7/7/10

LILITH, DE MARIO JAIME

 
 
 

Saludos Benjamín

me encontré con tu blog

Atendiendo a la invitación sobre dar a conocer las obras te envié mi obra
'Lilith' a tu otra dirección dramavirtualpublicaciones@gmail.com
Es una obrita que me premiaron en México en el 2007

el número de registro de derechos de autor es:

03-2007-111414305200-01


http://poetasdelmar.blogspot.com/



LILITH
POR:

Mario Jaime



Al cadáver de un hada que quizá, no existió




Dramatis personae:

Lilith
Adam
Jehová
Evohé
Senoy
Sensenoy
Semengaloff
Gilgamesh
Tierra



Prólogo
Gilgamesh destruido.
Gilgamesh – Mi flor… ¿Dónde está mi flor? Se la tragó la serpiente. ¿Dónde está la eternidad? Mi flor.
Entra el espíritu de la Tierra, canta:
Ya casi perezco sin un sueño
Como si el mar no fuese aroma sino sangre

Perdí una playa

Aliento de mi vida

Sangre mía, Sangre Ajena, Sangre del Coral

Sangre que ha borrado mi camino
Ya no hay sueños bajo sangre

Temo sentir un nuevo anochecer

Pues aquí mi corazón ha terminado
I
Senmengaloff – El amor no es sino una pesadilla.
Senoy – El amor es un sueño vil.
Sensenoy – Alabemos al Rey Jehová, todopoderoso. Que castigó los falsos profetas, alabemos, alabemos.
Semengaloff – Alabemos.
Senoy – Alabemos.
Sensenoy – Hermanos, alabemos.
Senoy – Alabemos.
Sensenoy – Nuestra misión es cuidar las puertas del Edén. Ninguna horda de bárbaros puede penetrar, ningún demonio, ninguna sacerdotisa infame de la triple luna. Edén es reino y potestad absoluta de nuestro Rey.
Senoy – Alabemos.
Sensenoy – Semengaloff, hermano. Tú que cuidas la puerta norte. Dime, ¿has visto algún peligro?
Semengaloff – Desde las atalayas maté dos halcones que tenían carbunclos como ojos. Eran espías de las malditas sirenas que reinan en la escollera.
Sensenoy – Y tú, Senoy, el más hermoso de los arcángeles. Tú que cuidas la puerta sur. Dime, ¿has visto algún peligro?
Senoy – Con mis flechas mojadas con la sangre del basilisco atravesé al unicornio que montaba una virgen más allá de las rutas del oro. Con paciencia, algún día, exterminaremos a esas bestias impuras.
Semengaloff – Alabemos a nuestro Rey.
Senoy – Alabemos.
Sensenoy – Capitán de los arcángeles, yo, Sensenoy, ponderaré sus hazañas frente a Jehová. El rey estará complacido por los servicios.
Sale.
Semengaloff – El amor no es sino una pesadilla.
Senoy – El amor un sueño vil.
Semengaloff – Hoy la vi. Llevaba flores de esparto en sus manos y un brazalete de zafiro. Se ha dejado caer el cabello aún contra la ley divina. Comía una granada.
Senoy – Semegaloff, fui a la playa en la madrugada para hacer que la escultura de Innana llorase pintura, así los campesinos pensarán que llora sangre y alabarán aún más a la madre del rey como divinidad.
Semengaloff – Sonreía en las sombras y escupía al sol. Sin embargo su cabello relumbra más bajo la luz del día. Percibí el aroma de su lengua cuando probó una simple uva. El universo se fermentó en espasmos.
Senoy – Semegaloff, sígueme en el camino de los sueños.
Semengaloff – Tan hermosa es la palabra cuando la rodea, cuando la describe…
Senoy – Que yo te seguiré en las esperanzas.
Semengaloff – Toma forma y un dios bello la moldea con aliento de astros.
Senoy – Vamos juntos a la ruta de una estrella dorada. Podemos dejar esta vida castrense.
Semengaloff – Su cabello, el orto del salvado. Sus ojos el amanecer reflejado en el espejo de la flor.
Senoy – Aunque un océano nos separe, la marea tiende a reunificar los besos y las risas.
Semengaloff – Su risa es el aguamiel durmiente en la colmena y su enojo el sutil repliegue de las brisas.
Senoy – No me escuchas, hermano.
Semengaloff - ¡Pero ella es la esposa del necio de Adam!
Senoy - ¡Déjala, hermano! Mírame a mí, tengo la piel más blanca, soy más fuerte que ella y puedo abrazarte hasta romperte los huesos
Senoy comienza a desnudarse pero la intromisión de Sensenoy lo alarma. Vuelve a su posición de guardia.
Entra Sensenoy. Después Jehová que se sienta en el trono seguido de Evohé que se tiende a sus pies, masajeándolos.
Sensenoy - ¡Alabemos a Jehová, nuestro Rey omnipotente!
Jehová- ¡Tiembla, oh, tierra de pánico! ¡Yo soy quién soy!
Sensenoy – El Rey Jehová. ¡Maestro de la ortiga dorada! ¡Emperador de los desiertos! ¡Conquistador y azote de los pueblos! ¡Caballero sagrado de la orden de…!
Jehová – ¡Silencio! Evohé, ¿qué haces? Debes lamer mis pies, no acariciarlos.
Evohé – Amo y Señor, estoy cansada. Ayer, tu divino cetro me desgarró y tuve que llamar a los médicos.
Jehová - ¡Hazlo, perra!
Le patea la cara.
Sensenoy – El patriarca Adam, señor de la humanidad.
Entra Adam, se arrodilla.
Jehová – Levántate, estás frente a un torso sagrado. ¿Por qué no estás arando la tierra y preñando a tus esclavas?
Adam – Oh, Rey, es mi mujer. Lilith.
Jehová – De nuevo. ¿Su nombre es disolución, acaso? ¿Por qué te detienes, perra? ¡Lame!
Evohé – Sí, amo y señor.
Adam – Señor, Lilith volvió a devorar a uno de nuestros hijos.
Jehová - ¡Miserable blasfema!
Adam - Después de parirlo se dirigió al río. Allí lo lavó y con los dientes le cortó la garganta, bebió su sangre y arrojó su cuerpo a las hienas.
Jehová - ¿Cuántos niños ha comido?
Adam – Este fue nuestro quinto hijo.
Jehová - ¿Por qué no está aquí? ¿Qué hace todo el día?
Adam – Se burla de mí, Señor. Dice que jamás amamantará un hijo mío, se complace en copular con las panteras de la montaña blanca. Prefiere las inmundas caricias de los dragones y seduce pescadores.
Jehová – Busca otra mujer. Esa será lapidada muy pronto.
Adam – Señor, esa mujer me trae la vergüenza. Mi pueblo se burla de mí. Gritan cuando paso y no acatan mis órdenes. Las mujeres la insultan públicamente pero la admiran en secreto. Se pasea desnuda por los campos. No quiere cubrir sus vergüenzas. Teje guirnaldas, se pone tocas de cicuta en las sienes, se pinta los párpados con mercurio, la boca con extracto de belladona, usa collares de prímulas, perfuma sus senos con albahaca y su lengua de canela. Pasa las tardes en el lago, canta y dice que ama a un héroe tosco que viaja en busca de una rara flor mágica.

Jehová – Esa mujer está loca, no la toques más. Recházala, despídela de tu hogar.
Adam – Ese es el problema, oh Rey, ella se ha ido a vivir a las cuevas y desea salir del Edén.
Jehová – Imposible, no sin mi autorización. Sensenoy, ¿Tus guardias han visto a Lilith intentar saltar las murallas?
Sensenoy – No hay novedad, Majestad. Ninguno de tus súbditos ha abandonado el reino.
Jehová – Senoy. Vuela hacia los mercados. ¡Qué nadie venda comida a esa ramera! Mata a todas las bestias que han copulado con ella y clama en la plaza que aquel que se atreva a mirarla será castigado, sus ojos serán arrancados y su lengua mutilada.
Senoy – Sí, Majestad.
Sale
Jehová – Lilith, volverá a tu hogar, Adam. Dale una oportunidad más, préñala de nuevo. Sí devora a tu hijo entonces la colgaremos.
Sensenoy - ¡Hermano!
Jehová - ¿Qué sucede con este miserable?
Sensenoy – Se ha desmayado.
Semegaloff – No es nada…el calor sofocante.
Jehová – Denle agua a este borracho. Deberías fijarte bien a quién reclutas, Sensenoy. No quiero débiles en mi ejército. Llévatelo.
Sale Sensenoy cargando a Semengaloff.
Jehová – Puedes retirarte, Adam. Sigue nombrando las cosas del Edén. Sacrifica once becerros y los traes aquí.
Adam – Si, mi Señor.
Jehová - ¡Lárgate!
Sale Adam
Jehová – Es suficiente. Levántate y siéntate sobre mis piernas.
Evohé – Sí, mi amo y señor.
Jehová - ¿Por qué me miras de ese modo? Habla.
Evohé – Señor, me parece…
Jehová – No me molestaré.
Evohé – Me parece que has sido muy indulgente con esa Lilith.
Jehová - ¿Juzgas mi manera de impartir justicia?
Evohé – Nunca, amo y señor. Usted es justo y sabio. Le suplico ilumine a una pobre esposa ignorante como yo.
Jehová – Habla pues.
Evohé – Señor, la semana pasado impartiste justicia sobre una mujer, Ruth, la esposa de un jornalero. Ella se atrevió a tocar a su marido cuando estaba impura, cuando la luna ejercía su maligno poder sobre su cuerpo. Mandaste, con justicia, que la lapidaran hasta la muerte, después de cortarle la mano y colgaran su cabeza a la atalaya. No entiendo, como a Lilith, habiendo cometido tantos pecados, tu benevolencia alcanza.
Jehová – Mis caminos son misteriosos, Evohé, dulce esposa. Te ordeno no indagues más sobre lo que no puedas comprender. Ahora, bésame el vientre y poco a poco desliza tu lengua hasta alcanzar mi cetro.
Evohé – Gracias, amo y señor.
Oscuro lento

II

Semengaloff – Ya no necesito esa pomada de erizo. Dame la coraza. ¡Deja de frotarme!
Senoy – Tu desmayo me hace desmayar. He oído que una pasión desenfrenada rompe los lazos de una mente. Ten cuidado, Semengaloff. Ir en pos de un torrente salvaje es la muerte.
Semengaloff - ¡Suelta! ¿Crees que tu mirada azul calmará mi sed?
Senoy – Te he visto en las guardias. Tu mano se agita debajo de la armadura, sollozas su asqueroso nombre y luego te limpias con ámbar.
Semengaloff - ¿Tienes ceniza?
Senoy – La culpa no es mi madre. Yo te deseo limpiamente.
Semengaloff – Vete con las esclavas. Hay mucha carne en aquel matadero para colmar tu pasión.
Senoy – Lo mismo te digo respecto a esa víbora.
Semengaloff - ¡No hables así de ella!
Senoy – Eres como un dios, Semengaloff, tu pecho es más duro que el cobre, tus muslos me parecen remolinos nudosos, podrías abrazarme y me desarticularías.

Semengaloff – Inundo de saliva mi lecho y no puedo descansar. Una tras otra, gasto esclavas mordiéndolas como higos, escupiendo sus cuerpos laxos y este ardor no cesa. ¡Nunca cesará!
Senoy – No has probado mi aguamiel. Puedo yo ser el que calme tu sed. Prueba, nada pierdes, soy más fuerte que Lilith. Desgárrame completo, puedo servirte siempre. Puedes golpearme, destrozar mi nariz, tragaré arena y te llamaré mi dueño. La única condición es que jamás pienses en ella.
Semengaloff - ¿Y después? Una vez satisfecho tu asqueroso concúbito nos castrarán.
Senoy – ¡Ve y fuérzala! Te darás cuenta de que es un sueño. Al final, cuando tu semen la recubra y, cansando, te arrastres por el desierto, sabrás que es una mujer como cualquier otra. Entonces volverás a mí, porque en mis labios está la verdad y la vida.
Lo besa. Por un instante el universo puede languidecer. Semengaloff se aterra.
Semengaloff - ¡Aparta! Pienso en ella, me desgajo, sus ojos que languidecen cuando nada bajo la catarata y los peces arco iris nadan entre sus piernas buscando un sendero de amatistas.
Senoy - ¡Te odio! Algún día, pedirás a gritos que te bese.
Semengaloff – Saca tu espada, tal vez si te corto esa serpiente inmunda que se agita cada vez que respiro, puedas encontrar alguna paz.
Senoy – Aquí está mi espada flamígera. ¡Ataca, cobarde! Pero si te derroto, cortaré tu hígado y te poseeré hasta el anochecer mientras saboreo los aullidos del placer y del dolor.
Entra Sensenoy
Sensenoy - ¡Imprudentes! ¡Envainen! ¡Imbéciles! ¿Acaso no somos hijos de la misma madre? ¿Es que parió chacales?
Senoy – Fue un impulso absurdo. No volverá a suceder.
Sensenoy – Refrenen su cólera. Nuestro deber es vigilar. Enamorarse es delicado. Háganlo de seres que no interfieran con nuestra labor. Tenemos una misión. En marcha.
Salen con la congoja de lo que no puede ser.
Oscuro.

III

Lilith deja libre a un ave fénix.
Lilith – Yo no sabía que los dioses llorasen. Hoy, bajo el cielo rojo plomizo, gotas de icor cayeron al mundo y fui testigo de cuando los dioses lloran.
Asistí al himno de tristeza perdiéndome en su cieno.
Cuando los dioses lloran el viento baja la cabeza, la soledad se yergue a carcajadas, los niños mueren, el sol los seca, agonizan areniscas sobre rostros ciegos. Los árboles se pudren desde abajo, sollozantes, lóbregos.
Cuando los dioses lloran, el eterno océano se colapsa, rinde sus flujos a la nada y caen los sueños como pájaros heridos. Los ojos se disuelven empotrados, rotos, viejos, la pasión se torna loca como el yunque que golpea aplastando luces y las esperanzas se encogen tímidas, cobardes.
El tiempo es absurdo, se suicida. Ya no brotan odas de la tierra, ni rumores, agua, ni alegría. Los esqueletos se palpan el rostro sin comprender su falta de alma y piel. Gritan al vacío, al abismo, al abisvacío. Todo mudo. Agoniza el sol. Gime el orto y el telón cierra lontananza. Los sangrientos miran a la bruma inmersa y observan el triunfo de la amarga realidad. Si hasta los dioses lloran entonces los sepulcros ríen esperando al huésped que sólo columbra una entrada, punto negro en hueca oscuridad. ¡Es mejor saber la muerte que conocer la nada! La vida enmudece y el gorrión solitario muere dentro de la jaula.
Cuando los dioses lloran.
Entra Adam
Adam - ¿Estás triste de nuevo? ¿Quién puede comprenderte?
Lilith – Déjame sola.
Adam – Te recibí de nuevo bajo mi techo.
Lilith – Yo no vine por mi gusto, las tropas del tirano me arrastraron.
Adam – Intentaste otra vez saltar la muralla.
Lilith – Él está triste, ha llorado. Me lo dijo el ave mensajera.
Adam - ¡Él! ¡Él! Te atreves, desvergonzada, a nombrarle frente a mí.
Lilith – Él es un dios. Algún día vendrá y escanciaré sus besos. Pero ha perdido la flor de la inmortalidad.
Adam - ¡Soy tu marido!
Lilith – Si me tocas rebanaré tu escroto y daré los testículos a los escarabajos para que desoven sobre ellos.
Adam – Ese hombre es un bárbaro. Yo pastoreo para darte leche y carne. Conmigo tienes un techo.
Lilith – Él derrotó a los hombres escorpiones, bajó al fondo del mar para arrancar la flor de la inmortalidad pero quedó exhausto. Entonces la serpiente del árbol dónde yo habité se la comió. Ahora llora desconsolado pues su viaje de quince años ha sido un fracaso y morirá. ¿Hay pena más noble y digna de piedad?
Adam - ¡En lugar de llorar a tus hijos que tus dientes destazaron, lloras por ese bárbaro!
Lilith – Yo no quiero tener hijos. Mi cuerpo es mío. Si tu ley miserable me condena a ser una paridora me rebelo lavando la afrenta. Junta sus cráneos y colócalos sobre las tablas divinas. Dile a tu Rey que ellos se han salvado de su esclavitud y enajenación.
Adam - ¡Te estoy salvando la vida!
Lilith - ¿Para qué la quiero? Deja que me lapiden, si Gilgamesh ha perdido la razón de su existencia entonces muera yo compartiendo su dolor.
Adam - ¡Otra vez ese nombre! ¡Yo soy tu dueño! ¡Yo soy la máscara!
Lilith – Déjame morir en paz.
Adam – Lilith, hermosa leona, bien sabes que no puedo soportar la ausencia de tus mordiscos.
Lilith - ¡Eso es lo único que te importa! ¡El éxtasis que yo te inflijo! Bien…pues si para eso es lo que me quieres, tómame, ¡Anda! ¡Cobarde! ¡Puerco!
Se desnuda. Adam no logra contenerse y se despoja también de su manto. Intenta besarla en la espalda y el cuello mientras Lilith levanta sus lágrimas al cielo.
Adam - ¡Las colmenas!
Lilith - ¡Enano hecho a imagen y semejanza de la mierda! ¡Patriarca mediocre! ¡Sabes que mientras intentas darme un placer inexistente yo pienso en Gilgamesh que ahora está desconsolado en las arenas!
Adam - ¡La miel en los reflejos del estanque! ¡Tobillos! ¡Sudor!
Lilith – Siete años ha que huí al verlo llegar, siete que ha morado en mis sueños, siete de agonía y cantos basados en su cuerpo.
Adam - ¡Tu cuerpo! ¡Sólo el cuerpo es verdad!
Intenta arrojarla a tierra pero Lilith le araña el costado. Adam cae boca arriba y ella le monta frenética.
Lilith - ¡Yo desde las alturas! ¡Yo en el clímax y la montaña! ¡Tú, el hombre pequeño y absurdo en la tierra! Con tu espalda ensuciándose de lodo. Tú, el mísero arcón de lo posible donde nada cabe. ¡Yo en el relámpago y la lluvia! ¡Tú, letrina y charco! ¡Yo, aurora y tempestad!
Adam - ¡Basta, es suficiente!
Lilith - ¡No! Ahora cabalgo sobre la mugre, ahora siente como el ciclón barre con la inmundicia. Te falta ímpetu, tu vigor es una brizna fétida.
Entran Senoy, Sensenoy y Semengaloff. Separan violentamente a la pareja.
Sensenoy - ¡Por la autoridad del Rey, Lilith, deja en paz a este hombre!
Semengaloff – (Tirando de los cabellos de Adam) ¿Qué haces, miserable pastor?
Senoy – ¡La tengo! ¡Arrópate, ramera!
Lilith – Escupo sobre ti, mercenario afeminado.
Semengaloff - ¡No la maltrates, Senoy! ¡Es una mujer!
Sensenoy – El Rey Jehová nos espera. En marcha.
Adam – Dénme agua.
Semengaloff - ¡Cúbrete, perro!
Salen
Oscuro

IV
Jehová en el trono. Evohé a sus pies. Lilith y Adam de pie.
Los tres ángeles cuidan las salidas.
Lilith – Reyezuelo. Crees que el mundo es un prado rodeado de arena donde mandas y castigas. No puedes ver más allá de las dunas. Los fondos de los mares bullen de imperios que saben de belleza y salvajismo, más allá de las estrellas hay monstruosos animales que sueñan con forjar vida y pesadillas incalculables. Tú sopesas el valor en oro y en obediencia, pero hay hombres que pugnan por vencer la muerte y descubrir el secreto del fénix.
Adam – Señor, está poseída por un espíritu brutal. No sabe lo que dice.
Jehová - ¿Es cierto, Lilith, que fornicabas sobre tu marido?
Lilith – ¡Eso no es de tu incumbencia!
Jehová – Yo hice este jardín, permito que el pueblo de Adam sea regido por mi benevolencia. Hay leyes que deben respetarse. Sensenoy, habla.
Sensenoy – Señor, nosotros fuimos testigos de que Lilith estaba sobre Adam en la cópula.
Jehová – Adam, ¿eres insensato?
Adam – Ella me obligó, Señor. Estoy enfermo, intentaba cumplir tu mandato pues quería preñarla de nuevo.
Jehová – Debiste amarrarla como a las cabras cuando llega el momento del holocausto. Lilith, las hembras no deben estar sobre el hombre mientras dura la cópula. El hombre es vuestro amo, patrón y dueño absoluto. Teniendo él la posición de privilegio, se evitan las maldiciones y se denota la superioridad.
Lilith – Yo soy arcilla, lo mismo que este hombre. Él no es superior a mí y dudo mucho que seamos iguales.
Jehová – Tus blasfemias han llegado al límite. Nada se me escapa. La mujer es inferior al hombre y así debe ser tratada, mira.
Abofetea a Evohé hasta sangrarla.
Evohé – Gracias…amo y señor.
Jehová - ¿Lo ves? Está hecha para servirme.
Lilith – Yo no sirvo a nadie, no soy una esclava y si así hubiera nacido rompería mis cadenas.
Jehová – Senoy, mi memoria flaquea. ¿Qué pecados ha cometido Lilith?
Senoy – (Abriendo un papiro)
Declaró públicamente que Jehová no era su Rey.
Fornicó con un dragón de fuego.
Fornicó con una pantera
Fornicó con un tigre
Fornicó con el vendedor de amuletos
Fornicó con un Etíope
Fornicó con dos serpientes de agua
Fornicó con el espectro de una muchacha enloquecida
Fornicó con una sirena
Fornicó con una mariposa que reconvertía en una mujer diminuta
Sedujo a la esposa de Elohim
Sedujo a la esclava de Baruk
Sedujo al hijo de Sarah
Sedujo al leproso de Sarumm
Invocó a los demonios del aire
Invocó a los demonios del éter
Tuvo contacto carnal cuando menstruaba con su esposo
Tuvo contacto carnal cuando menstruaba con un murciélago
Tuvo contacto carnal cuando menstruaba con el sembrador de cedros
No respetó la fiesta del holocausto
No respetó la fiesta de la cebada
No respetó la fiesta del himeneo
Devoró a sus cinco hijos después de ahogarlos en el río
Escupió en la cara del recaudador de impuestos
Robó las magnolias del jardín de Akasha
Desenterró el cadáver de Misrhaim y preparó una infusión
Dio de beber su menstruo a un basilisco
Convenció a la partera de Varrey a que se ahorcara
Sembró flores de espino en los senderos
Propagó la doctrina de Bastet
Propagó la doctrina de Ishtar
Propagó la doctrina de Menmut
Propagó la doctrina de Qeteb
Bebió sangre del hijo de Ester
Bebió sangre del hijo de Ammuz
Bebió sangre del pecho de Hennei
Le compró a Herckuff su pigmeo y le dio la libertad
Desató los toros gallus para que destruyeran los sembradíos
Copuló sobre Onán
Copuló sobre Met
Copuló sobre Adam
Jehová – ¡Suficiente! En verdad eres un monstruo.
Lilith – Soy la noche, la abundancia y la sensualidad.
Adam – Señor, un ave, parecida al pájaro Ziz que nos protege del sol, le lleva informes sobre su amado.
Jehová – Es el pájaro que vuela desde Arabia y anida cada 500 años. ¿Ni di órdenes explícitas que lo asaetaran? Es un mensajero maligno.
Sensenoy – Lo hemos hecho, Señor, pero misteriosamente, el pájaro regresa, huele a ámbar y anida en las cenizas.
Adam – Señor, esta ave le habla de un hombre que encontró la flor de la eternidad. Mi esposa lleva años enloquecida por este bárbaro y desea escapar para ir a su encuentro.
Jehová – Lo recuerdo, vino aquí hace ya tiempo, cuando ustedes eran casi niños. Pagó el peaje y se fue. Era un guerrero valiente pero loco. Pobre niña, tu alma quedó en esa visión. Adam, eres un necio, te dije que buscaras otra mujer pero te empeñas en acostarte con el monstruo. Eres tonto pero te quiero.

Adam – Gracias, Señor.
Jehová – En cuanto a ti, Lilith, tus pecados son risibles. También yo he matado a mis hijos que han desobedecido, excepto a este, mi primogénito. También yo he fornicado con esclavas y seducido a las esposas de los comerciantes. También yo soy un mago y conozco el poder de las ortigas que flamean. Sin embargo hay una gran diferencia, yo soy el Rey y tú eres una súbdita, la esposa de mi hijo. Si él no es suficientemente hombre para castigarte tendré que resolver con prudencia y firmeza. ¿Me escuchas?
Lilith – Gilgamesh…perdió la flor, ahora llora buscando un pétalo en la canícula.
Jehová – No atiendes a lo que digo, no te postras, eres necia y soberbia.
Lilith – Y tú apestas. Te derramas siempre que me ves, deseas someterme pero nunca podrás.
Sensenoy se precipita para decapitarla pero Jehová lo detiene con una carcajada.
Jehová – Soy omnipotente.
Lilith – No me asusta tu violencia.
Jehová – He derrotado a los ejércitos más poderosos. Derrumbé sus murallas, conozco la eficacia de los rayos. A mi voluntad las aguas…
Lilith – Conozco tu secreto.
Lilith avanza y le susurra una palabra al oído, Jehová se levanta como un trueno. Palidece.
Jehová - ¡Sensenoy! ¡Amordázala!
Sensenoy lo hace. Semengaloff duda pero Senoy lo amenaza con una daga.
Adam – Padre…
Jehová - ¡Silencio! Sensenoy, cúbrete de cera los oídos y arrójala al pozo más profundo. Tapia la boca con piedra y hierro. La dejaremos morir de hambre y sed. Que nadie se acerque al pozo bajo pena de muerte.
Sale aterrado, Evohé le sigue asombrada. Sensenoy se lleva a Lilith amordazada. Senoy se lleva a Semengaloff con la hoja de la espada en la garganta. Adam queda al centro petrificado, como el hombre ante el cosmos.
Oscuro

V

Lilith en la penumbra.
Entra Evohé con una antorcha y una jarra.
Evohé - Traje aguamiel, bebe. Aquí hay un pedazo de colmena de avispa y un trozo de muslo de cabra, sé que te gusta.
Lilith se arroja, come y bebe desesperada.
Evohé – No soportaba pensar en tu sufrimiento. Llevas aquí cinco días. Sin luz, sin agua. ¿Cómo conservas tu hermosura? No hables, no me des las gracias. Come. Entré por un pasadizo. El Rey no sabe nada, cree que estoy en mi cámara nupcial. Salió a matar leones. Bebe más. Este lugar es asqueroso. ¡Cuantas alimañas! Pero ni los insectos se atreven a tocarte.
Lilith – Es suficiente, gracias.
Evohé – Traje también un poco de aceite, limpia tu cuerpo con este pañuelo. Déjame untarte, descansarán tus miembros. Aquí hay un peine de oro.
Lilith - ¿Por qué haces esto?
Evohé – Estoy intrigada, tu amor es incognoscible. No me mires así, sé que te repugno pero yo te admiro. Déjame peinar esos cabellos que parecen sargazo.
Lilith - ¿Cómo conoces el sargazo? Pensé que habías nacido en el desierto.
Evohé – Toma más miel, sigues débil, necesito que tengas energías. Dicen que eres una fragua donde el pecado se saborea y refresca aunque enloqueces a los que te aman.
Lilith - ¿Quién soy, según tú?
Evohé – Un salto hacia la muerte… y quizá valga la pena saltar.
Lilith - ¿Cómo puedes soportar las vejaciones de ese puerco?
Evohé – El es mi amo y señor. Me excita el sentir su pie dislocándome.
Lilith – No lo puedo comprender.
Evohé – Por qué bebes sangre igual que él, por eso te odia, porque te desea. Eres la única que sabe su verdadero nombre.
Lilith – ¿Te lo confesó?
Evohé – Habló mientras dormía. Soñaba con erupciones y tu rostro. Entonces gritó: ¡Lilith conoce mi nombre! ¿Eso fue lo que le susurraste al oído, verdad?
Lilith – El que lo pronuncie en voz alta puede derrocarlo. ¿Para eso viniste? ¿Deseas saber su nombre verdadero y destruirle?
Evohé – Sí es eso, pero no vine únicamente por ello.
Lilith – A burlarte de mí.
Evohé – Me seduce el escarnio en mi propia persona pero no en tu belleza. Me intriga tu ferviente amor por ese Gilgamesh. Cada vez que alguien pronuncia su nombre comienzas a tiritar, sudas, tartamudeas. Soy curiosa. ¿Cómo es qué tú, una llamarada de poder, tiembla ante un hombre?
Lilith – No lo sé, estoy enferma. Lloro sin razón y me maldigo recordando que huí de él la primera vez que lo vi.
Evohé – Relátame eso.
Lilith – Estaba yo en el árbol de Innana, deseaba convertirme en aire, cuando él apareció. El pájaro de la tempestad se fue y él derrumbó mi casa con un hacha. Yo caí y él me miró. Dijo la palabra ‘tierra’ y yo temblé. Lo primero que columbré de su cuerpo fue una sombra en el cuello, debajo de un rizo. Fue suficiente para que el salvajismo me inundara, sin embargo me petrifiqué. Era un relámpago blanco, con destellos de carne aromática. Los pájaros trinaban nerviosos alrededor, sus plumas cayeron como un arrecife que alumbra la superficie. Iba sobre un carro de marfil tirado por leones de melena negra. En su hombro chillaba un glifo. No vi sus ojos, creo que tienen el color de la violencia. Dejó un rastro de neblina, quise llamarle pero salí huyendo. Me arrojé al fondo del río, allí esperé a que las aguas se volvieran claras.
Mi corazón era polvo decantado. La bóveda celeste sufrió calambres, todas las constelaciones se habían enamorado.
Desde entonces, le busqué, pero los soldados del Rey me impedían salir del Edén. El ave fénix me trajo noticias, me susurró su nombre: Gilgamesh. Me dijo que era un hombre aterrado por la muerte, que iba en busca de la flor de la inmortalidad. Constantemente recibí noticias de su viaje y las escuché con emoción. Supe que había derrotado al ejército de los hombres escorpión para entrar al desierto negro, entre las columnas de esfinges. Supe como se embarcó hasta el reino de Rahab. Sus marinos perecieron en la galerna, fueron devorados por peces de metal fundido, otros se ahogaron de pavor. Él resistió y se lanzó a las aguas que ningún ser humano había tocado jamás. Estuvo en el fondo abisal por diez días. El fénix revoloteó sobre las olas esperándolo, creyó que se había ahogado. Por fin salió, triunfante, glorioso, con la flor azul en la mano. Su cuerpo estaba casi destruido pero lo había logrado. Feliz descansó bajo un árbol. Pero la serpiente, encantada por el aroma de la flor, la devoró mientras dormía. Imagina su dolor cuando despertó. Los años y el cansancio, su viaje y sus amigos habían muerto pro nada. Lo peor es que había perdido la esperanza y se vio en el futuro, con las moscas desovando sobre su boca, las cuencas de su cráneo, su conciencia perdida para no ser jamás.
Evohé - ¿Eso es lo que te atrae de él?
Lilith – Me atrae su libertad, pero me horroriza su obsesión. No es por voluntad que le amo, él me encadena a una imagen, no soy libre bajo el yugo de su espera.
Evohé - ¿Si te libero y te muestro un pasadizo hacia fuera de las murallas, correrás a su encuentro?
Lilith - ¡Es una fuerza irresistible! Quisiera irme a la jungla, a traducir el trino de las aves y ser amante del reptil que no pide más que sinceridad, pero volaría en pos de Gilgamesh, a curar su herida. El ave fénix me dijo que había bajado al reino de los muertos para buscar a Enkidu, su antiguo amante. ¡Hasta allá le buscaría! Si todos los seres que osan conocerme caen en un hechizo amoroso, entonces él lo hará también.
Evohé – Tu pasión desenfrenada me vuelve loca, tu hechizo obra en mi cada vez más veloz. Voy a liberarte, puedes salir por donde entré, el pasadizo se bifurca, a la izquierda da al palacio del rey, a la derecha fuera del Edén.
Lilith - ¿Cuál es el precio?
Evohé - ¿Conoces la historia de Hedammu?
Lilith – La serpiente más voraz de los océanos.
Evohé – Hasta que Isthar, después de haber preparado su talismán, se le presentó desnuda y lo sedujo, volviéndolo impotente.
Lilith – Hedammu ahora duerme feliz soñando con el beso de Ishtar.
Evohé – Dicen que tu eres sacerdotisa de Ishtar y te iniciaste en las escuelas marinas que adoran a Hécate. Por eso te revistes con la luna oscura.
Lilith – Conozco los secretos de la Diosa.
Evohé – Eso mismo, quiero que calmes mi ardor como Ishtar redujo a Hedammu y al final murmures el nombre real de mi marido para poder destruirle.
Lilith - ¿Tu ardor?
Evohé – Te me apareces a cada instante, tus historias me elevan a un plano astral olvidado. Jehová es incapaz de comprender el cuerpo femenino, es brutal y magnífico pero olvida que soy egoísta. Enséñame a sentir, toca mis pezones con la llama de tu lengua como lo hiciste con aquella esclava de Nehmrod.
Lilith – Pobre tonta, ¿te gusta el dolor, no es cierto? ¿Te gusta que te arranque el cabello suavemente?
Evohé - ¡Mucho!
Lilith – Concéntrate en el agua. Debajo de tu cinturón hay un reino incomprendido, que muta. Despójate de tu cinto, así. Eres una flor, deja que tu fragancia se eleve.

Evohé - ¡No había sentido nada así! ¡Tus dientes, tu aroma!
Lilith –El beso es el revoloteo de la mariposa junto a la flor. Debes saberte cierva, pues eres ágil, veloz y delicada. Levanta los muslos, hay en el aire una lluvia de pétalos inciertos. Detrás de las palmas tienes zarpas, úsalas e imprime tu media luna en mi espalda.
Evohé – Tus dedos son suaves y frescos, parecen de marfil palpitante.
Lilith – Las flores se inundan de calor, convocan enjambres límpidos que acosan.
Evohé - ¡Golpéame!
Lilith – Sé paciente, mira tu cuerpo, rutila como la arena en una noche estrellada. Tócate también, estás hecha para el amor. Tus brazos son ramajes lisos, bebe mis axilas, ahí se concentra el furor.
Evohé - ¡Me quemo!
Lilith – La flexibilidad de la serpiente está en tu memoria, enróscate conmigo. Junta la flor, aprisiónala con la humedad. Calma tu sed, tienes más bocas que no pueden hablar pero saben besar. La flor se convierte en torrente, busca el remolino, aprieta, puede gritar también.
Evohé - ¡Veo ráfagas de espuma! ¡Pégame!
Lilith - ¡Di mi nombre!
Evohé – ¡Lilith! ¡Lilith!
Lilith - ¿Quién es la qué provoca tu fuego?
Evohé - ¡Ay! ¡Lilith! ¡Lilith!
Los gemidos se pierden en un: Oscuro


Intermedio
Entra el espíritu de la Tierra y canta:
Era un poema el cielo aquella tarde.
El sol se hundió en embudo violeta de las nubes
que cerraban un ciclón estampa terciopelo.
Luego se volvieron pera y pluma;
gas de copo iluminado,
Mar un ojo y el silencio mancha
color y plenitud de artista

Luego el sol se derramó en la sangre.
Salpicó el ciclón estático celeste
parpadeando carcajadas amarillas.
Al final borrón en tez de aire
y la tiniebla como rojo muerte.


VI

Sensenoy - ¡Pueblo de Adam! Este es su Rey, Jehová. Él que derrotó a Marduk, el vencedor de Elohim. Enemigo de la luna, Señor del disco solar. ¡Póstrense!
Adam se postra
Entra Jehová
Jehová – ¡Miserables! ¡De rodillas! Yo soy quien soy. La traición hacia su dios se paga. El escarmiento es una forma de orden, no importa de quién se trate. Hay seres infames que rehúsan obedecer. Sobre ellos el castigo. ¡Les muestro a su reina!
Entra Senoy y Semengaloff llevando a Evohé que casi no puede andar. Su boca sangra, le han rebanado los senos y su cuerpo es un grito de espanto.
Jehová – Esta mujer era un grajo hipócrita. La encontramos desnuda, lamiendo el suelo y sonriendo mientras balbuceaba el nombre de una vampiresa que la sedujo. Ella le dejó en libertad, ignorando mis órdenes y usurpando mi autoridad.
Semengaloff - ¡He aquí su lengua! Arrancada de cuajo por las pinzas de la justicia.
Senoy - ¡He aquí sus senos! Coagulados y malditos pues han preferido darse a la lascivia que ennoblecerse en la crianza.
Adam - ¡Oh, Padre! ¿Dónde está Lilith?
Jehová – Sea condenada al suplicio. Lilith será atada a un madero de encina, su impúdico cuerpo llenado de piojos y alimañas que se alimentarán de su asqueroso sudor. El brazo derecho le será fracturado, al brazo izquierdo le cortaremos los tendones. Su mano derecha será cortada, su mano siniestra hervida en grasa de cerdo, la más impura de las bestias.
La lengua le será arrancada, el ojo derecho vaciado y su cuenca se llenará con vino. Los pechos que amamantaron a su víctima serán rebanados con la espada de un querubín. Los pezones se colgarán de las murallas para que las madres lo piensen bien antes de matar a sus crías. Expuesto así, su cuerpo será arrojado a las madres virtuosas para que le apedreen y le escupan. Lapidación hasta la agonía. Luego abriremos su vientre y la matriz será alimento de los perros. Le ahorcaremos con sus intestinos. Sus restos serán arrojados a un pozo repleto de excretas donde crecerán los hongos virulentos. Estos hongos serán el alimento de los asesinos y los blasfemos hasta que desaparezcan con su ignominioso origen. ¡Qué se cumpla la condena!
Adam – Señor, Señor, ten piedad de tu hijo.
Jehová – Tendrás una nueva hembra, sumisa y temerosa.
Adam – Gracias, Señor, eres magnánimo.
Jehová- Adelante. ¡Atrapen a Lilith!
Oscuro
VII
Senoy - ¿Qué viste?
Semengaloff – Fantasmas sangrantes, hombres con patas de mosca, profetas ciegos, escupitajos que se reproducían en medio de un vómito lechoso pero brillante y adentro el fuego se desataba insuflando mares de vida.
Senoy – Ella no estaba. Tus labios se caen a pedazos. Apestas a humo.
Semengaloff – Los toros se carbonizaban, había muchas esferas y figuras que se devoraban a sí mismas. Ella salió incólume, lo sé porque hay una huella de perfume, todo un rastro que huele a alquitrán e ingle.
Senoy – No deseo saber que más viste. ¡Calla! Esa mujer te está enloqueciendo.
Semengaloff – Ya no puedo volar.
Cae. Senoy lo arropa.
Senoy – Cuando la encuentre la desollaré.
Semengaloff - ¿Y si la música no significa más que el vacío? ¿Para qué la lira o el misterio?
Senoy – Adonde vayamos seremos perseguidos por esos espectros.
Semengaloff – Ayúdame a morir.
Senoy - ¿Por qué te niegas en probarme? Puedo ser yo tu salvación.
Entra Sensenoy.
Sensenoy – Necios, mil veces. El reino de la muerte no es para nosotros.
Senoy – Él decidió entrar solo.
Sensenoy – Ahora está enloquecido, eso es lo único que consiguió.
Senoy – Ella entró en los infiernos, bajó a buscar a ese hombre que la obsesiona. Ya no se encuentra ahí.
Sensenoy – Si es capaz de retar a los muertos será difícil dominarla. Levántate, Semengaloff, cada uno volará en espirales desde el amanecer hasta el anochecer. Así cubriremos el horizonte. Si llega a la costa la habremos perdido y el Rey se enfurecerá.
Senoy – Hermano, dale tiempo.

Sensenoy – Tú, volarás conmigo.
Senoy – Pero nuestro hermano aún no se encuentra bien.
Sensenoy – Esa mujer es vitriolo envuelta en sales. Hiere. Debe descansar y buscar solo.
Oscuro

VIII
Gilgamesh arrastra su espíritu.
Ya no hay senderos que valgan la pena.

Gilgamesh - Aquí estoy
En la contemplación miserable del desierto
Ruinas que fueron haces de luz a mis espaldas
Ruinas anegadas por la lluvia que no ríe
Ruinas entre costales de hueso y polvareda
Un manto espurio anegado con saliva
Una rasposa gélida y brutal angina sin frecuencia
Un recuerdito empantanado por olvidos
Los pasos y el fuego yacen esparcidos en el aire
Fétido aliento de marisma blanco
Fétido pie que me gritas ¡basta!
Fétida boca ahíta de menstruo mitológico
Fétido sueño de un fétido poema que ennegrece
Fétido gusano
¡Ay, el gusano!
¡Ay, la barrenada por el intestino!
¡Ay, sin mí, la llave de los cielos!
¡Ay, la silueta de una sombra que fue espectro!
Ni el aroma queda
Ni el aroma de vaginas leprosas
Ni el aroma de puños sin miedo
Ni el aroma del bronce que reta al sol cuando la flecha
Cuando la maza
Cuando el destino
Y un gusano que sale de la fosa nasal que dio sentencia
Que me dio el puñal para clavarlo en la nostalgia
Que me sacó una víbora de espanto cada noche
Cada paso, cada huella, cada círculo incorrecto será el último
Y el salto el último
Y el último furor
Y el último capaz de guiñar un aleteo
¿A dónde iré si los caminos se emborrachan?
¿A dónde iré si el horizonte está dormido?
¿Qué me llevo de esta suerte arrinconada por esquinas?
Un grito
Un recuerdo
Y una ruina
¡Ay, las ruinas!
¡Ay, mi ruina!
Sale
Oscuro
IX
Tiempo – Mira madre este ajado momento, en que el hombre ha copado la vida. Ya no respeta, ya no siente, ya no goza. Su tristeza se colma de cadenas y su agonía anuncia destrucción.

Tierra- Tiempo, que todo alcanza tu cayado, no seas pesimista, mi crueldad es demencial pero hermosa. La del hombre es razonable y estulta. La mía sobrevivirá para siempre, la de él se olvidará en el polvo.

Tiempo – Escucho los gemidos de la guerra y el odio. Lo vulgar domina.

Tierra- ¿qué es lo qué vale la pena en el cosmos?

Tiempo – Amar.

Tierra – En mi soplo se define. En mis tormentas se duerme. En mis nubes se danza.

Tiempo – El azar domina y el sabor alegra.

Tierra – El amor. ¿Qué es el amor mi duendecillo?

Tiempo -

Vivir
En lava, en diamante, pero mejor en agua
Empapado
Vivir acordándose del aire
Desdeñando jerarquías y proporciones, religiones y espadazos
Propongo el chapuzón
Ya basta de creer que lo serio es hablar de ideologías
Lo sublime es zambullirse en hielo y enseñarle a una diosa otro dios
Por ejemplo un tiburón blanco
Una mariposa de zafiro
Perezosas luciérnagas del firmamento
Y cantar poquito
Después del mango y del amor
Junto al río que se mete al mar como su amante
Y calladito le susurra romances insectívoros
Vivir
A quince brazas
A una llamada de distancia
Enamorado de los mangos
De poetas con sangre de opio y libertad
Inventar colores
Ser perseguido por la luna y aterrarse
Llorar siempre, cada noche por la muerte
Y no dejar de buscar entre los lirios
Pues si hay nereidas, brujas, oscuros elfos tras las fuentes
Y desdeñarlo todo como un marqués hastiado
Sobre todo las ciudades y los reyes
Eso
Eso pasa y se disuelve
Pero el trino nunca
Eso y el azúcar genial que abraza el ácido
Y dice: evoluciona
Eso es vivir
En el desierto mientras las constelaciones se aparecen
Y una nereida te abraza regalándote el océano de su risa
Luego quizá una cascada y una perla
No olvidar fantasmas pero danzar con ellos
Y reírse siempre
Y escupir a los soldados
¡Ah! ¡Que entonces nos colme un oleaje de ternura!
Quizá nos atrevamos a aplastar gobiernos y mentiras
Para escuchar la música en el bagre
Y castañear detrás de los telones
La entropía del duende, el genio lo único que vale
Vivir
En las fanfarrias de los viajes
Ebrio de mujeres, de poemas perfumados en espaldas tersas
Borracho de poetas, facsímiles oscuros, escenografías azules
Paisajes cósmicos y un toque de alegría
Los timbales y la voz amarillenta
Sin cadenas
Vivir
Como los sapos entintados en veneno
Y dormir junto a cigarras que nos treman al oído
Y miro atrás y veo la nada en dos arpegios
Y a dos pilares enclaustrados que sangraron
Y adelante, y veo una niebla con promesas fermentadas
Y la muerte con su paño que triza los juguetes como yo
Mejor vivir
Hoy y el desenfreno de palabra
Aspirando la belleza en el genoma
Y tal vez la galaxia sobre el ojo del nematodo
¿Qué los nematodos no tienen?
Nunca has visto con la piel radioactivísima
La costa y su hermandad pirata
Pero ya en serio
Un secretito
La vida es un puré de mango con rompope
Después de haber nadado con pirañas
Y dormido junto a dos poemas
Uno ardientísimo y el otro una mujer que te sonríe
Mientras recuerda
El beso.


(¿Ya mencione la sonrisa?)

Tierra – Eso sobrevivirá. El hombre no.

Tiempo – Gracias, madre mía, gracias.

X
Lilith - ¿A qué esperas? Llévame con él.
Semengaloff – Es imposible que mis ojos se distingan entre la ceniza y el resplandor del sol. Quemas algo detrás de la mirada. Tus uñas casi me arrancan la mitad de mi cara.
Lilith – Siempre has sido muy débil.
Semengaloff – Detente ya. Tus pisadas las absorben las hormigas, las mantis de arena se confunden en tus veredas.
Lilith – Le he visto y me espera. Es un remolino que arrastra mástiles y devora marineros. Yo soy un barco sin piloto.
Semegaloff - ¿Tanto amas a ese bárbaro?
Lilth – Ni siquiera me gusta físicamente. Los hombres que me atraen son femeninos, dulces, como ese trovador de Haceldama. Los prefiero rubios, como esos poetas del norte que hablan de lobos blancos y de piedras magnéticas y que lamen el espíritu del pino.
Semengaloff – Entonces, ¿Qué te atrae de él?
Lilith - Gilgamesh es una tromba de fuego herido. Su cuerpo de guerrero me fastidia, detesto la guerra y él fue entrenado en las arenas mortales. Lucha desde su carro tirado por leones, con la melena más negra que los abismos del Gehenna. No tiene dulzura en su piel, su rostro es áspero y no sabe acariciar.

Semengaloff – Entonces, Lilith, ¿Por qué despiertas gritando su nombre?
Lilith – Si lo supiera tal vez pudiera arrancar el sueño. Ese hombre es para mi un dios, un tornado mágico que me envuelve.
Semengaloff - ¡Y yo! ¡Y yo! ¡No puedo apartar tus senos de mi boca anhelante! Huyamos, Lilth. Te llevaré a los abismos donde duerme Tiamat y Rahab ríe mientras los delfines le cuentan secretos.
Lilith – Aparta. ¿Crees, infame sicario, qué yo deseo huir contigo? Tus alas llenas de cenizas apestan.
Semengaloff – Me purifico cada noche pues pensar en tu cuerpo hace que me broten pústulas llenas de sangre hirviente. Vomito sapos y lloro estiércol. Pero debo presentarme incólume ante el Rey tremendo. ¡Vamos! Antes de qué lleguen los otros dos. Si quieres mi espada está a tu servicio, les decapitaré y colgaré sus cabezas en una pica, así el fénix que anida en Egipto puede alimentarse con ojos de arcángel.
Lilith – Detesto a los soldados, son parásitos de la belleza, victimarios de la poesía, no viven, sirven. Son esclavos ciegos de un tirano.
Semegaloff – Por tu amor arrojaré la espada. Viviremos en una villa al sur de los miseriosos Etíopes, donde el Behemot destrona a las reinas negras. Nos arrullarán los insectos que tanto acaricias.
Lilith – Las panteras beberán de mi entrepierna.
Semengaloff - ¡Cómo te gusta lacerarme!
Lilith – Silencio, escucho el rumor de un enjambre.
Semengaloff – Yo seré tu dueño, ¡Yo!
La toma del talle. Entran Senoy y Sensenoy.
Lilith – La libertad es la música que me guía. Yo decido quién y cuando me acompaña en los senderos del mundo. ¡Suelta, infame!
Senoy – Hermano, no la atravieses, debemos llevarla con el Rey.
Sensenoy – Será destazada y sus pezones carbonizados. A menos que regrese con Adam y se postre a sus pies como fiel esposa.
Semengaloff – Yo la llevaré. Escóltenme. En estos desiertos hay demonios que sacan los cadáveres de la tierra y los consumen, son invisibles pero fétidos. Intentarán salvar a su reina.
Lilith – Cobarde, traidor.
Semengaloff – (Apartándola) Decide, o mía, o tus senos serán mutilados.
Lilith – ¡No eres capaz de deshacerte de tus hermanos! Tienes demasiado pánico. Hazlo y seré tuya.
Senoy – No la escuches, su canto es la perdición de….
Semengaloff -Vamos hermanos. Ustedes a la vanguardia.
Sensenoy – Su cuerpo frío y escamoso puede deslizarse. Mejor vamos a rodearla.
Semengaloff – Soy suficiente para escoltarla.
Senoy - ¿Qué ocurre, Semengaloff? La traición seduce. Déjala ya. Es una hembra obscena.
Semengaloff – Ella hace temblar mi lengua. Déjenos ir.
Senoy – Yo te amo, ella nunca lo hará. Yo te seré fiel y lameré tus sandalias, escógeme a mí.
Sensenoy - ¡Silencio! El Rey prohíbe terminantemente las relaciones contra natura. ¿Quieres que arranquen a mordidas tus genitales y carbonicen tus piernas?
Senoy - ¡Mátala Semengaloff! Diremos que se resistió y lo hicimos para defendernos de su poder.
Semengaloff – Senoy, eres hermoso, podrías tener a cualquiera de las hijas de Edom.
Senoy – Nadie tan puro como tú, nadie tan perfecto en su vuelo y en vigilancia. Ni la mirada del halcón iguala tu paciencia.
Lilith – Él quiere separarnos, Semengaloff. Me llevará ente el tirano para que me reduzca a polvo y olvido.
Semengaloff – El olvido es imposible. Senoy, es mejor que te retires.
Senoy – Si no eres mío no serás de ella.
Sensenoy – El cosmos es irresoluble. Vanas palabras se profieren aquí. Nuestro deber es callar y resignarse a estar incompletos.
Lilith - ¡Hazlo y seré tuya hoy mismo bajo el manto estelar!
Senoy – Beberé de tu arteria la vida que me has negado.
Semengaloff - ¡Ven a mí, hermano y termina de una vez por todas!
Senoy – Clavarás tus flechas en mi carne sobre un madero sin fin.
Lucha sorda, como si a los heliotropos les crecieran dientes y se despedazaran con amor. Sensenoy siente que la sal invade sus tejidos. Semengaloff logra desprenderse del abrazo amoroso de Senoy y le atraviesa la nuca. Casi orgasmo de matadero.
Sensenoy - ¡Detente Semengaloff! ¡Has ennegrecido la esperanza!

Semengaloff- ¡Ahora, Lilith! Monta en mi espalda y crucemos el piélago infernal.
Sensenoy – (Sollozando sobre Senoy) Hermano, ¿Dónde tu respiración, dónde tu canto?
Lilith – Has hecho bien. Aquel que no actúa en pos de su deseo es un cobarde y no merece vivir.
Semengaloff – Él me amaba pero su contacto para mi fue un anatema sucio y hostil. Volemos juntos, ahora.
Lilith - ¿Por qué la prisa?
Semengaloff – Sensenoy vengará a su hermano y no estoy dispuesto a destruirlo también a él, ya demasiada sangre he derramado por tu cuerpo.
Lilith – Aún no pruebas mi cuerpo. Cuando lo hagas querrás también masacrar a las estrellas.
Sensenoy – (De pie con la espada refulgente de odio) Es demasiado Semengaloff. Tu deseo y el de Senoy son irrefrenables, los han conducido a la depravación. Dámela y haré lo posible porque Jehová te otorgue una muerte indolora.
Semengaloff – Sensenoy, recapacita. ¿Qué es el mundo después de los holocaustos impuestos? ¿De la tempestad de fuego que arrasó las civilizaciones? ¿De los océanos que se irguieron para ahogar todas las bibliotecas de Ibrahim? ¿Qué nos queda? ¿Cuidar a un anciano atormentado por el poder? Liberé a Senoy de una pasión absurda que le hacía sufrir minuto a minuto.
Sensenoy – Entonces mi buen, hermano, yo te liberaré de la tuya por esta serpiente.

Se lanza hacia él para atravesarle pero Lilith se interpone y deja caer su ropaje. Desnuda, irradia una música que conmociona. Semengaloff se postra a sus pies, tiembla, se arranca los cabellos. Sensenoy ha entrado en el límite mágico.
Sensenoy – Bendita eres en verdad. ¿Cuántas ondas luminosas pacen ahora como ciclos?
Semengaloff – Hermano, déjala, no lo hagas. Ella será mía, por favor.
Lilith – Calmo la sed de los que han caminado los desiertos.
Sensenoy – (ante ella, se atreve a tocarla) Acceder a fantasmas de fuego. Acceder a llamaradas sin nombre, en la promesa húmeda de una catarata.
Lilith – Despójate de tu cinto.
Semengaloff - ¡No!
Lilith – Tus sandalias, que huyan. Puedo limpiar tus pies con mi lengua, sacudir tus intestinos con aleteos furiosos.
Sensenoy - Tu boca sabe a hondonadas de tiempo olvidado, cuando los dioses temían de sí mismos y no existían esclavos a quien aplastar.
Semengaloff – Detente, ¿por qué la visión infinita provoca un tumor que sangra pus y sangra pus y sigue y sigue y sigue?
Sensenoy – (Ya desnudo) Protégeme de mí pues ya me sofoca un oculto sol que nunca se había mostrado.
Lilith – Conóceme de cerca, impera sobre la piel que se renueva bajo las clepsidras.
Sensenoy – Dame más tu boca…más.
Semengaloff - ¡Por qué a él! ¡Yo! ¡Yo fui el que te soñé cada noche! ¡Yo fui el que destrocé las efigies de Jehová para erigir una escultura de suspiros! ¡Yo te sufrí entre uña y carne! ¡Yo limpié mis alas por ti con esparto y mirra! ¡Yo!
Sensenoy - ¡Ah! Veo titánicos monstruos de pelo y garra, y mundos de hielo y secreciones ígneas. Veo los universos antes de mí y antes de mi abuelo. Ya no sé que veo, soy tuyo, ambrosia vuelta mujer.
Semengaloff - ¡Es intolerable!
Se arroja contra Sensenoy que ya besa a Lilith, ambos acostados. Semengaloff intenta atravesarle pero Sensenoy reacciona y logra clavarle su propia espada en el corazón. Lilith, como un soplo enfebrecido danza, y sale cantando.
Sensenoy queda en terremoto. Pausa estentórea, quizá muy larga. La conciencia llega tarde.
Sensenoy - ¿Hermano? ¿Hermano?
Semengaloff – No te vistas…Así….desnudo, camina por las dunas y haz una llaga tu cuerpo…me has….hecho descansar.
Sensenoy – Hermano.
Semengaloff – Corta tu lengua…y regresa con la vergüenza como bandera. Tú me has salvado…gracias…Lilith…Lilith… (Muere)
Sensenoy – No hay gritos. ¿Dónde tu espíritu?
Se levanta abrumado y va de un cadáver a otro.
Sensenoy – El amor es sueño vil.
Cae de rodillas, el cosmos no dice nada.
Oscuro

XI
Jehová – (en trance)
Dibujo el sendero y el destino del mundo. El oro vale más que la nube y las brisas. Las mujeres huyen para inmolarse y adorarán el falo y los diamantes. Los hombres buscarán el poder por encima de la risa y adorarán las armas sobre toda nostalgia. Haremos fronteras para que nadie pueda viajar a donde se le antoje a menos que pague un diente, una perla o un sueño. La mutilación y la desgracia abismarán el concepto de riqueza. Sólo el depredador brutal podrá reinar y a su lado los carroñeros se levantarán agradecidos. Pulularán bufones y una espada valdrá más que una niñita. El escarbar entre vaginas y arrancar glandes a mordiscos será el espectáculo maravilloso de los nuevos esclavos. Las palabras encubrirán nuestras acciones y creerán en mi, y me defenderán con sangre y ácido. Cualquiera que me insulte será carcomido por las liendres apestosas a las que hiero con mi bota y aplaude agradecida. ¡Yo soy Jehová, tirano de los imbéciles!

Oscuro

XII

Lilith – Eres tú. Viajé al infierno para encontrarte.
Gilgamesh – Soy tuyo. Completamente. Después de mi dios, tú eres el pensamiento más importante.
Lilith – Vamos a los fondos marinos. Allí viven los calamares titánicos y hay anémonas que frotan sus tentáculos ponzoñosos contra la piel. Nos amaremos en sonrisas de cantos absolutos.
Gilgamesh – No puedo. Me quedaré en el desierto atento al crecimiento de las granadas.
Lilith – Canta la hazaña que te transformó. ¿Cómo sentiste la presión de agua sobre tu espalda? ¿Qué mundos de color y formas percibiste en tu natación asfixiante? ¿Cómo se ve el dulce martillar de los crustáceos?
Gilgamesh – En otro momento, mujer. Brindemos por esta hora. En realidad eres una diosa, una diosa eterna y sosegada.
Lilith - ¿Cuáles son tus sueños? ¿Has huido siempre, hasta de ti mismo?
Gilgamesh – Niña, soy un egoísta supremo, moriré solo, en la plataforma incierta de la nada. Ya no puedo caminar, bésame.
Lilith – Tu boca es amarga. Me hace delirar.
Gilgamesh – Hemos estado tanto tiempo concentrados en la esencia y la poesía que olvidamos nuestro ahora. Bésame.
Oscuro

XIII
Jehová – Eres un mediocre pastor de pueblos.
Adam- La nueva mujer que me diste es muy tonta, la puedo manipular a mi gusto, hace todo lo que le ordeno. Me aburre.
Jehová – Fue hecha de tu costilla y sus caderas son anchas.
Adam – Quiero a Lilith de vuelta. Cuando estoy sobre Eva, su cuerpo se transparenta y la carne de Lilith me llena el deseo.
Jehová - ¿Y si regresa? ¿Qué haremos con tu nueva esposa?
Adam – Será la criada, le gusta limpiar todo el día. Va al río y contempla su rostro, se arregla el cabello, no le interesa el aullido de los lobos.
Jehová – Es imposible. Si regresa, Lilith será condenada y su cuerpo destazado.
Adam – Pero, padre…
Jehová - ¡Pusilánime! Te di todo, soplo, tierras, ganado. Pastoreo de una tribu de incompetentes que nunca se rebelan, te enseñé a usar la azada y el arco. Los tormentos más sutiles para destruir enemigos. Poder, eso es lo único que vale antes de la muerte. Lo desprecias añorando el sexo húmedo de una ramera.
Adam – Padre. No entiendo este reino. ¿Por qué debo guiar a humildes pastores para que te adoren y sacrifiquen sus animales? ¿Por qué camino y bebo agua por las mañanas si cuando llega el ocaso tengo siempre una sed más allá del agua?
Jehová – Tu existencia tiene un propósito.
Adam -¿Cuál?
Jehová – Es un misterio que te será revelado algún día.
Adam – Eso me has dicho desde que tengo memoria. Pero las crónicas mencionan que después del gran desastre en el que toda la población murió a causa del gran fuego cósmico, surgiste de entre un pueblo de mendigos y asesinaste a la gran sacerdotisa lunar. Ahora sólo podemos escuchar la historia contada por tus heraldos y nos niegan el contacto con los bardos que cantan fuera de las murallas.
Jehová - ¿Y qué? ¿Deseas saber que ocurrió antes de tu nacimiento? ¿De qué te serviría? Te he dado una misión en la vida, sé pastor de pueblos y propaga mi palabra.
Adam – Señor, tu palabra es aliento de carroña. ¿Crees tú en una fuerza superior? Es decir, ¿Quién te creó a ti? ¿Quién te dio ese poder? ¿Por qué usas afeites a diario para no envejecer?
Jehová – Soy el pensamiento que se piensa a sí mismo.
Adam – ¿Entonces para que necesitas que te adoremos? ¿Por qué comes las reses y defecas como nosotros? Te han visto llorar detrás de los telones y te arrancas la melena. ¿Es acaso el hombre una pasión inútil? ¿Es por eso qué necesitas campos donde tus ángeles cercenan las cabezas de miles de niños al día?
Jehová - ¿Para qué responderte? Ve con tu Eva y préñala. Tus hijos serán mis siervos y me mantendrán. Deja de pensar, sólo te conducirá a la locura. Adórame y enseña a tus hijos a temerme. Destroza la tierra, trágatela toda y cuando se acabe, otros vendrán a defecar una y otra vez. La vida no tiene sentido, pequeñito, excepto para el que manda y aún así mira como día con día sus carnes se ponen flácidas. Mas te prohíbo, hijo, que divulgues esto. Los siervos se verán asustados y no sabrán que hacer con sus vidas. Necesitan una mentira para soportar su presencia.
Adam – Para mí, esa mentira fue Lilith. Ella conoce algo de ti, padre. Por eso no te atreves a mirarla de frente y la odias tanto.
Jehová - ¿Te lo dijo?
Adam – Nunca. Siempre me despreció porque no sabía lo que el arroyo cantaba.

Jehová – Sin ella la vida no tiene razón de ser. Quizá algún día ella encuentre también su castigo cuando descubra que su razón de vida es sólo humo.
Adam – Hasta el final de mis días les enseñaré que tú eres la vida y la esperanza. El problema es que mi camino no encuentra sino sombras grises.
Jehová- ¡Lárgate ya! Muere bien y deja de importunar con tus quejidos.
Entra Sensenoy con las cabezas de sus hermanos. Cada una en una pica. Cansado, las clava en el suelo. Se arrodilla ante Jehová.
Sensenoy – Aquí están los restos de los que te sirvieron mal. Ella escapó. Y yo te ofrezco mi vida pues no supe cumplir. Mi cuerpo está sucio de semen y barro. Cúmplase tu voluntad.
Adam - ¡Todo ha terminado!
Jehová – Ella se fue…con mi nombre en los labios. Contemplemos la obra del deseo.
Sensenoy – El amor no es sino una pesadilla.
Jehová – (Exhausto) El amor debe prohibirse de inmediato.
Sensenoy – El amor es un sueño vil.
Adam – El amor no existe.
Jehová – Existe. He ahí el polvo.
Se miran.
Nada revolotea.
Oscuro.
XIV


Gilgamesh – Tengo que irme.
Lilith - ¿Estás furioso conmigo? Perdóname, no sé que sucedió.
Gilgamesh – Pensé que eras una mujer de verdad. Tu fama había alcanzado a mis oídos.
Lilith – Dame tiempo, quizá esté cansada.
Gilgamesh – Dijiste que yo era tu razón, que era la luz que esperabas para acceder a los océanos. Mentirosa.
Lilith - ¡No, amor mío! Es verdad, quizá seas tan grande que tiemble y no pueda moverme frente a ti.
Gilgamseh – Me aburres. Entiende que ya he perdido la sonrisa. Esa serpiente se llevó la eternidad.
Lilith – Yo puedo ser la llama que reemplace tal pasión.
Gilgamesh – Ni siquiera respondes a mi abrazo. Irá a beber más, ya se me agotó la cerveza de abeto y miel.
Lilith - ¿Iremos al mar?
Gilgamseh – No quiero saber nada del mar. Estoy de luto, si deseas asir mi brazo, bien, si no, regresa a tu jardín perfumado.
Sale.
Lilith - Siete años soñando con él. Siete años esperando su pecho de nácar y su licor venenoso como un pino de cobre. Y mi cuerpo no responde. ¿Por qué Lilth? ¡Yo qué he copulado con dragones y he dejado exhaustos a los tigres que bebieron entre mis piernas! ¡Yo que satisfice a las hetairas del fondo marino! Yo que deseé al más excelso de los héroes, al dios vivo y cuando lo tuve entregado, anhelante, no pude…mi cuerpo no respondió.
Creí que iba a sonreír como los pájaros del Indo. Sin embargo, sólo me duelen sus borracheras y cuando habla de…de ese Enkidu, y llora sangre y recuerda sus brazos que lo poseyeron yo no puedo sostener mis sueños.
¿Por qué es tan vulgar? ¿Dónde está ese héroe que recorría los imperios en busca de su flor? ¿Dónde está su canto terrible? Sólo veo a un hombre brutal y caído. Un hombre que mira a la muerte cercana y ríe mientras bebe. ¿Por qué no me siento contenta? Por fin lo tuve, por fin mi sueño se abrió hacia un páramo delicado y en lugar de narcisos, encontré cenizas.
Todos mis pasos y mis cantos hablaban de su cuerpo, mi vida entera tenía sentido alrededor de una esperanza que nombré amor. Ahora, ¿dónde está el universo?
Cae herida.

XV
Sensenoy - Después de morir ¿qué?
El flujo de conciencia va a la peste de la nada
El flujo de conciencia se reprime en un sueño de átomos ignotos
El flujo de conciencia hacia los lobos, hacia la tuerca que llora óxido
El flujo de conciencia en un tapón de fuego, en un barril sin vino, en una borboleta
El flujo de los flujos y de cabeza el vidrio y los cristales que no fueron pero son
Y la conciencia en el respiro exhausto, ya descansa, sin errores de presencia
Y la conciencia apegada a lo probable y lo imposible y la mierda imbricada del yo
Se corta la lengua con la espada

XVI

Lilith – Queda una salida, una salida. Fornicar con el amor de mi vida y volverme humo. Sin pensar en él, únicamente entregarme al sueño, a la ilusión en un cuerpo irrigado por mentiras. Morir en el orgasmo y no despertar después. Renunciar al fénix y a las playas. Ay, mi amor escogió la tiniebla.
¿Amor?
Ya es hora de matar a ese pequeño, despertar mi buen pasado ultravampírico, con agujas coser las ilusiones, un feto suplicante y atisbo de agonías
¡Arroja, mísero remedo de poeta, tu corazón a los perros!
Vil símbolo de algo inexistente y deja enarcado rojo pellejo a ritmo infame.
¿Llorar? ¡Invoca mejor a la lujuria! Las carcajadas tienen nombres de alcaloides.
Brinda sobre tersos pezones mientras las trompetas vomitan guerra y mutilados.
No se puede ser el Diablo sin amar al hombre mejor desprécialo y sé Dios.
Hay demasiadas carnes en forma de hombre, desechos finos con aroma a glande pútrido.
Embriágate en sus bocas que saben mentir a dulces besos y luego disuelve sus entrañas con tolueno. Te encontrarás, Lilith, con un vacío y una telaraña carente de silencios.
Tal vez en la negrura bajo la alfombra estelar de la nostalgia saques la caja terciopelo que contuvo tu alma y gimas un réquiem por tu niño.
¡Pero hoy se abre el capullo y emerjo rutilante de la linfa como una horrible mariposa negra!
Lúgubre. Escamosa.
Con una enorme mueca que se ríe de los idiotas que todavía se creen eso de los sueños.
Entra Gilglamesh
Gilglamesh – ¿Sigues? Estoy un poco ebrio. Descubrí la guarida de una leona en aquella ladera. Creo que está en celo. Irá en cuanto terminé con este barril.
Lilith – Antes, tómame.
Gilgamesh - ¡Por favor! ¿Para qué? ¿Para qué tiembles y llores? ¿Para que tus manos se crispen en una luna de palidez serena y me duerma de aburrimiento con tu llanto?
Lilith – Esta vez será la última. Encontré la fuente de mi vida.
Se desnuda.
Lilith - ¿Te gusto?
Gilgamesh – He visto mejores cuerpos en aceite.
Lilith – Cierra los ojos, Gilgamesh y te diré que eres tú la causa de mis desvelos y que soñé contigo antes del mundo.
Gilgamesh - Tus manos son frescas. ¡Ah! Prefería las de los esclavos nubios, pero las mujeres a veces saben también…

Lilith – Mi manto es un fuego estelar muy azul. Prueba mi boca. Hay un regalo que formó Natura para que yo hablara con las aves y cascadas. Eres tú.
Luego, nuestras vidas son poesía, magia. Tú y yo. Tanto Amor Callemos. Por que estamos sintiendo.
Gilgamesh - ¡Ah! Me matas, detente, es demasiado…

Lilith – Es la única salida, volverse humo mientras haces el amor con el ser que te arrebató la calma.
Gilgamesh - ¡Es demasiado! Detente un poco. ¡Ah! Cuchillos en mis testículos, sombras afiladas en mi vientre.
Lilith - Volverse humo al hacer el amor con el amor de tu vida.
Gilgamesh – El sol que atraviesa los tumores, la carne infectada por el peso del tiempo en una desnudez sudorosa, ¡Basta! ¡Basta!
Lilith – Volverse humo….
Comienza a sublimarse. Su piel se evapora, la cabellera de fuego asciende. En un vapor seco y amoroso, Lilth se vuelve humo. Gilgamesh queda exhausto, sin alma.



Autor Mario Jaime:
registro de derechos de autor:

03-2007-111414305200-01

 

 
 

8/5/09

LOS REPTILES DE LA CIUDAD, HUGO ARTURO MARTÍNEZ VEGA, NUEVA VERSIÓN

LOS REPTILES DE LA CIUDAD
ARTURO VEGA



























LOS REPTILES DE LA CIUDAD

HUGO ARTURO MARTÍNEZ VEGA

Actor del grupo Odissea Teatro bajo la dirección del Mtro. Leopoldo Ibarra desde hace más de 10 años
Ha participado en más de 10 montajes entre los que destacan: “Águila o Sol” de Sabina Berman, “La Feria” de Leopoldo Ibarra ( Beca del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes), “La Farra” de Rodolfo Santana, “La Insurgenteada” y “Los 3 Reyes Vagos” de Hugo Fragozzo, “A lo mejor todavía” de Daniel González Dueñas, “Pasos en el Desierto” de María Meléndez, (Beca del Fondo Estatal para la Cultura y las Arte Proyecto ganador. Programa Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico 2005. Categoría / Jóvenes Creadores), “Monólogos” de Tomás Urtusuástegui, además de haber trabajado teatro de títeres con las adaptaciones de los cuentos “Cuento de Junio” de Susana Mendoza y “Pirrimplín en la Luna” de Ermilio Abreu Gómez. Ha tomado cursos de actuación con Gerardo Trejo Luna con el taller llamado “El movimiento, síntesis de la expresión escénica” (2003), taller de actuación impartido por Mtra. Luisa Huertas (2006), “Teatro testimonial” impartido por el Mtro. Hugo Hiriart y Germán Jaramillo (2006), “Verso clásico español” impartido por Mtro. Vicente Fuentes (2006), taller de actuación impartido por Mtro. Raúl Sermeño (2006), “La máscara, herramienta en la formación de actores” impartido por la Mtra. Alicia Martínez Álvarez (2007) y el taller “Impulso, presencia y energía” impartido por la Mtra. Eugenia Vargas (2009).
Finalista en el Concurso Estatal de Cuento dentro de la Semana Científica y Cultural VIBA 2001 con el cuento: “Monstruo de Concreto”.
Participación en el Festival de la Lectura León 2006 con la obra “Los Reptiles de la Ciudad” presentándose como Teatro en Atril a cargo del grupo Odissea Teatro bajo la dirección del Mtro. Leopoldo Ibarra.
Ganador del Segundo lugar del concurso de Cuento Corto dentro del Sexto Concurso de los Juegos Florales del III Milenio, organizado por el Patronato de la Feria Estatal de León Guanajuato 2007 con el cuento: “El Muerto”.
Adaptación del cuento “El Mago de Oz” para el espectáculo infantil itinerante llamado: “Érase una vez… un cuento” dentro del la Feria Nacional del Libro León 2007 (FeNaL07)
Ha participado en el concurso de dramaturgia en Mexicali, Baja California; México en el año 2005 y en el concurso de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo Castillo 2006 con “Los reptiles de la Ciudad” y “Crímenes de mi pueblo” respectivamente.
Los montajes teatrales en los que ha participado han sido parte de distintos festivales, concursos y encuentros de teatro, dentro y fuera del Estado de Guanajuato entre los que destacan: Festival Vive la Magia, Encuentro de Teatro Leones, Programa Escena Activa, Encuentro Nacional de Teatro en Ciudad del Carmen, Campeche, Festival de Teatro Al Trote en Aguascalientes, Feria Nacional del Libro León, Gto; entre otros.
Dirige la puesta en escena “Gritos de Justicia”; adaptación de la obra del Mtro. Leopoldo Ibarra.
Es maestro del taller de teatro y director de la compañía infantil de teatro en la Casa de Cultura de San Francisco del Rincón; Gto. Maestro del taller de teatro de la Preparatoria Regional del Rincón en San Francisco del Rincón; Gto.



LOS REPTILES DE LA CIUDAD
por Hugo Arturo Martínez Vega


PERSONAJES
Lucero………… Una joven prostituta.
Samuel……….. Un asesino.
Benjamín……… Un jubilado divorciado.
Vagabundo 1
Vagabundo 2

Época: Actual.
Lugar: Un viejo edificio en una zona marginada de una ciudad.

En el escenario se encuentran tres cubos lo bastante altos como para que los actores puedan subir a ellos sólo por escaleras. Estos cubos representan los departamentos donde viven los personajes. Los cubos están a distintos niveles. No hay ventanas, no hay puertas. También se encuentran algunos tambos o barriles en distintas partes del escenario. Los cubos estarán pintados a un color, de acuerdo con la psicología del personaje. El trabajo de mesa del director con los actores determinará los colores.

En uno de los cubos se encuentra una vieja tina de aluminio, donde pueda caber una persona y una maleta. Éstas son las únicas pertenencias de Lucero. Ella es una joven prostituta que regresa a la ciudad después de varios años de estar vagando.
En otro de los cubos, un catre. Debajo de éste otra maleta. Éstas son las únicas pertenencias de Samuel. Él huye de la policía después de haber asesinado a su esposa y a sus hijos.

Y en el último cubo hay una colchoneta bajo una mesa; sobre ésta una máquina de escribir. Lo único que le queda a Benjamín después de haberse divorciado de su esposa.



ACTO PRIMERO
ESCENA PRIMERA
Las cinco de la mañana.

Una luz ilumina el cubo donde está Lucero. Ella duerme dentro de la tina junto con su maleta. Poco después esta iluminación se apaga para dar principio a otra que ilumina el cubo donde se encuentra Benjamín; él también duerme, pero bajo la mesa, sobre la colchoneta.

La máquina de escribir está sobre la mesa junto con algunas hojas, lápices y plumas. De nueva cuenta la iluminación se apaga para dar comienzo a otra luz; ésta ilumina el cubo donde está Samuel. Él duerme en su catre. Se apaga la iluminación.

Después al mismo tiempo cada luz ilumina los cubos. Una melodía se deja escuchar, mientras entra el Vagabundo 1. Lleva consigo un costal lleno de cartón y latas de aluminio, una bolsa donde guarda periódicos y otras baratijas. Busca dentro de los barriles latas de aluminio o comida. Rodea los cubos buscando lo que sea.

El Vagabundo 2 entra silbando. También lleva consigo unos costales llenos de cartón y de latas de aluminio, además de unas cajas donde lleva otras cosas. Busca dentro de uno de los barriles donde el Vagabundo 1 no se detuvo a buscar. El Vagabundo 2 encuentra algunos cartones y ropa vieja. El Vagabundo 1 se da cuenta de lo que encontró y rápidamente corre hasta donde está el Vagabundo 2 para pelearse por la ropa.

VAGABUNDO 2: ¡Yo la vi primero, cabrón!

Forcejean tratando de quedarse con la ropa, pero el vagabundo 2 cae y de paso tumba el barril; éste produce un ruido que despierta a Benjamín.

BENJAMÍN: ¡Me lleva la…! ¡Dejen dormir, bola de mugrosos!

Mientras tanto, el Vagabundo 1 guarda rápidamente la ropa y sale corriendo con sus cosas. El Vagabundo tirado en el piso se queja por el golpe que se ha dado en la espalda.

VAGABUNDO 2: ¡Donde te encuentre te voy a partir tu madre!

Lentamente se levanta y recoge sus cosas. Se escucha que canta un gallo de una manera bastante desagradable.

VAGABUNDO 2: Deberían matar a ese pobre gallo… ¡Ya levántense, bola de locos o se les pasa el tren! (Ríe)

BENJAMÍN: ¡Ya cállate, mugroso infeliz!

El vagabundo le mienta la madre con un chiflido y sale riendo.

BENJAMÍN: A esta pinche gente la deberían de matar. Son un estorbo. Todos los días es lo mismo. ¡Carajo!

La iluminación se apaga lentamente.


ESCENA SEGUNDA
Las diez de la mañana.

Luz sobre los cubos. Una voz en off se escucha desde lo lejos decir:

VOZ OFF: ¡Se afilan cuchillos, tijeras, navajas!

Después del texto se escucha el silbido que caracteriza al afilador de cuchillos.

Los personajes comienzan a despertarse. Se estiran y bostezan. Lucero sale de la tina y se estira quejándose por la incomodidad de dormir ahí. Benjamín también se estira y después trata de levantarse, pero se golpea con la mesa, vocifera y luego sale cuidando de no volver a golpearse. Ahora con mayor libertad se estira. El único que no despierta es Samuel, que sólo se mueve de un lado a otro.

Lucero saca de la tina la maleta y la abraza. Deja la maleta a un lado de la tina. Benjamín saca de uno de los bolsillos de su pantalón un trozo de pan envuelto en papel, se sienta y se lo come. Lucero baja por las escaleras y hace mutis. Benjamín mira unas hojas que tienen escrito lo que él cree que es su obra maestra; mientras lee hace una serie de gestos que denotan satisfacción y poco a poco molestia y coraje. Termina por romperlas y arrojarlas por los aires; vocifera, se levanta y baja por las escaleras; hace mutis. Samuel comienza a moverse con dolor; una pesadilla lo atormenta.

SAMUEL: Aléjense, déjenme en paz… yo no tengo nada suyo, cabrones… no me toquen que me queman… no me toquen que me queman… ¡me queman!

Se revuelca en la cama y da manotazos al aire.

SAMUEL: Hijos… no se me acerquen…. No, no… el diablo, el valiente, el borracho… la dama… la dama… la muerte…hijos, no se me acerquen que me queman, no, no, ¡no!

Despierta con un grito. Mira a su alrededor como buscando algo.

SAMUEL: (Respira con dificultad. Tose.) Era un sueño, Samuel. Un sueño. Un mal sueño, como el de la otra vez. (Pausa) Se han vuelto un mal despertador que duele oír. Pero no me van a encontrar, ni ellos ni nadie. Voy a romper el despertador. ¿Qué hora es? Hoy es miércoles de ceniza. ¿Cenizas? ¡No! Yo ya no creo en eso. Ya se me olvido el Padre Nuestro, ¿cómo va? Padre Nuestro que estás… tengo hambre.

Busca debajo de su cama la maleta, la toma y busca dentro de ella.

SAMUEL: (Saca una chamarra y se la pone) Danos hoy el pan nuestro de cada día…

Baja por las escaleras continuando con la oración y hace mutis. Al mismo tiempo entra Lucero, pero sin encontrarse con Samuel. Ella lleva una cubeta llena de agua, sube por las escaleras con dificultad y después vacía el agua en la tina, se desnuda y entra en la tina. Lava su cuerpo y moja su cabello. Canta una canción y disfruta del baño. Una melodía crea una atmósfera de tranquilidad. Mientras canta se vuelve a escuchar al afilador de cuchillos.

VOZ EN OFF: ¡Se afilan cuchillos, tijeras, navajas!

Lucero escucha y repite lo mismo, pero cantándolo.

LUCERO: Se afilan cuchillos, tijeras, navajas. Cuchillos nuevos, tijeras grandes, navajas brillantes. (Silba como lo hace el afilador de cuchillos) Afila su cuchillo el valiente para retar a la muerte, la muerte ríe como siempre y afila su guadaña brillante. Gritos, dolor y sangre… el valiente muere y la flaca limpia su guadaña que no es de aire.

Entra Benjamín con un vaso, sube las escaleras y se sienta en la silla. Pensativo, contempla la máquina de escribir. Prepara algunas hojas en blanco en la máquina y se dispone a escribir, cuando de pronto Lucero empieza a repetir lo que cantó antes, pero gritándolo.

BENJAMÍN: (Se sobresalta) ¡Me lleva la…! ¡Callen a esa vieja loca! ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? Todos los días es lo mismo con esa maldita mujer, todas son iguales, como mi esposa. ¡Chingao!

Enfurecido, baja del cubo y se dirige hacia el cubo donde está Lucero.

BENJAMÍN: ¿¡Por qué no te callas de una buena vez, maldita loca, y me dejas trabajar en paz!?

Lucero continúa gritando.

BENJAMÍN: ¿¡Que no escuchas, caraja vieja del demonio!?

LUCERO: (Deja de cantar) ¿Quién será el loco que grita así?

BENJAMÍN: ¡Salga, hija de la fregada!

Lucero sale de la tina y se asoma.

BENJAMÍN: (Mirando a otro lado) De veras que con esta gente no se puede vivir en paz. Lo mejor es que me largue de aquí antes de que me vuelvan loco a mí también…

Voltea para seguir gritando y ve a Lucero desnuda, se queda boquiabierto.

LUCERO: Con que usted es el loco que grita.

BENJAMÍN: Yo… señorita…

LUCERO: ¿Qué se le ofrece, señor? ¿Por qué me mira usted así?

BENJAMÍN: (Bajo) Es tan hermosa… aparte de loca… indecente.

Lucero se percata de que está desnuda, grita y corre a ponerse la ropa.

BENJAMÍN: ¡A qué mundo me has arrojado, Señor! ¿Por qué un artista tiene que tolerar semejantes locuras? Me has mandado a un lugar que no sé qué lugar es… que sea tu voluntad la que me lleve por el sesgo de la sapiencia, como Virgilio llevó por los caminos inimaginables a Dante.

Lucero se vuelve a asomar.

LUCERO: ¡Viejo loco! ¡Chingue a su madre, pervertido!

BENJAMÍN: Es usted una exhibicionista, inmoral y… grosera. ¿Dónde está su padre para que corrija su conducta desordenada?

LUCERO: Váyase o le grito a los policías…

BENJAMÍN: Eso es lo mismo que pienso yo, la autoridad debe poner un alto a esta inmoralidad arrolladora.

LUCERO: ¡No mame, pinche viejo!

Lucero llena la cubeta de agua y se la arroja a Benjamín.

BENJAMÍN: ¡Me lleva la….!

Lucero ríe.

BENJAMÍN: Pero esto no se va a quedar así, ¿me escuchó loca inmunda?

Benjamín vuelve a su cubo. La iluminación anterior se apaga para que un cenital ilumine solamente a Benjamín. Se quita la ropa y se queda en calzoncillos. Su rostro aún refleja asombro y sorpresa. Poco a poco comienza una transición gestual de lujuria y perversión. Una sutil melodía entra para dar inicio a una transición emotiva y corporal. El cuerpo de Benjamín empieza a moverse como si estuviera siendo manejado por hilos; la actitud debe ser la de un títere manipulado por el deseo y la lujuria; su expresión corporal debe crear una coreografía erótica en un estilo surrealista y finaliza cuando sus manos llegan a la zona de la pelvis; deslizándose hasta la zona genital (la imagen de una masturbación debe quedar en el espectador, en ningún momento el actor crea la acción de llevarla a cabo); la iluminación se apaga justo cuando Benjamín se lleva las manos a los genitales.


ESCENA TERCERA
Medio día.

Luz. Samuel entra enfadado y hablando solo. En el escenario se encuentra el Vagabundo 1 buscando entre la basura. Samuel lo encuentra en el camino y trata de evitarlo. Se dirige hacia su cubo.

VAGABUNDO 1: Amigo, una moneda que me regales.

SAMUEL: No tengo dinero.

VAGABUNDO 1: Sí, si tienes. Regálame una moneda.

SAMUEL: No tengo dinero.

VAGABUNDO 1: Anda, amigo, se buen hermano y regálame una moneda. Tengo hambre y no he comido nada.

SAMUEL: Ya le dije que no tengo dinero, déjeme en paz.

VAGABUNDO 1: Te vas a ir al infierno por no ayudar al prójimo.

SAMUEL: ¿Y tú qué has hecho por mí?

VAGABUNDO 1: ¿Te parece poco lo que he hecho por ti? Hace mucho tiempo que deberías estar en la cárcel, amigo.

SAMUEL: ¡Quítese de mi camino, maldito pordiosero!

El Vagabundo lo detiene jalándolo de un brazo.

VAGABUNDO 1: Cómprame mi silencio, regálame una moneda.

SAMUEL: Pinche loco.

VAGABUNDO 1: Yo no le diré nada a nadie.

Samuel lo mira fijamente.

SAMUEL: ¿Qué sabes tú de mí?

VAGABUNDO 2: Todo y nada. Parece que huyes de alguien o de algo. Hay algo que te atormenta, que no te deja vivir en paz. ¿A poco no te has visto en un espejo? Mira la cara que traes, amigo. El diablo te persigue.

SAMUEL: ¿El diablo?

VAGABUNDO 1: El diablo. Yo he vivido mucho en las calles, sé lo que la gente trae encima, y tú traes al diablo y a la muerte abrazados al cuerpo.

SAMUEL: (Ríe nerviosamente) La calle le ha afectado mucho…

V 1: No más que a ti, amigo. Soy un vago, pero no un loco que habla solo con sus fantasmas.

SAMUEL: Yo no he hecho nada…

VAGABUNDO 1: No te estoy acusando, sólo cómprame mi silencio.

Samuel se pone nervioso y saca de sus bolsillos algunas monedas y se las arroja al piso. Se da media vuelta y se dirige a su cubo.

VAGABUNDO 1: Gracias amigo, eres un buen prójimo. Yo no vi nada. No sé nada.

Recoge las monedas.

VAGABUNDO 1: De veras que hay cada loco en esta ciudad…

Samuel lo mira desde lo alto de su cubo.

SAMUEL: Tal vez la policía ya sabe de mí. Tal vez ese pordiosero les ha contado algo, quizás ya todo el mundo lo sabe y buscan castigarme. No, Samuel, nadie te encontrará, ni a ellos ni a ti. Los guarde muy bien y jamás los encontrarán.

Cambio de luz.

SAMUEL: Los guardé muy bien. En un rinconcito del gran jardín están guardados. Yo no hice nada malo, hice lo que debía. (Transición.) La casa ya está sola, tanto que puede caber lo que sea. El aire puede caber en ella, el agua del mar, los juguetes de todos los niños del mundo; es como una gran arca, un gran barco de cera que naufraga…se ve claramente cómo el fuego lo derrite en el agua salada. En el agua salada están todos los secretos, los cabellos, las uñas mugrosas y los ojos pinchados. (Ríe bajo) Los ojos pinchados que ven cortinas rojas, pestañas secas y el iris que se vuelve burbuja. Yo los guardé y sólo yo… no, él no sabe nada. (Ríe) Los brazos bailaban a un compás de aire rojo. Azul, azul, azul, el mar no es azul. El mar no tiene color. (Ríe malévolamente.)

La iluminación se apaga.


ESCENA CUARTA
Doce y cuarenta y cinco de la tarde
Entra una melodía y al ritmo de ella comienza escucharse los golpes de las teclas de la máquina de escribir.

Luz tenue sobre Benjamín.

BENJAMÍN: “La bella mañana parecía tan insignificante ante la luz majestuosa que proyectaba su presencia.” (Se detiene.) No se escucha tan mal. (Continua.) “La primera vez que pude verla tan clara y fresca me recordó la aquella vez que dejé que el mar me mojara los pies. Sí, esa fue la sensación que recorrió todo mi cuerpo y sé que será difícil poderla olvidar. Su profundo mirar me recordó la bóveda de la catedral de mi pueblo, donde me pasaba horas enteras tratando de tocar a los ángeles y de escuchar la música de los querubines; daba vueltas y vueltas con la mirada a la gran bóveda azul. El vértigo, sus ojos. Su aliento a menta caminó por mi boca, reptaba como serpiente hasta llegar a la cima de mi nariz que, sin desprecio, dio la bienvenida a los recuerdos de los perfumes más gratos que tengo en la memoria. Lentamente caminó, dejando las huellas de sus pies mojados sobre el piso rojizo del patio; su cuerpo se me fue acercando, y parecía flotar y me dijo con una voz de viento: ‘Quítame la piel que traigo encima’. No supe qué decir, ni qué hacer. Mi cuerpo se me enderezó de un jalón y con el mismo jalón se hizo chiquito, mas con el asombro encima y toda ella en los ojos que ya no pude cerrar, di unos pasitos hacia atrás, pero sentí que el camino se terminaba cuando mis manos tocaron la…

En ese momento un grito desgarrador saca de su mundo a Benjamín. Entra una iluminación en todo el escenario. Los vagabundos tratan de robar a Lucero la tina donde se baña. Inmediatamente Benjamín baja del cubo para acudir en auxilio de Lucero.

BENJAMÍN: ¡Malditos pordioseros, déjenla en paz o se las verán conmigo!

VAGABUNDO 1: (Saca una navaja) ¿¡Tú y cuántos más!?

El Vagabundo 2 logra arrebatarle la tina a Lucero y sale corriendo.

LUCERO: ¡Desgraciado infeliz, regrésame mi tina!

VAGABUNDO 1: A ver, ¿no qué muy valiente?, ándale, pégale al mono. (Ríe)

Lucero se abalanza contra él, pero el Vagabundo logra producirle una herida en un brazo. Benjamín mantiene su distancia y el Vagabundo sale corriendo. Benjamín se acerca a ella y saca del bolsillo de su pantalón un pañuelo para cubrir la herida.

BENJAMÍN: Esos desgraciados ya me tienen harto…

LUCERO: (Mirándolo a los ojos) Estoy bien, no se preocupe por mi…

BENJAMÍN: Pero, ¿cómo quiere que no me preocupe si está herida?, y me imagino que sus señores padres…

LUCERO: No tengo.

BENJAMÍN: Bueno, ya somos dos huérfanos. Necesitaremos agua oxigenada.

LUCERO: No tengo.

BENJAMÍN: Bueno, ya somos dos. Venga conmigo, tal vez entre mis tiliches encuentre alguna gasa y alcohol…

LUCERO: De verás que no es necesario, sólo fue un rasguño…

BENJAMÍN: ¿Rasguño? Si el muy idiota estuvo a punto de rebanarle el brazo.

LUCERO: (Ríe coquetamente) Exagera, de veras no se preocupe…

BENJAMÍN: Pero, ¿es qué no se da cuenta que los hijos de puta le robaron su tina?

LUCERO: ¡Hijos de toda su…!

BENJAMÍN: Espere, que puede lastimarse. Permítame acompañarla hasta su casa, debe descansar…

LUCERO: ¿Descansar, ha dicho usted? (Ríe) Si los mendigos se llevaron todo lo que tenía, en esa tina me bañaba, me dormía y me sentaba a leer…

BENJAMÍN: ¿Todo eso hacía en esa tina?

LUCERO: Bueno, menos lo que usted está pensando, aquí adelante hay unas letrinas improvisadas…

BENJAMÍN: (Ríe con pena) Yo quería decir…

LUCERO: (Ríe) No se preocupe, en verdad…

BENJAMÍN: Me he portado con poca caballerosidad, qué vergüenza. Entonces, permítame llevarla a mi casa, ahí se sentirá mejor.

LUCERO: (Coquetamente) ¿No será una molestia?

BENJAMÍN: Para nada, es lo menos que puedo hacer; además, hace un rato me porté con usted de una manera intolerable.

LUCERO: Yo también fui bastante…

BENJAMÍN: Olvidémoslo.

Pausa. Se quedan mirando fijamente. Benjamín se ha quedado flechado ante la belleza de Lucero.

BENJAMÍN: Ni siquiera me he presentado. Soy Benjamín Guerrero.

LUCERO: Pues vaya que hoy se ha portado como todo un guerrero.

Los dos ríen sin dejarse de mirar.

LUCERO: Yo me llamo Lucero.

BENJAMÍN: ¿Lucero a secas?

LUCERO: No. Pero jamás me han gustado mis apellidos.

BENJAMÍN: Entiendo. Pero venga, acompáñeme, trataré de curar esa herida.

La toma del brazo sano y la lleva hasta el cubo.

LUCERO: ¿Es usted escritor?

BENJAMÍN: Este… pues sí. La verdad es que hace poco que me jubile y uno de mis sueños siempre fue escribir mis memorias.

LUCERO: Una persona jubilada no vive en un lugar tan abandonado por Dios.

BENJAMÍN: Es verdad. Buena observación, Lucero…

LUCERO: (Riendo) Perdón, no quise ser…

BENJAMÍN: ¡Oh, no, para nada! No he dicho nada de eso. Tiene toda la razón. Sabe, lo que pasa es que me divorcié y ¡caray!, mi mujer supo sacar provecho de la situación…

Benjamín comienza a buscar entre los papeles algo para curar el brazo herido.

LUCERO: Yo no dejaría escapar a un hombre como usted.

BENJAMÍN: Lo tomaré como un halago, gracias. Pero mi mujer…

LUCERO: Ex…

BENJAMÍN: Otra vez tienes toda la razón. Aún no logro acostumbrarme… mi ex mujer… no lo veía así. Decía que perdía mi tiempo.

LUCERO: A mí siempre se me ha hecho interesante conocer a personas como usted.

BENJAMÍN: ¿O sea que no soy el primero?

LUCERO: A menudo me los encuentro en el camino.

Benjamín por fin encuentra en su maleta algodón y una botellita de tequila.

BENJAMÍN: No es alcohol, pero tendré que improvisar.

LUCERO: Gracias, Benjamín. (Le sonríe)

BENJAMÍN: Esto te dolerá un poquito.

LUCERO: No importa, ya estoy acostumbrada al dolor.

La iluminación se va atenuando hasta llegar al oscuro.


ESCENA QUINTA
La una y treinta de la tarde.

Nueva iluminación. Samuel sentado en el catre. Juega con una baraja de lotería.

SAMUEL: El Valiente. La Dama. La Chalupa. (Pausa.) El agua está verdosa, muy verdosa y huele mal. (Revisa la baraja contando las cartas.) Aquí faltan cartas, no están la Muerte ni el Gallo… ¿Alguno de ustedes ha estado jugando con mi baraja? ¡Estoy hasta la madre de que se metan con mis cosas!... ¡Contesten, escuincles malcriados!

Se escuchan de fondo las risas traviesas de unos niños.

SAMUEL: ¡Los estoy escuchando muy bien, desgraciados! Algún día los tendré de vuelta y los volveré a jugar a la suerte… (Ríe.) Van a perder, sí, y van a llorar como la última vez. Sé que se acuerdan muy bien de aquella tarde cuando se les quebraron los huesos, rechinaban como si estuvieran oxidados. (Ríe.) Sigan riendo, cabroncitos, pero de ésta no se salvan. (Ríe a carcajadas.). Ustedes se esfumaron, pero aún los escucho que andan rondando entre mis cosas, como duendecillos… (Ríe maliciosamente.)

Se escuchan de nuevo las risas de los niños.

SAMUEL: ¡El Diablo!

Ahora se escucha que los niños sollozan.

SAMUEL: Si en la baraja estuviera el Coco sería tan ridículo. ¡Pero está el Diablo que viene por estas dos cabritas tiernas y pequeñas!

Los sollozos poco a poco se van haciendo más fuertes. Pausa corta. Se escucha ahora que corren de prisa.

SAMUEL: ¡No se escondan, cabritas tiernas! ¡El Valiente! El Valiente les salvará la vida porque tiene en su mano la navaja que brilla como la luna. ¡No corran! Yo soy más veloz que las cabritas pequeñas. (Ríe frenéticamente. Transición: Hablándole a la carta). Es que la tarde era azul, como el cielo… luego se puso colorada colorada como si estuviera enojada con todos los que andan de un lado para otro sin rumbo, como yo. Yo no gritaba porque eso no me lo ensañaron en la escuela, pero ellos todo el día jugaban con mis cosas y eso sí que no está bien.

Se escuchan que los niños sollozan quedamente.

SAMUEL: ¡Cállense, con una chingada!

Cambio de iluminación.

SAMUEL: Pa´pronto que el calor se les subió al cuerpo y es que en estas temporadas así nos castiga el sol, como si le hubiéramos hecho algo que no le gusta… ellos lo hacían enojar todos los días con sus juegos prohibidos… y la baraja que siempre estaba regada por todas partes… y ella que nunca estaba donde debería estar.

El llorar de los niños se vuelve más fuerte. Se escucha poco a poco que se rompe madera; este sonido se vuelve constante hasta el final del texto de Samuel.

SAMUEL: Ya no lloren… ya no lloren así porque se me revuelven los recuerdos en los ojos, en las manos y luego ya no me puedo dormir, luego ya no puedo jugar como cuando era como ustedes… a la rayuela, a la matatena, al balero, a las escondidas… a la lotería. ¡¡O se callan o les arranco la lengua!!

Las risas, los sollozos y lloriqueos de los niños se van mezclando con el sonido de la madera que se rompe. La mezcla de estos sonidos va llegando a un clímax y a unos tonos muy graves.

SAMUEL: ¡La Muerte! ¡Ustedes vieron al sol y yo me reí junto con ustedes! ¿Qué ya no se acuerdan de cuando fuimos al mar y las conchas nos cortaban las plantas de los pies? ¿Por qué lloran si éramos felices en el jardín? ¿Qué no querían quedarse allí junto con sus juguetes?

Samuel se lleva las manos a su cabeza.

SAMUEL: ¡Ya no se escondan, salgan, salgan, ya terminé de contar! ¡Los juegos ya terminaron para ustedes, dejen de esconderse!

Los sonidos se vuelven cada vez más graves y el sonido que produce la madera al romperse produce ecos. Samuel ha llegado al clímax de su locura.

SAMUEL: (Ríe frenéticamente) ¡No se me acerquen, no se me acerquen que me van a romper la piel, los huesos, dejen de hundirme la piel en los huesos!

Unas nuevas risas se mezclan con los demás sonidos, pero éstas se escuchan agudas y desagradables. Samuel cae al catre y se contorsiona salvajemente.

SAMUEL: ¡¡Me queman, me queman!!

La mezcla de sonidos llega a un punto en el que se escucha el rasgarse una tela de una manera distorsionada.

La iluminación se apaga de golpe.

ESCENA SEXTA
Las dos y quince de la tarde.

Nueva iluminación. Los vagabundos entran a escena con sus cajas y costales de basura. Se instalan en uno de los extremos del escenario. El Vagabundo 1 saca de una de las cajas un desafinado, sucio y viejo violín. El Vagabundo 2 saca de uno de los costales una trompeta igual de sucia, vieja y desafinada que el violín. Tratan de afinar los instrumentos. Se preparan para comenzar a tocar, pero el Vagabundo 2 recuerda que se le olvida algo y hace mutis. Poco después entra con la tina y la pone frente a ellos. Una vez más se preparan para hacer música. El Vagabundo 1 saca de una bolsa una vieja grabadora y se la cuelga en el cuello.

VAGABUNDO 1: Un, dos, tres, cuatro…

Enciende la grabadora y una música orquestal se escucha de ella, mientras que ellos tocan tratando de seguir el compás, aunque resulta realmente chistoso y espantoso.

Algunas personas entran a escena poco después de que ellos han iniciado; los observan, ríen y les arrojan unas cuantas monedas. Los personajes incidentales salen de escena riendo y mirándolos de reojo. Luego de un rato el Vagabundo 1 apaga la grabadora y la guarda junto con su instrumento. El Vagabundo 2 recoge las monedas y las guarda dentro de un monedero, también guarda su instrumento; después le muestra el monedero y el otro cuenta el dinero.

VAGABUNDO 1: Te dije que de algo iba a servir esta pinche tina.

Los dos comienzan a reírse como locos, recogen la tina y sus cosas y salen riendo. Entra la música orquestal que se escuchaba de la vieja grabadora y de fondo se siguen escuchando las risotadas de los vagabundos. Poco a poco la iluminación sale junto con la música.


ESCENA SÉPTIMA
Las tres de la tarde.

Luz. Entra Lucero del brazo de Benjamín.

LUCERO: Nunca había comido tanto en mi vida.

BENJAMÍN: A veces hay que darle gusto al paladar.

LUCERO: Eso sí. Pero comerse quince tacos… mire, cómo tengo la panza, me veo muy gorda…

BENJAMÍN: No exageres por favor, si eres hermosa.

LUCERO: Favor que usted me hace, Don Benjamín.

BENJAMÍN: ¿En qué quedamos, pues? Benjamín para ti, el “Don” me hace sentir más viejo.

Ríen juntos. Lucero se detiene y eructa de una manera realmente asquerosa y grotesca. Benjamín la mira sorprendido.

BENJAMÍN: Sí que estaban ricos esos tacos.

LUCERO: (Avergonzada) Ay, Benjamín… qué pena. Pero es lo que uno aprende en la calle.

BENJAMÍN: No se preocupe, Lucero, siempre pasa. Hasta a mí me ocurre de vez en cuando y si no… pues me olvido de los modales de casa y… pues ya sabe, las cosas del cuerpo que no sirven, pues…

LUCERO: Benjamín, qué simpático eres. Lo que pasa es que toda mi vida la he vivido aquí en la calle. Desde muy chica tuve que aprender a sobrevivir…

BENJAMÍN: No me lo tomes a mal, pero no pareces… una mujer de la calle… quiero decir…

LUCERO: Entiendo muy bien, Benjamín. Es que en una ciudad como esta uno conoce de todo. Cuando tenía trece una mujer rica me recogió y me contrató como sirvienta en su casa, y pues me enseñó muchas cosas. Y luego yo anduve por mi cuenta. Me alejé de ella porque se hizo vieja y yo no quería hacerme cargo; además ya estaba muy enferma y mejor me fui. Después anduve de un lado a otro, de aquí para allá tratando de seguir en este mundo loco; y pues mírame, aquí sigo… Nomás que no sé por cuánto tiempo más. Muchas veces la calaca me ha tocado a la puerta, no creas, me he visto en unos apuros que pa´qué te cuento… Un día conocí a un hombre a toda madre. Me compraba lo que yo le pedía y hasta me andaba regalando una casa y un coche a cambio de que le diera un hijo… nomás que ya después no se pudo y se me fue. Se me fue para siempre y ya no puedo. Y luego un día conocí a otro hombre que era muy parecido a ti, nada más que aquel era güero… no era gringo, pero era güero de ojo azul. Muy lindo él. Pero es que una no es adivina para saber cómo es la gente por dentro, ¿verdad? Y resultó que le gustaba la droga y me embarqué en esas cosas y hasta fui a dar al gabacho, como por ahí dicen, ya sabes, uno hasta se vuelve costal de no se que tantas cosas, pero eso sí, te juro que jamás probé nada. A ése lo dejé después de un rato. Luego conocí a otra señora rica, más rica que la otra; ésta tenía muchas casas por todo el país y anduve con ella hasta los veintiuno. Me fue bien con ella, pero salí con muchas broncas porque resultó que el viejo que quería conmigo era de ella y ya sabes, como dicen por ahí… de tanto compartir terminas pidiendo. Y mejor me vine de regreso para acá. Todo cambió. Donde ahora vivimos estaba mejor; claro, el terremoto vino a joder muchos lugares, lo bueno que ese edificio aguanta otros añitos más. Y lo bueno también es que los del gobierno no lo tiraron, eso sí quién sabe por qué. Ahora se ha vuelto hogar de todos y de nadie. Con decirte que hasta he visto lagartijas y víboras en el edificio…

BENJAMÍN: Reptiles…

LUCERO: La otra vez me tocó ver cómo una víbora cambiaba de piel… (Pensativa.) No sé por qué me acordé tanto de mi pasado… A mi me gustaría desprenderme de esta piel que tengo y tener una nueva, que no tuviera cicatrices ni nada que me hiciera ver fea. Tirarla a la basura y lucir otra más hermosa y que aquella piel que dejas también te arranque todos los recuerdos más agrios que hayas tenido. La serpiente dejó su piel junto a una rama y después yo la recogí; cuando la toqué sentí como si me hubiera tocado el vientre…

BENJAMÍN: No digas esas cosas. Tú eres muy hermosa.

LUCERO: ¿De verdad te parezco hermosa? ¿Más hermosa que tu mujer?

BENJAMÍN: Mil veces más bella… ella es un monstruo.

Lucero se carcajea y después Benjamín. Cuando terminan de reír se miran fijamente. Benjamín se acerca a ella y la besa. La iluminación se va atenuando y el cascabel de una serpiente se escucha antes del oscuro.


ESCENA OCTAVA
Las cuatro de la tarde.

Luz. Las escaleras ahora sirven como vías de tren. Los Vagabundos caminan sobre los extremos tratando de guardar el equilibrio. A lo lejos se escucha el silbido del tren.

VAGABUNDO 1: Tengo una idea, compita.

VAGABUNDO 2: Tú eres muy bueno para eso de las ideas, a veces creo que debiste de haber sido inventor…

VAGABUNDO 1: Soy inventor de ideas, y muy efectivas, con decirte que ésta que traigo entre manos nos va a sacar de pordioseros.

VAGABUNDO 2: ¡Eso sí que no! Yo soy muy feliz como soy, además yo pertenezco al asco de esta ciudad.

VAGABUNDO 1: (Ríe) Mi muy buen poeta de cabeza plana. No comprendes que tú y yo siempre perteneceremos a las calles y a todo lo que huela a escombro y a basura. Pero hay formas más hermosas de vivir en esta urbe.

VAGABUNDO 2: ¿Cuáles?

VAGABUNDO 1: El viejo edificio.

VAGABUNDO 2: Ni que estuviera pendejo para vivir ahí. Ese pinche edificio está por venirse abajo. Prefiero morir en la calle, que morir aplastado por un montón de escombros; además ya me acostumbre al frío… tengo la piel bien curtida.

VAGABUNDO 1: ¡No jodas! Los imbéciles que viven allí tienen dinero de sobra, no más que lo tienen bien escondido. A la noche nos metemos y si la hacen de tos nos los enfierramos, total nadie se va acordar de ellos.

VAGABUNDO 2: ¿Tú crees que si tuvieran dinero de más no estarían viviendo en otra parte? No seas güey, lo que pasa que la ruca de Victoria les renta. Ese edificio es de ella. Yo no quiero matar a ningún cabrón.

VAGABUNDO 1: ¿Te estás echando pa´trás?

VAGABUNDO 2: ¿Y cuándo me eché pa´delante? Lo que pasa que tú quieres darle matarile a la chavita que la Victoria metió allí. Si quieres dinero róbaselo a la ruca.

VAGABUNDO 1: Te estás pasando, carnal.

VAGABUNDO 2: ¿Yo? Lo de la tina estuvo fácil, pero ¿a poco crees que no te vi la mirada que le echabas a la putita? Todo fue puro plan para a ver si te aflojaba, nomás que el ruquito se nos puso al tiro. Y tú creías que no había nadie allí. Y ultimadamente, le vamos a regresar a la morra la tina. Yo no soy rata, nomás vago.

VAGABUNDO 1: Ya me doy cuenta con quién me junto. Pos sí, quiero darle matarile y también al ruco por meterse en lo que no le importa y sí no estás conmigo…

VAGABUNDO 2: ¿Qué? ¿Me muero?

VAGABUNDO 1: Chance.

VAGABUNDO 2: Yo también tengo con qué defenderme. Yo no voy abrir el pico, total nadie se va acordar de ellos. Nomás que yo no mato. No vas a conseguir mucho, car-na-li-to.

VAGABUNDO 1: Eso lo veremos luego. Y si quieres regresarle la tina, hazlo. Nomás que conmigo ya no andas… y no me conoces.

El tren se escucha más cerca. Los vagabundos se retiran un poco de las vías. Poco a poco la iluminación se va atenuando hasta llegar al oscuro. El sonido del tren crea el efecto de haber pasado donde estaban los vagabundos.


ESCENA NOVENA
Las cinco y treinta de la tarde.

Luz. Los personajes se encuentran en sus respectivos cubos. Samuel come un poco de sopa instantánea. Benjamín viste un traje y un sombrero, tiene un pequeño espejo en las manos y se observa alejándolo y acercándolo a su rostro y en distintas partes de su traje. En la mesa se encuentra un ramo de rosas rojas.

Lucero viste una blusa escotada con tirantes y una minifalda. Se maquilla un poco y canta una canción en voz baja. Mientras los personajes realizan estas acciones el Vagabundo 2 entra a escena con la tina y la coloca a un lado de la escalera que pertenece al cubo de Lucero; después hace mutis mirando de reojo hacia donde se encuentra Lucero. La voz en off de un señor que vende gorditas de horno se deja escuchar a lo lejos.

VOZ OFF: ¡Hay gorditas de horno!

LUCERO: ¡Gorditas de horno!

VOZ OFF: ¡Hay gorditas de horno!

SAMUEL: Y de postre unas gorditas de horno. (Ríe.)

Samuel y Lucero bajan a comprar unas gorditas de horno. Los dos se encuentran en el camino y miran la tina.

VOZ OFF: (Se escucha a lo lejos) ¡Hay gorditas de horno!

LUCERO: ¡Mi tina!

SAMUEL: ¿Es suya esa tina?

LUCERO: Sí. Es curioso, ¿sabe? Los vagos que a veces andan por aquí me la habían robado; creo que se arrepintieron y aquí me la dejaron. Usted es nuevo aquí, ¿verdad?

SAMUEL: Sí. Anteayer por la noche llegué.

LUCERO: Qué tristeza, ya se me fue el señor de las gorditas. Hace mucho tiempo que no las pruebo.

SAMUEL: Si quiere lo alcanzo

LUCERO: No se apure. Siempre se dan una vuelta y regresan.

Pausa corta. Los dos se miran con cierta coquetería.

SAMUEL: Me imagino que usted lava en esa tina

LUCERO: (Ríe con pena) Aquí lavo, me baño y me duermo.

SAMUEL: Debe ser muy incómodo. Yo al menos tengo un catre donde dormír. Lo malo es que no tengo agua…

LUCERO: En realidad aquí nunca hay agua y tampoco hay baños. Desde el temblor que no hay servicio. Por eso están las letrinas improvisadas y de vez en cuando las pipas vienen a surtirnos de agua. Hoy tuve suerte, pude bañarme.

SAMUEL: Qué buena suerte. Yo tengo varios días sin bañarme. Si tuviera dinero compraría una tina.

LUCERO: Y si yo tuviera dinero compraría un catre.

Los dos se miran como si se les hubiera ocurrido la misma idea.

SAMUEL: ¿Sabe una cosa? Es incómodo no estar bañado y es incómodo no dormir en una buena cama, o ya de menos en un catre…

LUCERO: Me llamo Lucero. (Le tiende la mano.)

SAMUEL: Samuel.

Prolongan el saludo. Pausa corta.

SAMUEL: ¿Y se puede saber cuánto tiempo tiene viviendo en este lugar?

LUCERO: Poco.

SAMUEL: Ya veo. (Pausa.) Parece que tiene un compromiso.

LUCERO: Sí. Me va a visitar un amigo.

SAMUEL: Un amigo. Vaya, ¿eh?

LUCERO: Será una cita especial. Me gustan las citas especiales.

Mientras tanto Benjamín termina de revisar que todo esté bien con su atuendo. Se pone un poco de spray en la boca para el mal aliento.

SAMUEL: Qué bien.

LUCERO: Pero la tina no es muy…

SAMUEL: Lo ideal es una…

LUCERO: Ajá, es mejor.

A lo lejos se vuelve a escuchar al señor que vende las gorditas horno.

VOZ OFF: ¡Hay gorditas de horno!

LUCERO: Le propongo un trato.

SAMUEL: ¿Un trato?

LUCERO: Yo le presto la tina para que se dé un baño y usted me presta su catre para mi cita especial. Y tal vez después… bueno, si usted quiere…

SAMUEL: Sí, me parece bien.

LUCERO: Pues bueno.

SAMUEL: Bueno.

LUCERO: Pues vamos.

Benjamín baja de su cubo y se dirige al cubo de Lucero. Triste, Benjamín mira cómo Lucero se va con Samuel tomada de su brazo. Lucero sube al cubo primero y luego la sigue Samuel, que lleva la tina en su mano.

LUCERO: Es perfecta.

SAMUEL: Sí, no está mal.

Lucero se sienta en el catre para probar que no se rompe, se acuesta para sentir que no tenga ningún hueco en la colchoneta, se da vueltas y Samuel la mira con deseo.

LUCERO: Me gusta, hace tanto que no sentía la amplitud de una cama, la suavidad de las sábanas… una almohada… qué rico. (Se estira y bosteza.)

Entre tanto, Benjamín camina lentamente dando círculos en su propio eje. Su rostro muestra una profunda tristeza. Se detiene mirando hacia el frente. Lucero se sienta y Samuel mira sus piernas. Se sienta junto a ella. Ahora mira el escote de Lucero.

SAMUEL: ¿Entonces te lo llevas?

LUCERO: Si me ayudas a bajarla.

Benjamín contiene el llanto con coraje.

SAMUEL: El agua…

LUCERO: ¿El agua?

SAMUEL: ¿Has ido al mar?

LUCERO: Sí, varias veces.

SAMUEL: ¿Y te has dado cuenta de que el mar no es azul? Cuando tomas el agua del mar en tus manos y la ves que humedece tus uñas, no te pinta. El mar a lo lejos se ve tan azul como el cielo, pero no lo es. En cambio el fuego, donde quiera que se encuentre, quemando lo que sea, siempre es rojo, rojo, rojo. Y luego todo lo vuelve negro.

Una suave melodía entra acentuando el dolor de Benjamín.

LUCERO: Sí, me he dado cuenta. Pero no sé nadar. (Pausa.) ¿Me ayudas a bajarla…?

SAMUEL: Sí.

Lentamente Samuel baja uno de los tirantes de la blusa de Lucero, dejando al desnudo uno de sus pechos. Lucero no opone resistencia y deja que Samuel bese su pecho.

La melodía anterior sale y entran las risas de los niños. Benjamín saca de la bolsa de su saco unas hojas. Comienza a leer en silencio, pero hace una serie de gestos y muecas, como si estuviera declamando poesía.

SAMUEL: (En voz baja) No hagan ruido o romperán el barco de cristal, y todos nos ahogaremos.

Lentamente recuesta a Lucero en el catre y comienza a besarla. La risa de los niños disminuye hasta dejarse de escuchar. El Vagabundo 2 entra tocando una melodía con la trompeta. La melodía está cargada de dolor, nostalgia y tristeza. El Vagabundo 1 entra bailando con un maniquí desnudo lleno de agujeros; de éstos agujeros salen unas luces blancas. Además lleva consigo cargando al hombro una vieja bolsa. Benjamín continúa con sus acciones hasta que termina con un gesto de haber gritado con fuerza. El Vagabundo se acerca hasta Benjamín y le quita el ramo de rosas, se lo cambia por un ramo seco que lleva guardado en la bolsa. Mientras tanto los amantes hacen el amor. Lucero está sobre Samuel, en la posición de “jinete”. Los movimientos que realizan ambos personajes son lentos que parece que los hacen en cámara lenta. El Vagabundo 1 continua bailando con el maniquí y le habla al oído, ríe queda y falsamente. Los amantes llegan al clímax de su relación, una luz intensa los ilumina; después esta misma iluminación se apaga lentamente. Tres cenitales respectivamente iluminan al resto de los personajes. Benjamín llora en una actitud de mimo.

El Vagabundo 2 saca un cuchillo de su bolsa y mientras baila con el maniquí le corta el cuello; la sangre comienza a escurrir y el Vagabundo la chupa. Los cenitales de los vagabundos se apagan lentamente, y sólo se ven las luces que salen del maniquí. El trompetista continúa con la dolorosa melodía. Benjamín da la espalda al público y le arroja el ramo de rosas secas. Poco a poco la melodía se acaba y las luces del maniquí se apagan. Al final el cenital de Benjamín se apaga de golpe.


ESCENA DÉCIMA
Las siete de la tarde.

Luz. Samuel baja el catre del cubo, Lucero lo espera abajo. Samuel lleva el catre hasta el cubo de Lucero. Vuelve a bajar y se despide de ella con un beso. Samuel hace mutis. Benjamín se encuentra en su cubo bebiendo de la botella de tequila. Luce ligeramente ebrio. Teclea algo en la máquina de escribir. Lucero sube a su cubo y se acuesta en el catre. Una melodía entra.

LUCERO: Está escribiendo. Tal vez me está escribiendo una carta o un poema; quizás sólo sus memorias donde apareceré yo. (Ríe.)

BENJAMÍN: (Escribiendo con coraje) Todas las viejas son iguales, todas las viejas son iguales, todas las viejas son iguales, todas las viejas son iguales…

LUCERO: Espero que no haya llegado cuando me salí.

BENJAMÍN: Todas las viejas son iguales…

LUCERO. Viejito loco. (Ríe.) Le voy a hacer recordar su juventud… a lo mejor termina diciendo el nombre de su ex… (Ríe.)

Samuel entra con una cubeta llena de agua. Sube a su cubo y vacía el agua en la tina, se desnuda y se mete en ella.

SAMUEL: ¡Ah! Nada mejor que un baño… ¿Recuerdan el agua caer en su cuerpo? ¿Te acuerdas cuando el agua se volvió roja, cuando se revolvía con los cabellos negros? Yo me acuerdo de todo.

La melodía anterior sale para dar principio a otra.

SAMUEL: Se puede gritar dentro del agua, se puede correr con el fuego en las manos. Oigan, ¿me escuchan? ¿Pueden escuchar el sonido del agua resbalarse por mi cuerpo? Todo se puede consumir con una simple llama, todo. (Ríe malévolamente.) Los pájaros dejaron de cantar desde muy temprano, la casa estaba tan silenciosa que se podía escuchar a las arañas tejer y a las cucarachas trepar por las paredes. Veamos, ¿qué tenemos por aquí? Una mano mojada y fuerte, capaz de romper los huesos de unos pajaritos… ¿Y qué tenemos por acá? Otra mano capaz de sacar los ojos…, la lengua, y hacer trizas las vísceras… ¡Yo no puedo dejar de hacer lo que quiero! No conozco ese límite; sería tan cruel pensar que puedo hacerlo. Pero eso no lo entiendes. ¿Qué esperabas? ¿Que dejará que te fueras con los pajaritos y dejarme sólo las jaulas? ¡No! Ni ellos creyeron en mí, porque tú les enseñaste a odiar y a guardar los rencores; esos no son juguetes para un niño. Tenías razón en haberme dicho que la soledad de un hogar no se cura con todos los juguetes del mundo, mucho menos con cuentos de hadas. ¡Yo no soy el único culpable! Pero el fuego siempre cura los errores del pasado, quema lo que ya no sirve, lo que ya no tiene remedio. No tenía salida, entiéndelo por favor, era lo mejor para todos. Nadie sabrá lo que pasó, sólo yo. Porque el fuego vuelve cenizas todo y nadie reconoce nada de las cenizas. Quemé las fotos, los peces, la ropa, las flores… la casa… los juguetes… los niños… te quemé a ti y a todos los guardé muy bien para que no los encuentren nunca. Sé que extrañarán el agua. (Ríe una vez más malévolamente; termina en una risa frenética)

LUCERO: Qué raro, ya se tardó.

BENJAMÍN: Todas las viejas son iguales…

Deja de escribir, saca la hoja de la máquina y le escupe; después la rompe y la lanza por los aires.
La luz sea apaga de golpe.

ESCENA DÉCIMOPRIMERA
Las nueve de la noche.

Luz. Los personajes duermen. Benjamín sobre la máquina de escribir, Samuel en la tina y Lucero en el catre. El Vagabundo 1 entra cautelosamente, asegurándose de que nadie lo sigue. Se dirige hasta el cubo de Lucero y comienza a tocar. Lucero despierta y se trata de arreglar un poco. Se asoma y ve al Vagabundo.

LUCERO: (Sorprendida) ¿Qué quieres, pendejo?

VAGABUNDO 1: Señorita… baje por favor.

LUCERO: ¡Lárguese de aquí!

VAGABUNDO 1: Señorita, quiero pedirle una disculpa por haber robado su tina y…

LUCERO: ¡Estuvo a punto de arrancarme el brazo! ¡Váyase y chingue a su madre!

VAGABUNDO 1: ¿Qué pasó, señorita? Vengo de buena fe y además pos a darle una mala noticia.

LUCERO: Buena fe… seguramente el que dejó la tina fue el otro vago que anda con usted…

VAGABUNDO 1: Ni madres, señito, ese güey fue el que planeó todo, si es bien rata… yo vine a dejársela de buena manera…

LUCERO: Ya váyase y no esté chingando.

VAGABUNDO 1: Le digo que le traigo una mala noticia.

LUCERO: No me interesa.

VAGABUNDO 1: Lo que pasa es que doña Victoria ya se petateó.

LUCERO: ¿Qué dice?

VAGABUNDO 1: Que ya pasó a mejor vida… Dios la tenga en su gloria.

LUCERO: ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿De qué?

VAGABUNDO 1: Hoy, hace rato, dicen que por atender a un cliente se le paró el corazón y el güey que estaba encima de ella se espantó tanto…

LUCERO: Pero si le dije a la doña que ella no estaba para eso.

VAGABUNDO 1: Eso mismo dijeron las muchachas, pero es que dicen que le dieron rete hartas ganas…

LUCERO: Pero si yo la vi muy bien en la mañana…

VAGABUNDO 1: Ahorita la están velando y me encargaron que le avisara.

Lucero baja rápidamente y se encuentra con el Vagabundo. Éste saca de la bolsa de su pantalón un trapo y lo esconde tras de sí su espalda. Amarra los extremos del trapo a cada una de sus manos, todo esto con precaución para que Lucero no se percate.

VAGABUNDO 1: Pobre de doña Victoria, era tan buena. Me hizo tantos favores.

LUCERO: A ver, vamos para allá.

Lucero camina dando la espalda al Vagabundo. Éste camina detrás de ella, deja al descubierto el trapo y de una manera violenta le tapa la boca a Lucero. Entra una melodía que crea una atmósfera de violencia. Ella forcejea tratando de quitarse de encima al Vagabundo. Hay una lucha entre estos dos personajes durante un largo tiempo. Lucero trata de gritar con fuerza. Durante el forcejeo Lucero pierde una de sus zapatillas. El Vagabundo logra asentarle un golpe en la cabeza contra una de las caras de uno de los cubos. Inconsciente, Lucero cae al piso. El vagabundo amarra el trapo en la boca de Lucero y se echa el cuerpo de ella al hombro; de esta manera sube al cubo de Lucero. La deja sobre el catre, comienza a besarla y a desnudarla. Ella despierta poco a poco y se percata de que está siendo abusada por el Vagabundo. Una nueva pelea se suscita. El Vagabundo logra ponerla boca abajo y atarle una soga en sus manos que saca de uno de los bolsillos de su pantalón. Ella patalea. Él bruscamente levanta la minifalda de Lucero hasta su cintura Trata de violarla, pero ella pone resistencia. El Vagabundo 2 entra a escena con trompeta en mano, encuentra la zapatilla, la toma y la huele y se percata de que Lucero está en peligro; inmediatamente se dirige hacia el cubo de Lucero, sube y con la trompeta en mano da golpes en la cabeza al Vagabundo 1. Por cada golpe se choca se escucha que la trompeta produce un sonido que caracteriza al instrumento cuando está desafinado. Los chorros de sangre salpican por todas partes. El Vagabundo 1 cae muerto encima de Lucero. Cambio de melodía. El Vagabundo 2 retira el cuerpo del Vagabundo 1. La espalda de Lucero está llena de sangre. El Vagabundo 2 se ensucia con la sangre su ropa, su cara y sus manos. Lucero ve la sangre que escurre por su cara y se desmaya. El Vagabundo 2 luce nervioso y no sabe qué hacer. Benjamín despierta.

BENJAMÍN: ¡Lucero! ¡Lucero! ¡¡¡Luceeeroooooooooo!!!

Samuel despierta alarmado. El Vagabundo 2 reacciona también alarmado. Samuel sale de la tina con prisa y se viste. El Vagabundo 2 trata de reanimar a Lucero dándole unas ligeras bofetadas. Benjamín se levanta con enojo de la silla y baja del cubo; Samuel, ya vestido, también baja de su cubo y en el camino encuentra la zapatilla de Lucero. El Vagabundo 2 se da por vencido de querer reanimar a Lucero y baja del cubo. Samuel y el Vagabundo se encuentran; mientras tanto, Benjamín sube al cubo de Lucero y la encuentra llena de sangre. La toma en sus brazos creyendo que ha muerto.

SAMUEL: ¿Qué has hecho, hijo de la chingada?

VAGABUNDO 2: No… yo… ella… está…

SAMUEL: ¡La mataste, cabrón!

VAGABUNDO 2: ¡No! Ella… está…

Samuel se deja ir contra él a golpes. El vagabundo se defiende. Entre tanto Benjamín llora. Samuel y el vagabundo pelean.

BENJAMÍN: (Llorando) Perdóname, fui tan idiota.

Samuel y el Vagabundo continúan en su lucha hasta que el Vagabundo saca un cuchillo y logra herir a Samuel en el estómago.

VAGABUNDO 2: Ella está viva.

Samuel cae al piso doliéndose de la herida. El Vagabundo mira con detenimiento a Samuel y se sorprende. Rápidamente de sus ropas saca numerosas hojas de periódico que le ayudan para calentar su cuerpo. Toma una de las hojas del periódico y el rostro de Samuel aparece en toda la plana con un encabezado con letras grandes y rojas: “PIROMANIACO ASESINA A SU ESPOSA E HIJOS”. Toma otra de las hojas de periódico y la extiende; en toda la plana aparece el rostro de Samuel con un encabezado que dice: “PRENDE FUEGO A SU FAMILIA. LOS CUERPOS SON ENCONTRADOS SEMIENTERRADOS EN EL JARDÍN DE SU CASA”. Tragando saliva con dificultad, y apresuradamente toma otra plana de periódico donde aparece de nueva cuenta la cara de Samuel, esta vez en el encabezado se lee:
“AHOGA A SU MADRE EN LA TINA DEL BAÑO Y DESPUÉS PRENDE FUEGO A SU ESPOSA E HIJOS. SE BUSCA AL HIJO DEL DIABLO”. El Vagabundo deja tiradas todas las hojas del periódico y sale corriendo de escena. Samuel se queja un poco por el dolor y permanece tirado en el piso. Benjamín continua llorando y limpia la sangre que le escurra a Lucero; y se da cuenta que no está herida.

BENJAMÍN: (Reanimándola.) Lucero… Lucero, despierta, ¿estás bien? Lucero, todo está bien, estás viva.

Lucero recobra la conciencia poco a poco.

BENJAMÍN: Eso es… despierta, todo está bien… sólo fue un terrible susto.

LUCERO: ¿Qué pasó?

BENJAMÍN: Trataron de hacerte daño, pero afortunadamente no ha pasado nada grave.

Lucero mira el cadáver del Vagabundo y grita.

BENJAMÍN: Está muerto, alguien lo mató.

LUCERO: Fue el otro, el que me ayudó.

BENJAMÍN: ¿Quién?

LUCERO: El otro vago, el que a veces andaba con éste.

BENJAMÍN: Tal vez fue a pedir ayuda, porque no lo vi salir de aquí. Vamos, te ayudaré a quitarte estas ataduras y luego llamaremos a la policía.

LUCERO: Mejor vayámonos de aquí, tengo miedo.

Cambio de melodía. Samuel se levanta con dificultad y se dirige a su cubo; encuentra en el piso los periódicos y mira su cara en las planas. Se sorprende y toma una de las hojas y la lee. Sin más fuerzas, cae sobre las planas de periódicos.

SAMUEL: ¿Pueden sentir cómo se escurre el agua por mi cuerpo el agua? Se siente tan fresca, pero es amarga (Ríe.) Nadie los encontrará jamás, sólo yo sé donde los escondí. (Ríe con dolor.) Vengan a ver cómo me vuelvo cenizas.

La risa de los niños se escucha en la lejanía.

Benjamín y Lucero bajan del cubo. Encuentran a Samuel en el piso y Benjamín corre para ayudarlo.

BENJAMÍN: ¡Está herido de gravedad!

Lucero se alarma y comienza a llorar.

BENJAMÍN: ¿Quién ha sido?

SAMUEL: Mis hijos. Esos infelices fueron.

LUCERO: ¡Rápido, Benjamín, tal vez entre las cosas de él encuentre algo con qué ayudarlo!

Benjamín sube al cubo de Samuel y encuentra la mochila; sin detenerse a mirar dentro de ella, baja. Se acerca a Samuel y vacía todo lo que tiene la mochila. Juguetes, las cartas de la lotería y muchas cajas de fósforos caen a un lado de Samuel.

BENJAMÍN: ¡Nada!

Mientras tanto, Lucero ve en los periódicos la cara de Samuel, lee en voz baja los encabezados.

LUCERO: Déjalo.

BENJAMÍN: Pero tenemos que ayudarlo, ¡se está desangrando!

LUCERO: Déjalo que se muera.

BENJAMÍN: ¿¡Qué!?

LUCERO: Cada quien debe pagar por sus crímenes. Déjalo que se muera.

Lucero muestra a Benjamín las planas de periódico. Benjamín las mira boquiabierto.

SAMUEL: Ellos gritan: ”agua, agua”, con la boca llena de lumbre.

Sirenas de policía se escuchan a lo lejos. Benjamín y Lucero se alejan de Samuel. El escenario se va oscureciendo. Sólo un cenital ilumina a Samuel. Sale la melodía anterior para dar principio a otra. La risa de los niños y sus sollozos crean una mezcla llena de terror.

SAMUEL: Ya no lloren… ya no lloren. Juguemos a la lotería, juguemos a la suerte a ver qué puede pasar, dejen que El Valiente los rescate de La Dama, de La Muerte. La carta del Diablo la tengo yo, nadie más.

Las sirenas de la policía se escuchan más cercanas.

SAMUEL: La casa está llena de fuego.

La luz del cenital se va apagando lentamente y la música, de igual manera, se deja de escuchar.

SAMUEL: La carta del diablo la tengo yo.

Oscuro. Las sirenas de la policía se escuchan en el lugar de los hechos. Poco a poco dejan de escucharse.








EPÍLOGO
ESCENA DÉCIMOSEGUNDA
Las diez de la mañana.

Luz. Benjamín se encuentra en su cubo escribiendo. Fuma y bebe café en un vaso térmico. Después de un rato de estar trabajando sin detenerse, deja de hacerlo. Saca la hoja del rodillo de la máquina y la lee en voz alta.

BENJAMÍN: “Querida Magdalena: Me he dado cuenta de que la vida está llena de sorpresas. Cuando te conocí fuiste la más hermosa de las sorpresas que la vida pudo regalarme. Pero duraste poco tiempo. No sé cómo fue que te perdí, no me he detenido a meditarlo. Desde que salí de casa y te dejé todo, porque así lo dispuso la ley, me entregué a mí mismo. Me di la oportunidad de disfrutarme, de entregarme a las cosas que para ti eran insignificantes y carecían de gracia. Yo he aprendido a ver en las pequeñas cosas su grandeza de ser. Y mira que me asombro de lo que me he encontrado durante todos estos meses que viví sin ti.

Pausa. Fuma tranquilamente y juega a hacer anillos de humo.

BENJAMÍN: “Doy gracias a Dios por alejarme de tus amarguras y tus falsedades; y de haber hallado el valor de seguir el camino sin tu desagradable compañía. No te escribo como un hombre lleno de rabia o coraje o por despecho, sino como un hombre que por fin se ha encontrado a sí mismo, y que puede hablar y sonreír sin pedir permiso y sin tener miedo. Magdalena, la ciudad no es nuestra casa. No quiero vivir como un ermitaño, esperando la visita de los hijos y de los nietos. No quiero que todas las fiestas se organicen en casa por miedo a salir a conocer a mis vecinos. Tú ahora estás sola con todos los retratos que cuelgan de las paredes; me imagino que has tirado a la basura todas las fotografías en donde aparezco. No me importa ya.

Pausa. Deja el cigarrillo sobre un cenicero improvisado. Se levanta y saca de su mochila la botellita de tequila, y le agrega un poco de tequila al café. Bebe un poco.

BENJAMÍN: “Vivo en donde menos te imaginas y en donde espero que nunca vivas, no sobrevivirías tu sola. La soledad te va a volver loca, más de lo que ya estás.

Pausa. Se acerca a la mesa y toma el cigarrillo, fuma.

BENJAMÍN: “He conocido gente tan interesante, tan maravillosa, que cree que la vida no sólo es quedarse en casa a ver televisión o platicar de cosas sin trascendencia. Estas personas viven como pueden; algunos huyen del crimen, otros huyen y no saben de qué. Otros sólo viven por vivir.

Pausa.

BENJAMÍN: “Hace poco conocí a alguien especial. Una mujer que ha estado en todas partes y que en ninguna parte se halla. Y como ella hay muchos, los que vagan para encontrar lo que sea, los que vagan para que los encuentren. Yo ya me encontré y me siento bien. Ahora no sé dónde está la mujer de la que te escribo, pero que prefiero no describírtela porque sé que te morirías de envidia.

Pausa. Vuelve a beber del café y se sienta en la mesa.

BENJAMÍN: “Trabajo en un burdel de quinta categoría, pensándolo bien; ni categoría tiene. Qué sorpresa, ¿verdad? Te lo dije, la vida está llena de sorpresas. Saco a los borrachos que llegan haciendo escándalo y a los vagos que buscan favores gratis. Gano apenas lo justo para comer y comprar hojas de papel para seguir escribiendo mis memorias. Sé que jamás estuviste de acuerdo con ésta actividad; no me importa lo que pienses, después de leer esta carta no habrá más. Tal vez algún día encuentre mis memorias alguien que le interesa la vida de un viejo que trabaja en un burdel lleno de pirujas y de jotos. Y descubra en ellas que la ciudad siempre tendrá sus escombros.

Pausa.

BENJAMÍN: “Posdata: Chinga a tu madre”.

Oscuro. Pausa larga.

ESCENA DÉCIMOTERCERA
Medio día.

Luz. Las escaleras sirven como vías de tren. Lucero está sola en el escenario, a un lado de las vías, con su maleta abrazándola contra el pecho. Porta un vestido blanco. En la lejanía se escucha el silbido del tren.

LUCERO: Qué triste es seguir el camino sola. Yo te estuve esperando, pero te perdí y ya no puedo. Ya no puedo, de veras que ya no. Quisiera mudar de piel para olvidarme de los golpes y las heridas y dejar entre los escombros la vieja y seca piel del pasado. Hubiera deseado sentirte, olerte y dormir junto a ti, pero ya no puedo. De veras que ya no puedo.

El sonido de la marcha del tren se escucha más cercano.

LUCERO: (Ríe amargamente.) Tarde o temprano ese viejo edificio se vendrá abajo y todos morirán entre tanto ladrillo y polvo, como a menudo mueren muchos, y nadie se acordará de ellos, nadie. (Abraza a la maleta como no queriendo desprenderse de ella.) Cada quien carga sus malos recuerdos y sus secretos, pero ¿para qué?

Lucero abre la maleta y deja caer de ella sangre y muñecas. La sangre empapa su cabello y su vestido. Deja caer la maleta aun lado. El sonido del tren se escucha a unos cuantos metros de donde se encuentra ella. Lentamente abre sus brazos y su cuerpo se inclina hacia las vías del tren. Las luces se apagan justo cuando el sonido del tren crea el efecto de haber pasado por encima del cuerpo de Lucero.

La melodía de la trompeta que se escuchó en la novena escena se escucha mientras

CAE EL TELÓN.



22 de Junio de 2005.