Entonces podés prenderle fuego al sucio papel.

(GUINTER abre un cajón de madera que está colocado sobre la bañera y saca

una botella de nafta. Destapa el frasco y, cuando va a inclinarse para rociar el

dinero, FRIDA lo detiene de un brazo.)

FRIDA.-Guinter... , si me querés tanto no es necesario que me des una prueba

de amor.

GUINTER (con frialdad).-No estoy probando el amor que te tengo, sino

sometiendo a prueba el amor que decís tenerme. Lo cual es muy

diferente, querida.

FRIDA.-Hacé lo que quieras (Guinter rocía lentamente con nafta el dinero. Ella

habla ostensiblemente nerviosa.) Guinter no hagás locuras...

GUINTER (irónico).-Tenés miedo de tu porvenir económico, ¿eh? ¡Cómo lo

cuidás!

FRIDA (tapándose el rostro con las manos).-Hágase tu voluntad. 

10

(GUINTER enciende un fósforo y lo arroja al bulto de papel. Grandes

llamaradas azules y rojas se reflejan en los azulejos del muro y temblequean

franjas violáceas y anaranjadas. FRIDA, sin poder contener su curiosidad, se

acerca ahora silenciosamente a la hoguera que arde en el interior de la bañera,

y mira abstraída cómo se consume el dinero. Guinter observa en cambio con

curiosidad malévola el rostro de la mujer encendido por el reflejo del incendio.

FRIDA (de pronto, sin poder contenerse).-¡Qué pena horrible, Guinter! ¡Guinter!

¿Qué has hecho, mi Guinter?... Hombre, mi pobre hombre querido.

(FRIDA se abalanza al cuello de GUINTER, lo estrecha entre sus brazos

y lo besa en el rostro.) Guinter. Guinter mío..., hoy he aprendido a

quererte. ¡Qué alma, qué alma la tuya! ¡Oh, y yo que no te conocía! No

te conocía, Guinter. Te lo juro. Sí, creeme. No te conocía. Estaba a tu

lado fría, serena, calculadora. Dudaba de tu amor. Y ahora... ahora ¿qué

mujer habrá recibido una prueba de amor semejante? Decime, Guinter,

¿qué mujer? ¡Oh mi hombre! Mirá el fuego rojo... (Se inclinan ambos

tomados por la cintura sobre la hoguera, que les cruza el rostro de

resplandores escarlatas.) Las cenizas..., hasta las cenizas están rojas. Y

vos dudabas si me casaría con vos..., pero claro, grandísimo tonto,

criatura mía. (GUINTER se sienta en un extremo de la bañera.) Dejame

sentar en tu falda. (GUINTER deja que ella se siente sobre sus rodillas y

le enlaza la cintura con un brazo.) Verás, Guinter... verás..., seremos

felices a pesar de todo...

GUINTER.-Tenés que perdonarme, Frida. Dudaba...

FRIDA.-Quien tiene que perdonarme sos vos. Guinter. Tú, mi pobre Guinter.

Pero te acompañaré lo mismo. Tenés razón. La vida no es ese horrible

dinero. (Mirando hacia la hoguera que apenas humea y con una sonrisa

de niña.) ¡Qué curioso, Guinter..., a pesar de ser tan sucio, produce una

ceniza blanca...!

GUINTER (confidencialmente).-Tendremos muchas alegrías en la vida, Frida.

FRIDA (mirándolo con adoración).-Como ésta, ninguna...

GUINTER (enigmático).-Puedo darte una gran alegría todavía...

FRIDA (enternecida).-No sabés lo que decís, Guinter querido.

GUINTER.-Yo sé siempre lo que digo. (Echa la mano al bolsillo y extrae un

cheque. Se lo alcanza.) Tomá, éste es mi regalo.

FRIDA (leyendo extrañada el cheque).-¿Setenta mil pesos? ¿Cómo, tenías

más dinero que el que has quemado?

GUINTER.-No.

FRIDA (con asombro creciente).-¿Y entonces?

GUINTER.-El dinero que ardió era moneda falsa. 

11

FRIDA (se aparta lentamente de GUINTER. El cheque cae de entre sus manos

al suelo. Demudación de desilusión infinita relaja las líneas de su

rostro).-¡Ah... !

GUINTER.-¿Estás contenta, Frida? (Se acerca para tomarla de la cintura.)

FRIDA (abandonando la orilla de la bañera, donde se habrá dejado caer

automáticamente).-No me toques, Guinter.

GUINTER.-¿Qué te pasa?

FRIDA.-¿Cómo te procuraste ese dinero falso?

GUINTER.-Lo hice fabricar para mí. La imprenta que lo hizo sabía ya el destino

que tenía. Pero, ¿por qué me preguntás eso?

FRIDA (con el pensamiento ostensiblemente ausente de las palabras que

pronuncia).-¿Y hay gente que se atreve a hacer esas cosas?

GUINTER.-Pagándole, la gente se atreve a todo.

FRIDA (siempre abstraída).-Bueno..., es tarde, Guinter..., adiós...

GUINTER (estupefacto).-¿Cómo adiós?...

FRIDA (recobrándose con lentitud).-Bueno..., ha terminado la comedia. Guinter.

Sos un hombre..., un hombre como todos...

GUINTER (emocionado dolorosamente).-¿Qué decís... estás loca?

FRIDA (fría y triste).-Con razón que yo venía tan triste hacia aquí. Se jugaba mi

destino... y ¡en qué manos, Dios mío..., en tus manos de tramposo!

GUINTER.-Frida..., no pensás en lo que decís ...

FRIDA.-¡Qué pena... ! Me has roto para siempre... y porque sí, ¡Un tramposo!

¡Querer a un tramposo! (Lentamente se quita el anillo de compromiso y,

moviendo la cabeza como frente a un muerto, mira un instante la

hoguera que reanima en su rostro un resplandor bermejo y arroja el

anillo a la bañera. Algunas lágrimas corren por su carita.) ¡Qué pena,

Dios mío, qué pena! (Sale sin mirar a GUINTER, que conmovido, se

apoya en el muro con anonadamiento mentecato.)

TELON