22/5/18

Bardo, vigor en la atmósfera. Leonel Giacometto. Mónólogo para muchacho.


















Bardo, vigor en la atmósfera

Leonel Giacometto

Bardo, vigor en la atmósfera, de Leonel Giacometto, fue estrenada en la Facultad de arte de la ciudad de Tandil (Buenos Aires, Argentina) en 2015, con la actuación de Lucas Máximo y la dirección de Mariano Espondaburu, Cecilia Gramajo. www.alternativateatral.com/obra38671-bardo-vigor-en-la-atmosfera

El Congo es una región de la mente.
Graham Greene


Se ve una habitación, pero también hay otra. Y otra, quizás. Hay puertas, hay cosas dispersas por ahí. Hay posibles instrumentos musicales. Hay pulcritud, buen gusto, cosas útiles para ser tocadas. Lo de cosas es un decir. Podría haber cosas porque sí (podría no es a propósito el porque sí). No hay ventanas, ni ventilas; ni un ventiluz hay. Pero sí un techo de donde pende un cable, que sostiene una lámpara cromada (o similar), que da una especie de luz semi amarilla, en cono. Todo podría estar a propósito. O no. En las paredes hay dibujos, escritos y collages en los cuales es muy fácil perderse.

Muchacho, no hombre. Está en una espera; o acaso ése sea su estar. No está solo pero sólo se lo ve a él. Ahora no hay nadie a la vista.

El muchacho, desde el off, en el otro espacio, viene manteniendo una conversación. Alguien lo escucha del otro lado. Hay una especie de armado de algo. Entra, sale, vuelve a salir, se demora, reingresa, ensaya diferentes formas y partes de lo próximo; sale, se demora, vuelve a entrar. Pareciera no simular. Ve que hay gente del otro lado. Vuelve a salir. Todo esto muchas veces, a gusto; y a discreción. En sus entradas y salidas -se ve-, el muchacho transporta lo que podrían ser herramientas, sus objetos útiles. O comida. Del otro lado, al parecer, no sólo conversa. También repara algo. O lo prepara. O lo cocina.

Las pausas son algo. Algo es cualquier cosa, hasta un silencio.

Los raptos y trances no son, siquiera, resquicios ni desquicios de resabios farmacológicos. Son ámbitos sensoriales sosegados de efectos visuales, como un olor.

El muchacho fuma.

El muchacho podría hacer canciones algunas de sus palabras (no en off). Algunas.

La cuarta pared es una decisión de ritmo, simulación, suplantación y riesgo.

Muchacho (En off. Bajo. Ya viene hablando.): (…) La venganza de Hermes pensé yo en ese momento, te juro. Fue tan automático lo que se me vino, mirá, que no te puedo decir que lo pensé yo siquiera. (Pausa.) Oporto sazonado. (Pausa.) Digo que se me vino de golpe lo de Hermes cuando Lama me detallaba lo de los moretones. (Pausa.) Olé. (Pausa.) Con la culata de una Versa le pega cuando está por acabar. Eso dijo. (Pausa. Entra. Ensaya lo próximo. Gentil.) Me tuve que inventar meticulosamente una trama para poder estar acá. Y ahora que estoy acá no sé cómo decir esto que es la cortesía que la candidez me pasa, entera, por toda mi existencia. (Silencio. Pausa. Sale y vuelve a entrar, todo rápido. Ensaya lo próximo. Altivo.) Lo primero que hay que hacer, es aceptar lo que acá se está planteando. Esta es la primera contienda. O el primer error. (Sale. En off.) Salgo feo. (Silencio.) Salgo feo. Salgo feo. (Pausa. En off.) Salgo feo, salgo feo, salgo feo. (Pausa. En off.) Kazi Dawa. Algo así. (Pausa. En off.) A mí, sinceramente, me hubiera gustado negar todo el suceso y dar por cierto lo que yo te había dicho que Hermes me había contado sobre la frase ésa que me hizo notar que decía Helena sobre el suicidio de los escorpiones y yo no sé qué más sobre lo real porque no le presté la más mínima atención aquella vez. Ni nunca, en realidad. Ahora la invoco, mirá vos. (Pausa. En off.) Sí, salgo feo. (Pausa. Pareciera repensar.) Que deje, dijeron, ¿no? (Pausa. Reingresa. Ensaya lo próximo.) Que deje todas las luces encendidas, que retire todos los obstáculos, que no me resbale, que use los pasamanos, que me fije la temperatura del agua antes de bañarme. (Pausa.) Eso me dicen. (Pausa.) Ahora. (Pausa. Detención. Piensa en algo fuertemente por un instante, pero no lo dice. Sigue con lo suyo.) Que me evite de vez en cuando, me dicen, en realidad. (Pausa.) Y que me dimensione. Y que me dimensione en mis propias expectativas. (Pausa.) Que vea todos los parches me dicen. (Pausa. Sale. En off.) Afuera es un problema. (Pausa. Reingresa.) Ahora es todo. (Pausa.) Eso me dicen. (Pausa.) Esto es para mí. (Sale. En off. Irritado.) Acerca de qué, acerca de qué, acerca de qué, acerca de qué decime vos, acerca de qué podés hablar en una situación como la mía. (Pausa.) Estoy enmudeciendo, sin embargo. Digo pavadas. Pavadas. Pavadas. (Un golpe se escucha. O el arranqué de un motor.) Juan Manuel tenía siempre camisas celestes. Y andaba siempre de mangas arremangadas, como un colectivero en verano. (Pausa. Sonríe.) Qué sabrá de colectivos Juan Manuel. Lo llevaron a un borde. Gente vil hay en todas partes, te juro. Hermes compró un Shocklender. Acordate. (Pausa.) Tantas promesas que se pagan. (Se ofusca.) De qué. (Pausa.) De qué. (Pausa.) De qué escarbando dentro de qué, decime vos, de qué. (Vuelve a entrar. Otro. Podría ser una canción.) Acerca de lo cerca de todas las cosas juntas y desparramadas que hacen, de todos, que todo lo ajeno se haga propio. Y lo ajeno mío. (Pausa.) Mío. (Pausa.) Mío tan ajeno que a veces duele. (Pausa. Las pausas son algo. Algo es un decir.) Solitaria manifestación de estos tugurios donde yo soy su parte. (Pausa. El muchacho entra, sale, vuelve a salir, se demora, transporta o arrastra, arregla o cocina, reingresa, ensaya diferentes formas y partes de lo próximo; sale, se demora, vuelve a entrar. Ensaya lo próximo. O canta. Un decir, como actuar.) Yo esplendía. (Pausa.) Lo juro. (Pausa.) Y derrapé. (Pausa.) Lo voy a contar. (Pausa.) Corralones a cielo abierto. Lluvias amargas. Atracones. Salvajes sin procedencia. No anunciadas h… (Se interrumpe.) No anunciadas. (Pausa.) O tal vez sí. (Pausa. Rápido, a alguien.) Quisiera saltar hacia donde estás. (Pausa.) Atracones fueron decía yo a la vera de la hoy ruta 9. (Pausa.) No sé explicarlo. Perdón. (Pausa.) Pero están. (Pausa.) Ahora es todo. (Pausa.) Los atracones no son un estado discutible para vivir. El que se atraca es propenso a la disolución de las formas y al hastío emocional. (Casi en un rapto. Lúcido.) Costó entenderlo: venían de noche. (Pausa.) Esto cuesta. Esto cuesta. Esto cuesta. (Pausa. Bajo y algo raro.) Somoveintiré. (Pausa.) En demasía ellos querían acortar el trayecto hacia el amanecer. Pero amanecía. Y se iban. Eso hacían. Con la fuerza endeble quedaba yo, que esplendía. (Pausa.) Estelas de polvo y sandalias dejaban. Olor a pasto quemado, a crines, a semillas de veneno guardadas en las manos. (Pausa. Ido.) Filas de rodillas pintadas. (Pausa.) Oí que me llamaban por esto. (Pausa.) Esto es un secreto. (Pausa.) Lo cautivo entra en un valijín. (Pausa.) Lo juro. (Pausa.) Yo no sé si quise. (Pausa. Se excita.) Mador. Mador. Mador. (Pausa.) Me divorciaban de todo. Yo no lo podía creer. Yo no lo podía creer. (Pausa.) Y sin embargo, sucedía. (Pausa.) Sucede aunque me miren así. (Pausa. Vuelve.) Esto cuesta. Ya lo dije. (Pausa. Mira atentamente a alguien. Piensa en irse. Piensa en quedarse y seguir. Pausa.) Malformaciones tenía en todo el cuerpo. (Pausa.) Parecían eso. (Pausa.) Era dolor. (Pausa.) Podría dibujarlo. (Pausa.) Un dibujo de lo que dolía como algo que ejerce presión de adentro hacia afuera podría dibujar. (Se aburre de repente. Amaga con irse. Se queda.) Esto es serio. Era un dolor preciso y l… (Se interrumpe. La resignación o la congoja aparecen.) Era es un decir. Las malformaciones se hicieron zonas: tres. Cabeza, pecho, estómago. Se me hizo habitual. (Pausa. Insiste.) Esto es serio. Repito: es serio. Es el desfajase, la resequedad sin culpa ajena, la domesticación de la rabia, el no verte llegar, el viro errado de la cuestión, el inesperado misterio de no poder encontrarse, de repente, ante el peso del mundo. (Pausa.) Es serio y a pesar mío, esto es teatro. (Pausa. Algo se quebró y algo vino en él. En trance o similar.) Vienen. (Pausa.) Elásticos cuellos de quien… (Se interrumpe.) Me tocan. (Pausa.) Delgados no, delgaduchos y medio encorvados. La mayoría. Sus cuerpos. Cuerpos, cuerpos, cuerpos, cuerpos, cuerpos, cuerpos, fibras con más marcas que carne. Lampiños, extremadamente lampiños. Uno espera más pelo en esa gente. Sólo sus piernas y sus brazos. Mestizos, digamos, cuyas marcas estaban en sus pantorrillas –finas y evocativas de su origen. Eran fuertes gracias al incayuyo. (Pausa. Respira hondamente.) Hay un tropel dentro mío. (Pausa. Rápido, a alguien.) Quisiera saltar hacia donde estás. (Pausa.) Eso me dicen. Yo repito. Derrapé. Ya lo dije. (Pausa.) Y soy gentil. Creo. (Pausa.) Hablaban poco. Ahora no. Jamás opinaban. Ahora son todo. (Pausa.) Yeguarizo, Reumay, Tripailao, Coliqueo, Murena, Pincén. Pijudos. (Silencio.) Pijudos que rompían la regla de que todo pijudo es tonto. Vergas. Gruesas, como en gancho. Atravesaban los toldos. Y yo con ellos. (Pausa.) Fueron veintitrés. Me dijeron: “Has de suponer esto como algo preconcebido. Deberemos forzar hasta la proyección. Israel está en la cabeza, en el estómago y en los intestinos. Toda calumnia viene de adentro. Somos la última especie de nosotros mismos”. (Pausa.) Qué, qué, qué sólo atinaba a decir yo, pero más o menos dijeron otra cosa pero ahora el que habla me dice: “a troche y moche te dejaste comer la cabeza por cualquiera. Pudiste haberte defendido apenas notaste cómo te iban dando de relumbrón los acrílicos y los refucilos que, claro está, no brillan como el oro. Ni el cristal. Hemos sido ortodoxos. Como todo cristiano, como todo judío, como todo musulmán. (Pausa.) De estas tres sale todo”. (Pausa. Otro.) Dicen eso. Y es una indiada. Bruta. Resentida. La siento por las noches. (Pausa.) Te comieron la cabeza, entre tanto. (Pausa.) Me comieron la cabeza. (Pausa.) Entran y salen, a voluntad creo. (Algo sale.) Me humillo por esto. (Pausa.) Pero entran y salen. (Pausa.) Escotes, flojedades, tiranteces. Eso quedó. (Pausa.) Todo se escucha. (En trance o similar) Somos 23. (Pausa.) Estamos dentro de la forma. Eso dice el que habla. Somos 23 y hablamos como uno. (Sale y vuelve a entrar.) Comenzó con silbidos alrededor mío. Susurros no, silbidos. Me estaban llamando. (Pausa.) Llevo 23 indios brutos de Chapadmadal dentro. (Pausa.) Suelen hablar, es justo hacerlo notar. (Sale. En off.) ¿Qué? ¿¡De qué hablás?! ¡¿De qué hablás?! (Pausa. En off.) ¡¿De qué hablás?! Yo quiero que vos me mires. Yo quiero que vos te sientes acá y me mires así mientras yo amablemente te siento desde los hombros; y quiero que me escuches y me digas por qué dios se va a ocupar de un planeta donde mora el perdedor? (Pausa. Reingresa. A alguien en particular. Cierta violencia.) Decime. Esto no es una metáfora. (Pausa.) Esto no es una metáfora. Ni un sueño. Ni una alucinación. (Pausa. A alguien.) Toda convención es poco seria acá. Esto no lo pensás mientras grillos te intranquilizan el caminar. (Pausa.) No estás caminando. (Pausa.) ¿Lo ves? ¿Lo ves? Yo soy su parte. ¿Lo ves? (Pausa.) “En la desesperación, todo rincón es una ventanita. Un aire prometido. Un prodigio interno. Un ventiluz”. (Pausa. Silencio.) Ya escuché. (Pausa. Sigue con alguien. Cambia.) Son ganas, en realidad. Yo también necesito de lo agradable. ¿Lo ves? (Pausa.) Dejá eso. (Pausa.) Dejá eso. (Pausa.) Es de Isaías. (Pausa.) Lo mismo que Hermes, dijo. (Pausa.) Lexapro. (Pausa. Otro.) Está lo que se necesita sin pensar, y está lo que uno lleva a cuestas, ¿no? ¿No? (Pausa.) Uno tiene el cuerpo hinchado, malgastado y lastimado. Uno viene sobrellevando remordimientos; casi fresco, casi valiente. (Se va ampliando. Ensaya lo próximo ya es un decir. Lúcido. Repentino y rápido.) Veo una curva. La tomo. Veo una calle con paredes altas, grises, a ambos lados. Pienso en galpones. Claro, al final de la calle, un destello azul. Es de noche, muy de noche. No hay luna. Nunca entendí eso. Hace calor. El destello azul se opaca de a ratos si lo miro fijo. Pienso en algún efecto traslúcido. Camino y veo que lo azul es un charco de agua refractada. Agua estancada. Llovió. (Pausa. A alguien.) Quisiera saltar hacia donde estás. (Pausa.) Hordas agresivas. Machos brutales capaces. Aun no amanecía. No caminábamos. No corríamos. Ni reptábamos. No bailábamos. Otra cosa percibíamos. Danzábamos. El suelo estaba aún inclinado. El mundo aún no se comía. Ni era de juguete. Ni demasiado. Nosotros no éramos faltos. Lo emocional no fallaba aunque había intemperies. No soy dictado. Vigor en la atmósfera. Fortines ilusos. Baúles con próceres incapaces. Los Pasos. Aplomo sin embargo. No sobornarse. Esto tiene su principio. (Íntimo.) A pesar mío, sin ser tenido en cuenta es la sensación que quisiera sentir. Lejos el frenesí iluso de no estar obligado a ver de por vida esto. (Trance o canción.) En el fondo, estamos sin vueltas, más imposibles que ciertos, sin embrago, de ciertos sucesos. (Pausa. Entra.) Impotentes e inútiles. Esto es un decir. Me comieron 23. (Pausa. Sale. Se demora mientras habla, transporta o arrastra, arregla o cocina, reingresa, sale, se demora, vuelve a entrar. Alterna idas y venidas, siempre para salir y comenzar a ingresar cuadros con dibujos e imágenes de alto próceres para terminar entrando, últimos, el de la mujer de Juan Manuel de Rosas. Todos los próceres fueron visibles. Los rocía con algo líquido mientras habla, explica, medita sobre los cuadros que va viendo. A público.) No sabe lo que hace. Nunca saben. Él dice flotar. Poco criterio, indudablemente. Ni la mitad, ni por asomo la mitad de todo lo que se había propuesto. Y eso que fue recién. (Pausa. Va apilando cuadros.) La pose y el arrastre. (Pausa. Otro.) “Detengamos esto”, me dijo Hermes, “te lo pido lo más ciertamente posible, detengamos esto. Yo no quiero hacerlo, y tampoco quiero que vos lo hagas. No quiero”, me dijo, “yo no quiero. Vamos a tener problemas. Tengo los dientes apretados desde febrero. Detengamos esto. Lo voy a contar”. (Pausa. Trance.) Ahora estamos dentro de la forma que se nos ha sido dada. Soy el que me habla. Soy el que me dice ser 23. Soy el que retiene. O no querer. Cerca tuyo doblegar el horror. (Enciende una antorcha o similar. Va a quemar los cuadros.) No hay vuelta atrás. (Sólo la luz del fuego.)

Apagón rápido y total.


Me entregué al misterio. / ¿Qué era?
Un cambio de tiniebla
hacia una tierra que quizá no existe.
Soy fiel. Persevero.

Sara Gallardo

19/5/18

MONÓLOGO FEMENINO LOS CAMALEONES ÓSCAR LIERA




MONÓLOGO FEMENINO 

LOS CAMALEONES
ÓSCAR LIERA

Personaje unico:

laura


Si la viéramos a los ojos, pensaríamos que Laura tiene 22 años, las manos reflejarían 32;
pero su boca concedería solamente 25. Ella confesaba siempre 24.
Ahora se encuentra en su casa. El buen gusto con el que habian sido elegidos los
muebles y la gran cantidad de libros hacen parecer una sala demasiado elegante, sin
embargo, los habitantes de aquella casa pertenecen a lo que normalmente llamamos
clase media. El decorado podría resumirse de la siguiente manera: un librero con
muchos libros y algunos elementos decorativos, cuadros en las paredes, un sofá, una
mesita con un teléfono, al fondo, un escritorio con un sillón de respaldo alto, en donde,
según parece, alguien, que está de espaldas al público, se halla sentado. El telefono esta
descolgado mientras Laura busca un libro.



LAURA.- Mitos y ritos, mitos y ritos, mitos y ritos...la rama...el principio de las
religiones... la magia. (Gritando.) ¿Por qué se te metió en la cabeza que yo lo tenía?
¿Tan inspirada te sientes como para comenzar tu tesis justamente el día de hoy?
(Corre al teléfono.) ¿Me oíste lo que te dije? Sí, era a ti. Yo no tengo ese libro. ¿No se lo
prestarías a Olivia? Pues trata de acordarte bien, yo no lo tengo. ¿Tienes que comenzar
tu tesis precisamente hoy? Pues sí. ¿Tienes que reunir todo el material? Pues ficha
otro libro. ¿Qué exhiben? ¡Qué padre! Pero no puedo ir, tengo que hablar con mi papá
ahora mismo, no, no lo puedo dejar para mañana. Bueno, sí, muy bien, yo te llamo.
Adiós Luisa.

Con un sentimiento extraño, parecido al dolor que produce el vacío cuando cala
en las profundidades de los huesos, cuelga el teléfono y lo presiona sobre la mesita por
largo rato como para que no fuera a brincar en algún momento. Voltea a ver la silla de
la que sólo ve el respaldo y el pelo de alguien que, según parece, está sentado. Duda un
poco, y luego, aspirando con fuerza el aire, como una gran dosis de droga que la
reconforta, comienza a sonreír con cierta inocencia y después, con decisión, suelta el
aire convertido en palabras.


Papá, te pedí que te quedaras porque quiero hablar contigo. Ya te dije que no quiero
que voltees a verme mientras no haya terminado de decirte lo que pienso. Lo que te
voy a decir es como una confesión que me hago a mí misma, es como uninteriorizarme ante tu presencia, es como si de pronto comenzara a resbalarme hacia
el interior de mi ser y quedara volteada al revés, como quien voltea una media y se
encuentra con sus hilos y sus costuras. ¿Me pregunto por qué tú? ¿Por qué tú y no mi
mamá, por ejemplo? ¿O mis hermanos? No lo sé, tal vez porque eres el que ha estado
más cerca de mí, o por lo menos eso es lo que me has hecho sentir durante toda mi
vida. Tú me has dicho muchas veces que quieres ser mi amigo, y en este momento te
acepto la proposición porque ahora lo que necesito no es un padre, sino un amigo.
Déjame fumar un poco de tu cigarro, amigo. (Toma el cigarro que está sobre el
escritorio y se queda con él.) Delante de mis amigos, a veces, fumo; delante de mis
padres nunca. Ahora es cuando yo debería conocer también tus secretos, pero no
permitiste que se adhirieran a la boquilla. Los camaleones. Todo tiene que ver con la
tesis que he escogido: “Los Camaleones”. Si hubieras visto la cara que puso el doctor
Campos cuando conoció el título de mi tesis. (Lo imita.) “Señorita ¿usted pretende
alcanzar la licenciatura en antropología o en zoólogo o veterinario?”
Pues mire doctor, le dije yo, todo depende de la gravedad del asunto que pienso tratar;
si usted considera que el problema de antropología social que voy a estudiar llega a
ser tan patológico que coloque al hombre por debajo de los seres racionales, creo que
sí me he equivocado de vocación y debí haber estudiado veterinaria o zoología.
Entonces él me preguntó cuál era ése tan grave problema que pensaba presentar en
mi tesis y yo le respondí: el comportamiento homosexual en los humanos. ¿Te das
cuenta papá de lo que pienso hablar? Mi mamá pondría el grito en el cielo y se tiraría
al piso fingiendo cualquier ataque extraño, pero tú no. Tú te quedas en el reposo que
te he impuesto, maquinando, cerrando algunas de tus ventanas, seguramente
haciendo gestos grotescos con la cara. ¿Has tenido tú alguna experiencia homosexual?
Según algunos investigadores, en los hombres es más común que en las mujeres. No,
no me digas nada hasta que haya terminado con mi plática; si algún día tú quieres
contar tu vida íntima, me gustaría mucho conocerla. Me gustaría saber, por ejemplo, si
eres sexualmente feliz con tu mujer... a veces pienso que solamente te has acostado
con mi mamá las veces necesarias para engendrar los hijos. Alba me contó que sus
padres han condenado con energía el placer sexual, y que cuando iban a hacer el amor
era sólo con el fin de engendrar el hijo, y antes de hacerlo tenían mucho cuidado de
rezar algunas oraciones y pedirle un hijo a Dios, avergonzándose del acto que tenían
que cometer. ¿No crees que sea completamente ridículo?


El timbre de la puerta viene a interrumpir el hilo de la conversación, y como un
nuevo personaje se coloca en medio de ellos. Laura no sabe si atender de inmediato al
extraño personaje entrometido, duda un poco, el timbre insiste como si fuera una
interrogación constante, constante. Por fin, Laura se decide a ver quién es y se encamina
hacia la ventana, pero al llegar prefiere no contestar aquella insistente interrogación y
regresa a retomar la conversación.

Perdóname papá, pero no pienso abrir. No sé si te moleste estar soportando por
algunos momentos el berrido de ese timbre infecto, pero prefiero terminar de hablar
contigo sin distraernos en anda antes de que lleguen los demás. (Pausa.) Quiero hacer
una buena tesis, una importante investigación, quiero que tú sepas que lo hago porque
desde algún tiempo me he venido asqueando del mundo, y cada vez, cada día me doy
más cuenta de que la tierra no puede ser el mejor planeta, ni los terrícolas los seres
más perfectos del Universo.
Laura, como llena de ira, se pone a correr por toda la sala y a gritar como si
anunciara algo en venta.
¡El hombre es el animal más promiscuo que existe! ¡Todos los hombres les son infieles
a sus mujeres! ¡Todas las mujeres piensan en otro hombre cuando están con el marido
o se acuestan con el amante en turno! (Continúa furiosa.) Existen grupos de mujeres
que dedican su vida a cobrar para que un hombre las use sexualmente, todos los
adolescentes van con estas mujeres o engañan a otras para obtener de ellas lo mismo.
Esto, dentro de los cánones socio-religiosos se llama: relaciones “normales”. Pero
existen otros seres que prefieren las relaciones sexuales con personas de su mismo
sexo, esto puede ser aberrante a los ojos de los que no ven más allá de sus narices, y
perfectamente normal para los que no clasifican al ser humano por sus relaciones
sexuales, ni les importa la vida íntima de los hombres frente a la grandeza interior y
trascendente. De cualquier manera, en ninguno de los casos, casi nadie dedica
actualmente su vida sexual a una sola persona. A veces la gente se enamora de otra
gente, se realiza sexualmente con ella y se siente el ser más agraciado del mundo; pero
un día la situación cambia y uno de los dos se marcha con alguna mujer o con algún
hombre. Quiero que tú, papá, me convenzas de que no le ponga ese título a mi tesis,
quiero que tú seas uno de los que se realizan sexualmente con la mujer que ha elegido
para madre de sus hijos, para compañera de toda su vida, y quiero que me digas,
además, que los jadeos que escucho por las noches cuando paso cerca de la recámara
de ustedes y que a veces me he detenido a oírlos para codificarlos, no son ronquidos
como siempre he creído; dime que por las noches la tocas y se aman y los dos jadean y
gozan juntos; (Pausa.) Sin embargo, siempre los he oído roncar. Convénceme de que
estoy equivocada, de que no es un buen tema para mi tesis. Todo dependerá de lo que
tú me digas. Un día, uno de los dos deja de amar, si están casados, roncan juntos y si es
una relación libre, ese uno puede irse. En uno el amor se agota de pronto porque es
incapaz de amar, o porque ha concebido el amor como un valor relativo y lo ha
acomodado dentro de esta mezquina circunstancia en que vivimos los humanos. Pero
tal vez en el otro el amor perdure, y cuando ese uno se ha ido, el amor crece en el otro
con desespero y con enfermedad, como un tumor canceroso que se acomoda entre los
pulmones y se alimenta de oxígeno y después no deja respirar con tranquilidad y sin
dolor. El amor se enferma mortalmente en el que se queda y poco a poco tiene que irmatándolo con la conciencia clara y completa de que es lo que más desearía
conservar; de que puede ser el único amor de la vida. (Pausa.) Cuando esto sucede en
las relaciones “normales”, el sufrimiento se puede exteriorizar, la familia entera podrá
compartir la pena y se tratará, en lo más posible, de ayudar a reenfrentarse a la vida al
que sufre; pero cuando esto se da fuera de este tipo de relaciones, es decir, dentro de
las relaciones homosexuales, ¿quién le puede ayudar? ¿Qué actitud toma el
homosexual frente a la familia y qué otra en la soledad? Tienen que ser unos seres
miméticos, como unos camaleones, y sólo dejarán salir el llanto cuando estén a solas.
¡Papá, Dolores, mi mejor amiga, mi amante desde hacía tres años, me dejó hace una
semana porque cree estar enamorada de una pinche alemana bizca que vino como
arqueóloga! ¡Y me está llevando el carajo! ¡Y desde hace ocho días que me estoy
ahogando con mi cáncer! ¡Y quisiera matarla en mí o morirme yo con ella dentro!
Laura cae en la desesperación pero se siente libre al poder expresar lo que piensa
en el fondo de sí misma. Pretende curar su espíritu confesando sus más íntimas
relaciones. Ahora sí desearía que su padre se levantara de la silla y se acercara a ella, y
la abrazara, y la besara y le deslizara por la oreja alguna palabra de aliento, cualquier
cosa que la hiciera sentir que no estaba sola. Le gustaría que el padre le comunicara que
él estaba con ella y que también lo estarían su madre y sus hermanos. Deseaba le
contara algunas relaciones homosexuales de su juventud, eso la hubiera acercado más
estrechamente a él. Pero le asaltó el problema de sentirse compadecida y se apresuró a
hablar.
Recuerda que no quiero que te muevas de tu sitio, no quiero que digas una sola
palabra hasta el final de mi exposición; si es que tienes ganas de hacerlo. (Pausa.) Y
luego tú, preguntando a la hora de la comida por Dolores, y lo hacía mi madre
también y querían que la invitara a comer el sábado con nosotros y yo destrozándome
por dentro, y recordaba sus labios, su talle, su pelo. ¡Y tenía que comer!, y tenía que
inventar alguna mentira. (Pausa.) Mimética, me he vuelto yo también mimética, como
un camaleón. Yo te pido que entiendas este estado en que me encuentro y al cual yo no
pedí llegar. Yo no pedí llegar a esto, sin embargo creo que siempre me han gustado las
mujeres, desde los primeros días de mi vida, y no sé por qué pero así es. A mí me
hubiera gustado ser como todas, tener un novio, y los padres del novio piden la mano
de la novia como quien pide solamente el guante derecho en ceremonia familiar, y los
padres la dan como una cosa...
Laura ha llegado con gran facilidad al sarcasmo, comienza a hablar entre risas,
risas que salen de su interior cuando habla de las relaciones que ella siempre
entrecomillaba como “normales”, las cuales tenían muchas cosas que a una antropóloga
como ella le parecían ridículas.Y los novios se casan...


Ahora, sin perder su sarcasmo, canta la marcha nupcial e imita a una novia boba
que cruza dentro de la iglesia por entre una valla de amigos y parientes.


...Después, la fiesta, y el novio, una vez cumplidos todos estos requisitos, puede
llevársela, su cosa, a cualquier hotel y romperle el himen, y la pobre muchacha
temerosa queda asquerosamente penetrada por un hombre.


Las últimas palabras se expresaron en un grito, iban dentro de un grito, envueltas
en un grito que se escapó de las profundidades de Laura. Después del grito la voz se le
quiebra en los límites de la garganta y la lengua y las palabras comienzan a escurrírsele
impregnadas de una especie de llanto lastimoso, dolorido, que brota como la saliva.


...Asquerosamente penetrada por un hombre, con un sexo extraño al de ella, un sexo
que ni siquiera se le asemeja, un falo vomitante y duro como un hierro que sin piedad
rompe membranas y se va introduciendo sin clemencia entre las carnes más blandas y
el macho ruge de placer, el macho posee “su cosa” y casi la estrangula con sus gritos y
su baba. Y cuando el naciente gozo de la mujer aparece, el macho canta triunfal su
himno eyaculativo, se limpia la boca y se voltea de nalgas. ¡Qué asco! ¡Qué asco! ¿Cómo
puede ser normal todo esto?


Suelta el llanto, busca un pañuelo y se limpia los ojos y la nariz. Le gustaría enviarle a
Dolores todos los pañuelos llenos de lágrimas que ha ido guardando, enviárselos con una
nota; el chantaje melodramático es corriente, pero en la guerra y en el amor se vale
todo. Dolores es una angustia, un desespero, una obsesión. Se acerca al teléfono y con
lentitud marca una serie de números y espera con paciencia, de pronto, alguien levanta
el audífono del otro lado de la línea.


¿Dolores? Es Laura. ¿Cómo estás? ¿Te podré ver hoy? ¿Qué? No, no he salido en toda
la tarde. ¿Tú? ¿Y tocaste el timbre varias veces? No abrí porque estaba contigo, no, no
estoy loca. ¿Y te peleaste con ella, por eso veniste? ¿Qué? ¡Ah! Pero ya te habló, claro y
tú la quieres. No, no me haces daño... (El timbre de la puerta suena dos veces.) Alguien
llama a la puerta, déjame ver quién es.


Deja el teléfono y corre hacia la ventana y mira hacia abajo. Se sorprende al ver a
su padre en la calle.


¡Papá, papá! ¿No traes llaves? ¿Dónde están los demás? ¿Te veniste solo? ¿Qué? Sí, en
este momento bajo a recogerlas y las meto de inmediato al refrigerador; sí, déjamelas
con Catalina, bueno no te tardes.
Regresa con alegría al teléfono.Bueno, Dolores, bueno, bueno, Dolores...


Cuelga con gran cansancio el teléfono, voltea hacia la silla en donde está el bulto
del hombre, se va acercando con lentitud. Coge la silla por el respaldo y comienza a
empujarla, hay allí un muñeco, hecho, seguramente con la ropa de su padre. Lo pasea
por toda la sala. El muñeco empieza a desbaratarse y van cayendo al suelo los rellenos
de toallas, sábanas, almohadas, mientras Laura le dice.


Algún día me atreveré a decírtelo papá, algún día me atreveré. No quiero seguir
fingiendo delante de ustedes y llorando a solas, algún día tendré el suficiente valor,
algun dia.


MIENTRAS, SE VA CERRADO EL TELÓN

LA PIÑA Y LA MANZANA Óscar Liera

LA PIÑA Y LA MANZANA
Óscar Liera


Personajes
ARQUITECTO DURÁN
REVERENDO UGALDE
SEÑORA LINA RAMOS
SEÑOR MANUEL CARPINTERO
LICENCIADO FLORES
DOCTOR GARCIA
SEÑOR OCHOA
SEÑORA CONDESA PEÑA
(Todos vegetarianos)

Desde el mes pasado Lina se hubiera mudado a San Jacinto, pero no habían terminado su
departamento. Ahora inaugura la sala, que es lo único que había alcanzado a decorar.
Durán invitó a sus amigos a la cena que Lina, cuidadosamente, preparó para agradar a
los invitados. Durán acomodó a todos como parte de la decoración y Lina les servía
refrescos de frutas.

ARQUITECTO: Sin embargo, Condesa, también se debe tener mucho cuidado con las
frutas.
REVERENDO: Soy un hombre que se deja llevar por el olfato, allí radica mi instinto
alimenticio. Los olores, los olores, los olores.
LINA: Es que el chayote merece un monumento. Yo se lo haría en bronce.
MANUEL: (A Ugalde.) ¿Y cómo le hace usted, Reverendo, cuando tiene catarro?
Supongo que pasará muchas hambres al cambiar las estaciones.
LICENCIADO: ¿Cuánto tiempo tiene usted de ser vegetariano?
MANUEL: Tengo tres meses.
LICENCIADO: Doctor, por favor informe al prosélito…
DOCTOR: Un vegetariano nunca se enferma. Jamás un vegetariano auténtico padece
enfermedades de carnívoros y menos un cochino resfrío asqueroso como un chorizo
de marrano pudriéndose. (Siempre que oían mencionar la carne recordaban las
palabras de Saussure: “El significado no es sino la representación psíquica de la cosa.”
Por eso, el significante: “carne” les producía, solamente en los rostros, un marcadísimo
asco.)
LINA: ¿En qué basa su alimentación señor…
MANUEL: Manuel…Carpintero.
OCHOA: ¡Qué bello! Tiene una profesión vegetariana. Hay seguros de vida con primas
especiales (Abre su maletín.) para personas que se dedican a su oficio…
MANUEL: Es mi apellido, me apellido Carpintero; yo soy contratista.
LINA: ¿En qué basa su alimentación señor Manuel Carpintero?
MANUEL: Frutas, verduras, germinados, leche, huevos…
CONDESA: ¡Cómo! ¿Ingiere usted fetos de pollo?
MANUEL: El huevo es…
CONDESA: ¡Es un feto asqueroso de cualquier bípedo plúmeo! Pez, reptil o quelonio.
DOCTOR: Tal vez el señor Carpintero, a quien no tenía el gusto de conocer ¿Cómo le
va? (Le da la mano.) Mucho gusto, soy el doctor García, viejo amigo del arquitecto
Durán, vegetariano desde los once años en que pude librarme de la carnívora tutela de
mis progenitores. Tal vez, continúo, usted no ha tenido una sólida preparación sobre
la alimentación en los humanos. La salud está en el estómago. Y recuerde usted que:
cuerpo sano, mente sana.
LICENCIADO: Lo que el doctor le está diciendo, amigo, es la Biblia.
ARQUITECTO: Hace un momento te decía, ¿verdad Condesa?, que había que tener
mucho cuidado con las frutas. (A Manuel.) Quizá tú no sabes combinarlas bien; hay
frutas ácidas, subácidas, dulces…
CONDESA: ¡Él come fetos y toma jugo de pechos de hembra para mamífero!
MANUEL: (A Condesa.) ¡El hombre es un mamífero!
CONDESA: ¡Yo soy mujer!
REVERENDO: (Al licenciado.) ¿Ya leyó las últimas investigaciones sobre el sistema
alimenticio a base de helechos y musgo?
ARQUITECTO: (A Manuel.)…Entonces no se deben mezclar, dentro de las mismas
veinticuatro horas frutas dulces con ácidas y menos comerlas al mismo tiempo.
OCHOA: (A Manuel.)...Puedo venderle un seguro muy bueno, los contratistas corren
mucho peligro, déjeme hablarle acerca de las primas…O puedo asegurarle su coche,
últimamente los roban como ceniceros. Las primas…
LICENCIADO: Siempre me han gustado las reuniones en las que coinciden
vegetarianos porque son muy cordiales; el vegetariano es el hombre más pacífico y
jamás llega a la agresión.
LINA: (Gritando.) Anota eso Durán, anótalo en la lista que estamos haciendo. Nos
faltaba esa gran ventaja del vegetariano sobre el carnívoro: es cierto, ¡nunca es
agresivo!
REVERENDO: ¿Qué lista están haciendo?
ARQUITECTO: Unos carnívoros infectos que conocimos, nos dijeron que los
vegetarianos nunca haríamos la revolución porque nos moriríamos de hambre. Que si
hay que comer raíces ellos las comen y si hay que comer ratas también. Nosotros
apostamos…
CONDESA: ¡Assssssco! ¡Cómo puedes usar esa terminología miasmática!
DOCTOR: ¿Quién ha hablado de revoluciones? Así estamos muy a gusto.
LINA: Solamente estamos haciendo una lista para demostrarles todas las ventajas que
sobre ellos tenemos.
CONDESA: ¡Miles! ¡Todas! Somos gente sana.
DOCTOR: Pero si somos libres…
ARQUITECTO: (A Manuel.) Por lo tanto, no se debe comer nunca una piña junto con
una manzana.
LICENCIADO: Quiero decirte Reverendo, que yo he comido el liquen en salsa de
níspero, es delicioso.
DOCTOR: A propósito de cosas deliciosas, Lina. ¿Puede servirme un poco más de su
refresco? ¿Verdad que somos libres Lina? Las revoluciones son de los románticos.
LINA: (Afirma con la cabeza.) Gracias doctor, es usted muy gentil y sabe decir muy
bien las cosas.
DOCTOR: Podría ser una aportación para esa lista de ventajas.
LINA: No creo, puesto que su amabilidad le distingue muy especialmente. Durán me
había hablado maravillas de usted.
DOCTOR: Nuestro arquitecto es un poco exagerado cuando habla de sus amigos.
OCHOA: ¿Y por qué vive tan solita y tan apartada de la ciudad? ¿No quiere un
seguro?...
LINA: Amo la soledad y no me gusta estar segura ni asegurada. Ahora es cuando soy
feliz sin ningún vecino a kilómetros a la redonda. Es, para mí, maravilloso saber que
soy el único ser que habita estos edificios. Ahora estamos juntos, aislados del mundo,
perdidos entre la naturaleza. Somos como parte de una isla que ha trepado por encima
de las copas de los árboles. Así serán las ciudades del futuro; núcleos flotantes de
salud y armonía, sin tener que soportar alimentos ni eructos carnívoros.
DOCTOR: Es usted una poetisa: se expresa usted en frágiles nervaduras, en plena
función de fotosíntesis.
OCHOA: Sin embargo no debió cambiarse bajo estas circunstancias: no tiene vecinos,
no hay servicio de elevador todavía y ni siquiera terminan aún los demás edificios.
Debe haber mucho ruido con tantos albañiles, máquinas…
ARQUITECTO: Por ahora nadie trabaja en los edificios porque se acaba de morir el
dueño.
LINA: Mi olfato es muy delicado, y por las calles corre el olor de la siempre pudriente
carne; usted me comprende, ¿verdad Reverendo? Aquí por lo pronto corre un viento
puro. Sería interesante que en este edificio, que está tan separado de los otros,
vivieran sólo vegetarianos, ¿no les interesaría?
CONDESA: ¡Fabuloso, fabuloso, fabuloso!
OCHOA: Disculpe mi insistencia, creo que sería prudente que por el momento se
asegurara (Abre el maletín) contra todo: robo, incendio, daños a terceros o accidentes
de trabajo.
REVERENDO: ¿Tiene seguros contra la contaminación? (Todos ríen.)
Condesa se ha levantado después de varios intentos infructuosos de ingresar
activamente en la conversación. Se pasea con dejos de hartura por la sala pletórica de
plantas, libros, lámparas y tapetes. Sus participaciones en la conversación han sido
desde las esquinas del departamento. A veces arranca hojas de alguna planta y las
mastica para ver si saben bien, tratando, de esta manera, de hacer algún descubrimiento
sensacional. Como buena aries quiere descubrir algo para los demás y así ganar el
centro de la reunión. Ahora hojea esa revista en donde busca su objetivo. De pronto fija
su mirada con exageración, lanza un grito clorofílico, estrepitoso, como un bosque que se
derriba. Los allí presentes voltean a verla asustados, ha ganado el centro y no piensa
perderlo.
OCHOA: ¿Qué te pasa Condesa?
CONDESA: ¿Qué infamia es ésta?
LINA: ¿Cuál infamia?
CONDESA: ¡¡Que la soya produce cáncer!!
LICENCIADO: ¿Quéee?
CONDESA: (Leyendo.) ”La soya produce cáncer.” “Según algunas investigaciones
realizadas en el Instituto de Nutriología de Volldemgt, por los científicos Marckp Gotf
y Ywzq Heatrf, se descubrió que a pesar del alto valor nutritivo que tiene la soya,
comiéndola con frecuencia, a la larga, produce cáncer en el duodeno. Se aconsejó que
al difundirse la noticia se hiciera con cautela, pues el gobierno de los Estados Unidos
es el primer productor de este mortífero grano que tratan de imponer en el mundo
entero ganando nuevos mercados con nuevos venenos.”
REVERENDO: ¿En qué país queda ese instituto?
DOCTOR: Espere a que termine de leer, no sea mal educado.
ARQUITECTO: Es pura propaganda comunista, seguramente está en Rusia o en alguno
de sus países satélites.
LICENCIADO: ¡Que se callen para que termine de leer!
CONDESA: Ya terminé.
DOCTOR: ¿Allí termina?
REVERENDO: ¿Cómo se llama la revista que publica semejante mentira?
OCHOA: Sólo quieren desacreditar a Occidente. El doctor de la Furmiére, fundador de
la “Gran Hermandad Colosal”, hablaba, incluso, de cierta santificación a través del
“maná soya” como él la llamaba, por lo tanto no es posible que un iluminado como él…
LINA: ¡No podemos dejarnos embaucar por una nota amarillista, ni vamos a echar por
la borda nuestra reunión! Esta noche tenemos soya para la cena y no pienso tener que
tirarla.
ARQUITECTO: Claro, no podemos creer lo que dicen un par de cretinos en una ciudad
fantasma dentro de un instituto que carece de prestigio. Si fuera el Instituto Pasteur o
el prestigiado Instituto Colby de Washington…
MANUEL: Claro, claro, claro… mejor hablemos de esa cena que nos espera, y si ustedes
me lo permiten voy a fumar.
TODOS: ¿Qué?
MANUEL: A fu-mar, voy…
REVERENDO: ¡Cómo se atreve, es usted un…cochi…!
LICENCIADO: ¡Es un envenenador de atmósferas sanas!
MANUEL: Supongo que lo que consumo sea un vegetal.
REVERENDO: ¡Oh sacrosantas hojas incineradas! ¡Veneno volátil! ¡Combustión
incompleta!
ARQUITECTO: Un buen vegetariano nunca fuma.
MANUEL: Tal vez yo no sea tan bueno.
CONDESA: ¡Fuma, plantígrado vivíparo, devorador de fetos, nicotinador de vientos!
LINA: No veo por qué no vamos a permitirle que fume. Yo personalmente conozco a
muchos grandes vegetarianos que fuman…Además, creo, nos estamos excediendo un
poco en nuestro comportamiento. El señor Carpintero podría sentirse incómodo y eso
podría disgustarme personalmente. Él se encuentra en mi casa y es nuestro invitado.
¿No es cierto Durán?
ARQUITECTO: Por supuesto Lina. Siempre se ha dicho que eres una anfitriona
espléndida y lo has demostrado una vez más.
Manuel Carpintero, obviamente respaldado por la anfitriona, comienza a ensancharse
en su silla. En ese momento es un pavorreal que levanta su cola y sus cejas para
disponerse a fumar después del triunfo patente en el torneo. Los otros invitados se van
alejando de él, algunos con disimulo, otros con marcada obviedad.
LINA: Señores, (Tratando de ser conciliadora) quiero hacerles sentir que están en su
casa. Durán me había hablado mucho de ustedes, yo, en verdad, soy nueva en la
ciudad, me da mucho gusto que estén aquí reunidos. Cuando Durán vivía en San José
compartíamos las mismas amistades, ahora que hemos coincidido de nuevo en esta
ciudad, me gustaría ser amiga de todos sus amigos.
DOCTOR: Es usted un auténtico ángel.
LINA: Quisiera conocerlos más. Gracias por su cumplido doctor. Además ustedes son
gente cosmopolita, tan inteligente…
LICENCIADO: Y todos habitantes del segundo reino: el reino vegetal.
LINA: A propósito de reinos, Condesa, ¿de qué familia es usted?
CONDESA: De los Peña.
LINA: No, no me refiero a su título. ¿De qué país…?
CONDESA: Condesa es mi nombre, me apellido Peña Camarena, soy feminista y
misógina, aborrezco hacer colas, soy vegetariana de nacimiento, detesto los higos, me
gusta la música asiática, no creo en las clases sociales pero soy partidaria de la
discriminación racial y no sé si mi platillo favorito siga siendo el sopletín de soya
alcachofado.
LINA: (Con desencanto.) ¡Eso es lo que vamos a cenar! (Desencanto en los invitados.)
LICENCIADO:(Tragando saliva.) ¡Y qué hay de postre!
Lina va a comenzar a hablar con alegría para tratar de reanimar la reunión, pero
recuerda la presentación que acaba de hacer Condesa de sí misma y sufre un desencanto.
Le comienza a invadir el temorcillo de que el agasajo preparado se le venga abajo. Luego
recuerda una sonrisa de Gina Lollobrigida en Trapecio, la ensaya juntando bien los
dientes y abriendo grande la boca, y dice contoneándose: Higos frescos al maple.
DOCTOR: ¡Delicieux, ragôutant, superbe!
LINA: (Sabiéndose triunfadora gracias a Trapecio, una de sus películas favoritas.) Thank
you.
REVERENDO: Seré curioso Condesa. ¿Por qué no le gustan los higos?
CONDESA: Porque la higuera, en épocas prehistóricas, era una planta carnívora.
DOCTOR: Esa es una historia prehistórica, improbable y fea.
CONDESA: Me da lo mismo, los higos parecen vaginas enfermas.
LINA: (Por enésima vez conciliadora.) Tal vez deseen que les ofrezca unas ricas y finas
hojas de savia en salsa bruta antes de pasar a la mesa.
LICENCIADO: (Extraviado.)…Y aparte de eso, de las vaginas y del cáncer, ¿qué más
hay?
CONDESA: ¡Mierda!
OCHOA: (A Condesa.)¡Cállate mosca chupadora! Aprende a comportarte entre el
género humano.
CONDESA: ¡A mí no me vas a callar tú, vegetariano refugiado, alcohólico anónimo con
nombre propio!
REVERENDO: ¡Basta carnívoros, dejen de mordisquearse!
MANUEL: No use usted la palabra carnívoro como insulto, porque mi santa madre
come carne, y mi padre nunca dejó de comerla cuando vivía. Yo sólo tengo tres meses
de no comerla, pero ahorita se me antoja un filete de res.
CONDESA: ¡Asco! ¡Asco!
MANUEL: (Continuando su agresión.) Quiero un lomo relleno, quiero patas de puerco a
la vinagreta, quiero tacos de tripas.
LICENCIADO: ¡Callen a ese loco, voy a vomitar!
OCHOA: (Golpeando a Manuel.) Cierra el hocico, asqueante.
ARQUITECTO: (Tratando de separarlos.) No se golpeen borrachos cantineros, no están
en la calle, ni en sus casas.
LINA: ¡Por favor hagan algo, se van a matar!
CONDESA: (Al arquitecto.) Rómpele el hocico a ese saprófito.
MANUEL: Un pedacito de bistec, un poco de moronga que corra por entre mis dientes
envuelta con mi saliva…
Ochoa, sin soltar a Manuel, sigue luchando por hacerlo callar, el arquitecto Durán
lucha por separarlos. Lina se desespera porque la lucha acabe, mientras que Condesa,
deseando participar activamente en la lucha, se limita a animar el espectáculo con
gritos, frases y empujones, para violentar más el caos que, tal vez, ella desató en algún
momento. Ochoa hecho un energúmeno toma a Manuel de los hombros y lo lanza al piso
con la siguiente frase:
OCHOA: ¡Salte de aquí gusano barrenador!
DOCTOR: (Vomitando.) ¡Sáquenlo! ¡Sáquenlo!
ARQUITECTO: (A Ochoa.) ¡Déjalo papamoscas!
OCHOA: (Al arquitecto.) ¡Déjame en paz bacteria infecta!
MANUEL: Denme costillitas de puerco…
CONDESA: (Tratando de quitar a Durán.) Sácate de aquí falso arquitecto, estudiante
fósil, decoradorcillo joto.
REVERENDO: (Calmadísimo.) Doctor, cómo se atreve a vomitar sus espinacas acedas
en la alfombra de la señora.
DOCTOR: ¡Cállate langosta maizalera!
LICENCIADO: Es un asco esta situación, yo me largo, quédense revolcando en este
mantillo.
LINA: (Furiosa.) ¡Mi casa no es ningún mantillo, mongoloide rehabilitado!
El Lic. Flores monta en cólera, se lanza sobre la anfitriona y la cachetea, ésta se
prende de los cabellos de aquel y caen sobre la, tan vejada, alfombra y se siguen
golpeando. Hay una batalla campal, lugar común de la épica vegetariana. Manuel se ve
perdido y como si presintiera su muerte grita:
MANUEL: ¡Déjenme herbívoros clorofílicos! Ya me voy a comer carne, carne, carne
cruda, carne.
Manuel, con lentitud, logra zafarse de nuevo y se dirige otra vez a la puerta. Condesa
ve que el carnívoro va a escaparse y se le adelanta y cierra bien la puerta con doble llave,
la saca de la cerradura y la arroja por la ventana. Se le dibuja una risa imbécil de triunfo
y se dirige a Manuel.
CONDESA: Tú no sales vivo de aquí, carroña de perro. (A todos.) El que quiera salir
tendrá que brincar siete pisos.
Manuel golpea a Condesa, ésta, ofendidísima, va por un florero y se lo estrella en la
cabeza. Manuel cae sin sentido al suelo mientras la sangre comienza a salirle a
borbotones. Durán ve la escena con horror. El juego ha llegado demasiado lejos. Voltea a
ver a Condesa, la risa que ésta traía ahora tiembla en sus labios pintarrajeados de rojo.
Durán no lo sabe, pero la voz se le ha quebrado.
DURÁN: Lo mataste Condesa, lo mataste.
Lina deja de pelear, va hacia el herido, ve cómo se está desangrando y corre hacia el
doctor.
LINA: ¡Doctor! ¡Doctor, se desangra el hombre ese, cúrelo, haga algo!
DOCTOR: Yo no puedo hacer nada por él.
LINA: No sea rencoroso doctor, es un humano, se está muriendo. ¡Haga algo!
DOCTOR: ¿Qué quieres que haga? Yo no soy médico, tengo el doctorado pero en
geografía. Soy doctor en geografía.
LICENCIADO: Vamos a tirar la puerta.
LINA: Es imposible, apenas con dinamita, tiene una hoja interior de acero. Es a prueba
de robos.
REVERENDO: ¿Tiene teléfono?
LINA: Aún no se instalan los teléfonos en esta parte de la ciudad. En verdad éste es el
único departamento habitado y no tendré un solo vecino antes de dos meses.
ARQUITECTO: (A Condesa.) Tú tiraste la llave, mal parida; tú nos tienes que sacar de
aquí o te aviento por el balcón para que vayas a buscarla y la recojas con el hocico.
CONDESA: (A Lina.) Debes tener otra llave cielito, tienes que tener otra llave muñeca…
LINA: Existe otra llave, pero no la tengo yo, la tiene Eugenia y no está en la ciudad, ni
vendrá pronto. Como no hay ninguna otra entrada, tampoco hay ninguna otra salida.
Estamos a sólo ocho kilómetros de la civilización… la única posibilidad es que algún
día vengan a buscarme de mi trabajo, porque saben que vivo sola y lejos de la ciudad,
pero quién sabe cuánto tiempo tendríamos que vivir juntos.
CONDESA: Podremos gritarle a la gente que pasa que busquen una llave y ¡salvados!
ARQUITECTO: Recuerda lo lejos que estamos de la ciudad, por aquí nadie pasa. Esta
loca que se quiso venir a vivir antes de tiempo. Ahora hay un problema de intestado
entre los dueños de este cochinero de edificios. La obra está parada y ni albañiles
vendrán.
OCHOA: El señor Carpintero ha muerto.
Histeria general.
LINA: Licenciado, por favor certifique usted la muerte y diga que todo fue un
accidente…
LICENCIADO: Lo siento Lina, no puedo hacerlo, yo soy licenciado en letras francesas.
LINA: Reverendo… pues, por lo menos encárguese usted de rezarle algo a este
hombre.
REVERENDO: Con mucho gusto diré los rezos que me vengan a la memoria Lina,
aunque no soy nada religioso. Me llamo Reverendo y me apellido Ugalde, mi profesión
es contador y soy vegetariano.

SI ACASO, TELÓN

EPÍLOGO

Después de tres días, se encontraban en el departamento de Lina; en aquella soledad y en
silencio, los ojos abiertos de siete personas que, habiendo devorado el sopletín
alcachofado, no decidían aún cómo cocinar el cuerpo de un hombre que estaba en el
refrigerador, para poder seguir esperando que un día alguien, que me hubiera gustado
que hubiese sido Ramón Mimiaga, hubiera ido a visitar por casualidad a Lina Ramos.