24/10/10

“SUEÑOS INTERRUMPIDOS”- Testimonios y poemas de los hermanos Cerezo Contreras- Dramaturgia Humberto Robles


SUEÑOS

INTERRUMPIDOS

- Testimonios y poemas de los hermanos Cerezo Contreras-

Obra de teatro-documental para dos actores y una actriz, escrita a petición de Antonio Cerezo Contreras y del Comité Cerezo.

“Dedicada a la memoria de la abogada y defensora de derechos humanos Digna Ochoa y Plácido, asesinada en 2001”.

ESCENA 1: 13 DE AGOSTO DE 2001
En el escenario una Mujer y dos Hombres. Uno de ellos representa a HÉCTOR, el otro a ANTONIO. 
ELLA: Ciudad de México.
ANTONIO: 13 de agosto de 2001.
ELLA: 13 de agosto de 2001.
HÉCTOR: Ciudad de México.
ELLA: Ese día fueron torturados y detenidos ilegalmente, los hermanos Alejandro, Héctor y Antonio Cerezo Contreras, y sus coacusados Pablo Alvarado Flores y Sergio Galicia Max. Éste último fue absuelto. El resto recibieron condenas en penales de Alta Seguridad, cárceles de exterminio. Fueron acusados de pertenecer a grupos guerrilleros y de haber efectuado unas explosiones en sucursales bancarias de Banamex. Estas son sus voces desde la cárcel.
LOS TRES: ¡Presos hoy, libres siempre!
Inicia Música.
ANTONIO: Somos hombres a pesar de exponernos
Al producto de una sociedad en decadencia.
HÉCTOR: Somos humanidad en pensamiento
Somos libres, aunque mi cuerpo permanezca.
ANTONIO: Somos sueños interrumpidos…
HÉCTOR: Pero sólo eso[1].
Termina Música.
ESCENA 2: ANTONIO Y HÉCTOR
ANTONIO: Mi nombre es Antonio Cerezo Contreras, tengo 24 años y soy originario del Distrito Federal…
HÉCTOR: Esto es lo que sucedió aquel tenebroso día 13 de agosto…
ANTONIO: Dicen que recordar es volver a vivir, pero lo que a continuación escribo no quisiera volver a vivirlo, aunque eso ya no depende de mí, sino de la gente que me tiene preso junto. Fui detenido el lunes 13 de agosto, aproximadamente a las cinco de la mañana en mi casa de Santiago Tepalcatlalpan, Xochimilco.
HÉCTOR: Aproximadamente a las 5 de la mañana me desperté por el ruido de voces y me senté sobre el colchón. Después fui encañonado por gente encapuchada.
ANTONIO: Estaba dormido a un lado de mi hermano Héctor Cerezo Contreras, de 22 años, cuando escuché una voz. […] Lo primero que vi fue a un hombre con pasamontañas negro, vestido de gris, que me apuntaba con una pistola.
HÉCTOR: Me levantaron y me llevaron al patio de la casa, ahí me pusieron en posición de revisión “recargado de frente a la pared con las manos y pies separados” y con la cabeza agachada. Algunos minutos después me preguntaron mi nombre y de dónde era; les contesté que me llamaba Héctor…
ANTONIO: Me dijo: “Híncate, manos a la nuca…” Obedecí y vi a otros hombres armados, igual con pasamontañas negros y vestidos de gris. Uno de ellos me agarró y me sacó al patio; atrás de mí sacaron a mi hermano Héctor.
HÉCTOR: Yo grité fuertemente. “Me están torturando, me están torturando”. Al oír eso, los de la PGR me colocaron una bolsa de plástico en la cabeza tratándome de ahogar.
ANTONIO: Los golpes en la cabeza los alternaban con jalones de cabello en las patillas, torcían la oreja y la jalaban hacia arriba, con los nudillos ejercían presión detrás de las orejas.
HÉCTOR: Instintivamente quise quitarme la bolsa con las manos, en respuesta a eso me esposaron las manos en la espalda, las esposas eran de plástico blando, de las que no se quitan, a no ser que se corten.
ANTONIO: Un policía me levantó y me puso contra la pared. Dijo, vamos a hacer la “máscara del santo”…
HÉCTOR: El policía que siempre estaba detrás de mí me presionaba con sus nudillos atrás de las orejas, esto lo hizo como unas seis o siete veces…
ANTONIO: Me puso un plástico en la cara, muy delgado del que se usa para envolver cosas. Yo me doblaba para que no me lo pusieran y poder respirar…
HÉCTOR: También presionaba con sus manos la nuca, el cuello, la clavícula y la parte de la espalda donde se une con la nuca, yo gritaba, pero cada vez que lo hacia me amenazaban con mas golpes…
ANTONIO: La segunda vez me dijo que no me doblara y me golpeó en el estómago, así me hicieron como tres veces, luego me volvieron a sentar…
HÉCTOR: En todo este tiempo yo escuchaba que a mi hermano Antonio el cual estaba en otro cuarto también gritaba y se quejaba, escuchaba que lo estaban también torturando…
ANTONIO: Me llevaron a una camioneta y el de planta se me acercó y me dijo: “¿no te da vergüenza que te lleve una mujer?”. Ahí me di cuenta que la policía que me llevaba era una mujer…
HÉCTOR: Los de la PGR me decían que iban a agarrar a toda la familia y que la iban a llevar al campo militar No 1. Me decían que yo era inhumano porque al no decir o confesar dónde estaban las bombas permitía que torturaran a mis hermanos. También decían que yo era el culpable de que ellos fueran unos monstruos y que si cooperaba, ellos me ayudarían. Yo les decía que era estudiante de la UNAM, que estaba estudiando filosofía y que no sabía nada.
ANTONIO: Me subí a la parte trasera de una camioneta… […] Me dijeron: “abre las piernas” y sentí que ponían a otra persona entre ellas. Vi la camisa que llevaba mi hermano Héctor y recargué mi cabeza sobre su hombro. Sentí después que subían a otra persona y pensé que era el vecino… No me imaginaba o no quería imaginar que era mi hermano Alejandro.
ESCENA 3: LA PRENSA
Inicia y termina puente musical.  ELLA, ANTONIO y HÉCTOR hablan como “periodistas” de TV o radio.
ELLA: Agentes de la PJF catean 4 domicilios en DF y del Estado de México.
ANTONIO: Detienen a 5 implicados en estallido de petardos.
HÉCTOR: Se actuará con rigor. Es asunto de Estado, dice la PGR.
ELLA: Héctor Cerezo Contreras, de 22 años; Alejandro Cerezo Contreras, de 19; Antonio Cerezo Contreras, de 25; Pablo Flores Alvarado, de 43, y Sergio Galicia Max, de 37 años, fueron detenidos en el interior de sus domicilios en el municipio de los Reyes La Paz, estado de México. Las autoridades les iniciaron una averiguación previa como probables responsables de los delitos de terrorismo, daño en propiedad ajena y delincuencia organizada, y según se informó "inicialmente han reconocido pertenecer a las FARP"[2]. 
ANTONIO: Francisco Cerezo Quiroz, padre de los hermanos Cerezo, es considerado por la Procuraduría General de la República (PGR) como presunto líder del Ejército Popular Revolucionario EPR.
HÉCTOR: Por tal motivo, los hermanos Cerezo fueron rehenes del estado, pretendiendo que su padre se entregara a las autoridades.
ESCENA 4: “ANTES DEL ALMUERZO”
Inicia y termina música. ELLA y HÉCTOR salen de escena. Inicia música que acompaña todo el poema:
ANTONIO: ANTES DEL ALMUERZO
Me cortaron una vida antes del almuerzo
amarraron veinte caminos a la silla y la incendiaron
Mis sueños de ayer en remolinos
avanzan y recogen los estragos
han llegado a mí oscuros
de noche otra vez encabritados
Hay algo que me duele en la memoria
como compañía teatral de la tragedia
que en espectáculo mordaz nada te impone
salvo aplaudir cuando revientan…
de alegría…
Bravo
          aplaudan
ahora con ustedes
                              el dolor en agonía…
¡Fantástico, alocado, vestido de payaso!
“Hoy muero, nada de llantos
he decidido morir de inanición y ser cremado”
Hoy por la mañana
recogí las cenizas de un dolor amotinado
ya nada duele
pero te extraño[3].
Termina Música.
ESCENA 5: EL INTERROGATORIO
ANTONIO esta sentado en la silla. El actor que interpreta a HÉCTOR ahora interpreta a un POLICÍA.
POLICÍA: ¿Cuántos años tienes?
ANTONIO: 25.
POLICÍA: ¿De qué trata “El manifiesto del Partido Comunista”?
ANTONIO: De que hay proletarios y burgueses.
POLICÍA: ¿Y tu qué te consideras?
ANTONIO: Un proletario
POLICÍA: ¿Y yo que soy?
ANTONIO: Un proletario.
POLICÍA: Entonces de proletario a proletario, dime todo lo que sabes.
ANTONIO: Yo no sé nada.
POLICÍA: ¿Sabes qué es la Filosofía?
ANTONIO: No.
POLICÍA: La Filosofía es el amor al conocimiento. ¿Has escuchado hablar de Malthus?
ANTONIO: No. ¿Por qué me golpean? Me están madreando.
POLICÍA: Tú eres el agresor, no te quieras hacer pasar por víctima.
ANTONIO: Cualquier gente que nos vea, que yo estoy con los ojos vendados, las manos atrás y todos ustedes aquí no pensaría así.
POLICÍA: Ya déjate de hacer la víctima, tú eres el agresor, no te salgas del tema.
ANTONIO: ¿Entonces cómo se le llama a esto?
POLICÍA: Tortura.
ANTONIO: Entonces ¿por qué me torturan?
POLICÍA: ¿Por qué tiemblas?
ANTONIO: Por que tengo miedo.
POLICÍA: No, si tuvieras miedo, tú no estarías aquí… ¿Te gustan los hombres?
ANTONIO: No.
POLICÍA: A mi sí. Te vamos a coger, ya estoy practicando con el balero el capirucho… ¿Qué, ya te cagaste?
ANTONIO: No.
POLICÍA: Pues te vas a cagar, voy a hacer que te cagues y te comas tu mierda, te voy a cortar los huevos y voy a hacer que los mastiques.
ANTONIO: Ya qué… Estoy en sus manos, me van a hacer lo que quieran.
POLICÍA: Ah… Es un reto, me estás retando.
ANTONIO: No.
POLICÍA: ¿Quién es el pendejo, tú o yo?
ANTONIO: Yo.
POLICÍA: ¿Quieres que tratemos como bestia o como humano?
ANTONIO: Como humano
POLICÍA: Entonces habla.
ANTONIO: No sé nada.
POLICÍA: Te vamos a reventar tu madre.
ANTONIO: Las amenazas de violación, de desaparición fueron constantes, sobre todo la última parte. No lo dijeron sólo una vez, sino varias. No sé cuántas veces, no conté los golpes, pero fueron reales. Efectivamente, esto no es una película, ni lo que conté es producto de mi imaginación o del supuesto adoctrinamiento que dice el director de la UEDO.
Salen ANTONIO y HÉCTOR. Inicia música que separa esta escena con la siguiente. Entra ELLA.
ESCENA 6: LOS HERMANOS
ELLA: Desde hace muchísimos años, la historia y la literatura nos han traído las narraciones de las vidas de muchos hermanos. Quién no recuerda a Rómulo y Remo […]. Qué decir de "Los hermanos Corzo", […] Y los Graco […] Saltando en el tiempo […], de pronto pensamos en los nuestros, en los hermanos Zapata: Emiliano y Eufemio; en los Flores Magón, Ricardo, Enrique y Jesús, rebeldes oaxaqueños que lucharon siempre en la trinchera de los pobres, de los explotados, de los siempre ofendidos y humillados. […] Y seguimos con el repaso de la historia de los hermanos y vemos las cárceles llenas de hermanos, sí, de hermanos de la misma matriz y de la misma sangre, y de hermanos del útero fecundo de los ideales y de las convicciones. Y están allí los hermanos Melchi, de la UCI, presos en Puebla desde hace muchos años. Y los hermanos Cerezo, como rehenes de un gobierno que se decía "del cambio", pero que sólo "cambió" para mostrar su intransigencia y la falta de respeto a la ley… ¿cuál cambio? […] Desde este espacio, junto a miles de hermanos de convicciones en el mundo, exijo la libertad de todos los injustamente encarcelados, a quienes defendemos porque son nuestros y los llamamos los hermanos[4]. Rosario Ibarra, dirigente del Comité Eureka.
ESCENA 7: “LA CELDA” Y “SIN TÍTULO”
Entran HÉCTOR y ANTONIO. Inicia música que acompaña a los poemas.
HÉCTOR: Celda
Indiferente
a foráneas manos,
la piel blanca,
inhóspita guarida
a la figura humana:
aletea
al erguido
aletea
en sus pupilas,
aletea
preso de sí
aletea[5].                                 
ANTONIO: Sin título
Cuando la gota de agua
constante
que cuando la piedra
la verdad corroe
la voz que llama
al pueblo a la lactancia
para burlarlo otra vez
colocando en él
las mismas cadenas
aterciopeladas
con un leve aroma a democracia.
Insensato afán
de acallar los gritos del hombre
con ruidos de sonaja
de evitar que el niño crezca
rompiéndole los pies
atándolo a la fuerza[6].
Termina la música.
ESCENA 8: LA DETENCIÓN
HÉCTOR: Alrededor de las 4 y media o cinco de la tarde entraron con mi hermano Alejandro, me dijeron que si yo lo conocía y les respondí que sí. A las 5 o 5 y media nos pusieron toallas en la cabeza y nos subieron en una camioneta […]
ELLA: “Los hermanos Cerezo, estudiantes de la Universidad Nacional, fueron detenidos […], acusados de haber colocado petardos en sucursales bancarias y de haber causado en ellas daños que el Ministerio Público no probó, a pesar de lo cual se fincaron en esos hechos acusaciones de otros delitos”.
HÉCTOR: Aproximadamente a las 6 de la tarde llegamos a la PGR. Ahí nos quitaron las esposas y la toalla de la cabeza, nos realizaron un examen médico y nos condujeron a los separos en donde se nos dijo que en cualquier momento podrían llegar los militares por nosotros e íbamos a valer madres. Alrededor de las dos o tres de la madrugada del día martes 14 nos pidieron rendir declaración a lo cual nos reservamos el derecho por no contar con un abogado de confianza. En las doce horas que estuve en mi casa no me dejaron ir al baño ni me dieron agua o comida.
ANTONIO: Ya en Almoloya nos bajaron de la camioneta, a mí al último, me sentaron con las piernas abiertas frente a la pared y me esposaron con las manos atrás […]. En mi turno me quitaron las esposas, [...] me dijeron que estaba en Almoloya, que contestara “Si, señor… o no, señor”, que era el 1108, todo con gritos.
ELLA: “Son víctimas de una de las aberraciones judiciales más escandalosas de los últimos años. A cada uno de los Cerezo se les asestó una pena a 13 años de prisión […] Están sometidos al rigor de esa penitenciaría, como si fueran reos de alta peligrosidad sin que haya un fundamento material que permita considerarlos así”.
HÉCTOR: Me desnudaron, me preguntaron que si no tenía alguna lesión, que hiciera sentadillas, que separara los glúteos y me agachara, me dieron un uniforme, me lo puse. […]
ANTONIO: Me cortaron el pelo, el bigote. Un señor grababa con cámara, me fotografiaron otra vez de frente y de perfil, me revisaron para ver si tenía lesiones, me sacaron sangre como dos tubos de ensaye grandes y uno chico.
HÉCTOR: Aquí nos informaron del auto de formal prisión, que nos quitaron dos delitos de los siete que teníamos, que lo de los bancos no fuimos nosotros, pero ahora dicen que no sé que hicimos en Iguala, Santa Lucía, Toluca y no sé que otras partes. Ninguno de los testigos tiene nombre ni rostro.
ELLA: “Deberían ser puestos en libertad. Una apreciación objetiva de su caso habría al menos permitido su traslado a una cárcel en la Ciudad de México, donde vivían antes de su detención. Pero como se les acusa de pertenecer a una organización "subversiva", practicante de un inexistente terrorismo, están sujetos a rígidas normas disciplinarias. Hace poco, sólo porque uno de los Cerezo prestó a su hermano el ejemplar de un diario, para que lo leyera también, fueron confinados a una celda de castigo”[7].
ANTONIO: ¿Cómo no se va a poner a pensar uno sobre las irregularidades de nuestro caso?, si cuando nos leían el expediente de los supuestos delitos que cometimos el juez se estaba durmiendo en una silla.
HÉCTOR: En el interrogatorio decían que lo que hacían lo hacían por amor a México, porque querían a su país, pero claro, con pobres para que les lavaran los carros.
ELLA: Los hermanos Cerezo Contreras fueron cambiados de un penal a otro a capricho de las autoridades, viviendo en condiciones inhumanas en centros de exterminio. Los medios de comunicación trataron de implicarlos con el EPR, con peligrosos narcotraficantes, con el linchamiento de Tláhuac de 2004; las mentiras cotidianas de los medios cómplices de un gobierno represor para tratar de desacreditarlos. Por más que intentaron de quebrar su voluntad y de romper su espíritu, los hermanos Cerezo se mantuvieron firmes y con dignidad esperando la hora de ser libres y luchar por un mundo mejor. Afuera, Francisco, Emiliana Cerezo y varios miembros del Comité Cerezo recibieron múltiples amenazas de muerte y agresiones físicas.
Inicia música que acompaña al poema:
ESCENA 9: “EN LA CADENA”
ANTONIO: En la cadena
EN LA CADENA del dolor un hombre se retuerce,
pero sabe que para vivir no puede seguir ahí por siempre.
Saldrá cuando la niebla baja de la montaña en forma de serpiente.
Entonces se vestirá con las escamas de los peces,
calzará dos barcos
e impulsado por el alba que a su mirar parece
la madre parturienta de un niño que enloquece,
comenzará su travesía recordando el odio que apetece,
para llegar exacto
a la punta del puñal que el asesino invoca
oculto entre sus manos
espejo que a sí mismo su imagen engrandece[8].
Termina la música.
ESCENA 10: DIGNA OCHOA Y PLÁCIDO
ELLA: Digna Ochoa y Plácido fue una valiente luchadora por los derechos humanos. Desde hace más de una década litigaba los casos penales más delicados, en los que estaban involucrados el ejército y los servicios de seguridad pública.
HECTOR: Llegó a la Ciudad de México en los 90 y se incorporó al Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, donde colaboró alrededor de siete años y a principios de 2001 se integró al despacho de abogados de Pilar Noriega.
ANTONIO: En septiembre de 2000 se trasladó a vivir a Estados Unidos ante las amenazas de que fue objeto, responsabilizando directamente al gobierno mexicano por no ofrecerle garantías para su seguridad personal.
ELLA: En julio de 2001, Ochoa y otros integrantes del centro Pro denunciaron ser víctimas de hostigamiento y se quejaron de que la Procuraduría de Justicia del DF no había realizado las investigaciones correspondientes.
HÉCTOR: En agosto de 1999 fue secuestrada durante varias horas por desconocidos. Después, en octubre de ese año Ochoa fue secuestrada en su propio domicilio. Entonces, los sujetos que la atacaron le hacían preguntas sobre las actividades del Pro, supuestos contactos en Guerrero, Hidalgo, Puebla y Oaxaca, casas de seguridad del EZLN y el EPR y de los comandantes Antonio y Aurora, del ERPI. Posteriormente en la sede del Pro recibió varios anónimos con amenazas de muerte.
ANTONIO: Cuando empezó el hostigamiento, la abogada acababa de lograr, en los tribunales de Iguala, que se efectuara un careo entre los campesinos ecologistas de Guerrero, presos acusados de narcotráfico y portación de armas, y dos soldados acusados de que los habían torturado para obligarlos a que se autoinculparan.
ELLA: Por ese motivo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictó una resolución dirigida al gobierno mexicano en la que le pidió adoptar sin dilación las medidas necesarias para proteger la vida y la integridad de Digna.
HÉCTOR: Desde agosto de 1996, Amnistía Internacional boletinó a nivel mundial las amenazas de muerte de que fueron objeto Digna y Pilar Noriega, señalando que era claro que se trataba de intimidar a las abogadas por la defensa de los presuntos zapatistas, a los que consideró presos de conciencia.
ANTONIO: En el momento de ser asesinada, el 19 de octubre de 2001, el caso más importante que llevaba Ochoa era el de los dos ecologistas de Guerrero presos y estaba atendiendo el caso de los hermanos Cerezo Contreras.[9]
ELLA: Digna Ochoa Plácido murió asesinada de dos balazos el 19 de octubre del 2001 a la edad de 37 años. Las autoridades insisten en que se trató de un “suicidio” aunque todas las pruebas indican lo contrario. Este es un caso más de la impunidad que impera en México.
Inicia música que acompaña al poema:
HÉCTOR:
Dignidad a veces falta para vivir
Ignoramos a veces como hacerle
Gruesas dudas se presentan
Nuestro camino no es fácil
Ahora tu nos demuestras con tu muerte la vida Digna[10]
Termina música.
ESCENA 11: VIENTO DE LIBERTAD
ELLA: Después de un amparo directo, el primero de marzo de 2005 fue exonerado Alejandro Cerezo Contreras y se redujeron las condenas de Héctor y Antonio.
ANTONIO: Pablo Alvarado Flores, preso de conciencia del 13 de agosto de 2001 hasta el 13 agosto de 2006, es un indígena nahua, comerciante popular de la ciudad de México hasta el momento de ser detenido y que fue acusado de pertenecer a un presunto grupo armado, junto con los hermanos Cerezo Contreras.
HÉCTOR: Las autoridades necesitaban a alguien que no fuera de la familia para justificar el delito de crimen organizado.
ELLA: El Comité Cerezo ha denunciado en diversos foros, dentro y fuera del país, tanto la tortura, como la mala vida en las prisiones en los penales de extermino.
ANTONIO: Los hermanos Cerezo Contreras estuvieron recluidos en una cárcel de máxima seguridad, no por ser ladrones, secuestradores, violadores, asesinos o corruptos.
HÉCTOR: Estuvieron presos por su forma de ver el mundo, por tener un pensamiento crítico que han plasmado mediante artículos en publicaciones suyas, por brindar un espacio abierto a todos en su folletín y en su revista, por esa forma de vida deportista y solidaria con los demás.
ESCENA 12: “SI ESTUVIÉRAMOS VIVOS”
Inicia música que acompaña al poema y el texto de ELLA:
HÉCTOR: Si estuviéramos vivos…
Gritaríamos consignas rebeldes
Gritaríamos la razón que nos asiste
Las mismas consignas, la misma razón
Por las que nos torturaron y asesinaron
ANTONIO: Si estuviéramos vivos…
Seguiríamos en la necia consecuencia
Seguiríamos en la terquedad de los principios
La misma consecuencia, los mismos principios
Que intentaron destruir, destruyéndonos
HÉCTOR: Si estuviéramos vivos…
Estaríamos marchando junto a ti
Estaríamos combatiendo a tu lado
La misma marcha, el mismo combate
Por el que aún…sí, por el que aún
Seguimos vivos.[11]
ELLA: Alejandro fue exonerado de los cargos. Después, tras cumplir sus injustas condenas, don Pablo, Antonio y Héctor salieron libres. El Comité Cerezo luchó por lograr la libertad, la reparación del daño y el castigo a los responsables de las violaciones a los derechos humanos de los hermanos Alejandro, Héctor y Antonio Cerezo Contreras y Pablo Alvarado Flores, así como contribuir a la defensa de los derechos humanos de los presos políticos, de conciencia e injustamente presos asociados a motivos políticos y generar los instrumentos necesarios para protegernos de las amenazas por parte del Estado ante nuestro trabajo.
ANTONIO: ¡Por una Ley de Amnistía para todos los presos políticos y de conciencia!
HÉCTOR: ¡Porque ser defensor de derechos humanos no es sinónimo de terrorista!
LOS TRES: ¡Presos hoy, libres siempre!
Continúa la música hasta que se va diluyendo.

- FIN -

Dramaturgia: Humberto Robles

Obra registrada en SOGEM

Más información en http://www.comitecerezo.org/

Copyleft: se otorga la libertad de copiar, distribuir y llevar a escena esta obra de teatro (sin fines de lucro) siempre y cuando el texto se conserve íntegramente y se dé crédito a los autores en todos los impresos y en todo tipo de difusión. No puede ser usada para fines de ningún partido político.
Por esta obra NO se cobran derechos de autor; en todo caso, si hay alguna regalía, se depositará a la Cuenta Banamex 681-7941379 a nombre de Francisco Cerezo Contreras, desde el extranjero por transferencia electrónica interbancaria: CLABE 002180068179413792


[1] Poema de Alejandro Cerezo Contreras
[2] La Jornada, miércoles 15 de agosto de 2001
[3] Poema de Antonio Cerezo Contreras
[4] Rosario Ibarra, dirigente del Comité ¡Eureka!
[5] Poema de Antonio Cerezo Contreras
[6] Poema de Antonio Cerezo Contreras
[7] Plaza Pública / Dos varas carcelarias, Miguel Ángel Granados Chapa, Reforma, 20 Agosto 2003.
[8] Poema de Antonio Cerezo Contreras
[9] Rosa Rojas, Creatividad Feminista
[10] Del mujerío oaxaqueño, para Digna Ochoa

[11] Héctor Cerezo Contreras, "La Palma" de concreto, 20 noviembre 2001

Secreto de Confesión, obra breve anticlerical de Humberto Robles

Secreto de Confesión
“La única iglesia que ilumina es la que arde”
Obra breve anticlerical de Humberto Robles
Personajes: monseñor (veterano) y el padre (joven-maduro)
Música. Monseñor (de hábito y las manos con anillos), tras su escritorio, come chocolates de una caja, papitas de una bolsa; toma Coca Cola y Pepto-Bismol de la botella. Pasa frecuentemente de la furia a la exasperación vociferante casi irracional.
Monseñor (al teléfono): ¡Anatema…! ¡Es una aberración, señor arzobispo…! Si ya aceptaron los matrimonios entre personas del mismo sexo, ¡mañana aprueban la zoofilia como norma sexual! ¡Habrase visto…! ¡Todo es obra del contrario Luzbel y de esos bastardos, ateos, librepensadores…! Como lo dije en mis recientes declaraciones: el episcopado, el clero en su conjunto y la iglesia católica, apostólica y romana, nos oponemos rotundamente a que dos maricones o dos lesbianas se casen… ¿Cuándo se ha visto perro con perro o perra con perra? ¡Por el amor de dios…! ¡Y mucho menos podemos permitir que adopten a inocentes criaturitas indefensas, castas y puras…! ¡Esos invertidos van a provocarles daños psicológicos irreversibles a los niños e inculcarles prácticas contrarias a la naturaleza! ¡Homo-heréticos…! ¡Será el fin de la especie humana…! El divino creador dijo: “Creced y multiplicaos…” Pero mire usted lo que son- las cosas, aunque los gais no puedan reproducirse, ¡cada vez hay más, y más, y más, y más, y más…! (Pausa, compungido) Sí, señor arzobispo, hasta Ricky Martin lo confesó… (Prosigue) Con estas leyes que normalizan la homosexualidad, junto a la píldora del día siguiente y el derecho de las mujeres a abortar y a dizque decidir sobre sus cuerpos, ¿a dónde vamos a ir a parar? ¡Esto es el apocalipsis…! ¡Maldita la hora en que llegó a su fin la santa inquisición…! Si no, ya habría torturado y quemado a todos esos herejes como hizo nuestro reverenciado Torquemada… (Pausa) Yo sé que supuestamente hay que condenar el pecado mas no al pecador… pero no entiendo cómo dios nuestro señor, con todo su infinito poder y misericordia, no destruye a todos esos pervertidos y degenerados, como tuvo a bien hacer en Sodoma y Gomorra… ¡Urge otro diluvio universal para borrar de la faz de la tierra a esas lacras humanas…! (Pausa) Así es, los nazis hicieron su obra mandándolos a campos de concentración y exterminándolos en cámaras de gases, ¡pero por desgracia no les dio tiempo de arrasar con todos ellos…! (Pausa) Afortunadamente ese es el consuelo que a mí también me queda: que todos van a ir a parar al infierno, por la gracia y bondad de dios, ardiendo y padeciendo eternamente en las llamas del averno… Que sufran lo indecible y más… (Pausa) Ha sido un enorme placer hablar con usted, señor arzobispo… Dios lo colme de bendiciones.
Monseñor cuelga, come, bebe y eructa. Aparece el padre vestido con su hábito.
Padre: Su ilustrísima.
Monseñor (le extiende su mano llena de anillos): Pase usted, padre, lo estaba esperando.
Padre (le besa la mano): ¿Cómo ha estado, monseñor?
Monseñor: Bien, bien, ya sabe, aguardando la venida del nuevo mesías, esperando el fin del mundo y con muchos problemas estomacales… Pero dígame usted, ¿cómo va todo en su parroquia?
Padre (queda de pie): Ya sabe, monseñor, con altas y bajas… He de decirle que, desde que pusieron la iglesia pentecostés y el templo de los adventistas del séptimo día, hemos tenido un gran número de deserciones.
Monseñor: ¡Malditos protestantes malnacidos, deberían arder en las hogueras, a fuego lento y en leña verde! (Eructa) ¡Qué falta nos hace otra noche de San Bartolomé para aniquilarlos a todos!
Padre: Por otro lado, debo informarle que los matrimonios han disminuido en forma considerable… yo diría pasmosa… y ahora rebosan las uniones libres, evidentemente sin el sagrado sacramento y la bendición de nuestro señor.
Monseñor: ¡No entiendo cómo les gusta vivir en pecado, ofendiendo a dios, degenerados fornicarios…! El sexo es únicamente para la procreación ¡y nada más, no para el desenfreno de la repulsiva lujuria! ¡¡Deben reprimir sus instintos animales!!
Padre: Además, por lo que sabemos, consumen cantidades industriales de preservativos y anticonceptivos.
Monseñor: ¡Pecadores irredentos…! Pero ahí tiene el castigo divino: ¡nada me va a dar más gusto que caigan sobre ellos las siete plagas de Egipto! (Eructa y ríe) ¡Ojalá intervenga la mano divina de dios y se les rompan los condones para que les dé SIDA a todos esos calenturientos! (Ríe)
Padre: Dios mediante, primero dios.
Monseñor: ¡El cáncer y el SIDA son un acto de justicia inmanente! Jugar con la naturaleza del amor puede conducir a catástrofes así, depravados sidosos hedonistas.
Padre: Supongo que también sabrá que fuimos gravemente amonestados por las declaraciones que hicimos desde el púlpito contra aquellos legisladores que aprobaron los matrimonios entre personas del mismo sexo.
Monseñor: ¡Bola de maiceados! Los sobornaron para aprobar leyes que socavan ‘las diferencias entre los sexos’, que son una amenaza para la creación… ¡Y permítame decirle que a eso no se le  puede llamar “matrimonio”! La raíz etimológica de esa palabra es “matriz”, ergo sólo puede existir entre un hombre y una mujer.
Padre: Eso mismo argumentamos, pero ahora nos rebaten diciendo que entonces por qué a los sacerdotes nos llaman “padres” o a las monjas “madres” si de hecho no lo somos… o no deberíamos serlo.
Monseñor: ¡Blasfemias luteranas y calvinistas! ¡Somos padres y madres de nuestro rebaño! ¡Nosotros estamos casados con nuestro señor, y no por eso somos homos…!
Padre: También arguyen, en defensa a su derecho a la adopción de infantes, que la homosexualidad no se inculca de forma alguna… Dicen que si las preferencias sexuales se contagiaran o transmitieran, no existirían los homosexuales porque éstos son educados por heterosexuales y para ser heterosexuales.
Monseñor: ¡Patrañas marxistas, falacias del estado laico! ¡Tratan de confundirnos, pero no lo permitiremos…! ¡La familia tradicional es la base de la sociedad: mamá, papá e hijos…! En todo caso un perro, un gato, un perico, unos gupis… ¡pero nada más!
Padre: Ellos insisten en que eso es precisamente lo que desean formar: familias homoparentales para darle su amor y protección a los menores.
Monseñor: ¡Santo niño de anoche! ¿Qué van a decir esos infantes? ¿“Mi mamá se llama Pedro…”? ¿“Mi papá se llama Carmela”?
Padre (ríe y luego prosigue): Activistas y organizaciones LGTB expresan que es mejor que los niños tengan dos papás o dos mamás, a ser huérfanos o niños de la calle.
Monseñor: ¡Ahí lo tiene: vil y vulgar propaganda sionista…! Siempre será mil veces mejor morir de hambre, de desnutrición, volverse un paria, ser un consumidor de estupefacientes baratos o ser víctima de los tratantes de personas, ¡a ser adoptado por dos malparidos sopla-nucas o dos condenadas hijas de Safo! ¡Pecado contra natura!
Padre: Precisamente señalan que la ciencia comprueba que en la naturaleza se dan diversos casos de homosexualidad y bisexualidad, como en los bonobos, delfines, jirafas, leones, hienas, el bisonte americano y muchas bestias más.
Monseñor: ¡No diga estulticias, padre, esos animales no pudieron haber subido al arca de Noé! ¡Debe haber habido un control estricto bajo la supervisión de dios padre…! Y si esas malformaciones lograron colarse en la bendita embarcación, ¡dios quiera que pronto se extingan esas especies inmorales…! (Al cielo) ¡Venga a nos tu inminente y santísimo sobrecalentamiento planetario…! (Prosigue) Para acabar pronto, padre: ¡las relaciones homosexuales son como café sin cafeína…!
Padre (asiente): O como Coca Cola sin gas…
Monseñor: ¿Qué quiere, padre?, yo nomás no le puedo perder el asquito a esas uniones.
Padre: Comparto su malestar… Y además la santa biblia está repleta de condenas a esas actividades contrarias a la norma: "No te echarás con varón como con mujer, es abominación", levítico 18:22… Asimismo, en Deuteronomio 22:5, cito “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu dios cualquiera que esto hace…” Y Corintios 6:9 y 6:10: "¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones –sodomitas-, heredarán el reino de dios…” Y luego hablan de “orgullo gay”, ¡bah!, vergüenza les debería de dar.
Monseñor: ¡Que nadie ose afirmar lo contrario: 44 pasajes bíblicos confirman que la biblia y dios maldicen a los homosexuales! (Eructa) ¡Detrás de esta confabulación gay están la ONU y el Banco Mundial para destruir a la familia, base de nuestra sociedad neoliberal…! ¿Qué no se dan cuenta de que legalizar el matrimonio homosexual significa poner toda la maquinaria educativa y mediática del estado al servicio del homosexualismo político?
Padre (asiente): Sin embargo, por todo lo anterior, nos acusan de que nuestras declaraciones son discriminatorias y atizan la homofobia entre la población.
Monseñor: ¡Los únicos responsables de la discriminación que sufren esos nauseabundos desviados, son los que han aprobado esas leyes…! Si no las hubieran aceptado, no estaríamos hablando de estas tontejadas sobre una despreciable minoría… Que sepan todos que para nosotros dios no es una hipótesis lejana, no es un desconocido que se ha retirado después de la absurda teoría del Big Bang... ¡Blasfemias! (Eructa) ¡Y de una vez le digo: me vale un rábano que en lugar de llamarme cardenal, me llamen cavernal…!
Padre: A su vez, estos apóstatas culminan afirmando que todos los males de nuestra santa madre iglesia se deben al voto de celibato que se nos ha impuesto… que el celibato no es natural y no se ve ni por error en la naturaleza.
Monseñor: ¡Malditos lujuriosos, concupiscentes…! Sólo piensan en sexo, sexo y más sexo. ¡Qué asco me dan…! El celibato es el modelo de perfección humana… Fíjese usted que, para estar mejor en forma, Mohamed Alí se mantenía en abstinencia sexual por períodos hasta de un año… Mientras el mundo admira ese compromiso hecho por el deporte, critica como "antinatural" el celibato sacerdotal… ¡Por el boxeo todo es aceptable!, pero si es por Dios se considera fanatismo o peligroso para la mente… ¡Malditos come-curas, anticlericales…! (Se alza un poco de su asiento y suelta una sonora flatulencia) Evidentemente este es el anuncio del fin de los tiempos, padre, ¡se avecina el juicio final!
Padre: Con el favor de dios, Cristo vendrá pronto a juzgar a todos esos filisteos y descreídos, y los condenará a sufrimientos eternos inimaginables… por algo dios es todo amor y bondad.
Monseñor (toma Pepto-Bismol de la botella; luego se levanta y se pasea): ¡De veras que no entiendo qué desean estos rojillos izquierdistas propaladores del ateísmo…! ¡No se cansan de atacar a la iglesia católica…! ¡Nos martirizan una vez más, como los romanos lo hicieron echándonos a las fauces de los leones…! ¡¿Qué más quieren de nosotros esos ateos…?! ¿Acaso no aceptamos que la tierra no es plana sino redonda…? Le dimos la razón al desgraciado de Galileo Galilei, ¿no…? (Remeda) “Y sin embargo se mueve…” Ay, sí, tú, viejo cursi… ¡Y que conste que no lo quemamos como al infeliz de Giordano Bruno…! Después hicimos las hermosas Cruzadas, incluyendo la bella Cruzada de los niños, para defender la única religión verdadera en contra de los infieles, ¡y ni las gracias nos han dado…! De no ser por nosotros, ahora serían unos musulmanes fundamentalistas adoradores de Alá o de Mahoma… ¿Qué no los libramos de brujas y hechiceros a los que les prendimos fuego en primorosos autos de fe…? (Suspira) ¡Esos eran buenos tiempos, padre, qué nostalgia…! Cada quemado era un alma salvada de las garras del demonio… (Prosigue) Mucho después de la conquista, aunque lo pusimos en tela de juicio durante siglos, aceptamos finalmente que los apestosos y mugrosos indios poseen alma… ¿Y nos lo han reconocido? ¡No…! Aunque gozamos de los beneficios de la esclavitud, gracias a una bula papal, ahora hemos admitido a los negros en nuestra iglesia y hasta hay sacerdotes de esa raza horrenda… Si en su momento no condenamos oportunamente el holocausto judío ni el holocausto gitano, y nos quedamos callados, lo que se dice mudos, ¡ahora afirmamos que rechazamos las ideas de Adolfo Hitler…! Siempre hemos estado del lado de los grandes próceres del nacionalismo y apóstoles de la fe: Franco, Mussolini, Pinochet, Videla, ejemplos de patriotismo… ¿Y acaso, en el siglo XX, no permitimos que las méndigas mujeres votaran, estudiaran, trabajaran y usaran pantalones…? ¡Pasaron de ser simples costillas de Adán a ser ciudadanas y contribuyentes…! ¡Y ahora resulta que quieren decidir sobre sus cuerpos, mismos que son propiedad privada del estado y la iglesia…! En lugar de andar alborotando al gallinero, esas insurrectas deberían aprender a prevenir y no a provocar en la calle con obscenos escotes y minifaldas, ¡luego por qué las matan, por descocadas…! ¡Y me importa un bledo que me llamen misógino y homofóbico, es más, es un honor ser llamado con cualquiera de esos dignos apelativos…! Para colmo de males, ahora pretenden despenalizar la marihuana y otros paraísos artificiales, ¡ignorando que hasta el yoga es una puerta de entrada para Satán…! ¡¿Qué más desean estos libertinos inconformes y sediciosos…?! Una cosa sí le digo, padre, lucharé hasta la muerte en contra de la eutanasia, en contra del aborto que impulsan esas feministas hombrunas y bigotonas, así como en contra de los matrimonios gais y su insensato derecho a adopción, -pobres criaturas indefensas que no pueden discutir y que son bautizadas por nosotros aún cuando no están facultados para opinar-… ¡Eso sí que no…! ¡Todo menos esa perversa asquerosidad…! ¡Sobre mi cadáver, fíjese…! ¡Hago labor para ser reconocido como el apóstol de la decencia, las buenas costumbres, la moralidad y la rigurosa dictadura de la heterosexualidad por encima de todo…!
Padre: ¡Por supuesto, monseñor! En mi humildísima opinión, considero que si la homosexualidad fuera normal, dios no hubiera creado a Adán y a Eva, ¡sino a Adán y a Evaristo…! ¡O a Adelina y a Eva…! ¿No cree usted?
Monseñor: Sabias palabras… Con su venia, usaré esos ejemplos para mi próximo sermón… (Va a ir a sentarse cuando se abre las nalgas con una mano, suelta una sonora flatulencia y comenta) Aunque ayer tuve mucha diarrea, hoy ando estreñido y últimamente tengo muchos gases y flatulencias… (Se sienta, come, bebe y eructa) Pero prosiga, padre.
Padre: Eso es todo, monseñor. Ahora, quisiera pedirle un enorme favor.
Monseñor: Lo que usted guste.
Padre: Deseo confesarme con usted.
Monseñor (bebe Coca Cola de la botella): Claro que sí, padre, faltaba más.
Padre: Gracias, su ilustrísima… Todo cuanto aquí diga quedará bajo el estricto secreto de confesión, ¿no es así?
Monseñor: ¡Evidentemente…! ¡Por favor!, si he confesado a narcotraficantes, sicarios, productores de pornografía infantil, tratantes de personas, múltiples feminicidas, políticos, asesinos y secuestradores confesos, y no he dicho ni media palabra, ¡mucho menos divulgaré algo que me confíe un hermano de nuestra amada congregación…! Recuerde que el secreto de confesión es algo sagrado y no hay nada ni nadie que pueda obligarnos a romperlo.
Monseñor se pone su estola; el padre se hinca. Monseñor lo bendice con la mano y a partir de este momento ya no come ni bebe.
Monseñor: En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo… Te escucho, hijo.
Padre: Monseñor, debo confesar que he pecado. 
Monseñor: ¿Has tenido pensamientos impuros, sueños húmedos o traicioneras erecciones involuntarias…? ¿Acaso te has manipulado en salva sea la parte para satisfacer tus bajos instintos animales…? ¿Te autosatisfaces en prácticas onanistas con eso llamado masturbación…? Recuerda que nuestro señor nos dijo: que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha… ¿Accedes al internet para ver páginas pornográficas llenas de enormes senos, descomunales penes y voluptuosos traseros…? ¿O has pagado a prostitutas, sarampahuilas, mujercitos, travestis, transexuales o transgéneros para recibir sus favores, aliviar los ardores repulsivos de la carne y practicar el coito?
Padre: No, monseñor… no precisamente.
Monseñor: ¡Benditos sea Cristo, hijo mío…! Entonces tus pecados no deben ser mortales, sino veniales… Pecata minuta… No hay nada que varios padres-nuestros o varias aves-marías exculpen… Reza el rosario santo y olvídate de nimiedades… (Lo bendice) Yo te absuelvo de todos tus pecados… Anda, vete en paz y que dios te acompañe. (Vuelve a comer, beber refresco y eructa)
Padre: ¡No, monseñor! Permítame revelarle mis pecados.
Monseñor: Está bien. (Deje de comer y beber. Bosteza) Trata de ser breve, hijo mío.
Padre: Como usted bien sabe, yo trabajo en un colegio exclusivo para varones que depende de los Legionarios de Cristo, congregación fundada por nuestro amadísimo padre Marcial Maciel, hoy tan injuriado y vilipendiado.
Monseñor (reprime un bostezo): Sí, hijo, sí.
Padre: Y es para mí un gusto poder enseñar a nuestros jóvenes alumnos en proceso de formación los evangelios y el mensaje de nuestro señor Jesucristo… Desde el Génesis hasta la parábola del hijo pródigo.
Monseñor (mira su reloj): Abreviando, hijo, abreviando.  
Padre: Sin embargo, monseñor… ¡De un tiempo acá he sido atormentado por Mefistófeles y sus artimañas diabólicas….! Me ha hecho pecar cantidad de veces… Y reconozco que encuentro un enorme deleite en ese placer prohibido.
Monseñor: Explícate, hijo.
Padre: Verá, todo comenzó años atrás… cuando un dulce y tierno pupilo mío fue a mi celda para que yo le ayudara con sus deberes escolares.
Monseñor: Continúa.
Padre: Era un niño sonrosado, ojos claros, tersa piel y preciosos bucles dorados… ¡Hágase de cuenta como si fuese un angelito pintado por Botticelli…! ¡Un querubín caído del cielo…! ¡La viva imagen del niño dios…!
Monseñor: ¿Y qué con eso?
Padre: Mientras yo revisaba su tarea, el infante me preguntó con aparente candidez… (Imita la voz de un niño) “Padre, dios maldijo a la serpiente por haberle dado a Eva el fruto del árbol prohibido, y por ello la condenó a arrastrarse por toda la eternidad…” Así es, pequeñín, le respondí yo… (Imita la voz de un niño) “Eso significa que antes de eso la serpiente no era una víbora… ¿no es así, padre…? ¿Qué era pues…?” Yo, súbitamente confundido, le respondí: “Bueno, hijo mío, quizás antes de ser serpiente era una lagartija, reptil o algo parecido…” Y él insistió: (Imita la voz de un niño) “Entonces, ¿por qué al principio se le llama serpiente si era otra cosa, padre…?”
Monseñor (comenta): Típicas argucias bolcheviques para poner en duda la veracidad de las enseñanzas bíblicas, ¡que son palabra de dios, y que nadie lo ponga en tela de juicio!
Padre: Después me preguntó por qué los dinosaurios no habían sido convocados al Arca de Noé… y francamente no supe qué contestarle… Estábamos en esas y otras disertaciones, cuando de pronto, sin darme cuenta, me sentí invadido por una extraña sensación… ¡Percibí un calor corporal nunca antes sentido…! Me dieron temblores, sudoraciones, palpitaciones, ¡la libido desbordada, una gran excitación…! Y finalmente, percibí que entre mis piernas algo se tornaba duro y erecto.
Monseñor: ¡Divino redentor, todo parece indicar que se trata de una típica posesión satánica, muy común en nuestros días!
Padre: El caso es que, no sé cómo, pero de pronto la pequeña criatura se encontraba frente a mí en posición de rezo… ¡pero haciéndome una felatio…! Y luego, tampoco supe cómo, yo me encontraba homosexualizado por este menor de edad, cometiendo el abominable acto de sodomía.
Monseñor: ¡Virgen santísima…! ¿Tú a él… o él a ti?
Padre: Yo a él.
Monseñor: ¡Inmaculada concepción de Jesús! ¡Prosigue!
Padre: Ése fue el primero, monseñor… Después vinieron más, muchos efebos más… ¡Tantos! que ya he perdido la cuenta… Uno tras otro vienen a mi celda, los toco, los beso, los acaricio, los palpo, los estimulo hasta el clímax, el orgasmo y mi eyaculación… Y ellos ceden una y otra vez, y yo embelesado como nunca antes… Me hallo de pronto como-dios-me-trajo-al-mundo entregado a placeres orgiásticos dignos de las peores bacanales de los Borgia… Sin embargo… (Calla)
Monseñor: ¡Sigue, hijo, no me dejes en ascuas!
Padre: A pesar de que les he dicho que no digan ni media palabra, y que estos goces alivian mi pobre alma pecadora… ¡ahora, algunos de ellos me amenazan con ir a acusarme con sus padres y con las autoridades por haber abusado de ellos…! ¿Qué debo hacer, monseñor? ¡Me llaman pederasta, me acusan de violación y pedofilia…! ¡Ayúdeme, su ilustrísima! ¡Estoy desesperado!
Monseñor: ¡Vade retro, Satanás…! ¡Esto es un crimen de proporciones infames que despertará la cólera de dios nuestro señor!  ¡Un delito inmundo que provocará la ira del altísimo! ¡Las aguas del mar rojo se abrirán de nuevo! ¡El nuevo cisma de occidente! ¡Es la prueba irrefutable de que se avecina el Armagedón!
Padre: ¡Lo sé, lo  sé…! (Se da golpes de pecho) ¡Por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa…! ¡Castigo mi carne con azotes que yagan mi espalda, pero aún así recaigo en estas aficiones…! ¡Soy un pecador que merece el peor de los castigos, un exorcismo urgente o la excomunión inmediata! ¡Soy un monstruo!
Monseñor: ¡¿Tú, hijo…?! Tú no, ¡ellos…! ¡Esas criaturas que han pactado con Lucifer son los monstruos!  ¡Ellos y nadie más!
Padre: No entiendo, monseñor.
Monseñor: Antes que nada, permíteme decirte que te entiendo a la perfección… A mí me ha pasado exactamente lo mismo cantidad de veces… Desde pequeños infantes que apenas balbucean, hasta imberbes adolescentes que satisfacen conmigo sus más íntimos deseos: del sexo oral al sexo anal, pasando por el golden-rain, el bondage, los poppers y hasta el sadomasoquismo… ¡Oh, dios mío!, a veces me obligan, ¡sí, me obligan! a interpretar a la Magdalena y ellos apedrean mi cuerpo semidesnudo… Otras me disfrazan de Salomé y me hacen bailar con escasa ropa la danza de los siete velos, y a veces me visten de la ramera de Babilonia y se sacian salvajemente con mis carnes.
Padre: ¿Así que no soy el único?
Monseñor: Desgraciadamente muchos impolutos sacerdotes, como usted, como yo, somos víctimas frecuentes de esas mefistofélicas entidades enviadas por el maligno… ¡Es Satanás el que envía a esos infames infantes para corrompernos…! Tú no has cometido falta alguna, ¡han sido ellos y nadie más que ellos…! Lo que esos menores de edad intentan ¡es desestabilizar a la iglesia católica…! Estoy seguro de que deben estar financiados por organizaciones ateas que pretenden acabar con 2 mil años de sacrosanta cristiandad… ¡Repudian a dios y a sus vicarios, por eso abusan de nosotros…! Aunque esos engendritos deberían ser castos, puros e inocentes, ¡en realidad son almas perversas, pagadas por los judíos ateos para destruirnos…! Tú, como tantísimos otros purpurados, sólo has sido víctima de esos pervertidos, corrompidos y prostituidos menores de edad, abominables renglones torcidos de dios… ¡Hay menores que desean el abuso e incluso te provocan! ¡La mala semilla germina hasta en pequeñas entidades de cinco años, si no lo sabré yo!
Padre: ¿No seré condenado?
Monseñor: Depende… ¿Fornicaste con condón?
Padre: No, monseñor.
Monseñor: ¡Menos mal porque eso sí habría sido pecado! Entonces no estás condenado… Ni por mí, ni por el Vaticano.
Padre: ¿No he cometido pecado mortal?
Monseñor: Lo que tú has hecho no es pecado, ni es delito… sólo es… ¿Cómo decirlo…? Llamémosle “un error”… Errare humanum est… Un error que nos hace ver a los curas más humanos, frente a una feligresía que por ello nos debe apreciar más.
Padre: ¡Pero los impúberes amenazan con denunciarme por abuso sexual!
Monseñor: ¡Eso jamás sucederá…! Yo te protegeré, y ahora mismo te transferiré a otra parroquia y a otro colegio… Pediré tu cambio y te irás lejos, muy lejos, donde no te conozcan y nadie pueda decir algo impropio de ti.
Padre: ¡Alabados sean usted y el divino creador!
Monseñor: Si allá donde te envíe vuelves a ser víctima de esos disolutos que aún no cumplen la mayoría de edad, y te obligan a cometer nuevamente estos actos, ¡te confinaré a otra parroquia! ¡A otro país o a otro continente si es preciso!
Padre: Entonces, ¿no debo frenar estos deseos apasionados?
Monseñor: No, hijo, no… Recuerda que Cristo dijo: “Dejad que los niños se acerquen a mí…” Y eso es lo que hemos hecho, seguir su doctrina y arrimarnos a ellos lo más cerca que se pueda… Lo que sí debes hacer es impedir a toda costa que se enteren de que llevas a cabo esos indispensables desahogos... ¡Date cuenta!, de salir a la luz pública esas vejaciones que nos propinan esos pequeños demonios, se cumplirá el objetivo del chamuco y del ateísmo internacional: manchar la inmaculada reputación de nuestra sacra institución... Nosotros cometemos algunos errores, muy humanos, nimios e insignificantes… ¡pero esos chiquillos malévolos cometen crímenes imperdonables atentando contra nosotros los piadosos…! ¡Ellos y nadie más son los criminales!
Padre: ¿Así que no he cometido pecado?
Monseñor: Sólo un poquito… casi nada… Reza un rosario y serás perdonado… Haz como yo, que no le pido al señor que perdone mis pecados, sino que me encubra su iglesia.
Padre: ¿No es pecaminosa la pedofilia?
Monseñor: Sépase usted, padre, que los pecados mortales son: la lujuria, la gula, la avaricia, la pereza, la ira, la envidia y la soberbia… pero no el feminicidio, ni el genocidio, la limpieza étnica, el narcotráfico. ¡Ni en el viejo ni en el nuevo testamento se menciona palabra alguna en contra de la pederastia!
Padre: Entonces, ¿no hay mal ni daño alguno en lo que he hecho?
Monseñor: ¡Ellos son los que te han tentado, te han victimizado, ultrajado y han desviado tu camino de fe y santidad…! ¡A ellos y a nadie más que a ellos dios debería fulminar con un rayo certero…! En la época de Moisés, dios mandó matar a todos los primogénitos de Egipto, y luego permitió que Herodes cometiera un infanticidio inaudito, ¡ojalá no tarde en hacer lo mismo con estos muchachitos licenciosos y concupiscentes! (Eructa)
Padre: No sabe cuánto me alivian sus palabras.
Monseñor: Lo sé… A mí me pasó lo mismo cuando se lo revelé a mi confesor… Y me dijo, poco más, poco menos, las palabras que yo te he dicho… Si estás arrepentido, yo puedo absolverte y no habrá habido pecado alguno.
Padre: Sí, monseñor… Siento que me ha quitado un peso de encima.
Monseñor: Si es sincero tu arrepentimiento, entonces yo te absuelvo de todos tus pecados… (Lo bendice) En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo…
Ambos: ¡Amén!
El padre se levanta. Monseñor vuelve a comer y a beber.
Monseñor: Ni una palabra de todo a esto a nadie, padre. Esto quedará en secreto de confesión… Seré una tumba.
Padre: Le doy las más infinitas gracias, monseñor.
Monseñor: No es nada, no es nada… (Toma Pepto-Bismol de la botella) Lo que sí le recomiendo es que se ponga de vez en cuando los silicios y castigue su carne con los azotes de la disciplina… Sufra como Cristo sufrió… Nunca está de más derramar un poco de sangre pecadora… Si vuelve a cometer los errores que me ha confiado, rece, que la oración siempre reconforta… Si vive atormentado y vuelve a reincidir en estos pasatiempos infantiles, venga a confesarse conmigo y yo lo absuelvo.
Padre: Como usted mande.
Monseñor: Y si lo llegan a llamar pederasta, recuerde siempre que nuestro señor dijo “Bienaventurados seréis cuando os insulten y digan toda clase de calumnias contra ustedes, alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los cielos.”
Padre: ¡Palabra del señor!
Monseñor (Bebe, come y eructa): Ahora, padre, no es que lo corra, pero debo escribir un artículo para defendernos de las acusaciones contra el Banco Ambrosiano del Vaticano sobre lavado de dinero de la mafia y del crimen organizado… ¡Lo que no inventan las abortistas y los homosexuales para denostarnos…! ¡Bueno!, hasta dicen que la curia conspiró para asesinar al papa Juan Pablo I, y para colmo, que el papa Benedicto perteneció a las juventudes nazis… (Bendice y termina haciendo el saludo nazi) En el nombre del padre, del hijo y del tercer Reich… ¡Lo que hay que oír, de veras…!
Padre: Que dios lo inspire y lo ilumine, monseñor… Lo dejo entonces, su ilustrísima; ha sido un consuelo hablar con usted.
Monseñor (bendiciéndolo): Ande, padre, vaya con dios, que la virgen lo ampare, los santos lo cuiden y la iglesia lo proteja hoy y siempre, por los siglos de los siglos, amén.
El padre sale haciendo una reverencia respetuosa. Monseñor sigue comiendo y bebiendo; eructa. Se alza un poco del asiento y suelta una flatulencia sonora. Se cerciora de que el padre haya salido y toma el teléfono. Comienza el oscuro lento.
Monseñor: Hermana Raymunda… ¡Sor Raymunda, conteste…! En cuanto se vaya el padre, mande llamar a mi monaguillo consentido… ¡Sí, me urge verlo…! Que se dé prisa, es una emergencia de vida o muerte… Y en cuanto él llegue, que nadie, pero nadie me moleste por ningún motivo… ¡No, ni aunque me llame el nuncio apostólico, el pontífice o dios padre…! ¡Obedezca, hermana…! Ah, y después le pediré que me comunique a África; debo trasladar a un padre allá, pero luego, luego vemos eso… ¡Ahora, apúrese a traer a mi monaguillo, dígale al niño que esto apremia…! ¡De prisa, sor Raymunda…! (Confidencial) Dígale que digo yo que cuando llegue me diga que “si no quieres a Carla y si no quieres a Carlos…” ¡Es el santo y seña, usted no pregunte y obedezca, proterva pecadora…! (Cuelga. Luego busca por ahí) ¿Dónde carambas dejé el venerable viagra y los celestiales poppers…? (Encuentra dos frascos) Santo, santo, santo es el señor dios. Llenos están el cielo y la tierra de su gloria. Hosanna en las alturas. (Se toma un viagra. Luego al cielo) Señor, perdona a los niños porque no saben lo que hacen… (Inhala de los poppers) Y perdóname dios mío porque no sé lo que les hago… (Ríe para sí y luego canta) Alabaré, alabaré, alabaré, alabaré a mi señor…
Oscuro.
- Fin -

Humberto Robles

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