30/8/14

Enrique IV. William Shakespeare.






























William Shakespeare

PRIMERA PARTE

DRAMATIS PERSONAE

Enrique IV, REY de Inglaterra

Enrique, PRÍNCIPE de Gales Hijos del rey
El príncipe Juan de LANCASTER

Conde de WESTMORELAND
Sir Walter BLUNT
Conde de NORTHUMBERLAND
Enrique Percy, de sobrenombre HOTSPUR, su hijo
Conde de WORCESTER, hermano de Northumberland
Lord MORTIMER
Owen GLENDOWER
LADY PERCY, esposa de Hotspur y hermana de Mortimer
LADY MORTIMER, esposa de Mortimer e hija de Glendower
Conde de DOUGLAS
Sir Ricardo VERNON
ARZOBISPO de York
Sir MIGUEL

Sir Juan FALSTAFF
POINS
BARDOLFO
PETO
GADSHILL
Mozo de cuadra
SIRVIENTE
ARRIEROS
VIAJEROS
La POSADERA doña Prisas
FRANCisco, mozo de taberna
TABERNERO
ALGUACIL

Lores, mensajeros, soldados, criados y acompañamiento.

LA PRIMERA PARTE DE ENRIQUE IV

I.i Entran el REY [Enrique], el príncipe Juan de LANCASTER, el Conde de WESTMORELAND, [sir Walter BLUNT] y otros.

REY
Turbados como estamos y pálidos del ansia,
démosle respiro a la paz sobrecogida
y, jadeando, anunciemos ya nuevos combates
que emprenderemos en lejanas costas.
Nunca más la boca reseca de esta tierra
manchará sus labios con sangre de sus hijos.
Nunca más sus campos surcará la guerra,
ni aplastarán sus flores los herrados cascos
de cargas enemigas. Esos ojos hostiles
que, cual meteoros en un cielo agitado,
aun nacidos del mismo origen y sustancia,
se enfrentaron hace poco en lucha interna
enzarzándose en civil carnicería,
marcharán ahora juntos, unidos
en filas armoniosas, y ya no se opondrán
a conocidos, aliados ni parientes.
Cual daga mal envainada, el filo de la guerra
ya no cortará a su dueño. Por tanto, amigos,
hasta el sepulcro de Cristo llegaremos
(de quien somos guerreros alistados
que han jurado combatir bajo su cruz)
tras reclutar sin demora tropa inglesa,
cuyos brazos se formaron en el vientre de sus madres
para expulsar a los paganos de las tierras santas
cuyo suelo pisaron esos pies benditos
que en la amarga cruz, por nuestro bien,
clavaron hace ya catorce siglos.
Mi propósito tiene doce meses,
e inútil es deciros que allá iremos;
para tratarlo no os reuní. Dime, pues,
mi noble pariente Westmoreland,
lo que anoche decretó el Consejo
para impulsar esta ansiada expedición.
WESTMORELAND
Mi señor, trataron esta urgencia entusiasmados,
dejando las tareas repartidas
desde anoche, cuando, a destiempo, desde Gales
llegó un mensajero con tristes noticias.
La peor es que el noble Mortimer,
cuando mandaba a hombres de Herefordshire
contra el fiero y errático Glendower,
cayó en las manos crueles de ese vil galés
y mil soldados suyos fueron destrozados.
Fue tal el estrago que sufrieron los cadáveres
y tan ruin y espantosa la desfiguración
que infligieron los galeses, que no se pueden
ni decir ni contar sin sonrojarse.

REY
Entonces la nueva del conflicto
interrumpe nuestra empresa en Tierra Santa.
WESTMORELAND
Ésa y otras cosas, Majestad,
pues del norte ha llegado una noticia
más adversa e inquietante, y es ésta:
el día de la Santa Cruz, el gallardo Hotspur
(el joven Enrique Percy) y el gran Archibaldo
(ese audaz y aguerrido escocés)
se enfrentaron en Holmedon, en combate
sangriento y doloroso,
según cuentan atendiendo a la lluvia
de disparos y por las apariencias,
pues el mensajero había partido
al galope en el ardor de la batalla
ignorando el desenlace.
REY
Aquí está sir Walter Blunt, nuestro querido
y afanoso amigo, recién desmontado,
cubierto de la tierra más variada
que hay entre Holmedon y nuestra corte,
y trae noticias gratas y halagüeñas.
El Conde de Douglas fue vencido.
Sir Walter vio a diez mil bravos escoceses
y a veintidós caballeros en los llanos de Holmedon
hacinados en su sangre. Hotspur apresó
a Mordake, Conde de Fife y primogénito
del derrotado Douglas, y al Conde de Atholl,
al de Murray, Angus y Menteith.
¿Verdad que ésta es una presa honorable,
un grandioso trofeo? ¿Verdad, pariente?
WESTMORELAND
Es triunfo del que un rey puede ufanarse.
REY
Sí, y eso me entristece y me hace pecar
de envidia, al ver que lord Northumberland
es el padre afortunado de tal hijo,
un hijo que está siempre en boca del honor,
el árbol más derecho en cualquier bosque,
favorito y orgullo de Fortuna,
mientras yo, al considerar su gloria,
veo manchada la frente de mi Enrique
por la deshonra y el vicio. ¡Ojalá se demostrara
que algún hada nocturna había cambiado
a nuestros hijos arropados en la cuna,
llamando al mío Percy, y al suyo Plantagenet!.
Así tendría yo a su Enrique, y él al mío.
Mas no piense yo en él. ¿Qué opinas, pariente,
del orgullo de este Percy? A los hombres
que captura en esta empresa los retiene
para sí y manda aviso de que sólo
será mío Mordake, Conde de Fife.
WESTMORELAND
Eso es obra de su tío, Worcester,
nefasto para vos en todos los sentidos;
él le ha hecho engallarse y levantar
la cresta juvenil contra vuestra grandeza.
REY
Le he mandado llamar para explicarse.
Por tal motivo hemos de aplazar
nuestra santa expedición a Jerusalén.
Pariente, informa a los señores de que el miércoles
vamos a celebrar consejo en Windsor.
Después vuelve conmigo de inmediato,
pues más queda por decir y por hacer
de lo que ahora la cólera permite.
WESTMORELAND
Sí, Majestad.

Salen.

I.ii Entran Enrique, PRÍNCIPE de Gales, y sir Juan FALSTAFF.

FALSTAFF
Bueno, Hal, ¿qué hora es ya, muchacho?


PRÍNCIPE
Estás tan atontado de beber vino, desabrocharte des¬pués de comer y dormir la siesta en los bancos, que no sabes preguntar lo que de verdad quieres saber. ¿Qué diablos te preocupa a ti la hora? Salvo que las horas fuesen copas de jerez, los minutos capones, los relojes lenguas de alcahuetas, los relojes de sol anuncios de burdeles y hasta el sol bendito una moza deslumbrante vestida de rojo tafetán, no veo por qué te molestas en preguntar la hora que es.
FALSTAFF
Hal, has dado en el quid, pues los que robamos bolsas nos guiamos por la luna y las siete estrellas, no por Febo, ese «hermoso caballero andante». Anda, pillete, cuando seas rey, que, Dios salve a Tu Gracia, mejor dicho, a Tu Majestad (pues la gracia no irá contigo)...
PRÍNCIPE
¿Cómo que no?
FALSTAFF
Que no, ni para bendecir un huevo con manteca.
PRÍNCIPE
¿Cómo es eso? Vamos, habla ya rotundamente.
FALSTAFF
Vaya, pues cuando seas rey, pillete, que no nos llamen ladrones de la luz del día a los guardas mayores de la noche. Llámennos guardabosques de Diana, caballeros de las sombras, favoritos de la luna. Y dígase que somos hombres de buen gobierno, ya que estamos gobernados, como el mar, por nuestra noble y casta dama la luna, que vela por nuestra nocturnidad.
PRÍNCIPE
Bien dicho, y bien que se cumple, pues la suerte de quienes somos hombres de la luna tiene un flujo y un reflujo como el mar, ya que, como el mar, está gober¬nada por la luna. La prueba es que una bolsa de oro resueltamente arrebatada el lunes por la noche se gasta disolutamente el martes por la mañana; se gana bra¬mando «¡Alto ahí!», y se gasta gritando «¡Tabernero!»; primero, con marea tan baja como el pie de una esca¬lera, y después, tan alta como el travesaño de la horca.
FALSTAFF
Por Dios, que dices bien, muchacho... ¿Y a que la dueña de mi posada es una moza muy dulce?
PRÍNCIPE
Como la miel de Hibla, mi viejo de la mancebía. ¿Y a que un jubón de piel es una dulce prenda en la cárcel?
FALSTAFF
Oye, oye, locuelo. ¿A qué tus listezas y tus sutilezas? ¿Qué narices tengo yo que ver con un jubón de piel?
PRÍNCIPE
¿Y qué cuernos tengo yo que ver con la posadera?
FALSTAFF
Pues, una y otra vez has andado en cuentas con ella.
PRÍNCIPE
¿Te he pedido alguna vez que pagues tu parte?
FALSTAFF
No, eso no lo niego. Allí lo has pagado todo.
PRÍNCIPE
Allí y en todas partes, hasta donde he podido estirar la bolsa. Cuando no, me he valido de mi crédito.
FALSTAFF
Sí, tanto que si no fuese verdadero que tú eres el prín¬cipe heredero... Pero, anda, dime, pillete: cuando tú seas rey, ¿seguirá habiendo patbulos aquí, en Inglaterra? Y la audacia, ¿seguirá burlada como ahora por el herrumbroso freno de esa vieja farsante que es la ley? Cuando seas rey, no cuelgues a ningún ladrón.
PRÍNCIPE
No, colgarás tú.
FALSTAFF
¿Yo? ¡Magnífico! Por Dios, que seré un gran juez.
PRÍNCIPE
Empiezas juzgando mal. He dicho que tú te encargarás de ahorcar a los ladrones, y así serás un magnífico verdugo.
FALSTAFF
Bueno, Hal, bueno. En cierto modo, va bien con mi carácter, como servir en la corte, créeme.
PRÍNCIPE
¿Esperando una prebenda?
FALSTAFF
Sí, esperando alguna prenda del nutrido ropero del ver¬dugo. ¡Voto a..! Estoy más triste que un gato macho o un oso encadenado.
PRÍNCIPE
O que un león viejo o un laúd de amante.
FALSTAFF
Eso, o que el quejido de una gaita.
PRÍNCIPE
¿Y qué me dices de una liebre o de la melancolía de una ciénaga?
FALSTAFF
Tus símiles son de lo más desagradable, y eres el más bribón, mordaz y querido de los príncipes. Anda, Hal, no me agobies con tanta vanidad. Ojalá tú y yo supié¬ramos dónde adquirir una provisión de buena fama. El otro día, un señor mayor del Consejo me riñó en la calle a propósito de ti, pero yo no le hice caso, aunque hablara sabiamente; no le atendí, aunque hablara sabia¬mente y, además, en plena calle.
PRÍNCIPE
Hiciste bien, pues la sabiduría clama en las calles y nadie le hace caso.
FALSTAFF
¡Ah! Tú, con tus citas retorcidas, eres muy capaz de corromper a un santo. Me has hecho mucho daño, Hal; Dios te lo perdone. Antes de conocerte, Hal, yo no sabía nada, y ahora, hablando con franqueza, apenas soy mejor que uno de los impíos. He de cambiar de vida, y voy a cambiar. Vive Dios que, si no, soy un gra¬nuja. No pienso condenarme por ningún hijo de rey de toda la cristiandad.
PRÍNCIPE
Juan, ¿dónde vamos a robar mañana?
FALSTAFF
¡Voto a ... ! Donde tú quieras, muchacho; estoy contigo. Si no, me llamas granuja y me cuelgas por los pies.
PRÍNCIPE
Ya veo cómo te enmiendas: del rezo al robo.
FALSTAFF
Pero, Hal, ¡si es mi vocación! Seguir cada cual su voca¬ción no es pecado.

Entra POINS.

¡Poins! Ahora sabremos si Gadshill ha planeado algún golpe. ¡Ah! Si los hombres se salvaran por sus méritos, ¿qué rincón del infierno le quemaría lo suficiente? Es el ruin más omnipotente que ha gritado «¡Alto ahí!» a un hombre honrado.
PRÍNCIPE
Buenos días, Ned.
POINS
Buenos días, querido Hal.- ¿Qué dice monsieur Remordimientos? ¿Qué dice don Juan Jerez Azuca¬rado? FALSTAFF, ¿cómo has tratado tu alma con el diablo que se la vendiste el viernes santo por un vaso de madeira y un muslo de capón fiambre?
PRÍNCIPE
FALSTAFF cumple su palabra, y el diablo hará su negocio: como siempre se atiene a los dichos, dará al diablo lo que es del diablo.
POINS
Entonces te condenas por cumplir con el diablo.
PRÍNCIPE
O se ha condenado por timarle.
POINS
Pero muchachos, muchachos, mañana a las cuatro de la madrugada pasarán por Gad's Hill peregrinos que van a Canterbury con ricas ofrendas y mercaderes que se dirigen a Londres con la bolsa bien gorda. Tengo antifaces para todos y vosotros ya tenéis vuestros caba¬llos. Gadshill pasa la noche en Rochester. Yo he encar¬gado en Eastcheap la cena de mañana noche. Lo podríamos hacer hasta durmiendo. Si os venís, os lle¬naré la bolsa; si no, quedaos en casa y que os cuelguen.
FALSTAFF
Oye, Ned, si no voy y me quedo en casa, te cuelgo yo a ti por ir.
POINS
¿De veras, mofletes?
FALSTAFF
Hal, ¿te vienes con nosotros?
PRÍNCIPE
¿Quién, yo? ¿Ladrón yo? Ni pensarlo.
FALSTAFF
Si por diez chelines no te atreves, no eres honrado, ni hombre, ni buen compañero, y no llevas sangre real.
PRÍNCIPE
Bueno, por una vez en mi vida haré una locura.
FALSTAFF
Así se habla.
PRÍNCIPE
Entonces, pase lo que pase, me quedo en casa.
FALSTAFF
Pues, por Dios, que, cuando tú seas rey, yo seré un trai¬dor.
PRÍNCIPE
Me da igual.
POINS
Anda, FALSTAFF, déjame a solas con el príncipe. Le daré tan buenas razones para esta aventura que se vendrá.
FALSTAFF
Pues que Dios te infunda el don de la persuasión y a él voluntad de superarse, para que lo que digas convenza y lo que él oiga sea creíble. Así, el príncipe real, por pasarlo bien, se convertirá en falso ladrón, pues los pobres males de estos tiempos necesitan apoyo. Adiós, me veréis en Eastcheap.
PRÍNCIPE
¡Adiós, tardía primavera! ¡Adiós, veranillo de San Martín!

[Sale FALSTAFF.]

POINS
Mi queridísimo príncipe, acompañadnos mañana. Quiero gastar una broma y no puedo hacerlo solo. FALSTAFF, Peto, Bardolfo y Gadshill les robarán a esos hombres a los que hemos preparado una emboscada, sólo que vos y yo no estaremos allí. Cuando tengan el botín, si nosotros dos no se lo robamos, cortadme la cabeza.
PRÍNCIPE
¿Y cómo nos separamos de ellos al salir?
POINS
Pues quedamos en un sitio y salimos antes o después que ellos, lo que nos permite no acudir. Se lanzarán solos a la empresa y, en cuanto la hayan consumado, caemos sobre ellos.
PRÍNCIPE
Sí, pero seguramente nos conocerán por los caballos, la vestimenta y demás pormenores.
POINS
¡Bah! Los caballos no los verán: los ataré en el bosque. Después de dejarlos, nos cambiaremos de antifaz. Y, amigo, tengo a propósito ropa de bocací con que tapar los trajes que conocen.
PRÍNCIPE
Sí, pero temo que no podamos con ellos.
POINS
Bueno, sé que dos son los mayores cobardes que hayan salido por pies y, si el tercero pelea más de lo preciso, yo dejo las armas. Lo grande de la broma será la enor¬midad de mentiras que este golfo barrigón nos contará luego en la mesa: cómo luchó con treinta, por lo menos; los quites, los golpes, los peligros que vivió. La gracia vendrá al desmentírselo.
PRÍNCIPE
Bien, iré contigo. Trae lo que necesitemos y ven a verme a Eastcheap mañana noche. Cenaré allí. Adiós.
POINS
Adiós, señor.

Sale.

PRÍNCIPE
Os conozco a todos, y por ahora he de seguiros
la vena desatada de vuestra ociosidad.
De este modo imitaré al sol,
que permite a las viles y malsanas nubes
ahogar ante el mundo su belleza
para que, añorado, cuando le plazca
ser de nuevo él mismo, se le admire
al brillar entre las nieblas inmundas
que parecían asfixiarlo.
Si todo el año fuese un día de fiesta,
el juego aburriría como el trabajo,
pero, cuando escasea, la fiesta es deseada,
pues la rara ocasión es lo que gusta.
Así que, cuando deje esta vida disipada
y pague la deuda que nunca prometí,
desmentiré las expectativas de la gente
mostrándome mejor que mi palabra
y, como un metal radiante en fondo oscuro,
mi transformación brillará sobre mis culpas
con más luz y más admiración
que lo que nunca puede resaltarse.
Ofendiendo, haré un arte de la ofensa,
redimiendo el tiempo cuando menos crean.

Sale.

I.iii Entran el REY, NORTHUMBERLAND, WORCESTER, HOTSPUR, sir Walter BLUNT y otros.

REY
Mi sangre ha estado fría y harto prudente,
adversa a reaccionar ante deshonras,
y bien lo habéis notado, ya que habéis
pisoteado mi paciencia. Os aseguro
que desde ahora pienso responder como un rey,
temible y poderoso, y no según mi temple,
que es suave como seda, blando cual plumón,
y me ha privado del derecho al respeto
que el alma altiva sólo muestra ante el altivo.
WORCESTER
Majestad, nuestra casa mal merece
el azote que le inflige una grandeza
a la que con nuestras propias manos
ayudamos a darle su esplendor.
NORTHUMBERLAND
Majestad...
REY
Salid de aquí, Worcester, pues bien veo
en vuestros ojos el peligro y la desobediencia.
Sí: vuestra actitud es harto osada y dominante,
y la realeza nunca puede tolerar
el ceño desafiante de un vasallo.
Tenéis licencia para iros. Os llamaré
cuando requiera vuestros servicios y consejos.

Sale WORCESTER.

Ibais a hablar.
NORTHUMBERLAND
Sí, mi señor. Los prisioneros
en vuestro nombre reclamados
que Enrique Percy, aquí presente, capturó,
no se os negaron, según él, con tanta fuerza
como han informado a Vuestra Majestad.
Por tanto, de esta falta es culpable
la malicia o el error, que no mi hijo.
HOTSPUR
Majestad, yo no os negué prisioneros,
aunque recuerdo que, al final del combate,
estando yo sediento del ardor y la fatiga,
sin aliento y débil, apoyadó en mi espada,
llegó cierto señor, pulcro y recompuesto,
flamante como un novio, con rapado mentón
que parecía un rastrojal recién segado.
Iba más perfumado que un modista
y llevaba entre un dedo y el pulgar
una poma de esencias. De cuando en cuando,
se la acercaba a la nariz y la apartaba,
lo que le daba irritación y cada vez
le hacía bufar. Él seguía hablando y sonriendo
y, al pasar los soldados con cadáveres,
los llamaba gentuza ignorante y descortés
por traer esos muertos indecentes
entre el viento y su nobleza.
Con muchos términos de galas y de damas
me habló, reclamando, entre otras cosas,
mis prisioneros en nombre de Vuestra Majestad.
Yo, escociéndome las heridas ya enfriadas,
mareado por ese papagayo,
dolorido e indignado respondí
de mala gana sabe Dios qué, que tal vez
sí, que tal vez no, pues me indignaba
verle tan galano y tan fragante,
hablando igual que una dama de compañía
de heridas, cañones y tambores (¡válgame!)
y diciéndome que la esperma era el remedio
soberano para una contusión;
que era una gran lástima, vaya que sí,
que el innoble salitre se excavara
de las entrañas de la inocua tierra
y que matase tan cobardemente a tantos
hombres valientes y que, de no ser por esos
viles cañones, él habría sido soldado.
A esa cháchara vana e inconexa, mi señor,
respondí, como he dicho, indiferente,
y os ruego que su relato no se admita
como una acusación que se interponga
entre mi afecto y Vuestra alta Majestad.
BLUNT
Considerando estas circunstancias, mi señor,
lo que lord Enrique Percy le dijese
a tal persona en tal sitio
en tal momento, con todo lo demás,
se puede enterrar en el olvido
y no invocarlo contra él, ni acusarle
por lo dicho, con tal que se desdiga.
REY
Mas retiene todavía a sus prisioneros,
poniendo por reserva y condición
que al punto yo rescate a mis expensas
a su cuñado, el insensato Mortimer,
quien, por mi alma, conscientemente traicionó
la vida de cuantos llevaba a combatir
contra el gran mago, el maldito Glendower
con cuya hija me han dicho que hace poco
se ha casado el Conde de March. ¿Voy a vaciar
mis arcas por redimir a un traidor?
¿Pagar la traición y pactar con cobardes
que se han hundido y entregado?
No, que muera de hambre en las montañas,
pues yo nunca he de tener por amigo
al hombre cuya lengua me pida ni un penique
para rescatar al rebelde Mortimer.
HOTSPUR
¡Rebelde Mortimer!
Él nunca os ha fallado, Majestad,
sino por el azar de la guerra. Para probarlo,
bastará que hablen sus heridas abiertas,
las heridas que animoso recibió
cuando, en los juncos que bordean al dulce Severn,
en combate singular, cuerpo a cuerpo,
consumió buena parte de una hora
enzarzado a estocadas con el gran Glendower.
Tres veces descansaron y tres veces bebieron,
por acuerdo, de las rápidas aguas del Severn,
que, aterrado por sus rostros sangrientos,
corría asustado entre los juncos temblorosos
y escondía en su cauce su rizada cabeza,
manchado con la sangre de estos dos valientes.
Jamás la ruin e infame astucia
se disfrazó con heridas tan mortales,
ni jamás pudo el noble Mortimer
recibir tantas, y todas de buen grado.
Así que no se le acuse de traición.
REY
Lo que dices de él es falso, Percy, falso:
él nunca peleó contra Glendower.
La misma gana tiene de luchar contra el diablo
que de enfrentarse a Owen Glendower.
¿No te da vergüenza? Muchacho, desde hoy
no me hables nunca más de Mortimer.
Envíame tus prisioneros cuanto antes
o las noticias que de mí recibas
no te gustarán.- Northumberland,
tenéis licencia para partir con vuestro hijo.¬-
Tú envíame tus prisioneros o te pesará.

Sale el REY [con BLUNT y otros].

HOTSPUR
Por más que el diablo rugiendo me los pida,
no pienso enviárselos. Ahora mismo voy tras él
y se lo digo. Será un desahogo,
aunque me juegue la cabeza.
NORTHUMBERLAND
¡Cómo! ¿Ebrio de cólera? Quieto, y calma.
Aquí viene tu tío.

Entra WORCESTER.

HOTSPUR
¿No hablar de Mortimer?
¡Voto a ...! Hablaré de él, y que se pierda
mi alma si no me uno a él.
Sí, por él vaciaré todas mis venas
y verteré mi sangre en el polvo gota a gota
para elevar al pisoteado Mortimer
a la altura de este rey tan desagradecido,
de este ingrato e infecto Bolingbroke.
NORTHUMBERLAND
Hermano, el rey ha enfurecido a tu sobrino.
WORCESTER
¿Quién encendió el fuego después de salir yo?
HOTSPUR
Se empeña en que le dé mis prisioneros
y, cuando yo insisto en el rescate
del hermano de mi esposa, se pone blanco
y me lanza una mirada de muerte,
temblando de oír el solo nombre de Mortimer.
WORCESTER
Tiene sus motivos. ¿No proclamó heredero
a Mortimer el difunto rey Ricardo?.
NORTHUMBERLAND
Cierto: yo oí la proclamación.
Y fue entonces cuando el infortunado rey
(los agravios que le hicimos Dios perdone)
partió en aquella expedición a Irlanda,
de donde regresó, tras suspenderla,
para ser depuesto y, luego, asesinado.
WORCESTER
Y por cuya muerte la gran lengua del mundo
nos deshonra y vitupera.
HOTSPUR
Un momento. ¿Es verdad que el rey Ricardo
proclamó a mi cuñado Edmundo Mortimer
heredero de la corona?
NORTHUMBERLAND
Es verdad. Yo mismo lo oí.
HOTSPUR
Entonces su primo el rey tiene motivos
para querer que muera de hambre en las montañas.
¿Es posible que vosotros, que pusisteis
la corona en la cabeza de este olvidadizo
y que por él lleváis el vil estigma
de complicidad en esa muerte, es posible
que afrontéis un mar de maldiciones
por ser agentes suyos, sus infames instrumentos,
sogas, escaleras y aun verdugos?
¡Ah, perdonadme que yo caiga tan bajo
como para mostrar el rango y condición
en que os halláis bajo este artero rey!
¿Se dirá con vergüenza en nuestros días
o pasará a las crónicas futuras
que hombres de vuestra nobleza y poder
se implicaron en una causa injusta
(como, Dios os lo perdone, hicisteis ambos)
por segar a Ricardo, esa dulce y bella rosa,
y plantar esta zarza podrida, Bolingbroke?
¿Y se dirá con más vergüenza todavía
que os engaña, os desecha y os arrumba
quien os hizo emprender esa vergüenza?
No: a tiempo estáis aún de redimir
el desterrado honor y reponer
vuestro buen nombre en el sentir del mundo.
Vengaos del escarnio y el desprecio
de este altivo rey, que se afana día y noche
en saldar las cuentas que os adeuda
liquidando con sangre vuestra vida.
Por tanto, os digo...
WORCESTER
Calla, sobrino, basta ya.
Ahora os voy a abrir un libro secreto
y a vuestro bien despierto malestar
voy a leerle un asunto grave y arriesgado,
tan lleno de azares y peligros
como cruzar un río atronador
sobre la vara inestable de una lanza.
HOTSPUR
Y si uno cae, se acabó, se hunda o nade.
Enviad el peligro de este a oeste,
que lo cruce el honor de norte a sur
y dejad que se peleen. ¡Ah, más bulle la sangre
provocando a un león que levantando liebres!
NORTHUMBERLAND
Imaginarse alguna gran hazaña
ya le hace perder la contención.
HOTSPUR
Por Dios, sería un brinco fácil arrancar
radiante honor a la pálida luna
o arrojarse al fondo del océano,
donde la sonda nunca alcanzará,
y sacar ahogado honor por las melenas
para que quien lo gane pueda ser
el solo portador de sus favores.
¡Nada de tristes glorias compartidas!
WORCESTER
Concibe todo un mundo de visiones,
no el sentido de lo que debe interesarle.¬
Buen sobrino, préstame atención por un momento.
HOTSPUR
Disculpadme.
WORCESTER
Esos nobles escoceses que son tus prisioneros...
HOTSPUR
¡Los retengo! Por Dios,
que no pienso darle ni uno solo,
no, aunque un escocés le salve el alma.
¡Juro que los retengo!
WORCESTER
Te disparas,
y no prestas oídos a mi asunto.
Los prisioneros vas a retenerlos...
HOTSPUR
¡Vaya que sí! ¡Ya lo creo!
Dijo que no rescataría a Morúmer,
me prohibió hablar de Mortimer,
mas yo voy a encontrarle donde duerma
y gritarle en el oído: «¡Mortimer!»
Es más, haré que enseñen a hablar a un estornino,
que no diga más que «Mortimer», para entonces
regalárselo y mantener viva su rabia.
WORCESTER
Atiéndeme, sobrino.
HOTSPUR
Solemnemente renuncio a toda ocupación
que no sea la de amargar e irritar a Bolingbroke.
Respecto a ese maleante de Príncipe de Gales,
si no fuera porque su padre no le quiere
y gozaría si algo malo le pasara,
yo veneno le daría con la cerveza.
WORCESTER
Adiós, pariente. Hablaré contigo
cuando estés en condiciones de escucharme.
NORTHUMBERLAND
¡Qué insensato, impaciente e irritable,
que nos vienes con humores de mujer,
sin pegar tu oído a más lengua que la tuya!
HOTSPUR
¡Es que me flagelan y me azotan con varas,
me pican hormigas y ortigas cuando oigo
hablar de este intrigante Bolingbroke!
En tiempos de Ricardo... ¿Cómo se llama el sitio?
¡Mala peste...! Está en Gloucestershire.
Es donde vivía el loco de su tío, el duque,
su tío York; donde doblé la rodilla
ante este rey de sonrisas, este Bolingbroke,
¡voto a ... !, cuando él y vos volvíais de Ravenspurgh....
NORTHUMBERLAND
El castillo de Berkeley.
HOTSPUR
Eso es. Pues, ¡cuánta cortesía almibarada
me ofreció este galgo zalamero!
Que «cuando madurara su fortuna...»,
que si «noble Enrique Percy», que si «buen primo».
¡Ah, el diablo se lleve a los que empriman!
Dios me perdone. Hablad, tío. He acabado.
WORCESTER
O, si no, tú vuelve a darle.
Te esperamos.
HOTSPUR
He acabado, de verdad.
WORCESTER
Volvamos, pues, con tus prisioneros escoceses.
Libéralos al punto sin rescate, y que el hijo
de Douglas sea tu solo medio de lograr
soldados en Escocia. Por razones varias
que te enviaré por escrito, sin duda
los obtendremos fácilmente.¬
[A NORTHUMBERLAND] Ocupado tu hijo así en Escocia,
tú puedes en secreto insinuarte
con el noble y amadísimo prelado,
el arzobispo.
HOTSPUR
El de York, ¿verdad que sí?
WORCESTER
El mismo. Que soporta mal
la muerte de su hermano, lord Scroop, en Bristol.
Lo que digo no son suposiciones,
ni creencias, sino lo que sé
que se ha rumiado, tramado y decidido,
y lo único que falta es vislumbrar
el rostro del momento favorable.
HOTSPUR
¡Ya lo huelo! ¡Por mi vida, que irá bien!
NORTHUMBERLAND
Antes que haya caza, ya sueltas los perros.
HOTSPUR
Por fuerza ha de ser un plan sublime.
Y entonces el ejército de Escocia y el de York
se unen a Mortimer, ¿eh?
WORCESTER
Eso es.
HOTSPUR
El plan es formidable, de verdad.
WORCESTER
Y hay buenos motivos para apresurarse
en sacar la cabeza por salvarla,
pues, por más serenidad que demostremos,
el rey siempre se creerá nuestro deudor
y creerá que nos creemos disgustados,
hasta que un día nos pague a fondo.
Ya podéis ver cómo ha empezado
a negarnos sus muestras de afecto.
HOTSPUR
Cierto, cierto. Nos vengaremos de él.
WORCESTER
Adiós, sobrino. No te salgas de la ruta
que yo te marque en mi carta.
Cuando sea el momento, que ha de serlo pronto,
sigiloso iré a ver a Glendower y Mortimer
en lugar donde Douglas, tú y nuestro ejército,
según disponga yo, felizmente os reuniréis
para tomar en vuestras fuertes manos
la suerte que ahora vemos muy incierta.
NORTHUMBERLAND
Adiós, buen hermano. En el éxito confío.
HOTSPUR
Adiós, tío. ¡Vuelen horas, y este juego
nos lo aplaudan campos, golpes y lamentos!

Salen.

II.i Entra un ARRIERO con una lámpara en la mano.

ARRIERO 1.°
¡ Eh-eh! -Que me cuelguen si no son las cuatro de la mañana. La Osa Mayor ya está encima de la chimenea, y el caballo sin cargar.- ¡Eh, mozo!
Mozo [dentro]
¡Ya voy, ya voy!
ARRIERO 1.°
Anda, Tom, sacúdele la silla a Cut. Mete un poco de algodón bajo el fuste. El pobre jaco está escoriado en la cruz, y bien.

Entra otro ARRIERO.

ARRIERO 2.°
Aquí el pienso está húmedo a rabiar, y eso es lo pri¬mero que les trae las lombrices a los pobres pencos. Desde que murió Robin, la posada está hecha un lío.
ARRIERO 1.°
El pobre se puso triste desde que subió la avena. Eso fue su muerte.
ARRIERO 2.°
Creo que, para pulgas, ésta es la posada más infame de todo el camino de Londres. Estoy más picado que una tenca.
ARRIERO 1.°
¿Que una tenca? Maldita sea, de la medianoche acá nunca hubo rey cristiano más mordido que yo.
ARRIERO 2.°
No nos dan un orinal; hay que hacer aguas en la chime¬nea, y la orina cría más pulgas que una locha
ARRIERO 1.°
¡Eh, mozo! ¡Vamos ya, maldito, vamos ya!
ARRIERO 2.°
Yo tengo que llevar a Charing Cross un jamón y dos raíces de jengibre.
ARRIERO 1.°
¡Cuerpo de Dios! Los pavos que llevo yo se mueren de hambre.- ¡Eh, mozo! ¡Mala peste...! ¿No tienes ojos en la cara? ¿No oyes? Si no vale un buen trago rom¬perte la crisma, yo soy un canalla. ¡Vamos ya, maldito! ¿No eres de fiar?

Entra GADSHILL.

GADSHILL
Buenas noches, arrieros, ¿qué hora es?
ARRIERO [1.°]
Creo que son las dos.
GADSHILL
Anda, déjame tu lámpara, que vea en la cuadra a mi caballo.
ARRIERO 1.°
Tú, despacio, que yo también sé darla con queso.
GADSHILL
Anda, déjame la tuya.
ARRIERO 2.°
¡Ni hablar! Que le deje la lámpara, dice éste. Antes te veré colgado.
GADSHILL
Oye, arriero, ¿a qué hora piensas llegar a Londres?
ARRIERO 2.°
A tiempo para acostarme con lámpara, no lo dudes.¬Anda, vecino, vamos a despertar a los señores. Quieren ir acompañados, que llevan mucha carga.

Salen [los ARRIEROS].

GADSHILL
¡Eh, sirviente!

Entra el SIRVIENTE.

SIRVIENTE
«A mano, dijo el ladrón.»
GADSHILL
Eso es como decir «A mano, dijo el sirviente», pues no te diferencias del ladrón más que el capataz del jorna¬lero. Tú das las instrucciones.
SIRVIENTE
Buenas noches, maese Gadshill. Lo que os dije anoche se mantiene. Un hacendado de la parte de Kent se ha traído doscientas libras en oro. Oí que se lo decía a uno de su grupo anoche en la cena, una especie de auditor, también con mucha carga -sabe Dios de qué. Ya están levantados y pidiendo huevos con manteca. Se van en seguida.
GADSHILL
Oye, si no se topan con amigos de lo ajeno, aquí tienes mi cuello.
SIRVIENTE
No, gracias. Guardáoslo para el verdugo, pues sé que veneráis a San Ajeno con tanta fe como un infiel.
GADSHILL
¿Por qué me hablas del verdugo? Si me cuelgan a mí, engordará el patbulo, pues conmigo colgarán a Falstaff, y bien sabes que él no está en los huesos. ¡Bah! Hay otros socios que tú ni sueñas, que por gusto se complacen en honrar la profesión y que, si se investi¬gara el asunto, ellos lo arreglarían por la cuenta que les trae. Yo no me junto con rateros de a pie, ni salteadores de medio pelo, ni bocazas borrachuzos de mostacho y cara roja, sino con la nobleza y la hidalguía, burgo¬maestres y magnates; gente discreta, más dispuesta a pegar que a hablar, a hablar más que a beber, y a beber más que a rezar. No: miento, ¡voto a ... !, pues le rezan continuamente a su santo, el Estado, aunque con él es más bien robar que rogar, pues lo montan arriba y abajo y se ponen las botas.
SIRVIENTE
¡Cómo! ¿Las botas con el Estado? ¿Andarán con buen pie por mal camino?
GADSHILL
Sí, claro: la justicia lo ha engrasado. Podemos robar a salvo, como en un castillo. Tenemos la receta mágica que nos hace invisibles.
SIRVIENTE
Nada de eso. Lo de haceros invisibles agradecédselo más a la noche que a la receta mágica.
GADSHILL
Venga esa mano. Tendrás tu parte del botín, palabra de hombre honrado.
SIRVIENTE
No: prefiero tu palabra de ladrón.
GADSHILL
¡Calla! Homo es como se llaman todos los hombres. Dile al mozo que me saque el caballo de la cuadra. ¡Adiós, so torpe!

Salen.

II.ii Entran el PRÍNCIPE, POINS y PETO.

POINS
¡Vamos, escondeos, escondeos! Le he quitado el caba¬llo a Falstaff, y se crispa más que el terciopelo engo¬mado.
PRÍNCIPE ¡
Escondeos!

[Se esconden.]
Entra FALSTAFF.

FALSTAFF
¡Poins! ¡Poins, así te cuelguen! ¡Poins!
PRÍNCIPE [adelantándose]
¡Calla, pícaro tripón! ¿Qué escándalo es éste?
FALSTAFF
¿Dónde está Poins, Hal?
PRÍNCIPE
Ha subido a lo alto del cerro. Voy a buscarlo.

[Se esconde.]
FALSTAFF
¡Vaya maldición la de robar en compañía de ese ladrón! El muy pícaro me quita el caballo y lo ata yo qué sé dónde. Con que ande sólo cuatro pasos, ya reviento. Bueno, si no me cuelgan por matar a ese granuja, creo que tendré una hermosa muerte, pese a todo. Y de la compañía de éste llevo renegando cada hora de estos veintidós años, pero su compañía me tiene hechizado. Que me cuelguen si el muy pillo no me ha dado algún filtro para que le quiera. Tiene que ser eso, que he bebido algún filtro. ¡Poins! ¡Hal! ¡Malditos seáis los dos! ¡Bardolfo, Peto! Antes la muerte que dar un paso más para robar. Si no vale un buen trago volverse hon¬rado y dejar a estos granujas, soy el mayor lacayo que mastica con un diente. Para mí, ocho varas de terreno áspero es como andar setenta millas, y estos viles des¬piadados lo saben muy bien. Cuando no hay lealtad entre ladrones, da asco.

Silban.

[Entran el PRÍNCIPE, POINS y PETO.]

¡Fíu!. ¡Mala peste a todos! ¡Dadme el caballo, granu¬jas, dadme el caballo y que os cuelguen!

PRÍNCIPE
Calla, barrigón, échate. Pega el oído al suelo, a ver si oyes pisadas de viajeros.
FALSTAFF
¿Tenéis palancas para levantarme después? ¡Voto a...! -No pienso mover nada el cuerpo por toda la Tesore¬ría de tu padre.- ¿Qué os proponéis montándome esto?
PRÍNCIPE
¡Mentira! No te montamos nada: estás desmontado.
FALSTAFF
Anda, mi buen príncipe, ayúdame a encontrar el caba¬llo, hijo de buen rey...
PRÍNCIPE
¡Quita, granuja! ¿Soy yo tu mozo?
FALSTAFF
¡Ahórcate con tu jarretera de príncipe heredero! Como me pillen, te delato. Que me envenene un vaso de jerez si no logro que os saquen coplas a todos y las canten con música puerca. Cuando la broma va tan lejos y, encima, andando... ¡Es odioso!

Entran GADSHILL [y BARDOLFO].

GADSHILL
¡Alto ahí!
FALSTAFF
Sí, contra mi voluntad.
POINS
Es nuestro informante, le conozco por la voz.- Bar¬dolfo, ¿traes noticias?
BARDOLFO
Cubríos la cara, poneos el antifaz, que viene bajando el dinero del rey. Va a la Tesorería Real.
FALSTAFF
Mentira, granuja, que va a La Taberna Real.
GADSHILL
Hay bastante para hacernos...
FALSTAFF
... colgar.
PRÍNCIPE
Amigos, vosotros cuatro les salís al paso en la vereda. Poins y yo iremos más abajo. Si se escapan, se toparán con nosotros.
PETO
¿Cuántos son?
GADSHILL
Unos ocho o diez.
FALSTAFF
¡Voto a ...! ¿No nos robarán ellos?
PRÍNCIPE
¿Tienes miedo, Juan Tragante?
FALSTAFF
La verdad, no soy Juan de Gante, tu flaco abuelo, pero miedo no tengo, Hal.
PRÍNCIPE
Bueno, eso ya lo veremos.
POINS
Falstaff, tu caballo está detrás del seto. Si lo necesitas, ahí lo tienes. Adiós, y pie firme.
FALSTAFF
Ahora no puedo pegarle, maldita sea.
PRÍNCIPE [aparte a POINS]
Ned, ¿y nuestros disfraces?
POINS
Aquí al lado. Seguidme.

[Salen el PRÍNCIPE y POINS.]

FALSTAFF
Y ahora, amigos, la suerte nos valga. ¡Cada cual a su asunto!

Entran los VIAJEROS.

VIAJERO [l.°]
Venid, vecino. El chico llevará los caballos cuesta abajo. Vamos un rato a pie y estiramos las piernas.
LADRONES
¡Alto ahí!
VIAJERO [2.°]
¡Dios nos bendiga!
FALSTAFF
¡A por ellos, tumbadlos, degollad a los canallas! ¡Ah, viles sanguijuelas, cebados patanes, que nos odian a los jóvenes! ¡Abajo con ellos, desplumadlos!
VIAJERO [l.°]
¡Ah, estamos perdidos, nosotros y lo nuestro!
FALSTAFF
¡Que os cuelguen, patanes tripones! ¿Cómo que perdi¬dos? ¡Ojalá llevarais toda vuestra hacienda! ¡Vamos, palurdos, vamos! ¡Qué, granujas! ¡Los jóvenes tienen que vivir! ¿Conque sois jurados? Pues os vamos a jurear.

Les roban y los atan. Salen.
Entran el PRÍNCIPE y POINS [disfrazados].

PRÍNCIPE
Los ladrones han atado a esa buena gente. Si ahora tú y yo les robamos a los ladrones y vamos alegremente a Londres, habrá tema para una semana, risa para un mes y buena broma para siempre.
POINS
Apartaos, que los oigo venir.

[Se apartan.]
Vuelven a entrar los ladrones.

FALSTAFF
Vamos, amigos. A repartirlo, y luego a cabalgar antes que amanezca. Si el príncipe y Poins no son dos cobar¬des redomados, no hay justicia. Ese Poins tiene menos agallas que un pato salvaje.

Mientras se reparten el botín, el PRÍNCIPE y POINS les atacan.

PRÍNCIPE
¡El dinero!
POINS
¡Canallas!

Salen corriendo, y FALSTAFF, después de uno o dos golpes, también huye, dejando el botín.

PRÍNCIPE
Ha sido bien fácil. Ahora, a cabalgar alegres.
Los ladrones van dispersos, y tan asustados
que ya no se atreven a reunirse.
Cada uno cree al otro un alguacil.
Vamos, Ned. Falstaff suda que se muere
y al andar va echando grasa en la magra tierra.
Si no fuese que da risa, me daría lástima.
POINS
¡Y cómo rugía el gordinflón!

Salen.

II.iii Entra HOTSPUR, leyendo una carta.

[HOTSPUR]
«Personalmente, mi señor, me agradaría estar ahí en razón del afecto que tengo a vuestra casa.» Le agrada¬ría. ¿Por qué no le agrada? En razón del afecto que tiene a nuestra casa: aquí se ve que quiere más a su gra¬nero que a nuestra casa. Sigamos leyendo: «El plan que os proponéis es peligroso.» Eso seguro. Peligroso es resfriarse, dormir, beber. Pero yo os digo, mi bobo señor, que de la ortiga del peligro arrancamos la flor de la seguridad. «El plan que os proponéis es peligroso; los amigos que nombráis, inciertos; el momento mismo, inapropiado, y toda la conjura, harto ligera frente al gran contrapeso al que se opone.» ¿Ah, sí? ¿Ah, sí? Pues yo os respondo que sois un esclavo torpe y cobarde, y que mentís. ¡Vaya un lerdo! Por Dios, que nuestro plan es tan bueno como el mejor que se haya urdido, y nuestros amigos, fieles y leales. Buen plan, buenos amigos y muy prometedor. Un plan excelente, muy buenos amigos. ¡Vaya un alma helada que es este bribón! ¡Pero si el arzobispo de York aprueba el plan y todo el curso de la acción! ¡Voto a ...! Si tuviera a mi lado a ese bellaco, le abriría la cabeza con el abanico de su dama. ¿No estamos mi padre, mi tío y yo mismo? ¿Lord Edmundo Mortimer, el arzobispo de York y Owen Glendower? ¿No está también Douglas? ¿No me dicen en sus cartas que se reunirán conmigo en armas el nueve del mes próximo y no se han puesto en mar¬cha algunos de ellos? ¡Qué bribón pagano éste, vaya infiel! ¡Ja! Ya veréis cómo ahora va al rey, de puro miedo y poquedad, a revelarle nuestros planes. ¡Ah, así me parta en dos y me pelee conmigo mismo por ani¬mar a este gachas a empresa tan honrosa! ¡Que lo cuel¬guen! ¡Que informe al rey! Estamos preparados. Esta noche me pongo en marcha.

Entra LADY [PERCY].

¿Qué hay, Catia? Te dejo antes de dos horas.
LADY PERCY
¡Ah, mi señor! ¿Por qué tan solitario?
¿Qué delito me tiene desterrada
quince días del lecho de mi Enrique?
Dime, buen esposo, ¿qué es lo que te priva
de apetito, placer y dorado descanso?
¿Por qué vuelves los ojos hacia el suelo
y te agitas cuando estás sentado solo?
¿Por qué has perdido el frescor de tus mejillas
cediendo mis tesoros y derechos amorosos
al ensimismamiento y la hosca desazón?
En tu sueño ligero he velado, y te he oído
musitar palabras de áspera guerra,
manejar tu caballo galopante,
gritar «¡Valor! ¡A la lucha!». Hablabas
de asaltos y retiradas, trincheras, tiendas,
empalizadas, defensas, parapetos,
cañones, bombardas, culebrinas,
rescates de prisioneros, muertes de soldados
y de los avatares de una lucha fiera.
Había tanta guerra en tu ánimo
y tanto se alteraba tu reposo
que las gotas de sudor brotaban de tu frente
cual burbujas en aguas removidas,
y en tu cara aparecían extrañas expresiones,
como las de quienes reprimen el aliento
ante una orden repentina. ¿Qué signos son éstos?
Mi esposo lleva algún asunto grave
y yo debo saberlo o no me quiere.
HOTSPUR
¡Eh!

[Entra un CRIADO.]

¿Gilliams ha salido ya con el mensaje?
CRIADO
Sí, señor; hace una hora.
HOTSPUR
¿Trajo Butler los caballos del gobernador?
CRIADO
Señor, acaba de traer uno.
HOTSPUR
¿Cuál? ¿Uno ruano de orejas mochas?
CRIADO
El mismo, señor.
HOTSPUR
El ruano será mi trono.
Voy a montarlo ahora mismo. ¡Ah, Esperance!.
Dile a Butler que lo lleve al parque.

[Sale el CRIADO.]

LADY PERCY
Pero, esposo, ¡óyeme!
HOTSPUR
¿Decías, esposa?
LADY PERCY
¿Qué te aleja de mí?
HOTSPUR
Pues mi caballo, mi amor; mi caballo.
LADY PERCY
¡Calla, mono loco!
Ni la comadreja tiene el mal humor
que te desquicia. Te juro
que he de saber lo que te absorbe, te lo juro.
Me temo que Mortimer, mi hermano,
reclama la corona y te manda llamar
para dar fuerza a su empresa. Pero si vas...
HOTSPUR
... tan lejos andando voy a cansarme, mi amor.
LADY PERCY
Vamos, vamos, lorito, responde
sin rodeos a mis preguntas.
Te digo que te romperé el meñique
si no me dices toda la verdad.
HOTSPUR
¡Quita, juguetona! ¡Quererte! No te quiero,
Catia, no me importas. No es éste un mundo
para jugar con muñecas, para torneos de labios,
sino para narices sangrientas y cabezas rotas.
Ésta es nuestra moneda.- ¡Dios, mi caballo! –
¿Qué dices, Catia? ¿Qué quieres de mí?
LADY PERCY
¿No me quieres? ¿De veras que no?
Muy bien, pues no. Ya que no me quieres,
yo tampoco me querré. ¿No me quieres?
Anda, dime si hablas o no en serio.
HOTSPUR
¡Vamos! ¿Quieres verme cabalgar?
Cuando esté montado, juraré
que te quiero inmensamente. Pero oye, Catia,
desde ahora no voy a dejar que me preguntes
dónde voy, ni que indagues el porqué.
Donde vaya, voy. En resumen,
esta noche tengo que dejarte, gentil Catia.
Sé que eres prudente, pero no más prudente
que la esposa de Enrique Percy. Eres leal,
pero mujer. Respecto a discreción,
no hay dama más callada, pues bien creo
que no revelarás lo que no sabes.
Me fío de ti hasta ese punto, gentil Catia.
LADY PERCY
¿Sí? ¿Hasta ese punto?
HOTSPUR
Ni un dedo más. Escucha, Catia.
Adonde vaya, tú también irás.
Hoy salgo yo, mañana tú.
¿Te satisface?
LADY PERCY
A la fuerza.

Salen.

II.iv Entran el PRÍNCIPE y POINS.

PRÍNCIPE
Anda, Ned, sal de ese cuarto tan viciado y ayúdame a reírme.
POINS
¿Dónde habéis estado, Hal?
PRÍNCIPE
Con tres o cuatro borricos entre un montón de barricas. He pulsado el bordón de la humildad. Fíjate, soy her¬mano jurado de tres mozos de taberna, y los llamo por sus nombres de pila: fulano, mengano y zutano. Juran por su salvación que, aunque yo sea el Príncipe de Gales, soy el rey de la cortesía, y me dicen claramente que no soy ningún engreído como Falstaff, sino un corintio, un mozo animoso, un buen zagal -¡vál¬game, así me llaman!-, y que, cuando sea rey de Inglaterra, estarán a mis órdenes todos los buenos mozos de Eastcheap. Al mucho beber lo llaman «teñirse de morado» y, cuando tomas aliento al trincar, hacen «¡ejem!» y te dicen «¡De un trago!». Total, que en un cuarto de hora he aprendido tanto que sé beber en su idioma, de por vida, con cualquier hojalatero. Te digo, Ned, que has perdido mucho honor al no haberme acompañado en este encuentro. Pero, querido Ned, para endulzarte el nombre, aquí te doy esta pizca de azúcar que acaba de ponerme en la mano un mozo de ésos; uno que sólo sabe hablar para decir «¡Ocho chelines y seis peniques!» y «¡Bienvenido!», con la añadidura a gritos de «¡Voy, voy, señor! ¡Apuntad un cuartillo de moscatel a "La Media Luna"»!, y así. Pero, Ned, para distraer el rato hasta que venga Falstaff, anda y métete en uno de estos cuartos mientras le pregunto a este bisoño para qué me da el azúcar. Y no dejes de gritar «¡Francisco!», para que no diga más que «¡Voy!». Ahora sal y te mostraré un ejemplo.

[Sale POINS.]

POINs [dentro]
¡Francisco!
PRÍNCIPE
¡Muy bien!
POINS [dentro]
¡Francisco!

Entra [FRANCISCO,] un mozo de taberna.

FRANCISCO
¡Voy, voy, señor! - ¡Ralph, atiende en «La Granada»!
PRÍNCIPE
Ven aquí, Francisco.
FRANCISCO
¿Señor?
PRÍNCIPE
¿Cuánto te falta de aprendiz, Francisco?
FRANCISCO
La verdad, cinco años, y tanto para...
POINS [dentro]
¡Francisco!
FRANCISCO
¡Voy, voy, señor!
PRÍNCIPE
¡Cinco años! ¡Pardiez, un largo plazo para oír chocar las jarras! Pero Francisco, ¿tendrías el valor de hacerte el cobarde con tu aprendizaje, volverle la espalda y salir por pies?
FRANCISCO
¡Ah, mi señor! Juraría sobre todas las biblias de Ingla¬terra que de todo corazón...
POINS [dentro]
¡Francisco!
FRANCISCO
¡Voy, señor!
PRÍNCIPE
¿Qué edad tienes, Francisco?
FRANCISCO
A ver, para San Miguel tendré...
POINS [dentro]
¡Francisco!
FRANCISCO
¡Voy, señor! - ¿Me aguardáis un momento, señor?
PRÍNCIPE
Escucha, Francisco. Ese azúcar que me has dado valía un penique, ¿no?
FRANCISCO
¡Ah, señor, como si valiera dos!
PRÍNCIPE
Te doy por él mil libras. Pídemelas cuando quieras y serán tuyas.
POINS [dentro]
¡Francisco!
FRANCISCO
¡Voy, voy ya!
PRÍNCIPE
¿Ya, Francisco? No, Francisco, mañana. O, Francisco, el jueves. O cuando quieras, Francisco. Pero Fran-cisco...
FRANCISCO
¿Señor?
PRÍNCIPE
¿Tú engañarías a ése del jubón de cuero con botones de cristal, pelo corto, sortija de ágata, calzas oscuras, ligas de estambre, bolsa de piel española y hablar zala¬mero?
FRANCISCO
¡Ah, señor! ¿De quién habláis?
PRÍNCIPE
Entonces lo tuyo es el moscatel, pues, fíjate, Francisco, el jubón de lona blanca se te ensuciará. En Berbería, amigo, no puede valer tanto.
FRANCISCO
¿Cómo, señor?
POINS [dentro]
¡Francisco!
PRÍNCIPE
¡Corre, bribón! ¿No oyes que te llaman?

Le llaman los dos. El mozo está
desconcer¬tado sin saber adónde ir.
Entra el TABERNERO.

TABERNERO
¿Qué haces ahí parado mientras te llaman? ¡Atiende a los parroquianos!

[Sale FRANCISCO.]

Milord, sir Juan y otros seis están a la puerta. ¿Los dejo entrar?

PRÍNCIPE
Que esperen un rato y entonces les abres.

[Sale el TABERNERO.]

¡Poins!

Entra POINS.

POINS
Voy, voy, señor.
PRÍNCIPE
Oye, Falstaff y los demás ladrones están a la puerta. ¿Nos divertimos?
POINS
De lo lindo, Hal. Pero, ¿a qué viene ese juego de inge¬nio con el mozo? ¿Qué os proponíais?
PRÍNCIPE
Ahora estoy para todos los humores que en el mundo han sido desde los viejos tiempos de nuestro buen Adán hasta la tierna edad de estas doce horas de la mediano¬che.

[Entra FRANCISCO.]

¿Qué hora es, Francisco?
FRANCISCO
Voy, voy, señor.

[Sale.]

PRÍNCIPE
¡Que éste sea hijo de mujer y tenga menos palabras que un loro! Su ocupación es arriba y abajo; su elocuencia, las partes de una cuenta. Yo no tengo el talante de Percy, el Hotspur del norte, que se mata seis o siete docenas de escoceses antes del desayuno, se lava las manos y le dice a su mujer: «¡Malhaya esta vida tran¬quila, quiero trabajo!» «¡Ah, mi buen Enrique!», dice ella. «¿A cuántos has matado hoy?» «¡Dadle de beber a mi caballo ruano!», dice él, y al cabo de una hora con¬testa: «A unos catorce. Poca cosa, poca cosa.» Anda, que entre Falstaff. Yo haré de Percy, y ese maldito cebón, de su mujer, la señora Mortimer. «¡Rivo!», dice el borracho. Que pase el Grasas, que pase el Sebo.

Entran FALSTAFF [,GADSHILL, BARDOLFO y PETO, seguidos de FRANCISCO llevando vino].

POINS
Bienvenido, Falstaff. ¿Dónde has estado?
FALSTAFF
¡Mala peste a los cobardes, digo yo, y la venganza! ¡Eso y amén! -Ponme un vaso de jerez, muchacho.-Antes que seguir llevando esta vida, prefiero hacer cal¬ceta, zurcirla y aun hacerle el pie. ¡Mala peste a los cobardes! - Ponme jerez, bergante.- ¿Es que no queda bravura?

Bebe.

PRÍNCIPE
¿Tú has visto alguna vez al Titán besar un plato de manteca -¡compasivo Titán!- que se derretía ante el dulce relato del sol? Si lo has visto, mira esa mezcla.
FALSTAFF
¡Ah, granuja, es jerez adulterado! - No hay más que granujería en un canalla, pero un cobarde es peor que un jerez adulterado. ¡Un cobarde canallesco! Adelante, Falstaff, muere cuando quieras. Si la hombría, la hom¬bría de verdad, no se ha esfumado de la faz de la tierra, yo soy un arenque seco. Ya no quedan por ahorcar en Inglaterra más que tres hombres de verdad, y uno de ellos está gordo y envejece. ¡Dios valga a estos tiem¬pos! Mal mundo, digo yo. Ojalá fuese tejedor. Cantaría salmos o algo así. Repito: ¡mala peste a los cobardes!
PRÍNCIPE
¿Qué dices, fardo de lana? ¿Qué murmuras?
FALSTAFF
¡Tú hijo de rey! Si no te saco a golpes de tu reino con daga de palo y no echo a todos tus súbditos por delante de ti como a ocas salvajes, nunca más llevaré barba. ¡Tú Príncipe de Gales!
PRÍNCIPE
¿Qué, puto gorderas? ¿Qué pasa?
FALSTAFF
¿A que eres un cobarde? ¡Contesta! ¿También está Poins?
POINS
¡Voto a..., gordinflón! Como me llames cobarde, por Dios que te apuñalo.
FALSTAFF
¿Yo llamarte cobarde? Condenado he de verte antes de llamarte cobarde, pero daría mil libras por poder correr tan ligero como tú. Tú tienes buenas espaldas y no te importa volverlas. ¿A eso llamas respaldar a los ami¬gos? ¡Mala peste a tu respaldo! ¡Dadme a quien me haga frente! - Dame jerez. Si hoy he bebido, soy un ruin.
PRINCIPE
¡Ah, granuja! ¡Pero si aún no te has secado los labios!
FALSTAFF
No importa.

Bebe.

Lo repito: ¡mala peste a los cobardes!
PRÍNCIPE
Pero, ¿qué pasa?
FALSTAFF
¿Que qué pasa? Aquí los cuatro robamos mil libras esta madrugada.
PRÍNCIPE
¿Dónde están, Juan? ¿Dónde están?
FALSTAFF
¿Dónde? Nos las han robado. Eran cien contra cuatro desgraciados.
PRÍNCIPE
¿Cómo, cien?
FALSTAFF
Si no crucé tajos con doce de ellos dos horas seguidas, soy un ruin. Escapé de milagro. Me atravesaron ocho veces el jubón, cuatro las calzas; la rodela, hecha tri¬zas; la espada, más mellada que un serrucho. ¡Ecce sig¬num! Jamás luché mejor desde que soy hombre. Pero todo en vano. ¡Mala peste a los cobardes! Que hablen éstos. Si dicen más o menos que la pura verdad, son unos infames y unos hijos de las tinieblas.
PRÍNCIPE
Hablad, señores. ¿Qué pasó?
GADSHILL
Los cuatro atacamos a unos doce...
FALSTAFF
Por lo menos dieciséis, señor.
GADSHILL
Y los atamos.
PETO
No, no. No los atamos.
FALSTAFF
¡Bellaco! Sí que los atamos, a cada uno, que, si no, soy judío: judío hebreo.
GADSHILL
Y ya en el reparto, nos atacaron otros seis o siete.
FALSTAFF
Y soltaron a los demás, que se unieron a ellos.
PRÍNCIPE
¡Vaya! ¿Y luchasteis contra todos?
FALSTAFF
¿Todos? No sé a qué llamas todos, pero si yo no luché contra cincuenta, soy un manojo de rábanos. Si no eran cincuenta y tantos contra el pobre Falstaff, no ando a dos patas.
PRÍNCIPE
Ruega a Dios que no hayáis matado a nadie.
FALSTAFF
Para rezar ya es tarde, pues machaqué a dos de ellos. A dos seguro que los liquidé, dos granujas con ropa de bocací. Óyeme, Hal, si te miento, escúpeme a la cara, llámame perro. Tú ya conoces mi quite: aquí estaba yo y así empuñaba el hierro. Me atacan cuatro granujas de bocací...
PRÍNCIPE
¿Cómo cuatro? Acabas de decir dos.
FALSTAFF
Cuatro, HaL, he dicho cuatro.
POINS
Sí, sí, ha dicho cuatro.
FALSTAFF
Los cuatro arrancan a una y me atacan firme. Yo, sin más ni más, paro sus siete puntas con mi escudo, así.
PRÍNCIPE
¿Siete? ¡Pero si ahora había cuatro!
FALSTAFF
¿De bocací?
POINS
Sí, cuatro, con ropa de bocací.
FALSTAFF
Siete, por esta espada, o soy villano.
PRÍNCIPE
Déjalo, que pronto habrá más.
FALSTAFF
¿Me oyes, Hal?
PRÍNCIPE
Sí, Juan, y con atención.
FALSTAFF
Pues sigue, que merece oírse. Esos nueve que te he dicho...
PRÍNCIPE
Ya van dos más.
FALSTAFF
Con las puntas rotas...
POINS
Se les caen los calzones.
FALSTAFF
... empiezan a ceder terreno, pero yo voy tras ellos, les doy buen servicio y, en un santiamén, liquido a siete de los once.
PRÍNCIPE
¡Qué maravilla! De dos ya han salido once.
FALSTAFF
Entonces quiere el diablo que tres ruines contrahechos vestidos de lana verde vengan a atacarme por detrás, pues estaba tan oscuro, Ha], que ni te veías la mano.
PRÍNCIPE
Esas mentiras son como el padre que las engendra, más gordas que una montaña, claras, palpables. ¡Ah, tú, tri¬pón retrasado! ¡Tú, coco de serrín! ¡Tú, puto balón de sebo mugriento y pringoso...!
FALSTAFF
¡Cómo! ¿Estás loco, estás loco? ¿La verdad no es la verdad?
PRÍNCIPE
Pues, ¿cómo podías distinguir a los de lana verde si estaba tan oscuro que ni te veías la mano? Vamos, explica. ¿Qué dices a eso?
POINS
¡Vamos, explica, Juan, explica!
FALSTAFF
¡Cómo! ¿Por la fuerza? ¡Voto a ...! Aunque estuviera en la garrucha o en todos los potros de tortura, por la fuerza no os lo diría. ¿Explicaciones por la fuerza? Aunque las hubiese a manta, no daría ninguna a nadie por la fuerza, no.
PRÍNCIPE
Pecaré si no le desmiento. Este sanguíneo cobarde, este chafacamas, este deslomapencos, esta montaña de carne...
FALSTAFF
¡Voto a ...! ¡Tú, famélico! ¡Tú, piel de anguila, lengua de vaca curada! ¡Tú, vergajo! ¡Tú, bacalao seco! ¡Ah, más aliento para decirte lo que eres! ¡Tú, vara de sas¬tre! ¡Tú, funda! ¡Tú, vaina! ¡Tú, daga empinada!
PRÍNCIPE
Bueno, toma aliento y luego sigue, y cuando te hayas cansado de tus viles insultos, deja que te diga algo.
POINS
¡Escucha, Juan!
PRÍNCIPE
Nosotros dos os vimos a los cuatro caer sobre cuatro, atarlos y adueñaros de su oro (fijaos cómo os desarma una historia sencilla). Entonces nosotros dos os ataca¬mos a los cuatro y, en dos palabras, os ahuyentamos del botín, y lo tenemos, sí, y os lo podemos enseñar aquí, en esta casa. Y, Falstaff, tú te llevaste tu panza con tanta agilidad y soltura, con tales carreras y berri¬dos de clemencia como jamás oí a ningún becerro. ¡Mira que eres ruin, mellando tu espada como has hecho y luego diciendo que ha sido en combate! ¿Qué maña, qué astucia, qué subterfugio te vas a inventar ahora para encubrir tu deshonra clara y manifiesta?
POINS
Vamos, Juan, ¿con qué maña sales ahora?
FALSTAFF
¡Por Dios, pero si os conocí tan bien como el que os hizo! Oídme, señores, ¿cómo iba yo a matar al príncipe heredero? ¿Podía yo atacar al legítimo príncipe? Tú sabes que soy tan valiente como Hércules, pero mira el instinto: el león no toca al príncipe. El instinto es pode¬roso. Ahí estuve cobarde por instinto. Tendré mejor concepto de nosotros el resto de mis días: de mí, como un valiente león; de ti, como un verdadero príncipe. Por Dios, muchachos, ¡cuánto me alegra que tengáis el dinero! ¡Posadera, cierra bien las puertas! ¡Vela esta noche y reza mañana! ¡Caballeros, mozos, muchachos, almas generosas, sean vuestros todos los títulos de la camaradería! ¿Qué, nos divertimos? ¿Improvisamos una función?
PRÍNCIPE
Conforme. El argumento será tu huida.
FALSTAFF
¡Ah, basta ya de eso, Hal, por lo que más quieras!

Entra la POSADERA.

POSADERA
¡Ah, Jesús! ¡Señor príncipe!
PRÍNCIPE
¿Qué hay, señora posadera? ¿Qué cuentas?
POSADERA
Pues, señor, que a la puerta hay un noble de palacio y desea hablar con vos. Dice que viene de parte de vues¬tro padre.
PRINCIPE
Pues dale a ese noble un real y mándalo con mi madre.
FALSTAFF
¿Qué clase de hombre es?
POSADERA
Ya mayor.
FALSTAFF
¿Y qué hace la dignidad sin acostarse a estas horas de la noche? ¿Le contesto yo?'
PRÍNCIPE
Sí, anda, Juan.
FALSTAFF
Voy a mandarlo a paseo.

Sale.

PRÍNCIPE
Señores, por Dios que luchasteis limpio; tú, Peto, y tú también, Bardolfo. También sois leones, huisteis por instinto: no ibais a tocar a un príncipe, ¡qué va!
BARDOLFO
La verdad, yo corrí al ver correr a los otros.
PRÍNCIPE
La verdad dímela en serio: ¿cómo se melló tanto la espada de Falstaff?
PETO
La melló él con su daga y dijo que, aunque desterrase de Inglaterra a la verdad de tanto perjurar, os haría creer que ocurrió en combate, y nos llevó a hacer lo mismo.
BARDOLFO
Sí, y a restregarnos la nariz con hierba áspera para que sangrase y así mancharnos la ropa y jurar que era san¬gre de hombres. Me pasó lo que no me ha pasado en muchos años: me sonrojé al oír sus disparates.
PRÍNCIPE
¡Ah, granuja! Hace dieciocho años que te robaste una jarra de vino y te pillaron in fraganti. Desde entonces te sonrojas sin querer. Tenías fuego y acero de tu parte y, sin embargo, huiste. ¿Qué instinto te llevó a ello?
BARDOLFO
Señor, ¿veis estos meteoros? ¿Veis estas exhalaciones?.
PRÍNCIPE
Sí.
BARDOLFO
¿Qué creéis que indican?
PRÍNCIPE
Hígado ardiente y bolsa fría.
BARDOLFO
Bien mirado, cólera, señor.
PRÍNCIPE
No: bien mirado, la soga.

Entra FALSTAFF.

Aquí viene el flaco Juan, aquí viene el huesos. ¿Qué hay, Juan, mi querido saco de hinchazón? ¿Cuánto hace que no te ves la rodilla?
FALSTAFF
¿La rodilla? Cuando yo tenía tus años, Hal, un águila podía rodearme el talle con las garras. Me habría colado por la sortija de un regidor. ¡Malditos suspiros y penas! Te inflan como a una vejiga. Corren pésimas noticias. Era sir Juan Bracy, de parte de tu padre. Que vayas a palacio mañana por la mañana. Ese loco del norte, Percy, y el de Gales, el que le zurró al diablo Amaimón y le puso los cuernos a Lucifer y le hizo jurar vasallaje sobre la cruz de una pica galesa... ¿Cómo se llama?
POINS
Ah, Glendower.
FALSTAFF
Owen, Owen, el mismo. Y su yerno Mortimer y Nor¬thumberland padre, y ese archiescocés tan vivo que se sube a caballo una cuesta perpendicular...
PRÍNCIPE
Ése que va a galope y con su pistola mata un gorrión al vuelo.
FALSTAFF
Lo has acertado.
PRÍNCIPE
Pero él al pájaro, no.
FALSTAFF
Bueno, el muy pícaro tiene temple y no correrá.
PRÍNCIPE
Entonces el pícaro eres tú, que le alabas por correr tanto.
FALSTAFF
¡A caballo, cuco! A pie no mueve un pie.
PRÍNCIPE
Sí, Juan: por instinto.
FALSTAFF
Conforme, por instinto. Bueno, él es uno de ellos, y un tal Mordake y mil escoceses más. Worcester se ha esca¬bullido esta noche. Con las noticias, a tu padre se le ha vuelto blanca la barba. Ahora se pueden comprar tie¬rras al precio de la vil morralla.
PRÍNCIPE
Entonces, entre el calor de junio y el ardor de esta lucha civil, compraremos doncellas como el que compra cla¬vos, a centenares.
FALSTAFF
Por Dios, muchacho, que estás en lo cierto: ahí hare¬mos buen negocio. Pero, dime, Hal, ¿no estás aterrado? Siendo el príncipe heredero, ¿cuándo volverías a tener tres enemigos peores que ese demonio de Douglas, ese ángel malo de Percy y ese diablo de Glendower? ¿No estás aterrado? ¿No se te enfría la sangre?
PRÍNCIPE
Ni pizca, de veras. Me falta un poco de tu instinto.
FALSTAFF
Pues mañana tendrás reprimenda cuando veas a tu padre. Anda, vamos, practica tus respuestas.
PRÍNCIPE
Tú haz de mi padre y pregúntame por mi modo de vida.
FALSTAFF
¿Sí? Conforme. Esta silla será mi trono, esta daga mi cetro y este cojín mi corona.
PRÍNCIPE
Tu trono parecerá una banqueta, tu cetro de oro una daga de plomo y tu preciada corona una calva lasti¬mosa.
FALSTAFF
Bien, si aún arde en ti el fuego de la gracia, te conmo¬verás. Dame jerez, que se me enciendan los ojos y
parezca que he llorado, porque hablaré con emoción y actuaré en la vena del rey Cambises.
PRÍNCIPE
Pues he aquí mi reverencia.
FALSTAFF
Y he aquí mi parlamento. Apártese la nobleza.
POSADERA
¡Jesús, qué divertido es esto!
FALSTAFF
No llores, reina querida, que es en vano verter lágri¬mas.
POSADERA
¡Dios mío, qué semblante pone!
FALSTAFF
Llevaos, por Dios, nobles, a mi afligida reina, pues el llanto colma las esclusas de sus ojos.
POSADERA
¡Jesús, recita como tantos de esos comicuchos!
FALSTAFF
¡Tú cállate, jarra! ¡Cállate, aguardiente! - Enrique, no sólo me asombra dónde pasas el tiempo, sino también tus compañías. Pues, aunque la manzanilla, cuanto más la pisan, más rápido crece, la juventud, cuanto más se malgasta, antes se consume. De que eres hijo mío tengo, por un lado, la palabra de tu madre y, por otro, mi propia opinión: me lo confirman, sobre todo, un mísero rasgo de tus ojos y ese labio inferior que te cuelga tan ridículo. Luego si eres hijo mío -ahí están tus señales-, ¿por qué, hijo mío, tantos te señalan? ¿Habrá de hacer novillos el bendito sol del cielo y comer zarzamoras? Pregunta que no ha lugar. ¿Habrá de ser un ladrón y robar bolsas el hijo del rey? Pregunta que sí ha lugar. Enrique, hay una cosa de la que has oído hablar y que en nuestra tierra se llama la pez. Como escribieron los antiguos, la pez mancha, igual que las compañías que frecuentas. Pues, Enrique, no te hablo con licor, sino con lágrimas; no gozando, sino sufriendo; no sólo con palabras, también con penas. Y, sin embargo, hay un hombre virtuoso a quien he visto contigo muchas veces, pero no sé cómo se llama.
PRÍNCIPE
Con la venia, Majestad, ¿qué clase de hombre?
FALSTAFF
Uno de espléndida presencia y mucho cuerpo, de aspecto alegre, mirada agradable y porte muy noble. Tendrá unos cincuenta años, quizá vaya para los sesenta. Ahora me acuerdo, se llama Falstaff. Si tirase a libertino, Enrique, mucho me engañaría, pues veo virtud en su mirada. Si al árbol se le conoce por el fruto y al fruto por el árbol, te digo decididamente que en ese Falstaff hay virtud. Con él quédate y destierra a los demás. Y ahora dime, pillastre, ¿dónde has estado este mes?
PRÍNCIPE
¿Eso es hablar como un rey? Haz ahora mi papel y yo haré el de mi padre.
FALSTAFF
¿Me destronas? Si actúas con la mitad de mi decoro y majestad, en la palabra y el gesto, cuélgame de los talo¬nes como a un gazapo o liebre de carnicería.
PRÍNCIPE
Bueno, ya estoy sentado.
FALSTAFF
Y yo de pie. Juzgad, señores.
PRÍNCIPE
A ver, Enrique, ¿de dónde vienes?
FALSTAFF
Noble señor, de Eastcheap.
PRÍNCIPE
Las quejas que oigo de ti son graves.
FALSTAFF
¡Voto a Dios, señor, son falsas! -Os voy a dar un buen príncipe, veréis.
PRÍNCIPE
¿Blasfemando, mozo impío? Desde ahora, ¡fuera de mi vista! Te apartaron brutalmente de la gracia. Te acosa un diablo encarnado en un viejo gordo, un tonel de compañero. ¿Por qué te juntas con ese baúl de fluidos, ese barril de bestialidad, ese hinchado costal de hidro¬pesía, ese enorme pellejo de vino, ese fardo cargado de tripas, ese buey asado de feria relleno de morcilla, ese venerable Vicio, esa canosa Iniquidad, ese padre Rufián, esa añosa Vanidad? ¿En qué destaca sino en catar y beber vino? ¿En qué es diestro y mañoso sino en trinchar un capón y comérselo? ¿En qué hábil sino en la astucia? ¿En qué astuto sino en la infamia? ¿En qué infame sino en todo? ¿En qué digno sino en nada?
FALSTAFF
Desearía entender bien a Vuestra Majestad. ¿A quién os referís, Majestad?
PRÍNCIPE
A ese vil y abominable corruptor de jóvenes, Falstaff, a ese viejo Satanás de barba cana.
FALSTAFF
Mi señor, conozco a ese hombre.
PRÍNCIPE
Lo sé.
FALSTAFF
Pero decir que en él hay más mal que en mí mismo sería decir más de lo que sé. Que ya es mayor, es lástima, sus canas lo atestiguan, pero, con el debido respeto, que sea un putero, lo niego rotundamente. Si el jerez endulzado es una falta, ¡Dios asista a los malvados! Si ser viejo y alegre es pecado, entonces se condena más de un viejo posadero. Si por estar gordo han de odiarte, entonces hay que amar a las vacas flacas del faraón. No, mi buen señor. Desterrad a Peto, desterrad a Bar¬dolfo, desterrad a Poins, pero al buen Juan Falstaff, al gentil Juan Falstaff, al fiel Juan Falstaff, al audaz Juan Falstaff -y tanto más audaz por ser el viejo Falstaff , a él no le desterréis de la compañía de vuestro Enrique. Desterrad al orondo Falstaff y desterráis al mundo entero.
PRÍNCIPE
Pues lo hago, lo haré.

[Llaman a la puerta. Salen la POSADERA, FRANCISCO y BARDOLFO.]
Entra BARDOLFO corriendo.

BARDOLFO
¡Ah, señor, señor! A la puerta está el alguacil con una enormidad de guardias.
FALSTAFF
¡Fuera, granuja! - Sigamos hasta el final.- Tengo mucho que decir en favor de ese Falstaff.

Entra la POSADERA.

POSADERA
¡Ah, Jesús, señor, señor!
PRÍNCIPE
¡Vamos, venga! ¡Vaya líos que arma el diablo! ¿Qué pasa?
POSADERA
El alguacil y toda la guardia están a la puerta. Han venido a registrar la casa. ¿Los dejo entrar?
FALSTAFF
Escúchame, Hal: a una moneda de oro no la acuses de falsa. Tú eres de buena ley, aunque no lo parezcas.
PRÍNCIPE
Y tú un cobarde nato sin instinto.
FALSTAFF
Te niego la mayor. Si tú le niegas la entrada al algua¬cil, bien; si no, que pase. Si no adorno el carro del ver¬dugo como otro cualquiera, ¡mala peste a mi crianza! Espero que serviré para la horca igual que otro.
PRÍNCIPE
Escóndete detrás de la cortina. Los demás id arriba. Señores, la cara honrada y la conciencia tranquila.
FALSTAFF
Yo he tenido las dos cosas, pero ya les venció el plazo, así que me esconderé.

Sale.

PRÍNCIPE
Llamad al alguacil.

[Salen todos menos el PRÍNCIPE y PETO.] Entran el ALGUACIL y un ARRIERO.

PRÍNCIPE
Bien, señor alguacil. ¿Qué deseáis de mí?
ALGUACIL,
Disculpadme, Alteza. Los clamores de la gente han seguido hasta aquí a ciertos hombres.
PRÍNCIPE
¿Qué hombres?
ALGUACIL
Uno de ellos es muy conocido, Alteza: gordo y graso.
ARRIERO
Más graso que la manteca.
PRÍNCIPE
Os aseguro que ese hombre no está aquí;
ahora mismo está haciéndome un recado.
Alguacil, yo os doy mi palabra
de que mañana, a la hora de comer,
os lo enviaré, a él o a cualquier otro,
a que os responda de cualquier cargo.
Así que, ¿puedo pediros que salgáis?
ALGUACIL
Sí, Alteza. Dos señores han perdido
doscientas libras en el robo.
PRÍNCIPE
No lo dudo. Si el ladrón ha sido él,
responderá. Así que, adiós.
ALGUACIL
Buenas noches, Alteza.
PRÍNCIPE
Pronto serán «buenos días», ¿no?
ALGUACIL
Sí, Alteza. Creo que son las dos.

Sale [con el ARRIERO].

PRÍNCIPE
Este grasiento bergante es más conocido que la cate¬dral. Ve a llamarle.
PETO
¡ Falstaff! -Dormido tras la cortina y roncando como un cerdo.
PRÍNCIPE
¡Con qué fuerza ronca! Regístrale los bolsillos.

PETO le registra los bolsillos y encuentra algunos papeles.

¿Qué has encontrado?
PETO
Sólo papeles, señor.
PRÍNCIPE
A ver qué son, léelos.
PETO [leyendo]
«Un capón 2 chelines, 2 peniques
Salsa 4 peniques
Jerez, nueve litros 5 chelines, 8 peniques
Anchoas con vino después
de comer 2 chelines, 6 peniques
Pan ½ penique.»
PRÍNCIPE
¡Qué disparate! ¡Sólo medio penique de pan frente a esa barbaridad de vino! Lo demás guárdalo; lo leere¬mos en mejor momento. Que duerma ahí hasta el día. Por la mañana iré a palacio. Vamos todos a la gue¬rra, y tu puesto será honroso. A este gordo bribón le daré una tropa de infantería. Doscientos metros de marcha serán su muerte. El dinero se devolverá con intereses. Búscame por la mañana. Buenas noches, Peto.
PETO
Buenas noches, señor.

Salen.

III.i Entran HOTSPUR, WORCESTER, lord MORTIMER y OWEN GLENDOWER.

MORTIMER
Estas promesas son gratas, los aliados,
leales, y el preludio augura éxito.
HOTSPÜR
Lord Mortimer, pariente Glendower, sentaos,
y vos, tío Worcester. ¡Mala peste!
Se me ha olvidado el mapa.
GLENDOWER
No, está aquí. Sentaos,
pariente Percy, sentaos, pariente Hotspur,
pues siempre que os nombra Lancaster por tal nombre
palidecen sus mejillas y con un hondo suspiro
os desea en el cielo.
HOTSPUR
Y a vos en el infierno cada vez
que oye nombrar a Owen Glendower.
GLENDOWER
Tiene motivos. En mi nacimiento
la faz del cielo se llenó de formas llameantes,
de ardientes fanales; cuando yo nací,
el edificio y los cimientos de la tierra
temblaron de pavor.
HOTSPUR
También habrían temblado
en tal momento si llega a parir
la gata de la casa, sin haber nacido vos.
GLENDOWER
Os digo que, al nacer yo, tembló la tierra.
HOTSPUR
Y yo os digo que la tierra no pensaba
como yo si creéis que tembló porque os temía.
GLENDOWER
Se encendieron los cielos, tembló la tierra...
HOTSPUR
Temblaría de ver el cielo encendido,
no por miedo a vuestro nacimiento.
La naturaleza enferma estalla a veces
en pasmosas erupciones; a la fecunda tierra
la aqueja a menudo una especie de cólico
que causa algún vendaval atrapado
en su vientre y que, luchando por liberarse,
sacude a la anciana tierra y derriba
torres musgosas y agujas. Al nacer vos,
nuestra abuela tierra, que tenía ese mal,
tembló descompuesta.
GLENDOWER
Pariente, a pocos hombres
les consiento que me impugnen. Permitidme
deciros una vez más que, al nacer yo,
la faz del cielo se llenó de formas llameantes,
las cabras huían del monte y los rebaños
lanzaban gritos pasmosos al campo aterrado.
Son señales que me han hecho distinto
y todos los pasos de mi vida muestran
que no soy de los hombres del común.
¿Dónde está el que, abrazado por el mar
que azota las costas de Inglaterra, Escocia, Gales,
me llama su discípulo y me da lecciones?
Tráeme al hijo de mujer que me siga
por la senda laboriosa de la magia
y me guarde el paso del hondo experimento.
HOTSPUR
El galés no hay quien lo hable mejor.
Me voy a comer.
MORTIMER
Calla, cuñado Percy. Le vas a irritar.
GLENDOWER
Yo invoco espíritus del profundo abismo.
HOTSPUR
¡Vaya, y yo, y cualquiera!
Pero, ¿acuden cuando los llamáis?
GLENDOWER
Pariente, puedo enseñaros a dominar al diablo.
HOTSPUR
Y yo, deudo mío, a confundir al diablo
diciendo la verdad: la verdad confunde al diablo.
Si tenéis poder para invocarlo, traedlo,
que yo tengo poder para echarlo confundido.
Mientras viváis, la verdad confunde al diablo.
MORTIMER
Vamos, vamos. Basta ya de charla inútil.
GLENDOWER
Tres veces guerreó Enrique Bolingbroke
contra mis huestes, y las tres, desde la orilla
del Wye y del Severa arenoso, bajo áspera
tormenta, le mandé a su tierra desolado.
HOTSPUR
¡Sin las suelas y con un tiempo infame!
¿Cómo diablos evitó la fiebre?
GLENDOWER
Vamos. Aquí está el mapa. ¿Dividimos las tierras
según nuestra alianza tripartita?
MORTIMER
El archidiácono las ha dividido
en tres regiones muy iguales.
Inglaterra, desde el Trent y el Severas hasta aquí,
al sur y al este, es la parte a mí asignada.
Todo el oeste, Gales desde la orilla del Severn
y toda la tierra fértil allí comprendida,
para Owen Glendower. Y, cuñado, para ti
el resto norte a partir del Trent.
De nuestro acuerdo habrá tres copias
y, una vez que estén selladas por los tres
(asunto que esta noche se puede despachar),
mañana, cuñado Percy, tú y yo
y mi buen lord Worcester partiremos
al encuentro de tu padre y la tropa escocesa
en Shrewsbury, tal como quedamos.
Mi suegro Glendower aún no está listo,
ni hará falta su ayuda en dos semanas.
[A GLENDOWER] En este tiempo podéis reunir
a vasallos, aliados y vecinos.
GLENDOWER
En menos tiempo estaré con vosotros, señores,
y traeré a vuestras damas escoltadas.
De ellas debéis partir sin despediros,
que, si no, habrá un diluvio de lágrimas
al separarse maridos y mujeres.
HOTSPUR
Creo que mi parte aquí, al norte de Burton,
no iguala en extensión a ninguna de las vuestras.
Ved cómo este río me viene serpeando
y me corta, de lo mejor de mis tierras,
una gran media luna, una enorme tajada.
Pondré un dique a la corriente en este sitio
y aquí el plateado y suave Trent
fluirá hermoso y derecho por un nuevo cauce.
No se torcerá con un meandro tan hondo
robándome un valle tan feraz.
GLENDOWER
¿No se torcerá? Lo hará, véis que lo hace.
MORTIMER
Sí, pero ved que el río discurre
con igual ventaja al otro lado,
cortando tanto de la orilla opuesta
como al otro lado se lleva de tu parte.
WORCESTER
Sí, pero con poco gasto lo desvías aquí
y al lado norte ganas esta franja de tierra, y entonces discurre igual y derecho.
HOTSPUR
Es lo que yo quiero, y se hará con poco gasto.
GLENDOWER
No admito que se cambie.
HOTSPUR
¿Ah, no?
GLENDOWER
No, no lo haréis.
HOTSPUR
¿Quién me dirá que no?
GLENDOWER
¡Pues yo!
HOTSPUR
Haced que no lo entienda: decidlo en galés.
GLENDOWER
Hablo vuestra lengua igual que vos, señor,
pues me crié en la corte inglesa, donde
de muy joven hacía arreglos primorosos
Para arpa con poesías inglesas,
dando así al idioma ventajoso adorno:
un mérito que nunca se vio en vos.
HOTSPUR
¡Pues hay que ver cuánto me alegro!
Prefiero ser minino y decir «miau»
que ser uno de esos vendecoplas.
Prefiero oír cómo tornean un candelabro
o el chirriar de rueda seca sobre el eje,
pues con eso los dientes no me crujen,
y sí con los pasitos de un poema.
Son como el trote forzado de un jamelgo.
GLENDOWER
Conforme. Desviaremos el Trent.
HOTSPUR
Me da igual. Le doy el triple de esa tierra
a cualquier amigo benemérito.
Sólo que al negociar, fijaos bien,
discuto por la enésima parte de un cabello.
¿Está listo el acuerdo? ¿Nos vamos?
GLENDOWER
La luna brilla clara. Podéis salir de noche.
Daré prisa al escribiente. Mientras, informad
a vuestras mujeres de la marcha.
Me temo que mi hija va a volverse loca,
de tanto como adora a Mortimer.

Sale.

MORTIMER
¡Cuñado Percy! ¡Cómo contradices a mi suegro!
HOTSPUR
No puedo evitarlo. A veces me enfada
hablándome del topo y de la hormiga,
de Merlín el visionario y sus pronósticos,
de un dragón y de un pez sin aletas,
de un grifo alicorto y un cuervo que ha pelechado,
de un león tumbado y un gato rampante
y tantísima lata insensata
que uno pierde la fe. ¿Sabéis una cosa?
Anoche me tuvo al menos nueve horas
contando los nombres de los diversos diablos
que le sirven. Sin prestar atención yo decía
«¡Ejem!» y «¡Quita allá!». ¡Ah! Es más aburrido
que el penco cansado o la esposa renegona,
peor que una casa llena de humo. Antes
vivir de queso y ajo en un molino, lejos,
que comer manjares y sufrir su charla
en cualquier casa de recreo de la cristiandad.
MORTIMIER
La verdad es que es un digno caballero,
sumamente instruido, y avezado
en las artes ocultas, bravo cual león,
de gran cortesía y más generoso
que la minas de la India. ¿Sabes, cuñado?
Le tiene un gran respeto a tu carácter
y refrena su instinto natural
cuando tientas su ánimo, de veras.
Te aseguro que no vive el hombre
que le haya provocado como tú
sin probar el peligro y la repulsa.
No lo hagas tanto, te lo ruego.
WORCESTER
La verdad es que eres harto testarudo.
Desde que llegaste, has hecho suficiente
para poner a prueba su paciencia.
Es preciso que corrijas esta falta.
Aunque a veces demuestre grandeza, valor, brío
(y ése es el honor más noble que te da),
muchas veces denota ruda cólera,
falta de modales y dominio,
orgullo, altivez, soberbia, desprecio.
Un noble aquejado de la menor de estas lacras
pierde lealtades y deja un borrón
en la belleza de todas sus virtudes,
hurtándoles la alabanza.
HOTSPUR
Bien, pues reprendido. ¡Que los modales os valgan!
Aquí están nuestras mujeres. Despidámonos.

Entra GLENDOWER con LADY PERCY y LADY MORTIMER.

MORTIMER
Éste es el gran tormento que me irrita:
mi esposa no habla mi lengua, ni yo el galés.
GLENDOWER
Mi hija llora: no quiere separarse de ti.
Quiere ser soldado, quiere ir a la guerra.
MORTIMER
Mi buen suegro, decidle que ella y mi tía Percy
vendrán muy pronto en compañía vuestra.

GLENDOWER le habla en galés y LADY MORTIMER le responde en esta lengua.

GLENDOWER
Se ha empeñado. Es una moza tonta y testaruda, y no hay quien la convenza.

LADY MORTIMER habla en galés.
MORTIMER
Entiendo tu mirada, y ese lindo galés
que derraman esos cielos rebosantes
demasiado bien lo entiendo, mas por vergüenza
no puedo responderte en tal lenguaje.

LADY MORTIMER [habla] otra vez en galés

Entiendo tus besos, tú los míos;
es una conversación de sentimientos,
mas ya nunca, mi amor, faltaré a clase
hasta aprender tu idioma, pues tu boca
hace al galés tan dulce cual la noble tonada
que una hermosa reina, bajo pérgola estival,
cantase con graciosos floreos de laúd.

GLENDOWER
Como te ablandes, se volverá loca.

LADY MORTIMER vuelve a hablar en galés.
MORTIMER
¡Ah, soy todo ignorancia!
GLENDOWER
Te pide que te eches en la estera
y reclines la cabeza en su regazo
para cantarte la canción que más te gusta
y coronar al dios del sueño en tus párpados
hechizándote con la grata somnolencia
que distingue la vigilia del sueño,
cual distingue entre el día y la noche
la hora que va antes de que el carro celestial
inicie el curso dorado hacia el oriente.
MORTIMER
De corazón voy a sentarme a oír su canto.
Para entonces el acuerdo estará listo.
GLENDOWER
Sentaos. Los músicos que ahora tocarán
flotan en el aire a mil leguas de aquí.
Llegarán al instante. Sentaos y escuchad.
HOTSPUR
Ven, Catia: tú eres experta en echarte.
Ven, pronto, que recline la cabeza en tu falda.
LADY PERCY
¡Quita, ganso loco!

Suena la música.

HOTSPUR
Veo que el diablo entiende el galés.
No me extraña que sea tan caprichoso.
¡Voto a Dios que es un buen músico!
LADY PERCY
Entonces tú tendrías que ser la pura música,
pues no te riges más que por caprichos.
Tú calla, ladrón, y oye a la dama cantar en galés.
HOTSPUR
Prefiero oír a Dama, mi perra, aullar en irlandés.
LADY PERCY
¿Quieres que te partan la cabeza?
HOTSPUR
No.
LADY PERCY
Entonces échate y calla.
HOTSPUR
Tampoco, que eso es de mujeres.
LADY PERCY
¡Dios te ampare!
HOTSPUR
En la cama de la galesa.
LADY PERCY
¿Cómo?
HOTSPUR
¡Chss..! Va a cantar.

LADY MORTIMER canta una canción galesa.

Vamos, Catia, canta tú también.
LADY PERCY
Yo no, en verdad.
HOTSPUR
¡Tú no, en verdad! ¡Voto a ...! Juras como la mujer de un confitero. «¡Tú no, en verdad!» y «Tan verdad como que vivo» y «Válgame Dios» y «Más cierto que el día».
Y le das tan sedosa convicción a tus palabras
cual si nunca hubieras salido de tu pueblo.
Como señora que eres, Catia, júrame
a boca llena, y déjales a los endomingados,
a los aterciopelados, ese «En verdad»
y toda tu salpimienta de confite.
Vamos, canta.
LADY PERCY
No pienso cantar.
HOTSPUR
Así no te harás sastresa, ni enseñarás a los pájaros.¬Si ya está listo el pacto, saldré de aquí a dos horas. Venid cuando queráis.

Sale.

GLENDOWER
Vamos, vamos, Mortimer. Eres tan lento
como Percy está en ascuas por marcharse.
El pacto ya estará listo. Sellémoslo
y, en seguida, a los caballos.
MORTIMER
¡Con toda el alma!

Salen.

III.iii Entran el REY, el PRÍNCIPE de Gales y otros.

REY
Señores, permitidnos. El Príncipe de Gales
y yo hemos de hablar a solas. Mas quedad cerca,
pues voy a necesitaros en seguida.

Salen los señores.

No sé si nuestro Dios inescrutable,
por algún mal servicio que yo hiciese,
ha querido que sea mi propia sangre
la que engendre mi azote y mi condena.
Sin embargo, tu género de vida
me hace creer que el cielo te marcó
no más que como vara y ardiente venganza
para castigar mis culpas. Si no, ¿cómo
podría ese deseo tan vil e intemperante,
ese afán tan pobre, tan mísero, tan ruin,
esos vanos placeres, esas zafias compañías
en las que estás metido e injertado,
acompañar a la grandeza de tu sangre
y medirse con tu ánimo de príncipe?
PRÍNCIPE
Majestad, ojalá pudiera yo exculparme
de todos esos cargos con plena convicción
como estoy seguro de que puedo
defenderme de muchos que me imputan.
Permitidme rogaros la indulgencia
de que, tras desmentir tantos infundios
que el oído del rey por fuerza debe oír
de adulones y viles cotilleros,
se me pueda perdonar por faltas ciertas
en que mi juventud desordenada
confiesa haber incurrido realmente.
REY
Dios te perdone. Con todo, Enrique,
tus aficiones me asombran, pues llevan un vuelo
muy distinto del de tus antepasados.
Perdiste rudamente tu puesto en el Consejo
-es tu hermano menor el que lo ocupa¬
y te has enajenado casi todo
el cariño de la corte y de los nuestros.
Las esperanzas que has hecho concebir
se han arruinado y, proféticas, las almas
de los hombres anuncian tu caída.
Si yo hubiera prodigado mi persona,
sacándola y mostrándola a las gentes,
restregándola y rozándola entre el vulgo,
la pública opinión, que me llevó al trono,
habría permanecido fiel al rey,
dejándome en destierro degradante
como un tipo sin nombre ni promesa.
Al no dejarme apenas ver, salía
y, como ante un cometa, todos se admiraban
y decían a sus hijos: «¡Es él!» Y otros:
«¿Dónde? ¿Quién es Bolingbroke?» Entonces,
robándole al cielo toda su gentileza,
me revestía de tanta humildad
que me ganaba el corazón de todos
y de su boca arrancaba aclamaciones,
aun en presencia del legítimo rey.
Así mantuve siempre nueva mi persona:
cual si fuera un hábito pontifical,
la veían y se asombraban, y mi esplendor,
infrecuente pero regio, lucía como una fiesta
y cobraba grandeza por lo raro.
El liviano rey andaba aquí y allá
con graciosos sin seso e ingenios chispeantes
que brillan y se apagan. Rebajó
y mezcló su realeza con bufones
cuyo escarnio profanaba su alto título,
cedió su autoridad, en daño de su nombre,
por reírse con mozos burlones y encajar
las pullas de cualquier frívolo imberbe,
se volvió compañero de la calle
y al pueblo se entregó como un vasallo.
Como todos le veían hasta saciarse,
se empalagaron de miel y comenzaron
a aborrecer lo dulce, de lo cual
un poco más que poco es demasiado.
Así, cuando tenía que mostrarse,
era como el cuco el mes de junio,
oído sin ser notado; visto, mas con ojos
tan cansados y embotados por el hábito
que no reflejan ese asombro en la mirada
que provoca el sol de la realeza
cuando rara vez reluce ante ojos admirados,
sino que se cerraban soñolientos;
se dormían ante él y ofrecían el semblante
que le pone a su enemigo el hombre hosco
que está de su presencia lleno y harto.
En ese estado, Enrique, te hallas tú,
pues has perdido tu rango principesco
con tus viles compañías. No hay ojos
que no se hayan cansado de tu estampa,
salvo los míos, que deseaban verte más
y que ahora hacen lo que quieren evitar:
anegarse en la más necia ternura.
PRINCIPE
Desde ahora, mi augusto señor,
seré más el que soy.
REY
Eres para el mundo lo que antes fue Ricardo
cuando desde Francia yo vine a Ravenspurgh
y Percy es ahora igual que yo era entonces.
Por mi cetro y por mi misma alma,
su mérito le faculta para el trono
más que a ti la sombra de la herencia,
pues, sin derecho ni asomo de derecho,
él llena de armaduras nuestros campos,
lanza tropas contra las fauces del león
y, no siendo de más edad que tú,
lleva viejos nobles y obispos reverendos
a luchas cruentas y armas aplastantes.
¡Qué honor inmortal ha conquistado
frente al célebre Douglas, y qué hazañas,
fogosos ataques y renombre militar
lo elevan sobre todos los soldados
y le dan primacía de guerrero
en todos los reinos de la cristiandad!
Tres veces este Hotspur, este Marte en pañales,
este niño guerrero, ha vencido en sus empresas
al gran Douglas: una vez lo capturó,
lo liberó y se hizo amigo de él
para alzar más la voz del desafío
y sacudir la firmeza de mi trono.
¿Qué dices a esto? Percy, Northumberland,
el arzobispo de York, Douglas, Mortimer
han pactado contra mí y están en armas.
Mas, ¿por qué te doy estas noticias?
¿Por qué, Enrique, te hablo de enemigos
cuando tú eres el mayor y el más cercano?
Tú, que, por miedo servil, propensión
rastrera y arrebato, eres capaz
de combatirme a sueldo de este Percy,
seguirle como un perro e inclinarte ante su enojo,
mostrar cuánto has degenerado.
PRÍNCIPE
No creáis eso; veréis que no es verdad.
Y Dios perdone a quienes tanto han apartado
de mí vuestros buenos pensamientos.
La cabeza de Percy será mi redención
y, al final de alguna gran victoria,
me atreveré a deciros que yo soy hijo vuestro.
Mi ropa estará bañada en sangre
y mi cara será una máscara sangrienta
que, lavada, limpiará mi deshonor.
Será el día (vea la luz cuando deba)
en que ese joven de honra y nombradía,
ese apuesto Hotspur, ese aclamado caballero,
se enfrente a vuestro desdeñado Enrique.
¡Ojalá los honores que coronan su yelmo
fuesen multitud y en mi cabeza
se doblasen mis deshonras! Pues vendrá el tiempo
en que este mozo del norte cambie conmigo
sus hazañas por mis indignidades.
Percy es mi agente, Majestad,
que adquiere para mí hechos gloriosos,
y yo voy a exigirle tales cuentas
que habrá de rendir todas sus glorias,
sí, hasta la más menuda de su vida,
o habré de arrancárselas del pecho.
Lo prometo en el nombre de Dios
y, si es Su voluntad que lo ejecute,
os pido, mi señor, que me sanéis
las viejas llagas de mi desenfreno;
si no, el fin de la vida saldará las deudas
y yo moriré cien mil muertes
antes que romper mi juramento lo más mínimo.
REY
Con eso han muerto ya cien mil rebeldes.
Tendrás el mando y mi absoluta confianza.

Entra BLUNT.

¿Qué ocurre, Blunt? Hay urgencia en tu semblante.
BLUNT
Y la tiene el asunto que me trae.
Lord Mortimer de Escocia ha dado aviso
de que Douglas y los rebeldes ingleses
se vieron en Shrewsbury el once de este mes.
Si las partes mantienen sus promesas,
es la fuerza más temible y poderosa
que jamás se ha alzado en armas.
REY
El Conde de Westmoreland ha salido hoy
y con él mi hijo, el príncipe Juan de Lancaster,
pues la noticia es de hace cinco días.
El miércoles, Enrique, te pondrás en marcha.
El jueves partiré yo mismo.
Nuestra cita es en Bridgnorth. Enrique,
tú avanzarás por Gloucestershire, tras lo cual,
conforme a nuestros planes, todo el ejército
estará en Bridgnorth dentro de unos doce días.
Tenemos mucha tarea; vamos rápido.
La ventaja engorda mientras hay retraso.

Salen.

III.iii Entran FALSTAFF y BARDOLFO. FALSTAFF

Bardolfo, ¿a que he adelgazado horriblemente desde la última acción? ¿No he encogido? ¿No he menguado? Me cuelga la piel como la bata suelta de una anciana. Estoy más mustio que una manzana seca. Bueno, mien¬tras esté en buen estado, me arrepentiré, y en seguida, que muy pronto estaré sin ánimo ni fuerzas para arre¬pentirme. Si no se me ha olvidado cómo es por dentro una iglesia, soy un grano de pimienta, un penco decré¬pito. ¡Una iglesia por dentro! ¡Las compañías, las viles compañías han sido mi ruina!
BARDOLFO
Sir Juan, os crispáis tanto que no viviréis mucho.
FALSTAFF
¡Ahí está! Vamos, cántame una canción verde, alé¬grame. Yo era tan dado a la virtud como debe serlo un caballero; lo bastante. Maldecía poco, no jugaba a los dados más de siete veces (por semana). No iba al bur¬del más de una vez (cada cuarto de hora). Pagaba lo que debía (tres o cuatro veces). Vivía bien y con medida, y ahora vivo sin orden, sin medida.
BARDOLFO
Estáis tan gordo, sir Juan, que a la fuerza estáis sin medida, sin medida razonable, sir Juan.
FALSTAFF
Tú enmienda esa cara y yo enmendaré mi vida. Eres nuestro buque insignia, con el fanal en la popa, sólo que tú lo llevas en la nariz. Eres el Caballero de la Ardiente Lámpara.
BARDOLFO
Sir Juan, mi cara no os hace ningún daño.
FALSTAFF
Ya lo creo que no. La uso como el que tiene una cala¬vera o algún memento mori. Nada más ver tu cara pienso en el fuego del infierno, y en el rico epulón, que vestía púrpura, pues ahí está con sus galas, ardiendo, ardiendo. Si fueses dado a la virtud, juraría por tu cara: «¡Por este fuego, es el ángel de Dios!» Pero no tienes salvación, y si no fuese por la luz de tu cara, serías el hijo de la negra tiniebla. Cuando subiste Gad's Hill aquella noche a recoger mi caballo, si no te tomé por un fuego fatuo o una bola ardiente, es que el dinero no vale. ¡Ah, eres una perenne luminaria, una hoguera eterna! Me has ahorrado mil libras en hachones y en antorchas yendo conmigo de taberna en taberna. Pero con el jerez que te he pagado habría comprado velas a buen precio en la más cara cerería de toda Europa. Yo mantengo el fuego de esa salamandra de nariz desde hace treinta y dos años. ¡Dios me lo premie!
BARDOLFO
¡Ojalá mi cara estuviera en vuestra panza!
FALSTAFF
¡Dios se apiade! Me darías ardor de estómago.

Entra la POSADERA.

¿Qué tal, doña Clueca? ¿Has averiguado quién me lim¬pió el bolsillo?
POSADERA
Sir Juan, ¿qué pensáis, sir Juan? ¿Pensáis que tengo ladrones en mi casa? He buscado, he preguntado, y también mi marido, hombre tras hombre, mozo tras mozo, sirviente tras sirviente. Hasta ahora en mi casa no se había perdido un pelo.
FALSTAFF
Mientes, posadera. Aquí a Bardolfo le han rapado, y ha perdido más de un pelo, y yo te juro que a mí me han limpiado el bolsillo. ¡Quita allá! Mujer tenías que ser.
POSADERA
¿Quién, yo? ¡No, os desafío! ¡Luz divina! ¡Nadie me ha llamado así en mi propia casa!
FALSTAFF
Vamos, que te conozco muy bien.
POSADERA
No, sir Juan, no me conocéis, sir Juan. Yo sí que os co¬nozco. Sir Juan, me debéis dinero, y ahora buscáis dispu¬ta para burlarme. Os compré una docena de camisas.
FALSTAFF
Estopa, vil estopa. Se las he regalado a unas panaderas. Las usan para cerner.
POSADERA
A fe de mujer honrada, era holanda de a ocho chelines el metro. Además, sir Juan, me debéis dinero aquí, por comidas y bebidas, y por dinero prestado: veinticinco libras.
FALSTAFF
Éste también tuvo su parte: que pague él.
POSADERA
¿Él? ¡Pero si es pobre, no tiene nada!
FALSTAFF
¿Cómo pobre? Mírale la cara. ¿Eso es pobreza? Que se acuñe la nariz, que se acuñe los carrillos; yo no pagaré un centavo. ¿Soy yo acaso el hijo pródigo? ¿No puedo estar a gusto en mi posada sin que me roben? He per¬dido un anillo de sello de mi abuelo que vale cuarenta libras.
POSADERA
¡Jesús! No sé cuántas veces le he oído decir al príncipe que el anillo era de cobre.
FALSTAFF
¿Qué? El príncipe es un vaina, un ruin. ¡Voto a ... ! De estar aquí, le zurraría como a un perro si dijera eso.

Entran marchando el PRÍNCIPE [y PETO]. FALSTAFF va a su encuentro, usando su bas¬tón como si tocara un pífano.

¿Qué hay, muchacho? ¿Es éste el viento que corre? ¿Hay que marchar?
BARDOLFO
Sí, por parejas, como en la cárcel.
POSADERA
Oídme, Alteza, os lo ruego.
PRÍNCIPE
¿Qué dice doña Prisas? ¿Qué tal tu marido? Le quiero bien; es hombre honrado.
POSADERA
Por Dios santo, oídme.
FALSTAFF
Anda, déjala en paz y óyeme a mí.
PRÍNCIPE
¿Qué quieres, Juan?
FALSTAFF
La otra noche me dormí aquí, detrás de la cortina, y me limpiaron el bolsillo. Esta casa se ha vuelto un burdel: roban bolsillos.
PRÍNCIPE
¿Qué has perdido, Juan?
FALSTAFF
¿Me creerás, Hal? Tres o cuatro pagarés de cuarenta libras cada uno y un anillo de sello de mi abuelo. PRÍNCIPE
Una pequeñez de nada.
POSADERA
Eso le he dicho, señor, y le he dicho que os he oído a vos decirlo. Y, señor, dice pestes de vos, como el mal¬hablado que es, y dice que os va a zurrar.
PRÍNCIPE
¡Cómo! No puede ser.
POSADERA
Si miento, ni soy fiel, ni honrada, ni mujer.
FALSTAFF
Ni eres más fiel que una prójima, ni más honrada que un zorro acosado y, en cuanto a «mujer», la más desco¬cada es una santa a tu lado. ¡Vamos, quita, cosa!
POSADERA
¿Cosa? Decid, ¿qué cosa?
FALSTAFF
¿Qué cosa? Una cosa para dar gracias a Dios.
POSADERA
Yo no soy nada para dar gracias a Dios, que os ente¬réis. Soy mujer de hombre honrado y, quitando que seáis caballero, sois un infame por decirme eso.
FALSTAFF
Y, quitando lo de mujer, tú eres una bestia por ne¬garlo.
POSADERA
¿Qué bestia, granuja, eh?
FALSTAFF
¿Qué bestia? Una nutria.
PRÍNCIPE
¿Una nutria, sir Juan? ¿Por qué una nutria?
FALSTAFF
Pues porque no es carne ni pescado: uno no sabe cómo tomarla.
POSADERA
Mentís al decir eso: vos o cualquiera sabe bien cómo tomarme, granuja.
PRÍNCIPE
Cierto, posadera, y te calumnia del modo más burdo.
POSADERA
Y también a vos, Alteza: el otro día dijo que le debíais mil libras.
PRÍNCIPE
Oye, tú. ¿Que yo te debo mil libras?
FALSTAFF
¿Mil libras, Hal? ¡Un millón! Tu cariño vale un millón, y me debes tu cariño.
POSADERA
Y, señor, ha dicho que sois un vaina y que os zurraría.
FALSTAFF
¿Lo he dicho, Bardolfo?
BARDOLFO
Pues sí, sir Juan; lo habéis dicho.
FALSTAFF
Claro, si él dijera que mi anillo es de cobre.
PRÍNCIPE
Digo que es de cobre. ¿Te atreves a cumplir tu palabra?
FALSTAFF
Bueno, Hal, sabes que me atrevería si sólo fueras hom¬bre, pero, al ser príncipe, te temo como a un cachorro de león.
PRÍNCIPE
¿Por qué no como a un león?
FALSTAFF
Es al rey al que hay que temer como a un león. ¿Tú crees que yo te temo igual que a tu padre? No: si así fuera, quiera Dios que se me rompa el cinturón.
PRÍNCIPE
Si así fuera, las tripas se te caerían por las rodillas. En tu seno no hay lugar para la fidelidad, la verdad o la honradez: todo él está lleno de tripas y diafragma. ¡Acusar a una mujer honrada de limpiarte el bolsillo! ¡Ah, puto granuja, insolente, hinchado! Si hubiera otra cosa en tus bolsillos que cuentas de taberna, direccio¬nes de burdeles y una pizca de azúcar para darte ener¬gía; si no hubiera más riqueza en tus bolsillos que estas pérdidas, yo soy un canalla. Y, sin embargo, te obstinas y no te embolsas la injuria. ¿No te da vergüenza?
FALSTAFF
Oye, Hal. Sabes que, en su estado de inocencia, Adán pecó. ¿Qué podía hacer el pobre Juan Falstaff en tiem¬pos tan depravados? Tengo más carne que cualquier otro y, por tanto, más flaqueza. Entonces, ¿admites que me robaste?
PRÍNCIPE
Eso es lo que parece.
FALSTAFF
Posadera, te perdono. Anda y prepara el desayuno, quiere a tu marido, vigila a tus sirvientes, mima a tus huéspedes y verás que me avengo a razones. Me con¬tento fácilmente, como ves. Anda, vete.

Sale la POSADERA.

Bueno, Hal, las noticias de palacio: ¿qué hay del robo, muchacho?
PRÍNCIPE
¡Ah, querido cebón! Siempre he de ser tu ángel custo¬dio. El dinero se ha devuelto.
FÁLSTAFF
Ah, eso de devolverlo no me gusta: es doble trabajo.
PRÍNCIPE
He hecho las paces con mi padre y puedo hacer lo que quiera.
FALSTAFF
Para empezar, roba las arcas del Tesoro, y sin ningún empacho.
BARDOLFO
Eso, Alteza.
PRÍNCIPE
Juan, te he conseguido un mando en infantería.
FALSTAFF
Lo habría preferido en caballería. ¿Dónde encontraré quien sepa robar? ¡Ah, un buen ladrón de veintidós años o por ahí! Estoy vilmente equipado. Bueno, gra¬cias a Dios por esos rebeldes; sólo ofenden al honrado. Yo los alabo, los ensalzo.
PRÍNCIPE
¡Bardolfo!
BARDOLFO
¿Señor?
PRÍNCIPE
Lleva esta carta al príncipe Juan de Lancaster, mi hermano Juan, y ésta a lord Westmoreland.

[Sale BARDOLFO.]

Vamos, Peto, a los caballos, que tú y yo hemos de hacer treinta millas antes de comer.

[Sale PETO.]

Juan, reúnete conmigo en Temple Hall
mañana a las dos de la tarde.
Te diré cuál es tu tropa y te daré
dinero e instrucciones para que os equipéis.
El país ya arde, Percy está encumbrado,
y unos u otros se vendrán abajo.

[Sale.]

FALSTAFF
¡Qué noble! ¡Qué excelso! ¡Desayuno, venga!
¡Ah, si mi tambor fuese esta taberna!

Sale.

IV.i Entran HOTSPUR, WORCESTER y DOUGLAS.

HOTSPUR
Bien dicho, noble escocés. Si en tan finos tiempos
decir verdad no se juzgase halago,
Douglas recibiría tanta alabanza
que nadie acuñado de guerrero
tendría tal circulación en todo el mundo.
Por Dios, no sé adular, desprecio
las lenguas lisonjeras, mas nadie sino vos
tiene en mi corazón lugar más digno.
Vamos, pulsad mi palabra, ponedme a prueba.
DOUGLAS
Sois el rey del honor.
No alienta en el mundo un hombre fuerte
a quien yo no desafíe.
HOTSPUR
Hacedlo: obraréis bien.

Entra un MENSAJERO con una carta.

¿Qué carta traes? - Sólo puedo agradecéroslo.
MENSAJERO
Carta de vuestro padre.
HOTSPUR
¿Carta suya? ¿Por qué no viene él?
MENSAJERO
No puede, señor: está muy enfermo.
HOTSPUR
¡Voto a ... ! ¿Cómo tiene tiempo de enfermar
en momento tan crispado? ¿Quién lleva sus tropas?
¿Bajo qué mando se acercan?
MENSAJERO
La carta os informará, no yo, mi señor.
WORCESTER
Dime, ¿acaso guarda cama?
MENSAJERO
Sí, señor: cuatro días antes de salir yo.
En el momento de mi marcha
los médicos temían por su vida.
WORCESTER
Ojalá que hubiera concluido nuestro asunto
antes que le aquejase esta dolencia:
su salud nunca ha importado como ahora.
HOTSPUR
¿Enfermo? ¿Decaído? Esta dolencia
infecta el corazón de nuestro plan.
Hasta aquí se extiende, hasta el campamento.
Escribe aquí que una dolencia interna...
y que no pudo reunir a sus aliados
por representación, ni creyó idóneo
confiar un asunto de tal peso y peligro
a nadie menos implicado que él.
Sin embargo, nos da el audaz consejo
de que avancemos con nuestra escasa coalición
para ver si nos asiste la fortuna;
como él escribe, ceder ya no es posible,
pues el rey sin duda está informado
de todos nuestros planes. ¿Qué decís a esto?
WORCESTER
La dolencia de tu padre nos mutila.
HOTSPUR
Es una herida grave, un miembro cercenado...
Y sin embargo, no. Su actual ausencia
parece peor de lo que es. ¿Sería bueno
apostar a una jugada el total
de nuestros bienes, arriesgar tan rico juego
a la ventura de una hora incierta?
De ningún modo, pues haciéndolo veríamos
el fondo y la esencia de nuestra esperanza,
el límite, el más remoto confín
de todos nuestros recursos.
DOUGLAS
Así sería, sin duda. Contando ahora
con buena expectativa, podemos gastar
esperanzados en lo que vendrá más tarde.
Es un refugio al que podemos recurrir.
HOTSPUR
Un albergue, un hogar al que acogernos
si el diablo y la desdicha se cerniesen
sobre los primeros brotes de esta empresa.
WORCESTER
Con todo, quisiera que estuviese aquí tu padre.
La índole y el temple de esta acción
no admiten divisiones. Algunos
que no saben por qué falta pensarán
que le apartaron la lealtad, la prudencia,
la mera desaprobación de nuestros planes.
Considerad que tales pensamientos
podrían cambiar el rumbo de un apoyo débil
y poner en duda nuestra causa.
Bien sabéis que nosotros, la parte ofensiva,
debemos evitar que nos indaguen,
cegar todos los huecos y mirillas
por donde el ojo racional pueda observarnos.
La ausencia de tu padre descorre una cortina
que brinda al ignorante unos recelos
con que antes ni soñaba.
HOTSPUR
Imagináis demasiado.
Yo tomo su ausencia más bien de este modo:
confiere brillo y muy alto renombre,
mayor audacia a nuestra gran empresa
que si él aquí estuviese. La gente pensará
que, si podemos levantar nuestras fuerzas
sin su ayuda contra un reino, con su ayuda
lo pondremos todo boca abajo.
Ahora va bien todo, seguimos de una pieza.
DOUGLAS
A pedir de boca. No hay palabra
en toda Escocia para hablar de miedo.

Entra sir Ricardo VERNON.

HOTSPUR
¡Pariente Vernon! ¡Por mi alma, sed bienvenido!
VERNON
Ojalá mis noticias lo merezcan.
El Conde de Westmoreland, con siete mil hombres,
marcha hacia nosotros con el príncipe Juan.
HOTSPUR
Nada malo. ¿Qué más?
VERNON
También he sabido
que el rey en persona se dirige aquí,
o está a punto de salir a toda prisa,
con una fuerza grande y poderosa.
HOTSPUR
Se le dará la bienvenida. ¿Y su hijo,
el veloz y alocado Príncipe de Gales
y sus compinches, que echaron el mundo a un lado
y lo dejaron correr?
VERNON
Todos pertrechados, todos en armas;
con penachos como los avestruces
ondeando cual águilas recién bañadas;
brillando en sus cotas doradas como efigies;
con tanta vida como la primavera,
radiantes como el sol en el verano,
vivaces como cabras, salvajes cual novillos.
Vi al joven Enrique, con la visera en alto,
los muslos acorazados, las gallardas armas,
saltar como el alado Mercurio desde el suelo
y caer sobre el caballo con tal gracia
cual si bajase un ángel de las nubes
para hacer que el ardiente Pegaso diera vueltas
y hechizar con su maestría al mundo entero.
HOTSPUR
¡Basta, basta! Peor que el sol de marzo,
ese elogio me trae fiebres. ¡Que vengan!
Si con sus galas vienen a inmolarse,
se los ofrendaremos calientes y sangrientos
a la virgen de la guerra, la de ojos llameantes.
Marte, de armadura, sentado en su altar,
estará sumido en sangre. Me enardece
oír que se aproxima esta presa tan valiosa
y aún no es nuestra. Dejad que pruebe mi corcel,
el que va a llevarme como un rayo
contra el pecho del Príncipe de Gales.
Enrique con Enrique, caballo con caballo
han de encontrarse, sin cejar hasta la muerte.
¡Ojalá estuviera aquí Glendower!
VERNON
De él traigo noticias.
Al pasar por Worcester, he sabido
que no puede reunir tropas antes de dos semanas.
DOUGLAS
Ésta es la peor de las noticias.
WORCESTER
Seguro que sí; ésta hiela el alma.
HOTSPUR
¿A cuánto asciende el ejército del rey?
VERNON
A treinta mil.
HOTSPUR
Que sean cuarenta.
Aun estando ausentes mi padre y Glendower,
nuestras fuerzas bastarán para el combate.
Vamos, pasemos revista prontamente;
se acerca el día del juicio. ¡Venga la muerte!
DOUGLAS
No habléis de morir. Yo no tendré miedo
a la muerte ni a su brazo por un tiempo.

Salen.

IV.ii Entran FALSTAFF y BARDOLFO.

FALSTAFF
Bardolfo, adelántate a Coventry y lléname la botella de jerez. Nuestros soldados pasan por allí. Llegaremos a Sutton Coldfield esta noche.
BARDOLFO
¿Me dais dinero, capitán?
FALSTAFF
Págalo tú, págalo tú.
BARDOLFO
Esta botella ya hace diez chelines.
FALSTAFF
Pues quédatelos por el trabajo, y si hace veinte, quéda¬telos todos; yo respondo del provecho. Dile a mi teniente Peto que me busque a la salida del pueblo.
BARDOLFO
Sí, capitán. Adiós.

Sale.

FALSTAFF
Si no me dan vergüenza mis soldados, soy salmonete en vinagre. He abusado vilmente del reclutamiento. Por ciento cincuenta soldados me he llevado trescien¬tas y pico libras. Yo sólo recluto a propietarios de casas y tierras, a sus hijos; me busco novios amonestados ya dos veces en la iglesia; a una partida de comodones que antes oirían al diablo que un tambor; a los que les da más miedo un disparo de mosquete que un ave alcan¬zada o un pato salvaje herido. Sólo he reclutado a esos blandengues que tienen el ánimo más chico que una cabeza de alfiler, y que han pagado por librarse. Ahora toda mi tropa se compone de abanderados, cabos, tenientes, suboficiales: unos míseros más harapientos que Lázaro en pintura, al que los perros del glotón le lamían las llagas; y de otros que jamás fueron solda¬dos, sino sirvientes despedidos por pillería, hijos meno¬res de segundones, mozos de taberna huidos y mozos de cuadra sin trabajo, parásitos de la paz y de la calma, diez veces más indecentes que una vieja bandera des¬garrada. Éstos que tengo para llenar los huecos de los que se libraron parecen ciento cincuenta hijos pródigos desastrados, recién salidos de una pocilga, de comer desperdicios. Por el camino me paró un loco y me dijo que yo había limpiado todos los patíbulos y reclutado a los cadáveres. Nadie vio jamás tales espantajos. No pienso atravesar Coventry con ellos, eso seguro. Sí, y los rufianes marchan a pierna abierta, como si llevasen grilletes (la verdad es que a la mayoría los saqué de la cárcel). No se ve camisa y media en toda mi compañía, y la media son dos pañuelos atados y echados sobre los hombros, como un tabardo sin mangas. Y la camisa, a decir verdad, robada al posadero de San Albano o al hostelero de nariz roja de Daventry. Pero da igual: ya encontrarán suficiente ropa blanca tendida al sol.

Entran el PRÍNCIPE y lord WESTMORELAND.

PRÍNCIPE
¿Qué hay, Juan hinchado? ¿Qué hay, colchón?
FALSTAFF
¡Hal! ¿Qué hay, locuelo? ¿Qué diablos haces en War¬wickshire? - Milord de Westmoreland, disculpadme. Creí que ya estabais en Shrewsbury.
WESTMORELAND
La verdad, sir Juan, hora es de que estuviera allí, y tam¬bién vos; pero mis tropas ya han llegado. Seguro que el rey nos está esperando a todos. Debemos salir esta noche.
FALSTAFF
¡Bah! Confiad en mí. Estaré en vela como un gato robando nata.
PRÍNCIPE
Lo de robar nata está bien, pues tus robos te han vuelto mantequilla. Pero dime, Juan, ¿de quién son esos tipos que te siguen?
FALSTAFF
Míos, Hal, míos.
PRÍNCIPE
Jamás vi morralla más patética.
FALSTAFF
¡Bah, bah! Son buenos para ensartarlos. ¡Carne de cañón, carne de cañón! Llenarán la fosa igual que otros mejores. ¡Bah! Son mortales, son mortales.
WESTMORELAND
Sí, pero sir Juan, creo que están míseros y flacos, y hechos unos pordioseros.
FALSTAFF
Pues su miseria no sé de dónde la sacaron; su flacura, seguro que de mí no.
PRÍNCIPE
Seguro que no, a no ser que llames flacura a tres dedos de grasa. Bueno, venga, date prisa. Percy ya está en el campo.

Sale.

FALSTAFF
¿Ha acampado el rey también?
WESTMORELAND
Sí, sir Juan. Me temo que nos demoramos.

[Sale.]

FALSTAFF
Muy bien, pues convienen
a final de riña y a inicio de almuerzo
luchador sin brío y comensal hambriento.

Sale.

IV iii Entran HOTSPUR, WORCESTER, DOUGLAS y VER¬NON.

HOTSPUR
Le atacamos esta noche.
WORCESTER
Imposible.
DOUGLAS
Si no, le dais ventaja.
VERNON
Ni una pizca.
HOTSPUR
¿Por qué lo negáis? ¿No espera él refuerzos?
VERNON
Nosotros también.
HOTSPUR
Los suyos son ciertos; los nuestros, dudosos.
WORCESTER
Sobrino, hazme caso: esta noche, quieto.
VERNON
No os mováis, señor.
DOUGLAS
No aconsejáis bien. Habláis con miedo y flaqueza de ánimo.
VERNON
No me calumniéis, Douglas. Por mi vida,
y me atrevo a mantenerlo con mi vida,
si por honor bien entendido he de atacar,
tendré tan poco trato con el miedo
como vos, señor, o cualquier otro escocés vivo.
Que se vea mañana en la batalla
cuál de nosotros tiene miedo.
DOUGLAS
Eso, o esta noche.
VERNON
Conforme.
HOTSPUR
Yo digo que esta noche.
VERNON
Vamos, vamos, no es posible. Me maravilla
que, siendo como sois hombres de mando,
no sepáis imaginar los estorbos
que nos frenan. Parte de la caballería
de mi primo Vernon no ha llegado,
la de vuestro tío Worcester no llegó hasta hoy,
y ahora su brío y su nervio están dormidos:
la fatiga los ha dejado torpes, dóciles;
ningún caballo da de sí la cuarta parte.
HOTSPUR
También los caballos del enemigo
están cansados del viaje y muy débiles.
De los nuestros, la mayor parte está repuesta.
WORCESTER
Las fuerzas del rey son más numerosas.
Por Dios, sobrino, espera hasta que lleguen todos.

Tocan a parlamentar.
Entra sir Walter BLUNT.

BLUNT
Traigo del rey un noble ofrecimiento,
si concedéis audiencia y atención.
HOTSPUR
Bienvenido, sir Walter Blunt.
Ojalá fuerais vos de nuestro bando.
Algunos os queremos bien, por más
que nos duelan vuestra fama y vuestros méritos,
pues no pertenecéis a nuestro grupo,
sino que os oponéis como enemigo.
BLUNT
Y ojalá siga oponiéndome
mientras vos, con desmedida conducta,
os opongáis a la ungida majestad.
Pero a mi asunto. El rey desea saber
la índole de vuestros agravios y el motivo
por el que, del seno de la paz civil,
concitáis tal hostilidad, enseñando
rebeldía a su leal nación. Si el rey
de algún modo ha olvidado vuestros méritos,
que reconoce ser muy numerosos,
os ruega que nombréis vuestros agravios, y al punto
lograréis vuestros deseos con usura
y el perdón universal para vos y para todos
los descarriados por vuestra tentación.
HOTSPUR
El rey es benigno, y bien sabemos que el rey
sabe cuándo prometer y cuándo pagar.
Mi padre, mi tío y yo mismo
le dimos la realeza que ahora ostenta
y, cuando no tenía ni treinta hombres,
ni estima popular, y sólo era un mísero,
un pobre desterrado que volvía a escondidas,
mi padre le dio la bienvenida a nuestras costas.
Y, al oírle jurar ante Dios que él sólo
venía para ser Duque de Lancaster,
reclamar su herencia y reconciliarse
con llanto de inocencia y palabras de lealtad,
mi padre, movido de bondad y compasión,
juró prestarle ayuda, y lo hizo.
Cuando lores y barones del reino
vieron que le apoyaba Northumberland,
grandes y humildes, de rodillas, gorro en mano,
le acogían en ciudades, burgos, aldeas,
le aguardaban en puentes, a los lados de la calle,
le obsequiaban, le ofrecían su lealtad
y a sus hijos como pajes, le seguían,
a él pegados, en radiante multitud.
Él, muy pronto, advirtiendo su poder,
se eleva más allá del juramento
que le hizo a mi padre con tanta mansedumbre
en la desierta playa de Ravenspurgh.
Entonces, claro, se encarga de parar
unos edictos y decretos rigurosos
que eran gran carga para el pueblo,
denuncia abusos, aparenta llorar
los males del país y, con tal semblante,
con esa apariencia justiciera, se gana
el corazón de cuantos se propone.
Y va más lejos: les corta la cabeza
a todos los favoritos en quienes el rey
ha delegado cuando se ausenta para ir
en persona a la guerra contra Irlanda.
BLUNT
Basta. No he venido aquí para oír esto.
HOTSPUR
Pues al grano. Poco después destrona al rey
y muy pronto le quita la vida
para, acto seguido, gravar todo el reino.
Para empeorarlo, permite que March, su pariente
(que, si cada uno estuviera en su lugar,
sería el verdadero rey), quede en Gales de rehén,
donde aún permanece sin que lo rescaten.
Desprestigia mis gozosas victorias,
pretende atraparme con espías,
a mi tío lo echa del Consejo con insultos
y a mi padre de la corte airadamente;
rompe juramentos, comete tropelías
y, al final, nos empuja a asegurarnos
la defensa en este ejército, y aun a discutirle
su realeza, que creemos demasiado
tortuosa para que siga por más tiempo.
BLUNT
¿Queréis que lleve al rey esta respuesta?
HOTSPUR
No, sir Walter. Lo deliberaremos.
Volved con el rey. Que garantice
un retorno seguro a nuestro campo,
y mañana temprano irá mi tío
a llevar nuestras propuestas. Y ahora, adiós.
BLUNT
Espero que aceptéis favor y afecto.
HOTSPUR
Es posible.
BLUNT
Dios lo quiera.

Salen.

IV. iv Entran el ARZOBISPO de York y SIR MIGUEL.

ARZOBISPO
Pronto, sir Miguel, llevad a toda prisa
esta carta sellada al Lord Mariscal,
ésta a mi pariente Scroop, y el resto,
a sus destinatarios. Si supierais
su importancia, os daríais prisa.
SIR MIGUEL
Mi señor, me figuro el contenido.
ARZOBISPO
Seguramente.
Mañana, sir Miguel, es el día
en que la suerte de diez mil hombres
se pondrá a prueba: si estoy bien informado,
el rey, con una hueste poderosa
reclutada con presteza, se une en Shrewsbury
al príncipe Enrique, y me temo, sir Miguel,
que, entre la dolencia de Northumberland,
cuyo ejército era el más crecido,
y la ausencia de Owen Glendower,
con cuyo gran apoyo se contaba
y que no viene, abrumado por unas profecías,
me temo que la fuerza de Percy sea tan débil
que no pueda aventurarse contra el rey.
SIR MIGUEL
No temáis, mi buen señor:
están Douglas y lord Mortimer.
ARZOBISPO
No, Mortimer no está.
SIR MIGUEL
Pero están Mordake, Vemon, Enrique Percy,
y está lord Worcester con sus tropas
de bravos soldados, de nobles caballeros.
ARZOBISPO
Es verdad, pero el rey ha reunido
a las fuerzas más ilustres del país:
el Príncipe de Gales, el príncipe Juan de Lancaster,
el noble Westmoreland, el bélico Blunt,
más muchos aliados y otros hombres
de valía y espíritu aguerrido.
SIR MIGUEL
Ya veréis cómo les hacen frente.
ARZOBISPO
Eso espero. Con todo, hay que guardarse.
Para evitar lo peor, daos prisa, sir Miguel,
pues si lord Percy no triunfa, el rey vendrá
a visitarnos antes de licenciar sus tropas,
ya que sabe que estamos coligados,
y más vale armarse contra él;
conque daos prisa. Yo tengo que escribir
a otros amigos. Adiós, sir Miguel.

Salen.

V.i Entran el REY, el PRÍNCIPE de Gales, el príncipe Juan de LANCASTER, sir Walter BLUNT y FALSTAFF.
REY
¡Qué sangriento asoma el sol por detrás
de ese boscoso monte! Su aspecto malsano
vuelve pálido el día.
PRÍNCIPE
Su intención la proclama el viento sur,
y el sordo silbar entre las hojas
anuncia tormenta y borrascoso día.
REY
Entonces que armonice con los perdedores,
pues para el ganador no hace mal tiempo.

Toque de clarín.
Entran WORCESTER [y VERNON].

¿Qué hay, milord Worcester? Es lamentable
que vos y yo tengamos que encontrarnos
en situación como ésta. Traicionáis mi confianza
y, en vez de la cómoda ropa de la paz,
imponéis el duro acero a mis viejos miembros.
Es inadmisible, señor, inadmisible.
¿Qué contestáis? ¿Queréis deshacer
el áspero nudo de la odiosa guerra,
girar de nuevo en la órbita obediente
en la que dabais luz bella y natural,
y dejar de ser un meteoro de vapores,
un temible augurio, un vaticinio
de infortunios para tiempos por nacer?
WORCESTER
Oídme, Majestad.
Por mi parte viviría satisfecho
si el fin de mi existencia discurriese
por días tranquilos, pues afirmo
que yo no he buscado esta discordia.
REY
¿No la habéis buscado? Entonces, ¿cómo viene?
FALSTAFF
Se encontró la rebelión tumbada en el camino.
PRÍNCIPE
¡Calla, charlatán, calla!
WORCESTER
Vuestra Majestad tuvo a bien retirarnos
vuestro favor a mí y a mi familia,
mas debo recordaros, mi señor,
que fuimos vuestros primeros y mejores amigos.
Por vos rompí yo mi vara de mando
en tiempos de Ricardo, y cabalgué día y noche
por salir a vuestro encuentro y besaros la mano
cuando vos, ni por rango ni por fama,
teníais mi fuerza y poderío.
Fuimos mi hermano, su hijo y yo
quienes os repatriamos, desafiando
los peligros del momento. Nos jurasteis,
y el juramento lo hicisteis en Doncaster,
que no pensabais atentar contra el Estado,
ni reclamar nada más que la reciente herencia:
la hacienda de Gante, el ducado de Lancaster.
Juramos ayudaros. Pero en poco tiempo
sobre vos la fortuna llovió a mares
y os cayó un diluvio de grandeza
con nuestra ayuda, el rey ausente,
los abusos de una época arbitraria,
los males manifiestos que sufristeis
y el viento adverso que en la guerra desastrosa
de Irlanda retuvo al rey tan largo tiempo
que todos le dieron por muerto en Inglaterra.
Y todo este enjambre de ventajas
lo aprovechasteis para dejaros seducir
y tomar todo el poder en vuestras manos,
olvidasteis vuestro juramento de Doncaster
y, nutrido por nosotros, nos tratasteis
como la innoble cría del cuco
trata al gorrión; os adueñasteis del nido,
crecisteis tanto con nuestra comida
que ni nuestro afecto se atrevía a acercarse a vos
por miedo a ser tragado. Nuestra seguridad
nos obligó a volar con ágil ala
por huir de vos y a reclutar este ejército
que a vos se enfrenta por los mismos medios
que vos mismo habéis forjado contra vos
con ingrato proceder, actitud amenazante
y ruptura de la lealtad y el juramento
que en vuestra primera empresa nos hicisteis.
REY
Todo eso bien lo habéis expuesto,
proclamado en las plazas, leído en las iglesias,
para adornar el atuendo del rebelde
con algún bello color que atraiga
a la gente mudadiza y descontenta
que abre la boca y se frota las manos
ante el anuncio de insurrección y de desorden.
A la rebeldía nunca le han faltado
tales tintes para colorear su causa,
ni ceñudos mendigos con hambre
de saqueos desatados y violencias.
PRÍNCIPE
En nuestros dos ejércitos, más de uno
ha de pagar muy caro este encuentro
si entramos en combate. Decidle a vuestro sobrino
que el Príncipe de Gales se une a todo el mundo
en su elogio a Enrique Percy. Por mis esperanzas,
y descartando su parte en esta empresa,
no creo que viva hoy más digno caballero,
de más recia bravura y más brava juventud,
más arrojo y audacia, que honre
con tan nobles hazañas nuestros días.
En cuanto a mí, y lo digo con vergüenza,
he sido ajeno a la caballería,
y dicen que él así me considera.
Mas ahora, ante mi padre el rey digo esto:
le admito que aproveche las ventajas
de su gran nombradía y reputación
y quiero, para ahorrar sangre en ambos bandos,
probar con él fortuna en singular combate.
REY
Y en ello, Príncipe de Gales, yo consiento,
aunque haya razones infinitas
para no aprobarlo.- No, buen Worcester, no;
yo quiero bien a mi pueblo, incluso
a los que ha descarriado tu sobrino;
y, si aceptan mi ofrecimiento de clemencia
tanto él, como ellos, vos, sí, todos,
volverán a ser amigos míos, y yo, suyo.
Decídselo a vuestro sobrino, y hacedme
saber lo que decide. Si no cede,
me asisten la repulsa y el temible correctivo,
que cumplirán con su deber. Marchaos.
Ahora no deseo que me deis respuesta:
si sabéis qué os conviene, aceptad la oferta.

Salen WORCESTER [y VERNON].

PRÍNCIPE
Por mi vida, que no la aceptarán.
Estando unidos Douglas y Hotspur,
se ven seguros contra el mundo en armas.
REY
Entonces, que vaya cada jefe con su tropa,
pues, tras la respuesta, atacaremos.
Y Dios nos proteja, pues justa es nuestra causa.

Salen [todos,] menos el PRÍNCIPE y FALSTAFF.

FALSTAFF
Hal, si ves que he caído en la pelea, cúbreme a horcaja¬das; es un gesto de amistad.
PRÍNCIPE
Sólo un coloso podría mostrarte esa amistad. Tú reza tus oraciones, y adiós.
FALSTAFF
Ojalá fuese hora de acostarse, Hal, con todo en orden.
PRÍNCIPE
Pero a Dios le debes una muerte.

[Sale.]

FALSTAFF
Todavía no; me disgustaría pagarle antes del vencimiento. ¿Por qué voy a adelantarme con quien no me apremia? Bueno, no importa; el honor me empuja a avanzar. Sí, pero, ¿y si el honor salda mi cuenta cuando avanzo? Entonces, ¿qué? El honor, ¿puede unir una pierna? No. ¿O un brazo? No. ¿O quitar el dolor de una herida? No. Entonces el honor, ¿no sabe cirugía? No. ¿Qué es el honor? Una palabra. ¿Qué hay en la palabra honor? ¿Qué es ese honor? Aire. ¡Bonita cuenta! ¿Quién lo tiene? El que murió el otro día. ¿Lo siente? No. ¿Lo oye? No. ¿Es que es imperceptible? Para los muertos, sí. Pero, ¿no vive con los vivos? No. ¿Por qué? Porque no lo permite la calumnia. Entonces, yo con él no quiero nada. El honor es un blasón funerario, y aquí se acabó mi catecismo.

Sale.

V.ii Entran WORCESTER y sir Ricardo VERNON.

WORCESTER
No, no, sir Ricardo. Mi sobrino no debe
conocer el noble ofrecimiento del rey.
VERNON
Debería conocerlo.
WORCESTER
Entonces estamos perdidos.
No puede ser, no es posible que el rey
mantenga su palabra de amistad.
Seguirá sospechando de nosotros, y otras faltas
le servirán para el castigo de este agravio.
La sospecha nos clavará siempre sus mil ojos,
pues se confía en la traición como en un zorro
que, por más que lo amansen, encierren y cuiden,
conserva lo salvaje de sus antepasados.
Estemos como estemos, alegres o tristes,
tomarán en mal sentido nuestro aspecto,
y viviremos como bueyes en establo,
cuanto mejor nutridos, más cerca de la muerte.
La rebeldía de mi sobrino puede olvidarse:
lo exculpan su ardor y juventud
y el privilegio de su sobrenombre,
el fogoso y alocado Espuela Ardiente.
Todas sus culpas recaen sobre mí
y sobre su padre. Nosotros le tentamos
y, pues el mal proviene de nosotros,
como fuente de todo, lo pagaremos todo.
Por tanto, buen pariente, que en ningún caso
conozca Enrique la oferta del rey.

Entran HOTSPUR [, DOUGLAS y soldados].

VERNON
Decid lo que queráis; yo lo suscribo.
Aquí está vuestro sobrino.
HOTSPUR
Mi tío ha vuelto:
liberad al Conde de Westmoreland.
Tío, ¿qué noticias traes?
WORCESTER
El rey va a presentarte batalla de inmediato.
DOUGLAS
Pues que Westmoreland le lleve el desafío.
HOTSPUR
Lord Douglas, id a decírselo.
DOUGLAs
¡Vaya si lo haré, y con toda el alma!

Sale.

WORCESTER
El rey no da muestras de clemencia.
HOTSPUR
¿Se la pedisteis? ¡No lo quiera Dios!
WORCESTER
Le expresé con suavidad nuestros agravios,
su perjurio, lo cual enmendó
negando con perjurio que hubiese perjurado.
Nos llamó rebeldes y traidores, y dijo
que azotaría nuestro delito con las armas.

Entra DOUGLAS.

DOUGLAS
¡A las armas, señores, a las armas! Al rey
le he arrojado a la cara un audaz reto
y se lo lleva Westmoreland, que estaba de rehén;
seguro que ataca de inmediato.
WORCESTER
El Príncipe de Gales se mostró ante el rey
y, sobrino, te retó a singular combate.
HOTSPUR
¡Ojalá que la disputa fuese entre los dos
y que hoy nadie se quedara sin aliento
más que Enrique Monmouth y yo!
Decidme, decidme, ¿cómo lanzó el desafío? ¿Con desprecio?
VERNON
No, por mi alma. Nunca en la vida
he oído un desafío más modesto,
salvo a un hermano retando a su hermano
a una prueba de armas entre dos caballeros.
Os demostró un respeto de hombre a hombre,
adornó sus elogios con lengua principesca,
nombró vuestros méritos como en una crónica,
poniéndoos por encima del elogio,
al que menospreciaba por no haceros justicia.
Y lo que mejor le sentaba como príncipe:
dio cuenta humildemente de sí mismo
y censuró su indolente juventud
con la gracia de quien tiene el doble arte
de enseñar y aprender al mismo tiempo.
Ahí se detuvo. Que el mundo lo oiga:
si sobrevive al odio de este día,
nunca hubo en Inglaterra tan grata promesa,
ni, por sus desórdenes, tan mal juzgada.
HOTSPUR
Pariente, creo que os habéis enamorado
de sus locuras. En la vida he oído hablar
de un príncipe más desenfrenado.
Sea como fuere, antes de la noche
le daré tal abrazo de guerrero
que le hará encoger mi cortesía.
¡Alas armas! Soldados, amigos, hermanos:
que os mueva mucho más vuestro deber
que mi palabra, pues no tengo la elocuencia
que os persuada y enardezca vuestra sangre.

Entra un MENSAJERO.

MENSAJERO
Señor, traigo cartas para vos.
HOTSPUR
Ahora no puedo leerlas.
¡Ah, señores, qué breve es nuestra vida!
Malgastada vilmente se haría larguísima,
aunque girase sobre aguja de reloj
y acabase su giro en una hora.
Si vivimos, pisotearemos a los reyes.
Si morimos, ¿habrá mejor muerte
que en compañía de príncipes? Y en conciencia,
las armas son lícitas si justa es la causa.

Entra otro MENSAJERO.

MENSAJERO [2.º]
Preparaos, señor: el rey avanza rápido.
HOTSPUR
Le agradezco que me quite la palabra,
pues no soy orador. Sólo esto: que cada uno
haga cuanto pueda. Desenvaino
esta espada, cuyo temple me propongo
teñir con la mejor sangre que encuentre
en el azar de este día peligroso.
¡Esperance, Percy y adelante!.
Que resuenen los altos instrumentos de la guerra
y abracémonos todos al son de su música,
pues, cielo contra tierra a que este afecto
algunos ya no volveremos a mostrarlo.

Se abrazan. Toque de clarines. [Salen.]

Viii Entra el REY con su ejército. Tocan al arma. Des¬pués entran DOUGLAS y sir Walter BLUNT [disfra-zado de rey].

BLUNT
¿Quién eres tú, que en la batalla
me sales al encuentro de este modo?
¿Qué honor esperas alcanzar conmigo?
DOUGLAS
Sabe que soy Douglas;
si te buscaba en el campo de batalla,
es porque me han dicho que sois rey.
BLUNT
Te han dicho la verdad.
DOUGLAS
Hoy lord Stafford ha pagado caro
el parecerse a ti, pues le he dado, rey Enrique,
muerte con mi espada. Y lo haré contigo
si no te entregas prisionero.
BLUNT
Altivo escocés, no nací para rendirme,
y en mí verás un rey que va a vengar
la muerte de lord Stafford.

Luchan. DOUGLAS mata a BLUNT. Entra HOTSPUR.

HOTSPUR
¡Ah, Douglas! Si así hubierais luchado en Holmedon, yo nunca habría vencido a un escocés.
DOUGLAS
¡Ya está, victoria! ¡El rey yace muerto!
HOTSPUR
¿Dónde?
DOUGLAS
Aquí.
HOTSPUR
¿Éste, Douglas? No, conozco bien esta cara.
Es Blunt; era un bravo caballero.
Iba armado y vestido como el rey.
DOUGLAS
¡Donde vaya tu alma, ahí va un necio!
Muy caro te ha salido el título prestado.
¿Por qué me dijiste que eras rey?
HOTSPUR
El rey tiene a muchos vestidos como él.
DOUGLAS
¡Pues, por mi espada, mataré toda su ropa!
Mataré su guardarropa, prenda a prenda,
hasta encontrar al rey.
HOTSPUR
¡En marcha, vamos!
¡La victoria asoma ya por nuestro lado!

Salen.
Fragor de combate. Entra FALSTAFF solo.

FALSTAFF
Aunque en Londres me apuntaban todo en cuenta, aquí te apuntan siempre ala cabeza. ¡Alto! ¿Quién sois? ¡Sir Walter Blunt! ¡Ahí tenéis honor! Aquí no hay vanidad. Estoy más abrasado que el plomo fundido, y más pesado. ¡Dios me libre del plomo! Con el peso de mis tripas ya me basta. He llevado a mis pingajos donde los han machacado: de los ciento cincuenta no quedan ni tres vivos, y están para mendigar de por vida a las puertas del pueblo. Pero, ¿quién viene?

Entra el PRÍNCIPE.

PRÍNCIPE
¿Qué haces ahí parado? Déjame tu espada.
Bajo las fatuas pezuñas enemigas
muchos nobles yacen rígidos y yertos,
y su muerte, sin vengarse. Anda,
déjame tu espada.
FALSTAFF
¡Ah, Hal! Oye, déjame que tome aliento un rato. Ni el fiero Gregorio ss realizó tantas hazañas como yo hoy. A Percy lo he despachado; está bien seguro.
PRÍNCIPE
Ya lo creo, y vive para matarte. Anda, déjame tu espada.
FALSTAFF
Ante Dios, Hal: si Percy vive, no te llevas mi espada, pero si quieres, llévate mi pistola.
PRÍNCIPE
Dámela. ¿Eh? ¿La guardas en la funda?
FALSTAFF
Sí, Hal, está ardiendo. Lo que hay dentro saquea una ciudad.

El PRÍNCIPE va a sacar la pistola y se encuen¬tra una botella de jerez.

PRÍNCIPE
¿Es éste momento de bromas y holganzas?

Le tira la botella. Sale.

FALSTAFF
Bueno, pues si vive, a Percy lo persigo. Si me sale al paso, bien; si no, y yo le salgo al suyo por mi voluntad, me deja en carne viva. Yo no quiero el honor de sir Wal¬ter, con ese rictus. Lo mío es la vida, y si puedo sal¬varla, bien; si no, el honor vendrá sin que lo llamen, y se acabó.

Sale.

V.iv Fragor de combate. Acometidas. Entran el REY, el PRÍNCIPE, el príncipe Juan de LANCASTER y el Conde de WESTMORELAND.

REY
Retírate, Enrique; sangras demasiado.
Mi Juan de Lancaster, acompáñale.
LANCASTER
No, señor, a no ser que yo también sangrara.
PRÍNCIPE
Os lo ruego, Majestad: volved al frente,
no sea que vuestra ausencia inquiete a nuestro bando.
REY
Muy bien.- Conde de Westmoreland,
escoltadle hasta su tienda.
WESTMORELAND
Vamos, señor; yo os escolto.
PRÍNCIPE
¿Escoltarme? No necesito vuestra ayuda,
y no quiera Dios que un mísero rasguño
al Príncipe de Gales aleje de este campo,
donde al noble enfangado pisotean
y el rebelde se goza en su matanza.
LANCASTER
Ya hemos descansado bastante. Venid, Westmoreland,
nuestro deber está ahí; venid, por Dios.

[Salen LANCASTER y WESTMORELAND.]

PRÍNCIPE
Por Dios, Lancaster, ¡cómo engañas!
No te creía señor de tanto arrojo.
Antes, Juan, te quería como hermano;
ahora para mí ya eres mi alma.
REY
Le vi tener a raya a Enrique Percy
con mucho más vigor del que esperaba
de un guerrero tan bisoño.
PRÍNCIPE
¡Ah, el muchacho nos da valor a todos!

Sale.
Entra DOUGLAS.

DOUGLAS
¡Otro rey! Crecen cual cabezas de la Hidra.
Soy Douglas, mortal para todos
los que vestís esos colores. ¿Quién eres,
que así imitas a la persona del rey?
REY
El rey en persona, apenado porque te has
enfrentado a todos esos disfraces,
y no al rey verdadero. Mis dos hijos
os buscan en el campo a ti y a Percy,
mas, ya que la fortuna te trae a mi camino,
te pondré a prueba. ¡En guardia!
DOUGLAS
Me temo que seas otro disfraz,
aunque, en verdad, te comportas como un rey.
Mas, seas quien seas, seguro que eres mío
y que he de vencerte.

Luchan. El REY está en peligro.
Entra el PRÍNCIPE de Gales.

PRÍNCIPE
¡Alza esa cabeza, vil escocés, o nunca
volverás a alzarla! Viven en mis brazos
las almas de los bravos Shirley, Stafford, Blunt.
Te amenaza el Príncipe de Gales,
que nunca promete sin cumplir.

Luchan. DOUGLAS huye.

¡Animo, señor! ¿Cómo estáis, Majestad?
Sir Nicolás Gawsey pide refuerzos
y también Clifton. Voy con Clifton.
REY
Espera un rato y descansa.
Tu perdida fama has redimido
y has mostrado que mi vida te preocupa
al venir en mi ayuda noblemente.
PRÍNCIPE
¡Santo Dios! Me han hecho enorme daño
los que dicen que yo deseaba vuestra muerte.
Si así fuese, habría dejado que cayera
sobre vos la mano victoriosa de ese Douglas,
que habría causado vuestro fin con más presteza
que todas las ponzoñas de este mundo,
ahorrando a vuestro hijo la traición.
REY
Llégate a Clifton. Yo voy con Gawsey.

Sale.
Entra HOTSPUR.

HOTSPUR
Si no me engaño, tú eres Enrique Monmouth.
PRÍNCIPE
Lo dices como si yo negase mi nombre.
HOTSPUR
El mío es Enrique Percy.
PRÍNCIPE
Entonces veo a un bravo rebelde de ese nombre.
Soy el Príncipe de Gales, y no creas, Percy,
que desde hoy compartirás mi gloria:
dos estrellas no pueden ocupar la misma órbita,
ni Inglaterra soportar los dos reinados
de Enrique Percy y del Príncipe de Gales.
HOTSPUR
Ni lo hará, Enrique: llegó la hora
en que caerá uno de los dos, y ojalá
me igualases en mi fama de guerrero.
PRÍNCIPE
Pienso engrandecerla antes de dejarte,
y todos los honores floridos de tu yelmo
te los arrancaré para hacerme una corona.
HOTSPUR
Ya no aguanto más tus vanidades.

Luchan.
STAFF.

FALSTAFF
¡Muy bien, Hal! ¡Dale, Hal! No, esto no es juego de niños, ni mucho menos.

Entra DOUGLAS. Pelea con FALSTAFF, que cae como si estuviera muerto. [Sale DOU¬GLAS.]
El PRÍNCIPE hiere de muerte a PERCY.

HOTSPUR
¡Ah, Enrique, me robas la juventud!
No me duele más perder la frágil vida
que los laureles que me has arrebatado;
me hiere más pensarlo que tu espada.
Mas el pensamiento, siervo de la vida, y la vida,
juguete del tiempo, y el tiempo, que rige el mundo,
deben detenerse. Ah, podría profetizar,
mas la terrosa y fría mano de la muerte
cae sobre mi lengua. No, Percy, eres polvo y pasto de...

[Muere.]

PRÍNCIPE
De gusanos, bravo Percy. ¡Adiós, gran alma!
¡Mal tejida ambición, cómo has menguado!
Mientras había alma en este cuerpo,
un reino le parecía muy poco espacio;
ahora, dos pasos de la tierra más oscura
ya le bastan. En la tierra donde yaces
no vive más valiente caballero.
Aunque pudieras sentir las alabanzas,
no mostraría mi gran fervor por ti:
mas cubriré de prendas tu rostro lacerado
y aun me doy las gracias en tu nombre
por cumplir con este rito de cariño.
¡Adiós, y al cielo llévate tus glorias!
Tu deshonra duerma contigo bajo tierra
y no se rememore en tu epitafio.

Ve a FALSTAFF caído en tierra.

¡Ah, viejo amigo! ¿No podía toda tu carne
retener algo de vida? ¡Adiós, pobre Juan!
Mejor habría perdido otro mejor.
Tu penosa muerte más me dolería
si más me inclinase por la vana vida.
Ninguno ha caído hoy de tanto peso,
aunque más queridos en la lucha han muerto.
Dispondré que sin tardanza te embalsamen;
mientras, junto a Percy, descansa en tu sangre.

Sale.
FALSTAFF se levanta.

FALSTAFF
¿Embalsamarme? Si hoy me embalsamáis, os doy permiso para que mañana me pongáis en sal y me comáis. ¡Voto a ... ! Ya era hora de fingir, que, si no, este ardiente sanguinario de escocés me liquida bien las cuentas. ¿Fingir? Miento, no he fingido. Morir es ser actor, porque un hombre sin vida es la ficción de un hombre vivo. Pero fingir la muerte para seguir vivo no es fingir: es dar la verdadera imagen de la vida. La mejor parte del valor es la prudencia, y con esta mejor parte me he salvado. ¡Voto a ...! Este pól¬vora de Percy me da miedo, aunque esté muerto. ¿Y si está fingiendo y se levanta? La verdad es que me da miedo que sea mejor actor que yo, así que voy a asegurarme; eso, y jurar que lo he matado. ¿Por qué no habría de levantarse como yo? Sólo unos ojos podrían desmentírmelo, y no me ve nadie. Así que, compadre [le apuñala], con otra herida en el muslo te vienes conmigo.

Se echa a HOTSPUR a la espalda.
Entran el PRÍNCIPE y Juan de LANCASTER.

PRÍNCIPE
Ven, Juan. Tu espada virgen
la has estrenado con bravura.
LANCASTER
¡Alto! ¿Quién va ahí?
¿No dijiste que este gordo había muerto?
PRÍNCIPE
Claro, le vi muerto; estaba en tierra
sin aliento, ensangrentado.- ¿Estás vivo?
¿O es una ilusión que juega con mi vista?
Anda, habla. No daremos crédito a los ojos
hasta darlo a los oídos. No eres lo que pareces.
FALSTAFF
No, seguro: no somos yo y mi sombra. Si no soy Juan
Falstaff, soy un Juan Lanas. Aquí está Percy.

[Echa el cadáver al suelo.]

Si vuestro padre quiere hacerme algún honor, bien; si no, que él mate al siguiente Percy. Aspiro a ser conde o duque, os lo aseguro.
PRÍNCIPE
¡Si a Percy le maté yo y a ti te vi muerto!
FALSTAFF
¿Tú? ¡Señor, señor, qué mundo tan adicto a la mentira! Es verdad que yo estaba en tierra y sin aliento, y él tam¬bién. Pero los dos nos levantamos a la vez y luchamos una hora larga, según el reloj de Shrewsbury. Si se me cree, bien; si no, que los que deben premiar el valor lleven su pecado sobre sí. Por mi muerte, que le hice esta herida aquí, en el muslo. Si estuviera vivo y lo negara, ¡voto a ... !, le haría tragarse un pedazo de mi espada.
LANCASTER
Es la historia más extraordinaria que he oído.
PRÍNCIPE
Hermano, y él el tipo más extraordinario.¬-
Vamos, lleva el peso noblemente a tu espalda.
Por mi parte, si la mentira te hace algún favor,
la doraré con las palabras más propicias.

Tocan retirada.

El clarín toca retirada: hemos vencido.
Hermano, ven a lo alto del campo
a ver qué amigos viven y cuáles han muerto.

Salen [el PRÍNCIPE y LANCASTER].

FALSTAFF
Como el perro, voy por mi bocado. A quien me premie, Dios le premie. Si me engrandezco, menguo, pues me enmendaré, dejaré el vino y viviré con decencia, como cumple a un noble.

Sale [llevándose el cadáver].

V.v Toque de clarín. Entran el REY, el PRÍNCIPE de Gales, el príncipe Juan de LANCASTER y el Conde de WESTMORELAND, con WORCESTER y VERNON prisioneros.

REY
Así aplastaron siempre a los rebeldes.
Perverso Worcester, ¿no ofrecí clemencia,
perdón, amistad, a todos vosotros?
¿Y no diste a mi oferta el sentido opuesto
traicionando la confianza de tu pariente?
De nuestro bando, ahora estarían vivos
tres nobles caballeros muertos hoy,
un noble conde y otros muchos seres,
si, cual cristiano, fielmente hubieras
transmitido un fiel mensaje a vuestro ejército.
WORCESTER
Mi seguridad me obligó a hacerlo.
Con paciencia me someto a mi destino,
ya que no me cabe remediarlo.
REY
Dad muerte a Worcester y también a Vernon.
Con los otros rebeldes he de considerarlo.

Salen WORCESTER y VERNON.

¿Cómo sigue la batalla?
PRÍNCIPE
Cuando ese noble escocés, lord Douglas,
vio que la suerte del combate le era adversa,
con el noble Percy muerto y sus hombres
corriendo de pavor, huyó con los demás.
Después cayó por un monte y quedó tan maltrecho
que sus perseguidores le apresaron. Douglas
está en mi tienda; permitidme, Majestad,
que yo disponga de él.
REY
Con toda el alma.
PRÍNCIPE
Entonces, hermano Juan de Lancaster,
tuyo es el honor de esta largueza:
ve donde está Douglas y ponlo en libertad,
sin condiciones ni rescate. El arrojo
que sobre nuestros yelmos hoy ha demostrado
nos enseña a valorar tales proezas
aun en el pecho de nuestros enemigos.
LANCASTER
Este alto honor, Majestad, yo os lo agradezco;
inmediatamente voy a concedérselo.
REY
Nos resta, por tanto, dividir las tropas.
Tú, Juan, y vos, pariente Westmoreland,
dirigíos a York con la máxima presteza
y enfrentaos a Northumberland y al prelado Scroop,
pues me dicen que se están armando activamente.
Enrique, tú y yo iremos a Gales
a luchar contra Glendower y el Conde de March.
Si la castigamos como en este día,
en el reino acabará la rebeldía
y, pues el combate ha sido victorioso,
no cesemos hasta recobrarlo todo.

Salen.










ENRIQUE IV

SEGUNDA PARTE

DRAMATIS PERSONAE

El RUMOR, presentador

El REY Enrique IV
El PRÍNCIPE Enrique, después coronado rey Enrique V

El príncipe Juan de LANCASTER hijos de Enrique IV
Humfredo, [Duque] de GLOUCESTER y hermanos de
Tomás, [Duque] de CLARENCE Enrique V

[Conde de] NORTHUMBERLAND
Scroop [ARZOBISPO de York]
[Lord] MOWBRAY adversarios
[Lord] HASTINGS del rey
[Lord] BARDOLPH Enrique IV
TRAVERS
MORTON
[Sir Juan] COLEVILE

[Conde de] WARWICK
[Conde de] WESTMORELAND
[Conde de] SURREY
[Sir Juan BLUNT] partidarios del rey
GOWER
HARCOURT
El JUSTICIA Mayor [del reino]

POINS
[Sir Juan] FALSTAFF
BARDOLFO excéntricos de vida irregular
PISTOLA
PETO
PAJE [de FALSTAFF]







SIMPLE jueces rurales
MUDO
DAVID, criado de Simple
COLMILLO y TRAMPA, dos alguaciles
MOHOSO
SOMBRA
VERRUGA soldados rurales
FLOJO
BECERRO

Mozos de taberna, guardias, criados

[LADY NORTHUMBERLAND], esposa del Conde de Northumber¬land
[LADY PERCY], viuda de [Enrique] Percy
La POSADERA doña Prisas
DORA Rompesábanas

El EPÍLOGO

[Portero; nobles, acompañamiento, etc.]

LA SEGUNDA PARTE DE ENRIQUE IV

PRÓLOGO. Entra el RUMOR, todo pintado de lenguas.

RUMOR
Abrid los oídos, pues, ¿quién de vosotros
va a tapárselos cuando vocea el Rumor?
Desde el oriente al decaído ocaso,
a lomos del viento, yo siempre difundo
lo que ocurre en esta esfera terrenal.
De continuo viajan calumnias en mis lenguas,
que yo propago en todos los idiomas,
llenando de noticias falsas los oídos:
hablo de paz, mientras, oculto, el odio
hiere al mundo bajo sonrisas impasibles;
y, ¿quién sino el Rumor, quién sino yo,
hace levas temibles y prepara defensas,
mientras al grávido año, repleto de males,
se cree que lo ha preñado el monstruo de la guerra,
cuando es falso? El Rumor es una flauta
en la que soplan creencias, recelos, conjeturas,
y tocarla es tan fácil y sencillo
que hasta el vulgo veleidoso y discordante,
torpe engendro de innúmeras cabezas,
sabe hacerla sonar. Mas, ¿para qué
disecciono yo mi cuerpo ante los míos,
que tan bien lo conocen? ¿Qué hace aquí el Rumor?
Me trae corriendo la victoria del rey Enrique,
que en la cruenta batalla de Shrewsbury
ha derrotado al joven Hotspur y a sus tropas,
apagando el fuego de la osada rebelión
con sangre de rebeldes. Mas, ¿por qué
digo tan pronto la verdad? Mi trabajo
es divulgar que Enrique Monmouth sucumbió
a la fiera espada del noble Hotspur
y que el rey, ante la furia de Douglas,
dobló su ungida cabeza hasta la muerte.
Esto lo he rumoreado por los pueblos,
desde el campo real de Shrewsbury
hasta este castillo de piedras corroídas,
donde el padre de Hotspur, el viejo Northumberland,
se finge enfermo. Los mensajeros se afanan,
y ni uno de ellos trae más noticias
que las de mis lenguas, que dan buen consuelo,
pero falso, y peor que un mal auténtico.

Sale.
I.i Entra LORD BARDOLPH por una puerta.

LORD BARDOLPH
¡Eh! ¿Está ahí el portero?

Entra el PORTERO [por la otra puerta].

¿Dónde está el conde?

PORTERO
¿Quién digo que sois?
LORD BARDOLPH
Dile al conde que le espera lord Bardolph.
PORTERO
Su señoría ha salido al huerto.
Tened a bien llamar a la puerta
y él mismo os responderá.

Entra NORTHUMBERLAND.

LORD BARDOLPH
Aquí viene el conde.

[Sale el PORTERO.]

NORTHUMBERLAND
¿Hay noticias, lord Bardolph? Ahora cada minuto
podría ser padre de alguna violencia.
Los tiempos se alteran; la discordia, cual caballo
bien cebado, se desboca enloquecida
y derriba lo que encuentra.
LORD BARDOLPH
Noble conde, os traigo
noticias seguras de Shrewsbury.
NORTHUMBERLAND
Si Dios quiere, buenas.
LORD BARDOLPH
De las que pide el alma.
El rey está herido de muerte; respecto
a la fortuna de vuestro hijo y mi señor,
el príncipe Enrique yace muerto, y Douglas
ha matado a los dos Blunts; el príncipe Juan,
Westmoreland y Stafford huyeron del campo,
y a esa mole de Falstaff, al cebón de Enrique,
le hizo prisionero vuestro hijo. ¡Qué batalla!
Tal lucha, tal acción, tal victoria
no habían adornado nuestros tiempos hasta
hoy desde los triunfos de César.
NORTHUMBERLAND
¿Quién os ha informado?
¿Visteis el combate? ¿Venís de Shrewsbury?
LORD BARDOLPH
Señor, hablé con alguien que venía de allí,
un caballero de crianza y de renombre
que, gustoso, me dio las noticias como ciertas.

Entra TRAVERS.

NORTHUMBERLAND
Aquí viene mi criado Travers, al que envié
el martes pasado en busca de noticias.
LORD BARDOLPH
Señor, yo le adelanté por el camino;
él no puede daros más certezas
que las que yo le haya procurado.
NORTHUMBERLAND
Bien, Travers, ¿qué noticias traes?
TRAVERS
Señor, lord Bardolph me hizo volver
con buenas nuevas y, al montar mejor caballo,
me adelantó. Tras él llegó a toda espuela
un gentilhombre que, extenuado de la prisa,
paró a mi lado y dio respiro a su corcel.

Preguntó cómo se iba a Chester, y yo
le pedí noticias de Shrewsbury.
Me dijo que la rebelión no tuvo suerte
y que la espuela del joven Percy ya no arde.
Entonces dio rienda suelta a su caballo
e, inclinándose, hincó los férreos talones
en los costados jadeantes de la pobre bestia,
la rodaja entera y, sin esperar palabra,
arrancó de tal modo que, corriendo,
parecía devorar todo el camino.
NORTHUMBERLAND
¿Eh? ¡Repítelo! ¿Ha dicho
que la espuela del joven Percy ya no arde?
¿De su fuego, hielo? ¿Que la revuelta
no ha tenido suerte?
LORD BARDOLPH
Señor, oídme bien:
si vuestro hijo mi señor no ha vencido,
por mi honor, que daré mi baronía
hasta por una cordonera. No se hable más.
NORTHUMBERLAND
¿Por qué daría noticias de tal pérdida
el gentilhombre que alcanzó a Travers?
LORD BARDOLPH
¿Quién, ése? Seguro que el tipejo había robado
el caballo que montaba y, por mi vida,
que hablaba a la ventura. Mirad, más noticias.

Entra MORTON.

NORTHUMBERLAND
Sí, la frente de ese hombre es la portada
que anuncia el contenido trágico del libro.
Así está la orilla en la que, imperioso,
el mar deja su huella usurpadora.
Di, Morton, ¿vienes de Shrewsbury?
MORTON
Corriendo vengo, mi señor, de Shrewsbury,
donde la odiosa muerte se ha puesto
su máscara atroz para aterrarnos.
NORTHUMBERLAND
¿Cómo están mi hijo y mi hermano?
Tiemblas, y el blancor de tu semblante
es mejor mensajero que tu lengua.
Un hombre así, tan extenuado y abatido,
tan pálido, aturdido y angustiado,
descorrió la cortina de Príamo en la noche
por decirle que había ardido media Troya.
Mas Príamo sintió el fuego antes que el mensaje,
como yo la muerte de mi Percy antes de oírte.
Tú vas a decir «Vuestro hijo hizo tal cosa;
vuestro hermano, tal otra; así luchó el noble Douglas...»,
llenando de hazañas mis ávidos oídos.
Mas, al foral, para cerrármelos por siempre,
con tu suspiro volarán tus alabanzas
cuando digas «Hermano, hijo, todos muertos».
MORTON
Douglas vive, y todavía vuestro hermano;
mas vuestro hijo y mi señor...
NORTHUMBERLAND
Pues ha muerto.
Ya ves qué pronto habla la sospecha.
Quien teme lo que no quiere saber,
al mirar otros ojos sabe por instinto
que se ha cumplido su temor. Pero habla, Morton;
dile a un conde que miente su presagio,
que yo lo tomaré por dulce injuria
y, por hacerme tal ofensa, te haré rico.
MORTON
Muy grande sois para que yo os desmienta;
vuestro espíritu es veraz; vuestro temor, muy cierto.
NORTHUMBERLAND
Aun así, no digas que ha muerto Percy.
Veo en tus ojos una confesión reacia.
Mueves la cabeza y juzgas horror o pecado
decir la verdad. Si ha muerto, dilo;
no ofende la lengua que anuncie su muerte,
y peca quien desmiente el muerto,
no el que dice que el muerto no vive.
Mas el primero en dar noticias penosas
tiene una tarea ingrata, y su lengua
sonará cual la fúnebre campana
que dobló por la muerte de un amigo.
LORD BARDOLPH
No puedo creer que vuestro hijo haya muerto.
MORTON
Pues me duele obligaros a creer
lo que ojalá no hubiera visto,
pero ensangrentado le vieron mis ojos,
rendido y sin aliento, respondiendo débilmente
a Enrique Monmouth, cuya intensa furia
dio en tierra con el indómito Percy,
de la que nunca más se alzó con vida.
En suma: la muerte de aquél cuyo fuego
encendía al patán más apagado de su tropa,
al conocerse, quitó fuego y ardor
a los nervios de más temple de su ejército,
pues su metal aceraba a la milicia
y, en cuanto cedió, todos los demás
se redujeron a lo que eran: plomo pesado.
Y así como la cosa que es pesada
vuela más veloz cuando la impulsan,
los nuestros, al peso de la muerte de Hotspur
le daban tal levedad con su temor
que las flechas no corrían a su blanco
más ligeras que nuestros hombres
al blanco de su salvación. Al noble Worcester
pronto lo apresaron, y ese fiero escocés,
el cruel Douglas, cuyo enérgico acero
tres veces mató la efigie del rey,
cedió al miedo, honró la infamia
de los que se fugaron y, en su huida,
tropezando de pavor, cayó prisionero.
En suma: el rey ha vencido, y ha enviado
un ejército contra vuestra señoría
bajo el mando del joven Lancaster
y Westmoreland. Estas son todas las noticias.
NORTHUMBERLAND
Para llorarlas no ha de faltarme tiempo.
En el veneno hay cura, y estas nuevas,
que, de estar sano, me habrían puesto enfermo,
estando enfermo casi me han curado.
E, igual que el mísero extenuado por la fiebre,
cuyos miembros ceden bajo el peso de vivir,
si es presa de un ataque, se zafa como un fuego
de los brazos que le cuidan, así mis miembros,
postrados de dolor, ahora, furiosos de dolor,
son tres veces más fuertes. ¡Fuera ya, fina muleta!
Ahora un guante de escamas y juntas de acero
cubrirá esta mano. Y, ¡fuera, gorro de inválido!,
refinado guardián de cabeza a la que apuntan
príncipes azuzados por sus triunfos.
¡Ciña el hierro mi frente y venga ya
la hora más cruel que tiempo y malquerencia
osen lanzar contra la furia de Northumberland!
¡El cielo bese la tierra! ¡Que la naturaleza
no refrene al mar bravío! ¡Muera el orden,
y este mundo ya no sea un escenario
que aliente enfrentamientos en una extensa acción,
sino que reine en todo pecho el alma
del primogénito Caín, para que, anhelando
todos sangre, termine la áspera escena
y las sombras entierren a los muertos!
[[LORD BARDOLPH
Ese violento arrebato os hace mal, señora]].
MORTON
Buen conde, no divorciéis la prudencia del honor.
La vida de vuestros queridos aliados
depende de vuestra salud; si la entregáis
a arrebatos tan vehementes, decaerá.
Señor, medisteis el resultado de la guerra
y calculasteis vuestro azar antes de decir:
«Reclutemos un ejército». Habíais previsto
que vuestro hijo podría morir en la refriega.
Sabíais que se movía sobre peligros, al borde mismo,
que bien podría caer antes que sortearlos;
no ignorabais que su carne no era inmune
a heridas y cicatrices, y que su afán
le arrastraría a la vorágine del riesgo.
Mas dijisteis «¡Adelante!», y nada de esto,
por más que lo entendíais, logró frenar
la acción inapelable. ¿Y qué ha ocurrido
o qué ha creado esta audaz empresa
si no es lo que era de esperar?
LORD BARDOLPH
Todos los afectados por la pérdida
sabíamos qué peligro había en esos mares
y que salvarnos sería de una entre diez.
Con todo, lo arrostramos, pues la ganancia
impedía considerar cualquier peligro;
ahora, estando hundidos, volvamos a arrostrarlo.
Vamos, arriesguémoslo todo, hacienda y vida.
MORTON
Ya es hora; y, mi noble señor,
me consta y me permito decir verazmente
que el noble Arzobispo de York está en armas
con fuerzas bien provistas. Es hombre
que ata con doble garantía a quien le sigue.
Para el combate, vuestro hijo no tenía
más que cuerpos, sombras y figuras de hombres,
pues la sola palabra «rebelión» dividía
de su alma las acciones de su cuerpo,
y ellos luchaban resistiéndose, tan forzados
como el que toma algún brebaje: sólo sus armas
parecían de nuestra parte, pues a su ánimo
la palabra «rebelión» lo dejó helado,
como pez en estanque. Mas ahora el arzobispo
convierte la revuelta en religión.
Tenido por sincero y santo en sus propósitos,
le siguen con el cuerpo y con el alma;
y él realza su revuelta con la sangre
del noble rey Ricardo, rascada de las piedras
de Pomfret; atribuye al cielo porfía y causa;
les dice que protege un país ensangrentado
que agoniza bajo el regio Bolingbroke,
y grandes y pequeños le siguen en tropel.
NORTHUMBERLAND
Sabía todo eso, pero, a decir verdad,
el dolor lo había borrado de mi mente.
Entrad conmigo, y considere cada cual
la mejor vía de la defensa y la venganza.
Enviad mensajes, conseguid aliados:
nunca tan pocos, jamás tan necesarios.

Salen.

l.ii Entra FALSTAFF con su PAJE, que le lleva su espada y escudo.

FALSTAFF
¡Eh, tú, gigante! ¿Qué dice el médico de mi orina?
PAJE
Dice que, en sí misma, la orina es sana, pero que su dueño puede tener más enfermedades de las que él conozca.

FALSTAFF
Gentes de toda especie tienen a gala mofarse de mí. El cerebro de este barro compuesto de idiotez, el hombre, no es capaz de inventar nada que invite a la risa, salvo lo que yo invento o lo que inventan sobre mí. No sólo soy ingenioso, sino causa del ingenio en los demás. Ando delante de ti como una cerda que ha chafado a toda su camada, menos a uno. Si el príncipe no te ha puesto a mi servicio para hacerme resaltar, yo no tengo juicio. Ah, puto renacuajo, mejor te iría ser adorno de mi gorro que paje a mis talones. Hasta ahora nunca me ha servido un camafeo, pero no pienso engastarte en oro o plata, sino en pobre ropaje, para devolverte a tu amo como joya -a ese joven de príncipe, tu amo, cuyo mentón sigue implume-. Prefiero que me salga barba en la palma de la mano que a él en la cara; pero él no duda en decir que tiene cara de rey. Que Dios la ter¬mine cuando quiera; aún no le sobra un pelo. Que la conserve como real: ni seis peniques sacará con ella un barbero. Y, sin embargo, va galleando como si ya hubiera sido un hombre hecho desde que su padre era mozo. Que se quede con su gracia, que conmigo está casi en desgracia, ya lo creo. ¿Qué ha dicho maese Dommelton del raso para mi esclavina y mis gregues¬cos?
PAJE
Que debéis ofrecerle mejor garante que Bardolfo. No acepta su fianza ni la vuestra: la garantía no le gustó.
FALSTAFF
¡Que se condene como el rico epulón!. ¡Dios quiera que le arda más la lengua! ¡Ese puto Aquitofel! ¡Un bellaco siseñor, llevando la corriente a un caballero y luego exigiendo garantía! Ahora esos putos de cabezas peladas sólo llevan tacón alto y manojos de llaves al cinto, y si uno queda con ellos en comprar fiado, te exi¬gen garantía. Prefiero que me metan matarratas en la boca a que me la tapen con una garantía. Pensé que me vendría con veintidós varas de raso, pues soy caballero, y me viene con «la garantía». Que él se garantice el sueño, pues lleva el cuerno de la abundancia, donde brilla la liviandad de su mujer; pero él no ve nada, con todo lo que luce el cuerno. ¿Dónde está Bardolfo?
PAJE
Ha ido a Smithfield a compraros un caballo.
FALSTAFF
Yo a él lo adquirí en la catedral, y él me adquiere un caballo en Smithfield. Si me consigo una moza en los burdeles, tendré criado, caballo y mujer.

Entran el JUSTICIA Mayor y su CRIADO.

PAJE
Señor, aquí viene el noble que arrestó al príncipe por pegarle cuando lo de Bardolfo.
FALSTAFF
Apartémonos; no quiero verle.
JUSTICIA
¿Quién va ahí?
CRIADO
Con la venia, Falstaff.
USTICIA
¿El que fue investigado por el robo?
CRIADO
El mismo, señor, pero desde entonces ha prestado un buen servicio en Shrewsbury y me dicen que ahora va con tropas a unirse al príncipe Juan de Lancaster.
JUSTICIA
¡Cómo! ¿A York? Llámalo.
CRIADO
¡Sir Juan Falstaff!
FALSTAFF
Niño, dile que estoy sordo.
PAJE
Tenéis que hablar más alto; mi amo está sordo.
JUSTICIA
Seguro que lo está cuando ha de oír cosas de bien. Tírale del codo, que tengo que hablarle.
CRIADO
¡Sir Juan!
FALSTAFF
¡Cómo! ¿Un criado mendigando? ¿No hay guerras? ¿No hay trabajo? ¿No le hacen falta súbditos al rey? ¿O soldados a los rebeldes? Por vergonzoso que sea no estar en un lado, peor vergüenza es mendigar que estar en el peor lado, aunque sea peor de lo que puede hacerlo el nombre de rebelión.
CRIADO
Me confundís, señor.
FALSTAFF
Vaya, señor. ¿He dicho que fueras hombre honrado? Dejando aparte mi condición de caballero y militar, si lo hubiera dicho habría mentido por la barba.
CRIADO
Entonces, señor, os lo ruego, dejad aparte vuestra con¬dición y permitidme que os diga que mentís por la barba si decís que no soy hombre honrado.
FALSTAFF
¿Que te permita decírmelo? ¿Que deje aparte lo que me es propio? Si te doy algún permiso, que me ahor-quen; si tú te lo tomas, más valdrá que te ahorquen. Has errado el rastro. ¡Fuera! ¡Humo!
CRIADO
Señor, mi amo desea hablaros.
JUSTICIA
Sir Juan Falstaff, quiero hablaros.
FALSTAFF
¡Mi buen señor! Dios os conceda un buen día. Me ale¬gro de ver a Vuestra Señoría por la calle. Oí decir que Vuestra Señoría estaba mal; espero que Vuestra Seño¬ría haya salido con permiso médico. Vuestra Señoría, aunque no ha dejado atrás la juventud, ya tiene un aire doliente, un gustillo a la sal de los años, y yo ruego humildemente a Vuestra Señoría que ponga en su salud un cuidado venerable.
JUSTICIA
Sir Juan, os mandé llamar antes de vuestra expedición a Shrewsbury.
FALSTAFF
Con la venia, me dicen que Su Majestad ha vuelto de Gales algo pesaroso.
JUSTICIA
No hablo de Su Majestad. No acudisteis cuando os mandé llamar.
FALSTAFF
Y también me dicen que Su Majestad ha recaído en su vil apoplejía.
JUSTICIA
Pues que Dios le dé salud. Os lo ruego, dejad que hable con vos.
FALSTAFF
Esa apoplejía, supongo yo, es una especie de letargo, Qcon la venia de Vuestra Señoría, una especie de sueño en la sangre, un puto hormigueo.
JUSTICIA
¿Por qué me contáis eso? Será lo que sea.
FALSTAFF
Tiene su origen en las muchas penas, en el pensar, en la perturbación de la mente. He leído en Galeno la causa de estos efectos: es una especie de sordera.
JUSTICIA
Creo que vos padecéis del mismo mal, pues no oís lo que os digo.
FALSTAFF
Sí oigo, señor, y bien. Con la venia, lo que me aqueja es más bien el mal de no escuchar, de no atender.
JUSTICIA
Castigaros con el cepo mejoraría vuestra atención, y no me importaría hacer de médico.
FALSTAFF
Señor, soy tan pobre como Job, pero no tan paciente. Vuestra Señoría me puede prescribir la medicina de la cárcel en razón de mi insolvencia, pero que yo pueda ser paciente vuestro y seguir las prescripciones, provo¬cará sombras de duda en los prudentes; vamos, la duda plena.
JUSTICIA
Os mandé llamar cuando había cargos capitales contra vos.
FALSTAFF
Mi abogado, docto en leyes de servicio militar, me aconsejó que no fuese.
JUSTICIA
Lo cierto, sir Juan, es que vivís con mucha infamia.
FALSTAFF
Quien ciñe un cinturón como el mío no puede vivir con poca.
JUSTICIA
Teniendo tan escasos medios, engordáis vuestros gas¬tos.
FALSTAFF
Ojalá fuese al revés: que yo tuviera muchos medios y no engordase nada.
JUSTICIA
Habéis descarriado al joven príncipe.
FALSTAFF
No: él me ha descarriado a mí. Yo soy el de la gran panza, y él, mi perro.
JUSTICIA
Bien, no quisiera yo reabrir una herida ahora cerrada: vuestros claros servicios en Shrewsbury han dorado un poco vuestra hazaña nocturna en Gad's Hill. Podéis dar gracias a estos tiempos tan revueltos por dejar correr tranquilamente aquella acción.
FALSTAFF
¡Señor!
JUSTICIA
Mas, ya que todo anda bien, que siga así: a lobo dor¬mido no se le despierta.
FALSTAFF
Despertar a un lobo es tan malo como oler a gato ence¬rrado.
JUSTICIA
¡Vaya! Sois como un cirio, con la mayor parte ya que¬mada.
FALSTAFF
Un cirio gigante, señor, todo sebo; el tener yo tanta grasa lo confirma.
JUSTICIA
Cada pelo blanco de vuestra barba debería ser un signo de cordura.
FALSTAFF
Un signo de gordura, de gordura.
JUSTICIA
Seguís de un lado a otro al joven príncipe, igual que su ángel malo.
FALSTAFF
No, mi señor. Un mal ángel es pesado, y yo espero que quien me mire me acepte sin pesarme. Y, sin embargo, admito que en ciertos aspectos no soy bueno. No sé: en estos tiempos tan mercaderiles la virtud se tiene en tan poco que el valor está en los domadores de feria, la agudeza en los mozos de taberna -cuyo ingenio se les va en hacer cuentas-, y los demás dones propios del hombre, tal como los deforma la maldad de nuestra época, no valen un comino. Vosotros, los mayores, no consideráis las capacidades de nosotros, los jóvenes, medís el ardor de nuestra bilis según el amargor de vuestra hiel, y los que estamos en la vanguardia de la juventud, lo admito, también somos guasones.
JUSTICIA
¿Ponéis vuestro nombre en el censo de los jóvenes, vos, que estáis inscrito como viejo con todos los rasgos de la edad? ¿No tenéis ojos legañosos, manos secas, cara amarilla, barba cana, piernas renqueantes, tripa cre¬ciente? ¿No tenéis la voz cascada, el aliento corto, [[la papada gorda,]] la mente simple y cada parte del cuerpo destrozada por los años? ¿Y aun así os llamáis joven? ¡Vamos, quitad, sir Juan!
FALSTAFF
Señor, nací [[hacia las tres de la tarde]] canoso y con la panza algo redonda. La voz la he perdido de tanto dar voces y cantar himnos. Mi juventud no voy a seguir mostrándola. La verdad es que sólo soy mayor en jui¬cio y entendimiento, y el que quiera jugarse mil libras conmigo haciendo cabriolas, que me preste el dinero, y, ¡en guardia! En cuanto a la bofetada que os dio el príncipe, os la dio con principesca brusquedad y vos la recibisteis con señorial delicadeza. Yo se la censuré, y el joven león vive purgándola -[aparte] aunque no con sayal y ceniza, sino con seda y jerez.
JUSTICIA
Pues que Dios le dé al príncipe mejor compañero.
FALSTAFF
Dios le dé al compañero mejor príncipe. No puedo librarme de él.
JUSTICIA
Pues el rey os ha apartado del príncipe Enrique. Me han dicho que vais con el príncipe Juan de Lancaster contra el arzobispo de York y el Conde de Northum¬berland.
FALSTAFF
Sí, gracias a vuestro fino ingenio. Mas procurad cuan¬tos besáis en casa a doña Paz que nuestros ejércitos no choquen en día caluroso, pues, por Dios, que sólo llevo dos camisas y no pienso sudar extraordinariamente. Si fuera un día de calor y yo blandiera otra cosa que una botella, ojalá no volviera a escupir blanco. No asoma cabeza una acción peligrosa sin que me arrojen en medio. En fin, no puedo vivir por siempre, apero siem¬pre fue propio de nuestra nación inglesa que si ha tenido algo bueno, lo ha vulgarizado. Si habéis de llamarme viejo, debéis darme descanso. Ojalá mi nombre no fuese tan terrible para el enemigo. Prefiero morir comido por la herrumbre que agotado por el movimiento perpetuo.
JUSTICIA
Bien, sed honrado, sed honrado, y que Dios bendiga vuestra expedición.
FALSTAFF
¿Me presta Vuestra Señoría mil libras para equiparme?
JUSTICIA
Ni un penique, ni un penique. No tenéis paciencia para sufrir penalidades. Adiós. Encomendadme a mi primo Westmoreland.

[Sale con su CRIADO.]

FALSTAFF
Si lo hago, que me machaquen con un mazo. No se puede separar la vejez de la avaricia como tampoco la juventud de la lujuria. Mas la gota atormenta a la una y la sífilis aflige a la otra, y así estas dos maldiciones se adelantan alas mías. ¡Niño!
PAJE
¿Señor?
FALSTAFF
¿Cuánto dinero hay en mi bolsa?
PAJE
Dos chelines y dos peniques.
FALSTAFF
No hallo remedio para esta desnutrición de la bolsa: el tomar prestado no hace más que prolongarla,mas la dolencia es incurable. Lleva esta carta al príncipe de Lancaster, ésta al príncipe Enrique, ésta al Conde de Westmoreland y ésta a la señora Ursula, a quien cada semana le vengo prometiendo el matrimonio desde que vi mi primera cana. En marcha, ya sabes dónde encon¬trarme.

[Sale el PAJE.]

¡La sífilis se lleve a la gota, o la gota a la sífilis! Una u otra me están haciendo una jugada con el dedo gordo del pie. Si cojeo, no importa: la guerra es mi pretexto y hará más razonable mi pensión. El ingenio lo utiliza todo: yo de mis dolencias sacaré provecho.

Sale.

I.iii Entran el ARZOBISPO [de York], el Lord Mariscal Tomás MOWBRAY, lord HASTINGS y lord BAR-DOLPH.
ARZOBISPO
Así que ya sabéis nuestra causa y nuestros medios.
Mis muy nobles amigos, os ruego
que opinéis con franqueza de nuestras esperanzas.
Primero, Lord Mariscal, ¿qué decís vos?
MOWBRAY
Reconozco que hay razón para las armas,
pero quisiera estar más convencido
de que podremos avanzar con nuestros medios
y hacer frente con vigor y con audacia
al poder y al ejército del rey.
HASTINGS
Según la última lista, nuestra fuerza
asciende a veinticinco mil hombres escogidos
y, en cuanto a refuerzos, confiamos ampliamente
en el gran Northumberland, cuyo pecho
arde con el fuego avivado de la injuria.
LORD BARDOLPH
Entonces, lord Hastings, la cuestión es ésta:
si nuestros veinticinco mil hombres
pueden imponerse sin Northumberland.
HASTINGS
Con él, sí.
LORD BARDOLPH
¡Claro, ahí está!
Pero si nos juzgan harto débiles sin él
mi opinión es que no debemos ir tan lejos
hasta tener sus refuerzos en la mano,
pues en asunto de traza tan sangrienta
no deben admitirse conjeturas
ni supuestos de ayudas nada ciertas.
ARZOBISPO
Es verdad, lord Bardolph, pues ése fue
el caso del joven Hotspur en Shrewsbury.
LoRD BARDoLPH
Cierto, milord: vivía de esperanzas,
de ilusiones y promesas de refuerzos,
animado con la idea de una tropa
que fue menor que la menor de sus ideas,
y así, movido de una fantasía
propia de locos, llevó sus fuerzas a la muerte
y, ciego, cayó en la perdición.
HASTINGS
Con vuestro permiso, no hace daño
exponer posibilidades y esperanzas.
LORD BARDOLPH
Sí que hace, si el actual estado de la guerra
-la acción inminente, lo que ahora emprendemos-
¬no da más esperanza que los brotes
de la primavera, que no ofrecen garantía
de florecer y despiertan el temor
de que la helada los destruya. Si construimos,
primero observamos el solar, luego proyectamos
y, cuando vemos la forma de la casa,
calculamos el coste de la obra:
si excede nuestras posibilidades,
¿no debemos trazar otro proyecto
con menos estancias, o incluso renunciar
a construir? Pues en esta gran obra,
que es casi derribar todo un reino
y levantar otro, hay que observar mucho más
nuestro terreno y el proyecto,
acordar unos cimientos bien seguros,
consultar a arquitectos, saber si nuestros medios
permiten levantar el edificio,
ponderar todo lo adverso, que, si no,
nos reforzamos con papeles y con cifras,
usando nombres en lugar de hombres,
como el que hace el proyecto de una casa
sin recursos para obrar y, estando a medio,
deja toda una mansión sin terminar,
desnuda ante el llanto de las nubes
y expuesta a la cruda tiranía del invierno.
HASTINGS
Si nuestras esperanzas, que pueden dar buen parto,
naciesen muertas y no pudiéramos contar
con otros hombres que los nuestros,
yo creo que, como estamos, nuestras fuerzas
bastan para igualar a las del rey.
LORD BARDOLPH
¿Es que el rey sólo tiene veinticinco mil hombres?
HASTINGS
Contra nosotros no más, ni tantos, lord Bardolph,
pues, a causa de las guerras, dividió
sus unidades: una contra Francia,
otra contra Glendower y, contra nosotros,
por fuerza una tercera. Así, el débil rey
está partido en tres, y en sus cofres ya resuena
la más hueca penuria y el vacío.
ARZOBISPO
No es de temer que ahora
reúna a las distintas unidades
para atacarnos con todo su poder.
HASTINGS
Si lo hiciera, dejaría inermes
sus espaldas, y a franceses
y galeses acosando sus talones. No temáis.
LORD BARDOLPH
¿Quién mandaría la unidad que nos ataca?
HASTINGS
El Duque de Lancaster y Westmoreland.
Contra Gales irán él mismo y Enrique Monmouth,
mas a quién se ha enviado contra Francia
no lo sé de fijo.
ARZOBISPO
¡En marcha!
Anunciemos las razones para armarnos.
Al pueblo ya lo ha hartado su elección,
su amor voraz lo ha saciado.
Quien construye sobre el corazón del vulgo
tiene casa inestable e insegura.
¡Ah, necia multitud, con qué clamor
tocaste el cielo al bendecir a Bolingbroke
antes de que fuera lo que tú querías!
Y ahora, ataviado en tus deseos,
insaciable comilón, te llenas tanto de él
que te esfuerzas por arrojarlo. Así, así,
perro plebeyo, vaciaste de tu estómago
voraz al rey Ricardo, y ahora quieres
comerte el vómito frío, y aúllas
por encontrarlo. ¿Quién confía en estos tiempos?
Los que, en vida de Ricardo, querían su muerte,
ahora están prendados de su tumba.
Tú, que le tirabas polvo a su real cabeza
cuando pasaba suspirante por el regio Londres
a los talones del aclamado Bolingbroke,
ahora gritas: «¡Ah, tierra, danos aquel rey
y toma éste!». ¡Malditos pensamientos!
Mejor, pasado y futuro; peor, esto.
MOWBRAY
Bien, ¿reunimos nuestras fuerzas y marchamos?
HASTINGS
Nos gobierna el tiempo y manda que partamos.

Salen.

II.i Entran la POSADERA y dos alguaciles, COLMILLO y TRAMPA.

POSADERA
Maese Colmillo, ¿habéis presentado la demanda?
COLMILLO
Está presentada.
POSADERA
¿Y vuestro ayudante? ¿Es robusto? ¿Sabrá hacer frente?
COLMILLO
¡Eh, tú! - ¿Dónde está Trampa?
POSADERA
¡Dios santo! Mi buen maese Trampa.
TRAMPA
Aquí, aquí.
COLMILLO
Trampa, hay que detener a sir Juan Falstaff.
POSADERA
Sí, maese Trampa: yo ya lo he demandado.
TRAMPA
Nos puede costar la vida a alguno, que él es de los que clavan.
POSADERA
¡Por Dios, llevad cuidado! A mí me clavó en mi propia casa, y de un modo brutal. Si ha sacado el arma, el daño que haga no le importa. Él tira a fondo como un diablo y no perdona a hombre, mujer o niño.
COLMILLO
Si llegamos a las manos, no me importa su estocada.
POSADERA
No, ni a mí; estaré a vuestro lado.
COLMILLO
Como le agarre, como le eche el garfio...
POSADERA
Si se va, me pierde, os lo aseguro; conmigo tiene infi¬nitivas cuentas. Maese Colmillo, agarradlo bien; maese Trampa, que no escape. Suele ir a Pie Corner, con per¬dón, a por una silla de montar, y está incitado a comer con maese Suave, el de las sedas, en «La Cabeza del Leopardo», en la calle Lombard. Como ya le he deman¬dado y mi asunto lo conoce todo el mundo, que se le lleve a juicio. Setenta libras es mucho aguantar para una pobre mujer sola, y yo he aguantado y aguantado y aguantado, y él me ha dado largas y largas y más lar¬gas, un día tras otro, que de pensarlo da vergüenza. Obrar así no es decente, como no se quiera convertir a una mujer en una burra, en una bestia que cargue con cualquier infamia.

Entran FALSTAFF, BARDOLFO y el PAJE.

Ahí llega, y con él Bardolfo, ese pillo redomado de narices vinosas. Cumplid vuestro deber, cumplid vues¬tro deber, maese Colmillo y maese Trampa, cumplid conmigo, cumplid conmigo.
FALSTAFF
¿Qué es esto? ¿Qué yegua se ha muerto? ¿Qué pasa?
COLMILLO
Os detengo a petición de doña Prisas.
FALSTAFF
¡Fuera, bergantes! ¡Desenvaina, Bardolfo! ¡Córtale la cabeza a ese infame! ¡Echa al arroyo a esa prójima!
POSADERA
¿Echarme a mí al arroyo? ¡Al arroyo os echaré yo! ¿Cómo os atrevéis, mal nacido? ¡Al asesino, al ase-sino! ¡Ah, vil hombricida! ¿Vais a matar a los agentes de Dios y del rey? ¡Ah, ruin hombricida! ¡Sois un mataseres, un matahombres, un matahembras!
FALSTAFF
¡Tenlos a raya, Bardolfo!
COLMILLO
¡Refuerzos, refuerzos!
POSADERA
Buena gente, traed un refuerzo o dos. ¿Cómo te atre¬ves, cómo te atreves? ¡Vamos, canalla! ¡Venga, hom¬bricida!
PAJE
¡Quita, marmitona, fregona, zorrona! Te voy a rascarla retaguardia.

Entra el JUSTICIA Mayor con sus hombres.

JUSTICIA
¿Qué pasa aquí? ¡Haya paz!
POSADERA
Mi buen señor, socorredme; os lo suplico, amparadme.
JUSTICIA
¡Cómo, sir Juan! ¿A qué viene esta riña?
¿Cuadra con vuestro puesto y cometido?
Camino de York tendríais que estar.
[A COLMILLO] Y tú, ¡aparta! ¿Por qué te pegas tanto a él?
POSADERA
¡Ah, mi muy honorable señor! Con perdón de Vuestra Alteza, soy una pobre viuda de Eastcheap, y a éste lo han detenido a petición mía.
JUSTICIA
¿Qué cantidad os debe?
POSADERA
Señor, es más que una cantidad: me lo debe todo. Se me ha comido mi casa y hogar, y se ha metido toda mi hacienda en su gorda panza, pero yo le sacaré una parte o estaré siempre encima de él acosándole como una pesadilla.
FALSTAFF
Si tengo sitio para montar, es más fácil que yo esté encima de ella.
JUSTICIA
¿Cómo es esto, sir Juan? ¿Qué hombre de temple puede soportar esta lluvia de improperios? ¿No os da ver¬güenza obligar a una pobre viuda a dar este duro paso para recuperar lo suyo?
FALSTAFF
¿Cuál es el total de mi deuda?
POSADERA
Pues si fuerais hombre honrado, vos mismo y el dinero. Me jurasteis sobre una copa medio dorada, sentado a la mesa redonda de mi cuarto de «El Delfín» ante un fuego de carbón, el miércoles de Pentecostés, cuando el príncipe os rompió la cabeza por comparar a su padre con un cantor de Windsor; digo que entonces me jurasteis, mientras yo os lavaba la herida, que os casa¬ríais conmigo y me haríais vuestra señora esposa. ¿Vais a negarlo? ¿No fue entonces cuando entró la señora Sebos, la del carnicero, y me llamó comadre Prisas? ¿No entró a pedir un poco de vinagre, diciéndonos que tenía un buen plato de gambas, y entonces os apeteció comer alguna, y entonces yo os dije que eran malas para un recién herido? Y cuando ya había bajado, ¿no me pedisteis que no le diera tanta confianza a esa pobre gente, diciendo que muy pronto me llamarían señora? ¿Y no me besasteis, rogándome que os trajera treinta chelines? Os pongo ante la Biblia: negadlo si podéis.
FALSTAFF
Señor, ésta es una pobre loca que va contando por toda la ciudad que su hijo mayor se os parece. Gozó de buena posición y la verdad es que la pobreza la ha tras¬tornado. En cuanto a estos bobos de alguaciles, os pido que me permitáis una satisfacción.
JUSTICIA
Sir Juan, sir Juan, conozco bien vuestra manera de darle a la verdad un giro falso. Ni vuestro firme sem-blante, ni ese chorro de palabras que os brota con impu¬dica insolencia podrán apartarme de una justa conside¬ración. Por lo que veo, habéis abusado del espíritu benigno de esta mujer [[y os habéis aprovechado de su bolsa y su personal]].
POSADERA
Es verdad, mi señor.
JUSTICIA
Callad, os lo ruego.- Pagadle lo que le debéis y repa¬rad la villanía que le habéis hecho. Lo uno podéis hacerlo con dinero contante; lo otro, con sincero arre¬pentimiento.
FALSTAFF
Señor, no dejaré sin respuesta esta reprobación. Lla¬máis impúdica insolencia a lo que es honrosa audacia: si uno se inclina y calla, es virtuoso. No, mi señor: con mi humilde respeto, no pienso suplicaros. Os digo que deseo quedar libre de estos alguaciles, pues me ocupan asuntos urgentes del rey.
JUSTICIA
Habláis como el que tiene poder para hacer daño. Res¬ponded como cumple a vuestro rango y dad satisfac¬ción a la pobre mujer.
FALSTAFF
Ven aquí, posadera.

[Se la lleva aparte.]
Entra GOWER.

JUSTICIA
¡Ah, maese Gower! ¿Hay noticias?
GOWER
Señor, el rey y el Príncipe de Gales
están cerca. El resto va aquí escrito.
FALSTAFF
¡Palabra de caballero!
POSADERA
Eso lo dijisteis antes.
FALSTAFF
¡Palabra de caballero! Vamos, no se hable más.
POSADERA
Por este suelo celestial que estoy pisando, que tendré que empeñar la plata y los tapices de los comedores.
FALSTAFF
De cristal, de cristal, eso son vasos; respecto a las pare¬des, un cuadro gracioso, la historia del hijo pródigo o una cacería alemana en acuarela valen mil colgajos y tapices con cagaditas de mosca. Si puedes, que sean diez libras. Vamos, que si no te diera el mal humor, no habría mejor moza en Inglaterra. Venga, lávate la cara y retira la demanda. Vamos, conmigo no estés de ese humor. ¿No me conoces? Venga, vamos, bien sé que te han instigado a hacerlo.
POSADERA
Os lo ruego, sir Juan, dejadlo en veinte nobles. La ver¬dad, no quiero empeñar la plata, Dios me libre, ¡ay!
FALSTAFF
No te preocupes, ya lo arreglaré. Siempre serás una boba.
POSADERA
Bueno, los tendréis, aunque empeñe el vestido. Espero que vengáis a cenar. ¿Me lo pagaréis todo junto?
FALSTAFF
Como es cierto que vivo. [A BARDOLFO] Ve con ella, con ella; no la sueltes, no la sueltes.
POSADERA
¿Queréis ver en la cena a Dora Rompesábanas?
FALSTAFF
No digas más; que venga.

Salen la POSADERA, COLMILLO [, TRAMPA, BARDOLFO y el PAJE].

JUSTICIA
Yo tengo mejores noticias.
FALSTAFF
¿Qué noticias hay, señor?
JUSTICIA
¿Dónde durmió el rey anoche?
GOWER
En Basingstoke, señor.
FALSTAFF
Señor, espero que todo vaya bien. ¿Qué noticias hay, señor?
JUSTICIA
¿Vuelven todos sus soldados?
GowER
No, mil quinientos a pie y quinientos a caballo se enviaron al Príncipe de Lancaster
contra Northumberland y el arzobispo.
FALSTAFF
¿El rey vuelve de Gales, mi señor?
JUSTICIA
Recibiréis muy pronto cartas mías; vamos, acompañadme, maese Gower.
FALSTAFF
¡Señor!
JUSTICIA
¿Qué ocurre?
FALSTAFF
Maese Gower, ¿tendríais a bien cenar conmigo?
GOWER
Estoy al servicio de Su Señoría. Os lo agradezco, sir Juan.
JUSTICIA
Sir Juan, perdéis demasiado tiempo, cuando debierais reclutar hombres conforme recorréis condados.
FALSTAFF
¿Queréis cenar conmigo, maese Gower?
JUSTICIA
¿Quién fue el torpe de maestro que os enseñó esos modales, sir Juan?
FALSTAFF
Maese Gower, si no me cuadran, bien torpe fue mi maestro. Esgrima de buen estilo, mi señor: golpe por golpe, y en paz.
JUSTICIA
El Señor os ilumine, que sois un majadero.

Salen.

II.ii Entran el PRÍNCIPE Enrique y POINS.

PRÍNCIPE
Por Dios, que estoy cansadísimo.
POINS
¿Es posible? Yo creí que el cansancio no se atrevería con alguien de tan noble sangre.
PRÍNCIPE
Pues conmigo sí, aunque reconocerlo sonroje la faz de mi nobleza. ¿No me aplebeya desear cerveza floja?
POINS
Un príncipe no debe cometer la ligereza de recordar una bebida tan débil.
PRÍNCIPE
Tal vez mi apetito no sea de regia cuna, pues de verdad que ahora me acuerdo de esa pobre criatura, la cerveza floja. Pero es cierto que estas humildes consideracio¬nes me ponen a mal con mi nobleza. ¡Qué deshonra para mí acordarme de tu nombre o mañana conocer tu cara o fijarme en los pares de calzas de seda que tienes, es decir, éstas y las que eran de color melocotón! O lle¬var el inventario de tus camisas: una de sobra y otra para usar. Pero eso lo sabe mejor el encargado del tenis, pues muy escaso andarás de ropa blanca cuando no empuñas raqueta; y llevas tiempo sin hacerlo, ya que tus países bajos se las han apañado para devorar tu holanda. [[Y sabe Dios si los que chillan de entre las ruinas de tu ropa blanca heredarán Su reino, aunque las comadronas dicen que las criaturas no tienen la culpa; por eso crece el mundo y las familias siempre se refuer¬zan]]
POINS
Después de haberos afanado tanto, ¡qué mal efecto hace que habléis tan a la ligera! Decidme cuántos bue¬nos príncipes lo harían teniendo a su padre tan enfermo como el vuestro lo está ahora.
PRÍNCIPE
¿Te digo una cosa, Poins?
POINS
Sí, y que sea buena de verdad.
PRÍNCIPE
Les bastará a los ingenios de no mayor crianza que la tuya.
POINS
Vamos, encajaré el golpe de la que vais a decir.
PRÍNCIPE
Pues te digo que no conviene que yo esté triste ahora que mi padre está enfermo, aunque podría decirte -a ti, a quien, a falta de otro mejor, me complace llamar amigo- que podría estar triste, y hasta muy triste.
POINS
Por ese motivo, lo dudo.
PRÍNCIPE
¡Por Dios! Tú me crees tan deudor del diablo como tú y Falstaff por vuestra obstinación y contumacia. Habla¬rán los resultados, mas te digo que me sangra el cora¬zón por la dolencia de mi padre. Son las viles compa¬ñías como tú las que me impiden demostrar mi pena.
POINS
¿Por qué razón?
PRINCIPE
¿Qué pensarías de mí si llorase?
POINS
Que sois el más hipócrita de los príncipes.
PRÍNCIPE
Eso lo pensarían todos. Bendito tú, que piensas como todos: nadie sigue el camino trillado mejor que tú. Sí, todos me tendrían por un hipócrita. ¿Y qué es lo que concita tu muy honorable pensamiento?
POINS
Pues veros tan plebeyo y tan pegado a Falstaff.
PRÍNCIPE
Yati.
POINS
¡Por la luz del sol! De mí hablan bien; lo oyen mis oídos. Lo peor que pueden decir de mí es que soy un segundón y que tengo buenos puños, y estas dos cosas confieso que no puedo remediarlas. ¡Voto a...! Aquí llegó Bardolfo.

Entran BARDOLFO y el PAJE.

PRÍNCIPE
Y el paje que le di a Falstaff. Cuando lo recibió era cris¬tiano, y mira si el vil gordinflón no lo ha convertido en simio.
BARDOLFO
Dios salve a Vuestra Alteza.
PRÍNCIPE
Y a la tuya, nobilísimo Bardolfo.

POINS
Ven, tonto virtuoso, necio ruboroso. ¿Te sonrojas? ¿Por qué te sonrojas ahora? ¡Qué guerrero más virginal te has vuelto! ¿Es tan difícil desflorar una jarra de cer¬veza?
PAJE
Señor, acaba de llamarme desde detrás de una celosía roja, y yo no podía distinguir ni una parte de su cara. Al final le vi los ojos y pensé que había hecho dos agujeros en la falda roja de la tabernera para mirar por ellos.
PRÍNCIPE
¿A que el muchacho progresa?
BARDOLFO
¡Fuera, puto conejo a dos patas! ¡Fuera!
PAJE
¡Fuera tú, vil sueño de Altea!. ¡Fuera!
PRÍNCIPE
Instrúyenos, muchacho. ¿Qué sueño es ése?
PAJE
Pues, señor, Altea soñó que paría un tizón, y por eso le llamo por el sueño.
PRÍNCIPE
Esa buena explicación vale una corona. ¡Toma, mucha¬cho!
POINS
¡Ojalá a esta flor no la ataque el gusano! Que estos seis peniques te preserven.
BARDOLFO
Si entre todos no lográis que lo cuelguen, ofenderéis a la horca.
PRÍNCIPE
¿Cómo está tu amo, Bardolfo?
BARDOLFO
Bien, señor. Sabía que Vuestra Alteza venía a la ciu¬dad. Aquí tengo una carta para vos.
POINS
Entregada con toda ceremonia. ¿Cómo está ese San Martín de amo tuyo?.
BARDOLFO
Muy bien de cuerpo, señor.
POINS
Pues su parte inmortal necesita un médico; aunque ésa no le inquieta: enferma, pero no muere.
PRÍNCIPE
A este mollas le doy la misma confianza que a mi perro, pero él guarda las distancias: mira cómo escribe.

[Le enseña la carta a POINS.]

POINS
«Juan Falstaff, caballero.» - Que lo sepa todo el mundo cada vez que dé su nombre. Como los parientes del rey, que se pinchan el dedo y ya están diciendo: «Se ha vertido sangre real.» «¿Cómo es eso?», dice quien unge no entender. Y la respuesta, tan a la mano como el sombrero de quien pide: «Soy el primo pobre del rey, señor.»
PRÍNCIPE
Serán parientes nuestros o se remontarán hasta Jafet. A ver la carta: «Sir Juan Falstaff, al hijo del rey más próximo a su padre, Enrique, Príncipe de Gales, sus saludos.»
POINS
¡Suena a documento!
PRÍNCIPE
Calla. «Imitaré en la brevedad a los dignos romanos.»
POINS
Querrá decir brevedad de aliento, aliento corto.
[PRÍNCIPE]
«Te presento mis respetos, te respeto y me despido. No des demasiada confianza a Poins, pues abusa tanto de tus favores que jura que te casarás con su hermana Nela. Arrepiéntete a tu comodidad, y adiós.
Tuyo por sí o por no (que es como decir: según le tra¬tes), Juan Falstaff para los amigos, Juan para mis her¬manos y sir Juan para toda Europa.»
POINS
Señor, empaparé esa carta en jerez y haré que se la coma.
PRÍNCIPE
Eso es como hacerle tragar muchas palabras suyas. Pero, ¿es así como me tratas, Ned? ¿Tengo que casarme con tu hermana?
POINS
¡No le dé Dios peor suerte a la moza! Pero yo nunca dije eso.
PRÍNCIPE
Bien, así es como hacemos el tonto con los tiempos, y el espíritu de los sabios, sentado en las nubes, se burla de nosotros.- ¿Está en Londres tu amo?
BARDOLFO
Sí, mi señor.
PRÍNCIPE
¿Dónde cena? ¿Come el viejo jabalí en la vieja pocilga?.
BARDOLFo
Donde siempre, mi señor: en Eastcheap.
PRÍNCIPE
¿Con quién?
PAJE
Con efesios de la vieja iglesia, mi señor.
PRÍNCIPE
¿Cenan con él mujeres?
PAJE
Sólo doña Prisas y doña Dora Rompesábanas.
PRÍNCIPE
¿Quién es esa pagana?
PAJE
Señor, toda una señora y pariente de mi amo.
PRÍNCIPE
Pariente como las vacas para el toro del lugar. ¿Les damos una sorpresa mientras cenan, Ned?
POINS
Soy vuestra sombra, señor; os sigo.
PRÍNCIPE
Tú, muchacho, y tú, Bardolfo, ni una palabra a vuestro amo de que ya he llegado. Esto por vuestro silencio.
BARDOLFO
No tengo lengua, señor.
PAJE
Y yo frenaré la mía, señor.
PRÍNCIPE
En marcha. Adiós.

[Salen BARDOLFO y el PAJE.]

Esa Dora Rompesábanas será una mujer pública.
POINS
Ya lo creo. Tan pública como la ruta de San Albano a Londres.

PRINCIPE
¿Cómo podríamos ver a Falstaff en su verdadera piel sin que él nos vea?
POINS
Poniéndonos jubones y delantales de cuero y sirvién¬dole como mozos de taberna.
PRÍNCIPE
De Dios a toro. ¡Grave descenso! Fue el caso de Júpi¬ter. De príncipe a aprendiz. ¡Qué baja transforma-ción! Será la mía, pues en todo la intención debe justi¬ficar la necedad. Ven conmigo, Ned.

Salen.

II.iii Entran NORTHUMBERLAND, LADY NORTHUMBER¬LAND y LADY PERCY, viuda de Enrique Percy.

NORTHUMBERLAND
Os lo ruego, amada esposa y gentil hija,
allanad el camino de mis asperezas.
No adoptéis el semblante de los tiempos
y, como ellos, turbéis a vuestro Percy.
LADY NORTHUMBERLAND
Yo he renunciado y no pienso decir más.
Haz lo que quieras; la prudencia te guíe.
NORTHUMBERLAND
¡Ah, esposa! He empeñado mi honor
y sólo mi marcha podría redimirlo.
LADY PERCY
¡Por Dios, no vayáis a esa guerra!
Padre, no cumplisteis la palabra
cuando os comprometía más que ahora,
cuando mi amado Enrique, vuestro Percy,
lanzaba al norte sus miradas para ver
llegar las tropas de su padre, mas en vano.
Entonces, ¿quién os convenció de que os quedarais?
Se perdieron dos honores: el vuestro y el suyo.
Al vuestro, el Dios del cielo le dé gloria;
el suyo estaba fijo en él, igual que el sol
en la gris bóveda celeste, y con su luz
toda la caballería de Inglaterra
emprendía hazañas. Él fue el espejo
ante el cual la joven nobleza se vestía.
Quien no imitaba su andar, iba cojo,
y el defecto de su hablar atropellado
llegó a ser el acento del valiente,
pues los que hablaban bajo y despacioso
rebajaban su propia perfección
para copiarle. Así, en el habla, el porte,
la comida, los placeres favoritos,
las reglas militares y el carácter,
él era el norte, espejo, pauta y molde
que daba forma a otros. Y a él, ¡oh, portento
y milagro de hombre!, que no tenía igual,
le dejasteis en estado desigual,
mirando al dios horrendo de la guerra
en desventaja, afrontando una batalla
donde no parecía haber otra defensa
que el sonido de su nombre: así le abandonasteis.
¡Nunca, oh, nunca ofendáis a su alma
siendo más escrupuloso en vuestro honor
con otros que con él! A ellos dejadlos.
El mariscal y el arzobispo son bien fuertes.
De haber tenido Enrique la mitad de esos hombres,
hoy yo le rodearía su amado cuello
y hablaría de la tumba del Príncipe de Gales.
NORTHUMBERLAND
¡Dios te valga, noble hija!
Me dejas sin alientos lamentando
de nuevo viejas faltas. Pero he de ir
y enfrentarme allá con el peligro
o él vendrá a buscarme en otra parte
y me hallará menos prevenido.
LADY NORTHUMBERLAND
Huye a Escocia
hasta que nobles y plebeyos den señales
de la fuerza de sus armas.
LADY PERCY
Si aventajan al rey y le dominan,
entonces os unís como un aro de acero
para dar más fuerza al fuerte. Mas, por nuestro amor,
que prueben ellos antes. Lo hizo vuestro hijo;
así quedó dispuesto, así es como enviudé,
y nunca tendré yo bastante vida
para regar su recuerdo con mis ojos
porque brote y crezca hasta los cielos
en memoria de mi noble esposo.
NORTHUMBERLAND
Vamos, entrad conmigo. Mi ánimo
ha alcanzado la pleamar y permanece
sin moverse, sin fluir a ningún lado.
Bien quisiera unirme al arzobispo,
pero muchas razones me lo impiden.
Elijo Escocia: allí pienso quedarme
hasta que tiempo y ventaja me reclamen.

Salen.

II.iv Entran dos Mozos de taberna.

MOZO 1.º
¿Qué demonios has traído? ¿Manzanas secas? Sabes que sir Juan no las soporta.
MOZO 2.°
¡Dios, es verdad! Una vez el príncipe puso un plato de manzanas secas delante de él y le dijo que eran otros cinco sir Juanes y, quitándose el sombrero, dijo: «Me des¬pido de estos seis caballeros secos, redondos, viejos y mustios.» Le dolió en el alma, aunque ya lo ha olvidado.
MOZO 1.°
Entonces pon el mantel, colócalas y mira a ver si encuentras a Soplón y su banda. Dora Rompesábanas quiere un poco de música. [[¡Vamos! En el cuarto donde han cenado hace mucho calor, y vendrán pronto.]]

Entra otro MOZO.
MOZO 3.º
¡Eh, oye! Vienen para acá el príncipe y maese Poins, y se pondrán nuestros jubones y delantales. Que no se entere sir Juan. Me lo ha dicho Bardolfo.
MOZO 1.º
¡Dios, habrá bullicio! ¡Menuda trampa!
MOZO 2.°
A ver si encuentro a Soplón.

Salen.

Entran [la POSADERA] doña Prisas y DORA Rompesábanas.

POSADERA
Pues sí, querida, creo que estás de muy buen temple¬mento. La impulsación te late con una reglaridad que da gusto y tienes un color tan encarnado como una rosa, ¡ya lo creo!; aunque, en verdad, has bebido demasiado vino canario, un vino que hay que ver cómo se sube y te perfuma la sangre antes que puedas decir: «¿Qué pasa?» ¿Cómo estás ahora?
DORA
Mejor que antes. ¡Hip!
POSADERA
Eso está bien; el buen ánimo vale su peso en oro. Mira, aquí llega sir Juan.

Entra FALSTAFF.

FALSTAFF
[canta] «Arturo entró en palacio...»
-¡Vacía el orinal!¬
[canta] «... y fue un glorioso rey.»
¿Qué tal, Dora?
POSADERA
Mareada en calma, eso es.
FALSTAFF
Así está toda su secta: la calma les da mareos.
DORA
¡Que la sífilis te lleve, vil carnaza! ¿Es ése el consuelo que me das?
FALSTAFF
Tú engordas la carnaza, Dora.
DORA
¿Que yo la engordo? La engordan las enfermedades y la gula, yo no.
FALSTAFF
Si el cocinero favorece la gula, tú favoreces las enfer¬medades, Dora. Y nosotros las pillamos, Dora, las pilla¬mos. Admítelo, santita, admítelo.
DORA
Sí, mi rey: nuestras joyas y colgantes.
FALSTAFF
«Vuestros broches, alhajas y perlas.» Pues, ya sabes, luchar con bravura es volver renqueando, salir de la brecha con la pica bravamente doblada, afrontar brava¬mente al médico, arriesgarse bravamente sobre caño¬nes cargados...
DORA
[[¡Cuélgate, congrio inmundo, cuélgate!]]
POSADERA
Vaya, la costumbre de siempre: nada más juntaros, ya tenéis disputa. La verdad, os ponéis más tiesos que dos tostadas secas; no sabéis soportaros las flacuras. ¡Ah, qué vida! Hay que soportar, y más tú, que eres, como dicen, el vaso frágil, el vaso vacío.
DORA
¿Puede soportar un vaso vacío a un barrilazo tan lleno? Lleva dentro un cargamento de vino de Burdeos: jamás se vio un carguero con la bodega tan repleta. Venga, Juan, hagamos las paces: te vas a la guerra, y a quién le preocupa si volveré a verte o no.

Entra un Mozo.

MOZO
Señor, el alférez Pistola está abajo y quiere hablaros.
DORA
¡Que cuelguen a ese bravucón! Que no entre. Es el bri¬bón más malhablado de Inglaterra.
POSADERA
Si es un bravucón, que no entre. No, por Dios, que yo tengo que vivir con mis vecinos. No quiero bravuco¬nes, que tengo buena fama entre la gente de bien. Cie¬rra la puerta, que no entren bravucones: no he vivido tantos años para ahora aguantar bravucones. Anda, cie¬rra la puerta.
FALSTAFF
Oye, posadera.
POSADERA
Silencio, sir Juan. Aquí no entran bravucones.
FALSTAFF
Óyeme: es mi alférez.
POSADERA
¡Bobadas, sir Juan! No quiero saber nada. El bravucón de vuestro alférez no entra en mi casa. El otro día com¬parecí ante maese Tísico, el sustituto, y me dijo (fue el miércoles pasado, seguro): «Vecina Prisas», dice (y estaba presente maese Mudo, el cura), «vecina Prisas», dice, «admitid a gente de orden, pues», dice, «tenéis mala fama». Es lo que dijo, y yo sé por qué. «Pues», dice, «sois mujer honrada y bien considerada, conque mirad a quién admitís. No admitáis», dice, «a tipos bra¬vucones». Así que aquí no entra ninguno. Os habría pasmado oír lo que dijo. No, no quiero bravucones.
FÁLSTAFF
Posadera, él no es ningún bravucón, sólo un fullero muy manso. Le puedes acariciar como a un cachorro de galgo. Él no le cacarea ni a una gallina berberisca, aunque se le vuelvan las plumas mostrando resisten¬cia.- Mozo, dile que suba.

[Sale el MOZO.]

POSADERA
¿Le llamáis fullero? Yo no le cierro el paso a hombre de bien ni a fullero, pero los bravucones no me gustan, os lo juro; con sólo oír «bravucón» me pongo enferma. Ved cómo tiemblo, señores, mirad, os lo ruego.
DORA
Es verdad, posadera.
POSADERA
¿A que sí? Vaya que sí, como la hoja de un álamo. Yo a los bravucones no los trago.

Entran PISTOLA, BARDOLFO y el PAJE.

PISTOLA
Dios os guarde, sir Juan.
FALSTAFF
Bienvenido, alférez Pistola. Mira, Pistola, te cargo con un vaso de jerez; tú descarga sobre la posadera.
PISTOLA
Descargaré sobre ella, sir Juan, con dos balas.
FALSTAFF
Está a prueba de pistolas; no puedes hacerle daño.
POSADERA
Quita, que no beberé pruebas ni balas. Beberé lo que me venga bien, y no por dar gusto a un hombre.
PISTOLA
Entonces me descargo sobre ti, Dorotea, sobre ti.
DORA
¿Sobre mí? Me das asco, sarnoso. Tú, vil descanúsado, granuja, tramposo. Fuera, mohoso, fuera, que soy man¬jar de tu amo.
PISTOLA
Dorotea, que te conozco.
DORA
¡Fuera, ratero, mangante, fuera! Por este vino, que, como te pongas lagarto conmigo, te clavo el cuchillo en tu rancia cara. ¡Vamos, quita ya, cerveza aguada, espadachín de feria! ¿De cuándo, eh? ¡Dios santo! ¿Con esas cintas sobre el hombro? ¡Pues, vaya!
PISTOLA
[[Dios me mate si noB te degüello por decir eso.
[[FALSTAFF
Ya basta, Pistola; aquí no dejaré que te dispares. Pis¬tola, descárgate de nuestra compañía.]]
POSADERA
No, mi buen capitán Pistola; aquí no, buen capitán.
DORA
¿Capitán? Abominable, maldito fullero. ¿No te da vergüenza que te llamen capitán? Si los capitanes pensaran como yo, te echarían a palos por usar su nombre antes de merecerlo. ¿Tú capitán? ¿Por qué razón, infame? ¿Por romperle la gola en un burdel a una pobre puta? ¿Éste, capitán? Que cuelguen al gra¬nuja, que vive de ciruelas hervidas echadas a perder y galletas resecas. ¿Capitán? Por Dios, estos canallas harán que esa palabra sea tan odiosa [[como la pala¬bra «beneficiarse», que tenía muy buen sentido antes de corromperse]]. Conque lleven cuidado los capita¬nes.
BARDOLFO
Anda, buen alférez, vuelve abajo.
FALSTAFF
Acércate, Dora.
PISTOLA
Ni hablar. Óyeme, cabo Bardolfo: podría despedazarla, me vengaré de ella.
PAJE
Vamos, volved abajo.
PISTOLA
Antes he de verla condenada;
en el lago maldito de Plutón, ¡voto a...!,
en el abismo infernal,
con Erebo y los viles tormentos.
Firme el anzuelo y la caña.
¡Abajo, perros! ¡Abajo, impostores!
¿No tenemos aquí a Irene?.

[Desenvaina.]

POSADERA
Mi buen capitán Pichola, callad, que es tarde. Os lo ruego, agravad vuestra cólera.
PISTOLA
¡Buen modo de obrar! ¿Pueden las bestias de carga
y los viciados pencos asiáticos,
que al día sólo andan treinta millas,
compararse con Césares, Caníbales y griegos troyanos?
Pues no. Que ardan con el rey Cerbero
y que el cielo brame. ¿Reñir por minucias?
POSADERA
A fe mía, capitán, que esas palabras son duras.
BARDOLFO
Buen alférez, vete, o pronto habrá riña.
PISTOLA
¡Mueran hombres como perros! ¡Den coronas
como agujas! ¿No tenemos aquí a Irene?
POSADERA
Os juro que no la tenemos, capitán. ¡Válgame! ¿Creéis que os la negaría? Por Dios, callad.
PISTOLA
Pues come y engorda, mi bella Calípolis .-
Venga, echadme jerez.¬
«Si fortune me tormente, sperato me contento .»
¿Tememos andanadas? No, que el diablo dispare.-
¬¡Dadme jerez! Y tú, querida, descansa.

[Deja la espada en el suelo.]

¿Ponemos punto final? ¿No valen etcéteras?
FALSTAFF
Pistola, yo me callaría.
PISTOLA
Buen caballero, os beso el puño. Bien hemos visto las siete estrellas.
DORA
¡Por Dios, tiradlo por la escalera! No soporto a estos rimbombantes.
PISTOLA
¿Por la escalera? ¿No conocemos a las yeguas de tirar?
FALSTAFF
Bardolfo, échale a rodar por la escalera como una moneda. Aunque no haga nada más que no hablar nada, aquí no hará nada.
BARDOLFO
Vamos, baja.
PISTOLA
¿Qué, habrá incisiones? ¿Nos teñiremos?

[Empuña la espada.]

Pues, ¡méceme, Muerte, y abrevia mis días aciagos! ¡Que atroces heridas, horribles; abiertas,
suelten a las Tres Hermanas! ¡Atropo, ven ya!
POSADERA
¡La que se avecina!
FALSTAFF
Muchacho, dame mi estoque.
DORA
Te lo ruego, Juan, no desenvaines.
FALSTAFF [a PISTOLA]
¡Vete abajo!
POSADERA
¡Vaya tumulto! Antes cierro la posada que sufrir estos terrores y espantos. ¡Eso! Seguro que hay muerte. ¡Envainad las espadas, envainad las espadas!

[Sale PISTOLA, perseguido por BARDOLFO.]

DORA
Anda, Juan, cálmate; el bribón se ha ido. ¡Ah, vaya putillo valiente que estás hecho!
POSADERA
¿No estáis herido en la ingle? Me ha parecido que os daba una mala estocada en el vientre.

[Entra BARDOLFOJ
FALSTAFF
¿Le has echado a la calle?
BARDOLFO
Sí, señor. El bribón está borracho; le habéis herido en el hombro, señor.
FALSTAFF
¡Un bribón desafiarme!
DORA
¡Ah, tú, granujilla! ¡Ay, pobre monito, cómo sudas! ¡Vamos, deja que te seque la cara! Vamos, putillo mofletes. ¡Ah, granuja, de verdad que te quiero! Eres tan valiente como Héctor de Troya, vales cinco Aga¬menones y diez veces los Nueve Héroes!. ¡Ah, ber¬gante!
FALSTAFF
¡El vil canalla! Lo voy a mantear.
DORA
Anda, hazlo si te atreves. Si lo haces, te daré manta entre dos sábanas.

Entran los músicos.

PAJE
Señor, aquí están los músicos.
FALSTAFF
Que toquen.- Tocad, señores.- Dora, siéntate en mi rodilla. ¡Infame bravucón! El muy granuja huyó de mí como el azogue.
DORA
Claro, y tú le perseguiste igual que un templo 3s. Ah, putillo jabato de feria, ¿cuándo dejarás de luchar de día y pelear de noche y empezarás a componer tu viejo cuerpo para que vaya al cielo?

Entran el PRÍNCIPE y POINs disfrazados [de mozos de taberna].

FALSTAFF
Calla, Dora. No hables como una calavera, no me recuerdes mi fin.
DORA
Oye, ¿qué tal tipo es el príncipe?
FALSTAFF
Un buen muchacho, aunque simple. Habría sido un buen despensero; habría descortezado bien el pan.
DORA
Dicen que Poins tiene ingenio.
FALSTAFF
¿Ése, ingenio? Que cuelguen a ese mico: su ingenio es más espeso que la mostaza de Tewksbury; tiene menos gracia que un mazo.
DORA
Entonces, ¿por qué le aprecia tanto el príncipe?
FALSTAFF
Porque tiene las piernas del mismo tamaño, juega bien al tejo, come congrio con hinojo, se traga cabos de vela ardiendo con el aguardiente, juega con los niños en el balancín, salta sobre los taburetes, maldice con gracia, lleva las botas ajustadas como las que anuncian las tiendas, no arma altercados contando chismes, y por¬que tiene otras capacidades retozonas que demuestran mente floja y cuerpo sano, por las que el príncipe le tolera; pues el príncipe es otro que tal: ponlos en una balanza, y el peso de un cabello bastará para inclinarla.
PRÍNCIPE
¿No querrá este cubo de rueda que le corten las orejas?
POINS
Vamos a zurrarle delante de su golfa.
PRÍNCIPE
Mira cómo el viejo mustio se deja rascar la olla como un loro.
POINS
¿No es admirable que el deseo sobreviva tantos años a la acción?
FALSTAFF
Bésame, Dora.
PRÍNCIPE
¡Saturno y Venus en conjunción este año!. ¿Qué dice de esto el almanaque?
POINS
Y mirad cómo el trígono de fuego, su criado, secretea con la libreta de su amo, con su confidente.
FALSTAFF
Me adulas con tus besos.
DORA
Te juro que te beso con todo el corazón.
FALSTAFF
Soy viejo, soy viejo.
DORA
Te quiero más que a uno de esos mozos despreciables.
FALSTAFF
¿De qué tela quieres un vestido? El jueves tendré dinero; mañana te regalo un gorro. ¡Venga una canción alegre! Se hace tarde y hay que acostarse. Me olvidarás cuando no esté.
DORA
Te juro que me vas a hacer llorar diciendo eso. Ya verás cómo no voy bien vestida hasta que vuelvas. Espera hasta el final.
FALSTAFF
Trae jerez, Francisco.
PRÍNCIPE y POINS [adelantándose]
Ya voy, señor.
FALSTAFF
¡Cómo! ¿Un hijo bastardo del rey? Y tú, ¿no eres her¬mano de Poins?
PRÍNCIPE
¡Ah, globo lleno de pecado! ¿Qué vida llevas?
FALSTAFF
Mejor que la tuya: yo soy caballero; tú, mozo de taberna.
PRÍNCIPE
Cierto, señor, y vengo a sacarte de aquí por las orejas.
POSADERA
¡Ah, Dios guarde a Vuestra Alteza! Sed bienvenido a Londres. Que el Señor os bendiga vuestra gentil cara. ¡Jesús! ¿Venís de Gales?
FALSTAFF
¡Ah, puto saco loco de alta majestad! Por esta carne impura y esta sangre corrompida, que eres bienvenido.
DORA
¿Cómo? Bobo gorderas, te desprecio.
POINS
Señor, si no actuáis en caliente, éste impedirá vuestra venganza y convertirá todo en una broma.
PRÍNCIPE
Maldita mina de sebo, ¡con qué vileza has hablado de mí ante esta dama gentil, honesta y virtuosa!
POSADERA
¡Dios bendiga vuestra bondad! Así es ella, de cierto.
FALSTAFF
¿Es que me has oído?
PRÍNCIPE
Claro, y tú me has conocido, como cuando escapaste en Gad's Hill. Sabías que estaba a tu espalda y habla¬bas adrede para tentar mi paciencia.
FALSTAFF
No, no, no, nada de eso. Yo no pensaba que pudieras oírme.
PRÍNCIPE
Pues te haré confesar que había ofensa intencionada y entonces sabré cómo tratarte.
FALSTAFF
No había ofensa, Hal; palabra que no la había.
PRÍNCIPE
¿No? ¿Censurándome, llamándome despensero, corta¬panes y qué sé yo?
FALSTAFF
No había ofensa.
POINS
¿Que no?
FALSTAFF
Que no, Ned; ninguna en absoluto, mi buen Ned, nin¬guna. Le he censurado ante los impíos para que los impíos [volviéndose hacia el PRÍNCIPE] no se enamoren de ti; obrando así he hecho el papel del amigo preocu¬pado y del súbdito leal, y tu padre tendrá que agradecér¬melo. Nada de ofensas, Hal; ninguna, Ned, ninguna; ninguna, muchachos.
PRÍNCIPE
Y ahora, para congraciarte, el puro miedo y la mera cobardía te hacen agraviar a esta dama virtuosa. ¿Está ella entre los impíos? ¿Está entre los impíos la posa¬sdera? ¿O tu paje? ¿O el honrado Bardolfo, cuyo fervor le arde en la nariz?
POINS
Contesta, olmo seco, contesta.
FALSTAFF
El demonio ha apuntado a Bardolfo en su lista; su cara es la cocina privada de Lucifer, donde asa a los borra¬chos. Respecto al niño, tiene un buen ángel a su lado, pero el diablo le ciega.
PRÍNCIPE
¿Y las mujeres?
FALSTAFF
Una ya está en el infierno, y su fuego contagia a las pobres almas. A la otra le debo dinero, y no sé si eso la condena.
POSADERA
No, seguro que no.
FALSTAFF
No, creo que no; creo que de eso te libras. Bueno, hay otro cargo contra ti por permitir que se consuma carne en tu casa, lo que va contra la ley; creo que eso te hará aullar.
POSADERA
Eso lo hacen en todas las posadas. ¿Qué son una o dos patas de carnero en toda la cuaresma?
PRINCIPE
Señora...
DORA
¿Qué dice Vuestra Alteza?
FALSTAFF
Su Alteza dice cosas contra las que su carne se subleva.

PETO llama a la puerta.


POSADERA
¿Quién llama tan fuerte? Ve a ver, Francisco.

Entra PETO.

PRÍNCIPE
¿Qué tal, Peto? ¿Hay noticias?
PETO
El rey vuestro padre está en Westminster,
del norte han llegado exhaustos
veinte mensajeros y yo he dejado atrás
en mi camino a doce capitanes,
sudando, sin sombrero, preguntando
por sir Juan Falstaff en todas las tabernas.
PRÍNCIPE
Por Dios, Poins, que me siento muy culpable
de profanar un tiempo tan precioso,
en que la tormenta de la sedición, como el viento
del sur cargado de negros vapores, cae
sobre nuestras cabezas inermes y desnudas.
Dame mi espada y mi capa.- Falstaff, buenas noches.

Salen el PRÍNCIPE, POINS, [PETO y BAR¬DOLFO].

FALSTAFF
Ahora que llega el bocado más rico de la noche, tene¬mos que irnos sin tocarlo.

[Llaman dentro.]

¿Otra vez la puerta? ¿Qué pasa ahora?

[Entra BARDOLFOJ

BARDOLFO
Señor, tenéis que ir a palacio sin demora;
os esperan doce capitanes a la puerta.
FALSTAFF
[al PAJE] Tú, paga a los músicos.- Adiós, posadera; adiós, Dora. Ya veis, buenas mozas, lo solicitados que estamos los hombres de mérito. Los sin mérito pueden dormir mientras reclaman al hombre de acción. Adiós, buenas mozas. Si no me envían fuera a toda prisa, os veré antes de irme.
DORA
No puedo hablar. Si el corazón no va a estallarme... Bien, querido Juan, cuídate.
FALSTAFF
Adiós, adiós.

Sale [con BARDOLFO, el PAJE y los músi¬cos].

POSADERA
¡Id con Dios! En la época de los guisantes hará veinti¬nueve años que os conozco, pero un hombre más hon¬rado y más sincero... En fin, adiós.
BARDOLFO [dentro]
¡Señora Rompesábanas!
POSADERA
¿Qué pasa?
BARDOLFO [dentro]
¡Decidle a la señora Rompesábanas que venga a ver a mi amo!
POSADERA
¡Ah, corre, Dora! ¡Corre, corre, querida! [[¡Vamos! - Viene toda llorosa.- Ah, ¿vienes ya, Dora?]]

Salen.

III.i Entra el REY, en ropa de noche, con un paje.

REY
Ve a llamar a los condes de Surrey y de Warwick,
mas, antes de que vengan, que lean estas cartas
y las consideren. Date prisa.

Sale [el paje].

¡Cuántos de mis súbditos más pobres
duermen ahora! ¡Ah, sueño, dulce sueño!
Nodriza de la vida, ¿te habré asustado,
que los ojos no quieres ya cerrarme
y sumir en la inconsciencia mis sentidos?
¿Por qué, sueño, reposas en chozas humeantes,
tendido en incómodas yacijas,
arrullado por moscas zumbadoras,
y no en la alcoba perfumada de los grandes
bajo doseles de lujo y opulencia
y con el son de dulces melodías?
Ah, dios insensible, ¿por qué yaces con el pobre
en cama infecta y conviertes el lecho real
en atalaya o campana de rebato?
¿En el palo mayor vertiginoso
le sellas los ojos al grumete y su cerebro
le meces en la cuna del áspero oleaje
y en las arremetidas de los vientos,
que agarran a las fieras olas por la cresta,
retorciendo sus enormes cabezas y colgándolas
en las nubes incorpóreas con tan rudo estruendo
que hasta la muerte despierta del tumulto?
Injusto sueño, ¿puedes darle tu reposo
a ese chico empapado en tal cruel hora
y, en la noche más serena y apacible,
cuando todos los medios te propician,
aun rey se lo niegas? ¡Humilde, descansa!
Sin paz yace la cabeza coronada.

Entran WARWICK y SURREY.

WARWICK
Tenga un buen día Vuestra Majestad.
REY
¿Qué hora es, señores?
WARWICK
Más de la una de la madrugada.
REY
Entonces tened los dos un buen día.
¿Habéis leído las cartas que os he enviado?
WARWICK
Sí, Majestad.
REY
Habréis visto qué inmundo está el cuerpo
de este reino, qué infectos males crecen,
y con qué peligro, junto a su corazón.
WARWICK
Ahora es sólo un cuerpo que está enfermo
y puede recobrar su anterior fuerza
con buen consejo y alguna medicina.
Lord Northumberland se enfriará muy pronto.
REY
¡Oh, Dios! Quién pudiera leer el libro
del destino y ver cómo el giro de los tiempos
allana las montañas, y la tierra,
cansada de tanta solidez, se funde
con el mar; y, otras veces, ver cómo el cinturón
costero del océano es muy ancho
para las caderas de Neptuno; cómo
las bromas del azar llenan de licores varios
la copa de la transformación. QSi esto se viera,
el joven más feliz, mirando el curso de su vida,
los peligros pasados, las desgracias por venir,
cerraría el libro y esperaría la muerte.
Aún no hace diez años que Ricardo
y Northumberland, grandes amigos,
se recreaban juntos y, dos años después,
estaban en guerra. Hace ocho años
este Percy era el más próximo a mi alma,
se afanaba por mí como un hermano
y ponía a mis pies su afecto y vida.
Sí, y por mí al mismo Ricardo
le hacía frente. ¿Quién de los dos estaba allí
-que yo recuerde, tú, honorable Nevil¬-
cuando Ricardo, con los ojos anegados,
reprendido e insultado por Northumberland,
dijo estas palabras tan proféticas:
«Northumberland, escalera por la cual
Bolingbroke ha ascendido hasta mi trono»?
Aunque entonces, Dios lo sabe, no me lo proponía;
mas la necesidad tanto sometió al Estado
que me obligó a que besara la corona.
«Un tiempo llegará», prosiguió;
«Un tiempo llegará en que la pústula
del mal reviente corrompida.» Así continuó,
prediciendo el estado de estos tiempos
y la ruptura de nuestra amistad.
WARWICK
En la vida del hombre hay una historia
que muestra el genio de los tiempos ya pasados;
quien la observa, puede profetizar
con mucho acierto el curso verosímil
de los hechos por venir, ahora contenidos
en su germen y débil nacimiento.
El tiempo los incuba y trae al mundo
y, en razón de este plan inevitable,
el rey Ricardo pudo predecir
que el gran Northumberland, al serle falso,
de tal semilla engendraría más falsedad
y no arraigaría en otro suelo
que vos mismo.
REY
¿Y esos hechos son fatalidades?
Pues afrontémoslos como fatalidades:
la palabra misma nos empuja.
Dicen que el obispo y Northumberland
tienen cincuenta mil hombres.
WARWICK
No es posible, mi señor.
Como la voz y el eco, el rumor ha doblado
el número de los temidos. Tened a bien
acostaros, Majestad. Por mi alma,
que las fuerzas que ya habéis enviado
nos traerán esa presa fácilmente.
Para daros más alivio, tengo pruebas
seguras de que Glendower ha muerto.
Majestad, lleváis enfermo dos semanas
y el seguir levantado a estas horas
va a agravar vuestra dolencia.
REY
Aceptaré vuestro consejo.
En cuanto esta guerra interna esté acabada,
partiré, amigos míos, a Tierra Santa.

Salen.

III.iii Entran el juez SIMPLE y el juez MUDO.

SIMPLE
Vamos, pasad, pasad, señor. Dadme la mano, señor, dadme la mano. ¡Jesús, qué madrugador! ¿Qué tal mi pariente Mudo?
MUDO
Buenos días, pariente Simple.
SIMPLE
¿Y qué tal vuestra costilla, mi pariente? ¿Y vuestra pre¬ciosa hija y ahijada mía, Elena?
MUDO
¡La pobre! Un mirlo negro, pariente.
SIMPLE
Por sí o por no, señor. Supongo que mi sobrino Gui¬llermo estará hecho un sabio. Sigue en Oxford, ¿ver-dad?
MUDO
Sí, señor, a mis expensas.
SIMPLE
Entonces irá pronto al Colegio de Leyes. Yo estuve en el de San Clemente, donde creo que aún me llaman «El loco».
MUDO
Os llamaban «El retozón», pariente.
SIMPLE
Por Dios, que me llamaban de todo, y yo habría hecho de todo, y a fondo. Estaba yo, y Juan Ochavo, de Staf¬fordshire, y el moreno de Jorge Graneros, y Francisco Mascahuesos, y Guillermo Soplón, de Cotswold. En los Colegios de Leyes no han vuelto a ver a cuatro valento¬nes semejantes. Y os puedo decir que sabíamos dónde había mozas finas y que teníamos las mejores a nuestra disposición. Y estaba Juan Falstaff, ahora sir Juan, un muchacho, paje de Tomás Mowbray, Duque de Norfolk.
MUDO
¿El sir Juan que va a venir por lo de los soldados?
SIMPLE
El mismo sir Juan, el mismo. Vi cómo descalabraba a Scoggin a la entrada del Colegio, cuando era un diabli¬llo así de alto. Ese mismo día me peleé con Sansón Gallina, un frutero, detrás del Gray. ¡Jesús, Jesús! ¡Qué días locos he vivido! ¡Y ver cuántos viejos amigos han muerto!
MUDO
Los seguiremos todos, pariente.
SIMPLE
Seguro, seguro, muy cierto. Como dicen los Salmos la muerte cumple con todos, todos moriremos. ¿A cómo sale una buena yunta de bueyes en la feria de Stanford?
MUDO
La verdad, no he ido nunca.
SIMPLE
La muerte cumple. ¿Vive todavía tu paisano, el viejo Doblado?
MUDO
Murió.
SIMPLE
¡Murió, Jesús, Jesús! Tan buen arquero, y muere. Tenía mucho tino. Juan de Gante le apreciaba y apostó mucho por él. ¡Murió! Podía dar en el blanco a más de dos¬cientas yardas y tirar en línea recta a casi trescientas. Verlo daba gozo al corazón. ¿Y a cómo una veintena de ovejas?
MUDO
Según cómo sean: una buena veintena de ovejas vale diez libras.
SIMPLE
¿Y el viejo Doblado ha muerto?
MUDO
Aquí vienen dos hombres de sir Juan, me parece.

Entran BARDOLFO y otro.

Buenos días, caballeros.
BARDOLFO
Os lo ruego, ¿quién es el juez Simple?
SIMPLE
Yo soy Roberto Simple, señor, un pobre hacendado de esta tierra y juez de paz del reino. ¿Qué deseáis de mí?
BARDOLFO
Señor, mi capitán se encomienda a vos; mi capitán, sir Juan Falstaff, un bravo caballero, os lo juro, y un jefe admirable.
SIMPLE
Buen mensajero. Le conocí como buen esgrimista. ¿Cómo está el buen caballero? ¿Puedo preguntar cómo está su señora esposa?
BARDOLFO
Disculpad, señor: un soldado está mejor acomodado sin esposa.
SIMPLE
Bien dicho, sí, señor; muy bien dicho. ¡Mejor acomo¬dado! Está bien, sí, muy bien. Una buena locución ha sido y sigue siendo muy loable. ¡Acomodado! Viene de accommodo. Muy bien, buena locución.
BARDOLFO
Disculpad, señor: he oído la palabra. ¿La llamáis locu¬ción? Por el cielo, que no sé de locuciones, pero pienso mantener con mi espada que la palabra es muy marcial y que imprime autoridad, lo juro. Acomodado: eso es cuando alguien está, como se dice, acomodado, o cuando alguien está de tal manera que se le puede con¬siderar acomodado, lo cual es excelente.

Entra FALSTAFF.

SIMPLE
Muy cierto.- Mirad, aquí viene el bueno de sir Juan. Dadme vuestra mano, vuestra noble mano. A fe mía que estáis muy bien y lleváis muy bien vuestros años. Bienvenido, sir Juan.
FALSTAFF
Y a mí me alegra encontraros bien, maese Roberto Simple. Es maese Naipe, ¿no?
SIMPLE
No, sir Juan, es mi pariente Mudo, juez de paz como yo.
FALSTAFF
Mi buen maese Mudo, os cuadra muy bien lo de la paz.
MUDO
Vuestra merced sea bienvenido.
FALSTAFF
¡Uf, qué calor, señores! ¿Me habéis conseguido media docena de hombres capaces?
SIMPLE
Vaya que sí, señor. ¿Queréis sentaros?
FALSTAFF
Permitidme que los vea.
SIMPLE
¿Y la lista, y la lista, y la lista? A ver, a ver, a ver... Sí, sí, sí, sí, sí. Vaya que sí.- ¡Rafael Mohoso! - Que se presenten según los llame, según los llame, según los llame. A ver, ¿dónde está Mohoso?

Entra MOHOSO.

MOHOSO
Presente, con permiso.
SIMPLE
¿Qué os parece, sir Juan? Un tipo robusto, joven, fuerte y con amistades.
FALSTAFF
¿Te llamas Mohoso?
MOHOSO
Sí, con permiso.
FALSTAFF
Pues hay que darte uso cuanto antes.
SIMPLE
¡Ja, ja, ja! ¡Magnífico! Lo que está mohoso es por falta de uso. ¡Formidable, sí, señor! Muy bien, sir Juan, muy bien dicho.
FALSTAFF
Marcadlo.
MOHOSO
Bastante me han marcado ya hasta hoy; podríais dejarme en paz. A mi vieja la hará polvo no tener quien le labore ni trajine. Marcarme a mí no hace falta: para la guerra hay otros más capaces.
FALSTAFF
Vamos, calla, Mohoso. Te vas a la guerra; ya es hora de que te vayas corriendo.
MOHOSO
¿Correrme yo?
SIMPLE
Calla, hombre, calla; aparta. ¿Sabes dónde estás? -A ver el otro, sir Juan.- ¡Simón Sombra!
FALSTAFF
¡Vaya! Con éste me sentaré debajo. Será un soldado fresco.
SIMPLE
¿Dónde está Sombra?

Entra SOMBRA.

SOMBRA
Presente, señor.
FALSTAFF
Sombra, ¿de quién eres hijo?
SOMBRA
Señor, de mi madre.
FALSTAFF
¡Hijo de tu madre! Seguramente, y sombra de tu padre, pues el hijo de la hembra es la sombra del macho. Suele suceder, pero cuánta sustancia hay del padre...
SIMPLE
¿Os gusta, sir Juan?
FALSTAFF
Sombra servirá para el verano. Marcadlo, que hacen falta sombras para llenar las listas.
SIMPLE
¡Tomás Verruga!
FALSTAFF
¿Dónde está?

Entra VERRUGA.

VERRUGA
Presente, señor.
FALSTAFF
¿Te llamas Verruga?
VERRUGA
Sí, señor.
FALSTAFF
Verruga muy desastrada.
SIMPLE
¿Lo marco, sir Juan?
FALSTAFF
Sería inútil, porque los pingajos que le cuelgan ya le marcan bien el cuerpo. No le marquéis más.
SIMPLE
¡Ja, ja, ja! Muy logrado, señor, muy logrado; os feli¬cito.- ¡Francisco Flojo!

Entra FLOJO.

FLOJO
Presente, señor.
SIMPLE
¿En qué trabajas, Flojo?
FLOJO
Soy sastre de mujeres, señor.
SIMPLE
¿Lo marco, señor?
FALSTAFF
Hacedlo. Si lo fuese de hombres, llevaríais su marca.¬¿Harás tantos agujeros en las líneas enemigas como has hecho en las faldas de las damas?
FLOJO
Haré lo que pueda, señor; más no pidáis.
FALSTAFF
Bien dicho, buen sastre; bien dicho, valiente Flojo. Serás tan intrépido como la fiera paloma o el más ani¬moso ratón. Marcad bien al modista, maese Simple; a fondo, maese Simple.
FLOJO
Me gustaría que viniera Verruga, señor.
FALSTAFF
Y a mí que tú fueras sastre, para dejarle compuesto y arreglado para venirse. No voy a hacer soldado a quien lleva una tropa de piojos. Que eso te baste, vigoroso Flojo.
FLOJO
Me basta, señor.
FALSTAFF
Te lo agradezco, honorable Flojo.-El siguiente.
SIMPLE
¡Pedro Becerro del Prado!
FALSTAFF
Vaya, veamos a Becerro.

Entra BECERRO.

BECERRO
Presente, señor.
FALSTAFF
Buen mozo, a fe mía. Vamos, marcad a Becerro hasta que berree.
BECERRO
¡Ah, señor, mi buen señor capitán!
FALSTAFF
¡Cómo! ¿Berreando antes que te marquen?
BECERRO
¡Ah, señor! Estoy enfermo.
FALSTAFF
¿Qué enfermedad tienes?
BECERRO
Un puto resfriado, señor; una tos, señor, que pillé tocando las campanas por lo del rey el día de su coro-nación.
FALSTAFF
Vamos, irás a la guerra con gabán. Te quitaremos el resfriado y lo arreglaremos todo para que tus amigos toquen por ti.- ¿Ya están todos?
SIMPLE
Aquí hay dos más de los previstos; sólo os podéis lle¬var cuatro. Así que, os lo ruego, venid a comer con-migo.
FALSTAFF
Bueno, iré a beber con vos, pero no puedo quedarme a comer. Me alegro mucho de veros, de verdad, maese Simple.
SIMPLE
¡Ah, sir Juan! ¿Os acordáis de la noche que pasamos en El Molino, en el Campo de San Jorge?
FALSTAFF
No me habléis de eso, maese Simple, no me habléis.
SIMPLE
¡Ah, qué noche más alegre! ¿Vive aún Juana Currano¬ches?
FALSTAFF
Aún vive, maese Simple.
SIMPLE
Conmigo nunca se llevó bien.
FALSTAFF
Nunca, nunca. Siempre decía que no podía aguantar a maese Simple.
SIMPLE
Por Dios, que la sacaba de quicio. Entonces era de buen ver. ¿Se conserva bien?
FALSTAFF
Está vieja, vieja, maese Simple.
SIMPLE
Claro, tiene que estar vieja, a la fuerza estará vieja, seguro que está vieja: antes de ir yo a San Clemente había tenido a Robín Curranoches con el viejo Curra¬noches.
MUDO
De eso hace cincuenta y cinco años.
SIMPLE
¡Ah, pariente Mudo, si hubierais visto lo que este caba¬llero y yo hemos visto! ¿He dicho bien, sir Juan?
FALSTAFF
Oíamos las campanadas de media noche, maese Sim¬ple.
SIMPLE
Vaya que sí, vaya que sí, sir Juan; vaya si las oíamos. Nuestra consigna era: «¡Ejem, muchachos!». Venid a comer, venid a comer. ¡Jesús, lo que hemos visto! Vamos, vamos.

Salen [FALSTAFF, SIMPLE y MUDO].

BECERRO
Mi buen maese cabo Bardolfo, sed amigo mío y tomad cuatro enriques de diez chelines en coronas francesas. A decir verdad, señor, que antes de ir, prefiero que me cuelguen. Y, señor, personalmente no me importa; es más bien por deseo personal de estar con los míos, que, si no, personalmente no me importa tanto.
BARDOLFO
Bueno, apártate.
MOHOSO
Mi buen maese cabo capitán, por mi vieja, sed amigo mío: no tendrá quien le haga nada cuando me vaya, y está vieja y no puede valerse. Os doy cuarenta, señor.
BARDOLFO
Bueno, apártate.
FLOJO
A mí no me importa, de veras; sólo se muere una vez: a Dios le debemos una muerte. Yo nunca seré un ruin: si es mi destino, bien; si no, bien. Nadie está por encima de servir al rey y, ocurra lo que ocurra, el que se muera este año queda libre para el próximo.
BARDOLFO
Bien dicho; eres un buen tipo.
FLOJO
A fe que no seré un ruin.

Entran FALSTAFF, SIMPLE y MUDO.

FALSTAFF
Vamos, señor, ¿qué hombres me llevo?
SIMPLE
Los cuatro que más os gusten.
BARDOLFO [a FALSTAFF]
Señor, escuchadme.-[Aparte] Tengo tres libras para liberar a Mohoso y Becerro.
FALSTAFF
Vaya, muy bien.
SIMPLE
Vamos, sir Juan. ¿Qué cuatro queréis?
FALSTAFF
Escogedlos por mí.
SIMPLE
Pues entonces, Mohoso, Becerro, Flojo y Sombra.
FALSTAFF
¡Mohoso y Becerro! Mohoso, tú quédate en casa hasta que se te pase la edad. Becerro, tú crece hasta que lle¬gues a ella. Con vosotros no quiero nada.

[Salen MOHOSO y BECERRO.]

SIMPLE
Sir Juan, sir Juan, no os perjudiquéis. Éstos son los más capaces, y yo quiero que os sirvan los mejores.
FALSTAFF
¿Me vais a enseñar vos a escoger hombres, maese Sim¬ple? ¿Me importan a mí algo los miembros, la fuerza, la talla, el volumen, la corpulencia? A mí dadme el espíritu, maese Simple. Mirad a Verruga, qué aspecto más desastrado. Pues cargará y descargará como el herrero mueve el martillo; irá y vendrá más deprisa que uno se echa al hombro los cubos de cerveza. Y en cuanto a este tipo tan estrecho, Sombra, dádmelo. No le ofrece blanco al enemigo: daría igual que disparase contra el filo de un cuchillo. Y en una retirada, ¡qué ligero va a correr este Flojo, el modista! A mí dadme hombre flacos y ahorradme los corpulentos.- Bar¬dolfo, dale un mosquete a Verruga.
BARDOLFO
Venga, ¡alto! ¡Marcha! ¡Así, así, así!
FALSTAFF
Vamos, maneja el mosquete. Eso es, muy bien, vaya, muy bien, estupendo. ¡Ah, dadme siempre un tirador menudo, flaco, viejo, seco y calvo! Muy bien, Verruga, que sí. Estás hecho un buen grano. Espera, toma una moneda.
SIMPLE
Pues no domina el oficio, no lo hace bien. Recuerdo que en el prado de Mile End, cuando estudiaba en San Clemente -yo hacía de sir Dagonet en el espectáculo del rey Arturo-, había un zagal muy vivo que mane¬jaba el arma así, y daba media vuelta y media vuelta, y a tirar y a tirar. «Ra-ta-tá», decía. Y, «¡Pum!». Y otra vez atrás y otra adelante. Ya nunca veré uno igual.
FALSTAFF
Estos tipos servirán, maese Simple. Dios os guarde, maese Mudo: con vos me ahorraré palabras. Adiós, señores, gracias a los dos. Esta noche he de hacer doce millas. Bardolfo, dales tabardos a los soldados.
SIMPLE
Dios os bendiga, sir Juan, Dios os acompañe, Dios nos mande paz. Cuando volváis, pasad por nuestra casa y renovemos la amistad. Quizá vaya con vos a la corte.
FALSTAFF
Ojalá, vive Dios.
SIMPLE
Pues lo he dicho en serio. Dios os guarde.
FALSTAFF
Adiós, caballeros.

Salen [SIMPLE y MUDO].

Vamos, Bardolfo, conduce a los hombres.

[Salen BARDOLFO, VERRUGA, FLOJO y SOMBRA.]

Cuando vuelva, voy a pegársela a estos jueces. A este Simple lo tengo bien calado. Señor, señor, ¡qué adictos somos los viejos a este vicio de mentir! Este flacucho de juez no ha hecho más que hablarme de su loca juventud y de sus hazañas en los bajos fondos, min¬tiendo al oyente cada tres palabras con más puntuali¬dad que el que paga tributo al turco. Le recuerdo en el Colegio de San Clemente como una figurilla hecha con una corteza de queso en la sobremesa. Desnudo, parecía un rábano partido, con una cabeza estrafalaria esculpida encima. Era tan delgado que, para un corto de vista, su cuerpo era invisible. Era la encarnación del hambre, [[aunque más salido que un mono, y las putas le llamaban «El mandrágora»]]. Siempre iba a reta¬guardia de la moda, [[y a las golfas más castigadas les cantaba las tonadas que les oía silbar a los carreteros, jurando que eran fantasías o serenatas propias]]. Y ahora esta espada de palo es un hacendado que habla de Juan de Gante con tanta confianza como si fuera su hermano jurado, cuando juro que sólo le vio una vez en un tor¬neo, y eso porque le descalabró por mezclarse con los hombres del mariscal. Yo lo vi y le dije a Juan de Gante que le pegaba a un menguante, pues con ropa y todo cabía en la piel de una anguila. Para él la caja de un flautín era un palacio, una mansión; y ahora tiene tie¬rras y bueyes. Bien, pues si vuelvo me haré amigo suyo, y malo será si no me lo convierto en dos piedras filosofales. Si el chanquete es cebo para el lucio, por ley natural no veo razón para no morderle. Que el tiempo decida y se acabó.

Sale.

IV i Entran el ARZOBISPO [de York], MOWBRAY y HAS¬TINGS. Bosque de Gaultree.

ARZOBISPO
¿Cómo se llama este bosque?
HASTINGS
Gaultree, con vuestra venia.
ARZOBISPO
Señores, quedémonos aquí, y enviad hombres
que averigüen el número de nuestros enemigos.
HASTINGS
Ya se han enviado.
ARZOBISPO
Muy bien.
Amigos y hermanos en esta magna empresa,
debo informaros de que he recibido
cartas recientes de Northumberland;
su tenor y frío contenido es éste:
que desearía estar aquí en persona,
con las fuerzas adecuadas a su rango,
que no ha podido reclutar; por ello,
mientras madura su fortuna, se retira
a Escocia, y acaba rogándole a Dios
que vuestro intento sobreviva a los azares
del temible encuentro con el adversario.
MOWBRAY
Así, las esperanzas que teníamos en él
se van a pique y se hacen trizas.

Entra un MENSAJERO.

HASTINGS
¿Qué hay de nuevo?
MENSAJERO
Al oeste del bosque, apenas a una milla,
se acerca bien formado el enemigo
y, a juzgar por el terreno que ahora ocupa,
su número rondará los treinta mil.
MOWBRAY
La cifra que nosotros calculamos.
Pues en marcha, y a afrontarlos en combate.
ARZOBISPO
¿Quién es el jefe en armas que se acerca?

Entra WESTMORELAND. MOWBRAY

Creo que es el Conde de Westmoreland.
WESTMORELAND
Os traigo saludos de nuestro general,
el príncipe Juan, Duque de Lancaster.
ARZOBISPO
Milord de Westmoreland, decid tranquilamente
la razón de esta venida.
WESTMORELAND
Señor, a vos dirijo sobre todo
el contenido del mensaje. Si ésta fuese
una rebelión de viles multitudes,
mandada por jóvenes sangrientos, furibunda,
apoyada por muchachos y mendigos;
si esta maldita revuelta se mostrase
en su apariencia propia y natural,
vos, reverendo padre, y estos nobles
no estaríais aquí para ataviar la forma horrible
de la vil y sanguinaria rebeldía
con vuestro claro honor. Vos, arzobispo,
cuya sede la sostiene nuestra paz civil,
cuya barba la mano de la paz ha plateado,
cuyo saber y ciencia la paz ha instruido,
cuyas blancas ropas encarnan la inocencia,
la paloma y el espíritu bendito de la paz,
¿por qué os traducís erróneamente
del lenguaje de la paz, lleno de gracia,
a la áspera y turbada lengua de la guerra,
convirtiendo los libros en tumbas, la tinta en sangre,
la pluma en lanza y vuestra lengua sagrada
en sonoro clarín que toca a guerra?
ARZOBISPO
¿Que por qué lo hago? Queréis una respuesta.
Pues oídla: estamos todos enfermos,
y los excesos y las horas sin medida
nos han traído una fiebre tan ardiente
que tenemos que sangrarnos; fue tal dolencia
lo que causó la muerte al rey Ricardo.
Pero, mi noble señor de Westmoreland,
yo aquí no pretendo ser un médico,
ni vengo, como enemigo de la paz,
a marchar entre una masa de soldados;
adopto por ahora el rostro de la guerra
para poner a dieta a los enfermos de bonanza
y quitar los estorbos que ya obstruyen
las venas de la vida. Seré más claro:
he sopesado con toda exactitud
los males que causemos y suframos,
y más será nuestro dolor que nuestra ofensa.
Vemos qué curso lleva el río del tiempo,
y nos fuerza a salir de nuestra calma
un áspero torrente de sucesos.
Llevamos un registro de todas nuestras quejas,
que, en su día, expondremos cabalmente;
ya antes al rey se lo ofrecimos,
mas los ruegos no obtuvieron una audiencia:
agraviados, presentamos nuestros males
y nos niegan el acceso a su persona
aquéllos que más nos agraviaron.
Los peligros de unos días muy recientes,
cuyo recuerdo se escribió en la tierra
con sangre aún visible, y los ejemplos
que a cada instante se presentan, ahora mismo,
nos han hecho tomar estas armas tan impropias,
no por romper la paz, ni rama de ella,
sino para implantar una paz auténtica
que lo sea tan de verdad como de nombre.
WESTMORELAND
¿Cuándo se os negó vuestra demanda?
¿En qué os ha oprimido el rey?
¿Qué noble fue inducido a irritaros,
al punto de estampar vuestro divino sello
en el libro de una cruenta rebelión sin ley?
ARZOBISPO
Mi hermano el pueblo, la comunidad,
cuyo agravio yo hago mío.
WESTMORELAND
No hay necesidad de desagravios
o, si la hubiera, no os incumbe.
MOWBRAY
¿No le incumbe a uno y a todos los que aún
sentimos las heridas del pasado
y soportamos el estado de unos tiempos
que ponen una mano pesada y muy injusta
sobre nuestros honores?
WESTMORELAND
¡Ah, mi buen lord Mowbray!
Juzgad los tiempos según sus exigencias
y diréis en verdad que son los tiempos,
y no el rey, los que os agravian.
Con todo, y respecto a vos, me parece,
tanto si acusáis al rey como a los tiempos,
que no tenéis ni una pulgada de terreno
para construir un agravio. ¿No se os reintegraron
todos los dominios del Duque de Norfolk,
vuestro noble padre, siempre recordado?
MOWBRAY
¿Qué perdió mi padre de su honor
que tuvo que alentar y revivir en mí?
El rey, que le quería, le envió al destierro
contra su voluntad por razón de Estado;
y, cuando Enrique Bolingbroke y él,
bien montados los dos sobre las sillas,
los corceles relinchando, retando a las espuelas,
la lanza en ristre, la visera calada,
los ojos destellando, entre miradas de acero,
y el vibrante clarín llamándolos al choque,
entonces, cuando nada habría impedido
a mi padre embestir contra el pecho de Bolingbroke...
Ah, cuando el rey arrojó su vara,
su vida pendía de la vara que lanzó.
Entonces se arrojó a sí mismo y a todos
los que por acusación o por la espada
han perecido bajo el poder de Bolingbroke.
WESTMORELAND
Lord Mowbray, no sabéis lo que decís.
El Conde de Hereford tenía fama de ser
el más valiente caballero de Inglaterra.
¿Quién sabe a quién habría sonreído la fortuna?
Si vuestro padre hubiera sido el vencedor,
no habría salido con bien de Coventry
pues el país entero, con voz unánime,
le odiaba, y todas sus plegarias y su amor
eran para Hereford, a quien idolatraban,
bendecían y honraban más que al rey.
Mas esto me desvía de mi objeto.
Vengo en nombre de nuestro general y príncipe
a saber vuestras quejas y deciros
de su parte que os piensa dar audiencia.
Si se ve que vuestras demandas son justas,
os las concederá, prescindiendo
de cuanto pueda mostraros enemigos.
MOWBRAY
Mas nosotros le hemos obligado a esta oferta,
que nace de la astucia, no del afecto.
WESTMORELAND
Mowbray, juzgarlo así es arrogancia:
su oferta la motiva la clemencia y no el miedo.
Mirad, nuestro ejército está a la vista
y, por mi honor, harto seguro de sí mismo
para admitir la sola idea del miedo.
En nuestras filas hay más nombres que en las vuestras,
nuestros hombres son más diestros con las armas,
su armadura, tan fuerte; nuestra causa, la más justa.
Luego, en razón, nuestro ánimo no es menos.
No digáis entonces que la oferta está forzada.
MOWBRAY
Pues, por mí, no parlamentaremos.
WESTMORELAND
Eso muestra que os sonroja vuestra culpa:
caja podrida no aguanta el manejo.
HASTINGS
¿Tiene el príncipe Juan pleno poder
y la amplia facultad del rey, su padre,
para oír y resolver enteramente
sobre las condiciones que pongamos?
WESTMORELAND
Eso está implícito en su grado de general.
Me asombra una pregunta tan ligera.
ARZOBISPO
Entonces, lord Westmoreland, tomad este escrito:
contiene nuestras quejas respectivas.
Si se reparan todos los agravios,
a cuantos, ausentes y presentes,
se hayan adherido a nuestra acción
se les exculpa de manera expresa
y nuestros deseos se atienden de inmediato,
volveremos al recinto del respeto,
ciñéndonos tan sólo a nuestros fines,
y uniremos nuestra fuerza al brazo de la paz.
WESTMORELAND
Lo llevaré al general. Si os place, señores,
nos reuniremos a la vista de ambos bandos
en son de paz (que Dios conceda)
o, si no, que la disputa la decidan
nuestras armas.
ARZOBISPO
Señor, así se hará.

Sale WESTMORELAND.

MOWBRAY
En mi pecho llevo algo que me dice
que ningún tratado de paz se mantendrá.
HASTINGS
No temáis: si alcanzamos esta paz
en términos tan amplios y rotundos
como constan en nuestras condiciones,
la paz se mantendrá más firme que una roca.
MOWBRAY
Sí, pero nos juzgarán de tal manera
que cualquier causa leve o infundada,
sí, cualquier razón nimia, frívola o trivial,
al rey va a recordarle nuestra acción
y, aunque por lealtad fuésemos mártires del rey,
nos aventarán con un viento tan fuerte
que nuestro grano pesará como la paja
y no se distinguirá lo bueno de lo malo.
ARZOBISPO
No, no, señor, atended: el rey está cansado
de agravios triviales y pueriles,
pues ha visto que dar muerte a una sospecha
es dar vida a dos más grandes en los hijos;
así que borrará todas sus crónicas
sin guardar en la memoria delatores
que puedan historiar lo que ha perdido
conservando su recuerdo, pues muy bien sabe
que no puede escardar en nuestra tierra
cada vez que le induzcan los recelos.
Tan mezclados están amigos y enemigos
que, si arranca de cuajo a un adversario,
desarraiga y remueve a un amigo.
Nuestra tierra es como una esposa insultante
que le irrita y le obliga a golpearla,
pero que, ante el golpe, levanta a su criatura
y refrena así el castigo en el brazo
que se alzaba ya para infligirlo.
HASTINGS
Además, el rey ha gastado bien sus varas
Con los últimos rebeldes, y no le quedan
así su poder, como un león mellado,
puede amenazar, mas no hacer presa.
ARZOBISPO
Cierto, y por eso no dudéis, lord Mariscal,
de que si hoy logramos la concordia,
nuestra paz, cual hueso roto ya soldado,
quedará más fuerte de lo que era.
MOWBRAY
Conforme. Aquí vuelve lord Westmoreland.

Entra WESTMORELAND.

WESTMORELAND
El príncipe se acerca. Reuníos con Su Alteza
a distancia igual entre ambas tropas.
MOWBRAY
En nombre de Dios, adelantaos, reverendo.
ARZOBISPO
Precededme y saludad al príncipe.- Señor, ya vamos.

Entra el príncipe Juan [de LANCASTER] con su ejército.

LANCASTER
Bien hallado, honorable Mowbray;
buen día tengáis, noble arzobispo,
y vos, lord Hastings, y todos.
Reverendo, hacíais mejor efecto
cuando vuestro rebaño, al son de la campana,
os rodeaba para oír piadosamente
vuestros comentarios a las santas escrituras
que ahora como un hombre de hierro
alentando con tambor a un hatajo de rebeldes,
cambiando palabra en espada y vida en muerte.
Quien tiene un sitio en el pecho de un monarca
y madura al sol de sus favores,
si abusa del regio patrocinio,
¡ay!, ¿qué males no puede ocasionar
bajo tal sombra de realeza? Éste es
vuestro caso, arzobispo. ¿Quién no ha oído hablar
de cuánto penetrabais en los libros de Dios?
Para nosotros, voz de Su parlamento,
la boca imaginada de Dios mismo,
intérprete y fiel intermediario
entre la gracia y santidad del cielo
y nuestro torpe afán. Ay, ¿quién creerá
que no violáis la dignidad de vuestro puesto
al aprovecharos del favor del cielo
como un falso favorito usa el nombre
de su rey en actos deshonrosos? Reclutáis,
bajo capa de la fe, a los vasallos
de mi padre, representante de Dios,
y los alzáis en enjambre contra él
y la propia paz del cielo.
ARZOBISPO
Mi buen señor de Lancaster,
no voy contra la paz de vuestro padre,
sino que, como le he dicho al Conde de Westmoreland
y es palpable, el desorden de los tiempos
nos apiña en esta forma monstruosa
por nuestra seguridad. Os he enviado
la lista de todas nuestras quejas,
que fueron despreciadas en palacio
y engendraron esta hidra de la guerra,
cuyos ojos podrían adormecerse por hechizo
si otorgáis nuestras justísimas demandas.
Así, nuestra obediencia, curada su locura,
se postrará a los pies del rey dócilmente.
MOWBRAY
Si no, estamos dispuestos
a probar nuestra suerte hasta el final.
HASTINGS
Y, aunque no venciéramos, tenemos
refuerzos que vendrían en nuestro apoyo;
si fracasan, vendrán otros refuerzos
y nacerá una sucesión de conmociones.
La lucha pasará de padre a hijo
mientras haya procreación en Inglaterra.
LANCASTER
Hastings, sois muy simple, demasiado simple,
para sondear el fondo del futuro.
WESTMORELAND
Alteza, servíos responder directamente
hasta dónde aceptáis sus demandas.
LANCASTER
Las acepto y las concedo todas,
y juro por la honra de mi sangre
que los deseos de mi padre se han juzgado mal
y que algunos próximos a él han tergiversado
sin medida su poder y sus propósitos.
Señor, los agravios serán pronto reparados;
lo juro por mi alma. Si os complace,
licenciad vuestras fuerzas, que regresen;
lo mismo haremos nosotros. Y aquí, entre ambas,
bebamos juntos como amigos, abrazándonos,
y que sus ojos se lleven estas muestras
de un afecto y amistad ya renovados.
ARZOBISPO
Acepto vuestra palabra y promesa de príncipe.
LANCASTER
Os doy mi palabra y la mantendré,
y con ello brindo por Vuestra Reverencia.
HASTINGS
Capitán, corre a dar a nuestro ejército
noticia de esta paz. Pagadles y que partan;
sé que les agradará. Date prisa.

Sale [un capitán].

ARZOBISPO
Brindo por vos, mi noble Westmoreland.
WESTMORELAND
Y yo por vos, reverendo; si supierais
qué esfuerzos me ha costado esta paz,
beberíais a placer. Mas mi afecto por vos
se verá después más claramente.
ARZOBISPO
No lo dudo.
WESTMORELAND
Me alegra oírlo.¬-
A vuestra salud, mi noble primo Mowbray.
MOWBRAY
Me deseáis salud en buen momento,
pues de pronto me he sentido un poco mal.
ARZOBISPO
Ante los males siempre se está alegre,
mas la tristeza precede a la fortuna.
WESTMORELAND
Alegraos, primo, pues dolor presente
nos lleva a decir: «Mañana habrá suerte.»
ARZOBISPO
Creedme, yo me siento muy feliz.
MOWBRAY
Mala cosa, si se cumple vuestra regla.

Aclamaciones [dentro].

LANCASTER
La paz se ha anunciado. Oíd cómo gritan.
MOWBRAY
Habría sido grato después de la victoria.
ARZOBISPO
La paz se asemeja a una conquista
en que ambos bandos se someten con nobleza
y ninguna parte pierde.
LANCASTER
Vamos, señor,
y que licencien también a nuestro ejército.

Sale [WESTMORELAND].

Mi señor, si os complace, que desfilen
nuestras fuerzas ante todos y veamos
los hombres con que había que enfrentarse.
ARZOBISPO
Id, mi buen lord Hastings, y que antes
de partir, desfilen ante nosotros.

Sale [HASTINGS].

LANCASTER
Señores, confío en que esta noche
nos hospedaremos juntos.

Entra WESTMORELAND.

Primo, ¿por qué no se mueve nuestro ejército?
WESTMORELAND
Los jefes, pues les ordenasteis seguir firmes,
no se irán hasta que vos se lo digáis.
LANCASTER
Conocen su deber.

Entra HASTINGS.

HASTINGS
Señor, nuestro ejército ya se ha dispersado:
cual novillos sin su yugo van al este,
oeste, norte, sur, o como niños tras la escuela,
cada uno corre hacia su casa o a sus juegos.
WESTMORELAND
Buenas noticias, milord Hastings, y por ellas
os detengo como reo de alta traición,
y a vos, arzobispo, y a vos, lord Mowbray,
os arresto igualmente por traidores.
MOWBRAY
¿Es leal y honorable esta conducta?
WESTMORELAND
¿Lo es vuestra alianza?
ARZOBISPO
¿Faltáis de ese modo a la lealtad?
LANCASTER
No empeñé ninguna.
Os prometí reparar los agravios
de los que os lamentabais y, por mi honor,
lo he de cumplir cristianamente.
Los rebeldes probaréis lo que merece
toda rebeldía y una acción como la vuestra.
Fuisteis unos simples reclutando esos soldados,
necios al traerlos, torpes licenciándolos.
Suene el tambor, perseguid a los dispersos;
Dios, y no nosotros, luchó en este encuentro.
Llevad a éstos al tajo de la muerte,
lecho en que el traidor su alma somete.

Salen.

IV ii Clarines. Acometidas. Entran FALSTAFF y COLE¬VILLE.

FALSTAFF
¿Cómo os llamáis, señor? ¿De qué condición sois y de dónde?
COLEVILLE
Señor, soy caballero y me llamo Coleville del Valle.
FALSTAFF
Así que os llamáis Coleville, de condición, caballero, y sois del valle. Os seguiréis llamando Coleville, de con¬dición, traidor, e iréis al calabozo, un lugar bastante hondo. Así que seguiréis siendo Coleville del Valle.
COLEVILLE
¿No sois vos sir Juan Falstaff?
FALSTAFF
Quienquiera que sea, valgo como él. ¿Os rendís, señor, o me vais a hacer sudar? Mi sudor será el llanto de vuestros amigos, que lloran por vuestra muerte. Así que despertad vuestro miedo y temblor, y someteos a mi clemencia.
COLEVILLE
Creo que sois sir Juan Falstaff y en tal creencia me rindo.
FALSTAFF
En esta barriga llevo infinidad de lenguas, y ninguna de ellas dice más nombre que el mío. Y si mi barriga fuese de tamaño más discreto, yo sería el tipo más activo de Europa. Mi vientre, mi vientre es mi perdi-ción. Aquí viene nuestro general.

Entra el príncipe Juan [de LANCASTER], WESTMORELAND y los demás.

LANCASTER
La urgencia ha pasado; no persigáis más.
Llamad a las tropas, mi buen Westmoreland.

[Sale WESTMORELAND.]

Falstaff, ¿dónde habéis estado todo el tiempo?
Cuando todo ha acabado, aparecéis.
Por mi vida, que esto de rezagarse
algún día romperá la espalda del patíbulo.
FALSTAFF
Sentiría, mi señor, que así no fuera. Mas no sabía que reproche y reprimenda fuesen el premio del valor. ¿Me creéis golondrina, flecha o bala? ¿Acaso tengo, con mi pobre y viejo andar, la velocidad del pensamiento? Corriendo he venido hasta la última pulgada de mis posibilidades, reventando casi doscientos caballos, y ahora, polvoriento del viaje como vengo, con mi pura e impoluta valentía he apresado a sir Juan Coleville del Valle, iracundo caballero y valiente enemigo. Pero, ¿y qué? Me vio y se rindió, y con las tres palabras del romano narigudo bien puedo decir ya: llegué, vi y vencí.
LANCASTER
Fue más su cortesía que vuestro mérito.
FALSTAFF
No sé. Aquí está y aquí lo entrego, y suplico a Vuestra Alteza que añada esta hazaña a las del día o, por Dios, que saldrá en una balada conmemorativa, con mi retrato arriba y Coleville besándome los pies. Si a esto se me obliga y no os mostráis como monedas falsas a mi lado y yo no brillo más que vos en el claro cielo de la fama como la luna llena más que las brasas del fir¬mamento (que, a su lado, parecen cabezas de alfiler), no creáis la palabra de un noble; luego dadme lo que es mío y que el mérito se alce.
LANCASTER
El vuestro pesa mucho para alzarlo.
FALSTAFF
Entonces, que brille.
LANCASTER
Para brillar es demasiado opaco.
FALSTAFF
Pues, mi señor, que haga algo que a mí me beneficie y llamadlo como os plazca.
LANCASTER
¿Os llamáis Coleville?
COLEVILLE
Sí, señor.
LANCASTER
Famoso rebelde sois, Coleville.
FALSTAFF
Y lo ha apresado un famoso súbdito leal.
COLEVILLE
Mi señor, yo soy como los jefes
que me han traído aquí. Si me hubieran hecho caso, más cara habríais pagado la victoria.
FALSTAFF
Ellos no sé a cuánto se vendían, pero vos como buen hombre os habéis regalado, y yo os lo agradezco.

Entra WESTMORELAND.

LANCASTER
¿Habéis parado la persecución?
WESTMORELAND
Las tropas regresan y ha cesado la matanza.
LANCASTER
Enviad a Coleville a York con sus aliados;
que sean ejecutados sin demora.
Blunt, escoltadle con buena vigilancia.

Sale [BLUNT] con COLEVILLE.

Y ahora, señores, vayamos a palacio.
Me dicen que mi padre el rey está muy grave.
Que le lleguen las noticias antes que nosotros;
llevádselas vos para su alivio.
Nosotros seguiremos a buen paso.
FALSTAFF
Mi señor, os pido licencia para pasar por Gloucesters¬hire y que, al llegar a palacio, habléis bien de mí en vuestro informe.
LANCASTER
Adiós, Falstaff. En mi calidad de jefe
hablaré de vos mejor de lo que merecéis.

Salen [todos menos FALSTAFF].

FALSTAFF
Ojalá tengáis ingenio para hacerlo; valdría más que vuestro ducado. A fe que este mozo impasible no me aprecia, ni hay quien le haga reír. No es de extrañar: no bebe vino. Estos jóvenes tan sobrios no llegan nunca a nada, pues se enfrían tanto la sangre con bebida floja y comen tanto pescado que pillan una especie de clorosis masculina y, cuando se casan, sólo engendran mozas. Suelen ser necios y miedosos, como algunos lo sería¬mos si no fuera por los estimulantes. Un buen jerez produce un doble efecto: se te sube a la cabeza y te seca todos los humores estúpidos, torpes y espesos que la ocupan, volviéndola aguda, despierta, inventiva, y lle¬nándola de imágenes vivas, ardientes, deleitosas, que, llevadas a la voz, a la lengua (que les da vida), se vuel¬ven felices ocurrencias. La segunda propiedad de un buen jerez es que calienta la sangre, la cual, antes fría e inmóvil, dejaba los hígados blancos y pálidos, señal de apocamiento y cobardía. Pero el jerez la calienta y la hace correr de la entrañas a las extremidades. Ilumina la cara, que, como un faro, llama a las armas al resto de este pequeño reino que es el hombre, y entonces los súbditos vitales y los pequeños fluidos interiores pasan revista ante su capitán, el corazón, que, reforzado y entonado con su séquito, emprende cualquier hazaña. Y esta valentía viene del jerez, pues la destreza con las armas no es nada sin el jerez (que es lo que la acciona), y la teoría, tan sólo un montón de oro guardado por el diablo, hasta que el jerez la pone en práctica y en uso. De ahí que el príncipe Enrique sea tan valiente, pues la sangre fría que por naturaleza heredó de su padre, cual tierra yerma, árida y estéril, la ha abonado, arado y cul¬tivado con tesón admirable bebiendo tanto y tan buen jerez fecundador que se ha vuelto ardiente y valeroso. Si yo tuviera mil hijos, el primer principio humano que les enseñaría sería el de abjurar de las bebidas flojas y entregarse al jerez.

Entra BARDOLFO.

¿Qué hay, Bardolfo?
BARDOLFO
Han licenciado a las tropas y se han ido todos.
FALSTAFF
Que se vayan. Yo pasaré por Gloucestershire y le haré una visita a maese Roberto Simple, el hacendado. Se me está ablandando entre los dedos y pronto sellaré con él. Vamos.

Salen.

IV.iii Entran el REY, el Duque de CLARENCE, [el Duque de] GLOUCESTER, WARWICK [y otros].

REY
Señores, si Dios da un final propicio
a esta pugna que sangra a nuestras puertas,
guiaremos a los jóvenes a más altas luchas
sin blandir otras armas que las santificadas.
La escuadra está a punto, las tropas reunidas,
los delegados ya tienen poderes
y todo se acomoda a nuestras miras.
Tan sólo me falta un poco de fuerza
y descanso hasta que los rebeldes
caigan bajo el yugo del poder.
WARWICK
Estoy seguro de que Vuestra Majestad
gozará pronto de ambas cosas.
REY
Humfredo de Gloucester, hijo mío,
¿dónde está tu hermano el príncipe?
GLOUCESTER
Señor, creo que salió a cazar a Windsor.
REY
¿Quién iba con él?
GLOUCESTER
No lo sé, señor.
REY
¿No está con él su hermano Tomás de Clarence?
GLOUCESTER
No, mi señor; está aquí presente.
CLARENCE
Qué desea mi padre y señor?
REY
Sólo tu bien, Tomás de Clarence.
¿Cómo es que no estás con tu hermano el príncipe?
Te quiere, y no le haces caso, Tomás.
Tú ocupas en su afecto un lugar mejor
que todos tus hermanos. Cuídalo bien, muchacho,
y así, cuando yo haya muerto, tú podrás
oficiar como noble mediador
entre su autoridad y tus hermanos.
Por eso no le olvides ni embotes su cariño,
ni pierdas la ventaja de su predilección
mostrándote frío o contrariándole,
pues, si se le respeta, él es generoso
y tiene lágrimas de pena y mano
dadivosa para obrar con caridad;
en cambio, si se enoja, es pedernal,
más variable que el invierno y más vehemente
que las ráfagas heladas al romper el día.
Su carácter, por tanto, hay que observarlo.
Repruébale sus faltas, pero hazlo con respeto,
cuando le veas inclinado a la alegría,
mas, si está malhumorado, dale tiempo
hasta que su ánimo, como ballena varada,
se agote del esfuerzo. Aprende esto, Tomás,
y serás la protección de tus amigos,
el cerco de oro que ciña a tus hermanos,
para que el vaso unido de su sangre,
si recibe el veneno de la murmuración
(que, por fuerza, los tiempos verterán),
jamás pueda agrietarse, aunque actúe
con la violencia del acónito o la pólvora.
CLARENCE
Tendrá todo mi respeto y mi cariño.
REY
¿Por qué no estás con él en Windsor, Tomás?
CLARENCE
Hoy no está allí; come en Londres.
REY
¿Y quién está con él? ¿Lo sabes?
CLARENCE
Poins y los demás asiduos compañeros.
REY
Al suelo más fértil le crece más grama,
y él, la noble imagen de mi juventud,
está invadido de ella, así que mi dolor
se extiende más allá de la hora de mi muerte.
Mi corazón llora sangre al contemplar,
en forma imaginaria, los días sin gobierno
y los tiempos corrompidos que veréis
cuando duerma yo con mis mayores,
pues, cuando su terco desorden no se frene,
cuando ímpetu y ardor sean sus consejeros,
cuando se junten riqueza y destemplanza,
¡con qué alas volará su inclinación
hacia el peligro y la ruina que le espera!
WARWICK
Majestad, no le juzgáis bien.
El príncipe estudia esas compañías
como una lengua extranjera: para dominarla
hay que tener en cuenta y aprender
la palabra más obscena, que, adquirida,
no recibe otro uso, cual sabéis,
que el de ser odiada. Como al lenguaje soez,
el príncipe, en sazón y conyuntura,
rechazará a sus compañeros, y su memoria
quedará como patrón, como rasero
con que Su Alteza ha de medir a los demás,
convirtiendo en ventaja un mal antiguo.
REY
La abeja rara vez hace panal
en la carroña.

Entra WESTMORELAND.

¿Quién es? ¿Westmoreland?
WESTMORELAND
Salud a mi rey, y nueva dicha
se añada a la que ahora he de anunciar.
Vuestro hijo el príncipe Juan os besa la mano;
Mowbray, el obispo Scroop, Hastings, todos,
han sufrido el rigor de vuestra ley.
Ni una espada rebelde queda ya desenvainada,
y la paz hace brotar su olivo en todas partes.
El modo como se ha efectuado esta acción
Vuestra Majestad puede leerlo aquí sin prisa,
con todos los pormenores del asunto.
REY
¡Ah, Westmoreland! Eres ave de primavera,
que canta el despertar del día
a la zaga del invierno.

Entra HARCOURT.

Mirad, aquí vienen más noticias.
HARCOURT
Señor, el cielo os guarde de enemigos
y, cuando se alcen contra vos, que caigan
como aquéllos de quienes vengo a hablaros.
El gobernador de Yorkshire ha vencido
al Conde de Northumberland y a lord Bardolph
y a su gran ejército de ingleses y escoceses.
El modo y desarrollo del combate,
con la venia, en este escrito vienen explicados.
REY
¿Por qué me sientan mal las buenas noticias?
¿Nunca vendrá con manos llenas la Fortuna,
que escribe con letra fea sus bellas palabras?
O bien te da apetito y no alimento,
como al pobre con salud, o un festín
que te deja inapetente, como al rico,
que tiene la abundancia y no la goza.
Estas gratas noticias tendrían que alegrarme,
mas me falla la vista, tengo vértigos.
¡Ah, acercaos! Me siento muy mal.

[Se desmaya.]

GLOUCESTER
¡Ánimo, Majestad!
CLARENCE
¡Regio padre!
WESTMORELAND
Animaos, Majestad; levantad el corazón.
WARWICK
Calmaos, príncipes; sabéis que estos accesos
son muy frecuentes en Su Majestad.
Apartaos; que respire y estará mejor.
CLARENCE
No, no resistirá estos ataques mucho tiempo.
Los continuos afanes y ansias de su ánimo
han vuelto tan delgado el muro que lo guarda
que la vida hace brecha y le abandona.
GLOUCESTER
La gente me asusta, pues ya habla
de hijos sin padres y engendros monstruosos.
Las estaciones cambian, cual si el año,
viendo dormidos unos meses, los saltase.
CLARENCE
Los ríos se han desbordado ya tres veces
sin bajar, y los viejos, torpes cronistas,
dicen que sucedió lo mismo un poco antes
de enfermar y morir nuestro bisabuelo Eduardo.
WARWICK
Hablad más bajo, príncipes; el rey ya se recobra.
GLOUCESTER
Esta apoplejía será su fin.
REY
Os lo ruego, levantadme y llevadme
a otro aposento. Despacio, os lo ruego.

[Colocan al REY sobre una cama.]

Mis nobles amigos, no haya ruido,
a no ser que una mano sedante y bondadosa
le susurre música a mi ánimo cansado.
WARWICK
Que toquen música en el otro cuarto.
REY
Poned la corona aquí, sobre la almohada.
CLARENCE
Tiene los ojos hundidos y está demudado.
WARWICK
¡Menos ruido, menos ruido!

Entra el PRÍNCIPE Enrique.

PRÍNCIPE
¿Quién ha visto al Duque de Clarence?
CLARENCE
Aquí estoy, hermano, lleno de tristeza.
PRÍNCIPE
¡Cómo! ¿Lluvia dentro y nada fuera? ¿Cómo está el rey?
GLOUCESTER
Muy grave.
PRÍNCIPE
¿Sabe la buena noticia? Dádsela.
GLOUCESTER
Se alteró mucho al oírla.
PRÍNCIPE
Si está enfermo de alegría, sanará sin fármacos.
WARWICK
Menos ruido, señores; querido príncipe, hablad bajo. Vuestro padre está durmiéndose.
CLARENCE
Vamos al otro cuarto.
WARWICK
¿Desea acompañarnos Vuestra Alteza?
PRÍNCIPE
No, me quedo a velar al rey.

[Salen todos menos el PRÍNCIPE.]

¿Por qué está en su almohada la corona
que es compañera de lecho tan molesta?
¡Ah, radiante carga, dorada ansiedad,
que dejas bien abiertas las puertas del sueño
a tantas noches de vela! Dormid con ella ahora.
Mas no será el sueño profundo y apacible
del que, calado el humilde gorro,
ronca la noche entera.- ¡Ah, majestad!
Cuando angustias a tu dueño, eres
cual robusta armadura en día caluroso,
que protege abrasando.- Esa leve pluma
que yace ahí, junto a su aliento, no se mueve.
Si respirara, ese fino plumón
tendría que moverse. ¡Augusto señor, padre!
Este sueño es muy profundo, es el sueño
que ha apartado de este círculo de oro
a tantos reyes ingleses. Te debo lágrimas
y la honda tristeza de mi pecho,
que el cariño, el amor filial y la ternura
te pagarán, querido padre, en abundancia.
A mí me debes tu regia corona,
que, como el más próximo a tu sangre y realeza,
recae sobre mí. Ved dónde reposa.

[Se pone la corona.]

Dios la proteja. Toda la fuerza del mundo
reunida en brazo gigante no me arrancará
esta honrosa herencia. Tu rico legado
dejaré a los míos cual me lo has dejado. Sale.
REY
¡Warwick, Gloucester, Clarence!

Entran WARWICK, GLOUCESTER, CLA¬RENCE [y otros].

CLARENCE
¿Llama el rey?
WARWICK
¿Qué deseáis, Majestad? ¿Cómo estáis, señor?
REY
Señores, ¿por qué me habéis dejado solo?
CLARENCE
Majestad, dejamos aquí a mi hermano el príncipe, que se ofreció a velaros.
REY
¿El Príncipe de Gales? ¿Dónde está? Quiero verlo. No está aquí.
WARWICK
La puerta está abierta; se fue por ahí.
GLOUCESTER
No ha pasado por el cuarto donde estábamos.
REY
¿Y la corona? ¿Quién la ha quitado de la almohada?
WARWICK
Majestad, la dejamos ahí cuando salimos.
REY
Se la ha llevado el príncipe. Id a buscarlo.
¿Tanta prisa tiene que confunde
mi sueño con mi muerte?
Buscadlo, Warwick, y traedlo amonestado.

[Sale WARWICK.]

Su acción se añade ahora a mi dolencia
y me adelanta la muerte. Hijos, ya veis lo que sois
y qué pronto los lazos naturales se rebelan
cuando el oro se vuelve su objetivo.
Para esto el padre necio y protector
se rompe el sueño con cuidados, la cabeza
con desvelos y los huesos con fatigas;
para esto acopia y acumula
montones corrompidos de oro mal ganado;
para esto se preocupa de enseñar
a sus hijos las artes militares y civiles.
Como abeja que liba en cada flor,
llenos de cera las piernas y de miel la boca,
las llevamos al panal y, como a las abejas,
se nos paga con la muerte. Su cosecha
le trae este gusto amargo al padre moribundo.

Entra WARWICK.

¿Dónde está el que no quiere esperar
a que su amiga la dolencia me dé fin?
WARWICK
Señor, el príncipe estaba en ese cuarto,
bañadas las mejillas de amorosas lágrimas,
con gesto de dolor tan extremado
que la crueldad, que sólo bebe sangre,
al verlo, habría limpiado su cuchillo
con el llanto. Ahora viene.
REY
Mas, ¿por qué se ha llevado la corona?

Entra el PRÍNCIPE Enrique.

Mirad, aquí llega. Acércate, Enrique.
Salid del cuarto; dejadnos solos.

Salen [todos menos el REY y el PRÍNCIPE].

PRÍNCIPE
Pensé que ya no volveríais a hablar.
REY
Enrique, tu deseo fue el padre de esa idea.
Te hago esperar demasiado, te canso.
¿Tanta hambre tienes de ver vacío el trono
que has de revestirte de mis signos
antes de tu hora? ¡Ah, joven insensato!
Deseas la majestad que ha de abrumarte.
Aguarda un poco: a mi nube de grandeza
la sostiene un viento tan ligero
que muy pronto caerá. Mi día se apaga.
Tú robas lo que dentro de unas horas
sería tuyo sin ofensa, y a punto de morir
le das confirmación a mis temores.
Tu vida ha demostrado que no me querías,
y ahora quieres que muera convencido.
Tu pensamiento escondía mil puñales
que en tu corazón de piedra has afilado
para herir media hora de mi vida.
¿No puedes darme ya ni media hora?
Entonces vete y cávame la tumba
y dile a las campanas que doblen en tu oído
por tu coronación, no por mi muerte.
Las lágrimas que han de bañar mi féretro
sean gotas de bálsamo para ungir tu frente,
y a mí mézclame con el polvo del olvido.
Al que te dio la vida dalo a los gusanos,
despide a mis ministros, anula mis decretos:
llegó la hora de reírse del decoro.
¡Han coronado a Enrique quinto! ¡Viva lo vano!
¡Muera lo regio! ¡Fuera con los sabios consejeros!
¡Que afluyan a la corte de Inglaterra
de todos lados simios holgazanes!
¡Tierras vecinas, libraos de vuestra escoria!
¿Tenéis algún rufián que jure, beba, baile,
trasnoche, robe, asesine y cometa
los más viejos pecados del modo más nuevo?
Alegraos, ya no os molestará.
Inglaterra dos veces dorará su triple culpa;
Inglaterra le dará un cargo, honor, poder,
pues el quinto Enrique le arranca ya el bozal
de castigo a la licencia, y el perro fiero
le hincará el colmillo al inocente.
¡Ah, mi pobre reino, enfermo de luchas civiles!
Si mi cuidado no ha impedido tus desórdenes,
¿qué harás cuando el desorden sea tu cuidado?
¡Ah, volverás a ser tierra salvaje,
poblada de lobos, tus antiguos moradores!
PRÍNCIPE [arrodillándose]
¡Perdonadme, Majestad! De no haber sido
por mi llanto, húmedo estorbo de mi lengua,
habría evitado el reproche tan sentido
que me habéis hecho con dolor y tanto tiempo
yo he escuchado. Tomad vuestra corona;
que os la conserve muchos años El que ciñe
una corona eterna. Si la anhelo
más que por vuestra honra y vuestra fama,
que ya no puedan levantarse mis rodillas,
a las que mi ánimo más íntimo y humilde
ha inspirado mi externa reverencia.
Pongo a Dios por testigo de que cuando
os encontré sin un soplo de aliento,
se me heló el alma. Si forjo,
que en mi actual desenfreno yo me muera
y al incrédulo mundo nunca muestre
la noble transformación que me he propuesto.
Cuando entré a visitaros y os creí muerto
(y casi muerto yo de creer que vos lo estabais),
le reñí a esta corona, diciéndole
cual si me entendiera: «Los desvelos que tú entrañas
se han cebado en el cuerpo de mi padre;
por eso tú, el mejor oro, eres peor que el oro.
Otro más impuro es más valioso,
pues, cual benéfica poción, salva la vida,
mas tú, el de más pureza, honor, renombre,
a tu dueño has devorado.» Así, Majestad,
acusándola me la puse en la cabeza
por demostrar, como frente a un enemigo
que a mi padre ha matado ante mis ojos,
la hostilidad de un auténtico heredero.
Mas si infectó mi sangre de alegría
o llenó mi pensamiento de soberbia,
si alguna idea de rebeldía o vanidad,
con la mínima intención de bienvenida,
le dio acogimiento a su poder,
que Dios me la quite para siempre
y me convierta en el más pobre vasallo
que ante ella reverente se arrodilla.

REY
¡Ah, hijo mío!
Dios te inspiró la idea de llevártela
para que acrecentaras el amor de tu padre
exculpándote con tanto entendimiento.
Acércate, Enrique, siéntate a mi lado
y escucha el que tal vez sea el último
consejo que yo aliente. Dios sabe, hijo mío,
por qué vueltas y caminos sinuosos
me encontré esta corona, y yo mismo sé muy bien
con cuántas ansiedades la he llevado.
Sobre ti descenderá con más quietud,
mayor respaldo, más afianzamiento,
pues todo el fango de esta adquisición
conmigo se hundirá en la tierra. Parecía en mí
un honor con mano indómita arrancado,
y muchos aún vivían reprochándome
el haberlo alcanzado con su ayuda,
lo que acabó en disputas continuas y sangrientas
que herían la supuesta paz. Ves que he respondido
a estas amenazas con gran riesgo,
pues todo mi reinado ha sido escena
de este drama. Y ahora mi muerte
cambia el tono, pues lo que alcancé
recae con más justicia sobre ti,
que llevarás la corona por herencia.
Mas, aun estando más firme que yo pude,
no lo estás del todo, pues viven los agravios,
y todos mis amigos, que debes hacer tuyos,
perdieron hace poco los dientes y aguijones
con cuya acción violenta me encumbré,
mas su fuerza inspiraba en mí el temor
de verme derribado; para impedirlo
se los corté, y ahora tenía el propósito
de llevar a Tierra Santa a muchos de ellos,
no fuera que el reposo y la inacción les hiciese
indagar mi caso. Por eso, Enrique mío,
ten por norma ocupar a los ánimos inquietos
con guerras exteriores, para que, desplazada,
la acción disipe el recuerdo del pasado.
Más diría si mis pulmones agotados
me dieran más fuerza para hablar.
Cómo obtuve la corona, ¡Dios perdone
y conceda que con paz en ti repose!
PRÍNCIPE
Augusta Majestad,
la ganasteis, llevasteis, me la habéis dado:
mi derecho a la corona es justo y claro,
y no pienso escatimar afán ni esfuerzo
para preservarlo contra el mundo entero.

Entran el príncipe Juan de LANCASTER y WARWICK.

REY
Mira, mira, aquí viene mi Juan de Lancaster.
LANCASTER
Salud, dicha y paz a mi augusto padre.
REY
Me traes dicha y paz, hijo mío;
la salud, ¡ay!, con jóvenes alas voló
de este cuerpo mustio. Viéndote,
concluyen mis asuntos de esta vida.
¿Dónde está el Conde de Warwick?
PRÍNCIPE
¡Milord Warwick!
REY
¿Recibe algún nombre especial
el aposento en que me he desmayado?
WARWICK
Se llama Jerusalén, noble señor.
REY
¡Dios sea alabado! En él acabará mi vida.
Me profetizaron hace muchos años
que sólo moriría en Jerusalén,
que neciamente confundí con Tierra Santa.
Llevadme a ese aposento, yaceré allí;
en esa Jerusalén he de morir.

Salen

V.i Entran SIMPLE, FALSTAFF, BARDOLFO y el PAJE.

SIMPLE
¡Repámpanos, que no os vais esta noche! - ¡Eh, David!
FALSTAFF
Excusadme, maese Roberto Simple.
SIMPLE
No pienso excusaros, nada de excusas, no se admiten excusas, no hay excusas que valgan, nada de excu¬sas.- ¡Eh, David!

[Entra DAVID.]

DAVID
Aquí estoy, señor.
SIMPLE
David, David, David, a ver, David, a ver, David, a ver. ¡Vaya! Guillermo el cocinero; dile que venga.- Sir Juan, nada de excusas.
DAVID
Señor, hay esto: esas citaciones no se pueden cumplir. Otra cosa: ¿sembramos de trigo el barbecho?
SIMPLE
De trigo moreno. Lo de Guillermo el cocinero... ¿No hay pichones?
DAVID
Sí, señor. Y tenemos la cuenta del herrero, por herrar y por rejas de arado.
SIMPLE
Compruébala y paga.- Sir Juan, nada de excusas.
DAVID
Señor, hace falta una cadena nueva para el cubo. Y, señor, ¿le vais a retener la paga a Guillermo por el jerez que perdió en la feria de Hinckley?
SIMPLE
Tiene que responder. Unos pichones, David, un par de gallinas paticortas, una pierna de cordero y cualquier gollería; díselo a Guillermo.
DAVID
¿Se queda esta noche el militar, señor?
SIMPLE
Sí, David, y le voy a tratar bien. Más vale amigo en la corte que penique en la bolsa. Trata bien a sus amigos, David; son unos granujas redomados y hablan por las espaldas.
DAVID
No más de lo que las tienen comidas, que su ropa blanca está hecha un asco.
SIMPLE
Muy gracioso, David; y ahora, al trabajo.
DAVID
Señor, os suplico que apoyéis a Guillermo Visera de Woncote contra Clemente Mercas del Monte.
SIMPLE
David, hay muchas denuncias contra ese Visera. Que yo sepa, Visera es un granuja redomado.
DAVID
Señor, reconozco que es un granuja, pero no quiera Dios que un granuja no reciba apoyos si lo pide un amigo. Un hombre honrado se defiende solo, pero un granuja, no. He servido fielmente a vuestra merced estos ocho años, y si una o dos veces al trimestre no puedo reco¬mendar a un granuja contra un hombre honrado, es que apenas cuento para vuestra merced. El granuja es un buen amigo, señor; por eso os suplico que le ayudéis.
SIMPLE
Anda, vamos, no le pasará nada. Mucho ojo, David.

[Sale DAVID.]

¿Dónde estáis, sir Juan? Vamos, vamos, vamos, qui¬taos las botas.- Dadme la mano, maese Bardolfo.
BARDOLFO
Me alegro de veros, señor.
SIMPLE
Gracias de corazón, mi buen maese Bardolfo, y [al PAIE] bienvenido, buen mozo.- Vamos, sir Juan.
FALSTAFF
Ya os sigo, mi buen maese Roberto Simple.- Bar¬dolfo, ocúpate de los caballos.

[Salen SIMPLE, BARDOLFO y el PAJE.]

Si me serraran en pedazos, saldrían cuatro docenas de varas de ermitaño barbudo como Roberto Simple. Es asombroso ver la consonancia de espíritu que hay entre él y sus criados. Ellos, de observarle, se comportan como jueces tontos, y él, de tratarse con ellos, se ha vuelto criado judicial. De tanta convivencia, es tal su conjunción de espíritu que se congregan al unísono, como los gansos bravos. Si le fuese a pedir algo a maese Simple, camelaría a sus criados con la inven¬ción de que son íntimos de su amo. Si se lo pidiera a ellos, halagaría a maese Simple diciéndole que no hay quien los domine mejor. Está visto que la sabia con¬ducta o el necio proceder se contagian como las enfer¬medades; por eso, que la gente mire bien con quién anda. Con este Simple ya tengo tema para hacer que el príncipe se ría sin parar hasta que pasen seis modas, es decir, cuatro trimestres o dos pleitos, incluidas las vacaciones judiciales. ¡Lo que hace una mentira con un leve juramento y una broma con la cara seria en quien jamás conoció el dolor de espaldas! ¡Ah, ya veréis cómo se ríe hasta que la cara se le ponga como capa mojada y sin tender!
SIMPLE [dentro]
¡Sir Juan!
FALSTAFF
¡Voy, maese Simple! ¡Voy, maese Simple!

Sale.

V.ii Entran el Conde de WARWICK y el JUSTICIA Mayor.

WARWICK
¿Qué hay, milord Justicia? ¿Adónde vais?
JUSTICIA
¿Cómo está el rey?
WARWICK
Perfectamente: sus cuidados terminaron.
JUSTICIA
No con la muerte, espero.
WARWICK
Ha tomado el camino de la naturaleza
y para nosotros ya no vive.
JUSTICIA
¡Ojalá me hubiera llevado con él!
El fiel servicio que en vida le he prestado
me deja expuesto a todos los ultrajes.
WARWICK
La verdad es que el nuevo rey no os aprecia.
JUSTICIA
Ya sé que no, y estoy armado
para afrontar la nueva coyuntura,
que no podrá mostrarse más horrible
de lo que ha imaginado ya mi mente.

Entran [el príncipe] Juan de LANCASTER, GLOUCESTER y CLARENCE.

WARWICK
Aquí llega la triste progenie del rey muerto.
¡Ojalá el nuevo Enrique tuviera el temple
del peor de estos caballeros!
¡Cuántos nobles mantendrían su posición,
que ahora arría velas ante espíritus infames!
JUSTICIA
¡Dios! Me temo que todo se irá a pique.
LANCASTER
Buenos días, primo Warwick, buenos días.
GLOUCESTER y CLARENCE
Buenos días, primo.
LANCASTER
Nos vemos como si no nos acordásemos de hablar.
WARWICK
Nos acordamos, pero nuestro asunto
es muy triste y no admite mucha plática.
LANCASTER
Pues descanse en paz el que nos entristece.
JUSTICIA
Y paz a nosotros para no estar más tristes.
GLOUCESTER
Mi buen señor, habéis perdido un buen amigo,
y juraré que no es prestado ese rostro
de dolor, sino seguro que es vuestro.
LANCASTER
Nadie tiene la certeza del favor,
pero vos permanecéis en la más fría espera.
Tanto más lo siento; ojalá fuese al contrario.
CLARENCE
Ahora habéis de hablarle bien a sir Juan Falstaff,
lo cual se enfrenta a vuestra posición.
JUSTICIA
Queridos príncipes, cuanto hice, lo hice
por honor y guiado por mi imparcialidad,
y no veréis jamás que yo mendigue
un mísero perdón negado de antemano.
Si me abandonan verdad y rectitud,
me iré con el difunto rey mi señor
y le diré quién me ha enviado.
WARWICK
Aquí viene el príncipe.

Entra el PRÍNCIPE Enrique.

JUSTICIA
Buenos días y Dios guarde a Vuestra Majestad.
PRÍNCIPE
La majestad, esa ropa tan nueva y fastuosa,
no me sienta tan bien como creéis.
Hermanos, mezcláis la tristeza y el temor;
ésta es la corte inglesa, no la turca;
no sucede Murat a otro Murat,
sino Enrique a otro Enrique. Mas, hermanos, estad tristes,
pues os juro que muy bien os acomoda.
Vuestro dolor se muestra tan solemne
que yo adoptaré la moda a fondo
y la llevaré en el corazón. Estad tristes,
pero, hermanos, albergad esa tristeza
como carga que todos compartimos.
Por mi parte, y lo aseguro por el cielo,
seré vuestro hermano y vuestro padre.
Dadme vuestro afecto y llevaré vuestros cuidados.
Llorad a Enrique muerto, como yo,
mas otro Enrique vive que ha de convertir
vuestras lágrimas en horas de alegría.
PRÍNCIPES
No esperamos menos de Vuestra Majestad.
PRÍNCIPE
Me miráis con reserva; vos, quien más.
Creo que estáis seguro de que no os aprecio.
JUSTICIA
Estoy seguro, si se me juzga rectamente,
de que no tenéis motivo para odiarme.
PRÍNCIPE
¿No? ¿Olvida un príncipe con mis expectativas
la gran indignidad que me infligisteis?
¿Reprobar, reprender y encarcelar brutalmente
al príncipe heredero de Inglaterra? ¿No fue nada?
¿Es para bañarlo en el Leteo y olvidarlo?
JUSTICIA
Entonces representaba a vuestro padre,
el símbolo de su poder vivía en mí
y, cuando estaba al servicio del Estado
ocupándome de hacer cumplir sus leyes,
Vuestra Alteza tuvo a bien olvidar mi posición,
la fuerza y majestad de la ley y la justicia,
la estampa del rey que yo encarnaba,
y me abofeteó en mi silla judicial,
por lo que yo, ante ese agravio a vuestro padre,
ejercí mi plena autoridad
y os hice encarcelar. Si fue un acto injusto,
¿aceptaréis, ahora que lleváis la corona,
que un hijo vuestro desaire vuestras leyes,
de vuestro asiento arroje a la justicia,
derribe la ley a su paso y melle la espada
que asegura vuestra paz e integridad,
más aún, que se burle de vuestra regia imagen
y se ría de los actos de quien la representa?
Preguntáoslo vos mismo, haced vuestro el caso:
sed ahora el padre, imaginad un hijo,
oíd cuánto profanan vuestra dignidad,
ved desdeñadas vuestras leyes más temidas,
contemplaos despreciado por un hijo
y entonces pensad que os represento
y que reprimo a vuestro hijo en vuestro nombre.
Tras ponderarlo fríamente, sentenciadme
y, en vuestra calidad de rey, decid
en qué he desmerecido de mi puesto,
mi persona o la majestad de mi señor.
PRÍNCIPE
Sois la justicia misma y ponderáis bien.
Seguid llevando la espada y la balanza
y, ojalá que, cada vez con más honores,
viváis para ver que un hijo mío
os ofende y obedece cual yo he hecho.
Entonces yo diré las palabras de mi padre:
«Soy afortunado con un hombre tan resuelto
que se atreve a hacer justicia hasta en mi hijo
y no menos afortunado con un hijo
que se pone en manos de la ley, renunciando
a su realeza». Me entregasteis a la cárcel,
y por eso yo entrego a vuestra mano
la limpia espada que llevabais
con esta exhortación: que la uséis
con el mismo espíritu imparcial, justo y resuelto
que empleasteis contra mí. Os doy la mano.
Seréis como un padre para mi juventud,
mi voz dirá lo que dictéis a mi oído,
y yo someteré mis intenciones
a vuestra sabia y experta orientación.
Y, príncipes, creedme, os lo suplico:
nuestro padre ha enterrado mis locuras,
pues en su tumba yacen mis pasiones
y su ánimo grave sobrevive en mí
para burlar las expectativas de la gente,
para frustrar las profecías y borrar
la mala fama, que me había dibujado
según las apariencias. El flujo de mi sangre
corrió con fuerza por la vida disipada,
pero ahora torna y ya revierte al mar,
donde, unida al esplendor de los océanos,
fluirá en adelante con digna majestad.
Ahora voy a reunir al parlamento
y a escoger tan nobles consejeros
que el gran cuerpo del Estado se coloque
a la altura del país mejor regido,
y la guerra, la paz, o las dos juntas
nos sean conocidas y comunes,
en lo cual, padre, tendréis voz preeminente.
Tras mi coronación convocaré,
como he dicho, a toda la nobleza
y, si el cielo bendice mis propósitos,
nunca más podrá decir noble ni príncipe:
«Dios abrevie la feliz vida de Enrique.»

Salen.

Viii Entran FALSTAFF, SIMPLE, MUDO, DAVID, BAR¬DOLFO y el PAJE.

SIMPLE
Y ahora a ver mi huerto, donde, bajo un cenador, nos comeremos un pero del año pasado que yo mismo injerté, con un plato de alcaraveas y otras cosillas.-¬Venid, pariente Mudo.- Y luego, a la cama.
FALSTAFF
Por Dios, que tenéis muy buena casa, y rica.
SIMPLE
Todo yermo, todo yermo. Somos pobres, somos pobres, sir Juan. Buen aire, sí. David, pon la mesa, ponla. Muy bien, David.
FALSTAFF
Este David os hace un gran servicio: es ayudante y sir¬viente.
SIMPLE
¡Menudo mozo, menudo mozo, sir Juan! Por Dios, que he bebido demasiado en la cena. ¡Menudo mozo! Ahora sentaos, sentaos. Venid, pariente.
MUDO
Oye, tú, dijo él, vamos a
[canta] comer, comer y disfrutar,
por el buen año a Dios honrar:
carne barata, hembras caras,
y aquí y allá los mozos andan
con alegría,
y siempre así con alegría.
FALSTAFF
¡Un alma alegre! Mi buen maese Mudo, ahora beberé a vuestra salud.
SIMPLE
David, ponle vino a maese Bardolfo.
DAVID
Sentaos, buen señor, ahora os atiendo.- Sentaos, buen señor. Sentaos, maese paje, mi buen maese paje. ¡Que aproveche! Lo que falte de comida lo daremos de bebida. Disculpad. La voluntad basta.

[Sale.]

SIMPLE
Alegraos, maese Bardolfo, y tú, soldadito, alégrate.
MUDO [canta]
Alégrate, así es mi esposa,
pues, alta o baja, arpías son todas.
Si bailan barbas, todos gozan.
¡Venga el carnaval! ¡Alégrate!
FALSTAFF
No sabía que maese Mudo fuese hombre de este ánimo.
MUDO
¿Quién, yo? Yo ya he estado alegre antes, y más de una vez.

Entra DAVID.


DAVID
Aquí tenéis un plato de manzanas.
SIMPLE
¡David!
DAVID
¿Señor? Os sirvo en el acto. ¿Un vino, señor?
MUDO [canta]
Un vino que sea claro y vivo
lo bebo yo por ti, amorcito,
que un alma alegre vive largo.
FALSTAFF
¡Muy bien, maese Mudo!
MUDO
Y alegre hay que estar, ahora que viene lo mejor de la noche.
FALSTAFF
Salud y larga vida, maese Mudo.
MUDO [canta]
Llena el vaso, que lo beba,
aunque el fondo esté a una legua.
SIMPLE
Bienvenido, buen Bardolfo. Si quieres algo y no lo pides, que te zurzan.- Bienvenido, granujilla, bienve-nido de verdad.- Brindo por maese Bardolfo y todos los caballeros de Londres.
DAVID
Yo espero ver Londres antes de morir.
BARDOLFO
¡Ojalá os vea allí, David!
SIMPLE
Por Dios santo, que os beberéis un litro juntos, ¿ver¬dad, maese Bardolfo?
BARDOLFO
Sí, señor, en jarra doble.
SIMPLE
¡Párpados de Cristo, eso es, gracias! El muy bribón no te dejará, te aseguro que no. Es de raza.
BARDOLFO
Tampoco yo le dejaré, señor.
SIMPLE
¡Así habla un rey! Que no falte nada y, ¡a alegrarse!

Llaman a la puerta.

Mira a ver quién es.- ¿Quién llama?

[Sale DAVID. Bebe MUDO.]

FALSTAFF
¡Vaya, así se hace!
MUDO [canta]
Hazme, en premio,
caballero,
Mingo.
¿No es así?
FALSTAFF
Así es.
MUDO
¿Es así? Entonces decid que un viejo aún puede hacer algo.

[Entra DAVID.]

DAVID
Con permiso, señor; es un tal Pistola, que trae noticias de la corte.
FALSTAFF
¿De la corte? ¡Que pase!

Entra PISTOLA

¿Qué hay, Pistola?
PISTOLA
¡Dios os guarde, sir Juan!
FALSTAFF
¿Qué viento te trae aquí, Pistola?
PISTOLA
No el mal viento que no trae nada bueno. Querido caba¬llero, sois uno de los hombres más grandes del reino.
MUDO
Virgen santa, ya lo creo; exceptuando al compadre Puff de Barson.
PISTOLA
¿Puff? ¡Puff a tu cara, pérfido cobarde!
Sir Juan, soy Pistola, vuestro amigo
y he venido aquí a matacaballo,
y nuevas os traigo y grandes gozos,
y tiempos de oro y noticias radiantes.
FALSTAFF
Te lo ruego, comunícalas como un hombre de este mundo.
PISTOLA
¡Al carajo el mundo y los viles mundanos!
Yo hablo del Africa y de áureos regocijos.
FALSTAFF
¡Ah, vil guerrero asirio! ¿Traes noticias?
Conozca su tenor el rey Cofetua.
MUDO [canta]
Y Robin Hood, Scarlet y Juan.
PISTOLA
¿Emulan los perros sarnosos a los Helicones?.
Y las buenas noticias, ¿hay que envilecerlas?
Entonces, Pistola, ¡cae sobre el regazo de las Furias!
SIMPLE
Mi buen señor, no conozco vuestra casta.
PISTOLA
Pues lo vas a lamentar.
SIMPLE
Perdonadme, señor. Si venís con noticias de la corte, sólo veo dos caminos: o decirlas o callarlas. Yo aquí tengo cierta autoridad en nombre del rey.
PISTOLA
¿Qué rey, pelagatos? Habla o mueres.
SIMPLE
El rey Enrique.
PISTOLA
¿Enrique cuarto o quinto?
SIMPLE
Enrique cuarto.
PISTOLA
¡Al carajo con tu puesto!
Sir Juan, vuestro tierno corderito es ya rey.
¡Es Enrique quinto! Digo la verdad.
Si miente Pistola, haced esto: dadme la higa,
como los fatuos españoles.
FALSTAFF
¡Cómo! ¿Que ha muerto el viejo rey?
PISTOLA
Se ha quedado tieso. ¡Es verdad!
FALSTAFF
¡Corre, Bardolfo, ensíllame el caballo! Maese Roberto Simple, elegid el cargo que queráis en el reino, es vues¬tro. Pistola, te voy a sobrecargar de honores.
BARDOLFO
¡Ah, día feliz! Por ningún título cambiaría yo mi suerte.
PISTOLA
¿Qué? ¿A que es buena la noticia?
FALSTAFF
Acostad a maese Mudo. Maese Simple, lord Simple -o lo que queráis, soy el mayordomo de la suerte-, cal¬zaos las botas. Cabalgaremos toda la noche. ¡Querido Pistola! ¡Corre, Bardolfo!

[Sale BARDOLFO.]

Vamos, Pistola, cuéntame más y vete pensando en lo que más te cuadre. ¡Las botas, maese Simple! Sé que el joven rey se muere por verme. Tomemos los caballos de quien sea; las leyes de Inglaterra están a mi servicio. Benditos los que han sido mis amigos y, ¡pobre del Justicia Mayor!
PISTOLA
¡Que los buitres le devoren la asadura! «¿Dónde está mi anterior vida?», dicen ellos. Pues aquí está. ¡Bienvenidos, días risueños!

Salen.

V.iv Entran la POSADERA doña Prisas, DORA Rompesá¬banas y GUARDIAS.

POSADERA
¡No, canalla! ¡Así me muera con tal de verte ahorcado! Me has descoyuntado el hombro.
GUARDIA
Me la han entregado los alguaciles, y seguro que se lleva una azotaina. Hace poco han matado a uno o dos por culpa suya.
DORA
¡Mientes, esbirro! Vamos, óyeme bien, bribón cara de tripa: como aborte del crío que llevo dentro, más te val¬dría haberle pegado a tu madre, tú, vil cara de cera.
POSADERA
¡Ay, Señor, si estuviera aquí sir Juan! A alguno le daría un día de sangre. Quiera Dios que se pierda el fruto de su vientre.
GUARDIA
Si se pierde, volverás a tener doce cojines, que ahora sólo tienes once. Vamos, venid conmigo, que ha muerto el hombre al que disteis de palos entre Pistola y tú.
DORA
Óyeme bien, muñeco de incensario: haré que te zurren de firme. Tú, vil mosca azul, esbirro piojoso, como no te zurren, reniego de faldas.
GUARDIA
Vamos, vamos, rondanoches, venga.
POSADERA
¡Ay, Dios, que la ley pueda así con la fuerza! En fin, tras la tempestad viene la calma.
DORA
Venga, granuja, llévame ante el juez.
POSADERA
Eso, venga ya, sabueso hambriento.
DORA
¡Calavera, saco de huesos!
POSADERA
Venga, esqueleto.
DORA
Vamos, flacucho; venga, desecho.
GUARDIA
Muy bien.

Salen.

V.v Entran CRIADOS, cubriendo el suelo de juncos.

CRIADO 1.°
¡Más juncos, más juncos!
CRIADO 2.°
Los clarines han sonado ya dos veces.
CRIADO 1.°
Serán las dos antes de que vuelvan de la coronación. Deprisa, deprisa.

Salen.

Entran FALSTAFF, SIMPLE, PISTOLA, BAR¬DOLFO y el PAJE.
FALSTAFF
Poneos a mi lado, maese Simple; yo os procuraré el favor del rey. Cuando pase le echaré el ojo; fijaos en qué cara me pone.
PISTOLA
¡Dios os bendiga los pulmones, caballero!
FALSTAFF
Ven, Pistola, ponte detrás de mí.- [A SIMPLE] ¡Ah, si hubiera tenido tiempo para hacerme trajes nuevos, me habría gastado las mil libras que me habéis prestado! No importa; esta pobre imagen es mejor: indica las ganas que tengo de verle.
SIMPLE
¡Claro!
FALSTAFF
Demuestra la fuerza de mi afecto...
PISTOLA
¡Claro!
FALSTAFF
Mi fervor...
PISTOLA
¡Claro, claro, claro!
FALSTAFF
Cabalgando día y noche, sin ponderar, ni recordar, ni darme tiempo para cambiarme...
SIMPLE
Es lo mejor, claro.
FALSTAFF
Estar aquí sucio del viaje, sudando del deseo de verle, sin pensar en otra cosa, echando en olvido los demás asuntos, cual si no hubiera nada más que verle.
PISTOLA
Es «semper idem», pues «absque hoc nihil est». Es el todo en cada parte.
SIMPLE
Muy cierto.
PISTOLA
Caballero, os inflamaré los nobles hígados
hasta que os haga rabiar.
Vuestra Dora, la Helena de vuestros pensamientos,
está en vil encierro e inmunda prisión,
arrastrada hasta allí
por la mano más sucia y plebeya.
Despertad a la Venganza de su antro de ébano
con la bárbara sierpe de Alecto,
pues Dora está presa. Pistola dice la verdad.
FALSTAFF
La liberaré.

Clarines [y vítores].

PISTOLA
Ya ruge la mar y resuena el clarín.

Entran el REY Enrique quinto, sus herma¬nos y séquito, y el JUSTICIA Mayor.

FALSTAFF
¡Dios te guarde, rey Hal, mi rey Hal!
PISTOLA
¡Los cielos te guarden y protejan, regio vástago de fama!
FALSTAFF
¡Dios te guarde, mi muchacho!
REY
Justicia Mayor, habladle a ese necio.
JUSTICIA
¿Estáis en vuestro juicio? ¿Sabéis a quién le habláis?
FALSTAFF
¡Mi rey, mi Júpiter! Te hablo a ti, amigo del alma.
REY
No te conozco, anciano; vete a rezar.
¡Qué mal sientan las canas a un bufón!
Soñé con tal hombre mucho tiempo,
tan hinchado, tan viejo y malhablado,
mas, ya despierto, el sueño me repugna.
Desde hoy mengua el cuerpo y aumenta la virtud,
deja de atracarte y piensa que la tumba
se abre para ti tres veces más que para otros.
No me respondas con ninguna bufonada,
no imagines que soy ahora el que he sido,
pues Dios sabe, y el mundo lo verá,
que ya he repudiado al que antes fui
y que lo haré con mis antiguas compañías.
Cuando oigas que soy como era antes,
acércate y serás como tú fuiste,
el maestro y nutridor de mis desórdenes.
Hasta entonces te destierro, bajo pena capital,
lo mismo que a mis otros corruptores,
a diez millas de distancia dé tu rey.
Os daré lo necesario para que viváis
sin que la pobreza os lleve al mal
y, cuando sepa que os habéis reformado,
seréis favorecidos según vuestra aptitud
y vuestros méritos. Milord, encargaos
de que tengan cumplimiento mis palabras.
Prosigamos.

Sale el REY [con su séquito].

FALSTAFF
Maese Simple, os debo mil libras.
SIMPLE
Ya lo creo, sir Juan, y os ruego que me las deis para lle¬vármelas a casa.
FALSTAFF
No va a poder ser, maese Simple. No os preocupe todo esto; me llamarán para verle a solas. Entended que debe actuar así ante el mundo. No temáis por vuestro ascenso, que aún soy el que ha de haceros grande.
SIMPLE
No veo cómo, a no ser que me dejéis vuestro jubón y me rellenéis de paja. Sir Juan, os suplico que me deis quinientas libras de las mil.
FALSTAFF
Señor, cumpliré mi palabra. Lo que habéis oído es un rodeo.
SIMPLE
Podría ser el rodeo de vuestra soga, sir Juan.
FALSTAFF
No nos rodearán. Venid a comer conmigo. Vamos, teniente Pistola; ven, Bardolfo. Vendrán a buscarme al atardecer.

Entran el JUSTICIA Mayor y el príncipe Juan [de LANCASTER, con guardias].

JUSTICIA
Llevad a la cárcel de Fleet a sir Juan Falstaff
y con él a los que le acompañan.
FALSTAFF
Señor, señor...
JUSTICIA
Ahora no puedo hablar; os oiré pronto.
¡Lleváoslos!
PISTOLA
«Si fortuna me tormenta, spero me contenta.»

Salen todos menos LANCASTER y el JUSTI¬CIA Mayor.

LANCASTER
Me agrada el noble proceder del rey:
ha previsto que sus viejos compañeros
estén perfectamente mantenidos,
pero a todos los destierra hasta que su conducta
se muestre más sabia y comedida.
JUSTICIA
Así es.
LANCASTER
Milord, el rey ha convocado al parlamento.
JUSTICIA
Ciertamente.
LANCASTER
Apuesto a que antes de expirar el año
llevaremos las espadas y los ánimos
contra Francia. Me lo ha dicho un pajarillo,
y creo que al rey su cantar le ha complacido.
Vamos, ¿venís?

Salen.

EPÍLOGO

Primero, mi temor; después, mi reverencia; por fin, mi discurso. Mi temor es no haber agradado; mi reverencia, mi deber, y mi discurso es para pediros perdón. Si ahora esperáis un buen discurso, estoy perdido, pues lo que tengo que decir es de mi cosecha y lo que habría de decir me temo que será mi ruina. Pero al grano, y de ahí al riesgo. Sabed, como ya es sabido, que hace poco estuve aquí al final de una obra que desagradó, rogándoos paciencia y prometiendo otra mejor. Pensé realmente pagaros con ésta y si, cual mala expedición, no arribo a buen puerto, yo doy en quiebra, y vosotros, amables acreedores, perderéis. Prometí que aquí estaría, y aquí está mi persona a merced vuestra. Hacedme una rebaja y algo os pagaré; y, como tantos deudores, os prometeré hasta el infinito. Y con esto me arrodillo ante vosotros, aunque, la verdad, es para rezar por la reina. Si mi lengua no logra convenceros de que me absol¬váis, ¿me diréis que mueva las piernas?. Sin embar¬go, salir bailando de la deuda sería un pago bien ligero. Mas la buena conciencia da siempre la mayor satisfac¬ción, que es lo que yo quiero. Aquí todas las damas ya me han perdonado; si los caballeros no lo hacen, será porque no concuerdan con las damas, que sería lo nunca visto en semejante asamblea.
Una palabra más, os lo suplico. Si no estáis saciados ya de tanta grasa, nuestro humilde autor continuará la historia, con sir Juan incluido, y os alegrará con la bella Catalina de Francia, donde, por lo que sé, Falstaff morirá de unos sudores, si no le han matado antes vues¬tras críticas; pues Oldcasfe murió mártir y éste no es el mismo. Mi lengua está cansada; cuando lo estén mis piernas, os daré las buenas noches.

[Sale.]