21/11/14

Noche de reyes. W. Shakespeare.




NOCHE DE REYES
de william shakespeare.

PRIMER ACTO
ESCENA I
En la isla de Irilia.
Funeral del hermano de Olivia.
Canta Orsino, gobernador de Irilia.
ORSINO:
Ella puede matar con sus ojos de mar.
Ella puede mentir y tu fe, destruir.
Y ella solo te ve cuando quiere mirar.
Es niña al jugar pero siempre es mujer para mí.
Ella se deja amar y te deja volar.
Ella saca verdad con mentiras detrás.
Y ella acepta, si es gratis, la venta final.
Y aunque roba y te miente ella siempre es mujer para mí.
MARÍA:
ORSINO:
Escuchen bien, tendrán que pasar 7 años para que el bello rostro de
la señorita vea una vez más la luz del sol...
Porque como una monja de claustro, se va a tapar por completa,
y se va a dedicar a llorar y llorar y llorar por su hermano muerto.
Ohh... maldición de mujer.
No saber del querer, no saber de perder.
Oh música alimento del amor no te detengas hasta saciarme.
Oh melodía que inundas mis sentidos
y me regalas una sensación maravillosa para luego quitármela.
Oh espíritu del amor, eres enorme como un océano
y depredador sin discriminación alguna.
Caprichosas son las formas del deseo.
(canta) Ohh... de entregarse jamás,
de sentir ni pensar,
en su amor ni soñar.
ESCENA II
Playa de Irilia.
Restos del naufragio en que las olas separaron
a Viola y Sebastián, hermana y hermano gemelos.
Ambos creen que el otro ha muerto.3
VIOLA:
CAPITÁN:
VIOLA:
CAPITÁN:
VIOLA:
Oh Sebastián, Sebastián ¿dónde estás hermano del alma mía?
Calma, mi señora, si le sirve de consuelo le puedo decir que cuando
usted y los pocos que nos salvamos nos aferrábamos al bote,
su querido hermano, consciente del peligro que lo acechaba,
se agarraba a un enorme palo que sobresalía de las aguas.
La imagen era sobrecogedora y violenta a la vez,
su hermano tan amado luchaba ferozmente abrazado a un tronco
Gracias por sus esperanzadoras palabras...
¿Conoce usted este lugar?
Irilia, mi señora.
Irilia... aquí gobierna un noble duque llamado Orsino,
yo lo conozco, mi padre me habló de él...
soltero si no me equivoco... ocúltese Capitán.
(Se escucha el canto del cortejo fúnebre del hermano de Olivia)
Ohh... la tristeza de amar
ver la muerte llegar, imposible escapar.
VIOLA:
CAPITÁN:
VIOLA:
CAPITÁN:
VIOLA:
CAPITÁN:
VIOLA:
(oculta junto al capitán y los marinos) Y ella, ¿quién es?
Es la bella Olivia, mujer virtuosa hija de condes.
Su padre murió hace poco y hace nada murió su hermano.
Dicen que por todos estos dolores juró nunca más acercarse a un
hombre.
Si consigo conocer a esa dama, será más fácil llegar al duque.
Difícil, la señora no quiere saber de nadie.
Es usted en extremo ingenuo mi capitán.
Escuche bien porque esto es lo que vamos a hacer.
Entraré como servidor a la corte del duque Orsino y me haré pasar
por hombre... bueno por un jovencito.
Usted no dirá una sola palabra.
No lo voy a defraudar... yo sé cantar y puedo conversar de música
con él.
Dejaremos que el tiempo nos diga que puede resultar de todo esto.
En cuanto a usted mi querido capitán, ajustará su silencio a mi
ingenio.
Haga usted de varoncito, que yo haré de mudo.
Si abro la boca será que mis ojos se han cerrado para siempre.
Magnífico.
Canta. Yo le puedo cantar y mi voz escuchar.4
A él le gusta soñar con sirenas de mar.
Melodías y sueños le puedo enseñar.
Seré un niño, seré un canto y ese hombre será para mí.
ESCENA III
Viola/Orsino/Cortejo fúnebre.
Olivia se abraza histérica al féretro y plañe. Los demás cantan.
Ohh...un cantar para amar
un compás de querer, una pauta a perder.
Ohh... es mi alma al llorar
es mi alma al soñar, mi corazón desangrar.
TOBY:
MARÍA:
TOBY:
MARÍA:
ANDRÉS:
MARÍA:
ANDRÉS:
TOBY:
MARÍA:
TOBY:
MARÍA:
ANDRÉS:
TOBY:
ANDRÉS:
TOBY:
ANDRÉS:
TOBY:
(a María) Puta madre, ah?, se puede saber que le pasa a esta niñita.
Está bien que se muera tu hermano pero las penas se pasan
cantando... ¿o no? A rey muerto rey puesto (se toma un trago).
Estimado señor Tobías, usted tiene claro que su sobrina no lo
soporta ni a usted ni a su compadre...
Estimada señora María, lávese bien la boca si va a hablar de mi
compadre Andrés, mire que no hay hombre de su calibre en toda
Irilia... además tiene plata.
Para tomársela.
(que llega por detrás y le da una palmadita en el culo) Y para
hacerte feliz...
Ah estabas aquí.
Yesssss sir. Y para servirla (va a dar el pésame a Olivia).
Es músico María, canta, toca, recita, escribe... hocicones los que
hablan mal de él.
Son los mismos que hablan mal de usted.
Yo solo bebo a la salud de mi querida sobrinita.
Permiso señor.... Voy a rescatar a su querida sobrinita.
Bien querido amigo, yo sé perder... me largo.
Te digo que la niñita se toma su tiempo antes de entrar en calores.
Ni siquiera puedo hablar con tu famosa sobrina y no hay que ser
muy inteligente para darse cuenta que al delicado Orsino algo le
sucedió y que ahora lloriquea por los rincones y que, al parecer, el
luto lo calienta como a una tetera.
A Olivia le gustan los hombres bien hombres... y ahí vas de
ganador, recuerda que tú tienes un don.
Ah... el don.
No es este mundo para esconder las virtudes. Menos si de cabriolas
se trata.5
ESCENA IV
Termina el cortejo fúnebre.
FABIÁN:
OLIVIA:
FABIÁN:
MARÍA:
FABIÁN:
OLIVIA:
FABIÁN:
OLIVIA:
FABIÁN:
OLIVIA:
FABIÁN:
OLIVIA:
FABIÁN:
OLIVIA:
MALVOLIO:
FABIÁN:
OLIVIA:
MALVOLIO:
OLIVIA:
(suelta una ráfaga de metralla insoportable)
Salvas para honrar al muerto.
Saquen de aquí a este loco.
Ya todos escucharon saquen de aquí a esta loca.
¡Qué fue lo que dijiste bruto insolente!
¿Podemos saber donde su hermano se ha ido?
Mi hermano querido al cielo se ha ido.
Entonces usted tendría que estar alegre.
Pero estoy triste.
Entonces, ¿quién es el que se encuentra loco?
¡Llévense a este terrorista!
Ya escucharon, llévense a la señorita.
Basta, suficiente (lo aparta).
A ti la guerra te ha dejado muy violento.
Fuiste un fiel servidor pero ya no necesito guardia personal además
estoy agotada de tu presencia.
Esos son defectos que se arreglan rápidamente señora.
Irilia se ha puesto muy peligrosa y una señorita como usted debiera
tener quien la cuide.
Malvolio, ¿qué opinas de este señor?
Crees que se pueda “enmendar”.
En el preciso momento justo en que venga a sacudirlo el estertor de
la muerte.
La violencia, mi señora, es la ruina de los pacíficos y la tumba para
los psicóticos.
Mal no estaría su Dios en enviar a usted unas gotas de psicosis.
Y, que dices a eso Malvolio.
Las personas sensatas que creen en estos idiotas para que los
defiendan son sólo un reflejo de su propia estupidez.
Cuan enfermo estás de autosuficiencia Malvolio.
Hay que ser muy torpe para tomar por bolas de cañón a inocentes
postones.
A quien podría ofender este terminal, violento pero fiel “soldado”.
Ha sido un largo día señores. Adiós querido hermano.
Me sumerjo en la oscuridad. I want to be alone!6
ESCENA V
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
(entrando) Violo.
Presente señor, aquí dispuesto a todo servicio.
Ha pasado casi un año ya de la muerte del hermano de la duquesa
Olivia y nos aprestamos a celebrar un nuevo día nacional de Irilia.
Por tanto jovencito... es hora de trabajar.
Tú ya sabes todo sobre mí, te he abierto el libro donde escondo los
secretos de mi corazón.
Llega hasta Olivia, cuéntale que soy yo quien te envía y no
permitas que te rechace.
Así lo haré, mi querido señor.
Mas, si es verdad que la señora figura lloriqueando el día entero, no
sé si tenga muchas ganas de recibirme.
Anda mas allá de todos los límites que impone la cordura y la
cortesía. ¡Te saltas todas las reglas! ¡Y no se te ocurra volver sin
resultados!
Muy bien, consigo verla... ¿qué le digo?
(muy encima de Viola/Violo) Descúbrele entonces toda la pasión
que hay en mí, sedúcela hablándole de mi fe sincera.
Tú sabrás, con tus encantos tan particulares, transmitirle mi dolor.
La elocuencia y belleza de tu juventud serán la llave perfecta para
abrir la cerradura de su corazón.
No lo creo, no va a resultar.
Créelo mi querido cachorrito mira que con tu vocecita de cristal y
tus labios suaves y encendidos la harás dudar de todo.
Tu lo harías muy bien de mujer... a ti te destinaron los Dioses para
esta empresa.
Si logras tu propósito querido jovencito quedaremos unidos de aquí
a la eternidad.
Lo voy a intentar. Seduciré a la dama.
(aparte) ¡Complicada empresa!
¡Coquetear en su nombre cuando lo quiero por marido!
ESCENA VI
Entra Fabián a punta de balazos, mientras “entrena” a Olivia.
FABIÁN:
OLIVIA:
MARÍA:
OLIVIA:
¿No le gustó...?
No.
Señora, en la puerta hay un jovencito que insiste en hablar con
usted.
¿Quién lo recibió?7
MARÍA:
OLIVIA: Su pariente... el señor Tobías.
Dios mío que vergüenza, Tobías no dice más que tonterías.
Malvolio, vaya usted por favor.
Si es enviado del conde le dice que estoy enferma o que salí o lo
que sea pero que se vaya (sale Malvolio).
(a Fabián) Bien mi querido guardia personal, ya te habrás dado
cuenta cuan pasado de moda está tu metralleta
Entra Toby.
OLIVIA:
TOBY: (a Toby) Primo, ¿quién es el que está a la puerta?
Algo muy raro...mmh ¡¡malditos los licores con leche!!
(a Fabián) Fabián... Que se cuenta compañero.
¿Cómo llegas tan temprano, ebrio y gritando?
Shhhhh! Sobrinita querida hay alguien esperando.
Fabián, hazte cargo. Veremos si sirves de algo.
OLIVIA:
TOBY:
OLIVIA:
Salen entra Malvolio.
MALVOLIO:
OLIVIA:
MALVOLIO:
OLIVIA:
MALVOLIO:
OLIVIA:
MALVOLIO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
MARÍA:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
Señora este jovencito insiste en verla.
Dígale que no va a conseguir verme.
¿Y usted que cree que he hecho todo este rato?
Es insufrible y le aseguro que en cualquier momento empieza a
gritar.
Malvolio... ¿qué tipo de hombre es?
Amanerado y de malas maneras.
¿Cuántos años tiene? Su aspecto ¿cómo es?
Para ser hombre le faltan años y para muchachito le sobran.
Camina claramente entre dos aguas.
Podríamos decir que todavía en sus labios le queda leche... de su
madre claro.
Que pase. María, escucharemos, una vez más, al embajador de
Orsino.
ESCENA VII
Entra Viola/Violo.
¿Quién es la honorable señora de esta casa?
¡Señorita!, y la boquita le queda donde mismo.
Hábleme a mí. Yo responderé por ella. ¿Qué quiere?
Oh la más radiante y exquisita. Oh belleza incomparable. Oh...
Bien saltémonos la poesía... ¿De dónde vienes?8
VIOLA/VIOLO:
MARÍA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
MARÍA:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
Traigo el texto estudiado así es que por favor gentil señora.
Señorita.
Señorita... dígame si es usted la señorita de esta casa para poder
comenzar mis palabras.
¿Orsino envió un actor?
No. Sin embargo juro que no soy lo que represento.
¿Es usted la señorita de esta casa?
Sí, lo soy.
El mensaje que traigo atañe sólo a vuestros oídos.
¿Tiene que ser en español antiguo?
Vengo en son de paz...
No fue muy cortes su debut.
Fui tan cortés como su bienvenida...
¿Quién eres? ¿A qué has venido?
En cuanto a quién soy y a que vengo son cosas tan íntimas como lo
es la virginidad: Cosas divinas para decir al oído y muy profanas
para que las escuchen los demás.
Ya entendimos (se va).
Puedo escuchar ahora esas cosas tan divinas... veamos mi querido
actor.... Comience a recitar.
Oh mí dulcísima señora...
La zalamería la dejamos fuera... vamos a los contenidos.
¿Dónde está el argumento?
En el corazón de Orsino.
¿Ah sí? ¿En qué capítulo?
En el primer capítulo de su pecho.
Me lo conozco de memoria. Algo más que añadir.
Ya po’ ¡Déjame mirarte!
Creo que se está excediendo en su papel mi querido actor, pero está
bien hagámoslo... descorramos el telón para que puedas ver bien la
escena.
(se va encima de de Viola/Violo) ¿Algún cambio en la
escenografía? ¿Alguna imperfección?
Hecho por Dios.
Hecho para resistir al tiempo.
Orgullosa, arrogante, y aunque fuera usted el mismísimo demonio,
seguiría usted siendo bella.
El conde la ama. Y un amor como ese debiera encontrar
recompensa.
Háblame de su amor.
Se consagra a usted con don de lágrimas, truena como un rayo
enamorado... y en sus suspiros descansa.9
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
MALVOLIO:
OLIVIA:
MALVOLIO:
OLIVIA:
Tu jefe me conoce. Y sabe que no puedo amarle.
Yo sé que es un hombre cabal, pero no puedo amarle.
Y también que, desde mucho tiempo, conoce mi respuesta.
Si yo fuera el señor Orsino y la amara a usted de la forma en que el
la ama...
¿Qué harías?
Me estacaría en la entrada de esta casa y gritaría hasta que mi alma
partiera la puerta en dos.
Escribiría las más eróticas serenatas y te las cantaría en tu ventana
en medio de la más oscura de las noches.
Gritaría tu nombre a través de los cerros para que el eco no te
dejara en paz y de esa forma no encuentres el descanso jamás.
Le aseguro, señorita, que usted quedaría atrapada entre la tierra y el
viento hasta que de mí se compadeciera.
(pausa muy larga. Olivia hierve) Corre donde tu jefe y déjale claro
que yo no puedo amarle... y que no quiero ningún tipo de
embajador que no seas tú.
Corre y dime cual es su reacción.
Anda con Dios. Pero ¡ándate ya! Y por favor acepta estas monedas.
Gracias. Gracias. Gracias.
Guarde su dinero. Es el señor Orsino y no yo quien merece la
recompensa. Adiós belleza cruel (se va).
Cachorro insolente, que digo, bestia insolente.
Tu lengua, tu cara, tu boca... calma Olivia, calma.
Tan fulminante puede ser el hechizo.
Siento como todas sus imperfecciones de medio hombre y medio
niño se introducen en mí, sutiles e invisibles, deslizándose sobre
mis ojos...
Que sea. Dejémoslo ser.
(llama) ¡Malvolio! ¡Malvolio!
Aquí, señora a su entero servicio.
Corre detrás de ese insolente mensajero y entrégale este anillo que
dejó olvidado.
Dile, además, que no quiero el anillo, dile, también, que no le dé
esperanzas a Orsino porque no seré suya y si ese mensajero vuelve
por estos lados, y encárgate que sea mañana mismo, yo sabré darle
mis razones.
Corre Malvolio. Corre.
Corro señora (corre).
No sé que estoy haciendo... ¿o si lo sé?
Mucho temo que por mis ojos haya entrado demasiada alegría para
mi mente en luto.
(Ataca la música de la canción “Viaje tiempo atrás”)10
Muestra tu poder destino.
Porque del deseo no somos su dueño.
Sea como tú lo has decretado. Sea.
SEGUNDO ACTO
ESCENA I
Apartada, en los prados del castillo de Olivia.
VIOLA/VIOLO:
Anda vamos ya, corazón no temas no te vas a detener.
Me parece que tengo mil opciones,
no se a quien volveré a ver,
o que tan lejos llegaré,
con disfraces sin verdad.
Oh, Sebastián, mi querido hermano, ¿estarás vivo?, ¿estarás
muerto? no me dejes sola, eres lo único que queda de mi familia.
Oh familia, Oh mamá, Oh papá, Oh Orsino, Oh Sebastián.
Aparece Sebastián en escena seguido de cerca de Antonio.
SEBASTIÁN:
En algún lugar, alguien me recuerda, sueño que se hará verdad,
me recibirá con gran bienvenida,
finalmente sin llorar,
solo sueño con volar
en un viaje.
VIOLA/VIOLO/SEBASTIÁN:
Tiempo atrás.
ANTONIO:
Pero si en estas montañas estábamos tan bien... supongo que no me
vas a dejar botado.
SEBASTIÁN:
Por favor, te lo ruego... no.
Mi estrella solo pone sombras sobre mi cabeza... necesito seguir
solo con mi desgracia.
Tú no te mereces algo así.
ANTONIO:
Pero dime por lo menos qué es lo que vas a hacer.
SEBASTIÁN:
Vagar, y no me pidas que te cuente lo que quiero guardar como un
secreto.
Antonio, tú me salvaste la vida, me libraste de ser tragado por las
olas.
ANTONIO:
Oh trágico día, pero no fui yo, querido Sebastián.
Fue el tronco el que te salvó.
SEBASTIÁN:
Dicen que mi hermana gemela era preciosa... Era igualita a mí11
ANTONIO:
SEBASTIÁN:
ANTONIO:
SEBASTIÁN:
(llora)... Se ahogó Antonio, se ahogó en aguas amargas y esa
amargura inunda mis recuerdos.
Perdóname Sebastián, perdóname por no haberte acogido como se
debe.
No, no... perdóname tú por angustiarte de esta manera.
Si no quieres que me muera de la pena, te ruego que no me
abandones... déjame ayudarte Seba... por fa!
Si no quieres matar al que salvaste olvídate de mí ahora. Déjame
partir por favor y no me hagas llorar, mira que tanto queda en mí de
la influencia materna que por más leve que sea el motivo se me
llenan los ojos de lágrimas.
Me voy a la corte del duque Orsino... era amigo de papá. Adiós.
Sale.
ANTONIO: Te vas justo al lugar menos indicado. No te imaginas la cantidad de
enemigos que tengo en Irilia. Pero me da lo mismo. Tú eres mi
familia. Yo te adoro y no me importa lo que digan. Tanto te quiero
que los peligros parecerán juegos de niñitas. ¡¡¡Allá nos vemos!!!
ORSINO: Oh la familia,
el refugio del amor universal.
Oh la familia
quien no corre y corre más hasta encontrarte.
Paso a paso iré, correré con fuerzas,
No sé donde iré a parar.
Voy a ese lugar a cambiar mi vida.
Ser un hombre de verdad
Si voy tras mi ideal,
corran sin parar,
hoy he de volver atrás.
Tener por fin
mi hogar.
VIOLA/VIOLO:
SEBASTIÁN:
ANTONIO:
ESCENA II
Mismos prados.
Malvolio encuentra a Viola/Violo que medita.
MALVOLIO:
VIOLA/VIOLO:
MALVOLIO:
Veo que no le duró mucho el vuelo.
Es cierto; es que estos prados me traen muchos recuerdos.
Mmmmm ya. Bien jovencito vengo a devolverle este anillo que mi
señora dice que le pertenece a usted.
También aprovecho de recordarle que aunque su patrón se irrite12
VIOLA/VIOLO:
MALVOLIO:
VIOLA/VIOLO:
MALVOLIO:
VIOLA/VIOLO:
MALVOLIO:
VIOLA/VIOLO:
tiene que dejarle claro que mi señora...
Señorita...
...La señorita nada quiere con él.
La... señorita pidió expresamente que no se tome el trabajo de
volver con mensajes de tu patrón...
El señor Orsino...
Que no se tome el trabajo de volver con mensajes de su patrón a
menos que sea para contarle como le cayó la idea de no verla nunca
jamás.
Claro, como el agua.
Ese anillo no es mío, no sé de dónde lo sacó!!
Mira, pequeño saltamontes, el anillo lo tiramos al suelo.
Tal vez vale la pena que te agaches a recogerlo.
De lo contrario se lo dejas de comida a los pajaritos.
Farewell dear (se va).
Yo no dejé ningún anillo... ¿qué le pasa a esa mujer?
¿Será que se ha hechizado? Me ama, estoy seguro. Se enamoró. Y
por eso inventa cosas ¡Soy un hombre! ¡Eso es! Se enamoró del
hombre que vio.
Pobrecita... se enamoró de un sueño. Disfraz... disfraz, enorme es
tu seducción y tu maldad. Espejito, espejito mírame... mírame...
¿Que ocurrirá ahora?
Orsino la adora y yo, pobre monstruo, de él estoy enamorada... y
ella... ella se enamoró de mí.
(se mira al espejo) No. Ella se enamoró de ti.
Que día más triste, cuan inútiles los suspiros de Olivia.
Al parecer este callejón ya no tiene salida.
ESCENA III
Cocina del castillo de Olivia.
Están cantando muy embriagados.
Toby, Andrés y Fabián están en el final del bolero “Señor abogado”.
TOBY/ANDRÉS/FABIÁN: ... (canta)
Lo que vi esa noche no es para contarlo,
ella me engañaba con otro querer.
Muy desesperado busqué en el ropero
un arma de fuego y la acribillé.
Ella era mi vida, ella era mi todo,
ahora que está muerta para que vivir.13
Por eso le ruego, señor abogado
no quiero clemencia... prefiero morir...
ANDRÉS.
Excelente, excelente.
TOBY:
Magnífica canción, absolutamente de acuerdo con el muchacho
nada como matar por amor. Nada...
FABIÁN:
¿Y que es amor?, ¿qué crees que tú que significa amor?
¿Acaso crees que se trata de decirse en dos palabras “te quiero” y
nada más?
¿Y qué es amor?, para mí el amor no es así.
ANDRÉS:
Qué es eso... ¿pero a ti te caparon?
TOBY:
Que bella voz, si te caparon fue un trabajo notable.
Te felicito.
ANDRÉS:
Yo no.
FABIÁN:
Échame a mí la culpa de lo que pase.
ANDRÉS:
Eso está mucho mejor... Cúbrete tú la espalda con mi dolor.
ANDRÉS/FABIÁN/TOBY: (cantan)
Que allá en el otro mundo
en vez de infierno encuentres gloria.
Y que una nube de tu memoria me borre a mí.
Entra María interrumpiendo la canción.
MARÍA:
TOBÍAS:
ANDRÉS:
MARÍA:
Esa sí que está buena, sigan gritando y en dos minutos aparece
Malvolio y los pone a todos de patitas en la calle.
(borracho) EHHHH, han llegado las diosas!!!!!!
Mujer si puedes tú con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez te
he dejado de adorar.
Traiga amiga más licor para beber....
¡Cierren la boca por el amor de Dios!
Entra Malvolio.
MALVOLIO:
TOBY:
MALVOLIO:
Respetables señores. ¿Se han vuelto locos? ¿Qué es esto?
No les queda juicio, ni educación, ni decencia.
Algarabía de burdel parece el espectáculo que brindan.
¡¡Es medianoche señores!!
¿Confundieron con un lupanar la casa de mi señora, vociferando
basura sin ningún control de vuestra voz?
¿Dijo “vuestra voz”?
Con toda la franqueza del mundo señor Tobías:
me ha encargado mi señora dejarle claro que el recibirlo como
pariente en esta casa no supone la aceptación de las costumbres de14
TOBY:
MARÍA:
TOBY:
ANDRÉS:
MALVOLIO:
TOBY:
FABIÁN:
ANDRÉS:
su mal vivir. Si es usted capaz de deponer estas conductas será muy
bienvenido.
De lo contrario os ruego que abandone cuanto antes esta casa usted,
y toda su cáfila patética de terminales caballeros.
(carraspea y toma aire) Re menor maestro.
(empieza a cantar) Atiéndeme, quiero decirte algo...
Se te está pasando la mano Toby.
Que quizás no esperes, doloroso tal vez.
Escucha bien, que aunque me duela el alma,
yo necesito hablarte y así lo haré...
Mi señora María, si usted no despreciara los favores de la señora
rechazaría toda complicidad con la estúpida y lasciva conducta de
estos señores.
Informaré de todo.
El tono es La menor, señores; y además calan las notas.
¿Calan?... ¿Calan? ¿Yo calo, tú calas, él cala?
¿Te atreves a llamarnos desafinados? ¿Nosotros?
Esto si no lo voy a aceptar. Esto es una blasfemia.
¿Y usted se ha calado a alguien alguna vez patético profesor de
canto y de baile de señoritas?
Qué, ¿nos va a castigar? ¿Nos vas a dejar sin cerveza?
No, no pue’, no pue’, no pue’.
si quieren nos callamos, pero sin cerveza no.
(canta) Te juro que te adoro
y en nombre de este amor y por tu bien te digo adiós...
María, más vino.
Se larga Malvolio portazo incluido.
TOBY:
ANDRÉS:
MARÍA:
TOBY:
MARÍA:
ANDRÉS:
MARÍA:
Pobre y patético maestro de música... enamorado de mi sobrinita
que odia cada nota musical.
Cabrón! Lameculo y abstemio... lo peor.
Paciencia señores... paciencia y silencio porque las últimas visitas
del cachorrito a mi señora la han dejado muy inquieta...
Caliente María, caliente es la palabra.
Bueno, esa misma calentura es la que llevará a la ruina a Malvolio.
A ver eso me gustó, cuéntame más de Malvolio.
Tiene votos de castidad... se azota por las noches... es
fundamentalista, ultraconservador y.... caliente.
Pero el hombre es tan seguro de sí mismo que jura que la señora
algún día se enamorará de él...
En esa ceguera encontraremos el camino a la venganza por todo lo
que nos ha ninguneado.15
TOBY:
MARÍA:
TOBY:
ANDRÉS:
TOBY:
ANDRÉS:
TOBÍAS:
ANDRÉS:
Ya, ¿y?
Yo sé imitar la letra de mi señora y le enviaré cartas para que sueñe
con que la duquesa lo ama.
Dejaremos la misiva en un lugar donde todos podamos ver sus
reacciones para saber si el asunto funciona.
Buenas noches señores...
Puta, ¿harto habilosa la cocinera no?
Y harto rica y harto ganosa...
Una hembra como las de antes... generosa.
Si no conseguimos a tu sobrina nos quedamos con la cocinera.
(mientras van saliendo con Andrés)
Tú sabes que yo ya pasé por ahí.
¿En serio...?
ESCENA IV
Castillo del Conde Orsino.
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
Ven aquí cachorro.
Si llegas a enamorarte piensa en mí cuando las penas de amor
lleguen a ti.
Soy, en verdad, como todos los amantes.
Voluble, poco claro en las inclinaciones, excepto, en la imagen de
la criatura objeto del amor.
Apuesto que a pesar de tus pocos años tus ojos ya se habrán posado
en algún objeto del amor... ¿no es así?
Sí... un poco.
¿Cómo es ella?
Como tú.
Entonces no es para ti. ¿Cuántos años tiene?
Los tuyos... más o menos...
Muy vieja... no jovencito, el amor se agota muy pronto.
Así espero.
Oh espíritu del amor eres enorme...
Que todo el mundo se retire.
Y tú (a Violo/Viola), visitarás inmediatamente a esa perra cruel y le
dirás que mi amor, noble como las estrellas, pagará lo que sea.
¿Y si no quiere amarte?
No lo podré soportar.
Lo vas a soportar.
Supongamos por un instante que hay una mujer que sufre por su
amor tanto como usted sufre por Olivia, y que usted no la ama y16
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
ORSINO:
más encima se lo dice... ¿qué? ¿Tendría que resignarse?
No hay un corazón de mujer que pueda soportar los latidos de la
pasión que destruyen mi pecho.
No hay un corazón de mujer que pueda soportar aquello porque son
inconstantes.
El amor del corazón de una mujer podríamos acusarlo de ser solo
un apetito. No es un impulso de las viseras sino del paladar que se
sacia y se hastía hasta vomitar.
Yo sé, sin embargo....
Tú, ¿qué?
Yo sé cuánto puede amar una mujer...
Mi padre tuvo una hija que se enamoró de un hombre como si lo
hiciera yo.
Si yo fuera una mujer, me enamoraría de usted.
¿Y?
Y... nada.
Él nunca descubrió este amor.
¿Tú hermana murió de amor?
Es que yo soy todas las hijas de la casa de mi padre y soy todos los
hijos también... y soy todos los hermanos y... ¿quiere que vaya a
ver a Olivia?
Entrégale este anillo y dile que mi amor no da un paso atrás ni
tampoco acepta la derrota, menos a minutos de celebrar un nuevo
día nacional de Irilia.
ESCENA V
Sala de música del castillo de Olivia.
Vemos a Malvolio en sus estudios de hannon en el piano a toda
velocidad por el teclado, mientras a prudente distancia,
encaramados en una colina con sendos binoculares,
se encuentran Toby, Fabián y Andrés.
Luego llega María.
TOBY:
FABIÁN:
ANDRÉS:
FABIÁN:
TOBY/ANDRÉS:
FABIÁN:
ANDRÉS:
(a Fabián) ¿Y a ti quién te invitó?
Este ultrareligioso y ultrapiadoso señor...
No fue esa la pregunta.
Se acuesta con mi mujer.
What!
Viste María, te dije que aparte de viejos eran tontos.
Puta, el insolente. ¿A vos quién te autorizó...?17
MARÍA:
MALVOLIO:
FABIÁN:
MALVOLIO:
FABIÁN:
MALVOLIO:
TOBY:
MALVOLIO:
TOBY:
ANDRÉS:
FABIÁN:
TOBY:
MALVOLIO:
FABIÁN:
ANDRÉS:
MARÍA:
ANDRÉS:
MALVOLIO:
ANDRÉS:
MARÍA:
TOBY:
MARÍA:
TOBY:
MARÍA:
FABIÁN:
MARÍA:
TOBY:
MARÍA:
MALVOLIO:
MARÍA:
MALVOLIO:
MARÍA:
Silencio.
Este es el momento en que deja sus espeluznantes escalas y toma
su libro de Beethoven y ahí debiera encontrar la...
¡¡Dios!!
Lávate la boca antes de nombrar a Dios.
Dios, esto no puede ser.
Puta y dale...
En realidad sí puede ser.
María alguna vez me dijo que de enamorarse mi señora, lo haría de
un hombre de mi nivel.
Cuál de todos los niveles.
De mi estatura, de mi capacidad.
¿Capacidad para qué?
¿Por qué no lo matamos de un balazo?
Un balazo directo a la cabeza.
Tranquilos señores, tranquilos.
Tengo la experiencia que me ha dado Isabel.
Mejor un balazo en las pelotas.
¿Quién es Isabel?
(refiriéndose a Fabián) Su mujer.
Sí, mejor en las pelotas.
Veamos que tenemos aquí (lee en voz baja).
Pero este idiota se puso a leer en silencio.
¿Cómo vamos a saber que dice la maldita carta?
La escribí yo, tarado.
¿Y?...
Nada... que estaba enamorada de él, que amaba su risa loca.
¿Su risa loca?
Si y también esa manera estrafalaria de vestirse.
Pero si ese mojigato viste de negro.
En la carta le pide que cambie por completo sus costumbres y que
busque colores vivos y telas brillantes, que se dé con la huasca por
las noches pensando en sus pechos, que se apriete el silicio a la
altura de las ingles hasta quedar mora’o...
Que pluma notable, ¿lo redactaste tú?
Por supuesto y me reservo lo que le pide que haga con las velas.
¡No!
¡Sí!
No, no, no, pero que mujer adelantada.
Además, le pide que si quiere tener acceso a su delicada flor que
aún no ha sido visitada por abejita ninguna...18
MALVOLIO:
ANDRÉS:
FABIÁN:
TOBY:
MARÍA:
Ahora verás lo que es un abejorro.
¡Yo te voy a enseñar lo que es una lanceta!
Yo te voy a mostrar lo que hago con tu lanceta.
Estuviste brillante María veo que no te privaste...
Para nada... y que si quiere llegar hasta su bella flor tendrá que
sorprenderla con algo desatadamente lujurioso...
Y si no me falla la memoria en este momento debiera comenzar a
practicar un...
Malvolio suelta un Do de pecho nunca visto.
MALVOLIO:
TOBY:
ANDRÉS:
FABIÁN:
TOBY:
MALVOLIO:
TOBY:
ANDRÉS:
MARÍA:
Dooooooooooooooooooooooooooooooo!
Oh my god, plis come to me in this moment.
Jesuscrist, qué fue eso.
María, ¿cómo se te ocurre ponerlo a cantar ópera?
Es totalmente impresentable.
Por favor alguien que lo calle.
Oh Dios, Oh Dios del cielo
Oh Dios, A ti se levanta nuestra voz.
(Trompetería).
No lo puedo creer (poniéndose de pie) el himno nacional de Irilia.
(Poniéndose de pie y poniendo su mano en el corazón)
Oh Dios esto no puede estar sucediendo.
La colorada! ¡¡¿Dónde quedó la colorada?!!
(sacando su bandera de Irilia. La colorada)
La patria nos llama caballeros.
El escenario comienza a transformarse, hasta todos llegar a la plaza pública desde
donde todos entonan el himno de Irilia rebozados de patriotismo y
erotismo placentero.
Cantan
ORSINO:
MALVOLIO:
TODOS:
Pueblo de Irilia, ¡hora del nostro amor!
Todo por ti, por tus amores bellos,
los corazones saltan de amor
Oh nuestra Irilia, todo placer.
Oh libertad, es mi tierra.
Oh nuestra patria, muero por ti.
Gloria a tu nombre, glorias a ti19
Se van todos, queda Olivia y Violo/Viola
TERCER ACTO
ESCENA I
Olivia y Violo/Viola, a solas
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA;
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
Siempre vuelves.
Está bien, aquí estoy una vez más enviado para inspirarla en
nombre del señor Orsino.
Por favor no vuelvas a hablarme de él.
La compadezco mucho.
Así también comienza el amor.
No. No lo creo.
Cuando tu gracia y juventud hayan madurado
cosechará tu esposa a un hombre verdadero.
Adiós.
Adiós.
No. Quédate. ¿Qué piensas de mí?
Creo que no es usted lo que parece.
Opino lo mismo de ti.
Opina muy bien, no soy lo que parezco.
Ojala fueras lo que yo quiero que parezcas que fueras.
Soy lo que soy,
pero no lo que parezco que soy.
(aparte) Oh, cuan hermosos aparecen en sus labios esos juegos de
palabras repletos de ira y menosprecio. Se descubre antes el amor
más escondido que el más infame de todos los crímenes. El amor
también es tan oscuro como el sol. La Noche del amor es mediodía.
(a Violo/Viola) Por la primavera y sus rosas, por el honor de la
castidad, por lo que es cierto y verdadero...
Te amo y no voy a esconder mi pasión ni con ingenios ni con
razones.
Razona más bien en cadena con la razón:
Amor buscado es bueno, pero dado sin buscarlo es mejor.
Sería todo entonces.
Volveré a llorar lágrimas junto a Orsino.
Vuelve cachorro. Vuelve.
Sólo tú puedes conmover ese corazón que ahora aborrece,
hasta que algún día ame el corazón que ahora odia.20
ESCENA II
ANDRÉS:
TOBY:
FABIÁN:
ANDRÉS:
FABIÁN:
ANDRÉS:
FABIÁN:
ANDRÉS:
FABIÁN:
TOBY:
FABIÁN:
TOBY:
FABIÁN:
ANDRÉS:
TOBY:
FABIÁN:
Que enorme pérdida de tiempo, me voy.
Ni un segundo más por estos lares.
Dame una razón, por lo menos una razón.
Vaya, vaya, nos rendimos fácilmente.
No se trata de cobardía ni de rendiciones.
Se trata que tu sobrinita.
Sólo tiene ojos para esa especie de eunuco que la visita.
Yo mismo los he visto haciéndose ojitos y hablando de poetas u
otras mariconadas.
Y ella, ¿te vio a ti?
¿No tienes una pregunta más interesante que hacer?
Por supuesto que me vio.
Esa es la manera de demostrarte su amor.
Y esa estupidez... ¿La aprendiste en el campo de batalla también?
Mujeres, querido amigo... mujeres.
Yo conozco bien a la señora...
Ella lo que quiere es que peleen por ella, quiere despertar la bestia
que hay en ti.
Ese era el momento de pegarle ahí mismo a ese ratoncito
afeminado.
Ahí mismo levantarlo de una patada en el culo.
Correcto. Ella te quiere en calores. Ella te quiere guerrero.
Ahora tienes dos opciones... o el diálogo maricueca buscando el
odioso consenso, o la batalla directa donde gana el más mejor.
La perra quiere sangre.
Lo de perra te lo guardas o la patada en el culo te la vas a comer tú.
No fue mi intención insultar a nadie.
Sangre, Toby, sangre.
Este es tu momento compadre, desafía a ese cachorrito a un
combate a cuchillo en el más puro estilo carcelario.
Prepara un discurso violento y cruel que lo haga temblar.
Un verdadero ¡speech!
Te aseguro que el mejor afrodisíaco sigue siendo el macho bravío,
animal, bruto, inconsciente y ebrio.
Sé lo que es hablar directo. Lo haré.
Entra María.21
MARÍA:
Malvolio enloqueció. Se compró la carta completa. ¿Quieren
conocer la venganza de cerca?... Por aquí, señores.
Salen.
ESCENA III
En una calle de Irilia.
SEBASTIÁN:
ANTONIO:
SEBASTIÁN:
ANTONIO:
SEBASTIÁN:
ANTONIO:
SEBASTIÁN:
ANTONIO:
SEBASTIÁN:
ANTONIO:
SEBASTIÁN:
ANTONIO:
SEBASTIÁN:
Tu masoquismo no tiene límites Antonio.
Al parecer te gusta sufrir, por lo que este asunto lo dejamos hasta
aquí y no te reprendo más.
No te puedo abandonar y punto.
Esta es una tierra extraña para ti, aquí no tienes amigos ni guías.
Yo te sigo por amor, Sebastián.
Te lo dije. Haz lo que quieras. Yo voy a recorrer esta ciudad.
Mañana Seba, ahora hay que encontrar donde alojar.
Ahora Antonio y por favor no me digas Seba.
Perdóname pero el peligro estará en todas las esquinas.
Yo no me puedo hacer cargo de los numeritos que te mandaste en
esta ciudad.
Yo no estaba contigo y a mí nadie me conoce en este lugar.
Escóndete y cuídate.
Toma (le pasa plata). Toma toda la plata.
Pasea por ahí y luego busca un lugar que se llama el Elefante.
¿Por qué me pasas tu plata?
Para que no mueras de inanición.
Ok, yo me llevo la plata.
Nos encontramos esta noche.
Esta noche, en el Elefante.
Si toño en el elefante
ESCENA IV
OLIVIA:
(aparte) Lo mande a llamar. ¿Y si viene?
¿Cómo voy a celebrarlo? ¿Qué puedo ofrecerle?
A este jovencito mejor comprarlo que rogarle.
¡Estoy gritando!
Sí, estoy gritando.
(a María) ¿Dónde está Malvolio?
Él es un empleado serio.22
MARÍA:
OLIVIA:
MARÍA:
OLIVIA:
Él se ajusta a mi depresión.
¿!!Dónde está Malvolio?!!
Dios, sigo gritando.
Aquí viene señora, pero algo extraño ha sucedido con él.
Parece poseído.
¿Qué dices María?
¿Acaso desvaría?
No... la verdad sólo sonríe.
Yo que usted mantendría la distancia porque estoy segura que ha
perdido la razón....
Dile que venga.
(aparte) Más se me extravió la razón a mí que a él.
Locura triste y feliz desvarío siguen siendo lo mismo...
Malvolio.
Sale María
Entra Malvolio con una especie de bata
que busca ocultar su provocativa ropa interior.
MALVOLIO:
OLIVIA:
MALVOLIO: Oh mi señora. ¡Oh!
¿Sonríes? Es más bien triste la razón por la que te llamo.
¿Triste? Pues déjame alegrarte.
Aunque el modelo de bañador que me acompaña me produce cierta
obstrucción en las ingles nada importa.
Si estos aprietes sobre mis gónadas producen la felicidad del otro,
pasará lo que nos dice aquella acertada copla “es alegría de muchos
aquello que a uno alegra”.
Malvolio se abre la bata
mostrando un increíble combinado sadomasoquista.
OLIVIA:
MALVOLIO: ¿Estimado... usted se encuentra bien?
Tu carta llegó a buen puerto chocolatito y lo que ella ordena será
cumplido... todo.
Malvolio, debes estar afiebrado...
¿No será mejor que vayas a la cama?
¿A la cama?
Contigo en cuatro y lo hacemos saltando a lo rana.
¡Malvolio!
¿Pero que te ocurre Malvolio?
Malvolio... ¿de casualidad nuestro querido Fabián te estuvo
haciendo un curso intensivo de estrategia militar???
OLIVIA:
MALVOLIO:
MARÍA:
OLIVIA:
MARÍA:23
MALVOLIO:
MARÍA:
MALVOLIO:
OLIVIA:
MALVOLIO:
OLIVIA:
MALVOLIO:
OLIVIA:
MALVOLIO:
OLIVIA:
MALVOLIO:
OLIVIA:
Básicamente conversamos a cerca de limpiar el cañón.
¡Insolente!
(muy cerca de Olivia) Que no te asuste mi lenguaje de pueblo, lo
uso justo antes de echar a remojar los porotos....
¿Qué quiere usted decir con eso?
Que por muy princesa que sea, igual le gusta el que se menea.
Suficiente.
(mostrándose impúdicamente) Se que te gustan los colores fuertes.
¿Colores fuertes?
Se que te gusta mi risa galante.
¿Tu risa qué?
Venga... que venga y que te lo plante.
¡¡Malvolio!!
Entra María
MARÍA:
OLIVIA: Señora... el cachorrito... llegó el cachorrito.
Corro, voy corriendo.
María. ¿Dónde está mi tío Toby? Vaya a buscarlo.
Malvolio, mi querido tío Toby y todas mis sirvientas quedan a su
disposición.
Sinceramente espero que todo lo que pudo haberle dicho Fabián
sea pajero.... Perdón... pasajero.
Sale.
MALVOLIO: Por Júpiter qué delicadeza la suya...
Todo esto calza a la perfección.
Clarito estaba en la carta que me dejó:
“rechaza a ese que cree que es tío mío”,
“desprecia a los empleados de esta casa”,
“deja que tu lengua hable de asuntos de estado
y con los sirvientes muéstrate elegante y arrogante”.
“Conmigo sé grosero y vulgar... eso me excita”.
Por Júpiter sí, sí, por Júpiter...
porque nuestros dioses quedaron cortos en este éxtasis que se me
presenta.
ESCENA V
Entran Toby, Fabián y María.
Encuentran a Malvolio desvariando,
vestido con su combinado sadomasoquista.24
TOBY:
FABIÁN:
MALVOLIO:
MARÍA:
MALVOLIO:
MARÍA:
TOBY:
MALVOLIO:
TOBY:
MARÍA:
MALVOLIO:
Jesús, María y José.
Guauuuu, qué estilo. Si parece chancho eléctrico.
Atrás seres despreciables.
Señor Malvolio, la patrona ha decidido que usted quede a las
órdenes del Señor Toby.
Aha, aha, aha... ¿eso es lo que ha ordenado?
(a Toby) Recuerda que mi patrona lo quiere vivo
y en lo posible, cuerdo...
¿Qué dices pajarito? O el canario ya no quiere cantar.
A este canario le sobra pecho señor don Toby.
Lo que le falta son las bolas... Quiero decir... trinos.
Ven pajarito, ven a la jaula con el papá.
(al oído de Toby) Que se ponga a rezar... que rece sus oraciones.
¿Mis oraciones perra pecadora?
Lávate la boca si vas a hablar de mis oraciones.
Ustedes son basura. Ocio sin destino alguno.
Seres fútiles, insignificantes, baladíes, frívolos, insustanciales,
intrascendentes, triviales, pueriles, vacuos, cortos, tardos... pobres.
Yo no soy de los suyos.
¡¡No tardarán en saber de mí!!
Sale, portazo incluido. Todos ríen sin control alguno.
TOBY:
FABIÁN:
TOBY:
MARÍA:
FABIÁN:
TOBY:
¿Es esto posible?
Si pones esto sobre un escenario te cuelgan por sobreactuado.
Conseguimos correrle una teja.
Síguelo que en una de esas le vuelve la cordura y nos echa todo a
perder.
Terminará loco de verdad.
A este hay que amarrarlo.
Mi sobrinita lo cree loco, ¿por qué no seguir con el juego para
diversión nuestra y penitencia suya?
Una vez agotada la broma podemos compadecernos y lo llevamos a
juicio mientras la reina del catre las oficia de jueza (agarrando sin
mesura alguna a María por el trasero).
Entra Andrés en actitud de combate.
ANDRÉS:
TOBY:
Bien señores comienza la fiesta.
Preparaste tu speech?25
FABIÁN:
TOBY:
¿Tú qué?
Olvídalo ignorante. Ok practiquemos... Fabián, tú serás el
cachorrito maricueca.
Se ponen en posición de enfrentamiento a cuchillos.
TOBY:
FABIÁN:
TOBY:
ANDRÉS:
(muy ceremonioso) Bien señores, ¿algo que decir?
(saca su metralleta) Que te voy a quitar la virginidad a balazos en
el culo.
Magnífico, gran estilo muy militar por lo demás... y usted señor
Andrés de Casacuberta y Rosales.
Mira pendejo rechucha de tu madre.
No me conformaré con quitarte la virginidad, sino mas bien te
rajaré el hoyo a patadas en el culo,
haré que tus ojos miren tu cerebro por dentro, que la lengua la uses
para limpiarte las orejas,
secaré tu carrera de actorcito patético y sin destino
puesto que como macho no das la talla y como hembra parecís
maraco.
Además, pienso aprovechar la ocasión
para subirte los testículos a la garganta
de modo que cada vez que se te ocurra
cambiarle el agua a las aceitunas
te acuerdes de mí,
cachorro de quiltro, mocito asexuado, eunuco
y desecho de un lupanar.
Silencio total.
ANDRÉS:
FABIÁN:
TOBY:
FABIÁN:
TOBY:
¿Muy fuerte?
Parece que la cagué...
¿Qué pasa?
¿Hay niños cerca?....
Chuta! Chuta kai!
Estoy anonadado.
Tu deberías presentarte en algún concurso cazatalentos.
Tu gallardía no tiene límites
y tu lenguaje está a la altura del cisne de Avon.
¿Cuál cisne?, perdón.
Ya hablamos de tu ignorancia....
Aquí vienen.26
Dale tiempo de despedirse de mi sobrina y luego descargas tu furia.
ESCENA VI
Entran Olivia y Viola/Violo.
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
Bien mi violillo querido, yo ya he arriesgado mi honra y sé que fue
un error.
Pero este error no se deja enmendar. ¿Qué puedes pedirme tú que
yo te niegue?
Que ames al duque Orsino, mi señor.
¿Cómo podría darle lo que a ti te pertenece?
De eso yo te eximo.
¿Volverás mañana? Adiós... dulce diablo.
Seguirá mi alma tus pasos hasta el mismo infierno.
Sale Olivia. Se acercan Toby y Fabián.
TOBY:
VIOLA/VIOLO:
FABIÁN:
TOBY:
FABIÁN:
VIOLA/VIOLO:
TOBY:
VIOLA/VIOLO:
TOBY:
Ponte a la defensiva. Pronto.
No sé qué fue lo que hiciste, pero tus días están contados.
Usted se equivoca señor... no sé de dónde....
Cuídate pendejo que la bestia que te anda buscando
tiene un prontuario que llenaría repisas completas.
Asesinatos, crímenes, descuartizamientos, ajustes de cuentas,
homicidios, parricidios, fraticidios, femicidios,
degollamientos, descueramientos... (se ahoga)...
Empotamientos... embotamientos...
narcotráfico... halterofilia.... gimnasia rítmica.
Pero si yo no he hecho nada.
Te equivocas cachorrito.... te equivocas
y si sigues haciéndote el desentendido
tendrás que arreglártelas conmigo (le pone el cuchillo al cuello).
Yo no soy lo que parezco... yo no soy.
¡¡¡Silencio!!!!
Fabián, quedas a cargo voy por el ofendido.
Sale.
VIOLA/VIOLO:
FABIÁN:
Y usted... ¿puede decirme algo...?
Muy poco,27
VIOLA/VIOLO:
FABIÁN:
VIOLA/VIOLO:
solo que el hombre es un académico ilustrado
que maneja el lenguaje como nadie en toda Irilia.
Dicen que se compara a un tipo de pato europeo.
Además, gusta de sacar las tripas de su adversario
mientras piensa qué hacer con sus gónadas.
¿¿¿¿!!!!Pero qué tipo de hombre es ese????!!!!
I-ri-li-ano. De tomo y de lomo.
¿Quieres ir a su encuentro?
En una de esas puedo negociar una muerte rápida para ti.
De acuerdo. En todo caso si he de morir será con mi secreto en el
pecho.
Salen. Entran Toby y Andrés.
TOBY:
ANDRÉS:
TOBY:
ANDRÉS:
TOBY:
FABIÁN:
TOBY:
Te aseguro que es el demonio vivo. Es un animal, una bestia,
maneja el cuchillo como nadie.
¿Y si lo dejamos hasta aquí mejor?
El problema es que ahora es él quien no quiere apaciguarse.
Mejor no le decimos nada, digo tal vez... no sé...
quizás se ofenda con el speech que se me ocurrió...
Ya es tarde (entran Fabián y Viola/Violo)
(a Fabián) Está a punto de caer desmayado...
(a Toby) Este otro parece alma en pena...
A disfrutar...
Bien señores... sangre y arena.
Se van a ir a los cuchillos cuando entra Antonio.
ANTONIO:
TOBY:
ANTONIO:
TOBY:
¡¡ Abajo esas armas!!
Si este joven y buen hombre te ha ofendido,
me hago cargo y tomo su falta sobre mí.
(a Viola/Violo) Más, si eres tú quien desafía déjamelo a mí.
¿Y vos quien chucha sois?
(mirando a los ojos a Viola/Violo) uno que por amor es capaz de
matar.
¡¡Ah, no!! Un cola enamorado... eso es demasiado.
Todos sacan cuchillos y comienzan la pelea que para un oficial.
FABIÁN:
(a Toby) Compadre, la policía... ¡raspa!28
TOBY:
(a Antonio) Estaré contigo en un momento.
Se esconden.
VIOLA/VIOLO:
ANDRÉS:
OFICIAL:
ANTONIO:
OFICIAL:
ANTONIO:
OFICIAL:
ANTONIO:
VIOLA/VIOLO:
ANTONIO:
VIOLA/VIOLO:
ANTONIO:
VIOLA/VIOLO:
ANTONIO:
OFICIAL:
ANTONIO:
OFICIAL:
ANTONIO:
Guarda ese cuchillo, te lo ruego.
Por supuesto... obvio... demás.
Antonio Jorge del Rayo de la Nueva Aurora Strozzi y Camasuttro.
Queda usted arrestado por antiguas órdenes del antiguo alcalde
Luiso Almendro Camasuttro y Severo.
(aparte) Mi tío Luiso... pensé que estaba muerto.
Disculpe oficial, pero usted me toma por otro.
En absoluto.
(al oído de Antonio) Podría reconocer esas piernas a kilómetros de
distancia. Te conozco bien marinero.
(a todos) Él sabe que lo conozco bien.
Obedeceré.
(a Violo/Viola creyendo que es Sebastián) Y todo por seguir tus
pasos.
Pero, ¿qué va a ser de ti ahora que tendrás que devolverme el
dinero que te pasé?
¡En marcha!
Tengo que pedirte algo del dinero.
¿Qué dinero? Con suerte me quedan tres monedas... en fin ¡ahí te
van dos!
¡¡Me vas a negar ahora!!
¡¡ Es acaso posible que todos mis desvelos no te muevan a
compasión!!
No te burles de mí desgracia, porque si lo haces, te juro que suelto
la lengua y te tiro en la cara todo el amor que por ti he desplegado.
¿Cuál amor?
No me desafíes.
¿De que estás hablando? No te conozco.
Odio, en todos los hombres, la ebriedad estúpida o cualquier otra
seña viciosa de las que habitan en su enfermiza sangre.
¡¡Oh my god!!
¡Ya basta de pataleta! En marcha.
Una palabra más. A este jovencito lo rescaté
de ser engullido por las fauces de la muerte,
le devolví la vida y lo transformé en mi veneración.
Basta de perder el tiempo, en marcha.
No era un Dios, sino ídolo en corrupción.29
Tú solo, mi querido Sebastián, has degradado tu belleza.
Eres bello, pero eres malo.
Quien es bello y malvado a un solo tiempo,
es como cofre vacío con adornos del diablo.
¡Fuera! ¡Fuera de aquí a marchar!! Has enloquecido por completo.
A una yegua entre los carros de un faraón yo te comparo.
Me voy.
OFICIAL:
ANTONIO:
Salen.
VIOLA:
(aparte y en éxtasis profundo)
No puede ser... no puede ser cierto.
Oh ilusión muestra tu verdad. ¡Muéstrate!! Oh hermano Oh mi
Sebastián, nos han confundido... ha nombrado a Sebastián. Así es,
es exactamente así. Es mi reflejo, yo lo imito, imito sus gestos, sus
adornos, sus colores. Oh Dios no permitas otro espejismo. Si es
verdad lo que presiento, buenas son las tempestades y las olas
bravías.
Se va.
CUARTO ACTO
ESCENA I
Entra Sebastián y por detrás entran Andrés, Toby y Fabián.
TOBY:
ANDRÉS:
SEBASTIÁN:
TOBY:
Te dije que nos volveríamos a ver... ¡echa fuera!
Te voy a pulverizarte, a cortarte, a maltratarte.
(sorprendido) Perdón, aquí todo el mundo ha enloquecido.
Se puede saber ¿Quiénes son ustedes?
¡Ah no! Ya tengo suficiente de locura por hoy.
Lo agarran entre los tres y lo maltratan horriblemente.
Entra Olivia.
OLIVIA:
TOBY:
OLIVIA:
¡STOOOP!! ¡Señor Tobías!! ¡¡Es una orden!!
Pero sobrinita, si estamos recién empezando.
¡Fuera de mi vista!!
(a Sebastián) Por favor, tú no te ofendas mi pequeño violillo.
¡¡¡Fuera de aquí bestias!!!
Mi dulce amigo, te ruego que sea la prudencia quien te guíe y no la
ira.30
Ven conmigo hasta mi casa que allí te contaré de los absurdos
enredos urdidos por este rufián
y te aseguro que reirás de buena gana.
Será lo mejor. Ven, ven, te lo suplico.
¿Te vas a negar?
Maldita sea tu alma.
Se va.
ESCENA II
Sebastián duda en soledad
SEBASTIÁN:
¿Tiene todo esto algún sentido?
¿Hacia dónde se dirigen las aguas?
¿Estoy loco o acaso es un sueño?
Que la fantasía hunda en un profundo sueño todos mis sentidos...
y que nadie me despierte si esto es solo un sueño.
Vuelve Olivia.
OLIVIA:
SEBASTIÁN:
OLIVIA:
No estás en condiciones de decidir solo.
Vamos, ven conmigo, yo seré tu guía.
Iré con usted señora.
Que así sea. No te vas a arrepentir.
Salen.
Entra Sebastián en la más completa bipolaridad.
SEBASTIÁN:
¿Dónde estás Antonio?
De oro serían en este momento tus sabios consejos.
Aquí alguien perdió la cabeza.
Mis ojos podrían engañarme entrando en batalla con mi razón
que solo muestra pruebas de mi locura
o bien que la dama está completamente desquiciada.
Antonio, ¿dónde estás?
Oh my god please come to me in this moment and tell me qué.
¿Que soy realmente yo....?
¿Qué quieres corazón? ¿Cuál amor, cuál calor?
Siento que mi alma pierde libertad,31
no puedo continuar esta gran batallar.
¿Cuál de mis amores yo tomaré en verdad?
Todo esto es tan misterioso...
ESCENA III
Entra Olivia con un clérigo.
OLIVIA:
SEBASTIÁN:
OLIVIA:
Sé que todo esto es un poco precipitado
pero tú solo debes obedecer
y venir conmigo junto a este santo padre
y en un oratorio cercano jurarás la devoción que me tienes
y así mi alma celosa e inquieta podrá por fin alcanzar la paz.
Yo sé que todo esto es muy clandestino
pero no será hasta que tú decidas, como hombre, de una buena vez,
anunciar que estás perdidamente enamorado de mí
y de ahí sin más ni más derecho a la catedral de Irilia
donde el pueblo entero nos aclamará....
¿Qué dices?
Que el santo fraile nos conduzca.
Te seguiré, te juraré fidelidad
y te seré fiel hasta el fin de los tiempos. Amén.
My god, I cant believe it. Sea. Por el amor de Dios, que sea.
Salen presurosos.
QUINTO ACTO
ESCENA I
Entran guardias Antonio, Orsino, Viola/Violo.
OFICIAL:
ORSINO: ¡¡¡Aquí está el hombre señor!!!
Antonio, Antonio.
Antonio Jorge del Rayo de la Nueva Aurora Strozzi y Camasuttro.
Pensé que jamás te volvería a ver.
Pensé que tendrías la vergüenza suficiente
como para no aparecerte nunca más por nuestra Irilia
a quien estuviste a centímetros de convertir en un burdel.
ANTONIO: Mi muy noble señor.
Permítame que rechace todos sus insultos
pues nunca fue Antonio ni ladrón, ni cabrón.32
Tampoco cafiche y menos puto.
Estoy aquí porque fui hechizado.
Este jovencito que ve aquí yo mismo lo rescaté de las olas
espumeantes del mar embravecido
cuando se hundía sin remedio alguno aferrado a un tronco
descomunal.
Yo le di la vida, y con ella... mi amor... sin límites... sin
condiciones.
¡Por él arriesgué todo!
Por él estuve a punto de ir a cuchilla limpia contra unos verdaderos
monstruos que pretendían atacarlo.
Fui reconocido y detenido por Climaterio...
ORSINO:
OFICIAL:
ORSINO:
ANTONIO:
ORSINO:
ANTONIO:
¿Climaterio? ¿Quién es Climaterio?
Era mi nombre artístico señor,
antes de entrar a su guardia personal fui bailarín y bueno...
Suficiente... continúa.
Pues bien, este jovencito que ve usted aquí me negó...
me negó como Pedro para evitar unirse a mi destino.
Negó cualquier relación conmigo
como si lo nuestro hubiese sido un amor de verano.
¡Todo en un abrir y cerrar de ojos!!
Llévenselo, fuera de aquí... todo esto ya es mucho.
(mientras se lo llevan atrás)
Una sola pestañeada y me habís negado.
Te pasaste Seba... no tenís perdón de Dios... te pasaste.
ESCENA II
Entran Olivia y séquito.
OLIVIA:
VIOLA:
ORSINO:
VIOLA:
OLIVIA:
ORSINO:
OLIVIA:
¿Realmente existe algo que yo no pueda darte? Estás faltando a tu
palabra.
Señora...
Gentil señora.
Señora... el duque quiere hablar y yo he de callar.
Si de nuevo se trata del viejo estribillo;
el asunto ya suena desafinado
y se acrecienta el floreciente desprecio que tengo por tus melodías.
¿Todavía tan cruel?
Todavía tan perseverante señor.33
ORSINO:
OLIVIA:
ORSINO:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
ORSINO:
CLÉRIGO:
ORSINO:
CLÉRIGO:
Hasta la perversión si es necesario.
Oh mujer implacable ante tu alma he desplegado las ofrendas más
fieles.
¿Qué más puedo hacer?
Lo que le plazca.
Exactamente lo que le convenga.
Si no me faltara el coraje podría matar lo que más amo.
A veces los celos más salvajes no están exentos de nobleza.
Pero escucha con atención y trata de comprender.
Yo sé quién es el objeto de tus deseos.
Pero este cachorro a quien sé que amas
y a quien yo, lo juro por la bandera de Irilia,
también llevo en mi corazón.
Este jovencito será apartado de tus crueles ojos
desde donde se robó el trono de su patrón.
Tú vienes conmigo querido Violo,
mientras mi pensamiento madura crueles planes
para hacer parir el corazón de la dama.
Y yo deseo, feliz y dispuesto morir, una y mil veces,
por darte la paz.
¿Con quién te vas Violo?
Con el que amo más que a mis ojos, más que a mi propia vida.
Y si miento que me castiguen todos los dioses con la muerte
por ultraje y robo de amor.
Me siento despreciada.
¡Pendejo traidor!
¿Cuál desprecio, cuál traición?
¡Que comparezca el santo fraile!!
Violo, pero si tú eres mi esposo.
¿Esposo?
Se han casado.
Lo confirmó la unión de sus manos
y la unión de sus labios en un hermoso beso de amor.
Luego se intercambiaron anillos
y juraron frente al pabellón de Irilia
amor eterno.
¡¡¡Frente a la colorada!!!
¡No lo puedo creer!!
¡Es!34
ORSINO:
Tú, ¡maldición de maricueca en disfraz!!
¿Has pensado lo que serás cuando se te vengan los años?
La astucia que utilizaste para arrebatarme mi dama
podría convertirse en la trampa que te liquide en tu camino.
Adiós.
Es toda tuya.
¡Dirige, sin embargo tus pasos hacia donde nunca nos
encontremos!
ESCENA III
Entran Andrés, Toby y Fabián heridos y huyendo.
ANDRÉS:
TOBY:
OLIVIA:
SEBASTIÁN:
ORSINO:
ANTONIO:
SEBASTIÁN:
ANTONIO:
VIOLA/VIOLO:
OLIVIA:
SEBASTIÁN:
¡Socorro, ayuda, por el amor de Dios!!
¡¡Un médico, un médico!!
¿Podemos saber quién es el responsable de esta carnicería?
¡Yo!
Y realmente lamento en el alma haber herido a su pariente señora
mía...
me miras de forma extraña...
debo pensar que te has ofendido.
No por favor, no lo pienses
y si lo has pensado te suplico me perdones.
Juntos realizamos un juramento de amor
y es por ese juramento que hoy de rodillas inclinado sobre tus pies
ruego lágrimas para obtener tu perdón.
Oh my god.
¿Sebi? ¿Eres tú, Sebastián?
Antonio, Toño, Toño. Toño, mi dulce amigo,
no te imaginas que largas las horas de dolor y sufrimiento
desde nuestra separación.
Sebastián Eduardo de Elisa y Aragón, ¿eres tú?
¿De Elisa y de Aragón? (lo ve).
My really God.
(enfrentado a Viola/Violo) ¿Qué es esto?
¿Qué delito he cometido que mi castigo es siquiera suponer que mi
hermana está viva?
Yo nunca tuve un hermano.
Tuve una hermana devorada por las olas del mar.
Antes de perder el juicio por completo, por favor dime tu nombre,
tu país y al menos cuatro de tus apellidos.35
VIOLA:
SEBASTIÁN:
VIOLA:
SEBASTIÁN:
VIOLA:
SEBASTIÁN:
VIOLA:
SEBASTIÁN:
ORSINO:
VIOLA:
Soy hija de Sebastián y hermana de un hermoso joven del mismo
nombre.
Ese joven vestido como tú encontró en el mar su tumba, y si los
espíritus viven tú eres su máxima expresión.
Soy, en verdad un espíritu. Sin embargo mi madre me entregó estas
carnes para vivir esta vida.
Si tú fueras mujer, y todo parece indicarlo, bañaría tu rostro con
mis lágrimas...
El papá tenía una marca en la ingle.
Yo tengo la misma.
La mamá tenía una marca en sus omoplatos.
Y tú tienes la misma.
(a todos) Mi nombre es Viola Gertrudis Almendra de Elisa y
Aragón.
Un capitán me salvó de las aguas y guarda mis trajes de doncella.
Una vez a salvo, mi vida ha transcurrido entre este gentilhombre y
esta gentildama.
(a Olivia) Así las cosas, has vivido un engaño.
Estuviste muy cerca de prometerte a una virgen
y por mi vida que no te equivocaste,
porque virgen es el hombre que ahora tomas.
A ver, a ver cachorrito,
me repetiste muchas veces que nunca amarías a una mujer tanto
como a mí.
Así es...
Entra Malvolio un tanto desencajado y con María.
MALVOLIO:
OLIVIA:
MALVOLIO:
En el nombre de Dios, señora mía,
usted me ha humillado y el mundo debe saberlo.
Aunque me mandaste a la oscuridad y me pusiste por guardia a
vuestro patético pariente alcohólico,
además de intentar engañarme con el payaso de vuestra corte,
hoy devenido en triste drogadicto,
aquí tengo la carta en que usted con su puño y letra
se compromete conmigo.
No te comprendo Malvolio.
Repase su propia carta... Señorita.
¿No querías que me pusiera grosero y te tratara de perrita caliente?
¡¿No querías que te enseñara el beto, beto, la dieta de la lagartija y
entender el famoso Talagante?!
¿No me querías en trajes sadomasoquistas?36
OLIVIA:
MARÍA:
FABIÁN:
ANDRÉS:
MARÍA:
TOBY:
OLIVIA:
MALVOLIO:
ORSINO:
OLIVIA:
¿No querías compartir los silicios conmigo, la fusta conmigo, las
bolitas conmigo...?
Yo me rebajé, dejé mis trajes austeros, dejé mi vocabulario discreto
sereno y bello... todo por una traición.
¿Por qué fuiste tan cruel?
Ay Malvolio esta carta no la escribí yo.
Esta es letra de María, no caben dudas.
María te escuchamos.
Señora yo...
Señora confesaré ahora mismo que fui yo y el señor Toby
quienes maquinamos esta broma macabra contra el señor Malvolio
que ya iba siendo hora que pagara todos sus insultos, descortesías y
ninguneos,
amén de haberse comido a mi esposa.
Suficiente.
No es ese el asunto, el asunto es que la pobre María escribió la
carta porque Toby por pago se la sirvió...
o sea no, lo que quiero decir es que la tomó por esposa...
Señora, eso no es tan así,
yo no me he casado con nadie,
menos con este alcohólico lascivo
a quien con su medicina le alcanza para calentar la tetera
pero no para tomársela.
Gracias María, continúo.
Estimados no ha habido maldad alguna en esta simple broma
que más invita a la risa que a la venganza.
Si medimos las ofensas de todos los lados
se verá que están de lo más equilibradas.
Ay querido Malvolio como se han reído de ti.
Me vengaré de todos los confabulados. TODOS.
Mi venganza será completa...
Venga (se va).
(a Viola) Bien cachorrit...
tu patrón se despide y en pago a tus servicios,
tan lejanos a tu sexo, género y delicada condición virginal,
además por haberme llamado señor por tanto tiempo
es que ahora te doy mi mano,
para que seas, desde hoy,
dueña y señora del que fue tu dueño.
Y hermana mía.37
ORSINO:
Ve tras Malvolio e ínstenlo a hacer las paces.
(Irrumpe la canción “I like to be in América” de West Side Story)
Por el momento nadie se mueve de aquí
y tú, cachorro, porque así te llamo mientras seas un varoncito,
cambiarás tu nombre en el preciso momento en que pases a ser la
amada de Orsino.
Reina de su corazón y de las costas de Irilia.
Cantan
ORSINO:
TODOS:
ELLAS:
ELLOS:
ELLAS:
ELLOS:
ELLAS:
ELLOS:
TODOS:
MARÍA:
SEBASTIÁN:
ANTONIO:
TODOS:
Rompen las olas las rocas
Rompe el amor en tu boca
Quiero vivir en Irilia
Quiero morir en Irilia
Quiero parir en Irilia.
Quiero engendrar en Irilia.
Lavo mi piel en tus mares.
Lavo en tu arena mis males.
Tus playas me llenan de embrujos.
Sobre tus playas te estrujo.
Quiero vivir en Irilia
Quiero morir en Irilia
Quiero besarte en Irilia
Yo voy a darte en Irilia.
Quiero vivir en tus mares
Quiero soñar tus raudales
Quiero sentir tus amores
Cuídate entonces
de los temblores.
Quiero vivir en Irilia
Quiero morir en Irilia
Quiero abrazarte mi Irilia
Agradecerte mi Irilia
Lo que quiero ya!
Lo que siento ya!
Es el mundo para amar
Tener por fin
Libertad.38
Fin.

20/11/14

LOS HERMANOS, TERENCIO.











LOS HERMANOS
TERENCIO





PERSONAS QUE HABLAN

MICIÓN,   viejo, hermano de Demea, padre adoptivo de Equino.

DEMEA,   viejo, hermano de Mición, padre de Esquino y de Tesifón

SANNIÓN,   mercader de esclavos.

ESQUINO,   joven, hijo de Demea, adoptado por su tío Mición.

SIRO,   esclavo de Esquino.

TESIFÓN,   joven, hijo de Demea, hermano de Esquino.

SOSTRATA,   madre de Pánfila.

CANTARA,   nodriza de Pánfila.

GETA,   esclavo de Sostrata.

HEGIÓN,   viejo, pariente de Pánfila.

DROMÓN,   esclavo de Mición.

PARMENÓN,   esclavo de Esquino.

PÁNFILA,   hija de Sostrata.


PERSONAS QUE NO HABLAN

CALIDIA,   esclava robada por Esquino.

ESTORAX,   esclavo de Mición.


PRÓLOGO
Toda vez que el poeta ha visto que gentes malévolas andan royendo sus escritos, y que sus enemigos procuran desacreditar la comedia que vamos a representar, él se denunciará a sí mismo. Vosotros juzgaréis si lo que ha hecho es digno de aplauso o de censura.
Hay una comedia de Difilo, llamada Synapashnescontes1. Tradújola Plauto y llamola Commorientes. En la griega se introduce un mancebo que a un rufián le quita por fuerza una ramera. Plauto dejó sin traducir este lugar, que nuestro poeta tomó para Los Hermanos, y tradujo palabra por palabra.
Esta comedia nueva es la que vamos a representar. Vedla y juzgad si aquí hay hurto, o si el poeta ha utilizado una escena que se omitió por descuido.
Cuanto a lo que esos maliciosos dicen, que ilustres personajes le ayudan y a la continua son sus colaboradores2, eso que a ellos les parece una gran injuria, el poeta lo tiene a mucha honra, pues agrada a aquellos que a todos vosotros y al pueblo romano supieron agradar, y que, sin arrogancia, prestaron sus servicios a quienquiera que los hubo menester en la guerra, en la administración y en los negocios. Por lo demás, no aguardéis el argumento de la comedia. Parte de él declaran los viejos que van a aparecer en la primera escena: la acción mostrará lo demás. Procurad que vuestra benevolencia dé ánimos al autor para componer otras comedias.



Acto I

MICIÓN.
 
MICIÓN.-   (A la puerta da su casa, hablando a un siervo, que está dentro.)  ¡Estorax!... ¿No volvió Esquino anoche de la cena? ¿Ni criado ninguno de los que fueron por él? Realmente que es verdad lo que dicen comúnmente: que cuando uno está de alguna parte ausente, o se detiene allá, le vale más que le acaezca lo que de él dice su mujer, o lo que de él imagina en su pensamiento muy colérica, que no lo que los padres amorosos. Tu mujer, si te detienes, o piensa que andas en amores, o en banquetes, y dándote buena vida; y que para ti sólo son los goces y ella pasa los trabajos. Pero yo, por no haber vuelto mi hijo, ¡qué de cavilaciones! ¡Qué de cosas ahora me dan congoja! Que se me haya resfriado; que haya caído en alguna sima; que se haya lisiado en su persona. ¡Bah!, ¿qué hombre habrá en el mundo que tenga en su corazón cosa más amada que cada uno es de sí mismo? Además, éste no es hijo mío, sino de mi hermano; el cual, desde su mocedad, es de condición muy diferente a la mía. Yo seguí esta vida ociosa y tranquila de la ciudad, y jamás he sido casado; cosa que por ahí se tiene a dicha. Él, por el contrario, quiso más vivir en el campo, y darse una vida de escasez y de trabajos. Casose; naciéronle dos hijos, de los cuales tomé yo por adoptivo éste mayor. Hele criado desde niño; hele tenido y querido como si fuera mío; él es todas mis delicias; sólo él es mi amor. Procuro con diligencia que él también me quiera; doyle cuanto necesita, pásole muchas cosas, pues no tengo para qué tratarle en todo con rigor. Finalmente, las cosas que otros hacen a espaldas de sus padres, que son aquellas que la mocedad trae consigo, hele vezado a mi hijo a que no me las encubra. Porque el que se acostumbrare a mentir, o se atreviere a engañar a su padre, tanto más se atreverá a todos los demás. Yo creo que es mejor que los hijos cumplan su deber enfrenados por la vergüenza y benignidad, que con rigor. Esto no le cuadra a mi hermano, ni le parece bien. Cien veces me ha venido dando voces: «¿Qué haces, Mición?, ¿por qué nos echas a perder este mozo?, ¿por qué anda en amores?, ¿por qué en banquetes?, ¿por qué le das tú para todo esto qué gastar? Llévasle muy pintado de vestidos: Eres demasiadamente simple». Y él también es demasiadamente riguroso: más de lo que pide la razón. Y a mi parecer va muy engañado el que piensa que es más firme y más seguro el señorío que se administra con rigor, que el que con amor se atrae. Mi parecer es éste, y yo así lo entiendo: que el que hace su deber, forzado por castigos, mientras teme que se sabrán sus culpas, guárdase; pero, si confía que se podrán encubrir, a su condición se vuelve. Pero el que atraéis por amor, hácelo de voluntad, procura pagaros en lo mismo; en presencia y en ausencia será el mismo. Éste es el oficio del padre: antes vezar al hijo a que haga su deber de buena voluntad, que por temor de nadie. Tal es la diferencia entre el padre y el señor; y el que no la pueda observar, confiese que no sabe criar hijos.  (Viendo a DEMEA.)  ¿Pero es por dicha éste el mismo de quien trataba? Realmente que es él. No sé de qué está triste, creo vendrá ya a reñir conmigo, como suele. -Huélgome, Demea, de verte en salud.


Escena II

 
DEMEA, MICIÓN.
 

DEMEA.-  ¡Oh, a buen tiempo! En tu misma busca vengo.
MICIÓN.-  ¿De qué estás triste?
DEMEA.-  ¿Donde Esquino está de por medio, me preguntas de qué estoy triste?
MICIÓN.-   (Aparte.) ¿No lo decía yo?...  (Alto.)  ¿Qué ha hecho Esquino?
DEMEA.-  ¿Qué ha hecho? Que ni tiene vergüenza de nada, ni temor a nadie, ni hace cuenta que ha de estar sujeto a ley ninguna. Porque, sin hablar de sus pasadas picardías, ¿qué piensas que ha hecho ahora?
MICIÓN.-  ¿Qué es ello?
DEMEA.-  Ha quebrado puertas, y ha entrado por fuerza en casa ajena, y al dueño de ella, y a toda su familia los ha maltratado, hasta dejarlos por muertos; ha quitado por fuerza una mujer de quien él está enamorado. Todos a voces dicen haber sido muy mal hecho. ¿Cuántos piensas, Mición, que me lo han dicho viniendo? No se habla de otro en toda la ciudad. Y si compararse puede, ¿no ve a su hermano cuán solícito está en su hacienda, y cómo se está en su granja reglado y moderado, y cómo no hace nada de esto? Lo que a él le digo, Mición, a ti te lo digo: que tú le dejas perderse.
MICIÓN.-  La cosa más injusta del mundo es un hombre necio, porque nada tiene por bueno, salvo lo que él hace.
DEMEA.-  ¿A qué viene eso?
MICIÓN.-  A que tú, Demea, no eres en esto buen juez. Créeme que no es maldad que un mancebillo ande entre mujeres, ni menos en banquetes, ni que quiebre las puertas. Y si tú y yo no hicimos travesuras semejantes, fue porque la pobreza no nos dio lugar de hacerlas. ¿Y tú ahora alábaste de lo que dejaste de hacer por necesidad? Esto es injusto; porque si tuviéramos con qué, también lo hiciéramos. Y tú, si fueses cuerdo, a tu hijo le dejarías ahora hacer todo esto, que a su edad es lícito, y no le darías ocasión de esperar a que estés bajo de tierra, para hacerlo entonces, cuando ya no le esté bien.
DEMEA.-  ¡Oh, soberano Júpiter! ¡Tú, hombre, vas a volverme loco! ¿Qué, no es maldad que un mozuelo haga estas cosas?
MICIÓN.-  ¡Ah!, óyete. No me rompas más sobre esto la cabeza. Tú ya me diste tu hijo por hijo adoptivo, ya él quedó por mío. Si él en algo yerra, Demea, a mi daño lo yerra, y de ello a mí me tocará la mayor parte. ¿Gasta?, ¿bebe?, ¿lleva perfumes? De mi hacienda lo hace. ¿Tiene amiga? Yo le daré para ello dinero, mientras pueda, y mando no, ya le echarán ellas de casa3. ¿Ha quebrado puertas? Se harán otras. ¿Ha rasgado ropa? La zurciremos. Gracias a los dioses, hay de qué, y hasta ahora no me da mucha pena. Finalmente, o déjame hacer, o busca cualquier árbitro, que yo te probaré que en esto mucho más lo yerras tú que yo.
DEMEA.-  ¡Ay de mí! Aprende a ser padre, de aquéllos que lo saben ser de veras.
MICIÓN.-  Por naturaleza, su verdadero padre lo eres tú; por los consejos, yo.
DEMEA.-  ¿Tú le aconsejas en nada?
MICIÓN.-  ¡Ah, si perseveras... me iré!
DEMEA.-  ¿Eso harás?
MICIÓN.-  ¡Pues qué!, ¿tengo de oír tantas veces una misma cosa?
DEMEA.-  Es que me da cuidado.
MICIÓN.-  Y a mí también me lo da; pero, Demea tengamos cada uno cuenta con su justa parte, tú con el uno y yo con el otro. Porque cuidar tú de ambos, casi casi es tornarme a pedir el hijo que me diste.
DEMEA.-  ¡Ah, Mición!
MICIÓN.-  A mí así me parece.
DEMEA.-  ¿Qué es eso? Si así lo quieres, derrame, destruya, piérdase él; que no me toca nada. ¡Si de hoy más, palabra ninguna...!
MICIÓN.-  ¿Colérico otra vez, Demea?
DEMEA.-  ¿Y aún no lo crees? ¿Pídote por ventura el que te di? Siéntolo, no soy ningún extraño; pero si estorbo, desde luego me aparto. Quieres que tenga cuenta con el uno, ya la tengo; y doy gracias a los dioses, pues él es tal, cual yo le quiero. Ése tuyo, él lo sentirá a la postre. Y no digo más.


Escena III

 
MICIÓN, solo.
 

MICIÓN.-  Aunque no hay para tanto, con todo eso no deja de ser algo lo que dice, ni deja de darme a mí alguna pesadumbre; pero no he querido mostrarme pesaroso, porque es un hombre que, con aplacarle y resistirle de veras, y espantarle con todo eso, apenas lo toma con paciencia. Pues si yo le atizase su cólera y se la acrecentase, perdería realmente el seso juntamente con él. Aunque no deja Esquino de hacernos en esto algún agravio. ¿Qué ramera hay con quien él no haya tenido sus amores o a quien no le haya dado algo? Finalmente (creo que de aburrido ya de todas) me dijo poco ha que se quería casar. Confiaba yo que ya se le había pasado el hervor de la mocedad, holgábame, ¡y heos aquí ahora de nuevo...! Pero yo quiero saber de cierto lo que pasa, y verme con él, si está en la plaza.



Acto II

Escena I

 
SANNIÓN, ESQUINO, PARMENÓN, CALIDIA. (Los dos últimos personajes no hablan)
 

SANNIÓN.-   (Corriendo tras ESQUINO y PARMENÓN, que se llevan a CALIDIA.)  ¡Suplícoos, vecinos, que favorezcáis a este infeliz, que no hace mal a nadie! ¡ Socorred a este pobre!
ESQUINO.-   (A CALIDIA.)  Párate ahí; que ahí bien segura estás. ¿Qué miras? Nada temas; que éste en mi presencia no te tocará.
SANNIÓN.-  ¡Yo a esa moza... a pesar de cuantos son...!
ESQUINO.-  Aunque es bellaco, no dará hoy ocasión para que le hayan de sentar la mano otra vez.
SANNIÓN.-  Esquino, óyeme; porque no digas después que tú no sabías mis costumbres. Hágote saber que yo soy mercader de esclavos.
ESQUINO.-  Ya lo sé.
SANNIÓN.-  Pero de tan buena fe, como otro haya habido donde quiera. No estimaré ni en esto  (Tócase con el pulgar la uña del índice.)  que tú después te me vengas con disculpas, diciendo que te pesa de que se me haya agraviado. Créemelo: Yo pediré mi justicia, y nunca tú me satisfarás con palabras el daño que me has hecho por la obra. Que yo ya conozco todas vuestras excusas: «No quisiera que tal hubiera sucedido; yo juraré que tú no merecías este agravio», después de haberme hecho tan malos tratamientos.
ESQUINO.-   (A PARMENÓN.)  Ve delante, presto, y abre aquellas puertas.  (Indicando la casa de su padre, MICIÓN.)
SANNIÓN.-  Como si callaras4.
ESQUINO.-   (A CALIDIA.)  Acaba ya de entrar.
SANNIÓN.-  Digo que no lo consentiré.
ESQUINO.-  Llégate allá, Parmenón; mucho te has alejado; ponte aquí junto de éste. ¡Así, así! Mira que no quites tus ojos de los míos, para que sin tardanza, en cuanto yo te hiciere señas, le sientes el puro en la quijada.
SANNIÓN.-  Eso quisiera yo ver.  (PARMENÓN le da una puñada.)
ESQUINO.-  ¡Ea!, guarda; suelta la moza.
SANNIÓN.-  ¡Oh, maldad!
ESQUINO.-  Cata que no secunde.  (PARMENÓN le sacude otra puñada.)
SANNIÓN.-  ¡Ay, cuitado de mí!
ESQUINO.-   (A PARMENÓN.)  No te había hecho señas; pero, en fin, más vale que lo yerres por allí. Éntrate ya.  (PARMENÓN entra en casa con la esclava.)
SANNIÓN.-  ¿Qué es esto? ¿Eres tú por dicha, Esquino, el rey de esta ciudad?
ESQUINO.-  Si lo fuera, llevaras el premio que merecen tus virtudes.
SANNIÓN.-  ¿Qué tienes tú conmigo?
ESQUINO.-  Nada.
SANNIÓN.-  Dime, ¿sabes quién soy yo?
ESQUINO.-  ¡Ni falta...!
SANNIÓN.-  ¿Hete tocado yo en lo tuyo?
ESQUINO.-  ¡Pobre de ti, si tal hicieras!
SANNIÓN.-  ¿Con qué derecho me quitas tú una moza, que a mí me costó mi dinero? Responde.
ESQUINO.-  Mira, Sannión, que no te me vengas con escándalos delante de la puerta; porque si perseveras en ser pesado, haré que te arrebaten allá dentro y que te den una de azotes hasta reventarte.
SANNIÓN.-  ¿Azotes a un hombre libre?
ESQUINO.-  Como lo oyes.
SANNIÓN.-  ¡Oh desalmado! ¿Y aquí es donde dicen que la libertad es igual para todos?
ESQUINO.-  Si estás ya harto de hacer del borracho, rufián, óyete ya si quieres.
SANNIÓN.-  ¿Yo he hecho del borracho, o tú más de veras contra mí?
ESQUINO.-  Déjate de eso, y vamos al caso.
SANNIÓN.-  ¿Al caso?, ¿a qué caso tengo de volver?
ESQUINO.-  ¿Quieres ya que te diga una cosa que te cumple?
SANNIÓN.-  Sí, con tal que ella sea justa.
ESQUINO.-  ¡Bah!... ¡El rufián no quiere que yo le hable fuera de razón!
SANNIÓN.-  Rufián soy, no lo niego; perdición de todos los mancebos, cifra del perjurio, peste de la ciudad; pero, con todo esto, a ti hasta ahora ningún agravio te he hecho.
ESQUINO.-  ¡Pues no faltaba más!
SANNIÓN.-  Torna, por favor, Esquino, a lo que comenzabas a decir.
ESQUINO.-  A ti te costó la moza veinte minas; ¡que mal provecho te haga! Eso mismo se te dará por ella.
SANNIÓN.-  ¿Y si yo no la quiero vender?, ¿me obligarás...?
ESQUINO.-  No, por cierto.
SANNIÓN.-   (Con ironía.)  Temí que sí.
ESQUINO.-  Ni me parece que es bien que se venda la que es libre, porque yo, como a mujer libre, la defenderé en el litigio5. Ahora mira cuál quieres más: si recibir en paz tu dinero o pleitear. Resuélvelo mientras vuelvo, rufián.


Escena II

 
SANNIÓN, solo.
 

SANNIÓN.-  ¡Oh, soberano Júpiter! No me maravillo de los que pierden el seso por agravios que les hacen. Hame sacado de mi casa, hame sacudido, a mi pesar se me ha llevado mi moza, y en pago de todas estas malas obras, me pide que se la dé por lo que me costó. ¡Cuitado de mí, que me ha dado más de quinientos bofetones! Pero, en fin, pues lo ha sudado bien, hágase lo que él quiere, su derecho pide. Ya yo deseo dársela, si me vuelve mi dinero. Pero yo adivino lo que será. Así que le diga que se la doy en tanto, él enseguida hará sus testigos de cómo se la he vendido. Y lo del dinero... un sueño. Luego dirá: «Vuelve mañana». Y aun esto lo podría sufrir, con tal que me lo diese. ¡Aunque es injusto...! Pero yo pienso lo que es, que pues uno ha tomado este comercio, ha de aguantar y callar el agravio que le hacen los mancebos. Pero nadie me dará nada; por demás estoy yo echando entre mí estas cuentas.


Escena III

 
SIRO, SANNIÓN.
 

SIRO.-   (Saliendo de casa y hablando desde la puerta a ESQUINO.)  Calla, que yo me veré ahora con él  (Alude a SANNIÓN.)  y haré que lo tome de buena gana, y aunque diga que los dioses le han hecho merced. -¿Qué es esto, amigo Sannión, que me dicen que has tenido no sé qué brega con mi amo?
SANNIÓN.-  En mi vida la vi más desigual que la que hoy ha habido entre nosotros. Yo a recibir y él a sacudir, hasta que los dos nos cansamos.
SIRO.-  Por tu culpa.
SANNIÓN.-  ¿Qué había de hacer yo?
SIRO.-  Debiste complacer al mancebo.
SANNIÓN.-  ¿Qué más pude, pues hasta la cara le entregué?
SIRO.-  ¡Ea!, ¿sabes lo que te digo? Que el no hacer caso del dinero en su tiempo y lugar, es algunas veces más ganancia.
SANNIÓN.-   (Con ironía.)  ¡Ya!
SIRO.-  ¿Temiste tú, necio de toda necedad, que si cedías ahora un poquillo de tu derecho, y complacías al mancebo, no te cobraras con usura?
SANNIÓN.-  Yo no compro esperanza a trueque de dinero.
SIRO.-  En tu vida ganarás hacienda. ¡Taday, Sannión, que no sabes cebar la gente!
SANNIÓN.-  Bien creo yo que debe de ser eso lo mejor; pero yo nunca fui en mi vida tan sagaz, que no quisiese más un «toma», que dos «te daré».
SIRO.-  ¡Ea! Que ya yo sé tu condición ahidalgada, y que no harás caso de veinte minas, por darle gusto a éste. Además, dicen que estás de partida para Chipre.
SANNIÓN.-   (Sobresaltado.)  ¿Eh?
SIRO.-  Y que tienes muchas cosas compradas para llevar de aquí a allá. Y nave fletada: todo esto sé. Y ahora estás como colgado del pensamiento. Pero yo confío que, cuando vuelvas, arreglarás este negocio.
SANNIÓN.-  ¡Yo a ninguna parte voy!  (Aparte.)  ¡Pobre de mí! ¡Con esta esperanza lo han ellos emprendido!
SIRO.-   (Aparte.)  Temor tiene; pena le he dado al hombre.
SANNIÓN.-  ¡Ah, pícaros! ¡Mira cómo me han cogido por las mismas coyunturas! Tengo preparado un cargamento de mujeres y otras muchas mercancías que llevo de aquí a Chipre. Si no voy allá a la feria, recibo muy gran daño. Y si ahora dejo esto, cosa perdida. Cuando de allá vuelva, todo será viento; ya el negocio se habrá enfriado. «¿Ahora te acuerdas? ¿Por qué lo has dilatado? ¿Dónde has estado?». De manera que me vale más perderlo que o detenerme ahora tanto tiempo, o pedirlo entonces.
SIRO.-  ¿Has echado bien la cuenta de lo que entiendes que ha de volver a tu poder?
SANNIÓN.-  ¿Es ésta acción de un hombre como Esquino? ¿Esto ha de hacer él?, ¿quitarme la moza por fuerza?
SIRO.-   (Aparte.)  Ya cae.  (Alto.)  Sólo tengo que decirte una cosa, Sannión. Mira si te conviene. Antes de ponerte en peligro de cobrarlo o perderlo todo, pártelo por la mitad. Diez minas él las abarrerá de acá o de allá.
SANNIÓN.-  ¡Oh, cuitado de mí! ¿Y aun mi dinero propio corre riesgo? No tiene vergüenza, ¿después de haberme crujido todos mis dientes, y además de haberme hecho toda la cabeza a golpes una levadura, y que sobro esto me defraude? No voy a ninguna parte.
SIRO.-  Como gustes. ¿Mandas algo, antes que me vaya?
SANNIÓN.-  Antes, Siro, lo que te suplico es que, como quiera que el caso haya sucedido, por no ponerme a pleitear, se me vuelva mi dinero. ¡Siquiera lo que me costó, Siro! Bien veo yo que hasta ahora tú no te has servido de mi amistad; pero tú dirás que soy hombre de memoria y agradecimiento.
SIRO.-  Yo lo haré con diligencia. -Pero a Tesifón veo, alegre viene por la amiga.
SANNIÓN.-  ¿Y lo que te suplico?
SIRO.-  Aguarda un poco.


Escena IV

 
TESIFÓN, SIRO.
 

TESIFÓN.-   (Sin ver a SIRO.)  De quienquiera se huelga el hombre de recibir un beneficio, cuando lo ha menester; pero lo más gustoso realmente es, cuando lo hace el que es justo que lo haga. ¡Oh, hermano, hermano mío! ¿Cómo alabarte yo ahora? Porque de cierto sé que nunca yo diré cosa tan ilustre que no le haga mucha ventaja tu virtud. Y así entiendo que en esto aventajo a todos los demás, en que no hay quien tenga un hermano tan principal en todas las más excelentes virtudes, como el mío.
SIRO.-   (Llamándole.)  ¡Tesifón!
TESIFÓN.-  ¡Ah, Siro! ¿Dónde está Esquino?
SIRO.-  Ahí le tienes, esperándote en casa.
TESIFÓN.-   (Muy alegre.)  ¡Oh!
SIRO.-  ¿Qué es eso?
TESIFÓN.-  ¡Qué ha de ser! ¡Que le debo la vida, Siro! ¡Bendito mancebo! Todo lo ha pospuesto en mi provecho: las injurias, la fama, mis amores y mi yerro, todo lo ha cargado sobre sí. No podía hacer más. -Pero, ¿qué es esto? La puerta ha sonado.
SIRO.-  Espera, espera: él es quien sale.


Escena V

 
ESQUIVO, SANNIÓN, TESIFÓN, SIRO.
 

ESQUINO.-  ¿Dó está aquel roba-iglesias?
SANNIÓN.-   (Aparte.)  Por mí pregunta. ¿Traerá algo? ¡Perdido soy!... ¡ Nada veo!...
ESQUINO.-   (A TESIFÓN.)  ¡Hola!... A propósito, te buscaba. ¿Qué es eso, Tesifón? Todo está ya en salvo; echa ya de ti esa tristeza.
TESIFÓN.-  Sí; realmente la echo, de veras, pues tengo un hermano como tú. ¡Oh, Esquino mío! ¡Oh, hermano mío! ¡Ah! Empacho tengo de alabarte más en tu presencia, porque no pienses que lo hago más por manera de lisonja que de agradecimiento.
ESQUINO.-  ¡Quítate allá, simple! ¡Como si ahora por primera vez nos conociésemos, Tesifón! Lo que me duele es haberlo yo sabido tan tarde, y casi haber venido a punto que, aunque todo el mundo quisiera, no te pudiera remediar.
TESIFÓN.-  Dábame vergüenza.
ESQUINO.-  ¡Ah! No es ésa vergüenza, sino necedad. ¡Por una cosa de tan poco momento, casi ausentarse de la patria! Vergüenza es decirlo. Yo suplico a los dioses que nunca tal permitan.
TESIFÓN.-  Errelo.
ESQUINO.-   (A SIRO.)  ¿Y, pues, qué dice el amigo Sannión?
SIRO.-  Ya está más manso.
ESQUINO.-  Yo me iré a la plaza, a darle a éste  (Señalando a SANNIÓN)  su dinero. Tú, Tesifón, recógete allá dentro con ella.
SANNIÓN.-  Siro, dale prisa.  (A ESQUINO, en tono irónico.)  Vamos, porque éste está de partida para Chipre.
SANNIÓN.-  No tanta tampoco; que aquí estoy despacio cuanto quieras.
SIRO.-  Se te pagará, no temas.
SANNIÓN.-  Pero que me lo pague todo.
SIRO.-  Todo te lo pagará; calla ahora, y sígueme por aquí.
SANNIÓN.-  Ya te sigo.  (ESQUINO, SANNIÓN y SIRO echan a andar en dirección a la plaza.)
TESIFÓN.-  ¡Hola, hola, Siro!
SIRO.-  ¿Eh?, ¿qué quieres?
TESIFÓN.-  Por tu vida, que despachéis cuanto antes a ese pícaro, porque si más se alborota, vendrá esto por alguna vía a oídos de mi padre, y yo quedaré entonces perdido para siempre.
SIRO.-  No sucederá tal. Ten buen ánimo. Tú, entre tanto, huélgate allá dentro con ella, y manda que se nos aparejen las mesas y que esté a punto todo lo demás. Yo, en concluyendo el negocio, me volveré a casa con la vianda.
TESIFÓN.-  Sí, te lo ruego, y pues todo nos ha salido bien, pasemos este día en contento y regocijo.



Acto III

Escena I

 
SOSTRATA, CANTARA.
 

SOSTRATA.-  Dime por tu vida, ama mía, ¿en qué parará esto?
CANTARA.-  ¿En qué parará? A fe, que confío que tendremos buen suceso.
SOSTRATA.-  ¡Ay, amiga mía, que ahora la comienzan a tomar los primeros dolores!
CANTARA.-  Ya estás con miedo, como si nunca te hubieses hallado en partos o nunca tú hubieses parido.
SOSTRATA.-  ¡Desdichada de mí, que no tengo a nadie! Estamos solas. Geta no está aquí, ni tengo a quien enviar por la partera, ni quien me vaya a llamar a Esquino.
CANTARA.-  En buena fe que él estará luego aquí, porque jamás se pasa día ninguno sin que venga.
SOSTRATA.-  Él solo es el remedio de mis trabajos.
CANTARA.-  La cosa no pudo, señora, suceder mejor de lo que sucedió. Ya que hubo deshonra, que tocase precisamente a un hombre como aquél, tan principal, de tan buena casta y condición, señor de una casa tan rica.
SOSTRATA.-  Ello es en verdad como tú lo dices. A los dioses suplico que nos le tengan de su mano.


Escena II

 
GETA, SOSTRATA, CANTARA.
 

GETA.-   (Sin ver a las mujeres.)  Éste es ahora un caso que, aunque todo el mundo se ponga a buscar remedio al mal, no podrá hallarle. El cual mal es para mí y para mi ama y para la hija de mi ama. ¡Oh, cuitado de mí! ¡Qué de cosas nos tienen a la vez cercados, sin que podamos escapar: la fuerza, la necesidad, la injusticia, el desamparo, la afrenta! ¿Ésta es vida? ¡Oh, maldades! ¡Oh, malas castas! ¡Oh, hombre desleal...!
SOSTRATA.-  ¡Cuitada de mí! ¿Qué es esto, que veo venir a Geta tan alterado y tan deprisa?
GETA.-   (Continuando.)  Al cual ni la fe, ni el juramento, ni la piedad detuvo ni dobló; ni aun el ver cuán cerca estaba el parto de la infeliz a quien él tan sin razón había deshonrado.
SOSTRATA.-   (A CANTARA.)  No oigo bien lo que dice.
CANTARA.-  Por tu vida, Sostrata, que nos lleguemos más cerca.
GETA.-  ¡Ah, pobre de mí, que casi estoy fuera de juicio, según la cólera me abrasa! No quisiera yo más, sino toparme con toda aquella casa, para descargar sobre ellos toda esta rabia, ahora que está fresca. Que por bien satisfecho me tendría, si solamente me viese yo vengado de ellos. Primeramente, le sacaría el alma al viejo, porque engendró un tan gran bellaco. Después, a Siro el promovedor. ¡Oh, de cuán diferentes maneras le despedazaría! Yo le arrebataría por medio patas arriba y daría con su cabeza contra el suelo, para que fuese sembrando los sesos por la calle. Al mozo le sacaría los ojos, y después daría con él en mi despeñadero. A todos los demás los derribaría, perseguiría, arrebataría, sacudiría, dejaría hechos una parva. Pero, ¿por qué no voy de presto a dar parte a mi ama de esta mala nueva?
SOSTRATA.-   (A CANTARA.)  Llamémosle.  (Alto.)  ¡Geta!
GETA.-   (Sin ver a SOSTRATA.)  ¡Bah!... Quienquiera que seas, déjame.
SOSTRATA.-  Soy yo: Sostrata.
GETA.-   (Mirando alrededor.)  ¿Qué es de ella? A ti misma te busco, a ti quiero; ¡oh, cuán a buen tiempo te has encontrado conmigo, señora mía!
SOSTRATA.-  ¿Qué es esto?, ¿de qué tiemblas?
GETA.-  ¡Ay de mí!
SOSTRATA.-  ¿De qué te alteras, amigo Geta? Toma aliento.
GETA.-  ¡Del todo...!
SOSTRATA.-  ¿Cómo del todo?, ¿qué es ello?
GETA.-  ¡Perdidos somos! ¡Acabose!
SOSTRATA.-  ¡Habla; dime, por tu vida, lo que es!
GETA.-  ¡Ya...!
SOSTRATA.-  ¿Qué ya, Geta?
GETA.-  Esquino...
SOSTRATA.-  ¿Qué dices de Esquino?
GETA.-  ... ¡ha perdido el amor a nuestra casa!
SOSTRATA.-  ¡Ay, desventurada de mí! ¿Por qué?
GETA.-  Ha comenzado a enamorarse de otra.
SOSTRATA.-  ¡Ay, desdichada de mí!
GETA.-  Y no lo hace muy de secreto; que él mismo se la ha quitado a un rufián, por fuerza, públicamente.
SOSTRATA.-  ¿Estás seguro?
GETA.-  Seguro. Yo mismo, Sostrata, lo vi por estos ojos.
SOSTRATA.-  ¡Ah, desventurada de mí! ¿Qué hay ya que creer?, ¿de quién fiarás? ¿Es posible que nuestro Esquino, el que era la vida de todas nosotras, de quien colgaban toda nuestra esperanza y salvación; el que hacía juramento que sin ella no podría vivir ni un solo día; el que decía que había de poner el niño en el regazo de su padre y pedirle de merced que le diese licencia para casar con ella...?
GETA.-  Señora, deja aparte ahora lágrimas, y mira lo que conviene hacer para en lo de adelante: si es bien que lo disimulemos, o que demos a alguno parte de ello.
CANTARA.-  ¡Ay, amigo!, ¿y estás en tu seso? ¿Una cosa como ésta te parece a ti que se debe descubrir a nadie?
GETA.-  A mí, cierto que no me lo parece, porque, cuanto a lo primero, por la obra se ve que él ya no nos tiene buena voluntad. Pues si ahora descubrimos esto, yo sé bien que él negará. Tu honra y la vida de tu hija andará en lenguas. Además de esto, aunque él lo confiese, pues está aficionado a otra, no es cosa que conviene darle ésta por mujer, y, por tanto, en todas maneras es menester que se calle.
SOSTRATA.-  ¡Ah!, ¡nunca!, ¡no haré tal!
GETA.-  ¿Qué intentas, pues?
SOSTRATA.-  Divulgarlo.
GETA.-  ¡Oh, señora mía, mira muy bien lo que haces!
SOSTRATA.-  Ya no puede ser más negro el cuervo que las alas. Cuanto a lo primero, ella no tiene dote. Además de esto, lo que había de ser su segunda dote, ya lo ha perdido: ya no puede cavarse por doncella. Éste es el postrer remedio que nos queda, que si negare, aquí tengo conmigo por testigo la sortija que nos dejó. Finalmente, pues mi conciencia está segura de que en esto no tengo culpa ninguna, y que no hubo de por medio dinero ni otra dádiva que a mí ni a ella nos sea afrentosa, Geta, helo de probar.
GETA.-  Corriente. Hágase lo que tú dices, puesto que ello sea lo mejor6.
SOSTRATA.-  Tú, con toda la diligencia posible, ve, y a Hegión, el tío de mi hija, dale cuenta de todo lo que pasa, porque éste fue muy grande amigo de nuestro Simulo, y siempre nos ha querido mucho.
GETA.-  Y en verdad que no hay otro que mire por nosotros.
SOSTRATA.-  Ve tú, Cantara mía, ve corriendo a llamar a la partera, para que, cuando sea necesaria, no nos haga esperar.


Escena III

 
DEMEA; después, SIRO.
 

DEMEA.-  ¡Perdido soy; que he entendido que mi hijo Tesifón se ha hallado con Esquino en el rapto de la moza! ¡Cuitado de mí! ¡No me faltaría ya más desventura sino que a éste que tiene algunas virtudes, pudiese el otro inducírmele a maldades! ¿Dónde le iría yo a buscar? Yo creo que me le habrá llevarlo a casa de alguna mala mujer. No hay duda que le habrá persuadido aquel pícaro. Pero allá veo ir a Siro. Éste me dirá dónde está. Pero éste es del rebaño; si comprende que ando en busca de mi hijo, no me lo dirá el verdugo. No le daré a entender que quiero esto.
SIRO.-   (Sin ver a DEMEA.)  Todo el caso de habernos contado ahora al viejo  (Alude a MICIÓN.) , cómo había pasado. No vi en mi vida cosa más regocijada.
DEMEA.-   (Aparte.)  ¡Oh, Júpiter, qué necedad de hombre!
SIRO.-  Alabó a su hijo, y a mí, porque le había aconsejado, me dio las gracias.
DEMEA.-   (Aparte.)  Reviento de enojo.
SIRO.-  Luego nos dio el dinero necesario y además media mina para gastar. Y a fe que ya la he empleado a mi gusto.
SIRO.-   (A los espectadores.)  Vedle. A tal como éste debéis encomendarle lo que quisiereis que se negocie bien.
SIRO.-  ¡Oh, Demea, no te había visto! ¿Qué se hace?
DEMEA.-  ¿Qué se hace, me preguntas? No sé qué me diga de vuestra manera de vivir.
SIRO.-  Realmente que es tonta, lo digo de veras, y ajena de razón.  (Vuelto de espaldas a DEMEA y dirigiéndose a los criados de la casa.)  Dromón, limpia bien todos los demás pescados, y a ese congrio mayor déjale nadar un poco en el agua. Cuando yo vuelva se abrirá, antes no.
DEMEA.-  Unas maldades como éstas se han de hacer!
SIRO.-  A mí, realmente, no me gustan, y mil veces grita contra ellas. -¡Hola, Estefanión! Haz que se remojen bien esos peces salados.
DEMEA.-  ¡Válgame la fe de los dioses! ¿Y tiénelo por ventura, por deporte, o piensa que le será, gran honra echar a perder a su hijo? ¡Oh, triste de mí! Ya me parece que estoy viendo el día en que, de pura necesidad, se ha de ir a alguna parte a servir al rey.
SIRO.-  ¡Oh, Demea! Eso es, a la fe, ser los hombres cuerdos; no solamente echar de ver lo que está delante de los pies, sino también las cosas por venir.
DEMEA.-  ¡Y qué!, ¿está ya en vuestra casa esa tañedora?
SIRO.-  Allá está.
DEMEA.-  Dime, ¿y hala de tener en casa?
SIRO.-  Creo que sí, según es su locura.
DEMEA.-  ¿Y eso hará?
SIRO.-  ¡Qué tonta mansedumbre de padre, y qué benignidad tan mala!
DEMEA.-  Cierto que me da vergüenza y pena de mi hermano.
SIRO.-  Nunca diferencia hay, Demea, de ti a él (y no lo digo porque estás delante); pero muy mucha. Tú de pies a cabeza no eres nada sino la misma sabiduría; él un zote. ¿Dejarías tú al tuyo  (Alude a TESIFÓN.)  hacer cosas como éstas?
DEMEA.-  ¡Si le dejaría...! ¿Seis meses antes que él intentase alguna picardía, no lo olería yo?
SIRIO.-  ¿A mí me cuentas tú lo que es tu diligencia?
DEMEA.-  Yo suplico a los dioses me le conserven cual él ahora es.
SIRO.-  Según que cada uno quiere que sea su hijo, así lo es.
DEMEA.-  ¿Y qué...?, ¿hasle visto hoy?
SIRO.-  ¿A tu hijo?  (Aparte.)  Echarele a éste a la granja.  (Alto.)  Rato ha, creo yo, que él debe entender en algo en la granja.
DEMEA.-  ¿Sabes de cierto que está allá?
SIRO.-  ¡Oh, como que yo mismo le acompañé!
DEMEA.-  Muy bien. Recelo tuve no se me arrimase por aquí.
SIRO.-  Y aun muy airado.
DEMEA.-  ¿Por qué?
SIRO.-  Húbolas malamente con su hermano en la plaza por esta tañedora.
DEMEA.-  ¿Díceslo de veras?
SIRO.-  ¡Oh!, no se mordió la lengua. Porque casualmente estando contando el dinero, he aquí donde viene tu hombre de improviso, y comienza a gritar: «¡Oh, Esquino! ¿Y tú has de cometer unas infamias como éstas? ¿Tú has de hacer cosas tan ajenas de nuestro linaje?».
DEMEA.-  ¡Ah, de puro placer lloro!
SIRO.-  «No destruyes tú este dinero, sino tu propia vida».
DEMEA.-  Los dioses me le guarden. Yo confío que se ha de parecer a sus mayores.
SIRO.-   (En tono ponderativo.)  ¡Oh!...
DEMEA.-  ¡Siro, de tales consejos está él embutido!
SIRO.-  ¡Bah! ¡Tal maestro se tiene él en casa de quien aprender!
DEMEA.-  Yo lo procuro sin descanso. No le paso cosa ninguna, amonéstole, y, finalmente, yo le mando que se mire en las vidas de todos como en un espejo, y que de ellos tome ejemplo para sí. «Harás esto, le digo».
SIRO.-  Muy bien.
DEMEA.-  «Te guardarás de aquello».
SIRO.-  Astutamente:
DEMEA.-  «Eso se tiene por honra».
SIRO.-  Ésa es la cosa.
DEMEA.-  «Estotro por afrenta».
SIRO.-  Bien, bien.
DEMEA.-  Además...
SIRO.-  De veras que no tengo ahora lugar para escucharte. Porque he comprado unos peces a pedir de boca y he de mirar no se me pudran. Porque esto, Demea, tan gran falta es en nosotros, como en vosotros el no hacer lo que ahora decías. Y en cuanto puedo, de la misma manera les doy lecciones a los mozos de cocina: «Esto está salado; estotro, quemado; lo otro, final lavado; aquello bien; acuérdate para otra vez». Enséñoles lo que puedo conforme a mi poquillo saber. Finalmente, Demea, yo les mando que se miren en los platos, como en un espejo, y les advierto lo que se ha de hacer. Bien entiendo yo que es necedad todo esto que aquí hacemos; pero, ¡qué remedio!... Según que cada uno es, así le habemos de llevar la condición. ¿Mandas otra cosa?
DEMEA.-  Que los dioses os den mejor seso.
SIRO.-  ¿Tú te vas desde aquí a la granja?
DEMEA.-  Derecho.
SIRO.-  Porque... tampoco... ¿qué has de hacer tú aquí donde, si das un buen consejo, nadie te obedece?
DEMEA.-  Cierto que de aquí me voy, pues aquel por quien yo había venido acá, fuese al campo. Con sólo aquél tengo cuenta: aquél me toca a mí. Pues mi hermano así lo quiere, de este otro él cuidará. ¿Pero quién es aquél que veo allá lejos? ¿Es, por dicha, Hegión, el de nuestra tribu? Si la vista no me engaña, realmente que es él. ¡Oh, qué hombre tan mi amigo desde que éramos niños! ¡Soberanos dioses, y cuán gran falta tenemos ya de ciudadanos tales como éste! Hombre de antigua virtud y crédito. Cierto que éste poco final procure a la ciudad. ¡Cómo me huelgo de ver que aún hay reliquias de aquella buena raza! ¡Oh! Aún da gusto vivir. Aguardarele, por saludarle y hablarle.


Escena IV

 
HEGIÓN, GETA, DEMEA, PÁNFILA.
 

HEGIÓN.-   (Sin ver a DEMEA, hasta que lo indica el diálogo.) ¡Oh, soberanos dioses! ¡Qué infamia, Geta! ¿Qué me dices?
GETA.-  Pasa como te he dicho.
HEGIÓN.-  ¿De una casa tan principal haber nacido un hecho tan villano? ¡Oh, Esquino, cierto que en esto no te pareces a tu padre!
DEMEA.-   (Aparte.)  Debe haber oído algo de lo de la tañedora, y con ser extraño le duele, y a este otro,  (Alude a MICIÓN.)  con ser su padre, no le da ninguna pena. ¡Oh, triste de mí! ¡Y no estuviera él aquí cerca para que oyera esto!
HEGIÓN.-   (A GETA.)  Si no hacen lo que es de razón, no se saldrán así con ello.
GETA.-  Toda nuestra esperanza, Hegión, cuelga de ti, no tenemos otro amparo. Tú eres nuestro valedor, tú nuestro padre. Aquél nuestro viejo a ti nos dejó encomendarlos al tiempo de morir. Si tú nos abandonas, perdidos somos.
HEGIÓN.-  No digas tal, que ni lo haré, ni entiendo que podría hacerlo píamente.
DEMEA.-   (Aparte.)  Hablarle quiero. -Guárdente los dioses, Hegión.
HEGIÓN.-  ¡Oh, en tu misma busca venía! Seas bien hallado, Demea.
DEMEA.-  ¿Sobre qué...?
HEGIÓN.-  Tu hijo mayor, Esquino, el que a tu hermano diste por adoptivo, ha hecho una cosa que no es, en verdad, de hombre de bien ni de hidalgo.
DEMEA.-  ¿Qué es ello?
HEGIÓN.-  ¿Acuérdaste de Símulo, aquel amigo nuestro, de nuestra misma edad?
DEMEA.-  ¿Cómo no?
HEGIÓN.-  Esquino ha desflorado a una hija de éste.
DEMEA.-  ¡Oh!
HEGIÓN.-  Espera, Demea, que aún no has oído lo peor del caso.
DEMEA.-  ¿Y aún hay algo peor?
HEGIÓN.-  Sí, peor; porque esto, en cierto modo, se pudiera sufrir; indújole la noche, el amor, el vino, los pocos años... ¡cosas de hombres! Mas cuando vio lo que había hecho, él, de su propia voluntad, vino a la madre de la doncella llorando, rogando, suplicando, y dando su palabra y jurando que se casaría con ella. Perdonósele, callose, diósele crédito. La doncella de aquella fuerza quedó en cinta; ya ha entrado en los diez meses, y el muy hombre de bien (los dioses me perdonen), hásenos habido una tañedora, para pasar la vida con ella y dejar a esta otra burlada.
DEMEA.-  ¿Y eso que me dices es cierto?
HEGIÓN.-  Ahí está la madre de la doncella, y la doncella misma, y el caso mismo y, en fin, este Geta, que, para conforme el ser de los esclavos, es buen siervo y diligente. Él las mantiene, él solo sustenta toda la casa. Cógele y aprisiónale y haz información del caso.
GETA.-  Y ábreme en canal, Demea, si ello no fue así. Finalmente, él no lo negará; hazle venir a mi presencia.
DEMEA.-   (Aparte.)  Corrido estoy. Ni sé qué me haga, ni qué respuesta le dé a éste.  (Indicando a HEGIÓN.)
  PÁNFILA.-  (Dentro.)  ¡Desdichada de mí! ¡Que me parten por medio estos dolores! ¡Juno Lucina, dame favor! ¡Sálvame, yo te lo ruego!
HEGIÓN.-  ¡Oh!... Dime, ¿está ya aquélla de parto?
GETA.-  Sí, en verdad, Hegión.
HEGIÓN.-  Mira, Demea. Aquélla ahora implora vuestra fidelidad; aquello a que la ley os obliga, otorgádselo de voluntad. Yo, pues, primeramente suplico a los dioses que esto se haga como a vosotros cumple. Pero si otra intención tenéis, yo, Demea, no puedo dejar de defender con todas mis fuerzas esta moza y la honra de aquel muerto. Él era mi deudo. Desde niños nos criamos juntos; en la guerra y en la paz siempre estuvimos juntos; juntamente padecimos gran pobreza. Por tanto, yo he de estribar, hacer y probar y, en fin, antes dejar la vida, que desampararlas. ¿Qué me respondes?
DEMEA.-  Hegión, yo me veré con mi hermano. El parecer que él en esto me diere, aquél seguiré.
HEGIÓN.-  Pues mira, Demea, que lo consideres de esta manera, que cuanto más fácilmente vosotros hacéis las cosas, y cuanto más poderosos, ricos, prósperos, ilustres sois, tanto más obligación tenéis de hacer de voluntad lo de razón, si queréis ser tenidos por buenos.
DEMEA.-  Vuélvete; que se hará todo lo que fuere de razón.
HEGIÓN.-  Esa obligación te queda. Geta, guíame allá dentro a casa de Sostrata.  (Vanse HEGIÓN y GETA.)
DEMEA.-   (Solo.)  ¡No pasan estas cosas sin haberlas anunciado yo! ¡Plega a los dioses que en esto pare! Pero aquella manera de vivir tan a rienda suelta ha de venir, a dar realmente en algún grave mal. Voy a buscar a mi hermano, para descargar sobre él esta cólera.


Escena V

 
HEGIÓN.


HEGIÓN.-   (A la puerta de la casa de SOSTRATA.)  Procura, Sostrata, tener buen corazón y dar ánimo a esa moza cuanto puedas. Yo me veré con Mición, si acaso está en la plaza, y le contaré por extenso el negocio como pasa, para que si determina hacer en esto lo que debe, lo haga; y si otro parecer tiene, me lo diga, con que yo sepa luego lo que en ello he de hacer.

ACTO IV
Escena I

 
TESIFÓN, SIRO.
 

TESIFÓN.-  ¿Dices tú que mi padre ha ido al campo?
SIRO.-  Rato ha.
TESIFÓN.-  ¿De veras?
SIRO.-  Dígote que está en la granja. Yo entiendo que él ahora debe de estar muy ocupado en alguna labor.
TESIFÓN.-  ¡Ojalá! ¡Sí! Porque como ello fuese sin peligro de su vida, yo querría que de tal modo se cansase, que en estos tres días no pudiera en ninguna manera levantarse de la cama.
SIRO.-  ¡Así sea, y aun mejor que eso, si cabe!
TESIFÓN.-  Siquiera porque realmente deseo en extremo pasar todo este día en alegría, como ya he comenzado. Y aquella granja, no por otra razón la aborrezco tanto, como porque está tan cerca. Porque si estuviera lejos, antes le tomara allá la noche, que pudiese volver acá otra vez. Pero ahora, en cuanto no me vea allí, yo sé bien que él acudirá acá al punto. Me preguntará que dónde he estado, que no le he visto hoy en todo el día. ¿Qué le diré?
SIRO.-  ¿No se te ocurre nada?
TESIFÓN.-  Nada, nada.
SIRO.-  Tanto peor. ¿Algún cliente, amigo o huésped no tenéis?
TESIFÓN.-  Sí; ¿y qué...?
SIRO.-  Di que has tenido que despachar algunos negocios por ellos.
TESIFÓN.-  ¿No habiéndolo hecho? No es posible.
SIRO.-  Lo es.
TESIFÓN.-  Eso será excusa para el día; pero si me quedo aquí esta noche, Siro, ¿cuál le daré?
SIRO.-  ¡Oh, cómo quisiera que estuviese en uso también el negociar de noche por los amigos! Tú sosiega tu corazón, que yo le entiendo muy bien el genio; cuando más quemado está, te le torno tan manso como una oveja.
TESIFÓN.-  ¿De qué manera?
SIRO.-  Gusta mucho de oír decir de ti alabanzas; yo te hago delante de él un dios; cuéntole las virtudes...
TESIFÓN.-  ¿Mías?
SIRO.-  Tuyas. Y en el mismo punto al hombre se le saltan de placer las lágrimas, como a una criatura.  (En voz baja.)  Pero, ¡hola! ¡Cata...!
TESIFÓN.-  ¿Qué es ello?
SIRO.-  El lobo en la conseja.
TESIFÓN.-  ¿Mi padre es?
SIRO.-  El mismo.
TESIFÓN.-  ¿Qué hacemos, Siro?
SIRO.-  Retírate tú ahora allá dentro; que yo lo remediaré.
TESIFÓN.-  Si te preguntare por mí, di que no me has visto; ¿hasme oído?  (Entra en casa de MICIÓN.)
SIRO.-  ¿Quieres dejarme hacer a mí?


Escena II

 
DEMEA, TESIFÓN, SIRO.
 

DEMEA.-   (Sin ver a TESIFÓN ni a SIRO.)  ¡Realmente que soy hombre desdichado! Cuanto a lo primero, no hallo a mi hermano en parte ninguna; además de esto, yendo a buscarle, veo un peón que venía de mi granja, el cual me dice que no estaba allí mi hijo. No sé qué me haga.
TESIFÓN.-   (Oculto en casa de MICIÓN.)  ¡Siro!
SIRO.-  ¿Qué dices?
TESIFÓN.-  ¿A mí me busca?
SIRO.-  Sí.
TESIFÓN.-  ¡Perdido soy!
SIRO.-  Ten buen corazón.
DEMEA.-   (Sin verlos.)  ¡Qué desgracia mía es ésta! ¿Pesar de la fortuna? No lo puedo entender, sino que creo que nací aposta para esto: para padecer trabajos. Yo soy el primero que siento nuestros males; yo el primero que lo sé todo; yo el primero que traigo las malas nuevas; yo solo soy el que, si algún mal sucede, lo padezco.
SIRO.-   (Aparte.)  Risa me da el viejo. Él dice que es el primero que lo sabe, y él solo es el que todo lo ignora.
DEMEA.-  Ahora vengo a ver si acaso ha vuelto mi hermano.
TESIFÓN.-   (Bajo.)  Siro, por tu vida, que mires no se nos entre acá de rondón.
SIRO.-  ¿No callarás? Yo le detendré.
TESIFÓN.-  A fe que no lo confíe yo hoy de ti, sino que yo me encierre con ella. (Alusión a CALIDIA.)  en algún aposento luego: esto es lo más seguro.
SIRO.-  En buen hora; pero con todo yo le apartaré de aquí.
DEMEA.-  Pero he allá el bellaco de Siro.
SIRO.-   (Gritando, y como si no hubiera visto a DEMEA.)  Realmente que no habrá quien pueda durar en esta casa, si esto se ha de sufrir. Yo quiero saber cuántos amos tengo. ¿Qué desventura es ésta?
DEMEA.-    (Aparte.)  ¿De qué se queja aquél?, ¿qué quiere?  (Alto a SIRO.)  ¿Qué dices, buen hombre?, ¿está mi hermano en casa?
SIRO.-  ¡Mala peste...! ¿Por qué me llamas buen hombre? ¿No ves como soy perdido?
DEMEA.-  ¿Qué tienes?
SIRO.-  ¿Eso me preguntas? Tesifón, a mí y a esa tañedora, a puñadas nos ha casi dejado por muertos.
DEMEA.-  ¿Eh? ¿Qué me cuentas?
SIRO.-  Mira cómo me ha rasgado la boca.
DEMEA.-  ¿Por qué?
SIRO.-  Dice que por mi persuasión se ha comprado esta moza.
DEMEA.-  ¿No me dijiste tú antes que le habías acompañado desde aquí hasta la granja?
SIRO.-  Y es verdad, pero después volvió hecho una fiera: no perdonó cosa. ¿No tuvo empacho de poner las manos en un viejo como yo, habiéndole yo traído no ha muchos años en mis brazos, siendo él pequeñito?
DEMEA.-  ¡Bien, Tesifón; a tu padre sales! ¡Adelante; veo que eres un hombre!
SIRO.-  ¿Qué te parece bien...? Pues a fe que si él es cuerdo, he aquí adelante se tenga sus manos comedidas.
DEMEA.-   (Ponderando a TESIFÓN.)  ¡Eso es valor!
SIRO.-   (Con ironía.)  ¡Mucho! ¡Porque venció a una triste mujer y a mí, pobre esclavo que no me le osaba volver! ¡Mucho valor, sí!
DEMEA.-  No lo pudo hacer mejor; de mi mismo parecer fue; que tú eres el autor de todo esto. Pero, ¿está mi hermano en casa?
SIRO.-  No.
DEMEA.-  Pensando estoy dónde le iría yo a buscar.
SIRO.-  Yo sé dónde; pero no te lo diré hoy en todo el día.
DEMEA.-   (Indignado.)  ¿Eh? ¿Qué dices?
SIRO.-  Lo que oyes.
DEMEA.-  Menudillo he de hacerte la cabeza.
SIRO.-  Pero es que no sé el nombre de aquel hombre..., aunque sé el lugar donde está.
DEMEA.-  Di, pues, el lugar.
SIRO.-  ¿Sabes esta lonja..., aquí junto a la carnicería..., a la parte de abajo?
DEMEA.-  ¿Pues no he de saber?
SIRO.-  Pasa por allí la plaza arriba derecho; cuando llegares al cabo, hay una cuesta, que tira hacia abajo; derríbate por ella; después hay a esta mano un oratorio, y junto de él un callejón estrecho.
DEMEA.-  ¿Hacia qué parte?
SIRO.-  Allí donde hay también una gran higuera silvestre.
DEMEA.-  ¡Ya...!
SIRO.-  Pues camina por allí.
DEMEA.-  Pero ese callejón no tiene salida.
SIRO.-  Realmente que dices la verdad. ¡Bah!, ¿piensas que estaba en mi juicio? Equivoqueme. Torna otra vez a la lonja: por aquí, en verdad, irás mucho más pronto y hay menos donde errar. ¿Sabes la casa de Cratino, éste que es tan rico?
DEMEA.-  Sí.
SIRO.-  -Pues en pasándola, toma, a la mano izquierda la plaza adelante por aquí. Cuando llegares al templo de Diana, tira a la derecha, y antes de llegar a la puerta de la ciudad, junto al mismo abrevadero, hay un molino y enfrente una carpintería: allí está.
DEMEA.-  ¿Y qué hace allí?
SIRO.-  Ha dado a hacer unos lechos de campo7, con los pies de roble.
DEMEA.-  Sí, para vuestras comilonas. Bien, por cierto. Pero, ¿qué hago, que no voy a buscarle?  (Vase.)
SIRO.-  ¡Anda, anda; que yo haré que te canses hoy como tú lo mereces, viejo caduco! Esquino se detiene mucho, la comida se pierde, y Tesifón está enredado en sus amores. Pues yo también miraré por mí, porque me iré ya a la cocina, y echaré mano de lo mejor, y sorbiendo a traguillos, pasaré este día poquito a poquito.


Escena III

 
MICIÓN, HEGIÓN.
 

MICIÓN.-  Yo, Hegión, no hallo razón ninguna en este caso por qué hayas de alabarme tanto. Yo hago lo que debo, enmiendo el yerro que los míos han cometido. Si acaso no me tienes por alguno de aquellos a quienes les parece que se les hace muy grande agracio con pedirles cuenta del que ellos voluntariamente han hecho, y se quejan muy de veras de ello. ¿Y porque yo no he hecho lo mismo me das las gracias?
HEGIÓN.-  ¡Oh, no, en verdad! Nunca en mi pensamiento te tuve en otra reputación de lo que eres. Pero yo te suplico, Mición, que te vengas conmigo a casa de la madre de la doncella, y le digas lo mismo que a mí me has dicho a la mujer: cómo esta sospecha contra Esquino es por causa de su hermano, y que esa tañedora no es suya.
MICIÓN.-  Si eso te parece justo, o si así cumple que se haga, vamos.
HEGIÓN.-  Bien haces, porque le aliviarás la pena a la cuitada, que está deshaciéndose de dolor y desventura, y tú te portarás como quien eres. Aunque si otra cosa te parece, yo mismo le contaré a la mujer lo que ti me has dicho.
MICIÓN.-  No, sino que yo mismo iré.
HEGIÓN.-  Muy bien haces. Porque todos los que son de corta fortuna, yo no sé por qué son más suspicaces. Todo lo toman por afrenta, y como pueden poco, piensan que todo el mundo los desprecia. Y por esto, mejor será que tú mismo cara a cara les des esa satisfacción.
MICIÓN.-  Dices muy bien y muy gran verdad.
HEGIÓN.-  Sígueme, pues, allá  (Indicando la casa de SOSTRATA.)  por aquí.
MICIÓN.-  Con mucho gusto.


Escena IV

 
ESQUINO, solo.
 

ESQUINO.-  Atormentado traigo el corazón. ¡Y que sea posible que así de súbito me haya sucedido tanto mal, que ni sepa qué haré de mí, ni qué dispondré! Todos mis miembros me están temblando de miedo; el alma se me ha pasmado de temor; en mi cabeza ningún consejo puede hacer asiento. ¡Oh!, ¿cómo me desligaría yo de un enredo tan grande? No lo sé. ¡Ahora se ha tenido de mí tanta sospecha! ¡Y no realmente sin ocasión! Sostrata piensa que yo he comprado para mí esta tañedora: esto me lo ha dicho la vieja. Porque casualmente yendo ella desde aquí a llamar a la partera, yo la vi y al punto allégomele, y pregúntole qué hacía Pánfila; si se le había presentado ya el parto; si iba por eso a llamar a la partera. Ella comienza a decirme a grandes voces: «¡Quita, quítatenos ya de aquí, Esquino! Harto tiempo nos has traído vendidas y engañadas. Basta ya la burla que tus buenas promesas nos han hecho». Yo, entonces, dígole: «¡Cómo es eso! ¿Qué dices, por tu vida? -Ve en buen hora; tente aquélla que tanto te agrada». Luego entendí la sospecha que tenían; pero detúveme, por no decirle a aquella habladora nada de mi hermano por donde se viniese a descubrir. Y ahora, ¿qué haré? ¿Les diré que esta tañedora es amiga de mi hermano? Esto en ninguna manera conviene, que en parte ninguna se diga. Pero de esto no hago cuenta. Posible es que no se descubra. La misma verdad del caso temo que no la creerán. ¡Tantas razones hay para lo contrario! Yo mismo fui el que la quité, yo el que pagué el dinero, a mi misma casa vino. Todo esto bien confieso yo que ha sido por mi culpa, y por no haberle descubierto yo a mi padre la manera como había este negocio sucedido; que él me hubiera dado licencia para casarme con Pánfila. Mucho me he dormido hasta ahora. ¡Ea, Esquino, despiértate! Porque éste es el primer encuentro, quiero ir a hablarles y darles mi disculpa. Llegareme a su puerta. ¡Oh, pobre de mí! Las carnes me tiemblan siempre que llamo aquí: ¡Hola!, ¡hola! Esquino soy. Ábrame alguien esta puerta de presto. No sé quién sale. Apartereme hacia acá.


Escena V

 
MICIÓN, ESQUINO.
 

MICIÓN.-   (Saliendo de casa de SOSTRATA.)  Hacedlo de la manera que os he dicho Sostrata; yo me veré con Esquino, para que sepa cómo se ha tratado este negocio. -Pero, ¿quién es el que ha llamado a esta puerta?
ESQUINO.-   (Aparte.)  Mi padre es realmente. ¡Perdido soy!
MICIÓN.-  Esquino.
ESQUINO.-   (Aparte.)  ¿Qué negocio tiene éste en esta casa?
MICIÓN.-  ¿Has llamado tú a esta puerta?  (Aparte.)  Calla. Bien será burlarme de él un poco, pues jamás ha querido fiar de mí estos amores.  (Alto.)  ¿No me respondes nada?
ESQUINO.-  Yo no he llamado a esa puerta, que yo sepa.
MICIÓN.-   (Con ironía.)  ¿No...? Ya me maravillaba yo que tú tuvieses que hacer aquí.  (Aparte.)  Colorado se ha puesto; buena señal es.
ESQUINO.-  Y tú, padre, por tu vida, ¿qué tienes que hacer aquí, dime?
MICIÓN.-  Yo nada en verdad. Un amigo me Ha traído acá ahora desde la plaza, para que le fuese valedor.
ESQUINO.-  ¿En qué?
ESQUINO.-  Yo te lo diré. Moran aquí unas mujeres pobres... Creo no debes tener noticia de ellas, y aun lo sé de cierto, porque ha poco que se han pasado a vivir a este barrio.
ESQUINO.-  ¿Qué más?
MICIÓN.-  Son una doncella y su madre.
ESQUINO.-  Sigue.
MICIÓN.-  Esta doncella es huérfana de padre. Este amigo mío es el pariente más cercano que ella tiene; las leyes le obligan a que se case con ella.
ESQUINO.-   (Aparte.)  ¡Perdido soy!
MICIÓN.-  ¿Qué es eso?
ESQUINO.-  No..., nada... Bien está; pasa adelante.
MICIÓN.-  Él ha venido a llevársela consigo, porque mora en Mileto.
ESQUINO.-  ¡Cómo! ¿A llevarse consigo la doncella?
MICIÓN.-  Sí.
ESQUINO.-  ¿Hasta Mileto, por tu vida?
MICIÓN.-  Sí.
ESQUINO.-   (Aparte.)  A mí me va a dar algo.  (Alto.)  Y ellas ¿qué dicen?
MICIÓN.-  ¿Qué piensas que han de decir? Haz cuenta que nada. La madre ha fingido que la doncella ha tenido un muchacho, no sé de quién, porque ella no le nombra, y que el padre del chico es primero, y que no conviene casarla con éste de Mileto.
ESQUINO.-  ¡Y pues! Después de todo, ¿no te parece que ello es muy justo?
MICIÓN.-  No.
ESQUINO.-  ¿Que no, por tu vida? ¿Acaso se la llevará de aquí, padre?
MICIÓN.-  ¿Pues por qué no la ha de llevar?
ESQUINO.-  Creo, padre, que lo habéis hecho dura y cruelmente, y aun si se ha de decir la verdad, villanamente.
MICIÓN.-  ¿Por qué?
ESQUINO.-  ¿Por qué, me preguntas? ¿Qué corazón le quedará a aquel infeliz que primero ha tenido trato y amistad con ella (¡y qué sé yo si el desdichado aún la quiere locamente!) cuando vea que de su presencia se la quitan y se la llevan de delante de sus ojos? ¡Muy mal hecho, padre!
MICIÓN.-  ¿Cómo es eso?, ¿quién se la prometió?, ¿quién se la dio?, ¿cuándo casó con él?, ¿quién fue el que lo trató?, ¿por qué tomó él mujer que no era suya?
ESQUINO.-  ¿Pues era razón que una moza de sus años se estuviese queda en su casa, aguardando que un pariente viniese desde Mileto acá por ella? Esto era justo, padre mío, que tú dijeras, y que defendieras.
MICIÓN.-  ¡Qué gracia...! ¿Contra el que me había traído por su valedor había yo de argüir? Pero, ¿qué nos va en eso a nosotros, Esquino?, ¿o qué tenemos que ver con ellos? Vámonos. ¿Qué es esto?, ¿por qué lloras?
ESQUINO.-  ¡Padre, por mi amor que me oigas!
MICIÓN.-  Esquino, todo lo he entendido ya, y lo sé porque te amo, y por esto cuido más de todo cuanto haces.
ESQUINO.-  ¡Así plega a los dioses que tú, por merecerlo yo, me ames, padre mío, mientras vivas, como a mí me pesa en el alma de haber cometido este yerro y como me avergüenzo!
MICIÓN.-  En verdad que lo creo, porque conozco tu ahidalgada condición; pero recelo que eres harto descuidado en ordenar tu vida. Porque, ¿en qué ciudad haces cuenta tú que vives? Desfloraste una doncella, la cual no fuera razón que la tocaras. Cuanto a lo primero, el delito fue grave, muy grave, pero, en fin, es de hombres. Otros tan buenos como tú lo han hecho muchas veces. Pero después de sucedido el caso, dime, ¿has, por ventura, echado de ver, o has mirado por ti qué es lo que habías de hacer, o por qué vía se había de hacer? Si tenías empacho de decírmelo tú mismo, ¿cómo lo iba a saber yo? Mientras has estado perplejo en esto, se te han pasado diez meses, te has comprometido a ti mismo, y a esa cuitada, y a tu hijo cuanto ha sido de tu parte. ¡Qué! ¿Pensabas que mientras tú dormías te habían de arreglar los dioses tus negocios, y que sin procurarlo tú se te había ella de venir a tu aposento? No quisiera que mostrases tal indiferencia en lo demás. Anímate; que te casarás con ella.
ESQUINO.-   (Muy alegre.)  ¡Cómo!
MICIÓN.-  Digo que tengas buen ánimo.
ESQUINO.-  No, padre, dime, por tu vida, ¿búrlaste de mí ahora?
MICIÓN.-  ¿Yo... de ti? ¿Por qué?
ESQUINO.-  No lo sé; sino que como deseo tanto que eso sea verdad, por eso temo más...
MICIÓN.-  Vete a casa y haz oración a los dioses, para que, mandes traer a tu mujer. ¡Camina!
ESQUINO.-  ¿Cómo? ¿Ya mujer?
MICIÓN.-  Sí, ya.
ESQUINO.-  ¿Ya?
MICIÓN.-  Ya; ve lo más presto que puedas.
ESQUINO.-  Todos los dioses me castiguen, padre mío, si yo no te quiero más ahora, que a mis ojos.
MICIÓN.-  ¿Y más que a ella?
ESQUINO.-  Tanto.
MICIÓN.-  Muy bien.
ESQUINO.-  Y el de Mileto, ¿qué se ha hecho?
MICIÓN.-  Fuese, desapareció, embarcose. Pero, ¿por qué no vas...?
ESQUINO.-  Mejor es, padre mío, que tú vayas y hagas oración a los dioses; porque yo tengo por cierto que cuanto tú eres mejor que yo, tanto ellos con mayor voluntad oirán tus ruegos.
MICIÓN.-  Yo me voy allá dentro a hacer que se apareje todo lo que es menester; tú, si cuerdo eres, haz como te he dicho.
ESQUINO.-   (Solo.)  ¿Qué negocio es éste? ¿Esto es ser padre? ¿Esto es ser hijo? Si mi hermano o mi compañero fuera, ¿qué más me pudiera complacer? ¿A un padre así no le he yo de amar y traerle metido en mis entrañas? Ah, de tal manera me ha puesto, con su benignidad, en perpetua obligación de no hacer a necias cosas que no le dé gusto; que a sabiendas yo me guardaré! Pero voyme allá dentro, por no ser yo mismo estorbo de mis bodas.


Escena VI

 
DEMEA, solo.
 

DEMEA.-  Molido vengo de andar. ¿Que el gran Júpiter os destruya, Siro, a ti y a tus indicaciones! He andado rastreando por toda la ciudad, hasta la puerta, hasta el abrevadero, ¿hasta dónde no...? Y ni allí había casa de carpintero, ni hombre que dijese que había visto a mi hermano. Ahora vengo con determinación de esperarle en casa hasta que vuelva.


Escena VII

 
MICIÓN, DEMEA.
 

MICIÓN.-   (A su hijo.)  Voy a decirles cómo por nosotros no hay demora.
DEMEA.-  Pero hele aquí.  (Alto.)  Rato ha que te busco, Mición.
MICIÓN.-  ¿Qué me quieres?
DEMEA.-  Te traigo noticia de otras grandes maldades de aquel honrado mozo.  (Alude a ESQUINO.)
MICIÓN.-  ¡Ya pareció el hombre!
DEMEA.-  Inauditas, criminales.
MICIÓN.-  Acaba ya.
DEMEA.-  ¡Ah, tú no sabes qué sujeto es!
MICIÓN.-  Lo sé.
DEMEA.-  ¡Ah, tonto! Tú debes de imaginar que yo hablo de la tañedora: Este delito es contra una doncella ciudadana.
MICIÓN.-  Ya lo sé.
DEMEA.-   (Iracundo.)  ¡Oh!, ¿lo sabes y lo sufres?
MICIÓN.-  ¿Por qué no lo he de sufrir?
DEMEA.-  Dime, ¿no clamas...?, ¿no pierdes el juicio?
MICIÓN.-  No; yo más quisiera ciertamente...
DEMEA.-  Ha nacido ya un muchacho.
MICIÓN.-  Los dioses le hagan dichoso.
DEMEA.-  La moza no tiene nada.
MICIÓN.-  Así me lo han dicho.
DEMEA.-  ¿Y sin dote se ha de casar con ella?
MICIÓN.-  Llana cosa.
DEMEA.-  Y ahora, ¿qué haremos?
MICIÓN.-  Lo que el mismo caso pide, Haremos que pase a nuestra casa la doncella.
DEMEA.-  ¡Oh, Júpiter! ¿Y eso es lo que cumple...?
MICIÓN.-  ¿Pues qué otra cosa quieres que yo haga?
DEMEA.-  ¿Qué...? Ya que en realidad de verdad esto no te apena, a lo menos es propio de hombre aparentarlo.
MICIÓN.-  Pero es que ya tengo prometida la doncella; el negocio está concertado, y se hace hoy el casamiento, y ya les he quitado todo el temor. Esto sí que es más propio de un hombre.
DEMEA.-  ¿Y, pues, parécete a ti bien el caso, Mición?
MICIÓN.-  No, si yo lo pudiera estorbar; pero, pues no puedo, tómolo con paciencia. La vida de los hombres es como juego de tablas: Que si en el lance no sale lo que era menester, lo que por azar salió se ha de enmendar con la prudencia.
DEMEA.-  ¡Gentil maestro de enmiendas! Con esa tu prudencia se han perdido las veinte minas que se dieron por la tañedora, la cual, en la hora se ha de despedir o vendida o de balde.
MICIÓN.-  Ni la despediré, ni tengo gana de venderla.
DEMEA.-  ¿Pues qué harás de ella?
MICIÓN.-  En casa quedará.
DEMEA.-  ¡Oh, fe de dioses! ¿La ramera y la mujer en una misma casa?
MICIÓN.-  ¿Por qué no?
DEMEA.-  ¿Tú entiendes que estás en tu seso?
MICIÓN.-  Yo entiendo que sí.
DEMEA.-  Así los dioses me amen, como creo, según veo tu poco juicio, que lo harás por tener con quien cantar.
MICIÓN.-  ¿Qué hay que dudar en eso?
DEMEA.-  ¿Y la recién casada ha de aprender también esa habilidad?
MICIÓN.-  Es llano.
DEMEA.-  ¿Y tú entre ellas, asido de la cuerda, bailarás?
MICIÓN.-  Sí.
DEMEA.-  ¿Sí?
MICIÓN.-  Y tú también, Demea, juntamente con nosotros, si fuere menester.
DEMEA.-  ¡Ay de mí! ¿No te avergüenzas de decir cosas semejantes?
MICIÓN.-  ¡Ea! Deja ya estar tu cólera, Demea, y muéstrate, como es razón, alegre y voluntario en las bodas de tu hijo. Yo voy a hablar con ellos un momento; luego soy aquí.  (Vase.)
DEMEA.-  ¡Oh Júpiter!, ¿y ésta es vida?, ¿y éstas son costumbres?, ¿esto es seso de gente? La mujer vendrá sin dote, la tañedora dentro, la gente de casa gastadora, el mozo regalón, el viejo loco desvariado. Aunque la misma salvación quiera salvar y conservar esta casa, no podrá de ninguna manera.



Acto V

Escena I

 
SIRO, DEMEA.
 

SIRO.-  A buena fe, Sirete, que te has dado buen verde, y has hecho tu deber muy cumplidamente: ¡Jala! Pero, pues he satisfecho bien allá dentro a mi deseo, hame parecido salirme por acá fuera ahora un poco a pasear.
DEMEA.-   (Aparte.)  ¡Mirad, si os parece, la muestra de buen gobierno de casa!
SIRO.-   (Aparte.)  Pero he aquí do viene nuestro viejo.  (Alto.) ¿En qué se entiende? ¿De qué estás triste?
DEMEA.-  ¡Ah, bellaco!
SIRO.-  ¿Ya vienes tú a derramar aquí palabras de sabiduría?
DEMEA.-  ¡Si fueras siervo mío...
SIRO.-  Fueras rico, Demea, y tuvieras bien segura tu hacienda.
DEMEA.-  ... yo haría que fueses escarmiento para todos!
SIRO.-  ¿Por qué?, ¿qué hice yo?
DEMEA.-  ¿Eso me preguntas? Entre la misma revuelta, y en un delito tan grave que apenas se ha podido reparar, ¿has comido y bebido, ladrón, como si hubiera sucedido algún gran bien?
SIRO.-   (Aparte.)  ¡Pardiez, que me pesa de haber salido acá!


Escena II

 
DROMÓN, SIRO, DEMEA.
 

DROMÓN.-   (Saliendo de casa de MICIÓN.)  ¡Hola, Siro...!, ¡que te ruega Tesifón que vuelvas!
SIRO.-  Vete de aquí.
DEMEA.-  ¿Qué dice ése de Tesifón?
SIRO.-  No, nada.
DEMEA.-   (Indignado.)  ¡Ah, verdugo! ¿Y allá dentro está Tesifón?
SIRO.-  No.
DEMEA.-  ¿Cómo, pues, le nombra ése?
SIRO.-  Es otro Tesifón, un truhancillo, chiquitín..., ¿no le conoces?
DEMEA.-  Yo sabré...
SIRO.-  ¿Qué haces?, ¿a dó vas?
DEMEA.-  Déjame.
SIRO.-  ¡No vayas, por tu vida!
DEMEA.-  ¿No apartarás la mano, azotado?, ¿o quieres que te haga pedazos la cabeza?
SIRO.-   (Solo.)  Fuese. ¡Un convidado, en buena fe no muy conveniente, en especial para Tesifón! ¿Qué tengo yo ahora de hacer, sino mientras estos enojos se apaciguan, irme entre tanto a un rincón, y allí dormir este vinillo? Harelo así.


Escena III

 
MICIÓN, DEMEA.
 

MICIÓN.-   (Saliendo de casa de SOSTRATA.)  De nuestra parte, Sostrata, todo está ya a punto; como he dicho, podéis venir cuando quisiereis. -¿Quién ha dado tan gran golpe en mi puerta?
DEMEA.-   (Desde casa de MICIÓN.)  ¡Ay de mí! ¿Qué haré?, ¿qué diré?, ¿qué gritos daré o a quién me quejaré? ¡Oh, cielo! ¡Oh, tierra! ¡Oh, mares de Neptuno!
MICIÓN.-   (A un espectador.)  Ya ha entendido todo el caso, y de eso da gritos, no hay duda; riñas tenemos; acudir allá conviene.
DEMEA.-  Hele aquí do viene la perdición de mis dos hijos.
MICIÓN.-  ¡Ea!, refrena ya tu cólera y vuelve en ti.
DEMEA.-  Ya la he refrenado, ya he vuelto; dejo aparte pesadumbres. Tratemos sólo del caso. ¿No fue concierto entre nosotros, y aun por ti mismo propuesto, que ni tú tuvieses cuenta con mi hijo ni yo tampoco con el tuyo? Responde.
MICIÓN.-  Verdad es, no lo niego.
DEMEA.-  Pues, ¿por qué ahora hace convites en tu casa?, ¿por qué le recibes?, ¿por qué me le compras amiga, Mición? ¿Qué razón hay para que yo no haya de tener el mismo derecho contra ti que tú tienes contra mí? Pues yo no cuido del tuyo, no cuides tú del mío.
MICIÓN.-  No tienes razón.
DEMEA.-  ¿Qué no?
MICIÓN.-  Porque refrán antiguo es que entre los amigos todo ha de ser común.
DEMEA.-  ¡Guapamente! ¿Ahora salimos con ésas?
MICIÓN.-  Óyeme, Demea, dos palabras, si no te es molesto. Cuanto a lo primero, si el gasto que tus hijos hacen te da pena, por mi amor que lo consideres entre ti de esta manera. Tú, al principio, a tus dos hijos los criabas conforme a la posibilidad de tu hacienda, porque creías que tus bienes para entrambos bastarían, y que yo me casaría sin duda. Echa, pues, ahora aquella misma cuenta antigua: conserva, adquiere, endura, y procura tú dejarles mucha hacienda. Esa honra téntela tú para ti. De mis bienes, que les han venido sin pensar, déjalos gozarse; del patrimonio no se te perderá una blanca. Lo que de mis bienes les quedare, haz cuenta que te lo hallas. Si todo eso, Demea, quieres considerar de veras, a mí y a ti y a ellos nos librarás de pesadumbre.
DEMEA.-  Lo de la hacienda pase; más las costumbres de los mozos...
MICIÓN.-  Tente, ya lo entiendo, a eso iba. Muchas señales, Demea, hay en el hombre por las cuales puede juzgarse fácilmente. Cuando dos hacen una misma cosa, puedes muchas veces decir: a éste se le puede sufrir el hacer esto, y a estotro no se puede. No porque la cosa sea diferente, sino porque lo son los que la hacen. Y así, yo veo en ellos señales por donde confío que serán cuales deseamos. Yo veo que tienen discreción y juicio, y vergüenza donde conviene tenerla, y que se aman. Y es de ver realmente su condición y voluntad ahidalgada. El día que tú quisieres, los volverás al buen camino. Pero acaso temas que sean muy descuidados en conservar sus haciendas. ¡Oh, hermano Demea! Los viejos para todo lo demás somos más sabios por la edad; sola ésta falta trae consigo a los hombres la vejez; que todos somos más codiciosos del dinero, de lo que conviene. Y así el tiempo les aguzará el deseo de adquirir.
DEMEA.-  ¡Plega a los dioses, Mición, que esas tus buenas razones y esa tu benignidad no dé con todo al traste!
MICIÓN.-  Calla, que no sucederá. Deja ya esos temores, huélgate hoy conmigo, alegra esa cara.
DEMEA.-  Pues el tiempo así lo requiere, habrelo de hacer; pero mañana, en amaneciendo, me iré de aquí con mi hijo a la alquería.
MICIÓN.-  Y aun antes que amanezca; solamente hoy te muestres de buen humor.
DEMEA.-  ¿Y tengo de llevar allá conmigo esa tañedora?
MICIÓN.-  Procúralo, porque con ella tendrás tu hijo allí como atado a una estaca. Pero mira que me la guardes bien.
DEMEA.-  Eso yo lo procuraré y haré que ancle allí llena de hollín, de humo y de polvo de harina, a poder de cocer y de moler, y tras todo eso, a un sol de mediodía le haré espigar; más tostada te la tornaré y más negra que el carbón.
MICIÓN.-  Muy bien. Ahora me pareces hombre cuerdo. Y aun si yo fuese que tú, le haría a mi hijo que, aunque no quisiese, se acostase con ella.
DEMEA.-  ¿Búrlaste de mí? ¡Dichoso tú, que esa alma, tienes! Yo siento...
MICIÓN.-  ¡Ah!, ¿ya vuelves...?
DEMEA.-  Ya, ya me callo.
MICIÓN.-  Pues éntrate allá. Pasemos este día alegremente en lo que ya está determinado.


Escena IV

 
DEMEA, solo.
 

DEMEA.-  Jamás ninguno echó tan bien la cuenta de su vida, que los negocios, los años y la experiencia no le enseñasen algo nuevo, y le avisasen de algo, de manera que lo que él se pensaba saber no lo supiese, y lo que tenía por mejor lo reprobase. Lo cual ahora a mí me ha acaecido, porque aquella vida áspera que yo hasta aquí he seguido, ahora que ya casi estoy al fin de la jornada, la condeno. ¿Y por qué? Porque la experiencia me ha enseñado que al hombre no hay cosa que le esté mejor que la benignidad y la clemencia. Que esto es verdad, por mí y por mi hermano lo puede entender quienquiera fácilmente. Él siempre ha pasado su vida sin cuidados y en convites; benigno, manso, sin ofender a nadie, complaciendo a todos, ha vivido a su gusto, gastado a su gusto; todos le elogian, todos le aman. Yo soy el villano, el cruel, el triste, el escaso, el terrible, el duro. Caseme: ¡Qué desdichas en el matrimonio! Naciéronme hijos: ¡Nuevos cuidados! Pues además de esto, procurando dejarles mucha hacienda, toda mi vida y mis años he gastado en adquirir. Y ahora, al cabo de ellos, el galardón de mis trabajos es ser aborrecido. Mi hermano, sin trabajo ninguno, goza de todas las ventajas de un padre con mis hijos: a él le aman, de mí huyen; a él le dan parte de sus consejos; a él le tienen afición; ambos están con él, a mí me desamparan. A él le desean larga vida; tal vez codician mi muerte. De manera, que los que yo he criado con gran trabajo, él se los ha hecho suyos a poca costa. Yo llevo a cuestas todas las fatigas, y él se goza todos los contentos. ¡Ea, pues, probemos ahora al contrario, si podré yo decir alguna palabra amorosamente o hacer algo con benignidad, pues él me obliga a ello! Que también quiero yo ser amado, y estimado de los míos. Y si esto ha de ser dándoles y complaciéndoles, no seré yo de los postreros. ¿Y si falta? ¡A mí qué...! Para mí no faltará; que ya poca vida me queda.


Escena V

 
SIRO, DEMEA.
 

SIRO.-  ¡Hola, Demea... que te ruega tu hermano que no te vayas lejos!
DEMEA.-  ¿Quién es...? -¡Oh, amigo Siro, estés en buen hora! ¿Qué se hace?, ¿cómo va?
SIRO.-  Muy bien.
DEMEA.-  Huelgo de ello.  (Aparte.)  Ya ahora he dicho tres palabras fuera de mi condición: Amigo, ¿qué se hace, cómo va?  (Alto.)  Ahidalgado siervo te muestras, y así haré por ti de buena gana.
SIRO.-  En merced te lo tengo.
DEMEA.-  Mira, Siro, que no es donaire esto, y antes de mucho lo verás por la obra.


Escena VI

 
GETA, DEMEA.
 

GETA.-   (Saliendo de casa de SOSTRATA.)  Señora, yo voy a dar aviso a éstos  (Alude a MICIÓN y a ESQUINO.)  para que vengan luego por la doncella. -Pero, ¡he aquí a Demea! ¡Estés en hora buena!
DEMEA.-  ¡Hola!, ¿cómo te llamas?
GETA.-  Geta.
DEMEA.-  Geta, yo te he tenido hoy en mi pensamiento en reputación de hombre de mucho valer; porque aquel siervo es para mí de muy buena prueba, que tiene cuenta con las cosas de su señor, según he entendido que tú lo has hecho, Geta. Y por ello, en lo que fuere menester, haré por ti de buena voluntad.  (Aparte.)  Busco medios para ser afable, y bien me sale.
GETA.-  Hombre honrado eres en pensar así.
DEMEA.-   (Aparte.)  Poco a poco voy ganando las voluntades de la gente baja primeramente.


Escena VII

 
ESQUINO, DEMEA, SIRO, GETA.
 

ESQUINO.-   (Sin ver a los demás.)  Realmente que me ponen a morir, pues quieren celebrar las bodas con tanto cumplimiento, que todo el día se les va en aparejar.
DEMEA.-  ¿Qué se hace, Esquino?
ESQUINO.-  ¡Oh, padre mío!, ¿y aquí estabas tú?
DEMEA.-  Sí, por cierto; tuyo de corazón y por naturaleza, y que te quiere más que a sus propios ojos. Pero, ¿por qué no haces traer a casa a tu mujer?
ESQUINO.-  Ya querría, sino que me hacen detener la que ha de tañer la flauta y los que han de cantar el himeneo.
DEMEA.-  ¡Quítate allá! ¿Quieres tú creer a este viejo?
ESQUINO.-  ¿En qué?
DEMEA.-  Deja estar todo eso: el himeneo, los convidados, las antorchas y las músicas; haz que derriben las tapias de esa huerta cuanto antes, y pasa a tu mujer por ahí; haz de las dos casas una sola, y tráete también acá la madre y toda la familia.
ESQUINO.-  Sí haré, padre gracioso.
DEMEA.-   (Aparte.)  ¡Ea... ya me llaman gracioso! La casa le abrirán a mi hermano, traerá mucha gente, gastará largo: mucha cosa es todo esto. Pero, ¿qué se me da a mí? Yo, ya generoso, gano las voluntades. Ahora, Mición, manda que le dé luego de contado Babilón las veinte minas8.  (Alto.)  Siro, ¿por qué no vas tú y lo haces?
SIRO.-  ¿Qué pues?
DEMEA.-  Ve y derríbalas.  (A GETA.)  Y tú, tráela.
GETA.-  Los dioses te lo paguen, Demea, pues que con tanta voluntad veo que quieres hacer bien a nuestra casa.
DEMEA.-  Entiendo que lo merecéis.  (A ESQUINO.)  Y tú, ¿qué dices?
ESQUINO.-  Que me parece lo mismo.
DEMEA.-  Más vale así, que traerla ahora acá por la calle, parida y enferma.
ESQUINO.-  No he visto mayor aviso, padre mío.
DEMEA.-  Así los gasto yo. Pero aquí sale Mición.


Escena VIII

 
MICIÓN, DEMEA, ESQUINO.
 

MICIÓN.-   (A SIRO y GETA, que están dentro.)  ¿Mi hermano lo manda? ¿Dónde está él? ¿Tú mandas esto, Demea?
DEMEA.-  Sí. Yo mando eso y todo lo demás con que litigamos toda una esta familia, y que la honremos, favorezcamos y juntemos.
ESQUINO.-  Así te lo suplico, padre.
MICIÓN.-  Lo mismo me parece a mí.
DEMEA.-  Y aún es nuestro deber. Cuanto a lo primero, aquí está la madre de la mujer de Esquino...
MICIÓN.-  ¿Y pues?
DEMEA.-  Mujer de bien y de buenas costumbres...
MICIÓN.-  Así dicen.
DEMEA.-  Ya anciana...
MICIÓN.-  Ya lo sé.
DEMEA.-  A sus años ya no puede concebir. No tiene quién mire por ella. Está sola.
MICIÓN.-   (Aparte.)  ¿Qué empresa es la de éste?
DEMEA.-  Es razón que tú te cases con ella. Y que tú  (A ESQUINO.)  procures que se haga.
MICIÓN.-  ¿Yo casarme?
DEMEA.-  Sí, tú.
MICIÓN.-  ¿Yo?
DEMEA.-  Tú, digo.
MICIÓN.-  Deliras.
DEMEA.-   (A ESQUINO.)  Si tú eres hombre, él lo hará.
ESQUINO.-  ¡Padre mío!
MICIÓN.-  ¡Cómo! ¿Y a éste escuchas tú, asno?
DEMEA.-  ¡Nada, nada; no hay escape!
MICIÓN.-  Desvarías.
ESQUINO.-  ¡Hazme esta merced, padre mío!
MICIÓN.-  ¿Estás loco? Quítate de aquí.
DEMEA.-  ¡Ea!, dale a tu hijo ese contento.
MICIÓN.-  ¿Tú tienes bueno el seso? ¡Al cabo de sesenta y cinco años he yo de ser novio, y casarme con una vieja consumida! ¿Eso me aconsejáis?
ESQUINO.-  Anda; ¡que yo se lo he prometido!
MICIÓN.-  ¿Prometido? A la fe, amigo, haz tú merced de tu persona.
DEMEA.-  ¿Pues qué dirías, si él te rogase alguna cosa de más importancia?
MICIÓN.-  ¡Como si ésta no fuese la mayor!
DEMEA.-  Accede.
ESQUINO.-  No seas pesado.
DEMEA.-  Acaba, prométeselo.
MICIÓN.-  ¿No me dejarás?
ESQUINO.-  No, hasta recabar esto de ti.
MICIÓN.-  Fuerza es ésta realmente.
DEMEA.-  Ea, Mición, hazlo cumplidamente.
MICIÓN.-  Aunque ello me parece cosa torpe y tonta, y disparate muy ajeno a mi manera de vivir, con todo eso, pues vosotros tanto lo queréis, sea.
ESQUINO.-  Bien haces. Con razón te quiero mucho.
DEMEA.-   (Aparte.)  ¿Qué diría yo ahora? ¡Todo lo que quiero se hace!
MICIÓN.-  ¿Hay más todavía?
DEMEA.-  Hegión es pariente muy cercano de éstas, deudo nuestro, pobre; justo será que le hagamos algún bien.
MICIÓN.-  ¿Qué bien?
DEMEA.-  Aquí tienes junto a la ciudad un campillo que arriendas a otro. Démoselo a éste, que lo goce y disfrute.
MICIÓN.-  ¿Poquillo es eso?
DEMEA.-  Aunque sea mucho, con todo eso se ha de hacer. Esta mujer le tiene en lugar de padre, es hombre de bien, es nuestro deudo; bien dado está. Finalmente, Mición, yo ahora hago mía aquella sentencia que tú bien y sabiamente dijiste no ha mucho: Vicio común de todos los viejos es el ser muy codiciosos de la hacienda. Esta falta debemos enmendarla. Dijiste muy gran verdad, y hase de cumplir por la obra.
MICIÓN.-  ¿Qué duda hay en eso? Se le dará, pues Demea lo quiere.
ESQUINO.-  ¡Padre mío!
DEMEA.-  Ahora eres tú de veras mi hermano, así en el alma como en el cuerpo.
MICIÓN.-  Huélgome de eso.
DEMEA.-   (Aparte.)  Con su propia espada le degüello.


Escena IX

 
SIRO, DEMEA, MICIÓN, ESQUINO.
 

SIRO.-  Ya está hecho, Demea, lo que mandaste.
DEMEA.-  Eres una alhaja. Yo soy de parecer, en verdad, que es justo que Siro hoy reciba libertad.
MICIÓN.-  ¿Éste libertad?, ¿por qué merecimientos?
DEMEA.-  Por muchos.
SIRO.-  ¡Oh, señor Demea! En verdad que eres muy bueno. Yo os he criado estos dos hijos, desde que eran niños, con mucha diligencia, y les he enseñado, amonestado y aconsejado bien todo lo que he podido.
DEMEA.-  A la vista está. Especialmente esto: Gastar, robar rameras, preparar comilonas de día. Servicios como éstos no son propios de un cualquiera.
SIRO.-  ¡Oh, qué hombre tan gracioso!
DEMEA.-  Finalmente, hoy, en la compra de esa tañedora, éste ha sido el valedor, éste lo ha tratado; justo es hacerle algún bien. ¿Dónde hallarás siervos mejores? En fin, Esquino gusta de que se haga.
MICIÓN.-  ¿Tú gustas de que se haga esto?
ESQUINO.-  Deséolo.
MICIÓN.-  Pues que tú lo quieres, sea. Siro, allégate a mí: De hoy más, sé libre.
SIRO.-  Gran merced me haces. A todos lo agradezco, pero a ti, Demea, en particular.
DEMEA.-  Huelgo de ello.
ESQUINO.-  Y yo también.
SIRO.-  Lo creo; ojalá éste se me hiciese un gozo perpetuo, y que viese yo a mi mujer Frigia libre conmigo juntamente.
DEMEA.-  Muy buena mujer en verdad.
SIRO.-  Por cierto que a tu nieto, hijo de éste, ella le ha dado hoy la primera leche.
DEMEA.-  Pues en verdad que, hablando de veras, pues ella le ha dado la primera leche, sin duda es razón que quede libre.
MICIÓN.-  ¿Por solo eso?
DEMEA.-  Por eso. Finalmente, yo te pagaré de mi dinero lo que ella vale.
SIRO.-  Los dioses, Demea, te cumplan siempre todos tus deseos.
MICIÓN.-  Bien has librado hoy, Siro.
DEMEA.-  Especialmente, Mición, si tú haces lo que debes, y le aprontas algo con que viva; que él te lo volverá luego.
MICIÓN.-  No le daré valía de este pelo.
ESQUINO.-   (Rogando.)  ¡Ea, que es hombre de bien!
SIRO.-  Por mi vida que te lo volveré: Dámelo.
ESQUINO.-  ¡Ea, padre!
MICIÓN.-  Ya veremos.
DEMEA.-  Él lo hará.
SIRO.-  ¡Oh, qué hombre tan bueno!
ESQUINO.-  ¡Oh, padre afabilísimo!
MICIÓN.-   (A DEMEA.)  ¿Qué es esto?, ¿qué negocio ha hecho tan repentinamente mudanza en tus costumbres?, ¿qué prontitud es ésta, o qué largueza tan repentina?
DEMEA.-  Yo te lo diré. Para mostrar cómo el tenerte éstos en posesión de hombre benigno y apacible, no procede de verdadera vida ni de lo que es justo y bueno, sino de ser lisonjero; del regalar y del dar, Mición. Y si mi vida, Esquino, os es aborrecible, porque no os complazco en todo, así en lo justo como en lo injusto, yo alzo mano de ello: derramad, comprad, haced lo que se os antoje. Pero si gustáis de que lo que vosotros, por ser mozos, no echáis de ver, y lo deseáis a ciegas y lo consideráis poco, esto yo os lo reprenda y corrija, y también en su lugar os complazca, aquí estoy, que por amor de vosotros lo haré.
ESQUINO.-  En tu mano, padre, lo dejamos todo. Tú sabes mejor lo que nos cumple. Pero, ¿qué harás de mi hermano?
DEMEA.-  Yo le doy licencia; que la tenga. Y haga raya en ella.
ESQUINO.-  Eso está muy bien.  (A los espectadores.)  ¡Aplaudid!




FIN DE LA COMEDIA