28/10/12

Algo de amor, monólogo de Clara Anich. Argentina.




Clara Anich

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


 
 
ALGO DE AMOR

Monólogo

Clara Anich

 

 

Alicia, 45 años, está arrodillada dentro del confesionario. Con ropa discreta, tapada, y una cartera que aprieta fervientemente debajo del brazo.

Se santigua.

 

Ave María purísima (Escucha.) Ay, Padre, yo vengo acá después de la misa tan linda que dio usted. Las palabras sobre el amor. Qué linda estuvo la lectura. Siempre elige tan bien lo que va leer… (Escucha.) Sí, claro. Pasa que vengo un poco conmovida, justo el domingo pasado no pude venir porque yo le había dicho que me iba a ir a Luján y, no sé qué pasó, Padre, porque después de eso fue una cosa tras otra. Y más lo pienso y menos lo puedo creer, como que no me reconozco. Yo que siempre vivo en virtud y…, o trato por lo menos, en virtud y gracia. (Refiriéndose a la cartera.) Y ahora me cuesta tanto parar.

Por eso vine hoy. No sólo porque ya van quince días de la última confesión, eso descontado. Sino porque necesitaba hacerle una pregunta. (Con solemnidad.) “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual, puesto que a ellos pertenece el reino de los cielos.” (Escucha.) No, no. Es…, es por una donación, Padre. (Escucha.) Sí, lo sé. Lo que pasa es que es casi un pedido… Un ruego…, una donación un poco egoísta… (Escucha. Ríe nerviosa.) No. Sí. No. Ya sé. (Ríe.) No le voy a pedir nada raro, Padre, cómo va a pensar… (Escucha.)

A Luján fui el domingo. (Escucha.) Linda, sí, pero no le voy a negar que yo lo prefiero a usted, siempre tan atinado. ¿Justo va a hablar de amor hoy? Aunque lo que no entendí es qué quiso decir con lo de (solemne) “no busca sus propios intereses, no se siente provocado.” ¿No se siente provocado? (solemne) “No lleva cuenta del daño.” (Escucha. Pausa corta.) Ah, miré cómo es… Porque hay miles de temas que podría haber elegido, que la familia, que la amistad, que algo de lo que pasa en el país, no sé, y no va que viene y se pone a hablar del amor, y no de cualquier amor, Padre, que podría haber hablado del amor a los hijos, que usted sabe que María Emilia es la luz de mis ojos. (Escucha.) Bien, Padre, muy bien, gracias. No sabe el alivio que me trajo hablar con usted el otro día, es que con ella no gano para sustos. Pero eso ya está, por suerte pude hablar y ya no va a traer más a ese muchacho que no me gustaba nada, nada. Cada vez que ellos estaban por ahí en el living o en la cocina y yo entraba, sentía que me miraba de una manera muy extraña, bah, extraña no, usted ya sabe, como miran los hombres, Padre. Y no es que una no conozca sus encantos, tampoco que sea puritana, pero es el amigo de mi hija, apenas más grande que ella, yo no me puedo permitir. (Se corrige.) No puedo permitir... Esos ojos así, celestes, Padre, y una mirada que… (Tajante.) Encima creo que es ateo. (Escucha.) Mejor ni diga. Igual ya está, yo hablé con ella y va a ser para mejor. (Escucha.) No, si yo ya sé, Padre, y ella es una chica muy cuidadosa y de buena familia que somos. Yo no podía permitir un comportamiento así en mi casa... Una falta de respeto. Que me mirara así, tan provocativo. No, no, no. Yo no le voy a negar que es un lindo muchacho, apuesto…, grandote. (Se interrumpe, escucha.) Sí, Padre. Un Ave María. (Escucha.) No, no era esa mi confe...

(Baja la voz. Avergonzada.) Creo que he profanado, Padre... Que profané. ¿Así se dice? (Se aferra a la cartera.) Por la Virgencita de Luján. (Escucha.) Sí, linda. Además ahí, con todos esos puestitos, bolichitos, uno se la quiere traer, metérsela hasta por los poros. (Escucha.) No, Padre, no he robado. Cómo me dice una cosa así. (Pausa corta.) Igual, ¿uno…, puede uno robarse a sí mismo? Dentro de su corazón, me refiero, el amor. Porque justo usted, hoy, viene a hablar de amor. (Escucha.) Yo sé que tenemos que (solemne) “os ameis los unos a los otros, que como yo he amado”. Pero… (Se interrumpe. Escucha.)

Sí, claro. Salí de misa y me puse a dar una vuelta por la basílica, tan linda que está, y tantos puestitos que una quiere comprarse todo. (Escucha.) Sí. Dije “quiere”, nomás. Yo no soy para nada de andar derrochando. Pero al final no le voy a negar que una cosita me compré, de nada en comparación con las cosas hermosas que había. Una estatuita, pintada a mano, 30 centímetros, divina con todo el manto simulando un bordadito, pero en porcelana, y con el resplandor móvil que le ponen atrás que si una quiere lo deja o lo saca… Una preciosura… Y mire que di vueltas, las vueltas que di, pero cuando la vi, estaba en un puestito, el sol como que le caía de frente, le digo que parecía que… Tenía algo especial. Nada así nomás. Tenía un brillito que no sé qué, como que me conmovió. Hasta lágrimas tuve. Yo no es que sea una mujer dura tampoco, eso lo sé, pero tenía un brillo especial, como una magia. Y no sé, Padre, creo que el problema fue ese. Y ese brillo casi le diría que me llegó al corazón…, y no sólo… (Solemne.) Y mire que yo entiendo muy bien eso de que (solemne) “la peor prisión es un corazón cerrado.” (Pausa corta.) Vergüenza me da. Usted sabe que yo le voy a María Bernardita, porque si la Virgen confió en ella cómo no voy a confiar yo. Y por ahí es por eso, tanto rezarle a Bernardita que me pasó lo que a ella. (Escucha.) No, no, aparecérseme no, pero…ay Padre. Por eso ahora siento como si la hubiera traicionado. Tampoco para decir que me hubiese gustado llegar a ese nivel, digo, con Bernardita, no, Padre, que yo entiendo bien, para eso tengo cabeza, corazón y cuerpo… Dios me ha dado un cuerpo de mujer que yo con total convicción le entrego a Gerardo cada vez que él quiere, jamás me negaría a los deberes conyugales, aunque no le voy a negar que él, los deberes, los quiere cada vez menos. Que viene muy cansado del trabajo, que si comió mucho, que… que. Y siempre hay algo, yo tampoco soy de la que va a andar insistiendo, válgame, pero que una también tiene sus cosas. Yo no sé Padre, pero quizá Gerardo tiene algo de culpa en esto. Eso no lo había pensado antes. (Vuelve a apretar la cartera contra sí.) Pero quizá él algo tiene que ver en todo esto. Porque cuando llegué a casa, el domingo, a la tarde era, Gerardo estaba mirando no sé qué en la televisión, y yo llegué tan alegre después del día que había tenido, que lo primero que hice fue mostrarle lo que me había comprado. Y él, que eso sí, si hay algo de lo que no me puedo quejar es que él me apoya en todo, cada cosita que hago, que me gusta, él me la consiente. (Ríe.) A veces no sé si me malcría un poco también. Y él estaba mirando la televisión, pero va y me dice que sí, que hermosa la estatuita, que porqué no la ponía en la mesa de luz, que iba a quedar lindísima con la luz de velador. (Pausa corta.) Eso no sé si me lo dijo o lo pensé yo y él seguro que asintió. Pero bueno, a lo que voy es que ahí con él decidimos que iba a mi mesita de luz. Y yo feliz, Padre, con la virgencita de Luján hermosa ahí al costado de la cama… Y bueno, ahora que lo pienso Gerardo sí que algo tiene, no sé si culpa o si responsabilidad, yo no soy quién para andar cargándole culpas…, pero no va que esa noche se pone romántico y justo yo que venía con la cabeza en otra cosa… (Escucha.) En la virgencita, Padre. Y él que se pone cariñoso y que empieza… Usted ya sabe. (Se interrumpe. Escucha.) No, Padre, yo no me negué. Cómo me voy a negar, si yo le dije… Pero entonces él que me empieza a acariciar, me toca, y de repente en un momento se me puso todo confuso…. Se ve que él estaba entusiasmado, porque va, viene, me agarra y me da vuelta. (Se interrumpe. Escucha.) Ah, está bien, Padre. Si no hacen falta detalles no hacen falta… Yo porque creo que ahí empezó todo, para que me siga en lo que le estoy contando,  digo porque no vaya a ser que… (Escucha.)

El tema es que la virgencita me miraba, Padre. Yo no sé si es un milagro o qué, pero ella me miraba… (Escucha.) No sé cómo, pero de repente cuando Gerardo me agarra, veo que tengo los ojos de la virgencita clavados en los míos, así celestes como… Celestes o no sé… Todo confuso…, no sabe cómo me latía el corazón, empecé a transpirar, me quedé sin aire, Padre, como si perdiera la fuerza y me tenía que agarrar para no caerme, aunque estaba acostada, pensé que me iba a desmayar… Algo pasó con la virgencita, ahí en ese instante, yo no sé si eso es posible, pero me miraba, juro por Dios que me miraba. (Escucha.) No, en vano no, tiene razón… Y yo justo ahí, tan… tan, y ella tan con esos ojos, tenía un brillo y me miraba tan tan profundo tan adentro…, el alma. Y no va que Gerardo algo siente porque me conoce, veintidós años casados no es poca cosa, y agarra y me dice “te gusta la morochita” y yo exploté, Padre. Exploté... De bruto, cómo me va a decir algo así en pleno momento. Un desubicado. Venirle hablar así a la madre de su hija… En pleno momento. Un poco de amor…, de romanticismo. Yo sé, quizá él también sintió que ella nos miraba, pero…, no me dijo eso… (Escucha.) Y tuve que cortar… (Escucha.) Y sí, Padre, yo no podía permitir… Horrible, me quedó como una cosa (se toca el pecho) acá, una angustia. (Escucha.) Gerardo se dio media vuelta, enojado. Me dijo que no lo podía dejar así… Y yo me quedé como… como contenida. Adentro. (Escucha.) Llorando mirando el techo. Y Gerardo que se duerme como todas las veces que debería estar despierto, y yo que para no despertarlo me doy vuelta para el otro lado, y ahí otra vez, Padre, ¿quién estaba?... (Aferra aún más la cartera.) Ya ni le tengo que decir, con esos ojos y ahí no sé, no sé qué me pasó, no me reconozco. No sé si fue Gerardo el que me puso la idea en la cabeza, porque como por un impulso me levanté y cuando quise darme cuenta ya estaba con la virgencita en el baño… Ay, Padre, fue tan… Entre el brillo…, la cabecita. (Escucha.) Sin detalles, sí, ya me dijo. Es que no sé qué me pasó, Padre. No me reconozco… (Escucha.) Sí… Por eso estoy acá, vergüenza me da pedírselo, porque tampoco es que puedo deshacerme tan así como así, al fin y al cabo…, entre ella y yo… Eso tiene que ser alguna forma de amor. (Solemne.) “Cada obra de amor, llevada a cabo con todo el corazón, siempre logrará acercar a la gente a Dios”, dijo la Madre Teresa. Y a mí no sabe cómo me latía. (Escucha.) Sí, está bien: tres Madre Inmaculada más un Ave María. (Escucha.) Dos Ave Marías. (Escucha.) Sí, pero espere, Padre. Lo que yo quería era poder dejársela acá, que usted me la reciba... (Refiriéndose a la cartera.) Porque no la puedo tirar así como así, ni abandonar, mucho menos, tampoco la voy a romper… (Se interrumpe. Escucha.) Tres Madre Inmaculada, dos Ave Marías y un Gloria. (Escucha.) Pero yo pensé que quizá en su cuarto, algún rinconcito… (Escucha.) ¡No!, Padre cómo me va a decir eso. (Escucha.) Sí, está bien. (Escucha y repite.) Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de nosotros que somos pecadores. (Escucha). Amén.

 

 

Contacto: clara.anich@gmail.com | cel. (5411) 156.519.6059

 

Tanto que querías, de Clara Anich. Argentina.



 
 
 
 
 
 
 
 
TANTO QUE QUERÍAS

Clara Anich

 

 

 

(Reg.Prop.Intel.Exp. 4995618)

 

 

Mi padre era mejor padre

cuando su amigo venía.”

Gabo Ferro

 

PERSONAJES

BERTA, tiene cerca de 60 años.

FANNY, 60 años.

ENRIQUE, cerca de 30.

MARLENE, la misma edad que Enrique.

 

 

I

 

(De mañana. Patio interno, techado. Al fondo dos puertas, una que va al interior de la casa: cocina y habitaciones; otra, que da a la calle. FANNY desayuna en una mesa de hierro. BERTA entra, la mira, va hacia la puerta de calle y vuelve a entrar trayendo el diario.)

 

FANNY: Me di cuenta que soy xenófoba con la gente que se parece a la gente como nosotros.

 

BERTA: ¿Qué?

 

FANNY: Los que se parecen a nosotros, los de la Patagonia y La Pampa, por ejemplo. Cordobeses y Santiagueños, no. (Como BERTA no responde, repite.) Que me pasa con los del sur y los de La Pampa que son muy parecidos a nosotros, pero no con un cordobés o con un santiagueño. Los uruguayos también.

 

BERTA: No hace falta que grites. (Deja el diario sobre la mesa y se sienta.) Silla de mierda.

 

FANNY: Jujeño menos. No me preguntes por qué. (Agarra el diario, refiriéndose a la silla.) Despacio era de la mami.

 

BERTA: Tu mami. Además los chicos son cordobeses. 

 

FANNY: Por eso, cómo me voy va asquear. ¿Además qué? Igual, son cordobeses de pura casualidad.

 

BERTA: Casualidad, casualidad, no.

 

FANNY: Casualidad de origen, pero no de nacimiento.

 

(BERTA se acomoda en la silla, FANNY la mira.)

 

FANNY: Mami te quería también. Y cómo te quería.

 

BERTA: Buen día, primero.

 

FANNY: Buen día.

 

(BERTA la mira en silencio. FANNY lee el diario, comenta en voz baja. BERTA desayuna, alterna entre un café con leche y una copita de jerez, cada tanto picotea con los dedos un pan de la panera.)

 

(Desde adentro de la casa, de una de las habitaciones, se oyen los forcejeos entre MARLENE y ENRIQUE. )

 

MARLENE (voz en off): ¡Basta!

 

ENRIQUE (voz en off): ¿Pero qué te pasa?

 

MARLENE (voz en off): Dejame. No quiero escucharte más.

 

ENRIQUE (voz en off): Marlene, quedate.

 

(BERTA y FANNY no se sobresaltan, levantan la vista, miran hacia adentro y después se miran entre ellas, se sonríen.)

 

FANNY: Otra vez los chicos.

 

(BERTA mira el reloj y apura el jerez dejando un fondito que le pasa a FANNY. Ella lo evalúa y se lo manda.)

 

FANNY: No me dejes todo comido. Ratas parece.

 

BERTA: ¿Las miguitas no te gustan, pero la babita sí aceptás?

 

FANNY: ¿La babita?

 

BERTA: La babita como el culito. Así dicen los cubanos.

 

FANNY: ¿Y de dónde andás tan informada, vos? Qué asco. Qué van a andar babita de allá, babita de acá. ¿No me vas a decir ahora que te gusta la baba de los cubanos? Con toda la facilidad que tienen para el habano… y la barba. (Con asco.) No me vengás a hablar. El aire de mar, la humedad, la feijoada.

 

BERTA: Eso es brasilero.

 

FANNY: El arroz blanco medio pegado.

 

BERTA: La feijoada es brasilera y el arroz blanco pegado…

 

FANNY (sin interrumpirse): Peor, ni me hablés del arroz cuando es un masacote. Justo vos que después te hacés la aprensiva con ciertas cosas. Ella, la que se jacta de pura después le gusta el arroz pegado y la baba…

 

BERTA: No tiene nada que ver. Estás mezclando financiamiento con estafa.

 

(Pausa corta. BERTA agarra el pan que venía comiendo y se lo apoya sobre la palma de la mano. FANNY la mira, niega con la cabeza y vuelve al diario.)

 

FANNY: Una china mató a otra en un supermercado “particularmente” chino. ¿Podés creer?

 

BERTA: ¿Qué es particularmente?

 

FANNY: Las coincidencias. Son un mundo.

 

BERTA: Mirá en lo que te fijás. ¿Qué supermercado querés que sea? Los chinos atienden en los chinos.

 

FANNY: Con los chinos no me pasa lo de la xenofobia.

 

BERTA: Raro.

 

FANNY: Raro no sé porqué.

 

BERTA: Lo de los supermercados, digo. Una invasión.

 

FANNY: Antes creo que no me pasaba. Yo no era así. (Acusatoria.) Yo no era así.

 

BERTA: Debe ser por tanta educación guerrera que tienen.

 

FANNY: Samurai.

 

BERTA: Eso es japonés.

 

FANNY: O japonés es lo mismo: oriental, ojos rasgados. No te quiero decir amarillo porque suena horrible.

 

BERTA: Algo de conquista tiene que haber en esto.

 

FANNY: Horrible. Con un hacha en plena cabeza le dio.

 

BERTA: ¿Ves lo que te digo? Deben venir entrenados.

 

(Desde adentro de la casa vuelve a oírse a MARLENE.)

 

MARLENE (voz en off): Dejame, Enrique.

 

BERTA: No sé para qué seguimos comprando el diario. Puras malas noticias.

 

FANNY: De algo hay que morir. Las malas noticias son sólo una excusa... Se ve que con lo de casa no nos alcanza.

 

BERTA: ¿Por qué? ¿Vos escuchaste algo? (Inquieta.) ¿Enrique te dijo algo?

 

FANNY: ¿Qué me va a decir? Te juro que me da una pena. Es tan especial, sigue siendo tan el muchachito de mamá. No sé si está muy preparado para las desilusiones. Fue criado un poco a la que te criaste, pero a la que te criaste bien.

 

BERTA (en tono rimbombante): Si cierras la verdad a los errores, la verdad también quedará afuera.

 

FANNY (piensa en lo que acaba de escuchar): No sé si tendríamos que haberlo dejado ir. O mandarlo para Catamarca, por ejemplo.

 

(Desde adentro vuelven a oírse los forcejeos y gritos de MARLENE y ENRIQUE.)

 

MARLENE (voz en off): ¡Callate!

 

ENRIQUE (voz en off): No grites, Marlene. Te estoy hablando bien.

 

MARLENE (voz en off): Pero no escuchás que no me importa. No vengas a revolver.

 

BERTA (acariciando el brazo de Fanny): Cómo se extrañaban.

 

(MARLENE entra al patio.)

 

FANNY (a Marlene): ¿Contenta? ¿Emocionada? Conmovida estás.

 

MARLENE: Me voy.

 

BERTA: ¿Vas a hacer las compras?

 

MARLENE: Me voy.

 

BERTA: ¿Fanny querés algo? La nena va a comprar al almacén.

 

MARLENE (a Berta): ¿Qué nena, tía?

 

FANNY: Un salame para la traviata me vendría bárbaro.

 

BERTA: A mí traeme unos manicitos, papitas. Estoy con una ansiedad.

 

MARLENE: No soporto más. (A Berta.) Es Enrique o yo, tía.

 

BERTA: Marly.

 

FANNY (deja el diario): Sin decir estupideces.

 

MARLENE (a Fanny): Mamá.

 

FANNY: Mamá, nada. En esta casa nunca fue o uno u otro. Siempre somos todos juntos. Lo mismo. La familia unida. El núcleo del universo. El mismo amor. (Emocionada.) El mismo gen, la convergencia misma de los átomos. ¿O no Berti? No me dejes hablando sola.

 

MARLENE: Ese es el problema. Meta hablar pelotudeces.

 

BERTA: No te pongas del lado de tu madre.

 

FANNY (a Marlene): Dale tiempo. Nos extrañaba. Mucha frustración tiene ese chico.

 

BERTA: Mi Enrique.

 

FANNY (a Marlene): ¿Vos sabés lo que es? ¿Te das una idea? La frustración, el viaje que se hizo, volver con las manos vacías.

 

MARLENE: Cómo no me voy a dar una idea.

 

FANNY: Vacío el corazón. Llegar ahí y que no haya nada ni nadie.

 

MARLENE: Yo tampoco salí de un repollo.

 

BERTA (a Fanny, censuradora): Estefanía Miraflores.

 

MARLENE: Tía, dejala hablar.

 

BERTA: En esta casa no hay tu tía.

 

MARLENE: Pero que no venga ahora con pobrecito Enrique. Acá todos tenemos las mismas desgracias.

 

BERTA: ¿Qué decís las mismas?

 

FANNY: Mismas, mismas no. Cada uno las suyas como la vida…

 

BERTA (a Fanny): Estefanía.

 

FANNY: Metáforas, nena. Como las huellas digitales.

 

MARLENE: Si hay algo que no es metáfora…

 

FANNY: Cada uno sus desgracias como sus huellas digitales.

                                                       

(Pausa. MARLENE resopla. BERTA y FANNY se miran en silencio. FANNY vuelve a leer el diario.)

 

FANNY: ¿Marlene, sabés que una china mató a otra en un supermercado chino…? Qué cosas increíbles que pasan. De no creer. La fantasía da para todo. Cuánta imaginación que tiene la gente: con un hacha le dio. 

 

MARLENE (resignada): Voy a lo de Alberto… Polvo de hornear. ¿Ustedes? ¿Además de la traviata y el maní?

 

FANNY: ¿Preparás algo para el almuerzo?

 

(MARLENE las mira y sale sin responder.)

 

FANNY (a Berta): Le va a hacer una torta a Enrique, seguro.

 

BERTA: Es tan tierna. Fueron muchos años y ellos tan apegados. Qué orgullo, ¿no? (Le da la mano.) Tanto que hicimos, mirá que vos tenías miedo de la adolescencia. De jóvenes. Pero al final tienen esa hermandad; están meta primo de acá, prima de allá.

 

FANNY: Yo igual la noto rara.

 

BERTA: Es que es mucha cosa, mucha emoción toda junta… (Pausa corta.) ¿Rara, rara? ¿Rara como qué?

 

FANNY: Rara como con la rareza misma de las cosas que pasan. Rara como cuando amanecés en una casa ajena.

 

BERTA: Ah.

 

FANNY: Como cuando estás en la calle y te das cuenta que tenés en cada pie un zapato distinto. (BERTA la mira.) Se extrañaban. Debe ser eso.

 

BERTA: Se tienen que haber extrañado, sí.

 

FANNY (agarrándole la mano): Estoy tan contenta de que estemos todos. De tenerlo de vuelta. De verdad te digo.

 

BERTA (emocionada): Y yo peor. Ni me digas.

 

FANNY: ¿Qué ni te diga qué? ¿Te preocupa? ¿Por la nena decís?

 

BERTA: Me encanta. 

 

FANNY: Yo peor dijiste.

 

BERTA (inquieta): Es una manera de decir. ¿Vos hablaste algo con él? ¿Te contó? Porque lo que es a mí, ni palabra cruzamos. (Pausa corta. Algo alarmada.) Decime qué te dijo.

 

FANNY: Hablar, hablar no hablamos.

 

BERTA: ¿Pero qué, Fanny? No me fuerces a preocuparme.

 

FANNY: Nunca puse ni un pero… En la vida.

 

BERTA: Eso es verdad… Pero lo pensaste.

 

FANNY (se toma un tiempo antes de responder): ¿Qué me va a decir? Como si pudiera decir alguna novedad. (Ríe.) El regreso de los muertos vivos… Thriller. (Tararea.)

 

BERTA: Se fue y vino. Quizá se enteró de algo. ¿A vos no te dijo nada?

 

FANNY: Nada. (Ríe.) ¿Que se encontraron a tomar un café? ¿Que salieron del café y se fueron de joda, de joda al cabarute?... ¿Que descubrió el vínculo padre-hijo?... ¿Le enseñó a  afeitarse?... ¿Lo llevó a la cancha?

 

BERTA: La de la cancha fuiste vos.

 

FANNY (divertida): A lo sumo será que lo trajo a Horacio Raúl metido en la valija… (Se persigna con un gesto chico, contenido.) O en una cajita. 

 

BERTA: Sin nombres.

 

FANNY: ¿Me lo vas a venir a decir a mí? ¿Qué te preocupa?

 

BERTA: Algo, Fanny. Por cualquier cosa me preocupo. Es un tema de familia.  Y los temas de familia son complejos. Acá si no nos hacemos el aguante entre todos esto termina en desgracia.

 

FANNY: Berti (rimbombante), amore mio, amiga mía, vida mía.

 

BERTA (interrumpiéndola): Le pueden haber dicho cualquier cosa, cualquier pavada que alguien diga por ahí. Es chico todavía, vos le metés algo en la cabeza y prende como piojo. Acordate cómo traía la cabeza después de cada campamento. Esto es igual. Es un chico sensible. El que le busca mangas al chaleco se conforma con un sweater.

 

FANNY: Ni sweater ni mortaja; como mucho se enterará que murió. Y del muerto todo lo que puede encontrar es una tumba, y ni siquiera. Ni siquiera lápida, ni iglesia dónde llorar.

 

BERTA: Ay, Fanny.

 

FANNY: Córdoba, Berti, Córdoba. Vos aférrate a eso.

 

BERTA: Lo sé.

 

FANNY: Los muertos no pueden dar miedo, quizá los fantasmas (se persigna), pero nosotras hicimos bien. Un día iban a crecer como creciste vos, como crecí yo, como podría haber crecido él también. Pero tuvimos decisión, Horacio para Enrique y Raúl para Marlene; cada uno su cuento.

 

BERTA: Te pedí que no lo nombres.

 

FANNY: Él es el varón y necesitaba la figura paterna. No estuvo mal.

 

(Pausa corta.)  

 

BERTA: Fanny, ¿vos creés que la mentira tiene patas cortas?

 

FANNY: La mentira patas cortas, la ilusión piernas largas. De mujer, de corredora, de maratonista. Hicimos bien. Fue una… ilusioncita piadosa.

 

BERTA: Y si aparece diciendo cualquier cosa, ¿vos me apoyás?

 

FANNY: Siempre. (BERTA sonríe aliviada.) No te sobreexcités. Tranquila. (Señalándose el pecho.) Tranquila que ahora estás sensible. Tenemos Enrique de vuelta. Eso es lo que importa. Y en casa las cosas son como tienen que ser. Vos aférrate a eso.

 

BERTA (más tranquila): No te preocupes. Estoy bien.

 

FANNY: Yo no me preocupo. Cómo si hubiera algo que me pueda sorprender.

 

BERTA: Mi copita compensa todo. Dicen que equilibra el nivel de colesterol. En sangre.

 

FANNY: Yo en sangre prefiero el tinto. 

 

BERTA: Que tienen una enzima antioxidante que no sé qué hace con el colesterol que bloquea las arterias. Y además aumenta el bueno… Vos también tendrías.

 

FANNY: Estoy bien de colesterol.

 

BERTA: Para que te tranquilices. Por cualquier cosa.

 

(Entra ENRIQUE.)

 

ENRIQUE: ¿Ya de jerez?

 

FANNY: Hola, nene.

 

ENRIQUE (saludándolas, primero a Fanny, después a Berta): Eh…(Duda cómo llamar a Fanny.) Tía. Vieja… No hay como estar otra vez en casa.

 

(BERTA se incomoda.)

 

FANNY: ¿Contento?

 

ENRIQUE: Sí, con ganas de verlas. A las tres. De sentarnos a charlar. Tengo algunas cosas en la cabeza y necesito descargar, dejarlas salir. Todo el viaje de vuelta pensando en cómo iba a llegar, cómo las iba a encontrar, quería encontrarlas a las tres juntas. Que podamos.

 

BERTA (interrumpiendo, se levanta para irse): Marly fue a comprar algo a lo de Alberto.

 

FANNY: Creo que te va a hacer la torta que tanto te gusta.

 

ENRIQUE: Sentate, mamá.

 

FANNY: Dejala a tu madre que está agotada. Andá Berti. Tirate un rato que te va a venir bien.

 

ENRIQUE: Mamá. Recién llego. Justo te decía que tenía ganas de compartirles cómo me fue en el viaje.

 

BERTA: …Quizá me tiro un ratito, me parece que estoy queriendo engriparme. (Sale.)

 

(ENRIQUE amaga con seguirla.)

 

FANNY: Dejala a tu madre que está agotada de tanto.

 

ENRIQUE: De tanto qué, tía...

 

FANNY: De tanto todo.

 

ENRIQUE: Hace dos días que llegué y todavía no me preguntó cómo me fue. No tuvimos ni un momento los cuatro. Siempre hay una que falta, que está por llegar, que se fue a dormir. Y Marlene que ni me escucha y yo me quedo con todo adentro. Voy a terminar descomponiéndome.

 

FANNY: ¿Querés que te prepare un té? ¿Boldo, Valeriana?

 

ENRIQUE: Necesito que hablemos.

 

FANNY: Si querés hablar, contame.

 

ENRIQUE: No es lo mismo.

 

FANNY: A tu madre no la molestes. Ya mucho tiene.

 

ENRIQUE: Quizá sí es lo mismo, ¿no? Tendríamos que hablar los cuatro. ¿No te parece? Poner las cartas sobre la mesa.

 

FANNY: ¿Chinchón?

 

ENRIQUE: Quiero contarles de mi viaje, de lo que me enteré.

 

FANNY: Pobrecito. (Se persigna.)

 

ENRIQUE (dudoso): Encontré cosas. Conocí gente.

 

FANNY: Esa gente era un buen hombre.

 

ENRIQUE: Y lo sigo siendo, tía. Aunque no sé si seguirte diciendo tía. Porque yo tengo un sentimiento encontrado, no te lo voy a negar. No me gusta sentir pena, pero la siento. Tantos años disimulando, disimulando lo más lindo de la vida. Es como un mitómano pero que en vez de desplegar sus plumas hacia afuera, las agita hacia adentro y con fuerza, y que por más que sienta que se agota de tanto esfuerzo y que en eso puede perder hasta la vida misma, las sigue sacudiendo. Y… alguna pluma va a perder. O todas. Pensá en la imagen del que muere desplumado.

 

FANNY: A nadie le gusta perder.

 

ENRIQUE (entusiasmándose): Todo ese gasto de energía, que en realidad si lo pensás bien es una fuga inmensa, todo ese tiempo, su vida, poniendo esa energía en donde no había que ponerla, cosa que no le puede hacer a sí mismo bien a nadie, ni a su entorno.

 

FANNY: Ajá.

 

ENRIQUE (ya envalentonado): ¿Te conté lo de Félix? Lo del hermano de Félix o del padre, no sé cómo decirle. Medio hermano. En realidad ni medio, de lado de padre, del primer matrimonio del padre. El tipo se pasó toda su vida haciéndose cargo de su nominalmente medio hermano, que en realidad era su hijo porque él se había acostado con la mujer de su padre dejándola embarazada. Él tenía 18 años, la mina 25 y el padre casi 40, divorciado y con ese hijo, que siempre fue el hermano mayor de Félix; y cuando murió su padre, el tipo pasó a hacerse cargo de su medio hermano, otra vez: nominal, como hermano mayor que era, pero sin decir nunca que era su hijo porque eso implicaba que había cagado a su propio padre, su propia sangre, con su mujer, que era chica también y que tenía una edad que estaba entre los dos, padre e hijo, y después con un hijo del hijo de su esposo. Aunque no sé si se casaron... ¿Me seguís? ¿Imaginate lo que hay que hacer para sostener esa mentira?

 

(Pausa corta. FANNY mira hacia adentro de la casa.)

 

FANNY: ¿Escuchaste?

 

ENRIQUE: ¿Qué?

 

FANNY (levantándose): Me está llamando tu madre.

 

ENRIQUE: …No escuché nada.

 

FANNY: Sí, sí. Le tengo el tono de memoria. Ella dice (bajando el tono de voz) Fanny, así bajito y yo ya sé que me llama.

 

ENRIQUE: Yo no escuché nada. Para mí que  no habló.

 

FANNY (sale): Sííí, Berti, estoy yendo.

 

 

II

 

(Es la hora de la siesta. BERTA duerme en una de las sillas del patio. MARLENE lee la Biblia. Entra ENRIQUE desde la cocina secándose las manos con un repasador.)

 

ENRIQUE: Cómo extrañaba. Hay algo en la cotidianidad que es impagable. Puede ser en el campo mismo de batalla, con la guerra a punto de empezar, pero si vos sos soldado…

 

(MARLENE le señala que BERTA está durmiendo. Deja el libro.)

 

ENRIQUE: ¿Sigue durmiendo?

 

MARLENE: Se levantó un ratito, dejó la cama, vino acá a ver, dijo, y ahora se volvió a dormir.

 

ENRIQUE: ¿Pero está bien?... ¿Almorzó a final?

 

MARLENE: Comió algo en el cuarto. Que algo le anda cayendo pesado, dijo… (Divertida.) Vos.

 

ENRIQUE: No me extrañaría. ¿Y Fanny?

 

MARLENE: Se acostó. Entre que fuiste a lavar adentro, se acostó. Si no se quedaba dormida acá también.

 

ENRIQUE: ¿Pero qué les pasa? Entre la somnolencia y la gripe…

 

MARLENE: Te evitan.

 

ENRIQUE: ¿Decís?

 

MARLENE: Estás de perseguido…

 

ENRIQUE: Igual si le dedicás un momento está bien. Tiene su lógica.

 

MARLENE: ¿Qué?

 

ENRIQUE: Tiene que ver con lo que quería comentarte.

 

MARLENE: ¿Vas a empezar con lo mismo? Yo tengo mis cosas. Hace mucho que te fuiste, yo me quedé con las dos. Así estamos bien. No vengas a remover la mierda.

 

ENRIQUE: Yo no quiero remover nada. Quiero entender. Entender cómo carajo terminamos los cuatro en esta casa…Vos sabés a qué me fui. ¿No te da curiosidad? Mi viejo está vivo. Aunque ni sé si decirle viejo… Necesitaba entender.

 

MARLENE: ¿Y?

 

ENRIQUE: ¿Y qué?

 

MARLENE: ¿Qué entendiste?

 

ENRIQUE: Poco, creo que me traje más dudas que respuestas. ¿Vos no tenés preguntas?

 

MARLENE: … De dónde venimos, hacia dónde vamos. Cuál es nuestra misión en la vida… Ese es casi el nacimiento de la filosofía.

 

ENRIQUE: ¿De qué hablás?

 

MARLENE: De la historia.

 

ENRIQUE: Marlene, de nuestra historia hablo yo. ¿Por ejemplo, nosotros qué somos?

 

MARLENE (interrumpiéndolo): Enrique y Marlene.

 

ENRIQUE: ¿Pero qué somos?

 

MARLENE: Marlene y Enrique.

 

ENRIQUE: No quiénes somos. ¿Qué somos? Nosotros, el vínculo entre los dos.

 

MARLENE: Primos.

 

ENRIQUE: ¿Primos o hermanos?

 

MARLENE: Fanny es mi tía. Berta la tuya.

 

ENRIQUE: Y si estas dos no son amigas.

 

MARLENE: ¿Qué otra cosa querés que sean?

 

ENRIQUE: ¿Nunca te preguntaste porque ninguno de los dos tiene padre?

 

MARLENE: Vos sí tenés, no decís.

 

ENRIQUE: Un padre en serio, digo.

 

MARLENE: Porque los hombres son todos iguales. Pájaro que comió voló, ya hasta lo cantaron. Unos hijos de puta. Sólo les importa eso. Van, vienen, te usan para sus necesidades y vos mudita. Los ves cómo vienen, tarareando bajito, pase por acá - no, después de usted - pero qué sonrisa, muñeca - ¿en qué estaría pensando San Pedro que dejó escapar a este ángel?

 

ENRIQUE: Marlene.

 

MARLENE: Si la belleza matara, si amarte fuera pecado, corazón de arroz la que cuelga es para vos.

 

ENRIQUE: Marlene.

 

MARLENE: Mirala a tu vieja si no. Y después ¡zas!, estás con el bombo, te llenan la cocina de humo… (Como revelando una verdad.) Humo se hacen ellos, y si te he visto no me acuerdo, a otra cosa mariposa, voy a comprar cigarrillos, cinco minutos y vuelvo, el amor es como la abeja primero pica después te deja. Y vos, nunca más. Nunca más les ves el pelo y mucho menos las canas y te quedás criando críos ajenos.

 

ENRIQUE: ¿Cómo ajenos?

 

MARLENE: Ajenos a tus ganas. Vos recién estabas pensando en si te traerá rosas o azucenas, de qué color me pinto los ojos, qué música le gustará, y ellos ¡pam! No se ponen la cosita y vos…

 

ENRIQUE: ¿Qué cosita?

 

MARLENE: Y vos ni llegaste a tomar la pastilla que ya estás. Algunos con mirarte.

 

ENRIQUE: ¿Qué decís?

 

MARLENE: Sí, qué no. Mucho ángel de aquí, ángel de allá.

 

ENRIQUE: Marlene, eso que estás diciendo no tiene que ver ni con vos, ni conmigo. Estás diciendo cualquier cosa. ¿Quién te metió eso en la cabeza? Eso es una idea de hace quinientos años.

 

MARLENE: Con nosotros no, o no directamente, pero si con ellas. Y si tiene que ver con ellas tiene que ver con nosotros, son las madres que nos parió. Con verlas alcanza, dos ángeles caídos, de una viuda (se señala a ella, como haciendo una reverencia), y de otra abandonada (le hace una reverencia a Enrique.)

 

ENRIQUE: Ellas son dos turras, Marlene. Vas a tener que empezar a escucharme.

 

MARLENE: Mirala.

 

ENRIQUE: No entendés nada.

 

(BERTA empieza a cabecear como si fuera a despertarse.)

 

MARLENE: Sh. (Hace un gesto para que baje la voz.) Si no duerme bien a la noche se descontrola. Y la despierta a mamá y después no hay con qué darles.

 

ENRIQUE: Cuando se despierten necesito que nos sentemos un rato. En serio lo digo. Los cuatro.

 

MARLENE: ¿Y de qué querés hablar?

 

ENRIQUE: Hace cuatro años que me fui. ¿No te parece que hay cosas para charlar? Para contarnos… No me hagas hablar sin que estemos todos… Cosas de la familia, digo, de la historia, de nosotros, de tu mamá, de la mía, del viaje, de lo que vi, lo que me encontré, con quién.

 

MARLENE (interrumpiendo): No te pregunté por las fotos.

 

ENRIQUE: Viejas más que nada.

 

MARLENE: ¿Y para qué vamos a querer fotos viejas, nosotras?

 

(BERTA se acomoda, parece despertarse pero no lo hace. Pausa corta. ENRIQUE y MARLENE esperan hasta que esté dormida.)

 

ENRIQUE: ¿Y vos?

 

MARLENE: ¿Y yo qué?

 

ENRIQUE: Contame algo. Entre todo lo que pensé en este tiempo, pensé mucho en vos… No sé, novio, por ejemplo. Pensaba en eso también. En cómo estarías vos. Trataba de hacer historia de tus relaciones en mi cabeza… Porque vos de mí a sabés, yo no quiero nada serio todavía. Pero vos, no porque quieras algo serio o no, sino porque no sé bien qué querés. 

 

MARLENE: ¿Qué quiero de qué? ¿Querés que te haga una lista?

 

ENRIQUE: ¿Estás con alguien?

 

MARLENE: Mirá lo que me preguntás. Te acabo de decir lo que pienso de los tipos.

 

ENRIQUE: Pero eso lo decís porque te lo metieron en la cabeza. Será porque la escuchaste despotricar, a mi vieja sobretodo. Esa no es tu historia, es la de ellas y hasta andá a saber… Pero vos sos joven, linda y  yo hace mucho que no te veo. ¿Está mal que te pregunte?

 

(MARLENE hace un gesto de negación.)

 

ENRIQUE: A no ser que sea otra cosa…Otra característica la tuya. Otra o la misma.

 

MARLENE: Si querés saber, te digo: nada, ni uno.

 

ENRIQUE: ¿Ellos o vos?

 

MARLENE: La combinación. Dudosa últimamente… ¿Te acordás de Julio?... Se casó… Preciosa ella. Para colgarla de la pared. Linda linda.

 

ENRIQUE: ¿Pero yo me equivoco o a Julio lo dejaste vos?

 

MARLENE: No te equivocás, un tarado era, él me siguió rondando varios meses después, pero yo ni pelota. No me cautivaba.

 

ENRIQUE: ¿Entonces?

 

MARLENE: Se casó. Encontró una, creo que la sacó de la farmacia de la vuelta, la de la avenida. Del mostrador la debe haber sacado, paradita arriba la debían tener: una escultura. Y ahí nomás, qué te dije yo, le hizo el bombo.

 

ENRIQUE: No hables así.

 

MARLENE: Es lo mismo. Vos viste cómo era él, rápido.

 

ENRIQUE: A vos te habría gustado también.

 

MARLENE: Lo justo.

 

ENRIQUE: ¿Y después?

 

MARLENE: Se casaron. Él dice que es feliz, pero andá a saber… Yo desconfío de la gente que dice que es feliz. De la gente que es feliz y de la que anda de la manito todo el tiempo. Presa te quieren tener.  

 

ENRIQUE: ¿Vos, después?

 

MARLENE: Ni uno.

 

ENRIQUE: ¿Ni uno?

 

MARLENE: Bueno, ni uno no.

 

ENRIQUE: ¿Y Rubén?

 

MARLENE: ¿Qué pasa?

 

ENRIQUE: Era nuestro amigo. Estaba muerto con vos.

 

MARLENE: ¿Sí?

 

ENRIQUE: Sí, (ríe) y yo le tenía prohíbo que se acercara mientras yo estuviera cerca. Cuando me fui, pensé que quizá.

 

MARLENE: No, qué va. Lo vi un par de veces.

 

ENRIQUE: ¿Y?

 

MARLENE: Nunca me interesó… Anda de acá para allá, muy metido con el auto, cada tanto pasa, todo tuneado…. Se puso un aro. Tatuajes. Se rapó pero se deja una colita. 

 

ENRIQUE: ¿Y Carlos?

 

MARLENE: ¿Y Carlos qué?

 

ENRIQUE: Si te gusta, si te lo volteaste.

 

MARLENE: No digás así.

 

ENRIQUE: ¿Ahora te hacés la princesa?

 

MARLENE: Tampoco.

 

ENRIQUE: ¿Tampoco qué? Explayate, Marlene.

 

MARLENE: Que tampoco. Yo no ando muy de suerte con esas cosas.

 

ENRIQUE: ¿Pero lo probaste?

 

MARLENE (en voz baja): Un poco.

 

(Pausa corta.)

 

ENRIQUE: Marlene.

 

MARLENE: ¿Qué?

 

ENRIQUE: ¿Vos no andarás separando los huevos de la harina, no?

 

(BERTA se despierta sobresaltada.)

 

BERTA: ¿Y Fanny?

 

MARLENE: Duerme, tía.

 

ENRIQUE: Te despertaste mamá.

 

BERTA: Para nada.

 

ENRIQUE (a Marlene): ¿Despierto a la tía?

 

BERTA: Cinco minutitos más.

 

(BERTA vuelve a acomodarse para dormir. Ellos esperan a que se duerma.)

 

MARLENE: Si la despertás a la noche se pone insoportable.

 

ENRIQUE: Contame más.

 

MARLENE: ¿Más qué?... Mejor vos.

 

ENRIQUE: Primero lo tuyo. Para mí prefiero que estemos todos.

 

MARLENE (impaciente): Y yo prefiero que no me jodas. El viaje te quemó la cabeza.

 

ENRIQUE: Las cosas cambiaron, y ahora trato de entender, de acomodar a cada jugador en un rincón. Banquito, agua, toalla; cada unos sus cosas. (Entusiasmándose) Como en el boxeo, tengo miedo de tocar la campana y que todos nos caguemos a trompadas… Por eso te pregunto. Perdón que insista, sé que no te estoy respetando tu momento, pero tengo que volver. La gente lo pide.

 

MARLENE: ¿Qué gente?

 

ENRIQUE: Mi cabeza. Yo, en mi cabeza, la gente como las ideas, digo. Piden, piden. No respetan nada... ¿Sabías que uno tiene alrededor de 60 mil pensamientos por día? ¿Y que de esos 60 mil le dedica casi el 95 por ciento al mismo tema?

 

MARLENE: ¿Eh?

 

ENRIQUE: Imaginate que le vengo dando vueltas al tema un 95 por ciento de 60 mil. Eso da… un total de…

 

MARLENE: Me agoté.

 

ENRIQUE: Imaginate yo.

 

MARLENE: ¿Entonces por qué no me dejás de joder?

 

ENRIQUE: Es que a mí ellas ya no me preocupan. Ahora me preocupás vos. Que estuviste acá. Yo me fui, me independicé, digamos. Pero vos acá, sola con ellas. Yo no sé si puede ser contagioso o hereditario, quizá pasa como con las plantas, el ósmosis. Y vos que no tenés novio, tanto tiempo con la cabeza metida entre estas paredes, tanto útero. Alguna consecuencia tiene que haber.

 

MARLENE: ¿Cómo consecuencia?

 

ENRIQUE: Todo este tiempo cuidando a mamá y a la tía.

 

MARLENE: Dos ángeles. Ni molestan.

 

ENRIQUE: No repitas.

 

MARLENE: Decía. Yo puedo hacer mi carrera, el laburo. Ellas, la suya, se cortan solas.

 

ENRIQUE: ¿Ves? Por eso te insisto. Ellas hacen la suya, decís. Ellas dos. ¿Y vos? Para entenderte te pregunto… ¿Vos y los hombres?

 

MARLENE: Ya te conté. No me gusta ninguno.

 

(Pausa corta.)

 

ENRIQUE: Entonces vos también sos lesbiana.

 

BERTA (incorporándose): Qué linda siesta.

 

MARLENE: ¿Qué decís? ¿Cómo vas a decir una cosa así?

 

BERTA (despertándose): Reparadora como pocas. ¿Qué decían?

 

ENRIQUE: No tiene nada de malo.

 

MARLENE: Nada tía. (A Enrique.) Yo no soy nada.

 

BERTA: ¿Y Fanny? (A Marlene.) De lo que sea, no te echés a menos.

 

MARLENE (a Berta): Duerme, tía.

 

ENRIQUE: Te despertaste mamá.

 

BERTA (a Marlene): ¿Hace mucho?

 

MARLENE: Un rato.

 

ENRIQUE: Como vos.

 

BERTA (a Enrique): Nene, andá a fijarte si respira.

 

MARLENE: Tía.

 

BERTA (a Enrique): Andá, no te ahorres el favor.

 

(ENRIQUE mira a MARLENE, que no dice nada. ENRIQUE se levanta y sale.)

 

BERTA: Por dios, no pude dormir nada. Lo escuchaba meta rumear.

 

MARLENE: ¿Te despertamos, tía?

 

BERTA: Vos no. Él que viene ahora con no sé qué… (Increpante.) ¿De qué hablaban? ¿Qué te dijo?

 

MARLENE: De nada, charlábamos, nos poníamos al día.

 

BERTA: Que no venga ahora con pretensiones de cambiar las cosas.

 

MARLENE: ¿Qué cosas puede cambiar?

 

BERTA: Cualquier cosa vos me decís. En esta casa las cosas son como tienen que ser. Igual que siempre.

 

MARLENE: La gente cambia.

 

BERTA: Eso es mentira. La gente no cambia. Los que son boludos son boludos, los hijos de puta, hijos de puta. De chiquitos ya los ves venir. (Enojada.) Como los tipos. Que por tener pija se llevan el mundo por delante. Creen que puede entrar donde les quepa… Qué paradoja: de mí Enrique, de Fanny, vos. Justo de mí un hombre. Y después dicen que no se le pueden pedir peras al olmo.

 

MARLENE: Enrique es Enrique. Turros hay y turras también. Si no preguntale a Enrique que anda de insistente con quiénes son las turras en esta casa.   

 

(Pausa corta.)

 

BERTA: ¿Y si merendamos mejor?

 

(MARLENE se levanta en silencio para ir a la cocina y sale.)

 

 

III

 

(BERTA agarra la Biblia que está sobre la mesa. ENRIQUE y MARLENE entran y salen trayendo las cosas para la merienda.)

 

ENRIQUE (a Marlene, entrando): Estoy insoportable, lo sé. Pero el tema me da vueltas en la cabeza. Me pone histérico. Yo pensé que quizá sea la falta de padre o la genética, algo tiene que haber de todo eso… Tiene lógica lo que digo. ¿Algo de psicología sabés?

 

MARLENE: Poco. De revistas.

 

ENRIQUE: Es un principio. ¿Me dejás que te diga? (Sin esperar respuesta.) De chico el hijo compite con el padre por el amor de la madre y la hija compite con la madre por el amor del padre.

 

MARLENE: Enrique.

 

ENRIQUE: Eso quizá lo escuchaste. El hijo se pone en el lugar del padre, que también tiene pito, y quiere quedarse con la madre que no lo tiene. La mujer, con sus partes, digamos, se pone en el lugar de la madre para quedarse con el padre. ¿Me seguís?

 

MARLENE: ¿De qué hablás?

 

ENRIQUE: ¿Cómo de qué hablo?... Del hombre, de la mujer. 

 

MARLENE: ¿A dónde querés llegar?

 

ENRIQUE: Al Edipo. Que se arrancó los ojos para no ver a quién tenía que matar.

 

MARLENE: ¿A quién?

 

ENRIQUE: Exactamente no sé.

 

MARLENE: Es como que no sepas el final de un chiste.

 

ENRIQUE: Esto no es chiste, Marlene… Como el hijo con el padre, la hija tiene que hacer lo mismo pero con la madre. Luchar contra ella, competir, rivalizar por el amor del padre. Ahora bien. Esta es la parte difícil. Tratá de prestarme atención. Si no me entendés me parás, ¿si?...

 

MARLENE: Sí.

 

ENRIQUE: Cualquier cosa me decís y vamos de nuevo.

 

MARLENE: Sí.

 

ENRIQUE: Como ni vos ni yo tuvimos padre, todo se fue al carajo.

 

MARLENE (deteniéndose, baja el tono de voz): ¿Eso es?

 

ENRIQUE: ¿Te parece poco?

 

MARLENE: Si todo esto que me decís es por lo que yo creo, te aclaro que no soy gay.

 

(ENRIQUE frena también. BERTA los mira venir y sonríe.)

 

ENRIQUE: No lo sé. Estoy tratando de entenderte. Acá el punto sos vos. Convengamos que sos rara. No tuviste papá, por los motivos que fuera, viviste con ellas. Todo suma.

 

MARLENE (llegando a la mesa): Porque se murió no tuve papá. Decilo, acá no hay nada que ocultar.

 

BERTA: Torta.

 

ENRIQUE (la sigue): No importa eso ahora. A vos te faltó tu padre, la ley, el no, digamos.

 

MARLENE (a Berta): No hay. (A Enrique bajando el tono.) Debo ser el único caso de padre que muere en el parto. Decime si no hay mala leche ahí. Que te venga a atropellar un micro de Córdoba cuando tu mujer está pariendo. ¿Sabés lo que es eso, el trauma?... ¿Vos te hiciste psicólogo, Enrique? La verdad es que no te entiendo.

 

BERTA: ¡Torta!

 

MARLENE: No hay.

 

(MARLENE y ENRIQUE vuelven a caminar hacia la cocina.)

 

MARLENE: No eras así, viniste cambiado. Más bien tímido eras.

 

ENRIQUE: Es que pasaron cosas. Leí. (MARLENE lo mira sin responder.) Me interesé por ciertos temas... Dame el beneficio de la duda. Dame a mí el beneficio de tu duda. A vos te faltó tu papá a quien vos querías conquistar.

 

MARLENE (interrumpiendo): Y cómo sabés si me gustaba, si no lo conocí. Y vos tampoco, yo soy la más grande.

 

ENRIQUE: Quince días nada más. ¿Raro, no?... Igual no importa eso ahora. (Va a ir entusiasmándose a medida que habla.) Es un genérico. Seguime, hacé un esfuerzo por el amor de Dios. Vos no tuviste a quién seducir, entonces toda esa energía que tenías para conquistarlo, ese amor que tenía su lado violento también, acordate que íbas a competir, a rivalizar con tu madre por el amor de él y toda competencia es agresiva -eso no hace falta que te lo explique-, toda esa energía no salió hacia ningún lado –ni la energía buena ni la mala- quedando dentro tuyo y generando una guerra interna donde los instintos de aniquilamiento que en este caso en vez de salir volvieron sobre vos misma convirtiéndose en instintos de autoaniquilamiento.

 

MARLENE: Creo que me perdí.

 

ENRIQUE: Fue ahí donde el bien y el mal lucharon entre sí, eso digo, y creo yo, esta es una suposición basándome en el hecho de que estás viva, dentro tuyo ganó la energía buena, el amor. Y este amor recayó sobre tu madre, que en este caso vendría a ser Fanny. ¿Me expliqué bien?... ¿Fue muy fuerte?

 

MARLENE (tratando de entender): No sé.

 

ENRIQUE: Mirá, es fácil, cuando un hijo o hija no tiene padre, que es el que pone los límites, si no fijate cuántas veces escuchaste la frase “vas a ver cuando venga tu padre” o “que no se entere tu padre”, decía que al no tener padre, nadie nunca te dijo “eso no” y vos ahora estás desorientada, con tu energía fluyendo en libre albedrío pero siempre dentro del mismo género que es como está acostumbrada… ¿Me entendes? (MARLENE no responde, trata de entender lo que le dice. Al ver que no responde sigue completamente envalentonado.) Fue esa desorientación la que hizo que tu energía primero vaya sobre tu madre  que dada la casualidad tiene tu mismo sexo, y reforzado por el hecho de que no había otra persona, lograste tenerla toda para vos. Y hoy que ya sos grande hace que te guste, pegar el velcro, por decir.

 

MARLENE: Mamá nunca me prestó mucha atención.  

 

ENRIQUE: Eso no importa.

 

MARLENE: Creo que Berta fue la que más me crió. Mamá siempre estuvo más pegada a vos. Y Berta conmigo.

 

ENRIQUE: Quizá en tu caso viviste un doble potenciamiento. Necesariamente eso tiene que tener consecuencias.

 

MARLENE: No estoy segura de haberte entendido…

 

(Pausa corta. Entran a la cocina y salen con lo que les faltaba para la merienda. Caminan hacia la mesa.)

 

ENRIQUE: ¿Sabés qué?

 

MARLENE: ¿Qué?

 

ENRIQUE: Tendríamos que hacerte una tomografía computada.

 

MARLENE: ¿Para qué?

 

ENRIQUE: Aunque quizá a mí también.

 

MARLENE: ¿Tuviste algún problema, Enrique?

 

ENRIQUE: Hay un estudio científico de unos yanquis de no sé dónde, que dice que los homosexuales tienen la parte posterior del cuerpo calloso más grande que los heterosexuales. Y eso es hereditario. ¿Me seguís?

 

MARLENE: No creo.

 

ENRIQUE: Que si te hacés un estudio vamos a poder saber qué sos… Por lo de que estás dudosa, que decís.

 

MARLENE: Que no, no soy gay. Las dudas son sobre vos, que cada vez te entiendo menos.

 

ENRIQUE (a Marlene.) Está bien. ¿Pero vos estás segura?

 

BERTA: ¿Y Fanny?

 

ENRIQUE (a Berta): Ahora viene, mamá. (A Marlene.) Decime si estás segura y no te digo ni una palabra más… Yo lo hago por vos, eso tenés que saberlo.

 

MARLENE: Me gustan los hombres.

 

BERTA (a Marlene): ¿Qué decís?

 

MARLENE: Nada. Nada nuevo, tía.

 

ENRIQUE: Te gustan, bien. ¿Pero vos desempolvás?

 

MARLENE (tarde en responder): No seas ordinario.

 

ENRIQUE: Pongamos una fecha. ¿Hace cuánto que no cojés? 

 

MARLENE: De hace un tiempo para acá me divierto mirando.

 

ENRIQUE (bajando el tono): Mirando. ¿Mirando qué?… ¿Cojes o no cojés?

 

MARLENE (sentándose a la mesa): Porno, Enrique, cómo querés que te diga que no estoy con nadie.

 

ENRIQUE (sentándose también): Y no estás con nadie, ¿porque…?

 

(BERTA los mira conversar mientras simula que lee.)

 

MARLENE: Porque no encuentro. No quiero un tipo que me vaya a hacer lo mismo que les hicieron a mamá o a la tía.

 

ENRIQUE: ¿Que les hicieron…?

 

BERTA (gritando): ¿Y la torta cuándo viene?

 

MARLENE (a Berta): Tostadas hay … Les falta un ratito. (A Enrique.) Bueno, la muerte no es buscada, pero de alguna manera alguien se lo hizo.

 

BERTA: ¡Fanny!

 

ENRIQUE (a Marlene, en voz baja): ¿Y Julia?

 

MARLENE: ¿Julia?

 

ENRIQUE: A Julia, ¿la ves?

 

MARLENE: La veo, sí.

 

BERTA: ¿Julia dijeron?

 

ENRIQUE: Sí, mamá, le preguntaba por Julia.

 

BERTA: Qué chica divina, siempre tan presente.

 

ENRIQUE (a Marlene, con tono burlón): Tan presente.

 

MARLENE: Es amiga.

 

ENRIQUE: Yo estoy que no me convenzo.

 

(FANNY entra con una fuente con tostadas.)

 

ENRIQUE: Qué bueno que estemos todos. Recién le decía a Marly.

 

BERTA (deja la Biblia, a Fanny, interrumpiendo): Hablábamos de Julia.

 

FANNY: No sé porqué no viene más seguido.

 

ENRIQUE: Le decía a Marly que tenía ganas de contarles del viaje.

 

MARLENE: Porque tiene su vida, también.

 

FANNY: Aunque viaje te quiere, ¿no?

 

ENRIQUE: Sí, claro que la quiere, con toda el alma la quiere. Profundamente. Amigas del alma.

 

MARLENE (a Enrique): Cortala.

 

FANNY (a Berta, agarrándole la mano): Como nosotras.

 

ENRIQUE: La quiere tanto que cuando no la ve, la extraña.

 

MARLENE: Basta. Porqué no hablás de vos mejor. Tanto que querías.

 

BERTA (a Fanny): Si yo te dije.

 

MARLENE (interrumpiendo): Ahora que estamos todos, Enrique quiere contarnos del viaje. Parece que tiene mucho para decirnos. ¿No, Enrique? Cómo le fue. Trajo fotos. No te quedes con nada, contanos. Vomitá.

 

FANNY: ¿Seguís descompuesto?

 

MARLENE: Tanto para hablar, para decirnos.

 

BERTA (para sí): El muerto que parla.

 

ENRIQUE: ¿Vos estás bien, mamá?... Porque yo volví con algunas dudas.

 

MARLENE (irónica): Eras vos el de las dudas…

 

BERTA: ¿Pero quién no tiene dudas?

 

FANNY: Dudas tenemos todos.

 

BERTA: Y en familia más. ¿Pero qué se le va a hacer? La vida sigue, al futuro se llega, avanzar se avanza aunque sea a patadas en el culo.

 

FANNY (censuradora): Berti.

 

ENRIQUE: Puede ser pero... Pero hay dudas, preguntas fundamentales…

 

BERTA (interrumpiéndolo): Es verdad, por ejemplo yo tengo una. Hace poco me enteré que Cristo no nació el 25 de diciembre. ¿Qué me dicen?

 

FANNY: Que diciembre no figura en ningún lado. Los que saben dicen que nació el 21 de agosto.

 

BERTA: ¿Y entonces?… ¿Cristo es de Capricornio o de Leo?

 

ENRIQUE: ¿Eh?

 

MARLENE: No entiendo nada. Desde hoy.

 

FANNY: Yo soy muy del antiguo testamento.

 

MARLENE (amaga con levantarse): Mejor me voy.

 

ENRIQUE: Quedate, por favor.

 

MARLENE: Me voy. No puedo. (Queda en un gesto a mitad de camino.)

 

ENRIQUE (a Fanny): Tía, ¿no decís nada?

 

FANNY: Cuando la duda cae sobre el núcleo fundamental, el átomo se descompone.

 

BERTA: Muy lúcida.

 

FANNY: Gracias.

 

MARLENE: Así no se puede. (Está por salir.)

 

FANNY: Se puede, acá la tragedia la sufrimos entre todos como la familia que somos.

 

MARLENE (vuelve a sentarse): ¿Qué tragedia?

 

BERTA (a Fanny, cesuradora): Estefanía Miraflores.

 

MARLENE: Dejala, tía. ¿De qué tragedia?

 

ENRIQUE: Vamos a empezar a hablar parece.

 

FANNY (la mira a Berta, se recompone. A Marlene): ¿Te parece a vos que no saber con exactitud cuándo nació Cristo es un hecho menor? Que no cambia toda la historia de la historia.

 

ENRIQUE: Ah, bueno.

 

BERTA: Estoy de acuerdo.

 

FANNY: Imaginate la historia: si Cristo nació en agosto, Navidad no cae en época de vacaciones. I-ma-ginate.

 

ENRIQUE: No lo puedo creer.

 

MARLENE: Así no puedo. No entiendo.

 

ENRIQUE (a Marlene): Ya te lo vengo diciendo.

 

FANNY: Flor de desbarajuste sería.

 

(Pausa corta.)

 

ENRIQUE: Mamá.

 

BERTA: Habría que correr las vacaciones para después de mitad de año.

 

ENRIQUE: Mamá, me enteré de lo de Horacio.

 

FANNY (se acerca a Enrique y le agarra la mano, se persigna en el mismo gesto contenido): Horacio.

 

MARLENE: ¿Qué Horacio?

 

FANNY: ¡Sh!, nena, que están hablando los grandes.

 

MARLENE (señalándose): Quince días.

 

(FANNY le hace un gesto de silencio a MARLENE.)

 

BERTA: ¿Horacio? No conozco ningún Horacio.

 

ENRIQUE: Horacio, mamá.

 

MARLENE (a Fanny): ¿Ese no era el turro que abandonó a la tía?

 

FANNY (a Marlene): Hacé el favor. Con respeto.

 

ENRIQUE: Me enteré que no la abandonó.

 

BERTA (a Fanny en voz baja): Te dije que podía venir con cualquier cosa.

 

ENRIQUE: Me enteré que no te abandonó.

 

FANNY: ¡Sh! Silencio a todos. (A Berta, mirando hacia adentro de la casa.) ¿Escuchaste eso?

 

BERTA: Eh...

 

FANNY: Berta, me parece que nos están llamando.

 

(BERTA y FANNY se ponen de pie.)

 

ENRIQUE: Se quedan acá… Las tres.

 

(MARLENE que no se había movido, se sorprende; FANNY se hace la que escucha a ver si la llaman; BERTA agarra a FANNY del brazo y vuelven a sentarse.)

 

FANNY (a Enrique): Con todo lo que pasó tu madre.

 

BERTA: Un hijo de puta. Todos iguales. Pájaro que comió voló. Sólo les importa eso. Van, viene, te usan y después estás con el bombo, te llenan la cocina de humo.

 

MARLENE (a Enrique): Te djie.

 

ENRIQUE: Horacio no te abandonó.

 

BERTA: Y si te he visto no me acuerdo, a otra cosa mariposa, voy a comprar cigarrillos, cinco minutos y vuelvo, el amor es como la abeja primero pica después te deja. Y vos, nunca más… ¿Qué dijiste?

 

ENRIQUE: Horacio no te abandonó.

 

(FANNY se persigna.)

 

BERTA: Que la boca se te haga a un lado.

 

MARLENE: ¿Y entonces?

 

FANNY (didáctica): El carácter abandónico puede ser figurativo también.

 

ENRIQUE: Nunca te abandonó.

 

FANNY (a Marlene): No escuchés, nena. Andá, traeme algo.

 

BERTA: Andá, Fanny, vos también traeme algo.

 

MARLENE (se pone de pie. A Fanny): ¿Qué cosa?

 

FANNY (duda en ponerse de pie): Lo que sea.

 

BERTA (a Fanny): Cualquier cosita.

 

(MARLENE duda, se queda un rato de pie. FANNY también duda pero sin llegar a levantarse.)

 

ENRIQUE: Sentate, Marlene. (MARLENE lo hace autómatamente). Ya no podemos engañarnos más. No pueden mentirnos más.

 

FANNY: ¿Más?, ¿qué decís?

 

MARLENE (sentándose): ¿Mentirnos?

 

ENRIQUE: Berta lo usó a Horacio. (Señala.) Ella y ella, y u o, no sé.

 

FANNY: Berta.

 

BERTA (algo alarmada): Estefanía Miraflores.

 

ENRIQUE: Lo usó. Él nunca la abandonó, fue ella. Ella nunca le dijo o dijeron, no sé, que habían quedado embarazadas y de un día para otro desaparecieron.

 

MARLENE: ¿Quiénes?

 

ENRIQUE: Ellas.

 

(FANNY y BERTA se arriman una a la otra, acercan sus sillas.)

 

ENRIQUE: De Córdoba se vinieron. Primero ellas, y ahí no hubo primero una y después la otra, el que vino después fue él que se recorrió todo, casas de amigos, conocidos, pensiones por si las dudas, hoteles cerca de la terminal. Y cuando Horacio, o sea mi padre que no me crió.

 

BERTA (interrumpiendo): Ni te parió.

 

ENRIQUE: Que supuestamente la abandonó, llegó a Buenos Aires, la buscó y la encontró al tiempo, yo estaba por nacer y a vos te estaban pariendo.

 

FANNY: Singular, Enrique.

 

MARLENE: No entiendo nada. ¿Tía?

 

BERTA: Las cosas no fueron así.

 

ENRIQUE: Explicá entonces.

 

BERTA: Las cosas son como tienen que ser.                                             

 

FANNY (a Enrique): No obligues a tu madre a mentirte.

 

(Pausa corta. FANNY y BERTA se miran. Transición.)

 

BERTA: Nosotras a Horacio lo quisimos mucho.

 

MARLENE: ¿Nosotras?

 

BERTA: Un día hubo una fiesta privada. Pero amplia, generosa, en una casa, nosotros estábamos ahí, todos, y hubo un momento donde todo se volvió un poco confuso. Cada una estaba por su lado, y el plan un poco era no dejes para mañana… Pero hay cosas de las que no se vuelve. Así que nos tuvimos que venir a Buenos Aires.

 

MARLENE: ¿Cosas como qué?

 

ENRIQUE: Cuando hablás de nosotros te refería a… Contá bien, mamá.

 

BERTA: Cosas, cosas. La fiesta fue el último recurso. ¿Desesperado?... Eran otros tiempos. Lo que pasó es que la fiesta se nos fue de las manos. Eso nos dimos cuenta después y tenía sentido. Pero lo hecho hecho está y si no, mírennos acá.

 

FANNY: Acá los cuatro… Después nos vinimos a Buenos Aires. Fue el después de la fiesta lo que se nos fue de las manos.

 

BERTA: Eso estoy diciendo, que ahí nos vinimos a Buenos Aires.

 

ENRIQUE: ¿Y ustedes que eran?

 

BERTA (señalándose): Berta y Fanny.

 

ENRIQUE: Cuenten esa parte… Las cosas hay que decirlas por su nombre.

 

MARLENE (señalándolas, habla a la par): Fanny y Berta. 

 

(Pausa. BERTA y FANNY, se miran, tardan en responder. MARLENE sigue sin terminar de entender de qué hablan. FANNY le hace un gesto de afirmación a BERTA.)

 

BERTA (confesándose): Pareja. Yo tenía una pareja homosexual.

 

MARLENE: No te lo puedo creer…

 

ENRIQUE: Marlene.

 

FANNY (acercándose más a Berta): A “tenía” le falta el presente.

 

(FANNY y BERTA se quedan agarradas de la mano.)

 

MARLENE (exaltada): Horacio era puto. ¡Por eso te dejó! (A Enrique.) Por eso me preguntabas tanto. Hiciste la gran tengo un amigo que...pero me la tiraste a mí.

 

ENRIQUE: Marlene.

 

FANNY: Cuando saltó todo, Horacio se fue, y ya no quedó nada por hacer.

 

MARLENE (comienza a levantar la voz.): No lo puedo creer. Te dejó por… (Pausa corta.) Mamá, ¿Raúl también era…? ¿Qué pasó? ¿Cuando se dio cuenta se tiró debajo del micro que iba a Córdoba?

 

FANNY (a nade en particular): Hacé algo, traeme alguna cosita.

 

ENRIQUE: Esto se va al carajo. Él llegó, no sé cómo había encontrado la dirección de la abuela, pasó por su casa, se presentó, “amigo de Berta” dijo, “de Berta y Fanny”, y de ahí vino para acá y se encontró con la gran verdad. Fanny estaba en la clínica y a mí me faltaban dos semanas para nacer… Ellas estaban juntas.

 

MARLENE (las mira, después le habla a Enrique): ¿Y cómo querés que estuvieran? Siempre fueron muy unidas. Se consolaban. (A Fanny.) ¿Yo no había nacido? (A todos.)  Una viuda y la otra abandonada por un rarito (disculpándose), por decirlo. Qué dúo.

 

BERTA (a Fanny): Hacé algo porque me muero.

 

FANNY (a Enrique): Estás obligando a tu mamá a ponerse nerviosa.

 

ENRIQUE: Cuando Horacio llegó a esta casa se enteró de todo. Se le aclaró lo de la fiesta y lo de esa noche y que ustedes eran pareja desde antes.  Ahí lo hiciste pasar, le ofreciste café así como hacen siempre, y vos lo ayudaste, él había tenido no se qué choque…

 

FANNY: Lo del accidente es una desgracia. (Se persigna). Era buen hombre, no se lo merecía. Yo entiendo, cada uno tiene su misión en la vida. Quizá la de él era esa. (Señalando a Marlene y a Enrique.) Y no es menor. Pero tampoco es para andar deseándole lo peor a la gente.

 

(FANNY vuelve a persignarse y BERTA la mira reprobatoriamente.)

 

MARLENE: ¿Vos lo conocías también?

 

FANNY: Si se hubiese quedado un poco más la historia hubiese sido otra.

 

MARLENE (a Enrique): Contanos vos ahora cómo te va con las mujeres.

 

FANNY: Con las mujeres sí, pero con el resto Horacio nunca tuvo buena suerte. No va que viene hasta acá, se hace todo el periplo.

 

BERTA: Es la historia del abandono. Él se fue.

 

ENRIQUE: Yo conozco otra historia. La que dice que vos lo echaste, que le dijiste que lo único que querían de él era su esperma y que cuando él te recriminó que no se lo hubieran dicho, que quizá él hubiese aceptado, vos te enojaste y le dijiste que el cuerpo era de ustedes y que no querían volver verlo.

 

(Pausa corta.)

 

FANNY: ¿Quién dice qué?

 

MARLENE: Ella iba a parir y se quedó sola.  

 

ENRIQUE (a Marlene): No estaba sola. Estaba Fanny.

 

MARLENE: Sola también.

 

(Pausa corta. FANNY y BERTA se quedan hablando por lo bajo. MARLENE las mira.)

 

ENRIQUE: Lo usaron. Eran pareja. Ellas querían tener un hijo. Y Berta se acostó con él.

 

MARLENE: ¿Pero no me acabás de decir que Horacio era puto?

 

ENRIQUE: Pareja, lesbianas, Marlene.

 

MARLENE: ¿Eh?

 

ENRIQUE: Tortilleras. Invertidas. Tortas. Auto con caja automática. No sé cómo más decírtelo.

 

MARLENE: No me lo digas.

 

ENRIQUE: Pa-re-ja. Mujer y mujer.

 

MARLENE (de la exaltación pasa a la manía): Callate. Te dije que no me digas… ¿Por qué me decís una cosa así?... ¿Cómo que pareja? (Le grita a Fanny) Mamá. ¿Escuchaste lo que está diciendo? ¡Mamá! ¿Tía? Suéltense mierda que las difaman… Y vos sos un turro. Un mal tipo. ¿Cómo me vas a decir que son pareja? ¿Cómo vas a inventar una cosa así?

 

ENRIQUE: Es la verdad.

 

MARLENE (se pone de pie para irse): Y ustedes, qué, las acusan y no dicen nada.

 

FANNY: ¿Hacía falta venir así con la verdad?

 

BERTA: No hay mal que por bien no venga.

 

MARLENE: ¿Mamá?... Mala gente. Resentido… ¿Cómo van a decir una cosa de esas? Todos. ¿Cómo vas a inventar algo así? ¿Me quieren cagar la vida? (Saliendo.) Gente de mierda, impostores de la vida ajena… ¿Cómo van a inventar una cosa de esas?

 

ENRIQUE: Marlene.

 

MARLENE: ¿Qué hago con mi vida? Todo al tacho, de un hondazo.  Mirá cómo cae. (A Enrique.) ¿No eras psicólogo?... ¿Dónde quedó la pedagogía? Qué manera de venir a decir… Qué ganas de inventar tantas cosas... De tirártelas así, en cara, que uno ni puede cerrar los ojos… Gente de mierda.

 

ENRIQUE: Marlene.

 

MARLENE (saliendo): Gente enferma.

 

(MARLENE sale.)

 

FANNY (a Enrique): Dejala. Ya voy a ir yo... Va a necesitar un tiempo…

 

BERTA: Quizá tendrías que ir, Fanny.

 

(Pausa.)

 

FANNY (a Enrique. Preocupada): Y vos… contanos, ¿cómo estás con lo de Horacio?

 

BERTA (interrumpiendo): Cómo va a estar es la historia de siempre, pájaro que comió voló.

 

FANNY: Como las hormigas.

 

ENRIQUE: ¿Qué hormigas?... Qué sé yo cómo estoy.

 

FANNY: Las hormigas machos que mueren después del apareamiento. Un poco hormiga fue Horacio… (Se persigna.)

 

ENRIQUE: La diferencia es que Horacio no murió.

 

BERTA: Enrique callate un poquito, ¿querés? (Tajante.) Ya con Marlene está bien. A Fanny dejala.

 

ENRIQUE: ¿Qué deje qué cosa? Si morir no murió. ¿No me dijiste vos que él se fue a Córdoba?

 

FANNY: Figurativo. La Provincia de Córdoba metafóricamente hablando. El espíritu vuelve a su lugar, a su tierra madre.

 

ENRIQUE: Vuelve el espíritu y el cuerpo. Él está ahí, se casó y tuvo dos hijos más. Yo los conocí. Dos medios hermanos serían.

 

FANNY (a Berta sorprendida): Medios hermanos allá… Creo que se me escapa un dato… ¿Horacio tenía hijos de antes?...

 

BERTA: ¿Alguien quiere otro cafecito?

 

FANNY (a Berta): ¿Qué dice?

 

ENRIQUE: Digo que lo vi. Que nos encontramos.

 

FANNY: No podés haberlo visto.

 

BERTA: Perdoname.

 

ENRIQUE: No sé si puedo. Es muy jodido, mirá si tiene consecuencias. Quizá nos tendríamos que hacer un estudio Marlene y yo.

 

BERTA: Fanny, a vos te hablo.

 

ENRIQUE (se queda hablando solo): Aunque fue emocionante conocerlos a todos. Raro también, me recibieron bien pero bueno, él no es mi padre. Biológico sí. Pero, pero nada más. La mujer divina, y mis medios hermanos también. Aunque falta algo, no sé. Yo los miraba y qué. Ella, la menor, es parecida a Marlene, también… Y ahí me di cuenta… aunque el hombre es así, uno no puede dejar de pensar en uno primero.

 

(FANNY se pone de pie, algo aturdida, y empieza a levantar las cosas de la mesa.)

 

FANNY (saliendo): Este chico no puede estar hablando en serio.

 

BERTA: Tuve miedo.

 

FANNY: Yo tengo miedo ahora.

 

ENRIQUE (sigue hablando solo): Viven en una casa chica pero linda. En las sierras. Tienen verde. Toman mate afuera. Dos perros, un gato, unos teros en el fondo. Tero, tero, dicen. Y ellos están ahí mirando las sierras.

 

BERTA (a Fanny): Perdoname.

 

(Pausa corta. FANNY y BERTA se quedan a mitad de camino antes de salir por la puerta que va a la cocina.)

 

FANNY: El perdón tendríamos que ir a dejarlo al cementerio y rezar ahí, todos juntos, por él, unos padres nuestros, unos ave marías.

 

BERTA: Fanny, Horacio Raúl está vivo.

 

(FANNY se persigna.)

 

(Pausa corta.)

 

FANNY: ¿Cómo podés decir una cosa así?

 

BERTA: Siempre lo estuvo.

 

FANNY: ¿Qué decís?

 

BERTA: Lo que escuchaste.

 

ENRIQUE (sigue hablando solo): La menor se llama Andrea y el mayor Horacio, como él. Horacio ya está medio canoso. Horacio hijo y Horacio padre también, claro. Parece que es genético… y prematuro. Que a mí me puede tocar. La mujer muy amable. Le costó al principio pero a quién no. (Refiriéndose a su pelo.) Quizá él tiene los genes más fuertes… por la crianza.

 

FANNY: No me podés estar diciendo. No lo puedo escuchar.

 

BERTA: Tenía miedo. ¿Qué pasaba si cuando tenías la nena te querías ir con él?

 

FANNY: Con él no se iba a ir nadie. Vos no podés hablar en serio.

 

ENRIQUE (sigue en su mundo): Después me aceptó lo más bien la mujer. Yo creo que hasta sabía... La casa hermosa. Chiquita, ya les dije, ¿no? Pero se puede salir a caminar, los perros van adelante, el gato se queda adentro. Si van en auto los perros le ladran a las ruedas. Muy familia tipo.

 

BERTA: Si vos te ibas yo me iba a quedar sola con Enrique. Y vos te podías ir con él y nosotras no íbamos a estar más juntas. Te podías arrepentir.

 

FANNY: Tengo que hablar con Marlene… ¿Y yo? Vos también te podías ir con él o con cualquiera. Eso lo sabíamos. Acá nadie compró nada.

 

ENRIQUE: Traje fotos de la familia para mostrarles, para que los vean. Las pecas, el flequillo. Yo tengo la pera, así, igual. Y la más chica parecida a Marlene. Todos tenemos algo de lo físico. Si mirás bien lo encontrás… Él también quiere ahora, me lo dijo. Venir para acá, conocernos mejor. Conocer a Marlene. No sé si por padre o por curiosidad, nomás… Si no vino hasta ahora.   

 

BERTA: A vos siempre te gustaron los hombres. Y si te gustaron antes te pueden gustar después.

 

FANNY: ¿Y?

 

BERTA: Yo soy pura y vos no.

 

FANNY: Tu pureza es por lo menos dudosa después de lo de Horacio Raúl.

 

BERTA: Eso fue una excepción… ¿Qué pasaba si extrañabas…? ¿Te ibas a ir? ¿Con Marlene? ¿Me ibas a dejar? ¿Nos ibas a dejar? ¿Y si extrañabas la (completa con gestos)?

 

FANNY: Es lo mismo si extrañar lo que uno no tiene…, da igual qué cosa sea. Es igual si extrañás un par de huevos o un par de tetas, para ser específicos.

 

BERTA: No importa. Por eso te dije lo del accidente. Algo de verdad había. El micro en el que Horacio venía chocó y se hizo un tajo en la frente. Y cuando llegó, lo ayudé a limpiarse, discutimos por lo que había pasado, le puse una gasa y se fue. ¿Qué iba a hacer? Nosotras no queríamos padre, y él tampoco quería hijos. Y menos dos; y menos uno con cada una. Ahí se fue y lo mejor que encontré fue decirte lo del accidente.

 

(Pausa corta.)

 

FANNY (yendo a buscar a Marlene): Marlene.

 

BERTA: Dejala.

 

ENRIQUE (sigue hablando solo): En la pared del estudio hay una foto que me llamó la atención. Entonces le pregunté. ¿Total? Entre saber algo y saber un poco más o saber un poco menos. Ya estamos acá. En la foto había un grupo, yo las reconocí a ustedes, sentadas, pelo largo, no sabía que fumaban. Eran ocho o diez los del grupo, no sé, estaban sentados en una piedra. Él me dijo que se juntaban los sábados que iban al Uritorco, hacían avistajes. Nunca me imaginé… Tantas cosas.

 

FANNY: Marlene tiene que saber.

 

BERTA: Pero a vos te parecía bien. Cada uno su historia.

                                                                                                      

FANNY: Es diferente la historia de ahora que la del pasado. (Piensa.) El pasado es otro pasado.

 

BERTA: Él está bien allá.

 

FANNY (sale): ¡Marlene!

 

(Pausa corta. BERTA mira a ENRIQUE y después la puerta por donde salió FANNY.)

 

BERTA (siguiéndola): Igual podemos rezar unos rosarios, si querés, mal no nos va a venir.

 

FANNY (voz en off): ¡Marlene!

 

ENRIQUE (se queda hablando solo): Dijo que cuando vino a Buenos Aires no esperaba encontrarlas como las encontró. Tan juntas, tan instaladas. Que algo había, sospechó. De verlas. Pero no se había imaginado que era para tanto. Como que por ser mujeres y amigas, había cosas que ustedes podían hacer…

 

(BERTA sale.)

 

IV

 

(Es la mañana del día siguiente. BERTA y FANNY acomodan dos valijas en el patio, cerca de la puerta. A un costado están sus abrigos y carteras. MARLENE está sentada a la mesa, abatida.)

 

BERTA (a Fanny): Apuremos.

 

FANNY (preocupada): ¿Lo tratará bien a Enrique?

 

BERTA: Si te querés quedar, quedate.

 

FANNY: Nosotras nos vamos juntas. Perdón que lo diga así, pero de esto se hace cargo Enrique.

 

BERTA: Yo le dije a Enrique que venga también.

 

FANNY (a Berta): ¿Llevás el otro tapado?... (Revisa entre las valijas.) ¿Mis botas marrones?

 

BERTA: Es el fin de semana, nomás.

 

MARLENE: ¿Seguro, no?

 

BERTA (llama hacia adentro de la casa): ¡Enrique!

 

MARLENE: Yo no estoy tan segura de a dónde ir. ¿No se irá a quedar, no?

 

FANNY: Si querés vení con nosotras.

 

MARLENE: Conmigo no cuenten. No tengo nada que hacer ahí… ni acá… Ni con vivos, ni con muertos.

 

FANNY: Si está vivo para él, está vivo para vos. Podés elegir.

 

MARLENE: Me parece fantástico que esté vivo y si Enrique lo quiere recibir. Pero yo no tengo nada que ver con Horacio.

 

FANNY: Horacio es tu Raúl. ¿Cómo hay que decirlo?

 

MARLENE (se pone de pie y camina hacia adentro de la casa): Ni me digas mejor.  Prefiero quedarme con las cosas de siempre. Yo me aferro a eso.

 

FANNY (a Marlene): Enrique dice que la menor se parece a vos.

 

BERTA: Horacio Raúl se llama.

 

(Pausa corta. MARLENE las mira en silencio y se va al interior de la casa. FANNY y BERTA la miran salir, después se abrigan. MARLENE se asoma de nuevo al patio.)

 

MARLENE: ¿Y el muerto?

 

FANNY (la mira a Berta): No hay muerto parece, que en paz descanse.

 

MARLENE: Creo que sigo sin estar muy segura.

 

BERTA: Uno no tiene que estar seguro todas las veces, pero tiene que hacer. Ir al grano, directo, como moscardón a la luz, como nosotras… Gracias a eso ahora están ustedes.

 

MARLENE: Enrique y yo…

 

FANNY: Enrique se queda acá y vos también si querés. Y si no querés te venís con nosotras. Si Enrique lo arregló, que se haga cargo.

 

MARLENE (a Berta): Vos y ella, ¿tanta puntería?

 

FANNY: La puntería simplifica las cosas. Vos te adelantaste dos semanas. Nosotras estábamos ovulando al mismo tiempo, después de tantos años estando juntas.

 

BERTA: Efecto McClintock, se llama.

 

FANNY: Juntas nos acompasamos, eso es, y la fiesta era de consigna libre.

 

MARLENE (como si se estuviera apagando, queda agarrando su abrigo y su cartera): No sé si me quiero quedar. (Va hacia el interior de la casa.)

 

ENRIQUE (entra hablando por celular): Bueno, muchas gracias. (A Berta y a Fanny, tapando el tubo.) La terminal. El micro llegó hace casi dos horas. (Al teléfono.) Entiendo sí. (Escucha.) Yo para saber, para chequear nada más. (Escucha.) Lo comprendo sí, entiéndame usted a mí también. (Escucha.) Sí, está bien.

 

BERTA: Fanny, nos vamos ahora.

 

ENRIQUE (al teléfono): Comprendo. Gracias igual. (Corta y se queda con el teléfono en la mano.) No dan nombres de pasajeros.

 

FANNY (grita hacia adentro): ¿Marlene, venís?

 

MARLENE (desde adentro de la casa, voz en off): Vayan ustedes.

 

(BERTA y FANNY agarran cada una su cartera y su valija. Y saludan a ENRIQUE. Sale BERTA.)

 

FANNY (a Enrique antes de salir): ¿Vas a estar bien?

 

BERTA (voz en off): ¡Vamos!

 

(Antes de que ENRIQUE conteste, FANNY sale apurada.)

 

(Pausa corta. MARLENE entra con un abrigo en la mano y una mochila, cuando lo ve a ENRIQUE se detiene. Se acerca a la mesa y deja el abrigo en la silla.)

 

 ENRIQUE: ¿No te quedás?

 

MARLENE (revisa tener todo en la mochila y se la pone): No puedo… Estaba muerto. No siento que haya revivido.

 

ENRIQUE: ¿No te da curiosidad?

 

MARLENE: Con una foto me alcanza. (Se despide.)

 

ENRIQUE: ¿A dónde vas?

 

(MARLENE sale sin responder, se da cuenta que se olvidó el abrigo y vuelve a entrar. ENRIQUE se lo alcanza.)

 

MARLENE: ¿Vos y yo: familia, familia?

 

ENRIQUE: ¿A dónde vas?

 

MARLENE (refiriéndose a la sangre): De adentro. Hermanos.

 

ENRIQUE: ¿Te cambia mucho?

 

MARLENE (saliendo): La verdad que no.

 

(ENRIQUE mira cómo se va MARLENE y se sienta en una de las sillas. Deja pasar un ratito y mira su reloj. Va hacia la puerta, la abre, comprueba que no hay nadie y la cierra. Ordena las cosas que fueron quedando desordenadas en el patio y acomoda las sillas. Trae una escoba de adentro y barre el patio. Vuele a mira el reloj y vuelve a sentarse en una de las sillas a esperar que suene el timbre.

Siguen pasan unos minutos, ENRIQUE sigue esperando, mira la puerta con insistencia, y vuelve a acomodar las sillas. Va pasando el tiempo y empieza a bajar la luz, ENRIQUE mira el reloj y la puerta alternativamente.)

 

APAGÓN

 

Clara Anich (Buenos Aires, 1981). Autora de narrativa, dramaturgia y poesía, publicó el poemario Juego de Señora (editorial El Suri Porfiado, 2008), Ellas (Ed. Color Pastel), y participó de las antologías: Verso y Reverso (Ed. NTV 2011), Tres Mundos  (ed. Alejandría, 2008), Poesía Manuscrita vol 2 (ed. Poesía Manuscrita, 2009), e Historias de Amor y Desamor, Colección Nuevos Narradores (ed. Trivium, Madrid, España, 2001). También en las obras de teatro: Splatter Rojo Sangre (Beckett Teatro) y New York (Andamio 90), de Daniel Dalmaroni, como asistente de dramaturgia y de dirección, respectivamente. Su material de teatro formó parte del repertorio del IV festival de Narración Oral Escénica que se desarrolló en 2009 en Cochabamba, Bolivia.  

También,  en 2005, fundó el grupo de narradores conocido como Grupo Alejandría, becado en 2007 por el Fondo Nacional de las Artes y en 2011, por Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires.  Actualmente, es editora la Revista Casquivana.

 

Contacto: clara.anich@gmail.com | cel. (5411) 156.519.6059