10/7/18

LA MADONNITA Mauricio Kartun


LA MADONNITA


Mauricio Kartun 



I

COMUNIÓN


Estudio fotográfico de principios de siglo XX. Un universo de fondos decorados: balaustradas y troncos de cartapesta, pérgolas, teloncitos con paisajes bucólicos. Profusión de juguetes y elementos para complementar las tomas. Un reclinatorio de estilo relamido. Un largo lateral vidriado, con sus pesadas cortinas corridas. Hertz, el fotógrafo, pequeño, cincuentón, de largo delantal gris, termina de recoger el toldo que descubre un techo también de vidrio por el que entra un luminoso sol de diciembre. A su lado Basilio, algo más joven y fornido observa la maniobra.

HERTZ: Luz embalsamada señor Basilio... Ahí tiene lo que es una foto. En vez de formol sales de plata, y papel al bromuro en cambio de estopa, pero al fin y al cabo una taxidermia ordinaria. Embalsamar instantes, digamos.

BASILIO: (Recorriendo con la mirada muebles y utensilios) Me mandó a buscar…

HERTZ: (Un silencio esquivo) ¿Qué le parece...? Después de tanto tiempo de atenderlo allá abajo al mostrador subió al final a los secretos del atelier... (Por el reclinatorio al que Basilio observa con curiosidad) 8 de diciembre, Inmaculada Concepción... en un rato más hay aquí un desfile de infantes de blanco. Y disculpe el olor a estofado: cocinamos en la trastienda. (Basilio observa interesado una cama de rotunda decoración disimulada tras unas cortinas) ¿Me reconoce el mueble?

BASILIO: ¿Ella... se cambia acá...?

HERTZ: Atrás del biombo. En esas perchas está su guardarropas. Ya sabe, en un estudio, vestuario… Carteras para una matrona que no tiene ni un pañuelo para guardar. Corbatas para un cretino que lo más elegante que ha tenido al cuello es su número de presidiario... La utilería de un petit coliseo.

BASILIO: ¿Anduvo por aquí...? Estas noches, digo, bah.

HERTZ: ¿...?

BASILIO: La Madonnita.

HERTZ: Menos averigua Dios y perdona...

BASILIO: Decía...

HERTZ: Le interesa el objeto.

BASILIO: ¿Me terminó al final el coloreado?. La foto de ella.

HERTZ: Iluminado. Lo llamamos así en el gremio. Iluminado. Siguen sin entrar las tinturas. Todo de la vieja Europa. La guerra está haciendo estragos en las paletas. Imagínese: azul de Prusia, tierra de Siena, rojo de Venecia...

BASILIO: No parecía para nada pelirroja. La Madonnita.

HERTZ: Colorada. Y bien subida, ya le dije. Sangre de toro. Cuando me entre el carmín adecuado se la ilumino.

BASILIO: Ni una peca se le ve en las poses.

HERTZ: Misterios de la anatomía. Ayúdeme con el cortinado... (Corren entre ambos la larga cortina lateral) Doble brocato y lona en el medio. Por eso lo pesado. Lo mismo con el toldo del techo. Negro. Azabache. No deja pasar un rayo. Capaz de comerse un sol entero un mediodía de verano. Fundamental durante el día para hacer buenas tomas con alumbrado. Nada peor que mezclar el sol con el magnesio. Como el brandy y el vino, ¿ha visto?. Los dos se hacen de uva, los dos son alcohol, pero usted los mezcla y repugnan,

BASILIO: Yo hoy estoy sobrio.

HERTZ: Pero claro hombre, claro, quien habla de eso.

BASILIO: Un clarete con agua carbonatada. Hoy asa el calor.

HERTZ: Y aquí adentro... El techo negro, los vidrios... Un invernadero. Va a saber disculpar la hora de la cita. En un rato habrá cola ahí afuera. Este oficio: tromba cuatro días al año y todo el resto calma chicha. Pero quítese el saco mi amigo. Se nos va a derretir.

BASILIO: Costumbre. El vendedor está en el aspecto. (Pausa) Volvió, al final…

HERTZ: ¿Quién?

BASILIO: El hombre... El modelo de ella.

HERTZ: No. Ya le dije: un viaje. Difícil que vuelva.

BASILIO: ¿Y entonces…?

HERTZ: (Se encoje de hombros) Complicaciones. (Evasivo). Pero qué casimir señor... ¿se salió del escaparate de un sastre?

BASILIO: Me lo tenía mi mujer en cautela. Por si no devolvía a la nena en las salidas.

HERTZ: Un Montepío la mujer suya...

BASILIO: Bajo la cama, en una maletita de cartón piedra. Huele a pis de gato todavía.

HERTZ: Pero la recuperó. ¿Cómo hizo?

BASILIO: (Esquivo) Sí.

HERTZ: Ahora le fía... A su hijita digo...

BASILIO: No.

HERTZ: Pero cuente... Hombre, le abro mi casa... (Silencio) Pero que parco es usted señor Basilio. Quien diría es tan buen vendedor.

BASILIO: Las fotos se venden solas. Me conocen. Entro a los dancing, a las fondas. En los retretes. Ni elegir necesitan: por la cara ya se lo que busca cada uno. (Una verdad como un templo:) El hombre se parece a lo que lo pierde. Por la cara... si busca boca, si busca argolla, o si busca marrón.

HERTZ: Un curioso atributo lombrosiano...

BASILIO: (Insiste) ¿Entonces fotos nuevas esta semana tampoco…?

HERTZ: Ya le dije. Copias del stock que saque en estos meses nomás…

BASILIO: ¿Otra vez lo mismo…? Entonces para que…

HERTZ: Lo lamento igual que usted, pero salvo que le encontremos la vuelta, otra cosa…

BASILIO: Mercadería trillada..

HERTZ: Por ahí buscando nueva clientela...

BASILIO: No trabajo afuera de la veintiséis. Y a los habitué los tengo a todos. Piden poses nuevas.

HERTZ: A la esposa seguro no le piden variedad...

BASILIO: Los que compran mis fotos no tienen esposa.

HERTZ: ¿Sus fotos?

BASILIO: ¿Qué, no las pago yo?

HERTZ: Bueno sería. Pero usted sabe, Basilio: si se venden así no es porque sean sus fotos. Es porque son las mías.

BASILIO: Fírmelas...

HERTZ: Ni falta que hace. ¿Conoce a alguien que pueda hacerlas igual?

BASILIO: Hay otros.

HERTZ: Intento ser cordial con usted pero veo que no se puede. Si hay otros porqué no va a comprarle a ellos.

BASILIO: De París las traen...

HERTZ: Sí, claro… Tendrán una nitidez como las mías seguramente. Estos claroscuros. ¿Se apreciará en esas que usted dice el calado del macramé del antifaz?, ¿los poros sudados?, ¿las pecas del pezón? Chasiretes de plaza, por favor... Soy un retratista Rembrand, señor.

BASILIO: Las compran por ella. Por esa mujer.

HERTZ: Por esa mujer, por la luz, por el instante... El retrato es una unidad que…

BASILIO: Al macho ni lo miran. A ella la ven y se van en seco. La divinura de ella.

HERTZ: Fijada en un gesto irrepetible. Compran el instante, señor. ¿Y quien ha cazado aquí ese instante...? (Extiende la mano hacia el ventanal) Mire esta luz. Espesa. Se palpa. Deliciosa. Mírela jugar con el polvo que flota en el aire. Deliciosa. Cualquiera diría que no habrá en la vida de Dios una más encendida. Pero, ¿quiere saber?: le falta más de media hora todavía para madurar. Conozco la luz que entra por esos vidrios como un repostero conoce a su crema. A ésta hace una semana que la espero. Una semana. Cuando esté a punto voy a ponerle debajo un cuerpo a bañar. Y recién ahí retrataré el milagro. Un catador de luz este servidor, créame... La perfección, señor Basilio, es una luz de mediatarde de diciembre entrando a la galería el norte. Es eso lo que compran sus clientes.

BASILIO: Compran la carita de ella cuando come carne por atrás.

HERTZ: Lo tenía en más. Es un ordinario cualunque. Al fin y al cabo lo que sobran son marchantes.

BASILIO: ¿Para qué me hizo venir?

HERTZ: No para que me humille


BASILIO: Me hizo ilusionar de gusto. Sabe que necesito más fotos. Se lo dije. Se lo pedí bien.

HERTZ: Busque las parisienes…

BASILIO: De las nuestras... (Corrige) las suyas...

HERTZ: Ahh... (Se aleja sin responder)

BASILIO: A mi me va a cumplir los pedidos.

HERTZ: Obediencia, solo a Dios...

BASILIO: Búsquese otro modelo. No sé, yo las necesito...

HERTZ: Cómprese una cámara de mano y consígase una conchuda. Estamos en el Paseo de Julio. Lo que sobran son polacas de la Varsovia. Puestas y dispuestas.

BASILIO: (Tomándolo de las solapas) ¡Tirifilo pulastrón a mi me hace más fotos nuevas o... o...!

HERTZ: ¿Qué...? ¿Me va a quemar las patillas con el yesquero como a su mujercita?

BASILIO: (Lo suelta sorprendido) ¿Quién le dijo...?

HERTZ: Gentes. ¿Me va a romper el labio de arriba como al lituano?

BASILIO: (Confundido) Yo... No me miraba a los ojos... ¿Habló con ella?

HERTZ: Tercera vez que le pega.

BASILIO: Por el lituano es que no me deja ver a la Iris. Se sienta en la cama de la pensión al lado de ella y le agarra la mano.

HERTZ: La nena le dice papito.

BASILIO: ¿Quién es el alcahuete que...?

HERTZ: Averiguaciones.

BASILIO: Me espía...

HERTZ: Busco antecedentes no más.

BASILIO: ¿Y qué más le dicen?

HERTZ: Generalidades. Que frecuenta el culto espiritista, que bebe, y que practica Mauser los sábados a la mañana en el Tiro Federal.

BASILIO: Yo nunca hice nada malo...

HERTZ: “Aquí se aprende a defender a la patria”

BASILIO: Yo...

HERTZ: Quédese tranquilo. No soy tira. Una oficina de referencias mercantiles.

BASILIO: ¿Usted...?

HERTZ: Les dije que era para un empleo.

Basilio lo mira confundido


HERTZ: Al fin y al cabo es mi distribuidor, ¿no?

BASILIO: Ultima vez: para que me hizo venir.

HERTZ: Ya le dije. El stock.

BASILIO: El stock ya me lo había ofrecido. Y para eso no hacía falta hacerme espiar.

HERTZ: Tenía mis planes. Pero ya veo que usted…

BASILIO: Qué.

HERTZ: Que usted no, no… (Un tiempo) Necesito un modelo.

BASILIO: Y yo que pito toco.

HERTZ: (Un tiempo) Señor Basilio… Usted qué diría si le digo que está aquí.

Basilio mira intrigado


HERTZ: Ella.

BASILIO: Mediodía. Me dijo que solo venía a la noche.

HERTZ: Excusas. Para que no me insista. Si entendiera algo de fotografía se habría dado cuenta de que en la luz de esas placas no hay alumbrado. Una luz tan natural como la carne que retrata.

BASILIO: No entiendo a donde...

HERTZ: ¿A usted… dígame… no le interesaría que charláramos los tres…?. Y quien le dice se nos arregla el negocio...

BASILIO: (Nervioso, se encoge de hombros) ¿Ahora, dice…?

HERTZ: ¿Se le complica el almuerzo…? Podría comer con nosotros.

BASILIO: ¿Pero ella…?

HERTZ: (Asiente) Nada especial, ¿no? Menú doméstico: ropa vieja: mondongo, papa, caracú... (Un tiempo. Basilio se sienta lentamente en una silla en tácita aceptación. Hertz aliviado se acerca a la cortina que da a la trastienda) Filomena… Querida... El señor Basilio se queda a comer con nosotros. (A Basilio que lo mira sorprendido) La patrona tiene una mano especial para el potaje. Ya va a ver: no me le pida frito ni rotizado, pero comida de olla...

BASILIO: ¿Su... señora estará… también...? Acá con La Madonnita, digo...

HERTZ: (Dificultosamente) Amigo Basilio: La Madonnita es propiamente mi mujer.

Se abre la cortina que da a la trastienda y entra cargando una sopera humeante una mujer algo renga, pequeña y de aspecto desangelado. Un rostro, sin embargo, bello y triste. Un pañuelo de cocinera en la cabeza, y un delantal muy usado. No saca la vista de la fuente. Basilio acusa la sorpresa.

HERTZ: Señor Basilio... mi Filomena. Filomena... el señor Basilio.

Ella deja la fuente sobre la mesa de trabajo y secándose una mano en el delantal estrecha fugazmente la del otro.

BASILIO: Placer...

Ella asiente con un gesto mínimo y regresa a la cocina


HERTZ: No se incomode. No habla. Ha quedado cariacontecido señor... Le parece raro, claro.

BASILIO: Cada cual de su culo un violín corneta. Me la imaginaba distinta no más. Es una... (Duda)

HERTZ: ...Doña. Dígalo. Una patrona. Ocupación sus quehaceres. Nuestro secreto, ya sabe…

BASILIO: ¿Qué sea…?

HERTZ: Pensé que para usted sería obvio. ¿Cual pensaba que es la llave que ha abierto esta humilde prosperidad?. Las bellezas de rouge y colorete, las rubias a la manzanilla, son demasiado ajenas, señor... ¿Quiénes son los clientes suyos?: gringos, esclavos del trabajo, inmigrantes. Una ciudad de hombres solos. Sin otra meta en su esfuerzo que la de echar raíces. Sin tiempo para nada pero nada más. Ni el amor... Ni la carne... Apenas de vez en cuando para la nostalgia. Ahí debajo de sus velitas de parafina, en sus camas de un peso la noche, las fotos de mi Filomena son su módica panacea: su desnudez les anima la cama desierta, su cara de dolor les calienta el morbo. Y su indiferencia le da un inconfundible aire a esposa que los hace sentir como en su casa. En el fondo, ya se sabe Basilio, y perdone la crudeza: el hombre se aburre, se queja, pero los mejores polvos al fin y al cabo son siempre con la mujer de uno. ¿Sabe lo que es eso que llaman “cama caliente”?: las pensiones más miserables las alquilan en turnos de cuatro horas.: treinta centavos. Sale un ganapán y ya hay otro esperando en el pasillo. A esos hombres, molidos, a gatas si les alcanza para soñar en ellas un rato con que harán finalmente la América. Y con veinte centavos más de fotos, con mi mujercita Filomena al lado. Una multitud de lomos agobiados adorando entre las hojas de sus pasaportes la foto doblada de mi Filomena para prenderle su velita cada noche: la estampita de la patrona... Nuestra Señora de los Gringos Solos... Su felicidad es un relámpago magnésico. En este viaje frenopático que han hecho desde Europa, todo termina dado vuelta: La Madonnita resulta al fin su quimera utopista... Y la Argentina apenas una polución nocturna.

Filomena regresa cargada de platos, cubiertos, vasos, un mantel. Comienza a poner la mesa.

HERTZ: Perdone el sitio, señor Basilio, adentro apenas si hay un fogón y el cuartito nuestro. (Saca de un estante una palangana y vuelca agua en ella) Enjuáguese en la jofaina: con el calor las manos se ponen pringosas. (Se moja la cara, el pelo) Aflójese el cuello, hombre, y refrésquese el cogote también...

BASILIO: (Se moja las manos) No gracias...

HERTZ: (Con un gesto lo invita a la mesa mientras ella comienza a servir. A Filomena ¿Ayudo...? (Ella no contesta) Convengamos en que no es un día para guisotes, pero abriendo las vitreas, y con un tinto fresquito... (Sirve los vasos) Señor Basilio: sin vergüencita (Se lanza al plato) Bueno… De lo que hay no falta nada...

Filomena se saca el delantal y lo cuelga a un lado. Se quita el pañuelo. Se sienta. Comen.


HERTZ: Bueno, bueno... (A ella) ¿Has visto qué serio el amigo? ¿Te lo dije o no?

Sin dejar de comer ella asiente sin énfasis.


HERTZ: Quién nos dice, Negrita, el señor Basilio nos ayuda a retomar la actividad... (A Basilio) ¿Le gusta el plato?

BASILIO: (Inocultablemente perturbado por la presencia de ella) Mucho condimento. Apetitoso.

HERTZ: (A ella) ¿El pimiento de la mala palabra? (Ella asiente) Mano santa… (Vuelve a servir los vasos) Dele a esto que ayuda a bajar... (Beben) Así son las cosas señor... El lenguaraz oriental que posaba para nosotros se ha vuelto a su Carmelo y nos ha plantado… en el altar como quien dice. (Filomena acusa la frase. Su vaso cae sobre el mantel) Alegría alegría... (Mojando el dedo en vino les toca la frente) Se creía indispensable el muy charlatán. El bonito se nos ha hecho. Como si atrás del antifaz se apreciara algo... No quiso entender que de partiquino aquí se trataba, y ha querido irla de capocómico del miembro, con perdón de la señora. Así que vía. Desagradecido. Y así se encuentra ahora esta compañía, mi amigo, con tournee vendida y sin partenaire. Y según me dice: si nosotros no montamos usted no abre la taquilla, ¿no?

Basilio bebe largo en silencio. No contesta.


BASILIO: (Dificultosamente) No es colorada.

HERTZ: (Sorprendido) ¿Qué…?

BASILIO: Pelirroja. Eso también me mintió.

HERTZ: Bueno… Para ver de abatatarlo. Ya se sabe: las pelirrojas en la cama... (Hace los cuernos) Pero se ve que usted miedo a la yetatura...

BASILIO: (Descubierto) Ya le dije que la foto era para un cliente que me encargó.

HERTZ: Claro hombre, claro, si yo no dije otra cosa. (Revuelve la guisera) Epa, epa... Los caracuses... Pongan plato, pongan plato... (Les sirve) Con los dedos, eh... A la criolla que estamos entre amigos.

Chupan caracú. Las manos y las bocas engrasadas.

HERTZ:
Bueno amigo, lo cierto es que nos hemos quedado sin un segundo que le de los pies a mi Filomena. Usted lo ha dicho hace un rato: una figura a la que nadie mira: un accesorio, un utensilio como esos fondos con los que la gente se fotografía en el Parque Japonés. Un aeroplano de cartón piedra: pero, aunque humilde, necesario. Usted lo expresó con claridad: si las fotos viejas no se venden hará falta otro modelo nomás. Es así que pensando… se me ha ocurrido, bueno… A rey muerto rey puesto, y ...

Filomena se pone de pie bruscamente y sale hacia la trastienda


HERTZ: Mi amor, no... Filita no te...

Va hasta ella y la alcanza. Conversan en voz baja. Ella vuelve. Se sienta y se abanica.

HERTZ: Sabrá disculparla. No es por usted. Una situación que quizá le comente a su tiempo... Si usted aceptara, claro.

BASILIO: ¿Qué?

HERTZ: ¿Tiene que hacérmelo tan difícil? Creí que la situación era elocuente.

BASILIO: ¿...?

HERTZ: Como hacían los viejos retratistas para inmovilizar al modelo durante la toma: necesito un arnés, una prótesis para fijar a mi Filomena en toda su belleza durante esas placas. Un apoyo, señor. Como el que nos proporcionaba el uruguayo de mierda ¿entiende?. Una baranda. Que como cualquier pasamanos: debe ser sólido, sencillo, y de tamaño adecuado. (Basilio empieza a entender. Hertz toma la decisión) Usted reúne las tres condiciones.

BASILIO: (Entre pasmado y ofendido) ¿Usted… se piensa que yo… que yo…?

HERTZ: Un hombre sano... Admirador de su belleza. Con un aparato discreto, si se disculpa la infidencia...

BASILIO: Mi mujer otra vez, ya veo... Su agencia de informes mercantiles.

HERTZ: No. Esta vez el señor Mora: el violinista del Petit Trianón (Basilio se inquieta) Se la chupaba a usted en un palco bajo por una leche malteada y tres tortas negras. Si además se lo culeaba, quince fichas para el dancing. No se inquiete: un barrio de canallas. Acá se sabe todo. No se niegue se lo ruego. El negocio sería para la sociedad, atrás del antifaz nadie podría conocerlo, como siempre el único rostro descubierto sería el de ella. Por lo demás: todo lo que se venda dividido tres, y yo pongo la materia prima.

BASILIO: Yo nunca...

HERTZ: Aprendería.

BASILIO: No sé si...

HERTZ: Cuestión de probar. No me es fácil decírselo, comprenderá, pero los dos sabemos que al menos en foto la dama no le es indiferente.

BASILIO: ¿Y ella?

HERTZ: Está de acuerdo. Lo acabamos de hablar.

BASILIO: Me dijo que era muda.

HERTZ: Le dije que no hablaba. No es lo mismo. Con gente desconocida. Otra de las virtudes que valoro de usted es su laconismo. No se propasará como el otro dándole cháchara. Soy su esposo. Frente a la ley y frente a Dios.

BASILIO: No sé… Yo tendría que...

HERTZ: (Interrumpe) La luz... Está llegando la luz... Véala como se inflama... Véala que corrediza se ha puesto...

Corre el toldo que baña de luz el ámbito. Descubre la cama y acomoda algunas pantallas reflectoras que la iluminan puntualmente.

HERTZ: Señor Basilio, me temo que no puedo darle mucho tiempo… (A Filomena) Mi reina... Se pasa...

La mujer se pone de pie con gesto desganado. En un par de movimientos se deshace del batón que queda arrugado en el suelo. Se descalza. Camina en enagua hacia la cama. Su renguera es ahora más marcada.

HERTZ: Sin la ortopedia le es más difícil.

BASILIO: Es renga...

HERTZ: Y usted tiene olor a vino. Ninguna de las dos cosas salen en la foto.

Filomena se acuesta sin apuro y se abanica con su pantalla de cartón.

HERTZ: Viene... Viene... (Lo inquiere) Señor Basilio...

BASILIO: Y qué tendría que...

HERTZ: A la negligé... ser usted mismo... Yo me encargaría del resto.

Basilio no se mueve.

HERTZ: Comprenderá que la luz no espera... Si no lo va a hacer, le ruego... Voy a aprovecharla para algunos estudios con mi modelo. Si alguna vez vuelvo a tener fotos, si aun no he conseguido distribuidor...

Un tiempo.


BASILIO: ¿Y tiene que ser hoy…? (Hertz lo mira con gesto hastiado. Basilio mira hacia la cama. Un tiempo.) ¿Dónde... me cambio?

HERTZ: Allí tras el biombo tiene perchas para la ropa.

Basilio se cambia tras el biombo.

HERTZ: Señor Basilio...

BASILIO: Sí...

HERTZ: Si el calzón le ha marcado la cintura con el elástico allí tiene alcohol y algodón: frótese apenas que va a ir desapareciendo... (Pausa) Señor Basilio...

BASILIO: Sí...

HERTZ: ¿Está bañado del día?

BASILIO: De anoche...

HERTZ: Señor Basilio...

BASILIO: Sí.

HERTZ: El uruguayo… no se volvió a Carmelo. Apareció flotando en el Río Luján con un escopetazo en la boca. Cartucho dieciséis. Perdigón patero. Se escapaba ese día con mi Filomena a Montevideo. La tenía engatusada con la labia. Un barrio bravo éste, que le voy a contar a usted. Por unos pesos hay gente acá que hace cualquier cosa. Por eso es que ella anda así: lo estimaba al lenguaraz.

Basilio se asoma lentamente.

HERTZ: Espero que comprenda. Digo... que sepa darle su lugar...

BASILIO: (Pausa) Se entiende.

Basilio sale tapándose púdicamente. Hertz le alarga el antifaz. Se lo pone. Pausa.

HERTZ: (De pronto) La luz... Pero carajo se está empezando a aguar la luz...

Basilio va hacia la cama. Filomena se quita indolente la combinación.

BASILIO: Con permiso... Señora.

HERTZ: Cuando le pida el cuerpo, señor Basilio…

Hertz se mete bajo la tela negra que oscurece el visor del máquina. Desde allí mientras hace señas con la mano para que comiencen.

HERTZ: El instante señor Basilio... El Instante…

Baja la luz


II
CARNE VALE


La galería en penumbras. Lunas de papel, caras de Momo. Fondos recortados. Glorietas armadas con serpentinas.
Golpes insistentes sobre una cortina metálica llegan desde el piso de abajo. Hertz despeinado, con aspecto desarrapado, una camiseta sudada, de espaldas a la pared junto a una ventana que da a la calle, intenta espiar allá abajo en la vereda el origen de esos golpes. Resiste angustiado otra andanada hasta que abre finalmente la ventana y ocultándose habla hacia abajo en tono que implora silencio.

HERTZ: ¿Puede dejar de golpear? ¡Son las tres de la tarde... hora de la siesta! ¿Quiere que se lo lleven por alborotador...? No puedo atenderlo... Estoy sólo... enfermo... Vuelva otro día...

Intenta retirarse de la ventana pero otra andanada de golpes lo detiene. Intenta resistir pero el bochinche puede más. Vuelve a asomarse.

HERTZ: Estoy pasando por un momento... (Nuevos golpes) ¡Está bien... Esta bien...! Pero deje de llamar la atención...

Corre hacia la puerta de la trastienda y se cerciora de que esté bien cerrada. Toma un llavero y sale hacia el piso bajo. Sus pasos bajando la escalera. Pasos rotundos luego subiendo. Entra Basilio alzando a Hertz del cuello. Lo arroja a un lado. Basilio le muestra el llavero y se lo echa al bolsillo

HERTZ: ¡Pero qué se cree usted qué...!

Un puñetazo seco en la cara lo sienta limpiamente. Hertz se lleva el pañuelo a la nariz que pronto se tiñe de sangre.
Basilio recorre el lugar.

HERTZ: Estoy solo. Recién llego... Ni he abierto siquiera la trastienda.

BASILIO: Me engatusó.

HERTZ: Por favor, señor Basilio... Si usted supiera mi calvario de estos días...

BASILIO: Se escapó. Se llevó las fotos. Dos meses.

HERTZ: Créame que lo hice por... (Basilio va hacia él amenazante) ¡Por favor le pido, violencia no...! No está en mí...

BASILIO: Me embrolló

HERTZ: Para todo hay una explicación

BASILIO: Donde la tiene...

HERTZ: Señor Basilio, la placa fotográfica es un medio tan inestable...

BASILIO: A La Madonnita.

HERTZ: Sepa darme mi lugar, señor... Está hablando de mi señora.

BASILIO: Éramos socios... Los tres...

HERTZ: Es verdad... En eso... Descansa unos días en una isla del Tigre. ¿Desconfía? Averigüe... Arroyo Gallo Fiambre.

BASILIO: No me dijo que se tomaba vacaciones.

HERTZ: A la fuerza ahorcan.

BASILIO: A los dos días de las fotos se fue.

HERTZ: Ni tiempo de avisar... ¿Cree que lo hice por gusto? Dejé sin entregar todos los encargues de primera comunión... Una fortunita derrochada ¿no me cree? Mire en la mesa, ni tiempo de guillotinarlas...

BASILIO: (Revisando) Donde están las que me tomó...

HERTZ: Las tiré... Salieron mal...

BASILIO: Me engrupe. Le dijo a ella que estaban saliendo bien. Negativos dijo.

HERTZ: Treinta años de oficio, señor... Difícil que una placa se me vele... Pero el motivo, la toma...

BASILIO: Qué.

HERTZ: Descompuesta.

BASILIO: Descompuesta...

HERTZ: Fatalmente.

Basilio lo mira desconcertado.

HERTZ: Imposible darle vida a eso. ¿Qué iba a hacer...?

BASILIO: Dármelas. El que estoy ahí soy yo.

HERTZ: Señor Basilio: le traen a un taxidermista un encargue... Un perrito por caso, un pichicho muerto de viejo, regalón de la familia... pero han esperado más de lo prudente y ha empezado una descomposición inevitable. ¿Va a devolvérselo a los dueños? Una bolsa de arpillera, un nudo, y al basural. Las vistas de ustedes sobre esa cama estaban podridas. Irremediablemente. Y no era esa luz, carajo con lo que la esperamos, ni la nitidez créame. Estaban... visibles si eso es lo que quiere saber. Pero su alma... su espíritu...

BASILIO: Me embrolla de nuevo.

HERTZ: Pero por favor, si tuviera dos dedos de sensibilidad ...

Basilio lo levanta de la ropa.


HERTZ: ¡No me pegue por favor... Trato de explicarle!

BASILIO: Siga.

HERTZ: ¿Qué es un cuerpo señor...? No es nada... Apenas la luz que se refleja sobre él. Hay cuerpos que brillan. Todo reflejo. Hay otros opacos: comen luz como una comadreja muerta de hambre. Y sin luz desaparecen. Todo el brillo de mi Filomena, todo su fulgor, su resplandor desapareció en esas fotos. Se opacó. Se oscureció de tal manera que se veía apenas como un pedazo de materia sin vida. Una comprobación desesperante señor. Sin ese carajito al lado, sin ese uruguayo cursiento que me está haciendo la vida imposible, La Madonnita ha desaparecido y ha quedado en su lugar una señora apagada y renga. Ha dejado de reflejar y ha quedado solo sombra. Ya se puede imaginar usted donde ha quedado mi dignidad. Revelé una por una con esmero especial. Y nada. Un cadáver violado si me permite la expresión. ¿Quiere saber? Hay un solo lugar en esas placas, uno solo donde La Madonnita brilla con su luz de siempre. Diminuta. Y sola, como si hubieran recortado la foto alrededor. Un solo lugar señor Basilio, flotando en el aire como en un retrato viñeta.

BASILIO: Dónde...

HERTZ: En lo profundo de los ojos suyos. Un reflejo claro como un espejo. Si algo le faltaba a la dignidad mía...

BASILIO: (Saca el yesquero) Me toma para el churrete...

HERTZ: ¡Por favor se lo pido...!

BASILIO: Le achurrasco la jeta.

HERTZ: ¡Mírelo usted!

Abre un cajón de la mesa de trabajo y tira sobre el tablero un puñado de fotos. Basilio queda mirándolas extasiado.

HERTZ: ¿Lo ve en el reflejo...? Enmarcado por los agujeros del antifaz... Amplié los ojos suyos hasta que el grano las volvió grotescas... El único lugar. Y en ningún otro. Por eso las rompí. Conduélase de mi fracaso por lo menos... Ese hombre me quitó lo que más quería.

BASILIO: Me dijo que lo había hecho liquidar...

HERTZ: (Sorprendido) Sí... Bueno...

BASILIO: La vida imposible.

HERTZ: Qué...

BASILIO: Recién dijo: “Me está haciendo la vida imposible”

HERTZ: (Nervioso) Una manera de...

Basilio lo toma del cuello y enciende el yesquero.

HERTZ: ¡Está bien... Le mentí! Qué quería que hiciese. Me extorsionó. Le di trescientos pesos, todos mis ahorros, para que se fuera y no volviera. Cuando los agarré estaban a punto de fugarse a Montevideo. Pensaban montar el negocio en un local de altos. Cerca del puerto. Sobre un despacho de carbón y forrajes que les facilitaba un primo. Morocho amulatado igual que él. Ilusos... Como si el atributo animal de penetrarse los volviera mágicamente artistas. Lo soborné. Era débil el muy charrúa. Le dije a ella que lo había hecho matar para ver de ver de sacárselo de la cabeza. Del oído. Declamación le hacía. Rimas. Atorrante. Una letra de tango... Cháchara y cháchara. Agarrada con las palabras la tenía. Hacía de grupí en un remate de la calle Artes. Un lunar así en un costado de la lengua. ¿Quiere creer? Una escarapela de elocuencia, se jactaba. Agarró los trescientos enseguida, pero volvió al poco tiempo pidiendo más. Por eso cerré y me la llevé afuera. Lejos. Anda rondando. Seguro. Y yo que le voy a dar si no acierto una.

BASILIO: Y ella...

HERTZ: Ya le dije... El Tigre... Yo me vine anoche. Una lancha almacén me hizo la gauchada. Estoy sin recursos señor Basilio... Carnavales: pensé en hacerme unos pesos retratando mascaritas. Una semana rendidora... Usted sabe... Pierrot, Gauchitos, Fantasías... Lo que saque será para darle al morocho. Ni soñar con lo que pide, pero quien le dice se deja de apretar... Usted podría ayudarme... Un acto de caridad señor... Usted ha sido marido también... Usted entiende... Piense en el lituano... Trate de colocarme un paquetito de las fotos viejas... le copio las mejores... le acomodo el costo...

BASILIO: Qué le pide. El uruguayo...

HERTZ: Doscientos más. Un platal.

BASILIO: (Dificultosamente) Por ahí... Si usted la trae... Probando de nuevo...

HERTZ: ¿Otro intento dice usted? Inútil. Ya le dije. El... El... (Pausa) ¿A usted ni siquiera le importa que los retrate o no, no?

Basilio calla


HERTZ: Dígamelo, no se preocupe... Hoy por hoy mi única dignidad está en conservarla.

Basilio se encoge de hombros.

HERTZ: La única. Un artista... Dígamelo. ¿Usted...?

BASILIO: (Evasivo) Puedo adelantarle a cuenta. Socios, ¿no?

HERTZ: Sin ese demonio negro en el medio.

BASILIO: Y si sigue amolando podría contar conmigo... (Saca el llavero y se lo devuelve)

HERTZ: Le agradezco el gesto. ¿Y dispone...? De ese recurso, digo...

BASILIO: Efeté..

HERTZ: ¿En el día...?

BASILIO: ¿Dice ahora?

HERTZ: ¿No le alcanzaría?

BASILIO: En el Tigre me dijo.

HERTZ: ¿Alcanzaría o no?

Basilio asiente.

HERTZ: Ahí atrás. En la pieza. No sé que me daba dejarla allá. Todo me da miedo. Sospecha... Sabe... Y él ronda, estoy seguro. Habló con los vecinos.

BASILIO: (Iluminado) Está ahí...?

HERTZ: Sí. (Un tiempo. Basilio aguarda una respuesta.) Yo tendría que ir preparando unas placas… (Comienza con la tarea. Un tiempo. Alza la vista) Una sola puerta. No puede perderse.

Basilio asiente y va tenso hacia la trastienda.


HERTZ: Señor Basilio… ¿Doscientos, no…?

Basilio lo mira. Asiente. Sale. Hertz trata inútilmente de recomponerse. Basilio vuelve a entrar de pronto atropellado y pálido.

BASILIO: La ventana abierta. Se fue por los techos.

Vuelven a entrar y salir. A entrar y salir. Son dos autómatas descompuestos . Hertz queda duro.

HERTZ: Se la llevó, Basilio...

BASILIO: Se la llevó...

HERTZ: El canallita...

Sorpresivamente Basilio suelta un llanto contenido y convulsivo.
Hertz permanece en silencio.

BASILIO: Todo lo que toco se arruina. Un fracaso andante.

HERTZ: Usted... Usted tiene que traerla, señor... Usted sabe de... Usted es ducho... Yo qué sé... Yo qué soy... Un pelele... Alfeñique...

BASILIO: Todo... Nunca una alegría.

HERTZ: Sabe de armas... Dispara.

BASILIO: Al blanco. Deber cívico.

HERTZ: Más para mí. Un disolvente el oriental. Desertor. Se agujereó el tímpano para no hacer la conscripción. Una aguja de colchonero .

BASILIO: No se.

Hertz abre un cajón de mesa y saca un pistolón de caza.

HERTZ: Calibre 16.

BASILIO: Vaya a saber para donde...

HERTZ: (Seguro) El vapor de la carrera. Si no es el de la noche, el de mañana temprano.

BASILIO: ¿Y si no quiere?

HERTZ: ¿Cuando lo encara al lituano le pide por favor?

Basilio toma el arma. Duda.
Hertz le alarga un maletín pequeño que toma de entre la utilería.

HERTZ: Bajo el saco se le nota. (Por el maletín) De sacamuelas.

Basilio guarda mecánicamente el arma. Hertz agrega a la maleta un puñado de cartuchos.

HERTZ: En dársena C. No le costará encontrarlos.

Basilio va a salir.

HERTZ: Señor Basilio... (Basilio se detiene un momento. Hertz le alarga la llave) No hace falta que golpee. (Tiempo) Señor Basilio... Se va a poner a llorar. La conozco. No deje de decirle que es por amor.

Sale Basilio. Hertz cae desolado sobre una silla.


III
SÁBADO DE CENIZA

Amanece. Hertz duerme la mona sobre la cama usada en las fotos. Un porrón de ginebra en el suelo.
Ruidos abajo y unos pasos que suben torpemente la escalera. Hertz se despierta sobresaltado.
Entran Basilio y Filomena caminando con dificultad. Están ambos , también, totalmente borrachos. Levantadas sobre las cabezas sendas caretas de cartón. Filomena un espantasuegras en la boca. Basilio un lanzaperfume de vidrio, y el maletín que llevó.
Permanecen allí bajo el vano de la puerta como reponiéndose.

BASILIO: Aquí estoy porque he venido. Porque he venido aquí estoy. Si no agrada mi presencia, como he venido me voy.

HERTZ: Mi amor... mi vida... (Trata de ponerse en pie y trastabilla) Creo que tomé de más... Ginebra con semillón: la mala mezcla.

BASILIO: Por nosotros no se cohíba (Hertz lo mira extrañado) Es largo de explicar.

HERTZ: (Va hacia Filomena) Yo... Yo... Mi cielo... Yo sé que no estamos pasando un buen momento... Pero ahora que estás de vuelta en el nidito... Que todo se está arreglando... (Mira hacia Basilio que asiente) Quiero decirte que... (Filomena lo mira ida, y comienza a soplar enajenadamente su trompetita que suena como un aullido) No, no, Filita... no me hagas una cosa así... Hablemos... Sin rencor... Yo entiendo que un paso en falso lo puede tener... (Ella toca más fuerte aun para no escucharlo. Hertz queda sin saber qué hacer. Basilio se sienta en un sillón armado contra un fondo de cortinados falsos) Yo... te juro que las cosas van a ser distintas... Ese hombre no te... Ese hombre... (Filomena deja de tocar y larga su llanto) No llores te lo pido... Que voy a llorar yo... Por piedad te lo pido... (A Basilio) Eternamente agradecido... Eternamente agradecido...

BASILIO: Un deber es un deber.

HERTZ: Eternamente...

BASILIO: Lo que estaba por hacer se hizo. Ahora que haya cordura... Que el tiempo lime todo... Señora Filomena... Que no haya rencor. (Filomena se acerca trastabillando y le da a Basilio un cachetazo feroz) Un hombre no toca a una mujer ni con el pétalo de una magnolia. (Filomena vuelve a pegarle. Camina unos pasos y se sienta junto a la mesa) Yo solo cumplí con mi deber.

HERTZ: Vas a ver que va a ser distinto... Como al principio... Cuando llegamos de allá. Mi muchachita... ¿qué nos pasó...?

BASILIO: En todas partes se cuecen habas.

HERTZ: Le tengo un aprecio inusual, señor... Inusual. (Tropieza y por no caer se sienta en una escenografía)

BASILIO: Arriba los corazones...

HERTZ: No... no acostumbro a beber...

BASILIO: El calor... Provoca.

Filomena se pone de pie. Toma algo de la mesa y sale a los tumbos hacia la trastienda.

HERTZ: Filomena...

BASILIO: Déjela. Una jornada incordiosa. Lo importante es que ya está en casa.

Quedan mirándose un rato.

HERTZ: Apenas quedé solo me di cuenta: no puedo vivir sin ella. Sin ella no soy nada. No soy nada.

BASILIO: Una mujercita... Una auténtica mujercita...

HERTZ: ¿Y el rioplatense? (Basilio calla) ¿Puso... resistencia...? (Igual) ¿Estaba allí no más...? ¿Dársena C ? .

BASILIO: Habían pasado. Compraron camarote. Se ve el morocho venía dulce. Me dijeron después. Largo de contar... Me quedé en el muelle. Esperándolos. Sentadito. Oscureció. Una bruma... Perdido el río ahí. Bicherío. Los bronquios me tiraban a cerrar. Crucé a comer a un bodegón. Quemaban palosanto en un brasero: los mosquitos. Habrá sido el humo... la humedad. Me silbaba el pecho como un morrongo. Con la adición pedí una chica de anís para despejarme. En el vientito se escuchaban unos platillos cerca. El corso de Martín García... Parezco pelotudo pero no soy pelotudo: estos se fueron para ahí pensé. Que mejor lugar para perderse.

HERTZ: Filoso.

BASILIO: Una cosa parecer y otra ser. A los grandotes no nos queda remedio: marcados. O hacemos el bruto o hacemos el panete. Pero una cosa parecer... Estos se fueron para ahí para perderse en el gentío mientras arrima el vapor. Crucé el descampado por entre un juncal, mire el barro en los tamangos, y me acerqué por atrás de una grúa a vichar entre los fierros. Multitud. Estos me ven: levanto la perdiz. Ningún pelotudo: un puestito de la parroquia vendía los cotillones, me fui derechito. Caretas serias no quedaban más, encima yo de geta grande, menos mal ésta de Holandesa. Gorda rubia, qué me importa si es para el disimule. Un vaporizador de agua florida y serpentina francesa tricolor. Me fui metiendo. Desfilaba una comparsa de negros. De cartapesta los negros: como cien todos con la mascarita igual. Y entre el gentío no va que: tac tac, tac tac... Le reconozco la ortopedia, con perdón: mascaritas a mi... Ella de negra bozal y el de negro Lubolo. Negro sobre negro él...

HERTZ: Una tautología

BASILIO: Por lo menos... Vaya a saber el físico mío, lo que me faltaba disfraz, o el maletín que me desentonaba, pero fue verme ellos y empezaron a firuletear entre el negrerío. De la mano la iba orientando el oriental, mire como me salió decirlo. Y yo perro mastín, cada vez más metidos en la multitud. Un segundito de duda que me paré mirando, el titubeo que me agarró si para el lado del escobero o el de las negritas cebadoras, y va que siento una mano atrás, vaya a saber la mascarita de gorda rubia seguro que dio pasto a la confusión: un falso negro me acarició morboso el ojete. Con alevosía señor Hertz. Dedo. Me di vuelta y todos iguales: una pesadilla. Encima el anís y el pecho morrongo. Le tire un manotazo a uno que me pareció se reía. Vaya a saber si no era la careta. Se me vino gallito. Se ve entre ellos sí se reconocían bajo el cartón piedra porque enseguida eran como cinco los que me chumbaban. Como yo revoleaba al tuntún un esmirriadito se me arrodilló atrás, me dieron el empellón y me tumbaron al suelo. Hormigas negras, señor Hertz. Hormigas negras. Todos encima. El escobero me daba con el mango, míreme la ceja acá... Quise manotear el chumbo, me habían refalado la maletita... Muerto me dije, Basilio: muerto. Estaba ya a encomendarme al Señor y partir a la morada, va que un esclavo que llega se saca la mascarita, y a las muecas los llama no se como a sosiego a los morenos. Vaya a saber será que le ven las motas que eran de verdad, aflojaron los puntapiés; o que empezó el tamboril de nuevo y se vieron obligados al desfile, volvieron a marchar con el pasito candombe y me dejaron ahí en un empedradito medio patituerto, de la esquina como quien mira para el río. Ella también se sacó la caretita Hertz. Eran los dos. Vaya a saber en qué súbito arrepentimiento los empujó el Señor a salvarme. Me levantaron hasta la vereda y me apoyaron en el paredón de un teatrucho de marionetas. El titiritero hacía reclame en la puerta. No sé si el anís o los golpes: no podía saber en el momento si era de verdad el gringo o cocoliche del corso. “¡Guarda il burattino! Guarda il burattino...!” Me pusieron éter de un rociador en el pañuelito de ella para la hinchazón acá. ¿Monograma FC?

HERTZ: Filomena Carmen.

BASILIO: Habían tomado también. Caña de durazno.

HERTZ: Bebida de negros.

BASILIO: Bebida de negros. Una garrafa de a litro cada uno portaban. En un rato entre los tres no quedó ni el perfume. Imagínese yo con el anís de base. Entonces él empezó a hablar, señor Hertz. A hablar. Bajito. Y hondo, ya se sabe la voz morocha. Ninguna estridencia. Del amor, de ella y él, del porvenir. Una caverna que hablaba. Unas palabras: como si todos los seres humanos habláramos de confección, y él a medida. Justas... Y todo con un don.... Los morochos vio son más sonrisa. ¿Será que los dientes se le destacan?. Me di cuenta que me perdía, señor Hertz. Que me dominaba la labia. Un sermón negro que daban ganas de cerrar los ojos y dejarse llevar. A medida, ¿le dije esa sensación?. Y ese gesto al final que me pudo: la maletita. Me devolvió la maletita con el trabuco. Sentí que si no hacía algo estaba perdido, señor Hertz. Perdido. Ganado. Ganado por el arte locuaz. El oscuro hablaba y yo le miraba en la boca el lunar de la lengua. Entramos al teatrino más por sentar el mareo que por la función. Los tres. Una unión. Unos títeres de madera grandotes que los manejaban de la cabeza con un gancho, meta pelear a espada, todo en idioma, vaya a saber que argumento. Ni una palabra se entendía. “Sicilia, Sicilia”, por ahí, vaya a saber me pareció. El uruguayo se descompuso: techo de chapa: un horno. Lo llevé al fondo, nauseó todo en una pileta de lavar del emparrado: caña de durazno, un enchastre. Jarabe. Le lavé la boca. En el trajín con este dedo le rocé el lunar: como una descarga en la mano. Una pila voltaica, quiere creer. No reaccionaba bien el oscuro, me di cuenta. Cabeceaba el oscuro. Ahora o nunca, me di cuenta, un pedazo de esa lengua medio afuera, el pedazo del atributo nada menos. Una escarapela mora el lunar. Una condecoración. Saqué del chiquilín de los lienzos la cortaplumas de nácar. Reclame del toscano Avanti. Un despuntador. Le agarré el atributo con el pañuelito de su señora que me había quedado en el bolsillo. (Un tiempo. Saca del bolsillo un pañuelo ensangrentado y lo pone sobre la mesa. Lo despliega. Apenas se distingue entre la sangre la lengua del uruguayo.) Roncó un poco y desfalleció del vahído. ¿Monograma FC?

HERTZ: Filomena Carmen. Por la abuela.

BASILIO: Cuando ella lo vio entendió enseguida, porque se puso cadavérica de blanca y no abrió la boca. Para mi que con la perorata le tenía encarnada el alma el pico de oro porque cuando lo vio sin la sin hueso pasmó. No reaccionó todavía, para mí. Me siguió hasta aquí como pichicho. Telépata y médium señor Hertz. Lo magnetiforme. Un embeleso el atributo ese. Cruzamos el Parque Lezama por arriba. Amanecía. Un vía crucis la escalada. El mareo, la neurastenia, y el pecho morrongo.

HERTZ: ¿Está hecho, Basilio?

BASILIO: Está hecho don Hertz

Suena un tiro estridente en la trastienda.

HERTZ: El arma... (Descubren la ausencia del maletín) El arma...
Corren hacia allí. Entran a la trastienda y vuelven a salir como idiotizados, una y otra vez igual que al descubrir la huida. Salen finalmente y se dejan caer en sendas escenografías. Dos retratos de la impotencia.



V
PASCUA DE RESURRECCION


En un rincón del estudio elementos de laboratorio, bandejas, frascos. Bajo la luz roja de la lámpara de trabajo Hertz trajina entre sus enceres con aspecto desconsolado. Una banda de luto sobre la manga del guardapolvo gris. A su lado Basilio sigue con emocionada atención el manipuleo. Dos viudos.

BASILIO: ¿Prende...?

HERTZ: Revela, Basilio... Le falta un segundo baño.

Basilio escruta en las tinieblas una foto que cuelga, secándose, de un hilo


BASILIO: Esta ya prendió... La veo... Sí... Sí... La cofia de limpieza... De las primeras...

HERTZ: De las primeras...

BASILIO: Divina estaba...

HERTZ: Divina... (Ahoga un llanto)

Tiempo


BASILIO: Nunca le conté lo que fueron aquellos meses... Cuando ustedes en la isla...

HERTZ: Se daña, Basilio...

BASILIO: Al contrario... (Por la foto) ¿Ya se puede tocar ya?

HERTZ: Le quedan los dedos si no seca... Sople con cuidado.

BASILIO: (Acerca los labios con cuidado y sopla como una caricia. La foto se mece con el aire de su boca) Un purgatorio esos meses, señor. Una espera de vaya a saber qué. Una ansiedad. ¿Sabe donde la tenía a La Madonnita en esos meses señor Hertz?. En la cabeza pensará usted... No. En la mano. ¿Le duele que le cuente?

HERTZ: Todo duele.

BASILIO: En la mano. Me despertaba en la mañana con la mano así. Una garra dirá usted. No, uno de sus pechos Hertz. Me lavaba la cara con una sola mano para conservarlo en la otra. Iba caminando y sentía en el dedo del medio el interior mojado de su... Esa pared babosa y redondeada. Esa bolsita de lupines que pude sentir apenas aquel día mientras usted nos retrataba. Me corté las uñas para no lastimarla en el sueño, que idiota dirá usted. (Sopla) Debe ser que en las manos es el único lugar donde los brutos guardamos las cosas que no están. Usted la tenía en sus placas, Hertz. El uruguayo la embalsamaba en las parolas. Yo la conservo todavía acá. (Sopla) Entre los callos de llevar la maleta de viajante. Está divina acá... Divina... Divina...

HERTZ: Divina. Un don. Donosa. Desde pimpollo, mire lo que le digo. Cuando la conocí cebaba mate en el Safo, un quilombo de Pichincha. En Rosario. Hija de la portera. Esa madrecita le guardaba el virgo como el último baluarte, créame. La hermana ya lo había cedido, así que el sueño de altar quedaba en la cojita. Herminia la hermana. Un año menor. Niña jamona Herminia, usted sabe, rellenita, vio como es: su cuarto de hora en la edad púber. La primera del grado en ostentar la teta. Un batallón de pretendientes. Es sabido el poder del utensilio: la teta es la kermés del novio. Durante ese año la damita más pretendida. Cuando las demás la alcanzan de talle, se le descompone la fama pasajera y pasa a ser de ahí y para siempre “la gorda”. En ese intríngulis estaba la hermanita cuando llegué a Pichincha. Y Filomena, en salvaguarda hasta ahí por la piernita, que ya entraba en la línea de tiro. Yo andaba de foto-ambulante por los pueblos. Un cajoncito con trípode, un paño negro tendido entre dos palos, le improvisaba un estudio en cualquier lado. Buscaba casorios en el diario, finados, y salía a ofrecer retrato. A Filomena me la trajo la madre al patio del quilombo en traje de comunión. Yo le sacaba a dos polaquitas que se retrataban juntas. Por ahorrar. Separaditas las dos para poder cortar la foto al medio, y mandársela a la familia. Estaba crecida ya para el atuendo, cómo le explico. Hacía años que había hecho la comunión, pero como en aquel entonces no habían dado con chasirete, y el vestido estaba doblado impecable, aprovecharon. Había desarrollado: una novia patente debajo de ese raso blanco. Le sudaba el bozo y la madre la secaba con un pañuelito de broderí perfumado al Cuero de Rusia. Y le daba colorete en los labios, y polvos de arroz… Me empecé a marear de mirarla así, pintada y desbordando ese vestidito. Sacaba y sacaba. Mareado… El olor del permanganato que venía de las palanganas. El humo del querosene de las estufas de la sala de espera. El perfume. Me gasté en media hora tres cajas de placas. Todas las que llevaba. Me volví. Yo aquí, un hombre solo, imagínese, me pasaba las noches enteras honrando esas fotos... Cada semana durante meses le mandaba alguna de regalo por correo. Y ella me contestaba cartitas. Estaba encandilada por sus propios retratos y los esperaba como el maná. Un romance postal. Se ve la madre miraba con buenos ojos, porque ni mús de la diferencia de edad. Pasaron dos años de correspondencia hasta que no pude más y me la fui a buscar. Se ve tardé más de lo debido porque cuando llegué, Filomena ya hacía clientes en las piezas del Safo. A la Herminia se la habían llevado Paraná arriba en una chata arenera y le había tocado a ella. Así, de modosita trabajaba. Ya alentaba a la mente calenturienta. Nunca la pollera con tajo. Nunca un taco. Siempre vestidita de renga. Nos casamos en San Pedro, de donde era la familia, y vinimos a instalarnos aquí. Los primeros meses no podía dejar de sacarle, ni ella de mirarse ahí. Nunca supe si amaba al marido o al fotógrafo. Se me iba la ganancia del local en las placas de ella. Cajas y cajas. La idea vino sola. Al principio le hacía desnudos, pero tenían poca salida. Usted sabe: el hombre, no hay caso, quiere verse ahí. Al uruguayo le había hecho varios retratos para reclame: “Saul Astorga recitador rioplatense” El resto ya lo sabe: para mi una imagen viva en ese cuadrado de papel sensible. Para el uruguayo un montón de palabras rimadas en una libretita de tapas negras. Para usted una figura apretada en el aire … (Un tiempo) Dígame, Basilio: ¿la mujer… existe?

BASILIO: Mi esposa por lo menos creo que era de verdad.

HERTZ: Quien le dice fue por eso que la abandonó.

BASILIO: Quien le dice. (Mira la foto conmovido) Anoche en la cama de la pensión, perdone la vulgaridad... la veía como si estuviera abajo mío, la sentía, la tocaba... Estaba ahí. (Como sin proponérselo Basilio se acaricia la entrepierna. Los dos se acercan a la foto y quedan embelesados mirándola. Se miran emocionados. Hertz se sorprende)

HERTZ: Acérquese a la luz, Basilio...

BASILIO: (...)

HERTZ: La estoy viendo, señor Basilio... ¡La estoy viendo...!

BASILIO: A... La... ¿Madonnita?

HERTZ: Ahí. En lo profundo. Como en aquella foto. Del día de la virgen, recuerda...

BASILIO: ¿La ve como yo la veo...?

HERTZ: Nítida y contrastada...

BASILIO: ¿Será que es ahí donde se vive después de la muerte...? ¿Será que es ahí?

HERTZ: ¿Puedo... Puedo... Puedo... fotografiarla...?

BASILIO: (Rígido, sin moverse) ¿Y quedará allí cree usted? Posada, digo... Como una mariposa... ¿Quedará...? ¿Usted cree?

HERTZ: No la ahuyente, Basilio... No la deje volar....

Hertz acerca rápidamente su cámara de pie.

BASILIO: ¿Está todavía no...? ¿Está todavía?

HERTZ: Reténgala, amigo... Usted sabe...

Las manos de Basilio se ahuecan. Acarician apenas una piel imaginaria.

HERTZ: (Mirando por el objetivo bajo el paño negro) ¡Ah, señor... qué bella y qué fresca...! ¡Qué bella y qué fresca...!

BASILIO: ¿Esto es... el instante, señor Hertz?

HERTZ: (Sale debajo del paño. Levanta su bandeja de magnesio. Dispara su relámpago.) El instante, Filomena... el instante.

Basilio sueña ahora sin pudor. Hertz dispara en su cámara una toma tras otra. Parecen por primera vez ser realmente felices.



La Fiaca RICARDO TALESNIK

La 
Fiaca 


RICARDO TALESNIK 




PERSONAJES 


Néstor 
Marta 
Madre 
Peralta 
Jáuregui 
Balbiani 





Noche del domingo. Marta en la cama con el control remoto en la mano 
mira un programa de TV que está finalizando. El sonido es suave e 
ininteligible. Néstor Mira por una ventana. Comienza el programa de fútbol 
Néstor mira hacia la TV con desgano, piensa un segundo y vuelve a mirar 
hacia la ventana. Marta baja el volumen. 

Marta: ¿No vas a ver el fútbol? 

Néstor: No..., hoy, no. (Ella lo mira con extrañeza.) 

Marta: ¿No te acostás? 

Néstor: Sí, ya voy... (Marta lo mira y apaga la tele.) 

Marta: ¿Hasta mañana? 

Néstor: Chau. 

(Marta lo nota raro Pero se dispone a dormir. El ambiente queda con 
luz tenue. Néstor va lento a la cama y se sienta. Enciende su luz y se quita 
las pantuflas. Levanta una, la observa, juega con ella infantilmente, como 
si fuera un avioncito y la deja. Sigue sentado, pensando. Gira como 
para decirle algo a Marta, pero no. Apoya medio cuerpo en el respaldo y 
se come las uñas. Mira el reloj. Piensa. Lo vuelve a mirar. Baja de la 
cama. Se pasea inquieto. Reflexiona, mueve los labios. Imagina, 
argumenta, seconvence, se arrepiente, recuerda, titubea, y al fin, se decide. 
Va a la cama. Lento, trascendental, desprograma la alarma del reloj y lo 
guarda. Se acuesta para dormir pero se incorpora enseguida. Toma el 
reloj, programa de nuevo la alarma y lo deja a la vista. Satisfecho, apoya 
la cabeza en la almohada y apaga la luz. Tiempo. Claridad de la mañana. 
Suena el despertador Néstor despierta sobresaltado. Cuando está por 
mascullar la puteada de rutina, recuerda. Sonríe y detiene la alarma, 
encantado. Apoya la cabeza en la almohada. Trata de superar su 


excitación para saborear el momento. Sonríe y cierra los ojos. Marta 
despierta.) 

Marta: ¿Qué hacés? 

Néstor (abre los ojos, inquieto, pero se impone naturalidad): Nada. Aquí 

estoy. 

Marta: ¿Qué hora es? 

Néstor: Las siete y cinco. 

Marta: ¿No te levantás? 

Néstor (firme, sin mirarla): No... (Se aclara la garganta.) No me levanto. 

Marta (se incorpora): ¿Cómo? 

Néstor (aparenta resolución y serenidad): Que no me levanto. 

Marta: ¿Que no...? ¿Cómo que no te levantás...? 

Néstor: No tengo ganas. 

Marta (para sí, desconcertada): Ganas... 

Néstor: No tengo ganas de ir a trabajar. 

Marta: ¡Me estás cargando! 

Néstor: No, en serio: no voy a la oficina. 

Marta (le sigue el juego): ¿Ah, sí...? ¿Y por qué? 

Néstor: Porque tengo fiaca. 

Marta (sonriendo): ¿Fiaca? 

Néstor: ¡Si, señor! 

Marta (seria, tranquila): Dale, Néstor, levantate que vas a llegar tarde en 

serio. (Va hacia un supuesto baño.) 
Néstor: ¡Tengo fiaca en serio! 


Marta (se detiene y vuelve): ¿Qué te pasa, Néstor? ¿Qué te agarró? 
Néstor: ¡Fiaca, ¿no te digo?! ¡No tengo ganas de ir y listo: no voy! 
Marta: ¿Así porque sí? 
Néstor: Ni más ni menos. 
Marta (nerviosa): Son las siete y cuarto, Néstor. ¡Vas a llegar tarde! 
Néstor: No, no voy a llegar tarde..., porque no pienso llegar. 
Marta: ¿Y qué vas a decir? 
Néstor: ¿A quién? 
Marta: ¿Como a quién? ¿No pensás avisar? 
Néstor: No. 
Marta: ¿Te volviste loco? ¿Qué te pasa? 
Néstor: Nada, Marta, nada... No tengo ganas de ir a trabajar... ¡No es para 


tanto! 
Marta: Decime la verdad, Néstor, ¿te sentís mal? 
Néstor: Escuchame, Marta... 
Marta: ¡Levantate, Néstor, por favor! 
Néstor (suave): Vení, Martíta, oíme... (Marta se acerca con 


recelo.) Escucháme bien: no tengo ganas de ir a trabajar, tengo fiaca... ¿Tan 
grave te parece? 
Marta: No te pasó nunca. Es la primera vez... 


Néstor (sonriente): Y bueno, algún día tenía que ser. 
Marta (se aparta brusca): ¡Vos tenés algo! (Va al teléfono) ¡Yo llamo a la 
oficina para que te manden el médico! 


Néstor (agresivo): ¡Ni se te ocurra! (Marta se detiene impresionada. 
Menos agresivo.) Me siento mejor que nunca. No tengo nada más que 
fiaca... ¿entendés? Fiaca. 


Marta (angustiada): ¡Nunca tuviste fiaca! 

Néstor: ¡Bueno, hoy tengo! 

Marta: ¡No puede ser! 

Néstor: ¡Ahora no tengo derecho a tener fiaca! 

Marta: ¡Mirá la hora, Néstor! ¡Levantate! 

Néstor (señalando un lugar junto a él): Vení, vení acá... (La toma de 
una mano y suave la hace sentar cerca de él.) Mirá, Marta... anoche me 
puse a pensar. Me sentía... ¿cómo te podría decir? Estaba un poco 
cansado... (Se toca la cabeza.) De aquí, ¿sabés...? Como sin ganas de 
nada... Es como si estuviera aburrido, no sé... Me puse a pensar y de 
repente dije: ¿qué pasa si mañana no voy a la oficina? ¿Eh? ¿Qué hay? ¿No 
tengo derecho yo? No quiero ir a la oficina y listo, no voy. Tengo fiaca. Sí, 
fiaca. ¡Y cuando uno tiene fiaca, tiene fiaca...! ¿Qué tal? Néstor Vignale 
falta porque sí, porque se le dan las ganas. (Entusiasmado.) ¡No me vas a 
negar que es algo nuevo, distinto! ¡Un lunes en la cama, nada menos que 
un lunes, un lunes a la mañana! ¿Te das cuenta lo que significa? 

(Larga pausa. Néstor se acuesta. Marta perdida, no sabe si enojarse 

o tratar de comprenderlo) 
Marta (tímida): Nunca hiciste esto. Hace ocho años que estás en Globalnot 
y no faltaste un solo día... 
Néstor: Y bueno...Hoy es el primero. 
Marta: Pero... si no avisás o te justificás de alguna manera te lo van a 


descontar. 
Néstor: No importa. 
Marta: ¡Es un día de sueldo! 
Néstor: ¿Sabés cuánto es un día de sueldo? 
Marta: Sí, 40 pesos. 
Néstor: ¡No! ¡Sacando los descuentos son 30 pesos con cuarenta 


centavos! ¡Tengo que levantarme a las 7 de la mañana por 30 pesos con 


cuarenta, afeitarme, lavarme los dientes, vestirme de saco y corbata, salir a 
la calle, mirar los autos de los demás, meterme en el subte, llegar a la 
oficina, saludar sonriendo a gente que no trago, soportar los chistes 
imbéciles de Fontana. ¡¿Todo por 30 pesos con cuarenta?! No, no vale la 
pena. 

Marta (tenaz): Con 30 pesos con cuarenta comemos dos días. 
Néstor: Por 30 pesos con cuarenta no voy a dejar de darme un gusto. 
Marta (se descontrola): Por lo menos avisá, llamá, ¡decí algo! 
Néstor: No, ni pienso. 
Marta (mira la hora, se desespera, se para): Las siete y veinte. 


¡Néstor! (Néstor bosteza y se acomoda.) ¡Está por salirte el aumento! ¿Te 
acordás? ¡El aumento! 
Néstor: ¡Bah, que se lo metan en el culo! 
Marta: ¡Hace dos años que estamos esperándolo! 


Néstor: Año más, año menos... 
Marta: ¡No te lo van dar! ¡Con el concepto que tienen de vos! ¿Te 
imaginás lo que va a pensar el gerente? 


Néstor (natural): Sí. Va a pensar en él, en una casa más grande, un auto 


más nuevo, ropa, viajes... 
Marta: ¡Es una pesadilla! (Angustiada.) Néstor... Oíme. Decime una 
cosa..., por favor... ¿Por qué hacés esto, eh? ¿Por qué? 


Néstor: Porque tengo fiaca. 


Marta: ¡Si claro...! ¡Yo entiendo muy bien...! ¡Me parece perfecto...! 
Pero...¿Por qué no avisas? 
Néstor: Porque si aviso no tiene gracia. 
Marta: ¿Eh? 
Néstor: Sería lo mismo que si fuera a trabajar. 



Marta: ¿Cómo lo mismo? 
Néstor: Me quedo porque sí, porque se me dan las ganas, ¿entendés? Lo 
decidí yo mismo, yo solito. Yo soy mi jefe, mi gerente, mi patrón, mi 
dueño, todo. Y no tengo que pedirle permiso a nadie. Yo me mando y me 
obedezco: "A ver, Néstor, hoy se me queda en la cama." "Sí, señor Néstor, 
cómo no." "Ché, Néstor, lea los chistes del diario." "Como usted diga, 
señor Néstor." (Nota la mirada de Marta.) Te crees que estoy chiflado, 


¡eh! (Una carcajada y enseguida, serio, la mira fijo.) ¿Sabés una cosa? 
Nunca hicimos el amor un lunes a la mañana... (Trata de tocarla.) 
Marta (retrocede): ¿Qué cosa? 
Néstor: Claro. Siempre de noche. De mañana únicamente algún domingo 


que otro. Pero en días hábiles... (Aparta las cobijas y trata de 
agarrarla.) Marta: ¡Dejame, querés! ¡Lo único que faltaba! 
Néstor (la desea, sonriente): Vení, acostate... 
Marta: ¡Estás loco, Néstor! 
Néstor: Vení, sé buenita... 
Marta: ¡Pero...! ¡Cómo se te ocurre que...! 
Néstor: ¡Eh! ¡Al fin y al cabo soy tu marido, ¿no? 
Marta: ¡Néstor, tenés que avisar! 


Néstor: Es un día hábil, de mañana... (Acentuando.) ¡Un lunes! 
Marta: Bueno, está bien... (Néstor, contento, le hace lugar) Pero antes 
llamás a la oficina. 


Néstor (se tapa): Ya está: ¡se me fueron las ganas! 
Marta: Aunque sea llamálo a Peralta... ¡Él puede avisar en Personal! 
Néstor: ¡Je, Peralta! Ve un jefe y llora... 
Marta: ¡Inventamos algo...! ¡Cualquier cosa...! ¡Él repite lo que le 


decimos, y listo! (Néstor resopla, toma el diario, lee cubriéndose la 
cara.) ¡A Peralta! ¡Nada más que a Peralta! 


Néstor (sin bajar el diario): Ni que me torturen. 

Marta: ¡Néstor, no tenés derecho! ¡Yo también trabajo! ¡A la mañana en la 
casa, a la tarde en la oficina! 

Néstor (baja el diario): ¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé! (Sube el diario.) 

Marta: ¡Hay gente que se muere de hambre por falta de trabajo! 

Néstor (baja el diario, angustiado): ¡Golpes bajos no, eh! (Sube el diario.) 

Marta: ¡Hoy en día no se juega con el trabajo, Néstor! ¡Hay miles de 
personas haciendo cola para ocupar tu lugar! ¡Y la empresa lo sabe! ¡No 
hay nadie imprescindible! 

Néstor (deja el diario, baja de la cama. Con pasión): ¡Por eso mismo hago 
fiaca! ¡Porque en cualquier momento me dan una patada en el culo, porque 
entre los dos ganamos nada más que para sobrevivir y no podernos pensar 
en ahorrar ni en tener un hijo ni en...! ¡El futuro no existe, Marta! ¡Mirá, los 
esclavos vivían mejor que nosotros! ¡Por lo menos tenían techo y comida 
asegurados! ¡Ahora no te cagan a latigazos pero te maltratan de otra 
manera y te morís antes de tiempo por el stress, la incertidumbre, la 
inseguridad, el desamparo y cuando estás enfermo, viejo o las dos cosas 
juntas no podés comprarte los remedios ni tener un médico como la 
gente! ¡Decime si esto no es esclavitud! ¡Y encima te hablan de 
democracia, justicia y libertad! (Feroz.) ¡¡¡¡Tengo fiaca!!!!(Se acuesta con 
furia. Toma el diario, lo hojea, brusco. Marta suspira, busca prendas en el 
placard) ¡Uy, mirá, un aviso de Globalnot, mi querida empresa! 
¡Globalnot! ¡Ja, una página entera! ¡Mirá la guita que gastan en 
publicidad! (Arranca un trocito de aviso.) ¡Con un cachito así podríamos 
pasarnos un mes en Bariloche! (Lo arroja al aire y arranca otro.) ¡Alquilar 
un departamento más grande! (Arranca y arroja.) ¡Comprar un auto, una 
moto! ¡Una "noubuk", pilchas, vestidos, zapatos, videocámaras, qué sé 
yo...! (Con el último pedazo de diario en la mano.) ¡Tomá, comprate lo que 
quieras! (Se ríe de su propio chiste y se baja de la cama.)¡Globalnot! ¡Mirá 
el nombre boludo que le fueron a poner! (Se encoge de hombros. Comienza 
a hacer gimnasia. Marta que se está vistiendo, recoge los pedazos de 
diario esquivando los brazos de Néstor .y los tira fuera de escena.) ¡Y un y 
dos y tres y cuatro! ¡Y cinco y seis y siete y ocho! (Marta lo mira y hace un 
gesto al cielo.) ¡Y un y dos y tres y cuatro! Y, (Hace algunos ejercicios 


más y se detiene dolorido.) ¡La pucha que estoy duro! (Se masajea, 
jadeante.) De chico era una goma. ¡Y claro, todo el día en esa oficina de 
mierda! 

Marta (irónica): ¿El señor va a tomar café o se le ocurre algo especial en 
este día? 

Néstor: No sé... después veo. Primero me voy a dar un lindo bañito... 

Marta: Muy bien, señor. Yo tengo que ir a comprar algo al 
súper. (Busca una prenda. Néstor le entorpece el camino.) Permiso. 

Néstor (se aparta, sigue con la gimnasia): Si hago quince minutos de 
ejercicios todas las mañanas... 

Marta (se detiene): ¿Todas las mañanas? 

Néstor (dando saltitos): ¡Claro... para agarrar estado! 

Marta (alarmada): ¡Si, sí, claro! 

Néstor (busca alguna muda limpia en el placard): Ahora, un lindo baño de 
inmersión..., bien tranquilo, sin apuro... Dejá la cama como está, 
eh...Después me acuesto otra vez. 

Marta (simulando normalidad): Está bien. 

(Néstor sale al baño. Marta resignada va a la puerta.) 

Néstor (reaparece enseguida, mima la ejecución de una trompeta 
mientras imita el sonido de anuncio triunfal): ¡Atención, estimado 
público!, (Marta no alcanzó a salir) ¡Hoy es día no laborable! ¡No se 
trabaja! ¡Lo decreta Néstor Vignale! Hoy es el día de... (Piensa) ¡El día de 
la fiaca! (Ríe y vuelve al baño con la mano "haciendo" la trompeta. Imita 
una marchita marcial. Marta lo mira con asombro y preocupación. ) 

APAGÓN 


II 


Marta, en la pequeña cocina, prepara una comida. Viene Néstor del 
baño. La mira y sonríe satisfecho. 

Néstor: Gracias por tu apoyo, Martita. Sos una gran compañera (Suspira, 
y se zambulle en la cama. Breve pausa. Mira a Marta con intención) 

Vení... 

Marta (suave, sonriente): No, tengo que hacer... 
Néstor: Dale, vení un ratito. 
Marta: ¿No ves que no puedo? 
Néstor: Sos rutinaria, ¿eh?... Si no es de noche... 
Marta: Está bien, está bien. Termino con esto y voy... ¿Sí? 
Néstor: Y... si no hay más remedio. (Pausa.) Che, Marta... 
Marta: ¿Qué? 
Néstor: ¿Sabés de qué tengo ganas? 
Marta: ¿De qué? 
Néstor (divertido, infantil): Quiero el termómetro. 
Marta: ¿Eh? 
Néstor: El termómetro... para tomarme la fiebre. 
Marta: ¿Te sentís mal? 
Néstor: No, pero recién me acordaba de cuando era chico, estaba resfriado 


y me quedaba en la cama. ¡Qué lindo...! Me ponían el termómetro, me 


hacían té, me compraban revistas, figuritas... ¿Me ponés el termómetro? 


Marta (disimula su estupor): Sí... claro que sí. ¿Por qué no? Después lo 
busco... 

Néstor: ¡Faltaba al colegio, escuchaba la radio, miraba la tele, dormía hasta 
las doce, comía en la cama... ¡Linda época! (Como si hablara de 
otra persona.) De chico quería ser médico... 

Marta (Paciente, continúa su quehacer): Si, me contaste... 

Néstor (alto, pero más para sí que para ella): Una vez me regalaron una 
jeringa... Me pasaba el día en el baño. Llenaba la jeringa con agua y le daba 
inyecciones a la tapa del inodoro.., la anestesiaba para operarla... Pensaba 
todas las noches... Me imaginaba muy alto, con el pelo canoso, 
poniéndome los guantes para operar. Salía de la sala de operaciones y había 
un montón de mujeres esperando para agradecerme... ¡Me pedían 
autógrafos! (Se levanta, abre el placard, se mira al espejo.) ¡Ni canas me 
salieron!(Marta lo mira sorprendida.) Seguro que me voy a quedar 
pelado... (Se mira de arriba a abajo.) ¡El doctor Vignale! (Cierra el 
placard) ¡Ma qué doctor! (Va a la cama) ¡Un pelado cualquiera! (Se 
acuesta). 

(Marta lo mira comprensiva, va a su lado, le acaricia la cabeza, le besa 
la frente y cuando gira para volver a la cocina, Néstor la retiene de un 
brazo. Con la mano libre, corno clavando una aguja, apunta y la golpea en 
la cola.) 

Marta (se toca, dolorida, forzadamente cariñosa): ¡Qué haces, loco! 

Néstor (divertido): ¡El doctor Vignale inyecta! (Marta va a la cocina, 
se masajea con disgusto. Néstor ríe sin alegría. Mira el reloj.) Las diez y 
media... (Piensa, se inquieta, pero se impone disfrutar.) Di Croce debe 
estar levantándose para ir al baño. Fontana lo tiene de 
punto. (Imitando.) “Ché, riñón, ¿vas a cumplir con la patria?” La Bertone 
se muere de risa... ¡bah, ella siempre se ríe! Peralta le dice de usted. ¡Pobre 
Peralta, tan respetuoso, tan educado, tan limpito...! (Decae.) Están todos 
sentados, cada uno en su escritorio... (Sobreponiéndose.) ¡En cambio yo...! 
¡Aquí me tenés, acostado como un rey...! (Se mira.) En pijama, bien 
cómodo, tranquilito... (Abatido.) Le tiene un terror a la Chancha... 

Marta (por fórmula): ¿Quién? 


Néstor: Peralta. Vive pendiente del jefe. ¡Este Peralta...! Ni una arruguita, 
ni una manchita, calladito... (Marta se encoge de hombros. 
Néstor luchando.) ¡Ja! ¡Si tengo ganas me rasco! (Lo hace.) ¡O leo el 
diario! (Lo toma, lo agita en el aire y lo tira.) Y si quiero gritar, (muy 
fuerte) ¡grito! (Marta, a punto de reaccionar, se domina.) ¡No pienso 
afeitarme! 

Marta (bajito, excitada): Los vecinos, Néstor. 

Néstor (fuerte): ¡Que se mueran! ¡No me importa nada! ¡Aquí no me vigila 
nadie...! ¡No, señor! ¡Yo hago lo que se me da la gana y se acabó! (Imita en 
distintos tonos.) "Guarda la Chancha", "Ojo con la Chancha". (Enérgico.) 
¡No, eso no corre conmigo! 

Marta (asustada): ¡Enseguida te traigo el termómetro! (Lo busca.) 

Néstor (autoritario): ¡Muy bien, así me gusta! (Se para sobre la 
cama.) ¡Y ahora se me dan las ganas de pararme y me paro! ¿Estarnos? 

Marta: ¡Está bien, Néstor, no hay problema! 

Néstor (Se cruza de brazos, yergue la cabeza): ¡Ahí está...! 
¿Y? (Desafiante.) ¿Quién me dice algo...? ¡Además tengo ganas de 
caminar! (Salta de la cama.) ¡Y camino, ca-mi-no, ca-mi-no! ¡Qué tanto! 

Marta: Tomá, tomá el termómetro. 

Néstor (la mira, autoritario): ¡Esperá un momento! (Piensa.) ¡Me acuesto 
porque quiero! ¡¿Está claro?! (Lo hace.) ¡Y me ponés el termómetro! 
(Marta obedece rápido. Se lo pone en la axila. Néstor sonríe, sosegado.) 
Ah... el termómetro... (Juguetea con los pies.) Ay... qué lindo... 

Marta (Se acerca con suavidad): ¿Entonces..., a la tarde no vas a la 
oficina? 

Néstor (mimoso): No..., me quedo. (Espontáneo.) ¿Por qué no faltas vos 
también? 

Marta: No. Yo tengo que ir a trabajar... (Lo acaricia, seductora.) Yo no 
puedo faltar, sabés... 

Néstor (se acerca, muy a gusto): Claro, claro... 


Marta: No es nada fácil encontrar un puesto tan bueno como el mío. 
Tengo que cuidarlo... 


Néstor (la acaricia): Por supuesto... 
Marta: Hay que tener en cuenta que cualquier cosa que pase... no sé, una 
desgracia en tu trabajo, qué se yo... Aunque mi sueldo no alcance para 
cubrir todos los gastos... 


Néstor (la abraza y besa): Sí..., vos tenés que ir a trabajar. 
Marta (tensa, disimulando su fastidio): Es... es lo que te decía. 
Néstor (se echa sobre ella): No podes faltar: hoy es lunes. Y los lunes no 


se falta... ¿no es cierto? 
Marta (trata de zafar con suavidad): No. Ahora tengo que... 
Néstor: ¡No, quedáte así! Estás muy linda... Hoy es lunes... (Le acaricia 


los pechos, le besa el cuello.) Lunes a la mañana... (Le besa la 
boca.) Nunca, un lunes a la mañana... Nunca. 

APAGÓN 


III 


Néstor acostado. La Madre de pie, con una mano sobre la frente de 
aquel. Está excitada, se mueve mucho y habla muy rápido. Néstor algo 
tenso, prevenido. Marta, a medio vestir, alejada, expectante. 

Madre (retira la mano, a Marta): No, fiebre no tiene. 

Néstor (por Marta): Estoy seguro que te hizo venir ella. 

Marta (rápida): ¿Se da cuenta, señora? 

Madre: Claro, ¡como tu madre nunca viene a visitar a su nuera! 

Néstor (sin mirar a la Madre, echa resentidas miradas a Marta): ¡Seguro 
que te llamó! 

Madre: ¡Querés terminarla, por favor! ¡Ya tiene bastante la pobre 
chica! ¡Menos mal que se me ocurrió venir! 

Néstor (bajito): Seguro, seguro. 

Madre (lo mira y sacude la cabeza): ¿Esto es lo que yo te enseñé...? 
¿Eh? ¡Contestame! (Néstor juguetea con el cubrecama.) ¡Tantos años de 
lucha! ¿Y para qué? ¿Para que me pagues de este modo? ¡Faltando al 
trabajo como un vago cualquiera...! (Néstor no contesta. La Madre se mira 
con Marta, quien le hace señas para que siga.) No quiso entrar a la 
facultad...¡quería emplearse! Le faltaba un año para terminar la secundaria, 
pero... 

Néstor (tímido pero claro): Casi dos. 

Madre (a Néstor, fastidiada): ¡Bueno! ¡Lo que sea! (a Marta.) Yo no le 
dije nada. ¡Yo no soy de esas madres que les están encima a los 
hijos! ¿Quería trabajar? Muy bien, que trabaje. Se dio el gusto..., cambió de 
empleo como cien veces. "Este no me gusta... Aquí me tratan mal... En 
aquél me pagan poco... Son muchas horas..." ¡Nadie más que yo sabe los 


sacrificios que tuve que hacer para conseguirlo...! ¡Pero... era mi hijo, mi 
único hijo... y no me fijé en nada! (Marta le señala a Néstor para que 
se dirija a él. A Néstor.) ¿Y ahora..., vos me hacés esto? (Néstor, igual.) 

Marta (atreviéndose): ¡Néstor! ¡Te habla tu madre! 

Madre: ¿Te parece bien? 

Néstor (encoge los hombros y muestra las palmas): ¡Y...! 

Madre: ¿Eso es todo lo que podes decir? (Néstor pone cara de “que se 
le va a hacer”.) ¿Vos sabes cuántas personas desearían tener un puesto 
como el tuyo? 

Néstor (extrañado): ¿Muchas? 

Madre: ¡Una empresa tan importante, tan conocida! ¡Vos viste los avisos 
que pasan por televisión! 

Marta: ¡Si esta mañana él mismo me mostró uno que salió en el diario! 

Madre: ¡Ahí tenés! ¿Vos te creés que hay muchas firmas tan seguras como 
ésa? Hum, tendrías que ver a otras madres... ¡Cuando les digo que mi hijo 
trabaja en Globalnot se les cae la cara de envidia! 

Marta (hace señas vivísimas a la Madre): Si por lo menos avisara que va a 
ir mañana a la mañana. 

Madre: Martita tiene razón. ¿Qué te cuesta llamar por teléfono? 

Néstor (juega con la sábana; señalando a Marta con la cabeza): Ella 
sabe... 

Marta (controlándose menos): ¿Ve? ¡No hay nada que hacer! ¡El señor 
tiene fiaca! 

Madre (escandalizada): ¡Fiaca! ¡Dios me libre y guarde! ¡Si pudiera oírlo 
el padre — que en paz descanse —. ¡En treinta años de trabajo no faltó ni 
una sola vez! ¡Con fiebre, con dolores, descompuesto... aunque sea 
arrastrándose! ¡Pero iba! Y siempre decía... 

Marta (interrumpe, temiendo una evocación contraproducente): No, si es 
inútil... ¡Ya se va a arrepentir cuando lo echen! 


Madre (contrariada por la interrupción, pero aguijoneada por los 
gestos de Marta): No, no lo van a echar por un día que falte... pero el 
concepto... 

Marta: ¿Que no lo van a echar? ¿Sabe una cosa, señora? ¡Le comunico 
que su hijo no piensa ir a trabajar mañana tampoco! 

Madre (sacudida): ¡¿Eh?! (Néstor se inquieta.) 

Marta: ¡Vamos...! ¡Decile...! ¡Dale...! 

Néstor (con la cabeza gacha, nerviosísimo, débilmente): ¿Que le diga qué 
cosa? 

Marta (implacable): Lo que me dijiste antes. Eso de que ibas a hacer 
gimnasia todas las mañanas. 

Madre (trémula): ¿Gimnasia.., todas las... mañanas? 

Néstor: Y sí... ¿qué tiene de malo? Un poco de gimnasia antes de ir a 
trabajar. 

Marta: No. ¡Lo dijiste pensando que no ibas a ir! 

Néstor (mueca que pretende ser sonrisa): ¡Mirá si...! (Mira a una y a 
la otra.) ¡Vos qué sabés...! ¡Ja...! ¡Ahora es adivina! 

Madre (trágica): ¿No vas a ir mañana? 

Néstor (la cabeza baja): No sé... (La mira pidiendo comprensión.) No sé, 
mamá... Si tengo esta fiaca... 

Madre: No. Mi hijo no puede hacerme esto... (Néstor baja la cabeza, 
se encierra en sí mismo.) ¡Néstor...! ¡Nene... por favor!(Néstor aprieta 
los puños, decidido a resistir.) ¡Vas a perder el puesto! ¡Ya no tenés veinte 
años.., todo es más difícil! ¡Dios mío... mi hijo! ¡Mi único hijo y 
desocupado...! ¿Qué te pasa, Néstor? ¿Por qué hacés esto? 

Néstor (crispado, ronco, contenido): ¡Porque tengo fiaca! 

Madre: ¡Son diez años de trabajo, nene! ¿Me oís...? ¡Están por aumentarte 
el sueldo! ¡Es un puesto bueno..., muy bueno! ¡Yo te necesito! ¡La pensión 
que me dejó tu padre no me alcanza para nada! ¡Acordate! 


Marta: ¡Tenés mujer, una casa! 

Madre: ¡Yo soy vieja, nene, tengo artrosis, no puedo dejar de darme las 
inyecciones! ¡¿Qué hago si no puedo pagar el cable?! 

Marta: ¡Mi sueldo gracias si alcanza para la comida! ¡Hay que pagar el 
alquiler, los créditos, las...! 

Madre: ¡Pensá en tu porvenir! ¡El país está mejorando, hay que tener fe! 

Marta: ¡No hay que perder la esperanza! 

Madre: ¡Es cuestión de esperar, de tener paciencia! 

Marta: ¡Es tu madre, Néstor... mirála! 

Madre: ¡Soy tu madre, nene! ¡Decime, decime que mañana vas a trabajar! 

Marta: ¡Decíselo, Néstor, contestá! ¡Decile que mañana vas ! (Néstor, 
sigue encerrado en sí mismo). 

Madre (va al teléfono, heroica): ¡Yo llamo a la oficina, llamo a la oficina, 
ya mismo! 

Néstor (estalla de pie sobre la cama): ¡¡¡¡¡¡ Si tocas ese teléfono yo hago 
un desastre!!!!!! (La Madre se congela. Marta atónita. Néstor, 
muy exaltado, las observa al acecho.) 

Madre (dramática): ¡Quiere matarme! ¡Quiere matar a su madre! 

Néstor: ¡¡¡¡Andate!!!! ¡¡¡Sacame esa voz y esa cara de adelante!!! ¡¡¡¡¡No 
quiero verte ni oírte nunca más!!!!!! 

Madre (trágica, llorando): ¡¡¡¡Lo tuve en esta panza, le limpié su caca, le 
di mi leche y ahora me echa como si fuera su enemiga!!!(Se va 
llorando. Marta reprime su indignación; va rápido a la cocina. ) 

Néstor (agrandado): ¡Así que la llamaste! (Marta no responde. Se 
dispone a preparar la mesa con bronca.) ¡Por lo que te sirvió! Hum, ¿qué 
se pensaron? ¿Que iban a convencerme así nomás? Se la imaginaban más 
fácil, eh... Se llevaron una linda sorpresa, ¡Sí, señor...! ¡Una linda 
sorpresa! Muy bien, así me gusta ¡Cuanto menos hablés, mejor...! ¡Y 
quiero comer en la cama! ¿Me entendés bien? ¡En la cama! (Se acuesta. 


Marta amaga una reacción, se controla y obedece: Trae una bandeja. 
Néstor apoya la bandeja sobre sus piernas) Eso es: ¡bien calladita! ¡Y en 
cuanto esté la comida me la servís! ¿Estamos? (Marta va a la cocina, 
mordiéndose los labios. Néstor mira la hora) Ya están por salir corriendo 
para almorzar... Si no se apuran se quedan sin asiento... (Se acomoda 
morosamente) Y yo morfando en la cama... ¡Y en camiseta! (Seco.) ¿Falta 
mucho? (Marta, esperando que se caliente la comida, no contesta.) Bah, 
¿qué apuro tengo? (Imagina y ríe forzado.) ¡Todos en el mostrador, codo 
contra codo! (Haciendo la acción.) ¡Cortás y chocás! ¡Cortás y 
chocás! (Ríe. Recuerda algo. Toma el diario y lo coloca a un costado de la 
bandeja.) ¡Je, quién iba a decir! ¡Un lunes al mediodía! (Severo.) ¿Qué 
hiciste de comer? (Marta igual.) Está bien, está bien... ¡calladita! (Más 
bajo, conformándose.)Mientras no me hagas una salchicha con 
puré... (Imitando al que atiende en el bar) ¡Sale una salchicha con puré! (A 
Marta.) ¡No, por favor! ¡Ni tampoco pesceto al horno con 
papas! (Imitando.) ¡Sale un pesceto! (Se angustia. A Marta.) ¡No, pesceto 
no! ¡Ni milanesaconpapasfritas! (Muy angustiado y acelerado.) ¡Ni 
bifeconensalada! ¡Ni matambreconrusa! ¡¡¡Basta, basta de jamóncocidocon 
pickles,colchóndearverjas, tortillaalaespañola, panquequededulcedeleche, 
flanconcrema, duraznoenalmíbar!!! (De pie sobre la cama, furioso) 
¡¡¡Bastaaaaaaaaaa!!! 

APAGÓN 


IV 


Néstor acostado muy cómodo, con las manos cruzadas debajo de la cabeza, 
dormita sereno. Suena el timbre. Algo sobresaltado, se levanta y va a la 
puerta. Abre. 

Néstor (con alegre sorpresa): ¡Peralta! (Es vacilante, inseguro, con 
permanente expresión de asombro.) 
Peralta (lo mira de arriba a abajo): ¿Cómo estás? 
Néstor (satisfecho y despreocupado) ¡Fantástico! ¿Qué hacés por aquí? 
Peralta: Vine a ver cómo estabas... Como faltaste así, sin avisar... 
Néstor: Te llamó mi mujer, ¿no? 
Peralta: Esteee... No, lo que... 
Néstor: ¿Lo comentaste con alguien? 
Peralta: ¡No, con nadie! 


Néstor: Pasá, pasá... 
Peralta (entra): Un minuto... Me hice una escapada, sabés... (Mira su 
reloj) Tengo que entrar dentro de un ratito... 


Néstor (natural): ¿Me lo vas a decir a mí...? ¿No comiste? 
Peralta: Si... una porción de .pizza... Si no, no hacía a tiempo. 
Néstor (jovial): ¡No era para tanto! 
Peralta (siempre hurgándolo con la mirada): ¡Y... qué se yo! 
Néstor (le alcanza una silla): Sentate. 
Peralta (lo hace) ¿Tu mujer ya se fue al trabajo? 



Néstor: Sí. (Se zambulle en la cama.) 
Peralta (pausa; con la boca abierta): ¿Qué te pasó? 
Néstor: Nada... Me agarró fiaca. 
Peralta (pasmado): ¿Qué cosa? 
Néstor: Fiaca. 
Peralta: Ah, claro... (Traga saliva. Pausa.) Estee... ¿te duele algo? 
Néstor: No, viejo. Ya te dije: tengo fiaca. 
Peralta: No, yo digo... como te metés en la cama... 
Néstor: ¡Y... la fiaca! 
Peralta: Te agarró así... ¿de golpe? 
Néstor: Más o menos. 
Peralta (pausa): En la oficina se comentó mucho. 
Néstor (sonriente): Me imagino. 
Peralta: Como es la primera vez que faltás... La Chancha anduvo 


preguntando. 
Néstor (seriamente comprensivo): Lógico. 
Peralta (no puede creer que Néstor no se alarme): Se te puede armar una 


podrida bárbara. 
Néstor (sin inmutarse): ¿Te parece? 
Peralta: Digo yo, no sé... Como faltaste sin avisar... así... porque sí 


nomás... 
Néstor (ufano): ¡Y bueno... qué se le va a hacer! 
Peralta: En una de ésas te mandan el médico y... ¿te imaginás? 
Néstor: Claro, claro. 



Peralta: Para mí que se te arma. 
Néstor (igual): ¡En fin! Vamos a ver qué pasa. 
Peralta (se para): Bueno. 
Néstor: ¿Ya te vas? 
Peralta (mira su reloj): Si. Por ahí demora el colectivo y... 
Néstor (sale de la cama, serio, sugerente): ¿Nunca faltaste un lunes? 
Peralta (escandalizado): ¡No! 
Néstor (se acerca): Tenés que probar. Tiene un gustito de lindo... Todo 


cambia, se transforma... 
Peralta (inquieto pero interesado): ¿Se... transforma? 
Néstor (necesita alguien con quien compartir la gran aventura): Sí. ¡Todas 


las cosas te resultan distintas, nuevas... cualquier pavada, eh! La ves de otra 
forma... Las sábanas, la ventana... El reloj, el diario, los cigarrillos... Hasta 
tu cara te parece diferente: ¡Te miras en el espejo y sos otro tipo! 

Peralta (muy interesado): ¡No me digas! 
Néstor: Pero tenés que saborearlo con tiempo. El domingo a la noche te 
acostás y decís: mañana no me levanto nada, me da fiaca 
levantarme...Entonces, agarrás y ponés el despertador para que suene — no 
te olvidés de esto que es muy importante —... Después te dormís lo más 
tranquilo. A la mañana suena el despertador. El brazo se te mueve solo. 


Cuando estás por putear, te acordás. ¡Qué placer, viejo! ¡Lo paras, te tapas 
bien, y seguís durmiendo! (Nota el efecto de sus palabras.) ¿Qué tal? 
Peralta (deslumbrado): ¿Y después.., después qué se siente? 
Néstor: Te sentís más liviano... ¿Viste cuando tomas algo efervescente 


para eructar? Bueno... ¡Igualito, igualito! 
Peralta: ¿No te da miedo? 
Néstor: ¿Vos tenés miedo cuando eructás? 
Peralta (hace memoria): No. 



Néstor: Y bueno. 
Peralta: Y no... ¿No te acordás de la Chancha? 
Néstor: Para nada. 
Peralta: Este... ¿Y no pensás en el trabajo pendiente? 
Néstor (carcajada irónica): ¡Dale Peralta...! ¿A vos te interesa tu trabajo? 
Peralta (cohibido): No, la verdad que no... 
Néstor: ¡Entonces...! (Cálido.) Decime... ¿Qué te gustaría hacer? 
Peralta: ¿Cómo? 
Néstor: ¿Cuál es la cosa que más te gustaría hacer? 
Peralta (avergonzado y al fin): Bailar... 
Néstor (entusiasta): ¡Sensacional, flaco! ¡Eso si que vale la pena! 
Peralta (sonriente): ¿Te parece? 
Néstor: ¡Seguro! 
Peralta: Lo que pasa es que... No sé bailar. 
Néstor: ¿Nunca trataste de aprender? 
Peralta: Bueno... Una vez fui a un lugar... Pero me resultaba muy difícil, 


no le agarraba la mano...Además me salía muy caro y entonces... 
Néstor: ¡Haberlo sabido antes...! ¡Yo te puedo enseñar! 
Peralta (encantado): ¿Si? 
Néstor: ¡Claro! 
Peralta: Y decime... ¿Sabés todos los bailes? (Néstor asiente ampuloso.) 
Néstor: ¿A vos cuál te gusta? 
Peralta (con pudor): El tango... 
Néstor: ¡Sensacional! 



Peralta (entusiasmado): ¡¿Sabés bailar el tango?! 

Néstor (fanfarrón): ¡Seguro! 

Peralta: ¡Qué grande! 

Néstor: ¡Esperá! (Busca en algún lugar.) 

Peralta: ¿Qué vas a hacer? 

Néstor: ¡Enseñarte! (Saca un CD y lo pone en un reproductor.) 

Peralta (mira la hora y se preocupa. Sin convicción, con voz 
emocionada): ¡Es tardísimo! ¡Ya no llego ni...! 

Néstor: ¡No importa... llegas tarde y listo! 

Peralta: ¡No, viejo, la Chancha me va a...! (Suena un tango. Peralta 
hipnotizado.) 

Néstor: ¡Escuchá, escuchá qué tango! 

Peralta (olvidándose de todo, fascinado): ¡Qué divino! 

Néstor: Fijate, mirá lo que hago. Y uno y dos y tres y cuatro... Y uno y dos 
y tres y cuatro... ¿Ves? Con la música... siguiendo el compás... ¿Ves qué 
fácil...? Y uno y dos y tres y cuatro... Dale, hace lo mismo que yo... 
(Peralta se muere de ganas, pero no se atreve) ¡Dale! (Peralta lo 
imita grotesco.) ¡Eso, eso...! ¡Muy bien...! Y uno y dos y tres y cuatro... Y 
uno y dos y tres y cuatro... ¡Bien...! ¡Muy bien! (Poniéndose delante de 
Peralta.) Bueno, ahora hacé de cuenta que soy una mujer. (Peralta lo 
mira escandalizado. Néstor más cerca.) ¡Dale, agarrame! (Peralta 
se avergüenza) ¡Dale, Peralta, sin miedo! (Le toma una mano, y con la 
otra, coloca la de Peralta en su cintura) ¡Vamos... bailá! (Peralta se anima 
un poco.) ¡Así, así...! ¡Bien, Peralta, bien...! ¡Muy bien! (Peralta, 
arrebatado, baila con toda seriedad.) ¡Bárbaro, Peralta...! ¡Dale, seguí...! 
¡Seguí así! 

Peralta: ¡Ché, tan difícil no es! 

Néstor: ¿Viste? 


Peralta (para y mira la hora): ¡Uy, Dios, mirá la hora! ¡La Chancha me 
mata! (Corre a la puerta.) ¡Chau, chau, Vignale! 

Néstor (sonriente, le grita sin moverse de su lugar): ¡A que de chico te 
gustaba jugar a algo! 

Peralta (paralizado con la mano en el picaporte. Vuelve lentamente su 
cabeza): ¿Cómo? 

Néstor (detiene la música): De chico... ¿a qué te gustaba jugar? 

Peralta (atrapado): ¿De chico...? (Olvida la hora. Le brillan los 
ojos. Recuerda) ¡Ja... de chico...! 

Néstor (En esta escena debe haber mucha improvisación y 
más desarrollo): Yo hacía toda la banda. Yo era el jefe: Clark Wilson, y los 
secuaces: Chiquito Jones, Ricky Sands y Tom Parker. Tenemos que asaltar 
el Banco de Chicago. (Como los chicos cuando juegan solos, 
diferenciando cada personaje. Acento de series dobladas al español.) Bien, 
allí está el Banco. ¿Están listos, muchachos? Okey, jefe, cuando quiera. Tú 
por allí, Chiquito. Tú, Ricky, por atrás. ¡Sígueme, Tom! ¡Ya! ("Corren" 
para "entrar" en el banco.) ¡Nadie se mueva! (Hace el ruido y el gesto 
de disparar hacia arriba.) ¡Todo el mundo al suelo! (Una seña a 
los "secuaces".)¡Al trabajo, muchachos! (Frente al "cajero" con la voz de 
un secuaz.) ¡Quieta esa mano, "maderfaquer" y abre la caja! (Guarda el 
dinero en el maletín. Se "convierte" en Clark.) ¡Rápido, 
muchachos! (Ayuda a llenar maletines.) ¡¿Tú qué miras, hijo de 
perra?! (Los "muchachos" embolsan mientras el jefe vigila. Hace ruido de 
ametralladora. Se tira al suelo como Clark.) ¡Cuidado, Tom! ¡Estamos 
rodeados! (Como Tom.) Tranquilo, jefe, ¡este es mi deporte 
favorito! (Dispara pero recibe un impacto y cae. Se levanta y es Clark. 
Auxilia al cómplice.) ¡Malditos polizontes! ¡Vamos, Tom, no te 
mueras! (Tom muere.) ¡Oh, Tom, no lo hagas! ¡Tom ha muerto! (Se 
levanta, es Clark.) ¡A la calle, muchachos! (Corre y se detiene.) ¡Estamos 
rodeados! (Hace el ruido de: disparar su arma y el de la ametralladora 
policial. Se oculta tras la cama, dispara y se oculta, haciendo los sonidos. 
Se para.) ¡Ahora sabrán quién es Clark Wilson, polizontes! (Dispara 
furiosamente. Se sacude al recibir varios impactos) ¡Ah, malditos... me 
hirieron! (Suelta el arma y se desploma. Peralta, que siguió fascinado la 
acción, da un salto y se ubica junto a Néstor para disparar con fiereza su 


ametralladora con sonido.) ¡Es un rasguño...! ¡Huye, Charlie! ¡Te juegas el 
pellejo! 
Peralta: ¡No, Clark, moriré a tu lado! (Dispara con sonidos.) 
Néstor: ¡Eres uno de los míos, Charlie! 


Peralta: ¡Ah, cerdos... me dieron! (Muere.) 
Néstor (se arrastra): ¡Charlie...! ¡Ah! (Estira un brazo y "muere" 
sobre Peralta. Permanecen "muertos" unos segundos y luego se levantan 
riendo felices y se palmean.) 


Peralta (embalado): ¡Yo, de chico, agarraba el escobillón, me ponía 
delante del espejo y cantaba! (Néstor corre a buscar el escobillón.) 

Néstor: ¡Tomá! 
Peralta (lo recibe con gran alegría. Como si fuera un micrófono. Es un 
cantante): A continuación, tengo el gusto de presentarles al destacado 
cantante Rodolfo Peralta... (Saluda, "agradeciendo" aplausos. Canta 
fragmento de un bolero. Sonríe, radiante.) 

Néstor (sincero, conmovido): ¡Bien, Peralta! 
Peralta (plácido, todavía sonriente): La Chancha... (Recordando. 


Más serio.) La Chancha... (Horrorizado, pasándole el escobillón a 
Néstor) ¡La Chancha! 
Néstor (deseando con el alma que se quede): ¡Hacete la rata, Peralta! 
Peralta (titubea): La rata... 
Néstor: Hacé como yo: ¡Faltá! 
Peralta (como un chico): La Chancha me mata si me hago la rata. 
Néstor: ¡Mañana inventas cualquier cosa... dale! 
Peralta: ¿Y qué digo...? Tengo que llevar un certificado... 
Néstor: ¡No, por un día no hace falta! 
Peralta: ¿Y los deberes? ¡Tengo que hacer los deberes! 



Néstor: ¡Qué te importan los deberes! 
Peralta: ¡Eh...! ¡Después me saco insuficiente! 
Néstor: ¡Sos maricón, eh! ¡Mirame a mí, que no tengo miedo! 
Peralta: ¿Y si te expulsan del colegio? 
Néstor: ¡No me importa! 
Peralta (fuera del juego): No, yo no puedo... no me animo... ¿Sabés una 


cosa, Vignale? Yo nunca me hice la rata... 
Néstor: ¡Yo tampoco... hoy es la primera vez...! 
Peralta (mira la hora, a punto de llorar): ¡Se me va a armar una! (Va a 


la puerta.) 
Néstor (lo sigue): ¡No le des el gusto! ¡No vayas! 
Peralta: No me atrevo, Vignale. (Puerilmente asustado.) ¿Qué les digo 


ahora? 
Néstor: ¡No vayás, Peralta... quedate conmigo! 
Peralta (se detiene, exasperado): ¡No puedo, Vignale...! ¡Ayudame, 


inventá algo! ¿Qué le digo a la Chancha? 
Néstor: ¡Te enseño más bailes! 
Peralta (temblando): ¡Tengo miedo, Vignale! ¿No entendés...? ¡Ayudame! 
Néstor: ¡Asaltamos el banco, cantás con el micrófono! 
Peralta (puchereando): ¡La Chancha debe estar hablando de mí...! ¡Dios 


mío, ¿qué me irá a hacer? 


Néstor: ¡Globalnot no existe, Peralta! ¡Hay un potrero! ¡Está lleno de 
chicos jugando a la pelota! 
Peralta (grita): ¡El potrero no está más! ¡Los chicos son tipos corno 


nosotros! ¡Están todos adentro, trabajando! ¡Y yo no estoy en mi 


lugar...! ¿Qué digo, Vignale? ¡Me van a echar...! ¡Me van a echar...! 


Néstor (desesperado): ¡No seas maricón, Peralta! ¡Quedate a jugar 
conmigo! 

Peralta (grita y se larga a llorar): Yo también quiero jugar! ¡Pero no 
puedo, no puedo! (Se abraza a Néstor sollozando.) ¡No puedo hacerme la 
rata! 

Néstor (conmovido, le apoya una mano en la cabeza; sabe que 
deberá seguir solo): Está bien, viejo, está bien... 

Peralta (sosegado): Yo no puedo... 

Néstor: Está bien, ya pasó... 

Peralta (hipando, sonándose con el pañuelo): No hay caso, no puedo... 

Néstor: Bueno, anda... andá. 

Peralta: Chau, Vignale... (Se va.) 

Néstor (triste): Chau, Peralta... 

(Néstor queda inmóvil, mirando la puerta. Luego se vuelve y avanza 
a proscenio. Piensa, vacila, teme. Mira la hora. Se acerca al 
teléfono, titubea, se aparta. Lucha para no ceder. De pronto, se encamina 
decidido a la cama. Se acuesta, enérgico. Incorpora medio cuerpo, 
flexiona las piernas y cruza las manos sobre las rodillas. Mira hacia 
adelante con la cabeza erguida, desafiante. Respira hondo y tararea, con 
los dientes apretados, con ritmo más lento pero vehemente, la marcha que 
"tocó" para entrar al baño cuando decretó "el día de la fiaca".) 

APAGÓN 





Jáuregui, del departamento de recursos humanos de Globalnot, sentado en 
el sillón, recibe la taza de café que Marta le alcanza con gran 
amabilidad. Tiene alrededor de 30 años, traje y corbata, sobrios, camisa 
blanca. Habla de memoria, muy formal, pretende ser cálido, comprensivo. 

Marta (agotada): Si le falta azúcar, dígame. (Se sienta muy cerca.) 

Jáuregui: No, está bien, gracias. (Bebe.) 

Marta: ¡No sé cómo agradecerle! En otro lugar lo hubieran echado al 
primer día... 

Jáuregui: ¡Por favor, señora! El Departamento de Recursos Humanos 
conoce a fondo los problemas, inquietudes y aspiraciones de nuestro 
personal. Tenemos la responsabilidad de comprender todos los errores, 
fallas y desviaciones que, como seres humanos, padecen normalmente. De 
esa manera nos hacemos partícipes, establecemos una relación más cálida, 
menos... digamos comercial. Conseguimos que cada empleado se sienta 
parte de la empresa. Para ellos, Globalnot no es una abstracción, algo frío, 
lejano... no. Se sienten protegidos, amparados... y sienten a la empresa 
como algo propio, casi como un segundo hogar... 

Marta (apabullada): Qué... qué lindo, ¿no? 

Jáuregui: Un empleado ejemplar como su marido debe ser considerado 
muy especialmente. Globalnot no puede abandonarlo en una situación tan 
anormal, tan (no recuerda)... crítica. El objeto de mi visita es orientarlo, 
ayudarlo, recuperarlo para su bien personal y el de la comunidad toda. 

Marta (esperanzada): ¡Dios quiera! 

Jáuregui: Confíe en Globalnot, señora... ¡lo recuperaremos! (Marta, 
emocionada. Jáuregui, silencio comprensivo. Pausa. Con su voz natural) 

¿Salió muy temprano? 


Marta (desorientada por el cambio de tono): ¿Quién? 
Jáuregui: Su marido. 
Marta: Ah, sí, apenas tomó el desayuno... Desde que le agarró esto 


empezó a salir a los pocos días y... Yo al principio le preguntaba adónde 
iba, le pedía por favor que me dijera a qué hora pensaba volver... Pero 
después me cansé. Es como si le hablara a una pared. De repente me dice 
"salgo, chau" y se va... Va jugar al fútbol, al pool... Créame, no tengo más 
fuerzas...Estoy deshecha. 


Jáuregui: No es para menos. Perdóneme, pero tengo que hacerle una 
pregunta un poco... 
Marta: Pregunte, señor Jáuregui... pregúnteme nomás. 


Jáuregui: ¿Antes de que empezara a faltar, cómo se llevaba con su esposo? 
Marta: Bien... Bah, siempre hay algún roce, alguna discusión... 
¡pavadas! pero aparte de eso... 


Jáuregui: ¿Y desde que falta? 
Marta: Bueno... Imagínese, señor Jáuregui. Yo le estuve continuamente 
encima, tratando de convencerlo para que vuelva a trabajar... Pero él como 


si nada, así que... Ya le digo, apenas si nos hablamos. Yo le cocino y... 
¡ah! (Se contiene, cohibida) y... 
Jáuregui: Diga, diga... 
Marta: Este..., bueno, lo único que hace es... 
Jáuregui: Sí, la escucho... 
Marta: ¡Bueno! A cada rato quiere... (Baja la 


cabeza.) Jáuregui (delicado): Ah, sí, sí, claro... 


Marta: ¡Es algo impresionante, señor Jáuregui! (Jáuregui desvía la 
vista, turbado. Ella, incontenible.) Si fuera por él, se pasaría el día... 
Jáuregui (para detenerla): ¡Sí, sí, ya me doy cuenta! 
Marta (resoplando): ¡Es matador! 



Jáuregui (alarmado): ¡Claro, claro! 
(Marta se da cuenta y calla avergonzada. Los dos muy incómodos. 


Silencio espeso. Entra Néstor, desaliñado, en bermudas y remera, 
comiendo una manzana. Despreocupado, tranquilo.) 
Néstor (mira a Marta, luego a Jáuregui, da un mordisco): ¡Buenas! 
Marta: ¡Ah, Néstor! El señor Jáuregui, de Globalnot... 
Néstor (muestra las manos sucias): Perdoná, ¿eh?... ¿Qué tal, cómo andás? 
Jáuregui (de pie): ¿Cómo está, Vignale? 
Marta (inquieta): Siéntese, señor Jáuregui, 
Jáuregui (lo hace): Gracias. (Néstor se sienta sobre la mesa o en el suelo) 
Marta: Néstor, por favor... ¡Sentate bien! 
Jáuregui: Si el hombre está cómodo, ¡déjelo! (Le sonríe a Néstor.) 
Néstor: Así que vos estás en Globalnot... 
Jáuregui (desconcertado): ¿Yo? ¡Sí, sí, claro! 
Néstor: ¿Y qué hacés ahí? 
Jáuregui: Esteee... Pertenezco al Departamento de Recursos Humanos. 
Néstor: ¿Qué tal ? (Guiñándole un ojo.) ¿Lindo trabajo? 
Jáuregui (desorientado): ¿Cómo...? 
Néstor: ¿Cuánto te pagan? 
Jáuregui: ¿Eh? Mire... eso ahora no importa. Vignale, usted es el motivo 


de mi presencia en esta casa... 
Néstor: ¡No me digas! 
Jáuregui: Usted nos preocupa, Vignale. Globalnot no puede permanecer 


indiferente ante su problema y... 



Néstor: ¿Problema? (Se limpia las manos en la camisa.) ¡Yo no tengo 
ningún problema! 

Marta (nerviosa): ¡Sí que los tenés! El señor viene a ayudarte... contale... 

Néstor (la mira y sonríe sin darle importancia. A Jáuregui): ¡Estas 
mujeres! Hacen un drama por cualquier pavada... 

Jáuregui (duda entre sonreír o refutar): Este... Tiene que reconocer que 
faltar tantos días estando perfectamente bien de salud... 

Néstor (natural): Tengo fiaca, "papi". 

Marta: ¿Se da cuenta, señor Jáuregui? 

Jáuregui (se acerca a Néstor y le apoya una mano en el hombro, muy 
en comprensivo): Cuénteme, Vignale... ¿qué le pasa? ¿Tuvo algún 
problema en su sección? 

Néstor: No. 

Jáuregui: ¿Discutió con un compañero? 

Néstor: No. 

Jáuregui: ¿Se tomó alguna medida que le haya molestado? ¿Alguna 
cuestión con un superior? 

Néstor (apoyando una mano en el hombro de Jáuregui): Mirá, nene, creo 
que más claro y simple, imposible. No tengo ganas de laburar. Ya se lo dije 
al doctor cuando vino: "Va a perder el tiempo, doctor... me siento súper 
bien. Lo único que tengo es fiaca" ¡Así que no me rompas más las 
bolas! (Marta asombrada. Jáuregui mudo. A Marta, mientras se echa en 
la cama.) Hoy quiero almorzar bien liviano, ¡eh! A la tarde tengo un 
partido muy bravo. Está bien que juego de arquero, pero... 

Marta (espantada): ¡Néstor! ¡El señor vino especialmente para ayudarte, y 
vos...! 

Jáuregui (la interrumpe, apartándola suavemente): No importa, 
señora. (Se coloca delante de ella, muy cerca de la cama.)Permiso... 
Vignale, Globalnot quiere ayudarlo. Se ha decidido no tener en cuenta los 
diez días de ausencia si usted... 


Néstor (negando con la cabeza): Cht, cht, cht, cht... no hay caso. 


Marta (asomando por detrás de Jáuregui): ¡No tenés derecho! ¡Semejante 
oportunidad! ¿Hasta dónde pensás llegar? 
Jáuregui: ¡Cálmese, señora! (Tratando de que Néstor no lo oiga.) Ya 


vamos a encontrar la solución... 


Marta (desesperada): ¡Es inútil, señor Jáuregui! ¡Nos va a volver locos a 
todos! 
Jáuregui (más nervioso que ella): ¡Cálmese, señora, por favor! 
Marta: ¡No se merece que ustedes hagan todo esto por él! 
Jáuregui (se descontrola): ¡¡¡Cálmese, señora!!! 
Néstor (divertido): ¡Bien, Jáuregui, bien! 
Jáuregui (paciente, la lleva a un rincón y la hace sentar): Permítanos 


charlar un momento, señora... Por favor... (Le hace un gesto de 
aliento, junta valor y adopta una actitud más intima, afectuosa. Se sienta 
en la cama.) Voy a confesarte algo, Vignale... Yo también soy un ser 
humano. 

Néstor: ¿Ah, sí? 
Jáuregui: Muchas veces me sentí desganado, sin voluntad... 
Néstor (rápido): ¡Tuviste fiaca! 
Jáuregui (sincero sin querer): ¡Seguro! 
Néstor: ¡Y claro! 
Jáuregui: ¡No, no, fiaca no! Quiero decir... alguna vez pude haber tenido, 


pero... 


Néstor: ¡Nada! ¡Si la tuviste es porque la sentías, porque te venía de 
adentro! 
Jáuregui: ¡Eeeeh...sí, okey, pero yo primero pensé en mi deber, en mis 


obligaciones! ¡Si uno fuera a hacer todo lo que le viene de adentro! 



Néstor (se levanta): ¡Justamente! ¡Eso es lo que hay que hacer! ¡Lo que se 
siente, lo que a uno más le gusta, hacer lo que se tiene ganas de hacer! 

Jáuregui (de pie): No es tan fácil. Cuando se tiene la responsabilidad de un 
hogar, la obligación de... 

Néstor: ¡Por eso mismo! Si uno no tuviera ninguna obligación... ¡Qué vivo, 
así cualquiera! 

Marta (indignada): ¡Pero mire el coraje! 

Jáuregui (descontrolado, a Marta) ¡Callate! (A Néstor.) ¡Mirá, me estás 
obligando a presentar un informe que te va a costar el puesto! 

Marta: ¡Que lo echen! ¡Sí! ¡Que lo echen de una buena vez! 

Néstor (campechano): ¡Sí, Jáuregui, no te preocupés, dale para adelante 
nomás! ¡Vos cumplí con tu trabajo! 

Jáuregui: ¡Mirá, sos..., sos un... un irresponsable! ¡Hay gente que se mata 
buscando trabajo! ¡Chicos que se mueren de hambre!! ¡No te merecés a tu 
mujer ni al país ni a... ni a la vida! ¡¿A vos te parece bien hacerle esto a una 
empresa como Globalnot?! ¿Y la comunidad? No significa nada para 
vos, ¿no? ¡Total, los demás trabajan! (Néstor se sienta en el borde de la 
cama, con los pies en el suelo y lo escucha con seriedad. Marta se 
acerca, expectante.) ¡Como hombre! ¡Como marido! ¡Y como ciudadano, 
carajo! ¡La democracia! ¡El país! ¡La Patria! ¡El planeta! ¡La calentura 
global! (Néstor más interesado. Marta se esperanza. Jáuregui traga saliva, 
piensa rápido.) ¡No es la familia...! ¡No es la empresa...! ¡Es... es... es el 
Universo el que te mira! ¡El Universo te está mirando!(Néstor extasiado. 
Jáuregui se mira con Marta, que le pide, gesticulando, que siga. Jáuregui 
desesperado porque se le agota el repertorio.) ¡Hay principios 
fundamentales...¡Eeeeh... los..., los ejemplos de nuestros mejores hombres, 
que han dado sus vidas para... esteee... para... que han dado sus vidas! 

Néstor (se pone de pie, muy resuelto): ¡Mañana mismo! (Marta y 
Jáuregui se miran con incipiente alivio.) ¡Mañana mismo salgo a juntar 
firmas para proponerlo como diputado! ¡Lo quiero en el Congreso! (Lo 
miran con odio.) 

Jáuregui: Lo lamento, señora. Hasta acá llegué. Mucho gusto. 


Marta (lo acompaña a la puerta): Usted hizo todo lo que 
pudo. Muchísimas gracias. (Sale Jáuregui.) 
Marta (encolerizada): ¿Estás contento ahora? ¿Conseguiste lo que 

querías? ¡Eso es... te podés sentir orgulloso! Es lo mejor que hiciste en tu 
vida, ¿no? 


Néstor: ¡Puede ser... sí que puede ser! 
Marta: ¡Claro que sí! ¡Esta vez seguro que te echan... así que tenés que 
estar muy conforme! 


Néstor: ¿Por qué no? 
Marta: ¡Claro! ¡Si lo mejor que puede pasarle a uno es que lo despidan! 
Néstor (creyéndolo): ¡En una de ésas...! 
Marta: ¡En una de ésas! ¿En una de ésas, qué? ¿Pensás ganar la lotería? 


¿O estás por recibir una herencia? 
Néstor: ¡Y... nunca se sabe! 
Marta: ¡Esto se terminó! ¿Me oís bien? ¡Se terminó! (Saca una valija, la 


apoya sobre la cama o mesa y comienza a empacar.) 
Néstor (serenamente sorprendido): ¿Qué hacés? 
Marta: ¡Me voy! 
Néstor (sin dolor, con curiosidad): ¿Adónde? 
Marta (sin dejar de empacar): ¡No sé! ¡Lo único que sé es que esto se 


terminó! ¿Qué pensabas? ¿Que te ibas a dar la gran vida y yo trabajaría 
para mantenerte? ¡Estás muy equivocado! ¡Primero creí que tenías algo, 
que estabas enfermo, qué se yo... que se te iba a pasar! ¡Pero no, el señor 
tiene fiaca! ¡Él se queda en la cama, se duerme sus lindas siestitas, se juega 
sus "picaditos" y la tarada que trabaje! ¡No! ¡Esto se terminó, se terminó! 


Néstor (sincero): La verdad..., estos últimos días estuve pensando... (Marta 
empaca pero escucha.) En fin, hay algunos trabajos que... (Marta se 
interrumpe y lo mira.) A lo mejor, más adelante... 



Marta (reanuda furiosa): ¡Más adelante...! ¡Qué estúpida que fui! 
¡Cuántos años perdidos! ¡Ahora me doy cuenta de lo que soy para vos! ¡Yo 
estoy aquí para limpiar, cocinar, lavarte la ropa, trabajar, traer plata y 
meternos en la cama! 

Néstor (suave): No, vos no me entendés... tengo fiaca. 
Marta: ¡Un vago, eso es lo que sos! ¡La desgracia es que recién ahora me 
mostrás la hilacha! ¡No importa! ¡Me gustaría saber cómo te las vas a 
arreglar para comer! ¡Porque los tres pesos de mierda que tenemos 


ahorrados los voy a sacar ya mismo! ¡Vamos a ver hasta cuándo te dura la 
fiaca! 
Néstor (tímido): Perdonáme, pero... son bienes gananciales. 
Marta: ¡Si en este momento no tuviera tanta bronca, me harías 


reír! ¡"Bienes gananciales"! ¡"Males" es lo único que gané con vos"! 
Néstor: Eh... ¿En la heladera queda algo? 
Marta: ¡No sé, fijáte! ¡La empleada no está más! 
Néstor (se acerca): ¿Adónde pensás ir? 
Marta (cede un poco): ¡Es cosa mía! 
Néstor: ¿Y vas a vivir así... sola, sin nadie? 
Marta (con movimientos más lentos): ¡Ya voy a ver! 
Néstor (toma algunas prendas): Bueno, dejáme que te ayude. (Empaca.) 
Marta (histérica, llora, grita): ¡Sos una basura! ¡Un vago! ¡Un vago de 


porquería! (Néstor sigue empacando, tranquilo.) No sentís nada por 
nadie! ¡No vivís más que para vos! (Sarcástica.) ¡No quiere ir a la 
oficina! (Con odio.) ¡Si no servís para otra cosa! ¿Quién te crees que sos? 
¡Idiota! ¡Estúpido! 

Néstor (mostrando algo): ¿Esto lo llevás? 
Marta (chillando): ¡No, no, no! (Lo empuja y trata de cerrar la 
valija.) ¡Salí! ¡Dejáme, dejáme! 



Néstor: Faltan muchas cosas... 

Marta (no puede cerrarla): ¡No importa... estúpido! ¡Después las mando a 
buscar... estúpido! (Néstor apoya la rodilla sobre la valija.) ¿Para esto no 
tenés fiaca, no? ¿Te gusta, eh? ¿Querías que me fuera? ¿Era eso lo que 
estabas buscando? 

Néstor (pierde firmeza): No..., no quiero ir a la oficina... nada más. 

Marta (cierra la valija): ¡Y bueno, date el gusto! (Toma la valija y va a 
la puerta. A punto de abrir.) ¿Querés que te diga cómo vas a terminar? ¡De 
faquir, haciendo ayuno! 

Néstor (frágil): No... ¿Por qué? Hay otras cosas... 

Marta (abre): ¡Si sos un infeliz...! ¿O te volviste genio de golpe? 

Néstor (sin convencimiento): ¡Ya vas a ver cuando se me pase la fiaca! 

Marta: ¡Pobre infeliz! ¡Naciste para empleado y vas a morir de 
empleado! (Sale.) 

Néstor (angustiado): ¡No, Marta, empleado no! Se puede ser 
albañil...Andar sin corbata, ver todo desde arriba, chiquitito... ¡más cerca 
del cielo...! ¡Se puede cantar, gritar, escupir! ¡O vendedor de 
helados...! ¡Paseás, silbás, hablás con los chicos! (Se exalta.)¡Bañero...! 
¡Todo el día al sol...! ¡Bronceado...! ¡Siempre al lado del mar...! 
¡Oliéndolo! ¡Bañándose! ¡Mirándolo...! ¡Mar de la mañana a la noche! Para 
ver el amanecer..., eh... ¡Portero! ¡Para vivirla de noche, sereno...! Esos que 
prueban... ¿cómo les dicen...? ¡Catador...! ¡Eso...! ¡Meta chupar vino todo 
el tiempo...! ¡Para viajar, marinero! (Vacila, piensa.) Paseador de 
perros...Delivery de pizza... (Pierde vivacidad paulatinamente.) Periodista 
deportivo... Recordman, recordman de cualquier cosa... (Con la dolorosa 
noción de lo irrecuperable.) O un chico, un chico jugando a la pelota en un 
potrero... (Abatido, inmóvil, pensando. Mira la puerta y se estremece 
de miedo y dolor. Toma conciencia de que su mujer lo dejó.) Se fue... 

(Se inquieta. De algún lugar toma su billetera. Comprueba que casi 
no tiene dinero. Inseguro, se dirige a la cocina, abre la heladera, busca 
qué hay, saca con angustia un pedacito de queso y come con la mirada 
fija, dando mordiscos muy pequeños y seguidos. Mastica y piensa, con los 


ojos muy abiertos, sin pestañear Mastica regularmente, sin dejar de 
pensar. Va disminuyendo la luz.) 


VI 


El cuarto en desorden. Platos, cubiertos y vasos usados. La heladera abierta 
y vacía. Néstor desencajado y hambriento, busca algo para comer en 
lugares inverosímiles. Encuentra una miguita en el suelo y la come 
ávido. Se desespera. Parece que fuera a tomar una decisión cuando suena el 
timbre. Se apresura, dentro de lo que le permite su debilidad. Abre la 
puerta. 

Néstor (aliviado): Llegaste... 

Peralta (como antes, mima tener un revólver y lo apunta con el 
índice): Vengo a saldar una cuenta, Clark... 
Néstor (mira ansioso la otra mano de Peralta): Dame, dame. 
Peralta (entrando): ¡Quieto, Clark! No trates de engañarme. 
Néstor (para complacerlo le sigue el juego, pero quiere lo que Peralta 


le haya traído): Tranquilo, Tom. Confía en mí... (Hablando 


normal.) Dame, Peralta... 
Peralta: ¡Pará! Oye, Clark, óyeme bien. Tendrás que contarme por qué 
enviaste a ese gorila para que liquidara a Ronnie. 


Néstor (desolado): No me trajiste nada. 
Peralta: ¡Demonios! (Lo agarra del cuello.) ¡Dime por qué lo hiciste! 
Néstor (desfalleciente, con acento de serie): Antes dime tú por qué no me 


trajiste lo que me prometiste. 
Peralta (con voz normal): Ahora salgo y te compro. 
Néstor: ¡No doy más, Peralta! 
Peralta (emocionado): ¡Vignale! 



Néstor (sin interés, obsesionado por el hambre): ¡¿Qué?! (La pausa 
que hace Peralta lo ofusca) ¡Dale! ¡¿Qué?! 

Peralta: ¿Sabés qué le dijo el Gerente General a la Chancha después de 
leer el informe de Recursos Humanos?! ¡¿Me oís bien?! Balbiani, el 
Gerente General, lee el informe de Jáuregui y le dice a la Chancha: 
"Despedir a Vignale es muy fácil. Lo difícil es lograr que vuelva y que sus 
compañeros vean que esta locura fue sólo eso: un momento de locura. Si lo 
despido, queda como un héroe, como un símbolo. En cambio, si vuelve..., 
será la imagen de la derrota." ¡¿Qué tal?! 

Néstor (siempre en lo suyo): Oíme, tengo un hambre que... 

Peralta (entona muy alegre con ritmo de marchiña brasileña): 

La Chancha no se atreve ni a mirarnos 

oh-oh-oh-oh, la Chancha 

El Carnaval llegó a la empresa 

Qué fiesta con cerveza 

Los muchachos de "Despacho" 

están todooos borrachos 

En "Insumos" se hacen humo 

Oh-oh-oh-oh, la Chancha... 
Néstor: Peralta, vos me... 
Peralta: ¡Llamaron de un teleinformativo, llamó un periodista muy 
conocido, llamó otro periodista! ¡Quieren saber quién es ese tipo que 
empezó a faltar por fiaca! ¡Vos, Vignale, vos! 

Néstor (apagado): Peralta, no puedo más... 
Peralta: ¡Yo salí antes de hora, Vignale! (Exultante.) ¡Y mañana no voy 
nada! ¡Falto, Vignale, falto! ¡Me quedo con vos! (Se echa en la cama. 
Con voz afeminada.) Yo te voy a hacer olvidar de tu señora... (Ríe.) 


Néstor (suplicante): Peralta, me dijiste que... 



Peralta: ¡Vení, hagamos fiaca los dos juntos! 


Néstor (de rodillas, junto a la cama): Me dijiste que ibas a traerme algo 
para comer... 
Peralta (no sabe como aplacarlo): Sí, viejo, sí... 
Néstor (con el último resto de energía): ¡Hace dos días que se me terminó 


todo, Peralta! ¡Mi mujer está en la casa de su madre, la llamo y no me 
quiere atender! ¡Antes que llamar a mi vieja, prefiero morirme! ¡En el 
barrio no me fía nadie! ¡Ayer salí a pedir prestado y me fue muy mal! 

Peralta (saliendo de la cama): ¡Oíme, Vignale, de un momento a otro van 
a venir los de la tele y...! 
Néstor: ¡Me muero de hambre, Peralta...! 
Peralta (se autoimpone severidad): ¡Tenés que aguantar, Vignale! 


Néstor (asombrado): ¿Eh? 
Peralta: Tenés que aguantar. No podés comer. Tenés que mantenerte 
firme, si no... 


Néstor: ¿Aguantar? 


Peralta: ¿Pero no te das cuenta que esto es algo increíble? Balbiani, el 
capo máximo en persona, le ordena a... 
Néstor (desesperado): ¡Me muero de hambre, Peralta! ¡Vos me prometiste! 


¡Un sandwichito aunque sea! 


Peralta (decidido): ¡Ahora soy yo el que te pide un sacrificio! ¡Yo te 
acompaño, Vignale! ¡No me muevo de acá! 
Néstor (trastornado): ¡Peralta, por favor! ¡No puedo más...! 
Peralta: ¡Nos hacemos la rata! ¡¿Me oís, Vignale?! ¡La rata! 
Néstor: ¡Ma qué rata ni rata! (Con el último resto.) ¡Yo salgo a 


pedir! (En calzoncillos y camiseta va a la puerta. Peralta se interpone, 
impidiendo que salga.) 
Peralta (decidido): ¡No, Vignale, no te dejo! 



Néstor (atónito, aplastado): ¿Qué hacés? (Muy débil.) ¿Qué me hacés, 

Peralta? ¿Por qué no me dejas comer, eh? ¡¿Yo qué te hice?! 
Peralta: ¡No podés comer! ¡¿No ves todo lo que conseguimos ya?! ¡Están 
asustados! ¡Con la reestructuración despidieron a mucha gente y ahora 
quieren cuidar la imagen de la empresa! ¡Tenés que aguantar un poco más, 
aunque sea hasta que vengan los periodistas! ¡¿Te imaginás cuando salgas 
en la tele?! ¡Ja, cuando vean la cara que tenés! ¿Sabes el susto que se van a 
pegar los capos? ¡Es igual que... claro, como una huelga... ¡una huelga de 
hambre! ¡Ja, qué grande! ¡Una huelga de hambre! 


Néstor (aterrado): ¡¿Una huelga de hambre yo solo?! 


Peralta: ¡Seguro, como hizo el... ¿Cómo era?! ¡Ah, sí, el "Mamagandi! 
¡¿Te acordás de la película?! 
Néstor: ¡¿Eh?! ¡¿Quién?! 
Peralta: "¡Mamagandi!" ¡El que echó a los ingleses de la India haciendo 


ayuno! 


Néstor (desesperado): ¡Pero yo no quiero echar a nadie! ¡A mí me van a 
echar, la estoy perdiendo a Marta y me voy a morir de hambre! 
Peralta: ¡Algo va a pasar...! ¡Tiene que pasar algo! ¡Vamos a aguantar 


juntos, hasta que pase! 
Néstor (desfallece): Pasar... ¿qué va a pasar? 
Peralta (vacila y luego, alborozado, se pasea): Podríamos pedir dos horas 


más para el almuerzo... 
Néstor: No me hables de almuerzo, por favor... 
Peralta (siempre en lo suyo): Que nos den un día hábil de descanso quince 


veces por mes... 
Néstor: ¿Una res? 
Peralta: Mejor pedir tres meses de vacaciones... 
Néstor: Sí, unos ricos canelones... 



Peralta: Que nos paguen seis aguinaldos... 

Néstor: Yo me conformo con un caldo... (Se deja caer en la cama, 
agotado. Se toma del extremo de la sabana para sentarse.) 

Peralta: Que despidan a la Chancha... 
Néstor: Sí, una chancha con ajo y perejil... 
Peralta: Trabajar medio día... 
Néstor (cada vez más débil): Comprame aunque sea un poquito de pan... 
Peralta: Ir al cine de tarde... 
Néstor: Dos rosquitas, dos... 
Peralta: Caminar por algún barrio lindo... 
Néstor: Bizcochitos de grasa... 
Peralta: Ir a pescar... 
Néstor: Un huevito duro... 
Peralta: Y a la noche... ¡ir a bailar! (Néstor apenas mueve los 


labios. Peralta lo agarra de los brazos para levantarlo.) ¡Vamos Clark, 
tienes que aguantar! ¡Eres el jefe y tienes que dar el ejemplo! ¡Tú no 
puedes aflojar! ¡Eres demasiado hombre para eso, eh, Clark! (Néstor no 
reacciona. Peralta lo suelta y Néstor se desploma sobre la cama. Peralta 
se sienta junto a él.) ¡Ellos te temen, Clark! ¡Los malditos oyen tu nombre 
y tiemblan! Tú no cederás... ¡No les darás el gusto, eh, Clark! 

(Entra Marta con la valija.) 

Marta (arrepentida, mira a Néstor, luego a Peralta): ¿Qué dice, 
Peralta? ¿Cómo le va? 

Peralta (sorprendido): Bien, señora y usted... ¿Qué tal? (Va a tornar 
la valija.) 

Marta: Está bien, Peralta, gracias. (Deja la valija cerca de la cama y 
va lentamente hacia Néstor, tímida. No se atreve a besarlo.)¿Qué decís, 
Néstor? 


Néstor (la registra, sin sorpresa): Qué hacés... (Marta le da un beso 
fugaz en la frente, se aparta y decidida, se quita el tapado, lo echa sobre la 
cama y busca los elementos de limpieza.) ¿Trajiste algo de comer? (Peralta 
se inquieta, mira a Marta con temor.) 

Marta (sin parar de trabajar): Esperá que arregle un poco la casa. Está a 
la miseria. No se puede dejar esto así. ¡Va a venir la tele y es una 
vergüenza! 

Peralta: ¡Vas a ser famoso, Vignale! ¡La gente te va a reconocer por la 
calle! "Ve, ése que va ahí es Néstor Vignale, el de la fiaca". ¿Sabes lo que 
es eso? ¿Vos sabés lo que vale? 

Néstor: Yo... lo único... me conformo... con... un pedacito de... 

Peralta (lo palmea): ¡Ya falta poco! ¡Falta poco! 

(Entra la Madre. Sin mirar a Marta ni a Peralta, se abalanza sobre 
su hijo.) 

Madre (lo abraza y besa): ¡Néstor! ¡Mi nene querido! (Néstor es 
un despojo.) ¡Yo sabía! ¡Yo sabía que mi hijo iba a triunfar! ¡Estaba segura 
de que sería famoso y todos hablarían de él! ¡Mi hijito querido! ¡Él no 
podía fallarme! ¡Con esa inteligencia, esa simpatía, con todo lo que le 
enseñó la madre! 

Néstor (emergiendo): Mamá, tengo... hambre... 

Madre (festejándole una gracia): Dice que tiene hambre... ¿Lo oyeron? Mi 
nene tiene hambre... 

Peralta (nervioso): Esteee... Más tarde yo puedo ir a... 

Madre (le da a Néstor un sonoro beso en el cachete): ¡Tesoro de la 
madre! ¡Si yo no vengo a cuidarlo...! 

Marta (febril): ¡Yo después le preparo! ¡Quiero terminar de limpiar antes 
que llegue la tele! 

Madre: Trabajá tranquila, querida. Vos atendé la casa que yo me ocupo de 
Néstor. 


Marta: ¡Ah, me olvidaba... con tanto apuro...! Peralta, la madre de 
Néstor... 

Madre (sostiene y acaricia la cabeza de Néstor, quien apenas logra 
mover la vista de uno a otro): Encantada. Perdóneme... La emoción, sabe... 
¡No la saludé ni a Martita! 

Peralta: No importa, señora. Mucho gusto. Le decía que yo después 
podría... 

Madre (no lo escucha. A Néstor): ¡Pero miren qué facha! ¡No puede 
ser...! Así está muy feo, con esa barba, todo despeinado, y en pijama! Ah, 
no, antes que nada, mamá lo va a vestir y arreglar para que esté bien lindo 
cuando vengan a verlo... 

Peralta: ¿Eeeeh... le parece, señora? Yo, esteee... así como está lo veo muy 
bien... 

Madre: ¡Por favor! Si sale así en la tele nadie va a saber que es mi hijo. La 
gente va a decir: "¿Quién es ese muchacho tan feo?"(Trata de 
levantarlo.) Venga, venga con su madre... (No puede.) ¿Me ayuda, Peralta? 

Peralta (no tiene más remedio): Sí, señora, cómo no... 

Madre: Gracias, querido. (Lo levantan y lo sientan en una silla.) Casi, 
casi... ¿No sería mejor afeitarlo, primero? 

Peralta: Yo no creo, eh... Así está más... más impresionante. 

Madre: No, querido, no. Hágame el favor, usted que tiene la práctica... 

(Música de circo. Peralta sale y vuelve del baño con los elementos 
de afeitar y ayuda a La Madre a quitarle el pijama. Luego comienza 
a afeitarlo mientras la Madre va al placard a elegir traje, camisa, corbata 
y zapatos. Le consulta a Peralta alguna prenda y cambian ideas. Cuando 
se ponen de acuerdo en cómo vestirlo, Peralta terminó de afeitarlo. Lo 
visten. Las acciones son clownescas, especialmente Néstor que es una 
marioneta manipulada. Gags físicos. Marta sigue su tarea bailando sus 
acciones de orden y limpieza. Cuando termina se maquilla y arregla 
exageradamente. Néstor, así como lo sientan, se queda tieso como objeto 
en exhibición. Peralta, se coloca detrás de la silla, listo para sostenerlo. La 


Madre lo peina con la mano. Peralta lo despeina y La Madre lo vuelve a 


peinar. Termina música.) 
Madre: Mírelo. ¿No parece un muñeco? (Peralta asiente con pena. Suena 
el timbre) ¡Llegó la tele! (Conmoción, nervios, titubeos). 


Marta (termina de ordenar como puede): Abra... ¡Abra usted, Peralta! 


(Peralta le echa una mirada a Néstor y va a la puerta. Marta se arregla 
el pelo y la ropa. La Madre le endereza la cabeza a Néstor. Peralta abre.) 
Peralta (impresionado): ¡Señor Balbiani! (Se hace a un lado, 


achicado.) Marta (impresionada): ¡El Gerente! 
Madre: ¿Quién? 
Marta: ¡El Gerente General! 


(Las mujeres retroceden, turbadas. Entra Balbiani. Unos 25 años, 
saco, camisa, corbata, pantalones y medias, todo negro. Trae un paquetito 
sin atar en la mano. Echa una rápida mirada de reconocimiento a 
Néstor. Ignora a Peralta.) 

Balbiani (a las mujeres): Buenas tardes. (Va hacia Néstor sin esperar 
la réplica.) 

Marta: Buenas tardes. 
Madre: Buenas tardes, señor Gerente. 


(Balbiani se acerca a Néstor y lo mira con una gran sonrisa. 
Peralta avanza con temor, a distancia prudencial.) 

Balbiani: ¿Qué tal Vignale? ¿Cómo le va? Por fin le veo la cara. Si yo no 
vengo a visitarlo, eh... 

(Las mujeres, al notar el tono cordial del gerente, se acercan con 
más seguridad. Néstor intenta pararse, hablar; pero no puede.) 

Marta: Eeeeh... está muy emocionado. 
Madre: Imagínese, señor Gerente, todo el mundo está hablando de él... 
Peralta (da un paso adelante, con timidez): Ahora nomás vienen de la tele. 



Balbiani (sin dejar de mirar a Néstor): Ah, qué bien. (Peralta da el 
paso atrás. Las mujeres aprueban y sonríen a Balbiani que mira a Néstor 
con satisfacción.) Muy bien... 

Marta: Usted no se da una idea de las ofertas de trabajo que le están 
haciendo. 

Madre: Pero él, hace un rato, me decía: "Mamá, vos no sabés cómo 
extraño a Globalnot. Si me hicieran una buena oferta..." 

Marta: ¡Ah, eso es cierto, eh...! Bueno, Néstor siempre estuvo muy a gusto 
en Globalnot... 

Madre: ¡Y... tantos años...! El muchacho está encariñado... 

Peralta (con el pasito muy nervioso): ¡Sí, pero no va a aceptar cualquier 
cosa, eh...! Vignale ahora... (Se interrumpe apenas Balbiani empieza 
a hablar.) 

Balbiani: Bueno, Vignale... estuve estudiando su caso... (Peralta 
retrocede, aun más empequeñecido. Las mujeres se disponen a escuchar la 
gran oferta, muy complacidas. Néstor se mueve, inquieto, dentro de lo que 
le permite su estado) Es una lástima... Un hombre como usted, que fue 
siempre un ejemplo para los demás... Globalnot no quiere perder a un 
empleado tan útil. Lo necesitamos, Vignale. Así que... (Abre el 
paquetito, extrae un sándwich, lo parte por la mitad y le tiende una a 
Néstor.) Sírvase... coma. (Néstor se resiste. Las mujeres se miran, 
perplejas.) 

Peralta (sin moverse, angustiado, con el último resto de valor): ¡No, 
Vignale! 

Balbiani: Coma, coma. 

(Néstor se para, toma el medio sándwich y lo devora. Las mujeres se 
impresionan. Peralta, apesadumbrado. Balbiani observa, inexpresivo. 
Néstor, todavía masticando con la boca llena, tiende su mano pidiéndole a 
Balbiani la otra mitad. Éste va saliendo y se detiene junto a la puerta.) 

Balbiani: La otra mitad del sándwich se la entrego en la oficina. 
(Sale.) (Las mujeres y Peralta se miran, sorprendidos. Néstor, menos flojo 
pero todavía débil, mira a cada uno con expresión desolada y 


tarareando penosamente la marcha de la corneta se dirige lentamente 
hacia la puerta y sale.) 

Peralta (infantil, desilusionado, saliendo atrás de Néstor): ¡Ta que lo 
parió! 

TELÓN FINAL