11/12/14

TENNESSEE WILLIAMS. NO PUEDO IMAGINAR EL MAÑANA.





TENNESSEE WILLIAMS
NO PUEDO IMAGINAR EL MAÑANA




UNO y DOS son, respectivamente, una mujer y un hombre que se acercan a la cuarentena:
cada uno es el único amigo del otro. No hay paredes en el decorado, que sólo incluye los
muebles (un sofá, una silla, otra en el rellano de un tramo de escaleras, una mesa con
lámpara y una mesa de juego) exigidos por la acción de la obra. Hay un marco de puerta en
la parte delantera del escenario, a la izquierda. Un suave azul crepuscular es la
iluminación de la obra, con tenues reflectores ámbar sobre los intérpretes. El sofá y las
sillas deberían estar forrados de raso, en colores pastel, tal vez rosa pálido y turquesa.
Junto a la silla del rellano podría haber una maceta con un gran helecho o una palmera. La
mujer, UNO , está de pie en la parte delantera del escenario, cerca del marco de la puerta,
con los brazos abiertos como si estuviera apartando cortinas para mirar por una ventana.
Lleva una bata blanca de raso con una mancha de vino. El hombre, DOS , aparece ante el
marco de la puerta; la mujer retrocede y se cubre el rostro con las manos. DOS alza un
brazo como para llamar a la puerta. Este acto se repite dos o tres veces antes de que la
mujer se dirija al marco y haga ademán de abrir la puerta.

UNO . — Ah, eres tu.
DOS . — Sí, soy yo.
UNO . — Me lo imaginaba.
(Hay un silencio extrañamente prolongado, durante el cual
ninguno de los dos se mueve.) Te has puesto tu traje de heladero. (Ante esto ríen,
embarazados. ) Bueno, no te quedes ahí como un mandadero sin nada que entregar.
DOS . — No dijiste entra.
UNO . — Entra, entra... ¡adelante!
DOS (entrando). — Gracias. (Hay otra extraña pausa.) Mientras llegaba te vi en la ventana.
Después corriste las cortinas.
UNO . — ¿Qué hay de malo en eso?
DOS . — Tuve que llamar y llamar antes de que... abrieras la puerta,
UNO . — Sí, casi derribaste la puerta.
DOS . — Me preguntaba si...
UNO . — ¿Si qué?
DOS . — Tú no querías... querías ...
UNO . — ¿Quería qué?
DOS . — ...verme esta... esta noche.
UNO . — Te veo todas las noches. La noche no sería noche sin ti y la partida de cartas y las
noticias en la TV.
DOS . — Pero.
UNO . — No mejora en nada, ¿verdad?
DOS . — ¿Qué?
UNO . — Dije que no mejora en nada, tu dificultad para hablar.
DOS . — Mejorará. Es... transitoria.
UNO . — ¿Estás seguro? Ahora hace ya largo tiempo que es transitoria. ¿Cómo les hablas a
tus estudiantes de secundaria, o no les dices nada, te limitas a escribirles las cosas en el
pizarrón?
DOS . — No, yo...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — Estuve pensando
en decírtelo. Han pasado cinco días desde que di mis clases por
ultima vez.
UNO . — ¿No es extraño? Lo imaginaba. Imaginaba que abandonarías. ¿Y ahora qué? ¿Algo
o nada?
DOS . — Siempre hay...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — Tiene que haber algo, mientras...
UNO . — Sí, mientras estemos vivos.
DOS . — Hoy. Hoy fui.
UNO . — ¿A la clínica?
DOS . — Sí. Allí.
UNO . — ¿Qué les dijiste? ¿Qué te dijeron?
DOS . — Sólo hablé con la muchacha, la...
UNO . — ¿Recepcionista?
DOS . — Sí, me dio un papel, un ...
UNO . — Una solicitud, un...
DOS . — Cuestionario para...
UNO . — ¿Llenar?
DOS . — Te... tenía que informarles si yo...
UNO . — ¿Sí?
DOS . — Si había antes...
UNO . — ¿Psiquiátrico?
DOS . — Tratamiento, o estado... hospitalizado.
UNO . — ¿Y entonces?
DOS . — Escribí no en cada pregunta.
UNO . — ¿Sí?
DOS . — No.
UNO (impaciente). — Sí, ya sé, escribiste no.
DOS . — Entonces la recepcionista me dijo...
UNO . — ¿Qué te dijo?
DOS . — Que no había vacante para mí ahora, en este momento, pero... que me informarán en
cuanto... uno de los...
UNO . — ¿Médicos?
DOS . — Te... terapeutas... pudiera acomodarme en su... horario.
UNO . — ¿Le dijiste que eras profesor y la situación era desesperada porque no puedes
hablarles a tus alumnos?
DOS . — Era sólo la recepcionista así que... no entré en detalles. Pero puse en el, el...
UNO . — ¿Cuestionario?
DOS . — Que había sólo una persona con la que... aún podía hablar... un poco. Subrayé
desesperadamente y subrayé urgente.
(Se detiene. Avergonzado, se aparta lentamente.)
(suavemente). — En esta luz difusa podrías pasar por uno de tus estudiantes, con tu
traje de heladero, recién sacado de la tintorería.
UNO
(Se va apartando de él.)
DOS .
— Mientras venía pasé por un prado, el prado de una casa, la casa estaba a oscuras y el
prado lleno de grullas blancas. Calculo que al menos veinte grullas blancas se paseaban por
el prado.
UNO . — ¿Ah, sí?
DOS . — Al principio creí que estaba viendo visiones.
UNO . — Estabas, estabas viendo grullas blancas.
DOS . — Supongo que estaban migrando, rumbo al sur.
UNO . — Sí, y se detuvieron en el prado de la casa a oscuras, tal vez á elegir un nuevo guía
porque el viejo, el anterior, enfilaba en dirección equivocada, un poco desorientado o
perdiendo altura, ¿eh? Así que se detuvieron en el prado de la casa a oscuras para cambiar
los planes de vuelo o sólo para sentir el fresco de la hierba nocturna bajo las patas antes de
seguir con sus viajes.
DOS . — Queda a sólo una cuadra de aquí. ¿Te gustaría ir a verlas?
UNO . — No. Tu descripción bastará, pero si tienes ganas de regresar a darles otro vistazo,
hazlo, anda. Creo que te aceptarían con tu hermoso traje blanco.
DOS . — ¿La criada no vino hoy?
UNO . — Vino pero no pudo entrar, la puerta estaba con el cerrojo pasado.
DOS . — ¿Por qué?
UNO . — No la quería tener dando vueltas por la casa. Llamó a la puerta y gritó, y gritó y
llamó y por fin abandonó y... se fue...
DOS . — Todo está como ayer por la noche. Las cartas siguen sobre la mesa. Aún llevas la
bata blanca con la mancha de vino.
UNO . — Me he quedado abajo desde anoche. No he subido. Terminé el vino y dormí en el
sofá. Ah. Hoy no ceno. Para mí nada. Entré en la cocina y abrí el refrigerador, pero el
aspecto y el olor del contenido me descompusieron. Así que vé a la cocina y prepárate un
sandwich o lo que quieras mientras mezclo las cartas.
DOS . — Prepararé algo para los dos.
UNO . — ¡No, sólo para ti! ¿Me oyes? Y cómelo allí, en la cocina. (El hombre sale de la zona
iluminada. Ella se acerca otra vez lentamente al marco de ventana y aparta las manos como
abriendo cortinas.) El País del Dragón, el país del dolor, es un país inhabitable que está
habitado sin embargo. Todo el que cruza esa región enorme, tiene su propio sendero aparte
para transitar a solas. Si los habitantes, los exploradores del País del Dragón, miraran a su
alrededor, verían a otros exploradores, pero en el país del dolor soportado pero insoportable
cada cual está tan absorbido, enmudecido, cegado por su propio viaje a través de él, que no
ve, no busca a ningún otro que lo esté cruzando con él. Es colina arriba, montaña arriba, la
ascensión es muy empinada: lo lleva a uno a la cima de las Sierras desnudas. No entraré en
ese país donde ya no hay elección. Me detendré al borde de las Sierras, me negaré a seguir
más allá. Una vez leí acerca de una anciana esquimal que sabía que le había llegado la hora
y pidió que la llevaran fuera del hogar familiar, del iglú, y que la depositaran sola sobre un
bloque de hielo que se estaba desprendiendo de la capa de hielo flotante, para poder derivar,
separada... de... todos... (Dos regresa con un plato de sandwiches.) ¡Llévatelos, llér vatelos,
llévatelos o te echo!
DOS . —¿Estás...?
UNO . — ¡Lo estoy, te lo dije!
DOS . — Si no vas a comer, yo tampoco, Hoy no tengo hambre.
UNO . — ¡No puedo!
DOS . — ¿Qué?
UNO . — Jugar a las cartas. No puedo, no puedo. Lo siento, perdóname, no puedo.
DOS . — Creo que tú ...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ... deseas que me vaya...
UNO . — ¿Donde, adonde irías?
DOS . — Podría... ir a mi cuarto.
UNO . — Dices que no tiene aire acondicionado, ni televisor, es tan pequeño que
te sientes
ahogado cuando estás en él.
DOS (con tristeza). — Hay un televisor en el vestíbulo del hotel.
UNO . — Me has dicho que no puedes soportar el vestíbulo del hotel, está lleno de ancianas
moribundas apiñadas alrededor del televisor como si sacaran la sangre y el oxígeno de él. El
vestíbulo de ese hotel, con que sólo pases por él, su atmósfera, se te pega y llegas aquí con
ella encima, llegas como un perro enfermo después de pasar por ese vestíbulo, lo llevas en
los ojos, la voz, los, los... gestos. Cuando llamas y abro la puerta, tienes un aspecto
enfermizo, atemorizado, como si creyeras que voy a cerrarte la puerta en la cara. ¡Pobre,
querido hombrecito! (De pronto lo abraza sorbiendo aire con un sollozo.) ¡Ya no me queda
vigor para tratar de hacer que trates de salvarte de tu... paralizante... depresión! ¿Por qué no
dejas de parecer un muchachito cuarentón perdido? ¡Se me hace tan difícil hablarte con
honestidad! (Aspira aire con intensidad y lo empuja apartándolo, dándole la espalda a la
mesa.) Todas las noches tienes una expresión asustada, culpable. Siempre digo: "Ah, eres
tú" y tú siempre dices: "Sí, soy yo". Y después te cuelgas esa sonrisa dolorosa, falsa,
enfermiza, parpadeando, con las manos hundidas en los bolsillos. Das clases, pero nunca
terminaste la escuela, sigues en los... cursos primarios de la... escuela elemental, o incluso en
el jardín dé infantes. Oh, eres tú, sí, soy yo. Dios mío, ¿no puede haber otras palabras para
saludarnos? Sería mejor que te limitaras a entrar y sentarte a comer y después mezclaras las
cartas o encendieras la televisión. Pero, no. Tenemos que repetir el ritual, oh, eres tú y sí,
soy yo, casi no decimos otra cosa, al menos algo que valga la pena decir. Me obligo a llevar
adelante una especie de monólogo, con escasas interjecciones tuyas, como "Mmmmm" o
"Mmm-jummm". Y te cuento cosas que te he contado tantas veces que me avergüenza
repetirlas. Pero tengo que repetirlas o nos quedaríamos sentados en un silencio insoportable,
sí, un silencio intolerable. Sí, y en verano dices: "Está tan fresco y agradable aquí" y en
invierno dices: "Está tan cálido y agradable aquí". Oh, Dios, Dios... (Lo toma de los
hombros, apoya un instante su cabeza contra la espalda del hombre; después lo aparta de
un empujón.)
DOS . — Nunca fue fácil para mí...
UNO . — ¿Hablar?.
DOS . — Hasta donde puedo recordar fue difícil para mí.
UNO . — ¿Hablar?
DOS . — Expresar lo que pienso y siento con palabras.
UNO . — ¿Y hasta mirar a los ojos a otra persona?
DOS . — Sí. Mirar a los ojos a otra persona, eso también.
UNO . — Siempre miras un poco de costado con una expresión culpable. ¿Qué te hace sentir
culpable? ¿Sólo estar vivo?
DOS . — Yo...
UNO . — ¿Tú?
DOS . — ...no sé
UNO . — Toma
realmente ...
este trozo de papel y este lápiz y escríbeme lo primero que se te ocurra.
Rápido. No te detengas a pensar. ( DOS garabatea algo en el papel.) Bien. Déjame ver qué
escribiste. "Te amo y tengo miedo." ¿De qué tienes miedo? Rápido. Escríbelo. (El vuelve a
garabatear algo en el papel. Ella se lo arrebata.) "Los cambios." ¿Te refieres a cambios en
ti o en mí o a cambios en circunstancias que afectan nuestras vidas? Rápido, escríbelo, no
pienses. (Él vuelve a escribir.) "Todas las cosas. Todo." Sí, bueno, supe eso sobre ti desde
un principio. Ahora me toca a mí; escribiré lo primero que se me ocurra. El lápiz. ¡Rápido!
(Escribe velozmente en la hoja de papel y se la arroja a través de la mesa.) Léela, léela en
voz alta.
DOS (leyendo en voz alta). — "Si no hubiese algo llamado tiempo, el paso del tiempo en el
mundo en que vivimos, podríamos contar con que las cosas siguieran siendo iguales, pero el
tiempo vive en el mundo con nosotros y tiene una gran escoba y nos está barriendo fuera del
camino, queramos enfrentarlo o no."
UNO . — ¿Y bien? ¿Por qué no dices algo? ¿Nada? Toma el lápiz y el papel, escribe cualquier
cosa, algo, rápido, no te detengas a pensar. (Él escribe.) "Te amo y tengo miedo." Con eso
empezaste.
DOS . — Dijiste que no me detuviese a pensar.
(Ella se estira para acariciarle el rostro por sobre la mesa. Él le toma la mano y la aprieta
contra su boca, después rodea la mesa para besarla. Ella le abraza la cabeza contra sí por
un momento, después lo rechaza.)
UNO .
— Siéntate otra vez donde estabas. De allí no hay regreso, créeme. (Él deja caer el
rostro entre las manos.) ¿Estás llorando? (Él sacude la cabeza.) Déjame ver. Levanta la
cabeza. (Él deja caer el rostro entre las manos.) No te tortures tanto. ¿Comiste en la cocina?
¿No? Entonces cuando vuelvas al hotel mortuorio para en el drugstore y come un sandwich
o algo así. Podría ser un cambio beneficioso para ti, mejor que nada. La gente necesita
pequeños cambios de vez en cuando, y tiene que hacerlos o aceptarlos. Sé que hay gente que
le tiene terror a los cambios, se apegan a rutinas repetidas. Creo que les da la sensación de
estar protegidos. Pero la repetición no constituye la seguridad, sólo da la sensación de
seguridad. No es algo confiable. Puedes caminar por una calle todos los días y sentirte
seguro en esa calle, y un día ésta se abre bajo tus píes y el cielo se vuelve negro.
DOS . — Tenemos que...
UNO . — ¿Tenemos que qué?
DOS . — ...tratar de no...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...pensar en eso. No...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...ayuda.
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...pensar en eso, es mejor.
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...sentirse...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...protegido, aún cuando...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...no se pueda...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...confiar en la sensación.
UNO . — Completaste una frase. No
te fue fácil, pero lo lograste. Ahora por favor tráeme un
vaso de agua para mis gotas.
(Dos se aparta de la mesa de juego hacia una zona en penumbras.)
(para sí). — No puedo imaginar el mañana. (Regresa con un vaso de agua.) ¿Te pongo
las gotas en el agua?
UNO . — Sí. Gracias.
DOS . — En el frasco dice cinco gotas.
UNO . — Esta noche tendrán que ser más.
DOS . — ¿Estás ...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...segura?
UNO . — Dame el vaso, el frasco, lo haré yo. (Dos cuenta las gotas en voz alta. UNO sigue. El
quita el frasco y lo coloca sobre la mesa fuera de la zona iluminada.) Está bien, vuelve,
siéntate. (Él regresa a la mesa de juego.) Voy a contarte un cuento. (Bebe el vaso de agua
mientras habla.) Es sobre un hombrecito. ¿Y? ¿No vas a sentarte? (Él lleva una silla hasta
la mesa.) Un hombrecito llegó a la casa de la Muerte y el guardia uniformado de la entrada
le preguntó qué deseaba. Dijo que deseaba la Muerte. El guardia dijo: es un pedido muy
grande para un hombrecito como tú. El hombrecito dijo que sí, sabía.que era un pedido muy
grande, pero era lo que deseaba. El guardia le pidió los documentos. El único documento
que tenía era la partida de nacimiento. El guardia miró la fecha de la partida de nacimiento y
dijo: demasiado pronto, has venido demasiado pronto, vuelve a bajar la montaña y no subas
aquí hasta dentro de veinte años. El hombrecito empezó a llorar. Dijo: si no me dejas entrar
hasta dentro de veinte años, esperaré veinte años ante la entrada, no puedo bajar otra vez la
montaña. Allí abajo no tengo adonde ir. No tengo a quién visitar por la noche, no tengo a
nadie con quien hablar, nadie con quien jugar a las cartas, no tengo a nadie, nadie. Pero el
guardia se apartó, le dio la espalda al hombrecito y se apartó, y el hombrecito, que tenía
miedo de hablar, empezó a gritar. Para ser un hombrecito gritaba con fuerza, y la Muerte lo
oyó y salió en persona a ver a qué se debía el alboroto. El guardia dijo que el hombrecito que
estaba ante las puertas había venido veinte años adelantado, y no quería bajar la montaña, y
la Muerte dijo: sí, entiendo, pero dadas ciertas circunstancias, sobre todo cuando gritan hasta
desgañifarse ante la entrada, se les puede dejar entrar antes, así que déjalo entrar, cualquier
cosa con tal de terminar con el alboroto. ¿Y? ¿Qué piensas del cuento?
DOS . — Es, eh...
UNO . — ¿Es eh qué?
DOS . — ¿Inventaste el cuento?
UNO . — No. Tú lo inventaste. Lo has estado inventando desde hace mucho tiempo. Es hora
de que lo envíes para que lo publiquen. ¿No crees?
DOS . — Yo, eh...
UNO . — ¿Yo eh qué?
DOS . — Vamos...
UNO . — ¿Vamos qué?
DOS
DOS . — Esta noche tú...
UNO . — ¿Esta noche yo qué?
DOS . — ...pareces...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ...no estar tan bien como cuando tú...
UNO . — ¿No tan bien como cuando yo qué?
DOS . — ...no estar tan bien como cuando, como
cuando...
(Se pone de pie de pronto con un grito apagado, torturado.)
UNO . —
Sí. Lo sé. Lo sé. No comiste nada, ¿verdad? No. Debes parar en el drugstore cuando
regreses y comer algo en el bar al paso. Allí sirven toda clase de cosas y es un sitio popular.
Hasta puedes trabar conocimiento con alguien que coma allí. Cuando voy por mis recetas,
noto que por lo común hay varias personas comiendo en el bar al paso. Los he oído hablar
entre sí. Parecen conocerse entre sí. Es más fácil llegar a conocer a alguien en un bar al paso
que en una mesa de restaurante porque estás sentado junto a ellos y una mesa de restaurante
está aislada. Y creo que para ti es ; importante que hagas nuevos conocidos. Porque es
posible que alguna noche no te oiga cuando llames a la puerta. Podría estar arriba y no
querer bajar o no sentirme capaz de bajar hasta la puerta cuando llames, y en esa... (Cierra
los ojos y aprieta los dientes en un espasmo de dolor.) ...en esa posible... eventualidad...
deberías ... tener... otros ... conocidos... a quienes recurrir, en ese caso, si es que se presenta.
DOS . — Creo que sigues sufriendo. ¿No es así?
UNO . — Si es así, es mi sufrimiento, no el tuyo, y tengo derecho a no querer discutirlo, ¿no?
Creo que una persona que sufre tiene el privilegio de guardárselo para sí. Pero prueba con el
drugstore esta noche y no entres con cara larga, entra con actitud despierta y siéntate junto a
alguien de aspecto extrovertido. Di algo tú primero, no esperes a que ellos te digan algo
porque podrían no hacerlo. Sé que odiarás hablar, pero a veces hay que hacer cosas que te
son difíciles, así que entra y siéntate en el bar al paso y pide una leche merengada y habla,
conversa, abre la boca aunque sólo la abras para decir que oíste a un buho esta noche,
imitando tu voz en una palmera. Desde luego no te creerán, pero eso puede llevar a una
conversación interesante.
DOS . — Creo que lo que quieres decir es...
UNO . — Lo que quiero decir es: las cosas tienen que cambiar en la vida.
DOS . — Los cambios no tienen que ser repentinos.
UNO . — Los cambios se aceptan mucho más fácilmente cuando ya estás preparado para
ellos. Por eso te mencioné el bar al paso del drugstore.
DOS . — Es muy iluminado y ruidoso y nunca podría trabar conocimiento con alguien en un
bar al paso muy iluminado y ruidoso, no sabría cómo y no querría intentarlo.
UNO . — Hasta hace un año...
DOS . — ¿Qué?
UNO . — ¿Qué estaba diciendo? Ah. Hasta hace un año...
DOS . — ¿Qué?
UNO . — No importa. Fuera lo que fuese, lo que trataba de decir se me fue de la cabeza.
DOS (después de una pausa). — ¿Quieres que me vaya ahora?
UNO . — Irse es un modo de decir morir. (Se sienta erguida.) He cambiado mis planes para la
noche. Me voy arriba, después de todo. Aún puedo subir si me tomo mi tiempo y me agarro
de los pasamanos. Puedo subir hasta el rellano y descansar allí un momento y después subir
el resto. Y en cuanto a ti, no olvides mi consejo de hacer nuevos conocidos. No tiene por qué
ser en el bar al paso, podría ser en un bar común. Díle algo a alguien. Ése es mi consejo,
pero me doy cuenta de que es inútil.
DOS . — Un conocido no es un amigo.
UNO . —¿Quién es un amigo? Dejémoslo así. Pero come algo en el drugstore cuando
regreses.
DOS . — ¿Puedo ayudarte a subir antes de...?
UNO . — Últimamente he estado durmiendo abajo, en el sofá. La escalera se ha vuelto mucho
más empinada. Pero creo que esta noche la subiré. Treparé primero hasta el rellano y
entonces descansaré allí un momento antes de seguir. Hay una silla bastante cómoda en el
rellano en la que puedo descansar hasta sentirme capaz de subir el segundo tramo. (Sube tres
o cuatro escalones hasta una plataforma y una silla.) Sí, puedo descansar aquí un momento.
DOS . — Me quedaré hasta que hayas llegado al dormitorio. Después me iré.
UNO . — No, no esperes. Vete ahora. Me gusta hablar un poco conmigo misma antes de
dormir.
DOS . — No deberías dormir en el rellano, no puedes dormir en el rellano.
UNO . — ¡Haré lo que quiera hacer!
DOS . — Lo siento, yo... no pretendía decirte lo que tú...
UNO . — Vamos, vete ahora. Pásale el cerrojo a la puerta.
DOS . — El cerrojo está del lado de adentro.
UNO . — Oh. Sí. Tienes razón. Eso cambia un poco mis planes, sí, tendré que pasar yo el
cerrojo.
DOS . — Creo que no deberías quedarte aquí sola por la noche.
UNO . — Es tu opinión, no la mía. Buenas noches, vamos, vete ahora, la noche ha sido
pesada.
DOS . — Yo... lo lamento, yo... siento como si hubieses perdido todo sentimiento por mí...
UNO . — Eso no es cierto. No te habría dejado entrar a la casa esta noche si no te siguiera
amando. Te amaba y aún te amo. Pero hemos entrado en países distintos, tú has entrado en
un país extraño y yo en otro.
DOS . — ¿Puedo quedarme en el sofá?
UNO . — No, no, lo siento, no. Tienes que irte, ahora,
DOS . — Tú eres...
UNO . — ¿Yo soy qué?
DOS . — ...mi vida: toda mi vida: no hay nada más. Iré a la clínica, regresaré a la escuela,
haré...
UNO . — No me lo hagas tan difícil.
DOS . — ¡Por favor! ¡Permíteme quedarme en el sofá!
UNO . — ¡No!
DOS . — Pero...
UNO . — ¡No, dije no! ¡Abre la puerta, vete!
DOS . — Cuando regrese mañana... tú...
UNO . — ¿Qué?
DOS . — ¿Me dejarás entrar?
UNO . — Si te vas ahora, sí, pero si...
DOS . — Me voy ahora. (Abre la puerta.) El aire está... el cielo está...
UNO . — ¿Cómo están?
DOS . — ...anormalmente luminosos esta noche. Como agua poco profunda y muy límpida,
como, como...
UNO . — Los gallos cantarán toda la noche porque creerán que se acerca el alba. Buenas
noches. Que tengas un buen regreso. Tal vez las grullas blancas aún estén en el prado junto
al que pasaste al venir. Que descanses bien. Nunca dudes de que me importas, pero recuerda
que estamos entrando en países separados.
(Él cierra la puerta en silencio desde adentro, camina hacia el sofá.)
UNO (para
sí). — Se fue... mejor estar sola. Es duro porque él no tiene a nadie aparte de mí y
yo no tengo a nadie aparte de él, pero en el País del Dragón uno deja atrás al último amigo y
sigue a solas. Oh. La puerta. No tiene pasado el cerrojo. Será mejor que baje y lo pase o
mañana entrará la criada. ¡Arriba, arriba, dije arriba! (Se pone de pie con gran dificultad y
baja, aferrándose a los pasamanos. No ve a Dos junta a la mesa de juego. Se dirige a la
puerta ij le pasa el cerrojo: después al marco de la ventana y mira hacia afuera. Dos
levanta un naipe como para ocultar el rostro tras él. Ella regresa al cuarto y ve al hombre
junto al sofá.) Ah. Te quedaste, no te fuiste. No puedo imaginar el mañana. Ayúdame a subir
otra vez los escalones, por favor ayúdame a subir otra vez a la silla del rellano. (Él la toma
cuando parece a punto de caer y la sostiene hasta llegar al rellano.) Déjame descansar aquí,
por favor. En un momento seguiré subiendo hasta mi dormitorio, aunque tenga que subir lo
que queda arrastrándome...
DOS . — Déjame ayudarte a subir ahora.
UNO . — No. Aquí. ¡Alto! Imposible... seguir... ahora mismo. (Se sienta en la silla del
rellano.) Ahora. Vuelve abajo.
DOS . — Déjame...
UNO . — ¡No, no, vuelve abajo, abajo, abajo!
DOS . — Yo... tú...
UNO . — Lo siento. Tengo que estar a solas aquí. (Dos regresa a la mesa de juego.) Si me
despierto y bajo mañana, no me sorprenderá encontrarte aún allí. Creo que siempre quisiste
quedarte en mi casa. Bueno, ahora es tu oportunidad, así que ponte cómodo. Sabes dónde
está todo: el televisor, la bebida, el refrigerador, el dormitorio y el baño de abajo. Te dejo
con todas esas delicias. Voy a dormirme dentro de un minuto. Supongo que sigue siendo
posible que mañana te recobres y enfrentes a tus alumnos. No lo apostaría, sin embargo. De
todos modos es fácil que te hayan reemplazado en la Escuela Secundaria Elemental. Es
probable que te hayan expulsado de la Escuela Secundaria Elemental como a un...
estudiante... incorregible. No se han molestado en notificártelo, o has tenido miedo de
levantar el teléfono si llamaron a tu hotel mortuorio, eso es todo. ¿Acaso no deseaste
siempre mudarte aquí? Has hecho tantos cumplidos al lugar, en las noches en que llegabas
del hotel mortuorio donde vives. Siempre me dices lo agradable que es algo, el aire cálido en
invierno, el aire fresco en verano, el jardín de palmeras, incluso el cielo, como si
perteneciera a la casa. Está bien, ahora puedes quedarte si lo deseas. No te cruzarás en mi
camino, no me cruzaré en el tuyo. Después de un par de días, apenas nos notaremos
mutuamente. Será como hablar con nosotros mismos, o como oír un pájaro o un grillo
afuera, en algún lugar. Desde luego te queda la alternativa de volver arrastrándote a ese
osario llamado hotel, pero hay un límite de tiempo, un límite de tiempo bastante corto, para
que te acepten allí dadas las circunstancias. Es probable que ya sepan que perdiste el
empleo. Bueno, esas cosas le pasan a la gente, a toda la gente, sin excepción, el corto límite
de tiempo se acaba, se acaba para ellos y los deja varados... (Hay una pausa. DOS junta las
cartas, las agrega al mazo. Después UNO prosigue.) Si esta noche duermo bien, mañana
estaré mejor, y si sigues aquí iremos en coche o tomaremos un taxi hasta el supermercado y
abasteceremos el refrigerador para ti. y después iremos a tu hotel y juntaremos tus cosas y
saldrás de ese espantoso osario. ¿Después de eso? No puedo pensar. Tal vez no sea
necesario pensar más allá. Ya es bastante en lo que se refiere a pensar y planificar el futuro.
Así que haz de cuenta que estás en tu casa. Bebe algo afuera, en la galería, disfruta del cielo
y el mar que pertenecen a la casa. Ahora voy a subir. (Pero vuelve a sentarse.) Todavía no.
Subir es como escalar un pico de los Alpes.
DOS . — Quédate abajo un poquito más.
UNO . — Está bien, sólo un poquito más...
DOS (suavemente, después de una pausa). — ¿Ahora estás dormida? ¿Estás dormida ahora?
UNO . — No puedo imaginar el mañana...
TELÓN

LO QUE NO SE DICE. Tennessee Williams.





LO QUE NO SE DICE




Tennessee Williams



La señorita Cornelia Scott, de 60 años, rica solterona del sur está sentada frente a una mesita de caoba puesta para dos. El otro lugar que aún no se halla ocupado tiene delante una única rosa en un florero de cristal. La posición de la señorita Scott en la mesa está flanqueada por un teléfono monófono, una bandeja de plata para cartas y una cafetera. En el borde de la zona iluminada, un fonógrafo de consola. Al levantarse el telón la mujer está marcando un número de teléfono.



CORNELIA: La casa de la señora Horton Reid? Hablo de parte de la señorita Cornelia Scott. La señorita Scott lo siente mucho pero no podrá asistir a la reunión de las hijas de la confederación esta tarde, pues se despertó por la mañana con la garganta

inflamada y no tiene mas remedio que guardar cama. Pide que le hagan el favor de decirle a la señora Reid que lamenta muchísimo no haberle avisado antes. Oh! Aguarde un momentito! Creo que la señorita Scott tiene otro mensaje!
Entra en la zona iluminada Grace Lancaster, Cornelia levanta un a mano en señal de prevención.
CORNELIA: ¿Cómo dice señorita Scott? (Pausa breve) ¡Ah, sí! La señorita Scott ruega que la señorita Esmeralda Hawkins le llame en cuanto llegue. Muchas gracias. Adiós.
( Cuelga) Como vez, tengo que fingirme mi propia secretaria.
GRACE: Estaba tan oscuro que no pude despertarme a tiempo.
Grace Lancaster tiene unos 40 o 45 años y está algo marchitada, pero aún es bella, su cabello que empieza a encanecer, sus ojos pálidos, su figura esbelta con su peinador de seda rosada le imparten un algo de insustancial en marcado contraste con la grandeza romana de la señorita Scott. Hay entre ambas mujeres una tensión misteriosa. El clima de algo que no se expresa con palabras.
CORNELIA: Ya he abierto el correo.
GRACE: ¿Algo de interés?
CORNELIA: Una tarjeta de Thelma Paterson que está en la Clínica Mayo.
GRACE: ¡Oh!, ¿Cómo sigue Thelma?
CORNELIA: Dice que adelanta maravillosamente pero ignoro qué quiso decir.
GRACE: ¿No le extrajeron algo?
CORNELIA: Varias cosas según creo.
GRACE: ¡Oh! Aquí está la revista quincenal de literatura anual.
CORNELIA: Con gran sorpresa de mi parte. Creí que había cesado mi suscripción a esa revista.
GRACE: ¿De veras?
CORNELIA: ¿No te acuerdas? Anulé mi suscripción inmediatamente después de esa edición en que atacaban arteramente a mi primo Cecil Tudwiler Bates, el único
novelista digno que ha producido el sur desde que murió Carlos Egbert Graddok.
GRACE: ¡Ah, sí! Recuerdo tu le escribiste una carta furiosa, protestando, al director de la revista y recibiste una respuesta muy conciliadora, de una ayudante de la dirección llamada Carolina no se qué con la cual te ablandaste por completo y desististe de
borrarte.
CORNELIA: Las respuestas conciliadoras jamás me han ablandado, nunca del todo y ni siquiera parcialmente y si escribí al director general y me contestó una ayudante, mi reacción ante semejante impertinencia difícilmente sería lo que se llama ablandarme.
GRACE: (Para cambiar de tema) ¡Oh, sí! Aquí está el nuevo catálogo de la casa de gramófonos y discos de Atlanta.
CORNELIA: (Admitiendo eso) Sí, ahí está.
GRACE: Veo que haz punteado algunos rubros.
CORNELIA: Creo que deberíamos completar nuestra colección de Lieder.
GRACE: Haz punteado un Sibelius que ya tenemos.
CORNELIA: Está un poco rayado. (Aspira aire hondamente, y suspira, clavada su vista en el mudo teléfono) Notarás también que he punteado algunos discos de ópera.
GRACE: (Emocionada) ¿Dónde? ¿Cuáles? No los veo.
CORNELIA: ¿Por qué te emociona tanto el catálogo, querida?
GRACE: Me encantan los discos.
CORNELIA: ¡Ojalá te encantaran tanto como para volver a ponerlos en sus álbumes!
GRACE: ¡Oh!, aquí está el Vivaldi que queríamos.
CORNELIA: Queríamos, no querida, querías.
GRACE: ¿Tú no, Cornelia?
CORNELIA: Creo que Vivaldi es una sombra deslavada de Bach.
GRACE: ¡Qué extraño que yo haya tenido la impresión de que tú...! (Suena el teléfono)
CORNELIA: Si me haces el favor...
GRACE: (Levanta el auricular) ¡Residencia de la señorita Scott! (Este anuncio lo revela con un tono reverencial, como si mencionase un objeto de santidad) Soy Grace. Pero Cornelia está aquí a mi lado (pasa el teléfono) Esmeralda Hawkins.
CORNELIA: (Ceñuda) Esperaba su llamado. ( Al teléfono) ¡Hola, querida Esmeralda!
Estaba esperando que me llamases. ¿De dónde me hablas? Por supuesto, sé que me hablas desde la reunión, ça va sans dire, ma petite! ¡Ja, ja! ¿Pero de cuál de los teléfonos? Hay dos en la casa como tú sabes, el del salón de la planta baja y el del boudoir de la casera, donde sin duda las damas estarán quitándose los abrigos. ¡Oh! Estás abajo, ¿verdad? Pues bien, presumo que a esta hora se hallarán reunidas casi todas las hijas. Sube y llámame desde allí para que podamos hablar un poco más en secreto y yo te aclare bien mi situación antes de que la reunión empiece. Gracias, querida.(Cuelga, mira al espacio en actitud sombría)
GRACE: ¿Las Hijas de la Confederación?
CORNELIA: Sí, hoy tienen su elección anual.
GRACE: ¡Oh, que emocionante! ¿Por qué no estás tú en la asamblea?
CORNELIA: Preferí no ir.
GRACE: ¿Preferiste no ir?
CORNELIA: Sí, preferí no ir. (Se toca el pecho, que respira afanosamente como si acabase de subir corriendo una escalera)
GRACE: ¡Pero es la designación anual de la directiva!
CORNELIA: Ya te lo he dicho (A Grace se le cae la cuchara, Cornelia grita un poco y se sobresalta algo)
GRACE: Perdóname. (Toca el timbre que llama a la criada).
CORNELIA: La intriga, la intriga y la doblez me repugnan de tal modo que no podría respirar el mismo aire (Grace toca la campanilla con más fuerza) ¿Para qué tocas el timbre? ¡Sabes que Luciana no está!
GRACE: Perdóname. ¿A dónde ha ido?
CORNELIA: (Con un bronco susurro, apenas audible) En la ciudad entierran a un negro con mucha pompa.
(Se aclara la garganta, violenta y repite la afirmación)
GRACE: ¡Dios mío! Tienes de nuevo esa laringitis nerviosa.
CORNELIA: No pegué un ojo anoche
(El teléfono suena cerca de su codo, lanza un grito y lo empuja alejándolo de su lado como si quemase)
GRACE: (Levanta el auricular) ¡Residencia de la señorita Scott! ¡Oh! Un momento por favor.
CORNELIA: (Le arrebata el aparato) ¿Estás arriba ahora Esmeralda?
GRACE: ( Con un susurro audible) No es Esmeralda..., ¡Es la señora Bright!.
CORNELIA: ¡Un momento! Un momento, un momento.
(Le arroja el teléfono de nuevo a Grace, con expresión colérica)
CORNELIA: ¿Cómo te atreves a ponerme en comunicación con esa mujer?
GRACE: Yo no te comuniqué, Cornelia. Iba precisamente a preguntarte si...
CORNELIA: ¡Calla! ( Se aleja de un salto de la mesa, mirando furibunda de lado a lado)
Dame ahora ese teléfono. (Grace se lo entrega. Fríamente) ¿Qué puedo hacer por usted? No, me temo que los peregrinos no podrán usar mi jardín esta primavera. Creo que el cultivo de jardines es un pasatiempo estético y no un concurso deportivo. No tendré inconveniente en acepta visitantes aislados. Siempre que hablen con tiempo y yo pueda disponer las cosas de modo que mi jardinero los conduzca en el recorrido, pero bandas de peregrinos, no después de la devastación que mi jardín sufrió la primavera pasada. ¡Peregrinos que venían con perros... que arrancaban flores y ...!
con todo placer, adiós. (Devuelve el teléfono a Grace).
GRACE: Creo que la elección te resultaría más soportable si hubieses asistido.
CORNELIA: No entiendo de qué estás hablando.
GRACE: ¿No te has presentado?
CORNELIA: ¿Presentado? ¿Qué es eso?
GRACE: Es ... ¡caramba! Presentar una candidatura.
CORNELIA: ¿Haz sabido que yo, alguna vez, me afane por conseguir un puesto? ¡Oh, Grace! Cuando he sido dirigente de una sociedad o club, fue porque me insistieron las socias, pues soy realmente enemiga de toda figuración. Pero esto es distinto,
completamente distinto. Es una prueba de algo. Si, hace mucho tiempo que en la asociación de Las Hijas hay un pequeño grupo, una “banda” que me es hostil.
GRACE: ¡Oh, Cornelia! Tengo la certeza de que estás equivocada.
CORNELIA: No. Hay un movimiento en mi contra.
GRACE: ¿Un movimiento? ¿Contra ti?
CORNELIA: Un movimiento organizado para evitar que yo ocupe cargos de importancia.
GRACE: ¿Acaso no has desempeñado siempre un cargo importante?
CORNELIA: Pero nunca fui regente.
GRACE: ¡Ah! ¿Quieres ser regente?
CORNELIA: No me entiendes. No es que quiera.
GRACE: ¡Oh!
CORNELIA: No quiero ser nada en absoluto, quiero simplemente destruir ese movimiento adverso y a ese fin he reagrupado mis fuerzas.
GRACE: ¿Tus fuerzas?
(Los labios se le retuercen ligeramente como si sintiese un histérico impulso de sonreír.)
CORNELIA: Sí, aún tengo en la sociedad algunas amigas que se oponen al movimiento.
GRACE: ¡Oh!
CORNELIA: Tengo el apoyo firme de todas las componentes más viejas del concejo.
GRACE: Bueno en tal caso, yo diría que no debes preocuparte de nada.
CORNELIA: La sociedad se ha expandido con demasiada rapidez estos últimos tiempos. Se han admitido mujeres que no podrían sentarse en los primeros bancos de una Segunda Iglesia Bautista. Y esa es la triste verdad...
GRACE: Pero a que realmente es una sociedad patriótica...
CORNELIA: Mi querida Grace, en la ciudad de Meridian hay dos capítulos de las Hijas de la confederación. El capítulo Forrest que sirve solo para la chusma y este otro que debía poseer un poquito de distinción. No es que yo me sienta snob. Si algo soy es
democrática, tú lo sabes. Pero...(Llama el teléfono, Cornelia lo empuja hacia Grace).
GRACE: ¡Residencia de la señorita Scott! ¡Oh, si un momento! (pasa el teléfono a Cornelia) Es Esmeralda Hawkins.
CORNELIA: ¿Ahora estás arriba, querida? Bueno te lo pregunto porque has tardado tanto en llamar de nuevo. ¡Oh! Me pareció que dijiste que la comida había terminado. Bueno me alegra que te hayas fortalecido con unos bocaditos. ¿Qué fue el menú? ¿Pollo a la King? ¡Cómo para que no fuese! Es lo que más caracteriza a la
pobre Amelia ¿Con trocitos de pimiento y honguitos? ¿Qué hicieron las señoras que llevan cuentas de las calorías que ingieren? ¿Mordian los bordes? ¡Oh, pobrecillas!
Supongo que luego habría sorbetes de limón con vainillas. ¿Qué? ¿Sorbete de pomelo? ¿Y sin vainillas? ¡Cuánta innovación! ¡Qué apostasía más chocante! Me has dejado atónita. ¡Oh, Jo, Jo! (Con la mano temblorosa, que alarga, busca tomar una taza) ¿Y qué es lo que están haciendo ahora? ¿Hablando del programa de derechos
civiles? Luego la votación tardará lo menos media hora en llevarse a cabo. Bueno, bueno, Esmeralda, confío que entiendas mi situación claramente. No deseo ocupar ningún cargo en la sociedad si no es por aclamación. Conoces bien lo que eso quiere
decir, ¿verdad? Es una expresión parlamentaria. Significa que el deseo de que cierta persona ocupe un cargo es tan unánime que la votación está de más. Dicho con otras palabras, elegida automáticamente, mediante designación sin oposiciones. Sí, querida, así es de sencillo. He actuado como tesorera tres períodos, dos como secretaria y uno como encargada del grupo religioso ¡Y qué espantoso cargo fue ese con todas aquellas plegarias interminables por todos los muertos de la Confederación He formado parte de la comisión directiva un total de... a ver... catorce años. Bien ahora querida mía la situación es simplemente esta. Si las hijas consideran que he demostrado mi capacidad y lealtad como para ser designada regente sin necesidad de votación, en ese
caso me veré obligada a aceptar (La voz le tiembla de emoción) Pero si por el contrario, la... eh... la banda...y tu sabes bien a quienes me refiero... tiene la osadía de proponer otro nombre para el cargo... comprendes entonces cuál es mi posición. En
esa eventualidad, por duro que sea imaginarlo, prefiero retirarme a cuarteles de invierno. Apenas se mencione y apruebe otra candidata, mi candidatura debe retirarse en el acto... incondicionalmente... Creo que la cosa quedará bien entendida, ¿verdad Esmeralda? Entonces... muy bien. Baja de nuevo a la reunión. Digiere tu pollo a la King y llámame de nuevo desde el teléfono del piso alto apenas tengas algo que decirme.
(Cuelga y mira al vacío con ceñudo gesto. GRACE, toma con un tenedorcito de plata un trozo de pomelo cortado)
GRACE: ¿Todavía no la han hecho?
CORNELIA: ¿Qué cosa, querida?
GRACE: La elección.
CORNELIA: No, todavía no. Parece sin embargo ser... inminente.
GRACE: Cornelia , ¿porqué no piensas en alguna otra cosa hasta que la elección haya pasado?
CORNELIA: ¿De dónde te sacas que estoy nerviosa?
GRACE: Lo estás. ¡Tu respiración es tan afanosa!
CORNELIA: No dormí bien anoche. Por culpa de esa puntada que tenías a un costado, rondaste la cama.
GRACE: Lo siento mucho. Sabes que no es nada. Una contracción muscular por el esfuerzo.
CORNELIA: ¿De cuál esfuerzo proviene, Grace?
GRACE: ¿Cuál esfuerzo? (Emite una débil risita que la denota perpleja) ¡Oh, este...! No sé.
CORNELIA: ¿El esfuerzo de qué? ¿Preferirías que yo te lo dijese?
GRACE: ...Perdóname, yo... (Se levanta)
CORNELIA: (Incisiva) ¿A dónde vas?
GRACE: Arriba un momento. De pronto he recordado que debí tomar las píldoras de belladona.
CORNELIA: No sirven de nada después de haber comido.
GRACE: Si, sin duda es así. No surten efecto.
CORNELIA: ¿Pero tú quieres huir?
GRACE: Por supuesto que no...
CORNELIA: Últimamente haz huído de mi algunas veces como si de pronto yo te amenazase con un cuchillo.
GRACE: ¡Cornelia! He estado... nerviosa.
CORNELIA: Siempre ocurre cuando algo casi... se dice entre nosotras.
GRACE: Me da rabia verte agitada por el resultado de una estúpida elección de club.
CORNELIA: No hablo de las Hijas. Ni siquiera pensaba en ellas. Es...
GRACE: Me gustaría que lo borrases por completo de tu espíritu. Este sería el momento oportuno para tocar algunos discos. Deja que ponga en el fonógrafo una sinfonía.
CORNELIA: ¡No!
GRACE: ¿Qué te parece la de Bach para piano y cuerdas? La que recibimos en navidad de Jessie y Gay.
CORNELIA: ¡No! ¡Dije que no! ¡Dije... que ...no!
GRACE: Algo muy ligero y tranquilo, entonces, ¿qué te parecen los antiguos madrigales franceses?
CORNELIA: ¿Todo lo que sirva para que no hablemos? Cualquier cosa que esquive una conversación, sobre todo ahora que la criada no está en casa.
GRACE: ¡Oh, aquí está! ¡Esto es!
(Ha puesto en marcha el fonógrafo, es una ejecución de clavicordio de Landowska. El fonógrafo está en el borde de la zona iluminada, o justo fuera de ella. Cornelia mira con expresión sombría, mientras Grace vuelve a su asiento con una ficción de embeleso, apretándose las manos y cerrando los ojos encantada)
¡Oh, cómo aquieta las cosas! ¡Qué dulce, suave y pura...!
CORNELIA: Sí. ¡Y completamente deshonesta!
GRACE: ¡Deshonesta! ¿La música?
CORNELIA: ¡Completamente! “Aquieta las cosas”, en vez de expresarlas en voz alta.
GRACE: “La música tiene encantos que aplacan el salvaje pecho...”
CORNELIA: Sí, siempre que el salvaje pecho lo permita
GRACE: ¡Sublime! ¡sublime!
CORNELIA: (De muy mala gana) Landowska es un artista de muy rara prefinición.
GRACE: (Estáticamente) ¡Tiene un rostro tan noble, un perfil tan hermoso y tan recio como el de Edith Sitwell! Luego de esto pondremos “ La façade” de Edith Sitwell.
“Juana, Juana tan alta como una grúa, de nuevo se desgrana la luz de la mañana...”
CORNELIA: Querida, ¿no hay algo que has dejado de notar?
GRACE: Claro que lo noté. Al entrar aquí. Enseguida la vi.
CORNELIA: No haz aludido a ella.
GRACE: Lo hubiese hecho... ¡Pero te ha preocupado tanto la reunión!
CORNELIA: La reunión no me preocupa.
GRACE: ¿A quién debo agradecer esta rosa encantadora?
CORNELIA: Encontrarás otras catorce en el escritorio de la biblioteca cuando vayas a ocuparte de la correspondencia.
GRACE: ¿Otras catorce rosas?
CORNELIA: Quince en total.
GRACE: ¡Qué maravilloso! ¿Por qué quince?
CORNELIA: ¿Cúanto tiempo hace que estás aquí, querida? ¿desde cuando es esta casa, gracias a ti, una casa de rosas?
GRACE: ¡Qué forma más linda de expresar la idea!. Claro, sí. Soy tu secretaria desde hace quince años.
CORNELIA: ¡Mi compañera de quince años! Una rosa por año, un año por cada rosa.
GRACE: ¡Qué manera más delicada de... hacer honor a la fecha!
CORNELIA: Primero pensé “ perlas” pero luego me dije: “No, rosas”. Sólo que tal vez he debido darte algo de oro. ¡ja, ja! Dicen que el silencio es de oro, ¿sabes?
GRACE: ¡Oh, Dios mío! Ese estúpido fonógrafo está repitiendo el mismo disco.
CORNELIA: ¡Déjalo, déjalo! Me gusta.
GRACE: Es que quisiera...
CORNELIA: Siéntate. Hoy, esta misma noche, hará quince años que un día seis de noviembre, una persona muy dulce, suave y callada... una diminuta y serena viuda tímida... llegó por primera vez al número siete de la Avenida Ribereña. Era otoño. Yo
había estado cubriendo con hojas secas los rosales para protegerlos de la escarcha, cuando de pronto oí pasos en la grava, delicadas y leves pisadas muy rápidas, como una primavera que se presentase en mitad del otoño, y levanté la vista... y sí... ¡claro
que sí! Era la primavera. Una personita tan menuda y delgada que la luz parecía brillar a través suyo como si estuviese hecha con la seda de una sombrilla blanca (Grace deja escapar una risita breve, denotativa de asombro) ¿Por qué te ríes? (Con aspereza,
herida) ¿Por qué haz reído en esa forma?
GRACE: Sonó... ¡ ja, ja! Sonó como el primer párrafo de un cuento de revista femenina.
CORNELIA: ¡Qué observación más mordaz!
GRACE: No fue ésa mi intención. Yo...
CORNELIA: ¿Qué otra intención pudo haber?
GRACE: Cornelia, tú sabes como soy yo. Siempre me turba un poco el... sentimentalismo. ¿No es asi?
CORNELIA: Sí, asustada de algo que denota un sentimiento.
GRACE: Quienes no te conocen, bien, casi todas las personas que tratamos, se sorprenderían de oírte a ti, Cornelia Scott, la dama grave y digna expresándose en un todo tan lírico.
CORNELIA: Los que no me conocen bien son todos. Sí, creo que hasta tú.
GRACE: Cornelia, debes admitir que el sentimentalismo no es tu cuerda.
CORNELIA: ¿Es que para mí no hay más que silencio? (El reloj da la hora con estridencia) ¿Estoy condenada a callar toda mi vida?
GRACE: Tú no eres mujer que...
CORNELIA: Yo no soy mujer que... yo no soy mujer que...¿Pero como sabes tú qué cosa soy y que no soy?
GRACE: Puedes negarlo, Cornelia, todo lo que gustes pero veo claramente que te ha trastornado la elección de las Hijas de la Confederación.
CORNELIA: ¿Otra ofensa levemente velada?
GRACE: ¡Oh, Cornelia, por favor!
CORNELIA: (Imitándole el gesto) ¡Oh, Cornelia, por favor!
GRACE: Si he dicho algo que no debiese, te pido perdón. Te presento mis más modestas disculpas.
CORNELIA: No quiero tus disculpas.
(Silencio tenso. El reloj golpea. De pronto Grace alarga una mano para tocar la mano venosa y enjoyada de la señorita Scott. Cornelia retira bruscamente su mano como si el contacto la quemase)
GRACE: Gracias por las rosas.
CORNELIA: Tampoco quiero que me des las gracias de nada. Todo lo que deseo es un poco de afecto recíproco, no mucho, pero no poco a veces.
GRACE: Siempre lo has tenido, Cornelia.
CORNELIA: Y una cosa más... Un poco de franqueza también.
GRACE: ¿Franqueza?
CORNELIA: Sí, franqueza... si no es mucho pedir a una joven tan orgullosa.
GRACE: (Se levanta de la mesa) ¡No soy orgullosa ni soy joven, Cornelia!
CORNELIA: Siéntate, no te vayas de la mesa.
GRACE: ¿Es una orden?
CORNELIA: Nunca te doy órdenes. Formulo ruegos.
GRACE: A veces es difícil distinguir entre ruegos y órdenes de una patrona. (Se sienta)
CORNELIA: ¡Haz el favor de apagar la vitrola! (Grace se levanta y detiene el fonógrafo)
Grace, ¿no tienes la sensación de que hay algo que no se dice entre nosotras?
GRACE: No, no tengo esa sensación.
CORNELIA: Yo sí. Desde hace mucho siento que entre nosotras hay algo que no se
dice.
GRACE: ¿No te parece que siempre entre dos personas hay algo que no se dice?
CORNELIA: No veo la razón.
GRACE: ¿Y no es cierto que muchas cosas existen sin razón?
CORNELIA: No transformemos esto en un discurso metafísico.
GRACE: Bien. Pero tú me desconciertas.
CORNELIA: Es muy sencillo. No hay motivo para desconciertos. Se trata sencillamente
de que yo considero que hay entre nosotras algo que no se dice y debería decirse ¿Por qué me contemplas de ese modo?
GRACE: ¿De qué modo te contemplo?
CORNELIA: Positivamente aterrada.
GRACE: ¡Cornelia!
CORNELIA: Sí, estás asustada, asustada... pero no pienso callarme.
GRACE: Sigue... sigue, por favor. Continúa.
CORNELIA: ¡Voy a seguir! ¡Voy a seguir! ¡Voy a...(Llama el teléfono, Grace lo toma) No,
no, no. Déjalo que llame (Sigue sonando) Descuélgalo.
GRACE: Permíteme...
CORNELIA: ¡Dije que lo descolgases! (Grace descuelga el auricular, Una voz dice: Hola!, hola!, hola!).
GRACE: (Echa de pronto a sollozar) ¡No puedo aguantar!
CORNELIA: ¡Calla! Podrían oírte.
VOZ: ¡Hola! ¡Hola Cornelia! ¡Cornelia Scott!
(Cornelia toma el auricular y lo cuelga con violencia)
CORNELIA: ¡Basta ya! No sigas con ese tonto ardid femenino.
GRACE: Dices que hay algo que no se dice. Tal vez lo haya. No sé. Pero sé que algunas cosas quedan mejor sino se las dice. Sé también que cuando entre dos personas un silencio se ha prolongado largo tiempo, es como una pared impenetrable
que se les interpone. Quizás entre nosotros haya tal pared, una que sea impenetrable. O quizás tú puedas penetrarla. Yo sé que no puedo. Ni siquiera podría intentarlo. Las dos hemos encanecido. Pero no con el mismo color de canas. Dentro de ese peinador de terciopelo pareces el emperador Tiberio. ¡Con si toga imperial!
Tus cabellos y tus ojos han tomado el color del acero. Gris acero. ¡Un aire de cosa invencible! La gente siente casi... algo de temor en tu presencia. Notan tu fuerza y te admiran por ella. Acuden a ti en procura de una opinión sobre esto o aquello. Qué comedias se deben ver en la temporada, qué libros merecen leerse y que... discos
valen la pena...o cuál es la reacción más apropiada para una ley del congreso. ¡Tú eres una fuente de sabiduría! Además de eso, está tu riqueza, si tú... fortuna. Todas tus propiedades, tus valiosísimas acciones y títulos, tu mansión en la Avenida Rivereña, tú... tímida, pequeña secretaria... tus fabulosos jardines en los cuales no pueden entrar los peregrinos.
CORNELIA: ¡Oh, sí! Ahora hablas. Estás hablando por fin. Sigue, sigue hablando...
GRACE: Yo... yo soy muy diferente. También encanezco, pero el color de mis canas no es el mismo. No es acerado, como el tuyo... No es imperial Cornelia, sino gris, sí un gris...como el color de las telarañas (Pone el marcha un disco de nuevo, muy quedamente) Algo blanco que se ha ensuciado... el gris de las cosas olvidadas (Llama el teléfono de nuevo y ninguna de las dos parece darse cuenta) Siendo así... ya que ésa es la diferencia entre nuestras dos clases de gris, el tuyo y el mío... no debes esperar que
conteste audazmente a preguntas que hace estremecer la casa de silencio... Que manifieste con palabras cosas que no se han hablado en quince años. En ese largo tiempo el silencio se transforma en una pared que la dinamita solamente puede avasallar, y... (Toma el teléfono) No tengo fuerza bastante, valentía suficiente . No
soy...
CORNELIA: (Con fiereza) Estás hablando en el teléfono.
GRACE: (Al teléfono) ¡Hola! Sí, está aquí, es Esmeralda Hawkins
(Cornelia toma bruscamente el teléfono)
CORNELIA: ¿Qué sucede Esmeralda? ¿Qué dices? ¿Está el salón lleno de mujeres?
¡Qué bullicio! ¿Qué es lo que tratas de decirme? ¿Han realizado ya la elección? ¿Qué, qué, qué? ¡Oh, esto es enloquecedor! No puedo oír ni una palabra de lo que me dices.
Parece que fuera el cuatro de julio... una fiesta grande. ¡Ja,ja! Ahora haz la prueba de nuevo pero acercando más la boca al aparato (Entrecierra los ojos rápidamente, toma con violencia el florero y lo sostiene con fuerza) ¿Qué, qué? ¿Qué si estoy conforme en qué? ¡No es posible que hables en serio! ¿Pero te haz vuelto loca? (A Grace, con voz que denota pánico) Quiere saber si aceptaría el cargo de vice regente. (Al teléfono otra vez)¡Esmeralda! ¿Quieres escucharme? ¿Qué es lo que ocurre? ¿Qué nuevas defecciones? ¿Qué cariz tiene la cosa?¿Porqué me haz llamado de nuevo antes de la votación? Más fuerte, por favor habla más fuerte y pon las manos en la boquilla del teléfono para que no puedan oírte y si lo intentan. ¿Quién propuso, querida que yo
aceptase la vice regencia? ¡Oh, claro! ¡La señora Corby! ¡Esa bruja traicionera!
¡Esmeralda! Óyeme... Yo no aceptaré ningún cargo que no sea el más alto de todos
¿Lo haz entendido bien? No aceptaré ningún cargo, salvo... Esmeralda (Suelta el teléfono y cuelga).
GRACE: ¿Ya han hecho la elección?
CORNELIA: (Aturdida) ¿Qué? No, pasan a cuarto intermedio durante cinco minutos antes de que la votación empiece...
GRACE: ¿Y las cosas van bien?
CORNELIA: Me han preguntado ¿”Aceptarías la vice regencia si por alguna razón no te nombrasen regente”? Luego colgó como si alguien le hubiese arrebatado el teléfono de la mano o la casa se prendiese fuego.
GRACE: Gritaste. Supongo que se habrá asustado.
CORNELIA: ¿A quién se le puede creer en este mundo, en quién confiar alguna vez?
GRACE: Creo que tal vez debiste ir a la reunión.
CORNELIA: Yo pienso que el no estar presente tiene mayor peso.
GRACE: (Se levanta de nuevo) ¿Me permites ahora?
CORNELIA: ¡No! ¡Quédate aquí!
GRACE: Si eso no es más que un pedido, yo...
CORNELIA: ¡Es una orden! (Grace se sienta y cierra los ojos) La primera vez que viniste a esta casa, ¿sabes que yo no te esperaba?
GRACE: Sí, Cornelia, pero tú me habías invitado.
CORNELIA: Apenas si nos conocíamos.
GRACE: Nos habíamos conocido el verano anterior cuando Ralph...
CORNELIA: ...vivía. Sí, nos conocimos en Swanee, donde estaba de instructor de verano.
GRACE: Ya se sentía enfermo.
CORNELIA: Yo pensé: “!qué pena que esa hermosa y delicada chica no haya encontrado alguien en quién apoyarse, alguien que la proteja” Y dos meses después, por medio de Clarabelle Drake, supe que había muerto.
GRACE: Me escribiste una carta tan dulce, contándome lo sola que te sentías desde la pérdida de tu madre, y rogándome que viniese a descansar aquí hasta que el golpe hubiera pasado. Parecías entender lo mucho que necesitaba retraerme por un tiempo de...de viejas amistades. Vacilé en venir. No lo hice hasta que me escribiste tu
segunda carta.
CORNELIA: Después que yo recibí la tuya. Querías hacerte rogar.
GRACE: Quería estar segura de que realmente hacía falta. Al venir, sólo pensé permanecer unas semanas. Tuve mucho miedo de.. de abusar de tu hospitalidad.
CORNELIA: ¡Qué ciega estabas al no ver lo desesperadamente que yo necesitaba tenerte aquí para siempre!
GRACE: ¡Oh, sí! Yo vi que tú... (Llama el teléfono, lo toma violentamente) ¡Residencia de la señorita Scott! Sí, está aquí.
CORNELIA: (Se decide por fin a tomarlo) ¡Habla Cornelia Scott! ¡Oh! ¡ Eres tú, Esmeralda! Bueno, cómo salió la cosa? ¡No te creo! Sencillamente no puedo creerte
(Grace se sienta tranquilamente a la mesa) ¿Qué ha sido elegida la señorita Hornsby?
¡Bueno, ahí tienes el caballo tapado que gana inesperadamente! Hace menos de un año que entró en la asociación. ¿Tú propusiste mi candidatura? ¡Oh, ya veo! Pero yo te dije que retirases mi nombre si... No, no, no. No me des explicaciones. No importa,
yo ya tengo demasiado qué hacer . Sabes que voy a entrar en la asociación de Hijas de los Barones de Runymede. Sí, ha quedado establecido; desciendo directamente del conde de...No, está aclarado, la descendencia ha quedado claramente demostrada.
Además, por supuesto, esto me da derecho a ingresar en Las Damas Coloniales y la Sociedad de Hugonotes... y con todas mis otras actividades y demás cosas, bueno... no hubiese podido aceptar aunque hubiera.. Querido... Por supuesto, claro que voy a
renunciar a la asociación local. ¡Oh, sí, sí! Mi secretaria está justamente aquí, sentada a mi lado. Tiene lápiz y papel. Voy a dictarle mi renuncia apenas haya terminado esta conversación. No, no, no estoy indignada, ni siquiera resentida. Me siento un poco...¡ja, ja! Un poco... divertida. ¡La señora Hornsby! ¡Bah! Para triunfar no hay como ser mediocre. Gracias y adiós, Esmeralda. (Cuelga, atónita. Grace se levanta).
GRACE: ¿El lápiz y el papel?
CORNELIA: Sí, el lápiz y el papel... Tengo que... dictar una carta.
Grace se retira de la mesa. Justo en el borde del área iluminada, se vuelve para mirar los hombros rígidos de Cornelia, y una leve, equívoca sonrisa aparece momentáneamente en su rostro, no del todo maliciosa, pero no realmente compasiva.
Luego cruza afuera de la zona en luz. Un momento después llega su voz desde la oscuridad circundante.
GRACE: ¡Qué rosas más preciosas! ¡Una por cada año!




TELÓN