20/10/13

LA CANTANTE CALVA EN EL McDONALD´S de Lluïsa Cunillé. Barcelona.

Lluïsa Cunillé
 
 LA CANTANTE CALVA EN EL McDONALD´S.
 
 
 Lluïsa Cunillé.
 
 
Obra estrenada en el Teatre Lliure de Barcelona el 14 de diciembre de 2006 con el siguiente reparto:
 
 
 
SRA. SMITH………………………..Àngels Poch
SR. SMITH…………………………Andreu Benito
MARY……………………………..Rosa Renom.
CANTANTE CALVA………………Mercè Lleixà
JEFE DE BOMBEROS…………….Víctor Pi
SR. McDONALD……………………Josep Maria Domènech
 
 
Dirección……………………………Joan Ollé.
Escenografía…………………………Jon Berrondo.
Iluminación………………………….Lionel Spycher
 
 
                            Personajes:
 
                            SRA. SMITH.
                             SR. MARTIN.                     
                            MARY.
                            JEFE DE BOMBEROS.
                            CANTANTE CALVA.
                            DIFERENTES VOCES EN OFF.
 
 
(Un restaurante de comida rápida, en realidad, una parte de este restaurante: una zona de paso entre dos salas más grandes que no se ven. Contra la pared, tres o cuatro mesas alineadas y funcionales. La SRA. SMITH  y el SR. MARTIN están sentados a una de las mesas. También hay un reloj de pared que siempre marca las doce. Al principio se oyen tres toques de reloj seguidos, después de una pausa un cuarto toque y un quinto y sexto toques después de una última pausa)
 
SRA. SMITH-  Estoy segura de que si comemos algo aquí nos arrepentiremos. Las hamburguesas no están hechas de carne de terneras sudamericanas por mucho que hayan comprado la mitad de la Pampa. Y las patatas fritas además de estar congeladas desde hace meses, tienen acrilamida, un producto potencialmente cancerígeno.
SR. MARTIN-  Pidamos algo de beber y ya comeremos en casa.
SRA. SMITH-  Puede que a ti Isabel te prepare algo cuando llegues a casa, pero a mí me tocará preparármelo yo misma.
SR. MARTIN-  ¿Tu marido nunca cocina?
 
(Se oye unos momentos la música de “Feliz cumpleaños”)
 
VOZ EN OFF-  (Por un micrófono) Hola amigos, soy Catherine. Hoy no es mi cumpleaños ni nada pero de todos modos estoy contenta porque esta tarde he tenido una especie de aventura... Se me ha calado el coche en la autopista por primera vez y me he mojado completamente, pero ha sido muy divertido ver llegar la grúa con todas aquellas lucecitas, y tener que caminar bajo la lluvia sin paraguas... Ha sido muy emocionante... Y nada más... Sólo que lo he conseguido y aquí estoy, cenando y, bueno, ya está...
 
(Se oye unos momentos la música de “Feliz cumpleaños”)
 
SRA. SMITH-  ¿Cómo está Alicia?
SR. MARTIN-  De viaje otra vez.
SRA. SMITH-  ¿Dónde?
SR. MARTIN-  Isabel me echa a mí la culpa.
SRA. SMITH-  ¿De qué?
SR. MARTIN-  Siempre me recuerda lo que le decía de pequeña, que la verdad no se encontraba en los libros sino en la vida.
SRA. SMITH-  A ti al menos tu hija te escuchó.
SR. MARTIN-  Pero ahora Isabel incluso me echa la culpa a mí de que no acabara la universidad.
SRA. SMITH-  Pero al menos ella tiene una vida propia. Mis hijos aún siguen en casa y con una vida cada vez más insignificante.
SR. MARTIN-  No hablemos de nuestros hijos esta noche. He pensado que podríamos irnos juntos de viaje. Nunca hemos ido juntos a ninguna parte.
SRA. SMITH-  A Isabel le parecerá muy raro que te vayas de viaje sin ella.
SR. MARTIN-  Isabel viaja muchas veces a Manchester sola a ver a su madre.
SRA. SMITH-  Pero tú no tienes ninguna madre en Manchester para ir a ver, y yo tampoco. Los dos somos huérfanos. No tenemos ninguna excusa para viajar solos.
SR. MARTIN-  ¿Entonces no iremos juntos a ninguna parte?
SRA. SMITH-  Estamos condenados a vernos a escondidas en la zona metropolitana como hasta ahora o dejarlo correr.
 
(Pausa)
 
SR. MARTIN-  Allí hay un cartel que dice que no hay servicio de mesas.
SRA. SMITH-  ¿Dónde?
SR. MARTIN-  Allí...
SRA. SMITH-  Sin gafas no veo nada. ¿Qué dice exactamente?
SR. MARTIN-  Exactamente dice: No hay servicio de mesas.
SRA. SMITH-  Eso explica que nadie nos haya atendido todavía.
SR. MARTIN-  Sí.
SRA. SMITH-  Deberíamos ir nosotros al mostrador y pedir algo.
SR. MARTIN-  Ya iré yo. ¿Qué quieres, un té?
SRA SMITH-  Un café.
SR. MARTIN-  Sí, yo también pediré un café. (Pausa) La otra noche en Alcohólicos Anónimos me contaron un chiste muy malo.
SRA. SMITH-  Qué chiste...
SR. MARTIN-  Si coges un círculo y lo acaricias, ¿en qué se convertirá?
SRA. SMITH-  ¿Un círculo?
SR. MARTIN-  Sí, si lo acaricias...en qué se convertirá...
SRA. MARTIN-  No lo sé. En qué se convertirá...
SR. MARTIN-  Pues en un círculo vicioso. Es muy malo, ya te lo dije.
 
(Pausa)
 
SRA. SMITH-  ¿Dónde está tu corbata?
SR. MARTIN-  Con la lluvia se me ha mojado y la he guardado en el bolsillo.
SRA. SMITH-  A mí se me han caído las gafas en el metro y alguien me las ha pisado.
SR. MARTIN-  Hoy no es nuestro día de suerte.
SRA. SMITH- Yo he vendido un cuadro esta tarde. Me lo ha dicho mi marchante.
SR. MARTIN-  Qué cuadro...
SRA. SMITH-  Uno que no tenía título. Uno de los que quería tirar.
SR. MARTIN-  ¿Por qué no me lo has dicho hasta ahora?
SRA. SMITH-  Iba a decírtelo cuando se ha puesto a llover.
SR. MARTIN-  No pareces muy contenta.
SRA. SMITH-  Mi marchante dice que estoy de suerte, que mi estilo muy pronto se pondrá de moda.
SR. MARTIN-  ¿Pero no decía que no tenías ningún estilo?
SRA. SMITH-  Pues al parecer ahora sí tengo uno, y que además tendré que ponerme a trabajar duro.
SR. MARTIN- Habría que celebrarlo de algún modo.
SRA. SMITH-  Prefiero que no.
SR. MARTIN-  ¿Por qué?
SRA. SMITH-  ¿Tú sabes cómo empecé a pintar?
SR. MARTIN-  Sí, ya me lo contaste.
SRA. SMITH-  Tendría que dejar de medicarme para volver a pintar como antes.
SR. MARTIN-  Todos los artistas son depresivos.
SRA. SMITH-  Yo no soy ninguna artista.
SR. MARTIN-  Puede que no, pero has vendido un cuadro, y tu estilo muy pronto se pondrá de moda. Te lo ha dicho un entendido.
SRA. SMITH-  Mi marchante no sabe distinguir un azul de Montaña de un azul de Prusia.
SR. MARTIN-  Quién ha comprado el cuadro, ¿lo sabes?
SRA. SMITH-  No, ni quiero saberlo. Imagínate que es alguien que no me gusta, alguien que se acaba de comprar una casa canadiense prefabricada, por ejemplo, y mi cuadro será lo primero que cuelgue en cualquier pared.
SR. MARTIN-  En Inglaterra tenemos unos prejuicios ridículos contra todo y contra todos, y la verdad es que nuestra pequeña isla se hunde de día en día.
SRA. SMITH-  Me has dado una idea. ¿Sabes qué título le pondré a mi cuadro? “Cagada inglesa”
SR. MARTIN-  ¿”Cagada inglesa”?
 
(Se oye unos momentos la música de “Feliz cumpleaños”)
 
VOZ EN OFF-  (Por un micrófono) Buenas noches, soy David... Hoy es el cumpleaños de mi novia, se llama Virginia y quiero felicitarla. Ella no quiere que hable, ni siquiera que diga que es su cumpleaños... Pero bueno, ya lo he dicho y no ha pasado nada, ¿verdad?... Tampoco quiere que cuente que nos conocimos hace tres meses en el servicio de urgencias del hospital... Yo estaba cagado de miedo y ella creo que también... No, en serio, los dos estábamos muy jodidos... Ya sabéis cómo son los hospitales los sábados por la noche...todo el mundo va de pastillas y de cubatas hasta aquí y... (Pausa) Eh, espera...adónde vas.. No te vayas... ¡Espera!
 
(Se oye unos momentos la música de “Feliz cumpleaños”)
 
SRA. SMITH-  Tendríamos que habernos metido en un cine.
SR. MARTIN-  ¿Un viernes por la noche?
SRA. SMITH-  ¿Qué hacéis los viernes por la noche Isabel y tú?
SR. MARTIN-  Ya lo sabes, vemos la televisión o vamos a cenar a casa de alguien.
SRA. SMITH-  Nosotros también vemos la televisión o tenemos invitados a cenar. Pero ahora, si tengo que ponerme a trabajar en serio, se han acabado las cenas y las veladas sociales. Incluso tú y yo deberíamos vernos menos.
SR. MARTIN-  Pero si ya nos vemos muy poco.
SRA. SMITH-  Mi marchante dice que en marzo tengo que hacer una exposición, que ya me ha buscado una sala y que sólo me falta un patrocinador. Y resulta que el patrocinador tengo que buscarlo yo.
SR. MARTIN-  ¿Tú?
SRA. SMITH-  Sin patrocinador no hay exposición. Así que en los próximos meses estaré muy ocupada pintando y buscando un patrocinador.
SR. MARTIN-  Después de mi última recaída necesito tu apoyo más que nunca.
SRA. SMITH-  ¿Mi apoyo? Pero si tú mismo dices que no te ayudo nada.
SR. MARTIN-  Te necesito.
SRA. SMITH-  En este momento necesitas a Isabel más que a mí.
SR. MARTIN-  Te necesito a ti.
SRA. SMITH-  Los hombres siempre queréis tener razón y siempre os equivocáis.
SR. MARTIN-  Ésta es la clase de cosas que necesito oír ahora.
SRA. SMITH-  ¿Isabel no te las dice?
SR. MARTIN-  Isabel sólo me dice que “a cada cual su destino”.
SRA. SMITH-  Parece muy sensato.
SR. MARTIN-  Sí, pero no sabe repetir otra cosa, y también que “todo lo que es humano es respetable”. A veces temo que no se haya hecho de alguna secta como los Testigos de Jehová o una parecida.
SRA. SMITH-  No nos pongamos trágicos esta noche. Cuéntame alguna anécdota de las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Una divertida, venga.
SR. MARTIN-  Te las he contado todas.
SRA. SMITH-  Todos los hombres sois iguales, o bien os quedáis ahí todo el día con el cigarrillo en la boca, o bien armáis un escándalo y ponéis morros cincuenta veces al día, cuando no os dedicáis a beber sin parar.
 
(Pausa)
 
SR. MARTIN-  Eso ha sido un golpe bajo.
SRA. SMITH-  Perdona, lo de la exposición me está poniendo nerviosa, y además hace un par de días que he dejado la medicación.
SR. MARTIN- ¿Lo has consultado con tu médico?
SRA. SMITH-  Mi marido no para de decirme que los médicos son todos unos charlatanes y los enfermos también, que sólo la Marina es honrada en Inglaterra.
 
(Se oye unos momentos la música de “Feliz cumpleaños”)
 
VOZ EN OFF-  (Por un micrófono)  Hola a todo el mundo. Me llamo Chantal y hoy cumplo diecinueve años. Hace tres meses que estoy en Londres... Esta ciudad me encanta. Me gusta mucho más que París. Yo soy de Burdeos que tampoco vale gran cosa y además apesta a vino. En París todo apesta a meados y las calles están llenas de mierda de perro y escupitajos. Londres es diferente, ya he hecho unos cuantos amigos y quiero quedarme aquí. Si hay alguien que tuviera una habitación para alquilar que no sea muy cara, es que donde estoy ahora no podré quedarme mucho tiempo más, están a punto de echarme fuera, mi casero es un auténtico “cochon”, un cerdo y...
 
(Se oye como si se acoplara el micrófono y se vuelve a oír unos momentos la música de “Feliz cumpleaños”)
 
SRA. SMITH-  ¿Recuerdas a los Johns, mis antiguos vecinos?
SR. MARTIN-  No, no los recuerdo.
SRA. SMITH-  Su hija mayor los encontró medio asfixiados en su garaje. Se habían dejado el motor del coche encendido toda la noche. La semana que viene salen del hospital y no sé si debería hacer algo, llamarlos por teléfono quizá...
SR. MARTIN-  ¿Y por qué no vas a verlos?
SRA. SMITH-  No quiero volver a mi antiguo barrio. Y además, ¿qué quieres que les diga? ¿Qué a pesar de todo vale la pena vivir?
SR. MARTIN-  Sí, ésa es la clase de cosas que el maldito pudor britanico nos impide expresar.
SRA. SMITH-  ¿Tú también crees que sólo tengo inteligencia, que no tengo sentimientos?
SR. MARTIN-  Tú eres una mujer extraordinaria y por eso te quiero.
SRA. SMITH-  ¿Te das cuenta de que siempre que te hago una pregunta incómoda me alabas de forma exagerada?
SR. MARTIN-  De verdad creo que eres una mujer extraordinaria además de una gran artista.
SRA SMITH-  Yo no soy ninguna artista. No vuelvas a decir jamás que soy una artista.
SR. MARTIN-  De acuerdo. No volveré a decirlo. Solamente lo pensaré.
SRA. SMITH-  Mis hijos a fuerza de oír estas barbaridades se han vuelto unos inútiles y unos frustrados.
SR. MARTIN-  ¿Tus hijos también son artistas?
SRA. SMITH-  De niños todo el mundo los alababa y les auguraba un futuro tan brillante que ahora no sirven para nada. A eso conduce invitar a los amigos a casa los fines de semana a cenar, a que te echen a perder a los hijos.
 
(Entra la CANTANTE CALVA. Lleva una maleta y una peluca puesta, se sienta a una de las mesas con un vaso de plástico. Pausa)
 
SR. MARTIN-  (Más bajo) Espero que nos nos hagas responsables a Isabel y a mí del fracaso de tus hijos. Hace mucho tiempo que ya no vamos a tu casa a cenar, y siempre que íbamos tus hijos ya estaban en cama. Lo que hacían allí, yo no lo sé.
SRA. SMITH-  Todavía no has ido a buscar los cafés.
SR. MARTIN-  ¿No prefieres un té?
SRA. SMITH-  No. Quiero un café.
SR. MARTIN-  Sí, yo también. (El SR. MARTIN no se levanta. Pausa) Darling, tenemos que intentar olvidar las cosas sin importancia y disfrutar otra vez de los momentos que estamos juntos.
SRA. SMITH-  Estoy de acuerdo. De todos modos no entiendo cómo no recuerdas a mis vecinos los Johns si Isabel y tú veníais antes con frecuencia a casa. Seguro que hablábamos de ellos.
SR. MARTIN-  Puede que habláramos pero nunca llegamos a conocerlos.
SRA. SMITH-  Estoy segura de haberlos invitado a cenar una noche que estabáis Isabel y tú. 
SR. MARTIN-  Pues te aseguro que no lo recuerdo.
SRA. SMITH-  Isabel seguro que se acuerda de ellos.
SR. MARTIN-  No te vuelvas pero tengo la sensación que conozco a la mujer de esa mesa. (La SRA. SMITH se vuelve) Te he dicho que no te volvieras.
SRA. SMITH-  No la conozco de nada. Nunca la había visto antes.
SR. MARTIN-  ¿Estás segura?
SRA. SMITH-  Puede que sea alguien de las reuniones de Alcohólicos Anónimos.
SR. MARTIN-  No, no lo es.
SRA. SMITH-  Te has puesto encarnado.
SR. MARTIN-  Podría conocer a Isabel o a tu marido.
SRA. SMITH-  Y qué podría decirles... Sólo que nos ha visto juntos en un McDonald´s un día de lluvia.
SR. MARTIN-  Te aseguro que me suena mucho.
SRA. SMITH-  Pues pregúntale quién es...
SR. MARTIN-  No, no puedo hacer eso. Además, parece que no quiere que la molesten, que quiere estar sola.
SRA. SMITH-  Si quisiera estar sola no habría entrado aquí.
SR. MARTIN-  Puede que espere a alguien.
SRA. SMITH-  Parece extranjera.
 
(Pausa)
 
SR. MARTIN-  ¿Por qué no nos vamos?
SRA. SMITH-  ¿Y que sospeche que huimos de ella?
SR. MARTIN-  Tienes razón. Tú siempre tienes razón.
SRA. SMITH-  Habla con ella. Averigua quién es.
SR. MARTTIN-  Creo que no.
SRA. SMITH-  No te irás tranquilo a casa si no lo haces.
SR. MARTIN-  Es cierto. Pero toda la culpa la tiene este pudor mío inglés.
SRA. SMITH-  Pues ya lo averiguaré yo.
SR. MARTIN-  No, por favor, no lo hagas.
SRA. SMITH-  (A la CANTANTE CALVA) Perdone que la moleste...perdone el atrevimiento, pero mi amigo está convencido de que la conoce, o al menos, de haber tenido el placer de haberla visto en otra ocasión.
 
(La CANTANTE CALVA los mira pero no dice nada)
 
SR. MARTIN-  También podría estar equivocado. Sí, ahora estoy seguro, me he confundido y la hemos molestado por nada. Lo siento. Perdone. Buenas noches. (A la SRA. SMITH) Será mejor que nos vayamos, es tarde.
SRA. SMITH-  Espera. De pronto yo también he tenido la sensación de haberla visto antes. A mí también me suena mucho esta mujer.
SR. MARTIN-  ¿La conoces?
 
(Se oye unos momentos la música de “Feliz cumpleaños”)
 
VOZ EN OFF-  (Por el micrófono) Me llamo Jerry y hoy cumplo treinta y dos años. No sé muy bien qué decir. Trabajo en el servicio de información del metro y la verdad es que ya estoy un poco harto de que digan que tengo mucha suerte, porque a mí me toca trabajar muchos fines de semana... Y por si no lo sabíais en el metro de Londres se pierden cada día decenas de personas y de algunas no se vuelve a saber nada jamás. Hay un tipo que hace años que anda por el metro buscando a su mujer por todas las líneas con una foto en la mano que enseña a todo el mundo, seguro que os habéis tropezado con él alguna vez, lleva bigote, una gabardina a cuadros, una gaita, tiene acento escocés y...
 
(Se oye unos momentos la música de “Feliz cumpleaños”. De repente la CANTANTE CALVA  se levanta y se pone a cantar la letra con su potente voz de soprano. Cuando termina de cantar la SRA. SMITH  y el SR. MARTIN  aplauden)
 
CANTANTE CALVA-  Gracias. Muchas gracias.
SR. MARTIN-  ¡Bravo!
SRA. SMITH-  ¡Bravo!
CANTANTE CALVA-  Gracias. Son muy amables.
SRA. SMITH-  En cuanto se ha puesto a cantar la he reconocido enseguida.
SR. MARTIN-  De hecho la hemos reconocido los dos.
CANTANTE CALVA-  Es muy halagador para una extranjera como yo que te reconozcan en Londres. Gracias.
 
(La CANTANTE CALVA se sienta. Pausa)
 
SR. MARTIN-  Perdone, ¿está de paso?
CANTANTE CALVA-  ¿De paso?
SRA SMITH-  Se refiere a si está de viaje...
CANTANTE CALVA-  No, yo vivo en Londres. Por qué me lo preguntan...
SR. MARTIN-  Como lleva una maleta.
CANTANTE CALVA-  Ésta es la maleta donde llevo mi cepillo para el pelo y también algunas partituras. De hecho estoy esperando a mi representante.
SR. MARTIN-  Sí, ya imaginábamos que esperaba a alguien.
CANTANTE CALVA-  En realidad todavía no es mi representante. Aún tenemos que hablar y ponernos de acuerdo. Por cierto, ¿tienen hora?
SR. MARTIN-  (Mirando su reloj) Mi reloj por desgracia se ha parado pero calculo que serán exactamente...las nueve y pico.
CANTANTE CALVA-  Gracias.
 
(Pausa)
 
SR. MARTIN-  Nosotros hemos entrado aquí a causa de la lluvia.
CANTANTE CALVA-  ¿No es su cumpleaños?
SRA. SMITH-  ¿Nuestro cumpleaños?
CANTANTE CALVA-  El cumpleaños de uno de ustedes.
SR. MARTIN-  No, al contrario... Quiero decir que no es el cumpleaños de ninguno de los dos
CANTANTE CALVA-  En cualquier caso les deseo mucha felicidad.
SR. MARTIN-  Gracias. Nosotros también.
SRA. SMITH-  Perdone, ¿pero eso que toma es café?
CANTANTE CALVA-  Un café americano. Quería un capuccino pero aquí sólo preparan bien los cafés americanos. ¿Les importa si me siento más cerca?
SR. MARTIN-  No, claro que no.
CANTANTE CALVA-  No, mejor me quedo donde estoy. No deseo molestarles.
SR. MARTIN-  No nos molesta para nada. No se crea todo lo que dicen en el extranjero de la reserva inglesa.
CANTANTE CALVA-  Londres me gusta mucho. Si he de ser franca sólo echo de menos mi país a la hora de mi capuccino.
SRA. SMITH-  ¿Se refiere a Italia?
CANTANTE-  Y más concretamente el Piamonte. Pero el resto del día no lo echo de menos para nada. La verdad es que no pienso volver jamás. Tendrían que cambiar muchas cosas en Italia para que yo regresara. Aquí donde me ven soy una exiliada política.
SRA. SMITH-  ¿Una exiliada política?
CANTANTE CALVA-  Una víctima de la política italiana más vil y salvaje.
SR. MARTIN-  Inglaterra ha sido desde siempre una tierra de acogida para toda clase de viajeros y exiliados. Marx y Freud sin ir más lejos se exiliaron en su día en Londres.
CANTANTE CALVA-  Les aseguro que yo no soy ninguna agitadora ni estoy loca. Mi único delito es ser una artista, sólo eso. Y ahora en Italia ser una artista es un crimen, un crimen de estado. ¡En la tierra de Michelangelo y Leonardo, de Dante y Galileo! ¡Quién lo iba a decir!
 
(Pausa larga)
 
SR. MARTIN-  ¿Y está sola en Londres?
CANTANTE CALVA-  ¿Cómo?
SRA. SMITH-  Se refiere a si se ha exiliado sola en Londres...
CANTANTE CALVA-  Sí. Mi marido de momento se ha quedado en Italia.
SR. MARTIN-  ¿Él también quiere exiliarse?
CANTANTE CALVA-  No le quedará más remedio.
SRA. SMITH-  ¿También es artista?
CANTANTE CALVA-  Ferruccio es cantante de ópera como yo. Él aún tiene alguna esperanza el infeliz. No se da cuenta de que en Italia pronto no quedará ningún artista, ni uno solo, y en cuanto a los cantantes de ópera el que no se ha ido ya al extranjero está a punto de irse.
 
(Pausa larga)
 
SR. MARTIN-  ¿Y qué le parece Londres?
CANTANTE CALVA-  ¿Qué me parece?
SRA. SMITH-  Se refiere a si cree que se adaptará...
CANTANTE CALVA-  He llegado hace poco y de momento no conozco a casi nadie.
SR. MARTIN-  Yo me llamo Donald Martin y ella es la sra. Smith, una vieja amiga mía. Por cierto, la sra Smith también es una artista, una pintora.
SRA. SMITH-  El sr. Martin sin duda exagera. Apenas he vendido un solo cuadro hasta ahora.
SR. MARTIN-  Sí, pero muy pronto hará su primera exposición, en el mes de marzo, aquí en Londres, en cuanto encuentre un patrocinador.
CANTANTE CALVA-  La felicito. Tiene que ser muy emocionante. En Italia, por desgracia, sólo hacen que cerrar salas de exposiciones y museos en todas partes. Los pintores y los escultores se mueren de hambre más que nunca. Es un auténtico escándalo... Y encima se está subastando el patrimonio más valioso y preciado de mi país, las principales obras de arte están ya en las cajas fuertes de los bancos y de las aseguradoras. Las universidades hace ya tiempo que se han resignado a inventariar por pura rutina las obras de arte perdidas para siempre, es un auténtico expolio de todo nuestro patrimonio... (Se oyen unas sirenas de policía y de ambulancia lejanas. Pausa) Tiene mucha suerte, se lo aseguro. Espero que su exposición sea un gran éxito.
SRA SMITH-  Gracias, es muy amable.
SR. MARTIN-  ¿Podemos invitarla a otro café?
CANTANTE CALVA-  No se molesten.
SR. MARTIN-  No es ninguna molestia.
CANTANTE CALVA-  No deseo interrumpirles.
SR. MARTIN-  No interrumpe nada.
CANTANTE CALVA-  ¿Lo dice en serio?
SR. MARTIN-  Completamente.
CANTANTE CALVA-  Bueno, quizá sí que me apetecería otro café americano.
SR. MARTIN-  Iré a buscar enseguida dos cafés normales para nosotros y un café americano para usted. (No se levanta. Pausa) Perdone que se lo pregunte, ¿pero cómo es que habla tan bien nuestro idioma?
CANTANTE CALVA-  Siempre he tenido mucha facilidad para los idiomas extranjeros. Una soprano además de una buena voz debe poseer un buen oído o sino está perdida.
SRA. SMITH-  ¿Puedo preguntarle si tiene hijos?
CANTANTE CALVA-  De muy joven tuve uno y lo di en adopción. Fue muy doloroso, una auténtica tragedia para mí.
SR. MARTIN-  Pero aún así se repuso, salió adelante.
CANTANTE CALVA-  No me quedó otro remedio. En el Piamonte la vida para una mujer sola puede llegar a ser muy dura, especialmente ahora.
SR. MARTIN-  Se nota que es una mujer con mucho coraje.
SRA. SMITH-  Yo siempre he sido una mujer depresiva. A lo largo de mi vida mi inteligencia no me ha permitido nunca refugiarme en el autoengaño.
SR. MARTIN-  La sra. Smith sufre mucho a causa de sus hijos.
CANTANTE CALVA-  ¿Cuántos hijos tiene?
SRA. SMITH-  Tres: dos chicas y un chico. Desde pequeños quise enseñar a los tres a ser sobrios y mesurados. Ni por asomo podía imaginar que de mayores les daría miedo el mundo, cruzar incluso la calle de casa.
SR. MARTIN-  A mi hija Alicia, en cambio, Inglaterra se le quedó enseguida pequeña, y desde entonces no ha parado de viajar por todo el mundo.
CANTANTE CALVA-  Ferruccio, mi marido, antes de ser barítono se dedicaba a la Commedia dell´arte, así que más que un marido ha sido un hijo para mí.
 
(Se oye unos momentos la música de “Feliz cumpleaños”)
 
VOZ EN OFF-  (Por un micrófono) ¿David, estás aquí? (Pausa) Soy Virginia, ¿os acordáis de mí? La chica que iba con David, el chico que ha hablado antes...hace un rato... ¿Sabéis si ha vuelto? ¿Alguien lo ha visto? (Pausa) Por favor, si alguien ha visto a David que me lo diga... (Pausa) Ya he mirado en el lavabo y en la cocina...y no está... (Pausa) Bueno, si lo veis, si vuelve otra vez decidle que estoy en el coche...que las llaves las tengo yo... Que la policía no le buscaba a él... Y que le esperaré hasta que vuelva. (Pausa) ¿Se lo diréis o no?
 
(Se oye de nuevo la música de “Feliz cumpleaños”, después se levanta la CANTANTE CALVA y vuelve a cantar igual que antes, y cuando termina la SRA. SMITH y el SR. MARTIN también aplauden)
 
SRA. SMITH-  ¡Bravo!
SR. MARTIN-  ¡Bravo!
SRA. SMITH y SR. MARTIN-  ¡Bravo!
CANTANTE CALVA-  Gracias. (Se sienta) En cuanto oigo música, cualquier  música, me pongo a cantar. Es más fuerte que yo.
SR. MARTIN- ¿Puedo hacerle una confidencia? Soy alcohólico desde hace muchos años. Antes echaba la culpa de mi alcoholismo a mi familia y a mi trabajo, pero desde que ingresé en Alcohólicos Anónimos sé que el único responsable soy yo.
CANTANTE CALVA-  Hacen bien en venir al McDonald´s, aquí no te sirven alcohol ni que lo pidas de rodillas.
SRA. SMITH-  En realidad hemos entrado aquí por culpa de la lluvia.
SR. MARTIN-  Quiero que sepa que en la bolsa he conocido a las personas más interesadas del mundo pero también a las más altruistas. La desgracia es que con dinero se puede comprar todo lo que uno desea.
SRA. SMITH-  El sr. Martin trabaja en la bolsa.
SR. MARTIN-  ¿Sabe cuál es la máxima de un corredor de bolsa? Quien compra hoy un buey mañana tendrá un huevo.
 
(Se oyen de nuevo sirenas un poco más cercanas)
 
CANTANTE CALVA-  ¿Tienen hora?
SR. MARTIN-  (Mirando su reloj) Mi reloj por desgracia sigue parado, pero calculo que deben ser exactamente...las diez y pico.
CANTANTE CALVA-  Me temo que mi representante se ha olvidado de mí.
SRA. SMITH-  Puede que la lluvia le haya cogido a medio camino como a nosotros y se haya refugiado en otro McDonald´s. En esta calle hay tres McDonald´s por los menos.
CANTATE CALVA-  Eso sería terrible.
SR. MARTIN-  En Londres lo más seguro para una cita es quedar al lado del Big Ben o en el centro de Trafalgar Square a las cinco de la tarde.
 
(Se oyen de nuevo sirenas. Entonces la CANTANTE CALVA  se levanta y se pone a cantar el “Feliz cumpleaños”)
 
SRA. SMITH-  ¡Bravo!
SR. MARTIN-  ¡Bravo!
SRA. SMITH  y SR. MARTIN-  ¡Bravo!
CANTANTE CALVA-  (Se sienta) Perdonen pero cuando me pongo nerviosa no tengo otro remedio que ponerme a cantar.
SR. MARTIN-  ¿Está nerviosa?
CANTANTE CALVA-  Estas sirenas me recuerdan Italia, el Piamonte. Allí también había a todas horas simulacros de incendios, avisos de bomba, de terremotos y de otras catástrofes naturales.
SR. MARTIN-  Quizá en lugar de pedir otro café americano debería pedir una tila para usted.
SRA. SMITH-  Y dos cafés para nosotros.
SR. MARTIN-  ¿No prefieres un té?
SRA. SMITH-  No, quiero un café.
SR. MARTIN-  Así pues pediré dos cafés para nosotros y una tila para usted. (No se levanta. Pausa) La casa de un inglés es su verdadero palacio.
CANTANTE CALVA-  ¿Cómo dice?
SR. MARTIN-  Es una frase hecha.
SRA. SMITH-  El sr. Martin creo que ya empieza a estar cansado y sólo piensa en volver a su palacio, en la calle Bromfield nº 19, quinto piso, octava puerta.
CANTANTE CALVA-  Sí que parece un poco cansado.
SR. MARTIN-  Hoy ha sido un día muy difícil en la City: un atropello y dos intentos de suicidio.
CANTANTE CALVA-  ¿Han atropellado a un amigo suyo?
SR. MARTIN-  No, en la City sólo tengo una oficina, no tengo ningún amigo. Pero en el fondo todos somos como una familia.
SRA. SMITH-  ¿En la City?
SR. MARTIN-  Bueno, puede que una familia mal avenida pero al fin y al cabo una familia.
SRA. SMITH-  ¿En la City?
 
(Se oye unos momentos la música de “Feliz cumpleaños”)
 
VOZ EN OFF-  (Por un micrófono) Me llamo Paul. (Pausa) Mañana cumplo veintitrés años. (Pausa) Hace seis meses conocí a Jesucristo y desde entonces sé que allí donde voy él está conmigo. (Pausa) No he venido a predicar nada. Sólo quería decir que Jesucristo está conmigo.
 
(Se oye otra vez la música de “Feliz cumpleaños”, la CANTANTE CALVA se levanta y vuelve a cantar como las otras veces. El SR. MARTIN  y la SRA SMITH aplauden)
 
SR. MARTIN-  ¡Bravo!
SRA. SMITH-  ¡Bravo!
SRA. SMITH y SR. MARTIN-  ¡Bravo!
CANTANTE CALVA-  Son muy amables, gracias. (Pausa) Perdonen, ¿tienen un espejo? Esta mañana he olvidado mirarme en el espejo antes de salir.
SR. MARTIN-  Yo creo que si uno no se ve en el espejo es porque no está.
CANTANTE CALVA-  ¿Pero voy despeinada o no?
SR. MARTIN-  No está nada despeinada.
SRA. SMITH-  ¿Están seguros?
SRA. SMITH-  Yo no tengo espejo, sólo estas gafas rotas y graduadas... (Saca del bolsillo unas gafas con un cristal roto y se las pone) Y le aseguro que no está nada despeinada. (Se saca las gafas y se las guarda)
SR. MARTIN-  Espero que el tiempo aquí en Londres no le parezca demasiado frío.
CANTANTE CALVA-  En el Piamonte hace mucho frío, más frío que aquí, especialmente los fines de semana. Por cierto, ¿pueden decirme cómo se llaman todos los días de la semana exactamente? (Saca un pequeña libreta y escribe)
SR. MARTIN-  Con mucho gusto: Monday, Tuesday, Wednesday, Thurday, Fruday, Saturday, Sunday.
CANTANTE CALVA-  Anoto todo lo que se me olvida o que me parece importante.
SR. MARTIN-  El papel es para escribir, el gato para la rata y el queso para echarle la zarpa.
SRA. SMITH-  Es un dicho inglés.
CANTANTE CALVA-  Así también lo apuntaré.
SR. MARTIN-  Prefiero antes matar a un conejo que cantar en un jardín.
SRA. SMITH-  Es otro dicho inglés.
CANTANTE CALVA-  (Apuntando) No vaya tan rápido.
SR. MARTIN-  En la vida hay que mirar por la ventana.
 
(Se oyen otra vez sirenas. Entonces la CANTANTE CALVA  se levanta y vuelve a cantar de nuevo. El SR. MARTIN  y la SRA. SMITH aplauden)
 
SR. MARTIN-  ¡Bravo!
SRA. SMITH-  ¡Bravo!
SR. MARTIN y SRA. SMITH-  ¡Bravo!
CANTANTE CALVA-  Perdonen, pero tengo que ir al servicio a peinarme. Si viniera mi representante hagan el favor de decirle que espere hasta que vuelva.
 
(Sale la CANTANTE CALVA)
 
SRA. SMITH-  Tengo su nombre en la punta de la lengua. ¿Cómo se llama?
SR. MARTIN-  Yo también iba ahora a preguntártelo.
SRA. SMITH-  ¿No sabes su nombre?
SR. MARTIN-  También lo tengo en la punta de la lengua.
SRA. SMITH-  ¿Pero cómo se llama?
 
(Entra MARY, la camarera, que lleva escrito su nombre en la bata de trabajo)
 
MARY-  Buenas noches.
SR. MARTIN-  Buenas noches.
SRA. SMITH-  Buenas noches.
 
(Pausa)
 
MARY-  ¿Tienen algún problema?
SR. MARTIN-  ¿Un problema? No.
MARY-  ¿Ya saben que no hay servicio de mesas? Lo dice ese cartel.
SRA. SMITH-  Sí, ya lo hemos leído, gracias.
SR. MARTIN-  Ahora mismo iba a pedir dos cafés y una tila en el mostrador.
 
(Pausa)
 
MARY-  Perdone, ¿pero usted no es la sra. Smith?
SRA. SMITH-  Sí, soy la sra. Smith.
MARY-  ¿No se acuerda de mí? Soy Mary. Trabajé en su casa hace muchos años.
SRA. SMITH-  Sí, claro, Mary. ¿Cómo estás, Mary? Cuánto tiempo...
MARY-  Sí, señora, mucho tiempo.
SRA. SMITH-  Éste es el sr. Martin. Él y la sra. Martin venían a cenar con frecuencia a casa.
MARY-  El sr. y la sra. Martin...
SR. MARTIN-  De la calle Bromfield, 19, quinto piso, octava puerta.
MARY-  Sí, claro, ya me acuerdo. ¿Cómo está?
SR. MARTIN-  Muy bien, Mary. ¿Y tú?
MARY-  Voy tirando, sr. Martin, voy tirando.
 
(Pausa)
 
SRA. SMITH-  Cuánto tiempo, Mary, cuánto tiempo...
MARY-  Sí, señora, mucho tiempo.
SRA. SMITH-  ¿Y desde cuándo trabajas aquí, Mary?
MARY-  En este McDonald´s concretamente tres meses, pero he estado en otros seis McDonald´s antes. Y antes trabajé de cajera en tres supermercados al mismo tiempo que hacía de canguro por horas, y antes trabajé de limpiadora en unas oficinas de la City, y antes hacía limpieza en un par de casas en Belgravia, y también paseaba perros, y antes estuve de portera en un edificio de apartamentos en Chelsea.
SRA. SMITH-  Vaya, Mary, yo creí que te habías ido de casa para estudiar.
MARY-  No me fui yo, me despidió usted. Pero me lo merecía porque entonces yo era una descarada, y además me iba cada tarde al cine sin avisar a los señores.
SRA. SMITH-  A pesar de todo te echamos mucho de menos, Mary, sobre todo los niños. Todos te imaginábamos de noche estudiando. ¿Por qué no te matriculaste en una academia nocturna, Mary?
MARY-  Quería hacerlo, señora Smith. Mi sueño era ser detective privado, pero de noche no podía dejar la portería sola para ir a una academia nocturna o sino me habrían despedido de nuevo.
 
(Se oyen otra vez sirenas. Pausa)
 
SRA. SMITH-  Bueno, Mary, me alegro de haberte encontrado y te deseo mucha suerte.
MARY-  Yo también, señora Smith. Ah, y si esa mujer les molesta sólo tienen que decírmelo.
SRA. SMITH- ¿Qué mujer, Mary?
MARY-  La cantante calva.
SR. MARTIN-  ¿La cantante calva?
SRA. SMITH-  ¿Qué cantante calva?
MARY-  La mujer que estaba aquí hace un momento.
SRA. SMITH-  ¿Te refieres a la cantante italiana?
MARY-  Yo no sé si es italiana o de dónde es. Pero cada día se presenta aquí y molesta a los clientes quitándose la peluca y empezando a cantar.
SRA. SMITH-  Pero si se trata de una soprano muy importante y reconocida. De hecho el sr. Martin y yo hace rato que tenemos su nombre en la punta de la lengua.
MARY-  ¿Si es tan famosa por qué viene a cantar aquí cada día?
SR. MARTIN-  Los grandes cantantes cantan donde sea, Mary. No lo pueden evitar.
MARY-  Pues yo tengo órdenes de la dirección de echarla. Por eso se ha escondido en el lavabo.
SR. MARTIN-  Además de una gran cantante es una refugiada política, Mary. Lo ha pasado muy mal. Inglaterra es su tierra de acogida.
MARY-  ¿Y por qué no puede ir a cantar a Hyde Park o al metro como el resto de refugiados?
SR. MARTIN-  Ella es una gran artista, Mary.
MARY-  De joven, yo escribía poemas y también los recitaba en público, usted se acordará, sra. Smith. Comprendo muy bien todo eso. Pero yo cumplo órdenes de la dirección.
SR. MARTIN-  De acuerdo, Mary, nosotros hablaremos con ella y trataremos de explicarle que no puede cantar aquí, que su arte no es ni será nunca apreciado aquí como merece.
MARY-  Hagan que entienda que esto es un restaurante, no el Albert Hall.
SRA. SMITH-  ¿Pero cómo se llama esa mujer? Lo tengo en la punta de la lengua.
SR. MARTIN-  Yo también.
MARY-  ¿Y cómo están sus hijos, sra. Smith?
SRA. SMITH-  Todos siguen en casa todavía.
MARY-  ¿Elena y Peggy también?
SRA. SMITH-  Sí, las dos duermen en sus literas de siempre.
MARY-  Pero si eran las niñas más inteligentes de toda la escuela.
SRA. SMITH-  Pero la inteligencia por sí misma no es nada, Mary.
MARY-  Dígales de mi parte que el mundo no es tan terrible como se imaginaban de pequeñas cuando les explicaba cuentos y enseguida se escondían debajo de sus literas.
SRA. SMITH-  Gracias, Mary. Ya se lo diré.
MARY-  Y que si necesitan trabajo, aquí en McDonald´s, hay trabajo para todo el mundo, y que cada vez habrá más y más porque de hora en hora se abren dos o tres McDonald´s en todo Londres.
SR. MARTIN-  Mary, ¿tú sabes con quién tendríamos que hablar para conseguir un patrocino aquí? La sra. Smith necesita un patrocinador para su primera exposición de pintura.
MARY-  Aquí cada día se presenta mucha gente buscando un patrocinador, sr. Martin, y a todos les digo lo mismo.
SRA. MARTIN-  ¿Qué les dices, Mary?
MARY-  Que hagan su solicitud por escrito y que la dejen en el buzón de sugerencias junto a los lavabos.
SRA. SMITH-  Gracias, Mary. Ya lo haremos.
SR. MARTIN. ¿Y no podríamos hablar con alguien?
MARY-  ¿Hablar con quién?
SR. MARTIN-  Con alguien responsable de los patrocinios.
MARY-  No lo conozco, sr. Martin. El responsable de los patrocinios nunca ha estado aquí.
SR. MARTIN-  Bueno, pues entonces nos conformaríamos con hablar con alguien responsable simplemente.
MARY-  ¿Alguien responsable? Entonces deberán esperar a la hora de cierre, cuando pasamos cuentas.
SR. MARTIN-  ¿Y cómo se llama el responsable de pasar cuentas, Mary?
MARY-  McDonald.
SR. MARTIN y SRA. SMITH-  ¿McDonald?
MARY-  Sr. McDonald, pero no es quien se creen, es otro sr. McDonald. Pueden hablar con él.
SRA. SMITH-  Gracias, Mary. Ya lo haremos.
MARY-  Les advierto que sólo viene los viernes.
SR. MARTIN-  En cuanto llegue nos dirás quien es el sr. McDonald, ¿verdad, Mary? (Le da un billete a Mary)
MARY-  De acuerdo, pero antes tienen que ir al mostrador y pedir algo. No pueden ocupar una mesa sin consumir nada.
SR. MARTIN-  Ahora mismo iré a pedir dos cafés.
MARY-  ¿No comerán nada?
SR. MARTIN-  Nos esperan en casa para el resopón.
SRA. SMITH-  Al sr. Martin puede que le esperen pero a mí no. ¿Qué me recomiendas, Mary?
MARY-  La oferta del día. No se la pierda: Un Big Mac Clásico.
 
(Se oye unos momentos la música de “Feliz cumpleaños”)
 
VOZ EN OFF-  (Por un micrófono) Soy Dan. Ahora mismo vengo de la estación Victoria y creo que se prepara una buena. Había policías y perros policía por todas partes husmeándolo todo y empezando a sacudir fuerte. ¿Sabíais que ahora los “polis” llevan unas porras nuevas que cuentan cada porrazo que dan como si fuesen el cuentaquilómetros de un coche? Cuantos más porrazos reparte un “poli” más golpes quedan registrados en su porra. Y si llega a más de doscientas entonces la porra cambia de color, y de negra pasa a azul, y luego...
 
(Se oye nos momentos la música de “Feliz cumpleaños”)
 
MARY-  Por desgracia hacia esta hora siempre se cuela algún borracho del pub de al lado.
SRA. SMITH-  No parecía bebido.
MARY-  Algunos disimulan muy bien su borrachera como hijos de buenas familias inglesas.
SR. MARTIN-  ¿Tú no crees, Mary, que nuestra pequeña isla se hunde de día en día?
MARY-  ¿Qué isla, sr. Martin?
SR. MARTIN-  La Gran Bretaña.
MARY-.  Yo lo que sé es que McDonald´s de momento confía en la Gran Bretaña. Si no confiara ya se habría marchado como ha ocurrido en otros lugares.
SRA. SMITH-  Creo que ya sé lo que comeré. Quiero un yogurt. El yogurt es excelente para el estómago, el apéndice y la apoteosis.
MARY-  ¿Está enferma, sra. Smith?
SR. MARTIN-  Se encuentra perfectamente. Sólo está un poco preocupada por su exposición.
MARY-  (Al SR. MARTIN) ¿Sabe? Recuerdo que su marido siempre decía de ella que era una romántica.
SR. MARTIN-  (A MARY)  La Sra. Smith es una verdadera inglesa. Eso lo sabe todo el mundo.
MARY-  Sí, desde luego.
SRA. SMITH-  No soporto que hablen de mí como si yo no estuviera presente.
SR. MARTIN-  Tienes que medicarte y volver a ser la de antes.
MARY-  Entonces es cierto que está enferma.
SRA. SMITH-  (Al SR. MARTIN) Tampoco soporto que mezcles a los extraños en nuestros asuntos.
SR. MARTIN-  Mary no es ninguna extraña, nos conoce desde hace mucho tiempo.
MARY-  Desde el principio ya he sospechado que había algo entre ustedes, que estaban liados.
SR. MARTIN-  Me sorprendes, Mary.
MARY-  Aquí también se aprende mucho de la vida, sobre todo en el turno de noche.
SRA. SMITH-  Creo que iré al lavabo.
MARY-  Yo de usted no iría.
SRA. SMITH-  ¿Por qué no?
MARY-  Los viernes las paredes de los lavabos están llenas de obscenidades y de insultos a todo el pueblo británico. Por eso cada lunes hay que volver a pintarlas.
 
(Entra el JEFE DE BOMBEROS)
 
JEFE DE BOMBEROS-  Buenas noches... (Lee el rótulo en la bata de Mary) Mary. Soy el jefe de bomberos de la ciudad de Londres y tendría que ayudarme a evacuar este local inmediatamente.
MARY-  ¿Otra vez?
JEFE DE BOMBEROS-  Ha habido un aviso de bomba muy cerca de aquí y estamos evacuando rápida y ordenadamente toda la zona.
MARY-  Pero es que la policía ya nos evacuó la semana pasada.
JEFE DE BOMBEROS-  Debió de ser por otro aviso de bomba, no por éste.
MARY-  Y al final resultó que no había ninguna bomba.
JEFE DE BOMBEROS-  Ahora es casi seguro que hay una, Mary. Tiene que ayudarme a que salga todo el mundo de aquí lo más rápida y ordenadamente posible.
SR. MARTIN-  ¿Y quién es el responsable?
JEFE DE BOMBEROS-  ¿El responsable?
SR. MARTIN-  Del aviso de bomba...
JEFE DE BOMBEROS-  Eso no lo sé. Yo sólo soy el jefe de bomberos y cumplo órdenes, órdenes de evacuación rápidas e inmediatas.
MARY-  ¿Y no puede esperar a que llegue el sr. McDonald?
JEFE DE BOMBEROS-  ¿El sr. McDonald?
MARY-  El sr. McDonald es el responsable cada viernes de pasar cuentas. Siempre llega un poco antes del cierre.
JEFE DE BOMBEROS-  Imposible. Hay que proceder a la evacuación inmediata. Así que diríjanse todos rápida y ordenadamente hacia la salida.
MARY-  Pero yo tengo que esperar a que llegue el sr. McDonald.
SR. MARTIN-  Nosotros de hecho también estamos  esperando al sr. McDonald.
JEFE DE BOMBEROS-  Vaya, por lo que parece aquí tendremos algunos problemas. ¿Dónde está el resto de empleados?
MARY-  Aquí nunca ha habido problemas de ninguna clase y menos sindicales.
JEFE DE BOMBEROS-  No puedo perder más tiempo. Esta noche me esperan cuatro o cinco avisos de bombas más. Y no olviden que de cada diez avisos de bomba uno acostumbra a ser verdadero.
 
(Sale el JEFE DE BOMBEROS)
 
MARY-  Me recuerda a un amigo que tuve hace mucho tiempo y que también era bombero.
SR. MARTIN-  ¿Estás segura que el sr. McDonald sólo viene los viernes, Mary?
MARY-  Claro.
SR. MARTIN-  ¿Si te doy una tarjeta te acordarás de dársela al sr. McDonald de mi parte? (Saca una tarjeta del bolsillo y se la da a Mary) Le dices que la sra. Smith y yo pasaremos la próxima semana para hablar con él.
SRA. SMITH-  No, yo no volveré la próxima semana.
MARY-  (Mirando la tarjeta) ¿Trabaja en la City, sr. Martin? Por lo que yo recuerdo no eran muy limpios en la City cuando yo trabajaba  limpiando allí.
SR. MARTIN-  (A la SRA. SMITH)  Escucha, volveremos la próxima semana y hablaremos con el sr. McDonald con tranquilidad, cuando no haya ningún aviso de bomba.
SRA. SMITH-  No, yo no vendré.
SR. MARTIN-  Te tomarás todas tus pastillas y vendrás.
SRA. SMITH-  No vendré.
SR. MARTIN-  Pues vendré yo solo, pero tendrás que dejarme uno de tus cuadros.
SRA SMITH-  ¿Por qué?
SR. MARTIN-  Para que lo vea el sr. McDonald.
 
(Se oye unos momentos la música de “Feliz cumpleaños”)
 
JEFE DE BOMBEROS-  (En off a través de un micrófono) Señoras y señores. Soy el jefe de bomberos de la ciudad de Londres. Hagan el favor de escucharme con atención. Muy cerca de aquí ha habido hace unos momentos un aviso de bomba. Les ruego a todos que salgan rápida y ordenadamente por la puerta principal. Una vez en la calle sigan las instrucciones de Scotland Yard con el fin de garantizar completamente su seguridad. Gracias.
 
(Se oye unos momentos la música de “Feliz cumpleaños” y seguidamente la voz de la CANTANTE CALVA que canta. El SR. MARTIN y la SRA SMITH aplauden)
 
SR. MARTIN-  ¡Bravo!
SRA. SMITH-  ¡Bravo!
SR. MARTIN  y SRA SMITH-  ¡Bravo!
 
(La CANTANTE CALVA deja de cantar. Pausa)
 
MARY-  Tendré que avisar al jefe de bomberos que hay esa mujer loca en los lavabos.
SRA. SMITH-  Tengo su nombre en la punta de la lengua.
SR. MARTIN-  ¿Tú no sabes su nombre, Mary?
MARY-  En McDonald´s nadie sabe los nombres ni las edades de nuestros clientes. En McDonald´s todo el mundo es joven eternamente.
SR. MARTIN-  ¿Y de verdad es calva, Mary?
MARY-  Completamente.
SRA. SMITH-  No me iré hasta que ella no salga del lavabo.
SR. MARTIN-  Los bomberos ya se ocuparán. Es mejor irse.
SRA. SMITH-  No, yo me quedo hasta que salga.
MARY-  Bueno, si no les importa yo pasaré un momento por la cocina no sea que se haya quedado la llave del gas abierta y luego me iré.
SR. MARTIN-  Adiós, Mary. Gracias por todo.
MARY-  De nada, sr. Martin. Adiós, sra. Smih, salude de mi parte a Elena y a Peggy.
SRA. SMITH-  Gracias, Mary. Ya lo haré.
 
(Pausa)
 
MARY-  (Antes de salir) ¿Sabe? Creo que a pesar de todo fui feliz en su casa.
SRA. SMITH-  Y ahora, Mary, ¿eres feliz?
MARY-  Sí, muy feliz.
 
(Sale Mary)
 
SRA. SMITH-  Qué mayor que está Mary, ¿verdad?
SR. MARTIN-  Sí.
SRA. SMITH-  Y qué mayores le hemos parecido nosotros a ella también, ¿verdad?
SR. MARTIN-  Sí.
SRA. SMITH-  Qué cruel es el tiempo que pasa así sobre todo y sobre todos, ¿verdad?
SR. MARTIN-  Ahora no es el momento de ponerse a pensar, créeme.
 
(Entra el JEFE DE BOMBEROS)
 
JEFE DE BOMBEROS-  ¿Aún siguen aquí?
SR. MARTIN-  Me llamo Donald Martin y ésta es la sra. Smith. A ambos nos preocupa ahora mismo la suerte de la señora que está en los lavabos, una famosa cantante de ópera.
JEFE DE BOMBEROS-  ¿Hay alguien en los lavabos?
SR. MARTIN-  ¿No se lo ha dicho Mary?
SRA. SMITH-  Nos ha dicho que se lo diría.
JEFE DE BOMBEROS-  En los momentos de pánico todo el mundo quiere desahogarse con el cuerpo de bomberos pero es imposible escuchar a todos.
SRA. SMITH-  Nosotros no estamos nada asustados, sólo nos preocupa que esa señora se quede en los lavabos.
JEFE DE BOMBEROS-  ¿Y cómo se llama?
SR. MARTIN-  Los dos tenemos su nombre en la punta de la lengua pero no hay manera de que nos salga.
JEFE DE BOMBEROS-  ¿Y están seguros de que aún sigue dentro?
SRA. SMITH-  Sí. No ha salido todavía.
JEFE DE BOMBEROS-  (Habla con un altavoz en la boca) Soy el jefe de bomberos de la ciudad de Londres. Ha habido un aviso de bomba muy cerca de aquí. Todas las personas que se encuentren en este momento en el interior de los lavabos deben salir rápida y ordenadamente hacia la salida de este establecimiento. (Pausa larga) Está claro que no sale ni contesta nadie.
SRA. SMITH-  Pero esa mujer está dentro, seguro.
JEFE DE BOMBEROS-  ¿Y por qué no sale?
SRA. SMITH-  Todo esto le debe recordar Italia.
JEFE DE BOMBEROS-  ¿Italia?
SR. MARTIN-  Es una exiliada política italiana.
JEFE DE BOMBEROS-  Haberlo dicho antes. (Vuelve a decir a través del altavoz el mismo parlamento de antes pero en italiano)
SR. MARTIN-  Tiene que saber que entiende perfectamente nuestro idioma.
JEFE DE BOMBEROS-  ¿Y aún así se niega a salir?
SRA. SMITH-  Le dan miedo las sirenas.
JEFE DE BOMBEROS-  ¿Las sirenas?
SRA. SMITH-  Las sirenas de la policía.
JEFE DE BOMBEROS-  Todo esto es muy irregular.
 
(El SR. MARTIN coge el altavoz para hablar)
 
SR. MARTIN-  Oiga, soy el sr. Martin, hemos hablado hace un rato. Sólo quiero recordarle que esto es el Reino Unido, la Gran Bretaña, su país de acogida, aquí no debe temer nada. (Pausa) ¿Me oye?
JEFE DE BOMBEROS-  Creo que no me quedará otro remedio que avisar a Scotland Yard.
SRA. SMITH-  No, espere. Déjeme probar a mí. (Coge el altavoz para hablar) Oiga, soy la sra. Smith, el sr. Martin y yo estamos aquí fuera, con el jefe de bomberos de Londres y no nos iremos hasta que usted salga. Se lo prometemos.
 
(Pausa. El JEFE DE BOMBEROS a través del altavoz emite un maullido)
 
SR. MARTIN-  Pero qué hace...
JEFE DE BOMBEROS-  Es que esto me recuerda una anécdota de cuando era bombero raso y una vez tuve que rescatar a un gato subido a un árbol.
SR. MARTIN-  Pero ella no es un gato, ni está subida a ningún árbol.
SRA. SMITH-  Sólo está asustada.
JEFE DE BOMBEROS-  Eso me recuerda otra anécdota, cuando un matrimonio y su loro se quedaron encerrados toda una noche en un ascensor.
SR. MARTIN-  Ella no tiene ningún loro ni se ha quedado encerrada en un ascensor.
JEFE DE BOMBEROS-  Lo siento pero la vida de un jefe de bomberos está llena de anécdotas, es inevitable.
SR. MARTIN-  Imagino que luchar contra el fuego tiene que ser muy duro.
JEFE DE BOMBEROS-  No me gusta hablar de mi vida privada pero últimamente he empezado a beber y a jugar.
SR. MARTIN-  ¿Es alcohólico?
JEFE DE BOMBEROS-  ¿Creen que si no bebiera sería capaz de resistir todos estos avisos diarios de bomba?
SR. MARTIN-  Yo también soy alcohólico y asisto semanalmente a las reuniones de Alcohólicos Anónimos.
SRA. SMITH-  Yo me temo que he fracasado como madre y mi carrera como pintora no sé si tiene ningún futuro. Me resulta extraño hablar de este modo a un bombero, pero un bombero es también un confesor.
JEFE DE BOMBEROS-  No, ahora no hay tiempo para confesiones. Tienen que salir rápida y ordenadamente de aquí.
SRA. SMITH-  ¿Y la cantante de ópera italiana?
JEFE DE BOMBEROS-  Es una exiliada política y eso ya la hace sospechosa.
SRA. SMITH-  ¡Se trata de una artista!
JEFE DE BOMBEROS-  De la que ni siquiera saben su nombre.
SRA. SMITH-  Lo tenemos en la punta de la lengua, se lo aseguro.
SR. MARTIN-  Es cuestión de tiempo que nos salga.
JEFE DE BOMBEROS-  Pero no hay tiempo. Un aviso de bomba no es una broma.
SRA. SMITH-  No creerá que ella tiene algo que ver...
JEFE DE BOMBEROS-  En un aviso de bomba no hay que descartar nada ni a nadie. Recuerdo la vez que todo un edificio de pisos ardió por culpa de una vela de pastel de cumpleaños mal apagada. Detrás de las grandes catástrofes hay casi siempre las causas más perversas pero también las más inocentes. (Se oyen sirenas muy cercanas y seguidamente la voz de la CANTANTE CALVA que canta) ¿Es la cantante italiana?
SR. MARTIN-  Sí, es ella.
JEFE DE BOMBEROS-  Todo esto es muy irregular. Avisaré a Scotland Yard inmediatamente.
 
(Sale el JEFE DE BOMBEROS. Pausa. El SR. MARTIN y  la  SRA. SMITH aplauden)
 
SR. MARTIN y SRA. SMITH-  ¡Bravo, bravo!
 
(La CANTANTE CALVA deja de cantar)
 
VOZ EN OFF.  (Por un micrófono) Hola, me llamo Peggy. Soy yo la que ha llamado hace media hora para decir que había una bomba. A veces lo hago. Cuando siento que de verdad no puedo más cojo el teléfono y llamo a cualquier número y digo lo primero que me pasa por la cabeza. Pero lo peor es que todo lo que digo por teléfono antes o después acaba sucediendo. Y aunque me asusta mucho no puedo dejar de hacerlo, no puedo dejar de llamar y decirlo. Es más fuerte que yo. Y también es el único modo de volver a sentirme bien conmigo misma. (Pausa) Ahora tengo que volver a casa. Cada vez soporto menos cómo apesta Londres a grasa y a pata de pollo. Además tengo que llegar a casa antes que suenen las doce en el Big Ben o estoy perdida, igual que la Cenicienta. “...Por el amor de Dios, madre, no untéis vuestra alma con el ungüento adulador de creer que no es vuestra culpa, sino mi locura, lo que os habla.”
SRA. SMITH-  ¿Peggy?
VOZ EN OFF-  (Por un micrófono) “¡Dios mío! Yo podría vivir encerrado en la cáscara de una nuez, y me consideraría como el rey del espacio infinito, si no fuera porque tengo malos sueños.”
SRA. SMITH-  Peggy...Peggy, ¿eres tú? (Se saca las gafas rotas del bolsillo, se las pone y camina unos pasos hacia un lado. Pausa) Se ha ido.
SR. MARTIN-  ¿Era tu hija Peggy?
SRA. SMITH-  De espaldas diría que no, en cambio la voz sí que parecía la suya.
SR. MARTIN.  ¿La crees capaz de dar un aviso de bomba y después recitar Hamlet?
SRA. SMITH-  No lo sé. Peggy es la más insondable de mis tres hijos.
SR. MARTIN-  ¿Y cómo ha descubierto lo nuestro?
SRA. SMITH-  “La culpa está tan llena de sospechas sin orden que ella misma se delata por miedo a delatarse.”
SR. MARTIN-  Hamlet. Acto IV. Escena V.
SRA. SMITH-  Quise enseñar a mis hijos qué era la vida recitándoles Hamlet cada día.
SR. MARTIN-  Pero eso es una temeridad.
SRA. SMITH-  Sí, ahora me doy cuenta. Sólo espero que si de verdad era mi pequeña Peggy, se vaya directamente a casa y no haga más tonterías esta noche. (Pausa) Qué cuadros tan horribles  hay aquí. No me había fijado.
SR. MARTIN-  No son muy buenos.
SRA. SMITH-  Son infectos.
 
(La SRA. SMITH se saca las gafas y se las guarda. Pausa)
 
SR. MARTIN-  Nosotros también deberíamos volver a casa.
SRA. SMITH-  Echas de menos a Isabel, ¿verdad?
SR. MARTIN-  La verdad es que sí.
SRA. SMITH-  Nunca la dejarías por mí, ¿verdad?
SR. MARTIN-  Nunca me lo has pedido.
SRA. SMITH-  Tú tampoco me has pedido nunca que dejara a mi marido por ti.
SR. MARTIN-  Mi maldito pudor inglés me lo ha impedido siempre.
SRA. SMITH-  “Oh, Dios mío, que gastados, aburridos, insípidos e inútiles me resultan todos los asuntos de este mundo.”
SR. MARTIN-  En cuanto llegues a casa tienes que tomarte las pastillas enseguida, te lo digo en serio.
SRA. SMITH-  “La misma sustancia de la ambición no es más que la sombra de un sueño.”
SR. MARTIN-  Deja de recitar Hamlet de una vez, me estás poniendo nervioso.
SRA. SMITH-  ¿De vez en cuando no recitáis Hamlet en la City?
SR. MARTIN-  Sólo los nuevos o los eventuales lo hacen.
SRA. SMITH-  A mis dos hijas quise llamarlas Hamlet y Ofelia y mi marido no me dejó por temor a confundirlas.
SR. MARTIN-  Deberíamos salir de aquí. Un aviso de bomba no es ninguna broma. Lo ha dicho el jefe de bomberos.
SRA. SMITH-  Hemos prometido a la cantante italiana que la esperaríamos hasta que saliera. ¿Pero cómo se llama? Lo tengo en la punta de la lengua.
SR. MARTIN-  Esa mujer parece mucho más peligrosa de lo que es en realidad y eso la hace indudablemente sospechosa.
SRA. SSMITH-  ¿Sospechosa de qué?
SR. MARTIN-  De cualquier cosa peligrosa.
SRA. SMITH-  ¿Es que sospechas de ella?
SR. MARTIN-  Yo sólo digo que parece sospechosa.
SRA. SMITH-  ¿Peligrosamente sospechosa?
SR. MARTIN-  Mas bien, sospechosamente peligrosa
SRA. SMITH-  ¿Quieres decir con eso que deberíamos desentendernos de ella?
SR. MARTIN-  Piensa que ambos estamos casados y aún tenemos hijos que nos necesitan.
 
(Entra la CANTANTE CALVA con una peluca de otro color)
 
CANTANTE CALVA-  ¿No ha llegado mi representante todavía?
SRA. SMITH-  Todavía no.
SR. MARTIN-  Se ha cambiado de peinado, ¿verdad?
CANTANTE CALVA-  Sí. ¿Me queda bien?
SR. MARTIN-  Sí, muy bien.
CANTANTE CALVA- Cada día cambio dos o tres veces de peinado. Ferruccio, mi marido, dice que eso es porque en el fondo me siento insatisfecha del mundo.
SRA. SMITH-  ¿Y se encuentra bien?
CANTANTE CALVA-  Sí, muy bien. ¿Por qué me lo pregunta?
SRA. SMITH-  Como ha tardado tanto en salir.
CANTANTE CALVA-  Porque mientras me peinaba he estado leyendo todas las pintadas que hay en los lavabos. Así aprendo a leer más rápido el inglés. Incluso me he apuntado una. (Saca un pedazo de papel higiénico y lo lee) “Nao posso estar em parte alguma. A minha pátria e onde nao estou.”
 
(Pausa)
 
SRA. SMITH-  Está muy bien...
SR. MARTIN-  Pero eso no es inglés. Es portugués.
CANTANTE CALVA-  ¿En serio? De todos modos me lo guardaré y me lo aprenderé de memoria. (Mira el papel) “Nao posso estar em parte alguma. A minha pátria e onde nao estou.” (Guarda el pedazo de papel higiénico en un bolsillo) Por cierto, ¿qué hora es?
SR. MARTIN-  (Mirando su reloj) Mi reloj por desgracia sigue parado pero calculo que deben ser aproximadamente...las once y pico.
CANTANTE CALVA-  Está claro que mi representante ya no vendrá hoy y tendré que citarme con él mañana otra vez aquí.
SRA. SMITH-  ¿Y por qué no se citan en otro sitio?
CANTATE CALVA-  Él sólo quiere que nos citemos aquí.
SRA. SMITH-  ¿Y por qué no cambia de representante?
CANTATE CALVA-  Quiero darle una oportunidad al menos. Aún no nos conocemos.
SRA. SMITH-  ¿No se conocen?
CANATNTE CALVA-  Sólo hemos hablado por teléfono una vez.
SR. MARTIN-  Tiene que saber que Scotland Yard y todo el cuerpo de bomberos están fuera esperándonos.
CANTANTE CALVA-  ¿Para qué?
SR. MARTIN-  Ha habido un aviso de bomba y como es natural sospechan de todo el mundo, pero especialmente de los extranjeros.
SRA. SMITH-  Nosotros hemos tratado de explicarles que usted es una artista...una gran artista.
CANTANTE CALVA-  ¿Entonces me detendrán?
SR. MARTIN-  Es muy posible que la interroguen y que en cuanto la reconozcan la dejen ir.
CANTANTE CALVA-  Todo esto me recuerda Italia, el Piamonte.
SR. MARTIN-  Yo le recomiendo que niegue todas las acusaciones y que exprese inmediatamente sus simpatías hacia la extinta corona británica.
CANTANTE CALVA-  Pero yo sólo soy una exiliada, una exiliada política.
SR. MARTIN-  ¿Sabe el himno británico? Aunque sólo sea una estrofa.
SRA. SMITH-  ¿Tú te lo sabes?
SR. MARTIN-  A veces en la bolsa, al acabar una sesión con beneficios, lo cantamos todos juntos.
SRA. SMITH-  ¿En la bolsa?
CANTANTE CALVA-  Yo me sé el himno antiguo.
SR. MARTIN-  ¿El himno antiguo?
 
(La CANTANTE CALVA canta un fragmento de “God save The Queen”)
 
SR. MARTIN-  Está muy bien. Ahora deberíamos salir por la puerta principal con las manos en alto.
SRA. SMITH-  ¿Los tres?
SR. MARTIN-  Sí, de uno en uno.
CANTANTE CALVA-  Todo esto me recuerda mucho Italia, el Piamonte.
SRA. SMITH-  ¿Estás seguro de que es una buena idea?
SR. MARTIN-  En la bolsa cada día tenemos dos o tres avisos de bomba como éste. Sé de lo que hablo.
CANTANTE CALVA-  Pero si tengo que salir con las manos en alto, ¿qué hago con la maleta?
SR. MARTIN-  En estos momentos es muy importante mostrar a Scotland Yard el corazón abierto y las manos vacías.
CANTANTE CALVA-  Nunca me separo de mi cepillo para el pelo y de mis partituras.
SR. MARTIN-  Piense que una maleta cerrada siempre es sospechosa.
CANTANTE CALVA-  ¿Sospechosa de qué?
SR. MARTIN-  De estar llena.
CANTANTE CALVA-  Todo esto me recuerda cada vez más Italia, el Piamonte.
SRA. SMITH-  No se preocupe, esto es la Gran Bretaña, el Reino Unido.
SR. MARTIN-  Su país de acogida...
CANTANTE CALVA-  “Nao posso estar em parte alguma. A minha pátria e onde nao estou.” Lo he dicho bien, ¿no?
SRA. SMITH-  Sí, muy bien.
SR. MARTIN-  Recuerde: arriba los corazones y la cabeza bien alta. Y ahora es mejor que no hagamos esperar a Scotland Yard y al cuerpo de bomberos de Londres.
 
(El SR. MARTIN y la SRA. SMITH levantan los brazos a la vez)
 
CANTANTE CALVA-  En serio que todo esto me recuerda mucho Italia, el Piamonte.
SR. MARTIN-  Levante los brazos antes de salir.
CANTANTE CALVA-  Si no les importa yo prefiero salir con mi maleta.
 
(La CANTANTE CALVA sale sin levantar los brazos y con la maleta en una mano)
 
SRA. SMITH-  ¿Nosotros no salimos?
SR. MARTIN-  Ya te he dicho que es mejor salir de uno en uno.
SRA. SMITH-  ¿Salgo ahora?
SR. MARTIN-  Cuenta antes hasta treinta.
SRA. SMITH-  ¿Cómo los paracaidistas?
SR. MARTIN-  Eso mismo.
 
(Pausa. Se oye una ráfaga de ametralladora. Pausa. Se oye una sirena que se aleja. Pausa. El SR. MARTIN  y la SRA. SMITH bajan los brazos)
 
SRA. SMITH-  Acabo de recordar su nombre.
SR. MARTIN-  Yo también.
 
(Suena unos momentos la música de “Feliz cumpleaños”)
 
VOZ EN OFF-  (Por un micrófono) Buenas noches. Soy el sr. McDonald. Ya ha pasado todo. Siéntense, por favor, y sigan disfrutando como siempre del servicio y de la calidad McDonald´s.
 
(El SR. MARTIN  coge el altavoz que se ha dejado el JEFE DE BOMBEROS sobre la mesa)
 
SR. MARTIN-  (Por el altavoz) Sr. McDonald, soy el sr. Martin. ¿Me oye, sr.McDonald?
VOZ EN OFF-  (Por un micrófono) ¿Quién es? ¿Qué quiere?
SR. MARTIN-  (Por el altavoz) Me llamo Donald Martin y ésta es la sra. Smith. Hace rato que estamos aquí esperándole. Querríamos hablar con usted sobre la posibilidad de que McDonald´s patrocinara la primera exposición de la sra. Smith. Aquí en Londres, en el mes de marzo. La sra. Smith de hecho ya tiene una sala de exposiciones dispuesta a acoger su obra... (Pausa) ¿Me oye, sr. McDonald?
VOZ EN OFF-  (Por un micrófono) ¿De qué clase de exposición se trata?
SR. MARTIN-  De pintura, sr. McDonald. Lo siento, no se lo había dicho. ¿Sabe? Todo el mundo dice que la sra. Smith tiene un gran talento y un futuro muy brillante como pintora. (Pausa) ¿Me oye, sr. McDonald?
VEOZ EN OFF-  ¿A qué clase de estilo o movimiento pictórico pertenece la obra de la sra. Smith?
SR. MARTIN-  Bueno...es un estilo digamos... Yo diría que muy personal según los entendidos... Pero bueno, será mejor que se lo explique ella misma, la sra. Smith...
 
(El SR. MARTIN pasa el altavoz a la SRA. SMITH que de entrada se resiste a hablar. Mientras habla la SRA. SMITH, el SR. MARTIN saca de su bolsillo una corbata muy arrugada y se la anuda al cuello)
 
SRA. SMITH-  ¿Sr. McDonald? Soy la sra. Smith, buenas noches... Bueno...yo calificaría mi pintura básicamente... Creo que bascula entre un vorticismo y un suprematismo, pero todo pasado por un tamiz constructivista muy primario. No sé si sabe a lo que me refiero... En realidad tendría que verlo usted mismo... Pero bueno, imagino que será un hombre muy ocupado y que no debe de tener  mucho tiempo. (El SR. MARTIN la anima para que siga hablando) En cualquier caso quiero que sepa que empecé a pintar relativamente tarde, cuando tuve a mi hija Elena, y siempre me he sentido un poco culpable por ello, porque pensaba que mis hijos no me llenaban lo suficiente y que por esa razón pintaba. Pero después me di cuenta de que la pintura y mis hijos me llenaban igual pero cada uno a su modo...
 
(El SR. MARTIN arrebata el altavoz a la SRA. SMITH)
 
SR. MARTIN-  Lo que la sra. Smith quiere decir en definitiva es que su estilo es muy orgánico y casero, sr. McDonald. (Pausa) ¿Sigue ahí, sr. McDonald?
VOZ EN OFF-  ¿Usted, sr. Martin, es el marchante de la sra. Smith?
SR. MARTIN-  No, no. Yo sólo soy un viejo amigo de la familia, de la familia Smith. Yo soy corredor de bolsa y eso quizá me aleja del arte, pero en cambio me permite asistir diariamente al grandioso espectáculo del desarrollo imparable de nuestro sistema capitalista. Y créame, a pesar de todo, hay días en que me gustaría ser un campesino o un pastor galés para poder tallar figuritas de madera tan solo con mis manos. Pero ahora no estoy aquí para hablar de mí sino de la sra. Smith, para apoyar su talento artístico buscando un patrocinador para su exposición. (Pausa) ¿Me oye, sr. McDonald?
VOZ EN OFF-  Perdonen pero ahora mismo estoy muy cansado. Si quieren pueden dejar su petición en el buzón de sugerencias, junto a los lavabos.
SRA. SMITH-  Sí...gracias. Ya lo haremos, sr. McDonald.
SR. MARTIN-  Ha sido muy amable atendiéndonos, sr. McDonald.
 
(Pausa)
 
VOZ EN OFF-  De todos modos si les interesa saberlo, estamos pensando seriamente en renovar la decoración de nuestros establecimientos, y eso incluirá también la decoración pictórica. Naturalmente nos gustaría que todo estuviera en la misma línea y en un mismo estilo. Si ese estilo coincidiera con el de la sra. Smith podría ser ella la artista elegida y su obra entonces sería vista por todo el mundo, casi como en una exposición planetaria, sin fronteras. Allí donde llegara McDonald´s llegaría la obra de la sra. Smith.
 
(Pausa)
 
SR. MARTIN-  Gracias por la información, sr. McDonald... En nombre de la sra. Smith y en el mío propio... Ah, y muy pronto les haremos llegar alguna muestra de la pintura de la sra. Smith...para que valoren ustedes mismos la coincidencia de estilo con sus intenciones...decorativas.
 
(Pausa)
 
VOZ EN OFF-  ¿Por qué? ¿Por qué la gente olvida cada vez más recoger sus bandejas, vaciarlas y dejarlas en su sitio? (Pausa) No hay duda: el mundo se divide entre aquellos que cada día recogen sus bandejas y aquéllos que no. Y el día que nadie recoja su bandeja, ese día el mundo habrá desaparecido tal como lo conocemos ahora.
 
(Pausa. Se oye unos momentos la música de “Feliz cumpleaños”)
 
SR. MARTIN-  Sr. McDonald, ¿está ahí? (Pausa) ¿Me oye?
 
(Pausa larga)
 
SRA. SMITH-  Qué silencio...
SR. MARTIN-  Sí...
 
(Pausa)
 
SRA. SMITH-  Qué silencio todavía...
SR. MARTIN-  Sí.
 
(Pausa. El SR. MARTIN y la SRA. SMITH se cogen del brazo con temor y salen. Pausa. Suenan dos toques de reloj, hay una pausa, suena otro toque y oscuridad)
 
 
 
 

22/7/13

Disfraz, de Benjamín Gavarre, Cd. de México











DISFRAz
de BENJAMÍN GAVARRe

® contacto: gavarreunam@gmail.com


El escenario es una gran habitación; un poco teatro, un poco camerino, un poco departamento; pero es sobre todo el lugar donde habita nuestro personaje al que llamaremos: el Actor; aunque su nombre, el verdadero, el otro, sea Pablo.
Él, se encuentra "solo", en una intimidad extrema; sin embargo, se relacionará con ciertos personajes surgidos del recuerdo, o de su imaginación. Lo acompañarán algunos otros que podrían llamarse personajes reales, pero hay quien asegura que también forman parte de su mente; quizá de su mente en el momento de un sueño, de su sueño: esto sin embargo no lo podríamos asegurar.
Al comenzar la obra el Actor se encuentra en gran actividad: escoge su música preferida; luego va hacia un perchero y trata de probarse distintos disfraces, (obrero, licenciado, agente de tránsito, un héroe de espada y armadura, Romeo...) pero no puede vestirse solo. Por eso saca de un baúl enorme a Bufo-el Globero, quien le ayuda a ponerse la capa, o le coloca el yelmo o el birrete. Con cada disfraz posible modela frente a un espejo de cuerpo entero, pero ninguno de ellos lo convence. Finalmente escoge un disfraz: será un colegial de suéter, escudo, pantalones largos, mocasines y mochila. Busca la aprobación de Bufo-el Globero, pero éste solamente lo observa burlona, silenciosamente.
El Actor sonríe frente a su imagen final. Es una sonrisa que se transforma súbitamente en carcajada. Después viene el silencio. Él sabe perfectamente lo que tiene que hacer: corre presuroso hacia un rincón donde aparece un letrero que dice:
escondite tortuoso... Y saca una pistola. Obliga al desconcertado Bufo a salir de escena, luego va hacia el espejo y apunta a su sien...
Dispara tres tiros a su imagen reflejada y grita:

ACTOR.— ¡Basta!

Bufo-el Globero brota sorpresivamente del baúl y muestra al público una claqueta en la que leemos:

¡¡¡EL SUICIDIO!!!

Luego, después de dar el claquetazo dice con brillantez:

BUFO.— ¡El suicidio! Escena tercera del acto V... ¿Romeo y Julieta?... ¡No! Pero de todos modos: ¡Comenzamos!

Y se vuelve a meter a su baúl.
Suena el timbre de la puerta, el Actor corre hacia ella pero en ese momento suena el timbre del teléfono: decide ir primero hacia el teléfono.

ACTOR.— ¿Bueno?, ¡un momento por favor!

Deja descolgado el teléfono y va hacia la puerta; la abre y descubre que no hay nadie. Confundido la cierra y corre hacia el teléfono.

ACTOR.— ¿Quién habla? (Nadie contesta del otro lado de la línea) ¡Bueno! (Silencio) Qué, ¿no vas a contestar? No me lo digas. Eres tú de nuevo. Eres el Mudo...¿O Muda?...A lo mejor eres la Muda. Pues bien, querido o querida quien seas: te recomiendo que vayas y consultes un buen Otorrino. Sí, laringólogo. A ver si así me dejas de joder. (Y muy molesto cuelga la bocina).

Durante algunos instantes se queda viendo al vacío, luego descuelga la bocina y marca con ansiedad un número. Espera. Alguien contesta del otro lado de la línea y el Actor cuelga con una mezcla de miedo y vergüenza. Respira, mira de nuevo al vacío y vuelve a marcar el mismo número. Espera. Contestan del otro lado: cuelga precipitadamente. Bufo surge del baúl y lo mira suspicaz...


BUFO.— ¿No contestan?

ACTOR.— Sí, ellos siempre contestan, ¿pero yo?...Me quedo como una Mú...Muerto de nervios.

BUFO.— Sí, ¡esos mudos! ¿Insoportables, verdad?

ACTOR.— Deberían encerrarlos.

BUFO.— ¿Nos?

ACTOR.— Encerrarnos si quieres; lo mismo da. Pero, ¿sabes qué?

BUFO.— ¡Oh no!

ACTOR.— Voy a invitarlos. Voy a invitarlos a mi fiesta de cumpleaños.

BUFO.— ¿Crees que se acuerden de ti?

ACTOR.— (Sin hacer caso) Únicamente dos invitados: Verónica y Jerónimo; Jerónimo y Verónica... ¿Te das cuenta?

BUFO.— ¡Oh no!

ACTOR.— Hasta en el nombre se parecen. ¿No te parece ridículo?... Jerónimo y Verónica, ¡Já! (Se toma la cabeza con un exagerado gesto de dolor) ¡Ay, otra vez esta maldita migraña, no es justo! ¡Mi pobre cabeza...! !Y tenía que dolerme precisamente hoy! (Repentinamente sin dolor mira paranoico a Bufo) Sí, ya sé... pero no tienes por qué mirarme así; ya no me duele... ¡Que no me mires así!... De acuerdo, tienes razón: siempre busco pretextos. Pero esta vez sí les voy a hablar. (Bufo toma el teléfono y marca el número de Verónica y Jerónimo) ¿No me crees, verdad? Pues fíjate bien cómo les hablo... (Bufo le da la bocina y Pablo, mientras espera a que contesten, dice...) Y no me vuelvas a decir que soy hipocondriaco, porque no soy hipocondriaco. Nunca he sido ni seré... ¡Hola!... ¡¿Verónica?! (Muy nervioso) ¡Adivina quién!... Pablo, el mismo de siempre, casi el mismo. ¿Qué te parece si te invito a una fiesta?... Sí, así de drástico. Dile también a Verónimo, Jerónimo... Pero claro que es en serio... ¿Ahí está?... Luego me lo pasas, pero mira: es una fiesta de disfraces... Pues se me ocurrió... ¿Mi cumpleaños? No, claro que no. ¿Te hubieras acordado, no?... ¿Cómo? ¿Sí te acordaste? ¿Qué dijiste?... ¡Ah sí! ¡Claro! Gracias por hablar... ¿Qué cosa?... No, si ya sé que yo soy el que te habló, claro; pero de todos modos gracias, sí. Por acordarte... ¡Uy, qué insistencia! A ver, pásamelo... ¿Jerónimo?... ¡Maestro, qué desgracia!... ¿Cómo?... Sí, que me da mucho gusto... Sí, de veras. Le decía a Verónima de una fiesta... Sí, de disfraces... No, no; pastel si quieres, pero detesto los globos... Pues no sé, nunca me han gustado... ¿Qué dices? ¡Ahmmh, temprano! ¿A las nueve te parece bien?... Nueve y media... ¿Sí?... A ver, pásamela... De lo que quieras, Vero... ¿De momia? Pues, me parece estupendo... ¿Sí?... A mí también, sí... Perfecto... Bye... Nos vemos... Diez y media, sí... ¡Chauuu!

Cuelga radiante el teléfono. Bufo se burla de él.

BUFO.— Ajá, sí... ajá, sí, claro. ¿Ajá?... sí. ¿Mhiumjummh?... Mhiamjá... mmmhhh.

ACTOR.— (Feliz) No lo puedo creer. Estoy vivo. ¡Vivo! (Orgulloso) Lo he notado. Y ellos van a venir. A las nueve, a las nueve en punto. ¿Te das cuenta? ¡Estoy vivo!

BUFO.— Felicidades...¿Y qué vas a hacer con toda esa vivísima vitalidad?

ACTOR.— (Sin desalentarse) Tengo futuro, voluntad. Soy casi famoso. Hoy es mi cumpleaños, todavía soy joven. Tengo salud, fuerza, memoria, entendimiento: Inmejorables condiciones.

BUFO.— Oye, ¡qué bárbaro! ¡Por qué no nos casamos!

ACTOR.— ¿Así que no me crees? (Lo mira fijamente) Ya sé lo que estás pensando: Pablo va a intentarlo de nuevo. Eso piensas, ¿verdad? ¡Contesta!

BUFO.— ¿Intentar? ¿Qué cosa?

ACTOR.— El suicidio. Llámalo con todas sus letras:
(Deletrea) S U I C I D I O: Suidicio... digo, como se llame.

BUFO.— Usted... ¡Se está tomando demasiado en serio!

ACTOR.— ¿Qué?... ¡De qué se trata!

BUFO.— (Muy amable, le da un globo) Queda usted detenido. Acompáñeme.

ACTOR.— ¿Sí?... Gracias, pero así estoy bien.

BUFO.— Sígame.

ACTOR.— ¡Cómo se le ocurre! ¡Yo no soy un delincuente!

BUFO.— Eso no interesa. Se siente usted culpable, ¿no?

ACTOR.— Sí. Es decir: ¡No! ¿De qué tendría que sentirme culpable? Yo solamente quiero sentirme bien.

BUFO.— Qué original. Entonces usted no es culpable de nada.

ACTOR.— No, rotundamente no.

BUFO.— Y sin embargo, todo lo que usted diga o haga será utilizado...

ACTOR.— En mi contra, sí. Pero, ¿se trata acaso de una pesadilla?

BUFO.— Quizá. Y quizá todo lo que usted diga o haga no le importe a nadie, ni siquiera a usted mismo...

ACTOR.— Eso no es posible... ¿O sí?

BUFO.— No lo sé; pero el caso es que tiene usted que acompañarme.

ACTOR.— ¿Tengo? ¿Y si me escapo?

BUFO.— Esa sería su decisión... su elección.

ACTOR.— ¿Está seguro?

BUFO.— No.

ACTOR.— (Busca distintas salidas) ¿Y por dónde está la salida?

BUFO.— Por la puerta como es natural, pero sólo algunos, muy pocos acostumbran fugarse por la puerta.

ACTOR.— (Pensativo) Claro... ¡Qué confusión! (Se despide de Bufo) Gracias, ha sido... como un placer.

BUFO.— No fue nada.

ACTOR.— Ah... Si preguntan por mí... Dígales que tuve un compromiso muy... Un compromiso verdaderamente...

BUFO.— Y que no fue capaz de despedirse de nadie...

ACTOR.— Que tuve que salir. Eso es todo.

El Actor se dirige a la puerta: la encuentra cerrada. Va hacia el espejo de cuerpo entero: lo traspasa. Se da cuenta de que se encuentra en el mismo espacio. Traspasa una y otra vez la puerta-espejo. Trata de adoptar una actitud racional. Analítica.

ACTOR.— Bueno y después de todo: ¿quién quiere saber lo que hay afuera? Afuera es un concepto abstracto, tan abstracto como el concepto Adentro. ¿Dentro y Fuera relacionados con qué o para qué? Si lo pensamos bien, obtendremos como conclusión de esta antinomia: una serie de datos que podrían revelar el sentido más profundo de las entidades ontológicas. Quiero decir que tomando en cuenta la Ubicuibilidad y los Atributos del Ser: el Espacio se manifiesta precisamente en una contradicción básica cuyas premisas son como acabo de decir, ahmm... Cuyas premisas son precisamente, ahmm... (Se toma la cabeza anunciando dolor de cabeza. Bufo le sirve un vaso de agua) Cuyas principales premisas son, ahmmm... (Recibe el vaso de agua y mira agradecido a Bufo) Gracias. (Se lo toma sin dejar de mirarlo) Es usted un... Casi un ángel. ¿Sabe? Tengo una cita a las ocho.

BUFO.— (Afirmando) Una cita muy importante.

ACTOR.— Importantísima. Más que una cita es una fiesta. Una fiesta disfrazada, (Se corrige) de disfraces.

BUFO.— (Malicioso) Y van a venir sus amigos.

ACTOR.— Mis amigos de siempre sí... Y cuando lleguen...

BUFO.— Siempre y Cuando lleguen.

ACTOR.— Cuando lleguen...

Se escucha la sirena de una patrulla o ambulancia. Entra Jerónimo vestido de boy scout. Su aspecto en general es el de un niño que acaba de sufrir un accidente: su camisa está manchada de sangre.

JERÓNIMO.— (Infinitamente triste) Te lo dije, Pablo. Te dije que no podríamos seguir con tanta suerte. A dónde estabas. ¿Por qué me dejaste solo? Me detuvieron, Pablo. Ya no podemos seguir así jugando tanto. Jugando siempre como si nada fuera en serio. Algún día tenía que terminar; y ya ves, me detuvieron. Me agarraron entre cuatro y no tuvieron lo que se dice: ¿piedad?, ¿compasión? No, nada de eso. Me pescaron, como tú dices. A la salida, como siempre.

BUFO.— ¡Tírale los dientes; apúrate, nos van a ver; quítate, me toca a mí! (Habla y actúa sin que Jerónimo lo tome en cuenta. Para Jerónimo y para todos los demás personajes, con excepción de Pablo, Bufo apenas existe. Saben que está ahí, como un fantasma impertinente, pero prefieren ignorarlo).

JERÓNIMO.— No, pero no pienses que fue un combate limpio; una pelea de caballeros, de grandes héroes y todo eso, no. Me agarraron entre cuatro. Como a tres cuadras de la escuela. Me cubrieron de patadas, de gritos cómplices.

BUFO.— ¡Tírale los dientes; apúrate, nos van a ver; quítate, me toca a mí!

ACTOR.— Eso sucedió hace mucho tiempo...

BUFO.— A la salida.

ACTOR.— ¿Y yo?

JERÓNIMO.— ¡A dónde estabas!

BUFO.— Te quedaste dormido.

ACTOR.— ¿Dormido?... ¿Estoy dormido?

JERÓNIMO.— Nadie me avisó. Todo sucedió sin más, a la salida, como siempre. Me puse a caminar sin esperarte.

ACTOR.— Me quedé dormido.

JERÓNIMO.— Me agarraron entre, ¿siete?

BUFO.— Una pesadilla.

ACTOR.— Una bofetada de cascos y macanas, de calibres y patrullas. ¿Y yo? ¿A dónde estaba?

BUFO.— Roncando. Soñabas con judiciales.

ACTOR.— Te rompieron los ojos.

JERÓNIMO.— Me arrancaron la vida.

BUFO.— Ya lo decía yo. Una pesadilla.

JERÓNIMO.— Me dejaron tirado en la calle, masacrado.

ACTOR.— ¡Malditos judiciales!

JERÓNIMO.— ¿Estás loco? ¡Cuáles judiciales! ¡Fueron Jáuregui y los demás! ¡Fueron los del tercero B!

BUFO.— ¡Tírale los dientes; apúrate, nos van a ver; quítate, me toca a mí!

JERÓNIMO.— ¿Y tú, a dónde estabas tú? Por qué no fuiste a la escuela.

ACTOR.— ¿Yo? (Somnoliento) ¿Estaba dormido?

JERÓNIMO.— ¡Qué dices!

Suena una señal de alarma. Un despertador, o la chicharra de una escuela son adecuados. Bufo venda los ojos de Jerónimo. Pablo le pone una pistola en la sien. Comienza un interrogatorio implacable.

ACTOR.— ¿Cuál es tu última voluntad?

JERÓNIMO.— No me molestes.

ACTOR.— ¿Cigarros, alcohol, alguna droga... ?

JERÓNIMO.— ¡No me estés jodiendo!

ACTOR.— ¿Saliste reprobado?

JERÓNIMO.— Sí, fue por tu culpa.

ACTOR.— ¿En Deportes?

JERÓNIMO.— Sí.

ACTOR.— En Matemáticas.

JERÓNIMO.— Sí, fue por tu culpa.

ACTOR.— Siempre mi culpa... ¿Cuál es tu última voluntad?

JERÓNIMO.— ¿Voy a morir?

ACTOR.— ¿Quieres veneno?

JERÓNIMO.— ¿No has visto a los demás?

ACTOR.— ¿Demás?

JERÓNIMO.— Demás.

BUFO.— ¿Qué es eso?

ACTOR.— ¿Demás?

JERÓNIMO.— Demás.

BUFO.— Demasdemasdemasdemás...

ACTOR.— ¿Qué es eso?

JERÓNIMO.— No lo sé. ¿Una palabra?

BUFO.— ¿Y qué significa?

JERÓNIMO.— No lo sé.

BUFO.— No lo sabe.

JERÓNIMO.— Ya no.

ACTOR.— ¿Quieres veneno?

JERÓNIMO.— Lo sabía.

ACTOR.— ¿Veneno?

JERÓNIMO.— Un vaso de agua.

Bufo le ofrece una copa de metal.

ACTOR.— (A Bufo) ¿Tiene todo?

JERÓNIMO.— (Mira receloso el contenido de la copa) Gracias... ¿Y?... ¿Cómo te ha ido? ¿Qué has hecho? ¿Qué dice el Teatro?

ACTOR.— Estoy ensayando mi nuevo, mi último... es decir mi más reciente personaje: sucedió frente al espejo... ¿Qué fue lo que te dije?

BUFO.— Estoy ensayando mi nuevo, mi último... es decir mi más reciente... (El Actor obliga a Bufo a meterse a su baúl) ¡Personaje!

ACTOR.— ¡Sucedió!... Suicidio... frente al espejo.

JERÓNIMO.— Ah, sí... me dijeron que estabas ensayando Romeo y Julieta. ¿Pero eso fue el año pasado, no?

ACTOR.— (Le quita la copa y representa un fragmento de su versión a Romeo, antes del suicidio. Bufo surge de su baúl y le ayuda a representar la escena) Julieta, por qué estás aún tan hermosa? Tus ojos brillan. Voy a morir contigo. Déjame sellar con un beso mi eterno pacto con la muerte. (Besa la copa) Ven áspero y vencedor veneno. Mi cuerpo, harto de combatir con la vida... quiere perderse en los abismos. Brindemos.

EL ACTOR CAE FULMINADO. JERÓNIMO APLAUDE CON ENTUSIASMO.

JERÓNIMO.— ¡Bravo! ¡Genial, maestro! ¡Déjame darte un abrazo! (Se dan un aparatoso abrazo. Repentinamente, Jerónimo se pone serio) Pero no lo vuelvas a hacer, es de mala suerte.

ACTOR.— ¿Ensayar frente al espejo?

JERÓNIMO.— No. Suicidarse frente al espejo. Es de mala suerte. Dicen que tu alma se queda dentro, atrapada.

ACTOR.— Por favor, Jerónimo; nunca pensé que fueras un supersticioso.

JERÓNIMO.— Nunca lo he sido.

BUFO.— Pero insisto en que es de mala suerte.

JERÓNIMO.— Pero insisto en que es de mala suerte.

ACTOR.— Mejor me suicido en otra parte.

BUFO.— !Se aproxima el juego más vital!

JERÓNIMO.— ¿Y si mejor te mato?

ACTOR.— (Emocionado) ¡Bruscamente!

JERÓNIMO.— (Feliz) ¿Te acuerdas?...

ACTOR.— Cuando jugábamos en la cocina de tu abuela...

JERÓNIMO.— ¡Muerte brusca, sí! ¿Cuáles eran las reglas?

BUFO.— ¡Artículo tercero!

ACTOR.— ¡Artículo tercero, sí! ¿Qué es más importante? ¿Las reglas del juego... ?

JERÓNIMO.— ¡O el juego sin reglas!

ACTOR.— ¡El juego de la regla rota!

JERÓNIMO.— ¡Artículo mortis!

BUFO.— ¡Mortis mortibus!

JERÓNIMO.— ¡Todo aquel que viole o desobedezca estas reglas será condenado a la pena máxima...

TODOS.— ¡MUERTE BRUSCA!

EL ACTOR TOMA LA PISTOLA Y DISPARA TRES TIROS A JERÓNIMO, QUIEN CAE SÚBITAMENTE AL PISO. EL ACTOR TRATA DE REANIMARLO CON LA AYUDA DE BUFO.

ACTOR.— ¡Jerónimo! ¡Jerónimo despierta! ¡Acaban de matar al maestro de Matemáticas!

JERÓNIMO.— (Se levanta sorpresivamente) No, Pablo, no. Al maestro de Matemáticas no lo asesinaron. Simplemente se arrojó, se tiró, precipitó. Se hizo trizas; salió en el periódico. Todo el mundo lo sabe. Se arrojó. Se hizo trizas...

TODOS.— ¡SE SUICIDO!

JERÓNIMO.— (Adopta la actitud de un maestro de Matemáticas) Vamos a ver, jóvenes, miremos. El día de hoy analizaremos la Teoría del suicidio y sus principales corolarios. Axioma A... (Al Actor) A ver, usted. Diga Ahh por favor.

ACTOR y BUFO.— Aggh, gahhh, guihuu, gaiiuuu...

JERÓNIMO.— ¡Suficiente! El suicidio como todos sabemos es una actividad peligrosa que puede llevar al individuo a diversos estados de alteración. Tenemos por ejemplo los suicidios que comienzan con una perturbación del pneuma. Asimismo, los hay parecidos a la muerte lenta, muy semejantes a los provocados por muerte brusca, pero no tanto. La diferencia estriba en si el sujeto se toma demasiado en serio o no. Tenemos el suicidio de Romeo, con veneno por supuesto. El lento pero aproximado, que es una variante de la muerte brusca. Tenemos ese suicidio, ese otro... y tenemos además, el además.

ACTOR Y BUFO.— Gauuu, gauiii, gaushhh, shiuuuuu, aghh.

JERÓNIMO.— (Al Actor) ¿Cuál es su nombre, joven?

ACTOR.— Pablo.

JERÓNIMO.— (Indignado) ¡Pablo! (Lo observa con atención) Pablo, usted y yo resolveremos juntos la siguiente ecuación. Acuéstese en el piso. Levante ese brazo. (El Actor levanta, por ejemplo, el brazo izquierdo) ¡Ese brazo no! ¡El otro! (El Actor levanta el brazo derecho) ¡No, ése no! Levante exactamente ese brazo y no el otro. (El Actor confundido levanta uno y otro brazo) ¡Levántelo!... Muy bien. Ahora, usted va a recibir un pequeño obsequio. (Le da una rosa. Bufo, a su vez, corre por un ramo de rosas negras y las va colocando alrededor del cuerpo del Actor) Repita después de mí.

El Actor repite torpemente cada verso mientras flexiona piernas y brazos. Jerónimo lo cubre con una tela negra a manera de sudario. Bufo es el cómplice de Jerónimo en esta especie de ceremonia.

EL ACTOR Y JERÓNIMO.—

MUERTO SOY

MUERTO SIN POLVO

SIN EMBARGOS Y SIN PEROS

MUERTO SIN SAL

CON DIENTES Y CON PELO

MUERTO SOY

SIMPLEMENTE

SIN CUIDADO

SIN ANTEOJOS

SIN MALETA

MUERTO SOY

DESNUDO

YO SOLO

Y SIN ZAPATOS

ACTOR.— (Gime) ¿¡Maestro, puedo ir al baño!?

JERÓNIMO.— (Continúa con su "cátedra") El suicidio...

ACTOR.— (Aúlla) ¡Maestro!

JERÓNIMO.— Silencio. Despejemos juntos la siguiente incógnita:
Capítulo primero: Usted se encuentra en su casa; solo y angustiado; triste, cabizbajo; sin hambre, desolado; herido y fatigado; se siente culpable, amordazado.
Capítulo segundo: Usted sale corriendo hacia la calle. Baja las escaleras del metro. Mira venir el convoy. Se decide. Todo es metal naranja y luz verde. El convoy se acerca, se acerca cada vez más aprisa. Usted está dispuesto. Mira venir el inmenso convoy...
¡Y en ese preciso instante!...

ACTOR.— ¡Qué bruto!

JERÓNIMO.— (Muy serio) De qué te ríes.

ACTOR.— Del maestro de Matemáticas. Es que eso de suicidarse en el Metro... ¿No has visto el anuncio? “!Por favor no se suicide en el Metro, piense en el tiempo de los DEMÁS!”

JERÓNIMO.— (Gélido) ¿Te pido un favor?

ACTOR.— (Bromista) ¿De aquí hasta el fondo de la coladera? ¿Qué desea su INMINENCIA?

JERÓNIMO.— ¿Podrías dejar de escupir estupideces?

ACTOR.— Disculpe, señor Profesor. No quise ofenderlo. Yo... ¿Me va a reprobar?

JERÓNIMO.— ¿Te callas? Estoy hablando en serio.

ACTOR.— ¿Qué? ¿Así no juegas? Uyy sí. No hay problema. ¿No quieres un café?

JERÓNIMO.— No, gracias. Pero podrías prestarme tu teléfono. Es algo que no te importa. Es algo que jamás te importaría. Es una llamada urgente. ¿Me prestas tu teléfono?

ACTOR.— Claro que no...

JERÓNIMO.— ¿No?

ACTOR.— (Desarmado) Está bien. Habla.
Jerónimo marca un número telefónico interminable. Bufo y el Actor llevan a cabo un insólito juego de naipes.

JERÓNIMO.— Una porquería, todo es una porquería. Estoy harto. ¿El juego más importante que las reglas? Pobre Pablo. Tú insistes demasiado y el juego terminó hace mucho tiempo. ¿A dónde vas? ¿A dónde quieres ir? Un día me descubrí hablando con un payaso insoportable. ¿Quién cambió? ¿Quién se volvió un desconocido para el otro? Estoy harto. Yo ya no vuelvo. Yo ya no voy a jugar.

BUFO.— Tercia de qüinas, dos reyes, dos jotos y un caballo... Jaque mate.

ACTOR.— ¿Y eso? ¿Qué clase de estúpido juego es éste?

BUFO.— Un estúpido juego sin reglas. O qué, ¿ya no te gustan?
Jaque mate y muerte brusca. ¡Salud!

JERÓNIMO.— Pero... parece que tu teléfono está suspendido. Mejor hablo desde un teléfono público. Espero que no te moleste.

ACTOR.— No, ¿cómo crees? Yo de todos modos me iba a dar un...

BUFO.— Un balazo.

ACTOR.— Un baño. Me iba a matar al baño cuando llegaste... A meter. Así que si me permites...

JERÓNIMO.— Claro.

BUFO.— Además no tarda en venir Verónica.

ACTOR.— Además no tarda en venir Verónica.

JERÓNIMO.— ¿Quién?

ACTOR.— Verónica. ¿La conoces?

JERÓNIMO.— Se me hace tarde. Luego nos hablamos.

BUFO.— Ándale.

ACTOR.— Adiós. Cuídate, si puedes.

Jerónimo sale de escena. En ese momento se escucha el estruendoso choque de un automóvil. Gritos y sirenas. Bufo y el Actor se miran desconcertados. Entra Verónica intempestivamente. Es una mujer joven, pero viste como una niña. Trae una bolsa de almacén.

VERÓNICA.— ¡Puf... vengo muerta! (Cae fulminada. El Actor y Bufo corren a confortarla. Verónica se levanta sorpresivamente.) ¡Hay un tráfico...! No tienes una idea. Un tráfico espantoso. (Siempre al Actor) Pero qué cara. Parece que te hubieran golpeado. Por cierto, a que ni sabes con quién me acabo de encontrar en el elevador: a tu psiquiatra. ¡Qué tipo! (Bufo le da un vaso de agua) ¡Pero cómo no lo pensé! ¿Acaba de estar aquí, verdad? Se nota. ¿A qué vino? (Se toma el vaso de agua mientras observa al Actor) Por eso tienes esa cara... Pero siéntate, mi amor; estás muy pálido.

ACTOR.— ¿Y tú? ¿Cómo has estado tú?

VERÓNICA.— ¡Mira lo que te compré! (Saca un libro enorme de la bolsa de almacén) Acaban de editarlo. La traducción es una porquería, pero las ilustraciones son de sueño. Además te dice en veintinueve lecciones todo lo necesario. Eso sí: debes seguir las instrucciones al pie de la letra, pero con un pequeño esfuerzo...

ACTOR.— Verónica te estoy hablando. ¡Verónica, cómo demonios has estado!

VERÓNICA.— Una joya. Incluye recetas de cocina, crucigramas, el horóscopo al día y un paquete de adivinanzas varias. Pague una fortuna claro, pero al final...

ACTOR.— ¡Maldita sea, Verónica! ¿¡Me vas a contestar!? ¿¡Cómo has estado!?

Verónica deja caer el libro. Bufo lo toma y lo lee plácidamente.

Verónica.—(Conmocionada) ¿Bien? ¿Todo está bien?

ACTOR.—¿Necesitas ayuda?

VERÓNICA.— Soy fuerte.

ACTOR.— ¿Por qué tienes los ojos tristes?

VERÓNICA.— Soy dueña de mis actos.

ACTOR.— Así que ya no eres una niña.

VERÓNICA.— Nunca lo he sido.

Bufo se sienta en una silla. Saca de una bolsa un paquete enorme de palomitas y silenciosamente las consume mientras observa atentamente al público.

ACTOR.— Recuerdas, ayer, cuando estuvimos solos.

VERÓNICA.— ¿Ayer?... ¿Quién quiere hablar de eso?

ACTOR.— Yo.

BUFO.— (Anuncia) ¡Soledad! ¡La película! ¡Véala en su cine favorito!

VERÓNICA.— ¿Ayer?... Estuve sola. Me compré una paleta de limón en la tienda de la esquina. Ayer me soñé caminando sola por la calle; y en mi sueño me decían, no sé quién, pero me decían que me habían visto comprar una paleta de limón en la tienda de la esquina.

BUFO.— ¡Soledad! ¡Una película!, ¡pero qué película!

ACTOR.— Ayer hacía calor. Me quité la camisa y los zapatos. Hacía calor y me tomé un vaso de agua.

Bufo los moja con una regadera. Luego pasea con un paraguas abierto.

VERÓNICA.— Me gusta comprar paletas de limón. Son frías pero me besan los labios y la lengua. Me gusta sentir el vacío de mi estómago cuando me siento sola, sentada en cualquier banca del parque, mirando la gente que pasa.

BUFO.— Conozca la conmovedora historia de Verónica: simple mortal en busca del Amor. ¿Su mayor fantasía?

VERÓNICA.— ¿Vendrás? ¿Vendrás a mí, caballero de los brazos fuertes?

BUFO.— Ella no sabe que pronto llegará a ella, a su melancólica soledad: ¡El Hombre!

VERÓNICA.— Un caballero de piel tibia. Hermoso y fuerte.

ACTOR.— ¿Ayer? Ya casi no me acuerdo. Alguien decía que tenía que ser valiente como un torero.

BUFO.— Sí, pronto llegaría Pablo. Un Hombre que le ofrecería todo su amor. Todo el amor que él podía ser capaz de dar.

VERÓNICA.— ¿Vendrás? ¿Vendrás a mí?

ACTOR.— Y me dijeron: Cuando seas grande serás vigoroso y audaz. Cabalgarás con armadura y una espada. Eso dijeron. Pero no. Yo no soy azul, nunca lo fui, ni mucho menos príncipe.

BUFO.— Y sucedió. El Hombre y la Mujer se conocieron. No se la pierda. Soledad. Consulte su cartelera.

BUFO.— (A Verónica) ¿Cómo fue todo? ¿Cómo fue que nos conocimos?

VERÓNICA.— ¿Sucedió como en el Teatro, como en el Cine? ¿Verdad que sucedió como en el Cine?

ACTOR.— Sí, algo así... claro.

BUFO.— Por lo menos sucedió en el cine.

ACTOR.— Esa tarde fui al cine.

VERÓNICA.— Esa tarde me fui... al cine.

BUFO.— Fueron al cine.

VERÓNICA.— Me senté en la butaca que yo elegí. Estuve mirando las caras de la gente y te vi. Tú también habías escogido tu lugar, sin mucho ruido. Bueno, es una manera de decirlo.

ACTOR.— Estás sugiriendo que fui un escandaloso.

VERÓNICA.— Lo afirmo. Fuiste escandaloso.

ACTOR.— (Cínico) Fue para llamarte la atención

VERÓNICA.— Debo decir que lo lograste. Nunca vi la película.

BUFO.— ¡Soledad!

ACTOR.— (Admirado) ¿¡No la viste!?

VERÓNICA.— Tampoco tú.

ACTOR.— Claro que sí... Todavía me acuerdo.

VERÓNICA.— ¡Pero Pablo! ¡Te corrieron del cine!

BUFO.— Por escandaloso.

ACTOR.—¿Sí, verdad? Y tú saliste tras de mí... clamando.

VERÓNICA.— No seas vanidoso.

ACTOR.— No soy vanidoso, pero saliste tras de mí... clamando.

VERÓNICA.— No me voy a poner a discutir.

ACTOR.— ¿Y te acuerdas, en la calle?

BUFO.— ¿Les gustan las comedias musicales?

ACTOR.— ¡Las detesto!

VERÓNICA.— En la calle fue como de cuento. Mejor dicho fue como... Como una...

ACTOR.— ¿¡Una comedia musical!? ¡No, ni se te ocurra, por favor!

VERÓNICA.— Me acuerdo que yo era Ginger Rogers y tú... tú eras...

BUFO.— ¿Fred Astaire?

ACTOR.— (A Bufo) ¡Todo lo que quieras menos Fred Astaire!

VERÓNICA.— Me quitaste las palabras de la boca... tú eras Fred Astaire.

ACTOR.— Lo dijo... ¡Lo dijo!

Música de comedia musical. Los personajes ejecutan una comedia musical rosa.

BUFO.— Hola muy buenas piernas.

ACTOR.— ¡Hola! Muy buenas tardes.

VERÓNICA.— ¡Hola! ¡Gusto, mucho!

ACTOR.— ¿Para dónde vas?

BUFO.— ¿Pequeños pliegues en los sitios más inusitados?

VERÓNICA.— Pasaba por aquí y pues pasaba.

ACTOR.— Yo también iba esperándote, pasando. ¿Te gustó la película?

VERÓNICA.— Sí. Es decir no. No la vi.

ACTOR.— Yo también. Yo tampoco la vi.

BUFO.— Dulces tensiones aliviadas. Húmedas sensaciones. Olores varios.

VERÓNICA.— ¿Te puedo hacer una pregunta?

BUFO.— ¿Te gusta el sexo oral?

ACTOR.— Claro, cómo no.

BUFO.— ¿Exactamente ahí, o a un lado?

VERÓNICA.— ¿Cómo dijiste que te llamabas?

ACTOR.— Pablo. Me llamaba Pablo. Soy talentoso y por supuesto soy actor. Luego te doy mi tarjeta.

VERÓNICA.— Sí bueno, pero en qué trabajas.

BUFO.— ¡Basta! ¡Silencio, por favor silencio!

Cesan abruptamente música y coreografía. Verónica cae al suelo, fulminada.

ACTOR.— ¿¡Qué pasa!?

BUFO.— Es terrible... pero lo peor sucedió antes del desayuno, como siempre. Lo peor, ni más ni menos; antes del desayuno.

ACTOR.— ¡Qué! ¿Cuál desayuno?

BUFO.— El de ustedes. Despierta a tu mujer. Pregúntale si los prefiere revueltos o estrellados.

ACTOR.— ¡Pero si nos acabamos de conocer!

BUFO.— ¿Conocer? ¿Qué no vivieron juntos?

ACTOR.— ¿Vivimos?

BUFO.— ¿Viven?

ACTOR.— ¿Qué?

BUFO.— Sí, eso es lo que digo yo. VIVEN juntos... por ahora. Muy bien, entonces cómo quieren su desayuno.

ACTOR.— ¡Insistes!

BUFO.— ¡Ajá! Sí.

ACTOR.— Pues lo queremos en la cama, por favor.

BUFO.— Perdón, ¿cómo dijiste?

ACTOR.— El desayuno en la cama y rapidito por favor.

BUFO.— ¿Estás soñando?

ACTOR.— (Turbado) ¿¡Qué!?

BUFO.— No importa, no. Veré que puedo hacer por ti.

BUFO SALE DE ESCENA.

ACTOR.— ¿Verónica? ¿Duermes, Verónica?

VERÓNICA.— ¿Pablo?

ACTOR.— Sí.

VERÓNICA.— ¿Estás aquí? No te vayas... La vida es demasiado grande.

ACTOR.— No te preocupes. Yo te voy a cuidar.

VERÓNICA.— (Pausa) Te equivocas, Pablo. No me gusta que me cuiden. (Se levanta desorientada)

ACTOR.— (Protector) ¿Tienes frío? ¿Quieres que te preste un suéter?

VERÓNICA.— ¿Un suéter? (El Actor la abraza dulcemente) ¿Una piel tibia? (Lo aleja) No me toques.

ACTOR.— Eres una niña.

VERÓNICA.— Soy una mujer. (El Actor la abraza de nuevo. Ella dice fríamente...) Soy fuerte. (Y se aleja hacia el espejo. Lentamente, cepilla su cabello)

Bufo entra con una charola vacía.

BUFO.— Dígame, señor. ¿Usted la ama?

ACTOR.— ¿Quiere una respuesta simple?

BUFO.— Quiero una simple respuesta. ¿La ama?

ACTOR.— Sí.

BUFO.— ¿Y ella?

ACTOR.— Verónica es egoísta.

VERÓNICA.— ¿Cómo empezar? Ayer estaba sola y me dijeron:
¿No quieres venir?
¿Cómo seguir?... Ahí estaba ese curioso ser, ese chiflado escandaloso. Tenía los ojos vivos y en cada mano una sorpresa...
Y comencé a querer amarlo.

ACTOR.— ¿Una decisión?

BUFO.— Un imposible.

VERÓNICA.— Pasó el tiempo y comencé a recordar ese desear amarlo. Y seguí y me perdí... Y me olvidé. Me confundí conmigo misma.
Confundí mi voluntad de amar con el amado mismo. Olvidé tanto que imaginé querer con toda mi verdad al hombre de los ojos vivos.
Olvidé, pero después lo supe. Me enteré de mí misma. Estaba enamorada de la imagen que yo misma quise crear. (Deja de cepillarse, mira impasible al Actor)

BUFO.— No, no, no, no y no. La verdad es más simple y menos complicada: Verónica es incapaz de dar amor y sobre todo es incapaz de recibirlo. ¿O tú qué piensas? (Sale presuroso ante la mirada fulminante del Actor)

ACTOR.— Oye, Vero... ¿No crees que es tiempo de que tengamos un bebé. Un bebito con mi cara y con tu cara, así... mezcladas. Sería sensacional, ¿no crees? Con tu cara con mi cara. (Ante la elocuente mirada de Verónica) No, ¿verdad? No es una idea brillante. No.

VERÓNICA.— (Como si estuviera sola) Pablo es un sordo. Pablo es un gatito torpe. ¿Y yo? Yo me voy.

ACTOR.— ¿Con quién, Verónica?

VERÓNICA.— Me voy, Pablo; simplemente.

ACTOR.— ¿Buscas un héroe de mil batallas?

VERÓNICA.— Adiós, Pablo

ACTOR.— Un héroe fantástico. Matará al dragón. Levantará un castillo para ti.

VERÓNICA.— Eres un idiota. Nunca vas a cambiar. (Sale furiosa de escena).

ACTOR.— Te construirá una torre y tú en silencio lo amarás. Lejos de él; mientras conquista el mar, dragón de tantas olas. Una historia perfecta para ti, Verónica; para ti, tan sola.

Entra Bufo-el Globero con gran estrépito. Trae consigo una misteriosa bolsa de papel estraza de las que se usan para el pan dulce, pero esta vez la bolsa contiene un globo lleno de agua que apenas se asoma al público.

BUFO.— Le venimos estudiando, le venimos excitando, le venimos lubricando, le venimos erectando. Le pintamos, le sacamos, le introducimos, le metemos paso a paso, poco a poco: ¡la singular, la nunca vista! Lo contiene, lo tranquiliza, lo mediatiza, lo acompaña, no lo deja solo. Lo pertenece, lo incorpora, lo adhiere, lo pega, lo succiona. Usted no intenta, no ejecuta, no tiene de qué, no tiene sino qué. Se inercia, se deja, se hamaca, se alfombra y se algodona. Sin compromiso, sin esfuerzo y sin maniobras... ¡Llévelo!

ACTOR.— (Emocionadísimo) ¿¡Y cuánto cuesta!?

BUFO.— ¿De veras le interesa?

ACTOR.— ¡Pues sí, pues claro, sumamente!

BUFO.— Por ser para usted...

ACTOR.— ¿¡Sí!?

BUFO.— No. Mejor no. Disculpe a usted no se lo podemos vender.

ACTOR.— (Indignado) ¿¡Por qué no!?

BUFO.— (Misterioso) Es peligroso. (Lo abraza) Usted sabe. Usted sabe que no sirve de nada saber y mucho menos criticar. Por lo menos aquí.

ACTOR.— (Cada vez más indignado) ¿Saber qué cosa, criticar qué cosa? ¿Y qué quiere decir con aquí?

BUFO.— Criticar, saber. Es inútil. Como el psicoanálisis.

ACTOR.— ¡Oiga no! ¡A mí nadie me va a venir con discursos!

BUFO.— Si yo mismo le dije que aquí no. ¿Qué? ¿Ya se enojó?

ACTOR.— (Se contiene) No, cómo cree. (Reflexiona) Oiga...

BUFO.— ¿Sí?

ACTOR.— ¿No me podría vender aunque sea tantito?

BUFO.— Lo siento, señor, pero está prohibido. Por lo menos durante las horas hábiles.

ACTOR.— (Con la intención de discutirle todo) ¿Y por qué hábiles?

BUFO.— Las de trabajo, Señor. ¿No tenía usted que irse a trabajar?

ACTOR.— ¡Ay la entrevista!

BUFO.— ¿Entre qué?

ACTOR.— ¡Qué barbaridad, la entrevista!

El Actor arregla el "departamento" muy de prisa, sin demasiado éxito. Saca al Globero de escena como si fuera un mueble. Se peina, se arregla y corre hacia la puerta. En ese momento suena el timbre del teléfono. Corre hacia el teléfono, pero antes de llegar se detiene en seco: se vuelve a peinar y muy seguro de sí va hacia la puerta. Entra Bufo-el Globero por primera vez con globos. El Actor furioso va a contestar el teléfono que parece sonar cada vez más fuerte. Bufo se mantiene inmóvil en la puerta como si fuera un vendedor.

ACTOR.— (A Bufo) ¡Qué se le ofrece! (Bufo no contesta) (Al teléfono) ¡Bueno! (Al estático Bufo) ¡No quiero globos! (Agresivo) ¿Me oyó? ¡Que no quiero globos! (Para sí) Nunca me han gustado los globos. (Corre furioso hacia Bufo quien huye despavorido dejando la puerta abierta)(Al teléfono) ¡Bueno! Disculpe, casi no le oigo. ¿Sí?... ¿Por qué no vuelve a marcar? ¿Qué cosa?... ¿¡Eres tú, mami!? ¡Mamá, mamita; qué sorpresa! Gracias por hablar... No me lo digas, ¿no sabes cuántos cumplo?... (Entra Bufo y coloca sigilosamente decenas de globos por todo el escenario. Bufo, EXCLUSIVAMENTE PARA LOS OJOS DEL ACTOR, sólo es observable en movimiento, ya que al congelarse, mágicamente se vuelve invisible) ¿Por qué no me hablaste por cobrar?... No, no exageres, no. Yo nunca te he insultado. Además eso fue el año pasado... Sí, antes de tu accidente... ¿Cómo?... Sí, mami; muy bien... ¿Salió mi foto?... Bueno, será porque soy joven, ¿no crees?... Pues todavía, sí... ¿En dónde?... ¡Uy, no te imaginas! ¡Todo un éxito! ¡Éxito rotundo, sí!... De Shakespeare... A Romeo... Que yo hago a Romeo... ¡Claro que es importante! Ojalá pudieras venir a verla... Bueno, sí; me imagino que en tu estado... ¡Que soy qué!... (Bufo se emociona tanto con su "arreglo global", que deja al descubierto su pequeño truco. El Actor parece planear una estrategia de ataque) Permíteme un momento, ¿sí, mami?... No tardo... Sí, ya sé que es larga distancia, pero no tardo... Sí, no tardo, eh... (Corre como un energúmeno tras de Bufo, pero éste logra escapar. Cierra la puerta con varias vueltas de llave y muy molesto "continúa" su conversación telefónica) ¡Diga!... (Iracundo) ¡Muy buenas tardes!... ¡No, señor; está equivocado!... ¿¡Qué número dice que marcó!?... ¿¡Qué cosa!?... ¡No señor yo no he recibido ningún anticipo!... ¡Por supuesto que no me apellido Incháustegui!... ¿¡Cuál contrato!? ¿¡Cuál departamento!? ¿¡Está loco!?... ¡No, de ninguna manera!... ¿Cómo?... ¡Pues demándeme si puede!... ¿¡Qué!?... Mire, ni me llamo Romero, ni rento nada, ni... Óigame, no tiene por qué insultarme... ¿Montesco?... Pues usted será el estúpido y no tengo por qué decirle mi apellido... ¿Quién?... ¿Ah sí? ¡Pues vaya usted mucho a llamarle a su madre! ¿Bueno? ¡Bueno! Bueno... (Oscuro. Cuando se prenden las luces el Actor permanece inmóvil junto al teléfono)(Ausente) ¡Qué barbaridad, la entrevista! (Otra vez oscuro. Cuando se prenden las luces, el Actor está frente al espejo, se ve lejano, sin fuerzas) ¡Qué barbaridad, la entrevista!

Se escucha un blues lento. El Actor se pone lentes oscuros y se sienta tomando varias poses como si modelara frente a una cámara fotográfica. Al fondo del escenario vemos el arribo de un elevador que está dentro del departamento-camerino. Vemos las figuras de los Padres-Reporteros a contraluz detrás de las puertas translúcidas del artefacto. Se abre el elevador. Los Padres visten como en los años 40s. Cargan sendas maletas. Ella está embarazada. Al entrar revisan quisquillosamente el "departamento".

LA MADRE.— ¿Lo rentan con o sin muebles?

ACTOR.— (Turbado) Disculpen...

EL PADRE.— (Mirando al Actor y luego al departamento) Es horrible.

LA MADRE.— Por supuesto que es horrible, por eso piden cincuenta mil. (Al Actor) Vimos el anuncio, joven. No tenemos mucho tiempo para buscar casa... Mire, si usted nos deja los muebles... ¿Qué dice? Le ofrecemos noventa mil con todo y muebles.

ACTOR.— Señora, parece que hay un error.

EL PADRE.— Hay un grave error. No debimos venir. Es horrible. (Sigue mirando al Actor) Con o sin muebles es horrible.

ACTOR.— (Al Padre) Déjeme explicarle.

EL PADRE.— No se esfuerce, joven. Buscamos algo mejor. Tenemos prisa, pero buscamos algo mejor. (A la Madre) Vámonos.

LA MADRE.— (Al Padre) No, Pablo, mira... está bien. Quitamos algunos muebles, pintamos, alfombramos y con algunas plantas...

EL PADRE.— ¿No bromeas?

LA MADRE.— (Al Actor) Le ofrezco cuarenta mil. Sin muebles claro. ¿Mañana mismo puede usted desocupar?

EL PADRE.— No le quites su tiempo al joven. (Mira al Actor, luego al departamento) Es horrible. Definitivamente horrible. Muchas gracias, joven. No sufra. No le faltará quién.

LA MADRE.— (Al Padre) ¿!Ya decidiste!?

EL PADRE.— (Concluyente) ¡Es horrible...!

LA MADRE.— (Convencida) Muy bonito su departamento, joven; pero buscamos algo mejor. No se desespere, no le faltará quién.

EL PADRE.— Buenas tardes.

LA MADRE.— Compermiso.

El Actor parece acompañarlos a la puerta del elevador, pero repentinamente los Padres lo hacen pasar adelante y lo empujan dentro. Confirman que el elevador está en otro piso y se adueñan del departamento. La luz cambia rotundamente: parece un día soleado, perfecto para un día de campo. La Madre extiende un mantel sobre el piso y lleva a cabo todos los preparativos para un curioso picnic. Vemos descender al Actor asido a una cuerda. Él, recorrerá durante esta escena, desde el momento de su nacimiento hasta la edad que tiene al comienzo de la obra.

LA MADRE.— (De su vientre surge una pelota roja brillante. Ambos padres se relacionan con ella o con el Actor, como si fuera una sola entidad) Míralo, Pablo. Es tu hijo.

EL PADRE.— Así que hoy es el cumpleaños de este desgraciado. ¿Y cuántos cumple, eh?

LA MADRE.— (Hace cuentas sin gran éxito) Déjame pensar... en mil novecientos...cinc.. no en mil nov...


EL PADRE.— Qué manera de cambiar... ¿Así fue como lo dejamos? Brazos largos, manos, ombligo en su lugar... Más o menos alto... ¿Y en qué trabaja?

LA MADRE.— Es actor, Pablo... Creo que salió en una obra de... de Cervantes sí... Salió en el periódico.

EL PADRE.— ¿Y de qué salía?

LA MADRE.— De Romeo, creo... Pero míralo, mira qué delgado está. Y esa cara. Seguro padece insomnio, como tú, Pablo; como tú... estoy segura.

EL PADRE.— Exageras. Es un poco delgado... pues porque es delgado y no por otra cosa.

ACTOR.— Mamá, querida mamá. Mamá, papá. Papá, mamá. ¿Mamá? ¿Papá?

LA MADRE.— Es evidente.

EL PADRE.— No tanto.

ACTOR.— Mamá, estoy sentado en tu vientre; todo es calmado y tibio. Dile a papá que estoy bien. Todo es burbuja y rojo. Escucho un pequeño tam tam, burbuja y rojo... Tam tam, tam tam...

A partir de este momento los Padres ejecutan un juego entre infantil y sexual. El Actor se convierte en un elemento obstaculizador de la situación, pero al que no dejan de tomar en cuenta; no sin enfado, no sin resignación.

EL PADRE.— (Como una clave secreta para iniciar el rito amoroso—sexual) Veinticinco cincuenta, la número veintiséis.

LA MADRE.— Con una, con dos, con tres: te saco la vuelta y de dejo de a seis.

ACTOR.— Papá, querido papá. ¿Por qué todo es como es, por qué no puede ser de otro modo?... ¡Mamá!

LA MADRE.— (Acude brevemente al llamado de su hijo) Corre, vuela, salta. A ver si no te asaltan, a ver si no te matas.

EL PADRE.— (Protestando por la intromisión del "pequeño") ¡Fuera y pido, que se vaya el demonio, que se vaya si vino. (Besa intensamente a la Madre).

ACTOR.— Estoy en el agua, papá. No te vayas tan pronto, ¡mira qué bien sé nadar! ¡Como un pescado, mamá! ¿Lo estoy haciendo bien? (Se aferra de las piernas de sus padres).

EL PADRE.— (Molesto, arroja al "pequeño" de una sonora patada en el trasero) Pido cielo y tierra... (Luego, le da "consejos") Corre por encima, corre por abajo, frena para atrás, sube la escalera, salta para abajo, ahora no des brincos, quédate sentado... ¡Salta! ¡Salta!!! (El Actor, confundido ante las órdenes de su papá, da un enorme salto y se queda inmóvil en el suelo) Eso es.

LA MADRE.— (Aparentemente lo consuela. Lo cubre con el mantel) Con una, con dos con tres. Si te atrapo tú te duermes; si te alcanzo no te suelto y te convenzo.

ACTOR.— (Al Padre, al ver que éste toma sus maletas y se intenta marchar) ¿Te vas otra vez, papá? ¡Que tengas buen viaje, que te diviertas!

LA MADRE.— (Deja al "niño" y alcanza al Padre) Por aquí pasó Colón y mejor tomó un avión. (Realizan un "viaje" por el escenario)

ACTOR.— (Juega a solas) Una, dos y tres... Dos pasitos, dos. Muy bien. ¿Lo estoy haciendo bien? No, tú no. Tú menos. Tú tampoco. Uno, dos, y tres. Dos para dos son tres, dos y tres son seis. ¿Lo estoy haciendo bien? No, tú no. Tú menos. Tú tampoco.

LOS PADRES REGRESAN DEL "VIAJE"

LA MADRE.— (Al Actor) A ver, a ver. Una sonrisita, dos, tres sonrisitas.

EL PADRE.— Ríete desgraciado. A ver sonrisita... Sonrisita... Te voy a romper los dientes.

LA MADRE.— ("Cariñosa") ¿De qué te ríes imbecilito. A ver sonrisita, así, así. ¡Pero qué taradito, qué tontito! (La Madre cesa el juego con el Actor, coquetea al Padre con otra falsa adivinanza iniciando una vez más el coqueteo—rechazo) ¿Corre, se ahueca, salta y viene para afuera?...

EL PADRE.— ¿Quieres que te conteste al revés? (Vuelven a perseguirse, finalmente levantan el mantel y continúan el juego sexual en un cama instantánea y vertical —el mantel— que solamente deja ver las caras de los padres).

ACTOR.— Estoy volando, respiro. Vuelo y me elevo cuando quiero. ("Se mete a la cama" con sus padres) ¿Estás dormido, papá? ¿Hoy no me vas a pegar? ¿Tú tampoco, mamá? (Sale de la cama) ¡Mis papás no pegan, mis papás no me pegan. ¿Entonces por qué me duele, por qué me duele tanto?

Los Padres dejan la sábana y ponen total atención al Actor.

EL PADRE.— ¡Cómo que te duele... y por qué te duele! ¡Explícate!

LA MADRE.— Déjalo, Pablo. Déjalo que se acostumbre, que se acostumbre.

EL PADRE.— ¿Y luego que nos eche la culpa? ¡Eso sí que no!

LA MADRE.— (Asombrada) ¿La culpa?... ¿La culpa de qué?

ACTOR.— (Su Padre, cariñosamente brusco, conduce al Actor al espejo, y cariñosamente brusco le quita la camisa y le lava las orejas) Tengo la nariz de mi madre y las orejas de mi tío. Tengo las cejas de mi abuelo, el cuello de mi papá... Los hombros y los pies son míos.

LA MADRE.— (Conmovida) Míralo, Pablo; ¡es tu hijo!

EL PADRE.— (Refunfuñón) Y el tuyo también.

LA MADRE.— (Emocionada) ¡Soy madre!

EL PADRE.— ¿Y qué con eso? Yo también lo digo: ¡Soy el padre! ¿Y qué?

LA MADRE.— No es lo mismo, no es igual.

EL PADRE.— (Arrojando al "niño" fuera de la discusión) ¿¡Quién dice!?

LA MADRE.— ¡No fastidies!

ACTOR.— (Repentinamente recobra su edad auténtica) Buenas tardes.

LOS PADRES.— (Ninguno de los dos dispuesto a hacer las paces) ¡Muy buenas tardes!

ACTOR.— ¿Ustedes son mis padres?

EL PADRE.— ¡Todo parece indicarlo, sí!

LA MADRE.— ¡Parece que no existe la menor duda, no!

ACTOR.— ¿Dónde aprendieron a mentir? ¡Ustedes son demasiado jóvenes!

EL PADRE.— (A la madre. Conciliatorio a regañadientes) ¿Se lo dices tú?... O mejor ya no le decimos nada.

ACTOR.— Además mis padres están muertos, hace mucho tiempo que murieron... ¿A quién quieren engañar?

LA MADRE.— (Al Padre) Es nuestra última oportunidad... (Al Actor) Pablito, hijo. Tu padre y yo tenemos una sorpresa para ti.

ACTOR.— (Nuevamente infantil) ¿En serio?

EL PADRE.— De verdad, de verdad... Sí, Pablito. Tu mami y yo nos vamos de viaje.

LA MADRE.— (Dulce) Se trata de un viaje muy largo, sí... Muy, muy largo.

EL PADRE.— Pero tú no debes angustiarte, Pablo. Te vas a equivocar algunas veces, pero al final llegarás a la meta que todos anhelamos.

LA MADRE.— Si necesitas algo no se te ocurra pensar en nosotros.

EL PADRE.— De todos modos pórtate como puedas.

ACTOR.— (Se despide, cariñoso) Gracias, señores. Gracias por todo. Me dio mucho gusto conocerlos, que tengan buen viaje... (Los Padres se marchan con todo y elevador) Que se diviertan... (Reflexiona) ¿Gracias? (Y se encoge de hombros).

El Actor muy contento pone música; de pronto el sonido empieza a fallar y se escuchan mezcladas: una sirena de alarma y alguna música que recuerde a las caricaturas de la Warner Brothers. Entra Bufo bailando muy graciosamente, disfrazado de Bugs Bunny en una de sus caracterizaciones femeninas. El Actor juega a perseguirlo como si fuera el iracundo Sam Bigotes...

BUFO.— Ven noche; ven, Romeo. Tú que eres el día en medio de esta noche. Tú que en las tinieblas eres un copo de nieve sobre las alas negras del cuervo. Ven noche amiga de la locura y tráeme a mi Romeo... Bueno va más o menos así. ¿Qué opinas? ¿Te gusta el disfraz que escogí para tu fiesta? Lo he titulado: Julieta Capuleto se niega a salir a su balcón. ¿Cómo ves?

ACTOR.— ¿Quién te dijo que eres mi invitado? ¡Por qué no me dejas en paz!

BUFO.— De acuerdo, no seré más Julieta. Mira muy bien y dime ahora lo que ves.

Se quita el Disfraz de Julieta y queda casi desnudo, con un enorme y cómico pañal.

ACTOR.— Déjame adivinar... parece algo así como un... Como el disfraz de... ¿Un bebé?


BUFO.— Exacto. ¿Y si me quito el pañal? Vamos a ver qué pasa.

ACTOR.— ¡No! Mejor no. No te nos vayas a resfriar.

BUFO.— Siempre es mejor estar cubiertos, ¿verdad?

ACTOR.— Por favor...

BUFO.— Siempre disfrazados, es lo mejor.

ACTOR.— Yo no dije eso.

BUFO.— ¿Cuál es el mejor disfraz que existe?

ACTOR.— ¿Para una fiesta? Pues, el de...

BUFO.— No sólo para una fiesta... ¿Un disfraz para cualquier ocasión? ¿O para cualquier ocasión un disfraz? ¿Tú qué prefieres?

ACTOR.— Pues yo... no sé.

BUFO.— ¿O no prefieres ninguno? ¿Ningún disfraz para ninguna ocasión?

ACTOR.— Sí, supongo que eso es mejor.

BUFO.— Claro, de acuerdo. Me voy a quitar el mío. (Se lo intenta quitar).

ACTOR.— ¡Nooo!

BUFO.— En qué quedamos... ¿te molesta ver a un niño sin pañal?

ACTOR.— Tú no eres precisamente un niño.

BUFO.— ¿No? Entonces qué soy... ¿Un gnomo?

ACTOR.— Pues si me pides mi opinión, te diré que eres un... Eres un... ¡un inmaduro!

BUFO.— Pues claro que lo soy. Soy la parte más inmadura de... ¿De quién?... ¿De Pablo, verdad? Pues sí, ser adulto quita mucho tiempo. En todo caso para eso de los adulterios y adulteces estás tú. Y el hecho de que lo seas, no significa que no lo seas.

ACTOR.— ¿De qué me hablas?

BUFO.— Tú eres el adulto.

ACTOR.— ¿Yo? Soy demasiado joven.

BUFO.— ¿Te parece? Pues aunque estés vestido así, eres un adulto. Un poco extravagante, como los niños. Pero eres un adulto.

ACTOR.— Sí, supongo que sí.

BUFO.— Pero no te preocupes, eso no significa que no puedas jugar. Se tratará de un juego más difícil, porque es un juego en serio. El juego, si tu quieres, seguirá siendo más importante que las reglas.

ACTOR.— ¿No todos los adultos juegan?

BUFO.— No todos. Algunos viven demasiado ocupados en mantener el único disfraz que se han permitido escoger. Otros se divierten con miles y miles de disfraces, porque saben que son sólo eso... ¿Te lo digo? Disfraces.

ACTOR.— ¿Y siempre escogemos uno?

BUFO.— Uno o varios. No importa. Lo que sería interesante es conocer al que está desnudo, debajo de cualquier disfraz. Déjame enseñarte. (Se intenta quitar una vez más su "disfraz").

ACTOR.— ¡Que no!

BUFO.— (Discursivo) ¿Lo ves? Cuando uno quiere ser auténtico no lo dejan. Cuando uno quiere expresarse sin perder la forma, la más pura. No la que otros dicen que es mejor o indispensable...

ACTOR.— Oiga, Profesor; ¿no le parece a usted que fueron ya muchos discursos?

BUFO.— ¿Quién te dijo que era Profesor, En todo caso sería tu Institutriz, pues soy Julieta, Julieta Capuleto nada menos... (Intenta ponerse su disfraz de Julieta) ¿Divino mi disfraz, no crees?

ACTOR.— (Lo lleva hacia la puerta) En eso se equivoca, querida Institutriz. Yo ya le dije que nunca la invité.

BUFO.— Eso no tiene la menor importancia, yo estoy aquí cuando es preciso... ¿No lo habías notado?

ACTOR.— ¡Fuera!

BUFO.— No te enojes, mira nada más con qué cara vas a recibir a tus invitados...

ACTOR.— ¡¿Cómo, ya!?

BUFO.— Asómate por la ventana.

El sonido de la sirena es ahora intensísimo y se liga inmediatamente después con una marcha nupcial distorsionada. Bufo desaparece de la escena al mismo tiempo que una ventana desciende sobre el foro; el Actor se asoma por ella y saluda con gestos efusivos. Vemos venir por algún lado a Verónica y Jerónimo "disfrazados" de recién casados.

ACTOR.— ¡Aquí es!


La Novia, montada en los hombros de Jerónimo viene arrastrando un enorme velo que surge de su cabeza y termina varios metros atrás en las manos del apurado Bufo. El Actor coloca la puerta-espejo en el piso y espera sonriente a que los invitados pasen por ella. Finalmente los Novios se instalan en la escena ignorando profundamente al Actor, quien a pesar de todo se acerca encantador a recibirlos. Todos se congelan en una composición nupcial, y de ese grupo sale Bufo y les toma una foto. Luego saca otra fotografía del público y habla alternativamente al público y a los otros personajes.

BUFO.— ¡Sonrían, por favor sonrían! No es obligatorio pero sonreír es tal vez el único remedio... a veces. ¡Bienvenidos! Podría decir que me alegra su presencia esta noche, pero no importa. Espero que gocen, disfruten y hagan su mejor esfuerzo. ¡Esta es la fiesta de los disfraces!.. ¡Bienvenidos!
Toma otra fotografía y todos se descongelan.

ACTOR.— (A la pareja) ¿Pero por qué no me avisaron? ¿Cuándo sucedió?

VERÓNICA.—(En éxtasis) Un acontecimiento naturalmente. Los invitados, la música, los crisantemos... Todo en su lugar, su sitio. Como es costumbre, como es natural.

BUFO.— Y como es natural en estos casos, la pregunta final se escuchó por el micro: (Sacerdotal) ¿Aceptan unir sus vidas por los siglos, y los siglos, y los siglos... posibles? ¿Aceptan, sí?

LA PAREJA.— ¡Sí!

BUFO.— Así sea pues. Entonces... los declaro. ¡Bésense!

La pareja se besa.

ACTOR.— ¡Pero qué desconsiderados!

LA PAREJA.— ¿Qué qué?

ACTOR.— ¿Por qué no me avisaron?

JERÓNIMO.— (Molesto) ¡No teníamos tu dirección!

VERÓNICA.— (Hostil) ¡Ni tu teléfono!

JERÓNIMO.— ¡Nos dijeron que estabas enojado con nosotros!

VERÓNICA.— ¡Que te habías ido de viaje!

JERÓNIMO.— ¡Que te habías sorrajado un tiro en la cabeza!

VERÓNICA.— ¡Que te habías cortado las venas!

LA PAREJA.— ¡Nos dijeron que estabas muerto!

Oscuro. Cuando las luces se prenden de nuevo luces, el Actor coloca la puerta-espejo enfrente de los Novios, quienes la atraviesan encantadores. Ambiente de alegría y encanto social.

BUFO.— ¡Comenzamos!

ACTOR.— (Feliz) ¡Pero qué alegría me da, qué bueno que vinieron! ¡No saben, no saben qué alegría me da! ¿Qué quieren tomar? ¿No será lo de siempre, verdad?

BUFO.— Porque lo de siempre se acabó.

JERÓNIMO.— (Abraza y besa al Actor) ¡Pablo, felicidades! ¡No has cambiado nada!

VERÓNICA.— (También lo abraza y besa) Estás igualito, igual que siempre... ¡Felicidades!

ACTOR.— (Vuelve a abrazar y besar a sus invitados) ¡Verónica, gracias de veras! ¡Jerónimo, gracias Maestro! ¡Gracias por venir a mi fiesta de cumpleaños!

JERÓNIMO.— (Asombrado) ¿Es su cumpleaños?

VERÓNICA.— (Confundida) ...Yo no sabía.

ACTOR.— No importa, no. De todas formas mi cumpleaños ya pasó, porque hoy es (Consulta el reloj de Jerónimo) lunes y mi cumpleaños fue ayer domingo.

JERÓNIMO.— No, no, no. Te equivocas, Pablo. Hoy es martes.

ACTOR.— No, Jerónimo... Estoy hablando estrictamente como a ti te gusta. Ya son más de las doce de la noche. Hoy es lunes y mañana martes.

BUFO.— Hablando estrictamente, claro. Hoy es lunes, hace unos minutos fue domingo.

JERÓNIMO.— Hoy es martes.

VERÓNICA.— ¡Ay, Jerónimo! ¿No sabes en qué día vives? Si Pablo te lo acaba de decir... Hoy es lunes.

JERÓNIMO.— No, no. Hoy es martes, claro que es martes...

TODOS.— No, no y no.

JERÓNIMO.— ¿Entonces qué día es hoy según ustedes?

VERÓNICA.— ¿Por qué preguntas?

ACTOR.— Sí, ¿por qué lo haces?

BUFO.— ¿Por qué?

JERÓNIMO.— ¡Bueno, ya!... ¿Simple curiosidad?

VERÓNICA.— Pues déjame decirte que eres un tonto, Jerónimo. Hoy es un lunes como cualquier otro.

JERÓNIMO.— ¿Estás loca? Ayer fue lunes. El domingo por la noche fue la boda, acuérdate. Y en la noche siguiente, es decir la del lunes, o sea ayer, nos fuimos de Luna de Miel. Lógicamente hoy es martes.

BUFO.— ¡Qué romántico! Así que enamorados.

VERÓNICA.— En Amor a Dos, sí.

ACTOR.— ¿De Luna de Miel? Pero y entonces... ¿qué hacen aquí?

VERÓNICA.— Sí, Pablo... nos fuimos al Viejo Mundo... (A Jerónimo) ¡Como tú dices!

JERÓNIMO.— ¡Yo nunca he dicho eso!

VERÓNICA.— ¡Cómo fastidias!

JERÓNIMO.— ¡Cómo te adoro!

VERÓNICA.— ¡Imbécil!... (Al Actor) Así es, Pablo. Nos fuimos en avión y todo... Yo siempre sugerí el barco... Por lo seguro, claro... Pero bueno, nos fuimos en avión. Según esto sin escalas; ¿verdad, Jerónimo? Pero ya ves, tuvimos una escala fatalmente forzosa... (Como rotunda conclusión) Bueno entonces hoy es martes.

JERÓNIMO.— (Cariñoso) ¿Lo ves, Pablo? ¡Antier domingo fue tu cumpleaños! ¡Déjame darte un abrazo! ¡Felicidades! (Se aleja y baila con Verónica.)

ACTOR.— ¡¿Gracias!?

BUFO.— (Abraza al Actor) Lo siento mucho.

JERÓNIMO.— ¡Que bailen los novios, que bailen los novios!

Se escucha el sonido de un avión en pleno vuelo. El Actor se ve envuelto junto con bufo en el enorme velo de la novia. Repentinamente la pareja deja de bailar y se queda mirando al público, sonriendo extrañamente.

VERÓNICA.— (De reojo mira cómplice a Jerónimo) Es una pena, Pablo, pero tenemos prisa, muchísima prisa.

JERÓNIMO.— Sí; ya nos vamos, Pablo.

ACTOR.— ¡No puede ser, pero si acabamos de empezar!

BUFO.— ¡Y no se trata del principio, no!

VERÓNICA.— Mira, Pablo; no te ofendas, pero nos invitaron a una fiesta.

ACTOR.— (Se convulsiona de risa y cae al suelo) ¿Qué? ¡No es posible! ¡No puede ser cierto! (Cae desmayado).

VERÓNICA.— ¿Por qué lo dudas? Nos invitaron a una fiesta de disfraces en casa de Pablo.

JERÓNIMO.— ¿Te acuerdas de Pablo? ¡El actor! ¿Te acuerdas, Pablo!

LA PAREJA.— ¡Pablo! ¡Pablo!! ¡PABLO!!!

Suena insistentemente el teléfono. Cambia la iluminación y vemos, por lo menos en ambiente, la casa de Verónica y Jerónimo justo en el momento en que hacen los últimos preparativos para ir a su boda.

BUFO.— (Le entrega el teléfono a Verónica) Es para usted.

VERÓNICA.— (Sujeta la bocina sin decidirse a contestar) ¡Acaba de suceder algo espantoso, estoy segura!

JERÓNIMO.— Te van a colgar si no contestas.

VERÓNICA.— Esto ya lo había vivido. ¡Es horrible, alguien se acaba de morir!

JERÓNIMO.— Lo has de haber soñado, déjame contestar a mí.

VERÓNICA.— (Turbada, contenida) ¡Jerónimo!

JERÓNIMO.— (Con miedo, pero emocionado por tener miedo) Qué...

VERÓNICA.— ¡Es un aviso!

JERÓNIMO.— ¿Sí?

VERÓNICA.— Un hombre se mira en el espejo. Tiene en la mano una...

JERÓNIMO.— (Emocionadísimo) ¡Una pistola!

VERÓNICA.— Sí. Una visión: el hombre apunta hacia su imagen; y en un instante... un grito seco y sin que nadie se interponga llega... la Muerte.

BUFO.— (Le quita el teléfono a Verónica y se lo da a Jerónimo) ¿Es para usted, o para usted?

JERÓNIMO.— ¿La Muerte?

BUFO.— Si no le contestan se va a enojar.

VERÓNICA.— (Vuelve a tomar la bocina) ¿Quién habla?

BUFO.— (Saca un teléfono de algún bolsillo de su vestuario) ¿Adivina quién?

VERÓNICA.— No estoy para bromas. ¿Quién es usted?

JERÓNIMO.— ¿¡Qué pasó!?

BUFO.— ¿Hace ya mucho tiempo, Verónica? ¿Cómo está Jerónimo? ¿Todavía no adivinas?

VERÓNICA.— Es posible... ¿Cómo has estado?

JERÓNIMO.— ¿Quién es?

BUFO.— Espero no ser inoportuno.

VERÓNICA.— ¿Una fiesta?

BUFO.— Hoy en la noche, dile también a... Verónimo.

VERÓNICA.— (A Jerónimo) Te hablan.

JERÓNIMO.— ¿Quién se murió?

VERÓNICA.— No seas idiota, te habla Pablo.

JERÓNIMO.— ¿Cuál Pablo?

VERÓNICA.— ¿Cuál crees?

JERÓNIMO.— ¿¡Pablo!? ¡No puede ser... Si Pablo está bien muerto!

VERÓNICA.— Pues dice que nos invita a su casa hoy en la noche; precisamente hoy.

JERÓNIMO.— ¿¡Hoy!? No podemos.

VERÓNICA.— Claro que no podemos... ¿Y si lo invitamos nosotros?

JERÓNIMO.— ¿Y si nos arruina la boda? Ya sabes cómo es Pablo; es capaz de subirse al púlpito y oficiar misa.

VERÓNICA.— Mejor lo invitamos al brindis... O ya sé, mejor no le decimos nada: después de todo Pablo fue nuestro mejor amigo.

JERÓNIMO.— Es una lástima que se haya... Que haya cometido esa estupidez.

VERÓNICA.— Fue de muy mal gusto. Mejor cuélgale.

JERÓNIMO.— Sí.

Oscuro. Cuando la luz se enciende vemos la figura de un enorme avión con puerta y ventanillas practicables. Bufo espera junto a la puerta para recibir los boletos. Verónica y Jerónimo, entre besos, arrumacos y maletas; se disponen a abordar la nave. El Actor despierta, y muy alegre va con los novios y dice...

ACTOR.— Oigan, les gusta mi disfraz... (La pareja "entra" al "avión") ¡Oigan!

BUFO.— No los molestes, ¿no ves que están de Luna de Miel?

ACTOR.— ¿¡Me dejas en paz!? (Jerónimo y Verónica se asoman por sendas ventanillas) Oigan, ¿les gusta mi disfraz? Es muy bonito.

VERÓNICA.— Sí, Pablo... muy original. Yo siempre quise uno así.

JERÓNIMO.— ¿Por qué no te vas a jugar un rato?

BUFO.— Te lo dije.


Se escucha el sonido del avión que despega. Bufo se instala en una de las ventanillas. La Pareja se manda besos desde cada ventanilla. El Actor juega como un niño con un avión a escala.

JERÓNIMO.— ¿Ya viste a Pablo, Vero? Yo siempre supe que llegaría el día en que... pobrecito. Jamás imaginé que Pablo llegara al extremo de... quitarse la vida. Todavía no lo puedo aceptar.

BUFO.— ¡No...! ¡Se quitó la vida?

JERÓNIMO.— Pero por supuesto. Todo el mundo lo sabe. Se suicidó, ¿no Vero?

VERÓNICA.— Pero por supuesto que se suicidó. ¿O no?

BUFO.— ¿Entonces qué?

JERÓNIMO.— Yo digo que... Que sí, ¿no?

VERÓNICA.— Ay pues ya no lo tengo claro... ¿Por qué no le preguntamos? ¿O mejor no?

JERÓNIMO.— Oye, Pablo...

VERÓNICA.— ¡Pablo!

TODOS.— ¡PABLOOO!


OSCURO. LUEGO, ÚNICAMENTE UN CENITAL SOBRE EL ACTOR.

ACTOR.— ¿Pablo? El otro día estuve hablando con él y me dijo que yo estaba muerto, que me había dado un tiro. Por eso fue que le dije: te equivocas, Pablo; yo no estoy muerto. Solamente imaginé, una mera fantasía por supuesto, que si yo me intentaba suicidar... ellos, los demás, pensarían que yo estaba muerto. Y lo intenté y me imaginé que ellos pensaban que estaba muerto. No era verdad, no. Yo no morí, pero ellos lo pensaron. Lo cierto, Pablo, es que ellos sí que se murieron. Se fueron al Viejo Mundo... ¿O al Otro Mundo se dice? Pues no lo sé del todo, Pablo... te juro que ya no sé si lo pensé o es cierto... ¿Sí se murieron? ¿Eh, Pablo? Se fueron lejos de este mundo. O... ¿cómo se dice? ¿Viejo u otro?... Mundo sí, pero ya no sé, ya no sé nada, Pablo.

El foro se ilumina. Verónica, Jerónimo y Bufo rodean al Actor. El avión ha salido de escena.

VERÓNICA.— Al Otro Mundo, Pablo... Un accidente, oh sí. ¿Pero no me digas que no sabías?

ACTOR.— No, no mucho.

VERÓNICA.— Fue espantoso, ya te podrás imaginar.

JERÓNIMO.— Una falla mecánica; como a diez mil pies de altura. ¿Se llaman pies, no Vero?

VERÓNICA.— ¿Los pies?

JERÓNIMO.— En fin... con decirte, Pablo, que a pesar del cinturón de seguridad, y de los consejos de la Torre de Control al Capitán, y de los consejos de la Azafata al Capitán, al Copiloto y a los pasajeros... A pesar de todos los consejos que todos nos dábamos unos a otros... pues cataplum, a pesar de todo: el avión se vino abajo. !Paf!

VERÓNICA.—¿Pero en qué mundo vives Pablo, si todo el mundo lo sabe... salió en el periódico.

BUFO.— Es que él no compra el periódico.

ACTOR.— Por qué no te callas y sirves la cena... ¿Se van a quedar a cenar, verdad?

BUFO.— ¿Qué desean ordenar los señores?

VERÓNICA.— ¡Un aperitivo, por favor!

JERÓNIMO.— ¡Que sean dos!

BUFO.— Salen dos aperitivos Luna de Miel... Y tú, ¿qué vas a tomar?

ACTOR.— ¿Cómo que tú? De usted, por favor... ponga la mesa y tráigame...

BUFO.— No me lo digas... ¡Otro aperitivo! ¡Perdón!... ¡Un aperitivo De Usted Por Favor! ¡Sale!


El Actor y sus invitados permanecen de pie y se quedan viendo al piso, al "techo", o a donde puedan; tensos, por el repentino silencio.

JERÓNIMO.— (Rompiendo el silencio) Verónica, ¿sabías que Pablo y yo nos conocemos desde que éramos (señala con sus dedos a una altura pequeñísima) ¿así...? Amigos de la infancia, sí... ¿Sí lo sabías?

VERÓNICA.— ¿Tú que crees?

JERÓNIMO.— ¿Ya te lo había dicho?

BUFO.— (Entra con la mesa y la cena, los demás personajes se sientan en cuclillas alrededor) Se lo dijo Pablo.

ACTOR.— Yo se lo dije.

VERÓNICA.— Él me lo dijo.

BUFO.— Vaya preguntas, Jerónimo... Pablo y Verónica vivieron juntos.

JERÓNIMO.— Claro.

ACTOR.— Hace ya mucho tiempo; ¿verdad, Verónica?

VERÓNICA.— (Habla como si el Actor estuviera ausente, pero viéndolo fijamente a los ojos) Pobre Pablo... me acuerdo muy bien de su mirada: lejana, ausente, obsesiva...

BUFO.— (Mientras sirve una cena insólita) Y fue entonces cuando usted comenzó a notar esa curiosa actitud; ese tipo de costumbres... ¿Cómo calificarlas?

VERÓNICA.— ¿Insólitas?

JERÓNIMO.— ¿Extravagantes?

VERÓNICA.— ¡Inauditas!

JERÓNIMO.— ¡Inadmisibles!

ACTOR.— In... Innn...

VERÓNICA.—Una curiosa actitud. Los psicoanalistas se aburrieron, su psiquiatra cambió de vocación... (haciéndole caso de repente) ¿te acuerdas, Pablo? Creo que se dedicó a vender Biblias de casa en casa. Una vez nos quiso vender una. Todo el mundo se cansó, menos Pablo... Oye Pablo, pero entonces por qué fue eso...

ACTOR.— ¿Eso cuál, Vero?

VERÓNICA.— Eso... lo del suicidio. ¿Te suicidaste, no?

ACTOR.— Ay, Vero... lo has de haber soñado.

JERÓNIMO.— No, Pablo... Si yo también lo supe... te sorrajaste un tiro.

ACTOR.— (Turbado) Lo han de haber soñado, estoy seguro.

JERÓNIMO.— Claro.

SILENCIO.

VERÓNICA.— Y...

JERÓNIMO.— Y...

VERÓNICA.— ¿Sigues en el Teatro, Pablo?

ACTOR.— Sí, claro; a ver si me van a ver. Ya son las últimas funciones.

VERÓNICA.— Pero si ya conocemos la obra, Pablo: ¿Romeo y Julieta, no? Acuérdate que me prestaste el libro.

ACTOR.— ¿El libro, Verónica? No es lo mismo.

JERÓNIMO.— ¿Cuál es la diferencia?

OSCURO. LUEGO, VEMOS SÓLO AL ACTOR EN UN COLUMPIO.

ACTOR.— De vez en cuando me despierto sin saber qué pasa, y me levanto y me baño y desayuno. De vez en cuando me tomo un café; lentamente, y pienso y me confundo y sigo sin saber... No sé muy bien si lo que vivo es invención, o es sueño, o es recuerdo. A veces la vida pasa mientras tomo café, lentamente... En un deseo, en un recuerdo, en un ir y venir de la invención. A veces pienso que la vida es eso: un ir y venir de los deseos, un ir y venir de los recuerdos... Pero en un instante todo se confunde y me descubro asombrado, simplemente tomando café, sin más. Descubro que soy yo; que estoy viviendo. Mirando una taza de café. (Se baja del columpio y lo mira desaparecer).

Luz. Entra Bufo arrojando serpentinas y confeti a los invitados.

BUFO.— ¿Alguien dijo café? Tenemos café o postre, ¿qué prefieren?

VERÓNICA.— Yo creo que mejor nos vamos.

BUFO.— ¿Ya se van?

JERÓNIMO.— Sí, mañana tenemos que levantarnos temprano.

ACTOR.— ¿Mañana? Pero si ustedes están... Yo pensé que ustedes se habían...

VERÓNICA.— Muerto, Pablo, se dice muerto. Yo nunca pensé que fuera tan difícil.

JERÓNIMO.— Dificilísimo. No te imaginas todo lo que nos queda por hacer: trámites y trámites y más trámites.

VERÓNICA.— (Fastidiada) Adiós, Pablo me dio mucho gusto saber que estás bien.

ACTOR.— Gracias por venir.

JERÓNIMO.— Ojalá pudiéramos volver a visitarte.

VERÓNICA.— Lástima que eso sea imposible.

BUFO.— Oigan, y no lo van a felicitar.

LA PAREJA.— ¡Otra vez!

BUFO.— Bueno, pero no le han dado su regalo.

JERÓNIMO.— No se supone que sea obligatorio. Además su cumpleaños fue... ¿el martes?

ACTOR.— No hay problema, Jerónimo. Por supuesto que no es obligatorio. Y déjame decirte, déjenme decirles a todos que...

VERÓNICA.— ¡Qué!

ACTOR.— Lo he estado pensando mucho este día y he llegado a la conclusión...

JERÓNIMO.— Ya dilo.

ACTOR.— Pues bien: yo tengo algo mucho mejor que un regalo.

JERÓNIMO.— ¿Algo mejor que un regalo? No puede ser.

VERÓNICA.— No, ¿qué puede haber mejor que un regalo?

JERÓNIMO.— Nada. No.

ACTOR.— Pues sí. Yo tengo un... Es un... es algo parecido a... ¿Lo quieren ver?

BUFO.— No me digas que te acordaste, Pablo. Por fin vas a soltar a tu... a tu algo parecido a... (Lo abraza) ¡Felicidades! No he trabajado en vano.

ACTOR.— Ahorita mismo se los enseño. (El Actor comienza a buscar) Nada más dejen que lo encuentre. ¿Dónde estará?

JERÓNIMO.— Tenemos prisa, si no con mucho gusto nos quedábamos a verlo.

VERÓNICA.— Sí; adiós, Pablo. Ya no podemos quedarnos más tiempo. Mañana vamos a estar muy ocupados.

JERÓNIMO.— Tenemos responsabilidades. Muchas.

BUFO.— ¡Pero cómo!, ¿no van a quedarse a ver su, su algo parecido a?...

LA PAREJA.— ¡¿Algo parecido a qué?!

ACTOR.— Debe de estar en alguna parte. (Sigue buscando, cada vez más preocupado) Ustedes no lo vieron... No se me puede haber perdido.

Baja la intensidad de la luz. El Actor comienza a buscar con una linterna, la Pareja lo sigue un poco a regañadientes, pero intrigada por conocer el "algo parecido a". Bufo más atrás camina como si estuviera preocupado. Luego se separa del grupo y observa divertido. Finalmente la Pareja se separa del Actor y se dirige, en la oscuridad, hacia la salida. Bufo se les interpone y los deslumbra con el flash de una cámara fotográfica. La luz repentinamente cobra su máxima intensidad.

BUFO.— (Asume un tono parecido al de las historias policíacas) Disculpen, ¿se les perdió algo?

LA PAREJA.— (Adoptan el mismo tono detectivesco)...¿A nosotros?

BUFO.— ¿Ustedes?... ya se iban. Hasta luego.

ACTOR.— ¡Qué pasa!

BUFO.— Se quieren escapar, quieren robarse tu... tu algo parecido a...

VERÓNICA.— ¡Oiga, no sea impertinente!

ACTOR.— Así que fueron ustedes, ¿¡en dónde lo escondieron!?

JERÓNIMO.— ¿De qué hablas, Pablo? Si ni siquiera sabemos lo que es.

BUFO.— ¡Ya dénselo, a ustedes no les va a servir de nada!

VERÓNICA.— (Poniendo en duda su inocencia) ¿Y usted cómo lo sabe...? ¿A usted... sí le sirve?

JERÓNIMO.— ¡Responda!

BUFO.— (Sintiéndose repentinamente acusado) ¿A mí?... Por supuesto que... Eso no les importa.

VERÓNICA.— ¡Ajá...! Ya no lo busques Pablo, yo sé quién lo tiene.

JERÓNIMO.— Helo aquí...

VERÓNICA.— Al culpable.

ACTOR.— Cómo no lo pensé antes. Tenías que haber sido tú. ¿Dónde está?

BUFO.— ¿No te acuerdas? A ti nunca te gustó, tú mismo lo encerraste, Pablo... ¿Lo vas a dejar salir?

La Pareja intenta salir sin ser vista.

ACTOR.— ¿Yo lo encerré?... (Reflexiona) Sí, puede ser cierto. Pero fue así, sin darme cuenta. O sin quererme dar cuenta. (Deteniendo en seco a la pareja) ¿Se van a ir sin conocerlo?

BUFO.— ¿Lo vas a soltar?

JERÓNIMO.— ¡¿Está vivo!?

El Actor va hacia el baúl y lo abraza cariñosamente.

ACTOR.— Claro que está vivo, todavía.

VERÓNICA.— Nunca me han gustado las adivinanzas, seguramente se trata de un perro, pobrecito, se va a asfixiar.

JERÓNIMO.— Cómo va a ser un perro, ya lo hubiéramos oído. Eso sí, debe tratarse de algo espantoso, imagínate: el algo parecido a... A lo que sea, ¡de Pablo! Debe ser algo siniestro.

VERÓNICA.— (Asustada) ¿Tú crees?

JERÓNIMO.— Estoy seguro.

VERÓNICA.— ¿Vámonos, por favor!

JERÓNIMO.— ¿Y nos vamos a quedar con la duda?

VERÓNICA.— Mira, mi amor. No sé tú, pero yo no me pienso pasar la vida convertida en fantasma.

JERÓNIMO.— Pero si todavía no sale el sol, Vero.

VERÓNICA.— Estoy hablando en serio.

JERÓNIMO.— Tienes razón; perdí la cabeza, mi vida.

VERÓNICA.— ¡Adiós, Pablo!

JERÓNIMO.— ¡Se nos acaba el tiempo!

La Pareja es iluminada por un cenital que baja de intensidad lentamente hasta desaparecer del todo al final de la obra.

BUFO.— No se vayan sin conocerlo, acérquense. Les aseguro que no muerde, aunque a veces... pues... ¿Tú qué opinas, Pablo?

ACTOR.— Sí, debo reconocer que a veces le da por estallar. Por eso estaba encerrado, de puro miedo al mundo, de puro miedo a crecer y crecer sin saber cómo hacerlo sin reventar o perder la forma original, la forma auténtica.

BUFO.— Pues parece que tus invitados ya no tuvieron el gusto. Suéltalo ya.

ACTOR.— Espera, quiero prepararme bien porque su visita será muy breve. Lo veremos alejarse dispuesto por primera vez a ser el dueño de su propio vuelo. Anda, sal de ahí, no seas tímido, ¡salte ya!

El Actor abre la tapa del baúl... Del fondo vemos surgir un hermoso
y sencillo globo.

FIN
Ciudad de México



REGISTRO DE AUTOR
Registrada en SOGEM (Sociedad General de escritores de México). Benjamín Gavarre Silva: socio # 3929

SINOPSIS:
Un actor está en una realidad extraña donde los recuerdos, los sueños, las fantasías se entrelazan en un tiempo pasado, presente y limbo donde el personaje protagónico revive fantasías de suicidio, recuerdos de la infancia, entrevistas imposibles con los padres muertos, reencuentros maravillosos con sus amigos y novias de la infancia, reuniones pesadillescas con amigos y amantes del pasado reciente, y, sobre todo, un combate con un doble implacable que lo hace tomar conciencia de sí mismo.



DISFRAz

de Benjamín Gavarre