22/4/13

El peor día de Freud, del dramaturgo uruguayo Andrés Caro Berta

EL PEOR DÍA DE FREUD
 
Autor: Andrés Caro Berta
 
Obra registrada en Agadu
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(Consultorio de Freud en Viena)
 
Escena I
 
Freud- (En la puerta, despidiendo a un paciente) Buenas tardes, sí, si, cierre la puerta de calle… (Silencio, mirando) Mañana le espero, a la misma hora… (Reflexionando) si se puede… Adiós… (Cierra despacio la puerta. Lentamente se va separando de la misma y avanza hacia el diván, al que ordena un poco) Mañana, mañana… ¿Llegaremos? (Camina hasta el escritorio y se va a sentar cuando siente gente gritando en la calle. Hay una marcha nazi lejana. Se acerca a la ventana. Queda mirando para afuera) La horda. Las fuerzas destructivas del animal Hombre triunfando contra el Eros… (Prende un cigarro, recostado sobre el marco. Observa el piso, como puede llega al escritorio. Se sienta y queda pensando) Hoy es un día aciago… Era de prever… ¡Las tropas nazis entrando a Viena!  ¡A Viena! Y ese ridículo al frente… Vitoreado… Y defendido por algunos colegas… Pero no se van a atrever conmigo…  Podrán quemar mis libros pero… (Llama por teléfono) ¿Hola? Soy yo, soy yo… ¿Dime, las tropas nazis han llegado… ¿Sabías? Sí, claro… Y la gente festeja en la calle… ¿Te das cuenta? Los soldados les veo por todos lados… Una pregunta importante… Dime… (Busca las palabras. Se le nota ansioso) ¿Qué ha pasado con los psicoanalistas judíos? ¿Sabes algo? Esto es un caos... Mmmm… ¿Cuántos no se han ido? Ajá… Bien… Tú sabes… La Sociedad Psicoanalítica debe… resistir… ¿Cómo? ¿También los teléfonos? ¿Los han intervenido?  ¿Estás seguro? Bien, me callo, me callo… Quería saber… Buenas tardes, mi amigo, buenas tardes… (Mira sus papeles) Es imposible escribir en este clima, pero lo debo hacer… Debo terminar este trabajo… Debo… Ay, mi boca… (Busca en el escritorio) “La escisión”… “La escisión del Yo…” ¿Dónde lo dejé? Aquí… (Recoge los papeles)… ¿Dónde quedé? (Explota una bomba) No puedo, no puedo… (Se fastidia)  ¡En este clima no puedo…! Pero debo continuar… Hasta cuándo aguantará el corazón… Me queda mucho por escribir, mucho… ¿Dónde dejé? (Relee lo escrito) Mmm… Aquí… Ah, sí, “el niño que se masturbaba”…. Acá está… Sí… (Lee) “Y ante la ausencia de pene en la niña crea un fetiche”… Sí… “para evitar la castración del padre”… Bien, voy a… Voy a continuar… Pero no puedo, no puedo… Mi cuerpo no responde, y el Nacional Socialismo entrando en Polonia… ¡En Viena!… Tengo que… ser fuerte… (Gritos en la calle. Se distrae) ¿Dónde está Anna? Espero que no haya salido… (Avanza como puede hasta el diván) Tengo que… (Se recuesta) Debo descansar un rato… No puedo seguir… Qué dolor… Debo… No me pueden derrotar… Y este maldito cáncer, tampoco… La vida es demasiado larga… Es una fuente inagotable de sufrimientos… Debo… (Va quedándose dormido)
 
(Apagón)
 
Escena II
 
(Freud está apoyado en la puerta de su consultorio, mirando para afuera. Se le nota agotado)
 
Freud- ¡Fuera, fuera, fuera! ¡No necesito a nadie! (Silencio) Perdón, Martha… (Mira hacia fuera de la habitación) No lo tomen a mal… Max… Gracias por venir a verme… Comprendan… Es que… Anna… (Se apoya en la puerta. Hablando para sí) ¿Dónde está? ¿Qué le han hecho? Estoy agotado… (Cierra la puerta. Va hacia el escritorio) ¿Dónde está? Nadie llama… Nadie manda una misiva… Todo un día esperando… (Se sienta. Fuma todo el tiempo) Me quieren destruir… La usan a ella porque me quieren destruir… Pero no podrán… Yo soy el padre del Psicoanálisis… La ciencia del futuro… Pero, Anna… Saben de mi debilidad por ella… Mi boca… Ah, qué dolor, necesito calmantes… Anna, ¿dónde estás? Necesito calmantes… Que me cures… Necesito que alguien me informe… ¡Si la llegan a lastimar!… Pero ella es fuerte… (Toma el teléfono y disca) ¿Hola? (Tembloroso, tratando de dar impresión de firme) Aquí, Sigmund Freud, el Dr. Sigmund Freud, ¿con quién…? ¿Hola? ¿Hola?... (Queda con el tubo en la mano) Estúpidos… Cortarme a mí… Martín me asegura que Anna estará bien… Pero no confío en lo que dice… “Padre, mi hermana es fuerte”… Lo sé, lo sé… ¡Pero cómo Max, mi propio médico personal les va a dar a ambos, por si se los lleva la GESTAPO y son torturados, nada menos que Veronal para suicidarse…! ¡Cómo mi única hija se va a suicidar! ¡¿Y me va a dejar solo?! No, no… Es una barbaridad… No lo culpo, se lo pidieron ellos, no lo culpo, pero… Esto es un infierno… Las bestias entraron en Polonia… Los veo por la ventana… Victoriosos… Arrogantes… Provocadores… Marcando puertas… Hace once días apenas y todo es distinto… ¡Se atrevieron a entrar a casa! ¡Aquí, a mi consultorio! ¡Un terreno sagrado! ¡Me tocaron mis cosas! ¡Sin autorización! Apenas cuatro días después de invadir Polonia, entran a mi casa y me obligan a darles seis mil chelines…  y ahora… revisan todo, todo, todo, mancillan mis objetos, mis escritos, con el horror de Martha y nuestros nietos que no entendían nada, y se llevan a Anna… La “invitan” al cuartel de la GESTAPO… ¡¿Qué está pasando?! (Se levanta enérgico y camina y camina) Tengo que llamar a alguien influyente… ¿Pero quién? Deben saber en el exterior… El Hombre contra el Hombre… La guerra jamás podrá eliminarse… Es parte de la esencia destructiva del Hombre… Y las desigualdades sociales… pero ¿porqué a mi Anna…?
 
(Suena el teléfono. Corre y lo atiende) ¡¿Hola?! ¡¿Qué?! ¡¿Cómo?! ¡¿Cuándo?! ¡¿Quién me habla?! Ah… (Se sienta) Gracias, gracias… (Cuelga) Viene Anna… Viene Anna… La liberaron… Liberaron a Anna… (Corre a la puerta) ¡Martha, liberaron a Anna! (Cierra la puerta) La liberaron… ¡Es que no pueden conmigo! ¡Yo soy Sigmund Freud! No soy un judío más… Les voy a hacer frente. Van a tener que empezar a respetar el Psicoanálisis… Hasta el frívolo Hollywood lo aprueba, y estos energúmenos… Deben haber llegado cartas de todos lados… La noticia debe haber dado vueltas al mundo… “La hija de Freud prisionera de los nazis…” Pero… ¿si la lastimaron? A mí niña no la pueden tocar…  (Se derrumba en el asiento tras el escritorio. Silencio. Se escucha su respiración sofocada)
 
 (Se abre la puerta violentamente)
 
Anna-  ¡Papá!!!!!!!! (Corre hacia él)
 
Freud- (Trastabilla y se prende de ella a quien abraza) Hija, hija, hija… ¡¿Qué te hicieron?! ¡¿Qué te hicieron?! (Llora)
 
Anna- ¡Papá, es la primera vez que te veo llorar…! Calma… Nada, nada… Tranquilo, ya pasó… Estás muy débil para estas cosas… ¿Dónde está mamá?
 
Freud- En la cocina… La mandé para allí porque no soportaba a nadie a mi alrededor… ¿Estás bien?
 
Anna- Sí, sí… Pero nos tenemos que ir, papá
 
Freud- No, no… No podemos dejar… No puedo dejar lo que construí, no puedo permitir que ganen. Me costó una vida construir la piedra fundamental del Psicoanálisis para dejarlo así porque sí… ¿Y mis pacientes? ¿Y mis discípulos?
 
Anna- Papá, estás negando la realidad
 
Freud- (Soltándola) ¿La realidad? ¿Cuál? ¿La de ellos? ¿La tuya? ¿La mía?
 
Anna- Papi, esto fue una advertencia… Habrá más
 
Freud- ¡¿Más?! ¿Por qué?
 
Anna- Papá, Hitler se florea por nuestras avenidas… La gente está eufórica… Los judíos cada vez estamos más amenazados, se llevan gente en camiones… Ya han entrado dos veces a esta casa… Por favor, te secuestraron el dinero… Te amenazaron…  Ahora me tocó a mí… No quiero que te pase nada… Moriría si eso ocurriera…
 
Freud- No hay que ser tan dramático… Estoy protegido
 
Anna- No es cierto, papá. ¡Suicidémonos, si no quieres irte!
 
Freud- ¿Y negarles a ellos el placer de matarnos?
 
Anna- Ya no sé cómo decírtelo… Nos esperan en Londres, en Estados Unidos…
 
Freud- Yo aquí tengo todo… Los recuerdos de los viajes… Mi diván… Mis escritos… Mis pacientes… Esos objetos que fui recolectando… Mira… Son más de mil… Es mi vida… Éste por ejemplo…
 
Anna- Papá…
 
Freud- Sentémonos… Estoy muy cansado… Cuéntame qué pasó
 
Anna- Si bien sabíamos con Martín que eso podía ocurrir, todo fue muy rápido. Vino la GESTAPO
 
Freud- Ya lo sé…
 
Anna- Y nos invitó a que fuéramos al cuartel general
 
Freud- ¡Qué sutileza!… Invitarles…
 
Anna- Si vieras ese viejo hotel Metropole cómo cambió…
 
Freud- Un lugar tan majestuoso, con sus columnas, sus decorados, sus cuadros…
 
Anna- Ahora es el nido de la GESTAPO. Está lleno de banderas con esvásticas, emblemas con águilas, soldados que van y vienen, con armas, prontos para disparar…
 
Freud- Cuántas veces caminé por su avenida, a orillas del…
 
Anna- Este año las cosas han cambiado, padre
 
Freud- Sus atlas… Sus mármoles… Sus cortinas…
 
Anna- Mientras esperaba, escuchaba los gritos… Las botas de los soldados… Gente que gemía… Ví hombres rudos temblando en sus corredores…
 
Freud- ¿Y tú?
 
Anna- Pasaban las horas y no me llamaban
 
Freud- ¿Qué hubiera pasado si no lo hacían?
 
Anna- Una mujer que esperaba como yo, me dijo susurrando que si cerraban las oficinas nos podían llevar en tren a un campo de trabajo
 
Freud- ¡¿A ti?!
 
Anna- Sí… Pero sabes que saco fuerzas de mi debilidad, y comencé a insistir en ser atendida… En mi desesperación, me mostré firme y vencí… De mala gana un soldado me llevó hasta un grupo de oficiales que me esperaba en un cuarto hermoso, detrás de un escritorio… Todo estaba lleno de símbolos nazis…
 
Freud- ¡¿Te hicieron algo?!
 
Anna- No, papá, no… Tu hija sabe defenderse
 
Freud- Mi hija… mi única hija…
 
Anna- Papá… Mis hermanas siempre se sintieron celosas de ese comentario tuyo… No soy tu única hija… Je… Me halaga mucho pero…
 
Freud- Lo sé, lo sé… Pero ellas tuvieron su unión con sus esposos… Tú quedaste soltera…
 
Anna- Bueno, está bien… Te sigo contando… El oficial fumaba un cigarro tras otro, mientras un subalterno escribía a máquina lo que yo decía
 
Freud- Un interrogatorio
 
Anna- Claro, papá…
 
Freud- ¿Y qué querían?
 
Anna- Me preguntaron si en mi condición de Secretaria, sabía si la Asociación Psicoanalista Internacional tenía vínculos políticos…
 
Freud- ¡Claro que no!
 
Anna- Eso les dije… Que era una sociedad científica, sin fines de lucro, y desvinculada de la política
 
Freud- ¡¿Y?!
 
Anna- No quedaron muy convencidos… Me preguntaron si éramos todos judíos…
 
Freud- ¡¿Y?!
 
Anna- Les dije que no… Tampoco les convenció…
 
Freud- ¿Entonces?
 
Anna- Papá, tenemos que irnos, te van a matar… Lo sé… Esto fue una advertencia…
 
Freud- Pavadas… Soy demasiado importante como para que se arriesguen
 
Anna- Pero entonces tu familia…
 
Freud- Mi familia eres tú, Anna…
 
Anna- ¡Papá, que no te escuche mamá!
 
Freud- El sentido de mi vida es el Psicoanálisis y tú has sido la única de la familia que lo ha mantenido vivo…
 
Anna- Papá, papá… No seas necio… Insisto… ¿Quieres saber lo que me salvó? Una llamada telefónica… Me salvó una llamada telefónica…
 
Freud- ¿Una…?
 
Anna- Sí. Me estaban interrogando… Cuando la recibió, el oficial quedó en silencio y lo primero que hizo fue mirarme con odio… “Por esta vez la salvaron”, me dijo…
 
Freud- Ves… Somos importantes. Hay gente que nos ampara
 
Anna- ¡Papá, somos judíos! El hombre, furioso, masticó su cigarro y les dijo a los guardias que me liberaran, que me podía ir, aunque en el rostro se veía el odio…
 
Freud- Sí, somos judíos… Pero yo soy Freud
 
Anna- Papi, no miran otra cosa que lo que quieren ver… Cuando salí de la habitación, escoltada por dos soldados, la señora que había conversado conmigo en el corredor… ya no estaba
 
Freud- No puedo aceptar la derrota de una gente que desprecio
 
Anna- Ellos te desprecian a ti, padre…
 
Freud- Me temen
 
Anna- Sí, y te odian… Quemaron tus libros
 
Freud- En épocas pasadas me hubieran quemado a mí
 
Anna- Puede que no lo hagan, pero te lastimarán llevándose la familia…
 
Freud- Estoy muy enfermo para irme, Anna
 
Anna- Lo sé… Pero no puedo permitir que te pase algo a ti…
 
Freud- Unos dicen que eres Antígona, esa hija que acompaña hasta el final a su padre en el exilio…
 
Anna- No importa lo que digan
 
Freud- Y yo el viejo Edipo… En Colono, esperando la muerte, y no queriendo partir…
 
Anna- Eres un viejo terco… Tanto que escribes sobre eso, y no puedes ver la realidad… Estás ciego, papá
 
Freud- Ciego… ciego… Me asocias con Edipo, Anna… (Se sonríe) (Recita) “Edipo no quiere ver… El neurótico tampoco… No sabe que sabe, ese es su conflicto”… (Se ríe. Queda serio) Estoy malherido… Este cáncer no me da respiro… Cada día es más insoportable…
 
Anna- ¿Cómo has estado hoy?
 
Freud- Mal… El dolor es atroz… Y con la falta de noticias…
 
Anna- ¿Cuánto fumaste?
 
Freud- No lo sé… Me desesperaba no saber cómo estabas        
 
Anna- Querido papá… (Lo abraza)
 
Freud- Mi niña…
 
Anna- (Se separa y lo mira) ¿Te acuerdas cuando Sophie se casó?
 
Freud- ¿Por qué traes eso?
 
Anna- Apareció… Yo en aquel refugio montañoso al que me enviaron tú y mamá… Prisionera, mandada por ustedes para que no asistiera a la ceremonia
 
Freud- Estabas celosa de tu hermana
 
Anna- No, no es así… Lo hemos hablado muchas veces… Bueno, Sophie fue siempre la preferida de mamá… Pero terminé en Merano mientras ella se casaba…
 
Freud- Mmm… No es tan así… Acuérdate que el viaje con tu tía Minna a Italia…
 
Anna- Sí, tuvo que ser cancelado porque la tía debía ayudar en el casamiento de Sophie… Entonces, me mandaron tú y mamá a Merano a una cura de descanso… Pasé cinco meses allí, papá… Por orden expresa de ustedes…
 
Freud- Nos escribíamos todos los días…
 
Anna- Pasé fin de año, allí…
 
Freud- Era necesario… Tenías que aprender a no hacer nada por un tiempo… Tener vida de ocio… Eres muy exigente contigo misma, Anna, aún hoy… Además, no era necesaria tu presencia en la boda de tu hermana… Los viejos celos entre ambas… Ella era tan o más responsable que tú de ello, lo sé… Pero tus dolores de espalda al tejer el regalo de bodas para Sophie… Vamos Anna, reconócelo, después de tanto tiempo transcurrido te hará bien… Han pasado…
 
Anna- 26 años…
 
Freud - ¿Ya? La vida se nos va por entre los dedos… Aún conservo las cartas de esos días. Y además, estabas celosa de su prometido, Max…
 
Anna- Jamás… ¿Por qué insistes con eso? Ya te he dicho que no… (Sonríe)
A cambio de estar presente en Viena… comencé a leer tus libros… Yo quería ser una persona sensata, papá Freud… pero no me ayudaste (Se sonríe) Aún conservo tu carta del domingo posterior al casamiento de Sophie, donde por primera vez te dirigiste a mí como “Mi querida hija única”…
 
Freud- Buscaba que fueras una muchacha… razonable…
 
Anna- Papá, papá… Vamos… Razonable… ¿Qué es “razonable”?... ¿Conquistar a un muchacho? ¿Casarse? ¿Tener hijos? ¿No ir a la Universidad?...
 
Freud- Quizás… Eso pensábamos con tu madre…
 
Anna- Mira, papá… En nuestra familia… Mis hermanas Sophie, Mathilde… En nuestra casa, el ser la menor no fue bueno… Mis hermanas eran más importantes que yo…
 
Freud- No traigas eso ahora…
 
Anna- Finalmente, pobres mis hermanas… Esa rigidez de ustedes de verlas casadas, amas de casa… Yo, en cambio… Perdida en un lugar de descanso, leyendo tus libros… Y Sophie… ¿Por qué tuvo que morirse dejando huérfanos a sus niños?...
 
Freud- Maldita epidemia  de gripe… 27 años y dos niños…
 
Anna- Sí, papá… Pobre Sophie… Tan hermosa… Y el pobre Max…
 
Freud- Nunca se recuperó de la muerte de su esposa…
 
Anna- Es cierto… Ah… Todo es tan trágico… ¿Por qué? Mathilde cuidando de Heinerle y yo de Ernesti…
 
Freud- Mmmm… La muerte de Heinerle… Desde que murió… no disfruto de la vida… Ni de mis nietos… Es una forma de defenderme de la amenaza que pesa sobre mi vida… Pero cambiemos de tema, Anna… Por favor… Es muy simple… Ellas se casaron, Anna. Cumplieron su ciclo… Tú siempre fuiste… un poco rara… Yo te elegí… Te convertiste en la persona con quien poder conversar… Sabes que con tu madre… Y con tus hermanos varones…
 
Anna- Tú eres mi hombre elegido, papá
 
Freud- Mi única hija…
 
Anna- Sí, sí, mucho mi única hija pero…  ni tú ni mamá me habían querido tener
 
Freud- No, no es así… Ocurrió que… tener cinco hijos en ocho años, para tu madre fue agobiante, Anna. Después de tenerte tuvo que descansar…
 
Anna- Puede ser… Igual… El rechazo de mamá me sirvió para entender más a los niños… Yo era débil, fastidiosa… Buscaba atención… Un estorbo para los grandes… Y fui la única a la que le dieron biberón… Sin embargo, te conquisté
 
Freud- Me acuerdo de tus enormes picardías para conmigo cuando niña… (Se ríe)… Tus travesuras… Eres mi única hija… Lo sabes…
 
Anna- Lo sé… Y no quiero que te pase nada
 
Freud- Mientras estés a mi lado…
 
Anna- (Risueña) ¿Recuerdas cuando te pusiste celoso porque supusiste que Ernest Jones me quería seducir… Ah, papá…
 
Freud- Ese viaje tuyo a Inglaterra…
 
Anna- Tus cartas… (Se ríe) “¡Cuidado, cuidado, cuidado!”… Que esto, que lo otro… Que no me quedara sola con él… Que si él hacía esto, yo lo otro… (Se ríe)
 
Freud- Quería conquistarte, quién sabe con qué intenciones…
 
Anna- ¡Papá!
 
Freud- Un hombre de 35 años con una niña de 18…
 
Anna- Pero…
 
Freud- No sé si quería tus favores o acercarse a mí, de todas formas un…
 
Anna- No, papi, no… Sabes de mi devoción por ti… Sabes que no he probado hombre en mi vida…
 
Freud- Quiero lo mejor para ti
 
Anna- Ay, papá, siempre acepté tus pedidos…
 
Freud- Yo tenía razón con respecto a Jones… Y lo sabes… En la disputa entre Melanie Klein y tú, él se puso del lado de ella, de una forma grosera…
 
Anna- Bueno, sí… Es verdad…
 
Freud- Organizó una verdadera campaña en Londres contra tu psicoanálisis de niños…
 
Anna- Lo sé…
 
Freud- ¡Cómo pudo acusarte de no haber sido lo suficientemente analizada…! ¿Quién, después de todo, ha sido lo suficientemente analizado! ¡Vamos!
 
Anna- Tranquilo, papá… Te va a hacer mal
 
Freud- Era un ataque a mí… Las diferencias entre la Klein  y tú en relación al superyo en el Edipo no merecían una publicidad tan despiadada, que manchan, que buscan manchar mi prestigio…
 
Anna- Calma, papá…
 
Freud- ¿Por qué me traes todo eso, ahora?
 
Anna- No sé… Reflexioné mucho en ese oscuro corredor de la GESTAPO… Veía las paredes hermosas del hotel y sabía que hablaban de un pasado que no volvería… El presente era la oscuridad… Me aparecieron tantos recuerdos… Temí mucho por ti, si me atrapaban… Sé de tu interior… Sé más de lo que te imaginas… Una vez Lou me mostró una carta tuya…
 
Freud- ¿Andreas- Salomé? ¿Una carta mía?
 
Anna- Sí, claro… De cuando me hacías el segundo análisis…
 
Freud- Mil novecientos…
 
Anna- Veinticuatro…
 
Freud- (Nervioso) ¿Y… qué decía?
 
Anna- Mmmmm… Viejito celoso… Le hablabas preocupado por mi genitalidad después de tu muerte… Lo recuerdo claramente: “La niña me trae bastantes preocupaciones: cómo sobrellevará la vida en soledad”… Después de tu muerte, claro… “y cómo puedo sacar su libido del lugar oculto en el que se ha escondido”…
 
Freud- Eso es otra cosa…
 
Anna- Eso fue en el 24. Pero al año siguiente, en mayo le escribiste a Lou: “Temo que su genitalidad reprimida pueda algún día jugarle una mala pasada. No logro liberarla de mí, y nadie está ayudándome a ello”
 
Freud- (Nervioso) ¿Yo? Pero esta mujer, cómo…
 
Anna- Parece que no podías despegarme de ti… (Se ríe) No creas, no creas, he tenido mis pretendientes, señor celoso…
 
Freud- No me gusta hablar de esas cosas
 
Anna- Por ejemplo… Hans, el amigo de siempre de mi hermano Martín…
 
Freud- Parecía un buen muchacho pero no cumplió las expectativas para ti…
 
Anna- O Siegfried…
 
Freud- Por favor, Anna… Un sionista… Un socialista…
 
Anna- No lo desvalorices, papá… Fue el primero que escribió las biografías sobre ti. Y eran buenas, eh…
 
Freud- Puede ser… Pero no era para ti…
 
Anna- Lo sé… Estuvimos de acuerdo tú y yo que ambos no eran para mí…
 
Freud- ¿Y Dorothy?
 
Anna- (Se pone alerta) ¿Qué pasa con ella?
 
Freud- Es una gran mujer, y tiene una gran familia… Esos hermosos niños…  Lamentablemente no tiene confianza en la estabilidad emocional de su marido… allá en Estados Unidos…          
 
Anna- No entiendo por dónde va tu comentario… (Se tensa) Tú sabes más que yo de ella… Parece…
 
Freud- Dorothy es una gran madre que ha debido luchar contra la enfermedad de su esposo, y que ha logrado una gran amistad contigo (La mira largamente)
 
Anna- No sólo amistad, papá… Es… como mi hermana mayor… Sus trabajos con niños, su interés por el Psicoanálisis, el colegio que formamos juntas, la casa en la campiña que compramos… Nuestra convivencia con los niños… Ellos tienen ahora una familia con dos madres… Dorothy es lo mejor que me ha pasado… Además de ti, claro…
 
Freud - ¿Y Eva?
 
Anna - ¿Quién? ¿Rosenfeld?
 
Freud – Sí
 
Anna – (Tensa) ¡¿Qué?!
 
Freud – Desde hace unos diez años abandonaste su relación de amistad por Dorothy
 
Anna – Eso es historia antigua. Ya lo hablé largamente con ella. Además, tú sabes más que yo, ya que le hiciste análisis. Ella siguió su rumbo y yo el mío. Hasta en psicoanalista se ha convertido… Dejémoslo, por favor
 
Freud- Estoy agotado…
 
Anna- ¿Quieres recostarte?
 
Freud- Sí, por favor… Necesito que me cures… La boca me duele mucho… Necesito calmantes… El dolor es insoportable
 
Anna- De acuerdo… (Lo lleva al diván y lo recuesta. Prepara todo para curarlo)
Ya está… Pensar que algún día estuve acostada en ese diván y tú, donde estoy yo ahora…
 
Freud- Me parece todo tan lejano… Los análisis  que te hice fueron importantes, Anna…
 
Anna- No muy ortodoxos, pero… Antes era todo más permitido… Ahora se espantan de que un familiar analice a otro… Eran otros tiempos…
 
Freud- Tampoco fue ortodoxo que yo me hiciera a mí mismo una terapia, sin embargo dio origen al Psicoanálisis…
 
Anna- Sabes que la gente habla… Los de tu propio entorno… No soy tonta… Dudan de tus intenciones queriendo saber todo de mí…
 
Freud- Que hablen… Son todos mediocres
 
Anna- (Rezongándolo) Papá…
 
Freud- Tienes razón, hija… Quizás no se entienda pero… Lo importante es que eres mi heredera… Y ya estoy demasiado viejo…
 
Anna- Mira, viejo rezongón… Déjate de tonterías… Tienes mucha tela para cortar, todavía…
 
Freud- A veces me cuestiono cuánto hice para que sigas solterona… Si no habrá sido un acto egoísta de mi parte…
 
Anna- Shhhh… Calma, nadie me obligó…  Fue una renuncia altruista…
 
Freud- Siempre quise que los varones de la familia siguieran mis descubrimientos… pero ninguno calzó los puntos necesarios… En cambio tú…
 
Anna- La menor…
 
Freud- Más fuerte que yo…
 
Anna- (Mientras lo cura) Esa no la esperaban ni mamá, ni tú…       
 
Freud- Eres quien marca cómo se me recordará… Tú más que cualquiera en la familia Freud
 
Anna- Yo te amo, papá
 
Freud- Gracias, hija
 
Anna- Y amo lo que has hecho, tu producción, y permanecerá tu legado bajo mi custodia, de eso debes estar seguro
 
Freud- Sabes que cada día dependo más de ti…
 
Anna- Y eso a mí me hace muy feliz
 
Freud- Ya estoy viejo…
 
Anna- Shhhh… Vamos, papá…
 
Freud- Sé que hubiera tenido que ser distinto contigo en muchos aspectos
 
Anna- Mmmm… El pasado ya es pasado… Y no se puede volver atrás… ¿Acaso no me enseñaste eso?
 
Freud- Tus hermanas a veces me reprocharon el que no las enviara al liceo…
 
Anna- Yo también… Podría haber ingresado a la Universidad. Esa no te la perdono
 
Freud- Es que la mujer debe tener un lugar en la casa… Y cuidar de su hombre…
 
Anna- Pero te gané… Ya a los catorce estaba entre ustedes… En las reuniones de los miércoles en tu consultorio… Con esos señores tan serios hablando en difícil…
 
Freud- Ah, aquellas reuniones de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Sentadita, en silencio…
 
Anna- Recuerdo tu advertencia… “Anna, sólo escucha, no quiero que participes” (Se ríe)

Freud- Bueno, es noche de reproches…
 
Anna- No, no…Como puedo reprocharte si luego de convertirme en maestra, pude ir a tus conferencias y me transformé, gracias a ti,  en una analista lega…
 
Freud- Por eso la necesidad de ser tu analista por tanto tiempo…
 
Anna- Sí… Me hubiera gustado…
 
Freud- ¿Qué?
 
Anna- Nada, nada…
 
Freud- Anna, sabes que estás guardando algo…
 
Anna- No sé si alguna vez… si me hubieras inducido al matrimonio… No sé si lo hubiera aceptado para darte el gusto…
 
Freud- Este…
 
Anna- Mi sexualidad, papá… De esas terapias salió el trabajo que finalmente expuse en la Sociedad de Viena, gracias al que fui aceptada como miembro…
 
Freud- Buen ensayo el que hiciste…
 
Anna- Sí, gustó mucho… “Las fantasías de la flagelación y las ensoñaciones”… Hablaba de mí… Mis cuentos bonitos y mi vida nocturna… Mi vida nocturna… (Silencio) La fantasía masturbatoria de una niña y la necesidad de contar cuentos bonitos al papi… Toda esa fantasía cargada de placer y culpa, ¿para qué? Para demostrar que “Papá me quiere sólo a mí”
 
Freud- Anna, cambiemos de tema…
 
Anna- ¿Por qué? ¿Porque ahora yo estoy acá, y tú allí…? (Recupera un tono coloquial) Tonto… Todo eso ha servido para que hiciera mi propio camino hacia el tratamiento a los niños… Y eso te lo debo a ti, papá… Primero fueron los hijos huérfanos de Sophie, a quienes analicé, después a otros de amigos… entre medio, las guarderías de niños de padres trabajadores… Tantos niños…
 
Freud- Me hace bien recordar esas historias… Las tenía un poco perdidas…
 
Anna- Cuantas cosas pasamos juntos, papá… Mi tuberculosis… Tu primera operación de cáncer…
 
Freud- Cuántas cosas tengo que agradecerte… Fuiste mi enfermera desde ese momento, mi secretaria, la que trasmitía mis conocimientos, mi colega con quien poder dialogar… Momentos duros… No entiendo cómo soportabas moverme la prótesis de la boca, cada vez que me molestaba… El cáncer es una herida narcisista…
 
Anna- Amor, papá, amor
 
Freud- ¿Y cuando se fue del grupo,  Otto Rank? ¿Te acuerdas?
 
Anna- Claro que sí. ¡¿Cómo no voy a acordarme?! Me convertí en el sexto miembro de tu círculo íntimo… Pasé a gobernar los asuntos del Psicoanálisis ¡Una mujer! ¡Tu hija! (lo dice grandilocuentemente) jajaja
 
Freud- No te rías… Has hecho tanto por esta ciencia
 
Anna- Lo he hecho por ti… Me siento orgullosa de tantas cosas, por ejemplo, de haber armado la edición alemana de tus obras completas… Ayudado en la versión en inglés…
 
Freud- Mientras dabas clase de psicoanálisis a los niños…
 
Anna- Sí, es verdad… Toda una vida dedicada a tu ciencia. Me diste la seguridad que no tenía…
 
Freud- Hija…
 
Anna- Papá… Nos tenemos que ir…
 
Freud- Es que…
 
Anna- Esto recién empieza, papá… Volvamos a la realidad… No te imaginas cómo cambió Viena en menos de quince días… Todo está militarizado… Llevan a cientos de judíos a lugares desconocidos… Supuestamente a trabajar… Hay un clima de pánico en la calle… Unos están felices, y otros horrorizados… El propio Hitler encabezó el desfile de las tropas que ingresaron a nuestro país… La esvástica, papá, la esvástica…
 
Freud- Una cruz llena de vida, que estos la convirtieron en símbolo de muerte…
 
Anna- Y hay quienes salieron a festejar y saludar a las tropas, papá…
 
Freud- Dejar todo…
 
Anna- Papá… Me pueden llevar en cualquier momento, y esta vez no sé si podré soportar… Max me ha dado el Veronal por si me atrapan…
 
Freud- Lo sé… Es un disparate… ¡¿Qué hago yo sin ti?! Tú no te puedes morir…
 
Anna- Salgamos de Viena, papá, mientras podamos…  Muchos psicoanalistas han huido… Y no son cobardes, papá… Otros, han desaparecido…
 
Freud- Y otros se vanaglorian de agacharse ante el Nacional Socialismo… Traidores… Ese Jung…
Anna- Era tu delfín…
Freud- Era… No me lo reproches… Era… Lo quise profundamente… Y ahora… Presidente Internacional de esa extraña Sociedad Médica de Psicoterapia, dirigida por ese psiquiatra, Goering, nada menos que primo del ministro de aviación Herman Goering, ¿te das cuenta?... Hace cinco años ese individuo que puso al psicoanálisis en apenas una sección de esa Sociedad Médica de Psicoterapia, en una declaración de principios recomienda leer Mi lucha de Adolf Hitler como un texto científico… Y Jung… y Jung
Anna- Calma, papá, calma
Freud- Y Jung… haciéndose el desentendido dice que nunca se enteró de ese artículo… ¡publicado en la propia revista que él dirigía!... Jung nos acusa a los judíos de nómadas por lo que nunca podremos crear una cultura propia, da loas a la aparición del Nacional Socialismo y habla que yo describo a la cloaca de los deseos infantiles insatisfechos y los resentimientos familiares latentes… Todavía conservo su artículo del año 33…
Anna- Basta, papá, te hace mal…
Freud- Dice… Espera… (Va hasta el escritorio y revuelve papeles) Aquí está… “El inconsciente ario… contiene gérmenes creativos de un futuro aún más prometedor… la raza judía tiene según mi experiencia un Inconsciente que poco se puede comparar con el ario… El inconsciente ario tiene un mayor potencial que el judío… a mi modo de ver ha sido un error de la psicología médica utilizar categorías judías, que ni siquiera son atribuibles a todos los judíos, a los eslavos o germanos cristianos. A través de ellos ha condenado el preciado secreto del alma germana, su alma creadora e intuitiva al lodo de un modo infantil y banal, mientras mi previsora voz fue durante decenios sospechosa de antisemitismo… Esta sospecha provino de Freud…” ¡De mí, te das cuenta, Anna?
Anna- (Contemporizadora) Sí, papá…
Freud- “Él no conocía el alma germana… ¿Dónde estaba su fuerza y empuje cuando aún no había nacionalsocialismo? Estaba escondida en esa alma germana, en su profunda base que es todo menos el estercolero de los deseos infantiles no realizados y los resentimientos familiares irresueltos”… Y él, nada menos que él, Carl Jung… mi pasado delfín llega a sugerir la prohibición de “los puntos de vista claramente judíos de Adler y Freud con sus características netamente destructivas…”
Anna- Ya está, papá… Pero no son todos los psicoanalistas…
 
Freud- Son más de los que yo sé… Me dan la espalda… Se apropian de mis conocimientos… Me niegan…
 
Anna- No es así, papá… A nivel mundial las voces se alzan para que aceptes  salir de este infierno…
 
Freud- Sinvergüenzas…
 
Anna- Papá… Esto va en serio… Hay un clima de terror…
 
Freud- Soy viejo pero no tonto, Anna…
 
Anna- Entre nosotros… Tú mismo cometiste errores, papá…
 
Freud- ¿Yo?
 
Anna- Cuando le dedicaste el libro a Mussolini…
 
Freud- Ah… Eso… Se malinterpretó… Eso fue en el 33… Cuando vino aquel paciente romano, amigo de él y me pidió una dedicatoria para el Duce… Sí, le puse en el libro que había escrito con Einstein sobre el porqué de la guerra, algo así como “De parte de un anciano que saluda en el Duce al héroe de la cultura”… Es que Mussolini estaba trabajando en el descubrimiento de restos arqueológicos… Sabes cuanto me interesa la arqueología, Anna… A mí, la política… Descreo de los políticos… Mi interés es científico… Yo necesito… producir… Escribir… No puedo estar sin pensar en nuevos avances y descubrimientos del psicoanálisis…Debo escribir… Ahora mismo, en mi cabeza ronda el Compendio…
 
Anna- ¿Compendio?
 
Freud- Sí, el Compendio de Psicoanálisis… Otra vez repetir las enseñanzas, Anna, para que se fijen, para que queden en los estudiantes que vendrán… No se puede esperar de un viejo más que repita lo que ya dijo alguna vez…
 
Anna- Qué fina ironía… Tú no te repites… Agregas siempre algo nuevo…
 
Freud- Sigo escribiendo  el estudio sobre la escisión del Yo
 
Anna- ¿Ya lo terminaste?
 
Freud- No, no… No puedo con este clima… Bombas, gente gritando eufórica o llena de pánico… Marchas militares… Botas en el empedrado… Individuos salvajes que entran a nuestra casa…
 
Anna- ¿Ves, papá? Me estás dando la razón… Por favor… Por el bien del Psicoanálisis, por tu bien, salgamos de Viena, mientras podamos…
 
Freud- ¿Pero, cómo?
 
Anna- Déjamelo a mí… Si me autorizas, hablaré con Marie Bonaparte, con la embajada americana, con la británica…
 
Freud- Pero… ¿mis cosas?
 
Anna- Todo podrás llevártelo, papá… Mamá, los niños, tenemos que salir de acá…
 
Freud- Es abandonar el hogar…
 
Anna- Te esperan afuera…
 
Freud- Moriré fuera de mi tierra
 
Anna- Papá… (Silencio)  Tenemos ofrecimientos de muchos países… Estados Unidos…
 
Freud – No, no… Allí no…
 
Anna - ¿Y Argentina? Hace años me hiciste un comentario
 
Freud – Argentina… Sí, un grupo de escritores me había ofrecido el refugio… Creo que un tal Bóveda… Hace ya mucho tiempo… Cinco años… En el 33… Pero no, no… Entiendo perfectamente el idioma español pero no puedo escribirlo, y esa es una dificultad realmente importante
 
Anna- ¿Inglaterra?
 
Freud – Inglaterra…
 
Anna - ¿Aceptarías?
 
Freud- Habla con Antón
 
Anna- ¿Quién?
 
Freud- Antón, Anna, Antón
 
Anna- ¿Sanerwald? Pero… es un nazi…
 
Freud- Habla con él…  Josef Herzig, mientras jugábamos largamente a las cartas me fue hablando de él… Era alumno suyo en la Universidad
 
Anna- Papá…
 
Freud- Sé que mis libros impactaron en él… Lo conozco… Ha venido algunas veces… Tú lo has visto… Nunca quiso que mis libros terminaran en la hoguera… Y no mentía… Le miraba a los ojos mientras hablaba… Hay algo que tú no sabes…
 
Anna- ¿Qué? Ahora me dirás que es un ángel
 
Freud- Anna, por favor… En el peor momento ocultó con otro compañero mis libros en la Biblioteca Pública, están guardados de la barbarie…
 
Anna- Ay, papá… No seas inocente…
 
Freud- Anna, me ofendes…
 
Anna- Disculpa, pero, papá… Es un nazi
 
Freud-  ¡No seas terca! ¡Yo sé lo que te digo! Él sabe de mis cuentas bancarias en el exterior, sin embargo nunca lo divulgó…
 
Anna- Querrá quedarse con todo
 
Freud- Anna, Anna… Estoy accediendo a tu pedido… Dame una cuota de credibilidad…
 
Anna- No sé…
 
Freud- Por favor, él nos puede dar un visado de salida…
 
Anna- Está bien… Hablaré con él…
 
Freud- (Aliviado) Gracias, hija
 
Anna- A veces te daría una paliza…
 
Freud- ¿Qué nos llevaremos, Anna? Me cuesta dejar el consultorio… Mis objetos… Mira esto… De la Hélade… ¿Y este? De Egipto… (Se pierde mirando los objetos)
 
Anna- Papá, primero debemos pensar en que te salves… Pero, bueno… ¿Qué quieres llevarte?
 
Freud- Todo… Pero, bueno… (Mira) El diván… La biblioteca… El escritorio… Esta estatuilla… Y esta… Y esta… Y aquel mueble… Y…
 
Anna- Bien, bien… Nos llevaremos todo eso…
 
Freud- Creerás que soy un viejo tonto, Anna… Pero es la experiencia espiritual más dolorosa de mi vida. Ni mis treinta y tres operaciones le alcanzan en dolor…
 
Anna- Lo sé, papá… (Termina Anna abrazando a Freud)
 
(Apagón)
 
Escena III
 
Anna- (Entra al consultorio. Está muy ansiosa y animosa) Permiso… Papá… Tenías razón… El 4 de junio nos vamos… Hablé con Antón… ¿Sabes lo querían hacer los nazis? Transformar esta casa, nuestra casa en un instituto para el estudio de la superioridad aria… Me lo dijo él… Dice que él lo evitó…
 
Freud- Desgraciados…
 
Anna-  Pero Antón firmó el visado, papá… Y está recaudando dinero para el viaje… Nos vamos en el Oriente Express…
 
Freud- Qué paradoja… El Oriente Express… Seré un deportado de lujo…
 
Anna- Le debemos la vida, papá… Le debemos la vida a tanta gente… Marie Bonaparte y Ernest Jones intercedieron… Marie puso 20 mil libras para el salvoconducto, papá… Hasta gracias a Mussolini vas a poder salir de Viena, papá…
 
Freud- Todo esto es… tan irreal… Si vieras las caras de los de la GESTAPO, los otros días cuando volvieron a verme… Me pidieron que les escribiera una carta de puño y letra donde pusiera que no me habían tratado mal…
 
Anna- ¿Qué les pusiste? No pude leerlo
 
Freud- Puse: “Les recomiendo calurosamente a todo el mundo la camaradería de la GESTAPO
 
Anna- Papá… (Se ríe)
 
Freud- ¿Y mis hermanas? ¿Hablaste con ellas?
 
Anna- Ellas quieren quedarse, papá
 
Freud- ¡Pero es una locura! ¡Las van a matar!
 
Anna- Me dijeron que están muy viejas… No se van a ir…
 
Freud- ¡No, no, no!
 
Anna- Están condenadas… Lo sé…
 
Freud- Anna… (Se aferra a ella) Anna… Moriré como Edipo en el exilio… ¿Te das cuenta? Junto a mi Antígona… Esa hija devota acompañando a su padre hasta el final… ¿Te das cuenta? (Silencio) No sé si moriré en Londres de cáncer… O de tristeza…
 
Anna- Papá…
 
(Se va apagando poco a poco el escenario. Ellos quedan abrazados como si se tratara de una fotografía)
 
Fin