El Chico de la última fila
Juan
Mayorga
Personajes
Germán, de unos 55 años.
Juana, de unos 55.
Claudio, de 17.
Rafa, de 17.
Rafa Padre, de unos 45.
Ester, de unos 40.
(Germán lee un
folio manuscrito en el que hace anotaciones con rotulador rojo. Lo
que lee, primero le da risa y luego le indigna. Pone un cero en el
folio, lo deja en el montón de la derecha y coge otro del montón de
la izquierda. Lee una frase, pone en el folio un gran cero y lo deja
en el montón de la derecha. Coge otro folio. Está volviendo a
enfadarse cuando llega Juana.)
Germán- ¿Qué? ¿Cómo ha ido?
Juana- Podías haberme acompañado.
Germán- No voy a misa desde los catorce años.
Juana- No era una misa. Era un funeral.
Germán- No pensé que fuera tan importante para ti. No era un
pariente, ni un amigo. No irás a decirme que Bruno era un amigo.
Juana- Por no estar sola. Por poder hablar con alguien.
(Silencio.)
Juana- Conocí a las mellizas. Son tal como Bruno las describía.
¿Me cambio y nos vamos al cine, a una divertida?
Germán- No te cambies, estás muy guapa. Pero deja que acabe esto.
Echa un vistazo, esto sí que es divertido.
(Vuelve a su
lectura. Juana hojea el montón de la derecha.)
Juana- Cero. Tres. Cero. Hombre, ¡un cinco! Dos. Cero... ¿Tan
malos son?
Germán- (Sin dejar
de leer.) Peores. El peor curso de mi
vida.
Juana- Eso ya lo dijiste el curso pasado. Y el anterior.
(Germán pone un uno
en el folio, se lo da a Juana y coge otro.)
Germán- (Lee.)
“El sábado estuve viendo la tele. El domingo estaba cansado y no
hice nada”. Punto final. Les di media hora. Dos frases. Cuarenta y
ocho horas en la vida de un tío de diecisiete años. El sábado,
tele; el domingo, nada. (Pone un cero en
el folio y se lo da a Juana; coge otro.)
No les he pedido que compongan una oda en endecasílabos. Les he
pedido que me cuenten su fin de semana. Para ver si saben juntar dos
frases. Y no, no saben. (Lee.)
“Los domingos no me gustan. Los sabados si que me gustan pero este
sabado mi padre no me dejo salir y me quito el movil”. (Pone
en el folio un gran cero y lo deja en el montón de la derecha.)
Intenté explicarles la noción de “punto de vista”. Pero hablar
a éstos de punto de vista es como hablar a un chimpancé de mecánica
cuántica. Les leo el comienzo de “Moby Dick”, se supone que
todos saben de qué hablo, que han visto la película. Les explico
que la historia la cuenta un marinero. Pregunto: “¿Y si la hubiera
contado otro personaje, por ejemplo el capitán Achab?”. Me miran
asustados, como si les hubiera planteado el enigma de la esfinge.
“Bueno, me vais a hacer una redacción contándome lo que habéis
hecho este fin de semana. Tenéis media hora”. Y me entregan esto.
¿Qué fatalidad me condujo a este trabajo? ¿Hay algo más triste
que enseñar literatura en bachillerato? Elegí esta profesión
pensando que viviría en contacto con los grandes libros. Sólo estoy
en contacto con el horror. Y lo peor no es enfrentarse, día a día,
con la ignorancia más atroz. Lo peor es imaginar el día de mañana.
Esos chicos son el futuro. ¿Quién puede conocerlos y no hundirse en
la desesperación? Los catastrofistas pronostican la invasión de los
bárbaros y yo digo: ya están aquí; los bárbaros ya están aquí,
en nuestras aulas.
(Coge otro folio.)
Juana- No sabía si darles el pésame. Estaba por irme cuando se me
acercó una de ellas, no sé cuál, no las distingo. Me dijo que
mañana irán a la galería a hablar del futuro. “A hablar del
futuro”. ¿Me escuchas?
(Germán está
absorto en lo que lee.)
Juana- ¿Pasa algo?
(Silencio.)
Germán- (Lee.)
“El pasado fin de semana, por Claudio García. El sábado fui a
estudiar a casa de Rafael Artola. La idea partió de mí, porque hace
tiempo que deseaba entrar en esa casa. Este verano, todas las tardes
me iba a mirar la casa desde el parque, y una noche el padre de Rafa
casi me coge mirando desde la acera de enfrente. El viernes,
aprovechando que Rafa acababa de fracasar en la clase de Matemáticas,
le propuse un intercambio: “Tú me ayudas a mí con la Filosofía y
yo a ti con las Matemáticas”. No era más que un pretexto, claro.
Yo sabía que, si aceptaba, sería en su casa, porque la mía está
en una calle que Rafa no pisará jamás. A las once toqué el timbre
y la puerta se abrió ante mí. Seguí a Rafa hasta su cuarto, que es
como yo me imaginaba. Me las arreglé para dejarlo ocupado con un
problema de trigonometría mientras yo, con la excusa de buscar una
Coca-Cola, echaba un vistazo a la casa. Esa casa en la que por fin me
encontraba, después de haberme imaginado tantas veces allí dentro.
Es más grande de lo que suponía; mi casa cabe cuatro veces en ella.
Todo está muy limpito y ordenado. “Bueno, basta por hoy”, me
dije, y estaba a punto de volver con Rafa cuando un olor me llamó la
atención: el inconfundible olor de la mujer de clase media. Me dejé
guiar por ese olor, que me llevó hasta el salón. Allí, sentada en
el sofá, hojeando una revista de decoración, encontré a la señora
de la casa. La miré hasta que levantó sus ojos azules. “Hola. Tú
debes ser Carlos”. Su voz era tal y como había previsto; ¿dónde
enseñarán a hablar a estas mujeres? “Claudio”, contesté,
sosteniéndole la mirada. “¿Buscas el baño?”. “La cocina”.
Ella me condujo hasta allí. “¿Quieres hielo?”. Me fijé en sus
manos mientras sacaba los cubitos: alianza en la derecha y sortija en
la izquierda. Se sirvió un Martini. “Coge lo que quieras”, dijo.
“Estás en tu casa”. Ella volvió al sofá y yo a la habitación
de Rafa. Le resolví el problema de trigonometría. Va a necesitar
mucha ayuda para sacar las Matemáticas este curso. Continuará”.
(Silencio.)
Juana- ¿Dice “Continuará”?
Germán- Entre paréntesis.
(Pone un siete en la
redacción y coge otra.)
Juana- ¿Un siete?
Germán- No tiene faltas, y de vocabulario no está mal. No es
Cervantes, pero comparado con los otros... ¿Qué nota le pondrías
tú?
Juana- Yo llevaría esa redacción al director.
Germán- ¿Por qué? ¿Porque la madre de su compañero Rafa tiene
los ojos azules?
Juana- ¿Quién es este chico?
Germán- Me parece que es uno que se sienta en la última fila, pero
no estoy seguro. Todavía no los conozco. Estamos en la segunda
semana de curso.
Juana- ¿Le pones un siete y te quedas tan ancho? “Continuará”.
Germán- ¿Si le pongo un seis te quedarás tranquila? Menos de un
seis no puedo ponerle.
Juana- Se ríe de ti y le pones un siete.
Germán- ¿Se ríe de mí? No me había dado cuenta.
Juana- Se ríe de todo. De ti, de su compañero
Rafa, de la madre de Rafa... (Lee.)
“”Claudio”, contesté, sosteniéndole la mirada”. ¿Quién se
cree que es? ¿Por qué no le pides que lo lea en clase, en voz alta,
a ver si ese otro, ese Rafa, le da un buen sopapo. A no ser que el
tal Rafa... (Lee.)
“Rafael Artola”. ¿Existe? Lo mismo todo es una fantasmada.
(Germán hojea en el
montón de la izquierda. Encuentra el folio que busca.)
Germán- (Lee.)
“El sábado por la mañana estudié Matemáticas con mi amigo
Claudio. Por la tarde fui con mi padre a jugar al baloncesto. Fue un
partido muy disputado, pero ganamos y nos fuimos todo el equipo a
celebrarlo. El domingo...”.
(Sigue leyendo en
silencio. Le pone un cinco y lo coloca en el montón de la derecha.)
Juana- ¿Un cinco? Parece un buen chico. Al otro le pones un siete y
a éste un cinco.
Germán- No es clase de Ética, ni de Religión. Es Lengua y
Literatura.
(Coge otro folio.)
Juana- ¿De verdad no te preocupa? Yo al menos hablaría con él.
¿No vas a hablar con él?
Claudio- ¿Quería verme?
Germán- Siéntate, hombre.
(Claudio toma
asiento.)
Germán- Se trata de esa redacción sobre el fin de semana. Me
preocupa.
Claudio- ¿La puntuación? Me hago un lío con el punto y coma.
Germán- La puntuación está bastante bien.
Claudio- Se me dan mejor las ciencias, pero este año me he
propuesto mejorar en Lengua.
Germán- Se trata del contenido. Hablas de otro chico de clase, y de
su familia. A alguien le podría parecer mal.
Claudio- ¿Se lo parece a usted? ¿O se refiere a otra persona? ¿Lo
ha leído alguien más?
Germán- Todavía no. Pero estoy pensando dárselo al director, a
ver qué opina.
Claudio- No lo escribí para el director. Lo escribí para usted.
(Silencio.)
Germán- ¿Cómo crees que se sentiría tu
compañero Rafa si leyese...? (Lee.)
“... aprovechando que Rafa acababa de fracasar en la clase de
Matemáticas... un olor me llamó la atención: el inconfundible olor
de la mujer de clase media...”. Y no es sólo lo que dices. Lo peor
es lo que está entre líneas. El tono. ¿Qué tal si te lo hago leer
en clase? ¿Cómo se sentiría Rafa si oyese esto?
Claudio- No sé cómo se sentiría. Tampoco lo escribí para él.
Usted nos pidió que escribiésemos sobre el fin de semana. La idea
fue suya.
(Silencio.)
Germán- Vamos a dejarlo estar. No sé qué buscabas con esto, pero
sea lo que sea, vamos a pasar página.
(Claudio va a irse.)
Claudio- El ejercicio de los adjetivos, ¿puedo dárselo?
Germán- Dije para el lunes.
Claudio- Lo hice anoche, de un tirón. Si es que lo entendí bien.
Se trataba de hacer una redacción con los adjetivos de la lista.
¿Era eso?
(Saca el ejercicio.)
Germán- Es sólo un juego para haceros escribir.
Claudio- No sabía si los adjetivos tenían que salir en el orden de
la lista o si se podía cambiar. Yo lo hice en el orden de la lista.
Germán- El orden da igual. Lo dije.
Claudio- Tampoco sabía si se podía usar otros adjetivos, aparte de
los de la lista. Y tuve que repetir uno. Repetí “oscuro”.
Germán- No tienes que entregármelo hasta el lunes. ¿No quieres
quedártelo y revisarlo?
Claudio- Prefiero dárselo ya. Este fin de semana voy a centrarme en
las Matemáticas.
(Deja el ejercicio y
se va. Silencio. Germán coge el ejercicio y lee. Juana está
desmontando una instalación y embalando las piezas. Germán llega,
deja su cartera y le echa una mano.)
Juana- ¿Te parece arte para enfermos?
Germán- ¿Arte para enfermos?
Juana- A eso se reduce todo esto, según esas dos. Claro, que eso lo
dijeron después de ver los libros de cuentas. Primero me pidieron
las cuentas y luego emitieron su crítica. Si se vendiese, no lo
considerarían arte para enfermos. Ya suponía que serían unas
retrógradas, por cosas que Bruno contaba. Dos provincianas que igual
les da heredar una galería de arte que una tienda de embutidos.
¿Cómo pueden decir que esto es arte para enfermos?
Germán- Bueno, ya sabes lo que pienso sobre este tipo de
instalaciones. Yo necesito ver rostros. Gente. Siento una soledad
infinita en medio de...
Juana- No es el momento, Germán, estoy a punto de perder mi
trabajo. No es el momento de soltarme tus teorías contra el arte
contemporáneo. Necesito que me digas que esas dos son unas palurdas
hijas de puta.
Germán- ¿La cierran? ¿Van a cerrar la galería?
Juana- Me dan un mes. Un mes para demostrarles
que es un negocio viable. Para encontrar algo que se venda, pero que
sea el tipo de cosa que se vende en una galería de arte y no en, por
ejemplo, una tienda de embutidos. ¿Que no lo encuentro? Pues
traspasan el local y santas pascuas. (En
silencio, continúa su quehacer.)
Tocaron las piezas. Tenías que ver qué caras ponían. “Arte para
enfermos”... ¿Y tú? ¿Qué tal el día?
Germán- Nada de particular. Ah, hablé con ese chico.
Juana- ¿Y?
Germán- Charlamos y luego él me entregó el ejercicio sobre los
adjetivos, ése que pongo todos los años.
Juana- El de “Utiliza los siguientes adjetivos”.
Germán- Ése.
Juana- ¿Y?
Germán- Ha vuelto a hacerlo. Digamos que me ha dado el segundo
capítulo. Lo anunció, ¿recuerdas? “Continuará”.
(Silencio.)
Juana- ¿Lo tienes ahí?
Germán- Sí.
(Silencio.)
Juana- No quieres que lo lea.
Germán- No sé si me parece bien.
Juana- Llevo treinta años leyendo las cosas de tus alumnos.
Germán- Pero esto es distinto, ¿no?
(Juana reanuda su
quehacer. Germán abre su cartera, saca el ejercicio y se lo da a
Juana, que lo lee.)
Claudio- Escribe una redacción en que aparezcan
los siguientes adjetivos: contento, mismo, nuestro, opuesto, oscuro,
igual, concentrado, pequeño, mayor, fantástico. (Silencio.)
El lunes me acerqué a Rafael Artola y le propuse volver a estudiar
juntos. El de Mates le acababa de felicitar por los ejercicios de
trigonometría y él estaba contento como si le hubiesen dado el
Nóbel, así que quiso empezar esa misma tarde. De camino, hablamos
sobre lo que se supone que tienen que hablar los chicos de nuestra
edad: de chicas; de lo que vamos a estudiar; de ese tipo de temas
fuimos hablando hasta su casa.
¿Por qué Rafa?, ¿por qué lo elegí a él? Porque él es normal.
Él está en el extremo opuesto. Hay otros de clase que están en el
extremo opuesto, pero hubo algo que, el curso pasado, me hizo fijarme
en Rafa: a menudo, al salir de clase, vi a sus padres esperándolo,
cogidos de la mano. A otros chicos les avergüenza que sus padres
vayan por allí, porque les avergüenza la situación o porque se
avergüenzan de sus padres. Rafa no. Rafa parecía conforme con
aquello. Y yo me preguntaba: ¿Cómo será su casa?; ¿cómo será la
casa de una familia normal?
Nos abrió la puerta una mujer oscura, que igual podía tener quince
años que cincuenta y cinco. La señora estaba en el salón, con la
revista “Casa y jardín” en una mano y un metro en la otra. Tardó
en darse cuenta de nuestra presencia, tan concentrada estaba midiendo
una pared.
- Rafa -dijo, dándole un beso-. Y tu amigo... ¿Carlos?
- Claudio.
Sobre la tele, junto a un dragoncito chino, foto de la sagrada
familia en la playa, de cuando Rafa era pequeño: papá, mamá, el
nene y una nena un poco mayor que Rafa. El dragón los miraba como si
fuese a devorarlos a todos.
- Me han puesto un emebé en Matemáticas -anunció Rafa.
- ¡Un emebé! ¡Fantástico! ¿Qué os apetece de merienda?
Nos la preparó la mujer oscura. La señora se quedó en el salón,
con la revista en una mano y el metro en la otra, flotando como un
fantasma. Continuará.
Juana- Repugnante.
Germán- ¿Qué te parece repugnante?
Juana- ¿No te parece repugnante?
Germán- ¿Desde cuándo te has vuelto una moralista? Tú, que has
expuesto aquí cosas que hacían daño a los ojos, aquella exposición
de muñecas hinchables, ¿tú te escandalizas de que un chico de
diecisiete años piense lo que le dé la gana?
Juana- No que lo piense. Que lo escriba. “La exposición de
muñecas hinchables”. Cualquiera que te oiga... Ni que hubiera
convertido la galería en un sex-shop. Eran muñecas manipuladas. Una
llevaba la cara de Stalin, otra la de Franco... Tenía un sentido.
Para quien quisiese vérselo. Deberías hablar con el director.
Germán- Hablo con el director. Al chico lo castigan con una semana
sin clase. O lo expulsan. O lo encarcelan. O lo fusilan. ¿Y qué?
Juana- O con tus compañeros, con los otros profesores del curso. Y
con los padres, eso por descontado, deberías hablar con los padres.
Germán- ¿Para que no lo dejen entrar en esa casa?
Juana- Con los padres de Claudio, el escritor. Ese chico necesita un
psiquiatra. Puede ser peligroso. Es capaz de hacerles algo. Deberías
cortar esto antes de que pase algo realmente malo.
Germán- Es un chico cabreado, sólo eso. Un chico enfadado con el
mundo. Y no es para menos. Mejor que saque su rabia así y no
quemando coches. A mí me dan más miedo los otros. Esos sí que son
peligrosos. Esos no respetan nada: ni la ortografía, ni la sintaxis,
ni el sentido común. Aparte de Claudio, las que menos faltas tienen
son dos chinitas que llevan seis meses en España. La última vez que
los llevé al teatro me humillaron durante toda la representación. Y
no se te ocurra criticarles, que se te echará encima la brigada de
pedagogos.
Juana- Hablas de ellos como si fuesen una masa homogénea. Deberías
acercarte a ellos, sin prejuicios, sin condenarlos a priori.
Germán- ¿A los pedagogos?
Juana- A tus alumnos. (Mira
el ejercicio de Claudio.) O tiene un
problema y está intentando llamar tu atención. ¿Cómo es?
Germán- Se sienta en la última fila. No habla. No participa. No
crea problemas. En las demás asignaturas no destaca ni por arriba ni
por abajo, salvo en Matemáticas.
Juana- O sea, que has preguntado por él.
Germán- Creo que es bueno en Matemáticas. ¿Nos vamos o qué?
Juana- Le abren las puertas de su casa y él... Es un sinvergüenza.
Germán- Es un tío raro. O sea, un tío como Dios manda.
Juana- ¿Tú también te sentabas en la última fila?
Germán- Es el mejor sitio. Nadie te ve, pero tú los ves a todos.
Juana- Supón que estas redacciones salen a la luz. En cierta forma,
tú estarías comprometido.
Germán- ¿Comprometido con qué?
Juana- En cierta manera, te estás convirtiendo en su cómplice.
Germán- ¿Cómplice de qué?
Juana- Si no quieres verlo, no lo veas. (Desmonta
otra pieza. La mira.) “Arte para
enfermos”.
Germán- (A
Claudio.) Quiero hablar con tus padres.
¿Prefieres que los llame yo o se lo dices tú, que quiero verlos?
Claudio- Llámelos si quiere. Ella no está y él no coge el
teléfono.
(Silencio. Germán
pone ante él el ejercicio de los adjetivos.)
Germán- Aquí “igual” no es adjetivo, sino
adverbio. (Lee.)
“Nos abrió la puerta una mujer oscura, que igual podía tener
quince años que cincuenta y cinco”. “Igual” modifica a
“podía”, es un adverbio. En cuanto al estilo, tienes una
empanada entre Hermann Hesse y Julio Verne. Es lógico a tu edad, a
tu edad uno lee lo que pilla. (Saca de
su cartera un libro.) No es de la
biblioteca, es mío. No lo subrayes, ni le dobles las esquinas, ni lo
dejes abierto boca abajo.
Claudio- ¿Tengo que leerlo entero? ¿No tiene nada más corto?
Germán- Lee la primera página. Si no te interesa, me lo devuelves.
(Claudio saca unos
folios. Los deja ante Germán.)
Claudio- Si no le interesa, me lo devuelve.
(Se sienta a la mesa
de Rafa, ante los ejercicios de Matemáticas. Germán lee los
folios.)
Rafa- Pero ¿por qué tengo que cambiarle el signo?
Claudio- Porque lo has pasado al otro lado del igual.
Rafa- ¿Y antes?
Claudio- Aquí la equis estaba multiplicando.
Rafa- ¿Cómo multiplicando?
Claudio- Multiplicando al tres.
(Rafa mira el
problema con perplejidad.)
Rafa Padre- Tú debes ser Carlos.
Claudio- Claudio.
(Rafa Padre llega en
chándal. Le cuesta hablar, está recuperándose del esfuerzo. Da la
mano a Claudio.)
Rafa Padre- Trabajo en equipo. Compartir información. Repartir
responsabilidades. Delegar. Yo te la paso a ti cuando estás bajo el
aro, tú me la pasas a mí cuando estoy libre de marca. Por cierto, a
las ocho dan en diferido los Grizzlies contra los Clippers. ¿Pido
una pizza, Rafa? ¿Te quedas a verlo... Claudio?
Germán- (Dejando de
leer.) ¿Estás haciendo parodia?
Claudio- ¿Parodia?
Germán- El modo en que describes su entrada en la habitación, su
modo de hablar... Estás exagerando los rasgos del personaje para
provocar la risa del lector.
Claudio- No exagero. Él es así.
Germán- No puede ser así.
Claudio- Se lo juro.
Germán- ¿Es realismo?
Claudio- ¿Realismo?
Germán- Supón que pudieras grabar todo con una cámara, a
escondidas. ¿Es eso? ¿Es como verlo por un agujero en la pared? ¿O
hay una estilización, una abstracción?
Claudio- ¿Abstracción?
Germán- ¿Presentas lo que has visto o lo que a ti te parece
significativo? Lo esencial.
Claudio- No lo pongo todo. No pongo el color del chándal. Me da
igual que sea verde o azul.
(Silencio.)
Germán- ¿Por qué en presente? ¿Por qué te has pasado al
presente?
Claudio- Es como estar allí otra vez.
(Silencio.)
Germán- Bueno, sigamos.
(Vuelve a leer.)
Rafa Padre- ¿Te quedas a verlo... Claudio?
Claudio- Acepto la oferta del hombre del chándal. Una hora después
nos reunimos con él en el salón, aunque a mí me cuesta
reconocerlo, sin chándal parece otra persona, pero por el modo en
que se relaciona con el mando de la tele deduzco que es él, el
cabeza de familia. Está muy interesado en que los Grizzlies ganen a
los Clippers. En los Clippers juega un coreano. Eso le da pie a
hablarnos sobre China. En el segundo tiempo se incorpora la madre, no
sé si a ver el partido o si a informarse sobre China. Al poco
suceden dos imprevistos: Pau Gasol es expulsado por cinco faltas
personales y el padre recibe una llamada telefónica: tiene que
recoger a alguien en el aeropuerto.
Rafa Padre- Antes la obligación que la devoción.
Claudio- Sin él, los Grizzlies pierden el partido. Según explicó
el comentarista, los Grizzlies tuvieron un 52% de posesión de balón
y los Clippers un 48. La clave del partido estuvo en la expulsión de
Gasol, según el comentarista. Continuará.
(Silencio.)
Germán- Está bien, incluso bastante bien. Si todo lo que pretendes
es que la gente se ría de tus personajes. Pero ése es un objetivo
bajo. La primera pregunta que debe hacerse un escritor es: ¿Para
quién escribo? ¿Para quién escribes tú? Es muy fácil sacar a luz
lo peor de cualquiera, para que la gente mediocre, sintiéndose
superior, se ría de él. Es muy fácil agarrar a un personaje y
mirarlo por su lado más ridículo. Lo difícil es mirarlo de cerca,
sin prejuicios, sin condenarlo a priori. Encontrar sus razones, su
herida, sus pequeñas esperanzas, su desesperación. Mostrar la
belleza del dolor humano, eso sólo está al alcance de un verdadero
artista.
(Le entrega otro
libro. Claudio se va a leer y a escribir.)
Juana- No sé qué pretendes.
Germán- Enseñarle.
Juana- ¿Enseñarle qué?
Germán- Literatura. Y, a través de la literatura, otras cosas.
Juana- La literatura no enseña nada.
Germán- Ah, ¿no?
Juana- “Bartleby el escribiente”. Lo llevaba en el bolsillo
aquel chalao, el que mató a John Lennon. ¿Qué le enseñó la
literatura a ese loco?
Germán- El asesino de Lennon llevaba “El guardián entre el
centeno”.
Juana- Da igual. Lo que importa es que la literatura no enseña
nada. No nos hace mejores.
Germán- Educan más tus exposiciones. La gente sale de tus
exposiciones muy cultivada. Si es que consiguen encontrar la salida.
Juana- Tampoco mis exposiciones. El arte, en general, no enseña
nada.
(Claudio da unos
folios a Germán. Éste los lee junto a Juana.)
Rafa- Pero ¿por qué tengo que cambiarle el signo?
Claudio- Porque lo has pasado al otro lado del igual.
Rafa- ¿Y antes?
Claudio- Antes no estaba sumando. Aquí la equis estaba
multiplicando.
Rafa- ¿Cómo multiplicando?
Claudio- Multiplicando al tres. Rafa mira el ejercicio con
pesimismo. De repente, irrumpe en el cuarto un adulto en atuendo
deportivo.
Rafa Padre- Tú debes ser Carlos.
Claudio- Claudio.
Rafa Padre- Trabajo en equipo. Yo te la paso cuando estás bajo el
aro, tú me la pasas cuando estoy libre de marca. Dan en diferido los
Grizzlies contra los Clippers. ¿Pido una pizza, Rafa? ¿Te quedas a
verlo... Claudio?
Claudio- Vale.
Rafa Padre- Pero lo primero es lo primero, ¿eh?, antes la
obligación que la devoción. Voy a darme una ducha.
Claudio- Y Rafa va a darse una ducha mientras Rafa reanuda su
combate con la equis. Los dos se llaman Rafa. Una hora más tarde
estamos los tres, Rafa, Rafa y yo, en el sofá, comiendo una “Quattro
Stagioni”, mientras los Grizzlies arrollan a los Clippers para
satisfacción de los Rafa. En los Clippers juega un coreano, lo que
aprovecha Rafa Padre para disertar sobre China.
Rafa Padre- Hay dos tipos de chinos...
Claudio- Estuvo una semana en China, por trabajo, hace diez años.
No ha vuelto, pero habla sobre los chinos como si no tuviesen
secretos para él.
Rafa Padre- Lo peor que le puedes decir a un chino...
Claudio- En el minuto dos del segundo tiempo, Gasol anota un gancho
de tres puntos y los Rafa enloquecen. En el minuto cuatro, Ester se
sienta a mirar el partido, pero no consigue interesarse, en el minuto
siete abre el número doscientos quince de la revista “Casa y
jardín”, por sus ojos desfilan una mansión de estilo victoriano,
una casa-molino holandesa, la casa mallorquina de Catherine
Zeta-Jones, tantas casas que ella no tendrá jamás. En el minuto
siete coge papel y lápiz y hace un boceto de reforma de la casa,
tiene una carpeta llena de bocetos, se pasa el día en casa pero no
está contenta con la casa, está decidida a reformar la casa, aunque
sabe lo duro que es tener obreros en casa. En el minuto diez, muerde
el lápiz y mira el vacío, concentrada en la gran pregunta de su
vida: ¿Cómo sacar otro cuarto de baño? En el minuto doce, Rafa
Padre propone comprar un televisor de plasma. En el quince, Gasol es
expulsado por cinco personales, lo que indigna a los Rafa, que lo
aplauden en pie cuando sale de la cancha, y no es para menos, sus
números son escalofriantes: treinta puntos, siete asistencias y
cuatro rebotes. En el minuto dieciséis suena el teléfono de Rafa
Padre. Mira la hora, está por no contestar.
Rafa Padre- (Al
teléfono.) Dime... Ya te lo noto. ¿Has
ido al médico?... ¿Juanito?... ¿Y a qué hora llega?... (Coge
el lápiz a Ester para apuntar.)
BA0423, diez quince, terminal dos... ¿Un cartelito con su nombre?...
Huang Li, con hache... Pero hablará inglés... Hotel Convención...
¿Te parece a uno de comida española?... Tú tranquilo, tú
descansa... Nada hombre, faltaría más... (Guarda
el teléfono; a Ester:) Tengo que ir al
aeropuerto, a recoger a un socio.
Ester- ¿A estas horas? Qué fastidio, ¿no?
Rafa Padre- Antes la obligación que la devoción. Lo mismo tengo
que llevarlo a cenar. O igual no y en dos horas estoy de vuelta.
Ester- ¿Un chino?
Rafa Padre- Viene a una firma, a prorrogar un contrato. Lo iba a
recoger Mariano, pero está con gripe.
Ester- ¿A qué hora llega?
Rafa Padre- A las diez y cuarto.
Ester- Tienes tiempo.
Claudio- Se sienta a ver el final, pero está nervioso, ya no
consigue disfrutar del partido. Al rato va a cambiarse.
Rafa Padre- No sé qué ponerme. No sé si ir de trabajo o si ir
cómodo.
Claudio- Se va a buscar al chino. Nada más salir él, los Clippers
empiezan a remontar y en el último segundo se imponen gracias a un
error arbitral.
Ester- Pero entonces, ¿quién ha ganado?
Claudio- Continuará.
Juana- Te está toreando. La segunda versión es todavía más
cruel. Tú quieres enseñarle y él te da una lección.
Germán- (A
Claudio.) ¿Qué es lo siguiente?
¿Verlos criticar a los vecinos? Ya sabemos de la infinita mezquindad
de la clase media. Ya se sabe que la clase media es fea, banal,
estúpida. También lo era la aristocracia rusa, pero Tolstoi se las
arregló para escribir “Ana Karenina”. Y Dostoievski, ¿sabes el
secreto de Dostoievski? Hacer de personas vulgares personajes
inolvidables. Pero si lo que tú quieres ser es un caricaturista...
¿Es eso lo que quieres ser, un caricaturista?
Claudio- Usted dijo que los mirase de cerca. Cuanto más de cerca
los miro, es peor. Escribo lo que veo.
Germán- Si esto es todo lo que ves, entonces es
que no vales para esto. (Le da tres
libros, uno detrás de otro.) Chéjov.
¡Dostoievski! ¡! Cervantes!!
Juana- ¿Qué te parece?
(Le muestra un
catálogo. Germán no sabe qué decir.)
Germán- Bueno, es... Interesante.
Juana- Pero ponte en el lugar de la gente. ¿Crees que comprarán?
Germán- Son todo cosas muy normales: un reloj de cocina, un
ventilador...
Juana- Son objetos normales, pero manipulados para producir un
extrañamiento. Fíjate en el reloj: trece números. El artista
interviene en el espacio doméstico poniendo de manifiesto rasgos
que, de tanto verlos, ya no percibimos. Lo que busca es mostrar la
mecanización de nuestra vida y desafiar las fronteras entre lo
interior y lo exterior, entre lo privado y lo público.
(Germán mira el
catálogo sin saber qué decir.)
Juana- ¿Y esto otro? Escucha.
(Le pasa unos
auriculares. Germán se los pone. Silencio. Se los quita extrañado.)
Germán- ¿Qué es?
Juana- Paciencia, hombre.
(Pone los
auriculares a Germán.)
Juana- Pintura verbal. Es la voz del pintor describiendo el cuadro.
El espectador, o sea, el oyente, imagina el cuadro. El espectador es
un cocreador: vuelca su imaginario en la pared vacía. El artista
propone que los auriculares cuelguen en una pared, o en un marco
vacío. Para burlarse de una industria cultural obsesionada con la
producción de objetos tangibles, él opta por intervenciones
poéticas efímeras despojadas de materialidad. Las pinturas
realmente existen, es decir, existieron, pero el pintor, después de
hacer las descripciones ante una grabadora, las destruyó. Trece
acuarelas.
(Germán se quita
los auriculares.)
Germán- Yo no he visto nada. Aunque ya sabes que mi inglés no es
muy bueno. Ahora para disfrutar el arte hace falta saber idiomas.
Tiene un acento raro ese hombre.
Juana- Es chileno. De Valparaíso.
Germán- Sinceramente, dudo que se venda. Yo no lo compraría. A lo
sumo me compraría el cedé, en la calle, más barato.
Juana- No me tomas en serio. Tengo veinte días. Veinte días y me
ponen en la calle.
Germán- Si para salvar la galería tienes que exponerme en una
vitrina, aceptaré el sacrificio. Pero no me pidas que me deje tomar
el pelo.
(Enfadada, Juana
recoge el catálogo, los auriculares y otras cosas que pensaba
enseñar a Germán, pero que ya no va a enseñarle. Germán saca de
la cartera una redacción.)
Germán- ¿Quieres leerlo?
(Juana no contesta,
pero se acaba acercando a leer.)
Rafa- (A Claudio,
leyendo de sus apuntes.) “A tu padre
le han puesto una multa de tráfico. Él considera que es injusta y
se plantea no pagarla. ¿Qué le aconsejaría Sócrates?”.
Germán- ¿Qué demonios es esto?
Claudio- El de Filosofía está empeñado en convencernos de que la
Filosofía es útil. Siempre empieza planteándonos un caso, él lo
llama un “dilema moral”, y luego nos explica el filósofo,
Platón, Hegel, lo que toque. Todos quieren convencernos de que su
asignatura es útil. Todos menos el de Matemáticas. Ése ya nos
advirtió el primer día que las Matemáticas no sirven para nada.
Germán- Las Matemáticas son importantes. También la Filosofía.
Aunque ni las Matemáticas ni la Filosofía tengan respuesta para la
gran pregunta.
Claudio- ¿La gran pregunta?
Germán- ¿Tolstoi o Dostoievski? Ésa es la gran pregunta, la que
resume todas las demás.
Rafa- (Consultando
sus apuntes.) A Sócrates, que era
inocente, lo condenaron a tomar cicuta. Un amigo le propuso fugarse.
Sócrates contestó: “Atenas me ha alimentado, me ha protegido, me
ha educado. No puedo obedecer a Atenas cuando me conviene y
desobedecerla cuando me viene mal”. Y se bebió la cicuta de un
trago. ¿Lo coges?
Claudio- Siempre empezamos con la Filosofía. Cuarto de hora de
Filosofía y dos horas de Matemáticas. Yo tengo problemas con la
Filosofía; las Matemáticas tienen problemas con Rafa.
Rafa- Raíz cuadrada de menos uno. Por más que lo pienso, no le veo
el sentido.
Claudio- No es un número real. Por eso se les llama números
imaginarios: raíz de menos cinco, raíz de menos siete... Sólo
existen en la cabeza. Pero se les puede sumar, multiplicar...
¡dibujar! Se puede hacer cosas con ellos, aunque no existan.
Rafa- No consigo memorizar las fórmulas. Las aprendo y se me van.
Claudio- No tienes que memorizarlas, tienes que
comprenderlas. (Le pone tres
ejercicios.) Le pongo tres ejercicios:
uno fácil, para animarlo; otro no tan fácil; y otro difícil, para
que se atasque. Mientras él combate con los números imaginarios, yo
doy una vuelta por la casa. En el pasillo tienen colgadas cuatro
reproducciones de acuarelas de Paul Klee.
Ester- ¿Llegaste tarde? No te sentí.
Rafa Padre- Nos dieron las tantas charlando. El tal Huang, Juanito,
así le llamamos, es bastante abierto, para ser un chino. El Rioja le
soltó la lengua. No está contento con nosotros. Siente que no lo
respetamos. Al principio estuvo frío, como molesto porque yo hubiese
ido a recogerlo en lugar de Mariano. No se creyó lo de la gripe.
Claudio- Yo necesitaba un lugar desde el que oír sin perturbarles.
Si hubiera podido convertirme en la mosca de la pared, lo habría
hecho. No puedo convertirme en mosca, pero puedo ir al pasillo a
mirar las acuarelas de Klee con las orejas muy abiertas.
Rafa Padre- Surgió la idea de trabajar juntos. Él no está
conforme con el porcentaje que le damos. Quiere un quince.
Ester- No te entiendo.
Rafa Padre- He estado todo el día dándole vueltas. ¿Por qué no
dar el salto? Independizarse.
Ester- Pero en la empresa estás bien. Te valoran mucho.
Rafa Padre- Me valoran, sí, pero siento que he tocado techo. Cada
idea que se me ocurre tiene que pasar por Mariano, que se cuelga la
medalla.
Ester- Siempre has dicho que eres un hombre de equipo.
Rafa Padre- De equipo, vale, pero en un equipo unos pasan el balón
y otros meten la canasta. Llevo demasiado tiempo sudando la camiseta
para que otros encesten. Hablando con Juanito de las oportunidades
que hay allí...
Ester- Pero ¿él te habló así? ¿Tan claramente?
Rafa Padre- Los chinos nunca hablan claramente. Pero si yo le doy el
quince, él será mi hombre en China. Mi hombre de confianza. De
confianza es un decir, en los chinos no se puede confiar, son falsos
como ellos solos, ya encontrará modo de sacarme el veinte, pero aún
así salen las cuentas. Hoy día el transporte apenas supone un diez
por ciento. El coste está en la mano de obra, y allí sale tirada.
Juanito me señala un escaparate, una de esas muñequitas, la Barbie:
“Dos eulos”. Un juguete que aquí lo vendes por diez veces más.
Ester- Pero dejar la empresa... ¿No te da miedo?
Rafa Padre- Hasta que el proyecto se consolidase, podría continuar
en la empresa, no tienen por qué enterarse. Sin perjudicarlos,
trabajando en una línea que no interfiera. Nosotros a Juanito le
enviamos por meil los planos de la pieza, le decimos cien como ésta
tal fecha y él siempre cumple. Así de sencillo. Es como tener una
fábrica sin obreros. O más fácil todavía: les envías una foto y
ellos lo copian. No una copia exacta, sería ilegal, con pequeños
cambios.
Ester- Pero hará falta una inversión, un desembolso inicial.
Rafa Padre- Con lo que tenemos ahorrado y un pequeño crédito...
Ester- ¿Y la reforma?
Rafa Padre- Si dices que no tenemos ni para el salón.
Ester- Concha me ha hablado de unos rumanos que trabajan muy bien y
muy barato. Con factura o sin factura.
Rafa Padre- Ya sé que tienes esa ilusión, ya sé.
Ester- Ahora que me había decidido a cerrar la terraza...
Rafa Padre- Lo sé, lo sé, es sólo que... En la edad en que estoy,
necesito una motivación. Me siento estancado. Recuerdo aquellos
tiempos, no hace tanto, la energía que tenía, las ganas de comerme
el mundo. Siento que somos poco ambiciosos. Veo lo que hace mi jefe y
me pregunto: ¿Por qué no yo? Quiero ser mi propio jefe. Tú podrías
ayudarme. A elegir los productos, a establecer los contactos... Hay
que ir a las tiendas, hablar con los comerciantes, ver qué
necesitan. Con un mensaje contundente: “Le ofrezco lo que tiene en
el escaparate, diez veces más barato”.
Ester- ¿Me estás proponiendo que trabaje para ti?
Rafa Padre- Te estoy proponiendo que trabajemos juntos.
Ester- Sabes que mi idea es acabar la licenciatura. Sacar esas tres
asignaturas y ejercer, ahora que los niños son mayores.
Rafa Padre- Esto sería nuestro. Nuestro. Si esto sale bien, y no
tiene por qué salir mal, tendrías más que una reforma. Tendrías
una casa nueva.
(Silencio.)
Ester- ¿Saco unas aceitunas?
Rafa Padre- Bueno.
Claudio- Ella sale del salón. Me encuentra mirando las acuarelas de
Paul Klee. Todos los títulos acaban en “ung”: “Zerstorung”,
“Unterbrechung”, “Hoffnung”, “Rettung”. Vuelve al salón
con un plato de aceitunas y dos martinis.
Ester- Ese chico, ¿no te incomoda tenerlo todas las tardes por
aquí?
Rafa Padre- Parece bastante prudente. Tímido incluso.
Ester- ¿A ti no te pone nervioso, con esa mirada perdida?
Juana- ¿Oye todo eso o se lo imagina? ¿Hablan de él delante de
él?
Germán- Él no está delante. Está en el pasillo, mirando los
cuadros.
Juana- ¿Y oye todo eso desde allí?
Germán- Oirá frases sueltas. Y luego están las caras, los gestos,
la actitud.
Ester- La próxima semana tiene un parcial. Si no aprueba,
deberíamos ponerle un profesor particular.
Rafa Padre- ¿Y Claudio?
Ester- Un profesor de verdad. No uno que sepa tan poco como él, que
yo creo que entre el uno y el otro se confunden más que se aclaran.
Rafa Padre- Pero a ese chico se le ve muy perdido. Se ve que para él
esto es importante. No creo que sea un chico con muchos amigos.
Ester- No podemos sacrificar a Rafa por ayudar a un extraño.
Rafa Padre- No, eso no. Escucha: he estado pensando en el nombre.
Tiene que ser fácil de memorizar, y pronunciarse igual en todas
partes. Como “Adidas”. O un nombre inglés. Y el logo tiene que
expresar inmediatamente la idea del producto. Piensa en el rayajo de
“Nike”. Oye, qué buenas estas aceitunas.
Juana- Empieza a recordarme a mi primo el de
Alicante, que te lo encuentras en una boda y te cuenta todos los
chismes de la familia. ¿De qué se trata, de conocer a una familia
por dentro? ¿Antropología barata o simple cotillería? A mucha
gente le gusta eso, levantar el tejado de una casa y ver lo que hay
debajo, la tele está llena de eso. (Apartándose
de la redacción.) Empieza a aburrirme.
Germán- (A
Claudio.) El efecto sorpresa se está
disipando. Ver a un extraño en esa casa, compartir su mirada, ya no
es suficiente. Empiezas a parecerte a ese primo pesado que te cuenta
todos los chismes familiares. Si me pongo en la piel de alguien que
leyese esto en un libro...
Claudio- ¿Lo está leyendo alguien? No me importa que lo enseñe.
Puede enseñárselo a quien quiera.
Germán- No se lo voy a enseñar a nadie porque es muy malo. No voy
a hacer perder el tiempo a nadie con esto.
Claudio- Mejor no se lo enseñe a nadie, si es tan malo.
Germán- No se lo voy a enseñar a nadie, pero si alguien lo leyese
como una novela... Se echa de menos... Falta incertidumbre.
Conflictos.
Ester- ¿Ya se ha ido tu amigo?
Rafa- Perdía el autobús.
Ester- Anda, tómate una aceituna.
Rafa Padre- Tu madre y yo apreciamos lo que estás haciendo por ese
chico. Cuando podemos ayudar, no debemos perder la ocasión de
hacerlo.
Rafa- Él también me ayuda.
Rafa Padre- Es un intercambio. Él te ayuda con las Matemáticas y
tú a él con la Filosofía.
Ester- ¿Conoces a su familia?
Rafa- No sé mucho de él. No habla mucho. Tampoco en clase. En
clase no habla con nadie.
Rafa Padre- Eso no está bien. Tienes que decir a tus amigos que
hablen con él.
Rafa- Si es él el que no habla.
Claudio- ¿Conflictos?
Germán- Un personaje desea algo y desarrolla estrategias para
realizar ese deseo. Pero le surgen dificultades. Le salen al paso
rivales, enemigos. Antagonistas. Ulises desea volver a casa, pero el
cíclope quiere matarlo, la ninfa se enamora de él y lo secuestra,
las sirenas lo hipnotizan con su canto... A veces el conflicto no es
del héroe contra otro, sino consigo mismo. No me refiero a dilemas
tipo “Reforma del salón o negociete en China”. Me refiero a
luchas en el corazón del personaje. Aquiles: ¿marcho a Troya, como
me pide mi ardor guerrero, o me quedo con mi amada Deidamia? El
lector se pregunta si el héroe superará sus dificultades y
conseguirá su objetivo. Es la pregunta de oro, la pregunta que hay
que sembrar en la mente del lector: ¿qué va a pasar? Al lector no
se le puede dar tregua, hay que mantenerlo tenso. El lector es como
el sultán de Sherezade: si me aburres, te corto la cabeza. Hay quien
no cree necesario todo eso: conflictos, incertidumbre... Pero yo
necesito que pasen cosas. Yo y todo el mundo, salvo cuatro pedantes
extraviados. La gente necesita que le cuenten historias.
(Silencio.)
Claudio- Gracias, maestro.
Germán- No me llames “maestro”. Y otra cosa: tienes que
intervenir en clase. Cuando pido voluntarios, o cuando pregunto.
Abrir la boca de vez en cuando. Si no, tendré que suspenderte.
(Claudio va a irse.
Se vuelve.)
Claudio- El miércoles tenemos parcial de Matemáticas. Rafa no va a
aprobar. Y si no aprueba, le buscan profesor particular y a mí me
echan. Hay que conseguir el examen como sea.
Germán- ¿Me estás pidiendo que robe el examen de Matemáticas?
Claudio- No veo otra solución. Los números imaginarios no le
entran.
(Silencio.)
Germán- Ya no necesitas estar allí para escribir. Imagina.
Claudio- Lo he intentado, pero no me sale. Necesito verlos. En la
sala de profesores, en el seminario de Matemáticas, en la
fotocopiadora, usted sabrá. Si no quiere que me echen de esa casa.
Rafa Padre- ¡Un ocho! ¿Ves cómo, si te lo propones, lo consigues?
(Rafa y Rafa Padre
chocan sus manos como baloncestistas que festejasen una canasta.)
Rafa Padre- ¡Un ocho! ¿Y tú, Claudio?
Claudio- Un seis con cinco.
Rafa Padre- Tampoco está mal, un seis con cinco. ¡Un ocho! ¡Habrá
que celebrarlo! ¿Lo sabe tu madre? ¡Ester! ¡Un ocho en el parcial
de Matemáticas!
(Rafa y Rafa Padre
chocan sus manos.)
Claudio- Mi seis con cinco tampoco les parece mal, empiezan a
mirarme como a uno más del equipo. Me proponen jugar con ellos al
baloncesto.
Rafa- Nos juntamos unos cuantos los sábados, de seis a ocho.
Rafa Padre- Anda, anímate. No jugamos fuerte.
Claudio- Les contesto que tengo otros planes. Mientras me alejo de
la casa, intento imaginarme a mí mismo y a mi padre botando una
pelota y tirándola a un aro del que cuelga una redecilla. No, no
consigo imaginarme a mí mismo y a mi padre botando una pelota y
tirándola a un aro del que cuelga una redecilla. Sin embargo, eso es
lo que hacen, cada sábado por la tarde, Rafa hijo y Rafa padre, y se
alegran cuando la pelota entra y ponen cara de pena cuando no entra.
¿Y ella, qué hará ella mientras tanto? A las cinco y media del
sábado estoy en el parque, en el banco desde el que los miraba este
verano. A las seis menos cuarto veo salir a los atletas. A las seis
toco el timbre, cuyo sonido es, por cierto, espantosamente cursi. Se
abre la puerta y allí está, la mujer más aburrida del mundo.
Ester- ¿Al final te has animado? Pues se acaban de ir. Pero los
llamo y vuelven por ti.
Claudio- No, no, es que ayer me dejé el libro. El de Matemáticas.
Ester- No lo he visto. Pasa a ver si lo encuentras.
Claudio- Me acompaña hasta el cuarto de Rafa. El libro, claro, no
aparece.
Ester- El lunes preguntaré a Eliana si lo ha visto.
Claudio- Mi madre tenía unos parecidos, le digo, señalando sus
pendientes. Se largó cuando yo tenía nueve años. No aguantaba a mi
padre. Supongo que tampoco me aguantaba a mí. Mis palabras le causan
impacto. Nunca falla, suelto lo de mi madre y me gano la simpatía de
la gente. Se establece un vínculo. El otro desea compensarme. El
otro desea ser mi madre.
Ester- ¿Quieres una Coca-Cola?
Claudio- La tomo en el salón. Ella toma un Martini. Hablamos sobre
Rafa, sobre las Matemáticas, sobre lo mal que se le daban. Ella
estudió Derecho.
Ester- Lo dejé para cuidar de los niños. Pero ahora que son
mayores pienso sacar las tres asignaturas que me faltan.
Claudio- A las ocho, me digo: “Basta por hoy. Continuaremos el
próximo sábado”. En el pasillo, me detengo a mirar las acuarelas
de Klee: “Zerstorung”, “Unterbrechung”, “Hoffnung”,
“Rettung”.
Ester- Son bonitos, ¿verdad?
Claudio- Ellos no saben alemán. Ellos no saben lo que tienen en
casa. Los compraron para esta pared. Cuando cambien el color de la
pared, cambiarán de cuadros. Estos ángeles son terribles.
Ester- Nunca lo habría pensado. ¿Te parecen ángeles?
Claudio- Son ángeles como los pintaría un niño. Las alas parecen
garras. No vuelan, se los lleva el viento. “Zerstorung” quiere
decir destrucción. “Unterbrechung”, interrupción. “Hoffnung”,
esperanza. “Rettung”, salvación. Salgo de la casa a las ocho y
diez. Me quedo en el parque hasta que, pasadas las ocho y media, veo
a los Rafa entrar en la casa. Parecen contentos, como si hubiesen
ganado el partido. Continuará.
Juana- Esto no puede acabar bien. Esto acaba mal.
Germán- (A
Claudio.) ¿Qué demonios estás
haciendo?
Claudio- Usted dijo que tenían que pasar cosas. Un personaje desea
algo y le surgen dificultades. Conflictos. Que el lector se haga la
pregunta de oro: ¿qué va a pasar?
Germán- ¿Dónde quieres ir a parar? ¿Qué es lo siguiente?
¿Citarte con ella en un hotel de carretera?
Claudio- No. Tiene que ser en la casa. Todo tiene que pasar en la
casa.
Juana- Tienes que frenar a ese chico antes de que se estrelle. Supón
que, por lo que sea, porque se suspende el partido o lo que sea,
vuelven a casa y se los encuentran ahí, en el sofá, a la madre y al
amigo.
Germán- Aquí no dice nada de sofá. El sofá te lo has imaginado
tú.
Juana- Bueno, en el salón, él con la Coca-Cola y ella con el
Martini. Rafa lo mata.
Germán- ¿El padre o el hijo?
Juana- Los dos. Lo matan.
Germán- O sea, que te lo estás tomando en serio. Pero si se ve que
la mitad es inventado. Está fabulando.
Juana- ¿Está fabulando?
Germán- Es un refrito de películas mal digeridas: “Rebelde sin
causa”, “El Graduado”...
Juana- Pues si fabula, fabula bastante bien. Resulta todo muy
creíble.
Germán- Tiene madera de narrador. Nunca había tenido un alumno
así. No quiero que se lo crea, pero ese chaval, bien orientado...
Muchas veces, cuando hablo, siento que sólo me sigue él. Tengo la
impresión de que sólo él me entiende.
Juana- ¿Sólo él?
Germán- De mis alumnos.
Juana- Rafa también es alumno tuyo. ¿No tienes una responsabilidad
para con él?
Germán- Claro que sí.
Juana- Te resulta emocionante pensar que has descubierto a Franz
Kafka, ¿eh?, que estás educando a Kafka. No sé si es Kafka. Lo que
sé es que esto no acaba bien. Ésta es una de esas historias en que
todos acaban perdiendo.
Germán- (A
Claudio.) Me parece que no sabes en lo
que te estás metiendo. ¿Qué demonios es esto? ¿Una sátira de la
clase media? ¿Un folletín sentimental? ¿Un “Bildungsroman”?
Claudio- ¿Un qué?
Germán- ¿No sabes alemán? Todo eso de “Zerstorung”,
“Rettung”...
Claudio- Se lo pregunté a mi padre. Vivió en Berlín cuando joven.
También me explicó quién era Paul Klee.
Germán- Tu padre podrá explicarte que un “Bildungsroman” es
una novela que describe la formación sentimental de un muchacho.
Creía que se trataba de eso, del paso de un chico a la madurez. Pero
ahora no estoy seguro de qué estás haciendo. ¿Lo sabes tú, qué
estás haciendo?
Claudio- Hago lo que usted me dice, maestro.
Germán- Yo no te he dicho que tires los tejos a
una señora que podría ser tu madre. Y no me llames maestro.
(Silencio.)
¡Un seis con cinco en Matemáticas! Tu padre estará orgulloso. En
otras asignaturas parece que te va peor. Por Historia hace días que
no se te ve el pelo. Lo mismo en Inglés. ¿Por qué no vas a clase
de Inglés?
Claudio- No le veo el sentido.
Germán- ¿Y a clase de Historia?
Claudio- Menos.
Germán- Si no estás en clase, ¿dónde estás?
Claudio- En la biblioteca, escribiendo.
Germán- ¿Lo sabe tu padre?
Claudio- Mi padre lo sabe todo.
Germán- ¿Y qué dice él de todo esto?
Claudio- Mi padre no dice nada.
Germán- Me gustaría conocerlo. ¿Por qué no le dices que venga a
verme?
Claudio- Mi padre no es un personaje de esta historia. Mi padre no
sale.
(Entrega varios
folios a Germán, que le da un libro. Claudio se va a leerlo. Germán
guarda los folios en la cartera y va a su casa. Da un beso a Juana.
En cuanto Germán desaparece, Juana le abre la cartera, busca, saca
los folios y se pone a leerlos. Lo que lee la decepciona. Germán la
sorprende leyendo.)
Juana- Lo que más me indigna es...
Germán- Te indigna, ¿eh?
Juana- Me indigna cómo trata al pobre Rafa.
Germán- Bueno, le está enseñando Matemáticas, ha sacado un ocho.
Peor la pone a ella. Una hora al teléfono con su amiga Concha
hablando del precio del metro cuadrado. Vaya un tema: “El precio
del metro cuadrado”. ¡Un poquito de metafísica, por Dios!
(Saca un libro de su
biblioteca.)
Juana- ¿Vas a dejarle “La montaña mágica”? ¿No te estarás
pasando? Sólo tiene diecisiete años.
Germán- Yo lo leí a los catorce.
Juana- Yo le daría “Los tres mosqueteros”, a ver si la cosa
avanza un poco. Tanto diálogo sin ton ni son, tanto hablar sin que
pase nada... Se le está poniendo un tono como de... ¿Teatro del
absurdo? Ella rajando al teléfono y el padre sintonizando el
televisor de plasma mientras el hijo le lee las instrucciones... en
francés, porque no encuentran las otras, aunque no saben francés...
¿Intenta decirnos que sus vidas son absurdas? Son una familia
normal.
Germán- ¿Hay una familia “normal”? ¿No hay algo anormal,
monstruoso incluso, en el concepto mismo de familia?
Juana- Su letra está cambiando. Es menos infantil. Está
escribiendo mucho.
Germán- Calculo que tendremos unas cincuenta páginas.
Juana- No se te estará pasando por la cabeza publicarlo. Enviarlo a
un premio o algo así. No podéis hacer eso.
Germán- Es mejor que casi todo lo que se publica
hoy en día. (A Claudio, con los últimos
folios en la mano.) Diálogos ágiles,
situaciones con chispa... Nada que no se pueda encontrar en mil
series de televisión. ¿A eso aspiras, a escribir para la tele? Lo
has escrito con pereza, se siente la pereza. Los círculos rojos son
tópicos. Tiene mérito: doce tópicos en tres folios. “Una mueca
de impaciencia se dibujó en su rostro”. Antes que tú, un millón
de escritores han escrito esta frase. La palabra “patético”
aparece tres veces. Lo patético es tener tan poco vocabulario. Y ese
afán por contarlo todo. Confía en el lector, él completará. Evita
describir los estados de ánimo de los personajes, haz que los
conozcamos por sus acciones. Me sigue preocupando Rafa, el chaval.
Cada personaje tiene que ser indispensable, Rafa sólo existe como
soporte de Claudio. Pero no sólo él, también Ester y Rafa Padre
son sepultados por la voz del narrador. Tú no eres tan interesante,
apártate para que podamos verlos a ellos. La escena debería
comenzar cuando el padre entra con la caja “Made in China” y
acabar con lo que dice Claudio a Ester cuando se quedan solos: “El
día que mi madre se fue, mi padre tiró la tele por la ventana”.
Ése es el secreto de una buena escena: llevar la acción mansamente
y, de pronto, golpear al lector. Esta otra frase es buena, es la
mejor frase que hayas escrito nunca, pero no sirve, no es una frase
para esta novela. El último párrafo es pura palabrería. Quieres
imitar a Poe, pero estos folios no valen ni una coma de Poe.
(Tacha el párrafo y
da a Claudio los folios, plagados de marcas rojas.)
Claudio- Si usted sabe cómo hacerlo, ¿por qué no lo hace?
Germán- Lo intenté. Hace años. Hasta que me di cuenta de que no
era lo bastante bueno. Tú tampoco, tampoco tú eres lo bastante
bueno, pero podrías serlo. Tienes un don. Si lo respetas, algún día
serás un escritor.
(Silencio.)
Germán- Hay algo de lo que todavía no hemos hablado. Hasta ahora
hemos evitado hablar de ello, pero ya no podemos postergarlo más
tiempo. El título. El título compromete. El título establece un
pacto con el lector. El título le orienta acerca de qué ha de
valorar, en qué ha de fijarse: “Guerra y paz”, “Los hermanos
Karamazov”... ¿Qué tal “El chico de la última fila”?
(Silencio.)
Claudio- Yo he pensado “Los números imaginarios”.
(Silencio.)
Germán- El título no es lugar para hacer literatura, la literatura
que no se ha sabido hacer en la obra. “Crimen y castigo”, “Tío
Vania”...
Claudio- A mí me gusta “Los números imaginarios”.
Germán- Vamos a dejarlo por hoy, se te ve cansado. Esta mañana, en
clase, te dormiste. ¿Tanto te aburrías?
Claudio- Me pasé la noche escribiendo.
(Da a Germán más
folios. Germán le da “La montaña mágica”.)
Claudio- No sé si deberíamos hacer esto en otro lugar. Los otros
empiezan a murmurar: “¿Por qué éste se queda todos los días
después de clase?”. La gente tiene mucha imaginación.
(Se va. Germán lee
los folios.)
Claudio- Siguen tan contentos con su ocho que me invitan a cenar. El
primer plato lo cocina el padre: una sopa que aprendió a hacer en
China.
Rafa Padre- Lo cocinan todo. En un restaurante al pie de la muralla
nos pusieron un filetito, buenísimo, pero no se sabía si era carne
o pescado. ¿Sabéis qué era? ¡La membrana del pie del pato!
Rafa- En clase tenemos dos chinas.
Claudio- Hay un cuento de Kafka titulado “La construcción de la
muralla china”. Me lo prestó Germán, el de Literatura.
Ester- Rafa dice que es un poco raro ese hombre, ¿no? Que se le ve
amargao.
Claudio- Eliana entra con el segundo plato. Ester la mira mal.
Eliana se retira en silencio con los platos sucios.
Rafa Padre- ¿Pasa algo?
Ester- Ella sabe lo que pasa.
Rafa Padre- ¿?
Ester- El chaquetón de ante, se lo metí en una bolsa con cosas
para la parroquia. Pues el domingo estoy con Concha en el centro y
nos la encontramos, y veo que Eliana...
(Llega Juana. Germán
levanta la vista del folio.)
Juana- Pensaba que ibas a buscarme para comer juntos.
Germán- Se nos fue el santo al cielo discutiendo sobre los nombres.
A mí no me dicen nada esos nombres: Ester, Rafa... Aparte de la
confusión entre el padre y el hijo. Pero ya sabes lo cabezota que se
pone: “Es así como se llaman”... ¿Ha pasado algo?
Juana- Esta mañana me encuentro un cartel de “Se alquila”. Las
llamo recordándoles que dijeron un mes. Y me dice que sí, Rosario o
Eugenia, nunca sé con cuál hablo, que tengo hasta el treinta. Pero
el caso es que ya han colgado el cartelito.
Germán- Es para meterte presión. Tú a lo tuyo. Tienen un
compromiso contigo.
Juana- Quizá el problema no esté en el contenido. No sé cuántas
veces se lo dije a Bruno, que teníamos que cambiar el nombre. “El
Laberinto del Minotauro”, la gente no sabe si es una galería o qué
sé yo, la gente pasa de largo. ¿Qué te parece esto?
(Saca algo de una
caja.)
Germán- Parece un bolso.
Juana- Es un bolso. Artesanía africana. También tienen mochilas,
carteras, monederos...
Germán- Es bonito.
Juana- Bah.
Germán- ¿Por qué “Bah”? Es realmente bonito.
Juana- No quiero convertirme en una tendera.
Germán- ¿Qué tiene de malo ser una tendera? Los tenderos saben lo
que venden: trescientos gramos de lentejas, dos metros de lana, una
mochila de cuero... Saben lo que venden.
Juana- Bah.
(Deja la bolsa y se
sienta a leer junto a Germán.)
Ester- Pues el domingo estoy con Concha en el centro y nos la
encontramos, y veo que Eliana lleva puesto el chaquetón. Concha se
dio cuenta en seguida: “¿No es ése tu chaquetón?”.
Rafa Padre- Bueno, es su día libre.
Ester- ¿Me estás escuchando, Rafa? Lo llevaba puesto, mi
chaquetón.
Rafa Padre- Debió pensar que ya no lo querías. Si lo ibas a dar a
la parroquia...
Ester- Hombre, Rafa, hombre.
Rafa Padre- No sé por qué le das tanta importancia. Lo dabas por
perdido.
Ester- Es el detalle, Rafa.
Rafa Padre- Habla con ella. Dile lo que te ha molestado.
Ester- Preferiría que se lo dijeses tú.
Rafa Padre- Se lo diré yo. Después de la cena se lo digo.
Claudio- Pero ya no disfruta de la cena, está inquieto, va a la
cocina a hablar con Eliana. Cuando vuelve, la carne se le ha quedado
fría. A las nueve enciende la tele, para ver las noticias.
Ester- Se veía mejor la vieja.
Claudio- La primera imagen es de unos chicos franceses quemando un
coche.
Rafa Padre- Esos chicos no tienen horizonte. Les han cerrado todas
las puertas. Así expresan su rabia contra un sistema que los
excluye.
Claudio- Rafa es socio de “Amnistía Internacional”. Ester, de
“Médicos sin Fronteras” y de una plataforma contra la
experimentación con animales en la que le metió su amiga Concha.
Después de las noticias de deportes, Rafa Padre sale a la terraza a
fumar. Yo salgo con él. Nunca he visto el parque desde allí. Este
verano, muchas noches, los vi a los tres cenando en la terraza, y
ahora yo estoy aquí, viendo el parque desde la casa. A la luz de las
farolas, reconozco al borracho que da de beber a los patos, a los
yonquis, a los negros. Rafa Padre corre cinco quilómetros cada tarde
en ese parque, pero ahora su mirada va mucho más allá. Su mirada
llega hasta China.
Rafa Padre- La gente tiene miedo a China. Pero China es nuestra gran
oportunidad. China...
Claudio- Un portazo. Al poco, entra en la terraza Ester.
Ester- Pero tú has visto... Eliana. Se ha ido. Con la maleta.
Rafa Padre- ¿Se ha ido?
Ester- Sin despedirse.
Rafa Padre- No será por lo que le he dicho de tu chaquetón. No he
dicho nada que haya podido ofenderla.
Ester- Ahí lo ha dejado, en la cocina. Al menos se podía haber
despedido de Rafa.
Claudio- Desde la terraza veo a Eliana, calle abajo con su maleta.
Continuará.
(Silencio.)
Germán- Todo esto del chaquetón, ¿qué aporta a la trama? Si
quitamos esta escena, ¿qué se pierde? A menos que... ¿Intenta
Claudio aproximarse a Rafa Padre? Sí, eso es, está intentando
acercarse a él.
Claudio- ¿Acercarme yo a ese hombre?
Germán- Con lo que puede provocar una reacción de Rafa Hijo, que
por ahora es un personaje sin conflicto. Míralo, toda la noche de
convidado de piedra, se ve que no sabes qué hacer con él. Sí,
Claudio, tienes un serio problema con este personaje.
(Pausa. Claudio se
vuelve hacia Rafa, lo observa. Por fin, saca unos folios y un
bolígrafo y empieza a escribir. Rafa y Claudio se sientan a la mesa
en que suelen estudiar.)
Rafa- Fue como dejarme en pelotas. Nunca me había sentido tan
humillado.
Claudio- Concéntrate en esto y olvídate de ese gilipollas. Siete
equis al cuadrado más dieciséis i griega al cuadrado igual ciento
doce. Sin dibujarla, tienes que ver que es una elipse. ¿Lo ves, que
es una elipse?
Rafa- Sí. Creo que sí.
Claudio- ¿Cómo que crees que sí? Es una elipse por este signo. Si
le cambiamos el signo, ¿qué es?
(Silencio.)
Claudio- Sería una hipérbola. Pero esto es una elipse, por este
signo. Vamos a calcular sus focos. ¿Qué es lo primero que tenemos
que hacer?
Rafa- Fue como dejarme en pelotas delante de toda la clase.
Germán- Sí que se lo ha tomado mal.
Claudio- No debió hacerle eso. Y menos insistir cuando la gente
empezó a reírse. Cuando oyó las primeras risas, debió cortar,
pero en lugar de eso se creció, animado por las risas.
Juana- ¿Dijiste a Rafa algo desagradable? A veces eres bastante
ácido.
Germán- Me limité a corregir sus errores sintácticos y
conceptuales.
Rafa- Me gustaría que se sintiese como yo me sentí. Le daba de
hostias. Le daba de hostias y le quemaba el coche.
Claudio- No tiene coche.
Rafa- Le daba de hostias.
Claudio- Podías hacer algo mejor. Un artículo en “La Antorcha”.
Un artículo exponiendo lo que pasó y tu punto de vista.
Germán- ¿Le has animado a que escriba un artículo contra mí?
Juana- Tú diriges la revista. ¿Lo vas a publicar?
Germán- Depende de cómo esté escrito.
Juana- Pero un artículo contra un profesor...
Germán- Todo el mundo tiene derecho a escribir en “La Antorcha”.
Juana- Pero no se podrá escribir cualquier cosa. Supongo que no se
podrá escribir algo racista o machista o meterse con alguien. No es
el sitio para discutir los métodos de un profesor.
Germán- No voy a poner en peligro el prestigio de “La Antorcha”.
Con su sección de actualidad escolar, sus fotos del viaje de fin de
curso, sus notas de homenaje a profesores jubilados, su página de
chistes y pasatiempos, su cuadernillo central de poemas cursis y
relatos estúpidos. No, nadie podrá decir que “La Antorcha”
censura.
Juana- ¿Por qué no hablas con Rafa? Para quitarle hierro al
asunto. Por él, para evitar que se meta en un lío.
Germán- Yo no sé que vaya a escribir ningún artículo. Se supone
que no sé nada de lo que pone aquí.
Claudio- ¿Sabes cómo podrías titularlo? “La pizarra vacía”.
Rafa- “La pizarra vacía”. Mola.
Claudio- Pero ahora vamos a centrarnos en esto.
Me vas a calcular los focos de estas elipses. (Escribe
tres ecuaciones; Rafa intenta calcular los focos.)
Yo me voy a dar una vuelta. En la biblioteca del salón tienen libros
realmente buenos, ordenados por tamaños. Hay un estante lleno de
álbumes marcados con etiquetas: “2004”, “2003”... Abro
“1989”: cuando Rafa nació. La primera foto es de Marta, la
hermanita, sosteniendo al bebé. Vuelvo al cuarto de Rafa, a ver cómo
va. Le doy una pista para la segunda elipse y reanudo mi paseo. Entro
en el despacho de Rafa Padre. El ordenador. No, no voy a abrirlo. La
mesa tiene dos cajones. En el primer cajón, una grapadora, una barra
de pegamento, carpetas: “Proyecto juguetes Bianjan”; “Proyecto
bisutería Junjin”... Segundo cajón: las escrituras de la casa,
multas ordenadas por fecha, una radiografía, un fajo de postales de
Marta, la última de hace tres años. Miro la radiografía al
trasluz: es una columna vertebral. Ruido a mi espalda, me vuelvo:
Luba. Cuando Eliana se fue, en la casa se vivió como si hubiera
habido un terremoto, hasta que encontraron a Luba. Luba, que se educó
en el comunismo, hace como que no me ve y sigue barriendo el pasillo.
La radiografía parece de una mujer, sí, es una mujer. Salgo del
despacho. La siguiente puerta es la del matrimonio. La cama. En las
mesillas, los libros que realmente leen. Ella: “La fórmula de la
felicidad. Aprende a ser tu mejor amiga”. Él: “¿Quién se ha
llevado mi queso? Cómo adaptarnos a un mundo en constante cambio”.
El armario. Siete pares de zapatos de mujer. Una puerta que da a un
cuarto de baño. Un armarito con cosas de afeitar, crema antiestrías,
“Gelocatil”, “Efferalgán”, “Lexatin... Me pongo la colonia
de Rafa Padre y vuelvo al cuarto de Rafa. No puede con el tercer
ejercicio. Ésta no es una elipse. Es una hipérbola.
Rafa- Ah.
Claudio- ¿Pero ves por qué?
(Silencio.)
Claudio- Oigo la llave en la cerradura. Oigo a Ester preguntar a
Luba por la cena. “No hay vino blanco, señora”. “Baja a los
chinos”. Oigo sus pasos acercándose. Da un beso a Rafa. A mí me
saluda con sonrisa maternal. Oigo sus tacones alejándose hacia el
salón.
Rafa- ¿Y no podría ser una circunferencia?
Claudio- Al rato, llega él. También él viene a dar el beso a
Rafa. Lo noto preocupado.
Ester- Me han puesto una multa por aparcar en una esquina. No podía
con tanto paquete. ¿Estás bien?
Rafa Padre- ¿Te acuerdas de aquel chino, Juanito? Resulta que,
hasta hoy no me he enterado, resulta que se fue sin firmar. Hasta el
pitido final hay partido. No se pusieron de acuerdo en el porcentaje.
Pues esta tarde me llama Mariano y me saca la factura del restorán.
Que si no había un sitio más caro. Pero si insistió en que quedase
contento. No lo llevé a uno supercarísimo. Eso sí, se le antojó
el vino más caro de la carta, y yo, ¿qué iba a hacerle?
Ester- Pero ¿cuánto es?
Rafa Padre- Encima que me llama a casa, que me dice que está en
cama con fiebre...
Ester- Pero ¿cuánto?
Rafa Padre- Doscientos setenta euros.
Ester- Pues lo pones de tu bolsillo y te olvidas.
Rafa Padre- Si no es por el dinero. Es porque están jodidos porque
el chino no firmó. Si el chino firma, ni me mencionan esa factura.
Claudio- Bajan la voz cuando me ven. Mi mirada está sobre la
acuarela titulada “Zerstorung”, que quiere decir “Destrucción”.
Ester- ¿Y qué vas a hacer?
Rafa Padre- Esperar a que amaine. En cuanto se olviden del chino, se
olvidarán de la cena y de los trescientos euros.
Ester- ¿Trescientos?
Rafa Padre- Con la propina.
(Silencio. Ester
observa a Rafa Padre.)
Ester- Rafa...
Rafa Padre- ¿Sí?
Ester- ¿No te parece que leemos poco?
Rafa Padre- ¿Que leemos poco? ¿A qué viene eso?
Ester- No, nada.
(Silencio.)
Ester- Mañana es el cumpleaños de Marta. ¿No crees que deberíamos
llamarla?
Rafa Padre- La última vez me colgó. Ella jamás llama. Sólo llama
a Rafa. Sus padres no existen para ella.
Juana- Ester está mal.
Germán- ¿Por qué?
Juana- “Lexatin” es un ansiolítico.
Germán- Yo tomo “Prufax”. La mitad de mis compañeros toma
ansiolíticos. ¿Y cómo sabes que es de Ester y no de él?
Juana- Él es más equilibrado. No entiendo por qué Claudio no abre
el ordenador. ¿Qué diferencia hay entre un ordenador, un cajón,
una puerta?
Germán- ¿Por qué Claudio no abre el ordenador?
Claudio- Lo que Claudio busca no puede estar en el ordenador. A
Claudio ya sólo le interesa Ester. El secreto de Ester. Cuando entró
en la casa, creía saberlo todo sobre ella. Pero ha descubierto que
no la conoce.
(Silencio.)
Germán- En ese caso, falta una escena. (Hojea
la carpeta.) Entre la escena de la
terraza y ésta, falta otra que justifique esa transformación de
Claudio.
(Silencio.)
Claudio- En la terraza, de día. (Silencio.)
Esa escena ocurrió, pero no la veía necesaria.
(Saca papel y
bolígrafo.)
Germán- Esa radiografía... Espero que no nos salgas con un cáncer
o algo así. De todas las cosas que odio, la que más odio es la
manipulación sentimental del lector. Buscar las lágrimas del
lector: no hay nada más despreciable.
(Claudio se pone a
escribir la escena.)
Claudio- La terraza está abierta... Ella está allí... comiendo
una manzana... “Hace frío”, le digo...
Germán- Rafael, ¿puedes quedarte un minuto?
(Rafa se acerca.)
Germán- El otro día, cuando te saqué a la
pizarra... Al final tuve la impresión... Me pareció que no
entendiste que mi intención era... (Silencio.)
¿Te gusta el baloncesto?
Rafa- Pues sí.
Germán- Es como si tu entrenador te corrige el tiro, o el modo de
botarla... No sé, no entiendo de baloncesto.
(Le tiende un libro.
Rafa lo mira y se lo pasa a Claudio.)
Rafa- Parecía que quería hablarme, pero no
tenía nada que decir. Y al final va y me da esto. (Imitando
a Germán:) ”No lo subrayes, ni le
dobles las esquinas, ni lo dejes abierto boca abajo”.
Claudio- Le prestó “Carta de Dublín”. No puedo creerlo.
Germán- ¿Qué no puedes creer? ¿Que le prestase “Carta de
Dublín” o que le prestase un libro? También él es alumno mío.
“Carta de Dublín” es la historia de una confusión. La
protagonista vive como ofensa lo que sólo fue un malenten....
Juana- Creo que lo he encontrado, creo que al fin
lo tengo. (Enseña un catálogo a
Germán.) Se está hablando mucho de
ella en Holanda. Aquí todavía no ha expuesto.
Germán- ¿China?
Juana- De origen, pero nacida en Los Ángeles. Se ha propuesto
revisar la tradición caligráfica desde una perspectiva de género.
Germán- “Desde una perspectiva de género”. Ya sabes lo que
pienso de esas perspectivas. Si era chico o chica, homosexual o
heterosexual, blanco o negro, vertebrado o invertebrado... Prefiero
olvidarme de esas perspectivas cuando veo un Velázquez, cuando oigo
a Mozart o cuando leo a Goethe.
Juana- Pero ¿qué te parece? Yo lo veo bastante accesible para un
espectador medio.
Germán- ¿Cuál es la diferencia entre “El cielo de Shangai 6”
y “El cielo de Shangai 7”?
Juana- No hay dos piezas iguales en la serie. Son variaciones
infinitesimales generadas aleatoriamente por ordenador.
Germán- Pero ¿representa algo? ¿Significa algo?
Juana- No representa nada, es pura presencia. Frente a
representación, presentación. ¿No es cierto que se impone al
observador con su contundente materialidad?
Germán- La verdad es que sí, asusta un poco.
(Hojea el catálogo.)
¿Puedo llevármelo?
Juana- Sí, sí, míralo tranquilamente y me dices algo.
(Germán guarda el
catálogo en su cartera. Claudio acaba de escribir la escena y se la
da a Germán, que la lee.)
Claudio- La terraza está abierta. Ella está
allí, comiendo una manzana. (A Ester.)
Hace frío.
Ester- Me gusta este tiempo.
(Muerde la manzana.)
Claudio- El parque es muy distinto de día que de noche. Veo los
niños de los columpios, un grupo de jubilados haciendo Tai-Chi, los
negros, ésos sí están ahí a todas horas, de día o de noche.
Ester- Allí aprendió Rafa a andar. Y Marta, ahí nos pasábamos el
día los tres. No eran los mismos columpios. Eran de hierro.
Claudio- Señala los columpios. La luz de la
tarde se desliza por su brazo. (A
Ester.) ¿Ves aquel banco? Yo te he
visto muchas tardes desde allí este verano.
(Silencio. Ester
hace una mueca de dolor, las piernas le fallan. Claudio la ayuda a
sostenerse.)
Ester- Es la columna. Estoy operada, un apaño, no tiene solución.
He probado con acupuntura, pero nada. Se me carga y me da el
latigazo. No puedo estar mucho tiempo de pie. Ni puedo correr, antes
salía a correr con Rafa. Y no puedo bailar.
Claudio- Pienso en los siete pares de zapatos que vi en su armario.
Me pregunto con qué zapatos bailaba, cuando todavía podía hacerlo.
Me la imagino bailando con los zapatos rojos. Me la imagino bailando
en el parque, con los pies descalzos, sobre las hojas amarillas del
otoño.
(Claudio coge la
manzana del suelo, la muerde y se la da a Ester.)
Germán- “Me la imagino bailando en el parque,
con los pies descalzos, sobre las hojas amarillas del otoño”.
Cuando escribiste esto, ¿acababas de zamparte un bote de melocotones
en almíbar? La manzana, ¿es un símbolo?, ¿un puto símbolo?, ¿o
es sólo una manzana? “Los pies descalzos”, “las hojas
amarillas”... ¿Quieres acabar de redactor de catálogos de arte?
(Saca el catálogo que Juana le dejó;
lee.) “¿Qué es lo que se ve en las
obras de Feng Tang? Lo que se ve en estas piezas es el silencio.
Nacidas en un no lugar entre Oriente y Occidente, estas presencias
mudas combaten el ruido del mundo, el ensordecedor griterío
bla-bla-bla”. Que las palabras sirvan para esto... La peor
literatura se hace en los catálogos de arte contemporáneo. Poesía
basura, jerga de rufianes, cuentos chinos. Todo para vender esto,
fíjate en la foto. Es arte porque alguien ha escrito eso, si no
sería una mierda. ¿Se te ocurre un trabajo más triste para un
escritor? Sí, escribir un discurso para la ministra de Educación:
“Junta doscientas palabras para justificar esta cagada”. Mi mujer
vende este tipo de cosas. Lleva una galería, “El Laberinto del
Minotauro”, o sea, un lugar para extraviarse. La han heredado dos
señoras con sentido común, dos que llaman al pan pan y al vino
vino, y le han dicho que se deje de exponer arte para enfermos o le
cierran el chiringuito. El fraude empieza por el título: “El cielo
de Shangai”. También se podía llamar “King Kong” o “Lo que
el viento se llevó”. Es la peor alianza: artistas sin talento y
escritores corruptos. “Me la imagino bailando en el parque con los
pies descalzos, sobre las hojas amarillas del otoño”. No, Claudio,
éste no es el camino, y tú lo sabes.
(Silencio.)
Claudio- ¿Algo más?
Germán- Lo de los zapatos. Además de una cursilería, es una
incongruencia. Si esta escena es antes de la del dormitorio, todavía
no habías encontrado los siete pares de zapatos. Tendría sentido si
utilizases el pretérito: el narrador mezcla recuerdos, confunde los
tiempos... Pero utilizando el presente...
(Silencio.)
Claudio- ¿Más?
Germán- Esa manía tuya de las listas. Lista de medicamentos, lista
de gente del parque, lista de...
Claudio- Lo aprendí en Scott Fitzgerald. En “Suave es la noche”.
(Silencio.)
Germán- No lo he leído.
Claudio- “Nicole lanzó una mirada sobre la playa: un hombre
tomando el sol, dos mexicanos jugando a la pelota, un muchacho a
punto de tirarse al agua”. Se trata de ponerse en los ojos del
personaje. En su punto de vista. Por cierto, ¿ha leído ya el
artículo de Rafa? Hemos hecho una apuesta. Él dice que usted no va
a publicarlo.
(Silencio. Germán
tiende a Juana el artículo de Rafa.)
Juana- “La pizarra vacía”.
(Lo lee.)
Juana- Le hiciste escribir su redacción en la pizarra y fuiste
borrando las frases que tenían error. Borraste frases una a una
hasta dejar la pizarra en blanco. ¿Fue eso lo que hiciste?
Germán- Sí.
Juana- Entonces, tiene razón en estar enfadado contigo.
Germán- ¿Ah, sí?
Juana- Fue como desnudarlo en público. Primero me quitas la camisa,
luego el pantalón...
Germán- Mira, ya sabes lo que pienso de la literatura simbólica.
No entiendo de símbolos. Para mí, una manzana es una manzana, y
corregir una redacción en la pizarra es corregir una redacción en
la pizarra.
Juana- Y lo hiciste entre las risas de sus compañeros.
Germán- Bueno, quizá tenía que haber parado cuando empezaron a
reírse.
Juana- Está bastante bien escrito, ¿no? Y bien argumentado, este
chico razona.
Rafa- “Unos padres deciden sacar a su hijo de
la escuela y que se eduque por Internet. ¿Qué opinaría
Aristóteles?”. (Silencio.)
Aristóteles cree que la educación es demasiado importante para
dejarla en manos de la familia”. O sea que, según Aristóteles, a
esos padres habría que detenerlos. Según Aristóteles...
Claudio- La Filosofía me da sueño. Cierro los ojos. Aristóteles.
Familia. Destrucción. Zerstorung. Alemania. Grecia. China...
Germán- ¿Qué demonios es esto?
Claudio- La conciencia de Claudio. Un monólogo interior.
(Silencio.)
Germán- Así que lo has encontrado: James Joyce. Nadie ha hecho
tanto daño. Esas escombreras de palabras, ¿es eso la conciencia? El
arte debe iluminar el mundo, no extender la confusión. El siglo
veinte: dos guerras mundiales y James Joyce. No todo el siglo veinte
fue terrible, está Kafka, y Thomas Mann. Pero Kafka más Thomas Mann
no valen un párrafo de Dostoievski... James Joyce: no lo encontrarás
en mi biblioteca.
Claudio- Después de nuestro cuarto de hora de Filosofía, pongo a
Rafa tres problemas. El último dice: en el triángulo BDE, BD mide
tres metros, DE cuatro, BE cinco. Hallar la distancia AD si los
ángulos señalados en el dibujo son rectos. No sabe ni por dónde
empezar. Pero tiene mucho amor propio, no se da por vencido. Se nos
hace de noche.
Rafa Padre- ¿Sabéis qué hora es?
Rafa- Estos problemas son un lío.
(Rafa Padre lee el
enunciado del problema.)
Rafa Padre- (A
Claudio.) Puedes quedarte a dormir, si
sirve para que acabéis los problemas. (A
Rafa.) Puede quedarse en el cuarto de
Marta. (A Claudio.)
¿Quieres llamar para avisar?
Claudio- No, gracias, no necesito avisar. Nos dan las doce con los
problemas. En el salón todavía hay luz y ruido de tele. Rafa me
lleva al cuarto de Marta, que ahora es el cuarto de la plancha.
Rafa- Está en Irlanda, estudiando inglés.
Claudio- Es el cuarto de una niña de catorce años, aunque Marta
debe de tener unos veinte. Hay una estantería llena de Barbies. Pero
si están... Una manca, otra tuerta... Están todas mutiladas, las
pobres. Rafa me presta un pijama. Me está grande. Le da risa verme
en un pijama tan grande.
Rafa- A ver si te vienes un sábado a jugar al baloncesto. Da igual
si no juegas bien, la cosa es pasar un buen rato. Hacer unas risas,
cabrearse con el árbitro, tomar algo después del partido...
(Silencio.)
Rafa- Gracias por ayudarme con el artículo. Me estás ayudando
mucho. Me estás demostrando que eres un verdadero amigo.
(Silencio.)
Rafa- ¿Sabes lo que a veces me dan ganas a estas horas? Muchas
noches me dan ganas de salir por ahí a hacer algo, como esos
chavales franceses, salir a quemar coches o lo que sea, cuando estoy
más hasta los cojones.
Claudio- Por fin se va a su cuarto. Yo me echo en la cama y miro el
techo. Oigo voces en el pasillo.
Rafa Padre- Tendríamos que haberle puesto un profesor particular.
Todavía estamos a tiempo.
Ester- Si en Matemáticas es en lo que mejor va.
Rafa Padre- Si le cundiese más, le daría tiempo para las otras
asignaturas.
Claudio- La casa se va quedando en silencio. Espero un rato antes de
salir. Camino a ciegas por el pasillo, hasta que mis ojos se
acostumbran a la oscuridad. Los cuatro ángeles, colgados de la pared
como murciélagos. El cuarto de Rafa.
(Se acerca a Rafa,
que duerme.)
Claudio- Duerme nervioso, con un gesto extraño.
(Lo arropa.)
Germán- No, no es verosímil. Lástima, porque la imagen tiene
fuerza: Claudio moviéndose de noche por la casa, como un ángel o un
vampiro, mientras ellos duermen. Tiene fuerza, pero no es verosímil.
Claudio- No será verosímil, pero es verdad. Es lo que pasó.
Germán- Si no es verosímil, no vale, aunque sea verdad.
(Silencio. Claudio
rompe la redacción. Silencio. Germán recupera los fragmentos y
lee.)
Claudio- El cuarto del matrimonio. En la mesilla de él: “Basket
aplicado al management” y “Confucio aplicado al management”. En
la de ella: “La construcción de la muralla china”.
(Se acerca a Ester y
Rafa Padre, que duermen.)
Claudio- Él duerme abrazado a su cintura. Respira mal. Ella sonríe.
Tiene la piel muy blanca. Los pies son de niña pequeña.
(Acaricia los pies
de Ester.)
Juana- ¿Es que no tenéis respeto a nada? Es un chaval de
diecisiete años. Si realmente te importa, deberías sacarlo de esa
casa antes de que se haga daño. Te lo dije desde el principio: éste
no va a parar hasta que alguien le dé un buen guantazo.
Germán- (A
Claudio.) Has ido demasiado lejos. Es
el momento de parar.
Claudio- ¿Quiere que lo deje?
Germán- Ni una línea más.
Claudio- Fue usted el que me metió en esto. Aquella mañana, yo
estaba a punto de tirar mis libros y salir corriendo. Cada clase era
más insoportable que la anterior. Pero usted nos mandó escribir
aquella redacción. Usted nos mandó escribir y ya no puedo parar.
Germán- ¿No puedes dejar de escribir? Escribe. Sobre tu familia,
por ejemplo.
Claudio- Me gustan estos personajes. Tengo que seguir escribiendo
sobre ellos.
Germán- En ese caso, yo no voy a seguir leyendo.
(Silencio. Claudio
saca unos folios, los deja ante Germán y se va. Al rato, Germán
toma los folios y lee.)
Ester- ¿Estás disgustado? ¿Siguen mareándote con aquel chino?
Rafa Padre- Va a resultar que si no firmó fue por mi culpa.
Ester- ¿Por tu culpa?
(Silencio.)
Rafa Padre- Aquella noche, después de la cena, estuvimos en un
local y Juanito, que ya iba cargado, montó un escándalo. Se enfadó
con una chica, casi la pega en plena pista de baile. Lo saqué de
allí como pude, para evitar que le diesen dos tortas, que me las
pude llevar yo. Y ahora resulta que no lo traté bien y que por eso
no firmó.
Ester- ¿Estuvisteis en un local?
Rafa Padre- Él quería tomar una copa.
Ester- ¿Cómo sabías que existía ese sitio? ¿Habías estado
antes?
Rafa Padre- En la vida.
Ester- Entonces, ¿cómo sabías?
Rafa Padre- Se sabe que hay esas zonas.
(Silencio.)
Rafa Padre- Estas cosas funcionan así. Hay que tener al socio
contento. Hay socios que quieren ir al Museo del Prado, socios que
quieren ir al Bernabéu y socios que son unos cerdos.
Ester- Pero ir a un puticlub, por muy socio que sea, vamos yo no lo
entiendo, a mí no me entra en la cabeza.
Rafa Padre- No es un puticlub. Es un bar en el que hay mujeres.
Ester- Un bar de mujeres, muy bonito.
Rafa Padre- Nunca había estado allí. No voy a esos sitios. Siempre
lo hace Mariano, a él le van esas cosas, a mí no. Por compañerismo
no supe negarme y me cayó el marrón.
Ester- Me vas a decir que estuviste a disgusto. No bebiste, ni
bailaste. ¿O sí que bailaste?
Rafa Padre- Tomé una copa, por acompañarle.
Claudio- Ella enciende la tele, la pone muy alta. Él se va a la
calle a fumar. Es el momento. Sé que es el momento, pero, por
primera vez desde que empezó todo, tengo miedo.
(Claudio y Ester se
miran en silencio. Claudio da a Ester un papel y se va. Ester lo lee.
Juana abre una caja en cuyo exterior hay etiquetas en inglés.)
Juana- No sé qué precio proponer a la artista. Esta pieza, por
ejemplo. ¿Seiscientos?
(Germán se acerca a
mirar el contenido de la caja.)
Germán- ¿Seiscientos? ¿Quién pagaría seiscientos por esto?
Juana- ¿Ése es el problema, el precio? ¿Y si costase sesenta?
Germán- Si costase sesenta... Aún sería demasiado caro. Pero si
costase seis euros... ¿Has pensado en los chinos? Los de verdad, los
de China.
Juana- ¿Los chinos de China?
Germán- Los chinos de China te hacen esto cien veces más barato.
Te lo quitarían de las manos. ¡Vanguardia para todos los bolsillos!
¡Vanguardia a seis euros! Ese Juanito, el amigo de Rafa Padre, puede
copiar de todo. Copiar no, es ilegal, con pequeños cambios, y
cambiándole el título, eso es fundamental, el título.
Claudio- Una hoja transpira cada hora a razón de dos miligramos de
agua por centímetro cuadrado. Los bordes de la hoja están limitados
por las curvas de ecuaciones i griega igual cinco equis elevado a un
medio e i griega igual un quinto de equis al cuadrado, donde equis e
i griega se expresan en centímetros. Calcula la cantidad de agua
transpirada por la hoja durante un día. Mientras Rafa calcula el
agua transpirada, yo voy a buscar agua fría. Tengo hielo en las
manos cuando ella entra en la cocina. No me mira. Se sirve un
Martini. Los hielos se me caen.
Ester- “Ni siquiera la lluvia baila tan descalza”. ¿Qué
significa?
Claudio- No significa nada. Es lo que se sienta. El efecto que causa
en quien lo lee.
Ester- No he podido dormir. (Saca
el papel que Claudio le dio.) “Ni
siquiera la lluvia baila tan descalza”.
Claudio- No volveré a esta casa, si usted no quiere. No volverá a
verme.
Ester- Mi hijo ha hecho mucho por ti. Y Rafa, te ha cogido cariño.
¿Te imaginas que lo leyesen?
Claudio- No lo escribí para ellos.
Ester- Si lo leen, te matan. El resto creo que lo entiendo, pero eso
de la lluvia... No sé a qué se refiere. “Ni siquiera la lluvia
baila tan descalza”.
(Se le escapa una
lágrima. Claudio le seca la lágrima.)
Germán- Canalla. Así que eso fue lo que le diste, un poema. A esa
mujer no le han escrito un poema en la vida. Estás abusando. Esa
gente es casi analfabeta. En esa casa no hay un gramo de poesía. Les
sueltas un verso y es como tirarles una bomba. No reconocerían un
símbolo aunque lo tuvieran delante de las narices. “Ni siquiera la
lluvia baila tan descalza”. ¿Estás hablando de esa mujer? No
puedes estar hablando de ella.
Claudio- Ahora la veo de otro modo.
Germán- Ya entiendo. Nuestro jovencito iconoclasta le ha cogido el
gusto a la clase media.
Claudio- Usted me dijo que los mirase de cerca, sin prejuicios, sin
condenarlos a priori.
Germán- ¿Ya no te parece ridículo su olor, su forma de hablar?
¿Vas a escaparte con ella, buscar trabajo, pedir un crédito y
comprarle una casa con un salón bien grande?
(Claudio se
levanta.)
Germán- No te dejes engañar por tus propias palabras. En cuanto a
ese verso: a) Es malo; b) Es un plagio.
(Silencio. Claudio
vuelve junto a Ester.)
Ester- El resto creo que lo entiendo, pero eso de la lluvia... “Ni
siquiera la lluvia baila tan descalza”.
(Se le escapa una
lágrima. Claudio le seca la lágrima. Se besan.)
Juana- ¿Cómo está Claudio?
Germán- Bien, supongo.
Juana- Hace tiempo que no me das nada suyo.
Germán- Cinco días. Desde el jueves no me trae nada.
(Silencio.)
Juana- Los he visto. A los dos Rafa. Y a Ester.
Germán- ¿Dónde?
Juana- Estuve sentada en el coche, frente a la casa. Vi al chico. Y
luego a ellos. A ella me la imaginaba más guapa.
Germán- Adelante, por favor.
(Invita a Rafa Padre
y a Ester a sentarse.)
Germán- Ustedes dirán.
Rafa Padre- Se trata de ese artículo de Rafael,
en la revista. (Saca “La Antorcha”.)
Germán- Ah, el artículo. No le den importancia. Los chicos son
así.
Ester- Lo leímos ayer. Él no nos había contado nada.
Rafa Padre- Lo habíamos notado raro.
Ester- Se ve que le afectó mucho.
Rafa Padre- Es el símbolo. Él ahí, de pie, y la pizarra que va
vaciándose. El símbolo.
(Silencio.)
Ester- Lo que queremos... Lo que creemos que Rafa se merece... Usted
le ofendió en público.
Rafa Padre- Se merece que usted le pida perdón en público, delante
de sus compañeros.
Rafa- “En un partido, un jugador rival golpea a uno de tu equipo,
lesionándolo. ¿Qué te aconsejaría Enmanuel Kant?”. Eh, ¿qué
te aconsejaría?
Claudio- No sé, ni idea.
Rafa- Seguro que Kant diría que no hay que devolver mal por mal. Y
Heráclito, y San Agustín, la venganza tiene mala prensa. Pero a mí
me tocan a uno de mi equipo y yo la devuelvo. Si tocan a mi padre,
por ejemplo. Mi padre y yo somos un equipo.
(Silencio.)
Rafa- Ayer, después que te fueras, salí detrás de ti. Ya sé cuál
es tu casa. Te vi por la ventana con un hombre.
Claudio- Me estás vacilando.
Rafa- Un tío flaco, con gafas. Tiene algo en la piel, ¿no? ¿Qué
le pasa en la piel?
(Silencio.)
Rafa- Yo a Kant me lo paso por los cojones. Y a Séneca, y a Santo
Tomás de Aquino. Yo si un listillo le hace daño a mi padre, le doy
de hostias al listillo y al padre del listillo. Ésa es mi filosofía.
La filosofía de Rafael Artola.
(Silencio.)
Rafa- Bueno, ya está bien de Filosofía. Ahora
vamos a repasar los números imaginarios. Última clase del curso:
los números imaginarios. Y como se te ocurra mover el culo de esa
silla, te comes los apuntes, ¿me has entendido, poeta? Creo que por
fin los he pillado, esos putos números imaginarios. Es como jugar
sin balón. (Se mueve como un
baloncestista sin balón.) En básket,
lo más importante es saber jugar sin balón. (Se
mueve alrededor de Claudio, cargando el codo.)
Germán- ¿Qué te ha pasado en ese ojo?
Claudio- ¿Quería verme?
Germán- Hace diez días que no me das nada. ¿Sigues enfadado?
Claudio- Lo he dejado.
Germán- ¿Ya no vas a la casa?
Claudio- Ya no escribo. He decidido concentrarme en las Matemáticas.
Las Matemáticas nunca defraudan.
Germán- Pero no puedes dejarlo así. Tienes que darle un final.
Claudio- Elija. Opción a: Claudio se escapa con Ester. Opción b:
Claudio mata a los Rafa y se queda con Ester y con la casa. Opción
c: los Rafa matan a Claudio. Opción d: Ester quema la casa con los
tres tíos dentro. Elija uno y escríbalo usted mismo.
Germán- Claro que lo haré, si tú no lo haces. ¿Sabes cuáles son
las dos características de un buen final? El final ha de ser tal que
el lector se diga: no me lo esperaba y, sin embargo, no podía acabar
de otra manera. Ése es el buen final. Necesario e imprevisible.
Inevitable y sorprendente. Tienes que encontrarlo, un final que
reconforte al lector o que lo deje herido. ¿O es que no te atreves?
¿No te atreves a acabar? ¿Prefieres que lo haga yo?
(Claudio se va. Al
quedarse solo, Germán empieza a ensayar.)
Germán- Hace unos días, intentando mostrar a Rafael Artola algunos
errores sintácticos y conceptuales, pude equivocarme al elegir...
(Silencio.)
Germán- El otro día, cuando saqué a vuestro compañero Rafael
Artola a la pizarra, no supe medir...
(Silencio.)
Juana- ¿Te ayudo?
(Silencio. Germán
asiente.)
Juana- He estado pensando en cómo pudo sentirse Rafa ante la
pizarra vacía.
Germán- He estado pensando en cómo pudo sentirse Rafa ante la
pizarra vacía.
Juana- Rafa, te debo una disculpa.
Germán- Pero Juana...
Juana- Rafa, te debo una disculpa.
(Silencio.)
Germán- He estado pensando en cómo pudo sentirse Rafa ante la
pizarra vacía. Rafa, te debo una disculpa.
(Ester está
haciendo un boceto de reforma de la casa. Llega Rafa Padre del
trabajo. Silencio.)
Rafa Padre- Mariano. Ha vuelto a sacarme la factura del chino,
delante de todo el mundo. Me han dado ganas de tirárselos a la cara,
los trescientos euros. Pero no lo he hecho.
Ester- Menos mal.
Rafa Padre- Le he quemado el coche.
Ester- ¿A Mariano?
Rafa Padre- Al salir. Lo he visto ahí aparcado y...
Ester- Pero Rafa... ¿Te han visto?
Rafa Padre- No sé, creo que no, pero como ahora hay cámaras por
todas partes...
(Silencio.)
Ester- Tenemos ahorros. Podemos aguantar hasta que encuentres otra
cosa. Y yo voy a trabajar. Y si hay que vender la casa, se vende.
(Coge de la mano a
su marido.)
Claudio- Hoy me levanto a la misma hora que todos los días, pero
con una sensación distinta, hoy es un día distinto, hoy es el
final. Me levanto a las siete, como todos los días, le preparo la
comida a mi padre y salgo de casa a las ocho, como todos los días,
pero sabiendo que hoy he de encontrar un final, necesario e
imprevisible, inevitable y sorprendente. Es miércoles, lo que
significa que a las nueve tengo Historia, a las diez Inglés, a las
once descanso hasta las once y media, a las once y media Matemáticas,
a las doce y media Lengua y Literatura. Pero yo cojo mi maleta y
camino en dirección contraria a todo eso, en busca de un final. La
maleta pesa mucho, pero tiene ruedas, cojo un autobús y a las nueve
ya estoy frente a los dos rótulos: “El laberinto del Minotauro”
y “Se alquila”. Ella está dentro, pero no abre hasta las diez.
Cuando entro, siento que, aunque nunca me ha visto, me reconoce al
instante. Siento que sabe mucho de mí, y yo casi nada de ella.
Bueno, algo sé. Sé con qué clase de hombre está casada. Sé que
no tiene hijos. Sé lo que piensa su marido de todo esto que la
rodea: “mierda”; “arte para enfermos”.
Juana- ¿No deberías estar en clase?
Claudio- Ya no voy a clase. Lo he dejado.
Juana- ¿Has dejado de estudiar? ¿Y se puede saber qué vas a
hacer?
Claudio- Me puedo ganar la vida dando clases particulares. La gente
tiene problemas con las Matemáticas.
Juana- No dejes los estudios. Te arrepentirás.
Claudio- También puedo escribir catálogos de arte contemporáneo.
Mi profesor de Lengua dice que valgo para eso.
(Observa una pieza.
Lee su título.)
Claudio- “El cielo de Shangai 5”. ¿Sabe lo que yo veo en
estas... presencias? El silencio. Ante estas presencias mudas cesa el
ruido del mundo, el ensordecedor griterío...
Juana- No he vendido ni una. Ni una.
Claudio- ¿Usted pondría estas cosas en su casa?
Juana- A mi marido no le gustan.
Claudio- La gente no quiere arte. La gente quiere decoración. Esto
es lo que quiere la gente.
(Le da la revista
“Casa y jardín” de Ester.)
Juana- (Señalando
la maleta.) ¿Te vas de viaje?
Claudio- Es para mi profe de Lengua. Pero no sé dónde vive. Sólo
sé que su mujer lleva una tienda llamada “El Laberinto del
Minotauro”. Casi paso de largo. Debería cambiarle el rótulo.
Juana- Puedes dejarlo aquí. O vas a clase y se lo das.
Claudio- Prefiero llevárselo a casa. Usted sabe lo que le gustan
las sorpresas.
(Silencio. Juana
señala “El cielo de Shangai 5”.)
Juana- ¿Me ayudas a llevar esto al coche?
Claudio- Me monto a su lado. En todo el trayecto no dice palabra.
(Germán entra en
clase. Se dirige a los espectadores como si fuesen sus alumnos.)
Germán- He estado pensando en cómo pudo
sentirse Rafa ante la pizarra vacía. (Silencio.)
Rafa... (Silencio.)
Rafa, es un problema de punto de vista: intentas ayudar a otro, pero
lo que el otro ve es que lo estás insultando. Todo depende de eso:
del punto de vista. A veces me pregunto: ¿Cómo sería “Moby Dick”
si el narrador fuese el capitán Achab? ¿Cómo acabaría? “!Ah,
una muerte solitaria después de una vida solitaria!!Te perseguiré
atado a tu cuerpo, maldita ballena! ¡Así te entrego mi arpón!”.
(Hace como que arrojase un arpón a una
ballena imaginaria. Silencio.) Bueno, a
trabajar. Abrid el libro por la página noventa y cinco.
Juana- Adelante.
Claudio- Huele a libro, hay libros por todas partes. Sigo a Juana
hasta la biblioteca. Abro la maleta y voy sacando los libros. Ella me
ayuda a colocarlos, no es fácil, están ordenados por épocas.
Cuando acabamos, nos sentamos a charlar. Hablamos de Matemáticas; de
cómo conoció a Germán; de los libros que le gustan a ella.
Juana- Los rusos no. Los encuentro pesadísimos. De “Ana Karenina”
sólo leí diez páginas: las cinco primeras y las cinco últimas. ¿A
ti no te agobia tanto libro? Germán se siente aquí como Noé en su
arca. Fuera de aquí, el diluvio. A tu edad ya era así. Tú me lo
recuerdas mucho.
Claudio- Suena el teléfono; es él. Juana no le dice que yo estoy
con ella. Me invita a comer. Después de comer, se tumba en el sofá
y se queda dormida. La veo dormir. Tiene los pies muy blancos. Cojo
unos folios y escribo todo esto. Ella todavía duerme. Dejo los
folios a su lado, cojo la maleta vacía y salgo de puntillas, para no
despertarla.
(Se va. Juana
despierta. Lee el escrito de Claudio. Germán entra con su cartera.)
Germán- Lo he hecho. Me ha costado, pero lo he hecho: “He estado
pensando en cómo pudo sentirse Rafa...”.
Juana- Claudio no estaba allí, ¿no?
Germán- ¿Cómo lo sabes?
(Juana señala la
biblioteca. Germán observa los libros que prestó y que han vuelto.)
Juana- Te ha dejado esto.
(Le entrega la
última redacción de Claudio. Germán la lee en silencio. Mientras,
Juana sale y vuelve con “El cielo de Shangai 5”.)
Germán- ¿Qué es esto?
Juana- “El cielo de Shangai 5”.
(Lo coloca.)
Germán- ¿Y tiene que ser ahí, delante de Dostoievski?
Juana- Pues sí.
(Silencio. Germán
coge la carpeta de las redacciones, mete la última y sale. Claudio
está sentado en su banco, solo. Llega Ester. Silencio.)
Ester- Te he visto desde la terraza. Quería devolverte esto. No
sabía qué hacer con ello. No quería tirarlo.
(Le devuelve el
poema. Silencio. Ester lo abraza maternalmente. Abrazados, parecen
iniciar un baile. Pero Ester se separa de Claudio y se va. Claudio
llora. Todavía está llorando cuando llega Germán. Al ver a éste,
Claudio se seca las lágrimas. Silencio.)
Claudio- ¿Se ha fijado cuántas ventanas se ven
desde aquí, cuánta gente? Yo me pongo aquí y pienso: ¿cómo será
la vida en esa casa? Allí por ejemplo. (Señala.)
Esas viejas.
Germán- Están discutiendo. ¿Dos hermanas disputándose una
herencia?
Claudio- ¿Dos lesbianas a punto de separarse?
Germán- Dos hermanas discutiendo por la casa del pueblo. La rubia
quiere vender. La morena dice que ni hablar. Se están tirando el
pasado a la cabeza.
Claudio- Dos lesbianas. Treinta años de
convivencia a la mierda porque la rubia se ha enamorado de su
reumatóloga. La morena dice: “Pero si yo te la presenté”.
Fíjese en sus manos. (Las mueve,
imitándola.) “!Pero si yo te la
presenté! ¡Ahora entiendo por qué no querías que te acompañase a
la consulta!”.
Germán- Qué va, qué va, dice: (Moviendo
las manos, imitándola.) “!La casa de
nuestro padre! ¡Con lo que luchó para conservarla!”.
Claudio- Debe de ser el tercero derecha.
Germán- Olvídalo. No creo que necesiten un profe de Matemáticas.
Claudio- Algo necesitarán. Siempre habrá un modo de entrar.
Siempre hay un modo de entrar a cualquier casa.
(Silencio. Germán
devuelve la carpeta a Claudio.)
Germán- El final es muy malo. Cámbialo.
Claudio- No es el final. Continuará.
Germán- No vuelvas a acercarte a mi casa.
Claudio- En su biblioteca vi libros de James Joyce. Me pregunto cómo
lo titularía él. ¿”El laberinto del Minotauro”? ¿”La
pizarra vacía”? ¿”Los cuatro ángeles”? ¿”Los números
imaginarios”?
Germán- No vuelvas a acercarte a mi mujer. Si vuelves a acercarte a
ella, te mato.
Claudio- Desde que lo conocí, tuve ganas de ver cómo vivía. Desde
la primera clase. ¿Cómo será la casa de este tío? ¿Quién podría
vivir con un tipo así? ¿Habrá una mujer lo bastante loca, una tía
tan loca que...?
(Germán da una
bofetada a Claudio. Silencio.)
Claudio- Ahora sí, maestro. Es el final.
(Con un gesto, hace
el oscuro.)