2/9/14

EL PÚBLICO, de Federico García Lorca






Federico García Lorca - El
público
Drama en cinco cuadros
Personajes
(Por orden de intervención)
DIRECTOR
CRIADO
CABALLO BLANCO PRIMERO
CABALLO BLANCO SEGUNDO
CABALLO BLANCO TERCERO
CABALLO BLANCO CUARTO
HOMBRE PRIMERO
HOMBRE SEGUNDO
HOMBRE TERCERO
ARLEQUÍN DIRECTOR
MUJER EN PIJAMA
ELENA
FIGURA DE CASCABELES
FIGURA DE PÁMPANOS
NIÑO
EMPERADOR
CENTURIÓN
JULIETA
CABALLO NEGRO
EL TRAJE DE ARLEQUÍN
EL TRAJE DE BAILARINA
PASTOR BOBO
DESNUDO ROJO
ENFERMERO
ESTUDIANTE PRIMERO
ESTUDIANTE SEGUNDO
ESTUDIANTE TERCERO
ESTUDIANTE CUARTO
ESTUDIANTE QUINTO
DAMA PRIMERA
DAMA SEGUNDA
DAMA TERCERA
DAMA CUARTA
MUCHACHO
LADRÓN PRIMERO
LADRÓN SEGUNDO
TRASPUNTE
PRESTIDIGITADOR
SEÑORA
Cuadro primero
Cuarto del Director.El Director sentado. Viste de chaqué. Decorado azul. Una gran mano impresa en la pared. Las ventanas
son radiografías.
CRIADO. Señor.
DIRECTOR. ¿Qué?
CRIADO. Ahí está el público.
DIRECTOR. Que pase.
(Entran cuatro Caballos Blancos.)
DIRECTOR. ¿Qué desean? (Los Caballos tocan sus trompetas.) Esto sería si yo fuese un hombre con
capacidad para el suspiro. ¡Mi teatro será siempre al aire fibre! Pero yo he perdido toda mi fortuna. Si no,
yo envenenaría el aire libre. Con una jeringuilla que quite la costra de la herida me basta. ¡Fuera de aquí!
¡Fuera de mi casa, caballos! Ya se ha inventado la cama para dormir con los caballos. (Llorando.)
Caballitos míos.
LOS CABALLOS. (Llorando.) Por trescientas pesetas. Por doscientas pesetas, por un plato de sopa, por un
frasco de perfume vacío. Por tu saliva, por un recorte de tus uñas.
DIRECTOR. ¡Fuera, fuera, fuera! (Toca un timbre.)
LOS CABALLOS. ¡Por nada! Antes te olían los pies y nosotros teníamos tres años. Esperábamos en el
retrete, esperábamos detrás de las puertas y luego te llenábamos la cama de lágrimas. (Entra el Criado.)
DIRECTOR. ¡Dame un látigo!
LOS CABALLOS. Y tus zapatos estaban cocidos por el sudor, pero sabíamos comprender que la misma
relación tenía la luna con las manzanas podridas en la hierba.
DIRECTOR. (Al Criado.) ¡Abre las puertas!
LOS CABALLOS. No, no, no. ¡Abominable! Estás cubierto de vello y comes la cal de lo muros que no es
tuya.
CRIADO. No abro la puerta. Yo no quiero salir al teatro.
DIRECTOR. (Golpeándolo.) ¡Abre!
(Los Caballos sacan largas trompetas doradas y danzan lentamente al son de su canto.)
LOS CABALLOS I.° Y 2.° (Furiosos.) Abominable.
LOS CABALLOS 3.° Y 4.° Blenamiboá.
LOS CABALLOS I.° Y 2.° (Furiosos.) Abominable.
LOS CABALLOS. Blenamiboá.
(El Criado abre la puerta.)
DIRECTOR. ¡Teatro al aire libre! ¡Fuera! ¡Vamos! Teatro al aire libre. ¡Fuera de aquí! (Salen los
Caballos. A1 Criado.) Continúa. (Se sienta detrás de la mesa.)
CRIADO. Señor.
DIRECTOR. ¿Qué?
CRIADO. ¡El público!
DIRECTOR. Que pase.
(El Director cambia su peluca rubia por una morena. Entran
tres Hombres vestidos de frac exactamente iguales. Llevan
barbas oscuras.)
HOMBRE I ° ¿El señor Director del teatro al aire fibre?
DIRECTOR. Servidor de usted.
HOMBRE I.° Venimos a felicitarle por su última obra.
DIRECTOR. Gracias.
HOMBRE 3.° Originalísima.
HOMBRE I.° ¡Y qué bonito título! Romeo y Julieta.
DIRECTOR. Un hombre y una mujer que se enamoran.HOMBRE I.° Romeo puede ser una ave y Julieta puede ser una piedra. Romeo puede ser un grano de sal y
Julieta puede ser un mapa.
DIRECTOR. Pero nunca dejarán de ser Romeo y Julieta.
HOMBRE I.° Y enamorados. ¿Usted cree que estaban enamorados?
DIRECTOR. Hombre... yo no estoy dentro...
HOMBRE I.° ¡Basta! ¡Basta! Usted mismo se denuncia.
HOMBRE 2.° (Al Hombre I.°) Ve con prudencia. Tú tienes la culpa. ¿Para qué vienes a la puerta de los
teatros? Puedes llamar a un bosque y es fácil que éste abra el ruido de su savia para tus oídos. ¡Pero un
teatro!
HOMBRE I.° Es a los teatros donde hay que llamar; es a los teatros, para...
HOMBRE 3.° Para que se sepa la verdad de las sepulturas.
HOMBRE 2.° Sepulturas con focos de gas, y anuncios, y largas filas de butacas.
DIRECTOR. Caballeros...
HOMBRE I.° Sí, sí. Director del teatro al aire libre, autor de Romeo y Julieta.
HOMBRE 2.° ¿Cómo orinaba Romeo, señor Director? ¿Es que no es bonito ver orinar a Romeo? ¿Cuántas
veces fingió tirarse de la torre para ser apresado en la comedia de su sufrimiento? ¿Qué pasaba, señor
Director, cuando no pasaba? ¿Y el sepulcro? ¿Por qué, en el final, no bajó usted las escale ras del
sepulcro? Pudo usted haber visto un ángel que se llevaba el sexo de Romeo, mientras dejaba el otro, el
suyo, el que le correspondía. Y si yo le digo que el personaje principal de todo fue una flor venenosa,
¿qué pensaría usted? Conteste.
DIRECTOR. Señores, no es ése el problema.
HOMBRE I.° (Interrumpiendo.) No hay otro. Tendremos necesidad de enterrar el teatro por la cobardía de
todos, y tendré que darme un tiro.
HOMBRE 2.° ¡Gonzalo!
HOMBRE I.° (Lentamente.) Tendré que darme un tiro para inaugurar el verdadero teatro, el teatro bajo la
arena.
DIRECTOR. Gonzalo...
HOMBRE I.° ¿Cómo?... (Pausa.)
DIRECTOR. (Reaccionando.) Pero no puedo. Se hundiría todo. Sería dejar ciegos a mis hijos y luego, ¿qué
hago con el público? ¿Qué hago con el público si quito las barandas al puente? Vendría la máscara a
devorarme. Yo vi una vez a un hombre devorado por la máscara. Los jóvenes más fuertes de la ciudad,
con picas ensangrentadas, le hundían por el trasero grandes bolas de periódicos abandonados, y en
América hubo una vez un muchacho a quien la máscara ahorcó colgado de sus propios intestinos.
HOMBRE I.° ¡Magnífico!
HOMBRE 2.° ¿Por qué no lo dice usted en el teatro?
HOMBRE 3.° ¿Eso es el principio de un argumento?
DIRECTOR. En todo caso un final.
HOMBRE 3.° Un final ocasionado por el miedo.
DIRECTOR. Está claro, señor. No me supondrá usted capaz de sacar la máscara a escena.
HOMBRE I.° ¿Por qué no?
DIRECTOR. ¿Y la moral? ¿Y el estómago de los espectadores?
HOMBRE I.° Hay personas que vomitan cuando se vuelve un pulpo del revés y otras que se ponen pálidas
si oyen pronunciar con la debida intención la palabra cáncer; pero usted sabe que contra esto existe la
hojalata, y el yeso, y la adorable mica, y en último caso el cartón, que están al alcance de todas las
fortunas como medios expresivos. (Se levanta.) Pero usted lo que quiere es engañarnos. Engañarnos para
que todo siga igual y nos sea imposible ayudar a los muertos. Usted tiene la culpa de que las moscas
hayan caído en cuatro mil naranjadas que yo tenía dispuestas. Y otra vez tengo que empezar a romper las
raíces.
DIRECTOR. (Levantándose.) Yo no discuto, señor. ¿Pero qué es lo que quiere de mí? ¿Trae usted una obra
nueva?
HOMBRE I.° ¿Le parece a usted obra más nueva que nosotros con nuestras barbas... y usted?
DIRECTOR. ¿Y yo...?
HOMBRE I.° Sí... usted.
HOMBRE 2.° ¡Gonzalo!
HOMBRE I.° (Mirando al Director.) Lo reconozco todavía y me parece estarlo viendo aquella mañana que
encerró una liebre, que era un prodigio de velocidad, en una pequeña cartera de libros. Y otra vez, que sepuso dos rosas en las orejas el primer día que descubrió el peinado con la raya en medio. Y tú, ¿me
reconoces?
DIRECTOR. No es éste el argumento. ¡Por Dios! (A voces.) Elena, Elena.
(Corre a la puerta.)
HOMBRE I.° Pero te he de llevar al escenario, quieras o no quieras. Me has hecho sufrir demasiado.
¡Pronto! ¡El biombo! ¡El biombo! (El Hombre 3. ° saca un biombo y lo coloca en medio de la escena.)
DIRECTOR. (Llorando.) Me ha de ver el público. Se hundirá mi teatro. Yo había hecho los dramas
mejores de la temporada, ¡pero ahora!...
(Suenan las trompetas de los Caballos. El Hombre
I.° se dirige al fondo y abre la puerta.)
HOMBRE I.° Pasar adentro, con nosotros. Tenéis sitio en el drama. Todo el mundo. (Al Director.) Y tú,
pasa por detrás del biombo.
(Los Hombres 2.° y 3.° empujan al Director. Éste
pasa por el biombo y aparece por la otra esquina un
Muchacho vestido de raso blanco con una gola
Blanca al cuello. Debe ser una actriz. Lleva una
pequeña guitarrita negra.)
HOMBRE I.° ¡Enrique! ¡Enrique! (Se cubre la cara con las manos.)
HOMBRE 2.° No me hagas pasar a mí por el biombo. Déjame ya tranquilo. ¡Gonzalo!
DIRECTOR. (Frío y pulsando las cuerdas.) Gonzalo, te he de escupir mucho. Quiero escupirte y romperte
el frac con unas tijeritas. Dame seda y aguja. Quiero bordar. No me gustan los tatuajes, pero lo quiero
bordar con sedas.
HOMBRE 3.° (A los Caballos.) Tomad asiento donde queráis.
HOMBRE I.° (Llorando.) ¡Enrique! ¡Enrique!
DIRECTOR. Te bordaré sobre la carne y me gustará verte dormir en el tejado. ¿Cuánto dinero tienes en el
bolsillo? ¡Quémalo! (El Hombre I.° enciende un fósforo y quema los billetes.) Nunca veo bien cómo
desaparecen los dibujos en la llama.
¿No tienes más dinero? ¡Qué pobre eres, Gonzalo! ¿Y mi lápiz para los labios? ¿No tienes carmín? Es un
fastidio.
HOMBRE 2.° (Tímido.) Yo tengo. (Se saca el lápiz por debajo de la barba y lo ofrece.)
DIRECTOR. Gracias... pero... ¿pero también tú estás aquí? ¡Al biombo! Tú también al biombo. ¿Y todavía
lo soportas, Gonzalo?
(El Director empuja bruscamente al Hombre 2.°, y
aparece por el otro extremo del biombo una Mujer
vestida con pantalones de pijama negro y una corona
de amapolas en la cabeza. Lleva en la mano unos
impertinentes cubiertos por un bigote rubio que
usará poniéndolo sobre su boca en algunos
momentos del drama.)
HOMBRE 2.° (Secamente.) Dame el lápiz.
DIRECTOR. ¡Ja, ja, ja! ¡Oh Maximiliana, emperatriz de Baviera! ¡Oh mala mujer!
HOMBRE 2.° (Poniéndose el bigote sobre los labios.) Te recomendaría un poco de silencio.
DIRECTOR. ¡Oh mala mujer! ¡Elena! ¡Elena!
HOMBRE I.° (Fuerte.) No llames a Elena.
DIRECTOR. ¿Y por qué no? Me ha querido mucho cuando mi teatro estaba al aire libre. ¡Elena!
(Elena sale de la izquierda. Viste de griega. Lleva las
cejas azules, el cabello blanco y los pies de yeso. Elvestido, abierto totalmente por delante, deja ver sus
muslos cubiertos con apretada malla rosada. El
Hombre 2.° se lleva el bigote a los labios.)
ELENA. ¿Otra vez igual?
DIRECTOR. Otra vez.
HOMBRE 3.° ¿Por qué has salido, Elena? ¿Por qué has salido si no me vas a querer?
ELENA. ¿Quién te lo dijo? Pero ¿por qué me quieres tanto?
Yo te besaría los pies si tú me castigaras y te fueras con las otras mujeres. Pero tú me adoras demasiado a
mí sola. Será necesario terminar de una vez.
DIRECTOR. (Al Hombre 3.°) ¿Y yo? ¿No te acuerdas de mí? ¿No te acuerdas de mis uñas arrancadas?
¿Cómo habría conocido a las otras y a ti no? ¿Por qué te he llamado, Elena? ¿Por qué te he llamado,
suplicio mío?
ELENA. (Al Hombre 3.°) ¡Vete con él! Y confiésame ya la verdad que me ocultas. No me importa que
estuvieras borracho y que te quieras justificar, pero tú lo has besado y has dormido en la misma cama.
HOMBRE 3.° ¡Elena! (Pasa rápidamente por detrás del biombo y aparece sin barba con la cara
palidísima y un látigo en la mano. Lleva muñequeras de cuero con clavos dorados.)
HOMBRE 3.° (Azotando al Director.) Tú siempre hablas, tú siempre mientes y he de acabar contigo sin la
menor misericordia.
LOS CABALLOS. ¡Misericordia! ¡Misericordia!
ELENA. Podías seguir golpeando un siglo entero y no creería en ti. (El Hombre 3.° se dirige a Elena y le
aprieta las muñecas.) Podrías seguir un siglo entero atenazando mis dedos y no lograrías hacerme
escapar un solo gemido.
HOMBRE 3.° ¡Veremos quién puede más!
ELENA. Yo y siempre yo.
(Aparece el Criado.)
ELENA. ¡Llévame pronto de aquí! ¡Contigo! ¡Llévame! (El Criado pasa por detrás del biombo y sale de
la misma manera.)
¡Llévame! ¡Muy lejos! (El Criado la toma en brazos.)
DIRECTOR. Podemos empezar.
HOMBRE I.° Cuando quieras.
LOS CABALLOS. ¡Misericordia! ¡Misericordia!
(Los Caballos suenan sus largas trompetas.
Los personajes están rígidos en sus puestos.)
Telón lento
Cuadro segundo
Ruina romana.
Una Figura, cubierta totalmente de Pámpanos rojos, toca una flauta sentada sobre un capitel. Otra
Figura, cubierta de Cascabeles dorados, danza en el centro de la escena.
FIGURA DE CASCABELES. ¿Si yo me convirtiera en nube?
FIGURA DE PÁMPANOS. Yo me convertiría en ojo.
FIGURA DE CASCABELES. ¿Si yo me convirtiera en caca?
FIGURA DE PÁMPANOS. Yo me convertiría en mosca.
FIGURA DE CASCABELES. ¿Si yo me convirtiera en manzana?
FIGURA DE PÁMPANOS. Yo me convertiría en beso.
FIGURA DE CASCABELES. ¿Si yo me convirtiera en pecho?
FIGURA DE PÁMPANOS. Yo me convertiría en sábana blanca.
VOZ. (Sarcástica.) ¡Bravo!FIGURA DE CASCABELES. ¿Y si yo me convirtiera en pez luna?
FIGURA DE PÁMPANOS. Yo me convertiría en cuchillo.
FIGURA DE CASCABELES. (Dejando de danzar.) Pero ¿por qué?, ¿por qué me atormentas? ¿Cómo no
vienes conmigo, si me amas, hasta donde yo te lleve? Si yo me convirtiera en pez luna, tú te convertirías
en ola de mar, o en alga, y si quieres algo muy lejano, porque no desees besarme, tú te convertirías en
luna llena, ¡pero en cuchillo! Te gozas en interrumpir mi danza. Y danzando es la única manera que
tengo de amarte.
FIGURA DE PÁMPANOS. Cuando rondas el lecho y los objetos de la casa te sigo, pero no te sigo a los
sitios adonde tú, lleno de sagacidad, pretendes llevarme. Si tú te convirtieras en pez luna, yo te abriría
con un cuchillo, porque soy un hombre, porque no soy nada más que eso, un hombre, más hombre que
Adán, y quiero que tú seas aún más hombre que yo. Tan hombre que no haya ruido en las ramas cuando
tú pases. Pero tú no eres un hombre. Si yo no tuviera esta flauta, te escaparías a la luna, a la luna cubierta
de pañolitos de encaje y gotas de sangre de mujer.
FIGURA DE CASCABELES. (Tímidamente.) ¿Y si yo me convirtiera en hormiga?
FIGURA DE PÁMPANOS. (Enérgico.) Yo me convertiría en tierra.
FIGURA DE CASCABELES. (Más fuerte.) ¿Y si yo me convirtiera en tierra?
FIGURA DE PÁMPANOS. (Más débil.) Yo me convertiría en agua.
FIGURA DE CASCABELES. (Vibrante.) ¿Y si yo me convirtiera en agua?
FIGURA DE PÁMPANOS. (Desfallecido.) Yo me convertiría en pez luna.
FIGURA DE CASCABELES. (Tembloroso.) ¿Y si yo me convirtiera en pez luna?
FIGURA DE PÁMPANOS. (Levantándose.) Yo me convertiría en cuchillo. En un cuchillo afilado durante
cuatro largas primaveras.
FIGURA DE CASCABELES. Llévame al baño y ahógame. Será la única manera de que puedas verme
desnudo. ¿Te figuras que tengo miedo a la sangre? Sé la manera de dominarte. ¿Crees que no te conozco?
De dominarte tanto que si yo dijera: «¿si yo me convirtiera en pez luna?», tú me contestarías: «yo me
convertiría en una bolsa de huevas pequeñitas».
FIGURA DE PÁMPANOS. Toma un hacha y córtame las piernas. Deja que vengan los insectos de la ruina
y vete. Porque te desprecio. Quisiera que tú calaras hasta lo hondo. Te escupo.
FIGURA DE CASCABELES. ¿Lo quieres? Adiós. Estoy tranquilo. Si voy bajando por la ruina iré
encontrando amor y cada vez más amor.
FIGURA DE PÁMPANOS. (Angustiado.) ¿Dónde vas? ¿Dónde vas?
FIGURA DE CASCABELES. ¿No deseas que me vaya?
FIGURA DE PÁMPANOS. (Con voz débil.) No, no te vayas. ¿Y si yo me convirtiera en un granito de
arena?
FIGURA DE CASCABELES. Yo me convertiría en un látigo.
FIGURA DE PÁMPANOS. ¿Y si yo me convirtiera en una bolsa de huevas pequeñitas?
FIGURA DE CASCABELES. Yo me convertiría en otro látigo. Un látigo hecho con cuerdas de guitarra.
FIGURA DE PÁMPANOS. ¡No me azotes!
FIGURA DE CASCABELES. Un látigo hecho con maromas de barco.
FIGURA DE PÁMPANOS. ¡No me golpees el vientre!
FIGURA DE CASCABELES. Un látigo hecho con los estambres de una orquídea.
FIGURA DE PÁMPANOS. ¡Acabarás por dejarme ciego!
FIGURA DE CASCABELES. Ciego, porque no eres hombre. Yo sí soy un hombre. Un hombre, tan
hombre, que me desmayo cuando se despiertan los cazadores. Un hombre, tan hombre, que siento un
dolor agudo en los dientes cuando alguien quiebra un tallo, por diminuto que sea. Un gigante. Un
gigante, tan gigante, que puedo bordar una rosa en la uña de un niño recién nacido.
FIGURA DE PÁMPANOS. Estoy esperando la noche, angustiado por el blancor de la ruina, para poder
arrastrarme a tus pies.
FIGURA DE CASCABELES. No. No. ¿Por qué me dices eso? Eres tú quien me debes obligar a mí para
que lo haga. ¿No eres tú un hombre? ¿Un hombre más hombre que Adán?
FIGURA DE PÁMPANOS. (Cayendo al suelo.) ¡Ay! ¡Ay!
FIGURA DE CASCABELES. (Acercándose en voz baja.) ¿Y si yo me convirtiera en capitel?
FIGURA DE PÁMPANOS. ¡Ay de mí!
FIGURA DE CASCABELES. Tú te convertirías en sombra de capitel y nada más. Y luego vendría Elena a
mi cama. Elena, ¡corazón mío! Mientras tú, debajo de los cojines, estarías tendido lleno de sudor, un
sudor que no sería tuyo, que sería de los cocheros, de los fogoneros y de los médicos que operan elcáncer. Y entonces yo me convertiría en pez luna y tú no serías ya nada más que una pequeña polvera
que pasa de mano en mano.
FIGURA DE PÁMPANOS. ¡Ay!
FIGURA DE CASCABELES. ¿Otra vez? ¿Otra vez estás llorando? Tendré necesidad de desmayarme para
que vengan los campesinos. Tendré necesidad de llamar a los negros, a los enormes negros heridos por
las navajas de las yucas que luchan día y noche con el fango de los ríos. Levántate del suelo, cobarde.
Ayer estuve en casa del fundidor y encargué una cadena. ¡No te alejes de mí! Una cadena. Y estuve toda
la noche llorando porque me dolían las muñecas y los tobillos y, sin embargo, no la tenía puesta. (La
Figura de Pámpanos toca un silbato de plata.) ¿Qué haces? (Suena el silbato otra vez.) Ya sé lo que
deseas, pero tengo tiempo de huir.
FIGURA DE PÁMPANOS. (Levantándose.) Huye si quieres.
FIGURA DE CASCABELES. Me defenderé con las hierbas.
FIGURA DE PÁMPANOS. Prueba a defenderte. (Suena el silbato. Del techo cae un Niño vestido con una
malla roja.)
NIÑO. ¡El Emperador! ¡El Emperador! ¡El Emperador!
FIGURA DE PÁMPANOS. El Emperador.
FIGURA DE CASCABELES. Yo haré tu papel. No te descubras. Me costaría la vida.
NIÑO. ¡El Emperador! ¡El Emperador! ¡El Emperador!
FIGURA DE CASCABELES. Todo entre nosotros era un juego. Jugábamos. Y ahora yo serviré al
Emperador fingiendo la voz tuya. Tú puedes tenderte detrás de aquel gran capitel. No te lo había dicho
nunca. Allí hay una vaca que guisa la comida para los soldados.
FIGURA DE PÁMPANOS. ¡El Emperador! Ya no hay remedio. Tú has roto el hilo de la araña y ya siento
que mis grandes pies se van volviendo pequeñitos y repugnantes.
FIGURA DE CASCABELES. ¿Quieres un poco de té? ¿Dónde podría encontrar una bebida caliente en
esta ruina?
NIÑO. (En el suelo.) ¡El Emperador! ¡El Emperador! ¡El Emperador!
(Suena una trompa y aparece el Emperador de los
romanos. Con él viene un Centurión de túnica
amarilla y carne gris. Detrás vienen los cuatro
Caballos con sus trompetas. El Niño se dirige al
Emperador. Éste lo toma en sus brazos y se pierden
en los capiteles.)
CENTURIÓN. El Emperador busca a uno.
FIGURA DE PÁMPANOS. Uno soy yo.
FIGURA DE CASCABELES. Uno soy yo.
CENTURIÓN. ¿Cuál de los dos?
FIGURA DE PÁMPANOS. Yo.
FIGURA DE CASCABELES. Yo.
CENTURIÓN. El Emperador adivinará cuál de los dos es uno. Con un cuchillo o con un salivazo.
¡Malditos seáis todos los de vuestra casta! Por vuestra culpa estoy yo corriendo caminos y durmiendo
sobre la arena. Mi mujer es hermosa como una montaña. Pare por cuatro o cinco sitios a la vez y ronca al
mediodía debajo de los árboles. Yo tengo doscientos hijos. Y tendré todavía muchos más. ¡Maldita sea
vuestra casta!
(El Centurión escupe y canta. Un grito largo y
sostenido se oye detrás de las columnas. Aparece el
Emperador limpiándose la frente. Se quita unos
guantes negros; después unos guantes rojos y
aparecen sus manos de una blancura clásica.)
EMPERADOR. (Displicente.) ¿Cuál de los dos es uno?
FIGURA DE CASCABELES. Yo soy, señor.
EMPERADOR. Uno es uno y siempre uno. He degollado más de cuarenta muchachos que no lo quisieron
decir.CENTURIÓN. (Escupiendo.) Uno es uno y nada más que uno.
EMPERADOR. Y no hay dos.
CENTURIÓN. Porque si hubiera dos no estaría el Emperador buscando por los caminos.
EMPERADOR. (Al Centurión.) ¡Desnúdalos!
FIGURA DE CASCABELES. Yo soy uno, señor. Ése es el mendigo de las ruinas. Se alimenta con raíces.
EMPERADOR. Aparta.
FIGURA DE PÁMPANOS. Tú me conoces. Tú sabes quién soy. (Se despoja de los pámpanos y aparece
un desnudo blanco de yeso.)
EMPERADOR. (Abrazándolo.) Uno es uno.
FIGURA DE PÁMPANOS. Y siempre uno. Si me besas yo abriré mi boca para clavarme después tu
espada en el cuello.
EMPERADOR. Así lo haré.
FIGURA DE PÁMPANOS. Y deja mi cabeza de amor en la ruina. La cabeza de uno que fue siempre uno.
EMPERADOR. (Suspirando.) Uno.
CENTURIÓN. (Al Emperador.) Difícil es, pero ahí lo tienes.
FIGURA DE PÁMPANOS. Lo tiene porque nunca lo podrá tener.
FIGURA DE CASCABELES. ¡Traición! ¡Traición!
CENTURIÓN. ¡Cállate, rata vieja! ¡Hijo de la escoba!
FIGURA DE CASCABELES. ¡Gonzalo! ¡Ayúdame, Gonzalo!
(La Figura de Cascabeles tira de una columna y ésta
se desdobla en el biombo blanco de la primera
escena. Por detrás salen los tres Hombres barbados
y el Director de escena.)
HOMBRE I.° ¡Traición!
FIGURA DE CASCABELES. ¡Nos ha traicionado!
DIRECTOR. ¡Traición!
(El Emperador está abrazado a la Figura de Pámpanos.)
Telón
Cuadro tercero
Muro de arena. A la izquierda, y pintada sobre el muro, una luna
transparente casi de gelatina. En el centro, una inmensa hoja verde lanceolada.
HOMBRE I.° (Entrando.) No es esto lo que hace falta. Después de lo que ha pasado, sería injusto que yo
volviese otra vez para hablar con los niños y observar la alegría del cielo.
HOMBRE 2.° Mal sitio es éste.
DIRECTOR. ¿Habéis presenciado la lucha?
HOMBRE 3.° (Entrando.) Debieron morir los dos. No he presenciado nunca un festín más sangriento.
HOMBRE I.° Dos leones. Dos semidioses.
HOMBRE 2.° Dos semidioses si no tuvieran ano.
HOMBRE I.° Pero el ano es el castigo del hombre. El ano es el fracaso del hombre, es su vergüenza y su
muerte. Los dos tenían ano y ninguno de los dos podía luchar con la belleza pura de los mármoles que
brillaban conservando deseos íntimos defendidos por una superficie intachable.
HOMBRE 3.° Cuando sale la luna, los niños del campo se reúnen para defecar.
HOMBRE I.° Y detrás de los juncos, a la orilla fresca de los remansos, hemos encontrado la huella del
hombre que hace horrible la libertad de los desnudos.
HOMBRE 3.° Debieron morir los dos.
HOMBRE I.° (Enérgico.) Debieron vencer.
HOMBRE 3.° ¿Cómo?HOMBRE I.° Siendo hombres los dos y no dejándose arrastrar por los falsos deseos. Siendo íntegramente
hombres. ¿Es que un hombre puede dejar de serlo nunca?
HOMBRE 2.° ¡Gonzalo!
HOMBRE I.° Han sido vencidos y ahora todo será para burla y escarnio de la gente.
HOMBRE 3.° Ninguno de los dos era un hombre. Como no lo sois vosotros tampoco. Estoy asqueado de
vuestra compañía.
HOMBRE I.° Ahí detrás, en la última parte del festín, está el Emperador. ¿Por qué no sales y lo
estrangulas? Reconozco tu valor tanto como justifico tu belleza. ¿Cómo no te precipitas y con tus
mismos dientes le devoras el cuello?
DIRECTOR. ¿Por qué no lo haces tú?
HOMBRE I.° Porque no puedo, porque no quiero, porque soy débil.
DIRECTOR. Pero él puede, él quiere, él es fuerte. (En alta voz.) ¡El Emperador está en la ruina!
HOMBRE 3.° Que vaya el que quiera respirar su aliento.
HOMBRE I.° ¡Tú!
HOMBRE 3.° Sólo podría convenceros si tuviera mi látigo.
HOMBRE I.° Sabes que no te resisto, pero te desprecio por cobarde.
HOMBRE 2.° ¡Por cobarde!
DIRECTOR. (Fuerte y mirando al Hombre 3.°) ¡El Emperador que bebe nuestra sangre está en la ruina!
(El Hombre 3.° se tapa la cara con las manos.)
HOMBRE I.° (Al Director.) Ése es, ¿lo conoces ya? Ése es el valiente que en el café y en el libro nos va
arrollando las venas en largas espinas de pez. Ése es el hombre que ama al Emperador en soledad y lo
busca en las tabernas de los puertos. Enrique, mira bien sus ojos. Mira qué pequeños racimos de uvas
bajan por sus hombros. A mí no me engaña. Pero ahora yo voy a matar al Emperador. Sin cuchillo, con
estas manos quebradizas que me envidian todas las mujeres.
DIRECTOR. ¡No, que irá él! Espera un poco. (El Hombre se sienta en una silla y llora.)
HOMBRE 3.° ¡No podría estrenar mi pijama de nubes! ¡Ay! Vosotros no sabéis que yo he descubierto una
bebida maravillosa que solamente conocen algunos negros de Honduras.
DIRECTOR. Es en un pantano podrido donde debemos estar y no aquí. Bajo el légamo donde se consumen
las ranas muertas.
HOMBRE 2.° (Abrazando al Hombre I.°) Gonzalo, ¿por qué lo amas tanto?
HOMBRE I.° (Al Director.) ¡Te traeré la cabeza del Emperador!
DIRECTOR. Será el mejor regalo para Elena.
HOMBRE 2.° Quédate, Gonzalo, y permite que te lave los pies.
HOMBRE I.° La cabeza del Emperador quema los cuerpos de todas las mujeres.
DIRECTOR. (Al Hombre I.°) Pero tú no sabes que Elena puede pulir sus manos dentro del fósforo y la cal
viva. ¡Vete con el cuchillo! ¡Elena, Elena, corazón mío!
HOMBRE 3.° ¡Corazón mío de siempre! Nadie nombre aquí a Elena.
DIRECTOR. (Temblando.) Nadie la nombre. Es mucho mejor que nos serenemos. Olvidando el teatro será
posible. Nadie la nombre.
HOMBRE I.° Elena.
DIRECTOR. (Al Hombre I.°) ¡Calla! Luego, yo estaré esperando detrás de los muros del gran almacén.
Calla.
HOMBRE I.° Prefiero acabar de una vez. ¡Elena! (Inicia el mutis.)
DIRECTOR. Oye, ¿y si yo me convirtiera en un pequeño enano de jazmines?
HOMBRE 2.° (Al Hombre I.°) ¡Vamos! ¡No te dejes engañar! Yo te acompaño a la ruina.
DIRECTOR. (Abrazando al Hombre I.°) Me convertiría en una píldora de anís, una píldora donde estarían
exprimidos los juncos de todos los ríos, y tú serías una gran montaña chi na cubierta de vivas arpas
diminutas.
HOMBRE I.° (Entornando los ojos.) No, no. Yo entonces no sería una montaña china. Yo sería un odre de
vino antiguo que llena de sanguijuelas la garganta. (Luchan.)
HOMBRE 3.° Tendremos necesidad de separarlos.
HOMBRE 2.° Para que no se devoren.
HOMBRE 3.° Aunque yo encontraría mi libertad.(El Director y el Hombre I.° luchan sordamente.)
HOMBRE 2.° Pero yo encontraría mi muerte.
HOMBRE 3.° Si yo tengo un esclavo...
HOMBRE 2.° Es porque yo soy un esclavo.
HOMBRE 3.° Pero, esclavos los dos, de modo distinto podemos romper las cadenas.
HOMBRE I.° ¡Llamaré a Elena!
DIRECTOR. ¡Llamaré a Elena!
HOMBRE I.° ¡No, por favor!
DIRECTOR. No, no la llames. Yo me convertiré en lo que tú desees.
(Desaparecen luchando por la derecha.)
HOMBRE 3.° Podemos empujarlos y caerán al pozo. Así tú y yo quedaremos libres.
HOMBRE 2.° Tú, libre. Yo, más esclavo todavía.
HOMBRE 3.° No importa. Yo les empujo. Estoy deseando vivir en mi tierra verde, ser pastor, beber el
agua de la roca.
HOMBRE 2.° Te olvidas de que soy fuerte cuando quiero. Era yo un niño y uncía los bueyes de mi padre.
Aunque mis huesos estén cubiertos de pequeñísimas orquídeas, tengo una capa de músculos que utilizo
cuando quiero.
HOMBRE 3.° (Suave.) Es mucho mejor para ellos y para nosotros. ¡Vamos! El pozo es profundo.
HOMBRE 2.o ¡No te dejare!
(Luchan. El Hombre 2.° empuja al Hombre 3.° y
desaparecen por el lado opuesto. El muro se abre y
aparece el sepulcro de Julieta en Verona.
Decoración realista. Rosales y yedras. Luna. Julieta
está tendida en el sepulcro. Viste un traje blanco de
ópera. Lleva al aire sus dos senos de celuloide
rosado.)
JULIETA. (Saltando del sepulcro.) Por favor. No he tropezado con una amiga en todo el tiempo, a pesar de
haber cruzado más de tres mil arcos vacíos. Un poco de ayuda, por favor. Un poco de ayuda y un mar de
sueño. (Canta.)
Un mar de sueño.
Un mar de tierra blanca
y los arcos vacíos por el cielo.
Mi cola por las naves, por las algas.
Mi cola por el tiempo.
Un mar de tiempo.
Playa de los gusanos leñadores
y delfín de cristal por los cerezos.
¡Oh puro amianto de final! ¡Oh ruina!
¡Oh soledad sin arco! ¡Mar de sueño!
(Un tumulto de espadas y voces surge al fondo de la escena.)
JULIETA. Cada vez más gente. Acabarán por invadir mi sepulcro y ocupar mi propia cama. A mí no me
importan las discusiones sobre el amor ni el teatro. Yo lo que quiero es amar.
CABALLO BLANCO I.° (Apareciendo. Trae una espada en la mano.) ¡Amar!
JULIETA. Sí. Con amor que dura sólo un momento.
CABALLO BLANCO I.° Te he esperado en el jardín.
JULIETA. Dirás en el sepulcro.
CABALLO BLANCO I.° Sigues tan loca como siempre. Julieta, ¿cuándo podrás darte cuenta de la
perfección de un día? Un día con mañana y con tarde.JULIETA. Y con noche.
CABALLO BLANCO I.° La noche no es el día. Y en un día lograrás quitarte la angustia y ahuyentar las
impasibles paredes de mármol.
JULIETA. ¿Cómo?
CABALLO BLANCO I.° Monta en mi grupa.
JULIETA. ¿Para qué?
CABALLO BLANCO I.° (Acercándose.) Para llevarte.
JULIETA. ¿Dónde?
CABALLO BLANCO I.° A lo oscuro. En lo oscuro hay ramas suaves. El cementerio de las alas tiene mil
superficies de espesor.
JULIETA. (Temblando.) ¿Y qué me darás allí?
CABALLO BLANCO I.° Te daré lo más callado de lo oscuro.
JULIETA. ¿El día?
CABALLO BLANCO I.° El musgo sin luz. El tacto que devora pequeños mundos con las yemas de los
dedos.
JULIETA. ¿Eras tú el que ibas a enseñarme la perfección de un día?
CABALLO BLANCO I.° Para pasarte a la noche.
JULIETA. (Furiosa.) ¿Y qué tengo yo, caballo idiota, que ver con la noche? ¿Qué tengo yo que aprender
de sus estrellas o de sus borrachos? Será preciso que use veneno de rata para librarme de gente molesta.
Pero yo no quiero matar a las ratas. Ellas traen para mí pequeños pianos y escobillas de laca.
CABALLO BLANCO I.° Julieta, la noche no es un momento, pero un momento puede durar toda la noche.
JULIETA. (Llorando.) Basta. No quiero oírte más. ¿Para qué quieres llevarme? Es el engaño la palabra del
amor, el espejo roto, el paso en el agua. Después me dejarías en el sepulcro otra vez, como todos hacen
tratando de convencer a los que escuchan de que el verdadero amor es imposible. Ya estoy cansada. Y
me levanto a pedir auxilio para arrojar de mi sepulcro a los que teorizan sobre mi corazón y a los que me
abren la boca con pequeñas pinzas de mármol.
CABALLO BLANCO I.° El día es un fantasma que se sienta.
JULIETA. Pero yo he conocido mujeres muertas por el sol.
CABALLO BLANCO I.° Comprende bien: un solo día para amar todas las noches.
JULIETA. ¡Lo de todos! ¡Lo de todos! Lo de los hombres, lo de los árboles, lo de los caballos. Todo lo que
quieres enseñarme lo conozco perfectamente. La luna empuja de modo suave las casas deshabitadas,
provoca la caída de las columnas y ofrece a los gusanos diminutas antorchas para entrar en el interior de
las cerezas. La luna lleva a las alcobas las caretas de la meningitis, llena de agua fría los vientres de las
embarazadas, y apenas me descuido arroja puñados de hierba sobre mis hombros. No me mires, caballo,
con ese deseo que tan bien conozco. Cuando era muy pequeña, yo
veía en Verona a las hermosas vacas pacer en los prados. Luego las veía pintadas en mis libros, pero las
recordaba siempre al pasar por las carnicerías.
CABALLO BLANCO I.° Amor que sólo dura un momento.
JULIETA. Sí, un minuto; y Julieta, viva, alegrísima, fibre del punzante enjambre de lupas. Julieta en el
comienzo, Julieta a la orilla de la ciudad.
(El tumulto de votes y espadas vuelve a surgir en el fondo de la escena.)
CABALLO BLANCO I.°
Amor. Amar. Amor.
Amor del caracol, col, col, col,
que saca los cuernos al sol.
Amar. Amor. Amar
del caballo que lame
la bola de sal.
(Baila.)
JULIETA. Ayer eran cuarenta y estaba dormida. Venían las arañas, venían las niñas y la joven violada por
el perro tapándose con los geráneos, pero yo continuaba tranquila. Cuando las ninfas hablan del queso,éste puede ser de leche de sirena o de trébol, pero ahora son cuatro, son cuatro muchachos los que me han
querido poner un falito de barro y estaban decididos a pintarme un bigote de tinta.
CABALLO BLANCO I.°
Amor. Amar. Amor.
Amor de Ginido con el cabrón,
y de la mula con el caracol, col, col, col,
que saca los cuernos al sol.
Amar. Amor. Amar
de Júpiter en el establo con el pavo real
y el caballo que relincha dentro de la catedral.
JULIETA. Cuatro muchachos, caballo. Hacía mucho tiempo que sentía el ruido del juego, pero no he
despertado hasta que brillaban los cuchillos.
(Aparece el Caballo Negro. Lleva un penacho de
plumas del mismo color y una rueda en la mano.)
CABALLO NEGRO. ¿Cuatro muchachos? Todo el mundo. Una tierra de asfódelos y otra tierra de
semillas. Los muertos siguen discutiendo y los vivos utilizan el bisturí. Todo el mundo.
CABALLO BLANCO I.° A las orillas del Mar Muerto nacen unas bellas manzanas de ceniza, pero la
ceniza es buena.
CABALLO NEGRO. ¡Oh frescura! ¡Oh pulpa! ¡Oh rocío! Yo como ceniza.
JULIETA. No, no es buena la ceniza. ¿Quién habla de ceniza?
CABALLO BLANCO I.° No hablo de ceniza. Hablo de la ceniza que tiene forma de manzana.
CABALLO NEGRO. Forma, ¡forma! Ansia de la sangre.
JULIETA. Tumulto.
CABALLO NEGRO. Ansia de la sangre y hastío de la rueda.
(Aparecen los tres Caballos Blancos; traen largos
bastones de laca negra.)
LOS TRES CABALLOS BLANCOS. Forma y ceniza. Ceniza y forma. Espejo. Y el que pueda acabar que
ponga un pan de oro.
JULIETA. (Retorciéndose las manos.) Forma y ceniza.
CABALLO NEGRO. Sí. Ya sabéis lo bien que degüello las palomas. Cuando se dice roca yo entiendo aire.
Cuando se dice aire yo entiendo vacío. Cuando se dice vacío yo entiendo paloma degollada.
CABALLO BLANCO I.°
Amor. Amor. Amor
de la luna con el cascarón,
de la yema con la luna
y la nube con el cascarón.
LOS TRES CABALLOS BLANCOS. (Golpeando el suelo con sus bastones.)
Amor. Amor. Amor
de la boñiga con el sol,
del sol con la vaca muerta
y el escarabajo con el sol.
CABALLO NEGRO. Por mucho que mováis los bastones las cosas no sucederán sino como tienen que
suceder. ¡Malditos! ¡Escandalosos! He de recorrer el bosque en busca de resina varias veces a la semana,
por culpa vuestra, para tapar y restaurar el silencio que me pertenece. (Persuasivo.) Vete, Julieta. Te he
puesto sábanas de hilo. Ahora empezará a caer una lluvia fina coronada de yedras que mojará los cielos y
las paredes.
LOS TRES CABALLOS BLANCOS. Tenemos tres bastones negros.CABALLO BLANCO I.° Y una espada.
LOS TRES CABALLOS BLANCOS. (A Julieta.) Hemos de pasar por tu vientre para encontrar la
resurrección de los cabaIlos.
CABALLO NEGRO. Julieta, son las tres de la madrugada; si te descuidas, las gentes cerrarán la puerta y
no podrás pasar.
LOS TRES CABALLOS BLANCOS. Le queda el prado y el horizonte de montañas.
CABALLO NEGRO. Julieta, no hagas ningún caso. En el prado está el campesino que se come los mocos,
el enorme pie que machaca al ratoncito, y el ejército de lombrices que moja de babas la hierba viciosa.
CABALLO BLANCO I.° Le quedan sus pechitos duros y, además, ya se ha inventado la cama para dormir
con los caballos.
LOS TRES CABALLOS BLANCOS. (Agitando los bastones.) Y queremos acostarnos.
CABALLO BLANCO I.° Con Julieta. Yo estaba en el sepulcro la última noche y sé todo lo que pasó.
LOS TRES CABALLOS BLANCOS. (Furiosos.) ¡Queremos acostarnos!
CABALLO BLANCO I.° Porque somos caballos verdaderos, caballos de coche que hemos roto con las
vergas la madera de los pesebres y las ventanas del establo.
LOS TRES CABALLOS BLANCOS. Desnúdate, Julieta, y deja al aire tu grupa para el azote de nuestras
colas. ¡Queremos resucitar! (Julieta se refugia con el Caballo Negro.)
CABALLO NEGRO. ¡Loca, más que loca!
JULIETA. (Rehaciéndose.) No os tengo miedo. ¿Queréis acostaros conmigo? ¿Verdad? Pues ahora soy yo
la que quiere acostarse con vosotros, pero yo mando, yo dirijo, yo os monto, yo os corto las crines con
mis tijeras.
CABALLO NEGRO. ¿Quién pasa a través de quién? ¡Oh amor, amor, que necesitas pasar tu luz por los
calores oscuros! ¡Oh mar apoyado en la penumbra y flor en el culo del muerto!
JULIETA. (Enérgica.) No soy yo una esclava para que me hinquen punzones de ámbar en los senos ni un
oráculo para los que tiemblan de amor a la salida de las ciudades. Todo mi sueño ha sido con el olor de la
higuera y la cintura del que corta las espigas. ¡Nadie a través de mí! ¡Yo a través de vosotros!
CABALLO NEGRO. Duerme, duerme, duerme.
LOS TRES CABALLOS BLANCOS. (Empuñan los bastones y por las conteras de éstos saltan tres
chorros de agua.) Te orinamos, te orinamos. Te orinamos como orinamos a las yeguas, como la cabra
orina el hocico del macho y el cielo orina a las magnolias para ponerlas de cuero.
CABALLO NEGRO. (A Julieta.) A tu sitio. Que nadie pase a través de ti.
JULIETA. ¿Me he de callar entonces? Un niño recién nacido es hermoso.
LOS TRES CABALLOS BLANCOS. Es hermoso. Y arrastraría la cola por todo el cielo.
(Aparece por la derecha el Hombre I.° con el
Director de escena. El Director de escena viene,
como en el primer acto, transformado en un Arlequín
blanco.)
HOMBRE I.° ¡Basta, señores!
DIRECTOR. ¡Teatro al aire libre!
CABALLO BLANCO I.° No. Ahora hemos inaugurado el verdadero teatro. El teatro bajo la arena.
CABALLO NEGRO. Para que se sepa la verdad de las sepulturas.
LOS TRES CABALLOS BLANCOS. Sepulturas con anuncios, focos de gas y largas filas de butacas.
HOMBRE I.° ¡Sí! Ya hemos dado el primer paso. Pero yo sé positivamente que tres de vosotros se ocultan,
que tres de vosotros nadan todavía en la superficie. (Los tres Caballos Blancos se agrupan inquietos.)
Acostumbrados al látigo de los cocheros y a las tenazas de los herradores tenéis miedo de la verdad.
CABALLO NEGRO: Cuando se hayan quitado el último traje de sangre, la verdad será una ortiga, un
cangrejo devorado, o un trozo de cuero detrás de los cristales.
HOMBRE I.° Deben desaparecer inmediatamente de este sitio. Ellos tienen miedo del público. Yo sé la
verdad, yo sé que ellos no buscan a Julieta, y ocultan un deseo que me hiere y que leo en sus ojos.
CABALLO NEGRO. No un deseo; todos los deseos. Como tú.
HOMBRE I.° Yo no tengo más que un deseo.
CABALLO BLANCO I.° Como los caballos, nadie olvida su máscara.
HOMBRE I.° Yo no tengo máscara.DIRECTOR. No hay más que máscara. Tenía yo razón, Gonzalo. Si burlamos la máscara, ésta nos colgará
de un árbol como al muchacho de América.
JULIETA. (Llorando.) ¡Máscara!
CABALLO BLANCO I.° Forma.
DIRECTOR. En medio de la calle la máscara nos abrocha los botones y evita el rubor imprudente que a
veces surge en las mejillas. En la alcoba, cuando nos metemos los dedos en las narices, o nos exploramos
delicadamente el trasero, el yeso de la máscara oprime de tal forma nuestra carne que apenas si podemos
tendernos en el lecho.
HOMBRE I.° (Al Director.) Mi lucha ha sido con la máscara hasta conseguir verte desnudo. (Lo abraza.)
CABALLO BLANCO I.° (Burlón.) Un lago es una superficie.
HOMBRE I.° (Irritado.) ¡O un volumen!
CABALLO BLANCO I.° (Riendo.) Un volumen son mil superficies.
DIRECTOR. (Al Hombre I.°) No me abraces, Gonzalo. Tu amor vive sólo en presencia de testigos. ¿No me
has besado lo bastante en la ruina? Desprecio tu elegancia y tu teatro. (Luchan.)
HOMBRE I.° Te amo delante de los otros porque abomino de la máscara y porque ya he conseguido
arrancártela.
DIRECTOR. ¿Por qué soy tan débil?
HOMBRE I.° (Luchando.) Te amo.
DIRECTOR. (Luchando.) Te escupo.
JULIETA. ¡Están luchando!
CABALLO NEGRO. Se aman.
LOS TRES CABALLOS BLANCOS.
Amor, amor, amor.
Amor del uno con el dos
y amor del tres que se ahoga
por ser uno entre los dos.
HOMBRE I.° Desnudaré tu esqueleto.
DIRECTOR. Mi esqueleto tiene siete luces.
HOMBRE I.° Fáciles para mis siete manos.
DIRECTOR. Mi esqueleto tiene siete sombras.
LOS TRES CABALLOS BLANCOS. Déjalo, déjalo.
CABALLO BLANCO I.° (Al Hombre I.°) Te ordeno que lo dejes.
(Los Caballos separan al Hombre I.° y al Director.)
DIRECTOR. Esclavo del león, puedo ser amigo del caballo.
CABALLO BLANCO I.° (Abrazándolo.) Amor.
DIRECTOR. Meteré las manos en las grandes bolsas para arrojar al fango las monedas y las sumas llenas
de miguitas de pan.
JULIETA. (Al Caballo Negro.) ¡Por favor!
CABALLO NEGRO. (Inquieto.) Espera.
HOMBRE I.° No ha llegado la hora todavía de que los caballos se lleven un desnudo que yo he hecho
blanco a fuerza de lágrimas.
(Los tres Caballos Blancos detienen al Hombre I.°)
HOMBRE I.° ¡Enrique!
DIRECTOR. ¿Enrique? Ahí tienes a Enrique. (Se quita rápidamente el traje y lo tira detrás de una
columna. Debajo lleva un sutilísimo Traje de Bailarina. Por detrás de la columna aparece el Traje de
Enrique. Este personaje es el mismo Arlequín Blanco con una careta amarillo pálido.)
EL TRAJE DE ARLEQUÍN. Tengo frío. Luz eléctrica. Pan. Estaban quemando goma. (Queda rígido.)
DIRECTOR. (Al Hombre I.°) ¿No vendrás ahora conmigo? ¡Con la Guillermina de los caballos!
CABALLO BLANCO I.° Luna y raposa y botella de las tabernillas.
DIRECTOR. Pasaréis vosotros, y los barcos, y los regimientos y, si quieren, las cigüeñas pueden pasar
también. ¡Ancha soy!LOS TRES CABALLOS BLANCOS. ¡Guillermina!
DIRECTOR. No Guillermina. Yo no soy Guillermina. Yo soy la Dominga de los negritos. (Se arranca las
gasas y aparece vestido con un maillot todo lleno de pequeños cascabeles. Lo arroja detrás de la
columna y desaparece seguido de los Caballos. Entonces aparece el personaje Traje de Bailarina.)
EL TRAJE DE BAILARINA. Gui-guiller-guillermi-guillermina. Na-nami-namiller-namillergui. Dejadme
entrar o dejadme salir. (Cae al suelo dormida.)
HOMBRE I.° ¡Enrique, ten cuidado con las escaleras!
DIRECTOR. (Fuera.) ¡Luna y raposa de los marineros borrachos!
JULIETA. (Al Caballo Negro.) Dame la medicina para dormir.
CABALLO NEGRO. Arena.
HOMBRE I.° (Gritando.) ¡En pez luna; sólo deseo que tú seas un pez luna! ¡Que te conviertas en un pez
luna! (Sale detrás violentamente.)
EL TRAJE DE ARLEQUÍN. Enrique. Luz eléctrica. Pan. Estaban quemando goma.
(Aparecen por la izquierda el Hombre 3.° y el
Hombre 2.° El Hombre 2.° es la mujer del Pijama
Negro y las amapolas del cuadro I. E1 Hombre 3.°,
sin transformar.)
HOMBRE 2.° Me quiere tanto que si nos ve juntos, seria capaz de asesinarnos. Vamos. Ahora yo te serviré
para siempre.
HOMBRE 3.° Tu belleza era hermosa por debajo de las columnas.
JULIETA. (A la pareja.) Vamos a cerrar la puerta.
HOMBRE 2.° La puerta del teatro no se cierra nunca.
JULIETA. Llueve mucho, amiga mía.
(Empieza a llover. El Hombre 3. ° saca del bolsillo
una careta de ardiente expresión y se cubre el
rostro.)
HOMBRE 3.° (Galante.) ¿Y no pudiera quedarme a dormir en este sitio?
JULIETA. ¿Para qué?
HOMBRE 3.° Para gozarte. (Habla con ella.)
HOMBRE 2.° (Al Caballo Negro.) ¿Vio salir a un hombre con barba negra, moreno, al que le chillaban un
poco los zapatos de charol?
CABALLO NEGRO. No lo vi.
HOMBRE 3.° (A Julieta.) ¿Y quién mejor que yo para defenderte?
JULIETA. ¿Y quién más digna de amor que tu amiga?
HOMBRE 3.° ¿Mi amiga? (Furioso.) ¡Siempre por vuestra culpa pierdo! Ésta no es mi amiga. Ésta es una
máscara, una escoba, un perro débil de sofá.
(Lo desnuda violentamente, le guita el pijama, la
peluca y aparece el Hombre 2.° sin barba, con el
traje del primer cuadro.)
HOMBRE 2.° ¡Por caridad!
HOMBRE 3.° (A Julieta.) Lo traía disfrazado para defenderlo de los bandidos. Bésame la mano, besa la
mano de tu protector.
(Aparece el Traje de Pijama con las amapolas. La
cara de este personaje es blanca, lisa y comba como
un huevo de avestruz. El Hombre 3.° empuja al
Hombre 2.° y lo hace desaparecer por la derecha.)
HOMBRE 2.° ¡Por caridad!(El Traje se sienta en las escaleras y golpea
lentamente su cara lisa con las manos, hasta el
final.)
HOMBRE 3.° (Saca del bolsillo una gran capa roja que pone sobre sus hombros enlazando a Julieta.)
«Mira, amor mío..., qué envidiosas franjas de luz ribetean las rasgadas nubes allá en el Oriente... » El
viento quiebra las ramas del ciprés...
JULIETA. ¡No es así!
HOMBRE 3.° ... Y visita en la India a todas las mujeres que tienen las manos de agua.
CABALLO NEGRO. (Agitando la rueda.) ¡Se va a cerrar!
JULIETA. ¡Llueve mucho!
HOMBRE 3.° Espera, espera. Ahora canta el ruiseñor.
JULIETA. (Temblando.) ¡El ruiseñor, Dios mío! ¡El ruiseñor... !
CABALLO NEGRO. ¡Que no te sorprenda! (La coge rápidamente y la tiende en el sepulcro.)
JULIETA. (Durmiéndose.) ¡El ruiseñor...!
CABALLO NEGRO. (Saliendo.) Mañana volveré con la arena.
JULIETA. Mañana.
HOMBRE 3.° (Junto al sepulcro.) ¡Amor mío, vuelve! El viento quiebra las hojas de los arces. ¿Qué has
hecho? (La abraza.)
VOZ FUERA. ¡Enrique!
EL TRAJE DE ARLEQUÍN. Enrique.
EL TRAJE DE BAILARINA. Guillermina. ¡Acabar ya de una vez! (Llora.)
HOMBRE 3.° Espera, espera. Ahora canta el ruiseñor. (Se oye la bocina. El Hombre 3.° deja la careta
sobre el rostro de Julieta y cubre el cuerpo de ésta con la capa roja.) Llueve demasiado. (Abre un
paraguas y sale en silencio sobre las puntas de los pies.)
HOMBRE I.° (Entrando.) Enrique, ¿cómo has vuelto?
EL TRAJE DE ARLEQUÍN. Enrique, ¿cómo has vuelto?
HOMBRE I.° ¿Por qué te burlas?
EL TRAJE DE ARLEQUÍN. ¿Por qué te burlas?
HOMBRE I.° (Abrazando al Traje.) Tenías que volver para mí, para mi amor inagotable, después de haber
vencido las hierbas y los caballos.
EL TRAJE DE ARLEQUÍN. ¡Los caballos!
HOMBRE I.° ¡Dime, dime que has vuelto por mí!
EL TRAJE DE ARLEQUÍN. (Con voz débil.) Tengo frío. Luz eléctrica. Pan. Estaban quemando goma.
HOMBRE I.° (Abrazándolo con violencia.) ¡Enrique!
EL TRAJE DE ARLEQUÍN. (Con voz cada vez más débil.) Enrique.
EL TRAJE DE BAILARINA. (Con voz tenue.) Guillermina.
HOMBRE I.° (Arrojando el Traje al suelo y subiendo por las escaleras.) ¡Enriqueee!
EL TRAJE DE ARLEQUÍN. (En el suelo.) Enriqueecee.
(La Figura con el rostro de huevo se lo golpea
incesantemente con las manos. Sobre el ruido de la
lluvia canta el verdadero ruiseñor.)
Telón
Cuadro cuarto
En el centro de la escena, una cama de frente y perpendicular, como pintada por un primitivo, donde hay
un Desnudo Rojo coronado de espinas azules. Al fondo, unos arcos y escaleras que conducen a los palcos
de un gran teatro. A la derecha, la portada de una universidad. Al levantarse el telón se oye una salva de
aplausos.DESNUDO. ¿Cuándo acabáis?
ENFERMERO. (Entrando rápidamente.) Cuando cese el tumulto.
DESNUDO. ¿Qué piden?
ENFERMERO. Piden la muerte del Director de escena.
DESNUDO. ¿Y qué dicen de mí?
ENFERMERO. Nada.
DESNUDO. Y de Gonzalo, ¿se sabe algo?
ENFERMERO. Lo están buscando en la ruina.
DESNUDO. Yo deseo morir. ¿Cuántos vasos de sangre me habéis sacado?
ENFERMERO. Cincuenta. Ahora te daré la hiel, y luego, a las ocho, vendré con el bisturí para ahondarte la
herida del costado.
DESNUDO. Es la que tiene más vitaminas.
ENFERMERO. Sí.
DESNUDO. ¿Dejaron salir a la gente bajo la arena?
ENFERMERO. Al contrario. Los soldados y los ingenieros están cerrando todas las salidas.
DESNUDO. ¿Cuánto falta para Jerusalén?
ENFERMERO. Tres estaciones, si queda bastante carbón.
DESNUDO. Padre mío, aparta de mí este cáliz de amargura.
ENFERMERO. Cállate. Ya es éste el tercer termómetro que rompes.
(Aparecen los Estudiantes. Visten mantos negros y becas rojas.)
ESTUDIANTE I.° ¿Por qué no limamos los hierros?
ESTUDIANTE 2.° La callejuela está llena de gente armada y es difícil huir por allí.
ESTUDIANTE 3.° ¿Y los caballos?
ESTUDIANTE I.° Los caballos lograron escapar rompiendo el techo de la escena.
ESTUDIANTE 4.° Cuando estaba encerrado en la torre los vi subir agrupados por la colina. Iban con el
Director de escena.
ESTUDIANTE I.° ¿No tiene foso el teatro?
ESTUDIANTE 2.° Pero hasta los fosos están abarrotados de público. Más vale quedarse. (Se oye una salva
de aplausos. El Enfermero incorpora al Desnudo y le arregla las almohadas.)
DESNUDO. Tengo sed.
ENFERMERO. Ya se ha enviado al teatro por el agua.
ESTUDIANTE 4.° La primera bomba de la revolución barrió la cabeza del profesor de retórica.
ESTUDIANTE 2.° Con gran alegría para su mujer, que ahora trabajará tanto que tendrá que ponerse dos
grifos en las tetas.
ESTUDIANTE 3.° Dicen que por las noches subía un caballo con ella a la terraza.
ESTUDIANTE I.° Precisamente ella fue la que vio por una claraboya del teatro todo lo que ocurría y dio la
voz de alarma.
ESTUDIANTE 4.° Y aunque los poetas pusieron una escalera para asesinarla, ella siguió dando voces y
acudió la multitud.
ESTUDIANTE 2.° ¿Se llama?
ESTUDIANTE 3.° Se llama Elena.
ESTUDIANTE I.° (Aparte.) Selene.
ESTUDIANTE 2.° (Al Estudiante I.°) ¿Qué te pasa?
ESTUDIANTE I.° Tengo miedo de salir al aire.
(Por las escaleras bajan los dos Ladrones. Varias
Damas, vestidas de noche, salen precipitadamente de
los palcos. Los Estudiantes discuten.)
DAMA I.a ¿Estarán todavía los coches a la puerta?
DAMA 2.a ¡Qué horror!
DAMA 3.a Han encontrado al Director de escena dentro del sepulcro.
DAMA I.a ¿Y Romeo?
DAMA 4.a Lo estaban desnudando cuando salimos.MUCHACHO I.° El-público quiere que el poeta sea arrastrado por los caballos.
DAMA I.a Pero ¿por qué? Era un drama delicioso y la revolución no time derecho a profanar las tumbas.
DAMA 2.a Las voces estaban vivas y sus apariencias también. ¿Qué necesidad teníamos de lamer los
esqueletos?
MUCHACHO I.° Tiene razón. El acto del sepulcro estaba prodigiosamente desarrollado. Pero yo descubrí
la mentira cuando vi los pies de Julieta. Eran pequeñísimos.
DAMA 2.a ¡Deliciosos! No querrá usted ponerles reparo.
MUCHACHO I.° Sí, pero eran demasiado pequeños para ser pies de mujer. Eran demasiado perfectos y
demasiado femeninos. Eran pies de hombre, pies inventados por un hombre.
DAMA 2.a ¡Qué horror!
(Del teatro llegan murmullos y ruido de espadas.)
DAMA 3.a ¿No podemos salir?
MUCHACHO I.° En este momento llega la revolución a la catedral. Vamos por la escalera. (Salen.)
ESTUDIANTE 4.° El tumulto comenzó cuando vieron que Romeo y Julieta se amaban de verdad.
ESTUDIANTE 2.° Precisamente fue por todo lo contrario. El tumulto comenzó cuando observaron que no
se amaban, que no podían amarse nunca.
ESTUDIANTE 4.° El público tiene sagacidad para descubrirlo todo y por eso protestó.
ESTUDIANTE 2.° Precisamente por eso. Se amaban los esqueletos y estaban amarillos de llama, pero no
se amaban los trajes y el público vio varias veces la cola de Julieta cubierta de pequeños sapitos de asco.
ESTUDIANTE 4.° La gente se olvida de los trajes en las representaciones y la revolución estalló cuando se
encontraron a la verdadera Julieta amordazada debajo de las sillas y cubierta de algodones para que no
gritase.
ESTUDIANTE I.° Aquí está la gran equivocación de todos y por eso el teatro agoniza. El público no debe
atravesar las sedas y los cartones que el poeta levanta en su dormitorio. Romeo puede ser un ave y Julieta
puede ser una piedra. Romeo puede ser un grano de sal y Julieta puede ser un mapa. ¿Qué le importa esto
al público?
ESTUDIANTE 4.° Nada. Pero un ave no puede ser un gato, ni una piedra puede ser un golpe de mar.
ESTUDIANTE 2.° Es cuestión de forma, de máscara. Un gato puede ser una rana, y la luna de invierno
puede ser muy bien un haz de leña cubierto de gusanos ateridos. El público se ha de dormir en la palabra
y no ha de ver a través de la columna las ovejas que balan y las nubes que van por el cielo.
ESTUDIANTE 4.° Por eso ha estallado la revolución. El Director de escena abrió los escotillones, y la
gente pudo ver cómo el veneno de las venas falsas había causado la muerte verdadera de muchos niños.
No son las formas disfrazadas las que levantan la vida, sino el cabello de barómetro que tienen detrás.
ESTUDIANTE 2.° En último caso, ¿es que Romeo y Julieta tienen que ser necesariamente un hombre y
una mujer para que la escena del sepulcro se produzca de manera viva y desgarradora?
ESTUDIANTE I.° No es necesario, y esto era lo que se propuso demostrar con genio el Director de escena.
ESTUDIANTE 4.° (Irritado.) ¿Que no es necesario? Entonces que se paren las máquinas y arrojad los
granos de trigo sobre un campo de acero.
ESTUDIANTE 2.° ¿Y qué pasaría? Pasaría que vendrían los hongos y los latidos se harían quizá más
intensos y apasionantes. Lo que pasa es que se sabe lo que alimenta un grano de trigo y se ignora lo que
alimenta un hongo.
ESTUDIANTE 5.° (Saliendo de los palcos.) Ha llegado el juez, y antes de asesinarlos, les van a hacer
repetir la escena del sepulcro.
ESTUDIANTE 4.° Vamos. Veréis cómo tengo razón.
ESTUDIANTE 2.° Sí. Vamos a ver la última Julieta verdaderamente femenina que se verá en el teatro.
(Salen rápidamente.)
DESNUDO. Padre mío, perdónalos, que no saben lo que se hacen.
ENFERMERO. (A los Ladrones.) ¿Por qué llegáis a esta hora?
LOS LADRONES. Se ha equivocado el traspunte.
ENFERMERO. ¿Os han puesto las inyecciones?
LOS LADRONES. Sí.(Se sientan a los pies de la cama con unos cirios
encendidos. La escena queda en penumbra. Aparece
el Traspunte.)
ENFERMERO. ¿Son éstas horas de avisar?
TRASPUNTE. Le ruego me perdone. Pero se había perdido la barba de José de Arimatea.
ENFERMERO. ¿Está preparado el quirófano?
TRASPUNTE. Sólo faltan los candeleros, el cáliz y las ampollas de aceite alcanforado.
ENFERMERO. Date prisa. (Se va el Traspunte.)
DESNUDO. ¿Falta mucho?
ENFERMERO. Poco. Ya han dado la tercera campanada. Cuando el Emperador se disfrace de Poncio
Pilato.
MUCHACHO I.° (Aparece con las Damas.) ¡Por favor! No se dejen ustedes dominar por el pánico.
DAMA I.a Es horrible perderse en un teatro y no encontrar la salida.
DAMA 2.a Lo que más miedo me ha dado ha sido el lobo de cartón y las cuatro serpientes en el estanque de
hojalata.
DAMA 3.a Cuando subíamos por el monte de la ruina creímos ver la luz de la aurora, pero tropezamos con
los telones y traigo mis zapatos de tisú manchados de petróleo.
DAMA 4.a (Asomándose a los arcos.) Están representando otra vez la escena del sepulcro. Ahora es seguro
que el fuego romperá las puertas, porque cuando yo lo vi, hace un momento, ya los guardianes tenían las
manos achicharradas y no lo podían contener.
MUCHACHO I.° Por las ramas de aquel árbol podemos alcanzar uno de los balcones y desde allí
pediremos auxilio.
ENFERMERO. (En alta voz.) ¿Cuándo va a comenzar el toque de agonía?
(Se oye una campana.) ,
LOS LADRONES. (Levantando los cirios.) Santo. Santo. Santo.
DESNUDO. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
ENFERMERO. Te has adelantado dos minutos.
DESNUDO. Es que el ruiseñor ha cantado ya.
ENFERMERO. Es cierto. Y las farmacias están abiertas para la agonía.
DESNUDO. Para la agonía del hombre solo, en las plataformas y en los trenes.
ENFERMERO. (Mirando el reloj y en voz alta.) Traed la sábana. Mucho cuidado con que el aire que ha de
soplar no se lleve vuestras pelucas. Deprisa.
LOS LADRONES. Santo. Santo. Santo.
DESNUDO. Todo se ha consumado.
(La coma gira sobre un eje y el Desnudo desaparece.
Sobre el reverso del lecho aparece tendido el
Hombre I.°, siempre con frac y barba negra.)
HOMBRE I.° (Cerrando los ojos.) ¡Agonía!
(La luz toma un fuerte tinte plateado de pantalla
cinematográfica. Los arcos y escaleras del fondo
aparecen teñidos de una granulada luz azul. El En-
fermero y los Ladrones desaparecen con Paso de
baile sin dar la espalda. Los Estudiantes salen por
debajo de uno de los arcos. Llevan pequeñas
linternas eléctricas.)
ESTUDIANTE 4.° La actitud del público ha sido detestable.
ESTUDIANTE I.° Detestable. Un espectador no debe formar nunca parte del drama. Cuando la gente va al
aquárium no asesina a las serpientes de mar ni a las ratas de agua, ni a los peces cubiertos de lepra, sino
que resbala sobre los cristales sus ojos y aprende.ESTUDIANTE 4.° Romeo era un hombre de treinta años y Julieta un muchacho de quince. La denuncia del
público fue eficaz.
ESTUDIANTE 2.° El Director de escena evitó de manera genial que la masa de espectadores se enterase de
esto, pero los caballos y la revolución han destruido sus planes.
ESTUDIANTE 4.° Lo que es inadmisible es que los hayan asesinado.
ESTUDIANTE I.° Y que hayan asesinado también a la verdadera Julieta que gemía debajo de las butacas.
ESTUDIANTE 4.° Por pura curiosidad, para ver lo que tenían dentro.
ESTUDIANTE 3.° ¿Y qué han sacado en claro? Un racimo de heridas y una desorientación absoluta.
ESTUDIANTE 4.° La repetición del acto ha sido maravillosa porque indudablemente se amaban con un
amor incalculable, aunque yo no lo justifique. Cuando cantó el ruiseñor yo no pude contener mis
lágrimas.
ESTUDIANTE 3.° Y toda la gente; pero después enarbolaron los cuchillos y los bastones porque la letra
era más fuerte que ellos y la doctrina, cuando desata su cabellera, puede atropellar sin miedo las verdades
más inocentes.
ESTUDIANTE 5.° (Alegrísimo.) Mirad, he conseguido un zapato de Julieta. La estaban amortajando las
monjas y lo he robado.
ESTUDIANTE 4.° (Serio.) ¿Qué Julieta?
ESTUDIANTE 5.° ¿Qué Julieta iba a ser? La que estaba en el escenario, la que tenía los pies más bellos
del mundo.
ESTUDIANTE 4.° (Con asombro.) ¿Pero no te has dado cuenta de que la Julieta que estaba en el sepulcro
era un joven disfrazado, un truco del Director de escena, y que la verdadera Julieta estaba amordazada
debajo de los asientos?
ESTUDIANTE 5.° (Rompiendo a reír.) ¡Pues me gusta! Parecía muy hermosa, y si era un joven disfrazado
no me importa nada; en cambio, no hubiese recogido el zapato de aquella muchacha llena de polvo que
gemía como una gata debajo de las sillas.
ESTUDIANTE 3.° Y, sin embargo, por eso la han asesinado.
ESTUDIANTE 5.° Porque están locos. Pero yo que subo dos veces, todos los días, la montaña y guardo,
cuando terminan mis estudios, un enorme rebaño de toros con los que tengo que luchar y vencer cada
instante, no me queda tiempo para pensar si es hombre o mujer o niño, sino para ver que me gusta con un
alegrísimo deseo.
ESTUDIANTE I.° ¡Magnífico! ¿Y si yo quiero enamorarme de un cocodrilo?
ESTUDIANTE 5.° Te enamoras.
ESTUDIANTE I.° ¿Y si quiero enamorarme de ti?
ESTUDIANTE 5.° (Arrojándole el zapato.) Te enamoras también, yo te dejo, y te subo en hombros por los
riscos.
ESTUDIANTE I.° Y lo destruimos todo.
ESTUDIANTE 5.° Los tejados y las familias.
ESTUDIANTE I.° Y donde se hable de amor entraremos con botas de foot-ball echando fango por los
espejos.
ESTUDIANTE 5.° Y quemaremos el libro donde los sacerdotes leen la misa.
ESTUDIANTE I.° Vamos. ¡Vamos pronto!
ESTUDIANTE 5.° Yo tengo cuatrocientos toros. Con las maromas que torció mi padre los engancharemos
a las rocas para partirlas y que salga un volcán.
ESTUDIANTE I.° ¡Alegría! Alegría de los muchachos, y de las muchachas, y de las ranas, y de los
pequeños taruguitos de madera.
TRASPUNTE. (Apareciendo.) ¡Señores!, clase de geometría descriptiva.
HOMBRE I.° Agonía.
(La escena va quedando en penumbra. Los
Estudiantes encienden sus linternas y entran en la
universidad.)
TRASPUNTE. (Displicente.) ¡No hagan sufrir a los cristales!
ESTUDIANTE 5.° (Huyendo por los arcos con el Estudiante I.°) ¡Alegría! ¡Alegría! ¡Alegría!HOMBRE I.° Agonía. Soledad del hombre en el sueño lleno de ascensores y trenes donde tú vas a
velocidades inasibles. Soledad de los edificios, de las esquinas, de las playas, donde tú no aparecerás ya
nunca.
DAMA I.a (Por las escaleras.) ¿Otra vez la misma decoración? ¡Es horrible!
MUCHACHO I.° ¡Alguna puerta será la verdadera!
DAMA 2.a ¡Por favor! ¡No me suelte usted de la mano!
MUCHACHO I.° Cuando amanezca nos guiaremos por las claraboyas.
DAMA 3.a Empiezo a tener frío con este traje.
HOMBRE I.° (Con voz débil.) ¡Enrique! ¡Enrique!
DAMA I.a ¿Qué ha sido eso?
MUCHACHO I.° Calma.
(La escena está a oscuras. La linterna del Muchacho
I.° ilumina la cara muerta del Hombre I.°)
Telón
[Solo del pastor bobo]
Cortina azul.
En el centro, un gran armario lleno de Caretas blancas de diversas expresiones. Cada Careta tiene su
lucecita delante. El Pastor Bobo viene por la derecha. Viste de pieles bárbaras y lleva en la cabeza un
embudo lleno de plumas y ruedecillas. Toca un aristón y danza con ritmo lento.
EL PASTOR.
El pastor bobo guarda las caretas.
Las caretas
de los pordioseros y de los poetas
que matan a las gipaetas
cuando vuelan por las aguas quietas.
Careta
de los niños que usan la puñeta
y se pudren debajo de una seta.
Caretas
de las águilas con muletas.
Careta de la careta
que era de yeso de Creta
y se puso de harinita color violeta
en el asesinato de Julieta.
Adivina. Adivinilla. Adivineta
de un teatro sin lunetas
y un cielo lleno de sillas
con el hueco de una careta.
Balad, balad, balad, caretas.
(Las Caretas balan imitando las ovejas y alguna tose.)
Los caballos se comen la seta
y se pudren bajo la veleta.
Las águilas usan la puñeta
y se llenan de fango bajo el cometa,
y el cometa devora la gipaeta
que rayaba el pecho del poeta.¡Balad, balad, balad, caretas!
Europa se arranca las tetas,
Asia se queda sin lunetas
y América es un cocodrilo
que no necesita careta.
La musiquilla, la musiqueta
de las púas heridas y la limeta.
(Empuja el armario, que va montado sobre ruedas, y
desaparece. Las Caretas balan.)
Cuadro quinto
La misma decoración que en el primer cuadro. A la izquierda, una gran cabeza de caballo colocada en el
suelo. A la derecha, un ojo enorme y un grupo de árboles con nubes, apoyados en la pa red. Entra el
Director de escena con el Prestidigitador. El Prestidigitador viste de frac, capa blanca de raso que le llega
a los pies y lleva sombrero de copa. El Director de escena tiene el traje del primer cuadro.
DIRECTOR. Un prestidigitador no puede resolver este asunto, ni un médico, ni un astrónomo, ni nadie. Es
muy sencillo soltar a los leones y luego llover azufre sobre ellos. No siga usted hablando.
PRESTIDIGITADOR. Me parece que usted, hombre de máscara, no recuerda que nosotros usamos la
cortina oscura.
DIRECTOR. Cuando las gentes están en el cielo; pero dígame, ¿qué cortina se puede usar en un sitio donde
el aire es tan violento que desnuda a la gente y hasta los niños llevan navajitas para rasgar los telones?
PRESTIDIGITADOR. Naturalmente, la cortina del prestidigitador presupone un orden en la oscuridad del
truco; por eso, ¿por qué eligieron ustedes una tragedia manida y no hicieron un drama original?
DIRECTOR. Para expresar lo que pasa todos los días en todas las grandes ciudades y en los campos por
medio de un ejemplo que, admitido por todos a pesar de su originalidad, ocurrió sólo una vez. Pude haber
elegido el Edipo o el Otelo. En cambio, si hubiera levantado el telón con la verdad original, se hubieran
manchado de sangre las butacas desde las primeras escenas.
PRESTIDIGITADOR. Si hubieran empleado «la flor de Diana» que la angustia de Shakespeare utilizó de
manera irónica en el Sueño de una noche de verano, es probable que la representación habría terminado
con éxito. Si el amor es pura casualidad y Titania, reina de los silfos, se enamora de un asno, nada de
particular tendría que, por el mismo procedimiento, Gonzalo bebiera en el music-ball con un muchacho
[vestido de] blanco sentado en las rodillas.
DIRECTOR. Le suplico no siga hablando.
PRESTIDIGITADOR. Construyan ustedes un arco de alambre, una cortina y un árbol de frescas hojas,
corran y descorran la cortina a tiempo y nadie se extrañará de que el árbol se convierta en un huevo de
serpiente. Pero ustédes lo que querían era asesinar a la paloma y dejar en lugar suyo un pedazo de
mármol lleno de pequeñas salivas habladoras.
DIRECTOR. Era imposible hacer otra cosa; mis amigos y yo abrimos el túnel bajo la arena sin que lo
notara la gente de la ciudad. Nos ayudaron muchos obreros y estudiantes que ahora niegan haber
trabajado a pesar de tener las manos llenas de heridas. Cuando llegamos al sepulcro levantamos el telón.
PRESTIDIGITADOR. ¿Y qué teatro puede salir de un sepulcro?
DIRECTOR. Todo el teatro sale de las humedades confinadas. Todo el teatro verdadero tiene un profundo
hedor de luna pasada. Cuando los trajes hablan, las personas vivas son ya botones de hueso en las
paredes del calvario. Yo hice el túnel para apoderarme de los trajes y, a través de ellos, haber enseñado el
perfil de una fuerza oculta cuando ya el público no tuviera más remedio que atender, lleno de espíritu y
subyugado por la acción.
PRESTIDIGITADOR. Yo convierto sin ningún esfuerzo un frasco de tinta en una mano cortada llena de
anillos antiguos.
DIRECTOR. (Irritado.) Pero eso es mentira, ¡eso es teatro! Si yo pasé tres días luchando con las raíces y
los golpes de agua fue para destruir el teatro.PRESTIDIGITADOR. Lo Sabía.
DIRECTOR. Y demostrar que si Romeo y Julieta agonizan y mueren para despertar sonriendo cuando
cae el telón, mis personajes, en cambio, queman la corona y mueren de verdad en presencia de los
espectadores. Los caballos, el mar; el ejército de las hierbas lo han impedido. Pero algún día, cuando se
quemen todos los teatros, se encontrará en los sofás, detrás de los espejos y dentro de las copas de cartón
dorado, la reunión de nuestros muertos encerrados allí por el público. ¡Hay que destruir el teatro o vivir
en el teatro! No vale silbar desde las ventanas. Y si los perros gimen de modo tierno hay que levantar la
cortina sin prevenciones. Yo conocí a un hombre que barría su tejado y limpiaba claraboyas y barandas
solamente por galantería con el cielo.
PRESTIDIGITADOR. Si avanzas un escalón más, el hombre te parecerá una brizna de hierba.
DIRECTOR. No una brizna de hierba, pero sí un navegante.
PRESTIDIGITADOR. Yo puedo convertir un navegante en una aguja de coser.
DIRECTOR. Eso es precisamente lo que se hace en el teatro. Por eso yo me atreví a realizar un dificilísimo
juego poético en espera de que el amor rompiera con ímpetu y diera nueva forma a los trajes.
PRESTIDIGITADOR. Cuando dice usted amor yo me asombro.
DIRECTOR. Sea sombra, ¿de qué?
PRESTIDIGITADOR. Veo un paisaje de arena reflejado en un espejo turbio.
DIRECTOR. ¿Y qué más?
PR ESTIDIGITADOR. Que no acaba nunca de amanecer.
DIRECTOR. Es posible.
PRESTIDIGITADOR. (Displicente y golpeando la cabeza de caballo con las yemas de los dedos.) Amor.
DIRECTOR. (Sentándose en la mesa.) Cuando dice usted amor yo me asombro.
PRESTIDIGITADOR. Se asombra, ¿de qué?
DIRECTOR. Veo que cada grano de arena se convierte en una hormiga vivísima.
PRESTIDIGITADOR. ¿Y qué más?
DIRECTOR. Que anochece cada cinco minutos.
PRESTIDIGITADOR. (Mírándolo fijamente.) Es posible. (Pausa.) Pero, ¿qué se puede esperar de una
gente que inaugura el teatro bajo la arena? Si abriera usted esa puerta se llenaría esto de mastines, de
locos, de lluvias, de hojas monstruosas, de ratas de alcantarilla. ¿Quién pensó nunca que se pueden
romper todas las puertas de un drama?
DIRECTOR. Es rompiendo todas las puertas el único modo que tiene el drama de justificarse, viendo por
sus propios ojos que la ley es un muro que se disuelve en la más pequeña gota de sangre. Me repugna el
moribundo que dibuja con el dedo una puerta sobre la pared y se duerme tranquilo. El verdadero drama es
un circo de arcos donde el aire y la luna y las criaturas entran y salen sin tener un sitio don de descansar.
Aquí está usted pisando un teatro donde se han dado dramas auténticos y donde se ha sostenido un
verdadero combate que ha costado la vida a todos los intérpretes. (Llora.)
CRIADO. (Entrando precipitadamente.) Señor.
DIRECTOR. ¿Qué ocurre? (Entra el Traje Blanco de Arlequín y una Señora vestida de negro con la cara
cubierta por un espeso tul que impede ver su rostro.)
SEÑORA. ¿Dónde está mi hijo?
DIRECTOR. ¿Qué hijo?
SEÑORA. Mi hijo Gonzalo.
DIRECTOR. (Irritado.) Cuando terminó la representación bajó precipitadamente al foso del teatro con ese
muchacho que viene con usted. Más tarde el traspunte lo vio tendido en la cama imperial de la
guardarropía. A mí no me debe preguntar nada. Hoy todo aquello está bajo la tierra.
EL TRAJE DE ARLEQUÍN. (Llorando.) Enrique.
SEÑORA. ¿Dónde está mi hijo? Los pescadores me llevaron esta mañana un enorme pez luna, pálido,
descompuesto, y me gritaron: ¡Aquí tienes a tu hijo! Como el pez manaba sin cesar un hilito de sangre
por la boca, los niños reían y pintaban de rojo las suelas de sus botas. Cuando yo cerré mi puerta sentí
como la gente de los mercados lo arrastraban hacia el mar.
EL TRAJE DE ARLEQUÍN. Hacia el mar.
DIRECTOR. La representación ha terminado hace horas y yo no tengo responsabilidad de lo que ha
ocurrido.
SEÑORA. Yo presentaré mi denuncia y pediré justicia delante de todos. (Inicia el mutis.)
PRESTIDIGITADOR. Señora, por ahí no puede salir.SEÑORA. Tiene razón. El vestíbulo está completamente a oscuras. (Va a salir por la puerta de la
derecha.)
DIRECTOR. Por ahí tampoco. Se caería por las claraboyas.
PRESTIDIGITADOR. Señora, tenga la bondad. Yo la conduciré. (Se quita la capa y cubre con ella a la
Señora. Da dos o tres pases con las manos, tira de la capa y la Señora desaparece. El Criado empuja al
Traje de Arlequín y lo hace desaparecer por la izquierda. El Prestidigitador saca un gran abanico
blanco y empieza a abanicarse mientras canta suavemente.)
DIRECTOR. Tengo frío.
PRESTIDIGITADOR. ¿Cómo?
DIRECTOR. Le digo que tengo frío.
PRESTIDIGITADOR. (Abanicándose.) Es una bonita palabra, frío.
DIRECTOR. Muchas gracias por todo.
PRESTIDIGITADOR. De nada. Quitar es muy fácil. Lo difícil es poner.
DIRECTOR. Es mucho más difícil sustituir.
CRIADO. (Entrando de haberse llevado el Arlequín.) Hace un poco de frío. ¿Quiere que encienda la
calefacción?
DIRECTOR. No. Hay que resistirlo todo porque hemos roto las puertas, hemos levantado el techo y nos
hemos quedado con las cuatro paredes del drama. (Sale el Criado por la puerto central.) Pero no importa.
Todavía queda hierba suave para dormir.
PRESTIDIGITADOR. ¡Para dormir!
DIRECTOR. Que en último caso dormir es sembrar.
CRIADO. ¡Señor! Yo no puedo resistir el frío.
DIRECTOR. Te he dicho que hemos de resistir, que no nos ha de vencer un truco cualquiera. Cumple tu
obligación. (El Director se pone unos guantes y se sube el cuello del frac lleno de temblor. El Criado
desaparece.)
PRESTIDIGITADOR. (Abanicándose.) ¿Pero es que el frío es una cosa mala?
DIRECTOR. (Con voz débil.) El frío es un elemento dramático como otro cualquiera.
CRIADO. (Asoma a la puerta temblando, con las manos sobre el pecho.) ¡Señor!
DIRECTOR. ¿Qué?
CRIADO. (Cayendo de rodillas.) Ahí está el público.
DIRECTOR. (Cayendo de brutes sobre la mesa.) ¡Que pase!
(El Prestidigitador, sentado cerca de la cabeza de
caballo, silba y se abanica con gran alegría. Todo el
ángulo izquierdo de la decoración se parte y aparece
un cielo de nubes largas, vivamente iluminado, y una
lluvia lenta de guantes blancos, rígidos y
espaciados.)
VOZ. (Fuera.) Señor.
VOZ. (Fuera.) Qué.
VOZ. (Fuera.) El público.
VOZ. (Fuera.) Que pase.
(El Prestidigitador agita con viveza el abanico por el
aire. En la escena empiezan a caer copos de nieve.)
Telón lento

Diálogos de Lorca


Federico García Lorca

Diálogos

La doncella, el marinero
y el estudiante

Balcón.

VIEJA. (En la calle.) Caracoleeees: Se guisan con hierbabuena, azafrán y hojas de laurel.
DONCELLA. Caracolitos del campo. Parecen amontonados en la cesta una antigua
ciudad de la China.
VIEJA. Esta vieja los vende. Son grandes y oscuros. Cuatro de ellos pueden con una
culebra.
¡Qué caracoles! Dios mío ¡qué caracoles!
DONCELLA. Déjame que borde. Mis almohadas no tienen iniciales y esto me da mucho
miedo. Porque ¿qué muchachilla en el mundo no tiene marcada su ropa?
VIEJA. ¿Cómo es tu gracia?
DONCELLA. Yo bordo en mis ropas todo el alfabeto.
VIEJA. ¿Para qué?
DONCELLA. Para que el hombre que esté conmigo me llame de la manera que guste.
VIEJA. (Triste.) Entonces eres una sinvergüenza.
DONCELLA. (Bajando los ojos.) Sí.
VIEJA. ¿Te llamarás María, Rosa, Trinidad, Segismunda?
DONCELLA. Y más, y más:
VIEJA. ¿Eustaquia? ¿Dorotea? ¿Genara?
DONCELLA. Y más, más, más...
(La Doncella eleva las palmas de sus manos
palidecidas por el insómnio de las sedas y los
marcadores.
La Vieja huye arrimada a la pared, hacia
su Siberia de trapos oscuros donde agoniza
la cesta llena de mendrugos de pan.)
DONCELLA. A, B, C, D, E, F, G, H, I, J, K, L, M, N, Ñ. Ya está bien. Voy a cerrar el
balcón. Detrás de los cristales, seguiré bordando. (Pausa.)
LA MADRE. (Dentro.) Hija, hija, ¿estás llorando?
DONCELLA. No. Es que empieza a llover.
(Una canoa automóvil llena de banderas
azules, cruza la bahía dejando atrás su
canto tartamudo.
La lluvia pone a la ciudad un birrete de
doctor en Letras. En las tabernas del
puerto comienza el gran carrousel de los
marineros borrachos.)DONCELLA. (Cantando.)
A, B, C, D.
¿Con qué letra me quedaré?
Marinero empieza con M,
y estudiante empieza con E.
A, B, C, D.
MARINERO. (Entrando.) Yo.
DONCELLA. Tú.
MARINERO. (Triste.) Poca cosa es un barco.
DONCELLA. Le pondré banderas y luces.
MARINERO. Si el capitán quiere. (Pausa.)
DONCELLA. (Afligida.) ¡Poca cosa es un barco!
MARINERO. Lo llenaré de puntillas bordadas.
DONCELLA. Si mi madre me deja.
MARINERO. Ponte de pie.
DONCELLA. ¿Para qué?
MARINERO. Para verte.
DONCELLA. (Se levanta.) Ya estoy.
MARINERO. ¡Qué hermosos muslos tienes!
DONCELLA. De niña monté en bicicleta.
MARINERO. Yo en un delfín.
DONCELLA. También eres hermoso.
MARINERO. Cuando estoy desnudo.
DONCELLA. ¿Qué sabes hacer?
MARINERO. Remar.
(El Marinero toca el acordeón polvoriento y
cansado como un siglo VII.)
ESTUDIANTE. (Entrando.) Va demasiado deprisa.
DONCELLA. ¿Quién va deprisa?
ESTUDIANTE. El siglo.
DONCELLA. Estás azorado.
ESTUDIANTE. Es qué huyo..
DONCELLA. ¿De quién?
ESTUDIANTE. Del año que viene.
DONCELLA. ¿No has visto mi cara?
ESTUDIANTE. Por eso me paro.
DONCELLA. No eres moreno.
ESTUDIANTE. Es que vivo de noche.
DONCELLA. ¿Qué quieres?
ESTUDIANTE. Dame agua.
DONCELLA. No tenemos aljibe.
ESTUDIANTE. ¡Pues yo me muero de sed!DONCELLA. Te daré leche de mis senos.
ESTUDIANTE. (Encendido.) Endulza mi boca.
DONCELLA. Pero soy doncella.
ESTUDIANTE. Si me echas una escala viviré esta noche contigo,
DONCELLA. Eres blanco y estarás muy frío.
ESTUDIANTE. Tengo mucha fuerza en los brazos.
DONCELLA. Yo te dejaría si mi madre quisiera.
ESTUDIANTE. Anda...
DONCELLA. No...
ESTUDIANTE. ¿Y por qué no?
DONCELLA. Pues porque no...
ESTUDIANTE. Pe-pe. Anda...
DONCELLA. Pe-pe-pe. No.
(Alrededor de la luna, gira una rueda de
bergantines oscuros. Tres sirenas chapoteando
en las olas, engañan a los carabineros del
acantilado. La Doncella en su balcón piensa
dar un salto desde la letra Z y lanzarse al abismo.
Emilio Prados y Manolito Altolaguirre,
enharinados por el miedo del mar, la quitan
suavemente de la baranda.)





El paseo de Buster Keaton


GALLO. Quiquiriqui.
(Sale Buster Keaton con sus cuatro hijos de la mano.)
BUSTER K. ¡Pobres hijitos míos!
(Saca un puñal de madera y los mata.)
GALLO. Quiquiriquí.
BUSTER K. (Contando los cuerpos en tierra.) Uno, dos, tres y cuatro.
(Coge una bicicleta y se va.
Entre las viejas llantas de goma y bidones de gasolina,
un negro come su sombrero de paja.)
BUSTER K. ¡Qué hermosa tarde!
(Un loro revolotea en el cielo neutro.)BUSTER K. Da gusto pasear en bicicleta.
EL BÚHO. Chirri, chirri, chirri, chi.
BUSTER K. ¡Qué bien cantan los pajarillos!
EL BÚHO. Chirrrrrrrrrrrr.
BUSTER K. Es emocionante. (Pausa.)
(Buster Keaton cruza inefable los juncos y el campillo de centeno.
El paisaje se achica entre las ruedas de la máquina. La bicicleta
tiene una sola dimensión. Puede entrar en los libros y tenderse en
el horno de pan. La bicicleta de Buster Keaton no tiene el sillón de
caramelo, ni los pedales de azúcar, como quisieran los hombres
malos. Es una bicicleta como todas, pero la única empapada de
inocencia. Adán y Eva correrían asustados si vieran un vaso lleno
de agua, y acariciarían en cambio la bicicleta de Keaton.)
BUSTER K. ¡Ay amor, amor!
(Buster Keaton cae al suelo. La bicicleta se le escapa. Corre
detrás de dos grandes mariposas grises. Va como loca, a medio
milímetro del sueño.)
BUSTER K. (Levantándose.) No quiero decir nada. ¿Qué voy a decir?
UNA VOZ. Tonto.
BUSTER K. Bueno. (Sigue andando.)
(Sus ojos infinitos y tristes como los de una bestia recién nacida,
sueñan lirios, ángeles y cinturones de seda.
Sus ojos que son de culo de vaso. Sus ojos de niño tonto. Que son
feísimos. Que son bellísimos. Sus ojos de avestruz. Sus ojos huma-
nos en el equilibrio seguro de la melancolía.
A lo lejos se ve Filadelfia.
Los habitantes de esta urbe ya saben que el
viejo poema de la máquina Singer puede circular entre las grandes
rosas de los invernaderos, aunque no podrán comprender nunca
qué sutílisima diferencia poética existe entre una taza de té caliente
y otra taza de té frío.
A lo lejos, brilla Filadelfia.)
BUSTER K. Esto es un jardín.
(Una Americana con los ojos de celuloide viene por la hierba.)
AMERICANA. Buenas tardes.(Buster Keaton sonríe y mira en gros plan los zapatos de la dama.
¡Oh qué zapatos! No debemos admitir esos zapatos. Se necesitan
las pieles de tres cocodrilos para hacerlos.)
BUSTER K. Yo quisiera...
AMERICANA. ¿Tiene usted una espada adornada con hoja de mirto?
(Buster Keaton se encoge de hombros y levanta el pie derecho.)
AMERICANA. ¿Tiene usted un anillo con la piedra envenenada?
(Buster Keaton cierra lentamente los ojos y levanta el pie
izquierdo.)
AMERICANA. ¿Pues entonces...?
(Cuatro serafines con las alas de gasa celeste, bailan entre las
flores. Las señoritas de la ciudad tocan el piano como si montaran
en bicicleta. El vals, la luna y las canoas, estremecen el precioso
corazón de nuestro amigo.
Con gran sorpresa de todos el otoño ha invadido el jardín, como
el agua al geométrico terrón de azúcar.)
BUSTER K. (Suspirando.) Quisiera ser un cisne. Pero no puedo aunque quisiera. Porque
¿dónde dejaría mi sombrero? ¿dónde mi cuello de pajaritas y mi corbata de moaré?
¡Qué desgracia!
(Una Joven, cintura de avispa y alto cucuné, viene montada en
bicicleta. Tiene cabeza de ruiseñor.)
JOVEN. ¿A quién tengo el honor de saludar?
BUSTER K. (Con una reverencia.) A Buster Keaton.
(La joven se desmaya y cae de la bicicleta. Sus piernas a listas
tiemblan en el césped como dos cebras agonizantes. Un
gramófono decía en mil espectáculos a la vez: «En América, no
hay ruiseñores».)
BUSTER K. (Arrodillándose.) Señorita Eleonora, ¡perdóneme que yo no he sido!
¡Señorita! (Bajo.) ¡Señorita! (Más bajo.) ¡Señorita! (La besa.)
(En el horizonte de Filadelfia luce la estrella rutilante de los
policías.)





Quimera

Puerta.

ENRIQUE. Adiós.
SEIS VOCES. (Dentro.) Adiós.
ENRIQUE. Estaré mucho tiempo en la sierra.
VOZ. Una ardilla.
ENRIQUE. Sí, una ardilla para ti y además cinco pájaros que no los haya tenido antes
ningún niño.
VOZ. No, yo quiero un lagarto.
VOZ. Y yo un topo.
ENRIQUE. Sois muy distintos, hijos. Cumpliré los encargos de todos.
VIEJO. Muy distintos.
ENRIQUE. ¿Qué dices?
VIEJO. ¿Te puedo llevar las maletas?
ENRIQUE. No. (Se oyen risas de niños.)
VIEJO. Son hijos tuyos.
ENRIQUE. Los seis.
VIEJO. Yo conozco hace mucho tiempo a la madre de ellos, a tu mujer. Estuve de
cochero en su casa, pero si te confieso la verdad, ahora estoy mejor de mendigo. Los
caballos ¡ja, ja, ja! Nadie sabe el miedo que a mí me dan los caballos. Caiga un rayo
sobre todos sus ojos. Guiar un coche es muy difícil. ¡Oh! Es dificilísimo. Si no tienes
miedo, no te enteras, y si te enteras, no tienes miedo. ¡Malditos sean los caballos!
ENRIQUE. (Cogiendo las maletas.) Déjame.
VIEJO. No, no. Yo por unas monedillas, las más pequeñas que tengas, te las llevo. Tu
mujer te lo agradecerá. Ella no tenía miedo a los caballos. Ella es feliz.
ENRIQUE. Vamos pronto. A las seis he de tomar el tren.
VIEJO. ¡Ah, el tren! Eso es otra cosa. El tren es una tontería. Aunque viviera cien años
yo no tendría miedo al tren. El tren no está vivo. Pasa y ha pasado... pero los caballos...
Mira.
MUJER. (En la ventana.) Enrique mío. Enrique. No dejes de escribirme. No me olvides.
VIEJO. ¡Ah, la muchacha! (Ríe.) ¿Te acuerdas cómo saltaba las tapias, como se subía a
los árboles sólo por verte?
MUJER. Lo recordaré hasta que me muera.
ENRIQUE. Yo también.
MUJER. Te espero. Adiós.
ENRIQUE. Adiós.
VIEJO. No te aflijas. Es tu mujer y te ama. Tú la amas a ella. No te aflijas.
ENRIQUE. Es verdad, pero me pesa esta ausencia.
VIEJO. Peor es otra cosa. Peor es que todo ande y que el río suene. Peor es que haya un
ciclón.
ENRIQUE. No tengo gana de bromas. Siempre estás así.
VIEJO. ¡Ja, ja, ja! Todo el mundo y tú el primero cree que lo importante de un ciclón son
los destrozos que produce y yo creo todo lo contrario. Lo importante de un ciclón...ENRIQUE. (Irritándose.) Vamos. Van a dar las seis de un momento a otro.
VIEJO. ¿Pues soy el mar?... En el mar...
ENRIQUE. (Furioso.) Vamos, he dicho.
VIEJO. ¿No se olvida nada?
ENRIQUE. Todo lo dejo perfectamente organizado. Y además a ti qué te importa. Lo
peor del mundo es un criado viejo, un mendigo.
VOZ 1a. Papá.
VOZ 2a. Papá.
VOZ 3a. Papá.
VOZ 4a. Papá.
VOZ 5a. Papá.
VOZ 6a. Papá.
VIEJO. Tus hijos.
ENRIQUE. Mis hijos.
NIÑA. (En la puerta.) Yo no quiero la ardilla. Si me traes la ardilla, no te querré. No me
traigas la ardilla. No la quiero.
VOZ. Ni yo el lagarto.
VOZ. Ni yo el topo.
NIÑA. Queremos que nos traigas una colección de minerales.
VOZ. No, no, yo quiero mi topo.
VOZ. No, el topo es para mí... (Riñen.)
NIÑA. (Entrando.) Pues ahora el topo va a ser para mí.
ENRIQUE. ¡Basta! ¡Quedaréis contentos!
VIEJO. Dijiste que eran muy distintos.
ENRIQUE. Sí. Muy distintos. Afortunadamente.
VIEJO. ¿Cómo?
ENRIQUE. (Fuerte.) Afortunadamente.
VIEJO. (Triste.) Afortunadamente. (Salen.)
MUJER. (En la ventana.) Adiós.
VOZ. Adiós.
MUJER. Vuelve pronto.
VOZ. (Lejana.) Pronto.
MUJER. Se abrigará bien por la noche. Lleva cuatro mantas. Yo en cambio estaré sola en
la cama. Tendré frío. Él tiene unos ojos maravillosos; pero lo que yo amo es su fuerza.
(Se desnuda.) Me duele un poco la espalda. ¡Ah! ¡Si me pudiera despreciar! Yo quiero
que él me desprecie... y me ame. Yo quiero huir y que me alcance. Yo quiero que me
queme... que me queme.
(Alto.) Adiós, adiós...
Enrique. Enrique... Te amo. Te veo pequeño. Saltas por las piedras. Pequeño. Ahora te
podría tragar como si fueras un botón. Te podría tragar, Enrique...
NIÑA. Mamá.
MUJER. No salgas. Se ha levantado un viento frío. ¡He dicho que no!
(Entra.)(La luz huye de la escena.)
NIÑA. (Rápida.) ¡Papáaa! ¡Papáaa! Que me traigas la ardilla. Que yo no quiero los
minerales. Los minerales me romperán las uñas. Papáaa.
NIÑO. (En la puerta.) No-te-o-ye. No-te-o-ye. No-te-o-ye.
NIÑA. Papá, que yo quiero la ardilla. (Rompiendo a llorar.) ¡Dios mío! ¡Yo quiero la
ardilla!
Telón






Otros diálogos

Diálogo mudo de los cartujos
En el patio de la Cartuja pasean los Cartujos vestidos de blanco. Van y vienen entre las
zarzas y las malvalocas. Son cinco y son uno.
El Fraile más viejo está mirando una rosa recién abierta. Los demás se acercan
delicadamente.
CARTUJO.
¿
CARTUJO.
¡
CARTUJO.
( )
CARTUJO.
...
CARTUJO.
.
(El Hermano despensero cruza la galería con el manojo de llaves
envuelto en algodón.
En la vidriera de la tarde vuelan los pájaros místicos. La rosa
sentenciada tiembla en las manos del más viejo.
La sombra de las alas del ángelus cubre la superficie católica. Los
Frailes se calan sus capuchas y emprenden el camino de la iglesia.)
CARTUJO. (Andando lentamente.) .
CARTUJO. (Detrás.) .
CARTUJO. (Detrás.) .
CARTUJO. (Detrás.) .
CARTUJO. (Detrás.) .
CARTUJO. (Detrás.) .
(Entran.)(En una esquina del gran refectorio prismático de rumores y ecos
difíciles, un chorro de hormigas sube por la pared a los sazonados
membrillos del techo.)
Diálogo de los dos caracoles
CARACOL BLANCO.
(Silencio.)
(Una Señorita con sombrilla de encajes viene contando sus pasos.
Al llegar a un arroyuelo, vacila. Después salta.)
CARACOL NEGRO.
(Silencio.)
(La Rata ha cruzado el río. La Rata mala. La Rata que se come las
raicillas tiernas.)
CARACOL BLANCO.
(Silencio.)
(La Señorita consulta el olor de los hinojos. La tarde, sin
relaciones inteligentes, se derrumba en la calina del horizonte.)
CARACOL NEGRO.
(Silencio.)
(La Rata vuelve a las zarzamoras. Una Voz oscura se deleita
pronunciando esta palabra: «zarzamora, zarzamora,
zarzamora» .)
CARACOL BLANCO.
(Pausa.)
(La Señorita se sienta en el verde ribazo. Ha salido sola porque no
se acuerda de los ratones.)
CARACOL NEGRO. (Sobrecogido.)
(Silencio.)
(En el remanso, sin un pliegue, tiembla fija una nube larga. La
Rata va por ella como un pájaro. La Rata mala. El Señor le
debiera consentir este abuso.)
CARACOL BLANCO.
(Silencio.)
(A nadie le gusta el libro que lee la Señorita. Es tonta. No se da
cuenta de que sus montes de azúcar están llenos de hormigas.)
CARACOL NEGRO.
(Mutis.)CARACOL BLANCO. (En to alto del hinojo.) ¡Ay!

LOS TÍTERES DE CACHIPORRA, García Lorca



Los títeres de Cachiporra
Tragicomedia de don Cristóbal
y la señá Rosita
Farsa guiñolesca en seis cuadros
y una advertencia
Personajes
(Por orden de aparición en escena)
EL MOSQUITO
ROSITA
EL PADRE
COCOLICHE
ELCOCHERO
DON CRISTOBITA
CRIADO
UNA HORA
MOZOS
CONTRABANDISTAS
ESPANTANUBLOS, tabernero
CURRITO, el del Puerto
CANSA-ALMAS, zapatero
FÍGARO, barbero
UN GRANUJA
UNA JOVENCITA DE AMARILLO
UN MENDIGO CIEGO
MOZAS
UNA MAJA CON LUNARES
UN MONAGO
INVITADOS CON ANTORCHAS
CURAS DEL ENTIERROCORTEJO
Advertencia
Sonarán dos clarines y un tambor. Por donde se quiera, saldrá el Mosquito. El Mosquito
es un personaje misterioso, mitad duende, mitad martinico, mitad insecto. Representa la
alegría del vivir libre, y la gracia y la poesía del pueblo andaluz. Lleva una trompetilla
de feria.
MOSQUITO. ¡Hombres y mujeres! Atención. Niño, cierra esa boquita, y tú, muchacha,
siéntate con cien mil de a caballo. Callad, para que el silencio se quede más clarito,
como si estuviese en su misma fuente. Callad para que se asiente el barrillo de las
últimas conversaciones. (Tambor.) Yo y mi compañía venimos del teatro de los burgue-
ses, del teatro de los condeses y de los marqueses, un teatro de oro y cristales, donde los
hombres van a dormirse y las señoras... a dormirse también. Yo y mi compañía está-
bamos encerrados. No os podéis imaginar qué pena teníamos. Pero un día vi por el
agujerito de la puerta una estrella que temblaba como una fresca violeta de luz. Abrí mi
ojo todo to que pude -me lo quería cerrar el dedo del viento- y bajo la estrella, un ancho
río sonreía surcado por lentas barcas. Entonces yo avisé a mis amigos, y huimos por
esos campos en busca de la gente sencilla, para mostrarles las cosas, las cosillas y las
cositillas del mundo; bajo la luna verde de las montañas, bajo la luna rosa de las playas.
Ahora que sale la luna y las luciérnagas huyen lentamente a sus cuevecitas, va a dar
comienzo la gran función titulada Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita...
Preparaos a sufrir el genio del puñeterillo Cristóbal y a llorar las ternezas de la señá
Rosita que, a más de mujer, es una avefría sobre la charca, una delicada pajarita de las
nieves. ¡A empezar! (Hace mutis, pero vuelve corriendo.) Y ahora... ¡viento!: abanica
tanto rostro asombrado, llévate los suspiros por encima de aquella sierra y limpia las
lágrimas nuevas en los ojos de las niñas sin novio.
Cuatro hojillas tenía
Músicami arbolillo
y el aire las movía.
Mutación
Cuadro primeroSala baja en casa de doña Rosita. Al fondo, una gran reja y puerta. Por la reja se ve un
bosquecillo de naranjos. Rosita está vestida de rosa y lleva un traje de polisón, lleno de
bandas y puntillas. A1 levantar el telón está sentada bordando en un gran bastidor.
ESCENA PRIMERA
ROSITA. (Contando las puntadas.) Una, dos, tres, cuatro... (Se pincha.) ¡Ay!
(Llevándose el dedo a la boca.) Cuatro veces me he pinchado ya en esta a última del «A
mi adorado padre». En verdad que el cañamazo es una labor difícil. Uno, dos... (Suelta
la aguja.) ¡Ay, qué ganitas tengo de casarme! Me pondré una flor amarilla sobre el
cucuné, y un velo que arrastrará por toda la calle. (Se levanta.) Y cuando la niña del
barbero se asome a su ventana, yo le diré: «Voy a casarme, pero antes que tú, mucho
antes que tú, y con pulseras y todo». (Silbido fuera.) ¡Ajajay, mi niño! (Corre a la
reja.)
EL PADRE. (Fuera.) ¡Rositaaaaaaa!
ROSITA. (Asustándose.) ¡Quéeeeeee! (Silbido más fuerte. Corre y se sienta ante el
bastidor y tira besos a la reja.)
PADRE. (Entrando.) Quería saber si bordabas... ¡Borda, hijita mía, borda, que con eso
comemos! ¡Ay, qué mal estamos de dinero! De los cinco talegos que heredamos de tu
tío el Arcipreste, no queda ¡ni tanto así!
ROSITA. ¡Ay, qué barbas tenía mi tío el Arcipreste! ¡Qué precioso era! (Silbido fuera.)
¡Y qué bien silbaba! ¡Qué bien!
PADRE. Pero, hija, ¿qué estás diciendo? ¿Te has vuelto loca?
ROSITA. (Nerviosa.) No, no... Me he equivocado...
PADRE. ¡Ay, Rosita, qué entrampados estamos! ¡Qué va a ser de nosotros! (Saca el
pañuelo y llora.)
ROSITA. (Llorando.) Pues... sí... tú... yo...
PADRE. Si al menos quisieras casarte, otro gallo nos cantaría; pero me parece a mí que
por ahora...
ROSITA. Si yo lo estoy deseando.
PADRE. ¿Sí?
ROSITA. Pero ¿no te habías dado cuenta? ¡Qué poco perspicaces sois los hombres!
PADRE. Pues me viene de perilla, ¡de perilla!
ROSITA. Si yo por peinarme a la arremangué y darme arrebol en la cara...
PADRE. ¿De manera que estás conforme?
ROSITA. (Con guasa un poco monjil.) Sí, padre.
PADRE. ¿Y no te arrepentirás?
ROSITA. No, padre.
PADRE. ¿Y me harás caso siempre?ROSITA. Sí, padre.
PADRE. Pues esto era tl que yo quería saber. (Haciendo mutis.) Me he salvado de la
ruina. ¡Me he salvado! (Se va.)
ESCENA II
ROSITA. ¿Qué significará esto de «Me he salvado de la ruina. Me he salvado»?... Porque
mi novio Cocoliche tiene menos dinero que nosotros. ¡Mucho menos! Heredó de su
abuela tres duros y una caja de membrillo, y... ¡nada más! ¡Ay! Pero lo quiero, lo
quiero, lo quiero y lo retequiero. (Esto dicho con gran rapidex.) El dinerillo, para las
gentes del mundo; yo me quedo con el amor. (Corre y agita un largo pañuelo rosa por
la reja.)
ESCENA III
LA VOZ DE COCOLICHE. (Cantando, acompañado de la guitarra.)
Por el aire van
los suspiros de mi amante,
por el aire van,
van por el aire.
ROSITA. (Cantando.)
Por el aire van
los suspiros de mi amante,
por el aire van,
van por el aire.
COCOLICHE. (Asomándose a la reja.) ¿Quién vive?
ROSITA. (Tapándose la cara con un abanico «pericón» y fingiendo la voz.)
Gente de paz.
COCOLICHE. ¿No vive en esta casa por casualidad una tal Rosita?
ROSITA. Está tomando los baños.
COCOLICHE. (Haciendo ademán de retirarse.) Pues que le sienten bien.
ROSITA. (Descubriéndose.) ¿Y hubieras sido capaz de retirarte?
COCOLICHE. No hubiese podido. (Meloso.) A tu lado los pies se vuelven de plomo.
ROSITA. ¿Sabes una cosa?
COCOLICHE. ¿Qué?ROSITA. ¡Ay, no me atrevo!
COCOLICHE. ¡Atrévete!
ROSITA. (Muy seria.) Mira, yo no quiero ser una mujer impúdica.
COCOLICHE. Y a mí me parece muy bien.
ROSITA. Mira, es el caso...
COCOLICHE. ¡Acaba ya!
ROSITA. Me taparé con el abanico.
COCOLICHE. (Desesperado.) ¡Hija mía!
ROSITA. (Con la cara tapada.) Que me caso contigo.
COCOLICHE. ¿Qué estás diciendo?
ROSITA. ¡Lo que oyes!
COCOLICHE. ¡Ay, Rosita!
ROSITA. En seguida...
COCOLICHE. En seguida voy a escribir una carta a París pidiendo un niño...
ROSITA. Oye, a París de ninguna manera, porque no quiero que se parezca a los
franceses con el chau, chau, chau.
COCOLICHE. Entonces...
ROSITA. Lo pediremos a Madrid.
COCOLICHE. ¿Pero lo sabe tu padre?
ROSITA. ¡Y me lo permite! (Se quita el abanico.)
COCOLICHE. ¡Ay, Rosita mía! ¡Ven! ¡Ven! ¡Acércate!
ROSITA. Pero no te pongas nervioso.
COCOLICHE. Me parece que me están haciendo cosquillas en la planta de los pies.
Acércate.
ROSITA. No, no; desde lejos te daré los besitos. (Se besan desde lejos. Ruido de
campanillas.) ¡Siempre pasa lo mismo! Ahora viene la gente. ¡Hasta la noche!
(Se sienten campanillas, y por la gran reja del fondo cruza una
carroza tirada por caballitos de cartón con penachos de plumas, y
se detiene.)
CRISTOBITA. (Desde la carroza.) Efectivamente es la niña más guapa del pueblo.
ROSITA. (Haciendo una reverencia con las faldas.) Muchas gracias.
CRISTOBITA. Me quedo con ella definitivamente. Medirá un metro de alzada. La mujer
no debe medir ni más ni menos. Pero ¡qué talle y qué garbo! Casi, casi, me ha
engatusado. ¡Arre, cochero!
(Se va la carroza lentamente.)ROSITA. (Haciendo burla.) ¡Ya está! Me quedo con ella. ¡Qué caballero más feo y más
mal educado!... Será un chiflado de esos que vienen del extranjero. (Por la reja cae un
collar de perlas.) ¡Ay! ¿Qué es esto? ¡Dios mío, qué collar de perlas tan precioso! (Se
lo cuelga y se mira en un espejito de mano.) Genoveva de Brabante tendría uno así
cuando se ponía en la torre de su castillo a esperar a su esposo. ¡Y qué bien me sienta!...
¿Pero de quién será?
PADRE. (Entrando.) Hija mía, ¡felicidad completa! ¡Acabo de concertar tu boda!
ROSITA. ¡Cuánto te lo agradezco, y Cocoliche cuánto te lo agradecerá! Ahora mismo...
PADRE. ¡Qué Cocoliche ni qué niño muerto! ¿Qué estás diciendo? Yo he dado tu mano
a don Cristobita el de la porra, que acaba de pasar en su carroza por ahí.
ROSITA. Pues no quiero, no quiero, ¡ea! Y lo que es mi mano, de ninguna manera me la
quitas. Yo tenía mi novio... ¡Y tiro el collar!
PADRE. Pues no hay más remedio. Ese hombre tiene mucho oro y a mí me conviene,
porque si no, mañana tendríamos que pedir limosna.
ROSITA. Pues pedimos.
PADRE. Aquí mando yo, que soy el padre. Lo dicho, dicho, y, cartuchera en el cañón.
No hay que hablar más.
ROSITA. Es que yo...
PADRE. ¡Silencio!
ROSITA. Pues a mí...
PADRE. ¡Chitón! (Se va.)
ROSITA. ¡Ay, ay! ¡Digo!, dispone de mí y de mi mano, y no tengo más remedio que
aguantarme porque lo manda la ley. (Llora.) También la ley podía haberse estado en su
casa. ¡Si al menos pudiera vender mi alma al diablo! (Gritando.) ¡Diablo, sal, diablo,
sal! Que yo no quiero casarme con Cristobita.
PADRE. (Entrando.) ¿Qué voces son ésas? ¡A bordar y a callar! ¡Qué tiempos estos!
¿Van a mandar los hijos en los padres? Tú harás caso de todo, como hice yo caso de mi
papá cuando me casó con tu mamá, que, dicho sea entre paréntesis, tenía una cara de
luna, que ya, ya...
ROSITA. Está bien. ¡Me callaré!
PADRE. (Haciendo mutis.) ¡Habráse visto!
ROSITA. Está bien. Entre el cura y el padre estamos las muchachas completamente
fastidiadas. (Se sienta a bordar.) Todas las tardes -tres, cuatro- nos dice el párraco: ¡que
vais a ir al infierno!, ¡que vais a morir achicharradas!, ¡peor que los perros!...; ¡pero yo
digo que los perros se casan con quien quieren y lo pasan muy bien! ¡Cómo me gustaría
ser perro! Porque si le hago caso a mi padre -cuatro, cinco-, entro en un infierno, y si
no, por no hacerle caso, luego voy al otro, al de arriba... También los curas podrían
callarse y no hablar tanto..., porque... (Se limpia las lágrimas.) Si yo no me caso conCocoliche, va a tener la culpa el cura... sí, el señor cura... al que, después de todo, no le
importa nada esto. ¡Ay, ay, ay, ay...!
CRISTOBITA. (Con su criado en la ventana.) Es una buena cosa. ¿Te gusta?
CRIADO. (Temblando.) Sí, señor.
CRISTOBITA: La boca un poquitín grande, pero vaya canela en rama de cuerpo... Aún
no he cerrado el trato... Me gustaría hablar con ella, pero no quiero que tome demasiada
confianza. La confianza es la madre de todos los vicios. ¡No me digas que no!
CRIADO. (Temblando.) ¡Pero, señor!
CRISTOBITA. No hay más que dos caminos a seguir con los hombres: o no
conocerlos..., ¡o quitarlos de en medio!
CRIADO. ¡Ay, Dlos mío!
CRISTOBITA. ¡Oye, que te gusta!
CRIADO. Todavía la merece mejor su merced.
CRISTOBITA. Es una hembrita suculenta. ¡Y para mí solo! ¡Para mí solo! (Se va.)
ROSITA. Esto es lo que me faltaba que ver. Yo me desespero. Yo me enveneno ahora
mismo con mixtos o con sublimado corrosivo.
(El reloj de pared se abre y aparece una Hora,
vestida de amarillo con polisón.)
HORA. (Con campana y con la boca.) ¡Tan! Rosita: ten paciencia, ¿qué vas a hacer?
¿Qué sabes tú el giro que van a tomar las cosas? Mientras que aquí hace sol, en otras
partes llueve. ¿Qué sabes tú los vientos que van a venir mañana para hacer bailar la
veleta de tu tejadillo? Yo, como vengo todos los días, te recordaré esto cuando seas
vieja y hayas olvidado este momento. Deja que el agua corra y la estrella salga. Rosita,
¡ten paciencia! ¡Tan! La una. (Se cierra.)
ROSITA. La una... Pero ¡maldita la gana que tengo de comer!
VOZ. (Fuera.)
Por el aire van
los suspiros de mi amante.
ROSITA. Ya los veo entrar... los suspiros de mi amante.
(El reloj se abre otra vez y aparece la Hora
dormida. ,La campana suena sola.)
ROSITA. (Llorosa.) Los suspiros de mi amante...Telón
Cuadro segundo
El teatrillo representa una plaza de un pueblo andaluz. A la derecha, la casa de la señá
Rosita. Debe haber una enorme palmera y un banco. Aparece por la izquierda
Cocoliche, rondando, con una guitarra entre las manos y envuelto en una capita verde
oscura con agremanes negros. Va vestido con el traje popular de principios de siglo XIX,
y tiene puesto con garbo el sombrerillo calañés.
ESCENA PRIMERA
COCOLICHE. Rosita no sale. Tiene miedo a la luna. La luna es terrible para un
enamorado de ocultis. (Silba.) El silbido ha tocado como una piedrecita de música en el
cristal de su balcón. Ayer se puso un lazo en el pelo. Ella me dijo: «Una cinta negra
sobre mis cabellos es como una botana sobre la fruta. Ponte triste si me ves; lo negro
bajará luego hasta los pies». Algo le pasa.
(El balconcillo lleno de tiestos se ilumina con
una dulce luz.)
ROSITA. (Dentro.)
Con el vito, vito, vito,
con el vito que me muero.
COCOLICHE. (Acercándose.) ¿Por qué no salías?
ROSITA. (En el balcón muy cursi y muy poética.) ¡Ay chiquillo mío! El viento morisco
hace girar ahora todas las veletas de Andalucía. Dentro de cien años girarán lo mismo.
COCOLICHE. ¿Qué quiere decir?
ROSITA. Que mires a la izquierda y a la derecha del tiempo, y que tu corazón aprenda a
estar tranquilo.
COCOLICHE. No lo entiendo.
ROSITA. Lo que voy a decirte lleva el aguijón duro. Por eso te preparo. (Pausa, en la
que Rosita llora cómicamente, casi ahogada.) ¡No me puedo casar contigo!
COCOLICHE. ¡¡¡Rosita!!!
ROSITA. ¡Tú eres el acerico de mis ojos! ¡Pero no me puedo casar contigo! (Llora.)
COCOLICHE. ¿Te metes a monja reparadora? ¿Te he hecho yo algo malo? ¡Ay, ay, ay!
(Llora de una manera entre infantil y cómica.)ROSITA. Ya te enterarás. Ahora, adiós.
COCOLICHE. (Gritando y pateando en el suelo.) Pero no, pero no, pero no.
ROSITA. Adiós, mi padre me llama.
(El balcón se cierra.)
ESCENA II
COCOLICHE. (Solo.) Me suenan los oídos como si estuviera en lo alto de una sierra.
Estoy como si fuera de papel y me hubiera quemado con la llamita de mi corazón. Pero
esto no puede ser; no, no, y no. (Pateando en el suelo.) ¿Que no se quiere casar
conmigo? Cuando le traje el guardapelo de la feria de Mairena, me pasó la mano por la
cara. Cuando le regalé el chal de las rosas, me miró de una manera... y cuando le traje el
abanico de nácar en el cual Pedro Romero abre su capote, me dio tantos besos como
varillas tenía. ¡Sí, señor, tantos besos!... Mejor era que me hubiese partido un rayo por
la mitad. ¡Ay!, ¡ay!, ¡ay! (Llora con excelente compás.)
ESCENA III
Por la izquierda entran varios Jóvenes vestidos con trajes populares:
uno de ellos trae guitarra y el otro pandero. Cantan.
Mi amante siempre se baña
en el río Guadalquivir,
mi amante borda pañuelos
con la seda carmesí.
MOZO 1.° Es Cocoliche.
MOZO 2.° ¿Por qué lloras? Levántate y que se te importe poco que un pájaro en la
arboleda se pase de un árbol a otro.
COCOLICHE. ¡Dejadme!
MOZO 3.° Es imposible. Vente, que la pena se te pasará cuando te dé el viento del
campo.
MOZO 1.° Vamos, vamos. (Se lo llevan. Voces y música.)
(Queda la escena sola. La luna ilumina la ancha
plaza. Se abre la puerta de la casa de doña Rosita y
aparece el Padre de ésta vestido de grin, con una
peluca color rosa y la cara del mismo color. Don
Cristobita viene vestido de verde con un vientreenorme y una poca joroba. Lleva un collar, una
pulsera de cascabeles y una porra, que le sirve de
bastón.)
CRISTOBITA. Conque cerramos el trato. .¿No es esto?
PADRE. Sí, señor... pero...
CRISTOBITA. ¿Qué pero ni qué niño muerto? Cerramos el trato. Yo le doy a usted los
cien duros para desentramparse, y usted me da a su hija Rosita... y debe usted estar con-
tento porque ella es... algo madurita.
PADRE. Tiene dieciséis años.
CRISTOBITA. He dicho que está madurita y lo está.
PADRE. Sí... señor, lo está.
CRISTOBITA. Pero, sin embargo, es una linda muchacha. ¡Qué diantre! ¡Un boccato di
cardinali!
PADRE. (Muy serio.) ¿Habla vuestra merced el italiano?
CRISTOBITA. No; de niño estuve en Italia y en Francia, sirviendo a un tal don
Pantalón... ¡Pero a usted no le importa nada de esto!
PADRE. No..., no, señor... No me importa nada.
CRISTOBITA. De manera que mañana a la tarde quiero tener echadas las bendiciones.
PADRE. (Aterrado.) Eso no puede ser, don Cristobita.
CRISTOBITA. ¿Quién me dijo a mí que no? No sé cómo no le envío al barranquillo
donde eché a tantos. Esta porra que ve aquí ha matado muchos hombres franceses,
italianos, húngaros... Tengo la lista en mi casa. ¡Obedézcame!, no vaya a danzar con
todos ellos. Hace tiempo que la porra no funciona y se me escapa de las manos. ¡Tenga
cuidado!
PADRE. Sí... señor.
CRISTOBITA. Diga usted: «Tendré cuidado».
PADRE. Tendré cuidado.
CRISTOBITA. Ahora, tome el dinero. Muy cara me cuesta la niña. ¡Muy cara! Pero, en
fin, lo hecho, hecho está. Yo soy hombre que no se retracta jamás de lo que hace.
PADRE. (¡Dios mío, a quién le entrego yo mi hija!)
CRISTOBITA. ¿Qué hablas?... Vamos a avisar al cura.
PADRE. (Temblando.) Vamos.
ROSITA. (Dentro.)
Con el vito, vito, vito,
con el vito, que me muero;
cada hora, niño mío,
estoy más metida en fuego.CRISTOBITA. ¿Qué es eso?
PADRE. Mi niña que canta... ¡Es una canción preciosa!
CRISTOBITA. ¡Bah! Ya la enseñaré a que ponga la voz bronca, ¡más natural!, y cante
aquello de
La rana hace cuac, cuac,
cuac, cuac, cuarac.
Telón
Cuadro tercero
Una taberna de pueblo. Al fondo, barriles y jarras azules en las blancas paredes. Un
viejo cartel de toros y tres candiles. Noche. El tabernero está detrás del mostrador. Es
un hombre en mangas de camisa, con el pelo tieso y la nariz chata. Se llama
Espantanublos. A la derecha, un grupo de Contrabandistas clásicos, vestidos de
terciopelo, con barbas y trabucos, juegan y cantan.
ESCENA PRIMERA
CONTRABANDISTA 1.°
De Cádiz a Gibraltar
¡qué buen caminito!
El mar conoce mi paso
por los suspiros.
¡Ay muchacha, muchacha,
cuánto barco en el puerto de Málaga!
De Cádiz a Sevilla
¡cuántos limoncitos!
El limonar me conoce
por los suspiros.
¡Ay muchacha, muchacha,
cuánto barco en el puerto de Málaga!
CONTRABANDISTA 2.° ¡Eh, tú! ¡Espantanublos! La dichosa
cancioncilla me abre las ganas de beber. ¡Trae vino de Málaga!ESPANTANUBLOS. (Con pereza.) Ahora mismo.
(Por la puerta central un joven envuelto en una amplia capa azul.
Lleva sombrerito plano. Expectación. Sigue y se sienta en una
mesa de la izquierda sin descubrirse.)
ESPANTANUBLOS. ¿Quiere su merced tomar algo?
JOVEN. ¡Ay! No.
ESPANTANUBLOS. ¿Hace tiempo que llegó?
JOVEN. ¡Ay! No.
ESPANTANUBLOS. Parece que suspira.
JOVEN. ¡Ay! ¡Ay!
CONTRABANDISTA 1.° ¿Quién es?
ESPANTANUBLOS. No he podido adivinarlo.
CONTRABANDISTA 2.° ¿Si será?...
CONTRABANDISTA 1.° Mejor será que nos vayamos.
CONTRABANDISTA 2.° Está la noche clarísima.
CONTRABANDISTA 1.° Y las estrellas se caen sobre las casas...
CONTRABANDISTA 2.° Al amanecer daremos vista al mar.
(Salen.)
ESCENA II
Queda el joven solo. Apenas se le verá la cabecita. Toda la escena
está iluminada por una penetrante luz azul.
JOVEN. Encuentro el pueblo más blanco, mucho más blanco. Cuando lo vi desde la
Sierra, me entró la luz por los ojos y me llegó hasta los pies. Los andaluces vamos a
pintarnos con cal hasta las carnes. Pero tengo un temblorcillo dentro. ¡Dios mío! No he
debido venir.
ESPANTANUBLOS. Está que ni don Tancredo, pero yo... (En la calle se sienten
guitarras y voces alegres. Saliendo.) ¿Qué pasa?
(Entra el grupo de Muchachos con Cocoliche a la cabeza.)
COCOLICHE. (Borracho.) Espantanublos, danos vino hasta que se nos salga por los
ojos. Serán muy bonitas nuestras lágrimas; lágrimas de topacio, de rubí:.. ¡Ay,
muchachos, muchachos!MOZO 1.° ¡Tan jovencillo! ¡Lo que nosotros no podemos permitir es que estés triste!
TODOS. Eso es.
COCOLICHE. ¡Ella me decía cosas tan delicadas!... Me decía: tienes los labios como dos
fresas sin madurar, y...
MOZO 1.° (Interrumpiéndole.) Esa mujer es muy romántica. Por lo mismo, no tendría yo
ninguna pena. Don Cristobita es un viejo gordo, borracho, dormilón, que muy en
breve...
TODOS. ¡Bravo!
MOZO 2.° Que muy en breve... (Risas.)
ESPANTANUBLOS. Muchachos, muchachos.
MOZO 2.° Y ahora, a brindar.
MOZO 1.° Brindo por lo que brindo, porque tengo que brindar. Cocoliche: a las doce de
la noche tendrás la puerta abierta, y todo lo demás.
TODOS. ¡Ole! (Tocan las guitarras.)
MOZO 2.° Yo brindo por doña Rosita.
JOVEN. (Levantándose.) ¡Por doña Rosita!
MOZO 2.° ¡Y porque su futuro marido estalle como un fantoche! (Risas.)
JOVEN. (Acercándose, pero embozado.) ¡Alto, señores! Yo soy forastero y quisiera
enterarme de quién es esa Rosita por la que brindan con tanta alegría.
COCOLICHE. ¿Tanto le interesa a usted, siendo forastero?
JOVEN. Puede que sí.
COCOLICHE. Espantanublos, cierra la puerta, que a pesar de estar cerca el mes de
mayo, este señor parece que tiene mucho frío.
MOZO 2.° Sobre todo en la cara.
JOVEN. Yo me acerqué a preguntaros una cosa, y me respondéis por los cerros de
Úbeda. Me parece que las bromas están sobrando.
COCOLICHE. ¿Y a usted qué le importa quién es esa mujer?
JOVEN. Más de lo que usted cree.
COCOLICHE. Pues bien: esa mujer es doña Rosita, la de la plaza, la mejor cantaora de
Andalucía, mi... ¡sí!, ¡mi novia!
MOZO 2.° (Adelantándose.) Que se casa ahora con don Cristobita, y éste, pues... ¡Ya se
lo puede figurar!
TODOS. ¡Ole! ¡Ole! (Risas.)
JOVEN. (Muy triste.) Perdonad. Me había interesado en la conversación porque yo tuve
una novia que se llamaba también Rosita...
MOZO 2.° ¿Y ya no es novia vuestra?
JOVEN. No. Ahora les gustan a las mujeres los chiquilicuatros. Buenas noches. (Inicia el
mutis.)
MOZO 2.° Caballero, antes de marcharos yo quisiera que tomarais con nosotros un vasode vino. (Se lo alarga.)
JOVEN. (En la puerta, nervioso.) Muchas gracias, pero yo no bebo. Buenas noches,
señores. (Aparte y marchándose.) No sé cómo me he podido contener.
ESPANTANUBLOS. ¿Pero quién demonios es ese hombre y a qué ha venido aquí?
MOZO 2.° Eso mismo te digo yo a ti. ¿Quién es este embozado, esta máscara?
MOZO 1.° Eres un mal tabernero.
COCOLICHE. Estoy preocupado, preocupado... ¡Este hombre!
(Todos están inquietos; hablan en voz baja.)
MOZO 2.° (Desde la puerta.) Señores: don Cristobita viene a la taberna.
COCOLICHE. Buena ocasión para partirle la cara.
ESPANTANUBLOS. Yo no quiero grescas en mi casa. Así es que, ya mismo, os estáis
largando.
MOZO 1.° ¡Déjate de cuestiones, Cocoliche! ¡Déjate de cuestiones!
(Dos Mozos se llevan a Cocoliche y los otros dos se
esconden detrás de los toneles. La escena queda en
silencio.)
CRISTOBITA. (En la puerta.) ¡Brrrrruuuuuum!
ESPANTANUBLOS. (Aterrado.) Buenas noches.
CRISTOBITA. Tendrás mucho vino, ¿verdad?
ESPANTANUBLOS. De todos los que usted quiera.
CRISTOBITA. Pues todos los quiero, ¡todos!
MOZO 1.° (Desde un rincón.) ¡Cristobita! (Con voz aflautada.)
CRISTOBITA. ¿Eh? ¿Quién habla?
ESPANTANUBLOS. Será algún perrillo de esas huertas.
CRISTOBITA. (Agarra la porra y canta.)
Que esconda el rabo la zorra,
porque le doy con la porra.
ESPANTANUBLOS. (Turbado.) Hay vino dulce... vino blanco... vino... agrio, vino que
vino...
CRISTOBITA. Y a bajo precio, ¿eh? ¡Sois todos unos ladrones! Dilo tú: unos ladrones.
ESPANTANUBLOS. (Temblando.) Unos ladrones.
CRISTOBITA. Mañana me caso con la señá Rosita, y quiero que haya mucho vino
para... bebérmelo yo.
MOZO 1.° (Desde un tone!.) ¡Cristobita que bebe y duerme!MOZO 2.° (Desde otro tonel.) ¡Que bebe y duerme!
CRISTOBITA. ¡Brrrrrrr, br, br, br! ¿Es que tus toneles hablan, o es que me estás
tomando el pelo?
ESPANTANUBLOS. ¿Yo?, ¿yo?...
CRISTOBITA. ¡Huele la porra! ¿A qué huele?
ESPANTANUBLOS. Huele... pues...
CRISTOBITA. ¡Dilo!
ESPANTANUBLOS. ¡A sesos!
CRISTOBITA. ¿Qué te habías creído? Y en cuanto a eso de que bebe y duerme, ya
veremos quién bebe o duerme, si tú o yo. (Furiosamente.)
ESPANTANUBLOS. Pero don Cristóbal, pero don Cristóbal...
MOZO 2.° (Desde un tone!.)
¡Cristobita,
barriguita!
MOZO 1.° ¡Barriguita!
CRISTOBITA. (Con la porra.) Te llegó tu hora. ¡Pillo, pillo, granuja!
ESPANTANUBLOS. ¡Ay don Cristobita de mis entrañitas!
MOZO 2.° ¡Barriguita!
CRISTOBITA. ¿Pero a mí con esas? ¿Cuándo se vio? ¡Toma barriguita, toma barriguita,
toma barriguita!
(Salen los dos. Don Cristobita le da con la porra, y Espantanublos chilla
como una rata. Los Mozos se ríen a carcajadas desde los toneles.
Música.)
Telón
Cuadro cuarto
La plaza de antes, pero mucho menos iluminada por la luna. La palmera amarilla se
destaca sobre un cielo azul sin estrellas. Por la izquierda entran los Mozos embriagados,
que traen a Cocoliche borracho.
ESCENA PRIMERA
MOZO 1.° Malas pulgas tiene el tal don Cristobita.
MOZO 2.° Y qué porrazos le ha dado al pobre tabernero.
MOZO 1.° Oye, tú: ¿qué hacemos con éste?MOZO 2..° Le dejaremos aquí; y descuida, que ya se despertará cuando le dé en la cara el
sereno de la noche. (Se van.)
ESCENA II
Se oye una flauta que se va acercando rápidamente y aparece el Mosquito. La luz crece.
Viendo a Cocoliche dormido, se acerca a él y le toca la trompetilla en el oído. Cocoliche
le da un manotazo y el Mosquito se retira.
MOSQUITO. Él no sabe lo que pasa, ¡claro!, es una criatura... Pero lo cierto es que el
corazón de la señá Rosita, un corazoncillo así de pequeñito, se le escapa. (Ríe.) El alma
de doña Rosita es como uno de esos barquitos de nácar que venden en las ferias,
barquitos de Valencia que llevan unas tijerillas y un dedal. Ahora, éste pondrá sobre la
dura vela: «RECUERDO», y seguirá marchando, marchando... (Se va tocando la
trompetilla, y la escena queda otra vez oscurecida.)
ESCENA III
Entran el joven embozado y un Mozo del pueblo.
JOVEN. Ahora me alegro de haber venido, pero tengo una rabia, que las palabras no me
salen de la boca. ¿Dices que se casa?
MOZO. Mañana mismo, con un tal don Cristobita, rico, dormilón, tan bruto, que hace
pedazos su sombra... Pero yo creo que ella te ha olvidado.
JOVEN. No es posible; me quería tanto hace...
MOZO. Cinco años.
JOVEN. Tienes razón.
MOZO. ¿Por qué la dejaste?
JOVEN. No sé. Aquí me cansaba demasiado. Ya voy al Puerto, ya vengo del Puerto... ¡Si
vieras! Yo me creía que por el mundo estaban siempre repicando las campanas y que en
los caminos había blancos paradores, con rubias muchachas remangadas hasta los
codos. ¡No hay nada de esto! ¡Es muy aburrido!
MOZO. ¿Y qué piensas hacer?
JOVEN. Quiero verla.
MOZO. Eso es imposible. Tú no conoces a don Cristobita.
JOVEN. Pues quiero verla, cueste lo que cueste.
(Por la derecha entra Cansa-Almas.)MOZO. ¡Ah! Éste nos puede servir; es Cansa-Almas, el zapatero. (En alta voz.)
¡Cansa-Almas!
CANSA-ALMAS. Qué... qué... qué...
MOZO. Mira: tú vas a ser muy útil a este caballero.
CANSA-ALMAS. ¿A quién...? ¿A... quién?
JOVEN. (Descubriéndose.) Mírame.
CANSA-ALMAS. ¡Currito!
JOVEN. Sí, Currito el del Puerto.
CANSA-ALMAS. (Dándole con la mano en el vientre.) ¡Puñeterillo! ¡Qué gordo te has
puesto!
MOZO. ¿Es verdad que vas mañana a poner los zapatos de novia a la señá Rosita?
CANSA-ALMAS. Sí... Sí... Sí.
MOZO. Pues es menester que lo sustituya éste.
CANSA-ALMAS. No, no, yo no quiero líos.
CURRITO. ¡Si vieras cómo te lo pagaría!... Anda, por tus hijos, te pido que me dejes ir.
MOZO. Además te pagará bien. Trae dinero.
CURRITO. Acuérdate, Cansa-Almas... (Haciendo como que llora.) de lo que mi padre te
quería.
CANSA-ALMAS. ¡Calla! Qué le vamos a hacer. ¡Te dejaré ir! Yo me quedaré en casa...
Y era verdad... (Sacando un gran pañuelo de hierbas:) Tu padre, efectivamente, me
quería muchísimo, muchísimo.
CURRITO. (Abrazándole.) ¡Gracias, muchas gracias!
CANSA-ALMAS. ¿Vas a seguir vendiendo naranjas? ¡Oh! ¡Qué pregón más precioso
echabas! Naranjitas, naranjaaaaas... (Se van.)
(La l una va invadiendo la escena y una
música de guitarra corre por el aire.)
COCOLICHE. (Entre sueños.) ¡Cristobita te pegará, amor mío! Cristobita tiene una
panza verde y una joroba verde. Por las noches no te dejará dormir con sus resoplidos.
¡Y yo que te hubiera dado tantos besitos! Qué tristeza cuando te vi con el lazo en el
pelo... ¡Lo negro bajará hasta los pies!
(La melodía del Vito invade la escena. Por la
izquierda sale una aparición de lo que sueña
Cocoliche. Es doña Rosita, vestida de azul oscuro,
con una corona de nardos sobre la cabeza y un
puñal de plata en la mano.)ESPECTRO DE DOÑA ROSITA. (Cantando.)
Con el vito, vito, vito,
con el vito, vito, claro...
Cada hora, niño mío,
de ti me voy alejando.
(La palmera amarilla se llena de lucecitas de
plata, y todo adquiere un teatralísimo tinte
azulado.)
COCOLICHE. ¡Virgen del Espino! (Se levanta, pero en ese momento todo desaparece.)
Me he despertado. No cabe duda que me he despertado. Era ella vestida de luto. Me pa-
rece que la tengo ante mis ojos..., y esa música...
(Ahora, en el balcón, sale la verdadera voz de
Rosita, que canta desvelada.)
ROSITA.
Con el vito, vito, vito,
con el vito, que me muero...
Cada hora, niño mío,
estoy más metida en fuego.
COCOLICHE. ¡Ésta es la primera vez que lloro de verdad! Lo aseguro.
¡La primera vez!
Telón
Cuadro quinto
La escena representa una calle andaluza, con las casas blancas. En la primera casa hay
una zapatería; en la segunda, una barbería, con el espejo y el sillón al aire libre. Más
allá, un gran portón con este letrero: « POSADA DE TODOS LOS DESENGAÑADOS
DEL MUNDO». Sobre la puerta, un gran corazón de gran tamaño atravesado por siete
espadas. Es la mañana. En su zapatería está Cansa- Almas sentado en su banco,
cosiendo una bota de montar y, esperando junto al silloncillo, Fígaro, vestido de verde,
con redecilla negra y tufos, afilando una navaja con un largo suavizador.ESCENA PRIMERA
FÍGARO. Hoy espero la gran visita.
CANSA-ALMAS. ¿Qué vi-? ¿Qué vi-?
(Una flauta dentro de la escena termina la frase.)
FÍGARO. Don Cristobita viene; don Cristobita, el de la porra.
CANSA-ALMAS. ¿No te pare-? ¿No te pare-?
(El flautín termina la frase.)
FÍGARO. ¡Sí, Sí! ¡Claro! (Ríe.)
UN GRANUJA.
¡Zapatero, tero, tero,
mete la lezna
por el agujero!
FÍGARO. ¡Ah! ¡Gran picarillo! ¡Picarillo! (Sale corriendo detrás. )
(Por el otro lado entra Currito, el del Puerto.
Viene como siempre, embozado; al llegar al
centro de la escena choca con Fígaro, que
vuelve muy de prisa del lado opuesto.)
CURRITO. Si me ensartas con la navaja, te saco los ojos.
FÍGARO. ¡Perdón, musiú! ¿Se va usted a afeitar? Mi barbería... (El pito continúa, y
Fígaro hace elogios de su talento, accionando.)
CURRITO. ¡Vete a la porra!
FÍGARO. (Remeda el pregón de Curro.) ¡Naranjitas, naranjaaaaaaas! (Silba.)
CURRITO. (Llega a la zapatería.) Cansa-Almas: dame las botitas y el cajoncillo.
CANSA-ALMAS. Pero... pero... pero... (Tiembla.)
CURRITO. (Furioso.) ¡Dámelo, te he dicho!
CANSA-ALMAS. Toma... toma...
FíGARO. (Saltando.)
A tira y afloja
perdí mi dedal...
A tira y aflojalo volví a encontrar.
CURRITO. (Acaricia unas botitas de color de rosa.)
¡Oh, botitas
de doña Rosita!
¡Quién las tuviera
con sus piernecitas!
CANSA-ALMAS. ¡Y dejadme a mí! ¡Ay! ¡Dejadme a mí!
(Segue metiendo la lezna.)
CURRITO. (Entusiasmado con sus botas.) Son como dos vasitos de vino, como dos
acericos de monja, como dos suspirillos.
FÍGARO. Algo pasa. ¡Indudablemente, algo pasa! El pueblo huele a novedades. ¡Ah, lo
nuevo! Pero ya vendrá a mi barbería.
CURRITO. (Yéndose, con las botas en la mano.) ¿Es posible que
no seas mía, Rosita? (Besa las botas.) Son como dos lágrimas de la luna de la tarde, como
dos torrecillas del país de los enanitos... como dos... (Beso fuerte.) como dos... (Se va.)
ESCENA II
FÍGARO. Ya me enteraré de lo que pasa. Las noticias llegan al mundo después de haber
pasado por el clasificador de la barbería. Las barberías son las encrucijadas de las
noticias. Esta navaja que ven ustedes rompe el cascarón de los secretos. Los barberos
tenemos más olfato que los perros de presa; tenemos el olfato de las palabras oscuras y
los gestos misteriosos. ¡Claro! Somos los alcaldes de las cabezas, los jardineros de las
cabezas, y a fuerza de abrir caminitos entre los bosques del cabello nos enteramos cómo
piensan por dentro. ¡Qué bonitas historias podría contar de los feos durmientes de las
barberías!
CRISTOBITA. (Entrando.) ¡Quiero afeitarme ahora mismo, sí, señor, ahora mismo,
porque me voy a casar! ¡Brrrr! Y no convido a nadie, porque sois unos ladrones todos.
(Cansa-Almas cierra su puerta y asoma la
cabeza por el ventanillo.)
FÍGARO. Son.
CRISTOBITA. (Alargando la porra.) ¡Sois!
FÍGARO. Son (Muy a firmativo.) las diez. (Se guarda el reloj.)
CRISTOBITA. Las diez o las once, quiero afeitarme ahora mismo.
CANSA-ALMAS. ¡Qué malillo es!
CRISTOBITA. (Pegando con la porra en la cabeza de Cansa-Almas.) ¡Tunda que tunda!(Cansa-Almas esconde la testa chillando como una rata.)
CRISTOBITA. ¡Vamos! (Se sienta.)
FÍGARO. ¡Qué hermosísima cabeza tiene usted! Pero ¡qué magnífica! Un ejemplar.
CRISTOBITA. ¡Empieza!
FÍGARO. (Trabajando.) ¡Tran, lará, lará!
CRISTOBITA. Como me cortes, te abro en canal. ¡Pero que en canal he dicho, y es en
canal!
FÍGARO. ¡Excelencia, admirable! Yo estoy encantado. ¡Tran, lará,lará!
(La puerta de la posada se abre, y aparece una Jovencita vestida
de amarillo, con una rosa carmesí en el pelo. Un viejo Mendigo
con un acordeón toma asiento dentro de la posada.)
JOVENCITA. (Cantando y tocando los palillos.)
Tengo los ojos puestos
en un muchacho,
delgado de cintura,
moreno y alto.
A la flor,
a la pitiflor,
a la verde oliva...
A los rayos del sol se peina la niña.
TODOS.
A la flor... etc.
JOVENCITA.
En los olivaritos,
niña, te espero,
con un jarro de vino
y un pan casero.
A la flor... etc.
TODOS.
A la flor... etc...FÍGARO. (Mirando a la Muchacha.) ¡A la flor, pero que a la flor! ¡Ja, ja, ja!
¡Cansa-Almas, sal pronto!
(La Muchacha queda mirando,
extrañadísima, a Cristobita, dormido.)
CRISTOBITA. (Roncando.) Brrrrr, brrrrr...
CANSA-ALMAS. (Con miedo.) No, no quiero salir. (Con la cabeza asomada al
ventanillo.)
FÍGARO. ¡Esto es admirable! Ya me lo figuraba yo. ¡Pero qué cosa más estupenda! Don
Cristobita tiene la cabeza de madera. ¡De madera de chopo! ¡Ja, ja, ja! (La Niña se
acerca más.) Y mirad, mirad cuánta pintura... ¡cuánta pintura! ¡Ja, ja, ja!
CANSA-ALMAS. (Que sale.) Se va a despertar.
FÍGARO. En la frente tiene dos nudos. Por aquí, sudará la resina. ¡Ésta era la novedad!
¡La gran novedad!
CRISTOBITA. (Removiéndose.) Aligera... brrrrr... aligera...
FÍGARO. ¡Excelencia! Sí, sí...
JOVENCITA.
Tengo los ojos puestos
en un muchacho,
delgado de cintura,
moreno y alto.
A la flor,
a la pitiflor,
a la verde oliva,
a los rayos del sol
se peina la niña.
TODOS. (Alrededor de Cristobita dormido, y pianísimo para que éste no lo oiga, pero
llenos de guasa.)
A la flor... etc.
(Por la ventana de la posada asoma una Maja con lunares, que abre y cierra un
abanico.)
TelónCuadro sexto
Casa de doña Rosita. En los rincones del frente, dos grandes armarios con celosías
claras en la parte superior. En el techo, un velón. Las paredes tienen un ligerísimo tono
de azúcar rosado. Sobre la puerta, un retrato de santa Rosa de Lima, bajo un arco de
limones. Doña Rosita aparece vestida de rosa. Gran traje de novia lleno de volantes y
complicadísimas bandas. Sobre el escote, un collar de azabache.
ESCENA PRIMERA
ROSITA. ¡Todo se ha perdido! ¡Todo! Voy al suplicio como fue Marianita Pineda. Ella
tuvo una gargantilla de hierro en sus bodas con la muerte, y yo tendré un collar... un
collar de don Cristobita. (Llora y canta.)
Estando una pájara pinta
sentadita en el verde limón...
(Se atraganta.)
con el pico movía la hoja,
con la cola movía la flor.
¡Ay! ¡Ay!
¿Cuándo veré a mi amor?
(Fuera se oye cantar.)
VOZ.
Rosita, por verte
la punta del pie,
si a mí me dejaran
veríamos a ver.
ROSITA. ¡Oh santa Rosa mía! ¿Qué voz es ésta?
CURRITO. (Embozado, aparece súbitamente en la puerta.) ¿Se puede pasar?
ROSITA. (Asustada.) ¿Quién sois?
CURRITO. Un hombre entre los hombres.
ROSITA. Pero... ¿tenéis cara?
CURRITO. Muy conocida por esos ojitos.
ROSITA. Esa voz...
CURRITO. (Abriendo su capa.) ¡Mírame!ROSITA. (Aterrada.) ¡Currito!
CURRITO. Sí. Currito. El que se fue por el mundo y vuelve a casarse contigo.
ROSITA. ¡No, no! ¡Ay Dios mío, vete! Yo estoy comprometida, y además, no te quiero;
tú me has dejado antes. Ahora quiero a Cristobita. ¡Vete, vete!
CURRITO. ¡No me iré! ¿Para qué he venido?
ROSITA. ¡Ay, qué desgraciada soy! Tengo un relojito y tengo un espejo de plata, pero
¡qué desgraciada soy!
CURRITO. Vente conmigo. Te veo y me vuelvo loquito de celos.
ROSITA. ¡Quieres perderme, infame!
CURRITO. (Acercándose para abrazarla.) ¡Rosita mía!
ROSITA. ¡Viene gente! ¡Vete, bandido! ¡Tempranillo!
EL PADRE. (Entrando.) ¿Qué pasa?
CURRITO. Venía a probarle los zapatos de boda a la señá Rosita, porque Cansa-Almas
no puede venir. Son preciosos. Como para las princesas de la Corte.
PADRE. ¡Probádselos!
(Doña Rosita se sienta en una silla. Currito
se arrodilla ante sus pies, y el Padre lee
un periódico.)
CURRITO. ¡Oh piernecita de azuzena!
ROSITA. (En voz baja.) ¡Canalla!
CURRITO. (Alto.) Súbase un poco las faldas.
ROSITA. Ya está. (Currito le pone una bota.)
CURRITO. ¿A ver otro poquito...?
ROSITA. Ya hay bastante, zapaterillo.
CURRITO. ¡Otro poqulto!
PADRE. (Desde su silla.) Sé bien mandada, niña: otro poquito.
ROSITA. ¡Ay!
CURRITO. ¡Otro poquito más! (Queda contemplando la pierna de doña Rosita.) ¡Otro
poquito más!
PADRE. Me voy. Las botas son muy lindas... Y cerraré de camino esta puerta. Hace
algún fresquillo. (Se va y llega a la puerta central.) Trabajillo me ha costado. Estaba
enmohecida.
CURRITO.
¡Oh, qué lindo pie
tiene su mercé!
¡Oh, qué lindo,qué lindo pie!
ROSITA. (Levantándose.) ¡Mal hombre, perro judío!...
CURRITO. Rosa. Rosita de mayo.
ROSITA. (Dando pianísimos chillidos.) ¡Ay, ay, ay! (Corre por la escena.) ¡Don
Cristobita viene! ¡Salid corriendo por aquí! (Se encuentran la puerta cerrada.) Pero
¿cómo ha cerrado mi padre esta puerta?
CURRITO. (Temblando.) La verdad es que...
ROSITA. ¡Ya siento sus pasos por la escalerilla! Iluminadme, santa Rosa. (Mientras,
Currito prueba a abrir la puerta.) ¡Ah!... Ven aquí. (Abre el armario de la esquina
derecha, y allí lo encierra.) ¡Ya está!... Creí que me moría.
CRISTOBITA. (Fuera.) ¡Brrrrrrrrrr!
ROSITA. (Cantando y medio llorando.)
Estando la pájara pinta
sentadita en el verde limón...
¡Ay, ay, cuándo veré a mi amor!
(Se atraganta.)
ESCENA II
CRISTOBITA. (En la puerta.)
A carne humana
me huele aquí.
Como no me la des,
te como a ti.
ROSITA. ¡Qué cosas tienes, Cristobita!
CRISTOBITA. ¡No quiero que hables con nadie! ¡Con nadie! ¡Ya te lo he dicho! (¡Ay,
qué apetitosa está! ¡Qué par de jamoncitos tiene! )
ROSITA. Yo, Cristobita...
CRISTOBITA. Vamos a casarnos en seguida... Y, ¡oye!, ¿tú no me has visto matar a
nadie con la porra? ¿No?... Pues ya me verás. Hago ¡pun!, ¡pun!, ¡pun!... y al
barranquillo.
ROSITA. Sí; es muy bonito.
MONAGUILLO. (Por la ventana.) Que dice el señor cura que, cuando quieran, que
vayan.CRISTOBITA. ¡Ya vamos! ¡Ole, ole, ya vamos! (Coge una botella y baila mientras
bebe.)
ROSITA. Entonces... Me pondré el velo...
CRISTOBITA. Yo también me voy a poner un gran sombrero y a colgar cintas a la
porra... Ahora vengo. (Se va, bailando.)
CURRITO. (Asomando por la celosía del armario.) Ábreme.
(Rosita se dirige al armario, cuando entra
Cocoliche por la ventana dando un gran salto.)
ROSITA. ¡Ay! (Se dirige a él y cae en sus brazos.) ¡A nadie más que a ti quiero en el
mundo! (Cocoliche la coge en sus brazos.)
COCOLICHE. ¡Chiquilla!
CURRITO. (Desde el armario.) ¡Ya me lo figuraba yo! Eres una mala mujer.
COCOLICHE. ¿Qué es esto?
ROSITA. ¡Yo me vuelvo loca!
COCOLICHE. ¿Qué haces en tu ratonera? Sal al aire libre, donde están los hombres.
(Golpea el armario.)
ROSITA. ¡Tened piedad de mí!
COCOLICHE. ¿Tener piedad de ti? ¡Oh miserable mujerzuela!
CURRITO. Quisiera estrangularos a los dos.
COCOLICHE. ¡Sal pronto! ¡Rompe las puertas! ¡Cobarde!
ROSITA. ¡Que viene Cristobita! ¡Piedad, que viene Cristobita!
CURRITO. ¡Abreeeeeeee!
COCOLICHE. ¡Que venga! Así verá cómo su novia se entiende con el amante.
ROSITA. Yo te lo explicaré, amor mío. ¡Huye!
CRISTOBITA. (Fuera.) ¡Rosita... chiquitita!...
ROSITA. No hay tiempo. ¡Aquí! (Abre el otro armario y esconde a Cocoliche; después
se echa un velo rosa en la cabeza.) ¡Me muero! (Hace como que canta.)
CRISTOBITA. (Entrando.) ¿Qué ruido era ése?
ROSITA. Son... los invitados que esperan en la puerta.
CRISTOBITA. ¡No quiero invitados!
ROSITA. Pero... ¡si los hay!
CRISTOBITA. Pues si los hay, que se vayan. ¡Que se vayan! (Aparte.) Y ya me enteraré
del ruido. (Alto.) Vamos, Rosita. ¿Eh? ¡Oh, qué apetitosa está!
(Se abre la puerta central y aparecen los Invitados
de la boda; traen unos grandes arcos con rosas de
papel de colores, por los que pasan don Cristobita y Rosita.)INVITADO 1.° ¡Vlvan los novios!
TODOS. ¡Vivan! (Música.)
(Queda la escena sola.)
ESCENA III
Por las celosías asoman las cabecitas de Currito y Cocoliche.
CURRITO. ¡Yo voy a estallar!
COCOLICHE. ¿Conque tú eres el amante de esa mujer? ¡Ya nos veremos las caras!
CURRITO. ¡Cuando tú quieras, chisgarabís!
COCOLICHE. Si este armario no fuese de hierro...
CURRITO. ¡Ja!
COCOLICHE. ¡De buena gana te quitaba la náriz de un bocado! (Fuera se oye un
«¡Vivan los novios! ¡Vivan!».) Ya van a casarse... ¡ya me olvida para siempre! (Llora.)
CURRITO. (Declamatorio.) He venido al pueblo para aprender cómo se puede olvidar.
COCOLICHE. Ya no me dirá: «Carita de fruta»... ni yo le diré: « Carita de almendra » ...
CURRITO. ¡Me iré para siempre, para siempre!
COCOLICHE. ¡Ay, ay, ay!
CURRITO. ¡Ingrata, ingrata, ingrata!
(Fuera suenan las campanas de la iglesia,
cohetes y música.)
COCOLICHE. ¡Yo no podré vivir!
CURRITO. ¡Jamás miraré a otra mujer! (Los dos Muñecos !loran.)
MOSQUITO. (Entra por la izquierda.) No hay que llorar, amiguitos, no hay que llorar.
La tierra tiene caminitos blancos, caminitos lisos, caminitos tontos... Pero, muchachos,
¿por qué ese derroche de perlas? No sois príncipes. Después de todo..., la luna no está
en menguante, ni el aire va, ni el aire viene... (Toca la trompetilla y se va.) Ni va, ni
viene. Ni viene, ni va... (Cocoliche y Currito dan un fuerte suspiro y quedan
mirándose.)
(La puerta central se abre de repente y aparece
el cortejo de bodas. Don Cristóbal y la señá
Rosita se despiden en la puerta y cierran.
Música y campaneo lejano.)CRISTOBITA. ¡Ay, Rosita de mi corazón! ¡Ay, Rosita!
ROSITA. Ahora me matará con la porra.
CRISTOBITA. ¿Estás mala? ¡Parece que suspiras! Pero es de lo que te gusto. Ya soy
viejo y entiendo las cosas. ¡Mira qué traje tengo! ¡Y qué botas! ¡Larán, larán! ¡Ah!
Traigan dulces y vino... ¡Mucho vino! (Entra un Criado con unas botellas. Cristobita
coge una y empieza a beber.) ¡Ay, Rosita bonita! ¡Chiquitita, almendrita! ¿Verdad que
soy hermosísimo? ¡Te daré un beso! Toma, toma... (La besa. En este momento
Cocoliche y Currito se asoman a sus celosías y dan un grito de rabia.) ¿Qué es eso?
¿Pero es que esta casa tiene miedo? (Coge la porra.)
ROSITA. ¡No, no, Cristóbal! Son las carcomas, son los niños en la calle...
CRISTOBITA. (Soltando la porra.) ¡Mucho ruidillo hacen, caramba! ¡Mucho ruidillo
hacen!
ROSITA. (Aterrada y fingiendo.) ¿Cuándo me vas a contar las historias que me
prometiste?
CRISTOBITA. ¡Ja, ja, ja! Son muy bonitas, tan bonitas como esa carilla de amapola.
(Bebe.) Es la historia de Don Tancredo, montado en su pedestal. ¿Sabes? ¡Joooo! Y la
historia de Don Juan Tenorio, primo de Don Tancredo y primo mío. Sí, señor. ¡Primo
mío! Di tú: ¡Primo mío!
ROSITA. ¡Primo tuyo!
CRISTOBITA. ¡Rosa! ¡Rosa! ¡Dime algo!
ROSITA. Te quiero, Cristobita.
CRISTOBITA. ¡Ole, ole! (La besa. De los armarios sale otro grito.) ¡Esto se acabó, se
acabó y se requeteacabó! ¡Brrrrrrrr!
ROSITA. ¡Ay! No, no te pongas así.
CRISTOBITA. (Con la porra.) ¡Que salga quien sea!
ROSITA. Mira: no te pongas así. Un pájaro ha pasado ahora mismo por la ventana, con
unas alas... ¡así de grandes!
CRISTOBITA. (Remedándola.) ¡Así de grandes! ¡Así de grandes! ¿Pero yo estoy ciego?
ROSITA. ¡No me quieres!... (Llora.)
CRISTOBITA. (Enternecido.) ¿Te creo... o no te creo? (Suelta la porra.)
ROSITA. (Cursi.) ¡Qué noche tan clarita vive sobre los tejados! En esta hora, los niños
cuentan las estrellas, y los viajeros se duermen sobre sus cabalgaduras.
(Cristobita se sienta, pone los pies sobre la
mesa y empieza a beber.)CRISTOBITA. Me gustaría ser todo de vino y beberme yo mismo. ¡Jooo! Y mi barriga
un pastel, un gran pastel rosado, con ciruelas y batatas... (Los muñecos se asoman a sus
armarios y suspiran.) ¿Quién suspira?
ROSITA. Yo... Soy yo, acordándome de cuando era niña.
CRISTOBITA. Cuando yo era niño, me dieron un pastel más grande que la luna y me lo
comí yo solo. ¡Jooo! Yo solo.
ROSITA. (Romántica.) La sierra de Córdoba tiene sombras bajo sus olivares, sombras
aplastadas, sombras muertas que nunca se van. ¡Oh, quién estuviera bajo sus raíces! La
sierra de Granada tiene pies de luz y peinado de nieve. ¡Oh, quién estuviera bajo sus
manantiales! Sevilla no tiene sierras.
CRISTOBITA. No tiene Sierras, no...
ROSITA. Largos caminos color naranja. ¡Oh, quién se perdiera por ellos!
(Cristobita, oyéndola, como quien oye a un
violinista, se ha quedado dormido, con una
botella en la mano.)
ESCENA IV
CURRITO. (Muy bajito.) ¡Abre!
COCOLICHE. ¡No me abras! Quiero morir aquí.
ROSITA. ¡Callad, por Dios!
(Entra el Mosquito y empieza a tocar la trompetilla
alrededor de Cristóbal. Éste le da manotazos.)
CURRITO. Me iré donde no me verás nunca.
ROSITA. Yo jamás te amé. Eres un hombre errante.
COCOLICHE. ¡Qué Oigo!
ROSITA. ¡A ti solo, amor mío!
COCOLICHE. ¡Ay, pero ya estás casada!
CRISTOBITA. Brrrrrr... ¡Pícaros mosquitos! ¡Pícaros mosquitos!
ROSITA. ¡Santa Rosa: que no se despierte! (Se dirige a un armario y, con gran cuidado,
lo abre.)
(Toda esta escena será rapidísima y en voz baja.)
CURRITO. (Saliendo del armario.) ¡Adiós para siempre, ingrata! Mi pena es que jamás
to olvidaré.(En este momento el Mosquito da un fuerte
trompetazo en la cabeza a Cristóbal y éste
se despierta.)
CRISTOBITA. ¡Ah! ¡Qué! ¡Qué! ¡Imposible! ¡Brrrrrrrrrrr!
CURRITO. (Sacando un puñal.) ¡Calma, señor mío, calma!
CRISTOBITA. ¡Te mato, te trituro, te machaco los huesos! ¡Ya me las pagarás, señá
Rosita, mala mujer! ¡Con cien duros que me has costado! ¡Brrr...! ¡Pin! ¡Pin! ¡Pan! ¡Me
ahoga la rabia! ¡Pun! ¡Pan! ¿Qué hacías aquí?
CURRITO. (Temblando.) Lo... que me da la gana.
CRISTOBITA. ¡Ahrrrrrrrr! ¿Conque lo que te da la gana? ¡Pero hombre! ¡Toma gana!
¡Toma gana! ¡Toma gana! (Currito acomete a Cristóbal con su puñal, pero éste queda
clavado en el pecho del dormilón de una manera rara. Rosita, durante esta escena, ha
estado abriendo la puerta del foro, y en este momento ha conseguido abrirla, y huye
Currito, perseguido por Cristóbal, que le va diciendo:) ¡Toma gana! ¡Toma gana!
(Rosita da unos chillidos agudísimos o se ríe
de una manera histérica. En todo este momento
los personajes estarán ayudados por varios
pitos de una orquestilla.)
ESCENA V
COCOLICHE. ¡Ábreme, que yo le mataré cuando venga!
ROSITA. ¿Te abro? (Va a abrirle.) ¡No te abro! ¡Ay!
COCOLICHE. Rosita: déjame que te estrangule.
ROSITA. ¿Te abro? (Va a abrirle.) ¡No te abro! Ahora viene, y nos matará.
COCOLICHE. ¡Así moriremos juntos!
ROSITA. ¿Te abro?... ¡Ay, sí!... ¡Te abro! (Le abre.) ¡Corazoncillo mío! ¡Arbolito de mi
jardín!
COCOLICHE. (Abrazándola.) ¡Clavel disciplinado! ¡Manojito de canela! (Empieza un
idilio estilo dúo de ópera.)
ROSITA. Vete a tu casa; ahora, yo moriré.
COCOLICHE. Es imposible, Rosita entre las flores. En aquella estrella te haré un
columpio y un balcón de plata. Desde allí veremos cómo tiembla el mundo vestido por
la luna.
ROSITA. (Olvidándolo todo y en plena felicidad.) ¡Qué romántico eres, primor mío!
Creo que soy una flor, y me deshojo sobre tus manos.COCOLICHE. Cada día me vas pareciendo más rosada; cada día parece que te arrancas
un velo, y surges desnuda.
ROSITA. (Poniendo la cabecita sobre el pecho de su novio.) En tu pecho han levantado
el vuelo miles de pájaros; amor mío, cuando te miro me parece que estoy ante una
fuentecilla. (Fuera se oye la voz de Cristobita, y Rosita sale de su éxtasis.) ¡Huye!
CRISTOBITA. (Aparece en la puerta y queda estupefacto.) ¡Ahrrrrrrrr! ¡Tienes los
amantes a pares! ¡Prepararse para el barranquillo! ¡Pin! ¡Pan! ¡Brrr! (Cocoliche y
Rosita se besan desesperadamente, delante de Cristóbal.) ¡Imposible! ¡Yo, que he
matado trescientos ingleses, trescientos costantinoplos! ¡Os acordaréis de mí! ¡Ay!
¡Ay! (La porra se le cae de la mano, y se siente un gran estrépito de muelles.) ¡Ay mi
barriguita! ¡Ay mi barriguita! ¡Por vuestra culpa me he roto, me he muerto! ¡Ay, que
me muero! ¡Ay, que llamen al curita! ¡Ay!
ROSITA. (Chillando agudísimamente y corriendo por la escena, arrastrando su larga
cola.) ¡Papáaaaaa! ¡Papáaaaaaaaaaa!
CRISTOBITA. ¡Ahrrrrrrr! ¡Pun! ¡Me acabé! (Queda panza arriba con las manos por
alto y luego cae sobre las candilejas.)
ROSITA. ¡Ha muerto! ¡Ay Dios mío, qué compromiso tan grande!
COCOLICHE. (Acercándose con miedo.) Oye: ¡no tiene sangre!
ROSITA. ¿Que no tiene sangre?
COCOLICHE. ¡Mira! ¡Mira lo que le sale por el ombliguillo!
ROSITA. ¡Qué miedo!
COCOLICHE. ¿Sabes una cosa?
ROSITA. ¿Qué?
COCOLICHE. (Enfático.) ¡Cristobita no era una persona!
ROSITA. ¿Qué?... ¡Que no me lo digas siquiera! ¡Qué sofocación más grande! ¿De qué
manera que no era una persona?
PADRE. (Entrando.) ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
COCOLICHE. ¡Mirad!
PADRE. ¡Ha estallado!
(Entran varios Muñecos.)
(La puerta central se abre y aparecen Muñequitos con antorchas;
Ilevan capas rojas y sombreros negros. Delante viene el Mosquito
con una banderita blanca y tocando la trompeta. Traen un ataúd
enorme, en el que hay pintados pimientos y rábanos en vez de
estrellas. Los Curas vienen cantando. Marcha fúnebre de pitos.)
UN CURA.Uri memento.
Un hombre muerto.
TODOS.
Se acabó, se acabó,
Cristobalón.
UN CURA.
Cantemos o no cantemos,
cinco duros ganaremos.
(Al coger a Cristobita, éste suena de una manera graciosa, como
un fagot. Todos se retiran, y doña Rosita llora. Vuelven otra vez y
suena menos, hasta que sus suspiros son de flautín, y lo echan en
la caja. El cortejo da la vuelta a la escena, entre los lamentos de
la música.)
COCOLICHE. Ahora siento mi pecho lleno de cascabeles, lleno de corazoncillos.
Parezco un campo de flores.
ROSITA. Para ti serán mis lágrimas y mis besitos, que eres un clavel.
MOSQUITO. (Saliendo con la comitiva.)
Vamos a enterrar
al gran ganapán,
Cristobita borracho
que no volverá.
Ran,
rataplán,
rataplán,
rataplán.
¡Rataplán!
(Cocoliche y Rosita quedan abrazados. Sin fonía.)
Telón