Robín y MariónAdam de la Halle
Personajes.
MARIÓN. Joven pastora, amiga de Robín.
ROBÍN. Joven campesino, amigo de Marión.
UN CABALLERO
GUALTERIO EL TESTARUDO. Joven campesino, primo de
Robín.
BAUDÓN. Joven campesino, amigo de Robín.
HUARTE. Joven campesino, amigo de Robín.
PERONELLA. Joven pastora, amiga de Marión.
Escena Primera.
MARIÓN.- (Canta,
mientras teje una corona de flores.)
Robín
me ama, Robín me posee;
Robín me ha
pedido y me tendrá.
Robín me
compró una cota
escarlata
buena y bella.
vestido y
cinturón.
¡Todo para
él!
Robín me
ama, Robín me posee;
Robín me ha
pedido y me tendrá.
EL CABALLERO.- (A
caballo, con guantes, lleva en el puño un halcón encapirotado.) Yo
retornaba solo del torneo y me encontré a Marota, la del cuerpo gentil.
MARIÓN.- Eh, Robín, si tú me amas, por favor, llévame
contigo.
EL CABALLERO.- ¡Pastora, Dios os dé buen día!
MARIÓN.- ¡Dios os guarde, señor!
EL CABALLERO.- Por favor, dulce doncella, decidme ¿por
qué cantáis esa canción con tanto placer e insistencia?
MARIÓN.- Buen señor, hay razones; pues amo a Robinín y
él me ama. Bastante me ha demostrado que me quiere: me ha regalado este zurrón,
este cayado y este cuchillo.
EL CABALLERO.- ¿Dime, no has visto algún pájaro volar
por sobre estos campos?
MARIÓN.- Sí, señor ¡ni sé cuántos! Todavía hay entre
esos arbustos pinzones y jilguerillos que cantan muy alegremente.
EL CABALLERO.- Si Dios me ayuda, bella de cuerpo
gentil, no es eso lo que te pregunto. ¿Viste pasar por aquí, cerca de este
arroyuelo, algún pato?
MARIÓN.- ¿Es esa bestia que rebuzna? Ayer vi tres por
este camino que iban muy cargados al molino. ¿Es eso lo que me preguntáis?
EL CABALLERO.- ¡Quedo muy bien informado! Dime, ¿has
visto alguna garza?
MARIÓN.- ¿Arenques, señor? Por mi fe que no. No he
visto ninguno desde la Cuaresma, cuando los comí en casa de doña Ema, mi
abuela, a quien pertenecen estas ovejas.
EL CABALLERO.- De veras que estoy asombrado, nunca me
habían burlado así.
MARIÓN.- Señor, con todo respeto, ¿qué bestia es ésa
sobre vuestra mano?
EL CABALLERO.- Es un halcón.
MARIÓN.- ¿Come pan?
EL CABALLERO.- No, sólo buena carne.
MARIÓN.- ¡Caramba! ¡Tiene la cabeza de cuero! ¿Y a
dónde vais?
EL CABALLERO.- A la ribera.
El
Caballero, sin apearse, se acerca a Marión e intenta abrazarla. Ella huye
velozmente.
MARIÓN.- Robín no se comporta así, tiene mayor
delicadeza. A todos nos alegra el sonido cuando ejecuta su gaita.
EL CABALLERO.- Decidme, entonces, dulce pastorcilla,
¿amaríais a un caballero?
MARIÓN.- Buen señor, retroceded. No sé qué son los
caballeros. De todos los hombres del mundo no amaría más que a Robín. Viene de
tarde y de mañana a galantearme, según es costumbre, y me trae el queso que
hace. Todavía llevo un poco en mi pecho y un gran trozo de pan que me trajo a
la hora del almuerzo.
EL CABALLERO.- Decidme, pues, dulce pastora:
¿quisierais venir conmigo, regocijaros sobre este palafrén por el bosque y a
caballo?
MARIÓN.- ¡Nunca! Señor, sacad vuestro caballo: por
poco no me ha herido. El de Robín no cocea cuando yo me acerco a su arado.
EL CABALLERO.- Pastora, sed mi amante, haced lo que os
pido.
MARIÓN.- Señor, alejaos de mí. Permanecer aquí no os
conviene. Por poco vuestro caballo no me hirió. ¿Cómo os llamáis?
EL CABALLERO.- Auberto.
MARIÓN.- (Canta.)
Perderéis
vuestro tiempo, señor Auberto,
yo no amaré
sino a Roberto.
EL CABALLERO.- ¿No pastora?
MARIÓN.- No, por mi fe.
EL CABALLERO.- ¿Queréis apostar conmigo, tú que en tan
poco tienes mis ruegos? Caballero soy y tú pastora.
MARIÓN.- No por eso os amaré. Pastorcilla soy, pero tengo
un amigo bello, elegante, encantador.
EL CABALLERO.- Pastora, Dios os haga feliz. Puesto que
es así, seguiré mi camino y nada más os diré. (Se marcha cantando.)
Trairí
delurió delurió delurel,
Trairí,
delurió delurió delurot.
Esta mañana
cabalgaba por el linde del bosque,
Hallé gentil
pastora, ningún rey vio otra igual.
¡Ay! Trairí
delurió delurió delurel,
Trairí
delurió delurió delurot.
Escena Segunda.
MARIÓN.- (Sola, canta.)
¡Ay!
Robinín,
Leure leure
la.
Ven hacia mí
E iremos a
jugar
Al leure
leure la,
Al leure
leure la.
ROBÍN.- (A lo
lejos, canta.)
¡Ay!
Marión,
Leure leure
la.
Voy hacia
ti,
Leure leure
la.
E iremos a
jugar
Al leure
leure la,
Al leure
leure la.
MARIÓN.- ¡Robín!
ROBÍN.- ¡Mariota!
MARIÓN.- ¿De dónde vienes?
ROBÍN.- Por el santo Dios, me he quitado el jubón
porque hacía frío y me he puesto el mando de lana. Te traigo manzanas. Toma.
MAIRÓN.- Robín, yo te he reconocido por la manera de
cantar, mientras te acercabas. ¿Y tú, me reconociste?
ROBÍN.- Así es, por el canto y por las ovejas.
MARIÓN.- Robín, tú sabes, dulce amigo, pero no lo
tomes a mal: estuvo aquí un caballero que llevaba mitón en una mano y algo así
como un milano sobre el puño, y mucho me pidió que lo amara, pero poco
consiguió pues yo no te ofendería.
ROBÍN.- Marión, me habrías matado. Pero si yo hubiese
llegado antes… y conmigo Gualterio el Testarudo y Baudón, mi primo hermano, los
diablos habrían metido las manos. No se hubiera ido sin combatir.
MARIÓN.- Robín, dulce amigo, no te alarmes, mejor
divirtámonos entre nosotros.
POBÍN.- ¿Permanezco de pie o me arrodillo?
MARIÓN.- (Sentándose
en la hierba.) Mejor ven a sentarte a mi lado y comamos.
ROBÍN.- De acuerdo. (Se sienta.) Me sentaré a tu lado, pero nada he traído; he
cometido, por cierto, una falta grave.
MARIÓN.- No te preocupes, Robín, tengo todavía el
queso aquí en mi pecho y un gran trozo de pan y las manzanas que has traído.
ROBÍN.- ¡Dios! ¡Qué graso es este queso! Mi hermana,
come.
MARIÓN.- Y tú también. Cuando quieras beber, dímelo:
tengo agua en este cántaro.
ROBÍN.- ¡Dios, quién tuviese el tocino de tu abuela,
ahora sería bienvenido!
MARIÓN.- Robinito, no lo tendremos porque pende muy
alto de las vigas. Conformémonos con esto, ya es bastante para media mañana.
ROBÍN.- ¡Dios mío! ¡Cómo me duele el vientre a causa
de la bocha del otro día!
MARIÓN.- Dime, Robín, por la fe que me debes, ¿has
jugado? ¡Cuánto te admiro!
ROBÍN.- Lo oíste decir bien, hermosa,
bien lo oíste decir.
MARIÓN.- Dime, Robín, ¿quieres comer más?
ROBÍN.- De ningún modo.
MARIÓN.- Pues entonces volveré a guardar este queso en
mi pecho hasta que tengamos hambre.
ROBÍN.- Mételo mejor en el zurrón.
MARIÓN.- Helo aquí ¡qué bonito! Ruega y ordena, yo
cumpliré.
ROBÍN.- Marota, te probaré para ver si eres mi leal
amiga, como yo lo soy para ti.
Pastorcilla,
Dulce niña,
dame tu corona.
Dame tu corona.
MARIÓN.- (Jugando
con la corona de flores.)
¿Robín,
quieres que la ponga
sobre tu
cabeza, como enamorada?
¿Me
premiarás si la coloco allí?
¿Me
premiarás si la coloco allí?
ROBÍN.- Sí, serás mi amiguita,
tendrás mi
cinturón,
mi limosnera
y mi alamar.
Pastorcilla,
Dulce niña,
Dame tu
corona,
Dame tu
corona.
MARIÓN,. Con gusto, mi dulce amiguito. Robín,
regocijémonos.
ROBÍN.- ¿Quieres que sea con los brazos o la cabeza?
Ya te dije que sé hacer de todo. ¿No lo has oído decir?
Ambos
bailan.
MARIÓN.- Robín, por el alma de tu padre,
¿sabes andar
en un pie?
ROBÍN.- Sí, por el alma de mi madre.
Mira cómo lo
sé hacer.
Adelante y
atrás,
Bella,
adelante y atrás.
MARIÓN.- Robín, por el alma de tu padre,
Haz girar la
cabeza.
ROBÍN.- Marota, por el alma de mi madre,
Ahí va con
la cabeza.
¿Está bien
así,
Bella, está
bien así?
MARIÓN.- Robín, por el alma de tu padre,
¿Sabes hacer
el molinillo?
ROBÍN.- Sí, por el alma de mi madre.
Todavía soy
un hermoso muchacho
¿Delante y
atrás,
Bella,
delante y atrás?
MARIÓN.- Robín, por el alma de tu padre,
¿Sabes tú
danzar as seriaus?
ROBÍN.- Sí, por el alma de mi madre,
Pero tengo
muchos menos cabellos
Delante que
detrás,
Bella,
delante que detrás.
MARIÓN.- Robín, ¿sabes formar la farándula?
ROBÍN.- Sí, pero el camino está húmedo y mis botas
destrozadas.
MARIÓN.- No te aflijas y hazlo, mi amor. Estamos muy
bien equipados.
ROBÍN.- Espera, iré por el tambor y la gaita de grueso
ronquido y traeré a Baudón, si puedo hallarlo, y a Gualterio. Mucho los
necesitaré si vuelve el caballero.
MARIÓN.- Robín, vuelve pronto, y si hallas a Peronella,
mi compañerita, pídele que venga, será mejor. Vive detrás de estos parques,
como yendo al molino de Roger. Apresúrate.
ROBÍN.- Déjame alistarme, así podré correr mejor.
MARIÓN.- Ve, pues.
Escena Tercera.
La aldea.
ROBÍN.- (Gritando.)
¿Gualterio, Baudón, estáis allí? Abridme pronto la puerta, buen primo.
GUALTERIO.- Sed bienvenido, Robín. ¿Por qué estáis tan
agitado?
ROBÍN.- ¿Qué tengo? ¡Ay, estoy tan fatigado que ni
aliento me queda!
BAUDÓN.- Dime si te han golpeado.
ROBÍN.- En ningún momento.
GUALTERIO.- Dime si te han ofendido.
ROBÍN.- Señor, escuchadme un poco. He venido a
buscaros a ambos porque no sé qué ministril a caballo ha requerido de amores a
Marión y me temo que vuelva por acá.
GUALTERIO.- Si retorna, lo pagará caro.
BAUDÓN.- ¡Así será, por mi cabeza!
ROBÍN.- Tendréis una buena fiesta si venís, buenos
señores, pues estaréis vosotros y Huarte y Peronella. ¿Os gusta esa gente?
Habrá pan candeal, buen queso y agua clara.
BAUDÓN.- ¡Eh, buen primo, vamos contigo!
ROBÍN.- Mejor vosotros marchad por ese lado, mientras
yo voy en busca de Huarte y Peronella.
BAUDÓN.- Vete, pues, vete, que nosotros iremos por
acá, por el camino de la Piedra; yo llevaré mi fiera horquilla.
GUALTERIO.- Y yo mi gruesa maza de espino que está en
lo de Bourguet, mi primo.
ROBÍN.- ¡Eh, Peronella! ¡Peronella!
PERONELLA.- Robín, ¿eres tú? ¿Alguna novedad?
ROBÍN.- ¿No lo sabes? Marota te requiere para que
hagamos una gran fiesta.
PERONELLA.- ¿Quienes estarán?
ROBÍN.- Yo y tú, y estarán Gualterio el Testarudo,
Baudón y Huarte y Marota.
PERONELLA.- ¿Me pondré mi mejor saya?
ROBÍN.- No, Perreta, de ningún modo, pues esta falda
te sienta bien. Ahora apresúrate, yo iré delante.
PERONELLA.- Vete, en seguida te sigo, en cuanto recoja
mi rebaño.
Escena Cuarta.
En la pradera.
EL CABALLERO.- (Retorna
y ya no tiene su halcón, pero sí un azor sujeto a la silla.) Dime,
pastorcilla, ¿no eres la misma que vi esta mañana?
MARIÓN.- Por Dios, señor, seguid vuestro camino, así
os comportaréis con verdadera cortesía.
EL CABALLERO.- Cierto, bella y dulce amiga; no lo digo
por malicia, pero estoy buscando por este sendero un pájaro con su gallardete.
MARIÓN.- Seguid por esta cerca y creo que lo
hallaréis. Acaba de volarse.
EL CABALLERO.- ¿Estás segura?
MARIÓN.- Sí, no os miento.
EL CABALLERO.- (Acercándosele.)
Claro que del pajarillo no me ocuparía si tuviese una amiga tan bella.
MARIÓN.- Por Dios, señor, seguid vuestro camino, pues
siento mucho temor.
EL CABALLERO.- ¿Por qué?
MARIÓN.- A causa de Robinín.
EL CABALLERO.- ¿Por él?
MARIÓN.- Así es, si lo supiera no me amaría más y a
nadie amor tanto como a él.
EL CABALLERO.- No tendrás miedo de nadie si me quieres
escuchar.
MARIÓN.- Señor, harás que nos sorprendan; seguid
vuestro camino, dejadme en paz, pues nada tenemos que hablar. Dejadme atender a
mi rebaño.
EL CABALLERO.- ¡Verdaderamente soy un tonto al
ocuparme de ti!
MARIÓN.- Si os marcháis, haréis muy bien; además, oigo
que viene gente.
Oigo a Robín
que toca su flauta,
su flauta de
plata,
su flauta de
plata.
Por Dios, señor, marchaos.
EL CABALLERO.- Pastorcilla, quedad con Dios, no os
volveré a importunar. (Se aleja y
encuentra en el camino a Robín, quien aprieta con fuerza su halcón.) Eh,
villano malvado, ¿qué hacéis? ¿Por qué matáis a mi halcón? ¡Quien te diese un
bofetón no se equivocaría!
ROBÍN.- Ah, señor, sí se equivocaría, pues temo que se
me escape.
EL CABALLERO.- (Recibe
el halcón de manos de Robín, a quien golpea.) Toma este bofetón, que te
enseñará a sujetarlo gentilmente.
ROBÍN.- ¡Socorro! ¡Dios! ¡Socorro, buena gente!
EL CABALLERO.- ¿Hacéis escándalo? Tomad otro más.
MARIÓN.- ¡Santa María! ¡Oigo a Robín! Me parece que lo
atacan; prefiero abandonar mi rebaño a negarle mi ayuda. ¡Ay! ¡Veo al
caballero! Creo que lo ha golpeado por mi causa. (Ella se les une.) Robín, dulce amigo, ¿qué haces?
ROBÍN.- Dulce amiga, me ha dejado por muerto.
MARIÓN.- Por Dios, señor, os equivocáis al haberlo
castigado así.
EL CABALLERO.- ¿Y por qué él ha maltratado a mi
halcón? Mirad, pastora.
MARIÓN.- Desconocía el modo de llevarlo. Por Dios,
señor, disculpadle.
EL CABALLERO.- De grado, si venís conmigo.
MARIÓN.- ¡No lo haré!
EL CABALLERO.- Sí lo harás, ninguna otra amiga me
interesa y quiero que os conduzca este caballo.
MARIÓN.- Sólo si os valéis de la violencia. Robín, ¿no
me socorrerás?
Escena Quinta.
ROBÍN.- ¡Ay! ¡Ay! ¡Todo lo he perdido! ¡Tarde llegarán
mis primos! ¡Pierdo a Marota, he recibido un bofetón y tengo cota y sobrecota
destrozadas!
GUALTERIO.- (Reapareciendo.)
¡Eh,
despiértate, Robín,
pues se
llevan a Marota,
pues se
llevan a Marota!
ROBÍN.- Baudón, Gualterio, ¿estáis allí? ¡Todo lo he
perdido, Marota se va!
GUALTERIO.- ¿Y por qué no la socorremos?
ROBÍN.- Callaos, nos hubiese dispersado aunque
fuésemos cuatrocientos. ¡Es un caballero insensato y tiene una gran espada! Me
ha asestado tal revés que lo sentiré durante mucho tiempo.
GUALTERIO.- Si yo hubiese llegado antes, hubiera
tenido que pelear.
ROBÍN.- Ahora miremos a dónde va, por favor, mientras
nos emboscamos lo tres tras estos arbustos; pues quiero socorrer a Marión, si
me ayudáis a socorrerla. He recobrado algo de coraje.
Van
a esconderse tras los arbustos.
Escena Sexta.
La campiña.
MARIÓN.- Buen señor, apartaos de mí. Demostraréis así
vuestra prudencia.
EL CABALLERO.- No lo haré, damisela, y por lo
contrario os llevaré conmigo para obtener lo que yo sé. Toma este pájaro que he
capturado en la ribera, así comerás.
MARIÓN.- Prefiero mi queso graso y mi pan y mis buenas
manzanas a vuestro pájaro con todas sus plumas. Nada de vos me agrada.
EL CABALLERO.- ¿Qué es esto? ¿No podré hacer nada que
te agrade?
MARIÓN.- Nada en absoluto, señor.
EL CABALLERO.- ¡Pastorcilla, Dios os conserve! ¡Verdaderamente
soy muy necio al perder el tiempo con tal necia! Adiós, pastora.
MARIÓN.- Adiós, buen señor.
El
Caballero parte.
Escena Séptima.
MARIÓN.- (Sola.) ¡Ay! Ahí está Robín airado, pues aún cree que me ha perdido.
ROBÍN.- (Desde
lejos.) ¡Uh! ¡Uh!
MARIÓN.- ¡Dios! ¡Es él quien grita! Robín, dulce
amigo, ¿cómo estás?
ROBÍN.- (Llegando.)
Marota, estoy bien y contento, puesto que te veo.
MARIÓN.- Ven acá, pues, ¡abrázame!
ROBÍN.- Ya lo creo, hermana, si eso te place. (Se acerca y la besa.)
MARIÓN.- Miren qué tonto, ¡me besa delante de la
gente!
GUALTERIO.- Marota, somos tus parientes, no desconfíes
de nosotros.
MARIÓN.- No lo digo por vosotros, pero es tan tonto
que lo haría ante cualquiera de la villa igual que ahora.
ROBÍN.- ¡Bah! ¿Para qué contenerse?
MARIÓN.- ¿Otra vez? ¡Mirad cómo es de audaz!
ROBÍN.- ¡Dios! ¡Qué valiente sería si volviese ahora
el caballero!
MARIÓN.- ¿Verdaderamente sería así, Robín? ¿A que no
sabes con qué ardid me le escapé?
ROBÍN.- Lo sé muy bien. Hemos visto toda su conducta.
Pregunta a Baudón, mi primo, y a Gualterio, si, cuando te vi partir, no me
tuvieron que retener, tres veces me les escapé.
MARIÓN.- Robín, eres demasiado valeroso; pero, desde
que el asunto terminó, conviene no recordarlo, ni quiero que se lo vuelva a
mencionar.
ROBÍN.- Nos conviene esperar a Huarte y Peronella, que
ya llegan. ¡Oh, helos aquí!
MARIÓN.- En efecto, son ellos.
ROBÍN.- Dime, Huarte, ¿tienes tu cabrita?
HUARTE.- Sí.
MARIÓN.- ¡Bienvenida seas, Perreta!
PERONELLA.- Marota, ¡Dios te bendiga!
MARIÓN.- Has tardado demasiado. Ya es tiempo de
cantar:
Con
semejante compañía
se nos
alegra la vida.
BAUDÓN.- ¿Estamos todos?
HUARTE.- Sí.
MARIÓN.- Entonces propongamos un juego.
HUARTE.- ¿Quieres jugar a Reyes y Reinas?
MARIÓN.- Mejor al juego de las prendas que se realiza
la velada de Navidad.
HUARTE.- A San Cosme.
BAUDÓN.- No me gusta.
MARIÓN.- Es un juego vil, de burlas.
HUARTE.- Marota, es de no reírse.
MARIÓN.- ¿Y quién nos lo explicará?
HUARTE.- Yo y muy bien. Cualquiera que ría cuando va a
llevar su ofrenda al santo, el en lugar de San Cosme debe colocarse. Y el que
gane, no.
GUALTERIO.- ¿Quién hará de santo?
ROBÍN.- Yo.
BAUDÓN.- Está bien. Gualterio, haced la primera
ofrenda.
GUALTERIO.- Tomad, San Cosme, este presente. Y, si os
parece poco, tomad…
ROBÍN.- ¡Oh! ¡Ha perdido, se rió!
GUALTERIO.- Cierto, es verdad.
HUARTE.- Marota, tu turno.
MARIÓN.- ¿Quién perdió?
HUARTE.- Gualterio el Testarudo.
MARIÓN.- Tomad, San Cosme, mi dulce señor.
HUARTE.- ¡Dios! ¡Cómo evita reírse! ¿Quién sigue?
Perreta, vamos.
PERONELLA.- Querido señor San Cosme, tomad, os traigo
este presente.
ROBÍN.- Te comportas bien y gentil. Ahora tú, Huarte,
y tú, Baudón.
BAUDÓN.- Tomad, San Cosme, este hermoso don.
GUALTERIO,- Te ríes, bellaco, has perdido.
BAUDÓN.- ¡No me río!
GUALTERIO.- Huarte, vamos…
HUARTE.- Ya pago. He aquí dos marcos…
GUALTERIO.- Que debes, pues te has reído.
HUARTE.- Calma, no os levantéis pues todavía no me he
reído.
GAULTERIO.- ¿Qué es eso, Huarte? ¿Quieres pelear?
Siempre quieres esquivar el castigo ¡pero no te saldrás con la tuya! Paga
rápido y sin más vueltas.
HUARTE.- Está bien, acepto pagar.
POBÍN.- Tomad, San Cosme, ¿os place?
MARIÓN.- ¡Oh, este juego es muy aburrido! ¿No es así,
Perreta?
PERONELLA.- No vale nada. Conviene más que juguemos a
otros juegos. Aquí somos dos muchachas y vosotros cuatro.
GUALTERIO.- Tirémonos pedos para competir. No hay nada
mejor.
ROBÍN.- ¡Basta, Gualterio! ¿Necesitáis decir tal
villanía delante de Marota, mi amigo, para divertiros? ¡Le parto al jeta al que
diga que eso es bello y placentero!
GUALTERIO.- Yo renuncio para que tengamos paz.
BAUDÓN.- Juguemos a otra cosa.
HUARTE.- ¿Qué propones?
BAUDÓN.- Yo quiero, como Gualterio el Testarudo, jugar
a los Reyes y a las Reinas; y haré preguntas sutiles si consentís en nombrarme
rey.
HUARTE.- No, señor, por mi fe, eso se hará echando
suertes.
GUALTERIO.- Cierto, dices bien, querido compañero. ¡El
que salga diez será rey!
HUARTE.- Estamos de acuerdo. ¡Listo! Pongamos todas
las manos juntas.
BAUDÓN.- ¿Estás bien así? ¿Qué os parece? ¿Quién comenzará?
GUALTERIO.- Yo empezaré con gusto, ¡Uno!
HUARTE.- Y dos.
ROBÍN.- Y tres.
BAUDÓN.- Y cuatro.
HUARTE.- Cuenta después, Marota, sin discutir.
MARIÓN.- Muy bien. Y cinco.
ROBÍN.- Y seis.
GUALTERIO.- Y siete.
HUARTE.- Y ocho.
ROBÍN.- Y nueve.
BAUDÓN.- Y diez. ¡Ya está, buenos señores, yo soy el
rey!
GUALTERIO.- Por la madre de Dios, es justo y todos
nosotros, creo, lo aceptamos.
ROBÍN.- Levantémoslo y coronémoslo. ¡Arriba! ¡Qué
bien!
HUARTE.- ¡Eh, Perreta, dale al rey por corona tu
sombrero de paja!
PERONELA.- Tomad, rey.
EL REY.- Gualterio el Testarudo, venid a la corte,
venid pronto.
GUALTERIO.- De grado, señor. Ordenadme algo que pueda
hacer, que no sea contrario a mi modo de ser, y lo haré.
EL REY.- Dime, ¿alguna vez sentiste celos? Luego se lo
preguntaré a Robín.
GUALTERIO.- Sí, señor, a causa de un mastín que
arañaba el otro día la puerta de mi amiga y en quien creí tener un rival.
EL REY.- Rápido, Robín.
ROBÍN.- Rey, bienvenido. Pregúntame lo que quieras.
EL REY.- Robín, cuando nace un animal ¿cómo sabes si
es hembra?
ROBÍN.- ¡Esa pregunta es buena y acertada!
EL REY.- Entonces responde.
ROBÍN.- Pues si lo queréis saber, señor rey, miradle
el trasero. Nada más os diré. ¿O es que queréis avergonzarme?
MARIÓN.- Tiene en razón, en verdad.
EL REY.- ¿Qué os importa a vos?
MARIÓN.- Sí me importa, pues la pregunta es
desagradable.
EL REY.- Marota, yo quiero que él exprese su deseo.
ROBÍN.- No me atrevo, señor.
EL REY.- ¿No? Ve y toma a Marión por el cuello, tan
dulcemente que le agrade.
MARIÓN.- Mirad al tonto, quiere besarme.
ROBÍN.- No es así.
MARIÓN.- Mentís, mirad, creo que me ha mordido el
rostro.
ROBÍN.- Creí que era un queso, tan tierno y blando lo
sentí. Adelántate, hermana, y abrázame para hacer la paz. (Se apoya en ella.)
MARIÓN.- ¡Vete, diablo, sus! Pesas como un peñasco.
ROBÍN.- ¡Y bien, por Dios!
MARIÓN.- ¿Os disgustáis? Venid acá y calmaos, buen
señor, y nada os diré. No estés avergonzado ni confundido.
EL REY.- Venid a la corte, Huarte, venid.
HUARTE.- Ya voy, puesto que lo queréis.
EL REY.- Dinos, Huarte, ¡si Dios te ayuda! Qué comida
prefieres. Ya sé bien que me dirás la verdad.
HUARTE.- Una buena nalga de cerdo adobada con salsa de
ajo y nueces. Tanto comí al otra vez de eso que tuve cólicos.
EL REY.- ¡Eh, Dios, qué venado! Huarte nunca dice otra
cosa.
HUARTE.- Perreta, ve a la corte.
PERONELLA.- No me animo.
EO RYE.- Lo harás, Perreta, sí. Dime, por la fe que me
debes, cuál ha sido la mayor alegría amorosa que hayas sentido. Dilo que yo te
escucharé.
PERONELLA.- Señor, responderé de grado: cuando mi
amigo, a quien mi corazón y mi cuerpo he confiado, me acompaña a menudo por el
campo, junto a mis ovejas, son cometer ninguna villanía.
EL REY.- ¿Nada más?
PERONELLA.- Sí, seguro.
HUARTE.- Miente.
EL REY.- Por Dios santo, yo le creo. Marota, es tu turno.
Ven a la corte, ven,
MARIÓN.- Hacedme una hermosa pregunta.
EL REY.- De acuerdo. Dime, Marotita, ¿cuánto amas a
Robinín, mi primo, ese alegre joven? ¡Avergüénzate si mientes!
MARIÓN.- Por mi fe que no he de mentir. Lo amor,
señor, con un amor tan verdadero que no amo tanto a mi rebaño ni a las ovejas
que están criando corderitos.
EL REY.- Por Dios santo, eso es amar bien. Quiero que
lo proclames ante todos.
GAUNTERIO.- (Llega
corriendo.) ¡Marota, una gran desgracia! ¡El lobo se ha llevado una de tus
ovejas!
MARIÓN.- Robín, corre rápido, dulce amigo, antes que
el lobo se la coma.
ROBÍN.- Gualterio, préstame tu maza y pronto veréis a
un joven valiente. (Parte.) ¡Socorro!
¡El lobo! ¡El lobo! ¡El lobo! ¿No soy el más valiente de los mortales? (Regresa trayendo a la oveja en sus brazos.)
Toma, Marota.
MARIÓN.- ¡Aquí está! ¡Desdichada! ¡Cómo parece haber
sufrido!
ROBÍN.- ¡Mira más bien cómo está enfangada!
MARIÓN.- ¿Cómo traes a ese animal? ¡Tiene el culo del
lado de la cabeza!
ROBÍN.- Caramba, ocurre que la cogí apresuradamente.
Mira por dónde la había apresado el lobo.
GUALTERIO.- Por lo que veo no se puede quejar.
MARIÓN.- ¡Gualterio, qué villano eres!
ROBÍN.- Marota, tomadla en vuestras manos, pero cuidad
de que no os muerda.
MARIÓN.- No lo haré, porque está demasiado sucia;
dejadla que vaya a pastar.
BAUDÓN.- ¿Sabes qué quiero hablarte, Robín? Si amas
tanto a Marotita, como aparentas, deberás desposarla, siempre que Gualterio no
se oponga.
GUALTERIO.- A mí me parece bien.
BOBÍN.- Y yo también lo deseo.
BAUDÓN.- Tómala, entonces.
ROBÍN.- (Abrazándola.)
¿Todo esto es para mí?
BAUDÓN.- Sí, nadie vendrá a disputártela.
Robín
abraza a Marión.
MARIÓN.- ¡Eh, Robín, que me estrechas con mucha
fuerza! ¿No puedes hacerlo con mayor delicadeza?
BAUDÓN.- Es una maravilla que Perreta no tenga envidia
de estos dos.
PERONELLA.- ¿Quién? ¿Yo? No conozco a nadie que se
interese por mí.
BAUDÓN.- Si quieres verlo, para probar, habría uno
dispuesto.
PERONELLA.- ¿Quién?
BAUDÓN.- Yo o Gualterio.
HUARTE.- Mejor conmigo, muy dulce Perreta.
GUALTERIO.- ¿Debido a que en la gaita no tienes rival?
Careces en el mundo de cualquier otro valor, pero yo poseo por lo menos un
caballo de tiro, un fuerte arnés, rastrillo y arado; yo soy el señor de mi
calle. Tengo saya y sobreveste del mismo paño; y mi madre tiene una fina copa
que heredaré cuando ella muera y una renta en grano que le adeudan en un molino
de viento. Y una vaca que nos brinda cada día bastante leche y queso: ¿no soy
un buen partido, decid, Perreta?
PERONELLA.- Sí, Gualterio. Pero yo no osaría aceptaros
a causa de mi hermano Guiot, pues ambos son muy tontos y él al poco tiempo os
buscaría pendencia.
GUALTERIO.- Si no me quieres, me tiene sin cuidado.
Ocupémonos de estas otras bodas.
HUARTE.- Dime. ¿qué tienes en tu faltriquera?
PERONELLA.- Hay pan, sal y berros. ¿Y tú no tienes
nada, Marión?
MARIÓN.- Nada, es cierto; pídele a Robín un trozo de
queso de esta mañana, pan que nos sobró y manzanas que él me trajo. Aquí están,
si los queréis.
GUALTERIO.- ¿Y quién quiere dos jamones salados?
HUARTE.- ¿Dónde están?
GUALTERIO.- Aquí están ya listos.
PERONELLA.- Y yo tengo dos quesos frescos.
HUARTE.- Dí, ¿de qué son?
PERONELLA.- De oveja.
ROBÍN.- Señor, yo tengo guisantes asados.
HUARTE.- ¿Crees quedar bien con tan poco?
ROBÍN.- No, también tengo manzanas asadas. Marión,
¿las quieres tú?
MARIÓN.- ¿Nada más?
ROBÍN.- Sí, algo tengo.
ROBÍN.- (Canta.)
Tengo
todavía un pastel
que no es
ciertamente miserable
que
comeremos, Marota,
pico a pico,
vos y yo.
Esperadme
aquí, Marota,
ya volveré a
hablaros.
Marota, ¿quieres algo más de mí?
MARIÓN.- Sí, en nombre de Dios.
ROBÍN.- También te digo cantando
Tengo un capón tal
que tiene
gordo y grasiento mondongo
que nos
comeremos, Marota,
pico a pico,
vos y yo.
Esperadme,
Marota,
ya volveré a
hablaros.
MARIÓN.- Robín, vuelve rápido con nosotros.
ROBÍN.- Con gusto, mi dulce amiga; y vosotros comed
mientras me ausento, sed sensatos.
MARIÓN.- Robín, eso sería un ultraje. Sabes que yo
quiero esperarte.
ROBÍN.- No lo hagas, mejor extiende tu falda como
mantel y coloca encima vituallas, pues yo retornaré enseguida.
Robín
se aleja.
Escena Octava.
MARIÓN.- Mejor con tu falta, Peronella, es más blanca
que la mía.
PERONELLA.- Cierto, Marota, me parece bien puesto que
tú lo quieres, tomadlo, aquí está listo, extendedlo como queráis.
HUARTE.- Entonces, buenos señores, traed acá vuestras
viandas, si os place.
Colocan
las viandas sobre las faldas extendidas en tierra.
PERONELLA.- Mira, Marota, quién viene allí, me parece
que es Robín.
Llega
danzando, seguido por un grupo de músicos.
MARIÓN.- Así es, y llega bailando. ¿Qué te parece? ¿Es
un buen amigo?
PERONELLA.- Cierto, Marota, es gentil y se esfuerza
por agradaros.
MARIÓN.- Mirad a los gaiteros que trae.
HUARTE.- ¿Dónde están?
GUALTERIO.- ¿Ves a esos dos muchachos que tienen esas
grandes gaitas?
HUARTE.- Por el santo Dios, bien que los veo.
Escena Novena.
ROBÍN.- Marota, ya he vuelto. Toma. Dime, ¿me amas de
todo corazón?
MARIÓN.- Sí, así es.
ROBÍN.- Muchas gracias, hermana, por no excusarte.
MARIÓN.- (Señalando
a los músicos.) ¿Eh, qué son esos instrumentos?
ROBÍN.- Son gaiteros que he traído de la villa. Toma,
mira qué hermosos son.
MARIÓN.- Robín, por favor siéntate acá y estos
compañeros se sentarán ahí.
Todos
se sientan.
ROBÍN.- De grado, dulce amiga querida.
MARIÓN.- Ahora pongamos todos buena cara. Toma este
trozo, mi dulce amigo. ¡Eh, Gualterio, en qué piensas!
GUALTERIO.- La verdad es que pensaba en Robín, en que
si no fuésemos primos sin duda te hubiese amado, pues tienes muy buen talle. Baudón,
mira qué cuerpo tiene aquí.
ROBÍN.- Gualterio, quita esa mano de ahí. No es
vuestra amiga sino la mía.
GUALTERIO.- ¿Qué, ya estás celoso?
ROBÍN.- Sí, en verdad.
MARIÓN.- Robín, nada temas.
ROBÍN.- ¡Todavía veo que te toca!
MARIÓN.- Gualterio, por favor, sed juicioso, no me
interesan vuestros halagos. Mejor ocupémonos de nuestra fiesta.
GUALTERIO. Yo sé muy bien cantar gestas. ¿Me queréis
oír cantar?
ROBÍN.- Sí.
GUALTERIO.- Haced que me escuchen.
Audigier, dice Raimberge, mierda os digo.
ROBÍN.- ¡Oh, Gualterio, no quiero oír más! ¡Basta!
Decidme, ¿siempre seréis así? Cantáis como un sucio ministril.
GUALTERIO.- En mala hora hace bromas este tonto y
censura mis palabras. ¿No es la mía una buena canción?
ROBÍN.- Para nada.
PERONELLA.- Por favor, hagamos una farándula. Robín la
conducirá, quiere, y Huarte tocará la gaita y los otros el cuerno.
MARIÓN.- Entonces quitemos todas estas cosas.
Levantan
todas las vituallas.
¡Por favor, Robín, dirígela!
Robín.- ¡Ay, Dios, qué pena me das!
MARIÓN.- Hazlo, dulce amigo, y yo te abrazo.
ROBÍN.- Ahora verás qué bien lo hago, pues me has
abrazado, pero primero bailaremos los dos, que bailamos muy bien.
MARIÓN.- Sea, pues te place; vamos, mantén así tu mano
en mi costado.
Danzan
al son de la música.
¡Dios mío, Robín, qué bien bailas!
ROBÍN.- ¿Bailo bien, Marotilla?
MARIÓN.- Por cierto, el corazón me salta cuando te veo
bailar tan bien.
ROBÍN.- Ahora quiero dirigir la farándula.
MARIÓN.- Vamos, por Dios, dulce amigo.
ROBÍN.- Rápido, buen señor, levantaos. Si os lo permitís,
iré delante. Marota, préstame tu guante, así iré con mayor gusto.
PERONELLA.- ¡Dios! ¡Robín, qué bien bailas! Todos
deberían felicitarle.
ROBÍN.- (Conduciendo
la farándula.)
Venid
detrás de mí, venid por el sendero,
el sendero,
el sendero próximo al bosque.