26/7/12

Estudio de escena, de Daniel Dillon, dramaturgo de Lima, Perú
























Estudio de Escena


Daniel Dillon

ddillon37@hotmail.com

Texto premiado y estrenado en  2007 (Lima, Perú) en el marco del Festival convocado por el Instituto Cultural Peruano Norteamericano

Daniel Dillon empezó como actor de muy joven y se fui haciendo Dramaturgo, Director, y profesor de teatro. Actualmente imparte clases en la Escuela Nacional de Arte Dramático de Lima




Estudio de Escena


Daniel Dillon




Personajes:

José Enrique, el director

Goyo, el actor

Tatiana, la actriz

Beto, el asistente

El hombre del celular

La mujer del público

El inspector tributario

Evita Lozano

El personaje del público



Toda la escenografía deberá interpretar un teatro austero, pero no con pocos recursos.

No hay momento de empezar, la obra empezó antes de que entre el público, una vez que hayan entrado todos y sean cinco o siete minutos más tarde de la hora señalada para el inicio vemos al asistente tomar el espacio acomodando una mecedora, o una silla, o un micro de pié que hay a un lado,  aún no se han apagado las luces de sala. Se empiezan a apagar algunas luces y dejamos alguna para ver entrar a Tatiana que cruza la escena apurada entrando a los camerinos que parecen quedar al fondo, José Enrique la ha visto y entra tras ella, escuchemos murmullos recriminatorios. Goyo, entra unos segundos después, es el típico actor varonil, viril, pero de incontrolable carácter. Beto, con disforzada naturalidad lo intercepta.)



Beto:                            Goyo...

Goyo:                  Ya... ya, lo sé, lo sé, es tarde. ¿Llegó?

Beto:                   ¿Quién?

Goyo:                  Quien va a ser, Tatiana.

Beto:                   Llegó, llegó, oye tranquilo, ¿qué tienes?, pareces un toro loco

Goyo:                  Nada, no me pasa nada, no es tu asunto, permiso. Me voy a cambiar...

Beto:                   ¿Qué… se quedaron de nuevo juntos?

Goyo:                  Shhht. (Se voltea como para decirle algo pero la presencia del público lo obliga a contenerse).

Beto:                   ¿Qué?, habla nomás que esto ya es el espectáculo, lo sabes.

Goyo:                  Si pues, yo soy el espectáculo, hacer el ridículo es mi papel pero el tuyo, es el del personaje despreciable…

Beto.                   ¿Qué?

Goyo.                  Lo que oíste, querido público, con su permiso y lamento mucho estas circunstancias, pero esto, es culpa del autor.

Beto:                   Sí, sí, galán, busca los aplausos, pero finge un poco mejor, suéltate, estás como un poco tieso, ternura de mi corazón.

Goyo:                  Homosexual.

Beto                    Gracias, y ya vete a cambiar que el público no ha venido para oírte decir sandeces. ¿No querías ser actor de la compañía del gran José Enrique Teruel?, entonces que esperas, vete a cambiar que él está por aquí, Judas. Pobre José Enrique, cuando lo sepa... es que eso no se hace (Entra José Enrique. Beto finge) ¡Goyo, ya me estaba preocupando por ti, siempre llegando tarde! Dale, apúrate que empezamos.

Goyo:                  Mjú... (se mete al camerino pero antes hace una venia al público)

Beto:                   Voy a las luces.

José Enrique:     Oye, ¿qué pasa con ese?, (Beto calla),  aquí pasa algo, ¿no te explicó nada, por qué llegó tarde? (Beto calla, mira al público) ¿Qué?, ¡Ah, sí, claro, mi amado público. Señores, éste es el espectáculo, el intento frustrado de hacer teatro. Pero discúlpenme, necesito aclarar algo, Beto, me vas a decir lo que sabes sin mentir, Dime, Tatiana se pasó de largo y no quiere hablar, igual él… ¿qué, habrán estado juntos, tú sabes algo?, no sería nada nuevo para mí, la vieja ingratitud, Jose Enrique, ya te ha pasado, lo que me indigna es que... bueno, al demonio con ellos... “Que se revuelquen como gusanos”. Ya, empecemos con lo que sigue, disculpen señores, buenas noches, se habrán dado ustedes cuenta que en nuestro espectáculo no queremos esconderles nada, ni siquiera nuestra intimidad. Entonces bienvenidos, la obra como se habrán dado cuenta, ya ha empezado (entra y deja la posta a Beto).

Beto:                   Señores, estamos aquí de nuevo, muy buenas noches, tenemos un excelente público. Sí, es cierto, les tengo que confesar que aun continúo luchando, se supone que soy el personaje simpático y buena onda, y que no deja de ayudar a este gran director de teatro. La verdad no es que se gane mucho dinero en esta humilde compañía, menos fama, pero se aprende y no sé, se hace teatro. No vayan a pensar que no me sé mis parlamentos, el problema es que no son los mismos, dependen de la situación, del modo que se está dando la obra. Por ejemplo ahora no sé qué sigue de aquí, ya pasó un buen momento y… Aquí se supone que el director me propuso que hable lo primero que se me ocurra, ¡Botas!, se me ocurre botas, ¿y por qué botas?, no sé, y no me voy a poner a hablar de lo que no sé, no sé nada de las botas, ni siquiera me gustan. La verdad no sé por qué estoy aquí haciendo un papel en una obra sin parlamentos fijos, con un personaje que aun no entiendo a qué va y, digamos, en una obra que no sé  sabe lo que va a suceder en cada función. Y… bueno, nada, este… Perdón, necesito hacer unos arreglos adentro. ¡Jose Enrique Teruel! , lo dejo a él con ustedes, y sí pues, aquí estamos, esta es la obra.

José Enrique:     (Entra) Te extiendes demasiado con el rollo de tus sentimientos, eso causa antipatía en el público, ya, de una vez empecemos con lo siguiente. Vamos, vamos, alitas a volar, y trata de no  improvisar en exceso y de no afectarte tanto cuando hablas frente al público ¿quieres?, ¿o quieres echar todo a perder? (Beto sale tocado). Señores, mil perdones pero aquí no ocultaremos nada, todo estará expuesto, el corazón al sol, aquí tenemos un teatro que nace de lo más hondo de nosotros y que se plasma en una obra que hay que inventar segundo a segundo, pero no quiero cansarlos, vamos de a pocos, con las prisas ni siquiera me presenté. Debieran saber algo de mí, tal vez eso nos acerque un poco más. Yo busco acercarme a ustedes y es por eso que puedo empezar por hablar de mí. Mi nombre es José Enrique Teruel, soy el director actor escritor responsable de lo que está pasando aquí y de lo que va a pasar y no va a pasar en los próximos minutos. Les agradezco por su paciencia y por ese regalo que es su presencia viva, por esa enorme confianza que espero no defraudar... ¿cómo puedo hacerme merecedor de esto? Gracias a que conservo gran esperanza en la alquimia teatral. No hay nada que decir, el teatro es… atrapar la  luz que está viajando a la noche... no, no voy a cansarlos con manidos discursos ni extendidos preámbulos. Señores, vean ustedes este sagrado recinto, mientras nos juntemos con fines nobles, tendremos esperanzas. Les aseguro que mi espectáculo no les traerá alegría, ni tristeza, sólo tratará de preguntarse qué es lo que nos reúne ahora... Bueno, ahora sí, una vez expuesto el clásico y acostumbrado prólogo, debo sentarme entre ustedes, debo ver la obra aunque presiento que aun no esté del todo bien, ustedes me criticarán después... pero antes (se acerca al fondo) ¿todo bien, Beto?

Beto:                   Sí.

Jose Enrique:     Bueno, ahora sí estamos listos, me siento entre ustedes, seré ahora el público.



(José Enrique se sienta entre el público. Se apagan las luces de sala. Se encienden gradualmente las luces del escenario, las luces señalan un espacio en el centro. Un espacio que ha sido creado por Beto, que ha puesto una silla y otro elemento necesario para la escena, pero algo le ha quedado fuera de la luz, lo acomoda tímidamente . Luego Beto se acerca a un micro y empieza a hacer los sonidos incidentales que sean necesarios, como el crujir del techo, el viento, el temblor; por el momento hace el sonido de un cierto retumbar en el techo. Entra una anciana muy anciana con un rosario en una mano, y una vela en la otra...)



Abuela:               ¿Gustavo eres tú? Descansa en paz y vete a dormir. No, no te llamas así, no eres Gustavo, Gustavo fue mi anterior marido, ¡Dios!, ¿cuántos maridos he tenido?, ya ni lo recuerdo, pero tú fuiste el último, al que más recuerdo, pero tu nombre... cada día me acuerdo de menos cosas, pronto ya no podré acordarme de mí y estaré muerta en vida… ¿Viejo, estás ahí? Deja de molestar que yo ya estoy cansada, ¿qué haces arriba?, ¿te crees que puedes arreglarlo todo siempre?, ya no estás vivo, baja de ahí, prefiero las goteras que un marido muerto haciéndome bulla. Pero ¿con quién estoy hablando, si tú ya te moriste hace poco? Rogelio, yo no puedo vivir sola más tiempo, por eso quería morirme contigo, ya no tengo memoria, no recuerdo cuántos años pasaron, el otro día... el otro día... ¿qué quería decir?, no me acuerdo… ¿de qué estaba hablando? (Otro crujir) ¿Alberto?. Ave María purísima, ¿qué quieres, qué te pasa?... ¿Tati? ¡Ven hijita! ¡rápido!

Tatiana:               (Sale de su cuarto en ropa de dormir toda despeinada y con sueño) ¿Ah? ¿Qué pasa?

Abuela:               Tu abuelo está pateando el techo, es tu abuelo hijita, lo sé, yo lo llamo todos los días y él ha venido a llevarme con él...

Tatiana:               Abuelita por favor, ¿de dónde sacas eso?, todo está bien, no pasa nada, ¿ves? Todo está normal ¿oyes?, sólo es  el viento.

Abuela:               Pero yo escuché... shhh. (silencio)

Tatiana:               Eugenia, me asustas.

Abuela:               No te atrevas a cambiarme de nombre, niña, ¿cómo me llamaste?, ¿tú quién eres?

Tatiana:               Pero abuela, ese es tu nombre Eugenia, y yo soy Tatiana abue, Tatiana, tu nieta que te ama y te cuida y que no te dejará sola nunca. Bueno ya, ya abue, no importa, olvídate de todo y vamos a dormir, no te preocupes tanto, no fue nada. Ven, vamos a acostarnos (suena un celular en la platea)

Hombre del celular:    Sí, sí, ¿aló? ¿aló… aló?

Tatiana:               (Se distrae un segundo, luego se sienta) Buenas noticias abue, me pagaron hoy.

Abuela:               Mmm.

Tatiana:               Mañana pagamos la luz y no estarás a las velas.

Abuela:               Ya mamacita, mañana vamos… pero ahora mejor no salgas a la calle, hay hombres malvados en las calles, son los mismísimos demonios con cara de ángel, pero si vas a salir ponte algo mas decente, no te olvides quien eres y por qué estás en este mundo, hijita...

Tatiana:               Sí, abue, todo lo que tú digas.

Abuela:               Hijita, ya estoy bien, tú anda duerme que ya me acordé que tienes que ir a trabajar temprano. Yo ya me voy a morir pronto para que salgas adelante y no tengas que malgastar tu vida en una vieja senil. Esta es tu casa y con la pensión que tendrás termina tus estudios y encuentra un buen hombre que te apoye y te quiera que tú te mereces lo mejor del mundo, hijita...

Tatiana:               Eugenia basta, déjate de eso y mejor cuéntame cómo pasaste el día, ¿abuela?. (suena el celular en la platea)

Hombre del celular:    ¿Aló? Sí, sí. Se corto la llamada. Sí, pásemela por favor, gracias… ¿abuelita? ¿cómo estás? Sí, aquí estoy en el teatro, sí. Yaaa, ajá…  si abuelita, sí, (eleva el volumen del susurro) aquí estoy (la abuela se saca la peluca y nos damos cuenta que es Goyo)

Goyo:                  ¿Pero qué esto, quién es ese tipo? Basta, renuncio. Lo siento señores, señoras. Pero así no se puede seguir, es indigno para mí, para el teatro, para ustedes… no voy a continuar actuando mientras las personas hablan por teléfono, comen o conversan, ¿cómo crees que un actor serio como yo puede trabajar en esas condiciones? Prefiero dejar la actuación para siempre.

Beto:                   Pero Goyo

Goyo:                  ¡Basta! ¡José Enrique, quedamos en que estas cosas no las permitiríamos más!

José Enrique:     ¡Pero Goyo... acabas de parar la escena, y estaba estupenda! (se acerca al escenario, se quedan mirando).

Tatiana:               ¿Y ahora qué, se van a quedar ahí frente al público sin hacer nada? Oigan, ¿actuamos?

José Enrique:     Decía que... (se vuelvehacia el hombre del celular.)

Hombre del celular:    ¿Abuelita? Sí, sí, yo tampoco todavía no entiendo bien la obra, todos me están mirando, hasta los actores. No sé abuelita pero no puedo hablar ahora, no vayas a cortar…

Jose Enrique:     (Voltea y lo mira duramente). Lo que ven ustedes querido público, es una situación imprevista, este, yo no escribí este último texto, Goyo, creo que debo decirte que estás haciendo otro personaje.

Goyo:                  Bah, eso es lo que nos pides a cada momento, que aprovechemos cada posibilidad…

Jose Enrique:     Pero has interrumpido la escena, has roto el débil y humilde intento de hilar una acción, de introducir al público en una emoción insospechada,...

Goyo:                  Uf, qué aburrido te pones, tío.

Jose Enrique:     Los jóvenes con su atrevida ignorancia de siempre, ¡olvidad la sustancia, les digo que todo se ve a través del maravilloso juego de espejos que es el teatro, en él el hombre se ha visto convertirse en lo que es ahora…(El hombre del celular que lo ha oído atentamente vuelve a conversar por teléfono en voz baja)

Hombre del celular:    ¿Abuelita? Sí, sí, no te estaba escuchando porque estoy viendo el teatro, sí, no estaba escuchándote a ti. Escuchaba al director, sí. No sé, todavía no entiendo, uy, espera, viene para acá...

José Enrique:     ¡Por Dios!, ¿puede usted apagar ese bendito celular? Luz de sala por favor. (la luz nos deja apreciar a un hombre maduro pero tartamudea y tiene una cierta actitud  infantil, viste deportivamente)

Hombre del celular:    Lo… lo siento mucho, pero no… no debo apagarlo.

José Enrique:     Pero, ¿ya lo apagó usted?

Hombre del celular:    Nnnno.

José Enrique:     Se dará usted cuenta que está en un teatro, que nosotros somos actores y pretendemos dar una función sin ser interrumpidos.

Hombre del celular:    Pues sí, perdón si… si lo hemos interrumpido, (señala el celular) yo y mi a.. abuelita, ella está aquí  por eso es que no puedo apagar el celular, le prometí que iba a a a… venir al teatro y que no lo iba a apagar.

José Enrique:     Entonces, por favor, le ruego que se retire. Todas las personas aquí presentes se deben sentir ofendidas, nos ha interrumpido usted y eso no se hace, no se habla por teléfono en una misa, ¿alguien habla por teléfono en el evangelio?, no,, apagamos los celulares. Yo creo que en un teatro no se puede hacer esto, señor. Así que por favor, le ruego que apague su celular o se marche.

Hombre del celular:    He… he… pagado mi entrada.

José Enrique:     ¡Eso no le da derecho a interrumpir!, mire señor, le pido que apague esa bendita máquina y se siente en su lugar o que se vaya en este momento de aquí que nosotros gustosos le devolveremos su dinero.

Hombre del celular:    No crea que no respeto su obra, a a a… mí siempre me gustó el teatro, yo ha… hace años he leído en el periódico algo de usted. Y por eso decidí venir a su obra, estoy aquí porque es el último deseo de mi abuela, ella es una famosa actriz de teatro ha… hace años, ¿abuelita, e… eestás escuchándome?, sí, estoy hablando con el director que actúa también.

Jose Enrique:     ¿Dice que su abuela es una actriz?

Hombre del celular:    Su… sana Alegría.

José Enrique:     Por supuesto, por supuesto, tuve la suerte de verla actuar hace algunos años, extraordinaria. Un aplauso por favor para ella.

Hombre del celular:    Yo… yo recuerdo  haberla ido a ver actuar, ella tiene fotos en y y… yo estoy con ella en varios teatros, ella me me… crió porque mis pa… pas  se murieron en un accidente, mi… mi abuela está internada en una clínica, está muy… mal y su último deseo era venir a ver su obra señor Teruel, entonces no se podía yo le dije que yo iba a venir y no iba a a a… apagar el celular… si… sisiento mucho esta interrupción.

José Enrique:     Es... muy conmovedor su caso, lo siento mucho; pero bueno, sin embargo usted no puede estar hablando, ¿correcto? Tenemos que seguir, dígale igual a su abuelita que me siento honrado de que me cuente entre sus preferidos y que le guste mi trabajo. ¿Por qué no le filmaste la función?

Hombre del celular:    Ella dice que el teatro no es para grabar, que prefería e… escuchar en vivo.

José Enrique:     Pues tiene toda la razón del mundo... El teatro vive y muere mientras sucede. A ver, pásemela... (Coge el celular) Señora... (acerca su oreja al hombre del celular para que le diga el nombre, el hombre del celular se lo dice...) Susana, soy José Enrique, un gran admirador tuyo, sí, sí. Gracias, gracias. Ajá, acá todos esperamos que te recuperes pronto, ésta función es en tu honor. Gracias. Sí, pues, era un texto de O neal, ¡qué garbo, qué fuerza, qué sensibilidad para interpretar tu personaje! Yo era un niño pero la recuerdo, fue un acontecimiento, Susana. ¿Ah? Claro que sí, estuviste estupenda lo recuerdo bien. No nada de eso, te digo la verdad. Bueno sí sí, gracias. Sí, éste es el espectáculo. Sí, tu y yo lo somos, Susana… Quédate con nosotros. Sí, sí. Gracias. Hasta pronto. Bueno empecemos, empecemos de nuevo... Señores, este es el espectáculo… (Hace una señal a la cabina, se apagan las luces de sala... Goyo y Tatiana se meten... pero por la puerta de entrada del público, ingresa un inspector del Municipio, luego de decidirse)

Inspector:           Buenas noches, busco al encargado, al dueño de la función. Perdón señores pero se cancela la función, no se puede hacer función. ¿Quién es el dueño de la obra?

José Enrique:     ¿Sí, señor? Buenas noches, perdón señores, pero es inconcebible, ninguno de ustedes me va a creer que esto es parte de la ficción y este señor es otro de mis personajes.

Inspector:           Soy inspector municipal, y tengo aquí la orden.

José Enrique:     Mucho gusto, señor…

Inspector:           Inspector Municipal.

Jose Enrique:     José Enrique Teruel, director de la obra.

Inspector:           Tengo esta orden, es una orden municipal, no se puede hacer ningún tipo de función aquí.

José Enrique:     ¿Por qué?

Inspector:           Porque no  tiene permiso y por no pagar sus impuestos.

José Enrique:     ¿Impuestos, y de qué...? Esto no es un espectáculo con fines de lucro, apenas sobrevivimos, en realidad es… una actividad cultural, un conversatorio, ¡un funeral de mí mismo!

Inspector:           Va a tener que acercarse mañana  temprano al municipio y hablar con el encargado de impuestos... Ahora todos deben salir.

Tatiana:               ¿Pero por qué? ¿Acaso está prohibido reunirse? ¡Dígame, usted ve que estamos haciendo una función? ¿Dónde? ¿Acaso no ve que no estamos haciendo nada?

Inspector:           Pero aquí hay gente (lo llaman a su radio teléfono) Sí, señor, aquí llevando a cabo la intervención de clausura de local... Sí, señor, sí señor, sí señor… cambio y fuera…

Tatiana:               Señor oficial, no hemos hecho ninguna función, la suspendimos antes de que usted llegue.

Inspector:           Bueno, pero la gente tiene que salir.

Beto:                   ¿Estás loco? ¿Va a hacer salir a estas personas? Estas son personas distinguidas y vecinos de este distrito que se han reunido para hablar del futuro del vecindario, cosa que deberían hacer ustedes que para eso están, todos están aquí por propia voluntad para discutir asuntos que competen al distrito, como el de construir más nuevos teatros, sólo conversamos pacíficamente y eso es un derecho que todo ciudadano tiene, ¿entiende usted eso?

Inspector:           No puede haber nada.

José Enrique:     ¡No hay nada aquí! ¿No lo ve usted? No se ha realizado ninguna función aquí, y no se realizará ninguna por lo que veo. Disculpen señores, un momentito voy a hablar con el oficial afuera. (Se para en la puerta) ¿Sígame por aquí por favor? Hablemos en privado...



(Salen… Hace su entrada una mujer mayor, trata de no hacerse notar pero ocasiona el efecto contrario, se siente incómoda tal vez por llegar tarde pero al no ver nada en concreto en el escenario se extraña, mira a todos y se da cuenta que todos la miran, por inercia se sienta sin darse cuenta en el asiento que había dejado vacío el director. Beto, el asistente la mira pero no atina a hacer nada. Entra José Enrique, ve a alguien en su asiento, llama a su asistente y le dice algo al oído. El asistente le dice otra cosa, José Enrique mira hacia la señora..luego se dirige al público.)



José Enrique:     Señores por favor, les ruego que acepten esta circunstancia con paciencia porque forma parte del espectáculo, pues como ustedes ya se habrán dado cuenta, esto es parte de la obra y mi crítica a esta sociedad. ¿Cuál es la acción principal del hombre? Enfrentarse consigo mismo, es a mí a quien tendré que enfrentar a partir de este momento...  ¿Señora?, discúlpeme, pero está usted sentada  en mi butaca.

Señora:               ¡Yo?, perdón, no sabía, acabo de llegar, sé que tarde, bueno buscaré otro sitio.

José Enrique:     No señora, no, qué descortesía sería la mía, ¡por favor vuelva aquí!…

Señora:               ¿Me va a botar? Por favor no me eche a la calle, me gusta mucho el teatro, no se moleste. Parece que soy un personaje, un personaje traído aquí a propósito, que estoy en el libreto. Pero la verdad es que soy una insignificante actriz que no  tiene un teatro donde interpretar su personaje sin sentido. Lo que sucede es que mi personaje no quiere permanecer olvidado, y entonces yo acabo por volver a la calle, en la calle sé que estaré sola, y en la calle hace frío señor, no quiero la calle, me gustan los teatros. Le agradecería mucho señor que me deje ver la función, no molestaré. ¿Se dio cuenta mis dotes de actriz?, hubiera sido de las buenas, sé bailar y cantar, desde niña me gustó el teatro, ¿usted es el productor de la obra?

José Enrique:     ¿Yo? Bueno... no, soy el director

Señora:               ¿Y ya empezó?

José Enrique:     ¿Ah?

Inspector:           Señor, un momento por favor...

José Enrique:     Sí, sí, ya ve usted que le estoy comunicando a esta señora que no hay función, pero ella insiste en quedarse aquí, ¿lo ve? Estas gentiles personas se van a ir cuando quieran irse, en el momento que desee irse alguien, se levanta de su asiento y se va, yo no los puedo echar. Pero vamos, vamos, voy con usted... (Salen)

Beto:                   Bueno señores, cómo han podido darse cuenta, las circunstancias nos impiden continuar con...

Señora:               Discúlpeme jovencito, ¿usted quién es...?

Beto:                   ¿Qué? Ah, bueno, mi nombre es Humberto Hidalgo para servirlos y si ustedes ven el programa soy el segundo responsable de este espectáculo... es una lástima que nos impongan impuestos a personas que apenas podemos sobrevivir de el teatro. Pienso que si no hacemos teatro perdemos algo grande. Es inaudito que nos cancelen la función, Véanlo ustedes, ¿han conocido un país que trate peor a sus artistas? Además que no tenemos ningún tipo de apoyo, vienen a cobrarnos impuestos, un pueblo sin arte es un pueblo dormido, intentan aplastarnos como si fuésemos cucarachas, sí, qué feo pero... tenía que decirlo. Bueno, se supone que yo soy joven y me desilusiona esta cara fea de mi patria. Somos además de mezquinos, intolerantes con el arte.

Señora:               Bravísimo.

Beto:                   Bueno, yo aquí digo mi discurso sobre la opresión de este sistema y, lo que piensa un chico joven como yo pero me da la gana de no hablar más de eso, que eso ya lo sabe todo el mundo y está harto de escuchar esa cantaleta desfasada de la opresión del sistema... Está todo escrito en este libreto, pero me acabo de dar cuenta que esto me limita, ¿entienden? Tengo más cosas que decir que quejarme por la opresión del sistema ¿me entienden? Este autor se queda en lo insustancial, en lo que a mi personaje se refiere, lo deja en la superficie... No me da la oportunidad de decir las cosas que siento mientras estoy actuando en este espectáculo, Tengo cosas profundas que necesito expresar, cosas como...

Señora:               Estoy sorprendida, me encanta.

Beto:                   Señora por favor, intento rehacer mi papel, eso es jodido pero además me interrumpe usted.

Señora:               ¡Oh! ¡Lo siento jovencito! Me dejé arrastrar por mis emociones, y eso es malo, malo, malo.

Beto:                   No por supuesto que no, peroo hay que controlarse, es bueno emocionarse, me halaga usted, además.

Señora:               La verdad todavía no entiendo bien pero creo darme cuenta que esto era la obra. Es la primera vez que veo una obra tan original, siempre en los teatros me imputan que soy un tanto impertinente, indiscreta, hasta irrespetuosa, eso dicen porque hablo en las funciones. No crean todo lo que dicen, hace mucho tiempo yo era una madre, antes de que ud. nazca jovencito. Lo siento señores, sé que les debo unas disculpas por estar de entrometida aquí. Me sentaré y callaré. No tarden más jovencito y empiecen. Jamás hay que desilusionar al público, jamás hay que hacer desilusionar a nadie. Yo hoy salí temprano, llegué tarde porque me encontré con mi amiga de la infancia que se alegró tanto que no me dejaba irme, no la veía tantos años y estaba emocionada de verme, no la podía dejar tan pronto, la reconocí de inmediato, yo no la reconocía a ella, pero ella a mí sí, y eso que ahora estoy obesa en comparación con lo que era antes, pero está envejecida la pobre, era mi mejor amiga de niña y un día desapareció. Ahora me la encontraba después de tantos años en el centro de la ciudad... entonces le insistí que me lleve a su casa, no pudo negarse, después me di cuenta que no debí hacerlo, ya de lejos vi que nos acercábamos a un barrio no muy decente que digamos, no podía creerlo, vivía, vive en el segundo piso de una casona antigua que se va a caer en cualquier momento, ¡es espantoso, rodeada de gente de mal vivir! Pero mi peor recuerdo será el llanto hambriento de los niños de ese edificio, felizmente ella tiene un trabajo y puede alimentar a sus hijos, ¡fue un momento muy triste para mí; ella tiene una vida tan difícil! Sin marido, sin nadie, está tan sola... (Llora)

Beto:                   Señora por favor, cálmese.

Tatiana:               Le traigo un vaso con agua (Entra a camerines. Para este momento el escenario debería estar en penumbras, sólo la luz tenue de la platea)

Señora:               (Se restablece) Ya estoy bien... estoy mejor, es hora de hacer mutis, me voy (sale..., el asistente aplaude la actuación, tal vez aplauden algunos más. Entra José Enrique)

José Enrique:     ¿Y esos aplausos?

Beto:                   Bueno, la señora contó algo muy conmovedor, parecía como una gran actuación, y de pronto me puse a aplaudir. (Entra la señora a saludar)

Señora:               ¿Me aplaudían a mí? Gracias.

José Enrique:     Perdón, ¿su nombre?

Señora:               (Conmovida) ¿Mi nombre?, mi nombre es Eva pero me dicen Evita, Evita Lozano para servirles.

Beto:                   Evita, mucho gusto.

José Enrique:     Bueno, señora. Encantado de conocerla, usted podría ser una estupenda actriz, parece serlo, no lo dudo. Yo soy José Enrique Teruel, el director de este espectáculo. Venga, la invito a quedarse, siéntese aquí en mi butaca por favor.

Josefina M.:        No, gracias, no puedo.

José Enrique:     ¿Se quiere ir usted?

Josefina M.         Me deben estar buscando.

José Enrique:     Ajá.

Josefina M.:        Siempre me buscan pero no crea que me encuentran fácilmente, casi nadie conoce este teatro. A veces logro escaparme todo un fin de semana y entonces puedo ver hasta tres obras. Al final, siempre me encuentran a la salida de una función, ellos saben mi debilidad... Bueno, me quedo un ratito más. Viva la felicidad, mientras dure. Gracias. (Se sienta y permanece quieta)

José Enrique:     Perfecto.  Señores, el oficial está dándose una vuelta, volverá pero no tiene nada que decirnos, seguiremos. De todas maneras me siento sinceramente avergonzado ante esta inesperada situación, había pensado en hacer una obra donde les devolvamos al público su dinero sin explicación y que el público alce su voz de protesta. Yo se bien que eso no es lo que espera la mayor parte del público. Al venir ustedes a un teatro, esperan alimentar su espíritu, su sensibilidad, ¿pero cómo saber lo que necesitan? ¿O cómo saber que hacesr las cosas bien? Intuyo que las personas que van al teatro son buenas, esperan algo que los conmueva, que de alguna manera les entregue algo especial. Especial, especial ¿cómo? Como algo que nos haga darnos cuenta de lo que hasta ahora no... algo que nos revele un secreto nuestro, perdido en nosotros mismos. El teatro es una puerta, una llave, una ventana que nos revela al hombre en su accionar. Por eso habría que preguntarse, en esta obra ¿cuál es la acción? No hay historia aquí, pero de alguna manera la obra está escrita... ¿Cuál es la obra? Es lo que he buscado toda mi vida, pero no tengo mi felicidad condicionada a encontrarla, sino simplemente la felicidad sucede mientras estamos en la aventura de buscarla.

Hombre del celular:    Disculpe, mi abuela pregunta si ya empezó la obra

José Enrique:     ¡Ah, usted y su abuelita! Parece que se han hecho parte del espectáculo, podríamos llamarlos personajes. Señor, no es esta una función... convencional, si se puede decir de esa manera, entonces dígale eso a Susana.

Hombre del celular:    Pero, tengo miedo de desilusionarla, ella estaba tan ilusionada. ¿Alo?. ¿Sí? Sí abuelita, aquí está te lo paso.

José Enrique:     ¿Aló Susana? No, sí, esteeeee. Claro, claro, no la verdad es que ya empezamos. Sí, eso es Susana, lo has entendido a la perfección, ese es mi drama… ¿Susana? ¿Se siente bien? No me responde. ¿su abuela está bien? Pregúntele cómo se siente.

Hombre del celular:    ¿Abue? ¿Abue..? ¡Abue..! Abue, ¿qué pasa? Ah, ya. Aquí te envían saludos y preguntan si la estas pasando bien. Sí. Ya. Le estaban poniendo una inyección. Les da las gracias a todos, que está bien (Se sienta)

José Enrique:     Bien, ahora bien, entonces... sigamos con el espectáculo, ¿Beto? ¿Beto? ¿Beto? ¿nos quedamos en...? ¿Preguntas? ¿Hagamos las preguntas y las anotamos? ¿Beto, estás listo? Bien, aquí está este micro, ustedes pueden responder o preguntar, o decir lo que quieran por turnos, yo haré una pregunta acerca de esta obra: hasta el momento, ¿consideran ustedes esto un espectáculo? (Si hubiera preguntas o respuestas, el director o un actor las responderá como su personaje lo haría) Dejen de sonreír entre ustedes, hagan más preguntas. Mi psicólogo siempre me decía que no me preocupe. Cada vez que hay un vacío pienso en esta frase “no estoy haciendo nada, sólo el ridículo, pero en el fondo sé que tengo algo que decirles”... (Largo silencio)

Mujer del público:      Eh...

José Enrique:     ¿Sí?

Mujer del público:      Eh...

José Enrique:     ¿Si?

Mujer del público:      En realidad no sé muy bien cómo hacerle la pregunta... bueno yo soy psicóloga.

Jose Enrique:     Encantado, siga usted por favor.

Mujer del público:      Quisiera entender mejor sus intenciones, sus motivaciones. Aquí en su teatro, usted nos revela algunos signos de sus debilidades como la inconstancia, la ambigüedad, la inconsistencia pero necesitaría conocerlo más. Aún así y todo, creo intuir que usted es un artista, pero también siento que no pagué para ser víctima de su experimento.

José Enrique:     Gracias, por su sincera opinión. No le causaré ningún daño a nadie aquí. Tal vez al final entenderá o sucederá algo que justifique su presencia aquí y que lo que usted cree que ha sido otorgarme su tiempo en verdad haya sido otorgárselo a usted misma. Si este es un experimento y fracasa, habremos aprendido algo.

Mujer del público:      Imagínese si yo voy a pagar para que otros experimenten, ¿no le parece su apreciación un tanto desenfocada? Merezco algo mejor que esto ¿no cree? Una cosa más, ¿intervenir me hace parte de la obra? ¿Según su obra se puede decir que al preguntar esto ahora no sólo soy persona sino también personaje, es decir, ahora soy actriz?

José Enrique:     Pues, sí, de hecho que así es… ¿Su nombre por favor?

Mujer del público:      Eso no es necesario.

José Enrique:     Bueno, no, mire yo hace veinte años empecé a estudiar teatro, supe rápidamente que jamás sería un buen actor, exageré un poco, no era tan malo, ya se da cuenta la juventud es deplorable. Me ayudó mucho pensar que para poder decir algo debía estudiar más, me dediqué entonces a estudiar dramaturgia y dirección, y ahora que han pasado años me voy dando cuenta de lo que tiene que ver el público en todo esto. Es por eso que estoy haciendo esta obra, que tiene en realidad algunos vacíos y errores aun lo acepto, y si me preguntan el tema no sabría que responder. Digo pretendo un estudio del alma desde la escena pero más cerca del público. El público al ser involucrado en la acción, se puede ir y detestarnos para siempre, pero no le daré pretextos obscenos ni lujuria, le daré participación, a mí lo que me ha preocupado siempre es no aburrirlos, pero ahora también pienso que la esencia de todo esto se trata, si se da usted cuenta, de otro modo de comunicarnos. Así que para nosotros, tanto a los que se nos ve como a los que no, nos resulta un honor participar en este espectáculo. Ve usted que yo estoy haciendo el papel principal, me siento bastante nervioso pero hasta ahora creo que voy bien... Entonces, respondiendo a su pregunta, le digo que sí, creo que usted también puede llamarse actriz porque está participando ahora.

Mujer del público:      Eso pensé... Gracias.

Evita Lozano:     A mí, francamente, me parece absurdo todo esto. ¿Qué nos interesa? Es como si todos... no, no sé si alguien más, pero yo me acabo de sentir algo aburrida y ansiosa, creo que algo se detiene y no avanza, como estar frente a un semáforo que no tiene luz verde.

José Enrique:     (Sonríe por compromiso) Claro, es cierto, tiene usted razón. (Entra Tatiana con el agua...)

Evita Lozano:     Gracias linda, óyeme bien, la belleza física sólo es un momento, en la juventud, que es tan corta. Yo tuve un hijo muy joven, después, saliendo de  la clínica me daría cuenta que mi infancia sin padre había sido la causa de que me haya metido con un hombre así, tan de pronto, de esa manera tan ciega, porque uno dice que ama, y eso lo justifica todo, pero nadie entiende a los quince años lo que es el amor, nadie entiende a los cien años lo que es el amor, así que a los trece me enamoré y a los quince amé con ese amor que sólo puede ser ciego, a un idiota, que era casado y que sin saber que me hizo un hijo se fue y nunca me buscó, pero lo gracioso fue que... los años pasan, mi hijo, al que le di de mamar, me lo quitaban porque me llevaban a la clínica, pero después me daban de alta y otra vez lo recuperaba. Ellos, los doctores dicen que estoy mal pero las mujeres sufren, les pasan cosas, cosas tan terribles que las enferma, todas acabamos enfermas, ¿y por qué acabamos enfermas? Por criar hijos, hijos que luego serán hombres que harán sufrir a otras mujeres. Pero lo sorprendente pasó un día que le señalé a su padre, fue y se paró frente a él que estaba en un café muy elegante con otros tipos de su clase pero cuando se paró frente a él mirándolo fijamente, como no lo había visto nunca, no supo reconocerlo, pero sus amigos viendo al niño tan parecido a él le dijeron, “este es tu hijo”. Y él que no había tenido hijos porque su mujer no pudo nunca tenerlos (por eso adoptaron uno que se murió pronto, no sé por qué)... y entonces recordando a su hijo muerto y al ver al mío vivo frente a él, se le llenaron los ojos de lágrimas, no podía creerlo y...

José Enrique:     Perdóneme... Evita pero...

Evita Lozano:     Sí, perdón, lo siento, pero tenía que contárselo al público para que entendieran lo que es la vida. Ahora estoy más tranquila. Mi hijo me va a visitar pero a veces él no puede venir y cuando viene me dice que hablo demasiado. Ahora me habla de lo bien que lo trata su padre y de las cosas que le compra mientras yo vivo recluida en... Saber que mi hijo está bien me hace feliz, ustedes me entienden, así es la vida.

José Enrique:     Gracias, realmente una conmovedora historia señora. desgraciadamente debemos seguir, muchas gracias... (está cansado, se sienta)

Evita Lozano:     Perdón, su obra me parece cada vez más interesante, quiero saber en qué termina.

José Enrique:     Señores, me cansé un poco. Ahora creo que no sé que sigue, voy a terminar con esto de hacer teatro de esta ridícula manera. ¿Beto?

Beto:                   ¿Puedo decir algo?

José Enrique:     ¿Por dónde andabas?

Beto:                   Me fui al baño. Creo que estar reunidos aquí tiene que tener algún valor, tal vez suene romántico, cursi, pero no lo es, y no hablo como el asistente del director, soy un actor y un actor siente las cosas, un actor es un ser que se da cuenta del dolor y la alegría de los demás porque ha desarrollado su intuición y sensibilidad. Por eso digo que este momento es único y maravillosso y que nadie debe dejarlo pasar, estamos aquí, unidos, ¡eso es valiosísimo!

José Enrique:     ¿Dijiste que eres actor? Pero si yo mismo te contraté, y no te contraté como actor sino como asistente de dirección.

Beto:                   Sí, pero acepté porque me dijiste que iba a actuar, y eso estoy haciendo, y creo que no lo estoy haciendo tan mal ¿tanto te cuesta tratarme como un actor? ¿Necesitas drama? Aquí tienes uno. Nunca me has dicho “bien, Beto, lo que hiciste va por ahí”, nada, ni un gesto, ni un consejo ni una crítica, ni nada; sólo órdenes. Pues estás mal Jose Enrique Teruel, muy mal al tratarme así. Me dañas, me humillas, me debilitas, eso lo haces porque eres el director duro e insensible pero yo sé que estoy actuando bien, mis amigos vinieron y me felicitaron, el público habla de mi actuación, y soy muy joven, estoy aprendiendo, tengo mucho que aprender, lo sé... (se traga sus lágrimas), eres igual que mi familia, que hacen como que me aceptan pero en el fondo sólo me desprecia... No, José Enrique, no te preocupes, esta vez no voy a dar lástima, es un asunto que ya superé, soy más fuerte de lo que imaginas.

José Enrique:     ¿Acaso no estás haciendo un drama de tu personaje? Ahora yo soy el cruel bastardo y tú eres el héroe infortunado...

Beto:                   Di la verdad, está todo preparado, así se ensayó, yo tengo que decir este parlamento con la misma convicción con la que lo estoy diciendo ahora y tú me hablas de que soy un llorón y yo me voy llorando, así está en el libreto... pero ya no quiero llorar. Hoy no voy a jugar tu juego. No lloraré. No creas que no entiendo lo que buscas ¿tú entiendes lo mío? Yo busco estar con personas que me quieran, no sólo que me acepten, no voy a mendigar un buen trato. Finalmente, mi personaje se revela y dice lo que siente antes de hacer mutis... eso no está aquí escrito, en el libreto... hay que olvidarse del libreto y seguir la acción… (tira el libreto al aire)... lo siento, señor director (sale.)

José Enrique:     ¡Sólo estás pavoneándote, Beto, y confundiendo más al público! (saca la cara)

Beto:                   Ja, ja, qué gracioso tengo tu mismo propósito.

José Enrique:     No, no, no, te equivocas, no quiero confundir a nadie, todo lo contrario, y eso es lo que está en juego hoy, el valor de este espectáculo está en que sea transparente como el agua limpia, eso es lo que se busca. Bueno, vamos al punto, se acabó Beto, fin, tu personaje no tiene más participación pero tú sigues siendo mi asistente, así que te pido por favor que te ocupes ahora de lo que tiene que pasar para que el espectáculo continúe, sería bueno que recuperes tu libreto... (un llanto de bebé al fondo. Beto sale) ¿Eso fue un llanto de...?

Mujer del público:      Oiga.

José Enrique:     ¿Sí?

Mujer del público:      Si todo esto está escrito, entonces yo soy un personaje inventado por autor y no existo en la realidad. Pero sí existo, entonces ahora me siento confundida. Puede ser que yo soy una actriz, haciendo bien su parte, mejor dicho, una actriz que hace un feliz personaje. ¡Me siento muy feliz! ¿Te han dicho que tienes talento para el arte?

Jose Enrique:     Eh, alguna vez. Bueno, gracias, lo bueno es que hasta ahora nadie se ha ido (si alguien se fue obviar el texto)

Mujer del público:      ¿Pero no cree que debería pasar algo más? ¿No cree usted que tal vez le falte algo más... dramático a esto?

Hombre del celular:    No responde hace rato y el celular sigue encendido... ¿Abuelita? ¿Abuelita? Abuelita aquí estamos todos en el teatro... ¿Abuelita? No responde... (largo silencio) ¿Aló? ¿Aló? ¿Abuelita? Nada, no se escucha nada... pero sigue prendido... suena una puerta, si... ¿Aló? ¿Aló? ¿Sí? Si. ¿Qué? Un momento... me dijeron un momento... (pausa) Sí, sí, señorita, entiendo, gracias... (guarda el celular). Ha entrado a un estado de inconciencia. (Se sienta con la mirada fija, Silencio. Esto nos deja oír una discreta pero acalorada discusión entre Tatiana y Goyo adentro, en los camerines).

José Enrique:     Bueno se me ocurre que finalmente... Podríamos continuar con la escena que se quedó cortada, volvamos a la función, hagamos la escena pero... creo que el inspector está afuera todavía. Beto, voy a ver, tú prepara todo, anda dile a los actores. (Sale José Enrique. Beto entra a camerines. Silencio entre el público. Sale Tatiana primero, Goyo la sigue.)

Tatiana:               (Al público) Adiós señores, disculpen...

Goyo:                  Tatiana, espera... (Entra José Enrique)

Tatiana:               ¿Nos vemos mañana? Chau.

José Enrique:     ¿Y ustedes? ¿No les avisó Beto?

Tatiana:               No, Jose Enrique me voy, tengo que decírtelo frente al público porque así es tu obra y no te la quiero echar a perder, todo lo contrario. Todo se abre al público, hasta la vida íntima, pues aquí estamos, me voy.

José Enrique:     ¿Pero cómo, por que te vas? (Silencio).

Tatiana:               No pasa nada, en esta función no estoy bien conmigo, no me siento nada bien.

Goyo:                  Es mejor la verdad.

José Enrique:     Ah, la verdad. ¿Cuál?

Tatiana:               Goyo, ¿te puedes callar? No quiero que toda mi vida privada sea parte de un drama, ¿oyeron los dos?

Goyo:                  Pero si me amas, ¿qué importa?

Tatiana:               No estoy segura de amar a nadie.

Goyo:                  Ah.

Tatiana:               José Enrique... Lo siento mucho, hablaremos...

José Enrique:     Espera Tatiana, espera, está bien, entiendo que... No, miento, ahora no entiendo nada. La función debe tener un final, la obra culmina, mi papel termina, se le acaba la acción, el actor y el personaje que yo represento se desvanecen. ¿Qué quedará? Quedarán ustedes estimado y paciente público y esta incomprendida e incompleta obra. No importa cuán absurda sea, tiene que tener un fin. Tatiana y Goyo deben terminar con esto, ustedes terminarán la función de hoy. Le ofrecí al público continuar con la escena cortada y si ustedes se prestan de ser actores la harán.

Tatiana:               Sí, claro, está bien. (Goyo entra a camerines). José Enrique, yo...

José Enrique:     No, esto tenía que pasar, yo lo sabía pero no quería aceptarlo, las cosas son tan simples, tal vez por eso uno las desatiende y termina mal. Tuve que zafarme antes...

Tatiana:               Lo siento.

José Enrique:     (Tatiana sale). No creo que lo sientas tanto. Esta debe ser la cara de alguien confundido. De un actor que se olvidó su papel y no sabe como continuar el drama. Creo que a todos nos pasa alguna vez, que hace cosas porque tiene fe, tuve fe en hacer este tipo de papel, pero a mi edad... se debe ver algo poco ridículo. Adiós, espero que disfruten lo poco que falta para el fin. Gracias, y otra vez, mil perdones... ¡Luces! (No se apagan las luces. Silencio. Se oye al fondo llorar un bebé). ¿Beto? ¿Beto? ¿Dónde andas Beto? (salen Goyo y Tatiana medio vestidos). ¿Beto está por ahí?

Tatiana:               Ahora viene, algo le cayó mal.

José Enrique:     ¿En el baño en este momento, no es inoportuno? ¿Qué pasó hoy?...

Tatiana:               Ya ok. Ok, tranquilo Ahí viene...

Beto:                   (Entra de prisa) Empezamos...

José Enrique:     Eso espero. (De pronto un llanto incontenido del hombre del celular) ¿Alguien podría traer un vaso con agua? Cálmese señor. (No se calma) Venga, vamos a tomar un poco de aire, vamos, párese, ¿me ayuda usted?. Bien, bien, un poco de aire fresco te pondrá mejor... (salen. Silencio que nos deja oír un llanto de bebé. Entra José Enrique.) ¿Ustedes oyen a un bebé? (Beto cruza otra vez la escena con un chupón, José Enrique lo mira pasar. El bebé se calla. Beto regresa corriendo)

Beto:                   Es un encargo. Después te cuento... (Sale)

José Enrique:     Encontré algo hoy que no esperaba. Nadie sabe lo que le espera, uno no espera nada hasta que sucede algo que inevitablemente lo cambia todo. ¿Siempre será así la historia del hombre, jamás nos anticiparemos, siempre incapaces de cambiar el destino trágico augurado? Pero hoy día por única vez  en este teatro, los personajes no han estado sujetos completamente a la voluntad caprichosa de un autor... Gracias por su paciencia... hasta pronto. (Sale del teatro. Las luces se apagan. Cuando se vuelven a encender nos encontramos con Tatiana sentada en el mueble y la abuela parada.)

Tatiana:               Eugenia basta, mejor vamos a dormir. (Cruje el techo)

Abuela:               ¡Ahí está, ahí está, es tu abuelo, tu abuelo hacía sonar así sus botas cuando llegaba, son sus botas!

Tatiana:               Cálmate Eugenia, es el techo, suena así porque está muy viejo, vamos a dormir. (Entran. En la oscuridad a través de efectos con el micrófono vemos a Beto realizar los efectos sonoros como el estruendo del derrumbarse de una casa.. Un rayo de sol se filtra por la mañana y  nos permite ver. De ella sale Tatiana y se acerca lentamente al público, está totalmente cubierta de barro mezclado con su sangre). No la he podido salvar, aún escucho su llanto... tal vez alguien venga y la rescate, yo no he podido, no he podido hacer nada, no soy nada contra este maldito mundo... nada más hay que esperar la muerte, sólo el tiempo es inmortal, y ante su paso que va más allá de lo existente, somos insignificantes, insignificantes... menos que el polvo en la tormenta, el mundo es tuyo te dicen, ¿este mundo?, ¿quién lo pidió?, quédense con él... Si tuvieras un rostro te escupiría... He debido morir, ¿por qué no he muerto? Veo venir peores pesadillas (Se acomoda en un lugar para caer, cae un puerta, de una luz azul sale la abuela) ¿Eugenia? No puede ser, no puede ser... estás muerta y yo también estoy muerta. Todos hemos muerto...

Abuela:               Oye, yo estoy viva, la muerte no existe, la cosa es que hay que aprender a vivir, y cada día empezar de nuevo, hay que vivir hijita, vivir... (se oye toser dentro del baño) ¿Gerardo? ¿A qué hora vas a salir del baño? (Intenta abrir) ¿Gerardo? Es tu abuelo hijita, Siempre se queda encerrado, voy a traer la llave... tu abuelo tose mucho... me preocupa...

Inspector:           Lo siento señores pero este local está clausurado, no puede haber función, les ruego que salgan. (Se encienden las luces. Goyo sonríe, se quita la peluca, Tatiana se levanta del piso, hacen una venia, salen, se apagan las luces).

Piojos, de Damián Bojórquez, de Argentina


Piojos de Damian Bojorque: en escena el autor y Silvia Debona.

























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PIOJOS

- de Damián Bojorque-

Estrenada el 18 de Mayo del 2008 en la sala Maggi del Foro Cultural Universitario de la ciudad de Santa Fe.

Elenco:
RAÚL: Damián Bojorque.
DOCTORA: Silvia Debona.

Dirección: Rubén Von der Thusen, Cecilia Mazzeti, Norma Cabrera.

Reseña de la obra:

El grupo teatral Andamio Contiguo presenta la obra “Piojos”, de Damián Bojorque, con direccion gral de Cecilia Mazzetti y Ruben von der Thüsen. Actúan Silvia Debona y Damian Bojorke.




El Andamio sostenido
El grupo teatral santafesino Andamio Contiguo estrena este domingo un nuevo espectáculo que se integra a las artes escénicas. Presentarán "Piojos", de Damián Bojorque, "una mirada joven, íntima y personal sobre las desgracias de la última dictadura. El proceso de creación duró aproximadamente dos años y este domingo se verán los resultados en el Foro Cultural Universitario.


Andamio Contiguo estrena este domingo una nueva propuesta para las artes escénicas de la ciudad. Presentan, según sostienen, un nuevo "boomerang". "Le llamamos así a una modalidad que inauguramos hace unos años: proyectos que surgen a raíz de una propuesta hecha al grupo, no desde su interior. Las tres experiencias las motorizaron artistas jóvenes, y eso nos entusiasma mucho". Caber recordar entonces que Marisa Ramírez fue la promotora de "Julia", Mariana Mathier hizo llegar "Dos mujeres" y ahora es el turno de Damián Bojorque con "Piojos". La novedad con respecto a las ediciones anteriores es que se trata de un texto del mismo Damián, un egresado de la Escuela Provincial de Teatro. "Siempre es motivo de celebración -reflexionan- la aparición de un nuevo dramaturgo, refuerza y renueva la fuerte tradición de "textos propios' que tenemos en la región".


Damián ha tenido -continúan los integrantes de Andamio Contiguo- una "mirada joven, íntima y personal sobre las desgracias de la última dictadura. El proceso de trabajo aproximadamente dos años fue muy peculiar porque, por mil motivos distintos, los miembros de Andamio fuimos pasando por su dirección. Así que en una especie de "sedimentación artística' termina siendo una puesta escénica que tiene un poco (o mucho), de todos nosotros".


"Pero no se debe exclusivamente al proceso de trabajo, en realidad es el texto disparador de Damián el que nos da esa oportunidad, porque aunque utiliza un estilo sutil y ambiguo habla de manera explícita sobre nuestras obsesiones. Realmente funciona a la perfección la idea de "boomerang', es lo primero que nos vuelve en este caso".


Rememoran entonces que desde "Prosumo", pasando por "Domingo Furioso", "Plato Fuerte", hasta "Paul Vater", "en nuestras obras han estado siempre presentes los terribles mecanismos de control, poder social y exterminio, pero quizás por pudor o por sentirnos implicados nunca habíamos hablado de manera tan directa sobre el horror argentino. La mayoría de nosotros ronda una generación que pasó su adolescencia entre el mundial 78 y Malvinas, estamos marcados, construidos en un dolor develado prematuramente, es algo que nos acompañará siempre. Quisiéramos que las cosas hubiesen sido de otra forma, que todo fuese un muy mal sueño. "Piojos' elige hacer una metáfora con aquello que nunca debió habernos sucedido, eso que cada uno sabe y decide asumir o dejar abandonado en el olvido. Nosotros decidimos no olvidar".




Los protagonistas




Damián Bojorque y Silvia Debona

En este nuevo montaje actúan Damián Bojorque y Silvia Debona, con espacio escénico de Debona; banda sonora de Norma Cabrera; supervisión corporal, vestuario y maquillaje de Cecilia Mazzetti y operación técnica de Daniela Arnaudo, Cabrera y Rubén von der Thüsen. La puesta en escena es de Cabrera, Debona, Mazzetti y von der Thüsen, con dirección general de los dos últimos mencionados.


En definitiva, ¿qué es "Piojos"? Para sus hacedores, "la impredecible relación de dos seres que, por distintas razones y bajo distintas condiciones de poder, están obligados a comparecer el uno ante el otro en uno de los momentos más dolorosos de nuestra Historia. En una pequeña celda, él espera. Ella lo visita cada día y en un lugar de relativo privilegio, también espera. Y los anhelos de ambos coinciden en enrarecidos puntos de contacto".


El miedo, la locura, los estados alterados, el cuerpo degradado; la delgada línea entre lo que es y lo que no es, y la vida, siempre, más allá de los muros, más acá de la muerte. "Piojos", reflexionan finalmente los integrantes de este ya emblemático grupo de la escena santafesina "nos cuenta del barro de la miseria humana, del cual sólo podremos salir aferrándonos a nuestra devaluada capacidad de amar".


DAMIAN BOJORQUE


PIOJOS

I

Una pecera en el centro del encierro con un pez de color anaranjado. Atrás, casi camuflado en el fondo, Raúl; lleva puesto un chaleco de fuerzas -sin sujetar- un borceguí en el pie izquierdo y descalzo el pie derecho. Tiene la barba algo larga y desarreglada al igual que su cabello. Flaco, de aspecto demacrado. De a poco se acerca a la pecera. Una lámpara que se balancea débilmente los ilumina. En el piso y en su chaleco hay rastros de sangre.

RAÚL: ¿Por qué nadás? ¿Porque sos un pez? ¿Porque alguien lo dijo? ¿Y porque alguien lo dijo yo lo debo repetir? ¿Las cosas tienen que ser como el jefe de turno lo quiere? ¡No! Para mí, flotás. Como los pájaros. Levitás en las aguas... en las más turbias y en las más claras.
Es triste lo tuyo. Estás ahí encerrado en tu jaulita... que no es tuya, ¿verdad? Estás sólo. Vas de un lado para el otro dando vueltas y flotando intentando comprender... Yo podría darte eso que vos tanto añorás. Esa libertad que pocos conocen. Yo podría darte a luz. (Coloca la pecera en su panza y la acaricia como una madre. Canta una canción de cuna)

Ya se cayó el arbolito
donde dormía el pavo real.
Ahora duerme en el suelo.
Como cualquier animal.

¡Ey!... Una patadita muy fuerte para tu tamaño... pero yo no quiero un futbolista. Estoy en víspera de una nena hermosa, hermosa, hermosa como la madre. Que sea inteligente, honrada, discreta y que juegue a hacer de novio a las escondidas. Que nadie sepa de su amor y su romance hasta estar segura de que son el uno para el otro. Y hasta estar seguro de que algo bueno hay para nosotros.
Te ves tan linda ahí adentro. Aparentás de tres semanas. Estás ansiosa, ¿no? Pero no te pongas así, los meses pasan rápido… y además hay que hacer otros estudios para darte a luz. (Consciente de su realidad. Al pez) ¡Por supuesto que no te puedo ayudar! ¡Estoy acá encerrado! ¡¿Cuánto tiempo llevo en esta locura?! ¡¿Acaso nadie me busca?!... Parece que no le importo a nadie. Esconden la cabeza como el avestruz… ¡Cobardes! ¡Sos una mocosa mal educada! ¡¿No te enseñaron a respetar a tus mayores?!
(Mece la pecera en sus brazos) Se lo tenemos que hacer saber a Raúl. No sirve de nada seguir escondiéndote, en algún momento vas a dar el golpe. ¡No digas estupideces! ¡Jamás pensé en el aborto!... ¿Se lo tomará bien?... Se va a poner loco de contento (La débil lámpara parpadea. Raúl se inquieta. La luz se muere)

II

Silencio y oscuridad. Una puerta al fondo se abre dejando ver el retrato de Jorge Rafael Videla Presidente. Ingresa una doctora. Trae puesto un delantal; en su pie derecho un borceguí y en el izquierdo un zapato blanco. De su cuello cuelga un estetoscopio. Cierra la puerta. La luz de la lámpara comienza a parpadear... se restituye. Raúl está con el chaleco de fuerzas sujetado rascándose la cabeza contra el suelo. La pecera ha desaparecido.

DOCTORA: ¿Qué hacés, Raúl?
RAÚL: (Con una mezcla de alivio y alegría) ¡Hola, seño! ¿Cómo está?
DOCTORA: Bien. ¿Vos?
RAÚL: Me pica la cabeza. ¿Me rasca un poquito?
DOCTORA: ¿Dónde te rasco?
RAÚL: Por toda la cabeza, Seño.
DOCTORA: (Suavemente determinante) ¡Doctora, Raúl! ¡Soy tu Doctora!
RAÚL: ... Por toda la cabeza. (La doctora comienza a rascar. Raúl, con satisfacción) ¡Eso! ¡Ahí! Cerca de la oreja. ¡Así! ¡Qué lindo!... ¿Por qué la visita?
DOCTORA: Rutina. Como todos los días.
RAÚL: Sí, ya sé. Cuando escucho que la jaula de al lado se cierra, al ratito la tengo acá... ¿Por qué me pica? ¿Tiene idea?
DOCTORA: Puede que tengas piojos.
RAÚL: Pero por qué me pican.
DOCTORA: Porque los piojos son algo así como los mosquitos, o las garrapatas... pican. Te chupan la sangre de a poquito y pican, pichicatean mucho, a dos veinte.
RAÚL: Adentro de este cuarto no hay mosquitos, ni garrapatas, no hay nada. Estoy bien encerrado.
DOCTORA: No, Raúl. Estás bien protegido.
RAÚL: ¿Protegidos de quiénes? (Las manos de la doctora se detienen. Breve silencio) ¿De los piojos?
DOCTORA: Sí, de los piojos.
RAÚL: Cuando yo era un niño. Tendría unos ocho años, más o menos. No me voy a olvidar nunca. En mi ciudad había algo así como los mosquitos. "Los chupa-sangre" le llamaban. Fue para la época en que se aprobaron los bancos de sangres y los de órganos. Comenzaron a desaparecer niños de la noche a la mañana. Fue muy triste. Cuando veas un falcon verde, me decía mi mamá, esos autos largos, volvé corriendo a casa porque son ellos.
DOCTORA: (Inconmovible, como escuchando una locura más) Mirá vos, qué interesante.
RAÚL: Sí. A veces encontraban algunos que otros chicos pero estaban todos chupados. Vacíos. Al menos sirvió para algo ya que la paranoia acercó más a mi mamá. A mi papá, no. No tengo claro de qué lado estaba él. Decían que a "Los chupa-sangre" les pagaban bastante bien porque era un trabajo espantoso, imagínese. A muchos les pagaban con seguridad... ¿Será por eso que nunca me pasó nada? ¿Será que papá…?
Había que tener mucho cuidado. Mamá me acompañaba a la escuela, después me iba a buscar, me llevaba a la plaza, a los cumpleaños, a todos lados. No me descuidaba. (Silencio)
Si tengo piojos es porque usted me los trajo. O alguna de sus enfermeras. Yo estoy aislado del mundo en este cuarto y no se justifica que los tenga.
DOCTORA: A veces vienen volando... como si vinieran de tierras extranjeras. No quiero decir que los piojos vuelen, pero son muy chiquititos y el viento los pudo haber traído a tu cabeza.
RAÚL: El viento es libertad y acá no hay viento.
DOCTORA: Entonces puede que te hayas contagiado de alguna de las enfermeras porque yo no tengo piojos.
RAÚL: Es una enfermedad, ¿no?
DOCTORA: Algo así... No, para nada. Es necesario... Depende... No sé. ¿De qué estás hablando?
RAÚL: Pero usted dijo que el piojo te pica. Te chupa la sangre de a poquito hasta llenarte de miedo y dejarte en la ruina.
DOCTORA: Sí, eso dije.
RAÚL: Definitivamente es una enfermedad de mierda... como la pobreza. Te Pica, te chupa, te desnutre. Es hereditaria también... pero es curable. ¡Yo vi a muchos pobres salir adelante!
Es desesperante la pobreza. Si no hay alguien que te rasque la cabeza te termina matando (La mira) Gracias, Seño. Si no fuera por usted...
DOCTORA: De nada, Raúl. Pero tu pobreza no es otra cosa que...
RAÚL: (Enojado) ¡Yo no soy pobre! ¡No soy pobre! ¡La cabeza me pica porque desde el día en que me metieron acá no sé lo que es el agua! Salvo el baldazo frió que me revive todos los días... para volver a escuchar las mismas preguntas una y otra vez.
DOCTORA: Me refería a tu piojera, Raúl.
RAÚL: (Conteniéndose) No se debe decirle a un loco que está loco.
DOCTORA- ¿Por qué no?
RAÚL: (Obvio) Por que no lo entendería.
DOCTORA- Y vos, ¿lo entenderías?
RAÚL- Por supuesto. Claro que lo entendería.
DOCTORA: (Saca una pastilla del bolsillo y una botellita de agua y se la da de tomar. Luego revisa su boca para asegurarse de que la haya tragado) Muy bien, Raúl. Ahora, un caramelo de premio. (Oscuridad)


III

Sola, la doctora, en el encierro con la pecera en las manos.

DOCTORA: Cuando se lo dije quedó así como zombi. Estaba paralizado el estúpido. La noticia fue chocar con un camión de frente, lo dejó noqueado, pero después de un rato reaccionó. Los primeros días del mes se mostró interesadísimo. Parecía llenarse con ese orgullo de futuro padre incomparable: protector, educador, baboso. Parecía un payaso como todo padre bañado en su orgullo. Él se encargó de informarles a los míos. Pensé que lo iban a matar, pero tuvo una delicadeza para decirles que iban a ser abuelos que yo ni me lo esperaba; y ellos, como flotando en el aura, listos para mal educar al nieto. La verdad que tenía cualidades que desconocía. En realidad nunca llegué a conocerlo del todo.
...Y los días fueron transcurriendo de manera maravillosa, todo encaminaba a la felicidad. Apoyaba (poniendo la pecera sobre su oído) su oído sobre mi panza para escuchar los latidos. Horas enteras se pasaba. Todos los días traía un nombre nuevo... Florencia fue el primero... Verónica... Lucrecia... Romina... Ramona...
Había comenzado a pagar la cuna, el cochecito y cuando menos lo esperábamos unas brutales luces lo encandilaron y lo atravesó un nuevo camión de frente: se quedó sin trabajo. Buscaba, pero le cerraban la puerta en la cara. Nadie quería comprometerse al recibirlo. Ni los amigos le ayudaron. Eso lo mata a cualquiera. Fueron pasando los días y ya no le interesaban mucho los latidos de la nena. Estaba muy preocupado buscando empleo. Muy preocupado al punto de cambiar su aspecto. El rostro se le fue deformando. Fue quedando flaco, barbudo, sucio. Ya no era el pececito que a mí me gustaba y entró en un pozo profundo del cual no pudo salir jamás. Todavía sigue allí con los recuerdos que lo atormentan. Es preso de su locura, de su desgracia.
Me las tuve que arreglar sola... y con la ayuda de los abuelos. (Oscuridad)

IV

La Doctora y Raúl, éste con el chaleco sujetado y masticando su caramelo. La pecera ha desaparecido.

DOCTORA: Ayer por la noche mi hija me preguntó a qué me dedicaba. (Examina a Raúl con el estetoscopio. La vista perdida en el recuerdo) Ella sabe que soy Médica-Psiquiatra.
RAÚL: Treinta y tres.
DOCTORA: Pero anoche quería saber bien qué es lo que hago. Cuando era más chica se conformaba con saber que era Médica.
RAÚL: (Algo desafiante) 30.000 ¿no?
DOCTORA: Ahora no le basta con saber que ayudo a los enfermos tratando de ponerlos en camino.
RAÚL: (Conteniendo su enojo) Seño, yo no soy un enfermo, ni soy un piojoso... Yo no tengo nada para decir. No sé qué es lo que quieren.
DOCTORA: (No lo escucha. Sonriendo) Tiene cinco años. Es divina pero preguntona. (Se sienta al lado de Raúl) Está en la edad de querer saber siempre un poco más. Eso no sirve. Es peligroso. También me preguntó por su padre. No supe qué decirle. Me agarró de sorpresa. Quedé paralizada por unos segundos. No podía mirarla a los ojos. Seguí cocinando como si no la hubiera escuchado pero te juro que esa pregunta me cocinó el alma. Nadie sabe quién es su padre, salvo los abuelos. Nunca se lo dije a nadie y no me interesa que lo sepan. ¿Porqué se lo tendría que decir a ella?
RAÚL: Tiene derecho a saberlo.
DOCTORA: Ya sé que tiene todo el derecho a saberlo... (Mirándole a los ojos) pero se merece un padre sano, cuerdo, no uno perdido en sus fantasías. ¡Para qué mostrarle la verdad! ¡¿Para desilusionarla?! ¡¿Para que sufra más de lo que sufre sin saberla?!
Prefiero que siga creyendo que su padre me abandonó, o que se perdió buscando trabajo... o que se muera con la duda. Me avergüenza la idea de contarle la verdadera historia.
RAÚL: Pero él no la abandonó. Él, todavía la está buscando y no pierde la esperanza, no piensa parar hasta encontrarla, hasta hacerla dormir en su regazo. Lo que hace es injusto, doctora. ¿No se da cuanta que está haciendo todo mal?

V

Solo, Raúl, en el espacio. Sostiene la pecera en sus manos.

RAÚL: Cuando me confesó que estaba embarazada debo admitir que la noticia me impactó. No estaba en mis planes una hija tan imprevista. Además éramos un pacto desconocido para el mundo. A ella le gustaba jugar a los amores a escondidas y eso en realidad nos venía de maravilla porque los dos teníamos pareja. Alianza. Ninguno estaba de acuerdo con el aborto. Se supone que todo es para bien... Nos queríamos demasiado... nos divertía la situación de escaparnos para vernos en las noches, para amarnos y cómo nos amábamos. A veces nos cruzábamos a Chile, o viajábamos de provincia en provincia, una vez a Uruguay. Una diversión peligrosa porque en cualquier momento nos podían encontrar. Yo la estaba ayudando en todo. Había comenzado a pagar la cuna y el cochecito pero al poco tiempo una luz enorme encandiló mis ojos... perdí el trabajo. Buscaba, pero me cerraban la puerta en la cara. Nadie se quería comprometer. Ni siquiera mis amigos me ayudaron. Eso lo mata a cualquiera. Sentía una presión insoportable en el alma, algo que sólo los desafortunados sienten. Ahorraba las últimas moneditas para mi nena para sus cosas y golpeaba en cada puerta con el currículum en mano pero siempre había alguien más capacitado... ¡Mentiras!… La barba me fue creciendo, me fui enflaqueciendo, me fui deformando. Me fui deprimiendo, el mal olor se me fue apoderando, pero yo no bajaba los brazos. Quería darle un futuro a mi hija... ¡¿Habrá nacido?!... corrí al hospital con todas mis fuerzas imaginando sus primeros llantos, sus ojitos cerrados, su cuerpecito de algodón, anaranjado... pero cuando llegué, los piojos me estaban esperando. Caí en un pozo profundo del cual no pude salir jamás. Todavía sigo acá. (Parpadea la lámpara y Raúl se asusta… se apaga)

VI

La pecera ha desaparecido. La Doctora masajea la espalda de Raúl... los masajes se vuelven caricias... a las caricias le suma sus besos... Raúl, contenido, sufre cada contacto... lagrimea.

RAÚL: ¡Basta, Seño!
DOCTORA: (Suavemente dominante) ¡Soy tu Doctora, Raúl! ¡Decime Doctora!... Te voy a soltar y vas a portarte bien. Vas a poner tus manos donde a mí tanto me gusta y vas a darme calor. Mucho calor. Vas a decirme lo mucho que te gusto y lo bien que lo hago. (Le desprende el chaleco)
RAÚL: (Temeroso acaricia a la Doctora... la besa... Una lágrima de sangre le brota. Lentamente lleva las manos a la garganta de la Doctora y aprieta con fuerza. La Doctora intenta defenderse) ¡Debería matarte! ¡Cerrar el puño cada vez más fuerte hasta que tus ojos salten hacia afuera! ¡Y matarte! Y volver a matarte ¡Y matarte otra vez! Pero no lo voy a hacer ¡¿Sabés por qué?! ¡Porque yo no soy asesino! ¡Por que sos la madre de mi hija! ¡Y jamás te apuñalaría por la espalda! ¡Esté del lado que esté! ¡¿Le quedó claro, Doctora?! (La Doctora asiente como puede. Raúl la suelta) Puede volver a sujetarme (La Doctora no reacciona) ¡Áteme!... ¡Áteme, le digo!
DOCTORA: (Obedece. Llorosa)... ¡¿Cuándo vas a entender que no Soy Carolina, que no soy la madre de tu hija?! ¡Que soy y seguiré siendo esto que soy hasta el día que te pudras, Raúl! Ya no tenés solución. ¡Te puedo asegurar que nunca vas a salir de acá!
RAÚL: No se debe decir a un loco que está loco.
DOCTORA: Lo tenés bien asumido, ¿no?
RAÚL: ¿Sabe lo que es usted?
DOCTORA: (Irónica) ¿Tu señorita? ¿Acaso soy Carolina?
RAÚL: (Marcándosele las venas en la frente) ¡Sos chupa-sangre! ¡Sos un piojo! ¡Un piojo que me consume! ¡Que me vuelve pobre! ¡Que nos enferma! ¡Que me trastorna y se divierte!
DOCTORA: ¿Algo más?
RAÚL: Y me mira con esos ojos llenos de sangre. De odio. Sólo por que no le doy lo que quiere. O me va a decir que esto es parte del tratamiento.
DOCTORA: No. No es parte del tratamiento. Sí, es cierto que acá enderezamos al libertinaje, pero esto es personal. Te quiero a vos... ¡loco!... ¡padre! Un padre que hasta pierde la cabeza por darle todo a su hija. Y no un padre como el que tiene, que la abandona... y me abandonó.
RAÚL: Pero si todos los días se lo repito. “ella” es nuestra hija. Los dos somos culpables de lo que está pasando.
DOCTORA: No mezcles las historias. Libertad no es tu hija.
RAÚL: ¿Se llama Libertad? (Se le humedecen los ojos) ¿Le pusiste el nombre que yo elegí? Llevame con ella, por favor. Quiero conocerla.
DOCTORA: No es tu hija, Raúl. Es la mía.
RAÚL: ¿Cuántos años cumplió?
DOCTORA: Raúl, nunca tuviste una hija. Tu (piensa)... nunca lo consiguió. Tu historia se quedó en la sala de partos, ahí se terminó todo.
RAÚL: ¡No! Ella está en la escuela aprendiendo lo que tiene que aprender: la sociedad, los valores, la historia, lo que hay que saber, lo que no hay que callar!
DOTORA: No me sirven las demagogias.
RAÚL: ¡La quiero conocer! Llevame con ella. (Se tira al suelo y muerde el borceguí de la Doctora. Balbucea que la quiere conocer, que su hija está en la escuela, que la lleve)
DOCTORA: (Tironea su pierna) ¡Soltá, Raúl!... ¡Dejame ir!... ¡Basta, Raúl! ¡Dije basta!... ¡No vas a conseguir nada! ¡Hagas lo que hagas jamás voy a caer! ¡Basta, dije! ¡Vos me obligás a esto! (Saca una pequeña picana del bolsillo y da un shock a Raúl, al mismo momento parpadea la luz. La oscuridad inunda de a poco mientras la doctora sale por la puerta)


EPÍLOGO

Ambos están sentados en el banco de alguna plaza. Raúl lleva puesto una camisa blanca, la corbata floja, un saco negro, un pantalón gris, medias negras, zapatos y una carpeta en manos. Su cabello es desprolijo al igual que su barba. La Doctora lleva puesto un vestido largo, típico de embarazadas, guillermina en los pies y tiene la pecera en su regazo. De vez en cuando uno mira al otro hasta que Raúl se anima a establecer un diálogo.

RAÚL: ¿Embarazada?
DOCTORA: De seis meses.
RAÚL: Yo también espero una nena, o sea, no yo, sino mi (piensa)... no importa.
DOCTORA: ¿Amante?
RAÚL: Fuimos amantes. Ahora nos estamos preparando para ir a vivir juntos.
DOCTORA: (Silencio) En ningún momento dije que fuera nena. ¿Cómo lo supo?
RAÚL: Porque las nenas emanan algo así como... un color anaranjado.
DOCTORA: ¿De cuantos meses está su...? No sé qué son ahora.
RAÚL: De seis, igual que usted.
DOCTORA: ¿Ya tienen todo preparado? ¿Las batitas, el ajuar...?
RAÚL: Tenemos casi todo, al menos lo principal. Ahora sólo me queda conseguir trabajo, porque hace dos meses me rajaron... por la actividad gremial.
¿Usted, a qué se dedica?
DOCTORA: Estudio medicina. El año que viene, si Dios quiere, me gradúo. Después voy a especializarme en Psiquiatría.
RAÚL: Dios me salve de eso. El último lugar en le que quisiera estar es un hospital psiquiátrico. La piojera no es para mí y menos los tormentos psicológicos.
¿Y el padre a qué se…?
DOCTORA: Prefiero no hablar del tema.
RAÚL: Perdón.
DOCTORA: Está Bien.
RAÚL: Suelo meter la pata todo el tiempo. Cualquier cosita que digo es...
DOCTORA- Está bien. No importa.
RAÚL: (Silencio) ¿Sabe? No veo la hora de tenerla en brazos, de ver sus ojitos, de sentir su cuerpecito de algodón.
DOCTORA: Yo también.
RAÚL: ¿Cómo la va a llamar?
DOCTORA: Libertad.
RAÚL: ¿Enserio? (Ella asiente) Yo también lo había pensado para la mía. Es un lindo nombre. (Silencio) ¿Para cuándo está previsto?
DOCTORA: Para Marzo. La semana del veinte.
RAÚL: Habrá que prepararse...
Bueno, están levantando la persiana. Me voy yendo. Espero que cuando llegue no la bajen. Tengo tanta mala suerte últimamente.
DOCTORA: Permítame que le arregle un poco el cabello (Acomodándole la corbata) Tendría que haber venido un poco más arreglado (Lo mira y le da un suave beso en los labios) Es para que consiga el trabajo. Dicen que los besos de embarazadas traen suerte.
RAÚL: Gracias… Quizás después nos volvamos a ver.
DOCTORA: Quizás. Dicen que el mundo es pequeño. (Raúl sale. Ella lo sigue con la mirada)

Apagón