16/2/15

LO QUE NO SE DICE. Tennessee Williams.




LO QUE NO SE DICE

Tennessee Williams

La señorita Cornelia Scott, de 60 años, rica solterona del sur está sentada frente a una mesita de caoba puesta para dos. El otro lugar que aún no se halla ocupado tiene delante una única rosa en un florero de cristal. La posición de la señorita Scott en la mesa está flanqueada por un teléfono monófono, una bandeja de plata para cartas y una cafetera. En el borde de la zona iluminada, un fonógrafo de consola. Al levantarse el telón la mujer está marcando un número de teléfono.

CORNELIA: La casa de la señora Horton Reid? Hablo de parte de la señorita Cornelia Scott. La señorita Scott lo siente mucho pero no podrá asistir a la reunión de las hijas de la confederación esta tarde, pues se despertó por la mañana con la garganta inflamada y no tiene mas remedio que guardar cama. Pide que le hagan el favor de decirle a la señora Reid que lamenta muchísimo no haberle avisado antes. ¡Oh! Aguarde un momentito! Creo que la señorita Scott tiene otro mensaje!

Entra en la zona iluminada Grace Lancaster, Cornelia levanta un a mano en señal de prevención.

CORNELIA: ¿Cómo dice señorita Scott? (Pausa breve) ¡Ah, sí! La señorita Scott ruega que la señorita Esmeralda Hawkins le llame en cuanto llegue. Muchas gracias. Adiós.
( Cuelga) Como vez, tengo que fingirme mi propia secretaria.
GRACE: Estaba tan oscuro que no pude despertarme a tiempo.

Grace Lancaster tiene unos 40 o 45 años y está algo marchitada, pero aún es bella, su cabello que empieza a encanecer, sus ojos pálidos, su figura esbelta con su peinador de seda rosada le imparten un algo de insustancial en marcado contraste con la grandeza romana de la señorita Scott. Hay entre ambas mujeres una tensión misteriosa. El clima de algo que no se expresa con palabras.

CORNELIA: Ya he abierto el correo.
GRACE: ¿Algo de interés?
CORNELIA: Una tarjeta de Thelma Paterson que está en la Clínica Mayo.
GRACE: ¡Oh!, ¿Cómo sigue Thelma?
CORNELIA: Dice que adelanta maravillosamente pero ignoro qué quiso decir.
GRACE: ¿No le extrajeron algo?
CORNELIA: Varias cosas según creo.
GRACE: ¡Oh! Aquí está la revista quincenal de literatura anual.
CORNELIA: Con gran sorpresa de mi parte. Creí que había cesado mi suscripción a esa revista.
GRACE: ¿De veras?
CORNELIA: ¿No te acuerdas? Anulé mi suscripción inmediatamente después de esa edición en que atacaban arteramente a mi primo Cecil Tudwiler Bates, el único novelista digno que ha producido el sur desde que murió Carlos Egbert Graddok.
GRACE: ¡Ah, sí! Recuerdo tu le escribiste una carta furiosa, protestando, al director de la revista y recibiste una respuesta muy conciliadora, de una ayudante de la dirección llamada Carolina no se qué con la cual te ablandaste por completo y desististe de borrarte.
CORNELIA: Las respuestas conciliadoras jamás me han ablandado, nunca del todo y ni siquiera parcialmente y si escribí al director general y me contestó una ayudante, mi reacción ante semejante impertinencia difícilmente sería lo que se llama ablandarme.
GRACE: (Para cambiar de tema) ¡Oh, sí! Aquí está el nuevo catálogo de la casa de gramófonos y discos de Atlanta.
CORNELIA: (Admitiendo eso) Sí, ahí está.
GRACE: Veo que haz punteado algunos rubros.
CORNELIA: Creo que deberíamos completar nuestra colección de Lieder.
GRACE: Haz punteado un Sibelius que ya tenemos.
CORNELIA: Está un poco rayado. (Aspira aire hondamente, y suspira, clavada su vista en el mudo teléfono) Notarás también que he punteado algunos discos de ópera.
GRACE: (Emocionada) ¿Dónde? ¿Cuáles? No los veo.
CORNELIA: ¿Por qué te emociona tanto el catálogo, querida?
GRACE: Me encantan los discos.
CORNELIA: ¡Ojalá te encantaran tanto como para volver a ponerlos en sus álbumes!
GRACE: ¡Oh!, aquí está el Vivaldi que queríamos.
CORNELIA: Queríamos, no querida, querías.
GRACE: ¿Tú no, Cornelia?
CORNELIA: Creo que Vivaldi es una sombra deslavada de Bach.
GRACE: ¡Qué extraño que yo haya tenido la impresión de que tú…! (Suena el teléfono)
CORNELIA: Si me haces el favor…
GRACE: (Levanta el auricular) ¡Residencia de la señorita Scott! (Este anuncio lo revela con un tono reverencioso, como si mencionase un objeto de santidad) Soy Grace. Pero Cornelia está aquí a mi lado (pasa el teléfono) Esmeralda Hawkins.
CORNELIA: (Ceñuda) Esperaba su llamado. ( Al teléfono) ¡Hola, querida Esmeralda!
Estaba esperando que me llamases. ¿De dónde me hablas? Por supuesto, sé que me hablas desde la reunión, ça va sans dire, ma petite! ¡Ja, ja! ¿Pero de cuál de los teléfonos? Hay dos en la casa como tú sabes, el del salón de la planta baja y el del boudoir de la casera, donde sin duda las damas estarán quitándose los abrigos. ¡Oh! Estás abajo, ¿verdad? Pues bien, presumo que a esta hora se hallarán reunidas casi todas las hijas. Sube y llámame desde allí para que podamos hablar un poco más en secreto y yo te aclare bien mi situación antes de que la reunión empiece. Gracias, querida. (Cuelga, mira al espacio en actitud sombría)
GRACE: ¿Las Hijas de la Confederación?
CORNELIA: Sí, hoy tienen su elección anual.
GRACE: ¡Oh, que emocionante! ¿Por qué no estás tú en la asamblea?
CORNELIA: Preferí no ir.
GRACE: ¿Preferiste no ir?
CORNELIA: Sí, preferí no ir. (Se toca el pecho, que respira afanosamente como si acabase de subir corriendo una escalera)
GRACE: ¡Pero es la designación anual de la directiva!
CORNELIA: Ya te lo he dicho (A Grace se le cae la cuchara, Cornelia grita un poco y se sobresalta algo)
GRACE: Perdóname. (Toca el timbre que llama a la criada).
CORNELIA: La intriga, la intriga y la doblez me repugnan de tal modo que no podría respirar el mismo aire (Grace toca la campanilla con más fuerza) ¿Para qué tocas el timbre? ¡Sabes que Luciana no está!
GRACE: Perdóname. ¿A dónde ha ido?
CORNELIA: (Con un bronco susurro, apenas audible) En la ciudad entierran a un negro con mucha pompa.
(Se aclara la garganta, violenta y repite la afirmación)
GRACE: ¡Dios mío! Tienes de nuevo esa laringitis nerviosa.
CORNELIA: No pegué un ojo anoche
(El teléfono suena cerca de su codo, lanza un grito y lo empuja alejándolo de su lado como si quemase)
GRACE: (Levanta el auricular) ¡Residencia de la señorita Scott! ¡Oh! Un momento por favor.
CORNELIA: (Le arrebata el aparato) ¿Estás arriba ahora Esmeralda?
GRACE: ( Con un susurro audible) No es Esmeralda..., ¡Es la señora Bright!.
CORNELIA: ¡Un momento! Un momento, un momento.
(Le arroja el teléfono de nuevo a Grace, con expresión colérica)
CORNELIA: ¿Cómo te atreves a ponerme en comunicación con esa mujer?
GRACE: Yo no te comuniqué, Cornelia. Iba precisamente a preguntarte si...
CORNELIA: ¡Calla! ( Se aleja de un salto de la mesa, mirando furibunda de lado a lado)
Dame ahora ese teléfono. (Grace se lo entrega. Fríamente) ¿Qué puedo hacer por usted? No, me temo que los peregrinos no podrán usar mi jardín esta primavera. Creo que el cultivo de jardines es un pasatiempo estético y no un concurso deportivo. No tendré inconveniente en acepta visitantes aislados. Siempre que hablen con tiempo y yo pueda disponer las cosas de modo que mi jardinero los conduzca en el recorrido, pero bandas de peregrinos, no después de la devastación que mi jardín sufrió la  primavera pasada. ¡Peregrinos que venían con perros... que arrancaban flores y...! con todo placer, adiós. (Devuelve el teléfono a Grace).
GRACE: Creo que la elección te resultaría más soportable si hubieses asistido.
CORNELIA: No entiendo de qué estás hablando.
GRACE: ¿No te has presentado?
CORNELIA: ¿Presentado? ¿Qué es eso?
GRACE: Es ... ¡caramba! Presentar una candidatura.
CORNELIA: ¿Haz sabido que yo, alguna vez, me afane por conseguir un puesto? ¡Oh, Grace! Cuando he sido dirigente de una sociedad o club, fue porque me insistieron las socias, pues soy realmente enemiga de toda figuración. Pero esto es distinto, completamente distinto. Es una prueba de algo. Si, hace mucho tiempo que en la asociación de Las Hijas hay un pequeño grupo, una “banda” que me es hostil.
GRACE: ¡Oh, Cornelia! Tengo la certeza de que estás equivocada.
CORNELIA: No. Hay un movimiento en mi contra.
GRACE: ¿Un movimiento? ¿Contra ti?
CORNELIA: Un movimiento organizado para evitar que yo ocupe cargos de importancia.
GRACE: ¿Acaso no has desempeñado siempre un cargo importante?
CORNELIA: Pero nunca fui regente.
GRACE: ¡Ah! ¿Quieres ser regente?
CORNELIA: No me entiendes. No es que quiera.
GRACE: ¡Oh!
CORNELIA: No quiero ser nada en absoluto, quiero simplemente destruir ese movimiento adverso y a ese fin he reagrupado mis fuerzas.
GRACE: ¿Tus fuerzas?
(Los labios se le retuercen ligeramente como si sintiese un histérico impulso de sonreír.)
CORNELIA: Si, aún tengo en la sociedad algunas amigas que se oponen al movimiento.
GRACE: ¡Oh!
CORNELIA: Tengo el apoyo firme de todas las componentes más viejas del concejo.
GRACE: Bueno en tal caso, yo diría que no debes preocuparte de nada.
CORNELIA: La sociedad se ha expandido con demasiada rapidez estos últimos tiempos.
Se han admitido mujeres que no podrían sentarse en los primeros bancos de una Segunda Iglesia Bautista. Y esa es la triste verdad...
GRACE: Pero a que realmente es una sociedad patriótica...
CORNELIA: Mi querida Grace, en la ciudad de Meridian hay dos capítulos de las Hijas de la confederación. El capítulo Forrest que sirve solo para la chusma y este otro que debía poseer un poquito de distinción. No es que yo me sienta snob. Si algo soy es democrática, tú lo sabes. Pero...(Llama el teléfono, Cornelia lo empuja hacia Grace).
GRACE: ¡Residencia de la señorita Scott! ¡Oh, si un momento! (pasa el teléfono a Cornelia) Es Esmeralda Hawkins.
CORNELIA: ¿Ahora estás arriba, querida? Bueno te lo pregunto porque has tardado tanto en llamar de nuevo. ¡Oh! Me pareció que dijiste que la comida había terminado. Bueno me alegra que te hayas fortalecido con unos bocaditos. ¿Qué fue el menú? ¿Pollo a la King? ¡Cómo para que no fuese! Es lo que más caracteriza a la pobre Amelia ¿Con trocitos de pimiento y honguitos? ¿Qué hicieron las señoras que llevan cuentas de las calorías que ingieren? ¿Mordian los bordes? ¡Oh, pobrecillas! Supongo que luego habría sorbetes de limón con vainillas. ¿Qué? ¿Sorbete de pomelo? ¿Y sin vainillas? ¡Cuánta innovación! ¡Qué apostasía más chocante! Me has dejado atónita. ¡Oh, Jo, Jo! (Con la mano temblorosa, que alarga, busca tomar una taza) ¿Y qué es lo que están haciendo ahora? ¿Hablando del programa de derechos civiles? Luego la votación tardará lo menos media hora en llevarse a cabo. Bueno, bueno, Esmeralda, confío que entiendas mi situación claramente. No deseo ocupar ningún cargo en la sociedad si no es por aclamación. Conoces bien lo que eso quiere decir, ¿verdad? Es una expresión parlamentaria. Significa que el deseo de que cierta persona ocupe un cargo es tan unánime que la votación está de más. Dicho con otras palabras, elegida automáticamente, mediante designación sin oposiciones. Sí, querida, así es de sencillo. He actuado como tesorera tres períodos, dos como secretaria y uno como encargada del grupo religioso ¡Y qué espantoso cargo fue ese con todas aquellas plegarias interminables por todos los muertos de la Confederación He formado parte de la comisión directiva un total de... a ver... catorce años. Bien ahora querida mía la situación es simplemente esta. Si las hijas consideran que he demostrado mi capacidad y lealtad como para ser designada regente sin necesidad de votación, en ese caso me veré obligada a aceptar (La voz le tiembla de emoción) Pero si por el contrario, la... eh... la banda...y tu sabes bien a quienes me refiero... tiene la osadía de proponer otro nombre para el cargo... comprendes entonces cuál es mi posición. En esa eventualidad, por duro que sea imaginarlo, prefiero retirarme a cuarteles de invierno. Apenas se mencione y apruebe otra candidata, mi candidatura debe retirarse en el acto... incondicionalmente... Creo que la cosa quedará bien entendida, ¿verdad Esmeralda? Entonces... muy bien. Baja de nuevo a la reunión. Digiere tu pollo a la King y llámame de nuevo desde el teléfono del piso alto apenas tengas algo que decirme. (Cuelga y mira al vacío con ceñudo gesto. GRACE, toma con un tenedorcito de plata un trozo de pomelo cortado)
GRACE: ¿Todavía no la han hecho?
CORNELIA: ¿Qué cosa, querida?
GRACE: La elección.
CORNELIA: No, todavía no. Parece sin embargo ser... inminente.
GRACE: Cornelia , ¿porqué no piensas en alguna otra cosa hasta que la elección haya pasado?
CORNELIA: ¿De dónde te sacas que estoy nerviosa?
GRACE: Lo estás. ¡Tu respiración es tan afanosa!
CORNELIA: No dormí bien anoche. Por culpa de esa puntada que tenías a un costado, rondaste la cama.
GRACE: Lo siento mucho. Sabes que no es nada. Una contracción muscular por el esfuerzo.
CORNELIA: ¿De cuál esfuerzo proviene, Grace?
GRACE: ¿Cuál esfuerzo? (Emite una débil risita que la denota perpleja) ¡Oh, este...! No sé.
CORNELIA: ¿El esfuerzo de qué? ¿Preferirías que yo te lo dijese?
GRACE: ...Perdóname, yo... (Se levanta)
CORNELIA: (Incisiva) ¿A dónde vas?
GRACE: Arriba un momento. De pronto he recordado que debí tomar las píldoras de belladona.
CORNELIA: No sirven de nada después de haber comido.
GRACE: Si, sin duda es así. No surten efecto.
CORNELIA: ¿Pero tú quieres huir?
GRACE: Por supuesto que no...
CORNELIA: Últimamente haz huído de mi algunas veces como si de pronto yo te amenazase con un cuchillo.
GRACE: ¡Cornelia! He estado... nerviosa.
CORNELIA: Siempre ocurre cuando algo casi... se dice entre nosotras.
GRACE: Me da rabia verte agitada por el resultado de una estúpida elección de club.
CORNELIA: No hablo de las Hijas. Ni siquiera pensaba en ellas. Es...
GRACE: Me gustaría que lo borrases por completo de tu espíritu. Este sería el momento oportuno para tocar algunos discos. Deja que ponga en el fonógrafo una sinfonía.
CORNELIA: ¡No!
GRACE: ¿Qué te parece la de Bach para piano y cuerdas? La que recibimos en navidad de Jessie y Gay.
CORNELIA: ¡No! ¡Dije que no! ¡Dije... que ...no!
GRACE: Algo muy ligero y tranquilo, entonces, ¿qué te parecen los antiguos madrigales franceses?
CORNELIA: ¿Todo lo que sirva para que no hablemos? Cualquier cosa que esquive una conversación, sobre todo ahora que la criada no está en casa.
GRACE: ¡Oh, aquí está! ¡Esto es!
(Ha puesto en marcha el fonógrafo, es una ejecución de clavicordio de Landowska. El fonógrafo está en el borde de la zona iluminada, o justo fuera de ella. Cornelia mira con expresión sombría, mientras Grace vuelve a su asiento con una ficción de embeleso, apretándose las manos y cerrando los ojos encantada)
¡Oh, cómo aquieta las cosas! ¡Qué dulce, suave y pura...!
CORNELIA: Sí. ¡Y completamente deshonesta!
GRACE: ¡Deshonesta! ¿La música?
CORNELIA: ¡Completamente! “Aquieta las cosas”, en vez de expresarlas en voz alta.
GRACE: “La música tiene encantos que aplacan el salvaje pecho...”
CORNELIA: Sí, siempre que el salvaje pecho lo permita
GRACE: ¡Sublime! ¡sublime!
CORNELIA: (De muy mala gana) Landowska es un artista de muy rara definición.
GRACE: (Estáticamente) ¡Tiene un rostro tan noble, un perfil tan hermoso y tan recio como el de Edith Sitwell! Luego de esto pondremos “ La façade” de Edith Sitwell.
“Juana, Juana tan alta como una grúa, de nuevo se desgrana la luz de la mañana...”
CORNELIA: Querida, ¿no hay algo que has dejado de notar?
GRACE: Claro que lo noté. Al entrar aquí. Enseguida la vi.
CORNELIA: No haz aludido a ella.
GRACE: Lo hubiese hecho... ¡Pero te ha preocupado tanto la reunión!
CORNELIA: La reunión no me preocupa.
GRACE: ¿A quién debo agradecer esta rosa encantadora?
CORNELIA: Encontrarás otras catorce en el escritorio de la biblioteca cuando vayas a ocuparte de la correspondencia.
GRACE: ¿Otras catorce rosas?
CORNELIA: Quince en total.
GRACE: ¡Qué maravilloso! ¿Porqué quince?
CORNELIA: ¿Cúanto tiempo hace que estás aquí, querida? ¿desde cuando es esta casa, gracias a ti, una casa de rosas?
GRACE: ¡Qué forma más linda de expresar la idea!. Claro, sí. Soy tu secretaria desde hace quince años.
CORNELIA: ¡Mi compañera de quince años! Una rosa por año, un año por cada rosa.
GRACE: ¡Qué manera más delicada de... hacer honor a la fecha!
CORNELIA: Primero pensé “ perlas” pero luego me dije: “No, rosas”. Sólo que tal vez he debido darte algo de oro. ¡ja, ja! Dicen que el silencio es de oro, ¿sabes?
GRACE: ¡Oh, Dios mío! Ese estúpido fonógrafo está repitiendo el mismo disco.
CORNELIA: ¡Déjalo, déjalo! Me gusta.
GRACE: Es que quisiera...
CORNELIA: Siéntate. Hoy, esta misma noche, hará quince años que un día seis de noviembre, una persona muy dulce, suave y callada... una diminuta y serena viuda  tímida... llegó por primera vez al número siete de la Avenida Ribereña. Era otoño. Yo había estado cubriendo con hojas secas los rosales para protegerlos de la escarcha, cuando de pronto oí pasos en la grava, delicadas y leves pisadas muy rápidas, como una primavera que se presentase en mitad del otoño, y levanté la vista... y sí... ¡claro que sí! Era la primavera. Una personita tan menuda y delgada que la luz parecía brillar a través suyo como si estuviese hecha con la seda de una sombrilla blanca (Grace deja escapar una risita breve, denotativa de asombro) ¿Por qué te ríes? (Con aspereza, herida) ¿Por qué haz reído en esa forma?
GRACE: Sonó... ¡ ja, ja! Sonó como el primer párrafo de un cuento de revista femenina.
CORNELIA: ¡Qué observación más mordaz!
GRACE: No fue ésa mi intención. Yo...
CORNELIA: ¿Qué otra intención pudo haber?
GRACE: Cornelia, tú sabes como soy yo. Siempre me turba un poco el... sentimentalismo. ¿No es asi?
CORNELIA: Sí, asustada de algo que denota un sentimiento.
GRACE: Quienes no te conocen, bien, casi todas las personas que tratamos, se sorprenderían de oírte a ti, Cornelia Scott, la dama grave y digna expresándose en un todo tan lírico.
CORNELIA: Los que no me conocen bien son todos. Sí, creo que hasta tú.
GRACE: Cornelia, debes admitir que el sentimentalismo no es tu cuerda.
CORNELIA: ¿Es que para mí no hay más que silencio? (El reloj da la hora con estridencia) ¿Estoy condenada a callar toda mi vida?
GRACE: Tú no eres mujer que...
CORNELIA: Yo no soy mujer que... yo no soy mujer que...¿Pero como sabes tú qué cosa soy y que no soy?
GRACE: Puedes negarlo, Cornelia, todo lo que gustes pero veo claramente que te ha trastornado la elección de las Hijas de la Confederación.
CORNELIA: ¿Otra ofensa levemente velada?
GRACE: ¡Oh, Cornelia, por favor!
CORNELIA: (Imitándole el gesto) ¡Oh, Cornelia, por favor!
GRACE: Si he dicho algo que no debiese, te pido perdón. Te presento mis más modestas disculpas.
CORNELIA: No quiero tus disculpas.
(Silencio tenso. El reloj golpea. De pronto Grace alarga una mano para tocar la mano venosa y enjoyada de la señorita Scott. Cornelia retira bruscamente su mano como si el contacto la quemase)
GRACE: Gracias por las rosas.
CORNELIA: Tampoco quiero que me des las gracias de nada. Todo lo que deseo es un poco de afecto recíproco, no mucho, pero no poco a veces.
GRACE: Siempre lo haz tenido, Cornelia.
CORNELIA: Y una cosa más... Un poco de franqueza también.GRACE: ¿Franqueza?
CORNELIA: Sí, franqueza... si no es mucho pedir a una joven tan orgullosa.
GRACE: (Se levanta de la mesa) ¡No soy orgullosa ni soy joven, Cornelia!
CORNELIA: Siéntate, no te vayas de la mesa.
GRACE: ¿Es una orden?
CORNELIA: Nunca te doy órdenes. Formulo ruegos.
GRACE: A veces es difícil distinguir entre ruegos y órdenes de una patrona. (Se sienta)
CORNELIA: ¡Haz el favor de apagar la vitrola! (Grace se levanta y detiene el fonógrafo)
Grace, ¿no tienes la sensación de que hay algo que no se dice entre nosotras?
GRACE: No, no tengo esa sensación.
CORNELIA: Yo sí. Desde hace mucho siento que entre nosotras hay algo que no se dice.
GRACE: ¿No te parece que siempre entre dos personas hay algo que no se dice?
CORNELIA: No veo la razón.
GRACE: ¿Y no es cierto que muchas cosas existen sin razón?
CORNELIA: No transformemos esto en un discurso metafísico.
GRACE: Bien. Pero tú me desconciertas.
CORNELIA: Es muy sencillo. No hay motivo para desconciertos. Se trata sencillamente de que yo considero que hay entre nosotras algo que no se dice y debería decirse ¿Por
qué me contemplas de ese modo?
GRACE: ¿De qué modo te contemplo?
CORNELIA: Positivamente aterrada.
GRACE: ¡Cornelia!
CORNELIA: Sí, estás asustada, asustada... pero no pienso callarme.
GRACE: Sigue... sigue, por favor. Continúa.
CORNELIA: ¡Voy a seguir! ¡Voy a seguir! ¡Voy a...(Llama el teléfono, Grace lo toma) No,
no, no. Déjalo que llame (Sigue sonando) Descuélgalo.
GRACE: Permíteme...
CORNELIA: ¡Dije que lo descolgases! (Grace descuelga el auricular, Una voz dice: Hola!, hola!, hola!).
GRACE: (Echa de pronto a sollozar) ¡No puedo aguantar!
CORNELIA: ¡Calla! Podrían oírte.
VOZ: ¡Hola! ¡Hola Cornelia! ¡Cornelia Scott!
(Cornelia toma el auricular y lo cuelga con violencia)
CORNELIA: ¡Basta ya! No sigas con ese tonto ardid femenino.
GRACE: Dices que hay algo que no se dice. Tal vez lo haya. No sé . Pero sé que algunas cosas quedan mejor sino se las dice. Sé también que cuando entre dos personas un silencio se ha prolongado largo tiempo, es como una pared impenetrable que se les interpone. Quizás entre nosotros haya tal pared, una que sea impenetrable. O quizás tú puedas penetrarla. Yo sé que no puedo. Ni siquiera podría intentarlo. Las dos hemos encanecido. Pero no con el mismo color de canas. Dentro de ese peinador de terciopelo pareces el emperador Tiberio. ¡Con si toga imperial!
Tus cabellos y tus ojos han tomado el color del acero. Gris acero. ¡Un aire de cosa invencible! La gente siente casi... algo de temor en tu presencia. Notan tu fuerza y te admiran por ella. Acuden a ti en procura de una opinión sobre esto o aquello. Qué comedias se deben ver en la temporada, qué libros merecen leerse y que... discos valen la pena...o cuál es la reacción más apropiada para una ley del congreso. ¡Tú eres
una fuente de sabiduría! Además de eso, está tu riqueza, si tú... fortuna. Todas tus propiedades, tus valiosísimas acciones y títulos, tu mansión en la Avenida Rivereña, tú... tímida, pequeña secretaria... tus fabulosos jardines en los cuales no pueden entrar los peregrinos.
CORNELIA: ¡Oh, sí! Ahora hablas. Estás hablando por fin. Sigue, sigue hablando...
GRACE: Yo... yo soy muy diferente. También encanezco, pero el color de mis canas no es el mismo. No es acerado, como el tuyo... No es imperial Cornelia, sino gris, sí un gris...como el color de las telarañas (Pone el marcha un disco de nuevo, muy quedamente) Algo blanco que se ha ensuciado... el gris de las cosas olvidadas (Llama el teléfono de nuevo y ninguna de las dos parece darse cuenta) Siendo así... ya que ésa es
la diferencia entre nuestras dos clases de gris, el tuyo y el mío... no debes esperar que conteste audazmente a preguntas que hace estremecer la casa de silencio... Que manifieste con palabras cosas que no se han hablado en quince años. En ese largo tiempo el silencio se transforma en una pared que la dinamita solamente puede avasallar, y... (Toma el teléfono) No tengo fuerza bastante, valentía suficiente . No soy...
CORNELIA: (Con fiereza) Estás hablando en el teléfono.
GRACE: (Al teléfono) ¡Hola! Sí, está aquí, es Esmeralda Hawkins (Cornelia toma bruscamente el teléfono)
CORNELIA: ¿Qué sucede Esmeralda? ¿Qué dices? ¿Está el salón lleno de mujeres?
¡Qué bullicio! ¿Qué es lo que tratas de decirme? ¿Han realizado ya la elección? ¿Qué, qué, qué? ¡Oh, esto es enloquecedor! No puedo oír ni una palabra de lo que me dices.
Parece que fuera el cuatro de julio... una fiesta grande. ¡Ja,ja! Ahora haz la prueba de nuevo pero acercando más la boca al aparato (Entrecierra los ojos rápidamente, toma con violencia el florero y lo sostiene con fuerza) ¿Qué, qué? ¿Qué si estoy conforme en qué? ¡No es posible que hables en serio! ¿Pero te haz vuelto loca? (A Grace, con voz que denota pánico) Quiere saber si aceptaría el cargo de vice regente. (Al teléfono otra vez) ¡Esmeralda! ¿Quieres escucharme? ¿Qué es lo que ocurre? ¿Qué nuevas defecciones? ¿Qué cariz tiene la cosa?¿Porqué me haz llamado de nuevo antes de la votación? Más fuerte, por favor habla más fuerte y pon las manos en la boquilla del teléfono para que no puedan oírte y si lo intentan. ¿Quién propuso, querida que yo aceptase la vice regencia? ¡Oh, claro! ¡La señora Corby! ¡Esa bruja traicionera! ¡Esmeralda! Óyeme... Yo no aceptaré ningún cargo que no sea el más alto de todos ¿Lo haz entendido bien? No aceptaré ningún cargo, salvo... Esmeralda (Suelta el
teléfono y cuelga).
GRACE: ¿Ya han hecho la elección?
CORNELIA: (Aturdida) ¿Qué? No, pasan a cuarto intermedio durante cinco minutos antes de que la votación empiece...
GRACE: ¿Y las cosas van bien?
CORNELIA: Me han preguntado ¿”Aceptarías la vice regencia si por alguna razón no te nombrasen regente”? Luego colgó como si alguien le hubiese arrebatado el teléfono de la mano o la casa se prendiese fuego.
GRACE: Gritaste. Supongo que se habrá asustado.
CORNELIA: ¿A quién se le puede creer en este mundo, en quién confiar alguna vez?
GRACE: Creo que tal vez debiste ir a la reunión.
CORNELIA: Yo pienso que el no estar presente tiene mayor peso.
GRACE: (Se levanta de nuevo) ¿Me permites ahora?
CORNELIA: ¡No! ¡Quédate aquí!
GRACE: Si eso no es más que un pedido, yo...
CORNELIA: ¡Es una orden! (Grace se sienta y cierra los ojos) La primera vez que viniste a esta casa, ¿sabes que yo no te esperaba?
GRACE: Sí, Cornelia, pero tú me habías invitado.
CORNELIA: Apenas si nos conocíamos.
GRACE: Nos habíamos conocido el verano anterior cuando Ralph...
CORNELIA: ...vivía. Sí, nos conocimos en Swanee, donde estaba de instructor de verano.
GRACE: Ya se sentía enfermo.
CORNELIA: Yo pensé: “!qué pena que esa hermosa y delicada chica no haya encontrado alguien en quién apoyarse, alguien que la proteja” Y dos meses después, por medio de Clarabelle Drake, supe que había muerto.
GRACE: Me escribiste una carta tan dulce, contándome lo sola que te sentías desde la pérdida de tu madre, y rogándome que viniese a descansar aquí hasta que el golpe hubiera pasado. Parecías entender lo mucho que necesitaba retraerme por un tiempo de...de viejas amistades. Vacilé en venir. No lo hice hasta que me escribiste tu segunda carta.
CORNELIA: Después que yo recibí la tuya. Querías hacerte rogar.
GRACE: Quería estar segura de que realmente hacía falta. Al venir, sólo pensé permanecer unas semanas. Tuve mucho miedo de.. de abusar de tu hospitalidad.
CORNELIA: ¡Qué ciega estabas al no ver lo desesperadamente que yo necesitaba tenerte aquí para siempre!
GRACE: ¡Oh, sí! Yo vi que tú... (Llama el teléfono, lo toma violentamente) ¡Residencia de la señorita Scott! Sí, está aquí.
CORNELIA: (Se decide por fin a tomarlo) ¡Habla Cornelia Scott! ¡Oh! ¡ Eres tú, Esmeralda! Bueno, cómo salió la cosa? ¡No te creo! Sencillamente no puedo creerte (Grace se sienta tranquilamente a la mesa) ¿Qué ha sido elegida la señorita Hornsby?
¡Bueno, ahí tienes el caballo tapado que gana inesperadamente! Hace menos de un año que entró en la asociación. ¿Tú propusiste mi candidatura? ¡Oh, ya veo! Pero yo te dije que retirases mi nombre si... No, no, no. No me des explicaciones. No importa, yo ya tengo demasiado qué hacer . Sabes que voy a entrar en la asociación de Hijas de los Barones de Runymede. Sí, ha quedado establecido; desciendo directamente del conde de...No, está aclarado, la descendencia ha quedado claramente demostrada.
Además, por supuesto, esto me da derecho a ingresar en Las Damas Coloniales y la Sociedad de Hugonotes... y con todas mis otras actividades y demás cosas, bueno... no hubiese podido aceptar aunque hubiera.. Querido... Por supuesto, claro que voy a renunciar a la asociación local. ¡Oh, sí, sí! Mi secretaria está justamente aquí, sentada a mi lado. Tiene lápiz y papel. Voy a dictarle mi renuncia apenas haya terminado esta conversación. No, no, no estoy indignada, ni siquiera resentida. Me siento un poco... ¡ja, ja! Un poco... divertida. ¡La señora Hornsby! ¡Bah! Para triunfar no hay como ser mediocre. Gracias y adiós, Esmeralda. (Cuelga, atónita. Grace se levanta).
GRACE: ¿El lápiz y el papel?
CORNELIA: Sí, el lápiz y el papel... Tengo que... dictar una carta.

Grace se retira de la mesa. Justo en el borde del área iluminada, se vuelve para mirar los hombros rígidos de Cornelia, y una leve, equívoca sonrisa aparece momentáneamente en su rostro, no del todo maliciosa, pero no realmente compasiva. 
Luego cruza afuera de la zona en luz. Un momento después llega su voz desde la oscuridad circundante.

GRACE: ¡Qué rosas más preciosas! ¡Una por cada año!


TELÓN

13/2/15

De la calle. Jesús Gonzalez Dávila.






De la calle 
Jesús Gonzalez Dávila

PERSONAJES 


RUFINO 
XÓCHITL 
LA SEÑO 
EL CERO 
GLOBERO 
TRUENO 
EL OCHOA 
GREGORIO 
LA PRIMA 
FÉLIX 
LA CHICHARRA 
TRES PUTITAS 
CINCO CHEMOS 
CUATRO SOCIOS 
TRANSEÚNTES 
VECINOS 
UNA PATRULLA 


La acción transcurre por estos días, en un escenario múltiple, 
alrededor de un antiguo edificio de la ciudad de 
México. 




Uno 

Fachada del edificio 

Una calle del centro de la ciudad La fachada de un edificio 

de dos o tres pisos. Son las siete de la mañana. En 
el quicio de una puerta, dos hombres acostados entre 
periódicos. Uno de ellos despierta, se rasca, se sienta, le 
da un empujón al otro. Se oyen campanadas de un templo 
cercano cuando pasan dos ancianas de chal negro. 
El hombre les dice algo. Ellas apresuran el paso y salen. 
El hombre observa a su compañero, se inclina sobre él, 
lo palpa. Pasa una mujer con pañoleta después de comprar la leche. El hombre la llama. Ella no voltea, sale rápidamente. 
Un muchacho con una bolsa de pan se detiene 
a cierta distancia y mira con atención al hombre, quien 
ahora sacude con más jiterza el cuerpo del otro; después 
busca entre los periódicos algo que no encuentra. El hombre 
parece que solloza, pero habla en voz alta; a nadie en 
especial. A quien quiera oírlo. 

HOMBRE: Estaba bien hace rato, antes que saliera el sol. 
Estuvimos hablando, y muy bien. Como siempre. (Pausa.) 
Me dijo, tengo sed. Y yo, no tomes agua, le dije ... 
Ya iba a salir el sol y de eso platicamos. Estaba bien 
hace rato. (Pausa.) Luego me quedé dormido. Así, 
platicando nomás. (Pasan algunos transeúntes. Alguien 
se detiene un momento. Luego continúa su camino.) 
Mi camal, mi compañero ... cómo no. Cómo no 
iba yo a saber, si estaba bien hace rato. (Pausa.) Hasta 
me estuvo diciendo, que quién sabe cuánto de su je
fecito. De sus cosas, pues ... (Silencio.) Yo le dije, no 
vayas a tomar agua, porque eso sí hace daño, ¿qué 
no? (Pausa.) Pero me quedé dormido. Así platicando, 
sin darme cuenta. Ya iba a salir el sol. (Pausa.) Sí, le 
dije, te estoy oyendo, cómo no. Y me donní, otro ratito 
nomás. (Pausa.) Era mi carnal, mi compañero... 
cómo no. 

Mueve la cabeza, abatido. Parece que solloza. El grupo 
de curiosos va creciendo. Alguno cubre el cuerpo con un 
lienzo. El hombre sigue hablando sin parm; dice a uno y 
otro lo mismo. Una sirena que se acerca. Llegan dos fotógrafos, 
empujándose, riendo, masticando aún el desayuno. 
Alistan sus cámaras, escogen ángulos estratégicos. 
Luego, dos hombres corpulentos de traje y corbata se abren 
paso a empujones y codazos. El hombre sentado en el 
quicio de la accesoria sigue repitiendo lo mismo. Del 
grupo de curiosos se separa el muchacho con la bolsa 
de pan. Se apoya en el semáforo, al filo de la banqueta. 
A vuelta de rueda, entra un vehículo de la policía, se detienefi-
ente al muchacho. Éste mira al interior de lapatrulla, 
y obedece la orden de circulwé Camina unos pasos. 
Entra al zaguán del edificio. En la calle continúa la 
acción de rutina cuando amanece algún muerto en la vía 
pública. De un radio portátil surge el estribillo de una 
canción de moda. 

Dos 

En el zaguán 

El muchacho con la bolsa de pan camina por el zaguán. 
De una puerta angosta surge un brazo delgado que lo 
detiene al pasar

XÓCHITL: (Asoma la cabeza.) Ru... Quiubo, Ru. 
RUFINO: Qué pasó. 
XÓCHITL: (Sonríe.) De dónde vienes. 
RUFINO: De por ahí. 
XÓCHITL: ¿Del mercado tan temprano? 
RUFINO: Un mandado de la seño. 
XÓCHITL: Hasta pan trajiste. 
RUFINO: Ya ves. (Le da uno.) 
XÓCHITL: Te lo van a cobrar. 
RUF!NO: Ni modo. 
XÓCHITL: Te dije que ya trabajo. 
RUFINO: Y dónde. 
XÓCHITL: Con don Gregorio; en su papelería. 
RUFINO: Desde cuándo. 
XÓCHITL: Dentro de un rato comienzo. 
RUFINO: Está bueno. 
XÓCHITL: Tú dices si festejamos. 
RUFINO: Luego. Luego hablamos. (Se retira.) 
XÓCHITL: (Lo detiene.) Ru... Ru. 
RUFINO: Tengo que subir. 
XÓCHITL: ¿Vamos a la feria ...? 
RUFINO: A cuál feria. 
XÓCHITL: La que acaban de poner. 
RUFINO: Ah, sí. .. Aquí a la vuelta. 
XÓCHITL: Dicen que ... es más bonita que las otras. 
RUFINO: Bueno. 
XÓCHITL: Vamos a la tarde. 
RUFINO: A la noche. Mejor a la noche. 
XÓCHITL: Órale. (Rujlno sube las escaleras.) Adiós, Ru. 


Xóchitl muerde el pan y desaparece tras la puerta angosta


Tres 

Un cuarto de azotea 

El cuarto de la Seño es extremadamente reducido. Se 

amontonan mesa, ropero, estufa y cama. Rufino deja la 
bolsa de pan sobre la mesa. 

RUFINO: Ya vine ... (Un silencio.) Seño, ya vine. 

Entre las sábanas revueltas aparece una vieja despeinada


LA SEÑO: ¿Y. .. el Ochoa? 
RUFINO: No sé. 
LA SEÑO: ¿No te encontró? 
RUFINO: No. 
LA SEÑO: Salió como un demonio detrás de ti. 
RUFINO: No vi a nadie. 
LA SEÑO: (Revisa la bolsa.) ¿Y este pan? 
RUFINO: Se lo manda Sancho. (Pausa.) Oiga, seño ... Mire 
nomás cómo le dejó el cuello. Y ahora, ¿por qué fue? 
LA SEÑO: (Saca un pan.) El bueno del Sancho ... ¿ya estaba 
en el puesto? 
RUFINO: Sí, pero ... déjeme limpiarle. Mire, tiene sangre 
hasta adentro de la oreja. 
LA SEÑO: Luego, luego ... ¿Le diste lo que te mandé? 
RUFINO: Sí, seño ... (Mientras le limpia la cara.) Todavía 
estaba oscuro cuando llegué al mercado. Sancho me 
dio ese pan, que se lo trajera; también ese bultote de· 
hojas, mire. 
LA SEÑO: Pero, ¿le dijiste lo que...? 
RUFINO: Pues claro. 
LA SEÑO: ¿Abrió la bolsa con ... ? 
RUFINO: Hasta lo probó. 
LA SEÑO: Y qué dijo. 
RUFINO: De primera, ¿qué iba a decir? 
LA SEÑO: ¿Y el recado?¿Y el dinero? 
RUFINO: Todo, seño. Como usted me dijo. Está de acuerdísimo. 
Y necesita otra entrega de la misma, pero ya. 
LA SEÑO: Está loco. (Un silencio.) En el pocillo hay café. 
RUFINO: Sancho me dio chilaquiles; ya lo conoce. Hasta 
llenar. Comí para todo el día. (Pausa.) Sancho sí es 
bueno. 
LA SEÑO: No como mi viejo. 
RUFINO: ¿Ahora por qué le pegó el Ochoa? 
LA SEÑO: Todavía lo preguntas. Nomás sintió que saliste 
y se paró a buscar como loco la bolsa y todo. Luego 
me surtió a patadas cuando le dije que ... 
RUFINO: Pero él ya sabía, ¿qué no? 
LA SEÑO: Se puso peor que nunca. A puro grito. Que esa 
yerba era para otro fulano; la tenía comprometida 
con los Canijos. Y que te iba a ... (Contenida.) Ay, Rufino. 
Mejor te vas. Porque ora sí, el Ochoa anda muy 
bravo. (Silencio.) Te vas por un tiempo largo. Con el 
Sancho, dile. 
RUFINO: El Ochoa me aprecia. 
LA SEÑO: Pero como anda de bravo, no distingue ni a su 
propio hijo. 
RUFINO: Yo ni soy hijo del Ochoa. 

Silencio

LA SEÑO: ¿Quién te dijo eso ...? 
RUFINO: ¿Qué cosa? 
LA SEÑO: Que no eres hijo del Ochoa. Que eres regalado. 
RUFINO: Usted creía que no sabía nada. U y, desde cuándo. 
(Pausa.) Como quiera, el Ochoa me aprecia .. 
LA SEÑO: Anda bravo el Ochoa. Si te encuentra, sepa dws 
de lo que sea capaz. (Pausa.) Vete, Rufino. Y ni regreses. 

Silencio. 

RUFINO: ¿Usted sabe ... de mi papá? Digo, el de a de veras. 

¿Usted sabe? 
LA SEÑO: Quítate. Qué voy a saber. 
RUFINO: Por qué no me dice. 
LA SEÑO: Porque no sé. 
RUFINO: Total, si ya me voy. 
LA SEÑO: (Pausa.) Trabajó por Garibaldi, dicen, hace años. 
De mesero o algo así. Luego lo vieron en el Canta 
Ranas. 
RUFINO: ¿Dónde es eso? 
LA SEÑO: Un tugurio atrás de la Merced, pero ya lo tiraron. 
RUFINO: ¿Entonces? 

La Seño pone alguna ropa sobre una camisa, le amarra las mangas y le entrega el bulto. 

LA SEÑO: Toma, llévate esto. Y la bolsa de pan. (Rufino la 
mira a los ojos.) Se llama Alfredo. Alfredo Hemández 
RUFINO: Alfredo Hemández. 
LA SEÑO: ¿Sabes cuántos hay que se llaman igual? 
RUFINO: El chingo. (Pausa.) Pero lo voy a buscar. 
LA SEÑO: Tú sabrás. 
RUFINO: (Toma el bulto y la bolsa.) Seña... 
LA SEÑO: No, ni me lo agradezcas. Has sido bueno, y 
por eso me apuro. (Lo empuja a la puerta.) Ándale, 
no vaya a regresar el Ochoa. 
RUFINO: Póngase algo en ese golpe, seño. Se le ve re feo. 
LA SEÑO: Sí, sí. Vuélale tú. No te lo vayas a encontrar en 
la escalera o el zaguán. (Rufino sale. Ella le grita desde 
la puerta.) Oye. En aquellos tiempos le decían ... 
el Chícharo... A la mejor alguien se acuerda. 

Cierra la puerta. Va y se tira de nuevo en la cama. 



Cuatro 

En el crucero 

En la esquina, junto al semáforo, un joven ofrece a los 

manejadores cajas de pañuelos desechables. El tránsito 
es pesado a las nueve de la mañana, cuando llega Rufino. 

CERO: Qué pasó, tú. 
RUFINO: Nada... ¿Y tú? 
CERO: Desde cuándo no nos mirábamos. 
RUFINO: Uta, desde cuándo. 
CERO: ¿En qué has andado? 
RUFINO: En lo mismo, ¿y tú? 
CERO: Pss, ya ves. 
RUFINO: Del albergue, ¿te saliste? 
CERO: Soy de la calle, carnal, qué quieres. 
RUFINO: Y dónde le llegas ahora. 
CERO: Con uno que está bien locote. Ya lo conocerás. 


Corre tras un auto ofreciendo sus cajas, que no le compran. 
Regresa con Rufino. 

CERO: A ver cómo te pinta. Es... encantador de serpientes. 
RUFINO: No jodas. ¿En un circo? 
CERO: En una casa de citas. 
RUFINO: Y qué con eso. 
CERO: Uta, ¿andas erizo? 
RUFINO: Como me ves. 
CERO: Te echaron a la calle. Pinche Rufino. Te lo dije. 
Esos güeyes con los que estabas eran balines. 
RUFINO: La seño me aprecia. El Ochoa, pues también, 
aunque tenga su carácter. 
CERO: Ese Ochoa sólo te quiere de esclavo. 
RUFINO: Pero sí me aprecia. 
CERO: ¿Qué traes en la bolsa? (Saca un pan.) ¿Viste al 
que amaneció afuera de la tintorería? Se reventó por 
adentro. El hígado, dicen. Pintaron con gis donde estaba 
el cuerpo. (Pausa.) Y ahora tú, en qué la vas girar. 
RUFINO: Sabe. (Pausa.) A ver qué sale. Y tú, ¿qué pedo ...? 

Cero va con sus cajas hasta un coche. Luego regresa sin 
haber vendido

CERO: Ya me acordé, carnal. No nos mirábamos desde 
la otra vez. Cuando lo de la miscelánea. 
RUFINO: Ah, sí. La miscelánea. 
CERO: (Se acuerda, se ríe.) Cuando salimos destapados ... 
¿A poco se te olvidó? 
RUFINO: Pues cómo; si la caja que me volé no tenía ga
lletas. 
CERO: Era una cajota de galletas "Marias". 
RUFINO: Puras ligas, cabrón. Puras ligas de hule. 
CERO: (Riendo.) Pero como quiera te las comiste, me cae. 
RUFINO: A ti sí te fue mejor. 
CERO: Alcancé a colgarme de un materialista que pasa
ba. Pero tú te quedaste ahí, paradote en la banqueta. 
RUFINO: Mirando mi caja de ligas. 
CERO: En lugar de correr, güey. 

Los dos ríen. Comen pan

RUFINO: Sí... Si sí corrí. Brinqué bardas, salté por azo
teas, en chinga. 
CERO: Pero te agarraron, supe. 
RUFINO: Una más, una menos. 
CERO: Qué güey, Rufino. Qué güey eras entonces, me 
cae que sí. (Corre hasta un auto con sus cajas. Regresa 
sin vender.) Pero, óyeme camal. Ahora es distinto. 
Soplan vientos mejores. Vente conmigo, qué dices. 
RUFINO: Pues por eso vengo. A ver qué transa. 
CERO: Menos riesgos. Más ganancias. Tú dices si le entras. 
RUFINO: Nosotros y quién más. 
CERO: El carnal del que te platico. 
RUFINO: El que hipnotiza víboras. No mames. 
CERO: Uta. Ese sabe un chingo de movidas. Siempre va 
a la segura. Y se organiza bien de acá. Le pone cerebro. 
Nomás de pura pantalla es merolico. Ya lo vas a 
conocer. Déjame que saque una feria de estas cajas y 
lo vamos a ver. 
RUFINO: Aquí te vas a echar todo el día. Ni compran nada. 
CERO: Ha de ser por la hora. Y para acabarla de joder, el 
Globero no tarda en llegar... 
RUFINO: El Globero, sí. Ya sé cual. Lo he mirado ... 
CERO: La esquina es suya. 
RIJFINO: Ps, te va a madrear. ¿O qué? 
CERO: Anoche que estaba taloneando aquí ese Globero, 
le armaron un pedísimo. Hubieras visto. Por nada, 
por una flameada que le puso a un mono de carro 
grande. Se lo llevaron antes que llegara la tira, pero 
han de haber sido los mismos. 

Llega el Globero. Sin cejas, con erupciones en la piel de 
cara y brazos. Trae un garrafón con gasolina y su antorcha 
de estopa. Mira a los otros. 

GLOBERO: Entonces qué. 
CERO: Nada... Aquí nomás. 

GLOBERO: Quién te invitó. (Silencio.) Quién te dio permiso. 
(Silencio.) No sabes de quién es la esquina. 
CERO: Sí, mi carnal. Cómo no voy a saber. Si yo siempre 
ando por aquí. Nos hemos visto, ¿qué no? El otro día ... 
GLOBERO: (Interrumpe.) ¿Entonces...? 
CERO: Nada, Globero. Nada. Nomás estaba aquí de mientras... 
GLOBERO: Mientras qué. 
RUFINO: Te la estábamos cuidando. 
GLOBERO: No mames, hijo. Te estás ganando una buena 
rociada. 
RUFINO: Ya nos vamos. 
CERO: Ese Globero, en qué paró lo de anoche. Los chamuscados. 
¿Cómo te fue con los cábulas? 
GLOBERO: Pinches canijos. Pues cómo querías que me 
fuera. (Muestra el estómago con moretones.) Me surtieron 
macizo. Pero les aguanté a esos hijos de su ... 
RUFINO: (Le da varias pastillas.) Échate una de éstas. 
GLOBERO: De cuáles pastas son. Qué mugrero es ése. 
RUFINO: Es árnica, nomás. Chochos de árnica. 
GLOBERO: (Los prueba.) Uta, saben a madres. 
CERO: Pero no los chupes, carnal. Se tragan. 
RUFINO: Son para los golpes de adentro; los que no se 
ven. Te echas cinco chochos cada que te acuerdas. 
Ahora, mañana y pasado. 

El otro se guarda el frasco. 

CERO: Hubieras visto al Globero anoche, Rufino. Como 
si fuera el mismo dios de las llamaradas, el cabrón. Y 
que pasa un tipo en un carrazo blanco y que se la mien
ta. Así, nomás porque quiso. Hubieras visto, Rufino. 
Como nopalito chamuscado nomás quedó. Y qué gritadera 
de gente. 
GLOBERO: Sí, pero lo del flamazo fue nomás el pretexto. 
Esos canijos querían que yo les soltara otros rollos, 
pero ni madres. (Prepara su antorcha.) Me la pelaron 
bien y bonito. Porque no les dije nada. Bueno. Háganse, 
que voy a trabajar. 
CERO: Nos vemos despuesito, Globero. 
GLOBERO: Ah, sí.¿ Y cuánta lana te estás llevando, cabrón? 
CERO: No chingues. Ni vendí nada. Apenas iba a empe
zar cuando me caíste. 
GLOBERO: Sí, cómo no ... A ver esas monedas. 
CERO: Ni una pinche caja pude vender, ¿no es cierto, 
Rufino? 
GLOBERO: Aquí se quedan a ayudarme un rato, a güevo. 
CERO: Pero ... mi camal trae un pendiente. 
GLOBERO: Se chingan y me alivianan. Tú, güey de los cho
chos, por ese lado. Y tú les llegas a los carros por acá. 

Algunos automóviles se detienen frente al semáforo. Sobre 
el ciclorama se proyecta el enorme resplandor de una 
llamarada. El ruidero de claxons. 

Cinco 

Una camioneta panel 

Una camioneta estacionada sobre la banqueta. Sucia, 
despintada, con los vidrios manchados. Parece abandonada. 
Llegan Rufino y Cero. 

CERO: (Golpea la carrocería.) Carnal... Carnal... 
voz: (Del interior.) Quién. 
CERO: El Cero, carnal. (Silencio. Toca otra vez.) 
voz: (Del interior.) Quién chingados. 
CERO: Es el Cero ... ¿no abres? 

Un silencio. La puerta de la camioneta se abre para ver 
a Trueno, de overol y tenis, corpulento, con melena y ojeras 
muy marcadas. 

TRUENO: Pasen, pasen. Nomás no le echen lodo a la alfombra. 
Cojines de telas floreadas, cortinillas con flecos, móviles 
colgantes, entre el desorden y la suciedad. Una vez que 
han entrado, Trueno cierra la puerta de golpe e inmediatamente 
toma a Rfjino por el cuello y lo levanta en vilo. 
RUFINO: (Apenas.) Oye ... ¿por qué? 

Trueno le da una bofetada que se oye resonar

TRUENO: ¿Qué me andas gritando tú? ¿Qué me gritaste? 
RUFINO: (Confundido, asustado.)¿ Yo... ? 
TRUENO: No te hagas. 
RUFINO: ¿Cuándo ... ? 
TRUENO: El otro día, pinche güey. No te hagas. 
RUFINO: ...Yo no... fui. 
TRUENO: (De un putazo en las costillas lo lanza a un 
rincón.) Qué me gritaste al pasar. Repítemelo ahora, 
hijo de tu pelona. 

Rufino se hace nudo entre los cojines y trata de esquivar 
la lluvia de patadas. 

CERO: (Se interpone.) Ya, cálmala. Ya está bueno. 
TRUENO: Muy machito, ¿no? 
CERO: Déjalo. ¿Qué no oyes? 
TRUENO: Muy machito. 

Trueno se detiene, con esfuerzos. Aún agitado va a un espejo, 
se compone la cabellera

CERO: Si hubiera sabido que lo ibas a madrear. 
TRUENO: Tú no mames, o también te pongo parejo. 
CERO: Mejor ni lo hubiera traído. 

Cero ayuda a Rufino a levantarse. Tiene sangre en la nariz. 
Trueno toma unos tragos de ron, hace buches. Escupe, 
rociando la cara de Rufino, quien grita de dolor y de 
susto. Trueno ríe a carcajadas. 

TRUENO: (Lo observa de lejos.) ¿Tú crees que sirva? 
CERO: Ps, claro. 
TRUENO: Pero, no ves. De todo se asusta. 
CERO: Qué cabrón. 
TRUENO: Todavía está temblando. 
CERO: Con tanto madrazo, ¿qué querías? 
TRUENO: Va a llorar. Límpiale los mocos. Y mejor llévatelo. 

Cero trata de limpiarle la cara

RUFINO: (Apenas.) Estoy bien, estoy bien. 
TRUENO: Pinche Cero. Vas y me traes al primero que te 
ligas en la esquina. Pues qué pedo contigo ... 
CERO: Rufino es otra cosa. Es carnal de hace un chingo, 
¿no, Rufino? 
TRUENO: Rufino, ¿y andas en el talón? ¿O qué? 
RUFINO: (Sincero.) Necesito una feria. 
TRUENO: Yo nunca doy nada por nada. (Lo pellizca.) ¿Y tú? 

Trueno vuelve a tomar ron. Va y se pone los audífonos de 
una pequeña grabadora. Tararea y bailotea una música 
que no se oye. 

RUFINO: (Aparte.) ¿Y éste es el que hipnotiza víboras? 
CERO: Pero ni se lo recuerdes. 
RUFINO: Por qué. 
CERO: Le encabrona hablar de cuando anduvo en el circo. 
RUFINO: Se escapó de un circo. 
CERO: N'ombre. Traía un aparato de sonido sobre el techo 
de esta camiona. Anunciaba las funciones por donde 
iba pasando. 
RUFINO: ¿Unos que parecen cornetas? 
CERO: Anduvo vendiendo de todo. Menos klínex, como 
si vender eso fuera ya lo peor; ni pañales desechables, 
dice. (Pausa.) 
RUFINO: Y por qué se pinta así. 
CERO: De pura loquera. Un día que lo madrearon los ca
nijos le dejaron los ojos así; luego él mismo comenzó 
a pintarse de negro alrededor. 
RUFINO: Nomás le falta su medita roja de merolico para ... 

(Ríen, bajito.) 

TRUENO: (Se arranca de un tirón los audífonos.) A mucha 
honra, par de güeyes. (Se pasea, exhibicionista.) 
Tirar el rollo, el buen rollo, tiene su chiste. Que cuiden 
el agua, que no tiren basura y las arañas. Pintado así 
se me juntan más y me compran lo que sea. A veces, 
hasta pedazos de recitaciones me aviento. 

RUFINO: ¿Y. .. sabes hipnotizar serpientes? 

TRUENO: Claro, claro. Y en el volante, soy un chingón. 
¿Cuántos festivales he ganado, cerillín? Dile, dile ... 
CERO: Le dicen; 'Trueno, el cafre sin freno". 
TRUENO: Pero con voz ronca, me anuncian "Trueno, el 
cafre sin freno ..." (Se pone serio.) ¿No me crees, puto? 

Le da un fuerte empujón a Rufino

CERO: Chale, carnal. No comiences otra vez. 

TRUENO: (Encendido de nuevo.) Te crees mucho; te crees 
mucho. (Otro trago de ron.) 
CERO: Ps, ¿cuál es el pedo contigo? Ya deja de chupar. 
TRUENO: (Luego de un silencio.) ¿Cuántos años tienes? 
RUFINO: (Desprevenido.) ¿Yo...? 
TRUENO: Ni me digas, que me da coraje. 
RUFINO: Bueno, los que tú quieras. 
TRUENO: (Ríe.) Oíste, cerillo. Tiene los que yo quiera. 
(Pausa.) Se siente el gran chingón. También yo, tengo 
los que tú quieras, mi amor. (Le da una fuerte cachetada.) 
A ver, baboso. ¿Sabes manejar, cambiar llantas, 
enfrenar sin frenos? 
RUFINO: Sí ... 
TRUENO: ¿Y no abrir la boca, aunque te quiebren todos 
los dientes? ¿Y aguantar las horas, con los ojos abiertos 
frente a la luz más fuerte? ¿Y resistir calambres en 
los huevos y en el culo?¿ Y aguantar la sed o las ganas 
de cagar? (Le da otra cachetada.) ¿Y guisar un huevo? 
¿Lavarme los calzones? ¿Rascanne la espalda, las costras? 
¿Curánnela? ¿Mamármela? ¿Soplánnelos? (Rujino 
dice sí a todo.) Lo compro, lo compro. Que me lo 
envuelvan. (Lo arroja a un rincón, luego dice a Cero.) 
¿Dónde encontraste a este ojete ...? 
CERO: Ése mi Tmeno, si no te aplacas. Un día te van a dar 
un susto. Y te chamuscan como nopalito ... (Silencio.) 
Rufino... es de la calle. Como yo. Es mi carnal. Respondo 
por él. (Pausa.) Le dije del trabajito que tanto 
te urgía. Cuándo va a ser, pues. 
TRUENO: A la de ya. Tengo que mover esta camiona de 
la cuadra; y pues, no me voy a ir así, así nomás. (Mira 
a Rufino.) Pero este culerín, a lo mejor no le entra. 
RUFINO: Yo... Yo le entro. A eso vine. 
TRUENO: (Sonríe.) Tendrás que ir por delante. 
RUFINO: Ya sé. 
TRUENO: Lo que salga mal, ni te conocemos. 
RUFINO: Pues no. 
TRUENO: Lo que saques, es para todos. 
RUFINO: A güevo. 
TRUENO: Es aquí cerca. 
RUFINO: Mejor. 
TRUENO: Puede que te conozcan. 
RUFINO: Total. (Un silencio.) 
TRUENO: Vamos a llegarle a la papelería de junto. 
CERO: ¿La papelería de aquí junto? 
TRUENO: Sí, ésa. La papelería. 
CERO: Pero, qué vamos a sacar de ahí. Veinte billetes y ya. 
RUFINO: ¿La papelería de don Gregario, dicen? 
CERO: Cómo se te ocurre, Trueno. Andas re mal. 
TRUENO: El pendejo eres tú. Ese vejestorio tiene el chin
go de negocios y movidas. Y lo más chancho lo guarda 
aquí mero; en la trastienda. 
CERO: ¿Quién te dijo? 
TRUENO: A ver, Rufino: ¿tú conoces al tal Gregario? (Pausa.) 
¿Ya ves, cerillo? Rufino conoce a Gregario, y de 
seguro Gregono conoce a Rufino. Son un par de putones, 
no hay problema. (Pausa.) Ese señor tan pro
pio, ,con sus OJOS bonados y sus pelitos perfumados, 
es facll de asustar. (A Rufino.) Tú nomás entras, lo 
saludas de beso, y agarras la caja. 
RUFINO: ¿Cuál caja? 
TRUENO: Y te vienes. 
RUFINO: ¿Me vengo? 
TRUENO: Sí, te vienes, ¿o no vas a poder...? 

Trueno suelta una carcajada. Luego, una transición. 
Trueno toma la mano de Rufino entre las suyas, le habla 
con una suavidad inesperada

TRUENO: A ver, a ver, Rufino, deja ver esa mano sudada 
Y medio mugrosa; enséñame la palma de tu mano 
qu~ voy a decirte lo que te conviene a ti, que no halla~ 
que hacer, que vagas por el vecindario que habitas 
el edificio, el departamento, el cuarto de azotea; que 
has llorado a escondidas porque cada vez que te lanzas 
no falta quien se burle de tus sentimientos· mira , ,
déjame decirte, no regales tus favores, ni regales tu 
sudor, ni te fies de los ojos claros. No desperdicies tu 
sal. Ni tu fuerza vital... A ver esa mano puñetera, ponla 
más abierta y oye lo que te dicen mis palabras, porque 
miro en tu mano la preocupación que no te deja, mira, 
esa cosa que te obsesiona a todas horas ... Espérate, 
no te vayas. A través de tus pensamientos, de la palma 
de tu mano, ya miro que preguntas por un caballero, 
por uno que está muy lejos y muy cerca, que tú quisieras 
saber; pero mira. Déjame decirte. No te conviene 
buscarle por ahí, porque las cosas no son como parecen; 
mira, presta tu atención; te voy a decir ahora cuál 
es tu problema y cómo puedes resolverlo; en estos 
tiempos en que no hay dinero ni trabajo ni nada. Mira, 
déjame decirte lo que te conviene ... 

Dos músicos ambulantes, un tambor y una trompeta pasan 
a un lado de la camioneta, tocando sus instrumentos, 
cubren las palabras de Trueno. 

Seis 

Fachada del edificio 

Afuera de la papelería. Rufino, y después Cero, entran a 

la accesoria. Trueno permanece en la puerta unos momentos, 
después se introduce también. En el interior del 
local se oyen voces y un grito de mujer. Poco después, una 
joven aparece en la puerta con las ropas desgarradas. Es 
Xóchitl. Camina unos pasos, temblorosa y asustada. Del 
interior sale Trueno, la alcanza,forcejea con ella, la domina 
y con violencia la saca de escena. Algún transeúnte pasa 
de prisa, tratando de no mirar. Se oye a lo lejos la sirena 
de una patrulla. Cero sale de la papelería con algún ob
jeto, mira a los lados y corre fuera del escenario. La patntlla 
aparece lentamente. Se detiene ante el local. Por la radio 
de onda corta se oyen instrucciones de la central. 




Siete 

En la delegación 

Rufino, con las manos atadas a la nuca, frente a un hombre 

corpulento que lo observa. 

RUFINO: (Lo reconoce.) Ochoa... Ochoa... Qué bueno, 
Ochoa. Quería decirte lo de la seño; yo iba a, nomás... 

Rufino es lanzado contra un rincón. Un tubo de hule macizo 
le golpea el estómago. Sus piernas se doblan, su cuerpo 
se desliza y queda en cuclillas. A su lado, el Ochoa le 
habla quedo. 

OCHOA: Mira nomás. (Silencio.) Mira nomás ... Dónde 
te vine a encontrar, Rufino. (Lo levanta de los cabellos, 
hasta hacerlo pararse en las puntas de los pies.) 
Mira nomás. (Pausa.) Estás muerto, Rufino, mira nomás. 
(Lo suelta. Rufino se derrumba de nuevo. Algunas 
sombras pasan por el pasillo de junto. El Ochoa 
simula:) ¿Te sientes mal?, ¿quieres agua?, ¿necesitas 
algo? (Cuando vuelven a quedar solos, le da un tubazo 
en el pecho.) Mira nomás. (Silencio.) Pero para 
chingarse al Ochoa, se necesita lo que no tienes. (Pausa.) 
Pendejo... 

Se oye una voz fuera que grita: 

voz: Rufino Mireles ... 

OCHOA: (Suavemente.) Mira nomás, qué cara pones. Pero 
del Ochoa no te salvas, pendejo. Ya verás. (Pausa.) 
Ya verás. 

El tubo de hule golpea una vez más el abdomen de Rufino. 
Un momento después, Rufino es empujado para que 
se alinee con otros sospechosos que se van colocando 
bajo la luz potente de las lámparas. Se oyen voces fuera 
de la luz. 

XÓCHITL: (Llorosa.) No sé. Le digo que no sé. Nunca 
los había visto. ¿Eh ...? (Pausa.) Ni aquéllos ni a éstos. 
(Pausa.) A qué horas me van a soltar. Que no sé, 
¿no le digo? Lo que quiero es irme. No, yo no hice 
nada, ¿por qué? (Pausa.) Que no; ya le dije que no ... 

GREGORIO: Pero, ¿cómo se le ocurre, Ochoa? ¿Identificarlos? 
Yo estaba tan asustado como la muchacha. (Pausa.) 
En ese momento, todos se ven iguales. (Pausa.) 
Bueno, ése del bigotito no ... El de la cintura quebrada, 
más bien. No, el de la camiseta, ése ... quiero decir, 
se ve capaz de todo. A ver. Enséñeme los que siguen. 
(Pausa.) Qué... ¿no tiene más? 

La fila de sospechosos sale entre empujones e insultos 
de todos contra todos

Ocho 

Un departamentito 

La pequeña estancia con papel tapiz rosa. Un sillón, espejos 

y una cantina, alrededor de la cual revolotean tres 
jovencitas con ropa brillosa y ajustada. 

PUTITA 1: ¿Y de qué te ríes?, me preguntó. 
PUTITA 2: Le hubieras dado un sofocón, manita. 
PUTITA 1: La risa es muy natural, le dije. 
PUTITA 2: Ahí fue donde perdiste. Hay que darse su 
lugar. 
PUTITA 1: Pero, qué quieres. Cuando menos te lo espe
ras ... zaz, caes bien redondita. 
PUTITA 2: Me lo imagino. 
PUTITA 3: Oyes, pero no me quedó claro. Era un vigilan
te así nomás, o uno de patrulla y toda la cosa. 
PUTITA 2: Un canijo, eso ha de haber sido. 
PUTITA 1: Qué les pasa. Era un oficial. Uno de esos de 
gorra con visera, que parecen capitanes de barco. 
PUTITA 3: Ay, sí. Mi querido capitán. 

Risitas que se cortan de repente al entrar don Gregario 
y la Prima, una mujer entrada en años y en carnes. 

PRIMA: Pues le hacemos como quieras, pelón. (Echa una 
mirada a las otras.) Pero ya habíamos quedado en 
otra cosa. 
GREGORIO: Muy cierto, muy cierto. 
PRIMA: Y una promesa, es una promesa. 
GREGORIO: Será por poco tiempo, no te apures. 
PRIMA: Figurate tú. Ya le había mandado a mi primo 
para el pasaje. Te había dicho, ¿no? 
GREGORIO: Dile a tu primo que te aguante. Luego te lo 
traes ... 
PRIMA: No le va a hacer mucha gracia, júralo. 
GREGORIO: Prima. Tú sabes. El muchacho me interesa 
de veras. Ya le había echado el ojo desde antes; pero 
hasta ahora se presentó la oportunidad y ... En cuanto 
le quites un poco lo pendejo me lo llevo. Ten, para 
los primeros gastos; pero te lo encargo mucho. 
PRIMA: (Guarda el dinero.) Está bien. Tú mandas. 
GREGORIO: Prima, no lo tomes así. Es un favor que me 
haces, y ahí te lo debo. A ver, prima. Sonríe ... 

Rufino aparece en la puerta

PRIMA: Mira. Qué diferente se ve bañadito. (A Gregario.) 
Tienes buen ojo. Nunca te falla. 

Rufino pasa junto a la cantina, donde las otras lo detienen. 

PUTITA 1: Vente para acá. No te vamos a comer. 
PUTITA 3: Se te antoja un drink, o qué. 
PUTITA 2: Es muy temprano, manita. Mejor o qué. 
PUTITA 3: Oyes, no. Nunca es temprano para el primer 
trago. · 
PUTITA 2: Ni para el primer faje. 
PUTITA 1: Uy, ustedes... Van a hacer que se ponga colorado. 

De nuevo las risas se interrumpen con la tos aguda de don 
Gregario, y con un ademán enérgico de la Prima. 

PRIMA: A ver, jovencito. Ven acá. 
RUFINO: (Va.) Sí, señora. 
PRIMA: Aquí don Gregario me dice que necesitas trabajar. 
RUFINO: Sí, señora. 
PRIMA: Don Gregario es una persona muy generosa. 
RUFJNO: Sí, señora. 
PRIMA: Te está haciendo un favor al traerte aquí, y más 
después de lo que pasó. 
RUFINO: Sí, señora. ' 
PRIMA: Pues, dale las gracias. 
RUFINO: (Mirando al piso.) Gracias, don Gregario. 
PRIMA: Él pagó la multa y arregló todo en la delegación; 
tú ya lo sabes, ¿no? 
RUFINO: Sí, señora. 
PRIMA:¿ Y le diste las gracias también por eso? 
RUFINO: Gracias, don Gregario. También por eso. 
PRIMA: Don Gregario espera que de ahora en adelante te 
portes bien. Y que aprendas a trabajar. 
RUFINO: Sí, señora. 
PRIMA: Él vendrá a visitarte diario. (Voltea con don Gre
gario.) ¿Diario? Sí, vendrá diario para saber cómo vas. 
CREGORIO: (Se acerca a Rufino, le toma la cara.) A la 
noche vengo, Rufino. 
RUFINO: Sí, don Gregorio. 
GREGORIO: Tenemos mucho de qué platicar tú y yo. (Un 
silencio.) Te portas bien. 
RUFINO: Sí, don Gregorio. 
PRIMA: Dile gracias otra vez. 
RUFINO: (Apenas.) Gracias. 

Gregorio le hace una caricia en la mejilla, le sonríe con 
ternura. Luego se va. En cuanto sale, las otras tres rodean 
a Rufino, vasos en mano. 

PUTITA 1: ¿Cómo dije ron que se llama esta criatura? 
PUTITA 2: Estás bien bueno, muchacho. Date vuelta. 
PUTITA 1: Ese pelón de don Grego no tiene malos gustos. 
PRIMA: (Los presenta.) Se llama Rufino ... Y tú, mira: estas 
despistadas ni nombre tienen. Puedes decirles una, dos 
y tres, en cualquier orden; como quiera no entienden. 
PUTITA 1: Si va a trabajar aquí ... 
PUTITA 2: ... Se impone una bautizada. 
PUTITA 1: Primero hay que quitarle esa cara de susto. 
PUTITA 3: Oyes, niño; llégale para que te emparejes. 
PUTITA 2: Pero tú ya estás re adelantada, manita. 

Lo hacen tomar de sus vasos. 

PRIMA: No vayan a enfermado; luego qué cuentas en
trego. 
PUTITA 1: Uy, con la prima tan propia. 
PUTITA 2: ¿Lo quieres para ti sola ...? 
PRIMA: Mejor llévenlo a la cocina y den le algo de comer. 
RUFINO: Sí. Tengo hambre. Vamos a comer. 
PUTITA 1: Confiesa, malvado. ¿Eres virgen? 
PUTITA 2: Antes, una copa especial. Para turista. 
PUTITA 3: Un aperitivo rápido y fulminante; sí. 

Las tres se precipitan a la cantina, donde preparan un 
brebaje. 

PRIMA: (Aparte.) Empezarás por ocuparte de la puerta. 
Debes fijarte bien quién entra y quién sale; a qué horas 
y cómo. Esto es muy delicado, niño. Este, ¿cuántos 
años tienes? 
RUFINO: (Titubea.) Quince, dieciséis ... No, catorce. 
PRIMA: Bueno, bueno. Luego irás aprendiendo otras cosas: 
la cantina, el teléfono. Depende de ti, muchacho. 
Pero no quieras pasarte de lanza, ni pensar por tu 
cuenta. (Pausa.) Al principio nomás casa y comida. 
¿Qué hacías antes?'Ah, sí. Don Gregorio dijo que de 
bolero, por Santo Domingo. Bueno, no necesito advetiirte 
que estás a prueba, y a la primera pendejada 
te largas, ¿entendido? (Pausa.) ¿Entendido? (Rufino 
asiente con la cabeza.) También me dijo Gregorio 
que andas buscando a un tal. .. ¿Chícharo? ¿Para qué? 
¿Te debe algo? 
RUFINO: No, ni lo conozco. 
PRIMA: ¿Entonces? 
RUFINO: Nomás, por nada. 
PRIMA: Cuéntame. (Insiste.) Que me cuentes, niño. 
RUFINO: (Incómodo.) Es que, ando buscando a mi papá. 



Las otras tres rompen a carcajadas y se acercan con una 
copa enorme. 

PUTITA 3: Para ti. ( Ofrece la copa.) Especialmente para 
Rufinito. 
PUTITA 2: Para el huerfanito... (Risas.) 
PRIMA: Una cosa sí te digo. El Chícharo que yo conozco 
no te conviene. Ni te le acerques .. . 
RUFINO: ¿Lo conoce ...? ¿Dónde vive ...? ¿Con quién se 
junta? 
PUTITA 1: En cambio don Grego, ése sí que te conviene. 
PUTITA 2: Porque don Grego es... "un buen señor". 
PUTITA 3: ¿Oyes? Un buen señor. 
PUTITA 1: Sí señor. 
PUTITA 2: Ya lo vas a conocer tú ... Más a fondo. (Todas 
ríen.) 
PUTITA 3: A calzón quitado. (Ríen más.) 
PUTITA 1: Y en pelotas. (Risas.) 
PRIMA: Ya, basta. Contrólense ... Que van a espantar a 
Rufino, y va querer escaparse. . 
PUTITA 2: (Ríen sin parar.) Y eso sin hablar de sus ami
gos. . 
PUTITA 3: Rico, rico. Le harán rico, rico a Rufimco ... 
PRIMA: Ya estuvo, niñitas. Orden o me las ajusticio. 

Silencio

RUFINO: ¿Dónde puedo encontrar al Chícharo, sei'iora ...? 
(Pausa.) ¿Dónde está el baño? Me siento ... JOdido. 
LAS TRES: Estreno, estreno. Queremos estrenar a Rufinito. 


Entre carcajadas alcohólicas, las tres chavas saltan alrededor 
de Rufino. A empujones se lo llevan a otro cuarto. 

Nueve 

Fachada del edificio 

Es media tarde. Rufino se descuelga desde una ventana 
del edificio hacia la calle. Al caer en la banqueta se encuentra 
frente al Ochoa. Hay una breve persecución 
hasta que el Ochoa lo acorrala. Una anciana pasa, reclama 
algo, y se aleja. Rufino aprovecha el instante para 
perderse entre los coches estacionados. A vuelta de rueda 
cruza una patrulla. Se detiene. El Ochoa se acerca al 
vehículo y habla con sus tripulantes. La patrulla se retira. 
El Ochoa sale por donde Rufino desapareció. Los 
ruidos de la calle han cubierto cualquier sonido humano. 

Diez 

Un terreno baldío 

Son las 6:45 de la tarde. Al fondo, por encima de una barda, 
aparecen una por una cinco cabezas cubiertas con 
gorras pasamontañas. Cinco cuerpos. Cinco pares de 
brazos y piernas que saltan con agilidad hasta el terreno 
baldío. Cada uno busca su lugar, cierto espacio que ya 
tiene reservado desde antes: dos ladrillos, una piedra, 
una llanta vieja, etcétera. 

CHEMO 1: ¿Y el Narices ... ? 
CHEMO 2: No está. 
CHEMO 1: Quedó de estar. 
CHEMO 3: Ps, sabe. 
CHEMO 1: ¿Y' ora? 
CHEMO 2: No ha de tardar. 
CHEMO 3: Éste se afanó dos chicos. 
CHEMO 1: A verlos. 
CHEl\10 4: (Muestra dos botes.) ¿Eh...? 
CHE MO 1: No vamos a ajustar. 
CHEMO 3: Ps, cuántos somos. 
CHEMO 1: Eso. Con el Narices, cuántos somos. 
CHEMO 3: Ps, cuántos somos. 
CHEMO 1: Eso. Con el Narices, cuántos somos. 
CHEMO 3: Ps, cuenten. 
CHEMO 2: Cuántos son dos y dos. A ver. 
CHEMO 4: Más aquél. 
CHEMO 2: Más el Narices. (Un silencio.) 
CHEMO 1: ¿Trajiste las bolsas, tú? 
CHEMO 4: Ya mero ni venía. 
CHEMO 3: Ése... que role el bote, ps. 
CHEMO 1: Órale, las bolsas. 
CHEMO 4: Mi jefa cerró con candado. 
CHEMO 1: No manches. 
CHEMO 4: Yo estaba adentro del cuarto, y... tuve que saltar. 
CHEMO 1: Bueno. A ver esas bolsas. 
CHEMO 3: Ya... Que role el bote, ps. 

En tanto se reparten bolsas y se desprenden de las gorras, 
uno de ellos se asoma por la boca de un enorme tubo de 
concreto, atrás de un montón de basura


CHEMO s: ¿Ya vieron? Allá adentro, ¿quién es ése? 
CHEMO 1: (Se acerca.) ¿El Narices? 
CIIEMO 5: Qué va a ser. Qué va a ser. 
CHEMO 4: Está re oscurote. 
CHEMO 2: Díganle que salga. (Pausa.) Sal, tú. 
CHEMO 4: Ni se mueve. Sal, tú. 


Una pausa. Por la boca del tubo aparece Rufino. 

CHEMO 5: ¿Qué' ¿Cuál es tu pedo, güey? 
CHEMO 1: Qué se te perdió por aquí. 
CHEMO s: A ver si te vas largando, pero ya. 
CHEMO 1: A la chingada. A la chingada. 
CHEMO s: O te agarramos a piedrazos. 

Acorralan a Rufino. Un silencio

CHEMO 2: Espérense, pérense. Yo lo conozco. Ya lo he 
visto por aquí con el Globero, ¿qué no? Es Rufino. 
CHEMO 5: Como quiera; fuera, fuera. 
RUFINO: Chale, aguántenme un rato. 
CHEMO s: (Lo empuja.) Nada, qué. Sácate. Rapidito. 
RUFINO: Luego me voy. Nomás que oscurezca. 
CHEMO 2: Calmados. A este güey lo traen en chinga. 
¿Qué no ven? 
CHEMO S: (Lo empuja.) No le hace; fuera, fuera. 
CHEMO 1: (Se acerca.) Por qué te madrearon. Quién fue. 
CHEMO 2: A poco traes algún tira detrás ... 
RUFINO: Pues, hay uno. Uno que no me suelta ni ama
dres. Es del edificio de junto ... Es el Ocho a. 
CHEMO 2: Uta, el Ochoa. Ese mono está re locote. 
CHEMO 3: (Desde lejos.) Ya, ya... Que role ese bote, ps ... 

Un silencio. 

CHEMO 1: 4No esperamos al Narices... o qué? 
CHEMO 4: Ese ya ni vino. Ya no. 
CHEMO 1: A güevo que llega. Es que se fue a talonearse 
uno grande. De cinco mil, me dijo. 
CHEMO 4: Así dice. Siempre, así dice. 
CHEMO 1: No, hijo. El de la tlapalería manda. Lo que 
despache es bueno. 
CHEMO 3: Ya... Que role el bote, ps ... Que role. 

Destapan un bote y reparten su contenido en bolsas de 
plástico. 

CHEMO 2: Ese Rufino ... Lléguele. Lléguele a su debili
dad... O qué pedo. (Le ofrece su bolsa.) 
RUFINO: Este, no. Mejor... luego. Al rato me voy. 
CHEMO 4: Aliviana los cigarros. De perdis. 
RUFINO: No traigo. Nada de nada. 
CHEMO 4: Tú sí estás jodido, Rufino. Me cae que sí. 

Del interior del tubo de desagüe sale el Globero. 

CHEMO 1: Ese Globero ... Ahí estabas. Ni te vimos... 
CHEMO 4: Órale, mi Globero. Estamos en la repartición. 

(El otro saluda con la cabeza. Apenas sonríe.) 

CHEMO 1: ¿Le llegas o qué ...?¿Ya andas hasta atrás, güey'7 
Está bueno. Mejor. (Pausa.) Te emparejas luego. 
CHEMO 4: En la segunda vuelta. (Pausa) Ps, el Narices 
no tarda. Él viene con la refacción. El quedó ... 

El Globero lanza una cajetilla de cigarros que alguno 
alcanza a atrapar. Luego se apoya en el hombro de Rufino 
para conservar el equilibrio. Los Chemos se desplazan 
por el baldío. Se repegan a las bardas; se recuestan 
sobre montículos de basura. Contemplan sus respectivas 
bolsas con cuidadoso respeto. Amorosamente. Inician el 
rito de soplar y aspirar. Soplar y aspirar de su bolsa de 
plástico transparente. 

GLOBERO: Hazme caso, Rufus. (Pausa.) Te puedes quedar 
aquí. Mientras tú quieras. (Pausa.) El Ochoa no 
se mete hasta acá. Ni puede. 
RUFINO: Gracias, Globero. Me alivianastc pero ya me 
voy... 
GLOBERO: Por qué me desprecias. 
RUFINO: Ya te dije. Ando tras el Chícharo ... 
GLOBERO: Sí, el Chícharo. Pero ... para qué carajos ... 
RUFINO: Uta, tú también chingas con eso. Todo mundo 
me pregunta lo mismo. ¿Qué pedo? Quiero saber có
mo es. 
GLOBERO: Para qué chingados. 
RUFINO: Quiero verle la cara. Ver cómo se ríe. Oírlo ha
blar. .. Oír qué cosas dice. (Un silencio.) 
GLOBERO: Qué le vas a pedir. 
RUFINO: Nada. 
GLOBERO: Si ese Chícharo es tu jefe, como dices ... 
RUFINO: Nomás quiero decirle quién soy. Que sepa que 
existo. (Pausa) Porque seguro ni sabe. (Silencio.) 

Como gatos al atardecer; las siluetas de los Chemos vagan 
en la penumbra del baldío. Unos inventan dibujos 
en el aire. Otros improvisan danzas extrañas. Toses aisladas. 

RUFINO: Órale, Globero. Tú sabes dónde puedo hallar a 
ese Chícharo. No te hagas, pinche gordinflón. 
GLOBERO: Por ahí supe. Se junta con unos briagos. Son 
como un club. Si es el mismo Chícharo que dices ... 
RUFINO: Dónde lo busco, Globero. ¿Cuál club? 
GLOBERO: El club de los ... batracios, creo. No sé qué pe
do. Pero, Rufus. Tú mejor olvídate de eso. No te aparezcas 
por las calles. Ese Ochoa está cabrón. A la 
próxima, no te le escapas vivo. 
RUFINO: Ya sé. 
GLOBERO: ¿O qué quieres, güey? ¿Que te mate? 

Un silencio. 

RUFINO: El Ochoa me aprecia. 
GLOBERO: Pero se supo que le ganaste con un entrego 
chancho. Una yerbabuena y quién sabe cuánta feria. 
Hasta los canijos se le han volteado, dicen. 
RUFINO: El Ochoa me aprecia. En el fondo, se preocupa 
por mí. Porque me aprecia. 
GLOBERO: Hazme caso, Rufus. Un día de estos amaneces 
tasajeado. Por pura pinche equivocación o lo que 
quieras pero ... 
RUFINO: Como el de esta mañana. Afuera de la tintorería. 
(El otro le pone la mano sobre su cabeza.) Pero 
tranquilo mi Globero. Aquí sigo. No me ves. 
GLOBERO: Hazme caso, Rufus. (Pausa.) Quédate. 


Las siluetas se mueven por la barda, entre la basura. Algún 
Chemo tose tercamente y escupe flemas. Otro lloran 
con la cabeza entre las rodillas. Otros Chemos juegan con 
un envoltorio de periódico y trapos, a manera de balón. 
El bulto vuela por los aires hasta Rufino, quien lo atrapa. 
Lo va a lanzar de regreso, pero lo palpa mejor y se pone 
rígido. 

RUFINO: Oigan... Qué güeyes ... Si es un niño. 
CHEMO 5: (Desde lejos.) No mames, tú... échalo. 
RUFINO: Es un niño... 
CHEMO 4: (Impaciente.) Pero está muerto. No hay pedo. 
RUFINO: Es... un niño. 
CHEMO 5: Órale, acá. Un globito. Viene. Rufino, qué 
pasó. .

Uno de los Chemos pasa junto a Rufino, le arrebata el 
envoltorio y sigue corriendo. Los otros tratan de interceptarlo. 
Todos se mueven en cámara lenta, sin peso, como 
si flotaran en el espacio

CERO: (Se asoma por encima de la barda.) Rufino. 
Rufino. ¿Estás ahí? 
RUFINO: ¿Qué quieres ... ? 
CERO: Qué bueno que te encuentro, carnal. 
RUFINO: No tienes madre, después de la papelería ... 
CERO: Te conviene, carnal. Hay uno que conoce al Chí
charo ... 
RUFINO: (Se acerca a la barda.) ¿Quién es? 
CERO: Ven conmigo. 
RUFINO: Dime quién es, caraja. 
CERO: Es Félix, el viejo ... (Pausa.) Tiene un club ... Nos 
está esperando. Órale. 

Rufino sube a la barda. 

GLOBERO: (Le grita.) Hazme caso, Rufino. 
RUFINO: Mañana, mi gordo. Mañana sí te hago caso. 

Rufino y el Cero desaparecen tras la barda. Acá en el 
baldío, el Globero se hace del envoltorio y corre entre la 
basura. Los Chemos lo alcanzan en bola, se le echan encima 
y lo derriban entre risas, formando un montículo 
de sombras. 




Once 

Fachada del edificio 

De noche. Rufino y el Cero caminan por la banqueta. 

CERO: Por ésta, carnal. Yo qué iba a saber que el Trueno 
te iba a dejar morir solo. Si eres carnal, si somos de 
los mismos. 
RUFINO: Tú... y tu pinche encantador de serpientes. 
CERO: Aliviánate. Y alucina que ese güey ha de estar en 
la Cruz roja. 
RUFINO: Ni madres, Cero, eres bien hablador. 
CERO: Déjame que te diga. Se estaba agasajando con la 
del salón de belleza, en la otra cuadra, (se ríe) cuan
do algún malora le incendió su camiona. Uta. 
Hubieras visto qué griterío. 
RUFINO: Fuiste tú, pinche Cero. 
CERO: ¿Yo?, soy incapaz de chingaderas así. 
RUFINO: Ps, el Globero no fue. 
CERO: (Se detiene de repente.) Aguas. Desaparécete por 
el zaguán. (Lo empuja.) Le dije al viejo  que 
buscabas al Chícharo y dijo: "Mándamelo ...Orale. 
Don Félix está en la bodega de abajo, está esperándote 
en su agujero. Ya pélate, ¿qué no oyes? 

Rufino desaparece por el zaguán. 

CERO: (Se recarga en la pared, procura pasar inadvertido, 
mientras el Ochioa cruza la calle; de su brazo 
cuelga una güera que ríe tontamente. Al pasar junto 
al Cero lo sujeta violento.) ¿Yo qué ...? Ochoa, ¿yo 
por qué? Ochoa, ¿qué te hice o qué? 
OCHOA: ¿Dónde está Rufino ...? (Le dobla el brazo.) 
CERO: ¿CuáJ? Ah. No sé ... 
OCHOA: (Lo dobla hasta atrás.) Dime dónde anda el 
güey. 
CERO: (Con dolor.) ¿Rufino? Pos estará en el tambo. (El 
otro presiona más júerte, hasta obligarlo a gritar.) 
No lo he visto. Ochoa, no lo he visto. Suéltame .. : Me 
cae que, te juro que ... ay. 

Alaridos del Cero. Risas de la mujer. Mentadas del Ochoa. 
Ladridos nocturnos. 



Doce 

En la bodega 

En oscuro, Rufino baja algunos escalones y llega hasta 

una puerta ancha y vieja. Golpea. Silencio

RUFINO: (En un susurro.) Viejo... Viejo Félix. (Silencio.) 
Me dijeron que viniera. (Silencio.) Soy Rufino. ¿Puedo 
entrar? 

Empuja la puerta lentamente. Entra. El oscuro es casi 
total. En las tinieblas se oye la voz del viejo. 

FÉLIX: Por qué no habías venido. (Pausa.) Hace mucho 
que te miro entrar y salir por ese zaguán; pero siempre 
andas en otras cosas. Supe que ya no tienes casa; 
que ya eres de la calle otra vez. (Transición.) Yo no 
he podido salir a barrer. Ni el zaguán, ni la escalera, 
ni la banqueta. No encuentro mi escoba. Y digo: mañana 
me pongo a barrer, pero nada. Me la habrán 
escondido, y por eso. (Transición.) ¿Cómo te llamas? 
Ah, sí. Rufino. (Un silencio.) ¿Por qué te vienes a meter 
hasta acá? Eres de la calle; tú te llevaste la escoba, 
no creas que no sé. (Pausa.) Dicen que estoy loco 
y no me dejan salir de día. Me agarran a palos y me 
obligan a regresar a mi agujero. Sí. Me han quebrado 
dientes, toca. (Un silencio prolongado.) Cuando 
ella llegó de sabe qué pueblo; tendría catorce años. 
Fue a dar a la delegación de por aquí cerca. Tres o 
cuatro enchamarrados la interrogaron sobre cualquier 
cosa. Tú sabes cómo es. La golpearon, la tiraron en 
una zanja del metro en construcción. (Pausa.) De ahí 
la levantó el Chícharo. (Pausa.) Bien que ha rodado 
ese méndigo Chícharo, me cae. (Pausa.) Pero no te 
hagas para atrás, niño. Lo que tengo no se le pega a 
nadie. Sí. A veces me dan ataques, y algunos se asustan 
porque tengo los ojos saltones. (Pausa.) ¿Cómo 
te llamas...  Ah, sí... Rufino. (Un silencio.) Rufino. 
El mismo día que naciste, te envolvió en papel periódico 
y te dejó en un baldío. Ahí te encontré, escuincle, 
no voy a saber. Chillando como animal. Con el hocico 
y las narices despellejadas. La panza inflada como 
globo, dura como tambor. Y moscas hasta por adentro 
de las orejas. Batido en la porquería. Era abril. 
Me acuerdo por el calorón, no se aguantaba. (Un silencio.) 
Estamos en abril otra vez, Rufino. Pero ya 
no es como antes. La fruta está podrida. La verdura 
está marchita. ¿Quién va a querer comprar? Casi nadie... 
El mercado cierra más tarde, por ver si vende 
un poquito más, pero ... Estamos en abril otra vez, Rufino. 
Ya no es como antes. El buen pulque ya no llega 
hasta aquí. (Un silencio.) En abril, otra vez, y ni siquiera 
ha llovido una noche. ¿No sientes el bochorno? 
Acá abajo es peor. (Pausa.) A quién echarle la 
culpa, Rufino. ¿A papá? Sería bueno. Yo también voy 
a buscar un papá, y a reclamarle tanta cosa. (Un silencio.) 
Pero todos somos hijos de uno solo. Claro, 
aparte de ser hijos de la chingada. Somos hijos del 
mismo, del único. De ese que ya no anda por aquí, por 
más vueltas que le demos. (Pausa.) El Chícharo que 
buscas, si es el mismo, podrás mirarlo pronto, más al 
rato. Primero quiero enseñarte otra cosa. (Pausa.) Bueno, 
acércate. Tú te llamas... Rufino. (Un silencio.) Rufino, 
sí. Has de tener como ¿diez años') No, no, tienes 
más. Varios más. Estás flaco, macizo. Cargas bultos 
en el mercado, ya te he visto. Acércate, no te alcanzo 
bien. No tengas miedo. El amor de viejo es el amor más 
sabio. Amor limpio, tan inocente como el amor de un 
niño. Es amor que ya no se equivoca. Ven. 
En la penumbra, Rufino retrocede y sale por donde llegó. 
El viejo manotea en el vacío de la bodega. En el piso de 
arriba se oye una carcajada de mujer El llanto de un 
bebé. Y un nostálgico cha-cha-chá. 




Trece 

En el zaguán 

A media noche. Rufino se escurre por la banqueta. De la 
puerta angosta surge el brazo pequeño y delgado de Xóchitl, 
que detiene a Rufino. 

XÓCHITL: Ru. Ru. 
RUFINO: Cómo estás. 
XÓCHITL: Con miedo ... 
RUFINO: Estás temblando. 
XÓCHITL: ¿Dónde vas, tú? 
RUFINO: Al callejón. 
XÓCHITL: Colgaron un judas. A media noche lo truenan. 
RUFINO: Sí, pero yo voy a ... arreglar un pendiente. 
XÓCHITL: Ru. Ru. 
RUFINO: Luego vengo por ti. 
XÓCHITL: Te espero en la feria. 
RUFINO: Eso, espérame en la feria. 
XÓCHITL: Y después ... ¿A dónde, Ru? 
RUFINO: Sepa ... Pero nos vamos los dos. 
XÓCHITL: Nos iremos lejos. 
RUFINO: Ya verás. 
XÓCHITL: Te voy a esperar en la feria. 
RUFINO: Órale. Como quedamos. (Se besan.) 
XÓCHITL: Ru. Ru. 
RUFINO: Sí. 
XÓCHITL: Ahí voy a estanne, hasta que llegues. 
RUFINO: Ahí voy a llegar. (Se aleja.) 
XÓCHITL: Hasta que llegue, Ru. Voy a estarme hasta que 
llegues. 


Rufino se va. Xóchitl desaparece en la oscuridad del zaguan. 


Catorce 

Un callejón mal alumbrado 

De alguno de los alambres que cruzan de lado a lado, 
cuelga la figura de un judas de cartón, que se balancea 
al viento. Entre la barda y el filo de la banqueta se mueve 
un grupo de borrachines anónimos que, pocillo en mano, 
tararean la canción Un mundo raro. Ahí junto, una mesita 
con una parrilla donde humean dos ollas, una de 
café y otra con té de hojas. Botellas de aguardiente junto 
a un pequeño tanque de gas. Atiende la Seño, quien le sirve 
a Rufino. 

LA SEÑO: No entiendes. Todavía andas por aquí. 
RUFINO: Al rato, seño. Al rato ya me voy. 
LA SEÑO: Ahí te lo haya, ya sabes con quién. 
RUFINO: Ya no se apure, seño. 
LA SEÑO: Cuántas llevas. 
RUFINO: La última, seño ... La última y me voy. Un rato 
más aquí con los socios, y piro. 

Los borrachines anónimos forman un grupo compacto, 
que se mueve como un solo organismo. Rufino va con 
ellos. 

SOCIO 1: Éntrale. Aquí hay lugarcito para uno más. 
SOCIO 2: No hay que ser, mi buen. 
SOCIO 3: Apenas es una criatura. 
SOCIO 1: En la banqueta, yo digo. Siempre hay lugar para 
uno más ... En la banqueta. 
SOCIO 2: Pásale a lo barrido, mi buen. 
SOCIO 3: ¿Quieres un beso? 
SOCIO 1: Quieta, Chicharra. 
SOCIO 2: Mejor dale un tinlarín. 
SOCIO 4: Toques, toques. Quién quiere sus toques. 
RUFINO: (Alza el pocillo.) A la salud del judas. 
SOCIO 1: (Después de beber.) A ver, a ver. ¿Cómo vamos? 
SOCIO 2: ¿Desde qué horas? 
SOCIO 1: Desde que se abrió la gloria. 
SOCIO 2: Como siempre, mi buen. 
SOCIO 3: Nunca aumentamos la dosis. 
SOCIO 4: Nunca aceleramos el paso. 
SOCIO 3: Y eso que no es una noche cualquiera. 
SOCIO 4: Una noche especial es ésta. 
SOCIO 2: Noche de sabadito santo, mi buen. 
SOCIO 3: Cuando la gloria se puede abrir para todos. 
SOCIO 1: Ya se abrió para uno. Por eso, yo quiero decir 
algo. 
SOCIO 2: Para qué decir pendejadas, mi buen. 
SOCIO 3: Para qué chingados moverse, pues. 
SOCIO 2: Para qué gastar energías. 
SOCIO 4: Toques, toques. Quién quiere sus toques. 
SOCIO 1: Ahora en la mañana, ayer, al salir el sol. Es bueno 
recordarlo. Un miembro del club llegó a su meta. 
SOCIO 2: ¿Cuál meta? .,. 
SOCIO 4: ¿Cuál club? 
SOCIO 3: ¿Cuál miembro? 
SOCIO 1: Quieta, Chicharra. 
SOCIO 4: El club de los escarabajos peloteros. 
SOCIO 2: Sí, sí. Tú no llegabas, mi buen, cuando estuvimos 
discutiéndolo. Cuál pinche grupo de batracios. 
No. Escarabajos, eso somos. ¿Eh? 
SOCIO 3: La bola de los escarabajos. 
SOCIO 2: Eso somos, me cae. 
SOCIO 4: Y ni color, socio. Nomás empujando la bola de 
mierda de los demás. 
SOCIO 3: Mierda desconocida. 
RUFINO: ¿Por qué no tronamos al judas...? 
SOCIO 1: Ps, aleluya por tan cachonda proposición. 
RUFINO: Verdad que sí. Si ha de tronar, que truene. 
SOCIO 1: Yo que había preparado un discurso para Jan
zar! o por el socio que se fue. Pero ni qué decir, más 
que ponemos como él hubiera querido estar, si estuviera 
con nosotros. 
SOCIO 4: Salucita. Por esa bola de caca, que crece y que 
crece. Salú. 

Beben en silencio

RUFINO: ¿Por qué no ha tronado ese judas? 
SOCIO 3: ¿Qué te importa? 
SOCIO 2: Porque todavía no es su hora, mi buen. 
RUFINO: Uta, pero desde cuándo sonaron las doce. 
SOCIO 3: Eso sí. Las campanas sonaron hace un chingo. 
SOCIO 1: Si no puedes cerrar las nalgas, cierra el hocico, 
Chichana. (Un silencio.) 

SOCIO 2: Chicharra... Chichana. Llévate a este muchacho 
de aquí. Anda muy inquieto; a ver qué puedes hacer 
por él. 

Todos beben en silencio. Del grupo compacto se desprende 
una figura alta, de caballera entre dorada y mugrosa, 
zapatos de pulsera y boca con pintura oscura. La Chicharra 
toma a Rufino del brazo y lo separa de los otros, 
que van a apoyarse en la pared, como para impedir que 
ésta se les venga encima. 

CHICHARRA: (Por el judas.) Yo traje ese monigote; los 
otros ni querían; pero es algo sentimental para mí; ¿te 
gusta? 

RUFINO: No parece ni diablo. Más parece charro, con ese 
sombrerote. (Un silencio.) 
CHICHARRA: (Cachondo.) Y qué pasó, pues. 
RUFINO: ¿Con qué? (Pausa.) Ah, no. Nada. 
CHICHARRA: ¿Traes billetes? O no más las ganas. (Le 
mete la mano en/a bolsa del pantalón.) Andas limpio, 
hijo. Pero me gusta cómo miras; así, de ladito. 
¿Cómo te llamas? Nunca te había visto. 
RUFINO: Pues, Rufíno. 
CHICHARRA: Quién te puso así de feo. 
RUFINO: Y a ti, ¿quién te puso Chicharra? 
CHICHARRA: Estamos celebrando que se abrió la gloria, 
la pascua y todo eso. Si me insistes un poquito, pues, 
puedo darte servicio de gorrión. (Pausa.) Órale, tú 
nomás me sigues. 
RUFINO: Es que. Ando buscando ... otra cosa. 
CHICHARRA: ¿No me digas...? Y quién no. Busques lo 
que busques, conmigo ya lo encontraste, Rufinito. 
Aquí se te abrió la gloria. Hasta tu mamacita puedo 
ser, ¿eso buscas? 

Un silencio

RUFINO: Busco al Chícharo. 

CHICHARRA: Ah... vaya. No quieres con la Chicharra. 
(Silencio.) El Chícharo ... ¿Quién te habló de él? (La 
Chicharra se despoja suavemente de la peluca dorada; 
su voz es ahora más grave. Es notorio que es 
hombre.) Aquí hay servicio completo, te dije. (Silencio.) 
Aquí tienes al Chícharo. (Pausa.) ¿Así te gusto 
más? Puedo ser tu papacito. Bueno, sácate la mano de 
ahí y dame un besito, ¿eh? 

De un tirón el travesti le baja el pantalón y trata de penetrarlo. 
Rujino grita. Del grupo de borrachines anónimos 
surgen mentadas al aire

SOCIO 1: Que ya truene ese maldito judas. 
SOCIO 2: Ese judas ni tiene cuetes. No truena. 
SOCIO 4: Toques, toques. Quién quiere sus toques. 


Y repique de campanas a todo vuelo, música hasta un 
volumen estridente. 




Quince 

Fachada del edificio 

Cuando amanece. Rujino camina tambaleándose. Lo alcanza 

el Cero cerca del zaguán. 

CERO: ¿Supiste, carnal? Los canijos apañaron al Ochoa. 
RUFINO: Ya casi es de día. 
CERO: Entiende. (Lo sacude.) Andan cazando a todo el 
que les late. Qué tienes, ¿a dónde vas? 
RUFINO: A la feria. 
CERO: Pero, carnal. ¿No te digo cómo anda el pedo? 
RUFINO: Voy a ... A la feria. 
CERO: Cuál feria, carajo. 
RUFINO: ¿Eh...? Aquí, a la vuelta. 
CERO: A estas horas. Espérate a que salga el sol. .. 
RUFINO: ... A la feria. 
CERO: Ha de estar cerrada; mejor vámonos. 
RUFINO: Tengo que llegar. 
CERO: Tenernos que desaparecemos, hijo. Con lo que pasó 
en el callejón. Pinche Globero, andaba hasta atrás 
y ni en cuenta ... 
RUFINO: (Ríe, pierde el equilibrio.) Hazme caso, dijo el 
Globero. Hazme caso, dijo el Globero. Hazme caso. 
CERO: La explosión se oyó hasta el mercado. Habrá sido 
por el tanque de gas de la seño. 
RUFINO: ¿Gas? ¿Cuál gas? Yo no vi nada, nada. Yo voy a 
la feria. Ahí quedé. 
CERO: Si estabas junto al Globero, qué no. Cuando le 
lanzó el flamazo al judas. 
RUFINO: Yo andaba en otro asunto. 
CERO: Ahí estabas. Y cuando el judas ese cayó encima 
de la seño de las hojas.·Y el pedo que se armó. 
RUFINO: Fuiste tú, güey: Corno en lo de la miscelánea, 
como en la papelería, como con la camioneta del 
Trueno ... Fuiste tú. De qué te ríes. 
CERO: (Entre carcajadas.) El Globero, Rufino. Fue el 
Globero. 
RUFINO: Me vale quién fue, yo me borro ... 
CERO: (Jugando.) Aguas con el Globero. Si lo ven, sáquenle 
la vuelta al Globero. (Risas de ambos.) 
RUFINO: Apaguen al Globero. 
CERO: El Globero anda caliente. Apáguenlo. Busquen 
una manguera de bombero y ... 
Rufino y Cero sufren una crisis de carcajadas grotescas, 
de risa angustiosa. De pronto ,frente a ellos aparece una 
figura con una enorme cabellera rizada y aspecto siniestro. 
CERO: ¿Trueno...? ¿Eres tú... ? 
TRUENO: Hasta la risa se les atoró, hijos de la chingada. 

Rufino y el Cero se quedan paralizados por un instante. 
Luego intentan correr hacia el callejón, pero sus movimientos 
son torpes. Trueno salta de un sitio al otro, los 
supera en agilidad y energía. 

CERO: Escápate, Rufino. Órale, carnal, vete ... 

La navaja de Trueno resplandece con la luz del amanece¡: 
Se establece una lucha entre los tres que se extiende 
por toda la escena. Ante un movimiento inesperado Trueno, 
por atacar al Cero, cae sobre Rufino y lo acuchilla. Un 
grito simultáneo. Cero se precipita fúera de escena. Trueno 
corre tras él. Rufino se recarga en la pared. Da algunos 
pasos y se derrumba al filo de la banqueta. Amanece. 
Alguna persona pasa. Algún curioso se detiene. Alguien 
tira un trapo sobre el cuerpo sin vida. En primer término 
pasa una patrulla a vuelta de rueda, con sus luces 
intermitentes encendidas





Oscuro final.