26/8/08

LEONARDO Y LA MÁQUINA DE VOLAR de HUMBERTO ROBLES


HUMBERTO ROBLES


















LEONARDO Y LA MÁQUINA DE VOLAR,

DE HUMBERTO ROBLES




PERSONAJES:
Leonardo, 66 años
Francesco1, 28 años
La acción transcurre en Cloux, cerca de Amboise, Francia, a finales de abril de 1519.
En el escenario hay una mesa de trabajo con manuscritos, pergaminos, tinteros con
plumas diversas, un reloj de arena, candelabros con velas, carbones; también hay una
cama, baúles, sillas y dos caballetes, uno cubierto por una tela, otro que tiene hojas de
papel. Sin el afán de ser didácticos, puede haber una pantalla donde se proyecten las
imágenes que aparecen mencionados en el texto (como la espiral, los bocetos de
Leonardo, los cuadros y otras figuras). Durante toda la obra, Leonardo debe usar muy
poco el brazo derecho; escribirá y dibujará con la mano izquierda.}


ESCENA 1
Oscuro. Música.
VOZ LEONARDO: Soy amante del hombre y de todo lo que al hombre concierne.
Se ilumina el escenario. Leonardo está en escena; durante unos instantes parece
realizar alguna clase de experimento sobre la mesa; luego descubrimos que está
cocinando:
LEONARDO: Dejemos la retórica a un lado, entremos en materia y hablemos pues de
las chirivías... En realidad éstas son un tipo de zanahorias blancas y dulces que pueden
hervirse, junto con otras verduras, y luego aderezarse con sal, vinagre y cilantro. Hay
quienes dicen que de esta forma poseen grandes virtudes afrodisiacas. Las chirivías
también pueden freírse en aceite una vez que se haya raspado la piel, ya hervidas,
claro está, y después de haberlas rociado con harina fina. ¡Ah!, mas se debe cuidar de
no usar nunca chirivías viejas, pues sus raíces tienen la propiedad de provocar vértigo y caídas. En Puglia, el zumo de chirivías mezclado con un poco de lúpulo machacado se toma como un vino, aunque se dice que provoca delirios. También acostumbran cocinar las chirivías de manera que las hierven antes de tirarlas y luego añaden la segunda tanda de chirivías peladas en la misma agua y las hierven en ella... Bueno, en todo caso, sólo es cuestión de gustos... (Gira hacia Francesco) ¿Acaso advierto un gesto de decepción en tu rostro, mi querido Francesco? ¿No son de tu agrado las chirivías?

Descubrimos a Francesco.
1 El personaje de Francesco está basado en el amigo y discípulo de Leonardo, el Conde Francesco Melzi,
hijo de un aristócrata de Lombardía; él ordenó los manuscritos heredados por su maestro.
FRANCESCO: No, no es eso, maestro...
LEONARDO: Ah, comprendo, comprendo... A mí también me ocurrió lo mismo: pensar
en el agua donde han sido hervidas las chirivías viejas provoca cierta repulsión... pero
te aseguro que es un platillo exquisito... A nuestros anfitriones franceses les gusta la
comida más condimentada, eso sin contar que, como muchos más, se alimentan de
cadáveres. Yo no, es por eso que prefiero hacer mis propios platillos, procurando no
ofender a quienes me atienden tan cortésmente en este castillo.
FRANCESCO: En verdad debo confesar que no pensé que hoy conversáramos sobre
arte culinario...
LEONARDO: Ah, ya veo... al discípulo le interesan asuntos más profundos… más
elevados... ¡Álgebra! ¡Astronomía! (pausa) Pero, ¿sabes que la mayoría de mis
inventos surgieron al pensar en la comodidad de las cocinas y del servicio de las mesas de los grandes señores? (toma un tenedor) ¡He aquí un tenedor por ejemplo! ¿Te dije que fui yo quien sugirió añadir un tercer diente al tenedor veneciano?
FRANCESCO: Cosa que fue muy bien recibida por todos en aquella espléndida ciudad.
LEONARDO: En la corte de los Sforza, Ludovico “el Moro”, señor de Milán2, tuvo la idea
original de colocar al lado de cada comensal un banquito, sobre el cual estaba atado un
conejo peludo, para que los invitados se limpiaran las manos y no arruinaran los
manteles, los cuales estaban igual siempre sucios… Fue cuando ideé… (Saca una
servilleta) una tela que sirviese para limpiar la boca y las manos de los hambrientos
convidados.
FRANCESCO: Sin duda, algo muy útil…
LERONARDO: Los más agradecidos deben ser, por supuesto, los conejos… (Ríen) Hay
quienes me consideran pintor o escultor de oficio, sin embargo, yo me considero
simplemente un ingeniero, un arquitecto. He concebido ciertos tipos de puentes; sé
cómo extraer agua de los fosos y construir catapultas, carros cubiertos seguros contra
todo ataque; morteros y otras máquinas de fuego de bellísimas y útiles formas. En
tiempos de paz, puedo parangonarme con cualquiera en materia de arquitectura, así
como ejecutar esculturas en mármol, bronce y arcilla, y todo lo que pueda hacerse en
pintura… Pero es la cocina un laboratorio perfectísimo, digno de cualquier alquimista, y
más que nada, mi querido Francesco, me causa un enorme placer, a mí y a quienes me
acompañan en mi mesa.
FRANCESCO: Entonces no me queda más que alabar que haya amanecido tan de
buen ánimo esta mañana.
LEONARDO: Eh... con achaques, como siempre... Dolores y molestias que, si se
ignoran, tienden a desaparecer... o al menos se olvidan momentáneamente… Este
brazo ya no me obedece y me impide pintar (mostrando el brazo derecho). ¡Ay,
Francesco, Dios te libre y te cuide de los médicos! (pausa) Puesto que ya comencé
decepcionándote al hablar de asuntos tan mundanos y profanos, permíteme enmendar
mi error. ¡Toma nota!
Francesco se alista para tomar apuntes.
2 Leonardo ofreció sus servicios como ingeniero militar, escultor y pintor a la máxima autoridad de Milán
(duque y mecenas) Ludovico Sfoza el Moro.
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 3
LEONARDO: La pintura es una poesía que se ve sin oírla y la poesía una pintura que
se oye y no se ve...
FRANCESCO: La pintura es una poesía muda y la poesía una pintura ciega…
LEONARDO (asiente ligeramente): Nunca olvides que la misión del artista es explorar
el mundo visible con la mayor rigurosidad. Hay que interesarse por todo lo que puedan
abarcar tus ojos y tu mente: los insectos, las aguas, los astros, los niños y las máscaras
de carnaval. Recuerda siempre que la obra de un artista debe concebirse como una
gran unidad: la filosofía unida al arte; la ciencia a la técnica. Unidas la una a la otra...
Pero donde el alma no trabaja junto con las manos, ahí, no hay arte… (Ríe) Una vez le
preguntaron a un pintor por qué, siendo tan buenas sus pinturas, que eran algo sin vida,
hacía los hijos tan feos… a lo cual contestó que las pinturas las hacía de día y a los
hijos de noche. (Ríe) No pongas esa cara tan solemne cuando me expreso; un poco de
sentido del humor nunca viene mal. (Ambos ríen) Si es posible, se debe hacer reír
hasta a los muertos. (Pausa) Ahora, ninguna investigación humana puede ser llamada
verdadera ciencia sin pasar por las pruebas matemáticas. Todas las ciencias son vanas
y llenas de errores si no han nacido de la experiencia, madre de toda certidumbre… Es
ella el único intérprete de la naturaleza y sólo es el juicio el que yerra.
FRANCESCO (escribiendo): “...sólo es el juicio el que yerra...”
LEONARDO: ¿Lo has entendido?
FRANCESCO: Perfectamente.
LEONARDO: ¡No has comprendido nada! ¡Nada!
FRANCESCO: ¿Hice algo mal, maese?
LEONARDO: Te servirá todo cuanto diga... pero no se trata de que transcribas
pensamientos y disertaciones que han nacido de años de reflexión y observancia... La
teoría nunca sobra... la práctica debe siempre ser edificada sobre la buena teoría… sin
embargo no haces lo que espero de ti.
FRANCESCO: Dígame y haré lo que me solicite.
LEONARDO: Muy bien. ¡Pon en práctica lo que te he dicho! Eso es lo que te pido... Y
más aún... Reflexiona, observa por ti mismo... ¿De qué sirve que hagas apuntes y más
apuntes? ¡Experimenta! Francesco, la sabiduría es la hija de la experiencia.
FRANCESCO: De acuerdo, maestro.
LEONARDO: Si una persona es perseverante, aunque sea dura de entendimiento, se
hará inteligente; y aunque sea débil se transformará en fuerte… Podríamos hablar de la
cuadratura del círculo, tema tan en boga hoy en día...
FRANCESCO: Un problema tan apasionante, como insoluble, por cierto; el paradigma
de lo imposible.
Leonardo coloca a Francesco de pie y lo pone como irá describiendo, abriendo sus
extremidades (Figura 1). El círculo y el cuadrado se pueden trazar con luz sobre
Francesco simulando la Figura 1:
LEONARDO: Es el ombligo el punto central natural del cuerpo humano, ya que si un
hombre se echa sobre la espalda, con las manos y los pies extendidos, y coloca la
punta de un compás en su ombligo, los dedos de las manos y los de los pies tocarán la
circunferencia del círculo que así trazamos. Y de la misma forma que el cuerpo humano
nos da un círculo que lo rodea, también podemos hallar un cuadrado donde igualmente
esté encerrado el cuerpo humano. Porque si medimos la distancia desde las plantas de
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 4
los pies hasta la punta de la cabeza y luego aplicamos esta misma medida a los brazos
extendidos, encontraremos que la anchura es igual a la longitud, como en el caso de
superficies planas que son perfectamente cuadradas.
FIGURA 1: El Hombre de Vitrubio
FRANCESCO: ¿Eso demuestra la cuadratura del círculo?
LEONARDO: Deja eso a un lado… (Va al caballete con papeles) ¡Pronto!, ¿es posible
dibujar de un solo trazo, con una sola línea, sin despegar el carbón del papel, una figura
con volumen?
FRANCESCO: ¿Cómo?
LEONARDO: A ver, hablamos de volumen. (Intenta dibujar con la mano derecha, se
duele y entonces dibuja con la mano izquierda un cuadrado sobre el papel; señala el
dibujo) ¿Qué es esto?
FRANCESCO: Una figura plana limitada por cuatro segmentos, de forma tal que sus
lados y sus ángulos son todos iguales entre sí. Por lo tanto he ahí un cuadrado.
LEONARDO: Ahora bien... (Aprovechando el trazo del cuadrado, dibuja un cubo) ¿Qué
es esto?
FRANCESCO: Un sólido que tiene base rectangular y sus aristas laterales son
perpendiculares a la base. Si tiene todas las aristas iguales sin duda estamos frente a
un cubo.
LEONARDO (dibuja un cono): Por último, podemos trazar un sólido geométrico formado
por la revolución de un triángulo-rectángulo alrededor de uno de sus catetos…
FRANCESCO: He ahí un cono.
LEONARDO: Sin embargo, en algún momento se unen dos puntos y no es lo que te
estoy pidiendo… Repito, ¿es posible dibujar de un solo trazo una imagen con
volumen...?
FRANCESCO: No lo sé...
LEONARDO: ¡Eso es lo que deseo, Francesco, que te des cuenta por ti mismo! ¡Toma
un carbón e intenta una, cien, mil veces sobre el papel! ¡Exprime un poco esa cabeza
por la que revolotean sabrá-dios qué pensamientos! (Da vuelta a un reloj de arena por
el que van cayendo los granos) ¡Pronto!
Francesco toma un papel y un carbón; hace varios intentos. Leonardo se pasea:
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 5
LEONARDO (tras pausa): De las cosas que más me han conmovido desde mi niñez
han sido la sonrisa de las mujeres y el movimiento de las aguas. La sonrisa de las
mujeres puede plasmarse en una pintura... será siempre misteriosa... - Por eso hay una
obra que me acompaña siempre y a la que le tengo enorme afecto… - En cambio, el
movimiento de las aguas no puede mostrarse con toda su fuerza, con toda su furia...
Quizás, a lo mucho, solamente un instante del vaivén de las aguas que va y viene de
horizontes tan lejanos... Únicamente un momento: la ola precipitándose a la costa o el
emerger de la espuma en las rocas... Ah, el mar... (Pausa) ¿Has conseguido el dibujo?
FRANCESCO: Aún no...
LEONARDO: ¡Pobre del discípulo que no deja atrás a su maestro!
FRANCESCO: Permítame seguir intentándolo...
LEONARDO: El agua siempre ha ejercido fascinación sobre mí. El agua que surge de
los montes es como la sangre que presta vida a la montaña. El agua es el vehículo de
la naturaleza, las venas de la tierra...
FRANCESCO (intentando el dibujo): No sé si lo que me ha podido es posible o es uno
más de sus capciosos ejercicios…
LEONARDO: Calla… escucha… y sigue trabajando. No existen conocimientos más
elevados o más bajos, sino un conocimiento único que emana de la experimentación.
(Pausa) ¿Sabes por qué prefiero ser considerado un gran inventor antes que un
artista…? (Mira a Francesco) ¿Me oyes, Francesco?
FRANCESCO (abstraído): Sí, maestro…
LEONARDO: Entonces, al menos asiente cuando te haga una pregunta…
Francesco asiente abstraído en su intento.
LEONARDO: ¿Sabes por qué…?
Francesco deniega y sigue experimentando en los papeles.
LEONARDO: Cuando servía al duque de Romaña, César Borgia, en calidad de
arquitecto e ingeniero mayor, al supervisar las obras en las fortalezas de los territorios
papales, me di cuenta de que parecen ser más importantes los inventos… que el arte.
(Se acerca al caballete cubierto por la tela) ¿Acaso la cúpula de una magnífica catedral
o el cuadro más perfecto, han modificado un ápice el curso de la Historia…? (deniega)
En cambio, ¿qué me dices de las armas y de las máquinas de guerra…? He llegado a
la conclusión de que, han sido las batallas y no las artes las que han cambiado la faz de
la tierra… Yo he servido más con la hidráulica y la mecánica… que con el sffumatto y el
claroscuro… Así que seguramente seré más recordado por la catapulta… que por la
Mona Lisa… Todo lo que hay de bello en el hombre pasa y no dura. En todo caso, me
consuela saber que le he dado un poco de belleza al mundo. Ella perece en la vida,
pero es inmortal en el arte. (Lo mira; se aparta del caballete) ¿Ya?
FRANCESCO: Déme un poco más de tiempo, maestro…
LEONARDO (ríe): Resultaste casi como Gian Giacomo de Caprotti3
3 Gian Giacomo de Caprotti da Oreno, a quien Leonardo apodaba Salai (pequeño diablo), entró en su
hogar alrededor del 1488 a la edad de 10 años, llegando a convertirse en su sirviente y asistente; heredó
la mayoría de los cuadernos de Leonardo y la mitad de su viñedo.
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FRANCESCO (detiene su labor): Le suplico que no me compare con ese ladrón que
tiene por asistente… (Sigue su labor)
LEONARDO (ríe): ¡Ay, Salai! Cuando niño era precioso, de pelo rizado, en el que yo
encontraba gran satisfacción… Una vez, al entrar en mi casa, el imberbe había
mandado cortar dos camisas, unos pantalones y un jubón míos. Poniendo aparte el
dinero para pagar todas estas cosas, me robó, y nunca logré hacerle confesar el hurto,
aunque yo estaba convencido de que había sido él. Al día siguiente le llevé a cenar a
casa de un amigo. Comió por dos y causó problemas por cuatro, pues rompió dos
sillas… (Ríe)
FRANCESCO (interrumpe): ¡Ya! (Voltea el reloj de arena)
LEONARDO: ¿Lo has conseguido?
Francesco muestra la hoja donde ha trazado un helicoide o espiral.
FIGURA 2: Espiral
LEONARDO: ¡Una espiral! Bravo, bravísimo… (Pausa) Supera a Leonardo. Es todo lo
que te pido.
FRANCESCO: No me exija tanto, maestro.
LEONARDO: Te lo pido porque ya estoy viejo y me quedan pocos días...
FRANCESCO: En todas mis oraciones pido para que nuestro señor le dé larga vida...
LEONARDO: No será tanta como para llevar a cabo todos mis anhelos. Y no quiero
pecar de ingratitud. En toda mi existencia, que no ha sido breve, he hecho más de lo
que hubiera apenas vislumbrado... Pero uno siempre tiene asuntos pendientes y se
marchará de esta vida terrenal a la vida celestial dejando mucho por hacer... (Pausa,
queda pensativo) Anoche tuve un mal sueño.
FRANCESCO: Los sueños no son más que eso, maestro.
LEONARDO: Quizás sí... Quizás no.
FRANCESCO: Los sueños están hechos de éter... La nada es la materia del ensueño...
No debería inquietarse.
LEONARDO: No debería... Sin embargo hoy, después de muchos años se repitió un
sueño, el mismo que tuve en mi primera infancia... Fue algo tan real, tan vívido, que
desde entonces me quedó en la memoria con una nitidez sorprendente… El único e
inseparable compañero de mi vida ha sido un sueño… ese sueño...
FRANCESCO: ¿Puedo saber cómo fue tal ilusión?
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 7
LEONARDO: En aquella tan lejana infancia mía soñé que, siendo lo que era, un
pequeño niño, un buitre -una de estas aves carroñeras de oscuro plumaje-, volaba en lo
alto del cielo azul, entre las nubes... Sobre un blanco dosel de cúmulos congestos, se
movía una mancha negra… Súbitamente el ave comenzó a descender y a descender y
a descender haciendo círculos... (Con la mano traza en el aire una espiral que
desciende)
FRANCESCO: Una espiral…
LEONARDO: El ave se acercaba cada vez más a mí... Hallándome en la cuna, se me
acercó, me abrió la boca con su cola y me golpeó con ella, repetidamente, entre los
labios... ¡Y volvió a emprender el vuelo hacia lo alto...! Aún recuerdo la sensación de las
plumas tocando mi boca... Fue algo tan real... que me dejó muy impresionado.
FIGURA 3: Santa Ana, la Virgen y el Niño con el cordero 4 5
F
RANCESCO: En todo caso, se trataba simplemente de una pesadilla...
LEONARDO: Como tal no le presté mayor atención, aunque siempre ha estado
presente en mis recuerdos. (Pausa) Pues he ahí que anoche, querido Francesco, volví
a soñar lo mismo... exactamente lo mismo… Sesenta años después, tiempo más o
tiempo menos, tuve de nuevo esa visión… Sólo que esta vez... (Calla)
FRANCESCO: ¿Esta vez...?
LEONARDO: En esta ocasión... (Pausa) Todo ocurrió exactamente de la misma forma...
El buitre volaba en el cielo y fue descendiendo y descendiendo... De la misma manera,
una de sus alas rozó mi boca nuevamente... pero esta vez... una pluma quedó adherida
a mis labios... una pluma negra, tan negra como el terciopelo de las capas de un gran
duque o como la oscuridad que se vive al cerrar los ojos… ¡Ay, Francesco, esta vez el
corazón me latió aceleradamente, y sí que tuve miedo! Desperté agitado, inquieto,
sudando… -Aunque ese sueño removió una vieja idea que he gestado durante mucho
tiempo...- Francesco... ¿y si este sueño presagiara mi muerte?
FRANCESCO (persignándose): ¡Dios no lo permita, maese Leonardo!
LEONARDO: El pavor que me invadía fue tan grande que al despertar, aún creí oír el
vuelo del buitre saliendo por la ventana... Como si el batir de sus alas me hubiese
4 Un alumno de Freud, descubre al comienzo del siglo XX, que en la obra Santa Ana, la Virgen y el Niño
con el cordero, Leonardo había ocultado la imagen de un buitre.
5 La imagen rotada, donde se ve el buitre, es propiedad de Massimo La Rocca.
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regresado del sopor a la vida... Fue algo que de primer momento pareció tan real, que
incluso busqué entre las sábanas, en el suelo, por todas partes aquella pluma tan
negra... ¿Y sabes qué encontré?
Francesco deniega.
LEONARDO: ¡Por supuesto que nada...! (Ríe) Las únicas plumas que habían en esta
pieza eran las que me aguardan pacientes en el tintero… y las de esos cómodos
almohadones... Había sido eso: una ilusión... sólo un sueño.
FRANCESCO: Por fortuna. Pero decía que esto le había traído a la mente una idea...
LEONARDO: No, Francesco, no una idea… sino ¡la idea...! Como una chispa se
encendió de nuevo el viejo recuerdo... Algo que, durante años, me ha robado horas de
descanso… Algo que sé que es posible, aunque no lo he podido realizar aún…
FRANCESCO: ¿De qué se trata?
LEONARDO: De un aparato fantástico... Una máquina fabulosa... Un artefacto que reta
todas las leyes de la naturaleza, digno solamente de los prodigios del Templo del Rey
Salomón… (Busca en los baúles) Por aquí deberían estar esos bocetos... Son muy
viejos, de mis días en Florencia... Ayúdame a buscar, Francesco...
Buscan en los baúles sacando dibujos y bocetos.
FRANCESCO: Bocetos de máquinas-herramienta…
LEONARDO: Automatismos… Medidores…
FRANCESCO: Barcos... Sumergibles… ¿Y esto?
LEONARDO: Estudios del cuerpo humano basados en las autopsias de cadáveres que
realicé.
FRANCESCO: Pero, ¿no es una práctica prohibida?
LEONARDO (le quita los dibujos): Para algunos… no para mí, gracias a un buen señor
que me otorgó el permiso. Sigue buscando…
FRANCESCO (toma unos bocetos): Esto es bastante extraño…
LEONARDO (le arrebata los bocetos): ¡He aquí! ¡Esta es la idea! (le muestra)
FRANCESCO: Ya veo... ¿Qué es?
LEONARDO: La máquina que he bautizado con el nombre de… ¡El Ornitóptero!
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FIGURA 4: El Ornitóptero
FRANCESCO: Ah...
LEONARDO: ¿Lo único que se te ocurre exclamar es: “ah”?
FRANCESCO: Es que no atino a descifrar es qué es…
LEONARDO: ¡Es el artefacto! ¡El Gran Cisne! ¡La máquina de volar imaginada por
Leonardo!
FRANCESCO: ¡¿Máquina de volar?!
LEONARDO: Uno de los anhelos más acariciados de toda mi vida, un deseo que no ha
dejado de perseguirme y que no he podido llevar a cabo, es el de que otros cuerpos
más pesados que el aire puedan volar, a semejanza de los pájaros.
FRANCESCO: ¡¿Ha dicho volar?!
LEONARDO: Sí, sí, ¡volar! ¡Volar como las golondrinas, como las grullas… como los
buitres! Volar entre las nubes, por las corrientes que hace el viento, similares a las que
hay en el mar... Ver las ciudades, desde lo alto minúsculas, ante el estupor de
incrédulos pobladores... Estar más cerca de las estrellas, de la luna, de los arcángeles.
FRANCESCO: ¡Eso no es posible, maestro!
LEONARDO: Nada, escúchame bien, nada es imposible. La única frontera que existe
está aquí... (Le toca con un dedo la cabeza a Francesco) Muchas teorías improbables
del ayer, se convirtieron en verdades del mañana.
FRANCESCO: Probablemente... pero lo que dice está fuera de todo orden, de toda
lógica y razón.
LEONARDO: Francesco, mi querido Francesco... ¿Qué habrán dicho cuando a alguien
se le ocurrió, por ejemplo, idear la brújula o el astrolabio? ¡Es absurdo! ¡Una locura!
¡Bien podrían haberlo acusado de brujería y de manipulación diabólica! ¡Anatema!
Francesco se persigna.
LEONARDO: Ese es, entre otras cosas, el porqué de mis apuntes escritos en caligrafía
inversa; para leerlos es preciso enfrentarlos a un espejo. Un código secreto.
FIGURA 5: Caligrafía inversa
FRANCESCO: De cualquier forma, creo que, si dios nuestro señor hubiese deseado
que el hombre volara, nos habría provisto de alas en vez de brazos... O alas en el
dorso, como a los ángeles...
LEONARDO: Dios tampoco nos proporcionó vestiduras, ni la rueda, ni instrumentos
musicales, ni siquiera… (Alza el tenedor) tenedores... Creo que a sus ojos no es una
falta que hayamos creado todo cuanto nos rodea... Observa a tu alrededor: en este
cuarto todo ha nacido del ingenio del hombre... (Toma la pluma) Incluso esta pluma,
creación de la naturaleza, hemos cambiado su función primaria para nuestro uso y
beneficio... Al contrario de lo que piensas, me parece creer que el señor sonríe cuando
el hombre eleva una espléndida iglesia o cuando compone un Te Deum... ¿No crees
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que probablemente nuestro señor esté esperando que construyamos el Gran Cisne
para así poder estar más cerca de él?
FRANCESCO: Las escrituras afirman otra cosa. El señor impidió la construcción de la
torre de Babel cuando el hombre pretendió alcanzar las alturas... ¿Por qué? Porque esa
es la barrera que nos ha impuesto... Nos ha dado la tierra, los océanos, el mundo
entero... mas no el cielo.
LEONARDO: Confío ciegamente en la capacidad del hombre para explorar todos los
horizontes.
FRANCESCO: Quizás ésa sea la única frontera.
LEONARDO: Dudo mucho que dios se encolerice si ve a Leonardo surcando el
firmamento en una máquina voladora.
FRANCESCO: ¿Maese desea ser un nuevo Dédalo?
LEONARDO: ¡Y tú serás mi Ícaro! ¡Ellos soñaron lo mismo que Leonardo!
FRANCESCO: Entonces ha olvidado que, por volar tan cerca del sol, se derritió la cera
con la que estaban pegadas las plumas a las alas… precipitándose al suelo.
LEONARDO: Con cera, tú lo has dicho. Leonardo no piensa en alas pegadas con cera.
(Ríe) ¡Qué bobería: cera!
FRANCESCO: En todo caso... volar... ¿para qué?
LEONARDO: El hombre tiene la esperanza, el deseo de repatriarse y de volver a su
primer estado. (Con la mano imita el vuelo de una mariposa) Hace como la mariposa
buscando la luz... Este deseo es la quintaesencia de los espíritus elementales que se
hallan encerrados en el alma. El hombre aspira sin cesar a volver a su mandatario.
FRANCESCO: La naturaleza jamás quebranta sus leyes; así me lo ha enseñado,
maestro.
LEONARDO: Homo minister et interpres naturae. ¡Francesco: el artista disputa y rivaliza
con la naturaleza! El hombre tiene una soberana locura que le hace padecer
continuamente. Con la esperanza de no sufrir más, la vida se le escapa mientras
espera gozar de bienes que ha conseguido a precio de grandes esfuerzos... Los
grandes señores se rodean de objetos hermosísimos y lucen vestidos inigualables...
Mandan edificar castillos y fortalezas inexpugnables... Sus mesas son dignas de los
dioses del Olimpo... y a pesar de todo, son infelices... ¡Cuánto les cuesta cuidar sus
bienes atesorados! Rodeados de joyas, sirvientes y hermosas damas, se dan cuenta
que la felicidad no radica en todo aquello... Los hombres corren tras lo que más temen;
son miserables por temor a la miseria… Por eso, yo prefiero soñar... Soy el alquimista
de mis propios sueños... En un lienzo puedo transformar la tristeza en alegría, el dolor
en regocijo... La sonrisa, en enigma… No me interesa convertir el plomo en oro...
Muchos de mis sueños se han cristalizado... otros siguen siendo sólo eso: sueños aquí
incubados (se señala la cabeza) esperando germinar. Ya verás que algún día el Gran
Pájaro emprenderá el vuelo, llenando al universo de admiración. Se divulgará en mil
escritos su fama, convertido en gloria eterna del nido en que nació.
FRANCESCO (mira el boceto): En verdad quisiera creer que así será...
LEONARDO: Este es un antiguo boceto... una máquina provista de alas
manufacturadas como las de las golondrinas... o mejor dicho, como las del murciélago...
Cuando estuve bajo las órdenes del duque de Milán, el gran Ludovico Sforza, yo tenía
como costumbre la de comprar estorninos y otra clase de pájaros enjaulados para, acto
seguido, darles libertad y observar su vuelo. (Ríe) La gente me tomaba por loco. He de
reconocer que los intentos que hice para materializar esos vuelos fueron todo un
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 11
fracaso. Con una paciencia a prueba de todo, concebí modelos de dos, tres y hasta
cuatro alas, llegando a diseñar un timón que dejara libre los brazos y las piernas del
navegante para invertir toda su fuerza en el aleteo. Cuando me di cuenta de que la
fuerza muscular de un hombre no bastaba para elevarse con simples alas de seda,
madera y metal, mis investigaciones cambiaron de rumbo. Entonces me dediqué a
diseñar una máquina volante en la que el tripulante pudiera ir de pie, sin depender
exclusivamente de sus músculos. Y lo hice dotándola de dos grandes alas y un motor
de resortes que haría batir aquéllas. Y lo llamé: el Ornitóptero. "Mañana por la mañana,
2 de enero del año del señor 1496, haré un intento", escribí. “Me guían el espíritu de
curiosidad y la sed de conocimientos”.
FRANCESCO: ¿Y qué sucedió?
LEONARDO (pausa): El artefacto volante... simplemente… falló.
FRANCESCO: Es que... (Calla)
LEONARDO: Dilo.
FRANCESCO: Falló porque es algo total y absolutamente imposible de llevar a cabo.
LEONARDO: ¡Quiero hacer milagros, Francesco!
FRANCESCO: “No tentarás al señor”: los milagros están reservados al creador y sólo a
él.
LEONARDO: Quien todo lo sabe, todo lo puede. Necesitamos saber y tendremos alas.
Si las aves pueden mantenerse por medio de ellas en el aire, si los enormes navíos
pueden, por medio de sus velas, flotar sobre las aguas, ¿por qué el hombre, ser
superior de la Tierra, no ha de poder ser dueño de los vientos y remontarse triunfador
en el cielo? ¡La luna y la Vía Láctea al alcance de su mano!
FRANCESCO: ¡Porque es irrealizable! ¡Está en contra de toda ley natural! Porque el
hombre, aunque sea el ser superior sobre la Tierra, no es dios. ¡Es como querer que un
pez habite fuera del agua! No se sabe de ninguno que pueda hacerlo. Así como
tampoco se sabe de mortal alguno que haya podido mantener a voluntad el vuelo por
los aires.
LEONARDO: No hay nada desconocido; sólo hay cosas que todavía no conocemos.
FRANCESCO: Maestro, que un hombre vuele por cualquier medio es algo quimérico.
Desafía toda inteligencia, toda ciencia y toda creencia. Que lo tilden de loco es nada
comparado a ser llamado hereje. No ha de faltar en este mundo algún malintencionado
que quisiese denunciar a mi maestro al saber que pretende volar. Yo, en su lugar, no
hablaría de esta idea en público. Las malas lenguas matan a más personas que la
espada.
LEONARDO (mostrando un cuaderno): De una ojeada, miras esta página y la ves llena
de letras diversas, mas no las ves todas ni adviertes su significado: precisas leer
palabra por palabra. Para subir a un edificio has de elevarte peldaño por peldaño…
FRANCESCO: Hágame caso y olvídese de esa idea.
LEONARDO: He aquí una cosa que rechazamos cuanto más necesitamos: el consejo.
De mala gana lo escucha quien más lo necesita: el ignorante. Es probable que estés en
lo correcto.
FRANCESCO: Según el santo oficio, el ser humano no es ave ni tiene alas; actuará
contra natura quien a pesar de ello las fabricare; el constructor será decapitado por
pactar con el diablo y su ingenio quemado tras rezar la santa misa.
LEONARDO (pausa): Ha sido suficiente por el día de hoy. Ve con dios...
FRANCESCO: ¿Lo he importunado? ¿Se ha molestado conmigo?
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 12
LEONARDO: No, no... Anda, márchate... Estoy cansado… Ven mañana, a la hora
acostumbrada.
Francesco va a salir. Leonardo mira el boceto del Ornitóptero:
LEONARDO: Sin embargo, tendremos alas. Si no soy yo, será otro, pero el hombre
volará. El espíritu no ha mentido: los que sabrán, los que tendrán alas, serán como
dioses.
Francesco sale. Oscuro. Música.
ESCENA 2.
Música. Se ilumina el escenario. Un nuevo día. Están Leonardo y Francesco:
LEONARDO: … Y cuentan que el día del natalicio del soberano Matías, cierto poeta le
ofreció una obra suya que celebraba tan memorable fecha en que, para regocijo del
mundo, había nacido tan ilustre monarca. Un bello poema sin duda. Agrega la leyenda
que un retrato de su amada le fue presentado en el mismo acto por un artista que la
había pintado para tal fin. El rey, apenas tuvo en sus manos la pintura, sin hacer más
caso del poema, fijó en ella sus ojos con gran admiración.
FRANCESCO: ¿La pintura por encima de la palabra?
LENORADO: Definitivamente. La pintura sirve a un sentido más digno que la poesía y
reproduce con mayor verdad que el poeta las figuras de las obras de la naturaleza. Las
palabras son alegorías del mundo; la pintura la retrata. Hables la lengua que hables,
entenderás una pintura, mas no así una poesía. Un poema escrito en lengua ajena a la
propia, desconocida para uno, se convierte solamente en un pedazo de papel con tinta.
Nada más. No olvides que la pintura encuentra en la mimesis o imitación del natural su
principio máximo.
FRANCESCO: De acuerdo.
LEONARDO: ¡Excelente! Ahora, pongamos en práctica lo dicho...
FRANCESCO: Maestro, ayer me quedé pensando en lo que hablamos...
LEONARDO: ¿En la helicoide? ¡Ah, ya, claro: la cuadratura del círculo…!
FRANCESCO: No, no... Hablaba de sus bocetos... El aparato para volar que ha ideado.
LEONARDO: Ah... Eso es inverosímil, tú lo has dicho.
FRANCESCO: Anoche no pude dormir pensando en ello. Di vueltas en mi lecho
pensando en que, si un hombre como mi maestro habla de emprender el vuelo, es
porque no se trata de algo desatinado...
LEONARDO: ¡Lo es, Francesco, tú mismo me lo demostraste! No hay que pretender
alcanzar lo imposible.
FRANCESCO: Sin embargo...
LEONARDO: Prosigamos, por favor. En los tiempos en que vivía en Milán, bajo las
órdenes del poderoso señor Ludovico el Moro, pinté para el refectorio de la iglesia de
Santa María delle Grazie, “La Última Cena” (Figura 6). A mi manera de ver, lo crucial de
esta obra ha sido la composición…. La mayoría de los artistas han centrado la escena
en el momento de la Eucaristía… A mí me pareció más interesante el instante en el que
Cristo anuncia que uno de sus discípulos lo va a traicionar. Esto me sirvió para que
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 13
cada apóstol reaccionara de una manera diferente, haciendo un estudio completo de los
temperamentos humanos… La cólera, la sorpresa, la incredulidad, la duda... la
culpabilidad… La desgracia de esta obra es culpa mía… El empleo del óleo sobre yeso
seco provocó problemas técnicos que han conducido a su rápido deterioro. ¿Sabes
cuánto tiempo me llevó realizar ese fresco?
FIGURA 6: La Última Cena
FRANCESCO: No lo sé.
LEONARDO: ¡Veinte, veinte largos años!
FRANCESCO: ¿Por qué tanto tiempo?
LEONARDO: Siempre he sido muy exigente en buscar a las personas que han de
servirme de modelos. El primer problema surgió al no encontrar al modelo que
representase a Jesucristo. Este hombre debía reflejar en su rostro la pureza, la nobleza,
los sentimientos más puros y elevados. Y claro, también debía poseer una
extraordinaria belleza varonil. Por fin encontré a un joven con esas características y fue
el primero que pinté. Después fui hallando a los demás apóstoles, dejando pendiente a
Judas Iscariote, ya que no encontraba al modelo adecuado. Éste debía mostrar en el
rostro las huellas de la traición y la maldad.
FRANCESCO: ¿Por este inconveniente, la pintura quedó inconclusa durante tantos
años?
LEONARDO (asiente): Hasta que un día me hablaron de un terrible criminal que había
sido apresado. Fui a verlo y era exactamente el Judas que quería para terminar la obra,
por lo que solicité al Alcalde de Milán que le permitiera al reo que posara para mí. El
Alcalde, conociendo mi fama, aceptó gustoso e hizo llevar al reo encadenado y
custodiado por guardias a mi estudio. Durante todo el tiempo el reo no dio muestra de
emoción alguna; se mostraba callado e indiferente. Al final, satisfecho del resultado,
llamé al reo y le mostré la obra. Cuando el reo la vio, cayó de rodillas llorando,
sumamente impresionado. Yo, extrañado, le pregunté el por que de su actitud, a lo que
él preso me respondió:
FRANCESCO: “Maestro, ¿acaso es que no me recuerdas?"
LEONARDO: Lo observé detenidamente y contesté: "No, nunca antes te había visto".
Llorando y pidiendo perdón a dios, el reo dijo:
FRANCESCO: "Maestro, yo soy aquel joven que hace diecinueve años tú escogiste
para representar a Jesús en este mismo cuadro..."
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 14
LEONARDO (tras pausa): Creo que de esta historia se desprenden no una, sino varias
moralejas.
FRANCESCO: Las cosas no son como parecen... Al cabo del tiempo, los objetos como
los seres humanos, se transforman... Un hombre virtuoso puede terminar convertido en
un villano... El rostro del bien y del mal puede contenerse en una sola presencia... Lo
que nació bello no promete permanecer en ese estado por siempre...
LEONARDO: Lo aparente es sólo aparente... (Saca un dibujo y lo muestra. Figura 7) Que
no te engañe el ojo...
FIGURA 7
LEONARDO: ¿Te das cuenta? Esta figura existe, es... pero es imposible de
materializar.
FRANCESCO: Una ilusión óptica.
LEONARDO: Y a pesar de todo existe… aunque solamente en el papel.
FRANCESCO: Existe... como podría existir la máquina de volar...
LEONARDO: ¿Qué tienes hoy? ¿No piensas más que en ese endiablado armatoste?
FRANCESCO: Sí. Involuntariamente, durante la madrugada, me vino ese pensamiento
a la cabeza. Sin poder conciliar el sueño, me levanté, encendí las velas y me puse a
trazar algunos dibujos de la máquina para volar... ¿Quiere verlos?
LEONARDO: No. ¿Para qué?
FRANCESCO (los saca y se los muestra): Me gustaría conocer su opinión.
LEONARDO: Es estéril perder el tiempo en cosas que no tienen sentido, Francesco. No
es práctico. (Mira los bocetos de reojo) Si te complace, como dibujos no son malos...
FRANCESCO: Sólo he copiado su técnica.
LEONARDO: El que sabe copiar... sabe.
FRANCESCO: Maestro, después de meditarlo durante toda la noche, se me ha ocurrido
algo… ¡Construir la máquina!
LEONARDO: ¡Voto al diablo!
FRANCESCO (muestra el boceto. Figura 7): Me lo ha demostrado... Esta imagen es,
existe... ¡También podríamos hacer que la máquina existiese!
LEONARDO: No seas necio, esta figura no podría realizarse ni en madera, ni en hierro,
ni en arcilla, es imposible de realizar.
FRANCESCO: Mas no así la máquina de volar ideada por Leonardo. Podríamos hacer
un modelo. ¿Si lo intentásemos?
LEONARDO: A ver, querido mío... ¿qué te hizo cambiar de opinión? Ayer casi me
acusas de herejía... ¡Sacrilegio! Y ahora pretendes desplazarte por los aires desafiando
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 15
a la naturaleza y al creador que, como bien dijiste, si hubiese deseado que volásemos,
nos habría proporcionado hermosas alas en vez de estas extremidades.
FRANCESCO: Verá. Después de realizar estos dibujos, casi al amanecer, me quedé
dormido sobre la mesa de trabajo... El sueño me vencía, pero yo aún seguía pensando
en el aparato... Y entonces... durante unos instantes, ¡soñé que volaba, maestro! Y no
sabe qué sensación, qué experiencia más placentera. Sentí una ligereza de cuerpo y el
espíritu tan alegre que.... al despertar entendí que mi sueño... era el mismo que el
suyo… ¡Hagamos la máquina!
LEONARDO: Harían falta herramientas, materiales, cuerdas, maderas ligerísimas...
FRANCESCO: Yo conseguiré todo lo necesario.
LEONARDO: Hemos de necesitar mucho tiempo y eso, Francesco, es lo que menos
tengo... Hoy amanecí más cansado que de costumbre... Y un dolor... (Sobándose el
brazo derecho) Los años me están venciendo. Anoche también me quedé pensando y
entendí, gracias a tus palabras, que no hay que imprimir demasiado esfuerzo en cosas
vanas e inútiles... Cuando los días están contados, uno sólo debe dedicarse a algo
concreto... En mi caso, a la cocina, que es una labor por lo demás grata y a la vez
exquisita.
FRANCESCO: ¿Y qué fue de su sueño, maese?
LEONARDO: ¿Aquél donde aparece el buitre?
FRANCESCO: No... Bueno, sí... Gracias a él despertó la vieja idea adormecida en su
mente... Su sueño, el de volar... Permítame ser parte de él...
LEONARDO: Melzi, Melzi… Puedo alcanzar a oír el crepitar de la leña en la hoguera…
(Se persigna) No.
FRANCESCO: Lo haremos en absoluto secreto. Nadie lo sabrá hasta el momento en el
que el Gran Pájaro surque el firmamento... y sobre la máquina soñada por Leonardo: él
y su discípulo Francesco, desafiando y dominando al viento, dejando enmudecidos a
todos los que presencien esta hazaña al vernos emprender el vuelo... “¿A dónde
irán...?”, preguntarán unos... “¡A Florencia!”, responderán los otros, “porque es la ciudad
amada por el gran sabio”... Algunos dirán: “¡A Vinci, que es la tierra que vio nacer a
Leonardo el Vencedor...!” En poco tiempo, los hombres construirán más de estos
aparatos y los perfeccionarán hasta cruzar los mares, más allá del Finisterre y de las
Columnas de Hércules... Y alguien recordará sus palabras... “No está errante quien esta
fijado a una estrella...” ¡Hagamos milagros, maestro!
LEONARDO (pausa): ¡Francesco! ¡Mi querido Francesco! (lo abraza y besa en sendas
mejillas) El discípulo va superando al maestro... ¡Anda…! Trae los bocetos...
Francesco toma papeles y manuscritos de la mesa:
LEONARDO: Anoche, al igual que tú, sin poder dormir, pensé en un antiguo diseño mío
al que llamé en aquel entonces Tornillo Aéreo... Este artefacto tiene provistas unas
aspas giratorias que harán que la máquina se eleve verticalmente hacia lo alto... Si se
hace girar con fuerza, la hélice se elevará por los aires y ganará altura. Piensa, por
ejemplo, en una regla larga y estrecha. Si la mueves enérgicamente en el aire sentirás
que la misma regla arrastra por el aire las articulaciones de tu brazo.
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 16
FIGURA 8: El Tornillo Aéreo
LEONARDO: Pero deseché la idea... El Ornitóptero es más viable... Si alguien tiene
dudas y cree que algo de lo que he dicho hasta ahora es imposible de realizar, estoy
preparado para demostrárselo en el acto… Para el aparato de volar, el murciélago nos
suministrará el mejor modelo, porque el tejido de sus alas constituye una armadura...
mejor dicho: una ligazón de una armadura, semejante a la vela principal de un buque.
FIGURA 9: El Ornitóptero
FRANCESCO (dándole unos bocetos): ¿No mencionó anoche a la golondrina como
ejemplo?
LEONARDO: Las alas de los pájaros tienen huesos más potentes y más fuerte
nervadura porque son discontinuas... Sus plumas no están unidas entre sí y el aire
puede pasar entre ellas; el murciélago tiene la ventaja de un tejido que hace de sus alas
un todo impenetrable al viento. Busca en esos cuadernos el Tratado sobre las Aves...
Francesco obedece.
LEONARDO: La experiencia me ha dicho que el pájaro se hace pesado o liviano según
su voluntad. (Imita el vuelo de un ave, aleteando los brazos) El buitre y el resto de las
aves que agitan poco las alas en el vuelo buscan siempre las corrientes de aire; cuando
el viento reina en las capas superiores de la atmósfera, se los observa volando a gran
altura; si reina en las capas inferiores, permanecen en ellas. Si el ave desplaza el
centro de sustentación de sus alas hasta detrás del centro de su gravedad, caerá
cabeza abajo… El ave que cae cabeza abajo no logrará enderezarse si no dobla la cola
hacia arriba… ¿Comprendes?
Francesco: Sí, sí…
LEONARDO: La naturaleza benigna provee de manera que en cualquier parte halles
algo que aprender. (Aleteando) Sígueme... (Aletea) Así…
Francesco aletea.
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 17
LEONARDO: El movimiento de la máquina de volar deberá verificarse siempre arriba de
las nubes para evitar que las alas se humedezcan, para poder divisar más tierra y para
prevenir el peligro de las corrientes de aire giratorias que reinan dentro de las gargantas
de las montañas.
FRANCESCO: Volar debe ser como navegar por alta mar... sólo que en el aire.
LEONARDO: Más hermoso todavía. Pero la ciencia de las aguas bien puede servirnos
para explicar la ciencia de los volátiles: ondas, corrientes, torbellinos, oleajes... ¿Has
encontrado los manuscritos?
Francesco pone papeles y cuadernos sobre la mesa. Leonardo va con él.
LEONARDO: Necesitaremos herramientas y diversos materiales.
FRANCESCO: El herrero puede facilitarnos instrumentos, yunques, martillos...
LEONARDO: Habrá que conseguir sogas, cueros curtidos, placentas de vaca...
FRANCESCO: Sé quién puede proporcionárnoslos.
LEONARDO: Y debemos hacernos de un espacio para construir la máquina...
FRANCESCO: ¡El viejo granero del castillo!
LEONARDO: ¡Hermetismo total!
FRANCESCO: Por supuesto.
LEONARDO: Ni una palabra a nadie, discreción y precaución… como debe hacerse
todo en esta vida.
FRANCESCO: Será nuestro secreto.
LEONARDO: Ni siquiera nuestro amable anfitrión, su majestad el rey, debe saberlo.
FRANCESCO: Así será.
LEONARDO: Veamos. (Ambos miran los bocetos) Teniendo los materiales, trabajando
sin descanso, en unos días podríamos tener un primer modelo... Sólo hay un
problema… como ya estoy viejo, habrá que conseguir a algún temerario que quiera
montar la máquina y probarla... Advierto que no será labor sencilla; sólo un lunático
aceptaría tal empresa.
FRANCESCO: Conozco a esa persona.
LEONARDO: ¿…?
FRANCESCO: ¡Yo!
LEONARDO: ¿Subirás a la montaña y te lanzarás al precipicio con riesgo de quedar
despedazado sobre las rocas si la máquina no llegase a funcionar?
FRANCESCO: Sí.
LEONARDO: ¡De ninguna manera! (comienza a escribir con la mano izquierda en un
papel) Si el artefacto falla, ¿cómo crees que me sentiré? La culpa por haberte causado
semejante fin no me dejaría dormir y yo moriría en un pecado nefando condenándome
a las llamas del infierno. Olvídalo.
FRANCESCO: ¿No sentirá la misma culpa si el que muriese fuese otro?
LEONARDO: Claro que sí. La vida humana es sagrada. Por eso la probaré yo, que soy
más viejo y quien todo esto ha elucubrado.
FRANCESCO: Pero, maese...
LEONARDO: Francesco, no seas necio: el que no valora la vida, no la merece… y por
el amor de la Santísima Madona, no comiences a llevarme la contraria como
acostumbras. (Le entrega el papel que escribió) Aquí está la lista de materiales y
herramientas. ¡De prisa!
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 18
FRANCESCO: Sí, sí...
LEONARDO: Busca todo lo necesario y tráelo pronto, antes de que la campana toque a
maitines... Mientras me quedaré a perfeccionar los dibujos... Anda…
FRANCESCO (hace una reverencia): De acuerdo, maestro. (Va a salir)
LEONARDO: Francesco, todo el arte que profesamos nos confiere el derecho de
llamarnos descendientes de dios.
Oscuro. Música.
ESCENA 3.
Música. Tres días después. Escuchamos ruidos de martillos y otros metales. Se ilumina
el escenario y vemos a Francesco que tiene puesto un delantal de cuero y algunas
herramientas en las manos.
FRANCESCO: No fue sino hasta el tercer día que tuvimos prácticamente todos los
materiales para construir la máquina voladora. Trabajamos sin descanso, día y noche.
Luego, los malestares de mi maestro fueron incrementándose hasta que cayó enfermo,
así que tuve que hacerme cargo de todo, lo cual provocó que nos demoráramos más en
construir el aparato fabuloso. En sus escasos periodos de mejoría, maese me llevaba
pan, vino, o algún platillo preparado por él mismo. Nos sentábamos afuera del viejo
granero y nos quedábamos silenciosos contemplando el cielo; el vuelo aparentemente
caprichoso de las aves que, como la cosa más natural, se desplazaban de un lado al
otro navegando el viento. Nuestros ojos no veían más que hacia lo alto... Y soñábamos,
maese y yo, en pleno día, con los ojos abiertos, el mismo sueño que habíamos
compartido… (Pausa) Sucedió que el maestro comenzó a sentirse cada día más
enfermo, aunque trataba de disimular, y nunca faltaban sus risas y bromas; sin
embargo lucía grave, tanto, que cuando teníamos la máquina casi terminada, Leonardo
ya no pudo salir de su habitación en el castillo.
LEONARDO (grita): ¡Francesco! ¡Francesco!
Descubrimos a Leonardo sentado en una silla, envuelto en una manta.
FRANCESCO (deja las herramientas y va hacia él): Aquí estoy, maese.
LEONARDO: ¿Cómo va la construcción?
FRANCESCO: Casi acabada.
LEONARDO: ¿Qué nos augura el clima? ¿Ha sido benévola la primavera con nosotros?
FRANCESCO: El sol brilla en lo alto y el cielo está despejado.
LEONARDO: ¿Cambiaste las placentas de vaca por cueros de nonatos?
FRANCESCO: ¡Cambiados!
LEONARDO: ¡Qué error pensar que las placentas serían más ligeras!
FRANCESCO: Un mercader veneciano aceptó complacido el trueque.
LEONARDO: ¿Alguien se ha dado cuenta de lo que se ha estado haciendo?
FRANCESCO: Nadie.
LEONARDO: ¿Estás seguro?
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 19
FRANCESCO: Todos saben que algo se construye bajo sus órdenes, pero no saben de
qué se trata. Desde que su majestad el rey vino a visitarlo, nadie ha hecho más
preguntas sobre lo que se realiza.
LEONARDO: Desconfía de todos.
FRANCESCO: Descuide.
LEONARDO (tose para que no se entiendan bien sus palabras): Incluyendo a su
majestad.
FRANCESCO: ¿Qué ha dicho?
LEONARDO: Nada… nada… ¿Cuándo crees que puedas terminar el modelo?
FRANCESCO: Si mis cálculos y las fuerzas no me fallan, mañana.
LEONARDO: Lo que a mí me falla es la salud, Francesco.
FRANCESCO (pausa): Podemos esperar unos días hasta que se reestablezca.
LEONARDO: ¡No, no, no, nada de eso!
FRANCESCO: Unas noches más al calor de la chimenea le harán bien y se repondrá.
LEONARDO: ¿Y si en lugar de mejorar, empeoro y muero?
FRANCESCO: ¡Que dios nuestro señor no lo permita!
LEONARDO (pausa): La muerte ya viene por mí, Francesco.
FRANCESCO: Déle la espalda… ciérrele la puerta…
LEONARDO: Mi vida ha sido larga y en general, ha estado llena de dicha. Siendo pobre
como correspondió a mi cuna, tuve la fortuna de conocer las inmensas riquezas en los
palacios de los grandes príncipes y duques; de ellos recibí sus halagos y favores. Les
serví para bien de sus mesas, sus cocinas y sus guerras, y para el deleite de su vista
hice pinturas casi perfectas. Gocé de la fama en vida y mi nombre resuena en todo el
mundo conocido. Quise la belleza y la belleza me fue dada. Amé la sonrisa de las
mujeres, y supe plasmarla como pocos… Amé la delicada piel de los mancebos, la
suavidad del armiño y el sabor de un vino tierno. He dado todo lo que he podido, de ese
dorado sol que se me da a mares y que sale de mi pecho. Yo fui una luz. Le di un poco
de alegría y belleza a este mundo a veces tan cruel y oscuro. El altísimo perdonará los
pecados de un gentil hombre milanés, primer pintor, ingeniero y arquitecto del rey,
maestro, mecánico, y antiguo director del taller de pintura del duque de Milán, y si es su
voluntad, lo alabará con su oficio en el cielo. Si muriera en este preciso instante,
querido Francesco, si la muerte apareciese ahora y con su mano me guiase al otro
mundo, moriría feliz... aunque sólo me haya faltado una cosa por hacer...
FRANCESCO: Cumplir su sueño. Por eso, mañana mismo podría venir conmigo al pie
de la montaña y quedarse ahí para verme probar la máquina.
LEONARDO: ¡Qué testarudo eres!
FRANCESCO: ¡Déjeme hacerlo!
LEONARDO: Si mueres, no me lo perdonaré nunca y me arrastrarás, junto contigo, a la
condenación.
FRANCESCO: Permítame intentarlo.
LEONARDO: Te lo prohíbo. Eres tan joven y morir de esa forma atroz...
FRANCESCO: “Mueren jóvenes aquellos a quienes los dioses aman”…
LEONARDO: No metas a Menandro en esto… ¡Necio!
FRANCESCO: Maese, yo confío en que la máquina funcione. ¡En verdad! En todo caso,
si el aparato se precipita a tierra y muero... a mí también me encontrarán con una
enorme sonrisa porque, aunque sea brevemente, habré hecho realidad nuestro sueño.
LEONARDO: No intentes convencerme.
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 20
FRANCESCO: ¡Quiero volar! ¡Volar!
LEONARDO: ¿Deseas acaso la gloria para ti?
FRANCESCO: Claro que no, mi querido maestro. Aspiro a que el orbe entero sepa que
hubo una vez un mortal, un joven aprendiz, discípulo de un gran sabio, que voló en la
máquina ideada por Leonardo. ¡”Se divulgará en mil escritos su fama, convertido en
gloria eterna del nido en que nació”! Haré lo que mi buen maestro no puede hacer
porque está impedido en estos momentos.
LEONARDO (pausa): Haz que venga el notario, deseo redactar mi testamento. Quiero
que se me conceda el deseo de que a mi ataúd lo acompañen 60 mendigos con sendos
cirios y ser enterrado en la iglesia de Saint Florentin en Amboise...
Francesco va a decir algo.
LEONARDO: No me interrumpas... respeta la última voluntad de un moribundo… Deseo
que tú, mi buen Francesco, seas mi albacea. Ordena los manuscritos que has de
heredar y cumple, a partir de los pasajes más importantes de mi Tratado de Pintura, un
conjunto de observaciones prácticas y teóricas para futuros pintores. Que Giacomo
Salai…
FRANCESCO (interrumpe): Nunca el mote de “pequeño diablo” fue mejor asignado.
LEONARDO: Calla, que no hablen los celos por tu boca… Que Salai herede la mitad de
mi viñedo, así como la mayoría de los cuadernos y las pinturas que aún conservo y que
me han acompañado hasta ahora... (Mira el caballete tapado con la tela) Todas menos
una… mi amada mía…
Francesco mira el caballete cubierto por la tela. Va hacia él:
LEONARDO (ruge): ¡No la toques!
FRANCESCO (se frena): No era mi intención, maese Leonardo. (Tras pausa, dispuesto
a salir) Si mañana está listo el aparato... pediré que lo lleven en litera al pie de la
montaña.
LEONARDO: No podré.
FRANCESCO: Entonces mandaré decirle que se asome a la ventana para que vea al
Gran Pájaro surcar los cielos.
Leonardo asiente cansado y cierra los ojos.
FRANCESCO: Leonardo pareció asentir y cerró sus ojos, aquellos que tantas cosas
habían contemplado... Por un momento creí que había muerto y puse mis dedos en su
nariz para ver si aún respiraba... Después de cerciorarme de que aún vivía, salí de
nuevo al granero y seguí trabajando más arduamente...
Se oscurece el espacio donde está Leonardo. Francesco vuelve al sitio donde lo
encontramos al principio de esta escena:
FRANCESCO: Aún de noche, alumbrado por antorchas, seguí reforzando las alas,
nivelando el cuerpo del Gran Cisne, ajustando el timón, afinando cada detalle. Ya al
alba, cuando el cansancio me vencía, salí para que el viento frío de primavera me
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 21
espabilara... Alcé la vista a ese cielo tantas veces visto por mí, por Leonardo, por mis
antepasados y los antepasados del hombre... Bajo la Osa Mayor, cruzó el cielo una
estrella fugaz... Y pedí un deseo...
Oscuro. Música.
ESCENA 4.
Música. (Francesco puede estar montado en un arnés sostenido de la tramoya para que
se eleve y luego descienda)
FRANCESCO: Al día siguiente, Leonardo había amanecido aún más desmejorado. En
efecto: el genio agonizaba. Era cuestión de horas, a lo sumo de días. La Diosa Fortuna
fue generosa y me permitió tener listo el aparato a tiempo. Desoyendo todo consejo de
mi maestro, pedí a los criados que me ayudaran a sacar la máquina e inmensa fue su
sorpresa al ver aquel artefacto. Cuando les expliqué su función, lejos de asustarse,
todos se dispusieron a ayudarme a subir la máquina a la cima de la montaña, como si
ellos también se hubiesen contagiado por ese anhelado sueño. Ya en la cima, oré y
rogué al creador para que nos permitiera llevar a cabo la hazaña y que le diera vida a
Leonardo para poder narrarle nuestra proeza. Monté la máquina de volar. Afiancé los
cueros para sujetarme firmemente al aparato. Revisé por última vez los amarres, cada
unión, los nudos; probé el movimiento de las alas. Me persigné y me encomendé a la
Santísima Virgen, a todos los santos, dominaciones, tronos y potestades del cielo.
Tomé con fuerza el timón. Fui impulsado y me lancé al enorme vacío, no sin miedo,
pero ante todo, con la más grande esperanza... Estuve un pequeño instante suspendido
en el aire... Flotaba… Y en un abrir y cerrar de ojos… todo se precipitó a tierra. La frágil
máquina estaba destrozada; nada quedaba de sus hermosas alas, ni del cuerpo de la
nave y del timón no quedó ni rastro. Milagrosamente sobreviví apenas con algunos
rasguños y heridas sin importancia. Nuestro enorme sueño... el sueño soñado por los
dos... se había acabado en un parpadeo.
Oscuro.
ESCENA 5.
Leonardo yace en la cama o el sillón, agonizando.
LEONARDO: ¿Quién viene...? ¿Eres tú, Salai…? ¿Qué noticias me tienes de
Francesco?
Aparece Francesco.
FRANCESCO: Maestro, soy yo.
LEONARDO: Acércate... Ven... Casi no te escucho.
FRANCESCO (se acerca, queda junto a Leonardo): Guarde reposo y no se esfuerce, se
lo suplico.
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 22
LEONARDO: Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una
vida bien usada causa una dulce muerte... ¿Lo lograste, Francesco?
FRANCESCO (tras pausa): No... Me apena decirle que no…
LEONARDO: Me lo temía... aunque por un instante realmente llegué a creer que lo
conseguiríamos... Fue un error y fracasé… He ofendido a dios y a la humanidad porque
mi trabajo no tuvo la calidad que debía haber tenido…
FRANCESCO: No se aflija, maestro.
LEONARDO: Donde hay más sensibilidad, allí es más fuerte el martirio.
FRANCESCO: No... No, maese, no me entendió… quise decir que no, que no fue
exactamente como lo pensamos... pero la máquina funcionó...
LEONARDO: ¡¿Emprendiste el vuelo, Francesco?!
FRANCESCO: ¡Sí…! (pausa) Sí, maese... ¡Volé y planeé en el Gran Cisne como un ave
con sus alas extendidas!
LEONARDO: ¿Se elevó el aparato?
FRANCESCO: ¡Así es, maestro! Volé... no sé si mucho o poco... ¿Sabe? Allá arriba el
tiempo pasa de manera diferente que aquí abajo. Como si los granos cayesen más
lentamente en el reloj de arena.
LEONARDO: Dime, cuéntame todo lo que viste.
FRANCESCO: Verá... Apenas dejé la tierra bajo mis pies, me encontré atrapado en una
corriente de aire. Las alas del artefacto, por ser tan flexibles, se movieron ayudadas por
el viento. Bajé mi vista y todo se veía a una escala diminuta... Miré desde lo alto el
tejado de las casas, el humo saliendo de las chimeneas. Más allá se divisaba el bosque
y el río serpenteando entre el macizo de árboles... A mi izquierda aparecía el castillo
con sus altísimas torres, que ahora se veían tan pequeñas desde esa altitud... El viento
acarició mi cara y llenó de aire mis pulmones... Los aromas de todas las flores alcanzan
esa altura, y arriba se confunden embriagándolo con su olor... El cielo huele a
heliotropo, menta y jazmines en flor... ¡Ah, y las nubes, maestro! De cerca, son aún más
blancas, inmaculadas... Su textura es como el más fino algodón... más suave... Mucho
más suave... Y tuve tal suerte, que pude aprisionar en mi mano un poco de nube, que
fue deshaciéndose entre mis manos por la fuerza del viento... Hubiese querido traerle
una almohada de nubes... pero era imposible contenerlas, se escapaban de mis dedos
por el soplo del aire… A mi lado, voló una parvada de aves, saludándome con su
canto... No temo equivocarme al decir que aquellos pájaros no volverán a ser los
mismos jamás, después de haber visto a un hombre volar en la máquina ideada por
Leonardo… Y de pronto sentí una dicha tan grande que se asemejaba al temor…
LEONARDO: Dime, querido Francesco, ¿qué es volar?
FRANCESCO: ¡Ah, volar, maestro...! Volar es escaparse un poco, perderse, ser ligero...
El cuerpo pierde su peso y el alma se llena de luz y color al ver todo desde lo alto... En
la cima de la tierra, el mundo es una alfombra verde y las venas de la tierra son sus
ríos, que lo nutren y le dan vida... Volar es irse, desprenderse... Cerré los ojos en pleno
vuelo para sentir la sensación única de estar, aunque sea por un momento, en el reino
de los ángeles... Volar es como volver a empezar, nacer de nuevo... Al volar, se olvida
todo y no hay recuerdos tristes ni dolorosos, sólo una inmensa, una enorme alegría...
Volar es escapar de la tierra que nos quiere sólo para ella... Volar es andar por veredas
de aire, entre remolinos y ráfagas de viento... Volar es dejar de ser uno y volver al
principio de los tiempos... Ser todo, ser nada junto al universo... Estar más cerca del
“Leonardo y la Máquina de Volar” Humberto Robles 23
destino que tenemos reservado al morir... Volar es dejar de ser uno y acercarse un
poco a dios.
LEONARDO: Es hermoso todo cuanto me has narrado. ¿Es verdad lo que me dices?
FRANCESCO: Sí, maese, ¡sí!
LEONARDO: Entonces es cierto… no está errante quien está fijado a una estrella.
FRANCESCO: Nadie dudará que Leonardo fue un hombre que despertó demasiado
pronto entre las tinieblas, mientras los otros seguían durmiendo6.
Los dos quedan en silencio. Música. Leonardo mira al caballete cubierto por una tela.
LEONARDO: Ahora déjame verla… déjame admirarla por última vez…
Música. Francesco va hacia el caballete cubierto por el lienzo. Leonardo, agonizando,
se asoma para verlo. Francesco devela el caballete y vemos a La Gioconda.
FIGURA 10: La Gioconda
Leonardo muere7. Se va oscureciendo el escenario lentamente; sólo queda luz sobre La
Gioconda unos momentos. Finalmente se hace el oscuro.




FIN



Humberto Robles es dramaturgo, guionista y activista defensor de derechos humanos.
Nació en la Ciudad de México el 9 de noviembre de 1965. Ha trabajado en cine, teatro, televisión, cabaret, comerciales, videos y cortometrajes en las áreas de vestuario, escenografía, ambientación, producción, dirección y como escritor. Paralelamente colabora con varias organizaciones de derechos humanos.
Sus obras de teatro han sido montadas y representadas en varios lugares de México así como en Uruguay, Brasil, Argentina, Puerto Rico, Chile, Costa Rica, Venezuela, Cuba, Paraguay, Italia, España, Francia, Inglaterra y varias ciudades de Estados Unidos.
Autor de las obras de teatro: "Kahlo Viva la Vida", "El Ornitorrinco", "Mujeres de Arena (Testimonios de mujeres en Ciudad Juárez)", "Leonardo y la máquina de volar", "Alamar", entre otras, así como de los espectáculos "Mujeres sin miedo: Todas somos Atenco", "Ni Princesas ni Esclavas" y "Divorciadas Jajá Jajá", entre otros.
Ha recibido tres premios de teatro: por "Tomóchic: la Voluntad de un Pueblo" en el del IV Concurso de Teatro Histórico de México, por "Doña Gallo y sus Zapatistas" de la Casa del Teatro y el CITRU, y por "Kahlo Viva la Vida" como Mejor Iniciación Dramática por la APT.
En el 2007, la prensa española dijo de él: "Actualmente es, quizá, uno de los dramaturgos de México más representados en los teatros de la comunidad hispanoamericana." Así como que "es uno de los dramaturgos más prometedores de la creación teatral contemporánea en México, habiendo estrenado además textos comprometidos sobre las duras condiciones de vida de la mujer mexicana."
Fue coautor y productor asociado de las telenovelas "Gente Bien" y "Ramona". También co-escribió "Sólo se ama dos veces", e "Historia de una Pasión", y la mini-serie "Deseo Prohibido".
Colabora con las organizaciones Nuestras Hijas de Regreso a Casa, Mujeres sin Miedo: Todas somos Atenco, Comité Cerezo, Colectivo ContraImpunidad, Red Solidaria Década Contra la Impunidad, Comité Digna, Pável González: contra el olvido y la impunidad, entre otras. Asimismo es autor-editor de Indymedia México y colabora con Indymedia Uruguay.
http://es.wikipedia.org/wiki/Humberto_robles

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[1] La mayoría de las citas sobre el ornitorrinco fueron extraídas del libro “Kant y el ornitorrinco” de Umberto Eco, Editorial Lumen.
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Leonardo
y
la Máquina
de Volar

“No está errante quien está fijado a una estrella”
Obra en un acto de Humberto Robles
Mayo, 2007
www.geocities.com/leonardoylamaquinadevolar
Humberto Robles
hrobles@hotmail.com
www.geocities.com/leonardoylamaquinadevolar
Se terminó de escribir en Montevideo, Uruguay, en mayo de 2007.
6 Frase de Sigmund Freud
7 Leonardo falleció una semana antes de cumplir 67 años, en Cloux, Francia, el 2 de mayo de 1519. Fue
enterrado en la capilla del castillo de Amboise.

23/7/08

Carlos Talancón, BOCADILLOS BAJO TIERRA


BOCADILLOS BAJO TIERRA
De Carlos Talancón

(Adaptación libre de “Pic Nic” de Fernando Arrabal con motivo de la invasión a Irak)

Vigilante: Queridos espectadores, permítanme darles la bienvenida a este espacio. Un espacio que si observan con cuidado, si escuchan con atención, descubrirán que es el espacio de la guerra, (Se oye una bomba) Permítanme recomendarles que si desean sobrevivir tomen sus precauciones porque cualquier descuido, ya sea un ligero ataque de tos, un sorpresivo estornudo, puede ser suficiente pretexto para que alguno de ustedes pierda un brazo o... si lo prefieren, puede ser una pierna claro está; también les informo que un bostezo puede ocasionar que una granada les arranque los ojos o... quizá opten por las orejas. Así que les sugiero sean espectadores precavidos, ya ven que en estos tiempos cualquier cosa pudo ser interpretada de cualquier manera y en cualquier momento cualquier capitán podría interpretar cualquier sonido como suficiente causa para atacar. Y ahora, ustedes, queridos espectadores, ya que no se atreverán a alzar la voz por miedo a una catástrofe, han de preguntarse en sus adentros de qué guerra estamos hablando. Permítanme decirles que no lo sé, me han prohibido decirlo, aunque en realidad puede ser cualquier guerra, así que será en la guerra que ustedes elijan, que sea la guerra que menos les aburra. (Voltea a ver al soldado Soldado Green.) Él ya ha elegido, permítanme presentarlo, el soldado del ejército verde, estuvo aquí luchando contra los soldados del ejército azul por lo que él llama libertad, concepto que su capitán se encargó de inyectarle, veamos.

Entra el Capitán Green y le habla al Soldado Green. El vigilante observa.

Capitán Green: ¡Soldado!
Soldado Green: ¿Hola? ¿Sí?
Capitán Green: Soldado ¿Qué no me escucha soldado?
Soldado Green: A sus órdenes, mi Capitán, siempre dispuesto a liberar al mundo de los azules mi capitán.
Capitán Green: Soldado, ¿a cuántos azules ha matado soldado?
Soldado Green: He matado a... (Cuenta con sus manos.)
Capitán Green: ¿Qué no sabe contar soldado?
Soldado Green: Sí, mi Capitán.
Capitán Green: Entonces a cuántos azules ha matado.
Soldado Green: He matado a... a cinco azules, mi Capitán.
Capitán Green: ¿No ha matado ni siquiera a una decena de azules, soldado?
Soldado Green: Mi Capitán, casi no pasan azules por aquí, mi Capitán.
Capitán Green: Cuando regrese quiero que haya alcanzado la decena, soldado ¿está claro?
Soldado Green: Sí, mi Capitán, prometo alcanzar la decena de azules, mi Capitán.
Capitán Green: Más le vale, soldado (Va a irse)
Soldado Green: ¡Mi Capitán! ¿No podría enviarme un camarada?
Capitán Green: ¿Qué me está diciendo soldado?
Soldado Green: Que si no podría enviarme un camarada... aunque sea la cabra.
Capitán Green: ¿Se está burlando de mí, soldado? Un soldado nunca puede estar necesitado de compañía soldado ¿está claro soldado?
Soldado Green: Sí, mi Capitán.
Capitán Green: Por el bien del mundo, soldado.
Soldado Green: Por el bien del mundo, mi Capitán, siempre dispuesto a acabar con el enemigo. (Sale el capitán Green)

De nuevo, el soldado Green está solo. Pasa el tiempo. El Vigilante voltea nuevamente al público y le habla.

Vigilante: Y así, este soldado, protagonista de esta obra, obedeció fielmente las órdenes de su capitán por días, semanas, meses, años, tiempo en el que libró batallas en nombre de la libertad, mató civiles diciendo que es por el bien, torturó en nombre de Dios, mutiló niños porque claro, en toda lucha por la libertad y la paz del mundo es inevitable evitar los errores, pero queridos espectadores, permítanme jugar un poco con el tiempo y saltémonos todo esto que podrán encontrar sentados frente a su televisor en la comodidad de su hogar y vayamos años después, cuando esta guerra comienza a no tener fin, cuando el enemigo se descubre más poderoso de lo que imaginaron los capitanes verdes. Es entonces cuando este soldado comenzó a presentar sus primeros síntomas de guerra, enfermedad que consiste en un anhelo incontrolable de volver a casa, saltos abruptos de carácter, cambios de la euforia al terror, todo esto por una ligera alteración en la parte frontal del cerebro que evita la sinapsis correcta entre neurona y neurona y ocasiona espasmos, gritos nocturnos, y sobre todo una extraño síntoma en el que el soldado susurra frases inconexas a seres no tangibles que brotan de su traidora mente. Es entonces, en este momento de agotamiento, que dos soldados azules que esperaron pacientemente el momento en que este soldado pierda cada una de sus defensas, entraron en escena (Entran los soldados enemigos) dispuestos a acabar con este soldado verde en nombre de su gente masacrada proporcionando a este personaje un tiro en la sien y otro en el corazón. Queridos espectadores, comencemos esta obra aquí. (Salen los soldados y el vigilante.)

Entran los padres del soldado Green. Traen una canasta de Pic-Nic. El Padre se acerca a su hijo y le habla.

Padre: (Ceremoniosamente.) Hijo, levántate y besa a tu madre. (Soldado Green, sorprendido, se pone de pie.)
Soldado Green: Padres, ¿qué hacen aquí?
Madre: (Sacando un mantel de la canasta y otro artículos.) ¿Qué no ves? Hemos venido a pic-niquear contigo. Ya sabes que siempre nos ha gustado aprovechar el domingo.
Soldado Green: Pero... ¡Padres!, no pueden estar aquí. En cualquier momento habrá una batalla.
Padre: No te preocupes por eso, hemos traído paraguas para protegernos de las bombas, además recuerda que alguna vez tu padre fue Capitán. Para mi todo esto es un juego.
Madre: Te estuvimos esperando, hijo mío, año tras año, con la ilusión de encontrarte ahí, de pie, orgulloso con tus medallas, cada vez que abríamos la puerta, pero nunca llegaste. Así que antes de perder cualquier ilusión, decidimos venir a visitarte. Debes de estar aburrido ¡La guerra es un fastidio!
Soldado Green: ¿Un fastidio?...
Padre: Conoces a tu madre, es necia, le repetí un millón de veces que la guerra había terminado, que ya no tenía porque esperarte, pero no, nunca me hizo caso, te siguió esperando y como nunca llegaste no ha dejado de llorar noche tras noche sobre tu cama. Es por eso que he decidido traerla, así podrá estar un poco más tranquila y no me despertará con sus llantos todo el tiempo.
Soldado Green: Perdónenme, pero es necesario que se vayan. No pueden estar en la guerra si no son soldados.
Padre: Y eso a mi que me importa. Tu madre ha preparado un excelente almuerzo y no vas a despreciarlo.
Madre: He traído fruta, sandwiches, bocadillos de jamón que tanto te gustaban, vino tinto, café y pasteles.
Soldado Green: No suena mal. Pero si el Capitán viene armará un escándalo; no es muy amable con quienes visitan el frente. Siempre repite: (Entra el Capitán Green y le habla al Soldado Green)

Capitán Green: Le he advertido mil veces que la familia no puede ser impedimento para los soldados que pelean por la libertad. En la guerra son necesarias el fusil y las granadas, no los sandwiches y los bocadillos de jamón.
Soldado Green: Perdóneme mi Capitán, yo nunca les dije que vinieran, son ellos quienes... (Sale el Capitán Green ignorando a Soldado Green.)
Madre: Qué grosero, Capitán; creo que su madre nunca le hizo un sandwich.
Padre: Sabes lo que haré, le diré a tu Capitán que yo también fui Capitán y que siempre recibí muy amablemente a los civiles que visitaban el campo de batalla, sobre todo cuando se trataba de familiares.
Soldado Green: Por favor, padres, les suplico que se vayan, si los ven aquí van a matarlos.
Padre: ¿Crees que eso me atemoriza? (Ignorando al Soldado) He visto tanto. ¡Si fueran aquellas batallas! Los tiempos han cambiado y tú no puedes comprenderlo (Pausa, dejándole ver al Soldado que no hay problema) Hemos venido en coche y nadie nos ha dicho absolutamente nada.
Soldado Green: (Extrañado) Habrán creído que eran inspectores...
Padre: (Recordando lo incomodo de la situación) Por todas partes hay obstáculos. Tanques, heridos, muertos.
Madre: Al llegar, ¿te acuerdas del embotellamiento a causa del coche bomba?
Padre: Todos sabemos que en tiempo de guerra hay que esperar lo peor.
Madre: ¿Lo peor? (Breve pausa) Recuerdo, esa vez que nos despedimos de ti hijo, orgulloso decías ¡Por la libertad padres! ¡Por la libertad!
Soldado Green: (A sí mismo) Por la libertad...
Padre: (Observando al Soldado Green, se da cuenta de lo desesperado de su situación) Sé muy bien lo que pasa. Al principio, todo lo nuevo es hermoso. Entusiasma matar, lanzar granadas, usar casco. Es de buen ver. Pero al final, termina por fastidiarnos... (Silencio, la Sra Tepán sigue acomodando el Pic-Nic. Soldado Green está evocando algo, quizá recordando el inicio de la guerra y el Padre evoca sus guerras) En mis tiempos, las guerras tenían animación, mayor colorido. Y sobre todo, había submarinos, muchos submarinos. Era un verdadero placer cuando reunía a mis soldados, (Se asoma un soldado por detrás de las trincheras) les daba a cada quién su medalla por el enemigo a vencer, (Se asoma el otro soldado) entonces nos sumergíamos en nuestros submarinos, al frente, dando valor a mis soldados, entonces es que gritaba ¡Al ataque! Vamos ¡al ataque! (Entran dos soldados vestidos de azul por atrás de las trincheras)

Soldado 2: El Capitán ha dicho al ataque.
Soldado 1: Acabar con el enemigo.
Soldado 2: Porque un enemigo es siempre un enemigo.
Soldado 1: ¿Y dónde está el enemigo?
Soldado 2: El uniforme verde es el enemigo.
Soldado 1: ¿Y quién es el uniforme verde?
Soldado 2: El uniforme verde es... el enemigo.
Padre: ¡Aquello si merecía verse!... derribando buques, acorazados, torpedo en mano hasta acabar con el enemigo.
Soldado 1: (Se preparan para disparar, en eso súbitamente el soldado uno se detiene) Espera.
Soldado 2: ¿Qué sucede?
Soldado 1: Necesito rezar antes de matarlo. (Un tanto desesperado acepta rezar, rezan, el soldado dos está listo para disparar pero, el soldado uno, aún no ha terminado de rezar) No, no, todavía no.
Soldado 2: ¿Ahora qué sucede?
Soldado 1: No he terminado de rezar.
Soldado 2: Pues termina de rezar.
Soldado 1: No puedo. He olvidado porqué lo voy a matar, necesito saber por qué tengo que matarlo para terminar de rezar, es parte de la oración.
Soldado 2: Lo vas a matar porque... (Piensa) Para qué el no te mate a ti.
Soldado 1: ¿Y por qué él me tiene que matar a mi?
Soldado 2: Para que tú no lo mates a él. Esa es la ley de la guerra.
Soldado 1: Y la guerra es siempre la guerra. (Se congelan)

Padre: Era un logro saber que regresaríamos como héroes después de haber acabado con ellos, que tu madre me esperaba en casa con la mesa puesta, porque sabía que había cumplido con mi deber, luchado por nuestra libertad. Era glorioso. ¿Te acuerdas? Al regresar me esperabas para que te dijera: acabé con esos malditos rojos.
Madre: No. Los enemigos no eran rojos, eran amarillos, me acuerdo muy bien, amarillos.
Padre: Te digo que eran los malditos rojos.
Madre: No, los malditos eran los amarillos, me acuerdo muy bien, no puedo equivocarme, ya sabes que siempre escuchaba la radio. Eran amarillos.
Padre: Hablas por hablar, mujer. Los malditos eran los rojos.
Madre: No, los amarillos. Recuerdo muy bien cuando mi vecinita se asomó al balcón para decirme. (Entra la vecinita)

Vecinita: ¿Has visto los periódicos? Tú marido acabó a los amarillos
Madre: Escuchaste. Ha dicho amarillos, no rojos. (Se dirige a la vecinita) Mi marido siempre acaba con el color con el que tiene que acabar, es un gran patriota.
Vecinita: ¿Y has preparado algo para festejarlo?
Madre: Claro, es mi obligación. Cuando llegue, lo estaré esperando con la mesa puesta y le diré que es un gran héroe porque liberó al mundo del amarillo.
Vecinita: Y él te responderá:
Padre: Otra vez acabé con esos cerdos, somos libres ¿qué me has preparado para festejarme?
Vecina: Tú le responderás que ternero.
Madre: He preparado ternero, no cualquiera puede vencer a colores tan malos como a esos amarillos.
Padre: Rojos.
Madre: Amarillos, la vecina ha dicho que amarillos
Padre: Está bien (Se sienta)
Vecina: Y desde entonces fueron felices porque ya no había amarillos amenazando el mundo.
Madre: Fuimos felices
Vecinita: Hasta que recuerda, un día, tiempo después, en el noticiero empezaron a hablar sobre la aparición de soldados azules.
Madre: Oh, los azules ¿qué vamos a hacer?
Padre: No te preocupes, nuestro hijo acabará con el azul en este planeta.
Vecinita: Y su hijo fue a defender al mundo de los azules.
Padre: ¿Escuchas lo que ha dicho? Ahora tu hijo será un héroe.
Madre: Mi hijo será un héroe.
Padre: ¿Te das cuenta de eso? Vas a tener dos héroes en la casa.
Madre: Dos héroes en la casa, ¿te das cuenta? Eso significa también dos pensiones.
Vecinita: Y continuaron siendo felices, hasta que un día, recuerda, mientras reflexionabas acerca de que harías con tantas pensiones en la casa, llegó un señor y les dijo. (Entra un Capitán Green verde)

Capitán Negro: Señores, lamento darles la triste noticia de que su hijo ha muerto. Los uniformes azules lo han matado, pero sepan que su hijo será un héroe de aquí a la eternidad. (Sale)

Entran nuevamente los soldados azules

Soldado 1: (Van a disparar) Espera.
Soldado 2: ¿Y ahora qué sucede?
Soldado 1: Todavía no sé porqué lo voy a matar.
Soldado 2: Ya te lo he dicho, para que él no te mate a ti.
Soldado 1: Sí, pero además, tiene que haber una razón más.
Soldado 2: (Piensa desesperado) Porque lo ha ordenado el Capitán.
Soldado 1: ¿Y qué razón ha dado el Capitán?
Soldado 2: (Desesperado) Que lo ha ordenado Dios.
Soldado 1: Sí, es cierto. (Se queda pensando)
Soldado 2: Vamos, dispara ¿por qué no disparas?
Soldado 1: ¿Porqué querrá Dios que matemos a este hombre?
Soldado 2: ¿No ves? Su uniforme es verde. (El otro se queda estático como si no hubiera recibido una respuesta) Y Dios no tolera el color verde y Dios le dijo al Capitán que nos dijera que tampoco tolera el color verde y que por eso hay que acabar con el verde.
Soldado Green: Eso no es cierto, Dios no tolera el color azul.
Soldado 2: ¿Y tú cómo sabes que no tolera el azul?
Soldado Green: Mi Capitán me lo dijo.
Soldado 2: Eso no es cierto, tu Capitán miente, Dios no puede odiar dos colores al mismo tiempo.
Soldado Green: Dios odia el azul, si no yo no estaría aquí.
Soldado 1: Pero aquí somos dos fusiles contra uno.
Soldado 2: Por lo tanto Dios no tolera el verde. (Se congelan)

Madre: No, los uniformes azules no pudieron matar a mi hijo, Dios no lo permitiría.
Vecinita: Si, lo mataron, te lo ha dicho el señor, además lo escuché en el noticiero y los noticieros nunca mienten.
Padre: Y desde ese día nunca me has dejado dormir por tus lloriqueos y nunca has dejado de preparar bocadillos de jamón esperando que algún día regrese.
Vecinita: Aunque sabías que no lo haría, porque él ya estaba muerto.
Silencio. Sale la vecinita y los soldados.

Madre: ¿Cuándo empezamos a comer?
Padre: Muy razonable. Muero de hambre. Es el olor de la pólvora.
Madre: (Va con Soldado Green) Hijo, ven, debes de tener hambre, en la guerra siempre se tiene hambre, come algo. Dame tu fusil (Soldado Green se acerca y quiere tomar su fusil)
Soldado Green: Quiero comer con mi fusil.
Madre: Déjalo tranquilo. Es de mala educación tener un fusil en la mesa. (Toma el fusil) Hijo, estás sucio igual que un cerdo. ¿Cómo has podido ponerte en tal estado?
Soldado Green: Fue en la batalla madre.
Madre: ¿Pero qué pasó en la batalla para que quedaras en tal estado?
Soldado Green: Dos soldados azules llegaron y dispararon contra mí.
Padre: ¿Y no te defendiste?
Soldado Green: Lo intenté, pero ellos eran más, yo no pude...
Madre: Será en otra ocasión, la próxima vez tu dispararás contra ellos. (Pone el fusil en el suelo)
Padre: En la guerra no hay otras ocasiones. Tuvo que haber disparado él primero.
Madre: Enséñame tus manos. Hijo mío, ni siquiera te has lavado las manos ¿no te dije que siempre después de una batalla te lavaras tus manos? (Le limpia las manos) ¿Y tus orejas? Bueno, están pasables. Porque debes saber una cosa: no admito que, con el pretexto de hacer la guerra, no te laves.
Soldado Green: Sí, mamá. (Todos comen)
Padre: Tengo que decirte que tenías muy mortificada a tu madre, entraba en ataques de histeria por ti, lloraba la noche entera y no me permitía dormir.
Madre: No le digas nada, no ha sido su culpa. (Comen)
Padre: ¿Y cómo es que dispararon contra ti?
Soldado Green: El Capitán dio órdenes de no moverme de mi trinchera, yo obedecí, entonces pasaron años hasta que un día llegaron dos soldados azules y me dispararon.
Padre: Sigo sin entender por qué no te defendiste ¿Qué no te enseñé a acabar con tus enemigos?
Soldado Green: Pero papá, ellos eran más.
Padre: Debiste haberles disparado tú.
Madre: No lo regañes, ya aprenderá.
Padre: ¿Qué no te sirvieron esas veces en las que te enseñé a apuntar cuidadosamente cuando íbamos de cacería? Fui yo quien te ayudó a matar a tu primera presa (A Soldado Green) ¿Te acuerdas? Siempre que íbamos de cacería yo te decía: cuidado, no hagas ruido, apunta, antes que la presa huya, apunta, no te muevas, no permitas que se te escape tu primera presa, no dejes que sienta tu movimiento ¿recuerdas? (Entra un soldado azul, sin fúsil y se coloca frente a Soldado Green, también entra el Capitán Green verde)

Soldado Green: Recuerdo que tenía miedo. Yo no quería matarlo.
Padre: Yo te dije, no tengas miedo, es sólo un animal, recuerda.
Capitán Green: Son sólo animales, aprende a disparar sin piedad, cuando mates a uno sólo quitarás algo de mierda en este mundo. Una vez que mates al primero agarrarás gusto al oficio.
Padre: ¡Tú primera vez! Temblabas, no podías siquiera sostener bien tu arma.
Soldado Green: Entonces, para armarme de valor, me ayudaste a sostener el arma...
Padre: Para armarte de valor te ayudé a sostener el arma y... Toma el arma, apunta,
Capitán Green: ¡Vamos apunta! No tengas miedo.
Padre: ¿Ya está?
Soldado Green: Ya.
Padre: ¡Dispara!
Capitán Green: ¡Vamos dispara!
Soldado Green: Ya.

Padre
y Capitán Green: ¡Otra vez!
Soldado Green: Ya.
Padre y
Capitán Green: Cerciórate de su muerte.
Soldado Green: Ya.
Padre: (Baja el fusil) Entonces disparaste.
Soldado Green: Disparé.
Capitán Green: Sólo has quitado algo de mierda al mundo ¿está claro?
Soldado Green: Sí.
Padre: Tú primera vez. Después te regalé tu fusil propio ¿te acuerdas?
Soldado Green: Sí.
Soldado muerto: ¿Reconoces mis ojos? Yo soy tu primer muerto, gracias a mí tu Capitán te condecoró y fuiste héroe, gracias a mí tu nación te consideró un libertador, pero nunca imaginaste que mi muerte engendró más odio entre mi gente y juraron matarte. (Muere. Sale el Capitán Green verde)
Padre: (Pausa) Aquellos tiempos, (Pausa) Después le llevamos la presa a tu madre y ella lloró de contenta. (Pausa) Tendrías que estar orgulloso de tu padre. (Regresa a comer)
Madre: Dime hijo mío, ¿rezaste cada vez que mataste a un soldado?
Soldado Green: Sí mamá (Pausa) procuré rezar un padre nuestro por cada hombre que maté.
Madre: Muy bien, siempre hay que rezar por los muertos, aunque estén malditos. Voy a poner un disco. (Pone un disco, los Señores Tepán se levantan a bailar, Soldado Green está frente al muerto)
Padre: Eso es música, señora.

(Entra el Soldado Azuhul y le habla al Soldado Green)

Soldado Azuhul: Yo soy tu segundo muerto. Me mataste después de torturarme. Yo sabía que me matarías, pero estuve dispuesto a dar mi vida porque sabía que con mi muerte engendraría más odio entre mi gente y jurarían vengarse, y sí, me mataste, y tu gente festejó mostrando al mundo la fotografía de tu pie sobre mi cuerpo, y sí, el tiempo avanzó, mi gente juró venganza y te mató con un tiro en la sien, otro en el corazón. (Soldado Green va por el soldado y lo subyuga)
Soldado Green: Eso es todo. Un prisionero.
Padre: Muy bien, ¿Qué es lo que has atrapado?
Soldado Green: No lo sé, (lo ve) es un prisionero muerto, creo que es uno de los que maté.
Padre: Mientras tanto, átalo.
Soldado Green: ¿Porqué? Ya está muerto, no creo que...
Padre: A un prisionero siempre hay que atarle, aunque esté muerto (el Soldado Green no se mueve) Las manos.
Madre: Sí. Es cierto. Se necesita atar sus manos. Siempre he visto hacerlo así. (Le da un lazo a Soldado Green)
Soldado Green: (Al prisionero) Junte las manos.
Soldado Azuhul: No me haga daño. (Lo ata, el Soldado Azuhul se queja)
Madre: Con cuidado, no maltrates a tu prisionero. Ves, por eso te odió más de lo necesario.
Padre: Amárralo con fuerza, aunque ya esté muerto sigue siendo tu enemigo, nunca sabes cómo van a reaccionar. (Soldado Green lo amarra) Ahora, los pies.
Madre: ¿También los pies? No creo que sea necesario.
Padre: Te digo que es gente mala por naturaleza.
Soldado Green: Pero, papá, no creo que...
Padre: (Irritado) Acaso no has aprendido las reglas.
Soldado Green: Sí.
Padre: Pues adelante.
Soldado Green: (La Madre le da otro lazo) Siéntese en el suelo.
Padre: Háblale con fuerza. ¿Qué no te enseñé a dominar a tus inferiores?

(Entra el Capitán Green)

Soldado Green: ¡Siéntese en el suelo!
Soldado Azuhul: No me haga daño. (Con miedo de que Soldado Green la mate)
Madre: Ves, por eso te odió más de lo necesario. (Soldado Green le termina de amarrar los pies)
Los padres se van a comer, Soldado Green cuida al prisionero. El Padre finalmente saca una cámara y se la da a Soldado Green.
Padre: Ya sé. Deberíamos tomarte una foto con tu prisionero.
Soldado Green: ¿Una fotografía? ¿Con qué sentido?
Padre: Siempre hay que tomarse una fotografía cuando se captura algún prisionero.
Madre: Sí, sería un gran efecto.
Soldado Azuhul: No. Eso no.
Madre: Acceda, no sea testarudo.
Soldado Azuhul: No. He dicho que no.
Madre: ¿Qué trascendencia puede tener una fotografía como esa? La pondré en tu cuarto, junto al campeonato que ganaste en tu primer cacería.
Soldado Azuhul: No logrará convencerme.
Madre: ¿Por qué se niega?
Soldado Azuhul: Cuando mi gente vea la foto dirá que fui un soldado que no supe hacer la guerra, pensará que no cumplí con mi deber.
Madre: No les diga que es usted, sino algún soldado amarillo.
Padre: Acepte, si no mi hijo tendrá que torturarlo.
Madre: Vamos, sólo será un instante.
Padre: ¿O quiere que mi hijo lo torture?
Soldado Azuhul: (Soldado Green lo obliga. Soldado Azuhul se pone en posición) Quiero que sepan que cuando mi gente vea la fotografía jurará vengarse.
Soldado Green: Estírese todo.

Soldado Azuhul lo hace. Soldado Green pone un pie sobre su vientre y coge el fusil con ademán marcial.
Madre: Saca el pecho.
Soldado Green: ¿Así?
Madre: No respires.
Padre: Pon cara de héroe.
Soldado Green: ¿Cómo es?
Padre: Muy sencillo, imita a un carnicero cuando habla de sus conquistas...
Soldado Green: ¿De esta forma?
Padre: Sí.
Madre: Sobre todo saca el pecho y no respires.
Padre: Ahora coloca tu pie sobre su cabeza. (Soldado Green lo hace)
Soldado Green: ¿Así?
Padre: Presiona más, que se vea que lo dominas. (Entra el Capitán Green)
Capitán Green: Que se vea que le partes su maldita cara, vamos. (Sale)
Padre: (Va a tomar la foto y se detiene) Y usted ponga cara de sufrimiento.
Soldado Azuhul: ¿Ya?
Padre: Un poco de paciencia. Uno... dos... tres... (Se congelan. Entran soldados)
Soldado 1: (Está a punto de disparar y se detiene) Espera, tengo que hacer algo antes de disparar.
Soldado 2: ¿Qué carajo quieres?
Soldado 1: Quiero saber quién es él.
Soldado 2: Es un hijo de puta que ha masacrado nuestra gente y que va vestido de verde y que Dios no tolera el verde y que el Capitán tampoco tolera el verde y que nosotros tampoco toleramos el verde y por eso tenemos que deshacerle los sesos ya.
Soldado 1: Lo sé, pero antes quiero ver su rostro. (Se acerca a verlo) Ese es el hijo de puta que torturó a mi hermana (Se preparan para disparar cuando el soldado 1 vuelve a bajar el fusil. Se congelan)

Sacan la foto. Oscuro. La luz entrará gradualmente, como cuando se está revelando una fotografía

Soldado Green: Espero que haya salido bien.

Padre: Claro, tenías una postura muy marcial. El mundo festejará al verte.
Madre: Estabas estupendo (Pausa) Siempre recuerdo aquel día en que nos despedimos de ti y te dijimos: hijo, no se te olvide enviarnos una fotografía en la que te veamos victorioso.
Soldado Green: Y se las envié.
Madre: Nos la enviaste. (Entra la vecinita y le da la fotografía) Puse la fotografía en tu cuarto, junto a la medalla de tu primera cacería. (Coloca una fotografía de alguna tortura)
Vecinita: ¿Ves? Esa es la fotografía a la que llorarás y te lamentaras noche tras noche.
Padre: Y que por eso no me dejará dormir.
Madre: Es la fotografía de los años de gloria de mi hijo, míralo, se ve triunfante, libre, siempre que entro a su cuarto y veo la foto sé que estoy en el cuarto de quien fue un héroe.
Vecinita: ¿Entonces por qué lloras?
Madre: ¿Lloro? Lloro porque... (Entra el Guardia de luto)
Guardia de luto: Lamento darles la triste noticia que su hijo ha muerto, los uniformes azules lo han matado, pero sepan que su hijo será un héroe de aquí a la eternidad. (Se congelan)
Soldado 2: ¿Y ahora qué, por qué no disparas?
Soldado 1: Este hijo de puta tiene que morir dos veces.
Soldado 2: Qué carajo quieres decir.
Soldado 1: Porque su traje es verde y porque torturó a mi hermana.
Soldado 2: Entonces dispara.
Soldado 1: ¡No! Si disparamos morirá una vez, siempre sucede así, y no es justo que muera una vez, tiene que morir dos veces.
Soldado 2: Entonces qué sugieres. (Se congelan)

La luz llega a su totalidad, se apaga abruptamente. Llega la luz, los señores Tepán están comiendo, el Soldado Green está sentado junto al Soldado Azuhul.

Padre: ¿Y ahora qué podemos hacer? (Piensan)
Madre: Ya sé, podríamos apiadarnos del prisionero.
Padre: ¿Apiadarnos? ¿Cómo nos vamos a apiadar de un criminal?
Madre: Vamos, nos hará bien, nos hará sentir bien, además dará una buena imagen a mi hijo, te lo puedo asegurar.
Padre: Sí, es cierto, siempre hay que apiadarse un momento de los prisioneros. (Breve silencio) ¿Y cómo se apiada uno de un prisionero?
Madre: (Piensa) Podríamos darle un poco de nuestra comida ¿qué te parece?
Padre: Me parece una buena forma de apiadarse de un prisionero muerto. (La Madre le hace señas al Soldado Green para que invite al prisionero) Vamos, dile que nos apiadaremos de él por un instante.
Soldado Green: Señor prisionero muerto, le informo que nos apiadaremos de usted por un instante.
Soldado Azuhul: ¿eh?
Soldado Green: ¿No oyó? Nos apiadaremos de usted. Le daremos algo de comer.
Padre: Mi esposa ha traído una excelente comida que puede caerle bien.
Soldado Azuhul: No puedo aceptarlo, sería traicionar a mi gente, recuerden que fue su hijo quien me mató.
Soldado Green: Tu intentaste matarme antes que yo.
Soldado Azuhul: Lo hice para vengar a mi gente.
Padre: No se peleen, no es hora de batalla. (Al Soldado Azuhul) Amigo ¿Qué no entiende? Nos estamos apiadando de usted por un momento, no con el pretexto de que mi hijo lo mató va a rechazar la el perfume de mi esposa.
Madre: Vamos, permita que nos apiademos de usted un rato, será divertido.
Soldado Azuhul: No.
Padre: Amigo, acepte. (Soldado Azuhul se niega) Vamos, no sea orgulloso, terminará aceptando tarde o temprano.
Madre: Vamos, se siente bien apiadarse un prisionero, acepte. (de pone un plato con algo de comida que no puede tomar porque está atado) Siéntase como en su casa y si necesita más pida con confianza.
Padre: Y dígame ¿ qué se le daba mejor? ¿Los civiles enemigos o los soldados?
Soldado Azuhul: Los civiles, eran más fáciles.
Padre: ¿Lo ves? Te digo que no debimos habernos apiadado.
Madre: Ya, ya, sólo fue un poco.
Padre: Este ser es un salvaje ¿Y por lo menos se fijó de que clase eran los civiles que mató?
Soldado Azuhul: No gran cosa, tiré... sin apuntar (Pausa) rezando un versículo por cada hombre a quien maté.
Soldado Green: ¿Un versículo? Yo creía que se tenía que rezar un padre nuestro.
Soldado Azuhul: (Como si confesara algo muy íntimo) No, siempre un versículo, es más efectivo.
Padre: Desde que lo vi supe que este ser fue un criminal, se le ve en el color de su uniforme. (Comen)
Madre: Hijo, si quieres puedes desatar a tu prisionero.
Padre: No, ya nos apiadamos del prisionero lo suficiente, no has escuchado, este hombre es malo por naturaleza.
Madre: Vamos, hay que desatarle, será muy aburrido para mi hijo no poder jugar con su prisionero muerto.
Padre: No le des malas ideas, ya nos apiadamos de él un rato, hay que ser duro con los enemigos.
Madre: (Al Padre) Acepta. No quiero ver a mi hijo triste, le hará bien jugar con su prisionero un rato.
Padre: (Con trabajo) Eres necia. Hijo, desátale. (Soldado Green obedece). Aproveche la bondad de mi mujer, antes de que terminemos de apiadarnos de usted.
Madre: A que se siente mejor. (No responde)
Padre: Responda. No sea fanático amigo.
Madre: (Silencio, se dirige a Soldado Azuhul) Ahora podrás jugar un rato con el Señor prisionero para que no te aburras, pasarán un excelente día de campo.
Soldado Azuhul: No me llame señor prisionero muerto, sólo dígame prisionero.
Madre: ¿Y no se enoja?
Soldado Azuhul: No.
Madre: Se puede afirmar que es usted un prisionero modesto. (Regresa al Pic Nic) Pero díganme ¿por qué eran ustedes enemigos?
Soldado Azuhul: Su uniforme. Era de color verde y los uniformes verdes invadieron mi tierra.
Soldado Green: Porque ustedes eran un peligro para mi nación.
Soldado Azuhul: Ustedes siempre nos despreciaron.
Padre: No se peleen. (Ve su reloj) Todavía no es hora de batalla.
Madre: ¿Y fue de nacimiento, o se convirtieron en enemigos de pronto?
Soldado Azuhul: (Piensa) En realidad lo ignoro. Nunca fui a la escuela y nunca supe cómo inició nuestro odio. Pero siempre me dijeron que los verdes eran mis enemigos.
Madre: ¿Pero cómo fue que inicio esta guerra? Siempre debe haber un principio.
Soldado Azuhul: No lo sé. (Soldado Green hace un gesto de que tampoco lo sabe)
Padre: Haga memoria joven, esas cosas no se pueden olvidar.
Soldado Azuhul: En realidad no sé cómo inició ni por qué inició, sólo recuerdo que un día, mientras cuidaba a mi madre, un señor se asomó por la ventana, se veía enojado, yo le pregunté qué quería, entonces me dijo (Entra el Capitán Azuhul).

Capitán Azuhul: ¿Es usted este individuo? (Le muestra una fotografía)
Soldado Azuhul: Sí, contesté.
Capitán Azuhul: Los uniformes verdes atacan tu tierra. Dios ha dictado que tienes que ir a la guerra, a vengarte, es tu deber.
Soldado Azuhul: Yo no sabía a qué guerra se refería, entonces le pregunté: ¿a qué guerra? El señor enfureció y me dijo:
Capitán Azuhul: ¿Qué no has escuchado la radio? Contra los enemigos de Dios y de tu tierra. Ellos han masacrado a tu gente
Soldado Azuhul: Le expliqué que sí escuchaba el radio, pero no los chismes de guerra, él se molestó.
Capitán Azuhul: Tienes que ser más patriota. ¡estúpido! Tu deber con Dios es vengarte de los uniformes verdes, con tu vida si es necesario. Caminarás hasta que hayas podido vengarte de ellos y con su sangre pagarás tu paz eterna ¿entendiste? Es hasta entonces que dormirás tranquilo.
Madre: Mire qué coincidencia, a mi hijo también fueron a buscarlo de forma muy parecida. (Entra el Capitán Green)
Padre: Sí, es cierto, también fueron a buscarlo así.

Capitán Green: (Al Soldado Green) Los uniformes azules son un peligro para tu nación y para el mundo. Dios te ha dado la misión de acabar con ellos, de liberar al mundo del mal. Tienes que acabar con los malditos azules.

Padre: Y continúe: ¿qué paso después?
Soldado Azuhul: Le conté que tenía familia, que mi madre estaba enferma y que tenía la obligación de cuidarla.
Soldado Green: Yo le dije que iba a ir con mi novia al cine esa tarde.
Soldado Azuhul: Él enfureció.

Capitán Green y Azuhul: El deber de la guerra es el deber de la guerra, ¿qué no conoces tus obligaciones? ¡Idiota!

Soldado Azuhul: Bajó mi padre y le dijo que mi madre estaba enferma y que no podía ir a la guerra, pero aquél señor respondió que no podía desobedecer a Dios, que si lo desobedecía no encontraría la paz eterna.

Capitán Green y Azuhul: ¿No oyes el mandato de Dios?

Capitán Green y Azuhul: Tú te encargarás de caminar por el mundo hasta que hayas podido vengar a tu gente con la sangre de un verde.

Capitán Green y Azuhul: Y tú deber será invadir la tierra de los azules y permanecer en la trinchera hasta que hayas liberado al mundo del mal.

Soldado Azuhul: Le pregunté si podría traer a mi madre.
Soldado Green: Yo le pregunté si podría traer a mi novia.
Soldado Azuhul: Me lo negó. Entonces le consulté si podía venir mi tía para que me hiciera crema, que me gustaba mucho.
Madre: (Dándose cuenta que no la trajo) ¡Oh!, la crema.
Soldado Azuhul: Tampoco me autorizó.
Soldado Green: Ni a mí.
Soldado Azuhul: (Salen los capitanes) Y desde aquel día caminé sin descanso buscando realizar mi venganza. Hasta que te vi.

Soldado Green: Yo esperé en la trinchera, sólo. Hasta que te vi.

Madre: Vaya, por lo que veo su historia fue más parecida de lo que nadie se hubiera imaginado.
Soldado Green: Venías a matarme.
Soldado Azuhul: Venía a matarte, y aunque sabía que no lo lograría, que me matarías tu primero, y lo hiciste, me mataste después de torturarme, aunque sabía que no lo lograría sabía que vengarían mi muerte, y lo hicieron, te mataron, eso fue suficiente para consumar mi venganza y morir en paz.
Madre: ¿Alguien quiere este sándwich que sobró?
Soldado Green: Y sí, te maté, fue entonces que creí haber acabado con el mal de esta tierra.
Madre: ¿Usted quiere este sandwich que quedó, antes de que se pudra?
Soldado Azuhul: Lo que no supiste es que por cada azul que mataste surgirían dos azules más para vengarlo.
(Entran soldados)

Soldado 2: Dispararás en el corazón. Entonces morirá su corazón. Yo dispararé en su sien. Entonces morirá su cerebro.
Soldado 1: Dispararé en su corazón, a él, porque mató a mi hermana.
Soldado 2: Yo dispararé en su sien, al uniforme verde, porque ha invadido nuestra tierra, porque su civilización la ha hecho con sus pies sobre nuestra tierra y sobre la tierra de otros.
Soldado 1: Mi corazón no puede con más odio, si no lo mató, mi corazón reventará de odio.
Soldado 2: Quiero morir con mi corazón en paz, libre de este odio. (Van a disparar. Se congelan)

(Entra el Capitán Green)

Capitán Green: ¡Soldado! ¿A cuantos azules pudo matar?
Soldado Green: Mi Capitán, cumplí, maté a este soldado azul, mi Capitán. ¿Por qué no me dejó volver a casa, Capitán? Mis padres me esperaban.
Madre: Señor Capitán, por qué no permitió que mi hijo regresara, los bocadillos que le tenía guardados en el refrigerador se pudrieron.
Padre: Además su madre lloraba todas las noches y no me deja dormir.
Capitán Green: Soldado, acabó con ese soldado azul, eso se lo agradecerá Dios, pero soldado, no fue suficiente, sepa que brotaron soldados azules por todas partes dispuestos a matarnos y a acabar con la civilización, cada vez surgieron más soldados azules dispuestos a terminar con nosotros soldado, no podía dejarlo salir de tu trinchera mientras hubiera azules contaminando la tierra.
Soldado Green: ¡Pero Capitán... (Sale el Capitán Green)

Padre: Ya ves, debiste haber matado más azules, no fue suficiente, es por eso que nunca pudiste regresar a casa. (A la Madre) Te dije que no lo consintieras tanto, tuvo que haber aprendido a esforzarse más.
Madre: No fue culpa mía, yo siempre le dije que las cosas que hiciera las hiciera lo mejor posible.
Soldado Azuhul: Y así, después de muerto yo, continuaste en tu trinchera, por días, semanas, meses, años, hasta que recuerda, un día tu Capitán decidió sacrificarte.
(Ruido de aviones)

Soldado Azuhul: ¿Escuchas?
Soldado Green: Aviones, tu maldito Capitán decidió bombardear, cúbranse o les caerán las bombas encima.
Soldado Azuhul: Escucha bien, esos aviones no eran nuestros, eran de tu ejército, tú Capitán decidió sacrificarte.
Soldado Green: No. Eso no puede ser, mi Capitán no pudo haber dado la orden. Mi Capitán sabía que yo estaba aquí, no pudo bombardear si sabía que yo estaba aquí.
Soldado Azuhul: Tú no le importabas, le importaba yo. Hizo cualquier cosa por acabar con mi gente y no le importó sacrificarte para acabar con mi gente.

Capitán Green: Preparado para lanzar el misil a la zona azul, quitaremos el azul de este mundo, en este mundo sólo habrá verde, verde, verde, ni azul ni amarillo ni rojo, son colores nocivos para el mundo, el mundo tiene que ser verde. En nombre de Dios, en nombre del bien y de la libertad lucharemos por el verde.
Soldado Azuhul: ¿Lo escuchas?
Soldado Green: Mi Capitán, estoy yo aquí, nunca salí de la zona azul ¿por qué ordenó bombardear mi Capitán?.
Capitán Green: Entienda, soldado, lo hicimos en nombre del verde.
Soldado Green: Pero mi Capitán, yo era un verde.
Capitán Green: Entienda, soldado, un verde tenía que morir para poder acabar con el azul de este mundo, y ese verde que tenía que morir era usted soldado, teníamos que sacrificarlo, pero piense que en compensación fue un verde héroe.
Soldado Green: Pero, mi Capitán...
Capitán Green: ¿Qué no oye, soldado? En compensación fue un verde héroe. Su cuerpo muerto fue una figura eterna para nuestra nación, entienda, teníamos que sacrificarlo para poder acabar con los malditos azules, los azules llevaban muchos años molestándonos, soldado.
Soldado Green: Pero pude haber muerto en el bombardeo, Capitán.
Capitán Green: No sea necio, soldado, le digo que fue un verde héroe ¿o nunca quiso ser un verde héroe?
Padre: Hijo, no contradigas al Capitán, ¿qué no te enseñé a obedecer a tus superiores?
Madre: Mejor cúbrete o te caerán las bombas encima.
(Estallan las bombas. Entra un soldado y revisa el espacio)

Soldado: ¿Ya vio mi Capitán? Hay pedazos de carne por todas partes. ¿Qué vamos a hacer con toda esta carne, mi Capitán?
Capitán Green: No sea imbécil, soldado, hay que separar los pedazos de carne de soldado bueno y los pedazos de carne de soldado malo.
Soldado: Me parece una gran idea, Capitán; siempre hay que separar lo bueno de lo malo. (Busca) Al parecer aquí hay un pedazo de carne de soldado bueno, mi Capitán.
Capitán Green: No sea estúpido, soldado; ese es un pedazo de carne de soldado malo, fíjese en el color de su piel.
Soldado: Pero, mi Capitán: ese color es por las quemaduras.
Capitán Green: No me contradiga soldado. Aunque creo que tiene razón: ese color es por las quemaduras.
Soldado: Será muy difícil distinguir los pedazos de carne de soldado bueno de los pedazos de carne soldado malo ¿Qué vamos a hacer, mi Capitán?
Capitán Green: (Piensa) Se me ha ocurrido algo soldado. Dejemos toda la carne aquí y que Dios distinga qué pedazo de carne es bueno y lo mande al cielo y que pedazo es malo y lo mande al infierno.
Soldado: Me parece una gran idea, mi Capitán, pero nos acusarán de crímenes de guerra.
Capitán Green: No sea imbécil, soldado. Diremos que nosotros lanzamos la bomba con buenas intenciones, pero el enemigo la desvió, le dio la vuelta y la bomba cayó en el lugar equivocado, soldado.
Soldado: Me parece una gran idea, mi Capitán (Salen)

Vigilante: Y así, si hay todavía un sobreviviente entre ustedes, verá que esta obra pudo haber concluido aquí, pero señores, si han puesto atención se habrán dado cuenta que este soldado no murió a causa de las bombas, murió a causa de un disparo en la sien y otro en el corazón que le proporcionaron dos soldados azules. Sobreviviste al bombardeo, siempre creíste que fueron los azules los que quisieron matarte, nunca imaginaste que fue tu propio Capitán quien dio la orden.

(El Padre saca una mano del paraguas para asegurarse de que no caiga nada)

Padre: (A su mujer) Puedes cerrar el paraguas.

(La Madre lo cierra. Se acerca a su hijo, dándole con el paraguas golpecitos suaves en la espalda)

Padre: Vamos hijo, sal, ya oíste al señor, no moriste a causa de las bombas, moriste por balazos. (el Soldado Green y el Soldado Azuhul salen de su escondite) ¿No te ha sucedido nada?
Soldado Green: No. ¿Y a ustedes?
Padre: ¿Qué crees que pueda pasarle a tu padre? (Soberbio) ¿Con esas bombas tan pequeñas? (al Soldado Azuhul) ¿Y a usted no le sucedió nada?
Soldado Azuhul: No, cuando el bombardeo su hijo ya me había matado.
Padre: Oh, cierto, lo olvidaba, disculpe.
Soldado Green: Tuvo que haber sido un error. No pudieron haber bombardeado sabiendo que yo estaba aquí.
Madre: (Comienza a guardar el Pic-Nic) ¿Y dime hijo no te aburrías en la guerra?
Soldado Green: Cuando me aburría me ponía a cargar municiones.
Padre: ¿Y qué hacías cuándo se te acababan las municiones?
Soldado Green: Rezaba.
Madre: (Al Padre) Es una buena manera de matar el tiempo.
Soldado Green: Sí.
Madre: ¿Y porqué no juegas un rato con tu prisionero? Creo que ya que están aquí, podrían jugar juntos esta tarde.
Padre: No les des malas ideas a tu hijo. ¿No ves que es su enemigo por naturaleza?
Soldado Green: ¡Ah!, no, mamá, tengo mucho miedo.
Madre: Vamos, no tengas miedo, cuando jueguen se les olvidará que son enemigos, te lo puedo asegurar.
Soldado Green: ¡Tú no sabes las cosas que el Capitán nos dijo de los azules!
Madre: ¡El Capitán! Debe ser como tu padre, siempre exagera.
Soldado Green: Dijo que son gente muy mala. Que cuando cogen un prisionero le cortan la cabeza y lo pasan por televisión. (Entra Capitán Green)
Capitán Green: Quiero que sepas que siempre que un soldado azul te atrape te amarrará, te cortará la cabeza y lo pasará por televisión. Son gente mala por naturaleza por eso antes de que ellos te maten a ti mátalos tú a ello.
Madre: ¡Que horror!... ¿es usted capaz de hacer eso?
Padre: Claro, te digo que es un criminal.
Soldado Azuhul: Yo nunca hice mal a nadie, lo único que hice es vengar a mi gente.
Padre: Eso no es cierto, usted fue un criminal, ahora estamos expuestos a que, si le damos la espalda, nos corte la cabeza y se la ande enseñando a medio mundo.
Madre: Quizá podríamos escucharlo un poco.
Padre: Nada de lo que dice es cierto, es un criminal.
Soldado Azuhul: Quiero que sepan que mi Capitán me dijo de ustedes lo mismo. (Entra Capitán Azuhul)
Capitán Azuhul: ¿Has visto a los soldados verdes? Son gente mala por naturaleza, si te atrapan colocarán cables por todo tu cuerpo dejarán que la electricidad corra por él y después lo publicarán en revistas, si quieres que eso no te pase captúralos tú a ellos.
Madre: Pero eso es una mentira, nosotros no fuimos los enemigos, los enemigos fueron ustedes.
Soldado Green: ¿Su Capitán pudo decirles eso de nosotros?
Soldado Azuhul: Sí.
Soldado Green: Pero... (Va y se protege con su madre) Mamá te juro que yo nunca le hice eso a nadie.
Madre: Cálmense, no se alteren. Seguramente fue el mismo quien les dijo tales aberraciones. Debió haberlos engañado, me imagino que le gustaba ver como pelean.
Padre: Eso es una tontería, qué caso tendría decirle lo mismo a todo el mundo (Silencio)
Madre: ¿Saben? deberían pedirse una disculpa, creo que ya que están aquí no habrá mucho problema si se piden disculpas, así podrán descansar en paz.
Padre: Eso es imposible, aunque estén muertos el verde no deja de ser verde y el azul no deja de ser azul.
Madre: Tú no te metas, ¿no entiendes? Necesito ver a mi hijo bien, necesito saber que descansará en paz, si no se piden una disculpa no dejaré de llorar las noches sobre su cama.
Padre: Bueno, esa es una buena razón, si, pídanse una disculpa, si no su madre no me dejará ni siquiera comer en paz.
Soldado Green: Pero... y el Capitán.
Madre: No te preocupes de tu Capitán, seguramente ya se olvidó de ti.
Padre: Es muy difícil acordarse de alguien todo el tiempo, sobre todo cuando ya está muerto.
Madre: Vamos, necesito ver que se piden una disculpa para regresar (Silencio) ¿Qué esperan? Hagan las paces, el pic-nic se ha terminado y comienza a anochecer. Vamos, pídanse una disculpa.
(Entran los soldados)

Soldado 1: ¿Ya?
Soldado 2: Ya.
Soldado 1: Un disparo en la sien.
Soldado 2: Y otro en el corazón. (Disparan)
Soldado Green: Y así, fue que dispararon contra mí. (Al público) En un inicio creí que moría por la libertad, ahora, no sé por qué morí, no sé en realidad a quién obedecí y por qué lo obedecí, sólo sé que obedecí, creí que decidía. Ahora, ya muerto, no sé quién tomó las decisiones.

Madre: Y así fue que llegó un hombre vestido de negro a darme la noticia de que habías muerto, los horrendos azules te habían matado... y yo no supe por qué... No entendí... No entendí a Dios.
Padre: Y así fue que tu madre lloró aún más fuerte y ya no pude siquiera comer tranquilo.
Todos: Amén
Oscuro

18/7/08

SOBRE LOS GRIEGOS CLARO, PERO CON OTRA LECTURA: EN LA TEBAIDA, DE VERÓNICA MALDONADO



















Verónica Maldonado Carrasco
(México, D.F. 1962)

Profesora, dramaturga y guionista, desde 1980 a la fecha ha obtenido 9 premios en dramaturgia, guionismo, reseña cinematográfica y narrativa convocados por diferentes instituciones (SEP, UNIVERSITAS, TV UNAM, IMCINE, Periódico La Jornada, INBA, Gobierno del estado de Yucatán, etc.). Su texto para teatro infantil, El Yeitotol editado por Corunda-Conaculta en la colección “el mejor teatro para niños” fue elegido por CONACULTA- SEP para conformar la biblioteca en aula “Hacia un país de lectores”. Con Edilux, ha publicado Camilo Calavera contra los vampiros, audiocuento infantil y Valentina y la sombra del diablo en Cuadernos de dramaturgia para jóvenes públicos en Editorial Paso de Gato. Ha impartido talleres de teatro y escritura creativa, en el Museo Arte contemporáneo, para el IMSS y el Museo Nacional de Antropología e Historia, así como para el Colegio de Bachilleres y el Instituto de Cultura de la Ciudad de México. Fue coordinadora de los eventos de teatro, danza y video durante en el Festival Internacional de la Raza. Colabora como profesora en la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBA.




EN LA TEBAIDA
PERSONAJES:
VIAJERO
REY
DOS ESCLAVOS
DISCÓBOLO
CIEGO
MONSTRUO
MUJER
CORO





Coro:
Llegaste a una meseta que trocaba en piedras los caminos, buscabas con desesperación alguna señal en la tierra y en el cielo, pero los dioses estaban mudos ese día.
Viajero:
Y yo también, así que no les suplico. Hoy es ese día. Trepo sobre las piedras que cierran mi ruta buscando una salida. Me encuentro sobre un camino llamado desolación, por el arrastro mis pasos hasta una encrucijada.
Coro:
¡Ah, las encrucijadas!… ¿Qué ser humano puede decir que nunca ha estado en ellas? Como todos, estás condenado a la elección. Decide, viajero. Dos caminos se abren ante ti.
Viajero:
Me importa la huída. Lo dejaré al capricho de los vientos.
Coro:
Esperas demasiado.
Viajero:
Un aroma acre me saluda desde una de las veredas en que se bifurca mi camino. Hay una piedra. Subo. Un denso olor a cadáveres, a carroña vieja, me da de golpe en la cara. Dos furias, ahítas de sangre y carne revolotean cerca, tomo mi honda y las alejo a golpe de pedruscos.
Coro:
Te acercas a algo que yace sobre tierra.
Viajero:
Quizás… alguna vez, fue una mujer hermosa... su costillar, abierto al sol, poco guarda, sus pechos ya no existen más y con todo, el cuerpo putrefacto de su pequeño hijo sigue aferrado a ella... tal vez un accidente… tal vez el brutal castigo de una adúltera…
Coro:
…Tal vez tan sólo una mala elección de sus caminos.
Viajero:
¿Qué puedo decir yo? Apenas tengo tiempo de escapar de mi destino.
Coro:
Colocas unas piedras sobre los muertos y prosigues tu camino.
Viajero:
Lo que fueran pedruscos pronto se convierten en rocas y las rocas pronto dejan paso a las peñas escarpadas...como si la mano de algún dios me sembrara de obstáculos el camino.
Coro:
Una nueva encrucijada ¿Qué camino elegirás, viajero?
Viajero:
¿Se puede escapar del círculo que trazan, enloquecidos, todos los caminos en el mundo? Ya estoy puesto en un territorio del que no puedo salir. Elijamos pues. De nuevo huelo sangre... pero también me llega un aroma a brotes tiernos, a trigo a punto de ser segado, a sol desgranándose sobre un bosque de silencios. Iré por el camino que huele a paz.
Coro:
¿Buena o mala elección? Quizá los dioses sepan, pero la decisión siempre será tuya.
Viajero:
Diría que sólo huyo y para quien huye no da más un camino que otro.
Coro:
A veces, quien se aleja de su casa... es que ya ha vuelto.
Viajero:
Todo menos ese horror .Cualquier peñasco endeble, cualquier pie resbalando hacia un precipicio es mejor que volver... Sigo.
Coro:
Algo, similar a un camino, te sale al paso; numerosas piedras lo tapizan como si un perro mojado, un cancerbero de roca, se hubiese sacudido.
Viajero:
Varios metros adelante, tres hombres permanecen junto a un carromato; dos de ellos llevan el corte típico de los esclavos y el manto burdo de su clase; el tercero, de más edad, viste sencillamente pero la tela de su traje delata su alta condición.
LOS TRES:
Los tres observamos la rueda desgajada.
Esclavo:
Comienzo a golpearla con una piedra para separarla del eje...
Esclavo:
Tarea inútil: el golpe ha encajado la rueda más allá de las posibilidades de la piedra.
LOS TRES:
Fingimos no verlo.
Viajero:
¿Un carro aquí? Hay quien no sabe elegir sus caminos.
Coro:
No se mueven, no te saludan, miran la rueda.
Viajero:
Pienso en acercarme más y ofrecer mi ayuda, pero el cansancio y el sol marcando las cinco de la tarde, me hacen seguir de frente
Coro:
Sí, vete. Tu destino se empeña en alcanzarte.
Viajero:
Doy tres pasos para alejarme, pero, el golpe que da la sorpresa debajo del esternón, me hace detenerme, estupefacto.
Coro:
Al volverte, contemplas, con el corazón agitado, lo que habías visto de canto.
Viajero:
Mi cara... tal como será unos años después, mis ojos más indiferentes, mi mentón más altivamente levantado...pero igual yo: la misma piel, la misma altura y todos mis defectos; me vuelvo lentamente para terminar de asombrarme con ese, mi espejo.
Esclavos:
Él, en cambio, permanece indiferente, no descubre en el extranjero su persona más joven, no ve sus propios labios en medio de su cara torciéndose, también, con arrogancia; ni sus mismos ojos menos tristes , tampoco nota sus manos menos curtidas al final de sus brazos.
Viajero:
Me acerco a donde los esclavos tuercen el eje de la rueda.
Esclavos:
Nos pregunta algo en su dialecto espinoso y salado.
Coro:
Ellos curvan los labios sonriendo con menosprecio sin dejar de mirar la rueda.
Viajero:
Me aventuro entonces a acercarme hasta donde está el macizo hombre que seré en unos años, deslizo cortesía: No servirá de nada. Esa rueda no volverá a girar.
Coro:
El altivo señor no da señales de haberte escuchado.
Rey:
Rodeo la carreta, reviso el tiro -que ya se impacienta- y raspó mis sandalias contra las magras yerbas secas que crecen en este pedregal.
Viajero:
Desairado, me doy la vuelta para retirarme, pero sus palabras...
Coro:
Como un trueno perdido...
Viajero:
Como una lluvia de pedruscos ...
Coro:
Como el olor de sangre en un camino...
Viajero:
Me detienen.
Rey:
Es curioso. Veo mi rostro en el tuyo y no recuerdo cuál de mis bastardos eres ¿tienes idea de la fecha en que preñé a tu madre?
Viajero:
Sus palabras...
Coro:
Llenas de la saliva de la perfidia…
Viajero:
Se transforman sobre mi cabeza…
Coro:
…en un trueno perdido…
Viajero:
…en un remolino de piedras que nace en mi coronilla.
Coro:
¡Un borbotón de enojo te sube desde donde nace el corazón!
Esclavos:
¡Y no hay modo de frenarlo!
Viajero:
Quedo a horcajadas sobre su pecho y mis manos pulsan las cuerdas de su voz para apagarla.
Esclavos:
El señor patalea y lucha como un león, pero él lo vence.
Coro:
Los esclavos gritan, horrorizados, en un dialecto desconocido
Esclavo:
Dejo de tundir la rueda y le arrojo las piedras que me sirven de instrumento.
Coro:
Con tan mal tino, que le das en la frente a tu amo.
Esclavo:
Pálido, como mi numen protector, echo a correr entre las breñas.
Esclavo:
Yo, que había tomado el cuchillo de mi amo del interior del carruaje, al ver huir a mi compañero, dejo caer el arma y me alejó aterrorizado.
Viajero:
Sigo apretando, golpeo, azoto... Jadeante, tras la lucha, me levanto de encima de mi doble.
Coro:
Amoratado y con los ojos inyectados de sangre.
Viajero:
Ha muerto entre mis dedos.
Coro:
Anonadado, recargado en el carruaje de tu víctima, lloras como un niño.
Viajero:
¿Por dónde caminar si todas las veredas están pintadas de rojo para mí? Recuerdo.
Coro:
El primero fue aquel discóbolo resentido por tu bisoño triunfo sobre sus habilidad experta...y entre dientes, destilando negro veneno dijo:
Discóbolo:
Al menos yo conozco a mi padre.
Viajero:
Eso bastó...y con el mismo disco que me diera el triunfo…
Coro:
Le quitaste la vida a quien dudó de la honra de tu madre.
Viajero:
Y ahora ensancho ese río de sangre con un desconocido.
Coro:
Recuerdo que tras la muerte del lanzador de discos, el moscardón de la duda te asolaba.
Viajero:
Por eso es que tomé un cordero y caminé hacia el norte dispuesto a escuchar de boca de los dioses las verdades.
Coro:
Las enormes puertas del santuario se te abrieron apenas tembló el corderillo bajo el agua helada de los coribantes.
Viajero:
En una cueva de humo, una mujer ciega me escupió brutalmente el presagio
Ciega:
¡Huye del lecho de tu madre o terminarás por verte en el espejo de los hijos de ambos!
Viajero:
¿Cómo puede ser eso? ¿Qué demonio tendría que tomarme por la fuerza para verme entre las piernas de mi madre?
Coro:
La mujer ciega aspira el humo de la cueva, enrarecido de presagios...
Ciega:
…el mismo demonio que antes, matará a tu padre.
Viajero:
Y huyendo, el horror me ha empujado ahora al cuello de un desconocido en un camino de piedras en el confín del mundo.
Coro:
Sin fuerzas casi, le pones unas piedras encima y sigues tu camino. El sol se pone.
Viajero:
Tres días después de caminar entre piedras, llego a un valle donde un olor que ya conozco me sale al paso…otra vez.
Coro:
Recuerdas al discóbolo con el cráneo partido, a la mujer sin pechos cuyo cadáver se pudría al lado del de su hijo, al altanero noble al que trazaste un collar funesto con tus manos.
Viajero:
Estoy ahora delante de un muro que me cierra el paso, lo rodeo buscando la puerta de la ciudad que- seguramente- resguarda. Apenas termino de rodearlo, mi espíritu tiembla…
Coro:
....una visión horrible....una pesadilla... un mal sueño…
Viajero:
Pedazos de hombres y mujeres están esparcidos por el suelo... pero en tal cantidad que es imposible no pisarlos... sobre las paredes, con sangre y sesos se han trazado letras en un idioma que desconozco, pero que a leguas gritan su odio. Algunos perros y aves de rapiña hurgan sin interés entre los restos ¡Tan saciados están!
Coro:
El miedo atenaza tus piernas y tomas unas piedras temblorosas para defenderte.
Viajero:
Avanzo y todo es peor a cada paso. Al fin llego a la puerta bloqueada por un cúmulo de humanos huesos. Sobre la cima del horrible montículo, ella me espera.
Coro:
Su rostro es un hermoso óvalo de fuego, sus labios se tuercen en una sonrisa hambrienta… y sus ojos felinos te miran con interés. Su cabellera rompe el aire como un látigo, se incorpora sobre la montaña de huesos y puedes ver el pelaje que cubre sus pechos, manchados de sangre vieja …
Viajero:
.... Sus garras se esconden un momento y sus poderosas alas baten el aire, levantando una ola nauseabunda de aquel altar de muerte.
Los dos:
No nos saludamos.
Coro:
Le lanzas una piedra que se estrella en una de sus patas carniceras; apenas se contrae un poco. El monstruo ve la piedra con indiferencia y luego te miró con fijeza.
Viajero:
No salta sobre mí. No ruge, no intenta atemorizarme más de lo que estoy.
Monstruo:
Te esperaba, viajero. Desde el inicio de los tiempos te aguardaba. La ruina y la muerte de esta ciudad han sido sólo una carnada.
Coro:
Y los caminos cuajados de piedras… y los muertos que te desviaban en las encrucijadas. Todo te trajo aquí.
Monstruo:
Permite que te libre del horror entre mis garras, líbrate de la ruina futura entre mis dientes. Déjame terminar mi triste labor ante estas puertas. Sólo tiéndete. Procuraré no hacerte sufrir.
Viajero:
¿Hay elección?
Monstruo:
La hay… eso o responder el enigma que nadie ha respondido.
Viajero:
Y de nuevo se trazan caminos en esta encrucijada… elijo responder.
Coro:
El monstruo suspira. Y cumpliendo el formulismo repite el enigma que tal vez te libre de la muerte.
Monstruo:
Un suspiro de hastío infla mis flancos mientras aguardo
Coro:
Interminables pasan los segundos.
Viajero:
Sé la respuesta. La he venido persiguiendo por estos caminos de la Tebaida. Me acerco hasta tu sangrienta mejilla y en voz baja vierto lentamente el veneno de mi respuesta…
Coro:
La sonrisa del monstruo, que ya afilaba sus garras, se congela. Los amarillentos ojos se le paralizan en las cuencas. Un estertor de muerte se desprende de su pecho. Cae como fulminado por una enfermedad divina… sus huesos crepitan, se hacen polvo…
Viajero:
Eso… o sencillamente:
Monstruo:
Vencida, me concreto a lamer la sangre vieja que se acumula en mis garras y bostezando con hastío, te dejo paso a esa ciudad masacrada.
Viajero:
Las puertas se abren. Tras ellas me refugiaré de mi destino.
Monstruo:
Más te hubiera valido morir entre mis dientes.
Viajero:
Entro a la ciudad que huele a cadáver, acompañado de un negro aleteo de buitres que chillan dolidos.
Coro:
Una mujer cuyo rostro es un óvalo de fuego, con un par de ojos felinos y una cabellera que latiguea el aire, te recibe agradecida.
Viajero:
Un pueblo aterrado sale de la atemorizada oscuridad de sus casas a las calles y me celebra y me hace su héroe a fuerza de coronas y de himnos. No sé por qué recuerdo ahora al discóbolo…
Coro:
La mujer que se parece a la bestia, rodea tu cintura con sus brazos como serpientes y su perfume disipa el olor de sangre que te sigue.
Mujer:
Ven conmigo… sígueme por un camino que huele a brotes tiernos, a trigo a punto de ser segado, a sol desgranándose sobre un bosque de silencios.
Viajero:
Me conduce con pasos cortos y medidos a un palacio, cruzamos salones que se bifurcan y reímos entre laberintos de columnas de roja piedra. Me arrastra hasta el fondo un túnel por el que ya he transitado. No sé por qué recuerdo al hombre que maté en un camino …
Mujer:
Ven, recuéstate a mi lado y dime al oído la respuesta al enigma.
Viajero:
Dejo caer mi ropa ante la desconocida… La respuesta es que no hay encrucijadas …
Coro:
… tú las hiciste siempre…
Viajero:
La respuesta es que no podía elegir…
Coro:
…el destino terminó por encontrarte en un callejón sin salida llamado lecho.
Viajero:
La respuesta soy yo. Yo soy el enigma que me sigue… yo soy el discóbolo, el rey que pudre su altivez junto a una carreta desvencijada. Hay también un torso putrefacto… el de una madre que no supo elegir sus caminos. Yo soy tu hijo.
Mujer:
Lo sé. Ya te esperaba.
Coro:
… La noche cae. La peste llega lenta y silenciosa a la ciudad de Tebas.