12/12/10

El viaje interminable, monólogo de Jorge Dávila Vázquez, escritor de Cuenca, Ecuador


Jorge Dávila Vázquez











 


Jorge Dávila Vázquez

EL VIAJE INTERMINABLE
Monólogo

(El personaje es un hombre mayor, una persona común y corriente. Viste un traje raído, sin llegar a los extremos de la miseria, y su apariencia es más o menos cuidada. Únicos elementos escénicos son una pequeña mesa, encima de la cual hay una caja de lata llena de viejas fotos, una botella con cierto carácter y una copa diminuta. Las transiciones y pausas que se señalan en el texto marcan cambios de tono y de tema, pero, a veces, solamente simples variaciones de matiz.
Como sugerencias para el montaje: adecuados cambios de luz, sobre todo al fin, cuando la mente del protagonista se va oscureciendo; y en ciertos momentos de evocación concreta, como los que tratan sobre París o Venecia, una música suave de fondo. También  puede resultar interesante proyectar fotos antiguas, no necesariamente de los lugares que se mencionan, sobre todo para ambientar la pieza y crear la atmósfera de un viaje un tanto irreal.)

-Guardo, como si fuese un tesoro, esta hermosa botella de un ron haitiano de ciento cincuenta años, que me obsequió un joyero de Marsella, en uno de mis viajes. Ese licor delicioso, fino, perfumado, le había llegado a su abuelo, bisabuelo, o qué sé yo, en un tiempo en que esa media isla atormentada era colonia francesa… Soy un hombre ordinario, tranquilo, pero tengo mis manías como todo el mundo (pregunta al público) ¿Ustedes no tienen manías? Me han dicho que usted, señorita, duerme con su gato, con el que mantiene largos diálogos; me cuentan que tú, joven estudiante, recoges los pasos de una muchacha a la que amas y no te atreves a declararle tu amor, que vas tras ella y que cuando alguien te pregunta qué haces le respondes: “aquí, recogiendo pasos”; y usted, doctor, ¿no es verdad que guarda celosamente en una cajita el único beso que le diera una hermosa mujer, con la que no pudo casarse, por la oposición de las familias? Y tú…
(Transición)
Todos, todos guardamos alguna de esas pequeñas locuras oculta en el fondo más oscuro de nuestros corazones. Claro que, luego, decimos que no, que no tenemos manías. En mi caso, más allá de esa insignificante manía de guardar por más de cuarenta años una botella con cinco dedos de licor añejísimo, y solo ofrecerlo a mis visitantes, en una copa pequeña como un dedal (muestra la copa diminuta) y atesorar mi colección de viejas, viejas fotos de viajes, en esta caja de lata que alguna vez contuvo galletas de ésas que solo se pueden conseguir en Europa, ay (largo suspiro)… Europa… Bueno, decía que más allá de mis manías mínimas, soy un ser sencillo, ordinario, y alguien que guarda un gran culto por la amistad; tomemos por ejemplo ese frasquito, que me acompaña casi medio siglo, como testimonio de un encuentro amistoso con un hombre culto, viajero incansable, magnífico conservador, perdón, conversador, y un grande y cordial anfitrión. Recuerdo siempre con afecto al señor Perrin, en su joyería de la Canebière, la calle más importante de Marsella, que iba desde el Viejo Puerto hasta el Palacio de Longchamps. ¿Conoce usted Marsella? ¿No? Y usted? (Hace la pregunta a varias personas del público). Pues mire, yo tengo aquí (abre la caja que reposa sobre la mesa) unas fotos muy lindas de la ciudad. Venga (invita a una persona imaginaria, con la que va a dialogar a lo largo de casi toda la pieza). Éste es el Viejo Puerto, fíjese como forma una media luna que entra en la ciudad, mire como las casas se edifican en torno de esta especie de herraje. Bello, ¿no? Y acá, en lo alto de la pequeña colina, la iglesia de Nôtre Dame du Port…. No, no, no era du Port, del puerto, aunque Marsella sea uno. ¿Cómo era su nombre? (queda pensativo un momento) Vaya, lo olvidé. Recuerdo, en cambio, una película que se llamaba Fanny, en ella, la protagonista, una muchacha marsellesa, subía hasta el templo y la alta torre coronada por una estatua de la Virgen, que custodia la ciudad y su entrada marítima. Guardé en mi memoria esa escena – ¡eso es, guardar, Nôtre Dame de la Garde, eso es, eso es: nuestra Señora de la Guarda, ése es su nombre!-; decía que guardé esa escena entre mis recuerdos, sin pensar que años después yo haría lo mismo que Fanny ¿Puedo ofrecerle una copita de ron? Es un viejo licor que me diera hace muchos años un joyero de Marsella, el señor Perrin (sirve el licor), no, no lo tome sin antes sentir el aroma del ron haitiano de ciento cincuenta años. Sienta, sienta, ese perfume, que evoca los perfumes que solo se hacen en Europa… ah, Europa.
(Bebe a pequeños sorbos. Transición)
-Sabe, el Mediterráneo es azul. Usted lo toma en la palma de su mano, ahuecándola así (se inclina al borde del escenario). Mire, es azul. Por eso lo franceses tienen una Costa Azul, y créame que no mienten.
Recuerdo que desde Marsella, por la Costa Azul, fui en tren a Italia. Fuimos… (Vuelve a preguntar a personas del público) ¿Conoce usted Italia? ¿Pero cómo es posible que no conozca Italia? Es un país maravilloso. (Se vuelve al interlocutor imaginario). Supongo que usted tampoco conoce Italia. Sabe, toda la cultura del mundo occidental está concentrada en Italia. Piense un poco: los mayores poetas nacieron allí, desde Virgilio, Horacio, Ovidio, Catulo hasta Salvatore Cuasimodo y… ¿cómo se llama el otro?, ése que escribió un poema pequeñito: “De otros diluvios, una paloma escucho”. ¿Se imagina? Qué belleza de texto: escuchar el vuelo, el paso, la llegada de una paloma de otros diluvios… ¿De cuáles?, se pregunta uno, absorto, ¿de los de la antigüedad?, ¿de aquellos que están en las leyendas de muchos pueblos, o de una de esas inundaciones de dolor que no dejan nada en pie, y para las que no hay un arca que te salve?
(Transición)
Sabe? Yo le tengo una simpatía muy grande al buen viejo Noé, incluso una vez escribí un pequeño poema. ¿Cómo era? Ah, ya…

Todos te miran
con desprecio.
“Está loco”, murmuran.

Pero tú sigues
construyendo
tu mundo:
esa arca
en la que encierras
los animales
de la tierra
y el cielo
y los pocos humanos
que aún tienen
una pizca de fe
en tus sueños
proféticos,
en tus delirios
de agua.

Y por qué simpatizó con el viejo Noé? Quizás porque es el ejemplo más noble del ser humano que tiene un ideal y lucha por él, aunque todos le digan que está chiflado (Pausa). ¿Cree que estoy loco? Alguna gente en esta ciudad piensa que he perdido la cabeza. Tal vez por eso me siento cerca de Noé, pues todo el mundo creía que era un orate. Dicen que no estoy en mis cabales, porque tengo una especie de tema fijo: mis viajes, y el deseo de compartir los recuerdos que atesoro de ellos, con la gente. (Empieza a exaltarse, gradualmente, hasta que hacia el fin de esta escena, termina en un verdadero delirio) ¿Será eso una locura? ¿Qué dice usted? Hábleme, diga algo, por favor. Me parece que ya le comenté antes, que me gusta que la gente me visite, que me hace falta conversar con alguien, porque estoy muy solo, y uno cuando está solo, cuando no tiene a nadie, empieza a hablar consigo mismo, a decirse cosas. Yo, por ejemplo, me digo: Nicolás Perdomo, con toda esa plata que gastaste en viajar, pudiste haber vivido muy bien… como un rey. Bueno, no como un rey, pero, al menos como un príncipe, como un señor. Sí, claro, me respondo, claro; pero recuerdo que mi madre, que nunca se había movido de esta ciudad, que entonces no era más que un pueblo, repetía aquello de que “viajar es vivir dos veces”. Así, pues, si muero, no es tan importante, no te parece, Nicolás? Total, ya he vivido dos veces, dos veces, dos veces…
(Transición)
 Pero tengo necesidad de compartir con alguien todo eso que llevo adentro. Antes, mis vecinos, mis amigos, mis parientes, venían a visitarme y a ver las fotos de Europa, y se quedaban un rato, y charlábamos, pero, poco a poco, dejaron de venir, me abandonaron, y me fui quedando solo, solo, y créame, la soledad es terrible, es el peor mal que puede padecer un hombre. No, no, no se vaya, quédese, le serviré una copa más de mi precioso ron de ciento cincuenta años, recuerdo del señor Perrin de Marsella. ¿Le he hablado de él? Un buen hombre, gentil, generoso, un poco apegado a la tradición, a la memoria de su antepasado, el colono de Haití, a su negocio de la calle… (Queda como en blanco, unos instantes).  No se vaya, por favor, quédese, quédese, tengo tantas cosas que contarle, tantas, tantas, tantas….
 (Tansición)
-Sabe? La gente, bueno, cierta gente de los pueblos, de las ciudades pequeñas, es media especial. Yo diría que hasta un poco perversa. ¿Por qué cree usted que han dejando de venir mis conciudadanos, como se dice en los discursos? Pues, he llegado a saber que decían que les cansaba con mi discurso en torno a mis viajes, y con mi nostalgia de Europa. Ahora soy una persona de pocos recursos, y, realmente, no tengo mucho que ofrecer, por eso solo brindo una pequeña copa de ron, pero lo hago muy cordialmente. También eso llego a ser motivo de crítica: sé que murmuran que el ron haitiano de ciento cincuenta años se terminó hace mcuho, y que lo que les ofrezco son unas gotas miserables de alguna bebida barata y demasiado aromática. Yo jamás sería capaz de una impostura así. ¿Se imagina? Profanar el recuerdo del señor Perrin, el joyero de Marsella que... En fin… Cada uno da lo que tiene, y, ciertamente no era mucho lo que yo podía darles ni en otra época, peor ahora. Pero lo que más me ha dolido fue un comentario que hicieron algunos vecinos malintencionados… Más adelante le contaré. Gracias por quedarse. En dónde estábamos, ah, sí en el viaje por la Costa Azul hacia Italia. A usted no le convence lo que le he dicho sobre Italia como centro de la cultura de Occidente; pero piense, por favor, ¿qué país puede decir que tuvo unos artistas geniales en el Renacimiento, como Miguel Ángel, Leonardo, Rafael? Solo quien ha sentido una especie de éxtasis en la Capilla Sextina, en la basílica de San Pedro, en los museos, ante la obra de estos seres privilegiados puede decirle algo sobre su grandeza que es la grandeza de Italia y Occidente. Y aunque yo no soy particularmente religioso, le pido que me diga, en dónde nació el santo más atractivo de la cristiandad, Francisco de Asís, el poeta de la naturaleza y de todos los pequeños seres? En Italia, por supuesto.  Italia… Él escribió El cántico de las criaturas, ¿lo conoce:
“Alabado seas, mi Señor,
en todas tus criaturas,
especialmente en el hermano sol,
por quien nos das el día y nos iluminas… nos iluminas… nos iluminas”
¡Qué lástima! He olvidado lo demás, pero estoy seguro que todo es muy conmovedor, muy bello. Lo que pasa es que mi memoria, a ratos, me traiciona. (Pausa)
Recuerdo que llegamos a Venecia en la mañana, muy temprano, y decidimos caminar. Nada de góndolas, nada de barquitos, caminar, aunque estábamos cargados de maletas. Nos perdimos, en ese laberinto de viejos palacios putrefactos, con mi compañera de viaje –una mujer encantadora. Quizás debí casarme con ella, aunque mi madre decía que era una vividora, que no le interesaba más que la pequeña fortuna que heredé de mi padre, y que, como decían los vecinos, la “hice cantar”. Era una mujer hermosa, inteligente, llena del don de la observación; solo que, en verdad, no me amaba. No. Y es una pena, pues era alguien excepcional. Estaba atenta a los menores detalles, sabía tantas cosas. Era grato viajar con ella. Quizás si no hubiera ocurrido lo de París, habríamos continuado viajando mucho tiempo, pero talvez mamá tenía razón, y era una vividora. Querida Nancy, nunca volví a saber nada de usted. Cuando volví a Paris, después de la muerte de mamá, nadie me dio razón de usted, nadie. Pregunté en el pequeño bar de la esquina del parque Monceau, en el Hotel de Artois, en el barrio del Marais, en la antigua casa de madame Couteau ( Pausa)
Debí pensar, en el momento en que me habló usted de ella, que no era un buen augurio que se llamase Couteau, que como bien sabe, significa cuchillo, la señora Cuchillo, pero no le dije nada. Estaba tan dolido.
Ninguna persona se acordaba de la anciana señora. Y la busqué a usted, Nancy querida, por todo lado, pero no hubo un ser humano que supiese algo de algo... Los europeos tienen tan poca memoria para lo que no sea su propia vida. Nancy, ¡y usted que quiso quedarse en Paris! Recuerdo que me decía con ese tono de voz que se me ha grabado: “Yo, en París, Nicolás, aunque sea… (Mima la imagen de una mujer que fuma, que mira ambiguamente, que hace la calle), pero en París”. No tuvo necesidad de llegar a tanto. Un día, en el Teatro Odeón, una vieja madame le propuso que fuese su dama de compañía y usted aceptó la propuesta, y cumplió su sueño de quedarse en París. A veces pienso que la señora Couteau-Cuchillo murió, dejándole sus bienes en herencia, y que con ese dinero usted vive tranquila y feliz en esa antigua y fea urbe a la que llaman “La Ciudad Luz”, no sé por qué, seguramente porque quienes así la bautizaron nunca la han visto en las tardes grises y oscuras del invierno. ¡Felicidades, Nancy!
(Transición)
Pero hay ocasiones en que me pongo triste, Nancy, y creo que muerta madame Couteau, usted quedó desprotegida, y, a lo peor terminó en la calle, sola, enferma, como esas heroínas de las novelas del XIX, que a usted le gustaban tanto. Créame, si hasta la escucho toser, en medio del frío de la medianoche, mientras, avejentada, pobre y sola, espera inútilmente a sus clientes que nunca llegan. En mis viajes la recordaba con más intensidad, porque fue la compañera ideal de ese primer maravilloso encuentro con Europa, esa otra anciana dama que tiene alguna que otra cicatriz, pero que sigue siendo tan atractiva. Europa… (Suspiro, pausa), Europa, que recorrimos juntos, aunque mis malvados vecinos dicen que nunca estuve allá, que me tomé unas cuantos fotos de estudio, con el fondo de esos telones pintados con góndolas, iglesias, palacios; que tiré la herencia de mi padre en sitios de mala muerte y peor fama, por ahí en las ciudades de la costa, y luego volví con las historias de viajes, habiendo, simplemente, leído en algún libro cosas sobre los sitios de los que hablaba. ¡Gentes perversas, calumniadoras, infames! Pero acá todo el mundo la conocía a usted Nancy. ¿Verdad? (Pregunta al público, sin obtener respuesta alguna). No es posible que ninguno de ustedes recuerde a la bella Nancy, con quien paseábamos largamente por la orilla del río, por el parque central, y por los sitios más bonitos de esta pequeña ciudad, que puede ser muy atractiva cuando se la mira con atención, aunque guarde en su seno unos pocos sujetos amargados, calumniadores, capaces de hacer mucho daño. Sí, Nancy, han llegado al extremo de decir que usted es una más de mis invenciones, que no existió jamás… que no existió más que en mi mente…, que no existió… ¡qué dolor!
(Transición)
Nancy, ¿fue bello ese viaje, verdad? En donde esté, seguro que lo recordará con ternura, con emoción. Todo fue encantador, hasta que llegamos a esa horrible Paris de sus sueños y de mis pesadillas. ¿Qué tenía esa ciudad tan vieja, como la misma señora Couteau, y tan maquillada como ella, para parecer joven y hermosa, que la atrajera tanto, mi querida Nancy? Todo es viejo en París. De acuerdo, todo es viejo en Europa, y quizás esa vejez es su mayor atractivo: viejas calles, viejas edificaciones, viejos parques con estatuas verdosas por la humedad y la herrumbre, viejas iglesias que parecen al borde del hundimiento. Todo es así allá, pero en París se siente más esa atmósfera de caída, de hundimiento, de decadencia.
(Transición)
-Sí, Nancy, ¿recuerda que yo le había dicho eso, en el amanecer de Venecia, durante nuestro paseo por los laberintos de una ciudad poco turística, sucia, maloliente? “Es la decadencia”. Quizás el recuerdo de una novela que habíamos leído en el viaje, “Muerte en Venecia”, contribuyó a esa mala imagen del lugar.
(Transición)
Cuando ya estuvimos un poco descansados salimos de nuevo en busca de la otra Venecia, la turística, la de calendario. Mi compañera de viaje tenía algo que llaman el mareo de tierra, pues se bajaba de las embarcaciones y seguía con la sensación de que estuviera oscilando, como si continuase en las sucias aguas de los canales. El Mediterráneo es azul. Usted lo toma en su mano, y lo mira, azul, pero el Adriático tiene un color terroso, oscuro, enfermizo. Italia es el país más bello del mundo, y Venecia es una joya construida sobre las aguas, pero, a ratos, Venecia es el sitio más horrible de la tierra, igual que en esa novela de Thomas Mann. Sí, igual, igual. Un lugar al borde del hundimiento, podrido, terrible, y que puede ser asolado por la peste. Una peste que aterra al protagonista de ese tremendo pequeño libro, hasta que lo infecta y termina con él.  (Pausa)
-Desde una callecita, entramos en la plaza, y oímos el rumor, como una marea viva. ¡Eran las palomas! Sí, ellas producían ese ruido. Todas ellas, juntas, simultáneamente. ¿Cómo se llama eso que hace una paloma (imita el sonido del zureo, y pregunta al público)
Una voz.- Zurear.
-Sí, eso, eso. Imagínese usted, miles de palomas zureando al mismo tiempo. Es algo tremendo, imposible de describir. Zureando, y nosotros sin lograr entender el origen de ese rumor de mar vivo, sin llegar a convencernos que se estaba originando allí mismo, a nuestros pies. Y Nancy sonriendo, “ahora sí soy un barco en tierra, en medio de este mar de palomas, Nicolás”. (Transiciones)
Escucho, de otros diluvios… Ya, ya recuerdo, Giuseppe Ungaretti, así se llamaba el poeta de esos versitos mínimos sobre la paloma y el otro diluvio. ¿Recuerda?
Y toda esa plaza sonando como un mínimo, pero intenso oleaje. Seguro que él estuvo allí, tal vez un momento a la deriva, como Nancy y yo, y vivió esa experiencia antes de escribir el poema. De otros diluvios, una paloma, cien palomas, mil palomas, miles de ellas… En esa plaza veneciana, frente a  la iglesia que tiene un reloj y unos caballos y unos adornos dorados. ¿Cómo se llamaba?
Una voz.- San Marcos.
-Sí… (pensativo) San Marcos. Sabe, empiezo a olvidar muchas cosas últimamente, ¡qué espanto! A lo mejor pronto no sabré siquiera quién soy. Pero, a propósito, no me he presentado: soy Nicolás Perdomo, solterón empedernido; en una época ya lejana, rico heredero y viajero impenitente. Mucho gusto (extiende la mano hacia su imaginaria visita). San Marcos, claro… Y los caballos que vinieron de Bizancio, no es así Nancy? Nancy, querida Nancy, en dónde está usted? Quiero que le explique a mi amigo la historia de esos caballos que vinieron de Bizancio y que eran muy antiguos, quizás del último período de la escultura griega, ¿verdad, Nancy?, usted que sabía tantas cosas sobre Europa y sobre todo, Nancy…
 (Transición)
-Italia, bella, cuna de la cultura de Occidente, yo le decía… Claro, usted puede objetar que no, que fue Grecia, pero es que allá no queda nada entero, todo está en ruinas. ¿Cree que a los antiguos dioses les gustaría vivir entre tantas piedras rotas, entre cientos de columnas caídas, en medio de vestigios irreconocibles de lo que le comentan - y quién sabe, le mienten- que fue el templo de Artemisa, el de Febo Apolo, el de Atenea Palas…? No, ningún inmortal gusta del destrozo, de unos fragmentos de frisos o estatuas, de unas rotas bases de monumentos… En cambio deben vivir a gusto en Italia, en donde todo, hasta la decadente Venecia, es hermoso. Grecia solo es el recuerdo, Italia es vida, vida…
(Transición)
-Pudimos quedarnos en Venecia, Nancy, o en Florencia... Con lo que me enviaba mi madre, y con alguna pequeña entrada por su trabajo y el mío… Digo. No, no he trabajado mucho en la vida, pero hubiera podido hacer algo, pienso. Y los hijos, sí, un lindo lugar para vivir. Claro, nunca hablamos de estas cosas, Nancy, nunca, pero, quién sabe, si lo hubiésemos hecho a tiempo, talvez usted…, yo…, nosotros. Usted era un alma muy sensible, quizás solo faltó una decisión de mi parte. Todavía recuerdo el viejo palacio florentino convertido en albergue. Una fuente en el centro del jardín, y usted, emocionada ante un lirio de agua, un nenúfar…La belleza le emocionaba tanto, quizás el descubrimiento del amor le habría colmado, digo… Pero todo eso, el viaje, las emociones, los descubrimientos, todo es como Grecia, Nancy, recuerdos de un pasado completamente muerto.
(Transición. El resto tiene cada vez más un tono delirante)
-Mire amigo, esto es Florencia, no, no, parece otro sitio. Quizás Pisa o Siena. ¿En dónde está esta torre? ¿Londres? No, no, solo estuvimos de paso, Nancy, ¿verdad? ¿Y ese reloj? Esto es Paris, Nancy, la ciudad de sus sueños, sí. Esta es la torre Eiffel. ¿Que la torre Eiffel no está inclinada? Entonces, ¿qué sitio es éste? Antes tenía atadas las fotos en grupitos, con cintas y una cartulina con el nombre del lugar, para que no se confundieran, para que los recuerdos no se mezclaran, Nancy, porque siempre hay el riesgo de que confundamos un sitio con otro, una persona con otra, que nos confundamos nosotros mismos… Nosotros.
¿Puedo ofrecerle una copa, señor? Gracias por visitarme. Seguramente le atrajo la fama de viajero incansable que tiene don Nicolás Perdomo –ése soy yo-. Sírvase. Es un ron de ciento cincuenta años, regalo de un joyero marsellés que tenía su negocio en… ¿Se va usted? No le interesa lo que tengo que contarle? Es mucho todavía, sobre Venecia y los caballos de Bizancio, venidos de Constantinopla en la época de las Cruzadas; sobre el bar del parque Monceau, y la torre inclinada de… ¿dónde?, ¿dónde está todo eso? Y tenía un reloj. Y al frente había una logia con estatuas. A lo mejor era Roma, mire los paquetes de fotos se han mezclado, como se va mezclando todo en mi memoria. La vejez es terrible… el olvido… la soledad. ¿Se va? No quiere tomarse una copita de mi ron de ciento cincuenta años, recuerdo de… ¿de quién, Nancy, usted sabe quién me lo dio y en dónde, verdad? Era un sitio que tenía una media luna de mar entre las casas. Claro. ¿Sería Milán? ¿Qué vimos en Milán que nos gustó tanto, Nancy? ¿Un jardín con una fuente en el centro, y un lirio de agua, Nancy? Esto está tan oscuro como París en invierno, e igual de frío, pero se hará la luz, verdad? Se hará la luz, y los recuerdos volverán a ordenarse, como pequeños montones de fotografías, atados con cintas, y los guardaré celosamente en esta caja de viejas galletas europeas.
Nancy, Nancy… El último visitante se ha ido, es hora de terminar la función.

(OSCURO)




29/11/10

GIL TRABAJADOR, DE FERNANDO ZABALA


Gil Trabajador, de FERNANDO ZABALA








GIL TRABAJADOR
De FERNANDO ZABALA














GIL TRABAJADOR

Obra de Teatro de V Escenas y un solo Acto
Personajes:
TULIO
BETY
CORCHO
DOÑA TATA
DON PACO


Escena I
(Habitación de los hermanos, mucho desorden, medias en el piso, revistas tiradas, las camas desechas. Está CORCHO tirado en la cama, hay unas latitas sobre una repisa, en donde hace puntería con unas piedritas y debes en cuando derriba algunas, mientras tanto, TULIO recién llega con la caja de herramientas que apoya sobre el piso casi como tirándola sin querer saber más nada)
TULIO: (Llegando extenuado se sienta en la cama) Toy fundido.
CORCHO: Al fin llegaste, cada día veni más tarde vo.
TULIO: ¿Qué tán haciendo lo viejo?
CORCHO: (Desinteresado) En la pieza.
TULIO: (Pensativo y preocupado) No se hace un mango, la gente te llama por pavadita y no te dan un cobre por lo que hace, primero la Carmen que me llama porque tiene sarro en el bidé, después que el viejo Armando tiene que cambiar una manguerita metálica y así, y te dan chirolita, pareco un parquímetro de tanta moneda que llevo arriba.
CORCHO: Ya te dije  tene que convencerte Tulio, o agarramo el fierro o terminamo cirujeando.
TULIO: (Se levanta de la cama desanimado) No digas boludeses.
CORCHO: (Se fija para todos lados para que no lo escuchen y habla en voz baja) Los viejo tan preocupado, no hay guita ni para garpa la luz, es ma, te digo que el cable lo van a cortar esta semana.
TULIO: (Sin dejarse afectar) Y buo, nos quedaremos sin cable entonce, yo pongo una antena y miramos los canales de aire.
CORCHO: (Se levanta de la cama a discutirle) No sea así de amarrete loco, como tan las cosa no da pa ponerse en porfeado y meno en mezquino.
TULIO: No me pongo en porfiado, me pongo en realista.
CORCHO: (Levantándose de la cama) ¿Pero porque  no intenta salir conmigo una ve y vemo cómo no va?
TULIO: Ni mamao, yo no nací para ser un mal viviente, a mí me enseñaron a laburar.
CORCHO: Ahí es donde le erras, no naces, te haces.
TULIO: (Se saca los zapatos y se calza las ojotas) Te haces si vo quere.
CORCHO: Te hace si no podes hacer otra cosa que no es lo mismo, si te cierran las puertas en la cara, si te dejan afuera de todo ¿Qué otra te queda eh? No hay laburo Tulio, no hay laburo, convencete, hay que saber junar la oportunidades.
TULIO: Llamalo como quiera, esa no es mi ley.
CORCHO: (Irónico) ¿Y cuál es tu ley?
TULIO: Ser un hombre de bien, una buena persona, un trabajador, un hombre con principio, así no enseñó el abuelo, pero claro, a él en esta casa nunca le dieron bola.
CORCHO: (Se acuesta en la cama muy cómodamente) Porque no tenía huevos por eso.
TULIO: (Lo enfrenta) Porque quería las cosas claras, por derecha, sin pisar la banquina y sin pisar a nadie que no es otra cosa, siempre fue así.
CORCHO: (Se vuelve acostar) Y así terminó, sin un centavo, hecho un miserable.
TULIO: Pero limpio.
CORCHO: (Tira una de las latitas con una de las piedritas) Nadie nació para ser chorro, pero a nosotro no tocó este lado de la moneda, la pior parte y hay que aceptarlo.
TULIO. Yo lo acepto, pero lo que vaya a hacer lo voy a hacer trabajando, mojando la camiseta.
CORCHO: (Se sienta en la cama) No va a hacer nada, veni con esa porquería cada vez más tarde y sin un cobre, te echas a soñar a la noche que so el rey de la milonga y al otro día volvé a ser el mismo changarín de siempre.
TULIO: Y bueno, seré un changarín entonce ¿Qué problema hay?
CORCHO: (Cantándoselo) Las cucarachas te están comiendo la cabeza Tulio.
TULIO: Y a vo te están comiendo el corazón, andas por ahí robando en las despensas del barrio encima, donde todos nos conocen, ¿o crees que Don Cosme no se dio cuenta que era vo el caco que le fue a arrebatar los billete ese día?
CORCHO: (restándole importancia) Qué se va a dar cuenta ese viejo, si a penas mira con esos anteojo culo sifón de botella.
TULIO: (Cantándoselo en advertencia) No lo subestime, el viejo es muy zorro y te sacó la ficha al toque eh.
CORCHO: (Desafiando con duda) Y bueno, que me venga a buscar entonce.
TULIO: No te vía a veni a busca porque el viejo no e ningún zapallo, sabe lo que hace y la próxima te va agarrar a lo escopetazo.
CORCHO: (Se acuesta en la cama triunfante y tranquilo) Muero en mi ley, vo tenés una ley y yo tengo otra ¿te das cuenta?
TULIO: La ley de un pavote ¿Dónde está la toalla?
CORCHO: (Se levanta como leche hervida) ¿Y vo? Que andas como un pobrecito en los baños de eso viejo, meté la cabeza como un ñandú adentro de esos ahujero las venticuatro hora, vo no sos plomero, sos un delivery del baño.
TULIO: (Revolviendo adentro de la caja de herramientas) Callate che pecho frio, por lo meno, soy delivery de algo.
(Irrumpe de pronto BETY)
BETY: ¿Qué pasa ahora con ustedes?
TULIO: (Busca algo en el ropero) Nada, lo de siempre, que este otro quiere que salga a chorear con él.
BETY: (Preocupada) La cosa está brava, Tulio.
CORCHO: (Se pone atrás de BETY, TULIO la mira a BETY) Viste, viste, hasta la Bety se dio cuenta.
TULIO: ¿Cómo? ¿Vo lo apoyás a este ahora, cuando hasta ayer me decía que yo estaba en lo correcto? ¿qué me admirabas porque me parecía al abuelo? hasta casi me prendes una vela con todo lo que me dijite y mira con lo que salí ahora.
BETY: (Preocupada) Los viejos tan mal Tulio, no hay guita.
TULIO: (Irónico) Puf, qué novedad, nunca hubo guita en esta casa.
BETY: Pero esta vez es pior.
TULIO: (sigue buscando debajo de la cama) ¿Me pueden decir donde ta la toalla?
BETY: (Al ver que TULIO sigue buscando la toalla y no le presta a tención) De en serio te digo Tulio, la mano viene bastante plomiza.
TULIO: (Sigue buscando) Pero si vo estás trabajando bien con Don Ernesto, y yo con lo que puedo ayudo también, acá por lo meno siempre fue así y nos arreglamo bien (lo dice por CORCHO) a pesar de que algunos se hacen los boludos para no hacer nada.
CORCHO: Callate che cañería móvil.
BETY: Me rajaron, Tulio.
TULIO: (Dejando de buscar repentinamente, luego de un tiempo) Qué lo parió ¿Cuándo?
BETY: (Se sienta en la cama desconsolada) Ayer a la tarde me lo dijo el propio Don Ernesto, están reduciendo los personales, según ellos es por la crisi, yo le pedí por favor que no lo hiciera, que me descontara del sueldo si era necesario, pero no le quedaba otra.
CORCHO: (Tirando piedritas a las latas) La crisis que le conviene a ellos.
TULIO: ¿Y cómo no dijiste nada anoche?
BETY: No quería arruinar la cena, además a los viejos ya los veía yo bastante vigilantes con el tema guita, esta mañana se lo conté a mamá.
TULIO: ¿Y qué dijo?
BETY: Nada, no dijo nada, qué va a decir, se entristeció.
TULIO: Y bueno mamaza, no tendremos que arreglar entonce con mí laburo.
CORCHO: (Gastándolo) Ahí le salió el gil trabajador, no te digo yo (A BETY) viste.
TULIO: Vo porque queré hacerla fácil, si es por vo labura de acostado (sigue en el ropero)
CORCHO: (Levantándose de la cama) Ojito con lo que decí eh, que yo ando arriesgando la vida por ahí.
BETY: No se van a peliar ahora ¿no?
CORCHO: Dejalo Bety vino nervioso porque como siempre no le dan ni cinco centavo al cara de lavandina.
TULIO: (Deja el ropero y lo enfrenta) Yo soy honrado querido, hon-ra-do y vo pa llegá a eso te falta y mucho.
CORCHO: Así como vamo te podé meté tu honradez en el culo.
BETY: Bueno, bueno, bueno eh, tranquilo che.
TULIO: (Lo vuelve a enfrentar) Callate la boca atorrante de mierda, crees que la vida es salir a verduguear.
VOZ DE DOÑA TATA: (Desde la cocina) Ta la comida.
BETY: Bueno acábenla carajo, vamos a comer que se enfría la polenta.
CORCHO: Ayer comimos polenta.
TULIO: Y vo de que te quejas si no hacé nada.
CORCHO: ¿Y vo hacé algo?
TUCHO: Más que vo hago.
CORCHO: (Irónico) Seee, seguro.
BETY: (Los separa interponiéndose) Otra vez, dejen de hacer bardo ustedes do y vamos a comer tranquilos, ¿puede ser?
(Salen los tres de la habitación, CORCHO lo va empujante a TULIO que lo saca a codazos pero casi juguetonamente, BETY los mira de reojo)

Escena II
(En la mesa DON PACO en la punta, al lado DOÑA TATA, enfrentada a BETY, y a su vez CORCHO sentado en otro de los costados, en la otra punta TULIO, es momento del almuerzo familiar, al principio hay un silencio pesado y casi sepulcral)
DON PACO: (Renegando con la polenta) Esta polenta esta toda empelotada, mirá lo que parece esto, a ver si me voy a jugar el sábado a las bocha con una de ésta.
CORCHO: (Que también reniega) Capa que la tira al piso y lo hace cuajo.
DOÑA TATA: Le tendría que haber echado más crema pero me quede sin.
BETY: No importa mamá, está rica igual.
CORCHO: (Intentando cortar el pan) Este pan hay que ponerlo en agua.
DOÑA TATA: Cada uno que agarre el pan con la uña que pueda.
DON PACO: (Tose un poco como para arrancar con el tema) Estaba pensando, que como Corchito está saliendo a hacer cosas que a mí y a tú madre mucho no nos gustan, vo Tulio podría colaborar con él, digo.
TULIO: (Se da cuenta por donde viene la mano y Ya lo miro feo) ¿Colaborar en qué? 
DON PACO: Bueno, por ejemplo podrías entregarnos a mí y a Corchito las llave de los Peña, porque ellos los fines de semana se van a las sierra, ¿no?
TULIO: (Defraudado) ¿Vo también?
DON PACO: ¿Yo también qué?
TULIO: Va a salir a chorear con éste (lo señala al CORCHO)
DON PACO: No, vamos a ir a pedirle prestada la casa, ma vale que te pensá, la cosa no da para anda pensándola mucho.
TUTLIO: Lo siento pero yo la llave no se las puedo dar, así que no se hagan ilusiones.
DON PACO: No tenemo otra opción Tulio, tenemo vencida la luz, el agua, el gas, tamo por acá de cosas.
TULIO: Bueno pero hay otras formas de…
DON PACO: (Lo interrumpe) Tamo en la lona y hay que salir a hacer cualquier cosa para poder tener un poco de algo y vo lo sabés.
TULIO: Si es por conseguir algo, al Corcho le puedo conseguir un puesto en el almacén de Don Rivarola, yo al viejo lo hablo bien y el Corcho entra como cajón.
CORCHO: El viejo Palma me dijo que Rivarola dura un mes más y cierra, si es que no cierra antes, porque ni a los personales va a poder arreglar, ta como Don Ernesto.
DON PACO: El Corcho tiene razón, yo también hable con Palma, ademá te habrá enterao que la rajaron a la Bety, so la única esperanza Tulio, nos podés dar esas llaves, nadie se va a enterar (cruzando los dedos) te doy mi palabra, te lo juro por lo que más quiero.
TULIO: (Deja de comer) Cómo que no, si soy el único que tiene esa llaves, al primero que vían a buscar es a mí.
DON PACO: De tan viejos que son ni se van a acordar, por ahí van a creer que la perdieron.
TULIO: Eso lo sabe vo nomá.
DON PACO: (Va por las buenas) Tulio vo tené que entendernos,  no se puede…
TULIO: (Lo interrumpe) No se trata de eso, es que no se dan cuenta que si uno de nosotros cae nos vamo todo al tacho.
DON PACO: Acá nadie cae, hay que programarlo bien noma, no ser bobina. Ademá mirá el Corcho, hace una semana que dejó de limpiar parabrisas en las esquina y agarró el chumbo, mira si le pasa algo, si le pegan un tiro por ahí ¿Qué hacemo nosotros, eh?
TULIO: Y bueno será un problema de él, ademá si este barrio es zona liberada, nosotro tamo contribuyendo a que siga siendo una boca de lobo para que nadie venga ni siquiera a instalar una garita para el colectivo, que bien haría falta.
DON PACO: Eso anda a decíselo al Presidente del barrio, fijate un poco en tú familia, en tú pobre madre que se aflige cada vez que tiene que ir a cocinar y no tiene con qué, en Bety que tuvo que dejar de ir al centro para ahorrar uno centavito, en Corcho que anda poniendo su vida en peligro por su familia…
TULIO: Y a mí que me parta un rayo, yo no me sacrifico, no trabajo, claro cómo voy a ahorrar si toda la guita se va como agua en esta bendita casa.
DOÑA TATA: Dejalo viejo, no importa, él solito se va a dar cuenta.
DON PACO: (levanta la voz) Dejame que se lo diga, que sepa que tiene su familia detrás.
TULIO: (Desconcertado mientras que todos siguen comiendo) Pero qué les pasa a todo ustedes,  ni morfar se puede en esta casa.
DON PACO: (Se lo grita mientras TULIO se va yendo) No tamo cagando de hambre y vo ahí lo más pancho con esa cajita de herramientas que si la vendés te dan más plata que lo que traes puesto.
TULIO: (Vuelve para enfrentarlo) Ni pienso venderla, para nada, esa cajita me la regalo el abuelo.
DON PACO: (A los gritos) Vo te cagá en tu familia Tulio, no se que hijo criamo nosotro Tata, no sé que hijo criamo.
TULIO: (Va a buscar unos zapatos detrás de la heladera) Te equivocas, demasiado hago.
DON PACO: Callate si hasta nos negás una llave de porquería, mezquinoso.
TULIO: La pucha que ustedes están podrido (Se va enojado de la cocina)
DON PACO: (se levanta de la silla violentamente) Lavate la boca para hablar así de tu familia.
TULIO: (Vuelve) Olvidate de las llaves.
DON PACO: (Alterado, lo agarra DOÑA TATA del brazo) A mí no me venga a camorrear eh.
(TULIO se ha ido para la pieza, se escucha un portazo)
CORCHO: Es un pecho frio no hay nada que hacerle.
DON PACO: Mirá como habla de su familia eh (a DOÑA TATA) ¿a vo te parece? (Levantando la voz para que lo escuche TULIO) Y deja de golpear las puertas carajo, que mierda se cree ese cristiano.
DOÑA TATA: (Intercede calmando a su marido) Dejalo tranquilo a ese pobre chico, a lo mejor no hay que decirle nada, como te digo, el solo va ir viendo como se avecina la cosa y te va a ir a buscar a vo y al Corcho, el es de buen corazón, ya vas a ver.
(Las luces empiezan a descender, mientras que BETY ya lava los platos, CORCHO y DON PACO están sentados mirándose, y DOÑA TATA se persiana)

Escena III
(Habitación de la casa, BETY y TULIO conversan sentados en la cama)
BETY: Tulio no te ponga así, tenés que entenderlo a los viejos.
TULIO: (No se le ha ido el enojo) Que ellos me entiendan a mí también.
BETY: Ellos te entienden, lo que no pueden entender es que tamo patas para arriba Tulio (señalando la cabeza) y eso te labura acá también.
TULIO: No es culpa mía.
BETY: Nadie dice que sea tú culpa, lo que quieren es que todos colaboremos un poquito.
TULIO: Si colaborar es salir a chorear, conmigo no cuentan.
BETY: Tulio, decime una cosa ¿Cuánto trajiste hoy? Decime lo que trajiste.
TULIO: (Inseguro) No sé, no me acuerdo, creo que treinta y moneda.
BETY: Con una mano en el corazón ¿a vos te parece que con treinta peso pueden vivir cinco personas? A si no llegamos ni para comprar mortadela.
TULIO: (se levanta y camina como tratando de zafar del planteo) Bueno pero hay días que trabajo más horas y gano como unos cincuenta.
BETY: Está bien Tulio, yo no te digo nada, lo único es que te quiero hacer ver que no alcanza eso.
TULIO: (Levanta la voz, sobre todo para que lo escuchen los que están en el comedor) ¿Y qué es lo que alcanza en esta casa en la que nadie mueve un dedo para ayudar, eh? ¿Qué es lo que alcanza cuando es uno sólo el que está deslomándose?
BETY: No sea injusto, sabe que el viejo no lo toman más en ningún trabajo con la edad que tiene, meno ahora con la crisis que te despiden hasta por estornudar, hasta mamá una vez me dijo que se iría a trabajar de puta si hacía falta.
TULIO: (Sorprendido y desilusionado a la vez luego de una pausa) ¿Eso te dijo?
BETY: (Se pone mal) Sí, eso me dijo.
TULIO: (Va hasta ella y la consuela) Bueno, no te ponga así, a lo mejor lo dijo embroncada.
BETY: Deja nomás, vos seguí con lo que ta haciendo, pero pensá un poco más en los viejos, en nosotros Tulio.
TULIO: Yo no puedo hacer todo Bety, no puedo hacer todo.
(Las luces empiezan a descender, mientras que BETY mira a TULIO desconsolada, el se queda pensativo y distante)

Escena IV
(Habitación de los viejos, DOÑA TATA y DON PACO acostados en la cama, ambos están despiertos y pensando)
DON PACO: Ese culiao no va a llevar a la perdición, no va a sacar cana verde.
DOÑA TATA: No es para tanto, tenele paciencia.
DON PACO: (Levantando la voz a propósito para que TULIO escuche) Que no, espera que pasen lo día y no encontremo en la calle cartoneando por culpa de ése.
DOÑA TATA: No digas eso, viejo, se me pone la piel de gallina de sólo pensarlo.
DON PACO: Él tiene nuestro destino en sus mano y no quiere cooperar de puro moralista que es, me recuerda a tú hermano Miguel, que siempre andaba quisquilloso y avaro con la guita, tenía un trampero en el bolsillo el desgraciado.
DOÑA TATA: (Se da vuelta) Ya lo metes a mí hermano, sabía que te estaba haciendo falta para pegarle en algo.
DON PACO: Es un ejemplo nada más, lo que pasa que este huevón me pone mal.
DOÑA TATA: Pero viste como se puso, yo no quise decir nada en la mesa, pero anda saber.
DON PACO: (Se levanta pero sigue en la cama y la mira a DOÑA TATA) ¿Anda saber qué?
DOÑA TATA: (Se da vuelta para mirarlo) Y lo que tiene pensado, algo va a tramar ese muchacho.
DON PACO: (Perseguido) ¿A qué te referís vo?
DOÑA TATA: A que a lo mejor se quiere ir de la casa, no sé.
DON PACO: ¿Vo decí que nos quiere abandonar?
DOÑA TATA: Bueno, no sé, digamo que puede ser, al meno si te fijas ta el siempre como frío, tiene como una cara más desgraciada ahora ¿no le vite los ojo caídos?
DON PACO: (Empieza a dar vueltas) No sé, pero no me gusta nada esto a mí.
DOÑA TATA: Anda a saber si no ta conociendo alguna chinita y por eso se mezquina tanto con la llave, anda saber si no quiere robarse él las cosas de esa casa  y mandarse a mudar con ella.
DON PACO: (gesticulando como si estrangularía el aire) No me haga la cabeza que lo agarro del cuello a ese y no lo suelto más eh.
DOÑA TATA: (Calmándolo) No viejo, es nuestro hijo, estaría en su derecho.
DON PACO: Mezquinarle a la familia, dejar que nos muramo de hambre ¿te parece que está en su derecho?
DOÑA TATA: Y bueno que se yo.
DON PACO: (Se pone los pantalones para salir) Este no se va ir de la casa así como así te lo puedo asegurar.
DOÑA TATA: ¿Qué haces? Dejalo que va a despertar a todos, deja mañana le hablas vo al Tulio y listo.
DON PACO: (Se saca los pantalones y se acuesta nuevamente) A ese lo voy a arreglar yo, espera noma que salga el sol y me ponga los leones de vuelta.
(DOÑA TATA apaga la luz)

Escena V
(Habitación de los hermanos, es temprano, el sol recién ha empezado a salir, la BETY está acostada, también EL CORCHO, el que se está cambiando para salir es TULIO, que se peina mirándose en un espejito chiquitito, de pronto irrumpe DON PACO en camiseta y calzoncillo largo, por detrás DOÑA TATA en camisón que trata de detenerlo a su marido)
DON PACO: (Se pone tapando la puerta tratando de pararlo pero no puede) ¿A dónde va vo?
TULIO: (Lo mira desconcertado) A laburar ¿A dónde voy a ir?
DON PACO: Vo no te estarás queriendo pirar ¿no?
TUTLIO: (Sin entender) ¿pirar a dónde?
DON PACO: (La mira cómplice a DOÑA TATA que recién entro) Viste que se hace el payaso, viste, yo te dije, yo te dije.
TULIO: (Sigue desconcertado) ¿De qué ta hablando vo?
DON PACO: Dale confesa de una ve, dale, no me tome el pelo.
DOÑA TATA: Dejalo que explique.
TULIO: (Cada vez entiende menos) Explicar ¿qué cosa?
DON PACO: (Se enrieda solo) Eso de que te va a, a , a lo de no sé con qué chinita por ahí con un rancho.
TULIO: ¿Qué cosa? ¿Con que chinita?
DON PACO: Tú madre me dijo que a lo mejor nos queré abandonar, eso, nos queré dejar.
TULIO: (La mira a DOÑA TATA ) Pero viejita ¿de dónde sacate esa boludé?
DOÑA TATA: Bueno, es que se me ocurrió que como no nos querés dar esa llave, bueno, podrías haber conocido alguna chinita por ahí, y bueno, viste que a tú edad…
TULIO: Te armaste un novelón y no tuvite mejor idea que pasárselo a él.
DON PACO: La cosa es que no queré abandonar vo ¿sí o no?
TULIO: No, quiero poder irme a trabajar como toda la gente, así que dejame pasar.
DON PACO: (Sacando pecho) De acá no se va nadie sin mi autorización.
TULIO: (Amaga para irse) Eso ta por verse.
DOÑA TATA: (Se le para en frente) No desafié a tu padre.
TULIO: Yo me tengo que ir a laburar como sea, no tengo tiempo para andar con macana (agarra la caja de herramientas y se prepara para irse)
DON PACO: (Se pone a tapar la puerta como una pared) No señor, uted se queda, y su hermano aquí presentes también se quedan, víamo a arreglar nosotro ¿Dónde tan las llaves?
TULIO: No las tengo conmigo.
DON PACO: (Las empieza a buscar bajo la cama) ¿Dónde la pusite, atorrante?
TULIO: Yo no soy ningún atorrante ni tengo la obligación de darte esa llaves.
DON PACO: (Se para y se le pone en frente) Dale habla que si no acá se arma.
TULIO: ¿Me estás amenazando?
DON PACO: (Volviendo a sacar pecho) Sí ¿y qué?
TULIO: Entonces no te vía dar ni mierda.
DON PACO: (Saca dos armas, una se la tira a CORCHO que la agarra medio dormido) Dale, dame las llaves y esto se acaba, hacelo por tu familia, le estás mezquinando la llave a tú propio padre.
DOÑA TATA: Deja eso viejo, le estas apuntándole a tú propio hijo.
DON PACO: (Empuña el arma un poco inseguro) Vo vieja callate, dale, dame las llaves.
BETY: (Le agarra el brazo) Papá no joda con eso.
TULIO: ¿Vas a matar a tu propio hijo por unas llaves mugrosa?
DON PACO: Dale o te quemo, dame las llaves.
TULIO: Entonce me va a tené que quemar.
DON PACO: La puta que te parió (Le apunta, luego tiembla, vuelve a apuntar hasta que deja el arma) Vo so mas duro que la dentadura de tu madre (se desinfla resignado y se sienta con la cabeza gacha)
DOÑA TATA: (Lo convence, DON PACO se va resignado) Dejame viejo, dejame hablar a mí.
BETY: Si papá, deja que hable mamá, ella a lo mejor puede convencerlo.
DOÑA TATA: Tulio, querido, (lo lleva hacia su cama, ambos se sientan) Estamos pasando un mal momento, digámoslo a calzón quitado, un momento de mierda, no tenemo a dónde caernos muerto, tú viejo tiene hasta panquinson de mal que lo tienen los nervio.
BETY: (Corrigiendo) Párquinson mamá, párquinson.
DOÑA TATA: Bueno eso, tu padre está cansado, yo estoy cansada, fijate en el mueble, no tengo nada, mira  a la Bety, antes, a esta hora taba en la distribuidora de Don Ernesto, hasta el Corcho el otro día se puso a llorisquear como un chico.
EL CORCHO: (No le gusto nada) ¿Qué cosa? ¿Qué cosa?
BETY: (Le hace un gesto al CORCHO para que se calle la boca) Shhhh dejá que siga la vieja.
DOÑA TATA: (Dulce y maternalmente) Tulito, Yo no puedo seguir yendo a lo de Doña Pola, cada vez que voy me dice: ¨ Cochino y fiado gruñen todo el año¨ y me da una vergüenzota porque ahí ta todo el barrio, y yo le digo a Doña Pola no puedo pagarte nada porque estoy así (cerrando los ojos) vo, ¿me seguí, no? Vo, Tulito sos el… cómo te puedo decir, sos el número die acá en casa, tenés esas llaves de esa casita que te dejaron, y a lo mejor, podemo sacar un poquito de guita y ponerno un kiosquito nada pretencioso ¿me entendé? Ahí estaríamos contentos, sería algo diferente para nosotro, Entonce, entonce, ¿Por qué no le decís a tú viejita dónde tan esas llavecitas?
TULIO: (Que no ha caído en la trampa) No te puedo decir.
DOÑA TATA: Viste, vo no me entendés.
TULIO: Si te entiendo, mamá, pero después ¿qué? y se enteran a mí me rajan y ahí sí que sonamos todo.
CORCHO: Es una gallinita, un pecho frío, yo te dije…
TULIO: (Interrumpiendo) Callate infeliz.
DON PACO: (En un tono amistoso) Pero nadie se enteraría, eh.
DOÑA TATA: (Que lo mira angelicalmente) Hacelo por nosotros, Tulito.
TULIO: (Se levanta) Bueno… (pausa, suspira, duda) a lo mejor… (lo piensa un  poco más) no sé.
DON PACO: (Chistando a todos) A ver, éste  va a decir algo, dale habla de una ve que no so el papá.
TULIO: (Tristemente, todos expectantes de la decisión) No puedo, lo siento mucho.
DON PACO: Ya sabía  que este vía arrugar pior que el mondongo.
BETY: Dejenlo terminar.
TULIO: (Catedrático de nuevo, pero sincero) No puedo hacer lo que me piden, tengo principios, y aunque son mi familia, no puedo derrumbar mi honor y mí dignidad, yo creo en el trabajo, en el capital humano, eso por lo meno me decía el abuelo, que él era como, como (buscando las palabras) Marcista, eso, Marcista era él.
DON PACO: Ahí ta, otra vez el discurso ese moralista, no ve que te digo yo, e un calco de tú hermano Miguel.
TULIO: Digan lo que quieran, es lo que yo pienso.
CORCHO: Es un gil trabajador, ¿Qué va a hacerle? Este es más güeno que el cuaker.
TULIO: (Agarra la caja de herramientas) Se me hace tarde, me tengo que ir a laburar.
DOÑA TATA: (Fingiendo casi llorar) ¿Nos vas a dejar sin las llaves, Tulito?
TULIO: (Agarra la caja de herramientas) Mamá ya hablamos sobre el tema.
DON PACO: Si vo te va y no nos das las llaves, te vas a tener que ir a dormir a otro lado te voy avisando, acá no tenés más la madriguera, te vas a la intemperie, se acabó la joda con nosotros, a joder a otro lado.
TULIO: Y bueno, me tendré que ir entonce.
DON PACO: Te vía a tener que arreglar vo solito ahora, anda buscando lugar allá en la cañada nomá.
TULIO: Me tengo que ir a laburar, vo siempre defendiste al trabajador, bueno, yo soy un trabajador, un laburante.
DON PACO: Qué va a ser un laburante vo, andás ahí changueando que no es lo mismo.
TULIO: El que changuea también es un laburante.
DON PACO: Mentira, no sea moquero, deja de querer engrupirme con esa cosa del trabajo ahora y dame la llave o acá no entra más.
TULIO: No te doy nada.
(De pronto CORCHO que lo ha estado estudiando, se le abalanza, arriba, también DON PACO, DOÑA TATA está insegura pero también se tira y lo agarra, luego la BETY lo zamarrean de un lado para el otro, es un solo merengue, una gran revuelta, TULIO ha quedado debajo de todos)
BETY: (Mostrándolas) Encontré las llaves, encontré las llaves, son éstas, las encontré, las encontré…
TULIO: (Levantándose de la cama todo desarreglado) ¿Qué hacen? ¿Están loco, ustedes?
DOÑA TATA: (Corre y la abraza festejando) Las encontró la Bety, grande Bety yo sabía que ella podía.
DON PACO: (Se une al festejo) Qué grande esta hija que tenemos, (le levanta el brazo como triunfante) ja le ganamo al gil ese.
 CORCHO: (Que quiere ser reconocido) Sí pero el que se abalanzó fui yo.
BETY: Pero fui yo la que las encontró, querido.
CORCHO: Callate che, pendeja cara de guante, yo me le tiré arriba, que si no éste se las llevaba a la mierda.
BETY: Te reitero por si no entendiste, yo soy la que las encontró.
TULIO: (Se levanta del suelo) La que las robó (tiempo todos miran a TULIO) vo y todo los demás, ustedes me robaron (silencio tenso) le robaron a uno de ustede, la próxima vez se van a terminar comiendo entre ustede, se van a arrancar esas carnes por una piltrafa, son uno caníbales ustedes, son unos… (Se retira enojado, inmediatamente que TULIO les trata de caníbales todos se miran entre sí) No se puede vivir así, yo, yo me voy igual, porque sí, porque como vo decí (refiriéndose al CORCHO), soy un changarín, así me criaron y ahora resulta que me quieren torcer el brazo los que me decían que el trabajo era sagrado, que el trabajo era la familia y mira nomá cómo caen tan bajo todo ustedes, me voy a vivir a la intemperie y listo, a cualquier esquina, (a DON PACO) le ganaste al gil como vo decí, el gil que es tu hijo, (TULIO mientras que dice sus palabras finales todos lo miran con vergüenza y con temor, mientras la luz empieza a descender de a poco) mírenlo al gil, acá está el gil, pásenlo por arriba al pobre gil que es gratis (agarrar la caja de herramientas y sale pegando un portazo)

Escena VI
(Comedor de la casa, todos preocupados porque es muy tarde y TULIO no aparece, DOÑA TATA sentada, DON PACO se sirve en un vaso un poco de vino, le ha estado trabajando la consciencia, CORCHO lustra el revólver, BETY los mira a todos de una manera distante)
DOÑA TATA: (Preocupada mira por la ventana) Se fue muy mal, pobre Tulio, no le podemos haber hecho eso.
DON PACO: (Lamentándose casi culposamente) Y que le vamo hacer.
CORCHO: Por lo meno tenemos las llaves.
BETY: Eso es lo único que te importa a vo.
CORCHO: Y después de todo lo que nos costó ¿vos renegás de las llaves? Ademá vo se las afanaste.
DOÑA TATA: Bueno basta, la terminan los dos.
DON PACO: (Preocupado) Para mí que éste se rajó a la mierda de enserio.
BETY: Estaba muy caliente, yo nunca lo vi así.
DOÑA TATA: Anda sabe si no se fue a encontrá con una chinita.
BETY: Ya te dijo que no, no empecé a inventar de nuevo, mamá.
DOÑA TATA: ¿Y qué sabe vo? Él siempre fue tímido, por ahí no quiere decir nomá.
DON PACO: Ese para mí no vuelve más.
DOÑA TATA: A lo mejor se fue tan alterado que lo atropelló un auto, anda a sabé, pobre Tulito.
BETY: No diga pavada, mamá, el Tulio ya va a venir.
DON PACO: Que si no viene, por mí, ya ta grande él para mantenerse.
BETY: Eso lo decí porque ya tené la llave, pero es el que nos mantiene en tal caso a todos nosotros.
DOÑA TATA: Bueno ahora no se van a peliar utedes.
DON PACO: ¿Pero qué va a hacer si no tiene las llaves? ¿A dónde pudo haber ido?
DOÑA TATA: A lo mejor se fue a buscá una pensión, pobre Tulito, se habrá sentido solo él.
DON PACO: (Tratando de desprenderse de su consciencia) Y bueno, si es su voluntá...
DOÑA TATA: No es su voluntá, nosotros tenemo la culpa.
DON PACO: Claro, ahora lo defendé vo.
DOÑA TATA: (Escuchando por la puerta) Me parece que es él, si es él, es nuestro Tulito.
(Llega TULIO con sangre en su traje de grafa, también en sus manos, llega silencioso, callado y siempre su voz estará como apagada. Todos se quedan sorprendidos)
TULIO: (Dejando el dinero sobre la mesa que esta manchado de sangre) Ahí tienen la guita para el kiosco, es la jubilación de los viejos.
DOÑA TATA: ¿Qué hiciste Tulio?
TULIO: Un bien para mi familia, eso hice.
DON PACO: (Lo mira espantado) ¿Qué mierda es esto? (le saca un martillo todo ensangrentado de la mano y le pregunta espantado) ¿A quién le pegaste con esto?
TULIO: No se preocupen yo llame a la policía, el que las hace las paga, ahora no van a poder decir que no me sacrificaba por la familia, ahí tienen la guita.
DON PACO: Vo no tene goyete ¿Cómo pudiste hacer algo así?
BETY: ¿Los mataste?
TULIO: Yo ya hice mi parte.
DON PACO: (Mira hacia la ventana preocupado) ¿Te vio alguien así?
TULIO: No sé, yo sólo caminaba sin parar (tiempo) en un momento deje de sentir los pies, empecé a sentir un frío que me recorría toda la espalda.
DOÑA TATA: (Le toca las manos que están llenas de sangre) Estás helado (Busca una manta y se la coloca encima, le acaricia la cabeza)
DON PACO: Pero cómo se te puede ocurrir semejante salvajada, (gritando desesperadamente) que nadie toque la guita, que nadie toque la guita carajo.
TULIO: (Agarra la plata con violencia) Tomá, viejo, dale agarra, dale, no tengas miedo (Le pone la plata de prepo en el pecho a DON PACO que lo mira horrorizado) Contala, dale, contala.
DON PACO: (Tira la plata en el suelo asustado y aturdido) Andá a cambiarte, Tulio, dale (nervioso) cambiate carajo, ayudalo Bety a cambiarse.
BETY: (Nerviosa busca que hacer con el martillo) ¿Y qué hago con el martillo?
DON PACO: Metelo bajo el mueble (le arrebata nerviosamente el martillo) a ver, dame, dame (lo tira debajo de un mueble)
CORCHO: (BETY está por levantar de la silla a TULIO que está como perdido)  Me parece que ahí viene la cana, si es la cana.
TULIO: (Como anestesiado) No siento las manos.
DOÑA TATA: (Lo acaricia y llora) Pobre hijo mío, pobrecito.
(La luz empieza a descender, mientras que TULIO todo ensangrentado tiene su mirada como perdida, DOÑA TATA y BETY le limpian las manos, DON PACO se sienta en un rincón y se toma la cabeza, CORCHO espía por la puerta, se escucha la sirena de la policía de fondo, la luz desciende hasta que queda todo en completa oscuridad)
TELON FINAL