14/4/16

COMO SI FUERA ESTA NOCHE Gracia Morales (obra para dos jóvenes actrices)





COMO SI FUERA 

ESTA NOCHE 

Gracia Morales 


El escenario debería simular un espacio un tanto ecléctico, donde se mezclan las 
reminiscencias de distintos lugares posibles: el comedor de una casa de una 
familia de clase media de los años 80, un taller de costura, un apartamento 
moderno... 
Allí se encuentra la MUJER 1: menos de treinta años, aunque aparenta más, 
vestida con mucha sencillez, como quien ya no piensa salir a la calle. Su aspecto 
ha de resultar un poco fuera de moda, como vestiría una “mujer casada” de la 
década de 1980. 
Está gateando por el suelo y se nota claramente que busca algo. 
MUJER 1: Siempre lo mismo… ¡Y cuando más prisa tengo! ¡Clara, ¿puedes venir a 
ayudarme?!… Nada… Nunca aparecen cuando se les necesita… 
Entra la MUJER 2. Veintitantos años. Viene algo maquillada, pero no mucho. Su 
aspecto es el de una joven de comienzos del siglo XXI. Llega con evidente 
cansancio. Se sienta en la mecedora. Saca un cigarro, lo enciende y le da unas 
caladas. Después lo deja sobre el cenicero. Durante toda la obra las dos mujeres 
compartirán el mismo espacio físico, pero, salvo cuando se indique, cada una 
habitará en una realidad diferente, donde además hay otras personas que el 
público no ve. 
MUJER 1 (Levanta el rostro, como si mirara hacia una pared.): ¡Las diez y 
media…!¡Clara, ¿dónde estás?! Ven a ayudarme, anda, que tu padre va a llegar y 
yo tengo que acabar con todo esto… Siempre lo mismo, ¡voy a tener que 
atármelo a la mano…! 

Mientras, la MUJER 2 deja el cigarro en un cenicero, se quita el calzado, se 
masajea un poco los pies. Busca algo a su alrededor hasta que encuentra el 
mando a distancia de una televisión. Mima el gesto de encenderla, se escucha de 
fondo un noticiario cualquiera, típico del telediario de la noche. Poco después 
sale. 
La MUJER 1 sigue con su búsqueda infructuosa. De pronto levanta la cabeza como 
atraída por un sonido que no escuchamos. 
MUJER 1: ¿Sí? Sí, Matilde, estoy aquí, pasa… Sí, aquí, al fondo… (Se levanta y se 
sacude la falda.) Me pillas por los suelos… Buscando el dedal, que se me pierde 
cada dos por tres…. ¿Un dedal? Pues es una cosa pequeña, que se pone en… Pero, 
¿no sabes cómo es un dedal?… Bueno, alguna vez habrás cosido algo, digo yo… 
¿No? ¿Ni siquiera poner un botón?… 
Entra la MUJER 2. Se ha desmaquillado y se ha recogido el pelo. Trae un teléfono 
inalámbrico. Apaga el televisor. Marca. Espera. 
MUJER 1: Pues sí que es raro… ¡Ah, sí, tu encargo! Pues no, no he terminado 
todavía (busca entre las cestas con ropa y saca una camisa), mira, a falta de 
hacerle dos ojales… 
MUJER 2: ¿Raúl?… Hola, sí, soy yo… 
MUJER 1: Mañana la tienes lista… 
MUJER 2: Acabo de llegar… 
MUJER 1: Pásate, no sé, a eso de las once… 
MUJER 2: Bueno, regular… Un día extraño… ¿Y tú? 
MUJER 1: La acabaré siempre que encuentre el dedal, porque sin él no sé dar ni 
una puntada. ¿Tú lo ves por algún sitio? 
MUJER 2: ¿Un ocho? ¡Estupendo!, me alegro un montón… 
MUJER 1: Pues ya te lo he explicado… Como un capuchoncito para el dedo… 
MUJER 2: Sí, sí, claro que lo celebraremos… Oye… te llamaba porque… 
MUJER 1: De metal… Seguro que lo tengo delante de mis narices y no consigo 
verlo… 
MUJER 2: ¿Podrías venir un rato? 
MUJER 1: Bueno, da igual, no te preocupes… Siempre termina apareciendo. 
MUJER 2: Sí, ahora. 
MUJER 1: ¿A Fernando? ¿Dónde? 
MUJER 2: Ya sé que tienes que estudiar y que es un poco tarde… Pero… 
MUJER 1: Iría al “Casa Paco”… Los viernes se ve allí con los amigos… 
MUJER 2: (Alzando un poco el tono de voz.): Es importante, Raúl… Si no, no te lo 
pediría… 
MUJER 1: ¿Y qué te ha dicho? 
MUJER 2: No, no pasa nada… Bueno, sí…, pero no es algo para hablarlo por 
teléfono… 
MUJER 1: Ah,… eso… Sí, ya he hablado con él… Nada, Agustín, que le va a ayudar 
con un trabajillo que tiene para mañana… 
MUJER 2: Está bien. Te espero. 
Cuelga y sale. Poco después volverá a entrar sin el teléfono. Trae una grabadora 
en una mano y una copa con bebida en la otra. 
MUJER 1: Sí, algo rápido, para la hora de comer habrán acabado… Oye, y…, ¿no 
te dijo si pensaba volver pronto?… Pues Fernando, mujer… No, da igual, ya no 
tardará… Sobre todo sabiendo que mañana tiene que madrugar… Para esas cosas 
Fernando es muy responsable, ya le conoces tú… 
MUJER 2 (Hablándola a la grabadora.): Un dos, probando probando. (Detiene el 
grabador y lo rebobina.) 
MUJER 1: Bueno, pues a eso de las once te espero… Venga sí, que todavía tengo 
que acabar todo esto. Hasta luego… 
MUJER 2 (Le da de nuevo al play, se escucha en off su “Un dos, probando 
probando”. Lo detiene y lo pasa hacia el principio.): Bien… (Carraspea, toma un 
trago, se prepara para empezar.) 
(Mientras la MUJER 1 comienza de nuevo su búsqueda del dedal. De vez en 
cuando dirá expresiones como “¡nada!”, “¡aquí no!” o “pero, ¿dónde lo habré 
puesto…?”, suspira, silba “Bésame mucho” muy fugazmente…, a la vez que va 
vaciando cajitas de distintos tamaños y colores, lo va volcando todo en el suelo y 
luego volviéndolo a guardar. Está nerviosa, pero no mucho.) 

MUJER 2 (Hablándole a la grabadora.): Hola Raúl, ¿qué tal? Siéntate… Mira, te he 
pedido que vinieras porque… aún sabiendo que es tarde y que estás en época de 
exámenes y todo eso, pues no podía dejar pasar más tiempo… y por eso te he 
llamado y… por eso… (Detiene la grabadora.) No, no, no, no… Se me nota muy 
nerviosa… Más relajada, más relajada… (Vuelve el grabador al comienzo, toma 
otro trago.) 
MUJER 1 (Sacando unas tenazas.): ¡Anda! ¡Mira dónde estaban las tenazas! 
Fernando lleva tres meses revolviendo toda la casa… 
MUJER 2 (Hablándole a la grabadora.): Raúl, ¡qué bien que hayas podido venir! 
¿Te apetece un copa? (Detiene la grabadora. Reflexiona. Toma otro trago.) 
MUJER 1: ¡Pero qué tarde es! Mira, pues sin dedal, ya está, ya no puedo esperar 
más. (Muy decidida se pone a coser una prenda que tiene a medias.) 
MUJER 2: ¡Vamos allá! (Vuelve a conectar la grabadora.) Mira Raúl… ya sabes 
que llevo una semana un poco inquieta, y yo te dije que no era nada, que el 
trabajo y verte a ti tan agobiado con los exámenes… No, no, no es eso… ¡Déjame 
hablar, Raúl! No, no pasa nada, sólo un poco nerviosa y si no me dejas hablarte 
con tranquilidad… Porque no es fácil, ¿sabes?, tengo que buscar las palabras y 
hasta los gestos con los que voy a contarte lo que tengo que contarte… Porque yo 
no tenía prevista esta conversación, y no sé por dónde voy a empezar ni en 
dónde acabar… ¡Que no me interrumpas, joder! No, no estoy histérica, ¡no estoy 
histérica! (Detiene la grabadora enfadada.) Sí que estoy histérica… (Le da otro 
trago a la copa. Se la acaba.) 
MUJER 1: ¡Mierda! (Se lleva el dedo a la boca.) ¡Nada, que sin dedal no sé!… ¿Y 
qué hago ahora?… (Piensa un momento y después busca un trozo de tela pequeño 
y se lo enrolla en el dedo en el que normalmente se coloca el dedal.) 
MUJER 2: Como siga a este ritmo, me voy a emborrachar… (Deja el vaso y la 
grabadora. Coge una servilleta y se limpia la boca, luego las manos, luego la 
mesa, el suelo…, todo ello mientras habla, riéndose.) Estaría bueno, que llegara 
Raúl y me encontrara como una cuba… (Riéndose más.) ¡Celebrándolo! 
MUJER 1 (Riéndose también, al mirarse el dedo.): ¡Menudo invento! Podría 
patentarlo… 
MUJER 2 (Sin dejar de limpiar, todavía riéndose.): Y ahora a limpiar… Y, ¿por 
qué no? Es como… un acto reflejo… Te ayuda a no desesperarte, a no dejarte 
llevar por el nerviosismo. Sería un buen tema para un estudio psicológico. 
Primero le quitas el polvo a los muebles, luego barres, (Seguirá haciendo su 
enumeración, en voz más baja, a la vez que la MUJER 1 dice su monólogo.), 
friegas los platos, los secas, los colocas, riegas las plantas, apartas los sillones, 
las estanterías, la mesa, la cama y limpias todo el suelo a conciencia, luego le 
toca a los cristales, al frigorífico, las persianas, la bañera, las cortinas, el lavabo, 
el váter, el bidé, la baranda de la escalera, el horno, las lámparas, los azulejos 
del baño, los azulejos de la cocina, pones sábanas limpias, sacudes la alfombra, 
descuelgas los cuadros, los vuelves a colgar, pones una lavadora, la tiendes, 
haces comida para toda la semana, vacías los armarios, planchas los vaqueros, 
las braguitas, las camisetas, ordenas los cubiertos, haces la lista de la compra, te 
lavas la cabeza, te pones mechas, te depilas, y si te queda tiempo revisas los 
cristales, los azulejos, limpiando sobre limpio, el horno, las taquillas, las 
lámparas, el váter, el frigorífico, te pintas las uñas, vuelves a fregar el suelo, te 
maquillas, ordenas los libros, los periódicos, te inventas un peinado diferente… 
MUJER 1: ¡Esto no sirve! (Se quita el vendaje.) Mira que soy desastre… Todos los 
días se me pierde algo, el dedal, la canilla, la bobina negra o el alfiletero… Ya 
me lo decía mi madre: Mercedes, hay que poner más atención. Mercedes, sí, 
aunque todo el mundo me llama Merceditas. Como mi tía abuela, por vía 
materna. Pero igual podría llamarme Ramona, que Pepa, que Milagros o que 
Nieves. Sería igual… Los nombres y las fechas terminan siendo lo de menos… Hoy, 
por ejemplo, es viernes, 25 de julio, diez y media de la noche,… viernes, un 
viernes cualquiera, un viernes cualquiera a las diez y media de la noche… 
Fernando siempre se recoge tarde los viernes; es su noche libre, porque 
normalmente no madruga al día siguiente. Yo me preocupo de todas formas 
cuando veo que anochece y no llega, casi por costumbre… Nieves es un nombre 
bonito, sí señor, pero mi tía abuela se llamaba Mercedes y ese me tocó… ¡Qué se 
le va hacer! (Descubre el dedal en el bolsillo.) Anda, aquí estaba el puñetero… Si 
cuando yo digo que las cosas las esconde el diablo… (Se siente y se pone a coser.) 
MUJER 2:... Cuando te convences de que ya no te quedan más fuerzas, te sientas 
en cualquier sitio y te fumas un cigarro, casi tranquila… Quienes me conocen ya 
saben que cuando el apartamento está desordenado y hay un poco de polvo sobre 
la tele, es que todo va bien en mi interior. (La MUJER 1 comienza a tararear una 
tonadilla: la de “Bésame mucho”. Canta para ella, sin la pretensión de hacerlo 
bien, para distraerse mientras cose. La MUJER 2 deja de fregar: por primera vez 
parece percatarse de la presencia de la otra, pero sin verla. Sólo parece 
escucharla.) Mi madre, cuando estaba nerviosa, solía cantar… 
MUJER 1: Bésame/ bésame mucho…/ como si fuera esta noche la última vez/ 
bésame/ bésame mucho/ 
AMBAS: que tengo miedo a perderte/ perderte después. /Quiero sentirte muy 
cerca,/ mirarme en tus ojos,/ verte junto a mí./ Piensa que tal vez mañana/ yo 
estaré lejos/ muy lejos de ti. (La MUJER 1 sigue cantando, retomando de nuevo 
el comienzo.) 
MUJER 2: La recuerdo sentada y cosiendo, con el delantal como una segunda 
piel, recuerdo sus manos oliendo a lejía y sus dedos manchados de azafrán… 
Siempre preocupada, con la sensación de que el día duraba muy poco para todas 
las cosas de las que había que encargarse… Menos cuando esperaba a que mi 
padre llegara de la calle. Entonces el tiempo parecía detenerse… Algunos viernes 
y sábados también, a veces… Yo regresaba de la calle y la escuchaba canturrear 
desde la puerta… 
MUJER 1 (Deja de cantar en ese momento.): ¡Clara!, ¡Clara!, ¿eres tú? 
MUJER 2: Casi siempre se enfadaba al verme llegar sudando. 
MUJER 1 (A la MUJER 2, mirándola directamente. Durante toda esta escena, la 
MUJER 2 nunca trata de comportarse como una niña: sigue siendo el mismo 
personaje de antes y sus frases serán dichas desde la actitud una mujer de casi 
treinta años.): Mira cómo vienes… Sin aliento y colorada como un tomate. 
MUJER 2: Mi madre murió cuando tenía la misma edad que yo tengo ahora. 
MUJER 1 (Se dirige a unas sábanas que están colgadas detrás.): Anda, ayúdame a 
doblar esto, que ya está seco. 
MUJER 2 (Se ponen a doblar las sábanas, como en una especie de danza, 
cruzándose, pasando la una bajo la otra, mientras hablan en un tono normal.): 
Yo era una niña de nueve años a la que le encantaba estar en la placeta, jugando 
a la comba, a la rayuela, al pilla pilla. 
MUJER 1: No es bueno cansarse tanto... El día menos pensado te va a dar algo… 
MUJER 2: Fue un viernes, día 25 de julio, igual que hoy. 
MUJER 1: Un soponcio en mitad de la calle… No es la primera vez que pasa. 
MUJER 2: Veinticinco de julio… Recuerdo que esa noche me dijo las mismas 
cosas de cada noche… 
MUJER 1: A un primo de tu abuela le faltó la respiración, y ¡hala!, se quedó en el 
sitio… O al menos eso me contaron. 
MUJER 2: Era una mujer joven, pero a veces parecía mayor, como si repitiera 
frases oídas hace mucho tiempo, aprendidas de memoria... 
AMBAS: Ojalá te gustara más el colegio y menos andar en la placeta con los 
niños… 
MUJER 2: Si hubiera sabido que esa era la última vez que iba a hablar con ella, 
le hubiera dicho otras cosas… más importantes. 
MUJER 1: Y ahora te pones el pijama y te acuestas, que ya sabes que a tu padre 
no le gusta que andes levantada a esta hora. 
MUJER 2: Ya entonces se me quedaron muchas cosas por decirle. Pero la mayoría 
han ido llegando después, cuando ella era sólo un recuerdo con el que conversar. 
MUJER 1: Sí, ya sé que mañana es sábado… Pero no es bueno trasnochar… 
(Han acabado de doblar las sábanas. La MUJER 1 se sienta.) 
MUJER 1: Bueno... Venga, coge papel y lápiz que me vas a anotar lo que tengo 
que comprar mañana. 
La MUJER 2 empieza a anotar palabras en una pizarra, mientras habla. Ahora 
escribe “quince” y “papá”. 
MUJER 2: A los quince años… Mamá, papá ha salido de la cárcel… De todos 
modos, Pablo y yo vamos a seguir viviendo con la tía Encarna. Creo que papá 
quiere mudarse a otra ciudad. 
MUJER 1: Pero haz la letra despacito, que si no luego no la entiendo. 
La MUJER 2 escribe: “dieciséis”, “concierto de Mecano”. 
MUJER 2: A los dieciséis… Mamá, hoy me ha besado un chico de la clase. En un 
concierto. Me ha dado un poco de asco porque metía su lengua dentro y la 
movía… ¿Siempre es así? Yo no quiero que los besos me den asco… 
MUJER 1: A ver… leche. Cuatro litros… a cincuenta pesetas cada uno… ¿Cuánto 
es? 
La MUJER 2 escribe “diecisiete”, “Trabajo clínica”. 
MUJER 2: Mamá… creo que voy a dejar los estudios. Me han ofrecido un trabajo, 
recibiendo a los pacientes en una clínica dental… 
MUJER 1: Fruta… A ver si los plátanos están baratos, que es lo que más le gusta a 
tu padre. Pon que me gaste unas… setenta pesetas. 
MUJER 2: Ya sé que tú querías que hiciera una carrera y todo eso…, pero es un 
trabajo bien pagado… Y me deja tiempo libre… 
MUJER 1: Café descafeinado… Doscientas ochenta… 
La MUJER 2 escribe “diecinueve”, “Ernesto”. 
MUJER 2: Mamá… estoy saliendo con un chico… Llevo ya cinco meses y creo que 
es importante… Pero es un chico muy débil, ¿sabes?, todo le hace daño y debo 
tener mucho cuidado con él. Se llama Ernesto. 
MUJER 1 (Empieza a inquietarse: parece estar pensando en otra cosa.): Leche… 
¡Ah, no!, eso ya lo he dicho… Cola-cao. 
MUJER 2: Ayer… ayer… hicimos el amor por primera vez… No sé si me gustó… 
MUJER 1: Doscientas veinticinco. 
La MUJER 2 escribe “veintitrés” y borra el nombre de “Ernesto”. 
MUJER 2: Mamá, Ernesto ha dejado la relación… Dice que es demasiado joven 
para comprometerse. 
MUJER 1: ¿Estás anotando bien? A ver… danones, pero pon que de fresa no, que a 
tu hermano no le gustan y siempre me olvido. 
La MUJER 2 escribe “veintiséis”, “Raúl”. 
MUJER 2: ¡Adivina!, creo que he vuelto a enamorarme… Se llama Raúl, estudia 
Ciencias Políticas… Es inteligente, maduro y ¡hace el amor como los ángeles! 
MUJER 1: Cuatro danones a dieciocho pesetas cada uno. 
MUJER 2 (Picarona.): ¡O como un demonio, según se mire! 
MUJER 1: ¡No estás atenta a lo que te digo y te vas a equivocar! 
MUJER 2: ¡Ah, y he cambiado de trabajo! Ahora estoy en (Escribe “despacho”.) 
el despacho de un abogado. Ese abogado es el padre de Raúl. 
MUJER 1: ¿Qué hora será ya? 
La MUJER 2 escribe “veintisiete”, después deja la tiza, se acerca a la MUJER 1, 
se sienta en el suelo, junto a sus pies, apoya la cabeza en su regazo. La MUJER 1 
parece no percatarse. 
MUJER 2: Hoy… Bueno hoy es un día extraño… Hoy es veinticinco de julio, como 
hace dieciocho años… 
MUJER 1 (Más nerviosa.): Patatas… cincuenta pesetas. 
MUJER 2: Es curiosa la vida… Precisamente hoy… 
MUJER 1: Arroz… No, arroz compré antesdeayer. (Levantándose, resolutiva.) 
Bueno, hemos acabado… Súmalo todo y me anotas cuánto es al final… 
MUJER 2: Mamá, esta tarde he estado en el hospital… 
MUJER 1: Yo voy a salir un momento… 
MUJER 2: No, mamá, ahora no,… déjame hablarte. 
MUJER 1: Seguro que tu padre no se acuerda de que mañana tiene que ir a 
trabajar. 
MUJER 2: ¡He de hablar contigo ahora, antes de que llegue Raúl! 
MUJER 1: Me cambio de ropa y bajo… Es a la vuelta de la esquina. 
MUJER 2: Escúchame, por favor, ¿no ves que estoy aquí? 
MUJER 1: Pongo alguna excusa… Que Pablito está pachucho o algo así… 
MUJER 2: A lo mejor podríamos cambiar esta noche, juntas, si me escucharas… 
MUJER 1: O voy así mismo. Me quito el delantal y me pongo los zapatos. 
MUJER 2: Tal vez estemos a tiempo, ¿me oyes?… 
MUJER 1: Es temprano y no ha podido beber mucho. Algunas cervezas, quizá, 
pero todavía se podrá hablar con él… ¿Cómo tengo el pelo? ¿Estoy bien? 
MUJER 2: Si te acostaras en vez de esperarlo despierta… 
MUJER 1: Le digo que Pablito ha preguntado por él… que… que la cena se enfrió 
hace mucho rato… No tardaré. (Sale.) 
MUJER 2 (Alejándose del radio de acción de la escena anterior.): Una sabe que 
pasa… Que ha pasado otras veces, que seguirá pasando. Mientras es posible, toda 
la familia acuerda tácitamente guardarlo escondido, la ropa sucia no se lava en 
la calle, se lava en la casa de uno, o se la deja bien metida en el fondo de los 
cajones, escondida detrás de falsas sonrisas que regalar a las vecinas, al 
panadero, a los amigos de los hijos cuando un día son invitados a almorzar. 
Además, ¿en qué pareja no hay desencuentros? (Se dirige a un montón de 
periódicos que hay sobre una mesa, coge las tijeras de costura de su madre y, a 
la vez que habla, irá hojeando y recortando noticias que va pegando sobre la 
pizarra en la que antes escribía.) La convivencia es difícil, ya se sabe, realice 
usted una encuesta y entenderá lo que le digo, el que esté libre de pecado que 
tire la primera piedra. Y sí, qué se le va a hacer, hay momentos en que se 
pierden los estribos, no es culpa de nadie, ella comienza a alzar el tono de voz, 
él la manda callar, ella grita más aún, él arroja una silla al suelo, ella amenaza 
con marcharse, él pega un puñetazo en la pared, puede ser ella quien dé la 
primera bofetada y después se aleje, andando hacia atrás, consciente ahora de 
que él es el más fuerte, de que empezarán los golpes, de que habrá que meterse 
debajo de la mesa o correr hacia el baño y echar el cerrojo y esperar a que se 
agote aporreando la puerta… Yo los escuchaba acurrucada en la cama queriendo 
dormirme pronto para que fuera ya el día siguiente. (La MUJER 1 vuelve a entrar 
y se sienta en el mismo sitio que ocupaba antes. De nuevo hay un muro invisible 
entre las dos. La primera se descalza, se pone las zapatillas de andar por casa y 
el delantal.) Hasta que una noche, un veinticinco de julio u otra fecha 
cualquiera, puede ocurrir que la discusión llegue más lejos y que en la décima de 
segundo que unas tijeras tardan en hundirse en la carne, el cuerpo de la mujer 
haya quedado en el suelo, muy quieto mientras la sangre corre a borbotones… 
MUJER 1 (Toma un trozo de tela y empieza a cortarla, utilizando una señal 
indicada, como un patrón.): Un viernes de cada tres hago esto mismo… Me calzo, 
me meto las llaves en el bolsillo y bajo al bar que está en el fondo de la calle. 
MUJER 2: Es entonces cuando la prensa se conmueve ante “este nuevo caso de 
violencia doméstica”. 
MUJER 1: Busco la figura de Fernando entre el humo, entre otras figuras tan 
parecidas a él, todas con la misma forma de estar apoyados en la barra, de reírse 
con ese sonido que sólo he escuchado en los hombres cuando se reúnen y creen 
que no hay mujeres cerca. 
MUJER 2: Durante el juicio, el agresor declaró: “No recuerdo nada, no 
recuerdo... Sólo sé que fue un accidente.” 
MUJER 1: Finalmente le encuentro, y vuelvo a percatarme de cómo se parece a 
mi padre cuando tenía su misma edad. Voy hacia él tratando de no sentir las 
miradas de los otros hombres, “Fernando, aquí vienen a buscarte”. 
MUJER 2: Y los vecinos contestan: “No señor, nosotros no sabíamos nada, él era 
un hombre muy trabajador, muy tranquilo”. 
MUJER 1: y yo no me vuelvo para saber quién ha hablado, porque me siento 
pequeñita aquí, insignificante y pequeñita ahora que mi mirada se ha gastado y 
que mis piernas no saben llevarme erguida. 
MUJER 2: “Bueno, sí… De vez en cuando se le veía bebido… Pero como todos 
alguna vez, ¿no?” 
MUJER 1: En los ojos de Fernando veo que se avergüenza de que haya venido 
hasta aquí, como si él fuera un niño a quien hay que llevar a casa tirándole del 
brazo, como si fuera un pelele, como si fuera un perro que se escapó a la calle 
sin bozal. Y su vergüenza viene a unirse a la mía, porque ya sé que no va a 
acompañarme a casa, ahora sí que no puede dejar a sus compañeros, tiene que 
demostrarles que a él nadie puede colocarle un bozal ni una correa… Un viernes 
de cada tres hago esto mismo, y yo me calzo y bajo al bar y cuando vuelvo a 
subir la calle sola, la calle más larga que nunca, siempre me digo a mí misma que 
esta noche ha sido la última vez… 
MUJER 2: Todos los hombres de mi barrio llegaban alguna vez borrachos a casa. 
MUJER 1: Lo oiré subir las escaleras lento, inseguro, agarrado con fuerza al 
pasamanos para no caer… 
MUJER 2: Y las vecinas observaban escondidas tras la persiana cuánto tarda el 
marido de otra en encontrar la llave y abrir la puerta. 
MUJER 1: Y dudaré si levantarme a ayudarle o quedarme sentada, ajena. 
MUJER 2: La semana después de cada borrachera ocurría siempre lo mismo, 
como si se repitiera un ciclo inevitable. El sábado mi padre se pasaba todo el día 
acostado. 
MUJER 1: Mañana y pasado no nos dirigiremos la palabra. Luego, durante tres 
días, sólo nos diremos lo imprescindible… 
MUJER 2: A media tarde, mi madre le preparaba caldo o zumo y me decía que se 
lo llevara. Recuerdo la habitación oscura a pleno día… 
MUJER 1: como si fuéramos dos extraños compartiendo el pasillo, el comedor, el 
dormitorio… 
MUJER 2: Recuerdo el aire oliendo a alcohol y la respiración desacompasada de 
mi padre. 
MUJER 1: Dos noches dormiré en el salón y la tercera dormiremos juntos, muy 
quietos, cada uno en su filo de la cama, 
MUJER 2: Durante siete días la casa se llenaba de paredes invisibles y mi padre 
se movía entre ellas rehuyendo nuestros ojos. 
MUJER 1: muy quietos, fingiendo estar dormidos. 
MUJER 2: Después, poco a poco, todo volvía a la tranquilidad… 
MUJER 1: Hasta que una noche los pies se rozan por debajo de las sábanas y la 
costumbre del sueño nos acerca y me despierto abrazada a él y sé que no es un 
extraño, que es él, y ya han pasado ocho o diez días y no soporto la frialdad de la 
casa, el silencio, las miradas llenas de reproches… 
MUJER 2: Eso siempre me sorprendía, que todo pudiera volver a estar como 
antes… 
MUJER 1: Ese día hablábamos, por fin, sobre todo yo, desahogándome, diciendo 
todo lo que había callado durante siete días, 
MUJER 2: No sé si yo podría soportar tanto como mi madre, 
MUJER 1: dispuesta ya a perdonar, porque Fernando lo lamenta, lo lamenta de 
verdad, 
MUJER 2: no sé si merecería la pena soportar tanto como soportaba ella… 
MUJER 1: lo veo en sus ojos, en su voz, en sus manos, lo lamenta de veras, no 
sabe cómo evitarlo, pero lo va a intentar, y termina llorando, lo va a intentar por 
mi bien, con todas sus fuerzas, por Clara y Pablo, y lo dice de verdad, yo sé que 
lo dice de verdad, pero no, él no necesita ayuda, él lo va a lograr solo, y lo dice 
de verdad..., “de verdad, Mercedes, de verdad…” (La MUJER 2 se dirige hacia el 
grabador, lo pasa hacia atrás y lo conecta, para escuchar lo que había registrado 
antes. Su voz en off empieza a sonar antes de que acabe el monólogo de la 
MUJER 1.) Por eso, a los nueve o diez días, me obligo a creer que ya no va a 
suceder más… 
VOZ EN OFF DE LA MUJER 2: Raúl, ¡qué bien que hayas podido venir! ¿Te 
apetece un copa? (Un pequeño corte. Después continúa su voz en un tono más 
bajo. Sobre ella se superpone el resto de la escena.) Mira Raúl… ya sabes que 
llevo una semana un poco inquieta, y yo te dije que no era nada, que el trabajo y 
verte a ti tan agobiado con los exámenes… No, no, no es eso… ¡Déjame hablar, 
Raúl! No, no pasa nada, sólo un poco nerviosa y si no me dejas hablarte con 
tranquilidad… Porque no es fácil, ¿sabes?, tengo que buscar las palabras y hasta 
los gestos con los que voy a contarte lo que tengo que contarte… Porque yo no 
tenía prevista esta conversación, y no sé por dónde voy a empezar ni en dónde 
acabar… ¡Que no me interrumpas, joder! No, no estoy histérica, ¡no estoy 
histérica! 
MUJER 1: y me lo digo así, en voz alta, “¡no va a suceder más!”, para hacerme 
más fuerte, para convencerme, “¡confía en él!” y aprendo a quererle de nuevo y 
a abrazarme a él por las noches, “¿y qué hago si vuelve a pasar?”… A los tres 
meses, otro viernes u otro sábado, Fernando se retrasa, y yo vuelvo a calzarme y 
bajo al bar, y cuando subo la calle sola, la calle más larga que nunca, siempre 
me digo a mí misma que esta noche ha sido la última vez… Pero son sólo 
palabras… 
MUJER 2: Palabras… 
MUJER 1: Palabras aprendidas 
MUJER 2: palabras grabadas 
MUJER 1: palabras oídas mil veces 
MUJER 2: palabras dichas mil veces 
MUJER 1: palabras susurradas 
MUJER 2: palabras a gritos. 
MUJER 1: Coja usted una palabra, dóblele cuidadosamente las esquinas 
MUJER 2: guárdela en un cajón, preferiblemente de madera. 
MUJER 1: Si lo abre a los tres días descubrirá que 
MUJER 2: insospechadamente 
MUJER 1: y por arte de magia 
MUJER 2: su palabra inocente 
MUJER 1: pequeñita 
MUJER 2: de las esquinas dobladas 
MUJER 1: ha abierto un agujero terrible 
MUJER 2: en su precioso mueble de caoba. 
MUJER 1: Palabras como grietas 
MUJER 2: como ecos 
MUJER 1: como filtros 
MUJER 2: como piedras 
MUJER 1: palabras para alejar a los fantasmas 
MUJER 2: para apagar la soledad 
MUJER 1: para apagar el silencio. El silencio… ¡Clara! ¡Clara! Pon la radio, que a 
esta hora comienzan los discos dedicados… 
VOZ DEL LOCUTOR: Y ahora este tema que Ramón le dedica a Conchita, para 
demostrarle su amor y porque sabe que le gusta mucho. 
Comienza a sonar “Bésame mucho” de The Beatles. Las dos mujeres lo 
escucharan primero quietas, luego irán progresivamente despertando su cuerpo y 
acabarán bailando cada una a su lado, con la libertad de quien no está siendo 
visto por nadie. Durante el baile, llega un momento en el que ambas se 
encuentran y comienzan a bailar juntas, jugando felices. 
MUJER 2: ¿Te acuerdas de cuando jugábamos a la rayuela? 
MUJER 1: Sí, claro… 
MUJER 2: Tú hacías el dibujo en el suelo. 
MUJER 1: Y tú buscabas una piedra adecuada. 
MUJER 2: Ni muy grande ni muy pequeña… Mis amigas se extrañaban de ver a 
una madre saltando… 
MUJER 1 (Comenzando a jugar.): Abajo la tierra. 
MUJER 2: Arriba el cielo. 
MUJER 1: Y para llegar arriba hay que ir despacio, pasito a pasito, sin 
impacientarse, golpeando con suavidad porque si no la piedra se sale del dibujo y 
ya has perdido. 
MUJER 2: Pasito a pasito. 
MUJER 1: Hasta llegar al cielo… ¿Sabes cuándo llegaba yo al cielo? 
MUJER 2: ¿Cuándo? 
MUJER 1 (Se va hacia la zona de la MUJER 2 y se acomoda allí, como si estuviera 
en la habitación de una amiga.): Los martes por la tarde… 
MUJER 2: ¿Los martes? 
MUJER 1: Sí… era nuestro día… 
MUJER 2: ¿El día de quién? 
MUJER 1 (Picarona.): Pues de quién va a ser, boba, de tu padre y mío… Ya 
sabes…, “el día”… No te pongas colorada, mujer, que ya no eres una chiquilla… 
MUJER 2: ¿Teníais un día? 
MUJER 1: Pues claro… Bueno, no, al principio no… Pero luego, pues no sé cómo 
llegó la cosa, pero tocaba el martes, quizá porque era el día que Pablito y tú os 
ibais con la abuela… 
MUJER 2: ¿Así que mientras la abuela nos preparaba churros con chocolate, 
vosotros…? 
MUJER 1 (Risueña.): Pues sí… ¿No me digas que te sorprende? 
MUJER 2: No, claro… Pero es que me cuesta imaginaros… 
MUJER 1: ¿Y cómo te crees que vinisteis Pablito y tú al mundo? Yo me pasaba 
toda la semana deseando que llegara el martes… 
MUJER 2: Podríais haber elegido dos días en vez de uno... 
MUJER 1: No…, si estaba bien esa sensación de espera… Tu tía Encarna se 
escandalizaba un poco, porque ella decía que sólo lo hacía por obligación, 
porque Javier la reclamaba… En cambio yo me lo pasaba muy bien… me reía 
mucho… 
MUJER 2: ¿Te reías? 
MUJER 1: Sí… Tu padre era un hombre muy gracioso en esas situaciones… 
MUJER 2: No me lo imagino… 
MUJER 1: Normalmente era cariñoso, ¿sabes? Por eso me enamoré de él… Tú lo 
veías de otra manera… 
MUJER 2: A mí lo que más me gustaba de papá eran su brazos... Sus brazos 
fuertes, su espalda ancha, su manera de levantarme en volandas y llevarme 
corriendo por toda la casa. Fíuhhhh... Fíííuuuhhh... Alto y rápido... Fííuhhhh... Y 
yo me sentía protegida, sujeta por sus músculos de 
Popeye. La primera vez que le vi pegarte yo tenía seis años. Era de noche. 
Recuerdo que había tenido una pesadilla y me había levantado para que me 
dejarais dormir con vosotros, como otras veces. Pero al entrar a vuestro cuarto vi 
que la cama estaba sin deshacer, y entonces os escuché en la cocina. Discutíais, 
sentí un golpe, como una silla muy pesada que volcara y cayera. 
MUJER 1: Cuando te descubrí en la puerta, quieta, medio dormida en tu pequeño 
pijama de ositos, ese pijama rosa lleno de ositos que jugaban... 
MUJER 2: “¡Clara, regresa a la cama! ¡Quién te ha dicho que te levantaras!” 
MUJER 1: ¡No me gusta que andes descalza! 
MUJER 2: No me gusta que andes descalza... Menudo comentario... A mí me 
parecía que todo se había quedado parado, como cuando se pulsa el pause en 
una película de vídeo..., y yo miraba muy fijo los brazos de papá, esos brazos 
anchos y fuertes de Popeye el marino soy... esos brazos que ya nunca más 
volvieron a llevarme en volandas... 
MUJER 1: Tenía un lunar aquí, ¿recuerdas?, en el hombro derecho. 
MUJER 2: Dicen que dejó de beber en la cárcel... Cuando salió de allí, la tía 
Encarna lo mantuvo alejado... No sé si él hubiera querido seguir viviendo con 
Pablo y conmigo... Nunca le pregunté. 
MUJER 1: Y otro en la oreja, pequeñito, casi invisible... 
MUJER 2: Ha envejecido muy rápido, ¿sabes? En este 
ultimo año nos hemos vistos dos veces, y a mí me 
parecía que se iba desgastando, minuto a minuto. 
MUJER 1 (Mirando hacia su lado del escenario.): ¿Has oído? 
MUJER 2: Mañana voy a llamarle... Hace mucho que no hablamos... 
MUJER 1 (Levantándose.): Es Pablo, ¿verdad? Creo que está llorando... 
MUJER 2: Yo no he escuchado nada. 
MUJER 1: Debo irme... Llevo mucho rato aquí y... me queda mucha costura. Y 
Pablo... no debo dejarle solo... (Se dirige hacia su lado.) 
MUJER 2: ¿Lo vas a esperar despierta? 
MUJER 1: Sí…, ya no tardará mucho. 
MUJER 2: ¿Sabes?, es una lástima que las madres y las hijas se lleven tantos 
años… (La MUJER 1 asiente sin hablar. Es de nuevo la ama de casa de las escenas 
anteriores. Cuando está a punto de llegar.) Mamá. (La MUJER 1 se vuelve.) No, 
nada… 
La MUJER 1 se vuelve a su sitio, y retoma la costura. Mientras la MUJER 2 coge el 
grabador. Lo pone a grabar. Lo deja durante un rato grabando el silencio, sin 
saber que decir. Luego comienza. 
MUJER 2: No es sólo cuestión de que no encuentre las palabras precisas… Es que 
ni siquiera sé cómo pensarlo. “Raúl, estoy embarazada.” Esa sería la forma más 
directa y precisa… No, no entiendo cómo ha pasado… Yo tampoco lo esperaba… 
Algún fallo de cálculo…, imagino… ¡No lo sé Raúl, no lo sé! No sé de quién es la 
culpa…, pero ya todo eso da igual, ¿entiendes?, porque ahora hay algo aquí 
dentro… (Mirándose el vientre.) Algo tan pequeño que casi no existe… Sería muy 
fácil decir que no; no dejaría ni una huella, apenas una mañana en el hospital y 
todo seguiría igual que antes… Y es lo que debería hacer, seguramente, es lo que 
le recomendaría a cualquiera en mi caso…, es lo que yo misma hubiera hecho 
ayer, antes de escuchar al médico decirme que sí, que hay algo de tres semanas 
ocupándome por dentro… ¿Imaginas? Algo chiquito que crece aquí dentro… 
MUJER 1: Anoche soñé que era abuela. Clara me traía un bebé precioso, no sé si 
niño o niña, y me lo colocaba en el regazo… Se parecía tanto a ella recién 
nacida… Fue delicioso descubrir la forma perfecta y diminuta de sus deditos, 
sentirlos aquí, abrazando con fuerza mi pulgar… Clara me traía su bebé y yo la 
enseñaba a acunarlo, a vestirlo, a hacerle botitas y gorros de punto… Después 
cantábamos juntas con esa voz que ponemos las madres cuando mecemos a 
nuestro hijo,… con esa voz…, muy bajito, para se quede dormido y tenga dulces 
sueños… 
Las dos comienzan a tararear “Bésame mucho”, muy lento, como una nana, la 
MUJER 1 cosiendo y la otra meciéndose con suavidad, abrazada a su vientre. 

MAQUINA HAMLET Heiner Müller

MAQUINA HAMLET                                    Heiner Müller

1. ALBUM DE FAMILIA

Yo fui Hamlet. De pie a orillas del mar conversaba con la rompiente. BLA-BLA., a mis espaldas las ruinas de Europa. Las campanas anunciaban exequias oficiales, asesino y viuda una misma pareja, en paso de ganso detrás del alto cadáver los consejeros llorando al ritmo de una pena mal paga DE QUIEN ES EL CUERPO/ EN EL COCHE DEL FERETRO/ POR QUIEN TANTO LLANTO Y GEMIDO /POR QUIEN/ ES EL CADAVER DE UN HOMBRE GENEROSO EN LIMOSNAS el pueblo en posición de firmes, fruto de su arte de gobernar ESTE ERA UN HOMBRE QUE SOLO SABIA TOMAR TODO DE TODOS. Paré la marcha fúnebre, clavé mi espada en el féretro, se rompió la cuchilla, con la punta rota abrí el ataúd y repartí al progenitor muerto CARNE QUE LLAMA A LA CARNE entre los miserables. El luto se transformó en júbilo, el júbilo en chasquido de hambrientas mandíbulas, sobre el féretro vacío  el asesino se montó a la viuda TE AYUDO TIO LAS PIERNAS BIEN ABIERTAS MAMA. Me tiré en el piso y escuché  que el mundo giraba al compás de su putrefacción.
I”M GOOD HAMLET GI”ME A CAUSE FOR GRIEF
AH THE WHOLE GLOBE FOR A REAL SORROW
RICHAR THE THIRD I THE PRONCEKILLING KING
OH MY PEOPLE WHAY HAVE A DONE UNTO THEE
COMO UNA JOROBA ARRASTRO EL PESO DE MI CEREBRO
PAYASO SUPLENTE EN LA PRIMAVERA COMUNISTA
SOMETHING IS ROTTEN IN THIS AGE OF HOPE
LET”S DELVE IN EARTH AND BLOW HER AT THE MOON

Aquí llega el fantasma que me fabricó, el hacha sigue en el cráneo. No te saques el sombrero, sé muy bien que tienes un agujero de más. Ojalá mi madre hubiera tenido uno de menos cuando estabas dentro de la carne: me habría evitado a mi mismo. Deberían coser a todas las hembras, un mundo sin madres. Podríamos degollarnos en paz, y con cierto optimismo, cuando la vida se hace demasiado larga o la garganta demasiado estrecha para que salgan nuestros gritos. Qué te pasa viejo. No te basta con un responso oficial. Vividor, acaso no hay sangre en tus zapatos. Que me importa tu cadáver. Que suerte, aún te queda un gancho, a ver si todavía te suben al cielo. Que es lo que estás esperando. Los gallos estás degollados. Ya no se levantará la mañana.
ACASO DEBO
SOLO PORQUE ES USO Y COSTUMBRE METER UN
TROZO D HIERRO EN LA CARNE MAS PROXIMA O EN LA OTRA
AFERRARME SOLO PORQUE EL MUNDO GIRE
SEÑOR, HAZ QUE ME ROMPA EL CUELLO
CONTRA EL BANCO DE LA
TABERNA.

Aparece Horacio. Cómplice  de mis pensamientos, llenos de sangre, desde que la mañana está velada por un cielo vacío. A BUNA HORA LLEGAS AMIGO MIO/ PARA TU PAGA ES DEMASIADO TARDE / EN MI TRGEDIA YA NO HAY MAS LUGAR. Horacio, me conoces. Acaso eres mi amigo, Horacio. Y si me conoces, cómo puedes ser mi amigo. Te gustaría hacer del Polonio, el que se quiere acostar con su hija, la deliciosa Ofelia, que entra cuando se le da el pie, mira cómo mueve el culo, un papel trágico. HoracioPolonio. Ya sabía que eras un actor. Yo tmbién, yo hago de Hamlet. Dinamarca es una cárcel, entre nosotros está creciendo un muro. Mira lo que crece del muro. Exit Polonius. Mi  madre la novia. Sus pechos un cantero de rosas, su regazo la fosa de serpientes. Te olvidaste del texto, mamá. Te doy letra. LAVATE EL CRIMEN DE LA CARA, HIJO MIO. /PONLE A DINAMARCA OJOS DE ENAMORADO. Yo haré que de nuevo seas virgen, madre, para que tu rey tenga una boca con sangre. LA CALLE DEL SENO MATERNO NO ES DE SENTIDO UNICO. Ahora te ato las manos a la espalda porque me repugna tu abrazo con velo de novia. Ahora te arranco el vestido de novia. Ahora hay que gritar. Ahora embadurno los harapos de tu vestido de novia con el lodo que se convirtió en mi padre. Con los harapos tu cara tu vientre tus pechos. Ahora te cojo a ti, mi madre por las invisibles huellas suyas, las de mi padre. A tu grito lo sofoco con mi boca. No reconoces el fruto de tu vientre. Y ahora vete a tu boda, puta, ancha bajo el sol de Dinamarca que brilla sobre los vivos y los muertos. Quiero taponar las letrinas con el cadáver para que el palacio se ahogue en mierda real. Después deja que te devore el corazón, Ofelia, que llora mis lágrimas.

2. LA EUROPA DE LA MUJER

Enormous room. Ofelia. Su corazón es un reloj.
OFELIA (CORO / HAMLET)
Yo soy Ofelia. La que el río no retuvo. La mujer con la soba al cuello. La mujer con las venas rotas. La mujer de la sobredosis NIEVE SOBRE LOS LABIOS La mujer con la cabeza en el horno. Ayer dejó de matarme. Yo estoy sola con mis pechos mis muslos mi regazo. Rompo las herramientas de  mi cárcel la silla la mesa la cama. Destruyo el campo de batalla que era mi hogar. Arranco las puertas del cuajo para que entre el viento y el grito del mundo. Destrozo las ventanas. Con manos sangrantes rompo la fotografías de los hombres que amé y me usaron sobre la cama la mesa la silla el piso. Prendo fuego a mi cárcel. Y tiro mi ropa al fuego. Desentierro de mi pecho el reloj que fue mi corazón. Salgo a la calle vestida con mi sangre.

3. SCHERZO

Universidad de los muertos. Murmullos y susurros. Desde sus lápidas (púlpitos) los filósofos muertos arrojan sus libros sobre Hamlet. Galería (ballet) de las mujeres muertas. Mujer con la soga al cuello. Mujer  con las venas rotas, etc. Hamlet las observa con la actitud de quien está en un museo (teatro). Las muertas le arrancan la ropa del cuerpo. Desde un féretro erguido donde se lee la inscripción. HAMLET1 aparecen Claudio y Ofelia vestida y maquillada de puta. Striptease de Ofelia.
OFELIA
Quieres comer mi corazón, Hamlet. (Se rie)
HAMLET
(Las manos delante de la cara) Quiero ser una mujer.
Hamlet se viste con la ropa de Ofelia. Ofelia le pinta una máscara de puta. Claudio, ahora padre de Hamlet , se rie en silencio, Ofelia le tira un beso con la mano. Hamlet retrocede hacia el féretro con Claudio / padre de Hamlet. Hamlet en pose de puta. Un ángel con el rostro en la nuca: Horacio. Baila con Hamlet.
VOZ (VOCES) desde el féretro.
Lo que mataste también  habrás de amar.
La danza aumenta en velocidad y en delirio. Risa desde el féretro. Sobre una hamaca, la virgen del cáncer de pecho. Horacio abre un paraguas, abraza a Hamlet. El abrazo queda congelado debajo del paraguas. El cáncer de pecho brilla como un sol.


4. PESTE EN BUDA BATALLA POR GROENLANDIA

Espacio 2 destruído por Ofelia. Armadura vacía. El hacha clavada en el casco.
HAMLET
Titubea la estufa en el desasosiego de octubre.
A BAD COLD HE HAD OF IT JUST THE WORST TIME
JUST THE WORST TIME OF THE YEAR FOR A REVOLUTION
A través de los suburbios va floreciendo el cemento.
El Dr. Zhivago llora
a sus lobos
... EN INVIERNO BAJARAN AL PUEBLO.
ACTOR HAMLET
Yo no soy Hamlet. Ya no represento ningún papel. Mis palabras ya no me dicen nada. Mi pensamiento se chupa la sangre de las imágenes. Mi drama ya no tendrá lugar. El decorado es construido a mis espaldas. Por gente a quien no le importa mi drama, para gente a quien no le afecta. A mi tampoco me afecta. Yo no juego más.
Sin que el actor Hamlet lo perciba, los utileros traen una heladera y tres televisores. Ruido de la heladera. Tres canales sin sonido.
El decorado es un monumento. El monumento representa, cien veces ampliado, a un hombre que hizo historia. Una esperanza petrificada. Su nombre es intercambiable. La esperanza no se cumplió. El monumento está tirado en el piso, demolido tres años después de las exequias oficiales del igualmente odiado y vnerdo por quienes lo sucedieron en el poder. La piedra está  habitada. En los amplios agujeros de la nariz y los ojos, en los pliegues de la piel y del uniforme del monumento derribado, reside el sector indigente de la población de la metrópolis. Al tiempo de rigor después de la caída del monumento le sucede la sublevación. Mi drama, si aún tuviera lugar, sería en la época de la sublevación. La sublevación se inicia a manera de paseo, un paseo contrario a las leyes del tránsito, en horas de trabajo. La calle es de los peatones. Aquí y allá se vuelca algún auto. Pesadilla de un lanzador de cuchillos: desplazamiento lento por una calle d mano única hasta llegar  a una irrevocable playa de estacionamiento cercada por peatones armados. La policía, si interfiere el paso, es barrida hacia los costados. Una vez que la marcha llega al sector de los organismos oficiales, un cordón policial lo bloquea. Se forman grupos de los que emergen oradores. En el balcón de la casa de gobierno aparece un hombre mal enfundado en un frac y también comienza a hablar. Cuando lo alcanza la primera piedra, también él se refugia detrás de la puerta de cristal blindado. El reclamo por mayor libertad se convierte en el grito por el derrocamiento del gobierno. Se empieza  a desarmar a la policía, se asaltan dos o tres edificios, una cárcel, una comisaría, una oficina  de la policía secreta, se cuelga cabeza abajo a una decena de peones del poder, el gobierno recurre al ejército, tanques. Mi lugar, si  mi drama aún tuviera lugar, estaría a ambos lados del frente, entre los frentes, por encima. Yo, dentro del olor sudoroso de la muchedumbre, le tiro piedras  a la policía soldados tanques vehículos blindados, cristal blindado. Yo, mirando a través de las puertas del cristal blindado la masa que se agolpa, huelo el sudor de mi miedo. Yo, ahogado por las ganas de vomitar agitando el puño en contra de mí, parado detrás del vidrio blindado. Yo, transido de miedo y desprecio me veo a mi en medio de la agolpada muchedumbre, con espuma en la boca agitando el puño en mi contra. Cuelgo de los pies a mi propia carne uniformada. Yo soy el soldado en la boca del tanque, mi cabeza vacía debajo del casco, el grito sofocado bajo las orugas del tanque. Yo soy la máquina de escribir yo hago el nudo para la horca  de los cabecillas, yo retiro el taburete, yo me rompo la nuca. Yo soy mi propio prisionero. Yo alimento a las computadoras con mis datos. Hago el papel de saliva salivadera escupitajo cuchillo y herida diente y pescuezo soga y cuello. Yo soy el banco de datos. Sangrando  en la
Muchedumbre, recobrando el aliento detrás de la puerta de cristal. Segregando una flema de palabras por encima de la batalla en mi burbuja impermeable al sonido. Mi drama no tuvo lugar. Se perdió el texto. Los actores colgaron sus caras del gancho del camarín. El apuntador se pudre en su fosa. Sobre las butacas, apestados cadáveres disecados no mueven ni un dedo. Me voy a casa a matar el tiempo, unido / con mi yo no dividido.

Televisión Asco Día tras día asco Asco
Del palabrerío premasticado
De la felicidad en recetas
Cómo se escribe la palabra CONFORT
El homicidio nuestro de cada día danos Señor
Porque tuya es la nada Asco
de las mentiras de los que mienten
a quien sólo le creen los mentirosos
Asco del hocico de los hombres de acción marcada
por la lucha en pos de puestos votos cuentas bancarias
asco Cuadriga que destella agudezas
atraviezo las calles los centros comerciales caras
con la cicatriz de la lucha por el consumo. Pobreza
sin dignidad Pobreza sin la dignidad
del cuchillo del puño armado
del cuerpo humillado de las mujeres
Esperanza de generaciones
ahogada  en sangre cobardía estupidez.
Risas desde las barrigas muertas
Heil COCA COLA
Mi reino
por un asesino.

YO ERA MACBETH EL REY ME HABIA OFRECIDO A SU TERCER CONCUBINA CONOCIA UNA  A UNA LAS MANCHAS DE LA PIEL DE SUS CADERAS RASKOLVIKOV DEL CORAZON DEBAJO DEL UNICO SACO EL HACHA PARA EL / UNICO / CRANEO DE LA PRESTAMISTA.

En la soledad de los aeropuertos
Recobro el aliento Soy
un privilegiado Mi asco
es un privilegio
amparado por el muro
alambre de púas cárcel.

Fotografía del autor
Yo no quiero más comer beber respirar amar a una mujer un niño un animal. Ya no quiero morirme. Ya no quiero matar.
Despedazamiento de la fotografía del autor.
Yo desgarro mi carne sellada. Quiero habitar en mis venas, en la médula de mis huesos, en el laberinto de mi cráneo. Me retiro a mis tipas. En alguna parte están quebrando cuerpos para que yo pueda vivir en mi mierda en alguna parte están abriendo cuerpos para que yo pueda estar solo con mi sangre. Y tomo asiento en mi mierda, en mi sangre. Los pensamientos son heridas en mi cerebro. Mi cerebro es una cicatriz. Yo quiero ser una máquina. Brazos para agarrar piernas para andar ningún dolor ningún pensamiento.
Pantallas de TV apagadas. Sale sangre de la heladera. Tres mujeres desnudas: Marx, Lenin, Mao. Cada una en su lengua y todas a un tiempo pronuncian el siguiente texto:
HAY QUE DERROCAR LAS CONDICIONES EXISTENTES EN LAS QUE EL HOMBRE...
Actor Hamlet se viste y se coloca la máscara.
HAMLET EL DANES PRINCIPE Y PASTO DE GUSANOS TROPEZANDO
DE HOYO EN HOYO HACIA EL ULTIMO HOYO SIN GANAS
A SUS ESPALDAS EL FANTASMA QUE LO ENGENDRO
VERDE AL IGUAL QUE LA CARNE DE OFELIA EN LA CAMA DEL PARTO
Y APENAS ANTES DE QUE EL GALLO CANTE POR TERCERA VEZ EL BUFON LE ARRANCA
AL FILOSOFO SU GORRA DE CASCABELES
UN MASTIN FORNIDO SE METE DENTRO DE LA CORAZA.
Entra dentro de la armadura. Hiende el hacha en los cráneos de Marx, Lenin, Mao. Nieve. Período glaciar.

5. FEROZ ESPERA / EN LA TERRIBLE ARMADURA / MILENIOS

Mar profundo. Ofelia en silla de ruedas. A su lado pasan peces escombros cadáveres restos.
OFELIA
(mientras habla, dos hombres de guardapolvo blanco la envuelven con vendas de gasa. También a la silla de ruedas)
Desde aquí, Electra. En el corazón de las tinieblas. Bajo el sol de la tortura a todas las metrópolis de la tierra. En el nombre de las víctimas. Expulso todo semen que he recibido. Hago de la leche de mis pechos un veneno mortal. Retiro el mundo que engendré. Ahogo entre mis muslos al mundo que di a luz. Lo entierro en mi sexo. Muerte a la felicidad del sometimiento. Que vivan el odio, el desprecio, la rebeldía, la muerte. Cuando atraviese la alcoba empuñando el cuchillo sabrán la verdad.
Los hombres se retiran. Ofelia permanece sobre el escenario, inmóvil debajo del envoltorio blanco.

Traducción: Gabriela Massuh con la colaboración de Dieter Welke.
Buenos Aires, 1995.


7/4/16

CUPO LIMITADO TOMÁS URTUSÁSTEGUI





CUPO LIMITADO 


 TOMÁS URTUSÁSTEGUI 



1989 


PERSONAJES: 

VIRGINIA......65 AÑOS. 

MIGUEL......9 AÑOS. 

RAMÓN....59 AÑOS. 

CECILIA....27 AÑOS. 

FERNANDO.....22 AÑOS. 

ALMA......19 AÑOS. 

AMPARO.....30 AÑOS. 

FRANCISCA.....45 AÑOS. 



ESCENOGRAFÍA. 

Pequeño elevador de un edificio construido en los años cincuenta en una colonia de clase media. Es 
para seis personas y mide dos metros y medio de alto por un metro de ancho y uno cincuenta 
de largo. La puerta es de metal y su funcionamiento es automático con botones. Un pequeño 
letrero avisa que no se pueden subir más de seis personas a la vez. En el techo del elevador 
existe una tapa metálica. 

El elevador será construido de metal para dar la impresión de peso y encierro. 



VESTUARIO. 

Alma y Fernando visten ropa moderna de mezclilla, calzan zapatos tenis. Francisca viste un conjunto 
oscuro, usa zapatillas. Virginia viste seriamente, sin elegancia. Ramón porta un traje gris con 
un chaleco azul. Amparo, la sirvienta, utiliza ropa sencilla. El niño usa uniforme de escuela. 

ÉPOCA. La actual. 1994. 



La acción se inicia al descender el elevador. Por una falla eléctrica queda suspendido a unos treinta 
centímetros sobre el nivel de uno de los pisos superiores del edificio. En caso de no tener 
posibilidades de movimiento se iniciará la acción en oscuro. Se escuchan sonidos metálicos del 
elevador descompuesto. Se puede escuchar un preámbulo musical de ambiente. Pausa larga de 
espera. 



VIRGINIA.- ¿Qué pasa? 


FRANCISCA.- Otra vez se fue la luz. Es el segundo apagón de este día. 

RAMÓN.- Aprieten todos los botones, alguno funcionará. 

FERNANDO.- No veo nada. 

RAMÓN.- El de abajo es el de la alarma. 

MIGUEL.- (Asustado). ! Abue! 

VIRGINIA.- Aquí estoy, no te muevas. 



Cecilia prende un encendedor, trata de iluminar toda el área. 



FERNANDO.- (Solicitando el encendedor). Permítamelo. (Lo toma, se apaga, vuelve a encenderlo, 
camina hacia el tablero de botones.) ¡Comper, comper! 

VIRGINIA.- ¡Tenga cuidado, me pisó! 

FERNANDO.- Perdón. 

VIRGINIA.- Bien se ve que no es su pie. 

FERNANDO.- (Aprieta los botones). No funciona. 

MIGUEL.- ¿Nos vamos a quedar aquí? 

VIRGINIA.- Por supuesto que no. 

ALMA.- (A Fernando) ¿Apretaste el que dice alarma? 

FERNANDO.- ¿Cuál alarma? No veo lumbre ni nada. 

ALMA.- Tú, apriétalo. 

FERNANDO.- Mejor te aprieto a ti. 

ALMA.- (Ríe). Estate quieto. 

FERNANDO.- ¡ Újule! 

FRANCISCA.- ¡Joven! ¡Aquí viene un menor de edad! 

FERNANDO.- (Burlón). ¡Ah! 

CECILIA.- Ya llegué tarde. 

AMPARO.- Dejé a mi niño solo. 

RAMÓN.- (Golpea la puerta). ¡Abran! 

FRANCISCA.- ¡Me asustó! 

MIGUEL.- Quiero salir. 

VIRGINIA.- Todos queremos salir, no nomás tú. 




 Se enciende bruscamente la luz. Se escucha un murmullo de satisfacción general. Todos se encuentran 
colocados de frente a la puerta. Aparte de las ocho personas existe un carro metálico de 
mercado lleno de alimentos como puede ser fruta y verduras. Cada persona trae algo en la 
mano como puede ser una mochila el niño, un portafolio el viejo, un maletín deportivo el joven, 
bolsas de mano las mujeres, etc. 



VIRGINIA.- Menos mal. 

FRANCISCA.- No duró mucho. (A Fernando). Por favor ¿quiere apretar el cuarto? 

FERNANDO.- Ya apreté todos. (Sonríe). Dejemos que el destino nos lleve al piso que él quiera. 

MIGUEL.- No se mueve. 

FERNANDO.- Se me hace que sólo prendieron la planta, por eso no funciona la madre esta. 

ALMA.- ¿Cuál planta? 

FERNANDO.- No me digas qué no tienen planta de luz. ¡Ya! 

ALMA.- Ya...qué. 

FERNANDO.- La próxima no me invites. 

ALMA.- Di que tenemos elevador. 

VIRGINIA.- Por favor, pónganse a platicar después. 

AMPARO.- ¿De veras no funciona? Dejé la olla en la lumbre. 

FRANCISCA.- Antes dijiste que dejaste a tu niño. 

AMPARO.- También, pero a él en mi cuarto, en la azotea. 

CECILIA.- ¿Qué edad tiene? 

AMPARO.- Nueve meses. (Francisca la critica con la mirada). 

RAMÓN.- (Tose discretamente) Permítanme a mí apretar los botones. 

FERNANDO.- Ya los apreté de nuevo. 

RAMÓN.- (Camina hacia el tablero). Permítame... 

FERNANDO.- (Le deja su lugar). ¡Uy, tendrá dedos biónicos! (Ríe junto con alma y el niño, a éste le 
pega suavemente la abuela). 

RAMÓN.- Con permiso. (Se coloca frente al tablero, aprieta uno a uno los botones. Al no funcionar 
lo vuelve a hacer con coraje. Golpea el tablero y después a la puerta). 

FERNANDO.- (Burlón). Ya ve, ya lo descompuso. 


RAMÓN.- No es posible (Le da un ataque de tos), se puede uno morir y todos tan campantes. 



Se hace un largo silencio. Fernando ve a alma, sonríen. 



FERNANDO.- Está bien, está bien, se los voy a componer; antes yo era elevadorista. 

AMPARO.- ¿De verdad? 

FERNANDO.- Clarín, pero antes de a cómo no. (Extiende la mano para que le paguen). 

CECILIA.- Tú también vienes en el elevador. 

RAMÓN.- Yo me encargaré de que le paguen. 

FERNANDO.- (Empuja a todos). ¡Hagan cancha, hombres trabajando! (Revisa como si supiera todos 
los botones). Se los haré de a gratis. ¿Alguien tiene una llave? 

AMPARO.- (Saca de su mandil unas llaves). ¿Como éstas? 

FERNANDO.- ¡Alma, pásame la pinza electrónica número seis! 



Amparo le da sus llaves. Fernando las toma, con ellas empieza a picar los botones y alguna otra parte 
del elevador. Todos lo observan atentos. Se levanta. Ríe con alma de su broma, devuelve las 
llaves a amparo. Ríen más fuerte. 



CECILIA.- ¡Qué graciosos! 

FRANCISCA.- ¿Por qué no se mueve? 

FERNANDO.- Es que, como la cucaracha, ya no quiere caminar...le falta su yerbita. 

ALMA.- (Finge fumar marihuana). Marihuana que fumar. 

FRANCISCA.- Si ya regresó la luz no hay motivo para que no funcione. 

VIRGINIA.- En este edificio nada sirve, todos hacen lo que quieren, al portero no se le ve nunca, las 
escaleras están sucias. Si uno paga puntualmente la renta lo menos que deben darnos es un 
regular servicio...pedir uno bueno es un sueño. 



 Pausa larga. Se observan todos entre sí. Se acomodan. Alma enciende un radio portátil. Tararea la 
música que escucha, puede hasta cantar. Los demás, menos el joven y el niño, la ven molestos. 



VIRGINIA.- Si nos hiciera el favor de apagar su radio. 




Alma no hace caso. Ahora tararea con un poco más de volumen. Fernando sigue la música con 
movimientos del cuerpo. 



RAMÓN.- Se los ruego. 



Alma molesta apaga el radio, lo guarda. 



CECILIA.- (Nerviosa pero controlada). ¿Qué horas tienen? 

RAMÓN.- Las ocho y cinco. 

CECILIA.- No llego ni aunque vuele. 

AMPARO.- (A Fernando). Píquele otra vez al tres. 

FERNANDO.- (Le pica la barriga a Alma). Ya se la piqué. 

ALMA.- Te digo que te estés quieto. 

MIGUEL.- (Ríe). Yo se la voy a picar a mi abue. (Trata de picarla con el dedo, la abuela le pega en 
las manos). 

VIRGINIA.- Es lo único que aprendes, lo malo. 

AMPARO.- (A Ramón). Usted apriétele, por favor. 

RAMÓN.- No ves que no funciona. 

FRANCISCA.- (Después de una pausa. A amparo). Córrete un poco, me estás apachurrando. (Amparo 
se mueve, ahora presiona a Virginia). 

VIRGINIA.- ¡Niña, que no estoy pintada! ¿Quieres aplastarme o qué? 

AMPARO.- No hay lugar. 

VIRGINIA.- Bien pudiste bajar por la escalera, esto es para nosotros, los viejos. 

FRANCISCA.- Es verdad, los jóvenes pueden subir y bajar a pie. Miren cómo venimos de apretados. 

FERNANDO.- Da la maldita casualidad de que veníamos cómodos hasta el séptimo piso en que usted 
y este señor (Señala a Ramón) subieron. 

RAMÓN.- Es nuestro edificio, es nuestro derecho. 

FERNANDO.- (Señala el letrero del elevador). Aquí dice muy claro que el elevador es para seis 
personas, con ustedes dos somos ocho...y eso sin contar el carrito de la señora. 

VIRGINIA.- No pensará que lo baje cargando... ¿verdad? 


FERNANDO.- ¿Lo baje o lo suba? ¿No viene del mercado? 

VIRGINIA.- No, por si quiere saberlo voy a llevar esto a casa de mi hija, es un encargo. ¿Está bien? 

RAMÓN.- Antes no pasaban estas cosas, en estos edificios vivía menos gente, no que ahora... 

ALMA.- En todas partes hay más. ¿No se ha subido al Metro en Pino Suárez? 

RAMÓN.- En unos cuantos años vamos a vivir unos encima de los otros. 

ALMA.- (Abraza eróticamente por la espalda a Fernando) ¡ Humm, qué rico! 

FRANCISCA.- (Molesta). Esta colonia es una colonia decente, (Mira a Alma) o lo era. 

ALMA.- ¿Ya no lo es? 

FRANCISCA.- Ahora cualquiera vive aquí. 

FERNANDO.- No es por nada, pero si nos asfixiamos por no tener suficiente oxígeno, la culpa será de 
los dos últimos que se subieron. 

RAMÓN.- (Empieza a toser). No diga eso, yo sufro de enfisema pulmonar. 

FERNANDO.- (A Alma). ¿Cómo se come eso? 

ALMA.- (Levanta los hombros). Sabe. 

VIRGINIA.- Es tuberculosis. 

RAMÓN.- Enfisema, no es tuberculosis. 

FRANCISCO.- Eso da por fumar mucho. 

RAMÓN.- Hace tres años que dejé de hacerlo. 

FRANCISCA.- Dejan los vicios pero cuando ya no hay remedio. Lo mismo pasa con el sexo. 

FERNANDO.- Me va usted a perdonar pero el sexo no es vicio. 

FRANCISCA.- Es vicio y es pecado. 

ALMA.- Buen título para una telenovela: "vicio y pecado" (Abraza violentamente a Fernando, se 
golpea la cabeza contra una de las paredes del elevador. Se soba. Todos ríen, unos 
descaradamente y otros ocultándose). 



Se hace una larga pausa. Amparo pierde el control y golpea una pared. 



AMPARO.- ¡Abran! (Todos la contemplan, ella se apena). 



Se hace una nueva pausa larga. Aumenta la tensión en los rostros. Los dos jóvenes cuando no se notan 
observados también se angustian. 




FRANCISCA.- ¿En qué piso estamos? 

MIGUEL.- En el quinto. 

VIRGINIA.- ¿Cómo lo sabes? 

FRANCISCA.- ¡Virgen de Guadalupe! Si es el quinto nadie nos va a oír. Este es el piso que están 
transformando para venderlo como condominio. Ya no vive nadie. 

VIRGINIA.- Al rato nos echan a todos. 

RAMÓN.- Eso si nos dejamos. 

AMPARO.- (Golpea más fuerte en las paredes)¡ Abran, por favor, abran! 

VIRGINIA.- ¿No acabas de oír que en este piso ya no vive nadie? 

AMPARO.- Tengo que salir, le puede pasar algo a mi hijo. 

FRANCISCA.- Nada más a ti se te ocurre dejarlo solo. 

AMPARO.- Bajé a ayudar a la señora a sacar el coche. 

RAMÓN.- (Irónico). ¿Tú manejas? 

AMPARO.- Fui a abrir la puerta. 

FRANCISCA.- No podemos estar aquí todo el día. 

CECILIA.- (Más angustiada). Me van a correr si no llego a tiempo. 

VIRGINIA.- (A Miguel). No te muevas tanto. 

MIGUEL.- Ya me cansé. 

VIRGINIA.- Yo estoy vieja y no me estoy quejando. 



Nueva pausa larga, todos se mueven inquietos. Cecilia se retoca la cara. Miguel se sienta sobre su 
mochila. Francisca limpia sus lentes. Virginia acomoda algo en el carro del mercado. 



ALMA.- ¿Alguien tiene un cigarro? 

FRANCISCA.- ¿Un cigarro? ¿Para qué? 

ALMA.- Para que va a ser, para fumarlo. 

FRANCISCA.- ¿Ya viste el espacio en que estamos encerrados, en la cantidad de oxígeno que 
tenemos? 

ALMA.- El elevador tiene rendijas. 

RAMÓN.- ¡Aquí nadie fuma! ¡No lo voy a permitir! 


ALMA.- ¡Soy libre! 

RAMÓN.- En ninguna parte del mundo se fuma en los elevadores, está prohibido. 

ALMA.- Eso será cuando funcionan. 

VIRGINIA.- Sólo a los jóvenes se les puede ocurrir. 

ALMA.- Si no me voy a dar un toque, aunque ganas no me faltan. 

MIGUEL.- (A Virginia). ¿Me puedo comer una manzana? (La toma del carrito para comerla, la 
abuela se la quita). 

VIRGINIA.- (Regresándola al carro). No, no están lavadas, además si la comes no vas a querer 
desayunar y tu mamá te está esperando. 

FRANCISCA.- Las manzanas no quitan el hambre. 

CECILIA.- Ha de tener apetito. 

VIRGINIA.- Es mi nieto, a mí me lo encargó su madre, tiene que hacer lo que yo le diga. 

FRANCISCA.- Una fruta es buena para los sustos. 

MIGUEL.- Si no estoy asustado. (Ríen los jóvenes). 



Nueva pausa. Cecilia deja su bolsa en el piso, se acerca a la puerta, con los dedos y las manos trata de 
abrirla, no lo consigue. 



FRANCISCA.- Déjela, la puede trabar más. 



Cecilia golpea la puerta, recoge sus cosas y se pone a esperar. 



RAMÓN.- ¡Voy a demandar al dueño! 

VIRGINIA.- (Empuja discretamente a Amparo). Te dije que me estás apretando. 

CECILIA.- (A Virginia). No la empuje, ahora me pegó a mí. 

VIRGINIA.- Usted disculpe. 

AMPARO.- No la estaba apretando, ella es la que nos aplasta con su carrito ése. (Lo señala). 

VIRGINIA.- ¿Me puede decir dónde lo pongo? 

ALMA.- Que yo sepa los elevadores son para las personas. 

VIRGINIA.- También son para subir nuestras cosas. 

FRANCISCA.- Yo la ayudo a colocarlo. 




Entre los dos colocan el carrito en la parte posterior del elevador. Fernando husmea el aire. 



FERNANDO.- Ahora sí. 

RAMÓN.- ¿Qué? 

FERNANDO.- (Tétrico). ¡Huele a humo! 

FRANCISCA.- ¡Animas benditas! ¿Qué se estará quemando? 

FERNANDO.- (Fúnebre). ¡El elevador! 



Ramón de los nervios tiene otro acceso de tos , escupe. 



CECILIA.- ¡Estúpido, me escupió! 

RAMÓN.- Perdón, perdón. 

AMPARO.- Me está empujando. 

MIGUEL.- Abue...me pisaron. 

VIRGINIA.- Debe ser esta sirvienta. 

ALMA.- (Siguiendo el juego de Fernando). Harán jabón con nuestra grasa. 

FRANCISCA.- ¡Cállese! Con la muerte no se juega. 

RAMÓN.- ¡Qué esperan para abrir! (Golpea la puerta). 



En ese momento se va nuevamente la luz. Todos exclaman molestos. Cecilia enciende el encendedor e 
ilumina, se le cae al suelo. Oscuro total, nuevas exclamaciones, Cecilia grita. Regresa la luz. 
Cecilia furiosa ve a Ramón. 



CECILIA.- ¡Pelados! 

FRANCISCA.- (Sin escuchar lo anterior). Gracias a Dios que ya volvió. 

CECILIA.- (Retadora) ¿Quién fue? 

FRANCISCA.- ¿Qué le pasó? 

CECILIA.- Un imbécil me pellizcó cuando me agaché a buscar el encendedor. 

FERNANDO.- ¿Un o una? Se dan casos. 

FRANCISCA.- Lo único que nos faltaba. ¡Pocos hombres! 


RAMÓN.- (Tose). No generalice. 

CECILIA.- ¡Tápese la boca cuando tosa. Puerco! 

RAMÓN.- (Molesto). Si le pellizcaron las nalgas es por andar vestida así. 

CECILIA.- ¿Cómo sabe que fueron las nalgas? ¿Fue usted? 

RAMÓN.- Prefiero no contestar. 

CECILIA.- (Se planta frente a él, muestra su vestido) Y para que lo sepa yo me visto como quiero. 

RAMÓN.- Entonces no se queje. 

CECILIA.- ¡Cobardes. Todos los hombres son cobardes! 

FERNANDO.- ¿Y si fue una mujer? Repito que se dan casos. 

CECILIA.- ¡Idiota! 

ALMA.- Yo paso. (Abraza a Fernando). A mí sólo me gustan los hombres. (Del carrito de mandado 
saca un plátano o un chile poblano, lo eleva para que todos lo vean como un símbolo fálico, 
después lo besa sensualmente. Los dos jóvenes ríen). 

VIRGINIA.- (Muy molesta le arrebata el plátano o el chile, lo guarda en el carrito). Deje mis cosas. 

ALMA.- (En doble sentido). Perdón, no sabía que el plátano (O chile) fuera suyo. (Ríe con 
Fernando) 

VIRGINIA.- ¡Pelados! 

MIGUEL.- ¿Qué dijeron? 

VIRGINIA.- Nada. 



 Nueva pausa tensa. Virginia revisa su carrito, regresa a su lugar. 



MIGUEL.- ¿No dijeron que nos íbamos a quemar? 

FRANCISCA.- (Acaricia hipócritamente al niño) Fue una falsa alarma, afortunadamente. 

FERNANDO.- Hubiéramos estado como en el infierno. Así pagaríamos todos nuestros pecados. In 
nomine pater et fili... 

FRANCISCA.- ¡No se burle de las cosas sagradas! 

FERNANDO.- Yaaa, todo les molesta, uno que quiere hacer agradable la espera. 

FRANCISCA.- Tú ni siquiera vives en este edificio. 

FERNANDO.- Pero mi chava, sí. 

ALMA.- Vivo en el 712. 


FRANCISCA.- ¿Con tus padres? 

ALMA.- No, qué va, con éste. Mis papás andan de viaje. 

FRANCISCA.- ¿Con él? 

VIRGINIA.- ¿Están casados? 

ALMA.- Ni loca, yo soy su... (A Fernando) ¿Cómo dijeron en el Seguro que yo era cuando nos 
registraron? 

FERNANDO.- Mi concubina. 

ALMA.- Eso, concubina ¿No suena padre? Como a cuento de Sherezada. 

AMPARO.- (Después de una pausa corta). ¿No pueden hacer algo? 

RAMÓN.- ¿Cómo qué? 

AMPARO.- Abrir. Mi niño... 

FRANCISCA.- Si algo le sucede tú serás la culpable. 

ALMA.- ¿Culpable por qué? 

FRANCISCA.- No sé para qué tienen hijos si no los van a cuidar. 

RAMÓN.- Ya llevamos más de quince minutos encerrados. Empieza a faltarme el aire. (Tose y escupe 
en un pañuelo). 

VIRGINIA.- A mí también. El médico me aconsejó que estuviera siempre en lugares ventilados, que 
puedo sufrir un infarto. 

FERNANDO.- Ahora sí ya la hicimos, uno con enfisema y otra con infarto. 

¿Alguien más está enfermo? 

ALMA.- ¡Yo! Yo...estoy buena. (Mueve sensualmente el cuerpo). 

VIRGINIA.- No me ha dado un infarto pero me puede dar. 

CECILIA.- No señora, el infarto da por esfuerzos. 

VIRGINIA.- Y por falta de oxígeno y por tensiones nerviosas. 

ALMA.- (Ríe). Pues con estar tranquilita en su casa. 

FRANCISCA.- Te ríes porque eres joven, pero eso se acaba, la salud es prestada. 

FERNANDO.- Pues cómpresela a quien se la prestó, así todo se arregla. 

VIRGINIA.- Si eres tan sano que puedes burlarte de los demás bien puedes abrir la tapa del techo. 

FERNANDO.- ¿Yo, por qué yo? A mí no me falta el aire. 

VIRGINIA.- Sabía que no ibas a poder, así son todos los jóvenes, presumen de todo y nada hacen. 

FRANCISCA.- Dice bien, son puros perros que ladran. 




 Fernando los mira enojado, después se lanza a ladrar como perro y a tratar de morder a todos. Las 
mujeres se asustan. Fernando y Alma ríen. 



ALMA.- Eso, demuéstrales que tú sí puedes. 

RAMÓN.- (A Fernando). Nos haría un favor a todos. 

FERNANDO.- ¿Cómo la abro? No tengo con qué. 

RAMÓN.- Esas tapas nada más se empujan. 

MIGUEL.- (Tratando de treparse en el cuerpo de Fernando). Déjenme a mí, yo puedo. 

VIRGINIA.- (De un tirón lo baja y lo coloca junto a ella). Tú te estás quieto. 

FERNANDO.- (Se estira para tratar de tocar el techo del elevador) .No alcanzo, si quieren que abra 
me tienen que ayudar. 

AMPARO.- (Ve el techo). ¿Por ahí podemos salir? 

FRANCISCA.- Lo dudo. 

CECILIA.- (Golpea sin fuerza la pared). Alguien tiene que saber que estamos encerrados, al menos 
los que van a subir o bajar. 

VIRGINIA.- Esos se van por la escalera, si ven que el elevador no funciona no se quedan a esperar. No 
es la primera vez que pasa. 

FERNANDO.- ¿Quieren que me trepe o no? 

RAMÓN.- (Tose). Quién me iba a decir que moriría en un elevador. 

FERNANDO.- (Golpea levemente las paredes del elevador). Así ya no tendrá que comprar ataúd, esta 
caja le puede servir. 

RAMÓN.- ¡Cretino! 

FERNANDO.- (Finge estar ofendido). Si no me pide perdón por lo de cretino...no abro. (Ramón le da 
la espalda. Espera un largo momento) 

RAMÓN.- Le ruego, le suplico que me disculpe. 

FERNANDO.- Así está mejor. (Nueva pausa en que Fernando estudia el elevador para abrir). 

VIRGINIA.- (Respirando profundamente). ¿Va a abrir o no? Ya siento mareos. 

ALMA.- Es por el olor. De seguro que alguno no se bañó el día de hoy y yo sé quién es ése. (A los 
demás señalando a Fernando) Tiene tres días sin bañarse. 

FERNANDO.- (La empuja en juego). ¿Ah, sí, con que balconeándome? 


FRANCISCA.- (A Virginia). Hay gente que hasta los calzones los traen sucios. 

FERNANDO.- Ese sí que no soy yo, mis calzones no están sucios...ni limpios. ¡No uso! (Se baja el 
cierre del pantalón) ¿Quieren ver? (Puede enseñar parte de la nalga). 

ALMA.- (Cubriéndolo con el cuerpo). No lo enseñes que es mío. 

RAMÓN.- Por muy jóvenes que ustedes sean deben saber que hay que respetar a los demás, en especial 
a las damas. 

FERNANDO.- (Subiéndose el cierre). Total, si no quieren ver, ustedes se lo pierden. 

FRANCISCA.- Presentaré una queja. 

ALMA.- Eso es, qué compongan el elevador. 

FRANCISCA.- La presentaré por permitir que gente como ustedes vivan en este lugar. (Fernando 
sonríe, abraza a Alma). 

VIRGINIA.- Me falta aire. 

FRANCISCA.- ¡Virgen santísima! ¿De verdad? 

VIRGINIA.- (Respira agitadamente) ¡Dios! 

MIGUEL.- Abue, qué te pasa. 

CECILIA.- (A Fernando). Abre, te lo ruego, le falta aire a la señora. 

FERNANDO.- (Sonriéndole coquetamente). Sólo porque tú me lo pides. 

RAMÓN.- Todos se lo pedimos. 

FERNANDO.- Me interesa ella. 

ALMA.- Oye, oye, que estoy aquí. 

FERNANDO.- También si tú me lo pides. 

ALMA.- ¿Te ayudo? 

FERNANDO.- Todos tienen que ayudar. Háganme sillita con las manos. 



Fernando, ya hecha la silla con las manos, trata de subir, se apoya en los hombros de todos, al llegar 
arriba se resbala y cae aparatosamente. Todos reaccionan a ello. 



ALMA.- (Cuando va a caer Fernando) ¡Cuidado! 

FERNANDO.- (Desde el suelo). Ya ven, me di en la madre por su culpa. 

VIRGINIA.- (Despectiva). Yo sabía que no iba a poder. 

ALMA.- (A Virginia). ¿No se estaba usted ahogando? 


VIRGINIA.- Me estoy. 



 Fernando al caer se agarra de los senos de francisca. Ella queda muda por unos instantes, después 
reacciona con indignación. 



FRANCISCA.- (Pegándole con su bolsa). Me pegaste con tus zapatos...y con todo. 

ALMA.- ¿Te lastimaste? 

FERNANDO.- Tú qué crees. Nadie pudo ayudar. 

ALMA.- No dijiste cómo. 

FERNANDO.- (Se levanta, se arregla la ropa). Olvídalo, si vamos a morir asfixiados da lo mismo. 

RAMÓN.- (Tose). Haga otra vez la prueba, lo vamos a ayudar. 

MIGUEL.- Cárguenme a mí, yo peso menos. 

VIRGINIA.- Tú te callas. 

AMPARO.- Yo puedo subir. 

FERNANDO.- (La observa, se pone frente a ella). Ya vas. ( La carga tratando de poner las manos en 
las nalgas. Ya arriba trata de besarle un seno. Amparo se suelta). 

ALMA.- (Jalando a Fernando). Síguele. 

FERNANDO.- Yo qué, éstas... (Señala a Amparo). 

ALMA.- Luego no te quejes. 

FERNANDO.- Bájale ¿no? 

CECILIA.- (Sonríe a Fernando). Te lo vuelvo a pedir. 

FERNANDO.- Y que me rompa un hueso ¡Ni madres! Nadie pudo sostenerme. 



 Virginia mientras tanto se va poniendo pálida, se empieza a caer, trata de agarrarse de quien esté más 
cerca de ella, al fin cae al piso. 



FERNANDO.- ¡ Zas, azotó! 

FRANCISCA.- Ojalá y fuera su madre. 

FERNANDO.- O la suya. 

CECILIA.- (Abanica con la mano a Virginia). Parece que esto es en serio. 

FRANCISCA.- ¡Pronto! Hay que llamar a un médico. 


ALMA.- Sólo que sea por telepatía. 

AMPARO.- (Empuja la cabeza de Virginia que quedó sobre su cuerpo). Me está lastimando. 

MIGUEL.- Abue. 

FERNANDO.- (A Miguel). Es un simple desmayo. 

CECILIA.- No, se va a morir. 



Cecilia, y después todos los demás, golpean la puerta y las paredes con desesperación. Gritan al 
portero o a quien sea. Miguel aprovecha para tomar una manzana y empezar a comérsela. 



TODOS.- (Ad Limitum). ¡Abran, auxilio, portero, se está muriendo una señora, por favor, etc.! 

ALMA.- (Regresa junto a la desmayada). Debemos hacerle más lugar para que respire. 

FRANCISCA.- ¿Cuál? 

AMPARO.- (Nerviosa observa como Francisca, por estar casi encima de la desmayada, le quita el 
oxígeno. La empuja para que se retire de ahí) ¡Quítese! 

FRANCISCA.- (Que casi se cae con el empujón) ¡Cómo te atreves a tocarme! 

AMPARO.- No la deja respirar. 



Virginia empieza a volver del desmayo, se mueve un poco. 



FERNANDO.- Se los dije, ya está volviendo en sí. 

CECILIA.- No dejen que se mueva, si es un infarto es peligroso. 

RAMÓN.- Vamos a acomodarla para que no ocupe tanto espacio. 



Bruscamente la mueven entre todos como un muñeco, la sientan, la recargan contra la pared o contra 
la puerta. Virginia empieza a volver del desmayo, se mueve un poco. 



CECILIA.- Se quiere parar. 



Virginia con ayuda se levanta, cuando lo logra vomita sobre todos, en especial sobre Fernando. Se 
hace un gran barullo, se insultan, se empujan, gritan, todos hablan al mismo tiempo. Sobre 
todo hay exclamaciones de asco. Virginia agotada se recarga sobre una pared y empieza a 


limpiarse la boca y su vestido. Fernando se quita la camisa que está llena de vómito, la avienta 
al piso. 



FERNANDO.- (Con asco y enojado). ¡Ya me guacareó toditito! 

FRANCISCA.- ¡Divino Salvador! ¡Qué asco! 

ALMA.- Esto sí que apesta. 

CECILIA.- (Se coloca en una esquina del elevador. Arquea). Creo que yo también voy a vomitar. 

FRANCISCA.- (Asqueada como los demás). Respire profundo. 

ALMA.- Tengo frijoles en toda la ropa. 

FERNANDO.- (Limpiándose el cabello con la camisa que recoge del piso para este uso). Me llenó 
todo el pelo de atole. 

CECILIA.- (Muy asqueada). ¡Cállense, por favor! (Trata de vomitar, todos se alejan de ella, no lo 
consigue). 

ALMA.- (A Cecilia). ¿Quieres oler una loción? Yo traigo. 

CECILIA.- (Secándose el sudor de la frente). Parece que ya pasó. No hay nada que me de más asco que 
un vómito. 

VIRGINIA.- Necesito aire. 

FERNANDO.- Lo que necesita es haber comido menos. 



Virginia se limpia su ropa. Amparo quedamente empieza a llorar. Da la espalda para que los demás 
no lo noten. Alma se da cuenta y se le acerca. 



ALMA.- ¿Qué te pasa? 

FERNANDO.- Déjala que llore. 

ALMA.- No tardan en abrir, esto no puede ser eterno. 

AMPARO.- No debí dejarlo solo. 

ALMA.- Te aseguro que está durmiendo. 

AMPARO.- Es la hora de su leche, va a llorar y cuando llora mucho se priva; un día se puso todo 
morado, creí que se me iba a morir. 

CECILIA.- Todos los niños se ponen morados. 

ALMA.- No le va a pasar nada. 




Virginia da vuelta, ve al nieto que come una manzana. 



VIRGINIA.- ¿Qué comes? 

MIGUEL.- (Esconde la manzana en su espalda). Nada. 

VIRGINIA.- Cómo que nada. Dame las manos. 



El niño las adelanta, Virginia le quita la manzana, después le da golpes en las manos. El niño llora no 
tanto de dolor sino para llamar la atención. 



ALMA.- ¡No le pegue! 

VIRGINIA.- (A Miguel). ¡ Qué te había dicho? ¿Es que no entiendes? 

CECILIA.- Los niños entienden mejor por las buenas. 

VIRGINIA.- (A Miguel). Hoy es el último día que acepto que te deje conmigo tu madre, ya estoy vieja 
para andar cuidando escuincles. 

FRANCISCA.- (Que continúa con el asco va hacia la puerta, respira por alguna hendidura de ésta). 
No aguanto el olor. 

ALMA.- (Toma un limón del carrito del mercado y se lo da a Francisca). Chúpese éste para que se le 
pase el asco. 

VIRGINIA.- ¡No agarren mis cosas! 

ALMA.- (Señalando el piso). Eso también es suyo y la señora tiene asco por él. 

RAMÓN.- Quiero sentarme, ya no aguanto tanto tiempo de pie. 

FERNANDO.- Hágalo, eso sí, no se fije si se le moja el trasero con la guacareada. 

RAMÓN.- Gracias, prefiero estar así. 



Nueva pausa de tensión. 



FRANCISCA.- (Chupa el limón, se coloca frente a todos. Con voz muy baja). Dicen que si se le reza a 
San Antonio con fe todo lo concede. ¿Por qué no probamos? 

ALMA.- ¿Es el santo que concede matrimonio a las quedadas? 


FRANCISCA.- (Seria). San Antonio es un santo muy milagroso que concede matrimonio a las parejas 
que se lo piden con devoción. 

ALMA.- Oí que se le tiene que parar de cabeza. 

FERNANDO.- Claro, para que se le suban las enaguas. 

ALMA.- (Ríe). Será la sotana. 

FERNANDO.- Esa. 

FRANCISCA.- (Fingiendo no haber oído estos comentarios). Vamos a rogarle para que se mueva el 
elevador y podamos salir de aquí. (A Ramón y Virginia) ¿Rezamos? (A Miguel). Tú también, 
hijito. (Reza muy fervorosamente). ¡San Antonio Bendito...! 

TODOS.- (Menos la pareja de jóvenes) ¡San Antonio Bendito...! 

FRANCISCA.- ¡Santo entre todos los santos... 

FERNANDO.- (Adelantándose a todos los demás). ¡Santo entre todos los santos... (Ríe Alma). 

FRANCISCA.- ¡Con toda humildad nos atrevemos a pedirte... 

TODOS.- (Fernando lo hace exagerando la pena) ¡Con toda humildad nos atrevemos a pedirte... 

FRANCISCA.- (Ya muy molesta eleva el tono de la voz.) ¡Que por tu sagrada intervención... 

FERNANDO.- (Eleva el tono igual que ella). ¡Que por tu sagrada intervención.... 

FRANCISCA.- (Fulminándolo con la mirada). Que por tu sagrada intervención se mueva este 
elevador. 

TODOS.- Se mueva este elevador. 

FRANCISCA.- Ofrecemos a cambio llevar limosna a tus pobres y rezarte trece martes seguidos un 
rosario en tu templo. (Mientras ella reza Fernando trata de hacerle cosquillas a Alma, lo 
consigue, ríen los dos). ¡Concédenos lo que te pedimos! 

TODOS.- ¡Concédenos lo que te pedimos! 

FRANCISCA.- Amén. 

TODOS.- Amén. 



 Larga pausa de espera, todos ven al elevador donde tiene las luces que anuncian los pisos cuando se 
mueve. Fernando va al tablero, aprieta todos los botones. Sonríe. 



FERNANDO.- (Burlón. A Francisca). Como que no le hizo mucho caso. 

FRANCISCA.- Debemos rezar todos al mismo tiempo. 


ALMA.- ¿En coro? 

FRANCISCA.- El rezo de todos tiene más fuerzas que el mío solo. Así él nos oirá mejor. 

ALMA.- ¿Está sordo? 

FRANCISCA.- ¿No crees en el santo? 

ALMA.- No, nadie me lo ha presentado. 

FRANCISCA.- Los santos pertenecen a la iglesia de Dios. 

ALMA.- A Él tampoco lo conozco. 

FRANCISCA.- (Indignada) ¿No crees en Dios? 

ALMA.- Ni creo ni no creo, nunca lo pienso. 

FRANCISCA.- ¿Entonces en qué crees? 

ALMA.- En mí misma y a veces en los demás. 

FRANCISCA.- Eso no basta. 

ALMA.- Me basta a mí. 

FRANCISCA.- Dios y los santos... 

FERNANDO.- Ya dejen ese rollo para otro día. 

FRANCISCA.- No es ningún rollo, es algo de la mayor importancia. 

FERNANDO.- Lo importante es salir de aquí. 

FRANCISCA.- ¿Tú tampoco crees? 

FERNANDO.- ¿De qué me puede servir? 

FRANCISCA.- Para saber que Dios nos ama, que nos perdona, que nos resucitará. 

FERNANDO.- Que yo sepa Él no tiene nada que perdonarme, en cambio yo sí a Él. 

FRANCISCA.- ¿A Dios? ¿Cómo te atreves? 

VIRGINIA.- Déjelos, Dios los condenará. 

FERNANDO.- Dígame por qué a unos les da todo y a otros nada. 

RAMÓN.- Por algo será. 

FERNANDO.- Sólo para joder. 

VIRGINIA.- No diga peladeces. 

FERNANDO.- No las oiga. 

CECILIA.- ¿Será posible que nadie venga a abrir? No vivimos solos, deben preocuparse por nosotros. 

ALMA.- Otra optimista. (A Cecilia). ¿Tú te preocupas por alguien? 


CECILIA.- Dentro de lo posible, fíjate que sí, me preocupo por mi familia, por mis amigos, por gente 
que no es como tú... 

ALMA.- Será por los que te sirven. 

RAMÓN.- Eso no es verdad. 

FERNANDO.- ¿No? 

AMPARO.- En mi pueblo no es así. 

FRANCISCA.- Allá te hubieras quedado. 

VIRGINIA.- (A Fernando). La gente mal educada como ustedes dos... 

FERNANDO.- ¿No se estaba usted muriendo? 

VIRGINIA.- Eso quisieras, que me muriera, que se muriera toda la gente con educación para después 
quedarte con todo, sin trabajar, sin merecerlo... 

FERNANDO.- Hágamela buena, eso no estaría nada mal, de a perdis me tocaría un auto del año. 



 Pausa larga tensa. Ramón vuelve a toser ya sin importarle si escupe sobre los demás. Todos se 
mueven, se empujan. 



MIGUEL.- (Levanta una pierna, se la muestra a la abuela). Mira abue, el señor me echó un gargajo. 

VIRGINIA.- (A Ramón). ¡Asqueroso! 

MIGUEL.- Quítamelo. 

VIRGINIA.- (Con asco). Límpiate con tu pañuelo. 

MIGUEL.- No traigo. 

VIRGINIA.- Hoy te lo di. 

MIGUEL.- Lo dejé. 

VIRGINIA.- ¿Alguien trae un kleenex? 

CECILIA.- (Busca en su bolsa). Yo. (Se lo da.) 

VIRGINIA.- (Le da a su vez el kleenex al niño). Límpiate bien. (Observa como lo hace el niño). No, 
así no. No lo toques con los dedos. Así. (Pone el kleenex extendido sobre el pantalón, le indica 
al niño que levante el gargajo como si lo separara hacia arriba) ¡Más arriba! ¡Limpia bien, 
dejaste un poco! (El niño limpia). Ahora tira el papel. (El niño busca donde hacerlo, se decide 
por meterlo en una de las bolsas del saco de Ramón. Este no protesta). 




 Pausa corta. Amparo observa todo el elevador, se mueve de su lugar. 



AMPARO.- Ayúdenme a mí, yo puedo abrir el techo, por favor. (Trata de treparse sobre todos, los 
empuja, ellos la empujan a su vez, la insultan. Amparo grita que tiene que salvar a su hijo. 
Alma y Fernando tratan de protegerla. Al fin de un aventón que le da Francisca cae al piso) 
¡Mi hijo, tengo que ir con mi hijo! 

FRANCISCO.- ¡Estúpida. Me lastimaste! 

VIRGINIA.- A mí también. ¡Mecas éstas! 



 Pausa larga. Amparo se levanta, llora. Alma y Fernando escuchan su radio. Se escucha a un locutor 
que da la hora. Deben decir “son las 8.40 horas. Alma apaga el radio. 



RAMÓN.- No puedo respirar. 

CECILIA.- (Golpea la puerta) ¡Por piedad, abran! 

RAMÓN.- El aire ya está muy viciado. 

FRANCISCA.- Todo el de la ciudad está igual. 

AMPARO.- Va a morir, sé que va a morir; mi pobre hijo morirá solo. 

FRANCISCA.- Los que vamos a morir, si no nos abren, somos nosotros. 

FERNANDO.- Moriremos como buenos capitalinos ¡aplastados!, aplastados como viles cucarachas! 
(Del carrito toma un plátano y se lo empieza a comer). 

ALMA.- Cucarachas con hambre. (Va junto a Fernando y come de su plátano). 

VIRGINIA.- ¿Quién les dio permiso de comer mi fruta? 

ALMA.- (A Fernando). No sé cómo puedes tragar con este olor a vómito. 

FERNANDO.- (Comiendo). A vómito, a axila y a pedo. Ni crean que no olí uno que se echaron. (Ríen 
los dos). 

VIRGINIA.- (A Ramón). Dígale a este joven que no se coma mi fruta. 

FERNANDO.- Aquí todo es de todos. 

RAMÓN.- (A Virginia). ¿Yo, por qué? 

VIRGINIA.- Por ser hombre. Su deber es defender a las mujeres. 

ALMA.- (A Virginia). ¿Quiere que nos defienda un hombre como éste? Para ese caso mejor las 
defiendo yo. 


RAMÓN.- (Molesto). ¿Cómo puede comparar? 

ALMA.- ¿Por qué no? ¿Qué tienen ustedes que no tengamos nosotras? (Fernando levanta el plátano 
para que todos lo vean). ¿Huevos? Pues si a esas vamos nosotras tenemos ovarios. Los huevos 
de los hombres no sirven para nada sin nosotras. 

VIRGINIA.- Qué lenguaje. 

FRANCISCA.- Los jóvenes, como éstos, creen que diciendo vulgaridades son modernos y liberados. 
¡Vulgares es lo que son. Vulgares y corrientes! Y lo corriente no sirve, se tira a la basura. 



 Nueva pausa. 



MIGUEL.- Ya me anda, abue, me voy a orinar. 

FERNANDO.- Otro corriente. (A Miguel). ¿No sabes niño que se dice que vas a hacer del uno o 
cuando mucho a hacer pipí? No se dice que vas a orinar o a mear. ¿Es que no te han educado? 

VIRGINIA.- ¡Deje a mi nieto! 

MIGUEL.- Ya me aguanté rete harto. 

VIRGINIA.- Pues te aguantas otro poco. 

MIGUEL.- Me voy a hacer. 

FERNANDO.- Ve al baño (Señala), está al fondo a la derecha; de paso te llevas la mía pues también ya 
me anda. Y si no, pues orínate en el piso. Total: orines con vómito y escupitajos. Una bella 
combinación. (Imitando a un locutor. Se acerca a las mujeres). ¿Quiere una pomada para que 
le desaparezcan las arrugas prematuras? ¿Quiere cambiar el color de su cabello? ¡Mezcle una 
porción de vómito rojo con dos de orina amarilla y una de gargajo verde, ya preparada la 
solución aplíquela dos veces al día procurando dar un pequeño masaje. Nunca falla! 

ALMA.- Eres un asqueroso. 

FERNANDO.- A mí qué me dices, yo ni me he meado ni he guacareado ni me he gargajeado. Dícelos a 
ellos; ellos son los puercos. 

FRANCISCA.- (Muy seria). Permítanme un momento de su atención. 

FERNANDO.- (Imitando a un locutor de aeropuerto). Permítanme un momento de su atención, 
señores pasajeros, el movimiento de su elevador se iniciará con dos horas de retardo. 

ALMA.- Esto no te salió. 

FERNANDO.- La envidia te corroe. 


FRANCISCA.- Se los ruego. 

ALMA.- ¿A qué santo le vamos a rezar ahora? 

FRANCISCA.- Quiero decir otra cosa. 

AMPARO.- ¡Vienen a abrirnos! 



 Todos se ponen junto a la puerta, gritan pidiendo que les abran, golpean a la puerta y a las paredes. 
Francisca trata de calmarlos, al fin logra que se escuche su voz. 



FRANCISCA.- Quiero hacer un llamado a la cordura. Todos nosotros somos personas civilizadas, 
vivimos en una colonia decente, tenemos principios y educación. Este momento es difícil, lo sé, 
pero no por eso tenemos que comportarnos como salvajes. Por trivialidades nos hemos 
insultado, hasta lastimado. ¿Por qué? En situaciones como ésta es donde debemos demostrar 
nuestra educación, nuestra solidaridad, nuestro amor hacia los demás. Pido perdón por lo que he 
dicho o hecho hasta este momento. Creo que es tiempo de que nos demos todos la mano, y así, 
entre todos, busquemos una solución a este pequeño accidente. (Levanta la mano, la ofrece) 
Aquí está mi mano. 

FERNANDO.- (Golpea con su mano la de Francisca) Y aquí la mía. (Ríe). Lo que sea de cada quien 
se aventó un ocho. 

FRANCISCA.- (Sentida). Lo que dije lo dije seriamente. 

FERNANDO.- Yo también. Habló bien padre. 

FRANCISCA.- ¿De verdad? 

FERNANDO.- Sí. 

FRANCISCA.- Pues a mí no me parece tu manera..... 

RAMÓN.- Shh, ¡Silencio! Me parece que oigo alguien afuera. 

CECILIA.- (Impulsivamente golpea la puerta). ¡Abran, abran! 



 Todos se contagian, gritan, piden ayuda. 



RAMÓN.- No dejan oír, a la mejor tratan de decirnos algo. 




 Se hace un silencio total, algunos pegan su oído a la pared. Ramón tose. Lo callan. Amparo llora 
silenciosamente. Transcurren algunos segundos. 



FERNANDO.- ¡Ni madres! No hay nadie. 

RAMÓN.- Oí tacones como de mujer. 

ALMA.- Se lo imaginó. 

FRANCISCA.- Aquí no vive nadie. 

RAMÓN.- Estoy seguro. 



 En otro arrebato Amparo va a la puerta. Llora. Está desesperada. 



AMPARO.- ¡Señora, ábranos por favor, si no puede avise a Pancho, el portero, que suba a ver a mi 
hijo, que lo dejé solo, por favor, por favor! (Se va derrumbando. Fernando la sostiene). 

FERNANDO.- No hay nadie, si lo hubiera todos lo oiríamos. 

ALMA.- (A Amparo). No tardan en abrir, te lo juro. 



 Pausa. Miguel se mueve. Ya no puede aguantar las ganas de orinar, al fin se orina en los pantalones. 
Le jala la manga a la abuela. 



MIGUEL.- (En secreto). Ya me hice. 

VIRGINIA.- (Toca el pantalón del niño, al sentir que está mojado se enfurece. Le da de nalgadas). Te 
dije que te aguantaras. ¡Cochino! 

MIGUEL.- No pude. 



 Virginia por su propio estado de nervios vuelve a pegarle, lo hace con fuerza. Amparo le agarra las 
manos para que ya no lo haga. 



AMPARO.- ¡Déjelo! 

VIRGINIA.- Tú no te metas. 

AMPARO.- (Aprieta con fuerza las manos de Virginia. La lastima). ¡Le digo que lo deje! 

VIRGINIA.- ¡Suéltame! 


AMPARO.- Hasta que diga que ya no le va a pegar. 

VIRGINIA.- ¡Gata infeliz! 

RAMÓN.- (Trata de separar a Amparo). ¡Suéltala! 

FERNANDO.- (Amenazador). Usted no se meta, es cosa de mujeres. 

FRANCISCA.- Es una señora y una criada. 

ALMA.- Son dos mujeres iguales. 

FRANCISCA.- ¿Iguales, a quién? 

VIRGINIA.- (Respira fuertemente, se agarra el pecho cuando la suelta Amparo). ¡Virgen Santa, 
misericordia! 

ALMA.- Ahora sí se puso pálida, parece que es en serio. 

FRANCISCA.- (A Amparo). Si se muere es por tu culpa. 

AMPARO.- (Asustada) Yo no hice nada. 

FRANCISCA.- Te llevarán a la cárcel y te quitarán a tu hijo. 

AMPARO.- (Desesperada toma del vestido a Francisca y la sacude violentamente) Diga que eso es 
mentira, dígalo. 



 Francisca aterrada por la reacción de Amparo no sabe que hacer. Fernando la separa. 



FERNANDO.- (Tranquilizando a Amparo). Déjala, no vale la pena. 

AMPARO.- Dice que yo la maté. 

MIGUEL.- ¿Se va a morir mi abue? 

CECILIA.- No, sólo tiene un mareo. 

FRANCISCA.- (Se coloca lejos de Amparo, desde ese lugar la amenaza). Esto me lo pagarás, voy a 
hacer que te corran de tu trabajo. 

AMPARO.- (Nuevamente se abalanza contra ella. En su furia le rompe el collar, las cuentas ruedan 
por el piso). Si hace eso le juro que la mato. 

FRANCISCA.-(A todos, librándose de Amparo). Ustedes son testigos de que quiere matarme. 

FERNANDO.- Y de que usted la amenazó con quitarle el trabajo. 



 Se hace otra pausa tensa. Francisca le pide a Miguel que la ayude a recoger las cuentas del collar. 
Las van guardando en su bolsa. 




VIRGINIA.- (Ahogándose). Si me muero avisen a la madre de este niño, él sabe donde encontrarla. 

RAMÓN.- (Golpea la pared). ¡Desgraciados, abran! 



 Tiene otro acceso de tos, escupe sobre virginia. Esta se recupera por el asco. 



VIRGINIA.- ¡Viejo puerco! 

FERNANDO.- (Ríe). Que poco le duran las enfermedades, doña. 

VIRGINIA.- (A Ramón) Debería estar en un hospital y no aquí. 

FERNANDO.- (A Ramón). ¿Ya leyó que uno de los primeros síntomas del Sida es ése, la tos? 

RAMÓN.- (Indignado.) Ganas me dan de pegarte. 

FERNANDO.- (Lo empuja violentamente). No se quede con ellas, hágalo. 



 Ramón reacciona y se lanza contra Fernando. Luchan un breve momento. Entre todos los separan. Se 
hace una larga pausa en que los dos se observan con molestia. 



CECILIA.- ¿Cuánto tiempo llevamos aquí? 

FRANCISCA.- Lo de menos es lo que llevamos, lo importante es lo que nos falta. 

CECILIA.- ¿Y si alguien lo hizo a propósito? 

FRANCISCA.- ¿Qué cosa? 

CECILIA.- Esto, encerrarnos, impedir que se mueva el elevador. Es muy raro lo que se han tardado. 

FRANCISCA.- ¿Para qué lo iban a hacer? 

CECILIA.- No sé, pueden ser ladrones que aprovechen para vaciar nuestros departamentos. 

FERNANDO.- (Asustado). Es verdad, cómo no lo había pensado. Esto es cosa del Rocky. 

ALMA.- (Siguiéndole el juego). ¿Del Rocky? No puede ser. Tú me dijiste que ya no lo ves. 

FRANCISCA.- ¿Quién es ese Rocky? 

ALMA.- ¡No lo digas! 

FERNANDO.- (Alzando los hombros). Uno que vive en este edificio, vende drogas. Quedé a deberle 
una buena lana. Esta es su venganza. 

ALMA.- Pero Fernando, te dije que le pagaras. 

 FERNANDO.- ¿Me puedes decir con qué? 


ALMA.- Todo por tus vicios. 

FERNANDO.- (Violento). Son míos, no tuyos. 

ALMA.- Sí, muy tuyos, pero da la maldita casualidad de que por lo tuyo vamos a morir todos. 

FERNANDO.- La neta, de dónde querías que sacara la lana... ¿querías que robara? 

ALMA.- Tú sabes que te dio otra oportunidad. 

FERNANDO.- ¿Oportunidad? Ese no da nada. 

ALMA.- Te pidió que te acostaras con él. Di que no es cierto. 

FERNANDO.- ¿Debí hacerlo? 

ALMA.- Eso es cosa tuya, pero creo que es mejor que morir aquí, encerrados, asfixiados. 

FERNANDO.- No le hago a eso, soy hombre. 

ALMA.- Por una vez no te ibas a volver maricón. 

FERNANDO.- Jamás, óyelo bien, jamás. 

ALMA.- Lo que pasa es que eres un egoísta. 

AMPARO.- (Asustada. A Fernando). ¿De verdad nos vamos a morir? ¿Y mi hijo? 

FERNANDO.- (Ríe a carcajadas) Cómo crees, estábamos vacilando nomás. 

ALMA.- (Riendo). Ya te estabas entusiasmando con el Rocky. Ya te caché. Se me hace que eres 
bicicleta. 

VIRGINIA.- Por lo visto a ustedes no les importa que los escuche un niño, un niño inocente. 

CECILIA.- ¿Inocente? (A Miguel). A ver tú, niño, dile a tu abuela cómo se hacen los niños. 

MIGUEL.- (Apenado). Yo...yo. 

CECILIA.- ¿No lo sabes? 

MIGUEL.- En la escuela nos enseñaron que cuando un hombre y una mujer... 

VIRGINIA.- ¡Cállate! 

ALMA.- (Ríe). Ya tiene la teoría, sólo le falta la práctica. 

FRANCISCA.- Si hemos de permanecer juntos hagámoslo con amor. 

FERNANDO.- ¡Sale! Eso sí me gusta. ¿Cuántos somos? Yo, con Alma. (La abraza eróticamente. A 
Ramón). Usted, con ella. (Lo avienta hacia Francisca). La señora, con la sirvienta, y tú, chavo, 
llégale a ella. (Lo avienta hacia Cecilia) 



. Todos se separan instantáneamente, sólo él sigue abrazando y besando a Alma. Fingen que hacen el 
amor, pujan. Francisca indignada trata de separarlos. 




FRANCISCA.- Ya aguanté mucho tiempo sus insolencias, he querido llevar las cosas en paz pero veo 
que no es posible. 



 Cecilia mientras tanto se va desesperando, llora, se queja, respira con dificultad. Fernando deja a 
Alma y se acerca a ella. Cecilia se recarga en una pared. Está muy angustiada. 



CECILIA.- ¡Basta, basta! No quiero pasar un minuto más en este elevador. Me van a correr del trabajo. 
(Se golpea contra la pared, se muerde una mano). 

FERNANDO.- (Queriendo calmarla). Te aseguro que no tardan. 

CECILIA.- No me importa el trabajo, puedo conseguir otro...Tengo terror a los lugares cerrados, si 
seguimos aquí me voy a volver loca. (Llora). 

FERNANDO.- Voy a intentar abrir. 

CECILIA.- Te lo suplico. 

FERNANDO.- (A los demás). Me tienen que ayudar. 



Esta vez todos cooperan, lo van elevando para que abra el techo, hace maniobras, no puede, lo golpea, 
no se abre. 



RAMÓN.- Vea si tiene tornillos. 

FERNANDO.- No veo nada. 

FRANCISCO.- Es necesario empujar con fuerza. 



 Fernando lo hace, pierde el equilibrio y cae al piso. Su mano se golpea en el carrito de mercado. 
Gritos y empujones. Fernando se queja en el piso, se toma una mano con la otra. Furioso se 
levanta, va al carrito y empieza a patearlo. 



VIRGINIA.- ¿Qué hace, se volvió loco? ¡Deje mi carro! 

FERNANDO.- Con su pinche carro me golpeé la mano. (Se queja, vuelve a patear el carro. Virginia 
trata de impedirlo. Miguel llora asustado. Todos gritan). 

VIRGINIA.- ¡Mi mandado! 


FERNANDO.- ¡Al carajo con todo! 

ALMA.- ¿Te pasó algo? 

FERNANDO.- Creo que me la jodí. (Muestra la mano). 

ALMA.- Deja ver. 



Le toma la mano, Fernando grita de dolor. 



FERNANDO.- ¡Fíjate, pendeja! 

CECILIA.- La debe tener fracturada. 

ALMA.- ¿Y ahora? 

CECILIA.- Lo ideal sería llevarlo a que le tomen una radiografía. 

FERNANDO.- Me duele un chingo. 

CECILIA.- Te voy a poner un vendaje. 

ALMA.- (Celosa). Déjalo, yo se lo pongo. ¿Alguien tiene un trapo? 



Todos niegan con la cabeza, se ponen de espalda para no prestar ninguna prenda personal. Alma se 
quita la blusa, con ella envuelve la mano. Fernando mejora con eso. 



FRANCISCA.- (Se quita su suéter o saco y se lo da a alma para que se cubra y no se muestre medio 
desnuda.) ¡Cúbrase! 

ALMA.- (Sonríe burlona, se lo pone. A Fernando) Gritabas más que una mujer dando a luz. 

FERNANDO.- Como a ti no te dolió. 

RAMÓN.- Qué bueno, debió haberse roto la cabeza y no solamente la mano. 

FERNANDO.- ¡ Pinche viejo amargado! 

RAMÓN.- (Enfrentándose a Fernando). Repite lo que dijiste para que te rompa otra cosa. 



 Fernando con la mano sana le da un fuerte empujón, luchan, Fernando cae al piso, Ramón trata de 
patearlo, por el esfuerzo casi se ahoga. Las mujeres los separan. 



MIGUEL.- Me están apachurrando. 




 La abuela lo rescata del nudo humano. 



RAMÓN.- ¡Aire, necesito aire! 

CECILIA.- ¡Ya no se quejen, por favor, ya no soporto más! 

AMPARO.- (Con voz grave). No importa lo que digan o hagan, todos vamos a morir, los que están 
encerrados y los que están afuera. Dios así lo ordena. 

FRANCISCA.- ¿Por qué lo dices? 

AMPARO.- ¡Está temblando! 

ALMA.- (Cambia totalmente de semblante, se aterra). ¿Temblando? 

CECILIA.- No se muevan. (Todos quedan tensos). 

AMPARO.- Es el castigo por vivir aquí en la ciudad. Moriremos prensados, destripados, rotos. 

FRANCISCA.- ¡Dios mío, sí está temblando! 



 Todos reaccionan con terror al temblor, tratan de pegarse a las paredes, unos se agachan para 
protegerse. Alma se abraza fuertemente a Fernando. Miguel se acerca a la abuela que lo 
protege. Francisca reza en voz alta. Amparo es la única no asustada. 



AMPARO.- Moriremos unos encima de los otros con los cuerpos confundidos. Tu pierna será mi 
pierna, tu sangre será mi sangre. La tierra nos llama. 

FERNANDO.- Yo no siento nada. 

ALMA.- ¡Yo no quiero morir así! 

FERNANDO.- (Vuelve a abrazarla). ¡No está temblando! 

ALMA.- ¡Mamá, mamá! 

AMPARO.- En el fondo de la tierra me uniré a mi hijo, él ya debe estar esperándome. 

RAMÓN.- (Tose). Es verdad, no tiembla. 

CECILIA.- ¡Dios mío! 

FRANCISCA.- Ya era tiempo que se acordaran de Dios. Usted no rezó conmigo. 

CECILIA.- Fue una expresión. Él no nos va a sacar de aquí. ¿O sí? 

AMPARO.- Nadie puede escapar a sus designios. La tierra se ha mezclado con el agua, con la sangre; 
ahora todo es lodo y en el lodo todo se hunde. 

CECILIA.- Con el temblor menos va a funcionar esto. 


FERNANDO.- No ha temblado, los temblores se sienten, se oyen; todo cruje, truena. 

ALMA.- Júrame que ya no tiembla. 

FERNANDO.- Te lo juro. 



 Pausa un poco más larga. Amparo ya trastornada mueve rítmicamente su cuerpo. En ese momento se 
va la luz. Todos gritan, se insultan violentamente, lloran, ruegan, golpean las paredes y la 
puerta. El ruido será intenso con pequeñas pausas de silencio. Cecilia grita con voz muy aguda. 
Se enciende la luz. Miguel está tirado en un rincón del elevador, Cecilia tiene una pistola en la 
mano con la que amenaza a Ramón. Ramón tose sin poder contenerse. Cecilia le da una 
cachetada con la mano libre. 



CECILIA.- (Fúrica y llorosa a la vez). ¡Usted fue el que me agarró el pecho. Niéguelo! 

RAMÓN.- (Ahogándose). Yo...yo... 

CECILIA.- (Ahora amenaza con la pistola a Fernando). ¿O fuiste tú? 

FERNANDO.- (Asustado pero en broma). A mí que me esculquen. 

CECILIA.- El que haya sido tiene muy poca madre. 

VIRGINIA.- (Busca a Miguel, asustada quiere ir con él. Cecilia se lo impide amenazándola con la 
pistola). ¡Mi niño! (A Cecilia). Señorita, le ruego que guarde eso, se lo ruego. (Cecilia Baja el 
arma). ¿Está muerto? (Se acerca al niño, trata de levantarlo). 

ALMA.- Creo que lo aplastaron. 



Francisca cambia de lugar, se tropieza y cae sobre Cecilia. 



CECILIA.- (Empujándola). No se me eche encima. ¡Apesta! 

FRANCISCA.- La que apestas eres tú. 

CECILIA.- ¡Mocha! 

FRANCISCA.- ¡Puta! 

CECILIA.- (Le coloca el revólver en el cuello o en la cabeza). Repita lo que dijo. 

VIRGINIA.- No ven que se está muriendo mi niño o ya se murió. 

AMPARO.- Entre todos lo matamos, así nos asesinaremos unos a los otros, los padres a los hijos, las 
esposas a los esposos, los amigos entre sí. Nadie quedará vivo. Sobre la tierra vivirán alimañas. 


ALMA.- (Señalando a Miguel). Aún respira. 

VIRGINIA.- (Se hinca junto al niño). ¡Virgen Santa, te ofrezco mis dolores por su vida! 

FRANCISCA.- (Se hinca a su vez, canta abriendo los brazos en cruz). “¡Oh María, Madre mía, oh, 
Consuelo del mortal, amparadme y llevadme a la Patria Celestial!” 

AMPARO.- Los primeros que morirán serán los niños, después las vírgenes. 

RAMÓN.- (Tose, escupe cerca de Virginia). Perdón. 

VIRGINIA.- Le ruego que escupa sobre mí. Dios me manda esto por mi pecado de soberbia. ¡Dios, soy 
la más humilde de tus siervas! 



Ramón vuelve a toser, siguiendo el pedido de Virginia escupe sobre ella, el escupitajo le cae en el 
cuello. Virginia, sin poder reprimir el asco y el enojo, se enfrenta a él. 



VIRGINIA.- ¡Sifilítico, tuberculoso! 



 Fernando que está colocado al lado de ramón ríe. 



FERNANDO.- ¡Sifilítico y tuberculoso. Qué chinga le acomodaron, mister! 



Ramón molesto tira sorpresivamente un golpe fuerte a los testículos de Fernando. Éste cae al suelo. 
Nueva algarabía de todos. 



RAMÓN.- De mí no se burla nadie. 

AMPARO.- Después morirán los hombres jóvenes, los que aún no han pecado. 

ALMA.- (Se abalanza sobre Fernando, lo mueve, éste no reacciona, lo cree muerto. Se levanta y 
tomando del saco a ramón lo sacude violentamente)¡Asesino! 



Ramón la avienta, ella va junto a Cecilia para quitarle la pistola, las dos luchan por la posesión del 
arma. La pistola sube y baja según quien la tenga. Gritos y empujones. Estos últimos violentos. 
Se va la luz. Gritos más fuertes. Se sigue escuchando la lucha en la cual ya toman todos parte 
para desarmar a las mujeres. Suena un balazo. Se escucha un quejido. Después silencio total. 
Ruidos del elevador que inicia su movimiento sin encender las luces. Música ambiental a todo 


CUPO LIMITADO 
34 
volumen. Al encenderse la luz los actores ya deberán de haber abandonado el elevador si éste 
no pudo moverse o bien desaparecer éste de la vista y verse sólo el hueco que ocupaba. 
F I N 
1989. CORREGIDO 1994



RESUMEN: Ocho personas quedan atrapadas dentro de un elevador de pequeño 
tamaño. Al prolongarse el tiempo de estar encerrados uno a uno se va molestando con el 
vecino, los viejos se molestan con los jóvenes por ser escandalosos, la abuela con el 
nieto porque quiere orinar, la mocha con una secretaria, etc. La violencia se va haciendo 
cada vez mayor hasta que al final se escucha un balazo. Se va la luz. No sabemos quien 
fue el herido o muerto, puede ser cualquiera. 



PERSONAJES: Ocho: Un niño, cuatro mujeres y tres hombres.