13/3/17

La cámara gris De Pejman Rezaei


La cámara gris
 De  Pejman Rezaei

Todos los derechos de la obra están exclusivamente reservados para el autor.

Pejman Rezaei
0058-4122332984

litopeyman@gmail.com


En el centro del primer término, cara al público,  una mesa larga con dos sillas giratorias que cuenta con lo necesario para un escritorio: gavetas, lápices, papeles, un par de botellitas de agua mineral, además de un redondo timbre hotelero. Entrada y salida en ambos laterales. Tres escaleras en el centro, a la derecha y a la izquierda, con dos o tres peldaños, suben al segundo y último términos que se ubican en una plataforma a unos setenta centímetros de altura del primer término e insinúan tres escenarios diferentes continuos sin fronteras físicas. El primer escenario en el tercio derecho, es una oficina con tres escritorios también cara al público con computadoras y sillas giratorias respectivas, el escritorio central es más grande y elegante con una impresora y un escáner. En el lateral derecho, puerta de la oficina. El segundo escenario en el tercio central, es parte de un restaurante o local, con una sola mesa redonda diminuta y su silla respectiva. El tercer escenario en el tercio izquierdo es la sala de un apartamento. Una mesa frontal, baja y larga, en el centro con un sofá largo atrás. De perfil hacia el público, dos sillones en ambos términos de la mesa. La puerta del apartamento está en el lateral izquierdo. La luz, siempre inteligente con un aire galaxial, ilumina sólo la parte donde indica la acción.
(Por la entrada derecha del lateral en el primer término, entra Karla seguida de Amando. Elegantes, casi coetáneos, de unos treinta y ocho años de edad. Se sientan a la mesa.)
Amando.- (Por toda la escena.) ¿De verdad todo eso es necesario, doctora? Yo no veo ningún sentido en ello.
Karla.- No todo debe tener algún sentido para ser necesario. La vida en sí no tiene sentido pero de ella sale el concepto de necesidad.
   (Breve pausa.)
Amando.-  ¿Puedo preguntarle algo?
Karla.- Normalmente si andas preguntando si puedes preguntarme, me quieres preguntar lo que  no  debes preguntarme.
Amando.- Con usted no se puede…
Karla.- Así que no te muevas tanto para no agitar los sensores que te pegamos. Nos queda solo una hora. Si lo perdemos tenemos que esperar un mes completo para volver a hacerlo.
Amando.- Yo estoy listo.
Karla.- Vuelvo y repito: tus elecciones son aleatorias, sin pensar.
Amando.- Solo improvisaciones.
Karla.- Que se combinan con las de otros participantes con el fin de que suceda  el crimen. Hay dos reglas principales. Primera: ellos entre sí pueden tener coordinaciones preliminares pero tú eres quien con tus improvisaciones guías sus ideas premeditadas. Y ellos tienen que medir su material elaborado a tu talla. Segunda: una vez que se arranque el experimento, en su avance, no se puede alterar el orden racional de los sucesos, ni por ti ni por nadie.
Amando.- Es decir el abanico de decisiones aleatorias se cierra cada vez que avanza el acto.
Karla.- Y se cierra por completo cuando se cierre el acto. Usas el timbre para cortes y arranques.
Amando.- okey. (Da un timbrazo. Se ilumina el primer escenario. Al escritorio derecho, en pie, un hombre de unos cincuentas y seis años con la cabeza totalmente calva y unos lentes pequeños sobre su nariz roja; al escritorio izquierdo, sentada y concentrada en su trabajo en la computadora, una morena gorda de unos cuarenta y tres años. Amando observa. Por el hombre.) Nacemos llorando sin cabello, morimos llorando sin cabello y entretanto lo que conseguimos riendo es una pena.
Karla.- Lo que calificaron como “Una pasión inútil” ,aunque tu hombre, aun calvo y maduro, no parece estar agonizando, ni mucho menos. 
Amando.- Pero con una pasión que se camufla de todo lo que pueda apaciguarla…
Karla.- Como un muro de lamentaciones…
Amando.- No, no, no. Más abstracto: Miedo, curiosidad, lujuria.
Karla.- ¿Te parece lujurioso?
Amando.- Con estos ojos como si quiera devorar la vaca esa.
    (Insatisfacción pública que emerge la intervención de Karla.)
Karla.- Espera. Tengo que añadir un párrafo a la segunda regla: nada de groserías.
Amando.- Sólo quise ser sincero como exige el protocolo.
Karla.- El protocolo nunca dice que ser sincero traduce ser irrespetuoso.
Amando.- Okey, perdón.
Karla.- Volvemos a empezar con el pie derecho.
Amando.- El abuelo como si hubiera perdido la conciencia. (Otra vez queja general.)
Karla.- El abuelito ha perdido algo.
Amando.- Okey. (Jugueteando.) El abuelito ha perdido… su bolín favorito.  
Karla.- Telémaco.
Amando.- Mi abuelito se llamaba Anselmo.
Karla.- Telémaco ha perdido su bolín favorito.
   (Telémaco se inclina detrás del escritorio pataleando para buscar su bolín detrás de la gaveta.)
Amando.- Ella trabaja en su compu, mirando de reojo las molestias que causa él. (Ella lo hace. Pasan unos segundos. Amando toca varias veces el timbre. Los participantes, perplejos, suspenden el acto.)
Karla.- ¿Qué fue eso?
Amando.- Están tocando la puerta. Es un cliente o algo así.
   (Karla toca su escritorio con sus nudillos.)
Telémaco.- (Detrás del escritorio.) Adelante. (Nadie entra. Karla Vuelve a tocar.) Adelante. (Él al ver que nadie entra, sale, se sacude el pantalón y con manos en el cinturón.) Adelante. (Espera. Se acerca a la puerta. Estira la mano hacia el pomo pero de repente se abre la puerta lateral del derecho y el borde del pomo se choca con fuerza contra el puño cerrado de Telémaco. Todos se levantan ante este hecho inesperado.) Mardito Guajiro.
Amando.- (A carcajada.) Eso sí me gustó
Karla.- No te puede gustar. Aparte de contener matices endorracistas, el hombre no tiene ni la menor pinta. 
Amando.- Mejor todavía.
   (El guajiro se precipita a consolarse con el percance indeseado.)
Telémaco.- No me toques. Déjame en paz. ¿Qué quieres?
Guajiro.- (Sacando un papelito.) ¿Usted es Señor Acosta?
Telémaco.- Dígalo. Lo soy.
Guajiro.- (Le entrega el papel.) Es para usted.
Telémaco.- (Se lo devuelve apenas echando un vistazo.) La fotocopiadora. (Y reanuda su búsqueda. El obrero mira confuso, se vacila, va hacia el escáner, abre la tapa y le saca un papel que está adentro. Telémaco observa con rencor todos estos movimientos, se yergue eléctrico, le quita el papel con un aire brusco y lo vuelve a colocar en la máquina, cierra la tapa con un golpe seco.) Te dije la fotocopiadora. (Quiere volver a su tarea pero al ver al guajiro acercándose a la impresora, se dirige fastidiado hacia él.)
Adriana.- (Interactúa.) Déjame ayudarle, señor, acompáñame, por favor.
   (Ella sale por el lateral derecho y el guajiro le sigue como una mascota pero no antes de imitar una mueca al Telémaco que no la percibe, siguiendo su búsqueda detrás de su mesa. Después de instantes, se incorpora alegre con su bolín en la mano. Lo engancha  al borde del bolsillo de su camisa acariciándolo. Adriana abre la puerta y en el umbral mira fijamente a su compañero.)
Telémaco.- ¿Qué me miras? ¿Que ponga una charla sobre los equipos de uso administrativo?
Adriana.- Que recuerdes los principios de comportamiento profesional que tú mismo me enseñaste.
Telémaco.- Me coñacea la mano entrando como un asno en mi oficina, ¿ahora quien no sabe comportar soy yo? Nos vienen a partir el brazo, el cuello, lo que quieran y a callar. ¡Qué lindo!
Adriana.- (Se santigua lamentándolo.) A veces me pregunto si este Telémaco es el de Banco Federal.
Telémaco.- (Sacándose del quicio.) Banco Federal se murió, se expropió por tu comandante supremo y al personal si no los reubicaron los echaron en la calle. Si no están de cajera en panaderías están taxiando en el terminal de Ojeda junto con los de paro petrolero. Y al gerente general lo mandaron pal coño.
Adriana.- Eso es pasado, Telémaco, trágalo de una vez. Tú cada día estás como más impulsivo, más agresivo. Hoy le corriste al pobre guajiro por una tontería,  ayer
Amando.- (con un timbrazo.) Casi cacheteaba al señor Ghasemi.
Adriana.- Casi cacheteabas al señor Gasemi.
Amando.- (Timbrazo.) Es Ghasemi, con Gh no con G .Como lo dicen los españoles.
Karla.- Ellos aprendieron la pronunciación árabe en el transcurso de siglos. No seas exigente.
Amando.- Es persa, no árabe. Usted, con tanta afición a la cultura persa, debería saber.
Karla.- Los persas se arabizaron un siglo antes que los españoles.  Pero aquí a todos los llamamos turcos.
Amando.- Y los turcos no son ni árabes ni persas. Son turcos.
Karla.- Qué más da si creemos que cada uno se transporta en un camello por el desierto con cuatros mujeres detrás en bolsas negras.
Amando.- Y todos huelen a parmesano podrido. (Timbrazo.)
Telémaco.- (A Adriana.) Te faltaba que abogaras por ese camellero hediondo.
Adriana.- Él nunca montó a ningún camello, ni mucho menos huele mal. Lo que te da arrechera es que viene de otro mundo y te manda a ti.
Telémaco.- No digas que esto no te duele a ti.
Adriana.- Lo que sí me duele es que los de arriba salen de las urnas que llenamos con nuestros votos para que vayan y vendan al país al mejor postor y llenen sus maletas con nuestra plata.
Telémaco.- No es absurdo que aquí en Venezuela se dice urna y se entiende ataúd.
Adriana.- (Dando por terminar la retórica.) En fin. Es tu jefe. Sea lo que sea.
Telémaco.- (Con una sonrisa misteriosa.) Era mi jefe.
Adriana.- (Perpleja.) ¿Qué hiciste, Tele? No te renunciaste, ¿Verdad?
Telémaco.- Aún no.
Adriana.- (Más preocupada.) ¿Te habló señor Gasemi?
Telémaco.- ¿Tú crees que yo permito eso al camellero?
Adriana.- A que no encontraste ningún tesorito.
Telémaco.- A que encontraron algun tesorito.
Adriana.- ¡Aguajero! Habla pues.
Telémaco.- (Misterioso.) A veces, Adriana, uno echa una mirada atrás y se pregunta: ¿Por qué esa vaina que desearía ocurrir, no ocurrió, o la otra que evitaba ocurrir, me pasó? Todo estaba en su lugar perfecto, en su tiempo perfecto, pero justo a la bendita hora, se transformó en otra cosa.
Adriana.- ¿En qué cosa?
Telémaco.- Es que la cosa era de otra forma desde el principio. Tú quisiste pensarlo de la manera que te convendría creer.
Adriana.- No te entiendo. Explícame.
Telémaco.- Un ejemplo: la semana Antes de expropiación de la banca, llegó mi ascenso. Gerente General de la Costa Oriental. Me veía a mí como tal, veía todas las sedes bajo mi gerencia efectiva, veía toda la costa oriental con  todas sus gabarras. Lo que no veía, y hasta un niño la podía ver, era la inminente expropiación del Banco más poderoso del país. No veía al croché- como llamaban a tu presidente- que volvía a meter la pata para después hacer los cambios. Él manipuló la opinión pública contra el Banco Federal seis meses antes para poder quebrantarlo y así presionar al accionista mayor a vender la Globovisión. Y de ahí, acabar con lo único que se atrevía a transmitir la verdad de este país... Todo el mundo veía eso menos yo. El necio yo.  El burro yo.
Adriana.- Te entiendo.
Telémaco.- No. No me entiendes. Exactamente porque nosotros siempre relacionamos todo lo que ocurre con todo lo que queremos ocurrir. Porque hay intereses y perjuicios personales. (Pausa.) A la semana me ascendí a Gerencia General de todas las sedes liquidadas de la Costa Oriental. En nadie. Bang… (Imita hundir una aguja en un globo.)
Amando.- (Timbrazo.) Big Bang.
Karla.- ¿Y cómo se puede mostrar un Big Bang en la escena?
Amando.- No sé. Con un paralítico sobre una silla de ruedas que siempre habla sin hablar.
Karla.- ¿Y que significará un Big Bang para él?
Amando.- Pues… estallido de un globo rojo.
Karla.- ¿Estallido de un globo rojo?
Amando.-  Sí. Rojo rojito.
   (Se oye los estallidos de varios globos. Se ilumina la escena central, con solo dos participantes, los anteriores en su escena ahora  en penumbra hacen un coro cantando y aplaudiendo un Feliz Cumpleaños.  Al nombrar a el/la cumpleañero/a cada uno dice un nombre diferente. Los dos hombres jóvenes, uno siempre sentado otro siempre en pie, atisban el supuesto cumpleaños.)
Armando.- Están en un restaurante.
Karla.- Tú dices.
Amando.- El que está de pie es camarero. El que está sentado, cliente.
Karla.- Puede ser.
Amando.- No puede ser. Demasiado desocupados para serlos. No me gustan los camareros que posan en un lado sin hacer nada que mirar las piernas de las clientas. Tampoco los chulos que entran en un restaurante sin hacer nada más que lo mismo.
Karla.- Buscamos un coleto y un tobo para camarero y un servicio de camarones al ajillo para el cliente.
Amando.- Soy alérgico a los camarones. Leí en una columna que en Taiwán murió de repente una mujer después de comer camarones previo consumo de vitamina C.
Karla.- Obvio, porque el inicialmente no tóxico 5-potasio-arsénico al reaccionar con el ácido ascórbico se convierte en el tóxico 3-potasio arsénico el cual es conocido popularmente como Arsénico. Pero estos alimentos en sí no son tóxicos para el ser humano.
Amando.- Prefiero un pedazo de torta de cumpleañera.
Karla.- O cumpleañero.
Amando.- Cumpleañera, y bien bonita. Ah: Morena, Alta.
Karla.- A pues, como que tú quieres comer a la cumpleañera no la torta.
   (Por la izquierda pasan adentro un tobo con un coleto los cuales se reciben con desagrado por el asignado como camarero, por la derecha llaman a él mismo. Sale por ahí alegre y regresa con un plato desechable de torta de chocolate, pero esta vez con una cara enfadada. Se acerca a la mesa. Casi deja caer el plato frente del joven sentado, se dirige a su coleto, lo moja en el tobo y empieza a frotar el suelo con evidente furia.)  
Joan.- ¿Qué te pasa, Rigo?
Amando.- (Timbrazo.) ¿Rigo?
Karla.- Es Rigoberto, pero Joan le llama Rigo, son amigos.
Amando.- Oye, doctora, yo dije una relación profesional de cliente-camarero. Nunca recuerdo hablar de amistades.
Karla.- ¿Y quién dice que en una relación profesional no se puede establecer amistades? (Él se convence callado y da un timbrazo.)
Joan.- O sea, que la culpa es mía. Están reunidos celebrando un cumple. ¿Quieres que les ponga cara de culo? Salí un momento a felicitarla y ellos me devolvieron el favor.
Rigo.- Dime una cosa. ¿Quién te encargó meterte en lo que no te incumbe? ¿Ha?... Pones tus botas en el piso y te hago limpiar toda la sala.
Joan.- (Ahora mantiene de manera más notoria la distancia entre las suelas de sus botas y el piso.) ¿Te sientes bien si me quedo ciego, si me quedo sordomudo?
Rigo.- Contigo presente nunca me siento bien. No hagas naaaada. Porque todo lo que haces es un desastre para mí. ¿Por qué viniste aquí? ¿Ha?
Amando.- (Timbrazo.) ¡Doctora! ¿Usted está segura que ellos son amigos? Les falta poco para que se den unos buenos lampazos.
Amando.- Los amigos se pelean, Amando. Además estamos indagando una de mil millones maneras que una mente turbada pueda perpetrar un homicidio sin saberlo, sin recordarlo. Puede ser con lampazo también.
Amando.- Parece más una aproximación artística que clínica.
Karla.- Si la ciencia hubiera sabido abrazar el arte con la zeta en lugar de abrasarlo con la ese, podría salvar y subsanar más vidas y enfermedades con el arco de un chelo que con la filosa hoja de un bisturí.
Amando.- O con un lampazo. (Timbrazo.)
Rigo.- Mira, flaco. Comes y te vas. Invita la casa… Te lo agradezco… Por favor.
Joan.- Yo no vine aquí a comer, gordo.
Rigo.- (Se siente metido en un lío.) Ve. Aslan Salió a la plaza a cobrar un cheque. No quiero que me diga cuatro vainas cuando venga… Por favor.
Joan.- (Mira su reloj.) El banco debe estar ful de gente.
Rigo.- Así puedes pedir lo que quieres…sólo rápido.
Joan.- Tú sí piensas en puro comer. Que venga el turco y hablemos un rato.
Rigo.- Vete de aquí, Joan. Házmelo como un hermano.
Joan.- No voy a robar la caja. Viene, hablamos un rato, y me voy.
Rigo.- La última vez que te vio aquí… No pongas tus botas en el piso… me gritaba en árabe por tan arrecho que se puso. Yo tengo familia, vivo de este coleto.
Joan.- Precisamente le voy a hablar sobre eso.
Rigo.- (Picado.) ¿De coleto?
Joan.- Sí. Parece que de cada fleco pende la vida de mierda de uno.
Rigo.- ¿Te burlas de mí?
Joan.- No lo debería haberte hecho cuando lo hacía.
Rigo.- Ya es muy tarde. ¿Quieres café? (Pausa.) Menos mal que tu padre les apoya.
Joan.- Era mejor que nada.
Rigo.- ¿Tu papá está bien?
Joan.- Al parecer. Porque en alma está jodido. Lo botaron ayer. Hoy cobró su cheque. Una broma, por tantos adelantos que pidió por mí. (Silencio embarazoso.) Tengo que hablar con el turco.
Rigo.- Parece mentira, pero como que tú estás buscando problemas. La ultima vez casi que llamaba a sus amigos pacos.  
Joan.- La última vez yo también me sobresalté.
Rigo.- Yo, en esta mierda que vive el país, te encontré un huequito. Lo mínimo que podías hacer era conservarlo y no lo hiciste. Te sacaron con escándalo, y el gruño era para mí. 
Joan.- Pero ponte en mi lugar.
Rigo.- (Medio gritando.) Mi lugar es aquí. Mi trabajo es esto, lo que nunca quisiste tragarlo. En lugar de dedicarte a las mesas, pasaste charlando y riendo con clientas.
Joan.- Si ganaba más en propinas que fregar el piso.
Rigo.- ¿Y ahora? ¿Caminando en las calles te propinan un peo?
Joan.- Desde la mañana ando en las calles.
Rigo.- (Por las botas.) ¿Y dónde que las traes así?
Joan.- El Menito.
Rigo.- ¿Buscando a tu papá?
Joan.- Fui a hablar con el sindicato. Cobran un mes de sueldo por adelantado como comisión. Eso es para obrero de primera. A los clasificados cobran doble.
Rigo.- ¿Y qué dice la ley?
Joan.- ¿Cuál ley?
Rigo.- Ley Orgánica, Contrato Colectivo, qué sé yo.
Joan.- Ellos tienen su ley, que no es tan orgánica,  pero muy eficiente como la influenza porcina.
Rigo.- ¿No se puede pedirlo fiado?
Joan.- (Sacando un papelito doblado.) En la bendita “Tierra de Gracia” lo único que llevas fiado es tu vida.
Rigo.- ¿Qué es esto?
   (Timbrazo. La luz se mueve iluminando a un niño en la escena izquierda, la tercera, que sobre la mesita baja y larga se dedica impetuosamente a dibujar en un cuaderno teniendo como modelo unas miniaturas de animales jurásicos.)
Amando.- La pregunta correcta sería: ¿Quién es ese?
Karla.- Es una pregunta incorrecta pero sigue siendo una pregunta.
Amando.- Pero el cambio es tan drástico que no sabemos cómo seguir el acto. Primero: el sujeto que formuló la pregunta se ha convertido en otro que está solo y que yo sepa no ha formulado ninguna. Segundo: el sujeto allá tiene un objeto directo al cual refiere su pregunta, aquí yo no veo nada. Tercero: el sujeto allá tiene un objeto indirecto a quien le puede lanzar la pregunta. En otro lado no hay nadie más que un niño dibujando muñequitas. ¿No sería una infracción de su segunda normativa?
Karla.- Hay preguntas que siempre existen y no dependen de ningún elemento sintáctico para existir. Pero para evitar más complicaciones y a tu mayor satisfacción, trasladamos a un participante de aquella escena a ésta. (Dirigiéndose a Adriana.) Claudia, por favor. (Ella cruza toda la escena y entra por la derecha a la izquierda.) Ahora es Rosibel. Al niño lo puedes llamar… Miguel. ¿Te parece?
Amando.- Vale. (Timbrazo.)
Miguel.- ¿Qué es esto?
Rosibel.- Es un dinosaurio.
Miguel.- Pero ¿cómo se llama?
Rosibel.- Qué sé yo, mami… Cuello-grueso. (Se ríe de su invención.) 
Miguel.- (Esgrime la miniatura.) Éste.
Rosibel.- Aja, éste.
Miguel.- Pero este no tiene un cuello grueso. Al contrario, es muy finito, pero muy largo. La barriga sí es grande.
Rosibel.- Usted perdone… Es un lagarto comilón que comió mucho y quedó barrigón. Al contrario de usted que no come nada y quedó así flacucho.
Miguel.- Tú tampoco comes pero te salió la barriga.
Rosibel.- A mí me salió porque me preñé.
Miguel.- ¿Quién lo sabe? Puede ser que ésta también está preñada.
Rosibel.- No, mami. Los dinosaurios ponían huevos, pero grandes. De tamaño de esta casa. (Muestra toda la escena.)
Amando.- (Sonriendo.) Y nosotros somos seres extinguidos que aún no hemos nacido.
Karla.- (Con la sonrisa también.) Me recordaste el verso de Hafiz.
Amando.- Se me olvidó. ¿Cómo era?
Karla. - “Hejabe Chehreye jan mishavad ghobare tanam
             Khosha dami kezan chehre parde bar fekanam”
Es lo único que sé de persa.
Armando.- ¿Y la traducción?
Karla.- “El polvo de mi cuerpo opaca la cara de mi alma
             Bendita sea la hora que me lo quite de la cara”
   (Momentos reflexivos cuyo hilo lo rompe Miguel sin ningún timbrazo.)
Miguel.- Quizá en su barriga tiene un huevo grande como esta casa.
Rosibel.- El huevo no se hace en la barriga.
Miguel.- ¿Dónde pues?
Rosibel.- (Titubeando.) Más o menos por debajo de la cola.
Miguel.- (Mirando esta parte del dinosaurio.) Yo pensaba que ahí se hace el pupú.
Rosibel.- No. El pupú se hace en la barriga. (Al oírlo, Miguel la mira con ojos saltones.) No, no, no. No es así como piensas. Mira. En la barriga. (Por la suya.) Todo está en su lugar. El huevo está en su lugar, El bebé está en su lugar. El pupú también en su lugar. Ojo: Sin estar revueltos. 
Miguel.- ¿El huevo se hace en la barriga y sale por debajo de la cola?
Rosibel.- (Sonriendo.) Sí.
Miguel.- ¿El pupú se hace en la barriga y sale por debajo de la cola?
Rosibel.- (Se le seca la sonrisa.) Sí.
Miguel.- El bebé se hace en la barriga y…
Rosibel.- (Le interrumpe con rabia.) El bebé no sale por ningún lado… (Diciendo eso se hunde en una inmensa melancolía.) A veces el bebé no sale por ningún lado. Porque… porque no puede encontrar por dónde salir.
Miguel.- ¿Y qué hace? ¿Se queda ahí?
Rosibel.- (Con amarga sonrisa.) Allá adentro es muy oscuro. Los bebés tienen miedo a la oscuridad. Son como las flores. Si no les llegue la luz, se secan como ellas.
Miguel.- Pueden abrir la barriga y sacar  al niño.
Rosibel.- A veces no se puede hacer nada. (Con el dorso de la mano se quita una lágrima  deslizada en el pómulo.)
Miguel.- ¿Pues qué hace entonces?
Rosibel.- (Sonriendo.) Regresa.
Miguel.- ¿Regresa? ¿A dónde?
Rosibel.- Regresa donde estaba.
Miguel.- ¿Y Dónde estaba?
Rosibel.- En el Cielo.
Miguel.- (Muestra arriba.) ¿En el cielo?
Rosibel.- No. Es otro cielo que está en el cielo. El Cielo de Dios.
Miguel.- ¿Cómo es?
Rosibel.- (Sonríe soñadora.) Es un lugar muy grande. Como un jardín muy grande y sin fin. Lleno de flores: lirias, azucenas, tulipanes, azules, amarillas, rojas, de colores más bellos y olores más ricos. Un jardín donde el sol nunca no cae ni quema.
Miguel.- Y no se secan las flores.
Rosibel.- Cada flor es un bebé. Cuando los padres quieren tener un bebe, Dios pone uno en la barriga de mamá. Si el bebé no puede salir de la barriga de su mamá, regresa donde estaba.
Miguel.- Al Cielo de Dios, donde el sol nunca no cae ni quema. Regresa con otros niños.
Rosibel.- Donde no hay ni miedo ni oscuridad.
Miguel.- ¿Y otros niños como yo no regresan al cielo de Dios?
Rosibel.- Claro que sí. Todos regresamos al Cielo, pero no ahorita.
Miguel.- ¿Cuándo?
Rosibel.- Cuando lo quiera Dios.
Miguel.- ¿Si yo pido a Dios, Él que es muy bueno, me lleva a su Cielo?
Rosibel.- (Ríe despeinando la melena rubia del niño.) Sí estás loco.
Amando.- (Timbrazo. Con mucha sorpresa) ¡Prácticamente está deseando la muerte!
Karla.- Sólo está razonándose con el sueño de Rosibel.
Amando.- Y ella está soñándose con la razón de muerte.
Karla.-  Goya dijo grabado que “El sueño de razón produce monstruos” pero nunca dijo qué tipo de monstruos.  A lo mejor se refería a él mismo.
Amando.- No se permite engañar a un niño con fantasías baratas sobre Dios cuando se trata de los fenómenos cruciales como la vida y la muerte.
Karla.- Ah, ¿Que le diga que una vez nacido un niño muerto se convierte en cuarenta y ocho horas en un pedazo de asco bajo la tierra, pudriéndose y alimentando a los gusanos? ¿O que explique con gráficos la fornicación humana para enseñar a un niño cómo nació?
Amando.- (Indefenso, ladillado.) No quiero hablar sobre eso. (Timbrazo.)
.Adriana.- (Que durante la conversación reciente se ha traslado a primera escena, se dirige a Telémaco.) ¿Así que no quieres hablar?
Telémaco.- Contigo sí. Desde cuando no llevo bien con el camellero, busco nuevas oportunidades.
Adriana.- ¿Estás hablando de un nuevo trabajo?
Telémaco.- Nuevo trabajo, nueva vida. Con nuevo jefe, nuevos compañeros.
Adriana.- ¿Qué tipo de trabajo? ¿Dónde?
Telémaco.- En otro proyecto de construcción; transnacional también, con sueldo y puesto mejores que aquí. Ya estoy harto de servir a las ambiciones ajenas  y quedarme abajo como un peón cualquiera.
Adriana.- No tengo nada contra tu decisión sobre todo si se trata de un trabajo que te beneficia mejor. (Duda.)  Aquí no lo tienes tan asegurado.
Telémaco.- Gracias por no consolarme con mentiras. Es mejor salir por la puerta grande.
Adriana.- Si quieres hablo con Gasemi para cambiarte el departamento.
Telémaco.- Gracias, no me gusta el boliche.
Adriana.- Espero si decides algo en serio, midas las consecuencias. No vaya que el tiro te salga por la culata.
Telémaco.- Por eso quiero que me ayudes.
Adriana.- (Perpleja.) ¿Te ayudo? ¿Cómo?
Telémaco.- Si aceptaron el loco salario que les propuse fue porque ellos usan  el mismo sistema que nosotros.
Adriana.- ¿Wiki-Nómina?
Telémaco.- El italiano no monta el sistema para venderlo sino para enganchar a las empresas con su mantenimiento que sí le da cobre. Solo pocos, por experiencia, sabemos cómo funciona.
Adriana.- Es algo artesanal en su maletín. Nada de cursos preventivos ni algo por el estilo.
Telémaco.- Ahora lo único que me piden es un asentamiento contable según el Artículo 125.
Adriana.- Pero aquí todos salen por 108. Muy raro ver un despido injustificado como el de Venarruza o Antequera: Los contratos son por tiempo determinado.
Telémaco.- Por eso tienes que ayudarme. No quiero que por un papelito se arruine todo.
Adriana.- ¡Qué raro! Cualquiera que lea tu perfil y al saber que trabajaste con los iraníes y el sistema, no te debe pedir pruebas…
Telémaco.- No lo mencioné en mi currículo. Harían llamaditas y el camellero les daría mala referencia.
Adriana.- Okey, te ayudo en lo que pueda.
Telémaco.- Quiero que me ayudes más de lo que puedes.
Adriana.- (Poco a poco lo digiere.) A mí me da igual, ¿Y si en tu nuevo trabajo te pidan hacerlo algún día?
Telémaco.- Sabré arreglárselas.
Adriana.- (Se miran un instante, ella enseña una carpeta marrón.) Lo de Venarruza está ahí. Yo tengo mi copia para mi archivo. No te olvides quitar el membrete y las firmas.
Telémaco.- (Jovial, agarra el papel. Emite un silbido.) Casi cuatro años de mi trabajo con todos los sábados trabajados. (En el escritorio central con una regla quita las partes de arriba y abajo, las bota en la papelera una vez hechas trizas. Escanea el papel, hace una operación en la computadora de esta mesa. Con el icónico tecleo de Enter muestra la terminación exitosa, dando un suspiro profundo. Saca el papel y lo rompe en pedazos, echándolos en la cesta también.)
Amando.- (Timbrazo.) ¡Qué fastidio! ¿Usted cree que de toda esta mediocridad se puede sacar algo transcendental?
Karla.- No sabemos. Lo que sí se puede decir es que lo significante es el efecto colateral de la trivialidad. Yo te observo a ti, tú te intrigas con el papel doblado del flaco, él me está tomando fotos a escondidas con su celular, el gordo está preocupado por las botas del flaco, el viejo sueña con su nuevo puesto, el niño está sumergido en sus muñecas, la gorda está dividida entre Rosibel y Adriana. Nadie está en sí y nadie está fuera de sí.
Amando.- ¿Dónde estamos?
Joan.- (Sin esperar el timbrazo, esgrimiendo el papelito.) En un restaurante donde trabajé cinco meses y el cheque de finiquito es para cinco meses después.
Rigo.- Así negociaste con él. Preferiste más dinero tarde que poco, temprano. No recuerdas pero yo sí. No tienes estabilidad ni de un rato para otro. Quiero volver. Quiero adelantar la fecha de mi cheque. Ni sabes qué es lo que quieres.
Joan.- Te equivocas. No estaba pidiendo nada, solo estaba estudiando otras opciones.
Rigo.- ¿Otras? Como si tuvieras miles. ¿Qué quieres? ¿Por qué viniste aquí?
Joan.- (Sonriendo y relajado.) ¿A mí no me luce venir a un restaurante? Que me hagan una cita, que me inviten un postre.
Rigo.- Con lo chulo que eres, es lo máximo que se espera de ti… Habla, pendejo.
Joan.- Hace una semana me llegó una solicitud por Face de un tal Carlos Aldana. Visité su perfil. Un señor mayor, gerente de Recursos Humanos del Proyecto Nueva Ciudad Ojeda. Confirmé la solicitud. En media hora se puso verde. Empecé a escribirle. Aprovechando que Roxy estaba en la cama por el dolor de cabeza. Es que recientemente está más celosa que nunca. Un ding en mi celular y se pone pila.
Rigo.- Conoce el perro de su casa mejor que nadie.
Joan.- Vive solo,  en su pent-house por New York Palace.
Rigo.- Vaya. ¿Le dijiste que andas sin trabajo?
Joan.-  Sí. Me preguntó si me echo tinta en el cabello.
Rigo.- ¿Cómo?
Joan.- Me dijo que soy guapo y me quiere conocer en persona.
Rigo.- Ay papá. Eso te faltaba. Ligarte con un viejo marico.
Joan.- Me puse en Off, pero no dejaba de enviarme. Mensos mal que no tenía a Roxy al lado.
Rigo.- Le faltaba eso: agarrarte con manos a la obra con un patico triste.
Joan.- Decía que estaba avergonzado y quería confesarme la verdad.
Rigo.- Ah, ahora te confundió con su pastor.
Joan.- Dijo que la cuenta no es suya… es de su esposo.
Amando.- (Timbrazo.) Ya el matrimonio gay está legal en Venezuela, pero para aquel tiempo nadie llamaba a su pareja homosexual como su esposo.
Karla.- Pero puede ser su sentimiento lo que está expresando.
Amando.- O bien lo que está diciendo al flaco para seducirlo.
Karla.- O lo que está contando el flaco al gordo para jactarse de su don seductivo.
Amando.- (Tambaleando el escritorio.) O una señal a ver cómo responden mis sensores.
    (Miguel corre a abrir la puerta. Entra Fátima, le da un beso y se sienta en el sillón izquierdo.)
Miguel.- (Le muestra la misma miniatura.) ¿Qué es esto, tía?
Fátima.- Un dinosaurio.
Miguel.- Lo sé. Pero ¿Cuál es su nombre?
Fátima.- Mi vida, los nombres de dinosaurios son muy raros y complicados hasta para pronunciar.
Miguel.- No importa. Lo aprendo, a juro que sí.
Fátima.- (Finge una mirada retadora.) Okey, vamos a ver. (Toma la miniatura. La examina como un profesional pronunciando con alguna malicia y sin interrupción.) Sauroposeidón, del infraorden: saurópodos, del suborden: sauropodomorfos, del orden: saurisquios, del período cretácico-albiano. (Amando muestra su pulgar a Karla, admirando la respuesta.)
Miguel.- Sí eres mala, tía. Yo te pregunto un nombre y tú me das cinco nombres.
Fátima.- ¿Y qué crees tú? ¿Que un monstruo de dieciocho metros de altura con sesenta toneladas de peso, tenga un solo nombre?
Miguel.- ¿! Dieciocho metros, tía!? ¿Cuánto será?
Fátima.- Que al estar en el patio, puede meter la cabeza por la ventana de nuestro apartamento y salude a Kiana en su cuarto.
Miguel.- (Ríe a carcajadas.) Imagina a señor Amir que vea un dinosaurio metiendo la cabeza por la ventana. Con su franela blanca y pijama azul, gritando al pobre animal.
Fátima.- ¿Así vas a aprender los nombres?
Miguel.- Dime otra vez, tía.
Fátima.- Sauroposeidón.
Miguel.- Sauro… Poseidón.
Fátima.- Perfecto.
Miguel.- ¿Y qué significa?
Fátima.- El lagarto que es Dios de terremotos.
Miguel.- ¿Por qué?
Fátima.- Por lo pesado que era. Pesaba lo que pesan seis camiones juntos y cuando caminaba hacía temblar la tierra, como cuando hay terremotos. Era la criatura más alta que existió en la tierra.
Miguel.- ¿Y otros nombres que dijiste?
Fátima.- Son nombres de sus abuelos y bisabuelos. ¡Vivieron doscientos millones de años!
Miguel.- ¿Verdad?
Fátima.- (Muestra otra miniatura.) ¿Ves este pequeñín? Vivieron en grandes manadas como cuatro millones, corriendo de un lado a otro.
Miguel.- ¿Éste?
Fátima.- Sí, señor.
Miguel.- Es como un gallo con una cola larga. ¿Cómo se llama?
Fátima.- Velociraptor Mongoliensis. O Velociraptor. O sencillamente, Raptor.
Miguel.- ¿Y qué significa?
Fátima.- Secuestrador, ladrón.
Miguel.- Vivió tantos años y ¿le pusieron este nombre?
Fátima.- Porque eso es lo que hacían, corrían en manadas y en su paso agarraban a cualquier ser vivo, lo despedazaban, lo comían y se fugaban. Pero eran muy inteligentes.
Miguel.- ¿De qué sirve si eran ladrones?
Fátima.- (Ríe a voz alta.) Y también de los más veloces.
Miguel.- Por eso pueden robar millones años. (Fátima ríe a carcajada.)
Rosibel.- (Su voz por la derecha.) Mucha fiesta allá, mucho trabajo aquí.
Fátima.- (Hacia la derecha.) ¿Dónde estás Rosy? Este Miguel sí es un vacilón. ¿Te ayudo?
Rosibel.- (Su voz.) No. Ya voy. Estos garbanzos no quieren ablandarse.
Miguel.- (Con repugnancia aparta el raptor y agarra otra que más parece como un aeroplano.) ¿Y este dinosaurio, tía? ¿Cómo se llama?
Fátima.- Esto no es un dinosaurio.
 Miguel.- ¿Cómo que no?
Fátima.- Es un pterosaurio. (Pausa.) Déjame explicarte. Los dinosaurios eran parte de mega fauna prehistórica. Con ellos vivían muchos animales que no eran de esta familia. Pero la gente cree que todos los animales de prehistoria son dinosaurios.
Miguel.- ¿Y cuál es la diferencia?
Fátima.- (Pensando un momento.) Ve: los dinosaurios eran los únicos reptiles que tenían las patas situadas en posición vertical por debajo del cuerpo, como los mamíferos.
Miguel.- ¿Y cómo eran otros?
Fátima.- Tenían las patas en los costados, como los cocodrilos o estos pterosaurios. Es decir: se arrastraban en el suelo. Pero los dinosaurios eran los únicos que pudieron dejar de arrastrar. Consiguieron soportar su peso en sus propias patas. Cuando pudieron hacer eso sobrevivieron el calor, el frío, los cataclismos. Por eso nunca se extinguieron.
Miguel.- (Con sorpresa y miedo.) ¿Todavía hay dinosaurios?
Fátima.- Más que antes.
Miguel.- (Estupefacto.) ¿Cómo? ¿Dónde?
Fátima.- ¿Ves este pterosaurio? Era el animal alado más grande de toda la historia. Se llama Quetzalcoatlus. De tamaño de un avión pequeño. El rey de los reyes de todas las águilas. Porque todo el mundo imagina a este lagarto mientras volando. En la tierra era tan fea y ridícula peor que un saltamontes grande: apenas podía ajustar sus alas en los costados, los arrastraba en la tierra cuando caminaba.
Miguel.- ¿Y cómo volaba si no podía caminar?
Fátima.- Por flojera, por miedo. En realidad no volaba, se arrastraba en el aire porque no tenía la valentía de hacerlo en la tierra.
Miguel.- ¿Y cómo que era el rey de los reyes de todas las águilas?
Fátima.- Jamás y nunca era el rey de nadie, sino esclavo de su miedo, por eso se extinguió.
Miguel.- ¿Pues de dónde vienen tantos pájaros?
Fátima.- (Sonriendo.) Del cielo.
Miguel.- ¿De otro cielo que está en este cielo?
Fátima.- Todos los pájaros, sea un colibrí pequeño o un avestruz grande, son descendientes de los dinosaurios.
Miguel.- (Sorprendido.) ¿De estos?
Fátima.- Y para tu mayor sorpresa, todos los pájaros que ahora son las criaturas más bellas del planeta, eran estos raptores crueles y feos.
Miguel.- Es imposible, tía.
Fátima.- Ellos hicieron posible lo imposible cuando abandonaron sus miedos.  O vives como debes vivir o mueres como debes morir. Eso es lo que llaman: “Lucha de especies”. (Saca al Miguel del lago de pensamientos.) Ya es suficiente para hoy. Ahora te levantas y como buen chaval que eres, llevas este balde y lo dejas en nuestra cocina.
Miguel.- (Obediente.) Ha ha ha. Tía, estamos en Venezuela, aquí decimos chamo, no chaval.
Fátima.- Y el chamo va a tener mucho cuidado a no hacer ruidos… (Miguel sale. Fátima juega con las miniaturas en la penumbra.)
Amando.- Espléndido.
Karla.- Yo no sabía que las aves se descendieron de los dinosaurios.
Amando.- Yo tampoco. Parece que escogieron la dieta más drástica del universo, y así perdieron toneladas de peso sólo para volar.
Karla.- ¿Y por si acaso eso no es lo que hacemos todos cuando nos morimos?
Amando.- (Mirando al vacío.) Dejar el polvo de cuerpo para desvelar la cara de alma.
Karla.- Y volar. (Para sacarle de su profundo precipicio reflexivo, empieza a cantar.) Y volar, volar tan lejos
Amando.- (Le sigue.) Donde nadie nos obstruya el pensamiento.
Karla.- Volar, volar sin miedo.
Amando.- Como palomas libres como el viento.
Juntos.- Y vivir, vivir lo nuestro.
Karla.- Y amarnos. (Se corta.) Hasta ahí.
Telémaco.- (Desde su rincón sigue la salsa con su voz y sus pasos. La luz ilumina este escenario.) Soñar despierto… vivir lo nuestro… sólo viviré… sólo viviré lo nuestro
   (La puerta del lateral derecho fue abierta durante el show de Telémaco y Sr. Ghasemi en el umbral lo está observando con sorpresa. Telémaco por ademanes de Adriana, se vuelve y ve a su jefe, rasca avergonzado la calvicie de su cabeza y vuelve a su escritorio.)
Amando.- (Riendo.) Es el guajiro, pero bien vestido.
Karla.- Es señor Gasemi, interpretado por el mismo participante.
Amando.- Bonito contraste: guajiro/iraní, obrero/gerente, quizá oprimido/opresor.
Karla.- Suele ocurrirse cuando hay poco recurso.
(Suena el teléfono del jefe en su escritorio, él se dirige a responder.)
Señor Ghasemi.- Dígame… Buenos días. ¿Cómo está usted? Ah, gracias… claro… se lo mando ahorita… Telémaco se lo lleva. (Se dirige a él.) Van a sellar los papeles para llevarlos al Tribunal. Llévate el sello y ayúdalos allá. (Le entrega el sello, él se lo recibe saliendo sin palabras por el lateral. Ghasemi se sienta a su escritorio. Abre una carpeta marrón que contiene un rimero de hojas. A cada una está anexado un cheque con un clip. Levanta el cheque, revisa unos datos en el papel y después lo firma mientras habla.) En la cola del banco estaban dos señoras por delante que hablaban bien sobre esta inyección… Su mujer sigue con morada del ojo y la dejo embarazada otra vez.
Adriana.- Esa es otra. Se separó de la primera.
Señor Ghasemi.- Sin hemorragia, sin infecciones. ¿Ahora qué va a hacer con ese embargo que tiene?
Adriana.- Se prolonga mucho. Casi doce semanas.
Señor Ghasemi.- Irversible.
Adriana.-  Sí, irreversible pero es químico. Eso me preocupa.
Señor Ghasemi.- No te preocupes, no te va a dar cáncer. No sé por qué todo lo bueno es cancerígeno. Las cotizas de plástico, microondas, celulares, doritos…
Adriana.- Siento que algo raro mueve en mi estómago.
Señor Ghasemi.- Es lógico. Pero al fin te sentirás mejor… Esto no tiene firma. (Aparta la hoja.)
Adriana.- (La retira.) Es más por la enfermedad cardíaca que tengo. No es estético.
Señor Ghasemi.- Debes cuidarte. A esta edad el corazón no echa bromas con nadie.
Adriana.- (Ya no puede fingir más. Se desahoga.) De verdad… ¿Ya tomó su decisión?
Señor Ghasemi.- A esta edad yo tampoco echo bromas con nadie.
Adriana.- Pero… No entiendo… ¿Por una simple discusión?
Señor Ghasemi.- (Jugando con su pluma.) Ve, Adriana. Todos cometemos errores. Pero es absurdo que uno cometa error no para…
Adriana.- Escarmentarlo.
Señor Ghasemi.- Eso que dices, y crea que es su derecho cometer errores y es deber de los demás corregirlo.
Adriana.- Usted tiene toda la razón. Pero todos merecemos oportunidades. No le pido mucho, una sola…
Señor Ghasemi.- Merecemos oportunidades si permitimos que nos den, sino es un soborno no una oportunidad.
Adriana.- Lo que le suplico… e insisto… es que usted no vea sólo a la persona, sino todas las personas a su alrededor que pueden salir afectados por lo que afecta a él.
Señor Ghasemi.- Ay, Adriana, por favor, deja el drama. Nadie se muere de hambre por estar desempleado. Dios mediante, no va a pasar nada.
Adriana.- Sólo por mí… la última oportunidad… Yo personalmente hablo con él.
Señor Ghasemi.- (Sonriendo.) Si he tomado esta decisión es más por ti. No puedo permitir que una persona ande sobrecargada de mil trabajos, y la otra no haga nada y vea a todo el mundo en deuda con ella.
Adriana.- Yo prescindo de mi derecho.
Señor Ghasemi.- No es tu derecho, Adriana. Es derecho de la compañía y ninguna compañía prescinde de su derecho. (Silencio.) ¿Llamaste a la agencia? (Ella confirma con la cabeza.) ¿Qué te dijeron?
Adriana.- No aceptaron…
Señor Ghasemi.- No joda…
Adriana.- Dicen que si lo sepa SENIAT claustra su negocio.
Señor Ghasemi.- (Breve pausa.) Okey, okey. ¿Cuántos recibiste?
Adriana.- (Abre su segunda gaveta y saca una carpeta voluminosa. Cuenta los papeles adentro.) Veinticinco.
Señor Ghasemi.- ¿Y las calificaciones?
Adriana.- (Los abre como un abanico para poder distinguir.) Dieciocho de tres estrellas, seis de cuatro y uno de cinco.
Señor Ghasemi.- A ver. (Adriana deja la carpeta en el escritorio. Señor Ghasemi mueve su ratón. Imprime una página. Lo revisa línea por línea. Hace cálculos con su calculadora y eleva las cejas. Se queda pensativo por unos segundos. Engrapa el papel a uno de los expedientes, devolviéndolo a Adriana.) Esto está bien. Voy a buscar la autorización. Llama a la agencia ahora mismo y pide una entrevista personal para mañana… no… para hoy a las cinco. (Sale con  una carpeta manila por el lateral derecho.)
Adriana.- (Se siente librada dando un suspiro profundo. Descuelga el audífono, marca, espera hojeando el engrapado de papeles riendo artificialmente.)  Muy buenos día, le habla Adriana Quintero, de Iranian… (Se ríe a carcajada. Hojea.) Ah, gracias. Le molesto tanto que ya me conoce por la voz. (Hojea.) Quisiera solicitar una entrevista personal para hoy a las cinco. (Hojea.) Sí, claro. Lo tiene en su cuenta antes de mediodía. No se preocupe. (Hojea. Mira la primera página.) Once, doscientos treinta y ocho… Sí, treinta y ocho. (Sigue hojeando.) Por un año… Tiempo completo… dispuesto a trabajar los sábados y domingo laborables… (Llegando a la última página de engrapado se queda petrificada con la sonrisa helada, titubea, no puede hablar. Cuelga. Se susurra melancólicamente y se derrita en su silla.) Con todos los sábados trabajados… con todos los sábados trabajados…
Amando.- (Declamando con visible lamentación de El burlador de Sevilla.) “Pobre honor, ¿Por qué te dejan en la mujer inconstante, si es la misma ligereza?”.
Karla.- (Sonriendo.) Porque tu mujer inconstante no es nada más nada menos que el mismísimo alma de hombre.
Amando.- Que lucha por su honor.
Karla.- (Citando por su vez de Fuenteovejuna.)   “¿Amas tú?/ Mi propio honor.” Veo que estás bien pegado a las sesiones de treatro-trapia de profesor Rodríguez.
Amando.- La verdad vivir una época muy distinta a la tuya, a través de una obra, en sí es muy terapéutico. Hay muertes, desafíos, amores ardientes que suceden por suceder sin lamentaciones. Mientras en la nuestra un instante, una falsificación de hoja, un plato de camarón al ajillo puede matarte sin hacerlo. Esta carga de tanto tiempo acumulado es fatal. Como si estuviéramos en un otoño.
Karla.- ¿Y quién sabe? Quizá cuando llegue el invierno, caer una hoja pueda remover las montañas o una gota de agua desborde un río al diluvio.
Amando.- (Cada vez más agitado.) Los cristales más transparentes se conviertan en los lentes cóncavos que queman la larga fila de hormigas; mueran los cachicamos feos de los billetes antiguos de cinco bolívares débiles, y el caballo blanco del Libertador, en su sangre y sudor, vuelva a adornar la parrillera venezolana ya que se murió de hambre en su bosque quemado donde las hormigas en su fuga se lo llevaron la chispa y al lago negro que sobrevivió los siglos de las ráfagas lo dejaron en millones barriles de pena y ceniza, porque los cristales dejaron de ser planos y se convirtieron en barrigonas lupas despiadadas. (Sus sensores empiezan a emitir silbidos alarmantes.)
Karla.- (Le destapa un agua mineral.) Tranquilo, Amando, tranquilízate. (Espera. Él bebe un sorbo, secándose el sudor con la manga de camisa, los silbidos bajan hasta desparecerse.) Por ahora sólo nos toca quitar la bruma de los espejos. (Él observa, aún trastornado, el segundo escenario que empieza a iluminarse.)
Rigo.- Así que… ¿la cuenta por la que te chateaba era de su esposo? (Rompe a histéricas carcajadas.) Eterna felicidad.
Joan.- Me temo que no. Estaban tramitando su divorcio aquí en el tribunal de Maracaibo… Es que la persona con quien hablaba era la Señora Belkys Narváez. Estimada esposa del señor Rogelio Sánchez.
Rigo.- (Confuso, analizando por un segundo.) No pongas tus botas en el piso. Así que lo de gerente y New York Palace era puro embuste.
Joan.- Rogelio Sánchez es gerente del banco. Crea una cuenta falsa con el nombre de Carlos Aldana con el perfil profesional de su mujer. De ahí empieza a chatear con las pasantes de clase humilde presentándolas en un acto benéfico a la gerente, previo a compartir la intimidad de bajo perfil con ellas. Nuestra inteligente dama husmea tanta benevolencia por parte de su querido banquero, descubre con artimañas lo de cuenta falsa, consigue la contraseña y de ahí se sabe todo.
Rigo.- (Apretándole la mano.) Felicidades amigo. Pescaste a una menopáusica culo de vaca. De estas gruñonas que te miran por arriba de los lentes y sacan de vez en vez su lima para arreglarse las uñas que son únicas cosas que tienen para conservar.
Joan.- (Sigiloso.) ¿Crees tú?
Rigo.- No. Que Miss Zulia te escribe por su iphone personal.
Joan.- Le pedí de inmediato que me enviara sus fotos.
Rigo.- ¿Y?
Joan.- De inmediato. (Las busca en su Samsung y las enseña a Rigo que las interpreta con un silbido.) Me gustan las maduras bien mantenidas, sobre todo si sean catiras de cabello corto.
Rigo.- Y con falda y chaqueta.
Joan.- Y lentes sin montadura que les da un aire intelectual con matices sexy para abrirlas como un libro profundo en el escritorio y no en la cama. (Las descripciones coinciden a rajatabla con Karla que le incomodan expresadamente. Amando le mira al soslayo con la sonrisa disimulada.)
Rigo.- Sólo son unas fotos.
Joan.- En la mañana mostré las fotos al sindicato. Casi que me encañonaron preguntándome qué hacen las fotos personales de Belkys en mi celular.
Rigo.- Debe ser un pez gordo.
Joan.- Cuando arrancan el proyecto Belkys convence a la gerencia el manejo de cien por cien de la nómina obrera por el sindicato que no olvida los favores ni las comisiones.
Rigo.- ¿Y todo eso qué tiene que ver contigo?
Joan.- El primerito que entra como caporal en Electromecánica soy yo… Dentro de hoy y mañana. Sólo por una condición.
Rigo.- ¿Cuál?
Joan.- Que no grite tanto a la niña y le dé más cariñito.
Rigo.- Caramba. Así que eran pendejadas lo que prometiste delante de mí a Roxy.
Joan.- Estoy en la mierda hasta la corona, Rigo. Cero ingreso. Roxy está de tres meses de reposo. Digamos suspendida.
Rigo.- ¿Por qué?
Joan.- No tiene la cabeza en su lugar. Automedica. No duerme sin tomar un puñado de pastillas. Ya no pueden aceptar su trabajo como auditora. Menos mal que no la botaron.
Rigo.-  Quien te soporta raro que tenga la cabeza en juicio. A mí también me estás poniendo loco.
Joan.- Por mi familia…
Rigo.- (Le interrumpe con la cara crispada.) Cállate la boca y no disfraces tus bajos instintos con el amor a la familia que nada te luce.  No te martirices por lo menos en mis narices.
Joan.- Cuando estás pelado, lo estás en todo, tus bajos instintos incluidos. Es la única vez que pienso demás en mi familia. A lo mejor porque es lo único que me ha quedado. No quiero perderla, Rigo. No es por el amor a la familia. Me da miedo estar solo.
Rigo.- La última vez me intermedié yo. Ahora ni el mismo Dios está a tu lado. (Pausa.) ¿Y cuándo vas a ver a la diva?
Joan.- (Echa una mirada a su reloj.) La verdad ha demorado como media hora. (Por su teléfono.) Dice que está en el tráfico, pero ya viene en camino…
Rigo.- ¿Queeeee? ¿Aquí? ¿Ahora?
Joan.- (Normal.) Sí. ¿Cuál es el problema?
Rigo.- (Nervios en punta.) Estás definitivamente loco. Y yo como el necio que soy hablo cosas que no me incumben. Haz lo que quieras. (Frenético chapotea el coleto en el tobo. Empieza a fregar el piso. Joan mira todo eso con sarcasmo.) Te arranco la lengua si le digas que me conoces a mí… No me conoces, ¿entiendes? Yo soy un camarero coronado de Ingeniería Industrial. Trabajo, a veces dos turnos, para poder ganarse la vida de mi familia, cubrir los gastos médicos de mi esposa. La llevaré a Alemania… Sí… Es una cirugía clínica simple. Le dan de alta el mismo día. Eso dijo el ginecólogo. Sólo le extirpan un tumor pequeño… sí… Alemania. (Durante su faena Karla se ha levantado, cruzando su escena, subiendo los tres peldaños del lateral derecho y atravesando el primer escenario, ya se encuentra en el rincón del segundo escenario. Queda mirándolos con una cara pétrea y descifrable. Rigo se endereza y al hacerlo la ve en su en rincón callado. Se queda petrificado sin poder soltar algún vocablo, cuando tartamudea Joan se vuelve a su vez. Al verla se queda a su vez petrificado con la boca abierta. Balbucea para decir algo pero no logra. Karla se le acerca en frío, le observa algo en sus ojos y al fin le propina una fuerte y aparatosa bofetada y vuelve a su asiento. Ambos hombres, por unos segundos, no pueden reaccionar, mirando estúpidamente uno al otro sin poder interpretar todo lo que acabó de suceder. Por fin Joan se pone en pie y grita saliendo en busca de ella.)
Joan.- Roxy… Roxy… Espera… Tengo que explicarte… Roxy… Por favor…
(Rigo, aún atónito, con la mirada en el vacío escurre su mopa en el tobo y con lentitud limpia las marcas de barro que dejó Joan y sale también. El escenario se apaga. De repente un sensor que esta vez resulta ser pegado a Karla empieza a dar fuertes alarmas. Amando se sorprende mirando a la doctora que con un movimiento rápido calla el dispositivo y quiere prender un cigarro pero Amando intercepta el acto con la mano y mirada. Ella se rinde.)
Karla.- (Se justifica.) “Actioni contrariam semper & æqualem esse reactionem” Es la tercera ley newtoniana: Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria. Si le doy una cachetada tengo que sentir en placer y gusto lo que él siente en sufrimiento y dolor. Y esto no sucede nunca. Las leyes de física están revertidas cuando se aplican al ser humano.
Amando.- Con todo respeto, pero creo que los libros y las leyes lo más profundos y universales que lleguen se redactan por el ser humano y no al revés.
Karla.- (Con ironía.) Y con razón que de un libro profundo a veces saltan maravillas inesperadas.
Amando.- Mi padrino me contó una vez que cuando tenía catorce escondía su primer casete porno en un hueco hecho en su biblia. Era el único libro que por su lomo grueso permitía ocultar un casete Beta aparte que nadie sospechaba su contenido obsceno.
Karla.- No te preocupes, la biblia en sí es el texto más antiguo plegado de pornografía más perversa.
Amando.- Parece que también las creencias del ser humano, más profundas y universales que sean, son hechas de sus instintos.
Karla.- Como si el hombre en el mundo fuera un bebé en la matriz de una mujer, cada vez que se mueve lo hace sufrir y parece que nunca sale.
Amando.- (Sonriendo al recordar.) Como en un callejón sin salida.
Karla.- (Leyendo su mente.) Con el único sueño de llegar donde el sol ni cae ni quema.
Amando.- (Indicando el escenario.) Y resulta acabar donde el sol sí cae, sí quema.
   (Los dos se callan pensativos mientras se ilumina el tercer escenario donde Fátima en su asiento recoge las hojas pequeñas de albahacas que están en la alfombra echándolas en el periódico y los estruja con todo el contenido. Entra Rosibel por la derecha con tres vasos de jugo de naranja y un panqué rebanado. Al verla Fátima abre lugar en la mesa para la bandeja apartando en un lado las miniaturas. Rosibel posa la bandeja en la mesa, agarra un vaso y se sienta a su sillón en la derecha.)
Rosibel.- Guácala. Todo lo que tomo sabe a gasoil.
Fátima.- Deja el drama. Gracias a Dios tu papá pudo ayudarte en eso. ¿Qué harías sin eso?
Rosibel.- Tienes razón… ya los boletos están confirmados, por fin Conviasa aprobó el crédito… son para veinticinco del mayo.
Fátima.- Te queda poco pues...
Rosibel.- Estamos listos, pero la verdad tengo miedo, es la primera vez que monto en un avión.
Fátima.- ¿Y qué haríamos nosotros que viajamos diecisiete mil kilómetros de ida y lo mismo de vuelta cada seis meses con dos escalas?
Rosibel.- Dime cómo es. Vértigos, nauseas, que sé yo.
Fátima.- Para nada, solo los niños pequeños lloran cuando arranca el avión, una vez que llegan sobrevolando las nubes duermen tranquilitos mientras sus padres abusan del trago gratis que se sirve cada rato.
Rosibel.- Gracias a Dios no tenemos hijos.
Fátima.- ¿Y qué van a hacer con Miguel?
Rosibel.- Ya en dos meses está resuelto su caso en Tribunal.
Fátima.- Pobrecito… tan inteligente… tan simpático… pero
Rosibel.- Pero le tocó un par de pendejos como padres.
Fátima.- (Objetando.) No…
Rosibel.- (Seria.) ¿A que no? Escucha pues… el papá sale a trasnochar, la mamá anda persiguiendo a papá, y el niño se despierta y en busca de mamá se cae de bruces por doce peldaños y los vecinos lo encuentran desmayado en su sangre.
Fátima.- ¿De verdad?
Rosibel.- Le dieron veintidós puntos en la nunca y quedó con un coagulo cerebral por toda la vida en su coco.
Fátima.- ¡Qué horror!
Rosibel.- Todo eso cuando tuvo tres años y ahora el divorcio complicó la manutención.
Fátima.- ¿Y la familia de su padre? Alguna tía, prima hermana…
Rosibel.- Sólo un abuelo recién jubilado…
Fátima.- ¿Y su mamá?
Rosibel.- Alguien debe cuidar a esa boba hermana mía. Ahora ni sabemos dónde se escabulló.
Fátima.- Qué lástima. Hay pareja que añora tener un hijo así mientras sus padres naturales…
Rosibel.- (Como si se esquivara del tema.) No sé cómo agradecerte los juguetes. Han cambiado mucho al niño. Parece más tranquilo.
Fátima.- Je je, Son maquetas Rosy. Pasé dos años con ellos en la Facultad de Paleontología de Complutense para lograr un máster que sólo me sirve de adorno en la sala.
Rosibel.- Lo siento mucho. No era mi intención.
Fátima.- Aunque al fin no eran más que juguetes… Das una pelota, una muñeca a un niño y le aburre en media hora; y entretienen a quince adultos por dos años con estos trastos feos y nadie dice nada.
Rosibel.- Sí dices cosas. Eres una extranjera y hablas el español mejor que yo.
Fátima.- Eso sí que sirvió de algo. (Toma un vaso y sorbe algo.)
Rosibel.- ¿Y el chamo dónde está? Se calentó su jugo.
Fátima.- Subió un rato. Será por Kiana que está entretenido. Seguro que ya está despierta.
Rosibel.- No me gustan tantas subidas de él. A señor Amir no le gustan tantas molestias
Fátima.- ¿Qué molestia causa un niño? Pues no sabes lo mucho que nos ayudó en la mudanza.
Rosibel.- Sí. Quiere mucho a Kiana. Ya tienes a tu yerno indicado. (Se ríen ambos a voz alta. Se oye vagos rumores por fuera de la puerta del lateral izquierdo.) ¿No les molesta subir y bajar tantos pisos?
Fátima.- No hay otro remedio mientras conseguimos uno con ascensor.
Rosibel.- Y con una niña siempre en los brazos…
Fátima.- Peor aún con esta cervical que me está matando. La niña ya debe pesar mínimo veinte kilos. Es Amir que la está malcriando… que los soportes ortopédicos les pican los talones. (Se escucha que alguien baja de prisa por la escalera.)
Rosibel.- Y si consigues algo será súper caro. En Ojeda los precios sí son exagerados.
 (Se escucha el grito desgarrador de una mujer por el lateral. Ambas mujeres, con caras atónitas, se vuelven hacia la entrada mientras saltan de sus asientos. Se escucha bajadas apresuradas de más personas. Fátima, seguida de Rosibel, corre saliendo por el lateral. Pasan segundos durante los cuales se aumentan las voces, gritos, llantos y bocina de alguna ambulancia. La luz del tercer escenario ha disminuido cada vez más. Vemos entrar el fantasma de un hombre por el lateral. Es señor Ghasemi, vestido de pijama azul y franelilla blanca en cuyo pecho hay una mancha de sangre. En cada mano tiene aferrado un metálico soporte ortopédico de talla infantil. Mira cada uno de los soportes con gesto conmovedor, mira hacia el techo, sofocado en su inmenso dolor que le ha deformado la cara, aprieta los soportes contra su pecho y se hunde en sus sigilosas lágrimas, sentándose en el sofá. Ya todos los tres escenarios están en oscuridad total. Amando se vuelve con calma y se pone de perfil. Tiene la cara surcada de lágrimas también. Lleva la mano hacia los ojos para secárselas pero Karla la detiene con la suya.)
Karla.- No lo hagas.
Amando.- (Con sonrisa forzada.) ¿Se teme de contaminarme los ojos?
Karla.- Me temo que contamines tus lágrimas.
Amando.- ¿Cómo así?
Karla.- (Sacando un tubo de laboratorio con un líquido cristalino adentro y un hisopo.) Ya para las ciencias postmodernas las lágrimas han dejado de ser agua salada. Son segregaciones divinas con contenidos cuánticos que desvelan los más complicados  estados de ánimo que las produjeron.
Amando.- ¡Qué molleja!
Karla.- (Terminando con tomar su muestra.) Se envían a Israel para el análisis postraumático. Por ahora es el único país que cuenta con esta tecnología.
Amando.- Me parece justo. Es el único estado hecho con lágrimas.
Karla.- Hasta los mismos dirigentes de Hamas dejaron este lenguaje hace años. Ahora hablar así sólo da risas.
Amando.-  Las risas no hacen historia.
Karla.- (Por su tubo.) Pero las lágrimas sí. Aquí deben estar flotando las partículas subatómicas proviniendo de una parte de tu memoria perturbada.
Amando.- Para no decir destruida.
Karla.- No. Porque no lo es. Solo inalcanzable. Ya para la medicina la causa ha dejado su interés, ahora se examina el efecto con más detalles que se pueda. Porque nos da facetas más confiables con respecto a la causa.
Amando.- ¿Por eso montaron la cámara gris?
Karla.- Exacto. Y de ahí viene el nombre. Ahora nos enfocamos más en ser humano como un híbrido gris de facetas. No podemos quitar la mancha que tienes en tu lóbulo occipital así como así. Se supone que parte de la experiencia siniestra que viviste se origina de este agujero negro en tu espacio mental y te tenía absorbido en sí cuando te propulsó al crimen.
Amando.- No recuerdo nada en absoluto, son imágenes borrosas de cosas insignificantes, incoherentes.
Karla.- Porque se originó de una parte de ti que no es de ti pero te pertenece a ti. Igual que nosotros. Debes saber que este estudio no se dirige únicamente a ti. Todos los participantes, incluso yo, formamos parte del experimento.
Amando.- ¿Como objeto?
Karla.- Tanto sujeto como objeto. Porque ambos son íntegros no separados. (Silencio.) ¿Ya estás listo?
Amando.- ¿Ha?... Ah, sí.
Karla.- (Sonriendo.) ¿Me brindas el privilegio?
Amando.- Claro. Todo es suyo.
Karla.- (Sacando una máquina de afeitar y una manta de peluquería por la gaveta del escritorio.) Dime una cosa. ¿Por qué te optaste por este nombre: Amando? No es muy común.
Amando.- Es el segundo nombre del mejor futbolista del mundo. Cuando lo elegí, fútbol era mi única pasión.
Karla.- Una pasión prohibida.
Amando.- O inútil.
Karla.- Pero… supongo que te falta una erre.
Amando.- (Mirando al suelo.) Sí… (Con pudor.) Erre de AMOR. (Silencio embarazoso que él intenta romperlo.) Siempre me soñaba con jugar en Vinotinto.
Karla.- (Ajustando la manta sobre el pescuezo de él.) Era cuando Venezuela no era ninguna potencia.
Amando.- A lo mejor por eso no era gran lujo soñarme con ello. (Karla Prende la máquina.) Ahora hay escuelas de fútbol por coñazo con los mejores entrenadores.
Karla.- (Empieza a afeitar la cabeza de Armando.) El país ha cambiado mucho. No parece nada en lo que vivimos hace treinta años.
  Amando.- Era un tiempo difícil. Aún me da escalofrío cuando recuerdo a la gente peleándose como zombis en las colas por una bolsa de harina pan o leche.
Karla.- Es una página pasada, Amando. Venezuela ya es un polo de agricultura latina. Hay mínimo ocho marcas nacionales de leche.
Amando.- Y cada una propensa de pegarte un cáncer diferente, por tantas basuras que inyectan a las vacas.
Karla.- Antibióticos, anabólicos… Aparte de la pasta transgénica que les dan de comer.
Amando.- Los mangos vienen en tamaño de un melón pero ni saben a mango sino a silicón azucarado.
Karla.- (Riendo.) Como los senos de las chamas.
Amando.- No hay quinceañera que no sueñe con hacerlo al estrenar su dieciocho. Pura vitrina.
Karla.- No se conseguía jabón ni pasta de diente. Detergentes no había.
Amando.- Y cuando llegó en montón, esterilizó todo tanto lo bueno como lo malo.
Karla.- Yo usaba una mezcla de maicena con bicarbonato como desodorante. 
Amando.- Y en la cocina se usaba manteca de cochino para freír porque tampoco daba para el aceite.
Karla.- Ya no hay quien mande al país con sobrinos vendiendo coca en Estados Unidos.
Amando.- Ya quien manda al país se lo vende por entero al Norte.
Karla.- La delincuencia está en su tasa mínima. Ya no te pegan un tiro en la nuca por robarte un celular.
Amando.- Es que llegaron los banqueros y la delincuencia también se vistió de traje.
Karla.- Comemos sardinas mexicanas al chipotle.
Amando.- Y el delfín rosado ya está extinguido.
Karla.- Nadie orina en plena calle.
Amando.- Porque hay baños públicos en todo lado que te cobran por orinar.
Karla.- Y doble por cagar.
Amando.- Todo ha cambiado mucho pero nada ha cambiado nunca.
Karla.- Porque somos venezolanos y el venezolano no cambia aunque se cambie su mundo entero. 
Amando.- Todavía amanecemos desayunando un par de empanadas de carne mechada con refresco mientras sabemos lo mal que hacemos.
Karla.- Nos hace agua en la boca ver una arepa cabimeña.
Amando.- En noviembre empezamos a hacer hallacas y seguimos comiéndolas hasta el febrero del año que viene. 
Karla.- Los venezolanos siguen siendo los más cachones.
Amando.- Y las venezolanas, las más cachúas.
Karla.- Somos maracuchos, Amando, aunque ya no tan rajados, y para el mal o bien, nada y nadie nos puede cambiar. Amamos el patacón, bailamos la gaita, nos vamos en Noviembre a la feria de Chinita, aunque ya sin corrida de toros, hablamos gritando y seguiremos hacerlo. (Le quita con cuidado la manta.) Te ves bien así. Llegó tu bendita hora que esperabas tanto. En media hora estás en el quirófano… Ah… Y lo más importante: ya sabes a ciencia cierta por qué se murió la mujer taiwanesa que comió camarones después de ingerir la vitamina. (Se vuelve a la escena arriba la que durante el corte se volvió llena de todos los actores.) Muchachos, bájense que es hora de descanso. (Todo el elenco de estudio baja y se pone de una fila horizontal hacia el público. Karla se dirige hacia el público:) Le agradecemos su participación también. Adiós. Qué les vaya bien (Todos del elenco, incluso la doctora, se quitan las pelucas que llevaban durante toda la actuación y hacen una profunda reverencia al público. Todos, como Amando, tienen el cabello afeitado. Salen en fila por el lateral derecho. Reverberaciones de luz y

Oscuro